Resumen Segundo Parcial
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Resumen Segundo Parcial
Una representación social se elabora de acuerdo con dos procesos fundamentales: objetivación y
el anclaje. La objetivación lleva a hacer real un esquema conceptual, a duplicar una imagen. Para
reducir la separación entre la masa de palabras que circulan y los objetos que las acompañan,
como no se podría hablar de “nada”, de los signos lingüísticos se enganchan a “estructural
materiales” (se trata de acoplar la palabra a la cosa).
La convención toma esta palabra por el indicador de un fenómeno material comprobado. Cuando
se opera una ruptura entre las normas técnicas del lenguaje y el léxico corriente lo que era
simbólico aparece como signo. Los elementos de la lengua científica pasan al lenguaje corriente,
donde obedecen a nuevas convenciones. Objetivar es reabsorber un exceso de significación
materializándolas también en trasplantar al plano de la observación lo que solo era interferencia o
símbolo.
Las ideas no son percibidas como los productos de la actividad intelectual de ciertos espíritus, sino
como los reflejos de una cosa que existes en el exterior. Se sustituyó lo percibido por lo conocido
Objetivación y las formas que puede tomar:
Para que una concepción científica armonice con las conductas con las que nos identificamos, es
necesario que se las separe de este grupo de “expertos”.
El testimonio de los hombres se transforma en testimonio de los sentidos, el individuo pasa de la
relación con los otros a la relación con el objeto, y esta apropiación indirecta del poder es un acto
generados de cultura.
La mayoría de los estímulos que provocan nuestra respuesta son el resultado de un doble
esfuerzo. En primero, es un salto en lo imaginario que transporta los elementos objetivos al medio
cognoscitivo y le prepara un cambio fundamental de situación y de función naturalizados. El
segundo es un esfuerzo de clasificación, introduce un orden que se adapta al orden preexistente,
atenuando de este modo el choque de toda concepción nueva. La clasificación responde a una
necesidad psicológica. Se impone una clave que permite nombrar los diferentes aspectos de lo
real y definirlos.
Naturalizar, clasificar, son dos operaciones esenciales de la objetivación. Una convierte en real al
símbolo, la otra de a la realidad un aspecto simbólico.
¿Qué es el psicoanálisis?
¿De qué modo una teórica científica se transforma en representación social? Quizá se pueda
responder esto exponiendo lo que es una ciencia explicativa. El psicoanálisis es una ciencia
explicativa.
El conjunto de las leyes de una teoría esta sobrentendida en un principio fundamental para poder
clasificarla de “explicativa”. Si, por ejemplo, nos referimos al sistema de newton, se explica la
mayoría de los movimientos en nuestro planeta y las acciones entre los planetas. La libido es al
psicoanálisis lo que la gravitación universal es al sistema de newton.
El psicoanálisis siempre es percibido por medio de ciertos atributos. La novedad, junto a ciertos
rasgos originales, llama la atención y son suficientes para individualizarlo.
El hecho de que el psicoanálisis sea una técnica del lenguaje contribuye a su originalidad.
Al psicoanálisis se lo capta a través de sus manifestaciones, rituales. Esta precisión aumenta
cuando se lo reconoce como una concepción particular de la personalidad.
El psicoanálisis aparece asociado en el espíritu del público a muchas relaciones que el hombre
tiene consigo mismo en una dimensión imaginaria de profundidad oculto-aparente, voluntario-
involuntaria, autentico-falso, etc. La opinión se corporiza a través de estas relaciones.
Aquí el psicoanálisis modela un rostro nuevo, codificado y racional, sobre el mito de las
“facultades” y las “fuerzas” al mismo tiempo encarna la esperanza de romper con la opresión que
ejerce la vida cotidiana sobre la historia finita y microscópica del individuo. El psicoanálisis se
distingue como signo del restablecimiento de la subjetividad y como práctica de desnudar la
personalidad auténtica.
El inconsciente y el consciente aparecen como una trasposición de los pares de categorías
esbozados: oculto-aparente, involuntario-voluntario, interior-exterior.
La organización psíquica se compone de dos partes: inconsciente y consciente, entre las cuales se
comprueba una acción de presión de una sobre otra, el resultado de su funcionamiento es: el
complejo.
La naturalización de las ideas adquiere su significación, confiere una realidad plena a lo que era
una abstracción. El complejo, el inconsciente son términos materializados, organizaciones casi
físicas.
