Manejo Integrado de Plagas: Umbral Económico

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MANEJO INTEGRADO DE PLAGAS

Se han logrado progresos en el descubrimiento de alternativas biológicas y genéticas al


uso de pesticidas y en el diseño de una diversidad de estrategias de control biológico y
cultural orientadas a reducir e incluso eliminar el uso de pesticidas. Esta nueva estrategia
se denomina Manejo Integrado de Plagas. Un principio central del MIP es el concepto de
umbral económico que indica que la mera presencia de una plaga no implica una
situación de daño económico en la que los beneficios del control serán mayores que los
costos de ese control. En principio, el MIP es una estrategia de control sanitario con base
ecológica que utiliza los factores de mortalidad natural, tales como los enemigos
naturales, clima y manejo cultural, y busca de tácticas de control que alteren estos
factores lo menos posible.

Hoy en día se utiliza el término MIP para incluir el control integrado de insectos,
enfermedades y malezas. En forma ideal el término MIP se refiere al control de todos los
problemas sanitarios agrícolas a través de un enfoque integrado.

El MIP considera todos los aspectos de la producción agrícola, incluyendo prácticas tales
como el control mecánico de malezas, la fertilización, el manejo de postcosecha de los
terrenos de cultivo, monitoreos de plagas, métodos de labranza, el uso de variedades
resistentes, rotaciones culturales y el uso de control biológico. Sin embargo, la mayoría de
los programas de MIP actualmente en uso no utilizan todas estas técnicas. Los actuales
programas de MIP en insectos generalmente se centran en el uso de variedades
mejoradas, el monitoreo de los insectos, una mejor sincronización de las aplicaciones de
pesticidas y en el uso de pesticidas más específicos y biológicamente menos activos. La
necesidad de proteger los agentes de control biológico natural en el agroecosistema,
(como predadores y parásitos), es ampliamente reconocida, pero a menudo descuidada
en la realidad. En muchas situaciones sus poblaciones no pueden preservarse, las
prácticas culturales de aumentar la capacidad del cultivo para resistir la plaga a través de
técnicas de manejo de nutrientes que mejoran la salud del cultivo, tienen un gran
potencial. Pero estas técnicas no están bien articuladas o no se entienden bien. Por eso
son subutilizadas y requieren más investigación cuantitativa al respecto.

Aunque el MIP es efectivo, altamente rentable y relativamente seguro, ha sido adoptado


en forma masiva solo para algunos cultivos.

La tabla 3 muestra los grados de implementación del MIP en 12 cultivos principales. El


grado de sofisticación de los programas de MIP también varía fuertemente de acuerdo a
la región, el cultivo y el agricultor. Los insectos y las enfermedades son una amenaza
siempre presente en las regiones cálidas con temporadas de crecimiento prolongadas.
Algunas enfermedades vegetales son un problema más permanente en zonas cálidas con
alta humedad. La producción de frutales y hortalizas tiene un alto valor unitario y la
pérdida de incluso una pequeña parte de la cosecha puede ser costosa. Bajo el actual
sistema de clasificación, los productos sin daños físicos, a menudo reciben mejores
precios. Esta situación fomenta la aplicación de pesticidas según calendarios previamente
determinados y va fuertemente en contra de la reducción en el uso de pesticidas.

El mayor factor limitante para la adopción de estrategias MIP, es la incapacidad de


utilizarla como parte integral de los sistemas de manejo general de las fincas. Cuando se
utilizan en un ambiente agrícola convencional, la efectividad de muchas alternativas,
disminuye o se pierde totalmente.

