Dinámicas de La Iglesia Del Primer Siglo
Dinámicas de La Iglesia Del Primer Siglo
Dinámicas de La Iglesia Del Primer Siglo
En esta clase, abordaremos las dinámicas y actividades en las que está centrada la
iglesia del primer siglo comprendiendo que es una iglesia es embrionaria. Esto quiere
decir, una iglesia naciente. Por lo tanto, estudiaremos sus dinámicas de vida desde su
sustancia y no desde su forma, ya que debemos entender que la iglesia ha crecido y
cambiado durante el tiempo, pero ha permanecido en su sustancia.
I. COMUNIÓN
Hechos 2:44-47
“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y
vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de
cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las
casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo
favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser
salvos”.
● Porque cada uno ocupa un lugar de privilegio en el Cuerpo de Cristo y cada uno
tiene algo de bendición para aportar y compartir. 1 Corintios 12:14-18.
● Los máximos logros los consiguen aquellos que permanecen unidos con un
propósito en común.
“Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.”
Isaías 43:7
“A fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente
esperábamos en Cristo.” Efesios 1:12
Por esta razón es que el apóstol Pablo nos instruye a que nos exhortamos unos a
otros, “[…] cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y
cánticos espirituales.” Colosenses 3:16
“Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por
sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando”. Hechos 12:12
Además, podemos probar un poco de la atmósfera del cielo donde los ancianos lanzan
sus coronas al piso y los ángeles dicen “Santo, Santo, Santo” sin descanso. Esa es la
realidad de la adoración del Nuevo Testamento.
El rol de la iglesia va mucho más allá que solamente llevar a las personas a una fe
salvadora. La iglesia tiene el llamado de nutrir, madurar y/o perfeccionar a los
creyentes en su fe.
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16-17
Nos amamos, nos exhortamos, nos corregimos y reprendemos. Todo esto con el
propósito de crecer, como hijos de Dios individuales y como expresión local del cuerpo
de Cristo, en unidad y madurez.
Jesús envió a sus discípulos a “hacer discípulos de todas las naciones”, como leemos
en Mateo 28:19: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Esto incluye esfuerzos por
alcanzar a la comunidad inmediata de la iglesia local, es decir, todos los grupos y
personas con los que la congregación se relaciona o puede relacionarse sin
intermediarios – familiares, compañeros de estudio, compañeros de trabajo, amistades,
vecinos, etc.
Evangelismo
Llevamos a cabo la obra del evangelismo a través de ser intencionales en salir de las
paredes de la iglesia y establecer relaciones misionales significativas. Los creyentes de
la Iglesia primitiva no se encerraron como una comunidad sectaria impenetrable y
exclusiva. Ellos continuaron estableciendo relaciones misionales significativas,
basadas, por una parte, en un buen testimonio. Dios les dio el favor necesario para
alcanzar a las personas. Hechos 2:47
Misiones
Más adelante en el relato del libro de los Hechos, vemos a Pablo, Silas, Bernabé y
otros viajando en misión; y aunque no vemos a los miles de creyentes que forman parte
de la Iglesia en estos viajes, si los vemos sosteniendo, contribuyendo, hospedando y
cuidando a los enviados. Sin duda esto es lo más común que veremos y en lo que
podemos participar para impactar o influenciar la comunidad global. Hechos 13:2-5
Obras de Misericordia
(Mat 22:36-40)
Es necesario comprender que no podemos hacer la una sin la otra: no podemos amar a
Dios, sin amar a nuestro prójimo. En la Biblia, se hace obvio cómo el corazón de Dios
se mueve hacia el necesitado. Aun cuando vemos un énfasis en dar bienes materiales
a aquellos necesitados dentro de la iglesia (Hch 11:29, 2 Cor 8:4, 1 Jn 3:17), hay
también un ejemplo, llamado y valor misional, en extendernos al necesitado como un
acto de amor y evangelismo.
Jesús no sólo sanó a aquellos que le aceptaron como el Mesías. El apóstol Santiago
luego nos llama a mostrar nuestra fe, por medio de nuestras obras (Sant 2:15-18),
recordándonos que sirve de poco desear paz a alguien sin ayudar a proveer para sus
necesidades.
Y Jesús va más allá cuando dice que debemos servir y amar también a nuestros
enemigos, a los impíos o aquellos que nos persiguen. Nuestro ministerio de
misericordia es también hacia ellos, porque el Señor también quiere que ellos sean
alcanzados por su amor y gracia. Aunque la Biblia se refiere primeramente a la ayuda a
los creyentes (Gal. 6:10), también abarca a los que no son creyentes. Ella nos enseña
a ayudarlos, aunque ellos no respondan con gratitud, ni reciban el mensaje del
evangelio.
El mensaje principal es que nosotros imitemos a Dios y al propio Mesías que no sanó
solamente a los que lo aceptaban, sino que extendió su amor sobre cada uno.
En la tarde cuando fue traicionado, mientras Jesús estaba comiendo con sus
discípulos, tomó un poco de pan y dijo, «Éste es mi cuerpo dado para ustedes; hagan
esto en memoria de mí» (Lucas 22:19). Ellos comieron un pedazo de pan. Cuando
nosotros participamos en la Cena del Señor, cada uno come un pedazo de pan en
memoria de Jesús.
La crucifixión de Jesús tiene una importancia continua en todos quienes han tomado
una cruz para seguirlo. Continuamos participando en su muerte y en el nuevo pacto
porque participamos en su vida.
Leer (1ª Cor. 10:16). Por medio de la Cena del Señor, mostramos que compartimos en
Jesucristo, comulgamos con él, estamos unidos a él.
El Nuevo Testamento habla de nuestro compartir con Jesús en varias formas.
Compartimos su crucifixión (Gal. 2:20; Col. 2:20), su muerte (Rom. 6:4), su resurrección
(Efesios 2:6; Col. 2:13; 3:1) y su vida (Gal. 2:20). Nuestras vidas están en él y él está
en nosotros. La Cena del Señor simboliza esta realidad espiritual.
Juan 6 da un cuadro similar. Después de que Jesús proclamó ser el «pan de vida»,
dijo: «Quienquiera que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré el último día» (v. 54).
La Cena del Señor también nos recuerda el futuro, el retorno de Jesús. pan y vino son
prototipos de lo que será la más grande celebración de victoria en toda la historia.
Tres escritores del Evangelio nos señalan que Jesús dijo: “Les digo que no beberé de
este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el
vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mateo 26:29; Lucas 22:18; Marcos14:25). Siempre
que participemos, recordamos la promesa de Jesús. Habrá un gran banquete
“mesiánico”, un «Banquete de boda”, de celebración. El pan y el vino son prototipos de
lo que será la más grande celebración de victoria en toda la historia. Pablo escribió que
«Siempre que se coma este pan y beba esta copa, se proclama la muerte del Señor
hasta que él venga» (1 Cor. 11:26).
e) Somos estimulados hacia Dios y las buenas obras (Heb 10:24-25) – Ministerio
hacia Dios, creyentes y el mundo.