Cap 3 ParticipaciónSocial

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Capítulo iii.

LA PARTICIPACIÓN SOCIAL.
La participación social se entiende hoy como un suceso de construcción de
nuevos espacios sociales; es la movilización de agentes, colectividades y co-
munidades que insisten en su derecho a la democracia y a la intervención en
la toma de decisiones políticas, en los organismos de gobierno, en organiza-
ciones no gubernamentales y de la sociedad civil. Ello constituye la presencia
en la esfera pública para reclamar autonomía, demandar cambios y exigir la
participación que define y marca su destino en la sociedad.

La participación social es entendida como la capacidad que tiene la sociedad


civil para actuar y ser un agente activo en la toma de decisiones de las políti-
cas públicas de las naciones, territorios, comunidades y otras, siempre a tra-
vés del fortalecimiento de colectivos, redes sociales, movimientos de género,
de etnias, de grupos culturales que empoderan su voz y sus actuaciones en
función de los procesos de transformación sociocultural.

Esa actividad de los ciudadanos en la toma de decisiones respecto al manejo


de los recursos y las políticas económicas y sociales que tienen un impacto en
el desarrollo de sus comunidades, es esencialmente el genuino derecho de los
pueblos y no una concesión de las instituciones. Pero la participación social
requiere de un marco legal y de mecanismos democráticos que propicien las
condiciones para que las colectividades organizadas hagan sus propuestas,
exigencias y expectativas a todos los niveles de gobierno (López M., 2014).

En la región Caribe, caracterizada como una de las regiones más pobres, pero
integrada por pueblos llenos de historia, de ideologías, discursos e imagina-
rios diversos y de una específica trayectoria en el tiempo y el espacio, surge la

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necesidad impostergable de una sociedad civil que participe en las decisiones


políticas de los países y territorios, tanto en las problemáticas ambientales
que tanto afectan a las poblaciones, como en las situaciones de pobreza,
exclusión y marginalidad presentes en sus comunidades.

Si bien en la región se busca la integración desde los organismos supranacio-


nales que se han creado, las comunidades, los actores y agentes sociales de
base no ocupan un sitio allí que le otorgue representatividad para la toma de
decisiones, así como para la inspección de los procesos económicos, políti-
cos, sociales y ambientales que, sin un adecuado desarrollo, seguirán vulne-
rando sus derechos humanos. La participación “es, en sí, un concepto y una
práctica en disputa, y refleja la dinámica de conflictos y contradicciones de un
momento histórico de una sociedad dada” (Santos, Saito, 2006, p.9).

El hombre, desde sus orígenes, vive agrupado con sus iguales para realizar,
hacer cosas y afirmarse a sí mismo; por eso, la participación es inherente a
la naturaleza social del hombre y el camino natural para que este canalice su
tendencia innata a unirse en la creación de múltiples proyectos que enriquecen
la vida social, cultural, económica y política. Todas las personas participan en
la sociedad: país, territorio o nación, familia, grupos, comunidad, en el trabajo,
en la lucha política y en otras áreas de la vida social.

La participación siempre acompañó en mayor o menor medida las formas


históricas de la sociedad, pero en la actualidad se distingue una tendencia
mundial a intensificar los procesos participativos porque existe un gran des-
contento en los grupos y comunidades que se encuentran marginados de los
asuntos que interesan a todos, mientras unos pocos deciden por las grandes
mayorías. El gran reto en un contexto de asimetría entre los actores sociales
es encontrar la forma de priorizar las necesidades colectivas, colocándolas
por encima del interés individual.

Por otro lado, existe un reconocimiento de la necesidad política de la partici-

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pación, porque las estrategias muy centralizadas han fracasado en la movili-


zación de recursos económicos y en el desarrollo de iniciativas propias para
adoptar decisiones en el nivel local. La participación social hoy día constituye
uno de los caminos más favorables para enfrentar los graves y complejos pro-
blemas de las regiones; no es un fin en sí mismo, es un medio que facilita la
interacción con otras personas, la autoexpresión y el placer de crear y recrear
las cosas. Por eso, en una sociedad donde se promueven procesos participa-
tivos se logra desarrollar a plenitud el potencial del ser humano.

