Tema 2 Evita La Codependencia
Tema 2 Evita La Codependencia
Tema 2 Evita La Codependencia
EVITA LA CODEPENDECIA
En el liderazgo existe el peligro de que, con el paso del tiempo, surja cierta codependencia en algunas de estas
relaciones saludables de líder y liderado. Muchas veces alguien necesitara hablar con usted, necesitaran su consejo,
necesitaran su sabiduría. Por eso, para evitar la presión y ansiedad resultantes de no poder satisfacer cada una de estas
necesidades debemos recordar que Dios – No – Me – Necesita.
A veces son sus ovejas quienes deciden que si se reúnen con usted encontraría libertad de ese pecado. En ocasiones
somos nosotros: nos convencemos de que somos los únicos que podrían ayudar en ciertas situaciones. De cualquier
forma, estas malas hierbas de la codependencia deben arrancarse o se convierten en una amenaza que distorsionan el
verdadero propósito de liderar: cultivar dependencia en Cristo.
Es difícil creer que una relación de líder y liderado bien intencionada pudiera convertirse en algo poco saludable, pero
sucede. La codependencia puede entrar poco a poco y sin previo aviso y hacer a Cristo a un lado.
Señales de desvío
¿Cómo puede convertirse en algo incorrecto, el deseo de darse a la vida de alguien más, por amor al Evangelio?
Ciertamente que no hay nada malo en este deseo. Pero si no somos de espíritu sobrio y alerta, nuestros corazones,
proclives a descarrilarse junto con nuestro astuto enemigo-disfrazado-de-ángel-de-luz pueden distorsionar el buen
diseño de Dios (1ª Pedro 5:8).
¿Cómo puedes darte cuenta si una relación de mentoría está comenzando a desviarse hacia la zanja de la
codependencia? A continuación, algunos indicadores:
1. Fomenta un sentido de exclusividad y posesión: No hay nada de malo en sostener encuentros uno a uno, con una
oveja. Pero si nuestra seguridad depende de la relación de liderazgo, puede hacerse tan fuerte que nos volvamos
posesivos (él es mi mentor/él es mi discípulo) y de exclusividad (no se permite a nadie más en nuestro círculo). ¿Cómo
puedes saber si esto es lo que está sucediendo? Si te sientes celoso cuando las personas bajo tu cuidado pasan tiempo
con alguien más, hay un problema. Recordemos que, si bien Jesús abordaba las necesidades individuales, con frecuencia
se encontraba entre Sus doce discípulos, o alrededor de tres de ellos, Pedro, Santiago y Juan.
2. El discípulo crece en codependencia del líder, no de Cristo: Por supuesto que es más fácil ir a una persona que pueda
darte una respuesta en lugar de aprender a crecer en sabiduría y discernimiento. Es más fácil apoyarse en el conjunto de
habilidades de una persona que puedes ver, que trabajar en desarrollarlas en ti mismo. Pero la meta del liderazgo es
modelar y cultivar dependencia en Cristo, no en otra persona. Si con el tiempo, nos sentimos en más necesidad de
nuestro líder que de Cristo, algo no anda bien.
3. El líder disfruta sentirse necesitado en lugar de preocuparse por esa codependencia: Seamos honestos: saber que
alguien nos necesita, puede hacernos sentir bien. especialmente cuando se trata de que “tú eres espiritual y te admiro.”
Puede resultar difícil reconocer que estamos yendo a la cisterna rota de “me siento valioso cuando otros me necesitan,”
pero haremos bien en estar alertas para que nuestro corazón no caiga en esta tentación. Si nos damos cuenta que
alguien cree necesitarnos para sentirse bien, deberíamos preocuparnos –en lugar de sentirnos satisfechos.
Los cristianos más experimentados y en especial los lideres en la iglesia, tienen mucho que ofrecer a quienes apenas
comienzan. La pregunta es, ¿qué está ofreciendo este cristiano experto? ¿a si mismo?, o ¿a Cristo?
