Tema 2. Sacramentos II Uncion
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Tema 2. Sacramentos II Uncion
OTROS
TEMARIO
Sacramentos II.
SACRAMENTOS DE CURACIÓN
02
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
1. IDEAS GENERALES
Vamos a ver, a continuación, el segundo de los sacramentos de curación, la Unción
de los Enfermos. La pregunta que nos hacemos en un primer acercamiento es
sobre su nombre, como es más correcto llamarlo ¿Unción de los Enfermos o
Extremaunción? ¿Qué significa Unción de Enfermos? y ¿Extremaunción? ¿Están
relacionados estos nombres? ¿Cuál está vigente?
Unción: es poner el aceite de reparación, el signo visible de Dios sanador en
la vida del enfermo.
Extrema: es en última instancia y la última unción cuando el enfermo está a
punto de morir. En el fondo es el mismo sacramento llamado de diferente
manera dependiendo de la connotación que se le quiera dar.
La unción de los enfermos no es el sacramento para aquellos que se encuentran al
final de la vida. Es oportuno recibir la unción, cuando el creyente está en una
situación de deterioro en su salud, o cuando con el paso de los años sus fuerzas van
decayendo, o cuando aun siendo joven tiene que someterse a una operación
delicada.
Como veremos es uno de los sacramentos que ha variado en su concepción a lo
largo de los siglos. En la actualidad se ha iniciado un cambio de perspectiva, pero
todavía quedan reminiscencias de la antigua concepción medieval, en los ministros,
en las familias y especialmente en los enfermos.
Dicen los expertos:
«La unción de enfermos es un sacramento difícil. Tiene interrogantes en su
evolución histórica, en su definición teológica y también en su inserción
pastoral en la acción de la Iglesia».1
Quizá se han dado estas circunstancias porque no se ha tenido en cuenta el
contexto bíblico en el que surgió, ni la reflexión patrística, ni la tradición litúrgica en
la que se desarrolló. Por eso, partiremos de las fuentes bíblicas, haremos un breve
recorrido por la tradición histórica, y nos detendremos en cómo afronta la
problemática, el Concilio Vaticano II y el Ritual de la Unción.
LA TRADICIÓN BÍBLICA
El concepto de enfermedad en la antigüedad y en especial en el pensamiento
bíblico, abarcaba un amplio campo de connotaciones no siempre definidas de una
manera clara y precisa. Se consideraba enfermedad toda clase de males, desde una
simple herida, una fractura, o una enfermedad tan proscrita como la lepra.
En la biblia, la enfermedad, es interpretada en clave de fe, es decir de la fe en Dios,
señor de la vida y de la muerte. Así, la enfermedad es consecuencia de la causalidad
divina pues se ve en ella un golpe por parte de Dios que hiere al hombre pecador.
Así mismo, la curación también comporta una visión religiosa. Partimos del hecho
que es el señor de la vida, es el médico por excelencia (Ex 15,26), a Él se ha de
recurrir para pedir y procurar la sanació; por eso, los enfermos se dirigen a sus
representantes: los sacerdotes (cf. Lv 13-14); los profetas que actúan como
mediadores (cf. 1Re 17,17-24), confesando humildemente sus pecados, piden la
curación como una gracia de Dios. Este hecho comporta, de entrada, un rechazo a
la medicina humana, ya que esto denotaba una falta de fe, pero poco a poco se va
produciendo una apertura hacia las prácticas médicas y los remedios terapéuticos,
que eran muy sencillos y rudimentarios: bálsamos, masajes con aceites, ingerir
aceite… Cuando la enfermedad termina en curación es vista como un signo de
bendición y gracia.
El NT nos presenta a Jesús al lado de aquellos que sufren y están enfermos. Dedica
gran parte de su ministerio a relacionarse de forma directa y personal con toda clase
de enfermos, desfavorecidos, y marginados. Es en el evangelio de Mateo donde
vemos de una manera especial la actividad taumatúrgica de Jesús:
«Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el
evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo»
(Mt 4, 23).
