Economia
Economia
Economia
En la economía de mercado, las actividades económicas que realizan los individuos o unidades económicas (familias,
empresas, otras organizaciones u asociaciones, etc.) son realizadas sobre la base de sus planes autónomos, dado que existe la
propiedad privada. La coordinación de estas actividades diversas se realiza, en buena medida, gracias al funcionamiento del
sistema de precios que existe en los mercados.
El sistema de precios provee una parte importante de la información a los consumidores sobre qué bienes o servicios conviene
comprar, mientras que provee a los productores la información sobre qué bienes producir y con qué tecnología. Si un bien se
torna más escaso, su precio tenderá a aumentar y, por lo tanto, los consumidores reducirán la cantidad demandada del mismo,
mientras que los productores serán incentivados para producirlo en mayores cantidades.
Por consiguiente, la economía de mercado es un sistema de coordinación descentralizado de los procesos económicos en el
cual los grados de escasez de los diferentes bienes se expresan en precios. La economía de mercado requiere de un marco
institucional para su correcto funcionamiento, que corrija posibles fallas de los mercados, sostenga un entorno estable de
crecimiento y permita difundir, de un modo conforme con sus principios, los resultados positivos de este sistema a la sociedad.
La crisis económica actual, que nace de un desorden del sistema financiero, es una muestra de los problemas que se producen
cuando es olvidado el marco institucional adecuado que una economía de mercado requiere para su correcto
funcionamiento.
Economía mixta
Los dos sistemas económicos "puros" que han predominado desde el siglo XVIII, capitalismo (economía de mercado) y
socialismo (economía de planificación central), han ido evolucionando con el tiempo hacia un nuevo sistema que combina
características de ambos. Estamos hablando del Sistema de Economía Mixta.
Efectivamente, se trata de un sistema que incorpora elementos tanto de la economía de mercado como de la economía
planificada, en diferentes proporciones.
Algunos lo definen como un sistema capitalista en el que el estado interviene para intentar corregir las imperfecciones del
mercado. Otros lo ven como el tipo de economía en la que el estado y el mercado interactúan a la vez en la economía, en mayor
o menor medida, dependiendo del país y de las circunstancias políticas y económicas de cada momento.
Economía mixta
Sistema económico en el que el mercado se encarga de asignar los recursos, pero el estado interviene, en mayor o menor
medida, para regular su funcionamiento.
El escenario creado tras la Segunda Guerra Mundial obligó a la mayoría de los países europeos, ante las limitaciones que
presentaban la economía de mercado y la planificación central, a buscar un sistema más eficaz, pero que mantuviera las
bondades de los otros dos.
Este nuevo sistema, denominado Economía Mixta, es actualmente el más extendido en la mayoría de los países desarrollados,
entre ellos España, con significativas diferencias, dependiendo de su forma de aplicación y grado de la intervención estatal.
Se considera a John Maynard Keynes el ideólogo y mentor de este sistema económico, ya que fue este economista inglés
(1883-1946) el primero en proponer utilizar conjuntamente las señales del mercado y las directrices del estado para resolver
los problemas económicos.
A raíz de la publicación de su libro Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), donde alentaba a una política
de intervencionismo estatal para mitigar los efectos de una recesión económica, varios países, a partir de la década de los
años 30, pusieron en práctica su planteamiento para superar la crisis iniciada en 1929.
El Sistema de Economía Mixta afronta los problemas económicos básicos de la siguiente forma:
Qué producir: lo que las unidades de consumo demanden y aquellos bienes y servicios esenciales no cubiertos por las
empresas.
Cómo producir: con la técnica y factores más eficaces y rentables (empresas) y con el objetivo de alcanzar el mayor grado de
satisfacción (estado).
Para quién producir: para aquellos cuya renta permita comprar con el precio fijado (empresas) y aquellos con rentas
insuficientes (estado).
Como ocurre en el sistema de economía de mercado, los agentes económicos privados son los encargados de asignar la
mayoría de los recursos, pero el Estado participa aportando bienes y servicios de interés social (educación, la sanidad, etc.)