Esta reflexión sitúa, de forma clara, el papel de la participación en el desarrollo


social y refuerza la necesidad de acompañarla de un conocimiento profundo
acerca de lo que es, de sus grados y niveles, de sus condiciones, su dinámica
y sus herramientas, para actuar en la realidad social.

La participación puede definirse como un proceso de intervención popular que


alcanza su autenticidad en la toma de decisiones; lo que significa que los gru-
pos o comunidades de que se trate, toman iniciativas y afirman su autonomía
para llevarlas a la práctica.

Este concepto asume la participación como un proceso activo, que entraña


distribución de poder en la sociedad y privilegia la expresión micro-social, en el
marco de un grupo, comunidad, territorio nación o país concreto.

De este modo la participación constituye un poder compensatorio para afron-


tar las formas de poder ya establecidas en cada marco determinado y genera
estrategias de supervivencia frente a las políticas de gobierno que no privile-
gian el equilibrio social.

La participación facilita el crecimiento de la conciencia crítica de la población,


aumenta su poder de reivindicación y la prepara para ganar más poder en
la sociedad a fin de conformar una fuerza política, cultural o económica de
influencia.

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Esta concepción afirma su carácter multidimensional, que debe ser interpreta-


do en diferentes planos y no solo como una magnitud para el desarrollo.

La participación ofrece una noción muy cualitativa, vinculada a la intervención


en beneficio del desarrollo, pero también, al ejercicio de la política, a una rela-
tiva autonomía de los grupos populares organizados en relación con los pode-
res del Estado, autonomía que implica un aumento del grado de conciencia de
los ciudadanos para asumir la autodeterminación, el control de la autoridad y
el fortalecimiento de la legitimidad del poder público, cuando este no responde
a las necesidades reales de la población.

LA PARTICIPACIÓN COMO PROCESO


La participación no consiste en la recepción pasiva de los grupos sociales,
sino en la intervención activa de su construcción. Es un proceso colectivo de
transformación donde los diversos sectores se incorporan a la vida social por
derecho propio, conquistando una presencia decisoria en la producción, distri-
bución, consumo, vida política y recreación cultural (Cembranos, Montesinos
& Buselo, 1997).

La experiencia recogida en los movimientos de participación social muestra


que estos tienen una dinámica permanente con diferentes niveles de expre-
sión, que, en todos los casos, requiere de la existencia de necesidades y/o
de una situación conflictiva y problemática que necesita solución: necesidades
relacionadas con la recreación, carencia de empleo, discriminación racial y so-
cial, deterioro del medioambiente, exclusión de la cultura, ineficiencia y caren-
cia de los servicios públicos, deterioro de los aspectos jurídicos, marginación
política, y otros.

La existencia de problemas concretos que afecten significativamente a indi-


viduos, grupos y comunidades, la disposición de estructuras grupales y la
actuación sistemática de las comunidades, en su intención por modificar y

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transformar los estilos de su vida cotidiana, constituyen componentes claves


de la participación, que los podemos resumir expresando que esta posee un
carácter activo procesal, necesita de una base orgánica, procesos de organi-
zación y líderes capaces de extender y amplificar la voz y la acción que debe
ser recepcionada por los órganos de poder político.

La participación como proceso social consta de un conjunto de fases que, en


su evolución y formas de manifestación, están influidas y determinadas por
factores económicos, políticos, sociales, ideológicos, históricos y culturales.
Por eso, su puesta en marcha implica procesos psicológicos y sociales, en los
cuales las necesidades significativas ocupan un lugar jerárquico.

Los procesos participativos necesitan estar presentes en los múltiples esce-


narios de la vida social de los grupos sociales del Caribe, tanto como objetivo
de reivindicación socio-económico como medio de transformación política y
democrática; implican una postura y un ejercicio dirigido a la construcción de
ciudadanos comprometidos con su realidad histórico-concreta.

