Tema 2. Sacramentos II Uncion

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SACRAMENTOS II.

OTROS

TEMARIO

Sacramentos II.
SACRAMENTOS DE CURACIÓN

Sacramentos II. Otros 1


SACRAMENTOS II. OTROS

02
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

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SACRAMENTOS II. OTROS

1. IDEAS GENERALES
Vamos a ver, a continuación, el segundo de los sacramentos de curación, la Unción
de los Enfermos. La pregunta que nos hacemos en un primer acercamiento es
sobre su nombre, como es más correcto llamarlo ¿Unción de los Enfermos o
Extremaunción? ¿Qué significa Unción de Enfermos? y ¿Extremaunción? ¿Están
relacionados estos nombres? ¿Cuál está vigente?
Unción: es poner el aceite de reparación, el signo visible de Dios sanador en
la vida del enfermo.
Extrema: es en última instancia y la última unción cuando el enfermo está a
punto de morir. En el fondo es el mismo sacramento llamado de diferente
manera dependiendo de la connotación que se le quiera dar.
La unción de los enfermos no es el sacramento para aquellos que se encuentran al
final de la vida. Es oportuno recibir la unción, cuando el creyente está en una
situación de deterioro en su salud, o cuando con el paso de los años sus fuerzas van
decayendo, o cuando aun siendo joven tiene que someterse a una operación
delicada.
Como veremos es uno de los sacramentos que ha variado en su concepción a lo
largo de los siglos. En la actualidad se ha iniciado un cambio de perspectiva, pero
todavía quedan reminiscencias de la antigua concepción medieval, en los ministros,
en las familias y especialmente en los enfermos.
Dicen los expertos:
«La unción de enfermos es un sacramento difícil. Tiene interrogantes en su
evolución histórica, en su definición teológica y también en su inserción
pastoral en la acción de la Iglesia».1
Quizá se han dado estas circunstancias porque no se ha tenido en cuenta el
contexto bíblico en el que surgió, ni la reflexión patrística, ni la tradición litúrgica en
la que se desarrolló. Por eso, partiremos de las fuentes bíblicas, haremos un breve
recorrido por la tradición histórica, y nos detendremos en cómo afronta la
problemática, el Concilio Vaticano II y el Ritual de la Unción.

