Capítulo 1 CIVILIZACIÓN Y BARBARIE

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Capítulo 1 CIVILIZACIÓN Y BARBARIE. EL ARRANQUE DEL PROYECTO


OLIGÁRQUICO

A comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, América latina no aparece muy
cambiada con respecto a la época colonial: las ciudades, incluso las capitales, no difieren mucho
de las que vieron el ' fin del proceso de independencia, y el tipo de vida sigue siendo
esencialmente el mismo tanto en el campo como en las ciudades. Sin embargo, esta imagen es
parcialmente engañosa, ya que no toma en cuenta una serie de mutaciones de fondo aparecidas
como secuela de la independencia, mutaciones importantes, aunque no se manifiesten todavía
uniformemente en todas las áreas latinoamericanas. Describir el período comprendido entre
1850 y 1880 presenta, por consiguiente, no pocas dificultades; una descripción adecuada de tal
período debe mostrar una realidad histórica aparentemente contradictoria y evitar, en la medida
de lo posible, reproducir la interpretación simplista imperante hasta nuestros días, que atribuye
las novedades latinoamericanas de este período exclusivamente a la reactivación económica de
la fachada atlántica europea. Dicha reactivación económica de la Europa atlántica y la nueva
inserción de América latina en la economía internacional no harán sino amplificar y reforzar, no
sólo en el último tercio del siglo XIX, ciertos fenómenos que ya encontramos, de un modo
incipiente, hacia 1850. Entre 1850 y 1880, caracteriza a América latina la presencia de
novedades en la continuidad. Los ejemplos son numerosos: el comerciante boliviano que se
enriquece con la explotación de las minas de plata nos trae a la memoria, con bastante exactitud,
la forma en que amasaba su fortuna el comerciante del siglo XVI, mediante el préstamo de
mercancías y dinero a los pequeños productores mi7 ñeros. También el propietario de una
plantación de 1850 se asemeja bastante al de finales del siglo XVIII, que suele ser su bisabuelo
cuando no su abuelo. La misma observación es aplicable a la élite política de índole liberal que
salta a la palestra política en las décadas de los años cincuenta y sesenta y que nos hace evocar a
las figuras más radicales de la época de la independencia, antes de que las sumergiera el reflujo
conservador que siguió a la victoria. Esta semejanza entre tipos sociales pertenecientes a dos
momentos históricos distintos nos da una idea de la profunda continuidad de la evolución
histórica antes y después de 1850, pero es preciso observar asimismo que el comerciante, el
propietario de una plantación y el político liberal de mediados de siglo poseen algo nuevo y
distinto, algo de lo que sus abuelos y bisabuelos carecían. Existe en cada uno de ellos la neta
conciencia de pertenecer a una clase llamada no sólo a dirigir la política, administrar la
economía y dominar la sociedad, sino también a proponer a los diversos grupos sociales
subalternos, en contraste con lo acaecido basta entonces, un proyecto referente al futuro del
propio país: la gran novedad de este período reside justamente en esta capacidad por parte de*la
dase dominante de obrar directamente cómo tal. La renovada confianza en sí mismas que
muestran las oligarquías proviene de que entre 1830 y 1850 habían logrado reabsorber, no sin
dificultades, las contradicciones creadas por las guerras de independencia y la ruptura de la
estructura política y administrativa colonial. Para alcanzar dicho fin, la oligarquía había
recurrido a formas tradicionales de control social, económico y político, con lo que el progreso
acabó beneficiando a los mismos grupos sociales que ejercían el poder, sin solución de
continuidad, desde antes de la independencia política. Así pues, el período 1850-1880 no se
caracteriza por un nuevo orden, por d asentamiento de nuevas bases políticas, sociales y
económicas, como intentaron hacer creer los liberales del siglo pasado; ni tampoco, como han
procurado inculcarnos los historiadores, por una renovación impuesta desde d exterior, aunque
sí es cierto que las condiciones de la economía internacional sirvieron para potenciar estímulos
esencialmente de naturaleza interna.
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El período 1850-1880 representa la fase inicial de la hegemonía, es decir, de una dase


cuyos orígenes son coloniales, que'' basa su poder en el control de los factores productivos y que
utiliza directamente el poder político para aumentar su dominación sobre las restantes capas
sociales. Nos hallamos frente a upa clase en fase ascendente, capaz de asumir su hegemonía y
de minimizar las contradicciones que su dominio pueda generar. Ello significa que, pese a la
existencia durante estos años de sublevaciones y revueltas por parte de los grupos subalternos y
de tensiones en el seno de las mismas oligarquías, unas y otras pudieron ser superadas . El título
dado por d argentino Domingo Faustino Sarmiento a su > libro Civilización y barbarie
sintetiza a la perfección, según nuestro parecer, el significado histórico de este período.

LOS RECURSOS PRODUCTIVOS

La carencia de estudios sobre el tema hace imposible un análisis global que permita
determinar cómo y cuánto crecen el producto interior bruto y la renta nacional de las diversas
economías latinoamericanas entre 1850 y 1880. Todos los análisis concuerdan en señalar,
durante este período, un moderado incremento de las rentas nacionales, opuesto al substancial
estancamiento económico que había caracterizado el período precedente. El indicador
generalmente utilizado para documentar la reactivación económica posterior a 1850 es el de la
expansión del comercio exterior. Pero dicha expansión no es uniforme en todas las economías;
por un lado, es más rápida en las áreas atlánticas que en los países costeros del océano Pacífico;
por el otro, se da con mayor intensidad en las áreas exportadoras de productos agrícolas de
clima templado que en las exportadoras de productos de agricultura tropical. La existencia de
distintos ritmos e intensidades en la expansión del comercio exterior nos mueve a interrogarnos
sobre las condiciones que posibilitaron tal expansión en las diversas áreas latinoamericanas; nos
preguntaremos, igualmente, en qué sectores productivos tiene lugar ésta y cómo y en qué
medida implica, llegado el caso, a otros sectores económicos. Toda reactivación económica
habida en la edad contemporánea está asociada, en general, a una utilización distinta de los
factores productivos ya existentes. Esta regla es válida también para la América latina de este
período en que el aumento de las exportaciones —factor del que depende la reactivación
económica— es directamente proporcional al desarrollo alcanzado por dos sectores productivos:
el agrícola-ganadero y el minero. En los análisis realizados sobre la expansión productiva de
este período, el tema de los recursos productivos disponibles ha sido generalmente desatendido
cuando, precisamente, reviste una especial importancia si se tiene en cuenta que su
descubrimiento y utilización constituyen los fundamentos de la expansión productiva.
Advertimos que al iniciarse la segunda mitad del siglo XIX el área ocupada económicamente
sigue siendo, en conjunto, la misma que a finales del siglo XVIII, con la excepción de algunas
regiones donde la presión demográfica había originado fenómenos de colonización interior y
que, en definitiva, no dejan de ser casos esporádicos. Lo que a partir de 1850 constituye una
novedad es el intento de desplazar hacia el interior las fronteras entre economía europea y
economía no europea. Consideramos europea la que directa o indirectamente tiene que ver con
la exportación, en tanto que la no europea está desprovista de todo vínculo, directo o indirecto,
con la misma. Ejemplo de esta última podría ser la economía de los indios mapuches en Chile.

El desplazamiento de la frontera en beneficio del primer tipo de economía, hecho


esencialmente nominal antes de 1850, se convierte en realidad a partir de esta fecha, cuando
asistimos a un notable incremento del área geográfica económicamente productiva, el cual
generalmente se logra eliminando a la población india que no se aviene a y reabsorbiendo en el
latifundio las formas de colonización interior surgidas durante el período precedente. Ejemplos
de ocupación del territorio mediante el etnocidio de las poblaciones indias son la llamada
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conquista del desierto en Argentina o la conquista de la Araucanía en Chile. La primera había


'empezado ya antes de 1850, durante el mandato de Rosas, y significó el paulatino ingreso en el
área de economía europea de treinta, millones de hectáreas, gran parte de las cuales acabaron en
manos privadas, las de los estancieros, mientras que solamente una décima parte fueron
destinadas a la creación de las colonias agrícolas que, según la ideología liberal de la época,
habrían debido servir para poblar el país con la inmigración. Un fin semejante tuvo la zona sur
de Chile ocupada por los indios mapuches. Como en Argentina, se realizaron una serie de
campañas militares para incorporar el territorio a la economía europea y a la economía de
latifundio, destinándolo a la producción de trigo. Tanto en Argentina como en Chile, la
expansión de la economía europea se tradujo en una expansión de la vieja organización
productiva agraria, es decir, de la estancia argentina y el fundo chileno, variantes nacionales del
latifundio. Tal fue el resultado obtenido mediante la progresiva subordinación de la colonización
interior, al latifundio. Éste fenómeno, desgraciadamente poco conocido, está presente en muchas
zonas de América latina. Lo observamos en toda su evidencia en México septentrional, donde'
chocan dos fronteras económicas: la estadounidense, fuertemente expansiva, y la mexicana,
mucho más lenta. En la zona fronteriza bajo control político de México se produjo una
inmigración proveniente de México central, iniciada ya en el siglo XVIII, que tras haber
ocupado tierras libres dio origen a formas de pequeña y mediana propiedad, las cuales, en su
mayoría, pasaron más tarde a depender del latifundio. Un fenómeno de colonización, apoyado
por la oligarquía y utilizado para el crecimiento del latifundio, tuvo lugar también en las áreas
que a partir de 1880 resultarían afectadas por la inmigración europea. Se ha demostrado que, en
la región brasileña de Sao Paulo, la formación y la extensión del latifundio cafetero son
anteriores a la inmigración, europea y que ello se debe al aprovechamiento de una mano de obra
esclava proveniente del nordeste tras la expulsión de los primitivos ocupantes precarios de la
zona o su conversión en colonos.

Se, ha sostenido que el proceso de independencia provocó, pese a la exigüidad de los


ejércitos beligerantes, movimientos de población hacia regiones menos habitada o no ocupadas
económicamente, con lo que dichos desplazamientos proporcionaron al latifundio mano de obra
y espacio que cultivar. El latifundio, a su vez, actuó como elemento de control social y político
sobre el excedente demográfico regulando su inserción o dejándolo en posición de ocupante
precario.

Las numerosas disposiciones concernientes a los vagabundos y personas desprovistas-


del llamado «pasaporte» documento expedido por el patrón, que las autoridades locales podían
exigir, con derecho a enrolar en el ejército o en el latifundio a quienes carecieran de él empiezan
a perder fuerza durante el último tercio del siglo XIX, una vez consolidado el papel hegemónico
del latifundio dentro de la producción.

La expansión del latifundio, aun cuando primordialmente se debió a la necesidad por-


parte de la clase dominante de impedir que el excedente demográfico producido por el aumento
de, población se apropiase-de-los factores- productivos, fue favorecida por la reactivación "de
las-exportaciones y por las, Ordenanzas gubernamentales. El hecho de que la oligarquía, dase
dominante, se sintiera propietaria de jacto sin que le fueran indispensables los títulos legales del
factor productivo «tierra» nos indica que en América Latina la posesión de la tierra constituía,
siempre y doquiera, el. factor fundamental de sus ingresos, su poder y su prestigio.