LA MICROPARTICIPACIÓN Y LA MACROPARTICIPACIÓN
El proceso de participación se da a nivel micro y a nivel macro. El hombre
participa en los grupos primarios como la familia, el grupo de amigos, la ve-
cindad, las asociaciones, los sindicatos, los partidos políticos y movimientos
comunitarios de base.

La microparticipación es aquella que ocurre a través de la asociación volun-


taria en grupos para llevar adelante una actividad común, dirigida al logro de
determinados objetivos que reclama la sociedad civil para rescatar los desti-
nos de sus vidas.

El nivel macro implica una visión más amplia; la sociedad global no es solo
el conjunto de asociaciones y grupos. El ciudadano, el hombre y la mujer,

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además de participar en el nivel micro, también participan en el nivel macro


cuando intervienen en procesos sociales, económicos y políticos que se dan
en la sociedad como un todo. La macroparticipación incluye la intervención de
órganos de gobierno, organizaciones nacionales o supranacionales en proce-
sos dinámicos que se dirigen a modificar la sociedad; también participan gru-
pos y comunidades mediante estructuras institucionales locales o regionales.

Conviene establecer y definir líneas que concreten el proceso de participación


en el desarrollo de la gestión cultural y en el desarrollo comunitario, de modo
que no se confunda hacia dónde se quiere ir, qué se desea conseguir y cómo
hacerlo a través de los múltiples procesos de intervención en la sociedad.

Lo micro, los pequeños proyectos de cambios, aunque son concretos, tienen


una enorme fuerza, pero por sí solos, difícilmente trascienden lo inmediato.
Los grupos y colectivos, las pequeñas organizaciones que han descubierto
la necesidad de la interrelación de sus esfuerzos para hallar soluciones, se
acercan a nuevas formas de organización común, a vínculos y redes de coor-
dinación que significan una nueva dimensión macro de los cambios sociales.

INDICADORES DE LA PARTICIPACIÓN
El proceso de participación se concreta en la medida que logre movilizar las
capacidades de la comunidad, los territorios, pueblos y naciones; lo que se
puede traducir en un conjunto de indicadores que se operacionalizan si se
logra:
• Organizar a las colectividades y crear conciencia de participación para
erradicar los problemas que afectan a la comunidad utilizando los re-
cursos propios.
• Generar sentimientos de cooperación y solidaridad como parte de los
valores éticos que deben cobijar a todos los pobladores.
• Educar y enseñar a los líderes actores y organizaciones de base, para
que puedan asumir el planteamiento y conducción de proyectos socia-

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les que modifiquen sus condiciones de vida desfavorables.


• Propiciar un proceso de enlace y comunicación permanente para lograr
que los diferentes grupos de la comunidad trabajen de forma mancomu-
nada y con una visión compartida.
• Organizar a los individuos y grupos para que puedan analizar y expre-
sar las condiciones de vida de sus realidades sociales, económicas,
educativas, culturales y medioambientales, de forma que puedan tener
un juicio acertado de sus condiciones de existencia y la necesidad del
cambio.
• Desarrollar procesos de creatividad y compromiso social para asumir
la cultura como un instrumento para el cambio a partir de la implemen-
tación de proyectos socio-culturales.
• Educar a la comunidad para el diálogo, la crítica constructiva y el pensa-
miento divergente que les permita encontrar diversas alternativas para
la solución de las problemáticas que enfrentan.
• Desarrollar el espíritu y la conciencia democrática para que las comuni-
dades estén en disposición de proteger los derechos humanos de toda
la colectividad.
• Activar el sentido de autonomía y enseñar a las comunidades su dere-
cho como parte de la ciudadanía a tomar parte en la actividad política
de las naciones, lo cual implica su reconocimiento para asumir cargos
representativos en las estructuras de gobierno en todos los niveles.