1 Aldazábal. J, «La unción de enfermos», Cuadernos Phase, 3 (1988), 3.

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LA TRADICIÓN BÍBLICA
El concepto de enfermedad en la antigüedad y en especial en el pensamiento
bíblico, abarcaba un amplio campo de connotaciones no siempre definidas de una
manera clara y precisa. Se consideraba enfermedad toda clase de males, desde una
simple herida, una fractura, o una enfermedad tan proscrita como la lepra.
En la biblia, la enfermedad, es interpretada en clave de fe, es decir de la fe en Dios,
señor de la vida y de la muerte. Así, la enfermedad es consecuencia de la causalidad
divina pues se ve en ella un golpe por parte de Dios que hiere al hombre pecador.
Así mismo, la curación también comporta una visión religiosa. Partimos del hecho
que es el señor de la vida, es el médico por excelencia (Ex 15,26), a Él se ha de
recurrir para pedir y procurar la sanació; por eso, los enfermos se dirigen a sus
representantes: los sacerdotes (cf. Lv 13-14); los profetas que actúan como
mediadores (cf. 1Re 17,17-24), confesando humildemente sus pecados, piden la
curación como una gracia de Dios. Este hecho comporta, de entrada, un rechazo a
la medicina humana, ya que esto denotaba una falta de fe, pero poco a poco se va
produciendo una apertura hacia las prácticas médicas y los remedios terapéuticos,
que eran muy sencillos y rudimentarios: bálsamos, masajes con aceites, ingerir
aceite… Cuando la enfermedad termina en curación es vista como un signo de
bendición y gracia.
El NT nos presenta a Jesús al lado de aquellos que sufren y están enfermos. Dedica
gran parte de su ministerio a relacionarse de forma directa y personal con toda clase
de enfermos, desfavorecidos, y marginados. Es en el evangelio de Mateo donde
vemos de una manera especial la actividad taumatúrgica de Jesús:
«Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el
evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo»
(Mt 4, 23).
Jesús está al lado de los que sufren la enfermedad. La enfermedad no se toma como
un castigo, o pecado, sino que se ha de establecer una disociación: ayuda sanadora y
espiritual. Así, los textos nos presentan como la misión de Jesús es principalmente:
ayudar y sanar a aquel que estaba desprotegido. Ya que quiere la curación integral
de la persona creyente. Las curaciones de Jesús eran simples y directas: la
imposición de manos (cf. Mc 1,41, 16,18; Lc 4,40); diferentes formas de contacto
físico (cf. Mt 9,28ss; Mc 7,33; Lc 6,19, 8,44), mezclar saliva y barro, unciones con
aceite (cf. Mc 6,13). Pero todos estos medios tienen una importancia relativa, ya
que además de estos gestos, al poder curativo de Jesús y el de sus discípulos, que
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actúan en su nombre, hay que añadir la fe para que tenga efecto aquel poder
curativo, ya que todo es posible por la fe (cf. Mt 8,13; Lc 9,49; Hch 3,16).
La Sagrada Escritura presenta las unciones con aceite como signo de bendición
divina (cf. Dt 7,13; Jr 31,12), también es signo de felicidad escatológica (Os 2,24).
-. Desde el símbolo: es un signo de fuerza, energía y vitalidad.
-. En el uso ritual sagrado: la unción con aceite servía para consagrar a
aquellas personas distinguidas del pueblo: reyes, profetas, sacerdotes. També
para consagrar aquellos objetos destinados al culto (cf. Ex 30,23-33).
-. Finalmente, su uso es también medicinal, curativo. De modo que el cuerpo
enfermo tome fuerza y vigor. Se utiliza para suavizar las heridas (cf. Is 1,6),
como rito de purificación para los leprosos curados (cf. Lv 14,10-32),
también se puede usar para curar dolores de cabeza (cefaleas), heridas menos
graves, se podía beber… ya que nutre y tonifica el interior del hombre.
En el NT aparecen determinadas unciones practicadas con finalidad curativa. La
Iglesia ha visto tres textos fundamentales como muestras del sacramento de la
unción:
Lc 10, 34 Mc 6, 12-13. Sant 5, 14-16 (texto fundamental).
El Buen Los discípulos Situarse en un momento de enfermedad.
Samaritano predican la Es un acto que se hace a alguien que se
conversión encuentra débil.
Utiliza La destrucción del Se llama a los ancianos, sabios,
aceite para mal presbíteros a ejercitar lo importante de la
tratar las La libertad comunidad, atender a las personas
heridas. necesitadas, y ungiéndolas con aceite orar
por ellas al Señor.

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Veamos el texto de la carta de Santiago:


14 ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia,
que recen por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. 15 La oración
hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubiera
cometido algún pecado, le será perdonado. 16 Por tanto, confesaos
mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho
puede la oración insistente del justo.
En la carta de Santiago, la visita a un enfermos es un acto religioso en el que
también se puede dar una cura terapéutica (ya que es un acto que se hace en
nombre de Dios). Podemos decir que es un acto sacramental en el que los
beneficiarios son enfermos grabes de la primitiva comunidad.
El autor de la carta pretende hacer entender que la unción realizada al enfermo le
concede una serie de efectos beneficiosos que lo ayudan a restablecerse, le
confortan y le dan la fuerza suficiente para poder afrontar mejor su enfermedad y
proporcionarle una esperanza en esta situación de debilidad.
Estos beneficios le son conferidos en virtud del poder del nombre del Señor
glorificado, gracias al efecto curativo del medio terapéutico natural (la unción),
unido a otro medio salvífico sobre natural (la oración en la fe). En definitiva de lo
que se trataba era obtener un efecto beneficioso sobrenatural por medio de todo el
rito celebrado y de la oración.
Es normal que muchos de los efectos a los que se refiere el rito (expresados en
futuro: salvará, levantará, le serán perdonados…), indican que se esperaba que se
produjeran en un período corto de tiempo. Entre ellos la salvación-curación,
corporal-espiritual, íntegra, sin tener que esperar a la salvación definitiva de los
tiempos escatológicos.