Sin embargo, los medios empleados por la oligarquía para extender su poder sobre la
tierra y los hombres no se limitan a la toma de posesión de tierras todavía no ocupadas
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económicamente. Los ejemplos dados hasta aquí se refieren a zonas que por comodidad
podemos llamar «de frontera abierta», en el sentido de que son tierras ocupadas por una
población india no campesina. Pero la extensión del latifundio se produjo también en aquellas
zonas en que, si bien existía ya, presentaba formas que se tenían por «anticuadas», como en, el
caso del latifundio de la Iglesia, en México central o Colombia. En estos países, el latifundio
eclesiástico había adquirido proporciones desmesuradas; además, las órdenes y congregaciones
religiosas habían logrado apropiarse, mediante la difusión de las hipótesis, de una parte, de las
rentas del suelo. ¡La expropiación de bienes de la Iglesia favoreció el latifundio no! sólo
directamente —por el incremento cuantitativo que significó—, sino también indirectamente, ya
que cuando las hipotecas pasaron a poder del estado, los hacendados obtuvieron, en un primer
tiempo, una reducción de los tipos de interés, y más tarde, la redención de la deuda por un valor
inferior al nominal. La estrecha relación entre dase dominante y conducción del estado
contribuía así a extender el latifundio: al expropiar los bienes de la Iglesia, la oligarquía
consolidaba y ampliaba su base material. Aún existe una última vía por la que el latifundio ganó
terreno, propia de las zonas donde éste coexistía con la propiedad campesina o comunitaria. En
dichas zonas, de las que hay ejemplos en prácticamente todos los países, la propiedad campesina
o comunitaria se había ido configurando en el pasado como elemento complementario del
latifundio. Entre el latifundio y la pequeña propiedad, y entre el latifundio y las comunidades
indias, se había creado un fenómeno de osmosis y de integración, por cuanto de la supervivencia
de uno dependía la supervivencia de las otras dos. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX,
pero sobre todo a partir de 1870, esta relación .de complementariedad entre latifundio y pequeña
propiedad, y entre latifundio y comunidades indias, tiende a desaparecer como consecuencia de
las medidas de racionalización del latifundio, orientadas por una parte a reducir la relación entre
unidades de tierra poseídas y tierras económicamente productivas, y por otra parte a descargar al
máximo los costes de mantenimiento de la mano de obra sobre las unidades productivas
campesinas. El punto en torno al cual se agudiza cada vez más el conflicto entre economía del
latifundio y economía campesina es el problema del control del agua, de especial importancia
para las unidades productivas campesinas, que utilizan intensivamente los factores de
producción. Debe atribuirse al nuevo papel que asume el latifundio en este período la masiva
apropiación de las tierras comunitarias indias. por parte de las haciendas. Dicho fenómeno
alcanzará su apogeo una vez agotadas las posibilidades de hacer que el latifundio crezca sin
destruir la economía campesina, es decir, después de 1880. En conclusión, resulta claro que el
fenómeno de la progresiva extensión del área económicamente aprovechada por la agricultura y
la ganadería es el fenómeno central, el mecanismo subyacente a la producción. También resulta
claro que esta extensión del área agrícolas se obtiene gracias a mecanismos de tipo tradicional
— los mismos que entre los siglos XVI y XVIII propiciaron el desarrollo del latifundio— , que
no suponen un factor moderno ni modernizante, ya que se basan en la coerción y en la
posibilidad de aumentar la plus- - valía mediante una presión ulterior sobre la productividad
absoluta.;' La situación es casi idéntica en lo que se refiere a los recursos productivos para
actividades distintas a la agricultura, especialmente la minería. La producción minera, más
afectada por las guerras de la independencia que ninguna otra a causa de su concentración en
unas pocas y no muy extensas áreas geográficas, arranca de nuevo a finales de los años cuarenta
gracias al restablecimiento de los mecanismos tradicionales. La declaración de nuevos filones
continuó tramitándose según el procedimiento colonial, y la actividad minera siguió basándose
en los pequeños productores ligados al comerciante por los anticipos de bienes y, en ocasiones,
de dinero (habilitación o avío), personajes ambos cuyos orígenes, como es sabido, se remontan a
la época colonial. Durante el segundo tercio del siglo XIX se producen algunos cambios. El
usufructo de las minas, que el estado cedía a particulares siempre y cuando pagaran
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determinados derechos calculados sobre el mineral extraído, tiende gradualmente a desplazarse


de la producción a la comercialización. Dicho de otro modo, el estado comienza a mostrarse
indiferente con respecto a las cantidades producidas, interesándose en cambio por las
exportadas. Para la exportación del guano en Perú, que alcanza su punto culminante en este
período, el estado concede a determinadas sociedades —la sociedad Dreyfus, por ejemplo— una
concesión que les permite comercializar una determinada cantidad de guano en determinados
mercados y por un lapso fijado de antemano. A cambio de dicha concesión, la firma se
compromete a pagar al estado una cantidad previamente estipulada. Observamos el mismo
fenómeno en Bolivia, aplicado a la producción de la plata, con la diferencia de que en este caso
no existe concesión a tal o cual sociedad, sino que todas ellas se comprometen a pagar
determinada cantidad al erario público por cada unidad de plata que exporten. Algo semejante
ocurrirá con la producción de nitrato, que iba a iniciarse en la década de 1870. Estos cambios
habidos en la forma de apropiación de los recursos naturales nos indican que dicha apropiación
se ha acelerado: al configurarse como clase dominante, la oligarquía monopoliza todos los
recursos mineros que en la época colonial podían registrar a su nombre personas no incluidas en
ella. Las consecuencias de la monopolización de los recursos naturales por parte de la oligarquía
fueron numerosas. Durante el segundo tercio del siglo XIX, un número bastante reducido de
sociedades mineras —formadas, en su mayoría, con el capital proveniente del comercio y del
latifundio— fue concentrando en sus manos la producción más rentable. Así ocurrió con la plata
en Bolivia y en México, con el Cobre en Chile, y con el nitrato, que en dicho período pertenecía
a Bolivia y Perú. Esta concentración- en pocas manos — o, mejor dicho, en pocas sociedades—
de la producción minera existente significó sólo la concentración de la propiedad sobre los
recursos naturales y la mano de obra empleada. No se produjeron innovaciones técnicas
apreciables: tanto en el caso de la plata boliviana como en el de la mexicana de. Guanajuato, la
técnica predominante fue, al igual que en los tiempos coloniales, la de la amalgama, mezcla de
plata y mercurio para provocar la precipitación de la plata. Es preciso señalar, sin embargo, que
existe la posibilidad de que las sociedades mineras, al haber alcanzado una gran solidez,
consiguieran aplicar economías de escala y obtuvieran así un ahorro substancial en aquellos
productos que, como el mercurio, el hierro o la sal, compraban en el mercado. De cuanto hasta
aquí hemos dicho sobre los recursos naturales integrados en las unidades productivas de tipo
minero o agrícola (haciendas, fazendas, plantaciones), dos características destacan de modo
bastante evidente: una de ellas —llamémosla tradicional— que nos remite a un pasado al que
por comodidad calificaremos de colonial, y la otra —llamémosla moderna— basada en la nueva
dimensión adquirida por la clase dominante tras la independencia, cuando su desarrollo ya no es
frenado en la época colonial. ___ El aspecto tradicional de la estructura productiva
consiste-'eíTla y supervivencia de los mecanismos coloniales de apropiación de los recursos
naturales y en la actitud coercitiva frente a la mano de obra. El aspecto moderno estriba en la
gestión de las unidades productivas, dedicadas a suministrar la máxima cantidad de bienes
susceptibles de comercialización sin alterar por ello su propio equilibrio interno. De este modo,
tradicionalismo y modernidad se asocian, y el resultado de su enlace no es ni modernidad ni
tradicionalismo, sino el simple y necesario ajuste de la estructura productiva para superar ' la
larga depresión que había sufrido antes de 1850.

Mediante dicha gestión de la unidad productiva, la clase propietaria alcanzaba su


objetivo esencial: obtener mayores ingresos monetarios sin efectuar desembolsos monetarios, es
decir, sin recurrir a inversiones de capital. En términos mándanos, se puede decir que la
estructura productiva agrícola y minera seguía siendo el reino de la producción absoluta.
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Si la apropiación y la explotación de los recursos naturales se realizaron tal como


hemos intentado mostrar, una de las causas —no la única— fue la existencia de factores sociales
y políticos que dispensaban de la necesidad de efectuar verdaderas inversiones de fondos. En la
agricultura y en la ganadería presenciamos un proceso y productivo que no exige inversiones
fijas, mientras que, en la minería, las inversiones fijas se presentan como el excedente de un
cido productivo no susceptible de traducirse en ingresos monetarios.

La consecuencia de este tipo de utilización de los recursos naturales y la mano de obra


es la producción de cuantiosos ingresos monetarios, que corresponden a la diferencia que media
entre los desembolsos y las entradas monetarios; como ya hemos apuntado, no hay inversiones
de fondos propiamente dichas. Con otras palabras, al terminar el año agrícola y d año minero, y
debido a la existencia de los mecanismos más arriba descritos, la dase propietaria se encuentra
en posesión de unos ingresos que tienden a superar los del año anterior. Una vez descontado de
estos ingresos el importe necesario para los diversos consumos queda una suma considerable,
susceptible de ser ahorrada o invertida.