Manejo ecológico de insectos

El control cultural de insectos incluye la modificación del hábitat de la plaga a través del
uso de rotaciones culturales, el aumento de la diversidad del ecosistema, el ajuste de los
momentos de siembra y cosecha, el manejo preciso del agua y los fertilizantes,
modificación de las prácticas de cultivo y labranza y mejores métodos de sanitización. Los
controles culturales han demostrado su eficiencia en muchas situaciones contra plagas
como el gusano rosado del algodón en Texas. Allí un cultivo de periodo corto es
cosechado tempranamente y su rastrojo inmediatamente picado y enterrado. Esto se hace
en forma simultánea, a menudo por mandato del gobierno estatal y en toda el área
afectada. La rotación de maíz con soja es otra práctica cultural común, hasta que al
momento ha casi eliminado el daño del gusano de la raíz en maíz.

Los controladores biológicos naturales tales como los antagonistas, los predadores y los
mecanismos de autodefensa, eliminan a la mayoría de las pestes. El control biológico de
plagas mediante enemigos naturales, parásitos, predadores y patógenos, es parcial o
totalmente efectivo frente a la mayoría de las plagas potenciales. Además este tipo de
control es de larga duración si no es alterado por prácticas agrícolas como el uso de
insecticidas, ciertas rotaciones culturales y condiciones climáticas poco usuales.
Irónicamente lo que mejor ilustra la importancia de los enemigos naturales, son los casos
en que el uso de insecticidas reducen las poblaciones de los insectos benéficos y surgen
nuevos insectos plaga.

Control alternativo de enfermedades

El control de las enfermedades de los cultivos se ha hecho históricamente mediante la


integración de diversos métodos. La selección y desarrollo de variedades con resistencia
específica o general (multigénicas) han ayudado a reducir la dependencia excesiva en
relación a los productos químicos. La resistencia genética es el método individual
(específico) más importante en la defensa de las plantas contra las enfermedades, y es la
única alternativa controlada al uso de pesticidas.

Por diversas razones muchas enfermedades de las plantas no pueden ser controladas
directamente. En muchos casos los agricultores enfrentan las enfermedades simplemente
mediante adecuadas técnicas de manejo y utilizando variedades resistentes. Cuando
interactúan con los niveles naturalmente existentes de control biológico, el manejo y las
variedades resistentes mantienen a la mayoría de las enfermedades a raya. Sin embargo
las enfermedades aun pueden causar`pérdidas económicas significativas.

El desarrollo y durabilidad de las variedades resistentes han sido un desafío para los
fitopatólogos y fitomejoradores. Las estrategias genéticas para mejorar la durabilidad de la
resistencia, incluyen el uso de multilíneas y mezclas de cultivares, así como la resistencia
multigénica u horizontal. La tecnología genética moderna acelera el desarrollo de cultivos
resistentes.

Las prácticas culturales, como la rotación de cultivos, la alteración del pH del suelo, la
sanitización y los ajustes en los momentos de plantación y cosecha para evitar las
poblaciones máximas de patógenos, complementan la resistencia genética en muchos
casos. Por ejemplo, al subir el pH del suelo mediante encalado de 6,5 a 7,5, reduce la
severidad de los ataques de fusariosis en tomate y papa. La reducción del pH a 5 con
azufre, controla la sarna de la papa causada por Streptomyces scabies. Las diversas
formas de nitrógeno también afectan en forma significativa la severidad de las
enfermedades. Por ejemplo, el nitrógeno en forma de amonio suprime el mal del pie en
trigo, pero el nitrato lo favorece.

La introducción o aplicación de agentes de control biológico no ha sido muy exitosa con


los fitopatógenos debido a la gran complejidad de las comunidades microbianas. Aunque
muchas de las prácticas de manejo que indirectamente controlan enfermedades, logran
un balance entre organismos benéficos y organismos dañinos, el comportamiento
existente es insuficiente como para desarrollar y utilizar efectivamente agentes de control
biológico comercialmente. Poco se sabe sobre la ecología, clasificación y fisiología de los
organismos que efectúan el control biológico, o de los mecanismos subyacentes que
afectan a la interacción entre microorganismos benéficos, patógenos y plantas.