3. APROXIMACIÓN HISTÓRICA
Los primeros testimonios encontrados datan del principios del siglo III (217 d. C.).
Estos textos destacan la bendición del aceite por parte del obispo, aceite que se
utiliza para ser bebido, para ungir el cuerpo del enfermo (hiperemia). La oración
cristiana más rica e importante para la bendición del aceite de los enfermos la
encontramos en el llamado Eucholoqion de Serapion:

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«… te rogamos que envíes la fuerza sanante de los cielos sobre este aceite
para que los que sean ungidos […] les sirva para expulsar toda debilidad y
enfermedad».
Este texto muestra la interpretación más completa y rica sobre los efectos que
concede la bendición del aceite. Se insiste en la sanación corporal, sin excluir la
salud espiritual.
En el siglo V (19 de marzo de 416), encontramos la carta de Inocencio I a
Descencio (obispo de Gubbio. Umbria-Itàlia). Primer documento pontificio que
habla de este sacramento y que lo relaciona con la carta de Santiago:
«No cabe duda de que esto (el texto de Santiago) ha de entenderse de los
fieles enfermos que pueden ser ungidos con el óleo santo del crisma
preparado por el obispo que no es solo útil para los presbíteros sino para
todos los cristianos, en orden a la unción en sus necesidades personales y en
las de los suyos… Ya que los obispos no pueden llegar a todas los enfermos.
[…} Con todo, no se puede ungir a los penitentes, porque es este un género
de sacramento. A quienes se niegan los demás sacramentos, ¿cómo puede
pensarse que se conceda uno de ellos?».
En este documento se especifica que la unción está destinada a los fieles enfermos,
es decir, a los bautizados, no a los catecúmenos, ni a los moribundos, sin especificar
el grado de gravedad de la enfermedad. Se indica que no sólo el obispo y los
presbíteros son los ministros, sino que el fiel laico puede aplicar la unción a los
suyos incluso a ellos mismos. Por el contrario, la bendición del aceite, pertenece
sólo al obispo. Especificando que a los penitentes públicos no se les puede
conceder la unción, ya que se les niega el resto de los sacramentos, al estar
separados de la comunidad.
Tenemos en Cesáreo de Arlés un testimonio interesante:
«Cuidado con la mala utilización del óleo de la unción, porque puede ser
utilizado por magos y nigromantes».
El autor pretende evitar que los fieles devalúen el sacramento recurriendo a los
remedios mágicos. Atribuye a la unción, la curación corporal y el perdón de los
pecados, pecados posiblemente relacionados con prácticas supersticiosas,
demoniacas y paganas.
En el s. V, en un sacramentario sale la fórmula Emite (Envía) que es la fórmula
que con pequeñas modificaciones se ha recitado hasta 1970 fecha en la que en