Así pues, el sector primario, tanto d que se orienta hacia la exportación como el dirigido
hacia el exiguo mercado interior, se halla entre 1850 y 1870 en estado de producir un volumen
de ingresos con posibilidades de acumulación, tal y como había ocurrido ya en el siglo XVIII.
Lo que ha cambiado con respecto a la época colonial es que los ingresos son ahora
cuantitativamente superiores y —tal vez— se concentran en manos de un número más limitado
de personas. Pero si la acumulación de capital tiende a ser más importante que 1 en la época
colonial, no se comprende entonces por qué a partir de 1860 comienza la penetración del capital
inglés. Todo cuanto hemos expuesto parece contradicho por este fenómeno, tantas veces tratado
por los historiadores, y por la rapidez con que durante la segunda mitad del siglo XIX
sobreviene esta efectiva colonización de América latina por parte del capital inglés, de la que
derivan no pocas consecuencias económicas, sociales y políticas. Se trata, sin embargo, de una
contradicción sólo aparente. Si nos fijamos en la expansión de las inversiones inglesas, nos
apercibimos de su lentitud hasta 1880. La aceleración tiene lugar después de esta fecha, y los
capitales se invierten en sectores económicos nuevos, inexistentes hasta entonces en América
latina. Ahora bien, lo cierto es que durante el período que estudiamos en este capítulo la
expansión del capital inglés tuvo que afrontar no pocas dificultades, y sólo logró salvarlas
mediante su inserción en sectores económicos distintos a los que existían antes de su llegada y
que, en cualquier caso, no tenían nada que ver con los sectores productivos; éstos fueron el
comercio, los transportes y las finanzas, es decir, aquellos sectores en los que la dominación
económica de la oligarquía era muy débil o lisa y llanamente nula. Una prueba de nuestra
afirmación la proporciona el hecho de que los primeros bancos que surgen en América latina sin
quebrar en el curso de los dos o tres primeros años son bancos ingleses, no nacionales. El
empeño que manifiestan los estados latinoamericanos por la creación de bancos estatales nos
indica, justamente, que las oligarquías no consideraban la gestión directa del sector financiero
como parte integrante de sus intereses. Sólo de 1880 en adelante cambiará el punto de vista;
entonces, las oligarquías se darán cuenta, de que el control del sector bancario puede ser un
elemento de gran importancia para incrementar aún más sus ingresos monetarios e intentarán
recuperar el tiempo perdido. Dicho de otro modo, en el momento en que el capital inglés inicia
el proceso de penetración en las economías latinoamericanas, la clase dominante de cada país
posee el control casi absoluto de los recursos naturales y de la mano de obra del sector
productivo; por consiguiente, al capital inglés no le queda durante esta fase otra opción sino la
de apoyar a la oligarquía procurando no entrar en conflicto con ella. Por otra parte, a los mismos
capitalistas ingl< les preocupaba más la rentabilidad de su dinero que el poder político o'sociaha
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quepódíátiar lugar, de forma que el capital inglés se concentró en sectores que, pese a
proporcionar considerables beneficios^ quedaban fuera del campo de acción de la oligarquía,
que-no dispónía de la tecnología.ni tie- los conocimientos necesarios para
desarróllarlos. .Ocurrió, pues, que en la práctica, empezó a verificarse hasta qué punto el
dominio oligárquico sobre la producción y el dominio inglés sobre el comercio y las finanzas se
completaban mutuamente; ello constituyó el primer esbozo de lo que podemos definir como
alianza imperialista entre el capital inglés y las oligarquías latinoamericanas. Por lo tanto, el
factor productivo «capital» tuvo, a lo largo del segundo tercio del siglo xix, un carácter
complementario con respecto a los factores «recursos naturales» y «recursos humanos». De
hecho, el primero explica parcialmente el desarrollo de la comercialización —sobre todo
internacional— y del sector financiero, pero no sirve para explicar el incremento de la
producción agropecuaria y minera que, según hemos intentado mostrar, se explica
esencialmente por 3 0 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA mecanismos como el
control de los recursos naturales y de la mano de obra. No cabe duda que al capital le habría
correspondido un papel más importante si la oligarquía no hubiese sido la clase dominante
también desde los puntos de vista social y político. Al analizar la penetración del capital inglés,
existe la tendencia a ver en este proceso un fenómeno de gran rapidez cuyos factores externos
—ingleses e internacionales— constituyen el único elemento activo, mientras que se niega todo
dinamismo a los factores internos, específicamente latinoamericanos, como por ejemplo la
existencia de una acumulación de ingresos en las manos de la oligar- u quía. Esta visión nos
parece sumamente parcial, ya que un mínimo conocimiento de la evolución económica de Gran
Bretaña en el mismo período basta para hacernos saber que la oferta de capitales en el mercado
monetario de Londres es inferior a la demanda internacional y nacional, y que América latina
constituye, a fin de cuentas, un área de interés secundario para el capital inglés. Nuestra
conclusión es, en consecuencia, que el capital inglés habría hecho escasos progresos en América
latina de haber contado con sus exclusivas fuerzas. Su empuje no resulta sólo de la cantidad de
libras esterlinas que está dispuesto a invertir, sino del hecho de poseer algo que despierta el
interés de la clase dominante. Este algo u es la tecnología, en la que la dase oligárquica ve un
elemento susceptible de multiplicar sus ingresos monetarios sin que peligre su control de los
factores productivos integrables en las unidades productivas. En este sentido, el ferrocarril
constituye para la oligarquía la imagen más sugestiva de la capacidad tecnológica que posee el
capital inglés, y ejerce sobre ella una fascinadón completada por los tranvías, los barcos a vapor
y los bancos, con sus complicadas operadones. Para la oligarquía, el problema de los años
setenta se planteaba en los términos siguientes: ¿estaba o no en condiciones de ceder una parte
de los ingresos acumulados por ella en las décadas precedentes, con el fin de atraer al capital
inglés y su tecnología, y obtener a medio plazo un incremento de los ingresos? La respuesta
dada a este interrogante llevó a establecer una serie de vínculos con d capital inglés, pero no sin
tomar disposiciones para impedir que la posición hegemónica de las oligarquías quedara
amenazada. EL ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 31 L a nueva in ser c ió n d e
las ec o n o m ía s la tinoam ericana s e n la ECONOMÍA INTERNACIONAL El análisis que
hemos efectuado en d apartado anterior se proponía evidendar que cuando enla.segunda
mitad.delsiglo XIX se inidó una expansión de las exportaciones latinoamericanas, no sólo
existían ya los mecanismos capaces de apuntalarla durante todo el período 1860-1914, sino que
dicha expansión no constituía un fenómeno portador de trastornos radicales para d statu quo
económico —y no exdusivamente d económico— preexistente. Lo que podríamos llamar las
estructuras de recepción de factores externos estaban ya lo sufidentemente engrasadas como
para hacer que d estímulo no fuera en vano. Numerosos historiadores, engañados sin duda por
las formuladones brillantes y a veces aparentemente lógicas de los economistas, han sostenido
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que ya en la década de 1860 existía una especialización de las diversas áreas de América latina
en cuanto a los productos- .exportados. E n substanda, señalan tres grupos de países
exportadores de bienes primarios: los de clima templado, que exportan cereales, y ganado; los
de clima tropical, cuya exportadón se basa en. la agri- 'cHltura tropical; y los países ricos en
bienes mineros y exportadores de los mismos. Sin embargo, esta especialización existía ya, en
cierto modo, un siglo antes, y constituye una característica secular de las economías
latinoamericanas. Y la preferenda de la economía occidental por las áreas mineras y por las que
la abastecían en cereales y ganado —productos en los que Europa occidental no era
autosuficiente—■ no se consolidará hasta después de 1880, y por consiguiente no caracteriza
tampoco el período que estamos analizando. La peculiaridad principal de estos primeros treinta
años de expansión de las exportaciones es quizá la de significar un período de prueba para las
mercanrías latinoamericanas. Durante esta fase, las n diversas áreas de América latina cambian
su modo de inserción en la \ economía internacional. Precisamente porque se ttí formación se
observan_fuertes...,iAé¿éffl(m|bs;_de.ks. guidos, a veces, de recesiones igualmente rápidas. Se
puede encontrar un ejemplo típico de ló que decimos en la exportación de trigo realizada por
Chile. La economía chilena de los años ochenta puede ser clasificada entre las exportadoras de
producita de una fase de \ exportaciones se- J 32 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA
LATINA tos mineros, pero no así la de los años sesenta, cuando las exportaciones de Chile se
basaban ante todo en el trigo. El ciclo de las exportaciones de trigo chileno es de breve
duración, y su ocaso coincide con el rápido desarrollo de las exportaciones de cereales por parte
de Argentina. Estas últimas constituyen otro ejemplo de cuanto afirmamos referente al nuevo
modo de inserción de las economías latinoamericanas en el concierto internacional. .En 1840,
las exportaciones fundamentales de Argentina,. seguían..siendo los- cueros y. la . carne_s_eca
(charqui) o salada (tasajo). En definitiva, constaban de' las mismas mercancías — a excepción
de la plata— que a finales del siglo xviii, si bien su volumen total se había acrecentado
notablemente. Poco después, en cambio, dentro de un sector productivo ya existente —la
ganadería— se produce una mutación: el desarrollo del ganado ovino. Y es mediante el aumento
de las exportaciones de lana (7.600 toneladas en 1850, 17.300 en 1860 y 70.000 en 1870) como
la economía argentina —y también la uruguaya— efectúa su nueva inserción en la economía
internacional. Ahora bien, mientras que para Argentina la fase de exportación de lana terminará
pronto —alrededor de 1880— , para Uruguay la lana todavía seguirá constituyendo el principal
producto exportado á principios del siglo xx. También en el caso de la economía deí Brasil
asistimos entre 1850 y 1880”a7u£c^Bló---en^eh contenido de las- exportaciones: la .caída deí
azúcar y el algodón contrasta con el progreso de las exportaciones de café... En todas las. áreas,
agrícolas se .producen variaciones en cuanto a las principies .mercancías .exportadas: en
Venezuela, fétfóéésO^del cacao y expansión del café; en Cuba, el nuevo equilibrio que se
instaura después d e ja guerra de los Diez Años favorece la extensión de la caña de azúcar.
Distinta es la situación que se observa en los países exportadores dé productos mineros. Se
asiste en ellos a una reactivación generalizada que afecta a todas las zonas que en la época
colonial habían exportado metales, preciosos o no. Bolivia reanuda la exportación de plata, aun
cuando en esta ocasión no, provenga, como antaño, de Potosí; lo mismo hace Chále con la plata
y el cobre, México con la plata y Cuba con el cobre. La única novedad en este campo consiste
en la exportación del guano de la costa del Perú hasta los años setenta, cuando toma el relevo el
nitrato proveniente de las provincias de Arica y Antofagasta, caídas en poder de Chile tras la
guerra del Pacífico. Esta breve geografía de la producción, o mejor dicho, la serie de
transformaciones que sufre la geografía de la producción en el transcurso del segundo tercio del
siglo xix, nos ayuda a comprender que para llegar a esta nueva inserción de las economías
latinoamericanas en la economía internacional no hacía falta una renovación a fondo de la
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estructura productiva: así, por ejemplo, donde se criaba ganado vacuno se podía, sin grandes
modificaciones, criar ganado lanar. Este proceso de reconversión, repetimos, no encontró
obstáculos estructurales insuperables gracias a adaptarse perfectamente a la organización
productiva que ya existía. Sin embargo, algunos productos presentaron dificultades, debidas en
ocasiones a la circunstancia de que la reconversión precisaba mayor cantidad de mano de obra,
como fue el caso — ciertamente excepcional— de la producción del guano, que obligó a
importarla. La clase dominante, por sí misma o en estrecha colaboración con el capital inglés,
fue capaz de superar los obstáculos. Ello significa que las oligarquías poseían el dinamismo
necesario para no dejarse doblegar fácilmente. En el caso concreto de la producción del guano
en el Perú, la oligarquía solucionó el problema con la importación de mano de obra china en
calidad de indentured servants, es decir, personas que reembolsaban el precio del billete con una
determinada cantidad de jornadas laborales. El mismo mecanismo proporcionó la mano de obra
necesaria para las plantaciones azucareras de Cuba, a donde fueron llevados indios de Yucatán.
Otros mecanismos fueron también puestos en práctica para superar las dificultades planteadas
por la reconversión productiva y la puesta en marcha de una nueva producción exportable. Uno
de ellos, el más conocido, es la creación de áreas de colonización en países como Argentina,
Brasil y Uruguay, pobladas por inmigrantes de la Europa centroseptentrional en un primer
tiempo, y mediterránea a continuación. Las dificultades, como hemos intentado mostrar, nacen
de la imposibilidad casi absoluta de desplazar mano de obra de una región a otra, aun en el
interior de un mismo país. Esta dificultad nos ayüda a comprender que no existe un mercado de
trabajo efectivo que funcione a escala nacional o regional. De ahí que entre 1850 y 1880 EL
ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 33 3. — CARMAGNAME 3 4 ESTADO Y
SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA la mano de obra todavía carezca —como a principios del
siglo xix— de la movilidad que, como es sabido, constituye una de las características de toda
economía capitalista incipiente. Así pues, la mano de obra podía representar un freno para el
proceso en cuestión, como podía representarlo asimismo una utilización limitada de los recursos
productivos naturales. Para impedir que la nueva inserción de las economías latinoamericanas
en el mercado internacional disminuyera el control oligárquico sobre la estructura productiva, se
realizó dicha inserción mediante reajustes parciales de la estructura productiva preexistente, y
no — como ha sido generalmente admitido— mediante una superación de la misma. Esta
característica fundamental se encuentra también, como hemos mostrado, en el plano de la
geografía de la producción. Al identificar las modificaciones económicas propias del segundo
tercio del siglo xrx y la relación que guardan con la estructura productiva preexistente hemos
cumplido en parte nuestro propósito central, el de evaluar qué novedades efectivas tienen lugar
en la producción durante este período. La dinámica del proceso de transformación productiva
nos puede ayudar a comprenderlas mejor. Las informaciones de que disponemos autorizan a.
concluir _que la producción aumento, tanto en volumen como en valor, entre 1850 y 1875, es
decir, antes del comienzo de la gran depresión que afectó a la..economía inglesa f , dé rechazo,
aminoró — aunque" sin llegar a frenarla—- la expansión productiva latinoamericana. ~ La
expansión de la producción y el aumento de los precios de las materias primas, que iban a durar
hasta 1875 aproximadamente, fueron mayores para los productos de la agricultura de clima
templado, especialmente para los cereales. Gracias al incremento general de los precios de las
materias primas iba a resultar posible, en.un segundo momento, la expansión física de la
producción. , Todo cuanto hemos dicho hasta aquí aparecerá con mayor claridad si analizamos
la evolución de los precios y de las cantidades producidas. El caso de la plata, mercancía
importante para más de un país latinoamericano, es significativo: tras el estancamiento sufrido
entre 1830 v 1852, su precio aumenta hasta 62 peniques la onza entre 1852 y 1862. A
continuación, se estabiliza en 60 peniques hasta 1870, y baja a 50 peniques la onza entre 1870 y
10

1880. Esta evolución de los precios provocó, en Bolivia, un incremento de la producción, que de
10 millones de onzas en el quinquenio 1845-1849 pasó a 15 miUones en 1865-1869, 20
millones entre 1870-1874 y 30 miñones en 1880-1884. Similares son los casos de México y
Chile, los otros grandes productores de plata. También los productos agrícolas registran un
rápido aumento de las exportaciones. Las de tabaco colombiano, casi inexistentes hacia 1840, se
multiplican por seis entre 1850 y 1870, para estabilizarse ( después, cuando aparece en el
comercio internacional el tabaco de Java, bastante más barato. El mismo fenómeno se repite
para “un producto como el café brasileño, cuyas cotizaciones, tras conocer una tendencia
decreciente * hasta los años 1847-1850, empiezan a subir, y pasan de 1,13 libras esterlinas en
1850 a 3,80 en 1888. Esta alza provocó tal expansión productiva ulterior que en los años
ochenta las exportaciones de café por parte del Brasil superaban los 5,5 millones de sacos de 60
kilos cada uno. La subida de precios que disfrutaron los artículos latinoamericanos solicitados
por el mercado internacional no fue contrarrestada hasta aproximadamente 1880 por una subida
correspondiente de los precios de los productos industriales importados. Este fenómeno, sumado
al hecho de que las exportaciones aumentaron más que las importaciones, se tradujo en una
sensible mejora de la relación de ina tercambio, hasta tal punto que la balanza comercial arrojó
saldos positivos. Los años-comprendidos entre 1850 y 1880 se revelan, pues, extremadamente,
positivos para -las -economías-latinoamericanas. Esta evolución positiva es la que explica por
qué la dase dominante, al aceptar la nueva inserdón — a través de mercancías distintas a las
precedentes— de América latina en la economía internacional, consiguió un aumento substandal
de sus ingresos. El que este período fuera positivo para las economías latinoamericanas — o,
mejor dicho, A para la dase oligárquica— no significa, sin embargo, que se produjese un cambio
en la rdación asimétrica que unía a las economías latinoamericanas con la europea, y en especial
que la dase hegemónica no logra sacar todo el provecho posible del alza total de los predos en el
mercado internacional, porque una parte queda siempre en manos del..intermediario inglés. Si
de algún modo pudiéramos cuantificar y representar en un gráfico el crecimiento de la
producdón total latinoamericana, obtendríamos una figura sinusoidal. Sí fuera posible distinguir
entre la EL ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 35 i- 36 ESTADO Y
SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA U - : y , ■■ producción destinada al mercado interior y la
destinada a la expor- vtación, el nuevo gráfico mostraría un aumento muy rápido de la segunda
y otro sumamente lento de la primera. En este sentido, el período que analizamos puede ser
definido —y así lo ha sido— como de crecimiento hacia el exterior, es decir, un período en el
que el incremento de las exportaciones sirve de base para el desarrollo económico, Xa
definición de «crecimiento hacia el exterior» para caracterizar el período que termina en 1930
fue formulada por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en los años cincuenta
de nuestro siglo, y lleva aparejada una connotación negativa, ya que se trata de todo los
contrario de lo que querían los economistas de fila agencia de las Naciones Unidas, que
propugnaban un crecimiento basado en el mercado interior, con el sector industrial como
elemento central. La excesiva insistencia en la producción exportable ha ocultado las
dimefislSñes del maceado iS tq ^ r^ ^ 'á c Q Ó n 'e jé ra d a sobre él pof~él"aümé"nto de la
cantidad de mercancías importadas. Se ha afirmado, por ejemplo, que el progreso de las
exportaciones acarreó la ruina del'artesanado, que había logrado sobrevivir tras la total libertad
y "descentralización del comercio en la fase inicial dé la lucha por la independencia. Dicho
aserto se basa esencialmente en que el incremento de las importaciones —inferior, insistimos, al
de las ex-'-y portaciones— se registra sobre todo en el sector textil, pero olvida que los tejidos
importados, dado el estancamiento de la capacidad adquisitiva de los estratos populares, sólo
podían adquirirlos la clase dominante y los miembros de la burocracia, estrechamente ligada a
su poder. El ejemplo del artesanado nos muestra cómo un indicador de índole externa — en este
11