Tomemos el ejemplo de Juan el Bautista. Consistentemente ofrecía a Cristo a quienes lo seguían. Verdaderamente
personificaba la profecía acerca de sí mismo en Isaías 40:3: Una voz clama: Preparad en el desierto camino al SEÑOR;
allanad en la soledad calzada para nuestro Dios.
Juan vivió, habló y actuó de manera tal que gritaba “Yo no soy el Cristo, pero sé quién es.” Él preparó los corazones para
ir a Jesús y seguirlo. En Juan 1:35-37, lo vemos modelando una de las más puras y simples formas del discipulado:
Al día siguiente Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos, y vio a Jesús que pasaba, y dijo*: He ahí el Cordero de
Dios. Y los dos discípulos le oyeron hablar, y siguieron a Jesús.
Juan dedicó toda su vida a dirigir las miradas a Jesús. Él era un experto en llevar a sus discípulos a seguir a Jesús, no a sí
mismo. Tanto así que algunos de sus discípulos se preocuparon por el declive en el ministerio de Juan:
Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien diste testimonio, está
bautizando y todos van a Él.
La respuesta de Juan a su preocupación nos brinda tres principios para servir como lideres.
“Vosotros mismos me sois testigos de que dije: "Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de Él." (Juan 3:28)
Como Juan, necesitamos estar profundamente conscientes de que no somos el Salvador del mundo. Aunque ésta
parezca ser una verdad bastante simple que afirmamos en nuestra mente, nuestras acciones con frecuencia nos
traicionan, ¿Con cuánta frecuencia actúas con la mentalidad de que “Si yo no _______, nadie más lo ___”? ¿Crees ser la
única persona con los dones y capacidades para ayudar? ¿Te cuesta trabajo decir “no” porque temes lo que pueda
suceder si no ayudas?
Dios no nos necesita. Él es un Salvador suficiente para nosotros y para quienes nos rodean. No somos el Mesías, y es
bueno que testifiquemos de esta verdad cuando otros comienzan a acercarse a nosotros como si lo fuéramos.
2. Conoce tu trabajo
“El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con la voz del
novio. Y por eso, este gozo mío se ha completado.” (Juan 3:29)
Jesús es el Novio. La iglesia es Su Novia. Y Juan se veía a sí mismo simplemente como un amigo del Novio que se
regocijaba en ver la unión del pueblo de Cristo con Cristo mismo. Su trabajo era preparar los corazones para unirse a
Cristo, para apuntar al pueblo de Dios a Su Novio, su verdadero Esposo.
En el liderazgo, nuestra meta no es crear mini-yo ni asegurar mis propios seguidores. Mi meta es consistentemente
dirigir a aquellas personas en mi vida hacia su Novio celestial y regocijarme en su creciente dependencia en Él.
También soy parte de Su Novia, lo cual significa que en ocasiones los discípulos que ayudo a formar se pueden convertir
en los que me dirijan hacia Jesús, cuando me desvíe. Eso me ayuda a recordar que no soy superior a nadie.
3. Conoce tu meta.
La meta de Juan nunca fue que su ministerio ni su propia influencia crecieran, sino acentuar y expandir el ministerio de
Cristo. Ésta no era una meta opcional; era algo obligatorio: “es necesario que Él crezca y que yo disminuya.” Haremos
bien en emular a Juan en esto. Es imperativo que aquellas personas a quienes influenciamos vean a Cristo cada vez más
y más grande. En cada encuentro con ellos, debemos disminuir bajo la sombra de Cristo.
Nuestras acciones no deben comunicar “si me necesitas, corre hacia mí” sino “necesitas a Jesús, ¿corre hacia Él”?
Estas relaciones de liderazgo son demasiado preciosas e importantes para permitir que la codependencia enfermiza las
infecte. Luchemos por mantener un liderazgo Cristo céntrico.