Jesús está al lado de los que sufren la enfermedad. La enfermedad no se toma como
un castigo, o pecado, sino que se ha de establecer una disociación: ayuda sanadora y
espiritual. Así, los textos nos presentan como la misión de Jesús es principalmente:
ayudar y sanar a aquel que estaba desprotegido. Ya que quiere la curación integral
de la persona creyente. Las curaciones de Jesús eran simples y directas: la
imposición de manos (cf. Mc 1,41, 16,18; Lc 4,40); diferentes formas de contacto
físico (cf. Mt 9,28ss; Mc 7,33; Lc 6,19, 8,44), mezclar saliva y barro, unciones con
aceite (cf. Mc 6,13). Pero todos estos medios tienen una importancia relativa, ya
que además de estos gestos, al poder curativo de Jesús y el de sus discípulos, que
Sacramentos II. Otros 4
SACRAMENTOS II. OTROS
actúan en su nombre, hay que añadir la fe para que tenga efecto aquel poder
curativo, ya que todo es posible por la fe (cf. Mt 8,13; Lc 9,49; Hch 3,16).
La Sagrada Escritura presenta las unciones con aceite como signo de bendición
divina (cf. Dt 7,13; Jr 31,12), también es signo de felicidad escatológica (Os 2,24).
-. Desde el símbolo: es un signo de fuerza, energía y vitalidad.
-. En el uso ritual sagrado: la unción con aceite servía para consagrar a
aquellas personas distinguidas del pueblo: reyes, profetas, sacerdotes. També
para consagrar aquellos objetos destinados al culto (cf. Ex 30,23-33).
-. Finalmente, su uso es también medicinal, curativo. De modo que el cuerpo
enfermo tome fuerza y vigor. Se utiliza para suavizar las heridas (cf. Is 1,6),
como rito de purificación para los leprosos curados (cf. Lv 14,10-32),
también se puede usar para curar dolores de cabeza (cefaleas), heridas menos
graves, se podía beber… ya que nutre y tonifica el interior del hombre.
En el NT aparecen determinadas unciones practicadas con finalidad curativa. La
Iglesia ha visto tres textos fundamentales como muestras del sacramento de la
unción:
Lc 10, 34 Mc 6, 12-13. Sant 5, 14-16 (texto fundamental).
El Buen Los discípulos Situarse en un momento de enfermedad.
Samaritano predican la Es un acto que se hace a alguien que se
conversión encuentra débil.
Utiliza La destrucción del Se llama a los ancianos, sabios,
aceite para mal presbíteros a ejercitar lo importante de la
tratar las La libertad comunidad, atender a las personas
heridas. necesitadas, y ungiéndolas con aceite orar
por ellas al Señor.
3. APROXIMACIÓN HISTÓRICA
Los primeros testimonios encontrados datan del principios del siglo III (217 d. C.).
Estos textos destacan la bendición del aceite por parte del obispo, aceite que se
utiliza para ser bebido, para ungir el cuerpo del enfermo (hiperemia). La oración
cristiana más rica e importante para la bendición del aceite de los enfermos la
encontramos en el llamado Eucholoqion de Serapion:
«… te rogamos que envíes la fuerza sanante de los cielos sobre este aceite
para que los que sean ungidos […] les sirva para expulsar toda debilidad y
enfermedad».
Este texto muestra la interpretación más completa y rica sobre los efectos que
concede la bendición del aceite. Se insiste en la sanación corporal, sin excluir la
salud espiritual.