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occidente aparece la nueva fórmula de oración consecratoria del aceite de los


enfermos, después del Concilio Vaticano II:
«Que tu santa bendición se convierta para todo aquel que sea ungido con
este óleo, lo beba o se lo aplique, en un remedio para su cuerpo, para su alma
y para su espíritu; que este óleo, con el que tú has ungido a los sacerdotes, a
los reyes, a los profetas y a los mártires, aleje de nuestro corazón y de
nuestro cuerpo todos los dolores, toda debilidad, toda enfermedad… en
nombre de Nuestro Señor Jesucristo».
En esta fórmula se invoca al Espíritu Santo con la finalidad de dotar al aceite con
una nueva virtud curativa, convirtiéndolo en un remedio sanador para el cuerpo,
alma y espíritu (a aquellos que sean ungidos con él, o lo tomen, o se les aplique), y
expulse de su cuerpo todo dolor, debilidad y enfermedad. Como podemos ver esta
oración pone su mayor énfasis en los efectos corporales, pero sin olvidar los
espirituales, pero sin llegar a matizarlos.
A partir del s. VIII el sacramento empieza a sufrir una cierta modificación, tanto en
su concepción como en su administración. Así, en un primer momento se empieza
a producir un desplazamiento de la oración dirigida al enfermo a una oración para
la bendición del aceite. Pero los cambios en profundidad se producen en la
denominada época carolingia (s. IX), de entre los más significativos podemos
destacar:
-. Desaparece progresivamente la administración de la unción por parte de
los laicos.
- El rito de la unción se amplia y se solemniza de forma extraordinaria, se
multiplican el número de oraciones, seguidas de diferentes unciones
asociadas a diferentes partes del cuerpo. Se llega a la participación de hasta 7
ministros.
-. Pero el cambio más profundo se da en el hecho de relacionar la unción
con el Viático y, sobre todo, con la penitencia con los enfermos en peligro de
muerte, en la denominada paenitentia ad mortem.
La clave del retroceso de la unción se debe a esta unión del ritual con el sacramento
penitencial cercano a la muerte. No se utilizará la unción como un rito de curación,
sino como un rito de reconciliación.
Pero no será esta relación con la penitencia la que persistirá en el sacramento de la
unción, sino con los momentos de extrema gravedad en la vida del enfermo, es por

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esto que a partir del s. XII un teólogo llamado Pedro Lombardo será el que
acuñara el nombre de Extrema Unctio. Lo considera el sacramento de los
moribundos o de los que estan muy graves, y le da una doble finalidad: el alivio en
la enfermedad terminal, y el perdón de los pecados. Para él, el efecto espiritual se
producirá siempre, mientras que la recuperación corporal será secundaria: no se
producirá automáticamente, sino que se da en tanto convenga a la salvación del
enfermo.
Alberto Magno (1206-1280): afirma que la unción sólo se puede aplicar a aquellos
que se van de la vida. Por eso lo denomina: sacramentum exeuntium (sacramento de
los que se van).
Santo Tomás de Aquino (1225-1274): Pone matices, no se aparta de la línea. Para
él no tiene que ser sólo para agonizantes o en el momento de la muerte, ya que esto
contradice a la carta de Santiago. Él concibe la unción de los enfermos como el
último remedio que tiene la Iglesia para preparar a la inmediata entrada en la gloria.
También lo designa, en algunas ocasiones, como sacramento de curación, pero
piensa siempre como curación de la debilidad espiritual provocada por los efectos
del pecado actual y del pecado original (reliquiae pecati.). Así, el efecto principal es el
fortalecimiento de la debilidad del alma y, como consecuencia, borrar las secuelas
de todos los pecados veniales, incluso aquellos olvidados. El efecto corporal sólo se
produce en la medida que contribuye a la curación del alma.
El Concilio de Florencia (1439): Insiste en el hecho que el sujeto del sacramento
es aquella persona que esté en peligro de muerte y los efectos son la curación del
alma, y cuando convenga la curación corporal.
Los reformadores y Trento
Para los reformadores no se trata de un sacramento de la Nueva Ley, que da la
gracia y perdona los pecados. Afirman que el rito que celebra la Iglesia y que los
teólogos han denominado extremaunción no tiene nada que ver con la unción
recomendada por la carta de Santiago. Basándose en la parte del texto que dice: «si
entre vosotros hay alguno que está enfermo», no si entre vosotros hay alguno a
punto de morir, consideran que el sujeto de la unción es el enfermo, mientras que la
Iglesia latina lo confiere sólo a los agonizantes. También afirman que partiendo de
la carta de Santiago los efectos del sacramento serán el restablecimiento y el alivio
de aquel que está enfermo. La Iglesia latina, al prescribir que se dé sólo a los
moribundos, no contemplan el restablecimiento de los enfermos, sólo su alivio
espiritual.