Asimismo, como una economía de mercado, prima la eficiencia en la producción, pero el estado colabora en la consecución de
objetivos de interés social y aunque el mercado de factores determine para quién producir, el Estado, a través de impuestos,
transferencias sociales, prestaciones por desempleo, pensiones, etc., interviene en la distribución de la renta.
Economía autoritaria
La economía autoritaria es una economía en la que el gobierno tiene un control estricto sobre la producción y distribución de
bienes y servicios.
En este tipo de economía, el gobierno dicta qué se produce, cuánto se produce y a quién se distribuye. Por lo general, esto
significa que los ciudadanos tienen poca o ninguna voz en la economía.
Las economías autoritarias son comunes en países en los que el gobierno es dictatorial o tiene un control estricto sobre la
sociedad.
Algunos países tienen una economía que puede clasificarse como autocrática.
Una economía autocrática es aquella en la que el gobierno tiene un control total sobre la producción y la distribución de bienes
y servicios. Los precios, los salarios y la producción están controlados por el gobierno.
El ejemplo más conocido de economía autocrática es la Unión Soviética. Otros países con economías autocráticas son Cuba,
Corea del Norte y Venezuela.
Con respecto a los procesos de mercado, es importante tener en cuenta que a pesar de la función coordinadora que éstos
desempeñan, y la información que contienen los precios, existen algunos casos puntuales en que no pueden evitar que los
diferentes sujetos económicos tomen decisiones erradas con consecuencias sistémicas.
Asimismo, aun cuando la competencia cumple una serie de funciones que contribuyen fundamentalmente al bienestar social,
la competencia no puede cumplir todos los objetivos propios de una economía de mercado, lo que determina la necesidad de
que el Estado lleve adelante una política económica.
Esto se debe, básicamente, a que los agentes económicos solo cuentan con información limitada y a que, en otros casos, no
todos los agentes disponen del mismo caudal (cantidad y calidad) de información acerca de los bienes, de las circunstancias de
largo plazo que influyen en su producción y de los procesos en los que intervienen. En ciertas circunstancias, estas condiciones
llevan a resultados poco eficientes, que la teoría económica denomina fallas de mercado. Se pueden señalar diversas
situaciones típicas que justifican la intervención del Estado en los procesos económicos con el fin de incrementar su eficiencia.
Las fallas de mercado
En principio resulta evidente que en muchos casos, los agentes económicos intentan limitar la competencia para evitar la
constante presión que ejerce sobre la actividad económica. Para ello buscan cooperar con otras empresas (por ejemplo,
originando carteles) o buscando dominar ellos mismos el mercado (monopolio). Es así que se puede presentar el caso en que
algunas empresas alcanzan lo que se denomina posición dominante en el mercado, que consiste en disponer de una situación
que resulta en un poder de negociación superior frente a otros agentes económicos.
En estas circunstancias, la empresa o las empresas pueden hacer abuso de esta posición, violentar la condición de
reciprocidad en el intercambio y causar una perturbación permanente de la competencia. Al quedar vulnerada la competencia,
ya no se cumplen los supuestos que hacen efectivos a los mercados, con el consiguiente efecto negativo sobre la oferta y las
condiciones de producción en el mercado. Por ello, resulta conveniente formular una política estatal de defensa de la
competencia.
Además de impulsar una política que preserve las condiciones de competencia en el mercado, se deben fijar reglas para
sectores económicos en los cuales, por su propia naturaleza, no se pueden desarrollar procesos de competencia. Esto ocurre
especialmente con la oferta estatal de bienes públicos (por ejemplo, la seguridad interna y externa de la nación). Los bienes
públicos están definidos por la situación en la cual, dada una inversión para producirlos, no se puede identificar la utilidad y la
valoración de cada individuo que hace usufructo. Por esta razón se pueden dar conductas en las cuales los agentes tratan de
hacer uso del bien o servicio sin estar dispuestos a pagar por ello (free riders).