En el siglo V (19 de marzo de 416), encontramos la carta de Inocencio I a
Descencio (obispo de Gubbio. Umbria-Itàlia). Primer documento pontificio que
habla de este sacramento y que lo relaciona con la carta de Santiago:
«No cabe duda de que esto (el texto de Santiago) ha de entenderse de los
fieles enfermos que pueden ser ungidos con el óleo santo del crisma
preparado por el obispo que no es solo útil para los presbíteros sino para
todos los cristianos, en orden a la unción en sus necesidades personales y en
las de los suyos… Ya que los obispos no pueden llegar a todas los enfermos.
[…} Con todo, no se puede ungir a los penitentes, porque es este un género
de sacramento. A quienes se niegan los demás sacramentos, ¿cómo puede
pensarse que se conceda uno de ellos?».
En este documento se especifica que la unción está destinada a los fieles enfermos,
es decir, a los bautizados, no a los catecúmenos, ni a los moribundos, sin especificar
el grado de gravedad de la enfermedad. Se indica que no sólo el obispo y los
presbíteros son los ministros, sino que el fiel laico puede aplicar la unción a los
suyos incluso a ellos mismos. Por el contrario, la bendición del aceite, pertenece
sólo al obispo. Especificando que a los penitentes públicos no se les puede
conceder la unción, ya que se les niega el resto de los sacramentos, al estar
separados de la comunidad.
Tenemos en Cesáreo de Arlés un testimonio interesante:
«Cuidado con la mala utilización del óleo de la unción, porque puede ser
utilizado por magos y nigromantes».
El autor pretende evitar que los fieles devalúen el sacramento recurriendo a los
remedios mágicos. Atribuye a la unción, la curación corporal y el perdón de los
pecados, pecados posiblemente relacionados con prácticas supersticiosas,
demoniacas y paganas.
En el s. V, en un sacramentario sale la fórmula Emite (Envía) que es la fórmula
que con pequeñas modificaciones se ha recitado hasta 1970 fecha en la que en
esto que a partir del s. XII un teólogo llamado Pedro Lombardo será el que
acuñara el nombre de Extrema Unctio. Lo considera el sacramento de los
moribundos o de los que estan muy graves, y le da una doble finalidad: el alivio en
la enfermedad terminal, y el perdón de los pecados. Para él, el efecto espiritual se
producirá siempre, mientras que la recuperación corporal será secundaria: no se
producirá automáticamente, sino que se da en tanto convenga a la salvación del
enfermo.
Alberto Magno (1206-1280): afirma que la unción sólo se puede aplicar a aquellos
que se van de la vida. Por eso lo denomina: sacramentum exeuntium (sacramento de
los que se van).
Santo Tomás de Aquino (1225-1274): Pone matices, no se aparta de la línea. Para
él no tiene que ser sólo para agonizantes o en el momento de la muerte, ya que esto
contradice a la carta de Santiago. Él concibe la unción de los enfermos como el
último remedio que tiene la Iglesia para preparar a la inmediata entrada en la gloria.
También lo designa, en algunas ocasiones, como sacramento de curación, pero
piensa siempre como curación de la debilidad espiritual provocada por los efectos
del pecado actual y del pecado original (reliquiae pecati.). Así, el efecto principal es el
fortalecimiento de la debilidad del alma y, como consecuencia, borrar las secuelas
de todos los pecados veniales, incluso aquellos olvidados. El efecto corporal sólo se
produce en la medida que contribuye a la curación del alma.
El Concilio de Florencia (1439): Insiste en el hecho que el sujeto del sacramento
es aquella persona que esté en peligro de muerte y los efectos son la curación del
alma, y cuando convenga la curación corporal.
Los reformadores y Trento
Para los reformadores no se trata de un sacramento de la Nueva Ley, que da la
gracia y perdona los pecados. Afirman que el rito que celebra la Iglesia y que los
teólogos han denominado extremaunción no tiene nada que ver con la unción
recomendada por la carta de Santiago. Basándose en la parte del texto que dice: «si
entre vosotros hay alguno que está enfermo», no si entre vosotros hay alguno a
punto de morir, consideran que el sujeto de la unción es el enfermo, mientras que la
Iglesia latina lo confiere sólo a los agonizantes. También afirman que partiendo de
la carta de Santiago los efectos del sacramento serán el restablecimiento y el alivio
de aquel que está enfermo. La Iglesia latina, al prescribir que se dé sólo a los
moribundos, no contemplan el restablecimiento de los enfermos, sólo su alivio
espiritual.