caso las importaciones— puede dar lugar a errores de cierta importancia. Subrayamos de nuevo
que para ninguna zona de América latina disponemos de estudios suficientes sobre la
producción no exportada, pero es nuestra opinión que su volumen no debió de disminuir. En
cuanto a los efectos inducidos por la producción destinada al mercado exterior, su alcance fue
muy reducido. Ello no debe atribuirse a la difusión y victoria del liberalismo en materia
arancelaria y a la falta de protección hacia las industrias nacionales. A nuestro entender, los
efectos positivos que la expansión de las exportaciones podía inducir en la sociedad quedaron
frustrados por la fuerte conEL ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 37 centradón
de la renta nadonaLen_oocas manos: cuanto más concentrada está la renta, menos se dejan
sentir dichos efectos, ya que la mayor parte de la pobladón no redbe beneficio alguno del
incrementó productivo y, por consiguiente, no aumentan sus ingresos ni su nivel de consumo.
Mercado in ter n a c io n a l y m ercado n acio nal * En los apartados que preceden hemos dicho
que hay que reladonar los progresos en la produedón con la expansión del latifundio, de la
minería y de la demanda internadonal, la proveniente de la Europa atlántica sobre todo. A este
respecto, lo que diferencia d período 1850-1880 del siguiente es que, en el primero, d aumento
de las exportaciones no va_ acompañado por rm aumentfe-dedas
=imnortadonbs^cdmBafaBleT* Gracias a ello, las balanzas comerdales latinoamericanas de
estos años arrojan saldos activos, y las economías de los distintos países se hallan en
condiciones de autofinandar un proceso de modernización de los sectores económicos que
aseguran el aumento constante de los ingresos monetarios de las oligarquías. ' “ Pero si
adoptamos la perspectiva de la balanza comercial corremos d riesgo de no ver que los efectos
provocados por el incremento de las exportadones tuvieron un alcánce limitado, como hemos
mostrado en d apartado anterior. Dicho punto — que a nuestro entender constituye el centro de
la cuestión— debe ser analizado en un contexto más vasto, sin perder de vistá las características
de los mercados nacional e internacional que regulan la acdón innovadora del empresario.
Cuando adviene la expansión productiva, el mercado nacional todavía no'existe en América
latina, por lo que la reaedón de las diversas regiones exportadoras no es la misma: por ejemplo,
el aumento dé la demanda de lana, que conderne a las economías argentina y uruguaya, acaba
afectando sólo a unas cuantas regiones y no al entero territorio de los dos países. % La -
inexistencia-de mercados- nacionales queda probada por la total autonomía con que los precios
de un mismo producto sufren variadones en los distintos estadios del proceso mercantil. El caso
del cobre chileno, cuyo predo evolúcioná de un modo en la zona 3 8 ESTADO Y SOCIEDAD
EN AMÉRICA LATINA de producción —la región centro-norte del país— y de otro en la zona
de exportación — el puerto de Valparaíso, en el centro de Chile— constituye un ejemplo entre
otros muchos. La misma disparidad de precios entre las zonas de producción y de exportación se
puede observar en el caso del caucho brasileño, e incluso en el de la plata, pese a tratarse de un
metal precioso relativamente fácil de transportar. Esta inexistencia de verdaderos mercados
nacionales puede ayudarnos a comprender — desde el punto de vista de la circulación de
mercancías— por qué fue tan lenta la substitución del antiguo estrato mercantil colonial. La
disminución del número de empresas comerciales inglesas en Buenos Aires, Santos, Río de
Janeiro y Santiago de Chile entre 1820 y 1850 nos informa de la lenta constitución de una nueva
dase mercantil. Sin embargo, no parece que el estancamiento de las firmas inglesas favoredera d
desarrollo de una dase mercantil nacional, pese a que durante la primera mitad del siglo xrx d
comerdo interior estuvo reservado, en casi todos los países, a las firmas nadonales. Hada 1850,
en las operadones interiores aún predominaba la figura del comerdante independiente, que en
ocasiones actuaba como representante de una gran empresa mercantil y tendía a compaginar d
comercio con la usura y otras actividades económicas. La añeja ~ figura del «aviador» o
«habilitador», que antidpaba mercancías a cambio de la devoludón de otras mercandas en un
12

futuro, seguía existiendo, pero estaba a punto de sufrir — como había ocurrido con la del
hacendado— una renovadón, que no cambiaría sin embargo la esenda de su actividad. Poco
sabemos aún referente a la evoludón d d viejo tipo de comerdante local, sobré los vínculos que
le unían a los nuevos circuitos mercantiles y a las nuevas sodedades de comerdo que surgen a
partir de 1850 en los puertos exportadores. Lo que sí podemos -l decir es que, gradas a que la
expansión productiva no acarrea una transformadón substancial en las antiguas técnicas de
producdón y transporte, logró insertarse en los nuevos circuitos mercantiles explotando su
sólido conocimiento d d área local. En los mercados, tanto a escala local como a escala regional,
encontramos el mismo fenómeno que habíamos señalado al tratar de la producdón: la
persistenda de viejas estructuras y formas de organizadón. Pero lo más significativo es que sin el
apoyo de las mismas 3 no habría sido posible establecer la adecuada conexión entre demanda
internacional y producciones locales y regionales. Como ya hemos tenido ocasión de apuntar en
el apartado dedicado a los recursos productivos, gracias a la figura del comerciante usurero se
inida la reactivación económica, sobre todo en las áreas mineras; ello constituye una prueba
suplementaria de la inexistencia de serios problemas de finandación, en términos puramente
monetarios, para que la producción arranque de nuevo. Hada 1880 se asiste a la progresiva
superación del viejo tipo de comerdante, espedalmente en las áreas más afectadas por el incre- '
mentó de las exportadones. A medida que el ferrocarril penetra en el interior de cada país, van
apareciendo en las zonas rurales y mineras los representantes de las grandes compañías
mercantiles con sede en el puerto exportador o en la capital, y en los centros urbanos empiezan a
abrir sucursales los bancos cuyas sedes centrales se hallan en el puerto exportador, o en
Londres, Berlín o París. Esta mutación, en mayor medida que ninguna, nos descubre qué es lo
que realmente ha cambiado entre 1850 y 1880 a consecuencia del nexo que de un modo gradual
une a la oligarquía y el capital inglés hadándolos complementarios el uno de la otra. La
desaparición del comerciante-usurero — o, por lo menos, el papel más modesto que desempeña
en adelante— obedece a que constituye una figura de dimensiones locales, incapaz de asumir
una talla regional y nadonal. Los motivos de esta incapacidad se deben a la reladón
personalizada que establece con el mercado y que fondona en tanto se puede imponer una
relación asimétrica y coactiva entre productor y comerciante. La forma de trato que en el
interior de la hadenda rige los contactos entre el patrón y los sirvientes encuentra su paralelismo
comercial en el que se establece entre el comerciante local y el pequeño productor o el
campesino. Y predsa- *■ mente porque la efectividad del comerdante-usurero se basa en su
poder de coacdón personal, su radio de acción no podía ser muy extenso. Durante el período
mendonado, la vieja forma mercantil buscará su supervivencia en las áreas de colonización: el
almacenero argentino y el despachante brasileño descritos por los inmigrados no son sino sus
prolongaciones en un contexto económico caracterizado por la escasa acumuladón de capital.
Sin embargo, la reladón asimétrica entre comerdante y productor que en estas áreas cimenta EL
ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 3 9 4 0 ESTADO Y SOCIEDAD EN
AMÉRICA LATINA un intercambio desigual es un hecho limitado, ya que a medida que la
colonización progresa, el comerciante-usurero tiende a desaparecer. La desaparición del
comerciante-usurero, o mejor dicho, su progresivo apartamiento de los principales circuitos
mercantiles, se explica por la gradual penetración de los representantes de las grandes
compañías en las áreas productivas. Al parecer, la causa hay que buscarla en el proceso de
concentración de los recursos productivos que, como hemos visto, distingue a este período. En
efecto, de 1850 a 1880 la expansión de las grandes unidades productivas agrícolas y mineras
hace que la exportación dependa cada vez más de ellas, mientras que las pequeñas o
comunitarias tienden a ser marginadas. La rapidez del índice de crecimiento de las
exportaciones no hace sino estimular dicha expansión. La producción y la comercialización,
13

hasta entonces estrechamente controladas por el hacendado o por la gran empresa minera,
acaban formando dos campos bien diferenciados. La clase productora no se halla ya en
condiciones, como antes, de aprovecharse de la coyuntura; ésta, que depende ahora de las
fluctuaciones más o menos acusadas del mercado internacional, exige el dominio de una técnica
mercantil, la disposición de una infraestructura de almacenes y la capacidad de operar al mismo
tiempo en distintos mercados nacionales e internacionales. La separación entre actividad
productiva y actividad comercial, favorecida por la creciente tendencia de la dase productora al
absentismo, se consumó y generalizó durante este período. Así quedaron creadas las condidones
previas para el rápido avance de la vía férrea, que tendrá lugar a partir de 1880. Por lo demás, la
relación entre las dases productora y mercantil eliminará —salvo en las zonas poco afectadas'
por el auge de las exportadones— los mecanismos residuales de intercambio desigual en los
tratos a gran escala, pero no en las operaciones efectuadas por agentes económicos de
importancia menor. Los efectos de la estrecha relación .entre grandes productores y grandes
comerciantes fueron -considerables, sobre todo en lo que se refiere a la comercialización de la
pequeña producción. Sólo los grandes propietarios se beneficiaron con el progreso .de
íasexportaciqhes; los'pequeños quedaron, prácticamente al margen de sus ventajas. El proceso
de esta progresiva marginación, que'proseguirá y ’ se amplificará durante eL período posterior,
revela-una auténtica ruptura con la situación precedente. , EL ARRANQUE DEL PROYECTO
OLIGÁRQUICO 41 En d pasado, el incremento de la demanda se traducía en una mayor
presión que el comerdante-usurero ejercía, por medios coactivos, sobre el pequeño productor.
Como consecuenda de ello, tanto el gran productor como el pequeño quedaban implicados en la
expansión, si bien los incentivos no eran los mismos. Esta vez, en cambio, la expansión
productiva y el surgimiento de grandes compañías mercantiles que actuaban con una lógica
económica distinta a la del comerciante-usurero sólo constituyeron estímulos para los grandes
productores, dejando en manos de aquél la producción de interés local y regional. El gran
comerciante se desentiende de los productos que no tienen valor para la exportación y que no
dan lugar a la importación de otros. Las consecuendas económicas, pero también —y sobre todo
— sociales, de esta mutación substancial acontecida entre 1850 y 1880 explican d progresivo
desinterés de los grandes propietarios por los pequeños y por las comunidades indias; unos y
otras, de parte integrante y complementaria del latifundio que eran hasta entonces, pasan a
convertirse en dementos marginales. La expropiación de las tierras de las comunidades indias,
sumamente rápida a partir de los años 1870-1880, es consecuenda, hasta cierto punto, de que su
utilidad en la estructura productiva, al igual que la de la pequeña propiedad, ya no es la misma.
Así pues, cambian los comerdantes y cambian los criterios de comerdalización, y este
fenómeno, además de estimular la expansión d d latifundio, crea las premisas para que el
pequeño propietario y el indio de comunidad pierdan progresivamente el control d e‘ sus medios
de producción. De este modo quedan asentadas las bases de su futura proletarización. Queremos
hacer resaltar que este tipo de crecimiento económico aparentemente basado en la expresión de
las exportaciones se propone, en la práctica, desencadenar un proceso que, mediante el
desmantelamiento gradual de la economía campesina, otorgue al latifundio la función de centro
de la vida económica. Sólo así es posible comprender por qué el aumento de las exportaciones
se tradujo en un aumento de los ingresos para los grandes propietarios mientras que para los
pequeños productores y las comunidades indias significó el punto de partida de un largo proceso
de pauperización. Al iniciar este apartado nos interrogábamos acerca de las modificaciones
habidas durante este período por lo que respecta a los 4 2 ESTADO Y SOCIEDAD EN
AMÉRICA LATINA mercados nacionales, que todavía no existían como tales hacia 1850.
Creemos que lo expuesto hasta aquí muestra con bastante claridad que, en 1880, el mercado
nacional aún no se ha formado en ningún país latinoamericano. En ninguna economía se
14