En algunas situaciones, el mercado, con su sistema de precios, no puede asignar correctamente a los agentes los beneficios o
costos por sus elecciones o acciones. Lo mismo sucede cuando tal asignación requiere costos prohibitivos para ser evaluada.
Este es el caso de los efectos externos o externalidades.
Aquí, el ejemplo típico es la subvaloración sistemática de los recursos naturales, que se produce generalmente porque los
miembros de las generaciones futuras no están en condiciones de articular y hacer valer sus intereses. Es allí donde el Estado,
con su política de medioambiente, puede corregir tendencias erróneas de la competencia y así evitar efectos externos
negativos para terceros.
También hay que tener en cuenta que aunque la distribución de ingresos generada a través de los procesos de mercado refleje
la productividad de los diferentes agentes del mercado, no necesariamente considera su grado de necesidad. Por tal razón
existen en principio asociaciones de la sociedad civil que a través del voluntariado buscan remediar las diferencias, y en última
instancia el Estado es el garante de corregir la distribución de los ingresos, por ejemplo a favor de personas enfermas o
discapacitadas, así como para las familias con hijos.
Sin embargo, mientras más el Estado desvíe la distribución final de la productividad demostrada en el mercado, más grande
será el riesgo de que disminuya el incentivo por mejorar el rendimiento de los actores económicos y se resienta la eficiencia de
la competencia como instrumento de regulación.
Por último, el Estado trata de moderar oscilaciones extremas en la actividad económica (ciclos económicos), que se producen
generalmente en los sistemas económicos regulados por la competencia. Este fenómeno tiene relación con la formación de
expectativas a futuro en los mercados y la convalidación o no de las mismas. En ciertos casos existe una sobrevaloración del
futuro que no se convalida, lo que lleva a procesos recesivos muy costosos para la economía y la sociedad.
Concretamente, la política anti-cíclica del Estado apunta a estabilizar el ciclo económico tomando como objetivos el
crecimiento sustentable, el pleno empleo, la estabilidad del nivel de precios y el equilibrio de la economía exterior.
Así como en el caso del proceso de mercado pueden producirse situaciones puntuales en las que no se logran los resultados
esperados, lo mismo sucede con el funcionamiento de las diversas agencias e instituciones que dependen del Estado, por lo
que es necesario introducir correcciones convenientes. Hay que tener en cuenta que si bien las intervenciones del Estado en la
economía son necesarias, lo son sólo bajo ciertas condiciones específicas y también sufren de ciertos efectos
contraproducentes.
Las propias actividades del Estado también pueden generar incentivos equivocados en lo referente a los principios que rigen
el sistema. Esto se produce especialmente cuando sector público modifica la operatoria de los mercados, fijando precios
mínimos o máximos. En estos casos se altera la estructura de precios relativos y con ello, las señales de escasez relativa que
afectan la función de información y asignación que cumplen los precios. Los consiguientes efectos redistributivos son
obtenidos a costa de una pérdida de eficiencia económica.
Asimismo, pueden adoptarse medidas que no afectan el sistema de los precios relativos pero que implican transferencias entre
sectores productivos o entre sectores productivos y no productivos que terminan desalentando la mayor productividad del
mercado. Esto sucede, por ejemplo, cuando las políticas sociales redistributivas son asignadas y aplicadas con parcialidad o sin
tener en cuenta su carácter transitorio, con lo cual generalmente derivan en el incentivo de conductas irresponsables,
produciéndose el fenómeno que se ha denominado clientelismo.
Por otra parte, en cuanto a la capacidad reguladora de los mercados por parte del Estado pueden desarrollarse asimismo
fenómenos negativos, como por ejemplo lo que se ha denominado captura de la agencia. En este caso, los organismos
reguladores o agencias, al ser entidades específicamente técnicas que supervisan el funcionamiento de un mercado concreto,
desarrollan una serie de relaciones con las empresas reguladas que pueden dar lugar al conflicto de interés. Esto sucede, por
ejemplo, cuando los técnicos especializados saben que el único lugar alternativo de su empleo, dada su expertise técnico-
profesional, resulta ser el sector privado bajo regulación; por lo tanto, puede darse una tendencia a generar una relación de
cooperativa en lugar de aplicar estrictamente la regulación de forma imparcial.