Sin embargo, existen varios esfuerzos por desarrollar agentes de control biológico contra
los fitopatógenos. Varios productos ya han llegado al mercado. Una especie de avirulenta
productora de antibióticos de Agrobacterium está a la venta para el control de la agalla
causada por Agrobacterium tumefaciens en plantas ornamentales y árboles frutales.
Existen planes para comercializar una bacteria del género Pseudomonas que coloniza las
raíces y controla Rizoctonia y Pythium en algodón.

Otra posibilidad interesante es la estimulación del sistema de defensa de la planta


mediante productos químicos o a través de la inoculación de formas avirulentas del
patógeno. El virus de la tristeza de los cítricos entró desde el África a Brasil en la década
del 20 y casi eliminó a la producción de cítricos en ese país. En la década del 50, se
descubrió una raza poco virulenta del virus que protegía a los árboles de la raza virulenta.
La inoculación comercial con la raza menos virulenta comenzó a fines de la década del 60
y hasta el momento ha sido muy exitosa.
Control alternativo de nemátodos

El control de nemátodos es particularmente difícil. Las estrategias utilizadas incluyen la


resistencia genética, el control químico y los métodos culturales como la rotación de
cultivos. La resistencia genética ha tenido éxito en solo algunos casos tales como
remolacha azucarera y tomate.

Un agente prometedor de control biológico es la bacteria patogénica Pasteuria penetrans,


que es efectiva contra varios nemátodos de importancia económica. Sin embargo, resulta
caro producirlo a escala comercial. Una opción de control biológico menos cara, pero
también menos efectiva, es la utilización de plantas como Crotalaria spectabilis que
impide la reproducción del nemátodo. El pasto Bermuda (Cynodon dactylon), incorporado
al suelo antes del transplante de lespedeza, tabaco u hortalizas, protege a las plantas
contra Meloidogyne spp.

Control alternativo de malezas

Aunque los agricultores en EE.UU. dependen fuertemente de los herbicidas para controlar
las malezas, existe una gran diversidad de otros métodos como la rotación de cultivos, el
control mecánico, la competencia con otras plantas, y el control biológico mediante
enemigos naturales, que pueden controlar a las malezas. De hecho los agricultores a
menudo no se percatan de las fuerzas que controlan a las malezas en forma natural. Por
ejemplo, los insectos minadores de la hoja ayudan a controlar Portulaca oleracea en
varios cultivos en California. Estos insectos serían aún más efectivos si sus poblaciones
no fueran reducidas con el uso de insecticidas. La polilla Bactra verutana, elimina a la
maleza Cyperus rotundus, que infesta al algodón en Misisipi. Más de 70 especies de
insectos de fitófagos y fitopatógenos han sido introducidos en los EE.UU. para el control
de malezas; 14 especies de malezas se controlan en la actualidad de esta manera. Sin
embargo, pocas son controladas biológicamente en la agricultura aunque se prevén
numerosas oportunidades en el futuro.

Las prácticas culturales son en la actualidad la alternativa más eficiente a los herbicidas.
El control mecánico, el uso de un cultivador rotativo, los cultivos intercalados, los ajustes
en los momentos de siembra para darle a los cultivos una ventaja competitiva y el uso del
transplante para que el cultivo comience a desarrollarse antes que las malezas, son
métodos actualmente en práctica y efectivos. El transplante de tomates en altas
densidades han controlado con éxito la quinhuilla debido a su intolerancia a la sombra. El
trébol sembrado como un nivel inferior o cubierta viva, reduce el crecimiento de las
malezas en maíz. Diversas combinaciones de cultivos de cobertura con prácticas de
labranza, son efectivas para control de malezas en maíz y soja.
Los cultivos tolerantes a las malezas y los cultivos que producen sustancias tóxicas para
las malezas, son posibilidades potencialmente prometedoras a las que se les ha dado
poca atención en la investigación. Sin embargo, las sustancias alelopáticas tóxicas
naturalmente producidas por las plantas no siempre son más seguras que los herbicidas
sintéticos.

Levemente modificado de: Revista Agroecología y Desarrollo, CLADES, Nro 4 (12),


1992. Chile.

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