Estos aspectos constituyen elementos de trabajo cotidiano, cuyo logro solo


es posible con fórmulas y modos innovadores, de acuerdo con cada territorio,
con cada realidad, cada cultura, cada situación y circunstancia, siempre con
el objetivo de incrementar la comunicación, el intercambio de experiencias,
el reconocimiento, la solidaridad en torno a la búsqueda de soluciones y a la
toma de decisiones para mejorar y cambiar la vida cotidiana.

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EJES SEMÁNTICOS DE LA PARTICIPACIÓN


Una vez hayan concretado los componentes de la acción participativa y de sus
elementos claves (carácter activo y procesal, necesidad de una base organi-
zada y la ampliación de democracia participativa), se debe valorar, también,
aquellos elementos que, como ejes semánticos, sustentan la participación: la
organización, la comunicación y la educación para la participación.

La organización
Todo movimiento participativo requiere de algún tipo de organización de las
personas, porque cuando la colectividad es una suma de individuos que se
chocan entre sí, es siempre estéril para la resolución común de los problemas.
Por eso es imprescindible organizarlos en grupo para dotar a la comunidad
de un sistema inteligente, con capacidad de responder, proponer, construir y
relacionarse. La organización facilita y canaliza la participación; de hecho, la
organización es una condición para la participación.

La comunicación
Sin comunicación no puede existir la participación. La toma de decisiones
requiere al menos de procesos comunicativos, tales como la información y
el diálogo. La información debe ser cualitativa, pertinente y abundante sobre
los problemas, recursos, necesidades, expectativas, programas, proyectos y
otros. Los canales de comunicación tienen que ser concretos y objetivos; los
grupos y la comunidad han de saber qué pueden hacer, qué pueden reclamar
y ante quién hacerlo.

La participación también requiere de mucho diálogo, lo cual significa que las


personas comparten sus propias percepciones acerca de un problema, que
proponen sus propias opiniones e ideas, y que tienen la oportunidad de tomar
decisiones y hacer recomendaciones.

En el Caribe es indispensable romper con la cultura del silencio, y este hecho

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requiere el ejercicio de una pedagogía participativa que involucre a todos en


las acciones dirigidas a transformar su realidad. Las palabras del ilustre peda-
gogo Pablo Freire sellan de una manera muy explícita el papel del diálogo en
los procesos participativos.
No hay diálogo, tampoco, si no existe una intensa fe en los hombres.
Fe en su poder de hacer y rehacer. De crear y recrear. Fe en su voca-
ción de ser más, que no es privilegio de algunos elegidos sino derecho
de los hombres.
El diálogo también requiere de mucha fe en la humanidad; en su poder
de hacer y rehacer, de crear y recrear. (…) Al basarse en el amor,
la humanidad, la fe en los hombres, el diálogo se transforma en una
relación horizontal en la que la confianza de un polo en el otro es una
consecuencia obvia.
(…) Tampoco hay diálogo sin esperanza. La esperanza está en la raíz
de la inconclusión de los hombres, a partir de la cual se mueven éstos
en permanente búsqueda. (…) Me muevo en la esperanza en cuanto
lucho y, si lucho con esperanza, espero. (…) Finalmente, no hay diálo-
go verdadero si no existe en sus sujetos un pensar verdadero. Pensar
crítico que, no aceptando la dicotomía mundo-hombres, reconoce en-
tre ellos una inquebrantable solidaridad. Este es un pensar que percibe
la realidad como un proceso, que la capta en constante devenir y no
como algo estático. Una tal forma de pensar no se dicotomiza a sí mis-
ma de la acción y se empapa permanentemente de la temporalidad, a
cuyos riesgos no teme. (Freire, 1970, pp.74-75)

La educación para la participación


La participación es un proceso socio-humano, susceptible de crecimiento cua-
litativo en la medida que las personas aprenden y la perfeccionan en la prác-
tica cotidiana.