observa un proceso que asigne a los recursos productivos la característica de ser mercancías
como las otras. Lo que sucede, en cambio, es que sólo se convierten en mercancías los bienes
susceptibles de ser exportados, los cuales, como antaño, son los únicos — o casi— que poseen
un alto valor de intercambio. Estamos pues en presencia de formas de mercado que toman en
consideración, esencialmente, los bienes producidos para la exportación — es decir, para el
mercado internacional— y nunca los factores productivos. Esta situación, si bien nos permite
formular la hipótesis de .un mercado unificado, pese a las posibles disparidades en los precios,
nos impide hablar de la existencia de un auténtico mercado nacional, ya que solamente se tienen
en cuenta los productos susceptibles de ser exportados y los productos importados. La hipótesis
que constituye nuestra conclusión es la de-que la nueva inserción de las economías
latinoamericanas en la economía internacional no desencadenó, durante el período 1850-1880,
un proceso de formación de mercados nacionales. La ausencia de dicho proceso contribuyó a
que el latifundio ocupara el centro de la vida económica, y facilitó, por consiguiente, la
concentración de los beneficios originados por la expansión productiva en las manos de la dase
propietaria de las grandes unidades productivas. Ca p it a l in g lés, estado e in novacio nes ec o
n ó m ica s Hemos afirmado más arriba que durante este período las exportadones
latinoamericanas tienden a aumentar con mayor rapidez que las importadones. Un ejemplo
bastante significativo lo ofrece Colombia, donde las exportaciones pasan de 1,60 dólares
estadounidenses por habitante en d quinquenio 1850-1854 a 8,40 dólares en 1875- 1879,'
mientras que las importaciones pasan, en el mismo lapso temporal, de 1,60 a 8 dólares.
Cualquiera que sea el método adoptado, si se evalúan las balanzas comerciales de los países
latinoamericanos durante estas tres décadas, la condusión a que se llega siempre es la de que
arrojan saldos positivos. EL ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 43 Si para dar
una idea de conjunto de este fenómeno tomamos la balanza comercial entre América latina en su
conjunto y Gran Bretaña, podemos observar que el saldo positivo favorable a la primera tiende a
disminuir (4,5 millones de fibras esterlinas en 1850; 2 millones en 1880) pese a que a lo largo
de estos treinta años de esfuerzo productivo haya habido un notable incremento de las
exportadones (de 11 millones de fibras esterlinas anuales en 1850 a 25 millones en 1880). No
hay que ver en este progresivb deterioro de las balanzas comerdales d comienzo de la tendenda
al deterioro de la relación de intercambio, visible en d período siguiente. A partir de 1860, pero
sobre todo en los años setenta, se registra un incremento de las importaciones de maquinaria —
entre las cuales, obviamente, los ferrocarriles representan la parte más considerable—,
incremento que provoca, por un lado, la reducdón de los activos en las balanzas comerdales, y
por d otro, una neta disminudón de las importadones de textiles y quincalla. Un ejemplo de este
fenómeno lo proporciona d comerdo exterior del Perú con Gran Bretaña. Las importaciones de
textiles ingleses se devan durante la década posterior a 1860 a un millón de fibras esterlinas
anuales, y representan aproximadamente el 80 por 100 de las importaciones totales. Entre 1860
y 1880 podemos observar cómo las importaciones de textiles pasan del 80 al 60 por 100 de las
importaciones totales y cómo disminuye induso su valor absoluto, mientras que las
importadones de maquinaria progresan desde d 15 hasta el 25 por 100 del total y aumentan
también en términos' de valor absoluto. De este modo, en las balanzas comerdales del período
1850-1880 encontramos dos elementos que representan, respectivamente, la continuidad y la
novedad dentro de la evoludón económica: los textiles y la maquinaria.. Los textiles siguen
siendo, como en los tiempos coloniales, d prindpal artículo importado, pero tampoco ahora esta
importación logra acabar con la producción artesana local, espedalmente en las zonas rurales, y
tras la expansión inicial — que de todos modos es menor que la de las exportadones— tiende a
estancarse. Dicho estancamiento significa que los textiles importados no conquistan una
cfientda sufidente y que la artesanía local logra recuperar la parte de mercado perdida en un
15

primer momento. 4 4 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA Por lo que respecta a la


maquinaria, el tema ofrece mayor complejidad. Entre 1850 y 1880 las economías
latinoamericanas disponen de importantes recursos económicos, y sin duda es esta situación la
que da tono optimista a los escritos económicos y políticos de esta época. Estos recursos
crecientes se deben tanto a que el volumen de mercancías exportadas aumenta como a que la
relación de intercambio evoluciona favorablemente para América latina. Dicha evolución y las
balanzas comerciales positivas constituyen los motivos específicamente latinoamericanos de la
penetración del capital inglés en la zona. No pretendemos negar, sin embargo, el papel de suma
importancia que bay que atribuir al grado de desarrollo conseguido, en dicho estadio histórico,
por la economía inglesa y por el conjunto de la economía internacional. Lo que afirmamos es
que si la penetración del capital inglés fue tan rápida, ello se debió en parte a que ya había en
América latina — en algunas áreas más que en otras— capitales acumulados gracias a los saldos
favorables de las balanzas comerciales, factor que atrajo las inversiones. La penetración del
capital inglés contribuirá, junto con las innovaciones de que era portador, a facilitar la expansión
de las exportaciones latinoamericanas. Ello significa que, si bien al principio la expansión no es
imputable al capital inglés — cuya llegada es consecuencia, no causa, de la expansión— , éste
desempeña a partir de 1870-1880 una función de apoyo sumamente importante desde el punto
de vista cualitativo. En efecto, la penetración del capital inglés está estrechamente relacionada
con la aparición, en América latina, del ferrocarril, los barcos de vapor, el telégrafo, el teléfono,
los bancos, las compañías de seguros, las nuevas técnicas mercantiles. Estas innovaciones son
concretamente indicadas en los cómputos realizados sobre el capital inglés acumulado en
América latina. En la primera fase (1850-1870) de la nueva inserción de las economías
latinoamericanas en el mercado internacional, no se puede decir, pues, que el capital inglés
tuviera un papel directo y tan importante como el que tendría después de 1880. Si examinamos
los cómputos sobre las inversiones inglesas acumuladas en América latina, vemos que pasan de
30,9 millones de libras esterlinas en 1840 a 80,9 millones en 1865. El aumento parece, a primera
vista, considerable, pero si dejamos de lado los préstamos a los gobiernos y consideramos
exclusivamente las inversiones en ferrocarrÜes, servicios y bancos, las cifras se reducen a 7,5
millones en 1840 y 19,1 millones en 1865. En conjunto, y habida cuenta que se trata de
inversiones acumuladas, no es un aumento que podamos calificar de importante para un período
de veinticinco años. Basta añadir que 19,1 millones de libras esterlinas representan, en 1865, un
valor inferior al de las mercancías latinoamericanas exportadas hacia Inglaterra durante este
período para llegar a la conclusión que apuntábamos más arriba: en el momento de la
reactivación productiva, el capital inglés ejercía una influencia que sin vacilar calificamos de
marginal. Pero el haber mostrado que el capital inglés no constituye un elemento decisivo en la
reactivación productiva posterior a 1850 no equivale a afirmar lo mismo de la economía inglesa.
Ésta, a través de su propia demanda interior — aumentada por la que generaba la actividad
reexportadora— , se hallaba en condiciones de regular indirectamente la reactivación de las
exportaciones latinoamericanas que se produjo a partir de 1850. En este sentido, la economía
inglesa conservó, con todas sus características, el papel de primera importancia que había ido
adquiriendo desde 1820. Los cálculos realizados acerca del capital inglés acumulado entre 1865
y 1875 muestran que pasó de 80,9 millones de libras esterlinas en la primera fecha a 174,6
millones en la segunda; el ritmo de expansión de las inversiones comienza pues a acelerarse y
llegará —pero sólo después de 1880— a un muy elevado índice de crecimiento. Si de nuevo
sustraemos de los totales los importes corres-' pondientes a los préstamos a los diversos
gobiernos, hallamos que las cifras del capital directamente invertido en los sectores de servicios,
comercio y finanzas ascienden a 19,1 millones de libras esterlinas en 1865 y 43,5 millones en
1875; el incremento es más rápido que en la etapa 1840-1865, pero aún no basta para
16

condicionar la evolución de la producción. Un método para verificar el peso del capital inglés en
la economía de cada uno de los países de América latina consiste en tomar como referencia la
más importante y significativa de las innovaciones que aportó: el ferrocarril. En Argentina,
seguramente el país donde más rápido fue el desarrollo tanto del capital inglés como de la red
ferroviaria, ésta superaba apenas el millar de kilómetros (exactamente .1.384) en fecha tan tardía
como 1875, y no transportaba en EL ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 4 5 4 6
ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA todo el año más que unas 600.000 toneladas
de mercancías. Un ejemplo aún más preciso lo proporcionan las informaciones referidas a una
de las más importantes líneas ferroviarias argentinas, el Ferrocarril Sur, que en 1866 conseguía
transportar solamente el 21 por 100 de la lana que, procedente del Sur, llegaba al mercado
Constitución de Buenos Aires. En México, donde la vía férrea aparece más tardíamente, el
número de kilómetros construidos hasta 1875 es inferior al millar (662), y en 1877 el transporte
por ferrocarril sigue siendo más costoso que por carro. Los ejemplos podrían multiplicarse. La
situación es, hacia 1870, similar en casi todos los países latinoamericanos: pocos kilómetros de
vía férrea y transporte caro. El resultado es que sólo las mercancías más valiosas viajan en
ferrocarril, mientras que las destinadas al mercado interior —más pobre— son enviadas, en su
mayoría, por los medios de transporte tradicionales. La innovación tecnológica, y por ende el
capital inglés que la originó, contribuyó a reforzar el latifundio como elemento central de la
economía de exportación. En cambio, se convirtió en factor de empobrecimiento y marginación
para la economía campesina. Solamente se hallaba en condiciones de hacer frente a los elevados
costes del transporte quien podía enviar grandes cantidades de mercancías; la consecuencia final
fue que la economía campesina no latifundista quedó orientada, cada vez más, hacia el mercado
interior. De cuanto hemos dicho se desprende que el capital inglés, elemento no fundamental del
desarrollo económico al principio, adquiere una relevancia cada vez mayor: a partir de 1870, la
comercialización y los servicios, que en proporción creciente dependen del capital inglés,
comienzan a apuntalar activamente la expansión de las exportaciones, acelerando así las
transformaciones que se producen en los circuitos mercantiles interiores. La rapidez con que se
infiltra el capital inglés hace indispensable un análisis que evidencie los elementos que la
favorecieron. No debemos olvidar que ya hacia 1825 había intentado penetrar en las economías
latinoamericanas, pero dicha empresa se había revelado ruinosa en aquel entonces. Hay que
considerar, en primer lugar, que pasado 1850 el capital inglés llevaba consigo las importantes
novedades técnicas arriba mencionadas —lo que no era el caso en los años veinte—, y la clase
propietaria que controlaba la cuasi totalidad de los recursos productivos percibía dichas
innovaciones como 'í- un factor de refuerzo y no de debilitamiento; para la mentalidad de la
clase dominante, las innovaciones técnicas representaban un incentivo favorable al proceso de
expansión del latifundio y de las unidades productivas mineras. Puede parecer un contrasentido
que un factor nuevo, la técnica, se asode con un factor del pasado, el latifundio, y lo fortalezca.
Pero no existe tal contradicción, puesto que el latifundio — al menos en este período y hasta
comienzos del siglo xx— no es en realidad un factor del pasado, sino un modo dé organizar la
producdón que toma en cuenta las posibilidades objetivas y concretas para combinar j» los
recursos naturales y las disponibilidades humanas. El latifundio no constituye un arcaísmo
económico, y ello explica por qué las innovadones económicas de esta época no lo destruyen.
Fueron los mismos latifundistas quienes favorederon las innovadones aportadas por d capital
inglés, sirviéndose del estado como elemento para estimular el proceso. ! Al analizar la etapa
1850-1880, así como las siguientes, los his- ¡ toriadores no han dado sufidente importanda — en
nuestra opinión— al hecho de que no fue sólo el capital inglés d que quiso difundir las
innovadones, sino que éstas fueron activamente solicitadas por la dase dominante, dispuesta
induso a hacer que d estado .*/ asumiera una parte considerable de las cargas financieras. El
17