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Como consecuencia ven la unción como un signo vacío, ya que si la unción fuera
un sacramento tendría que realizar siempre aquello que significa, esto es, el
restablecimiento del enfermo. Y, la curación sólo se da en algunas ocasiones.
Ante esta crítica radical, el concilio de Trento se ve en la necesidad de defender y
presentar la doctrina practicada por la Iglesia, dando legitimidad a la unción y
cogiendo como base la ya muchas veces mencionada, la carta de Santiago. También
evidencia conscientemente que la práctica realizada en aquellos momentos difiere a
lo recomendado por la carta de Santiago que se manifiesta en tres efectos que son:
-. El alivio y la fortaleza del alma del enfermo confiando en la misericordia
de Dios, así confortado puede sobrellevar el sufrimiento y el dolor y privarse
o alejarse de las tentaciones del maligno.
-. El perdón de los pecados, pero solo si hay alguno. Por tanto, la
eliminación de las reliquias pecati (pecado original).
-. La curación corporal (secundario), que se produce en algunas ocasiones,
cuando es útil para la curación del alma, fin principal de este sacramento.
Esta visión del sacramento no variará hasta llegar al Concilio Vaticano II desde
1563 hasta 1963.
Antes del Concilio Vaticano II se llega, a principios del siglo XX, al movimiento de
renovación litúrgica donde se darán dos formas de presentar el sacramento:
-. La del norte de Europa, que se fijan más en la línea marcada por Pedro
Lombardo y santo Tomás de Aquino,
-. Y los teólogos del sur, que se fijan más en los primeros cristianos, que
buscan fortalecer al enfermo con tal de mejorar los dolores de su vida,
destacando el valor curativo y terapéutico que abarca a la persona en su
integridad y afirman que sólo el viático ha de ser el sacramento ante la
perspectiva de la muerte.
El Concilio Vaticano II
Habla de la Unción de los enfermos en diferentes documentos, principalmente en
las Constitución Dogmática Lumen gentium, y en la Constitución para la liturgia
Sacrosanctum Concilium.
En el capítulo segundo de Lumen gentium, y concretamente en el número 11 se
menciona la unción de los enfermos. En este número se le denomina Sacra
infirmorum unctio, y señala varias características que son significativas:

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«Con la sagrada unción de los enfermos y la oración de los presbíteros toda


la Iglesia encomienda al Señor doliente y glorificado aquellos a los que la
enfermedad ha prostrado, para que los alivie y los salve (cf. Sant 5,14-16);
más aún, los exhorta a asociarse libremente a la pasión y muerte de Cristo
(cf. Rm 8,17; Col 1,24; 1Pe 4,13), ya que así contribuyen al bien del pueblo
de Dios».
 Utiliza conscientemente el texto de la carta de Santiago para designar los
efectos de la unción.
 Destaca la dimensión eclesial del sacramento. La Iglesia entera se
preocupa e implica activamente en el sacramento.
 Pone a Cristo en el Centro con su Pasión, Muerte y Resurrección. El
enfermo se adhiere a la Pasión y Muerte de Cristo por medio de su
enfermedad.
 Ve a los enfermos como miembros de pleno derecho de la comunidad
eclesial.
De todas formas la Constitución sobre la Iglesia (LG) no especifica si los efectos de
la sanación son a nivel corporal o espiritual. Se supone que implícitamente incluyen
los dos.
La Constitución sobre la Liturgia (SC) precisa ciertos detalles y propósitos en sus
números 73, 74 y 75. De los tres el número 73 es el más explícito.
«La extremaunción, que también, y mejor, puede llamarse unción de enfermos, no
es sólo el Sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de
su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el
cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez».
 La unción de enfermos no es el sacramento sólo de última hora, sino para
aquellos que se encuentran en peligro de muerte, enfermedad o vejez.
 Por eso es más correcto denominar al sacramento unción de los enfermos
que extremaunción.
El número 74 pretende establecer el orden ideal: Penitencia + Unción + Viático,
que de alguna manera establece un paralelismo con la trilogía sacramental de la
iniciación cristiana: Bautismo + Confirmación + Eucaristía.
Finalmente el número 75 da unas pautas para la revisión del rito de la unción, para
que se adapten el número de unciones y las oraciones a las diversas situaciones
particulares que se puedan presentar en cada uno de los enfermos.