Con respecto a la política de moderación del ciclo o política macroeconómica, existe una corriente crítica dentro de la ciencia
económica que pone de manifiesto ciertas contraindicaciones o limitaciones. A este respecto se han desarrollado teorías con
cierta base empírica con respecto a efectos pro-cíclicos de la misma. Por ejemplo, una teoría que invalida la capacidad de las
políticas macroeconómicas tanto monetarias como fiscales es la que muestra que dichas medidas tienen un impacto en la
economía con posterioridad al fenómeno que pretendían influir y, por lo tanto, resultan inoportunas y ineficaces (lags). Otro
desarrollo se basa en la capacidad de los agentes del mercado para adelantarse a las decisiones del gobierno tornándolas
inefectivas (expectativas racionales).
En cuanto a las medidas de redistribución, como hemos adelantado, pueden frenar la productividad y el crecimiento. En
particular, puede darse el caso en el que el sistema de redistribución productiva (subsidios, exenciones impositivas, crédito
subsidiado, etc.) recanalice las fuerzas productivas hacia la optimización de la propia posición distributiva del beneficiado, ya
sea de personas privadas que tratan de maximizar las transferencias o de empresas que tratan de maximizar las subvenciones
(rent seeking o rentismo). En otras palabras, también estas medidas de redistribución, mal diseñadas y sin compromiso por su
uso honesto, implican una pérdida de bienestar económico. Esto puede solucionarse en gran medida dando participación a las
variadas organizaciones de la sociedad civil para remediar las falencias de la distribución realizada en el mercado. Por otra
parte, puede producirse un exceso de intervención o intervenciones erradas en forma sistemática, lo que da lugar al fenómeno
del intervencionismo.
Incluso puede producirse un exceso de intervención o intervenciones erradas en forma sistemática, lo que da lugar al
fenómeno del intervencionismo. A pesar de que las intervenciones suelen surgir con un carácter específico, sus efectos se
proyectan hacia otros sectores, por lo que muchas veces resulta necesario complementar una intervención con otra para
corregir los efectos no deseados de la primera. En estas cadenas intervencionistas, cada injerencia conlleva otras, lo que
determina que el intervencionismo termine por expandirse. Cuando esto sucede, los organismos de intervención se van
independizando por su cooperación con los grupos de interés. El Estado pierde la capacidad de actuar sobre la base de datos
objetivos y se ve cada vez más expuesto a pedidos cuasi-extorsivos por parte de los grupos a los cuales les ha concedido
beneficios especiales. En ese sentido, el intervencionismo es vulnerable a la corrupción, fomenta la mentalidad subvencionista
y el uso ilegal de los recursos del Estado. Frecuentemente, la viabilidad política de algunos tipos de intervenciones puntuales
se ve facilitada por el hecho de que las medidas benefician a pocos destinatarios directos, mientras que los costos se
distribuyen entre un gran número de personas, tornándose más difíciles de identificar. Las tendencias intervencionistas
crecen especialmente en las fases recesivas y cuando la economía entra en procesos de reestructuración
Para producir los bienes y servicios que serán ofrecidos en el mercado es necesario contar con factores de la producción, como
los recursos naturales y el capital físico y humano. La producción de bienes es un proceso que combina los tres factores de
producción. A tal efecto, es muy importante el conocimiento técnico-organizativo, es decir, los conocimientos sobre
posibilidades eficientes de producción y de organización. Un alto nivel de conocimiento técnico-organizativo favorece el
proceso de producción. Además, es importante emplear el conocimiento existente y los nuevos hallazgos científicos para un
objetivo de aplicación económica concreta.