análisis de los préstamos obtenidos por diversos estados latinoamericanos | confirman nuestras
aserciones: la expansión de las inversiones inglesas en este período se debe prindpalmente al
incremento de los mismos. Su importe asdende a 23,6 millones de libras esterlinas en 1840, y
esta cifra comprende no sólo los préstamos concedidos anterior-, mente, sino también los
intereses no pagados por los gobiernos deudores durante los años 1825-1840. A partir de los
años cincuenta, .casi todos los gobiernos latirno4 americanos deciden reconocer la deuda
exterior de sus respectivos países y negociar su consolidación con el sindicato de acreedores,
para poder recurrir de nuevo al mercado monetario en busca de f más préstamos. Algunos
historiadores han demostrado que a lo largo de este período, y paralelamente a la consolidación
de la deuda exterior, tiene lugar la reconversión de la deuda interior en exterior, operación de la
que sacaron un moderado provecho los poseedores ingleses de títulos de la deuda exterior y un
provecho enorme las oligarEL ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 4 7 i 4 8 quías
nacionales, que habían llegado a controlar casi por completo '■ la deuda pública acumulada tras
las guerras de independencia. El reconocimiento por parte del estado de todos los títulos de la
deuda pública interior significó transferir a la oligarquía un notable porcentaje de los crecidos
recursos que a partir de 1850 entraron en las arcas públicas gracias a los aranceles que gravaban
el comercio exterior en expansión. Por este medio indirecto, la consolidación de la deuda
interior vino a financiar a la clase dominante, con el fin de que se hallara en condiciones de no
sucumbir una vez iniciada la penetración del capital inglés y la incorporación de la nueva
tecnología. No nos pa- - rece casual que el retorno a la financiación exterior por parte de los
gobiernos latinoamericanos se produzca dos decenios antes de la masiva introducción de nuevas
tecnologías. Poco sabemos, sin embargo, sobre la deuda exterior, salvo que a partir de 1880
tiende a aumentar con mayor rapidez que las exportaciones. Hasta 1880, el endeudamiento de
los gobiernos latinoamericanos, sin ser excesivo, alcanza valores superiores a los de las
inversiones directas. Dicho de otro modo, para atraer una libra esterlina, los estados
latinoamericanos tuvieron que gastar al menos el doble mediante la financiación exterior —los
préstamos obtenidos en el mercado monetario de Londres— y la concesión de subsidios - -
indirectos a las oligarquías, que fue la reconversión de la deuda interior. En este período, y aun
más tarde, se observa que el aumento de la deuda exterior provoca la disminución de la interior.
Debido a ello, las economías nacionales sienten el endeudamiento del estado a través de los
envíos al extranjero para la amortización y pago de intereses de los préstamos. Así se evitaba
gravar a la clase dominante, única que disponía de capital acumulado. En última instancia, no
fue el grupo social en posesión de los factores productivos el , que sufragó el proceso para atraer
las inversiones inglesas; este peso recayó en todos los demás grupos, puesto que el estado
pagaba los intereses de la deuda exterior mediante el aumento de los aranceles sobre los
artículos exportados e importados. Si la deuda pública cambió su financiación interior por la
financiación exterior, ello no fue debido, como tantas veces se ha afirmado, a que las economías
latinoamericanas carecieran de recursos ni a que la deuda exterior y las inversiones directas
aportaran el comESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA * plemento de capital
indispensable para hacer posible el esfuerzo productivo. La verdadera razón fue que se optó por
una política económica determinada, conscientemente puesta en práctica , por las clases
dominantes. La financiación interior y exterior de las innovaciones técnicas, que reforzaban la
primacía del latifundio y de las grandes unidades productivas en el seno de la economía de
exportación, constituía un expediente necesario: la progresiva redycción de los impuestos que
gravaban directamente la producción —reducción llevada a cabo por la oligarquía en el poder—
había dejado como única fuente de re4 cursos para el estado los aranceles aduaneros, cuyo
rendimiento no ofrecía, ni a lo largo de un mismo afio ni de un año a otro, la regularidad por la
que en cambio se caracterizaba el gasto público. La financiación exterior servía de mecanismo
18

para compensar este desequilibrio. Todo cuanto hemos expuesto revela con bastante claridad
que, en el período tratado, la financiación exterior, el control del estado y las innovaciones
técnicas son los nuevos mecanismos que contribuyen a reforzar los mecanismos internos —
activos ya desde antes de 1850— para asegurar una continuidad al proceso de incremento de la
producción de artículos destinados a la exportación, según Terquería la economía internacional
de la época y particularmente Gran Bretaña, su pieza central. EL ARRANQUE DEL
PROYECTO OLIGÁRQUICO 4 9 P o la r iza c ió n so c ia l La imagen del período 1850-1880
que se desprende de los apartados precedentes es la de una economía en la que el predominio de
los elementos tradicionales impidió que el esfuerzo .productivo se (■ tradujera en la aparición
de un orden distinto. La_^ceión_dftJos-^|emaitos tradidonales que_.acompañan todo el
crecimiento económico de estos años se refleja también en la ordenación-social, en el sentido de
que ésta, en eL último tercio del siglo xrx, no presentaba diferencias sustanciales con respecto a
1850. Lo cual significa que los frutos del enqme_esfuerzo_ productiyo de estos treinta años
acabáj^~ eirm mayór parte, en manos de la dase dominante, la oligarquía. ... " Tal afirmación
contrasta radicalmente con las interpretaciones e 4. — CáRMAGNANI 5 0 ESTADO Y
SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA . de otros estudios, que sitilan-eU nido-daJa
modernización socialen ' los años , sesenta. Estas tesis mantienen, en substancia, que la
expansión jproductiva, que favoreció preferentemente a las economías de la vertiente- atlántica
de América latina, puso en marcha un-proceso innugratorio- -que- - con su impacto .en . la
estmctaraq social empujó a la sodédad.!hada„six,modernizaciónt_., Pero esta interpretación no
toma debidamente en cuenta una serie de elementos que intentaremos exponer a continuación
con el propósito de describir a grandes rasgos la estructura social de este período. Hacia 1850, la
población de América latina puede estimarse en" treinta millones de habitantes, y en cuarenta
millones treinta años más tarde. Este incremento demográfico, al igual que el que se había
producido en la primera mitad del siglo, es fundamentalmente debido a la diferencia entre
natalidad y mortalidad. El régimen demográfico que sirve de base a la ordenación social del
período 1850-1880 no ha sufrido pues variaciones substanciales con respecto a la situación
precedente. Algunos ejemplos precisos ilustrarán el estado de la demografía latinoamericana y
sus características. Al examinar el índice de crecimiento de la población en el estado brasileño
de Sao Paulo osrprende observar cómo entre 1772 y 1872' varía apenas, manteniéndose
constantemente entre el 2 y el 2,6 por 100 anual, pese a que en términos absolutos el número de
habitantes se multiplica por ocho, pasando de 100.537 en 1772 a 837.354 en 1872. El caso de
Sao Paulo posee, en nuestra opinión, un gran valor indicativo, porque no sólo es el índice de
crecimiento demográfico el que presenta una sólida continuidad en sus valores durante un siglo,
sino también los índices de mortalidad, natalidad y nupcialidad. Los únicos elementos
discontinuos en esta demografía son eíf índice de ilegitimidad de los recién nacidos, que
aumenta notablemente, y el fenómeno de la inmigración. Ésta es casi inexistente hasta 1875 y
supone más de mil nuevos habitantes por año entre 1875 y 1885. Sólo a partir de esta última
fecha la inmigración arrojará cifras de 100.000 nuevos habitantes por año o más. El caso del
estado de Sao Paulo puede parecer poco representativo, ya que permite argumentar que sin la
abolición de la esclavitud no podía haber aumento de la inmigración. Así pues, por pruP EL
ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 5 1 3 dencia, dirigiremos la mirada hacia
áreas donde la esclavitud había desaparecido ya antes de que empezara la inmigración. En
Argentina, el índice de crecimiento demográfico entre el último tercio del siglo xvm y el año
1857 se caracteriza también por su gran estabilidad, oscilando entre el 2 y el 2,7 por 100 anual
como valores extremos; la población total pasa de 200.000 habitantes a 1.300.000. De 1857 a
1869 el índice aumenta hasta un 3,4 por 100 anual, lo que eleva el número de habitantes a
1.800.000. El censo de 1869 señala que el 12,1 por 100 Se la población total, argentina es de
19

origen extranjero. Pero es sobre, todo a ^partir .de. 188 0_.cuando p se produce el fenómeno de
Ja.inmigración.masiva; el sddo migratorio de Argentina-'-saltará entonces de las 10.000-20.0.00
unidades anuales del pSríodo 1870-18¿Q_j á>las 60.000-90JfOo"deíperíodo 1880-1890. Ahora’
bien, si exceptuamos los casos de Argentina y Uruguay, donde JaHntm5raaón-Iir-
vró~para"páEar la-caréáaái de mano de obra, el esfuerzo productivo fue llevado a cabo, por
regla general, con el régimen demográfico tradicional. Ello induce a pensar que la cantidad de
horas de trabajo exigida a cada productor debió de aumentar, y que toda la mano de obra
sobrante antes de 1850 fue aprovechada a partir de esta fecha. Cuando esto no bastó, o cuando
no existía mano de obra sobrante, se buscó el indispensable comple- ? mentó a través de la
importación de esclavos negros, o cuando tampoco ésto fue posible, se hizo lo necesario para
atraer una mano de obra servil, proveniente _dé: China o> de países latinoamericanos con
mayor densidad de población. La importación de estos tipos de mano de obra encaja también en
lo AjAéTiemós"llamado régimen demográfico, tradicional. Desde antiguó, ''cuándo la economía
agotaba las posibilidades de reclutar ■. 1 mano dej3bra^marginaLo__de.
aumentar_la..cmtidad..de_.trabaio_.eagiJa _ ’ a cada jjroductor, se procedía a los traslados
internos de población, | I que actuaban como , mecanismo para completar las necesidádes;' a /
díchbs'trasiados se sumaba, en ocasiones, J a in^ortación de mano.JJy de obra^esclava= p
aervilr Tres de los principales-países-importadores d§"^kvesr&Easil>jjuba ? Paerto.Eico.
importaron a lo largo de la fase 1810-1850, en pleno estancamiento económico, cantidades casi
constantes de esclavos (353.000 durante la década 1811-1820; 449.000 en 1821-1830; 352.000
en 1831-1840 y 396.000 en 1841- 1850). Ello significa que el mecanismo de la esclavitud
encaja perfectamente en el régimen demográfico tradicional. 5 2 ESTADO Y SOCIEDAD EN
AMÉRICA LATINA Que la importación de mano de obra servil constituye un com- T plemento
de las necesidades demográficas lo demuestra el caso del Perú, donde la expansión productiva
que experimentaron el guano y el azúcar en las regiones costeras impulsó al país a abrir sus
puertas a la inmigración asiática. Entre 1859 y 1874 entraron en el Perú 87.000 chinos, que
fueron a engrosar la mano de obra de las haciendas azucareras del norte. ¿Qué representaron
estos 87.000 cbinos en el total de la población? Según el censo de 1876, constituían el 1,9 por
100 de los habitantes del Perú, porcentaje poco elevado y susceptible, como ya había ocurrido
en el pasado, de desaparecer por la gradual fusión étnica. La expansión productiva dependía
asimismo, como ya hemos apuntado, de la capacidad de atraer mano de obra no utilizada hasta
entonces y aumentar el rendimiento de la población activa. Los mé- / todos tradicionales para
lograr este último fin consistían en dismi- [ nuir la retribución a los peones y en aumentar las
prestaciones en 1 trabajo; en cuanto a la mano de obra no incorporada todavía al \ proceso
productivo, se la atraía con el señuelo del colonato o me- \ diante el anticipo de mercancías y
dinero a cuenta del trabajo fu- \ turo. La persistencia de mecanismos demográficos tradicionales
tiene Vimportancia como fundamento no sólo de las relaciones sociales de producción y de su
continuidad en este período, sino también de la estructura soaaTeh su conjunto. Significa que ño
se ha producido ninguna mutación en la estructura familiar preexistente ni en las relaciones
sociales más vastas en las que se encuentra inmersa la familia en la hacienda, en la plantación,
en la aldea o incluso en la ciudad. La ausencia- de cambios en las relaciones sociales favoreció
el proceso de fusión étnica, el mestizaje, que se configura como una de las tendencias de fondo,
pluriseculares, de las sociedades -latí- ,t noamericánas. . En los treinta años que examinamos, el
aspecto más nuevo lo constituye quizá la aceleración del proceso de mestizaje. De un modo
indirecto, lo prueba el hecho de que mientras la población total de países como México o Perú
aumenta, la población calificada de «india» permanece estable. Dado que en estos países la
inmigración es casi nula, una conclusión se impone, y es que el estancamiento de la población
calificada de india corresponde a un aumento, tanto EL ARRANQUE DEL PROYECTO
20