Los grupos y las comunidades tienen que aprender a conocer su realidad, a

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reflexionar, a eliminar contradicciones reales o aparentes, a entender nuevos


significados de las palabras, a distinguir efectos de causas, hechos, de juicios
de valor, y sobre todo, a establecer pactos de confianza.

La calidad de la participación aumenta cuando las personas aprenden a mane-


jar conflictos, a aclarar sentimientos y comportamientos, aceptar divergencias
y respetar opiniones.

La capacitación de los individuos, de los líderes para que aprendan a organizar


y coordinar encuentros, asambleas, comisiones de trabajo, investigar proble-
mas, elaborar informes, usar medios y técnicas de comunicación, constituye
un elemento esencial para buscar caminos que eliminen el desarraigo, la inco-
municación, la pasividad; en fin, para lograr la liberación de las conciencias en
el propio proceso de actuación.

Por eso es tan importante incorporar una pedagogía participativa en los gru-
pos y comunidades, para que puedan aprender desde el ejercicio de las ac-
tuaciones colectivas.

NIVELES DE PARTICIPACIÓN
El término participación implica tres componentes: ser parte, tomar parte y
tener parte. Ser parte indica una posición pasiva, se garantiza solo con la
presencia del individuo; aunque tomar parte explica cierto grado de implica-
ción, aún no es suficiente, porque en ninguno de estos niveles se manifiesta el
compromiso y la participación es débil, insuficiente. Tener parte es asumir con
autonomía y decisión el actuar consciente para el cambio y la transformación
necesarias para una vida mejor.

Primer nivel de la participación: la información


La información es una condición indispensable de participación; es la primera
norma en el mundo de las técnicas y sistemas de participación, ya que sin ella
no hay posibilidad de participación.

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El objetivo de la información no es solo decir materialmente qué se va a hacer,


sino también, informar de tal manera que estimule el deseo de participar; por
lo que es necesario informar:
• Lo que se va a hacer, el sentido y la finalidad de lo que se hace.
• Lo que va a reportar a nivel personal y a nivel comunitario, o sea, la
utilidad de la acción.
• Cuál es la persona que va a dirigir o coordinar la acción.
• Las condiciones para participar.

Dicho de otra manera, tenemos que plantear:


• Qué información existe y qué se ha de informar.
• Por qué canales.
• Quién va a recolectar esa información.
• Con qué frecuencia, o sea, cuándo se ha de informar.
• Cómo se va a hacer la tarea.
• Comprobar que la información ha llegado correctamente y se ha enten-
dido bien.
• Revisar periódicamente el proceso de información.

Segundo nivel de la participación: la consulta


La consulta permite que las personas den su opinión respecto a las posturas
a adoptar o a las iniciativas a desarrollar. Además, permite que el grupo o
colectivo plantee sugerencias, lo cual posibilita que se sientan más implicadas
en la toma de decisiones.

Es cierto que esta operación de consulta posee algunos riesgos en el medio


comunitario, ya que significa poner en las manos de las comunidades un ins-
trumento relacionado con el poder de decisión para el cual no siempre están
preparadas.

Pero, con riesgo o sin él, es un mecanismo de participación inevitable que

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habrá que utilizar inteligentemente. Hay que mantener un adecuado equilibrio


entre la consulta, por un lado, y por el otro, el poder escoger entre posibilida-
des que no salten los límites de lo posible. Debemos plantearnos:
• Para qué consultamos (objetivo de la consulta).
• Qué consultamos.
• Cuándo llevamos a cabo la consulta.

Después, es necesario publicitar los resultados de la consulta para informar


sobre las conclusiones, ya que se necesita adoptar una posición clara frente a
las sugerencias y modificaciones que aporta la comunidad, porque consultar
para no tomar en consideración los nuevos criterios que se ofrecen, es un
solemne disparate.

Estos dos niveles –información y consulta– son básicos y elementales, y de-


ben adaptarse a las variadas condiciones de la mayoría de las personas, para
que todas participen, o al menos las más posibles.