La remuneración de los factores de producción según su contribución al abastecimiento con bienes estimula el rendimiento.
Por ejemplo, el salario, como precio del trabajo, crea un incentivo para el desempeño individual. De manera similar, la
expectativa de obtener un beneficio como prima de riesgo por el capital invertido aumenta la disposición de los empresarios
de incurrir en los riesgos asociados.
En el caso de la oferta, los elementos que la modifican son, sobre todo, los costos de los factores de producción, el
conocimiento técnico-organizativo acerca de las combinaciones de los factores de producción y el marco jurídico provisto por
el Estado, dentro del cual se desarrollan los procesos de producción y de mercado. Cuando la oferta (o la demanda) varía en
función de un cambio de la demanda (o la oferta, respectivamente), se produce un cambio del equilibrio por efecto precio,
denominado sobre la curva. Cuando varían la oferta o la demanda por efecto de un factor subyacente, se produce un cambio o
desplazamiento denominado de la curva.
El concepto de frontera de posibilidades de producción es una idea que relaciona los factores de producción, su combinación a
través de las tecnologías existentes y los resultados en forma de bienes y servicios obtenidos. En este sentido describe la
interrelación existente entre el empleo de los factores de producción (input) y la cantidad de bienes producidos (output).
En función de ello, se puede calcular la productividad de una economía. La productividad es el cociente del output de bienes
alcanzado (numerador) y del input requerido (denominador). Aparte de esta productividad total, se puede calcular la
productividad parcial de los diferentes factores. Por ejemplo, la productividad del trabajo es la relación entre la producción de
bienes y el empleo de mano de obra.
Si tenemos dos ejes que representan la producción de un bien o servicio cada uno, y dada una tecnología de producción, la
curva obtenida (ver gráfico adjunto) muestra todas las combinaciones de ambos productos que se pueden obtener si
asignamos los factores de la producción ya sea a uno u otro de los bienes considerados.
En este sentido, cuando dedicamos todos los factores existentes a la producción de un bien y ninguno a la producción del otro,
tenemos por resultado las situaciones en las cuales la curva se cruza, ya sea con el eje vertical u horizontal. Cuando
combinamos los factores para producir una proporción de ambos bienes, se definen los demás puntos sobre la curva. Esta
presenta una concavidad hacia adentro, dado que se supone que los factores se distribuyen mejor en la producción de dos
bienes que en la de uno solo, puesto que existen rendimientos decrecientes en la utilización de cada factor aisladamente.
Esto se debe a que la división del trabajo tiene un efecto favorable sobre la productividad. Se trata de la especialización de los
factores de la producción en determinadas actividades y grupos de productos. Gracias a ella, los trabajadores y las empresas
no tienen que producir todos los bienes necesarios en su propia fábrica, sino que pueden concentrarse en áreas de trabajo y de
producción donde su rendimiento es particularmente alto.
Los puntos sobre la curva, entonces, definen combinaciones óptimas de la utilización de los factores disponibles, por sus
resultados en forma de producción de bienes y servicios, dada una cierta tecnología disponible. Esto es lo que se denomina
óptimo productivo.
Sin embargo, una sociedad no sólo decide su punto de operación económica, según la tecnología y la dotación de factores, sino
también según sus necesidades y deseos. Cuando estos coinciden con un determinado óptimo productivo, podemos decir que
se define un óptimo económico. Esto es así puesto que la máxima capacidad productiva posible se orienta a satisfacer la
demanda expresada de los consumidores considerados.
Podemos, finalmente, afirmar que cuando este óptimo económico se encuentra, asimismo, dentro del rango de parámetros
extra-económicos que condensan los valores de una sociedad dada en un momento dado, nos encontramos en un óptimo
socio-político. Estos valores extraeconómicos incluyen aspectos políticos (libertad, democracia, Estado de derecho, etc.),
condiciones sociales (igualdad de oportunidades, ausencia de discriminación, etc.), condiciones de sustentabilidad (cuidado de
la naturaleza, equidad entre generaciones, etc.), etc.