OLIGÁRQUICO 53 en términos absolutos como en porcentaje del total de habitantes, de la


población calificada como mestiza o mulata. El único índice demográfico que arroja valores
diferentes a los del período anterior es el de ilegitimidad, que experimenta un enorme aumento.
Sabemos que en el siglo xviii uno de los cauces más frecuentes de la fusión étnica es
precisamente la ilegitimidad, y que ésta se da con mayor profusión en los centros mineros y
urbanos; ello nos induce a pensar —pese a no disponer de datos seguros para este período— que
las ciudades y las zonas' de minería siguen siendo aún lugares donde se efectúa una intensa
fusión étnica, e incluso que también en las áreas rurales se ha acentuado el fenómeno como
consecuencia de la expansión del latifundio y la llegada de mano de obra venida del exterior. Tal
es el caso de Venezuela, Colombia y Chile; y el de Río de la Plata antes de la llegada de los
inmigrantes europeos.,

Una l de Río de la Plata antes de la llegada de los inmigrantes europeos.,

Una <fe hs consecuoiqas^dd-mestázaier-fepómenor* rayos^asjiectos sociales


predominan sobre los-étnicos, -fue la de uniformar , a las

clasesjDOpulares - en las-zonas donde la población india era escasa; por

el contrario, allí donde formaba un conjunto numeroso, la población

india tendió cada vez más a constituir el campesinado, como ya había

ocurrido, hasta cierto punto, en el período anterior. Esta creciente

identificación de los términos «indio» y «campesino» es un aspecto de

un fenómeno mucho más vasto: la marginación de la sociedad india

con miras a favorecer la primacía del latifundio.

La persistencia de los elementos sociales tradicionales por mía

parte y la falta de sólidos factores de modernización social por la

otra se hacen evidentes también en las relaciones entre campo y

ciudad. Quien piense que el desarrollo urbano tiene un valor de

modernización social en sí mismo deberá admitir, tras observar el de

las capitales latinoamericanas entre 1800 y 1875, que no se produjo

tal modernización en este caso. Resulta sorprendente comprobar que

el ritmo de crecimiento de casi todas las capitales y los principales

puertos antes de 1850 difiere poco del que experimentan entre 1850

y 1880. Sólo después de Í880 dicho crecimiento se efectúa con una

gran rapidez.
21

Entre las ciudades que con mayor lentitud ven aumentar su número de habitantes se
cuentan las ex-capitales de los virreinatos:

Lima (64.000 en 1812; 100.000 en 1876) y Ciudad de México

(180.000 en 1810; 230.000 en 1877). También es poco considerable el incremento


demográfico urbano en los países del Caribe: la

5 4 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA

población de Caracas aumenta apenas (42.000 habitantes en 1810;

49.000 en 1873), y otro tanto se puede decir de Bogotá (40.000 habitantes en 1825;
41.000 en 1870). Algo distintos son los casos de

Brasil, Cuba y Chile, países en los que el estancamiento económico

anterior a 1850 no fue tan acentuado como en otros;1 el incremento

demográfico de su población, importante a partir de 1850, no es sino

la prolongación de una tendencia que ya existía: Bío de Janeiro, con

113.000 habitantes en 1819, alcanza los 186.000 en 1854 y los

267.000 en 1872, evolución análoga a la que siguen La Habana, Santiago de Chile y


Valparaíso.

De los citados ejemplos difiere Buenos Aires, que pasa de 38.000

habitantes en 1800 a 91.000 en 1857, y que a continuación dobla

prácticamente esta cifra en poco más de un decenio, con los 178.000

habitantes en 1869. De nuevo es Argentina el país que se desvía de

la norma, como anticipando una tendencia que a partir de 1880 será

común a los demás países latinoamericanos.

Por lo que respecta al alcance del referido crecimiento, hay que

decir que siempre está exclusivamente limitado a la capital y al principal puerto


exportador, sin afectar a la totalidad de las ciudades.

La aplastante superioridad numérica de la población rural es aún en

este período, y también en el siguiente, el dato fundamental.

Fenómeno, pues, que afecta a pocas ciudades, el crecjmientqr urbano. se explica, ante
todo, por la expansión del comercio exterior y

eí consiguiente desarrollo de la red de servicios mercantiles, bancarios y aseguradores,


así como de la burocracia estatal. El cuadro
22

que ofrecen las descripciones de capitales latinoamericanas de esta

época dista de ser idílico: elevado índice de mortalidad, frecuentísimas epidemias de


tifus, viruela, difteria y otras enfermedades...

A comienzos del siglo xx, las epidemias de viruela todavía seguirán

castigando a menudo la ciudad de Buenos Aires. En La Habana, el

cólera, la fiebre amarilla, la viruela y el tifus aumentan sensiblemente

el índice de mortalidad de ciertos añós.En 1880, alrededor de 50.000

bonaerenses —un 18 por 100 de la población ciudadana— reside

en conventillos, donde la gente vive amontonada, durmiendo diez en

una habitación, violando las normas de higiene y la moral. Las ciudades resultan así
más pestilentes que el campo que las circunda.

Más que como un elemento nuevo, las ciudades de esta época se

presentan como una continuación de la estructura urbana ya existente. Sólo han


cambiado el número de habitantes y la mayor abuñdanEL ARRANQUE DEL PROYECTO
OLIGÁRQUICO 5 5

» da de ricas moradas pertenecientes a los hacendados, comerciantes y

hombres políticos. La única, industria .que se.^implanta. en, las - duda-;.

des es la construcción,:..en,,Buenos, Aires,Ha--gran-mayoríar.-de Jos. inmigrantes


italianos, portugueses o españoles trabajan en- este- ramo

como albañiles, carpinteros o-peones. Idéntica es la situación en Bío

de Janeiro, Sao Paulo y Santiago de Chile, cuyos gobiernos respectivos, imitando a la


dase dirigente, se dedican a construir nuevas sedes

para el parlamento, los tribunales de justicia, los ministerios e incluso las universidades.

Sirviéndonos de los escasos datos disponibles, hemos intentado es-

- ^ bozar un cuadro de las diferencias que pueden haberse producido en

las estructuras sociales a partir de 1850. Los resultados obtenidos

indican que las estructuras sociales del período 1850-1880 pueden

ser sintéticamente calificadas de feudales; en su seno, las relaciones entre los extremos
— el señor y el subordinado— son de tipo

mediato. Esta estructura polarizada presenta — como trataremos de

mostrar a continuación— una serie de diferencias según los países y


23

según las distintas regiones de un mismo país, y se caracteriza por

presentarse en diversas formas y no en la misma siempre. Esta variedad de formas se da


tanto en lo que concierne a las oligarquías como

a los grupos sociales inferiores.

a El haber llegado a la conclusión de que el_crecinúentp„d.emqgráfico, el mestizaje'y la


relación entre campo' y ciudadano experimentan ningún cambio profundo significa que los
mecanismos tradicionales de esta sociedad mantienen toda su vigencia. Treinta años de

expansión productiVa-'y estímulos modernizantes Tío han bastado para

descomponer la estructura social preexistente y provocar una mutación.

Sin embargo, sí se produjo un cambio significativo en la sociedad

de este período, porque es entonces cüáñdo eíñpiéza ef proceso de

¡ pauperización de las capas..spciales-inferiores. X~mén¥dó^sTha^éñalado qué la"


expansión económica se tradujo para la oligarquía en un

incremento de las rentas; que uña vez descontados los gastos, el

remanente monetario no sólo es importante sino que tiende a aumentar cada vez más.
Las suntuosas moradas que los hacendados se construyen en las ciudades y la transformación de
sus casas de campo en

verdaderos palacios proclaman esta creciente prosperidad. En cambio, las indicaciones


que nos llegan de los estratos sociales más bajos

son de signo negativo, como las frecuentes insurrecciones campesinas

i,

5 6 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA

— sobre todo entre 1850 y 1870— , protagonizadas por indios (México) o por mestizos
(Colombia).

•Este malestar social de las capas populares afecta igualmente a la

población urbana, como lo prueban las agitaciones de los artesanos

de las ciudades. La situación a la que deben hacer frente los trabajadores es la de una
reducción substancial de sus ingresos, consecuencia de la imposición de una jornada laboral más
larga sin contrapartida económica.

En conclusión, el rasgo que caracteriza la estructura social del

período 1850-1880 con relación a la del precedente es la recrudescencia de la


polarización. Cada vez es más amo el amo y más servil
24

la condición del peón, del colono, del artesano, de las capas populares en general. Se
reduce progresivamente aquel margen de libertad de que gozaban en el pasado y que
garantizaba el buen funcionamiento del sistema.

La expansión productiva hizo que se deterioraran las antiguas

r e l a c i o n e s ^ ' ’.las...cuales la explotación de las

capas populares por la oligarquía no era percibida como tal, ya que

se escondía detrás de formas paternalistas y de dominación mediata.

El período 1850-1880 señala el inicio de un irreversible proceso de

empobrecimiento de las capas populares, que necesariamente desembocará en su


proletarizadón.

La h e g e m o n ía oligárquica

Si se acepta la conclusión, expuesta en el apartado precedente,

de la persistencia de una estructura social polarizada en todas las

áreas latinoamericanas, cualquier descripción más detallada de dicha

estructura social deberá empezar con el análisis de la clase dominante,

la que hasta aquí hemos llamado con este nombre o con el de oligarquía, porque con
relación a ella se definen y se caracterizan los demás

grupos sociales.

En el contexto de los cinco primeros apartados, los conceptos de

oligarquía y clase dominante tenían un contenido exclusivamente económico, por


cuanto iban referidos a los poseedores de unidades productivas; en este sentido, también
habríamos podido emplear los

términos de dase propietaria para nombrar a la oligarquía. Hemos

mostrado asimismo cómo, mediante la cesión de una parte de sus

EL ARRANQUE DEL PROYECTO OLIGÁRQUICO 57

5 rentas a los agentes del capital inglés en particular y del extranjero

en general, la dase propietaria acaba teniendo participación en los

sectores bancario y comerdal. La diversificadón de los intereses económicos de la


oligarquía podría sugerirnos la idea de aplicarle d nombre de burguesía. Pero nos lo impide el
hecho de que el núcleo de

sus intereses permanece sólidamente andado a la tierra y que, por lo

tanto, sus ganandas no son provecho sino una renta, ya que el factor
25

que las explica y las determina no es el riesgo. Dicho de otro modo,

lo que caracterizaba Ja. burguesía —la feuropea d é l8 5 0 JT 1900— es

el espíritu emprendedor,_del que carece totalmente ía olígarquíaJatiá. noamericana'-


éstayque podría invertir en la industria, busca a través

de susJuiEmsiones.-una.renta.-£ja y. no. un proyecho. La oligarquía de

este período está cortada por el mismo patrón que la del siglo xvm;

como entonces, constituye una dase dominante agraria.

Pero no son las explicaciones de índole económica las que nos"

harán comprender las características de la dase dominante latinoamericana. Una serie de


ejemplos ayudan a captar adecuadamente la tendenda de fondo de la oligarquía, que es, como ya
hemos dicho, de

naturaleza moral: los mineros enriquecidos — chilenos, bolivianos o

mexicanos— se convierten en hacendados ya en la primera generadón. Esta propensión


no es exdusiva de los mineros; la hallamos

k también en los políticos, y la política es, como demuestran las guerras dviles, una de
las vías posibles para convertirse en hacendado.

A la fascinadón ejerdda por el latifundio no escaparon siquiera los comerdantes


extranjeros. Estos, cuando se enriquecen, son

admitidos por cooptación en la dase dominante y se transforman rápidamente en


hacendados. Las biografías de los Parish y los Bunge

en Argentina, los Gildemeister en Chile y otros muchos dan fe de

esta evolución.