Como consecuencia ven la unción como un signo vacío, ya que si la unción fuera
un sacramento tendría que realizar siempre aquello que significa, esto es, el
restablecimiento del enfermo. Y, la curación sólo se da en algunas ocasiones.
Ante esta crítica radical, el concilio de Trento se ve en la necesidad de defender y
presentar la doctrina practicada por la Iglesia, dando legitimidad a la unción y
cogiendo como base la ya muchas veces mencionada, la carta de Santiago. También
evidencia conscientemente que la práctica realizada en aquellos momentos difiere a
lo recomendado por la carta de Santiago que se manifiesta en tres efectos que son:
-. El alivio y la fortaleza del alma del enfermo confiando en la misericordia
de Dios, así confortado puede sobrellevar el sufrimiento y el dolor y privarse
o alejarse de las tentaciones del maligno.
-. El perdón de los pecados, pero solo si hay alguno. Por tanto, la
eliminación de las reliquias pecati (pecado original).
-. La curación corporal (secundario), que se produce en algunas ocasiones,
cuando es útil para la curación del alma, fin principal de este sacramento.
Esta visión del sacramento no variará hasta llegar al Concilio Vaticano II desde
1563 hasta 1963.
Antes del Concilio Vaticano II se llega, a principios del siglo XX, al movimiento de
renovación litúrgica donde se darán dos formas de presentar el sacramento:
-. La del norte de Europa, que se fijan más en la línea marcada por Pedro
Lombardo y santo Tomás de Aquino,
-. Y los teólogos del sur, que se fijan más en los primeros cristianos, que
buscan fortalecer al enfermo con tal de mejorar los dolores de su vida,
destacando el valor curativo y terapéutico que abarca a la persona en su
integridad y afirman que sólo el viático ha de ser el sacramento ante la
perspectiva de la muerte.
El Concilio Vaticano II
Habla de la Unción de los enfermos en diferentes documentos, principalmente en
las Constitución Dogmática Lumen gentium, y en la Constitución para la liturgia
Sacrosanctum Concilium.
En el capítulo segundo de Lumen gentium, y concretamente en el número 11 se
menciona la unción de los enfermos. En este número se le denomina Sacra
infirmorum unctio, y señala varias características que son significativas:
4. ASPECTOS PASTORALES
Si miramos el recorrido que acabamos de hacer, hemos de tener en cuenta que la
pastoral del sacramento de la unción tiene todavía mucho camino que recorrer.
Pero veamos aquellos elementos indispensables que hemos de tener presentes a la
hora de plantear dicha pastoral.
En primer lugar podemos decir que la unción es uno de los medios de salvación
que Dios ha instituido y ha dejado a su Iglesia para el bien de los fieles cristianos.
Ha de estar relacionada con la Pastoral de la Salud. Pastoral que ha de dar
importancia a la catequesis. Una catequesis que trate de proyectar alguna luz sobre
las preguntas que la persona se plantea cuando se encuentra en una situación de
enfermedad. La catequesis debe mostrar que la unción no es un sacramento de
moribundos sino el sacramento que da al enfermo la fuerza para luchar unido a
Cristo, con la ayuda de toda la Iglesia, por la salud y por la vida.
Es necesario, en segundo lugar, situar la unción en la historia personal del enfermo:
como profundización y prolongación del bautismo, participando en la muerte y
resurrección de Cristo.
ACTIVIDADES
Lee los apuntes y contesta las preguntas que encontrarás en las tareas a realizar.