Tercer nivel de la participación: delegar la gestión u organización


Se trata de un nivel cualitativo en el proceso de participación. Esto significa
que no puede imponerse a todas las personas del grupo o colectivo, sino que
debe ofertarse y animarse a quien tenga actitudes y disponibilidad para ello.

El triunfo de la gestión se logra mediante la disposición de los líderes a delegar


actividades y tareas en los colectivos comunitarios. Cuando los pobladores y
colectivos asumen la elaboración, ejecución y evaluación de los proyectos,
se consideran protagonistas de su propio desarrollo, y con este sentimiento
se involucran con mayor fuerza y responsabilidad social. Delegar la gestión
significa dos cosas:
• Asumir que hay personas que pueden llevar la preparación, coordina-
ción y gestión de una actividad o de un proyecto.
• Crear instrumentos, dedicar tiempo y otorgar las informaciones y entre-
namientos necesarios para que asuman esa responsabilidad.

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En ese sentido, se deben ejercitar labores de búsqueda de algunas personas


para que se conviertan en posibles agentes culturales de la comunidad, ofre-
cer todo tipo de información y capacitación a esas personas a quienes se
deben acompañar en algunos momentos del proceso.

Cuarto nivel de participación: creación de organizaciones


Se trata ya de algo muy cualitativo: cuando en el resumen y como resulta-
do de un proceso de participación, alguien es capaz de hacer que la propia
comunidad y su dinámica tenga un efecto multiplicador en nuevos grupos,
asociaciones o instituciones.

Se trata entonces del nacimiento de nuevas organizaciones, de la extensión


de la red como resultado de la participación de muchos, lo cual significa que
es un proceso social, cultural o educativo donde nacen nuevos grupos, asocia-
ciones y organizaciones, se asumen nuevas tareas y responsabilidades y cada
nueva organización tiene que comenzar el proceso de participación por sus
inicios para el proceso de autogestión que es el mayor objetivo del desarrollo
de la participación.

PRINCIPIOS DE LA PARTICIPACIÓN
• Participar es un derecho individual y colectivo, desde la existencia del
ser humano, el hombre se unió a otros para hacer cosas en conjunto;
de hecho, la condición social de los hombres demuestra que la partici-
pación es una necesidad humana.
• Participar demuestra que una posición activa, guiada por el hacer, ge-
nera resultados de acuerdo a los objetivos de las actuaciones.
• Participar es impulsar y afianzar la convicción de que solo la conciencia
crítica y la investidura del poder por parte de las comunidades puede
cambiar la marginación y la exclusión social.
• Participar es la autonomía de las comunidades para construir los desti-
nos de sus vidas.

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• Participar requiere un proceso de educación y aprendizaje.


• Participar no es manipulación si la comunidad está en dominio y con-
ciencia de lo que hace y porqué lo hace.
• Participar implica comunicación, creación de redes y flujos permanen-
tes de interrelación; es facilitada por la organización y por la creación
de flujos eficientes de comunicación.
• Participar es un medio para solucionar conflictos y desacuerdos, pero
aunque también puede crearlos, desde esos espacios se crean pactos
de confianza.

En últimas se puede decir que la participación es el intento legítimo de la


humanidad para buscar construcciones sociales que le den el lugar que le
corresponde al ser humano en un contexto social dado, pero respetando su
derecho a ser libre, responsable y diferente, alcanzar nuevas utopías hacia las
cuales avanzar con toda su fuerza y plenitud.

ACTORES SOCIALES
Hablar de actores de la política social en el Caribe implica dinámicas emergen-
tes que hacen referencia a fuerzas sociales, iniciativas de organización, entor-
nos institucionales y capacidades estratégicas en acción que buscan legitimar
reivindicaciones en el ámbito de las prácticas económicas, políticas, sociales
y culturales, a partir de la apropiación o reapropiación de demandas y espa-
cios colectivos de transformación, resistencia, expresión y lucha social. Los
actores, son participantes, argumentan y defienden el derecho de los grupos
sociales. Intervienen en los órganos de gobierno tanto jurídicos como adminis-
trativos y políticos, alcanzando la posibilidad de fijar acciones en aspectos ge-
nerales de la política pública en beneficio de las comunidades, lo que permite
la inserción en problemáticas de nivel macro y en situaciones globales que son
las que condicionan coyunturas, circunstancias y emergencias de corto plazo.