La constante proyección de los grupos sodales emergentes hacia

« Ia hadenda no se explica en exdusiva por las cuantiosas ganando

que proporciona ni porque la relación campo-ciudad en este contexto

social y económico sea favorable al primero. En nuestra opinión, la

hadenda constituye d elemento básico a partir del que se organiza

el poder sodal —y no sólo social— de la oligarquía, mientras que

el resto — participación en los sectores bancario, comercial, etcétera— se reduce a


mero complemento, pues únicamente la hadenda,

al conferir dominio sobre los hombres, otorga aquel prestigio que

nunca poseerá el comerciante.


26

5 8 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMERICA LATINA

El interés por la hacienda no es pues de índole estrictamente

económica ni presupone.un apego sentimental al campo; su naturaleza

es mucho más profunda. No existe una diferencia fundamental entre

el oligarca qué posee varias haciendas, amén de participaciones en

otros sectores económicos, y el que sólo es dueño de. una hacienda; '

pero sí existe dicha diferencia fundamental entre un oligarca y un

comerciante, aun cuando sus ingresos o sus fortunas sean similares.

Ello nos permite precisar que el término se revela como verdadero

sinónimo de hacendado es el de oligarca, y no el de gentleman-farmer,

como creen los viajeros ingleses de la época.

El que la clase dominante sea una dase rural tiene enormes repercusiones sociales. La
más importante es que el modelo a partir

del que se desarrolla la reladón entre clase dominante y las demás

capas sociales es el de la clientela, basado en el binomio patronclient. La subordinación


del mundo urbano al rural queda patente en

la persistenda de dicho modelo de relación en las dudades. Basta con

recordar la costumbre que guardan los hacendados peruanos y bolivianos de hacer venir
de las hadendas el servicio doméstico.

El mecanismo clientelar, sobre el que aún faltan estudios concretos, es el que permite el
dominio incontestado de la oligarquía, tanto

en el campo como en la ciudad. Se ha sostenido que la hacienda representa la célula de


la vida social en su conjunto; al examinarla, se encuentran en ella los elementos que caracterizan
el mecanismo clientelar. En las hadendas mexicanas, por ejemplo, la organización del

trabajo es sumamente“ jérárqüizáda, y el personal se divide en dos ca:

tegoríasT'éinpleados' de confianza y peones. Los primeros, además de

estar vinculados al hacendado por un contrato de trabajo oral, lo

están también por lazos de compadrazgo, de parentesco social. Existe

asimismo, siempre en las hadendas de México, una neta distindón

entre los trabajadores permanentes —llamados realeños— y los temporeros, hasta tal
punto que a los primeros se les consideraba «hijos
27

de la hacienda» y gozaban de una serie de privilegios.

Esta diferenciadón en d interior dèi latifundio, reveladora de las

discriminaciones sociales, se da también en un latifundio tan distinto

en apariencia al mexicano como es el de Chile, donde la figura social

del inquilino — a medio camino entre el colono y el peón— empieza

a escindirse entre 1830 y 1870 para dar lugar a dos personajes tratados de modo
desigual: el inquilino a pie y d inquilino a caballo;

este último redbe mayor cantidad de tierra a cambio de sus jornaEL ARRANQUE DEL
PROYECTO OLIGÁRQUICO 5 9

% das laborales. Al mismo tiempo, se establece una dara distindón

entre inquilinos —mano de obra permanente— y migrantes —m ano

de obra temporera.

En los países que todavía no han abolido la esclavitud, como Brasil y Cuba, la situación
es semejante; aun siendo esclava, la mano de

obra permanente redbe un trato más favorable que la complementaria, formada de


colonos, braceros estacionales y aparceros libres.

Hemos dicho que la organización d d trabajo es reveladora de la

reladón clientelar que existe entre el' oligarca y quienes dependen

de él. Los dos extremos de la estructura social, el hacendado y el

s- peón, mantienen una relación de tipo mediato, no inmediato: la

mano de obra está a las órdenes de los empleados de confianza, los

cuales, a su vez, deben obedecer las del hacendado.

¿Hasta qué punto es lícito afirmar que esta reladón clientelar

fondona también en las dudades? Los mejores estudios disponibles

dan casi por descontado que la ciudad es moderna, o por lo menos

que los aspectos arcaicos que presenta están en vías de extinguirse.

Sin embargo, cuando intentamos averiguar cuál es la forma de organizadón más


avanzada, la más moderna, hallamos que la constituyen

las sociedades de socorro mutuo, entre las cuales las más potentes

son las que agrupan a los artesanos. ¿Qué representan estas socieda4 des de socorro
mutuo y los gremios sino una forma de autodefensa
28

en las rdadones con los restantes grupos sodales y en especial con la

dase dominante? A diferenda del mundo rural, el mundo urbano

ofrece, aunque muy restringida, una posibilidad, si no de escapar a

las reladones clientelares, por lo menos de reducir su intensidad. Posibilidad, empero,


limitada a las capas populares, que en su lucha

para no caer bajo la dominación de la oligarquía y para evitar la

pérdida de sus medios de producción consiguen crear formas de organización


independientes del sistema clientelar.

i Para los grupos sociales compuestos por los funcionarios, administrativos, empleados
de banca y de comercio, la situación es muy

distinta. Ellos no constituyen una clase, y el mecanismo que en

cierta medida los coagula socialmente es precisamente el de la clientela, que, a


diferencia de lo que ocurre con las capas populares rurales, tiene en su caso un carácter directo.
Este tipo de relación se

basa en la adhesión del empleado a las directivas del oligarca y en su

aceptación, como valores propios, de los modelos de vida y de comportamiento que le


ofrece la oligarquía. Por otra parte, no hay que

60 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA

disociar el funcionamiento de la clientela como mecanismo social de

su utilidad como mecanismo político; por el hecho de ser electores,

los empleados, administrativos y funcionarios constituyen la base

social que legitima el sistema político oligárquico.

El sistema clientelar aparece, por consiguiente, como el mecanismo gracias al cual la


oligarquía consigue extender su dominio sobre

el entramado-social. en su conjunto, a escala local, regionaLy nacionpL-La posición


dominante de la oligarquía es consecuencia de su

enorme poder económico, así como del poder político que determina

su monopolio del estado. Uno y otro constituyen los- elementos


fundamental€Í^dé^su”hegemonía social.

Otro poder que la oligarquía tiene en sus manos es el poder cultural, del que se sirve
para reforzar su preeminencia social. No hay

queTolvidar que hacia 1880 más de los dos tercios de la población


29

total de cualquier país latinoamericano era analfabeta. Es más, si observamos el caso de


Argentina veremos que aún en 1890, cuando

su población es de 3.500.000 habitantes, solamente tiene 4.000 alumnos inscritos en las


escuelas medias y 963 estudiantes en las -distintas universidades. Similar, si no peor, es la
situación en otros países

latinoamericanos, más atrasados que Argentina en este aspecto.

El exiguo número de personas inscritas en las universidades y escuelas superiores


demuestra que el acceso a la cultura está reservado

a los retoños de la oligarquía, con lo cual, naturalmente, todos los

cargos superiores del poder ejecutivo, legislativo y judicial permanecen en manos de la


dase dominante, sobre todo en las áreas urbanas

donde, como hemos dicho más arriba, existen tendencias que amenazan con destruir los
lazos clientelares. .

El aumento del poder social de la oligarquía, que corrió parejas

con el empobrecimiento de las capas populares y la expansión d d

grupo compuesto por los empleados, administrativos y fundonarios,

no se tradujo en una progresiva modernizadón de las estructuras de

la sociedad, sino en una consolidadón de las existentes.

Durante el último, terdo .del siglo xix, la oligarquía vivió su

edad de oro. Ningún veto obstaculizaba su hegemonía; ejerda su

dominio sobre todos Íos..grupqs_sociales, en el campo y en la dudad,

llevaba las riendas del poder político y del poder cultural sin oposición de ningún tipo,
y, de acuerdo con el capital inglés, también las

del poder económico. Sus .moradas urbanas se habían-convertido en

verdaderos palacios, y lo mismo estaba ocurriendo con sus propieEL ARRANQUE DEL
PROYECTO OLIGÁRQUICO 61

dades rurales. Nuestra impresión es que el momento de máximo esplendor de las


oligarquías latinoamericanas no corresponde a la época

colonial, cuando había mecanismos de poder que la oligarquía no

manejaba a su antojo y que podían disputarle el predominio, sino

al siglo xix, y más concretamente, al período que tratamos.

Los mecanismos descritos, que garantizaban la dominación de la


30

oligafc^"loK ^ o i^ $S^K ^rgm pos sociales, no podían im pedirsin

emb^gb^dqs^leyantamientos populares — como los que protagonizaron los artesanos


durante el gobierna de Mosquera en Colombia— ,

de campesinos indios — como la guerra de castas en Yucatán— o de

grop5s^^^m G ^I% }a35s75r m ^ f f l '^ a ^ 3 e ' la guerra civil de

1851—éñ“Chñe— En estos casos, la represión no tardaba en manifesfarséTcon ia


llegada del ejército. El gasto público destinado a las

fuerzas armadas es en este período, como también en el precedente,

muy elevado: se les asigna más de un tercio dél presupuesto del

estado, con el fin primordial de contentar a los diversos mandos regionales para que
defiendan al gobierno central como representante

de todos los grupos oligárquicos del país y mantengan la pax oligarchica.

La imagen' que hemos dado de la oligarquía es la de.una clase

que ejerce su supremacía en un contexto social sin contradicciones

internas ni externas. Pero esta imagen encubre dos elementos de novedad, porque la
oligarquía se caracteriza, en tanto que clase dominante, por dos fenómenos capaces, al menos en
potencia, de dar

origen a contradicciones: la diferenciación social y la diversificación

económica entre sus miembros.

Dado que estos dos fenómenos se manifestarán en toda su plenitud pasado 1880, los
analizaremos más adelante. Basta, por ahora,

con precisar los conceptos. Llamamos diversificación social al proceso que hace que, en
el seno de la oligarquía, convivan familias con

muy distintos ingresos. Por diversificación económica entendemos la

progresiva participación de la oligarquía, o de parte de ella, en actividades económicas


no relacionadas con el latifundio, aunque siempre sin renunciar a éste.

Esta descripción pasa por alto las diferencias entre unas zonas

de América latina y otras, diferencias que sin embargo existen indiscutiblemente: la


oligarquía mexicana parece muy distinta —y es

más rica— que la del Paraguay; la argentina difiere de la chilena y es

más cultivada; la brasileña no es igual que la cubana ni tan retrógrada.

6 2 ESTADO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA


31

Otrosí, tenemos la impresión de que el grado de hegemonía logrado por la dase


oligárquica no es exactamente el mismo en todas

partes. La oligarquía ecuatoriana de este período nos recuerda mucho

más a la de 1800 que la argentina.

Y aún existe otro fenómeno que no debe subestimarse si se

quiere averiguar las diferendas entre oligarquías: el del posible desplazamiento del área
de mayor dinamismo en el interior de un mismo

país. El caso del Brasil es sumamente ilustrativo, puesto que su reinserción en d


comercio internacional generó la prosperidad de la zona

de Sao Paulo-Santos, dejando en segundo término la tradidonalmente más rica de Río y


el nordeste, lo cual provocó repercusiones en

la dase dominante, como lo prueba la mutadón institucional del país,

con d fin del imperio y la prodamadón de la república. Ahora bien,

este desplazamiento del área económica no provoca ningún cambio en

la estructura: cambian los apellidos de los oligarcas, cambian los productos, cambian
formalmente mucbas cosas, pero sobreviven los

mismos modos de rdación y convivencia sodal, de cooptación de

los nuevos ricos por la oligarquía, de dominadón oligárquica sobre las

capas populares. Entre la oligarquía del café de Sao Paulo y la del

azúcar del nordeste, las diferencias son más aparentes que reales.

Induso en países que, como México, habían sufrido durante el

período precedente las fechorías de Santa Anna u otros caudillos

mientras la oligarquía parecía haberse eclipsado, el cambio es mínimo. El más


importante se reduce a la substitución de los uniformes

militares por la ropa a la moda de Londres y París.

Lo expuesto hasta aquí patentiza la carenda de un fundamento

histórico concreto de que adolecen las hipótesis que suponen la existencia de una
burguesía en formación durante este período. Dichas

hipótesis se basan, probablemente, en una interpretadón del proceso

de diversificación de la oligarquía, inidado en este período. Pero,

como veremos más adelante (capítulo 2, pp. 108 ss.), tal proceso no
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trajo como consecuencia la formadón de una nueva dase que pudiera

reivindicar la hegemonía sodal

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