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Retroalimentación

Índice
El diálogo en la relación pedagógica ......................................................................... 2

Retroalimentación, fase superior de la corrección ................................................... 3

Prácticas habituales para la retroalimentación......................................................... 4

Preguntas organizadoras del documento ................................................................. 6

Referencias bibliográficas ......................................................................................... 6

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Palabras clave: Evaluación formativa – Feedback – Evaluación de procesos –
Retroalimentación

El diálogo en la relación pedagógica


A lo largo de un ciclo formativo, la figura docente debe tomar determinadas
decisiones que condicionan la trayectoria de cada curso. Estas decisiones a
veces son drásticas y suponen cambios radicales en las ideas curriculares
originarias: acortar el programa, modificar estrategias de manera significativa. En
ocasiones, el sujeto que enseña efectúa alteraciones menores, como el aporte de
nuevas perspectivas teóricas no contempladas en el programa original,
ampliación de ejemplos, integración de varias instancias de evaluación en una (o
división de una en varias). Y en otras ocasiones, incluso a pesar de que la
evidencia respecto de ciertas falencias en su programa original sea abrumadora,
el/la docente decide no hacer absolutamente nada. Ahora bien: para analizar las
razones que justifican el último de los escenarios, resulta necesario reparar en el
concepto de transposición didáctica descripto por Chevallard:

Los contenidos de saberes designados como aquellos a enseñar


(explícitamente: en los programas; implícitamente: por la tradición,
evolutiva, de la interpretación de los programas), en general preexisten al
movimiento que los designa como tales. Sin embargo, algunas veces (y por
lo menos más a menudo de lo que se podría creer) son verdaderas
creaciones didácticas, suscitadas por las „necesidades de la enseñanza‟
(…) Un contenido que ha sido designado como saber a enseñar, sufre a
partir de entonces un conjunto de transformaciones adaptativas que van a
hacerlo apto para ocupar un lugar entre los objetos de enseñanza. El
„trabajo‟ que transforma un objeto de saber a enseñar en un objeto de
enseñanza, es denominado la transposición didáctica (Chevellard, 1997, p.
45).

En otras palabras: no hay docente que enseñe en ninguna suerte código neutro
específico del contenido a tratar, sino que los transpone en una operación en la
que entran en juego dimensiones tales como personales y profesionales, o
afinidades y trayectoria. En el caso del ejercicio de la docencia en la educación
superior, adonde se llega habitualmente desde disciplinas de base y no
necesariamente con formación pedagógica, cobra peso la intuición, el uso de
ejemplos tomados de maestros/as memorables y el recuerdo (como ya

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mencionamos en otros módulos, acaso idealizado) del paso propio como
estudiante.

Ahora bien: hemos definido a la evaluación como un proceso de búsqueda de


información para tomar decisiones de la mejor manera posible. Y también hemos
considerado que mientras la perspectiva tradicional supone que la evaluación
tiene consecuencias únicamente sobre los estudiantes, el paradigma de la
evaluación formativa, por el contrario, supone que arroja resultados de interés
para las dos partes de la relación pedagógica. Dicho de otra forma: mientras que
la evaluación tradicional responsabiliza por los fracasos a la parte evaluada, la
evaluación formativa puede ofrecer información oportuna (por ejemplo, en
términos de gestión del tiempo) respecto de decisiones tomadas en términos de
transposición didáctica: el saber sabio no es claro en su versión de saber
pedagógico. En la educación superior, una voz común (doblemente común: por
habitual y por ser parte de la filosofía del sentido común) asegura sobre equis
docente: “Se nota que sabe, pero no sabe explicar.”

Subyace entonces una condición a veces oculta respecto de la evaluación: su


faceta de hecho comunicacional.

Retroalimentación, fase superior de la corrección


Como hecho comunicacional, en la evaluación pueden observarse instancias
evolutivas. Durante gran parte del siglo pasado, se concibió a la calificación
numérica como un mensaje dueño de una elocuencia todopoderosa. Recibir una
hoja encabezada con un 2 escrito en tinta roja constituía todo lo malo. Por el
contrario, ver estampado un 9 significaba estar en el camino correcto. Las
intervenciones en los exámenes o en los trabajos prácticos apuntaban
meramente a las correcciones: una forma económica de evaluar. Un 10 sin
marcas de ningún tipo (o mejor aún, con una felicitación entre signos de
exclamación, o una carita feliz en el público de los primeros años de la
escolarización) implicaba entonces haber alcanzado una suerte de nirvana
pedagógico. La corrección constituye la génesis de la evaluación entendida como
un hecho comunicacional. Como tal, es precario, impreciso y no pocas veces
indolente.

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La escala de evaluaciones, con frecuencia atacada por un discurso docente de
amplia circulación que asegura no utilizarla durante los procesos, es sin embargo
no sólo una normativa, sino además un elemento clave en la cultura de la
educación formal: la pretensión de una figura docente por hacerlas desaparecer
como por arte de magia no la elimina de las voces de los pasillos institucionales.
Y la crítica que ese discurso suele apuntar hacia los estudiantes es, cuanto
menos, injusta: por qué no han de importarles las calificaciones si viven en un
mundo que da sobradas cuentas de su faceta resultadista y, de hecho, el final de
los estudios concluye con la entrega de una certificación de tal carga simbólica
que en no pocas veces hasta se enmarca y se exhibe en una pared vistosa.
Cuando el discurso pedagógico tomó nota de esta situación, aparecieron las
devoluciones, es decir, una explicación que acompañara a la calificación. Esta
práctica mejoró de manera notable la calidad de la información que recibía cada
estudiante: la persona que sacaba un 2 tenía alguna noción más clara sobre
cómo mejorar su situación. La persona que obtenía un 10, sobre cómo volver a
conseguir esa nota.