La edificación del conjunto de políticas nacionales constituye un instrumento

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de los actores sociales que, con sus actuaciones en favor de las comunida-
des, logran convertirse en una fuerza organizada donde se involucran todos
los grupos de la sociedad en busca de consensos, demandas e intereses
colectivos capaces de posicionar ideas y temas que configuren un clima de
democracia social que cobije a todos los marginados y excluidos.

Los actores sociales se integran con diversos elementos y presentan caracte-


rísticas específicas, que se resumen en que son potenciales colectivos con un
marco de actuación institucional, forman parte activa de su contexto social y
su presencia se reconoce como un agente de reevaluación y reinterpretación
de su realidad, identifican problemas y dinamizan demandas sociales para con
una visión real de sus comunidades, llegar a procesos transformadores. Ellos
son comunicadores sociales que desde miles de redes de comunicación tejen
el intercambio de relaciones entre actores y comunidades

Desde sus fortalezas institucionales o colectivas pueden lograr la inclusión de


estrategias y medidas de pertinencia social en la agenda política. El desarrollo
de la creatividad social hace que los actores sociales estén de forma perma-
nente en el ejercicio de funciones sociales proactivas y sistemáticas.

En resumen, el resultado que buscan las comunidades es construir proyectos


que mediante sus actividades expresen formas concretas para responder a
los cambios necesarios en la vida cotidiana de las comunidades. Los proyec-
tos serán los ejes trasmisores del cambio social de lucha, negociación, pactos
y movilización.

En ese sentido, la construcción y desarrollo de actores sociales, es un pro-


ceso de toma de decisiones, de alianzas, de movimiento de fuerzas sociales
en conflicto, de consenso, de respeto a la diversidad, pero principalmente
del reconocimiento del otro, para superar la posibilidad de que unos actores
ignoren y excluyan a otros (Evangelista, E., 2009).

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CONCEPTOS BÁSICOS
De acuerdo con las premisas antes expuestas, se propone el siguiente glosa-
rio de términos para el estudio de la participación social en la cultura:

Tabla N° 2
Glosario de términos. Tomado de Linares & Correa (2015)

Actividad desplegada por el conjunto de actores sociales en la consecu-


Participación ción de un proyecto de acción común con determinados objetivos y metas
en la cual tendrá formas y niveles diferentes de expresión.

Individuos, grupos, organizaciones o instituciones que actúan en un esce-


Actores sociales nario concreto o fuera de este, representando sus intereses. Cada uno de
ellos jugará un rol determinado y ejercerá una influencia específica.

Ámbitos, sectores o áreas de la sociedad caracterizados por una dinámica


particular de interrelación, donde se suceden los procesos participativos.
Tales escenarios pueden tener distinto alcance y posición en la estruc-
Escenarios de tura social. De acuerdo con los fines de este trabajo se definen como
Participación escenarios locales aquellas unidades históricas, culturales, geográficas y
poblacionales específicas que se caracterizan por una dinámica interna y
externa.

Principios y procedimientos sociales de intervención o no, que sirven de


Políticas de base a la proyección de los diferentes escenarios y que contemplan las
participación vías de desarrollo de la participación (incluye políticas globales y específi-
cas).

Estructuras de Conjunto de elementos, normas o mecanismos, procedimientos y canales


participación que posibilitan la participación.

Agentes de Individuos, grupos o instituciones que actúan como facilitadores para gene-
desarrollo rar procesos de participación en determinados escenarios.

Niveles de parti- Grados en que los actores sociales acceden a la toma de decisiones en un
cipación proyecto de acción específico.

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