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Todas estas directrices conciliares se pusieron en marcha cuando el Papa Pablo VI


promulgó el nuevo Ritual de la Unción u Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis,
por medio de la Constitución Apostólica Sacram unctionem infirmorum, del 30 de
noviembre de 1972. La Constitución empieza haciendo una referencia a las
genuinas raíces bíblicas del sacramento, para hacer a continuación un pequeño
recorrido histórico, con alusiones a la carta de Inocencio I, a la antigua oración
romana de bendición del aceite (fórmula Emite) y, por descontado invocando a los
Concilios de Florencia, Trento y el Vaticano II. Con esto se pretende dar a
entender que la nueva ordenación, impulsada por los movimientos de renovación
teológica y por la reforma del Vaticano II, que está reforzada y se justifica por la
Tradición, de la que recibe su inspiración entrando en sintonía con ella misma.
Dentro de la Constitución, encontramos un párrafo clave que condensa según la
nueva ordenación, la renovada concepción teológica del sacramento, y establece los
elementos nucleares del rito y las directrices de su ordenación:
«El sacramento de la unción de los enfermos se administra a los gravemente
enfermos ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva
debidamente bendecido o, según las circunstancias, con otro aceite de
plantas, y pronunciando una sola vez estas palabras: Por esta santa Unción y
por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu
Santo. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en
tu enfermedad».
En esta densa fórmula deprecatoria (de oración o súplica), la Constitución, resalta
de una manera especial la gracia del Espíritu Santo que se comunica, a la vez, que
otros dos elementos que son fundamentales:
 En primer lugar, indica quienes son los destinatarios de la unción: los
enfermos de gravedad. Descartando el hecho que se encuentren en los
últimos instantes de la vida.
 En segundo lugar, describe los efectos que comporta la unción
siguiendo las palabras de Apóstol Santiago.
Finalmente, la Constitución aporta otras directrices, como la simplificación del
número de unciones (frente y manos), tomando cierta flexibilidad según la situación
del enfermo; la autorización de repetir el sacramento si se ha restablecido la salud
del enfermo y vuelve a recaer en la enfermedad.

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Todas estas orientaciones y algunas más se desarrollan y se concentran en el nuevo