En términos comunicacionales, en la corrección, el foco estaba puesto en el


mensaje. Como tal, desoía todo tipo de señales que pudieran recibirse respecto
de malos entendidos, resistencias y desacuerdos. Un 2 es un 2 y su mensaje es
universal e inequívoco, pareciera ser su base filosófica. Analizada también desde
la perspectiva comunicacional, a la fuerza intrínseca del mensaje, la devolución
agrega la necesidad de prestar atención al tono, la empatía, el lenguaje corporal:
todos elementos propios del emisor. La retroalimentación, como fase superior de
esta escala evolutiva, suma al centro de la escena las condiciones de recepción
de la persona destinataria, interlocutora de quien lo emite.

Prácticas habituales para la retroalimentación


En primer lugar resulta necesario destacar que para hablar de prácticas
habituales de retroalimentación, deberían formar parte del programa de
evaluación. Esto es equivalente a tenerla presente en las planificaciones
cotidianas para asignarles un tiempo determinado, de la misma manera que se
asignan tiempos de clase a otras intervenciones: explicaciones, actividades de
práctica, conformación de grupos, visionado de fragmentos de películas, lectura
de artículos, etcétera. Anijovich (2010) señala que, según se desprende de
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diversas investigaciones, a pesar de que se empleen técnicas de
retroalimentación bienintencionada y consciente de la propia acción, los tiempos
que se destinan a la retroalimentación de las calificaciones en los extremos de la
escala son notablemente inferiores a los valores medios.

La misma autora señala además una serie de elementos que se ponen en juego
en las prácticas de retroalimentación, también surgidas de diferentes pesquisas
en la materia: frases inconducentes como “buen trabajo”, “buen análisis” para
referenciar la producción de las personas consideradas “mejores estudiantes”. En
el extremo opuesto, los casos que suelen evidenciar de manera sostenida
rendimientos más problemáticos reciben también frases lacónicas del corte de
“rehacer el trabajo”. En ambos casos, la autora contrasta con el diferencial
retórico que suelen recibir los rendimientos intermedios, como ser “justificar la
pregunta 2 apoyándose en la bibliografía” o “rehacer el diagrama revisando los
conceptos incluidos” (Anijovich, 2010, pp. 133-134). En todos estos casos, se
nota una disparidad retórica significativa entre uno y otros mensajes.

En otro nivel de elementos que preocupan a este trabajo, la autora señala


posturas desde dónde se fundamenta la retroalimentación. En concreto, se
pregunta: “¿La retroalimentación se propone mirar hacia el pasado o trabajar
sobre el futuro? ¿El impacto y el cambio posterior a la retroalimentación
perduran?” También merece su atención entender qué tipo de análisis hacen los
docentes respecto de las decisiones que parecen tomar los estudiantes luego de
recibir la retroalimentación (Anijovich, 2010, p.135).

Para concluir, retomamos la idea de Perrenoud (2008) respecto de la evaluación


al servicio del aprendizaje: una retroalimentación planteada adecuadamente,
debería escuchar qué y cómo se ha aprendido y no sólo informar en qué y cuánto
se ha fallado. Pero para ello, como señala Anijovich: una retroalimentación
precisa de una estrategia clara. No a modo de prescripción sino como ejemplo, el
protocolo de la escalera de retroalimentación puede constituirse en un punto de
partida para la construcción del modelo propio: clarificar los puntos con dudas,
valorar siempre algún segmento de la producción, expresar las inquietudes que
puedan haber surgido de la lectura por parte de la figura docente y, finalmente,
hacer sugerencias. Y siempre en un marco de escucha atenta, foco en aspectos
referidos a la brecha generacional, respeto y búsqueda de empatía.

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Preguntas organizadoras del documento
 ¿Qué se entiende por retroalimentación?
 ¿Qué diferencias se encuentran entre la retroalimentación, la corrección y
la devolución?
 ¿Cuáles son las prácticas más habituales que las investigaciones en la
materia han detectado en los procesos de retroalimentación?

Referencias bibliográficas

Anijovich, R. (2010) “La retroalimentación en la evaluación”, en Anijovich, R.


(Comp.) (2010), La evaluación significativa. Paidós, Buenos Aires, pp. 129-
149

Canabal, C.; Margalef, L. (2017) “La retroalimentación: La clave para una


evaluación orientada al aprendizaje”, en Profesorado: Revista de
Currículum y Formación de Profesorado, vol. 21, núm. 2, julio, 2017, pp.
149-170 Universidad de Granada, Granada. Disponible en:
https://www.redalyc.org/pdf/567/56752038009.pdf Consultado por última
vez el 21 de mayo de 2020.

Chevallard, Yves (1997). La transposición didáctica. Del Saber Sabio al Saber


Enseñado. AIQUE, Buenos Aires. Disponible en
https://eva.udelar.edu.uy/mod/resource/view.php?id=297372 Consultado por
última vez el 21 de mayo de 2020

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