Ritual, denominado: Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos.
El número 5 de las notaciones previas (praenotandos) dice:
«El hombre, al enfermar gravemente, necesita de una especial gracia de Dios,
para que, dominado por la angustia, no desfallezca su ánimo, y sometido a la
prueba, no se debilite su fe. Por eso Cristo robustece a sus fieles enfermos
con el sacramento de la Unción fortaleciéndolos con una firmísima
protección.
La celebración del Sacramento consiste primordialmente en lo siguiente:
previa la imposición de manos por los presbíteros de la Iglesia, se proclama
la oración de la fe y se unge a los enfermos con el óleo santificado por la
bendición de Dios: con este rito se significa y se confiere la gracia del
Sacramento».
Podemos ver un cambio en la formulación que aparecía en el Concilio de Trento,
ya que, si antes la firme protección se refería al final de la vida, ahora se refiere a
una situación de enfermedad grave o por causa de la debilidad provocada por la
edad avanzada (cf. Praen 8). También es importante el símbolo de la imposición de
las manos sobre la cabeza del enfermo como gesto previo a la bendición con el
aceite, por la importancia de la carga simbólica que tenía y tiene tanto en la
antigüedad como en la actualidad, ya que, de hecho, da una fuerza especial, o una
energía vital sanadora capaz de desencadenar en el enfermo la curación.
Otro número que toma como referencia el Concilio de Trento es el número 6:
«Este sacramento otorga al enfermo la gracia del Espíritu Santo, con lo cual
el hombre entero es ayudado en su salud, confortado por la confianza en
Dios y robustecido contra las tentaciones del enemigo y la angustia de la
muerte, de tal modo que pueda no sólo soportar sus males con fortaleza,
sino también luchar contra ellos e, incluso, conseguir la salud si conviene
para su salvación espiritual, asimismo, le concede, si es necesario, el perdón
de los pecados y la plenitud de la Penitencia cristiana».
A pesar que este fragmento tiene como referencia el Concilio de Trento, podemos
ver en él, diferencias sustanciales: se elimina la referencia tridentina de considerar la
extremaunción como el punto final de la existencia cristiana. La penitencia adquiere
un sentido secundario: se concede, si es necesario, el perdón de los pecados. Donde

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antes se hablaba de alma, ahora se habla de hombre entero. También se puede


observar cómo se quita el carácter penitencial del sacramento.
Finalmente, podemos destacar el número 7 de los praenotandos del Ritual:
«En la santa Unción, que va unida a la oración de la fe (cf. St 5,15), se
expresa ante todo la fe que hay que suscitar tanto en el que administra como,
de manera especial, en el que recibe el Sacramento; pues lo que salvará al
enfermo es su fe y la de la Iglesia, que mira a la muerte y resurrección de
Cristo, de donde brota la eficacia del Sacramento (cf. St 5,15) y entrevé el
reino futuro cuya garantía se ofrece en los sacramentos».
En este fragmento se articulan las dos dimensiones del sacramento (la unción
juntamente con la oración de la fe), la gracia y la fe, necesarias para producir la
eficacia que brota de la Pascua de Cristo. Así se puede ver como en el sacramento
de la Unción se produce la plena intervención entre Dios y el hombre, expresada en
la dirección descendiente del sacramento (de Dios al hombre: la gracia) y la
dirección ascendente (del hombre a Dios: la fe del enfermo y de la Iglesia para
poder acoger dicha gracia).

4. ASPECTOS PASTORALES
Si miramos el recorrido que acabamos de hacer, hemos de tener en cuenta que la
pastoral del sacramento de la unción tiene todavía mucho camino que recorrer.
Pero veamos aquellos elementos indispensables que hemos de tener presentes a la
hora de plantear dicha pastoral.
En primer lugar podemos decir que la unción es uno de los medios de salvación
que Dios ha instituido y ha dejado a su Iglesia para el bien de los fieles cristianos.
Ha de estar relacionada con la Pastoral de la Salud. Pastoral que ha de dar
importancia a la catequesis. Una catequesis que trate de proyectar alguna luz sobre
las preguntas que la persona se plantea cuando se encuentra en una situación de
enfermedad. La catequesis debe mostrar que la unción no es un sacramento de
moribundos sino el sacramento que da al enfermo la fuerza para luchar unido a
Cristo, con la ayuda de toda la Iglesia, por la salud y por la vida.
Es necesario, en segundo lugar, situar la unción en la historia personal del enfermo:
como profundización y prolongación del bautismo, participando en la muerte y
resurrección de Cristo.

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Finalmente, la catequesis debería situar la unción en el conjunto de la misión de la


Iglesia: como signo privilegiado de la caridad de Cristo ejercida por el conjunto de
los creyentes (familiares, comunidad cristiana, médicos, enfermeras, cuidadores…).
Es necesario, educar a los fieles ante la enfermedad. Se han de promover y realizar
más celebraciones comunitarias del sacramento, y hacerlo desde las comunidades
eclesiales locales, y así, fomentar una participación más activa de la comunidad y
más comprometida en la tarea de integrar a los enfermos como miembros activos y
plenamente realizados.
La pastoral de enfermos ha de ser diferente en una comunidad parroquial, en un
centro hospitalario o en una residencia de ancianos.
En la comunidad parroquial se han de contemplar las siguientes condiciones:
-. Que los miembros de la comunidad parroquial tomen conciencia de
atender e integrar a los enfermos en la vida parroquial.
-. Que esté presente en los diferentes momentos de la vida de la comunidad:
predicación, oración, catequesis, información, celebraciones, planes
pastorales, testimonio y ayudas.
-. Importancia de la existencia de un equipo o grupo de laicos que participen
directamente en esta pastoral, colaborando con los ministros ordenados. Su
misión será la de conocer los enfermos de la demarcación, visitarlos,
informar a los presbíteros, y programar acciones durante un período
determinado; gestionar la solución de problemas, estar en contacto con los
enfermos, facilitar la visita de los presbíteros, preparar a los enfermos para la
recepción del sacramento.
En los centros hospitalarios y residencias de ancianos:
Ya que la mayoría de los enfermos pasan por centros hospitalarios es de gran
importancia una buena pastoral en estos centros, en coordinación y mutua
colaboración con las parroquias. Esta pastoral se ha de plantear en colaboración
entre el párroco y el personal sanitario cristiano de estos centros, también es muy
necesario el contar con la participación de voluntarios.
Una de las tareas fundamentales del presbítero será la preparación y coordinación
de las tareas del equipo pastoral. Estas acciones tendrán como objetivos principales:
-. Promover la justicia en la relación sanitaria.
-. Personalizar la ayuda al enfermo.
-. Humanizar las relaciones con el personal.
-. Cristianizar las actitudes y acciones para el anuncio explícito del evangelio:
celebrar y expresar simbólicamente la fe y la esperanza.

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Una pastoral profética y evangelizadora en el mundo del enfermo


Es cierto que la Iglesia ha de realizar siempre una pastoral profética que anuncie la
salvación y mantenga la esperanza, pero a menudo en las situaciones que afectan a
la enfermedad no se sabe cómo hacer un anuncio que sea creíble. El lenguaje que
se utiliza no es el más apropiado para dirigirse a una persona que está enferma y
que sufre o tiene miedo. Por eso en la pastoral de enfermos se han de tener
presentes los siguientes elementos:
-. La pastoral ha de ser profética y debe aceptar positivamente al otro.
Esto significa respetar su situación, su estado de vida, su enfermedad sea
cual sea, se le ha de dar un apoyo gratuito y sincero.
-. El sacramento implica respeto a la libertad, ya que, el ejercicio de la
libertad de la persona forma parte del sacramento. Dios no lo impone,
tampoco pueden imponerlo los hombres.
-. Es necesario respetar y aceptar la vivencia de la persona enferma, sin
falsos paternalismos, ni frases estereotipadas. Si no sabemos que decir es
necesario tener la capacidad de saber guardar silencio. No valen palabras
de consuelo, fingidas, sólo vale lo auténtico.
-. No se debe perder el sentido festivo de la celebración. Y ha de ser una
celebración comunitaria. Celebrar cualquier sacramento supone un
encuentro con Dios pero no al margen de la comunidad. La comunidad
es en cierta medida un sujeto activo a la que la celebración del sacramento
compromete y renueva.

ACTIVIDADES
Lee los apuntes y contesta las preguntas que encontrarás en las tareas a realizar.

Sacramentos II. Otros 16

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