Este deslizamiento del concepto a la entidad colectivamente creada esta reforzado por hábitos del
lenguaje. Asch ha mostrado la generalidad del traslado de las metáforas del campo físico al campo
sensorial y psicológico: la representación que nos hacemos del objeto de cualquier ciencia ejerce
también su influencia. La naturalización de las nociones psicoanalíticas, les confiere una presencia
casi palpable. La eficacia de una ciencia se evalúa desde el punto de vista social. La ciencia se
interesa por lo que no es sujeto. En la medida que el contenido científico supone cierto tipo de
realidad, emerge una incitación a la creación de seres, una ciencia habla de órganos y el
psicoanálisis es una ciencia, el inconsciente, el complejo, serán órganos del aparato psíquico.
Los conceptos del psicoanálisis están en contradicción con el modelo de la ciencia. Se espera que
el psicoanálisis se convierta en ciencia o bien se lo considera solamente una terapéutica.
Se deduce entonces un modelo de ciencia, cuyo poder creador descubrimos en el plano del
animismo invertido.
El proceso parece encubrir dos movimientos convergentes: uno que va de la teoría a su imagen,
otro que va de la imagen a la identificación social de la realidad.
En un primer momento, la concepción científica se controla con sistemas de valores y se opera una
elección entre sus elementos, el segundo momento tiene consecuencias más complejas.
La “naturalización” confiere a la representación social, una categoría de evidencia. También se
convierte en una “teoría profana” autónoma cuando nos dice que el psicoanálisis es “una cuestión
de complejos”.
Así también se convierte en un instrumento apropiado para categorizar las personas y los
comportamientos.
El primer método con frecuencia se confunde con el Análisis de Discurso, el Análisis de Contenido.
Esta se anuncia como una técnica con pasos fijos que cuando se siguen adecuadamente, conducen
a un final empírico cierto y seguro. Habitualmente es usado por investigadores sociales que
realizan estudios cuantitativos de uno o varios textos.
El Análisis de Contenido comienza con la formulación de hipótesis sobre algún fenómeno social o
psicológico, se reuniría un corpus y, trabajando con un léxico o catálogo de ítems específicos de
referencias de este tópico, realizaríamos un análisis simple de frecuencias. Se podría concluir que
el resultado cuantitativo encaja con la teoría, realizándose entonces alguna interpretación teórica
de los datos brutos.
El Análisis de Contenido es deliberada y explícitamente ciego a muchas de las que cosas que
normalmente somos sensibles en el lenguaje cotidiano: contexto, ironía, doble sentido, agenda
oculta, implicación, etc. Para este análisis, la teoría del lenguaje es bastante simple: la aparición de
una palabra se toma como una manifestación directa del concepto subyacente.
Es aquí donde el AD se separa del Análisis de Contenido pues asume una teoría del lenguaje más
sofisticada. En el camino de esta teoría empezaremos con una observación sobre el lenguaje que
ha impulsado su propio método de análisis, bastante diferente del Análisis de Contenido, y mucho
más cercano al AD, el llamado Análisis Conversacional.
El principio básico es que el lenguaje puede ser comprendido por su uso, deberíamos ver cómo el
lenguaje es usado por hablantes en conversaciones reales, y deberíamos mirar por encima del
nivel de la palabra o la frase. Al estudiar el lenguaje en la práctica comenzamos a ver ciertas
regularidades, la más conocida es la “turntaking”: los interlocutores apenas conscientemente,
manejan su conversación de forma que cada persona tiene su turno de intervención bien definido.
La tarea del analista es conocer la interacción social y cómo se organiza, se mantiene y se maneja.
Lo que la gente dice se toma, como un instrumento que puede mover la conversación y llevar a
cabo ciertas tareas sociales ocultas u obvias.
Existen dos fuentes de influencia principales en el AD. La primera ha sido la filosofía lingüística
asociada a la escuela de Oxford en Gran Bretaña. La segunda es el trabajo desarrollado en la
Europa Continental, vinculado a una tradición más orientada política y sociológicamente.
El más influyente de la primera tradición fue la noción de que el lenguaje puede afectar a la
realidad social. Grice propuso que las personas, cuando interactúan lingüísticamente, acuerdan
tácitamente cooperar: esto significa que convienen cualquier cosa que dicen a otra puede ser
relevante para la interacción y, especialmente, para lo que se ha dicho; que aquello que dicen será
informativo y no redundante; que podrá decirse si es aprobado o no, etc. Si se siguen estas reglas,
entonces la conversación puede darse de forma económica y adecuada.
Esta forma de pensar refuerza la visión del lenguaje, y de la conducta lingüística, como capacidad
de hacer algo; y, además, la idea de que el analista puede ser espectador de la interacción y hacer
interpretaciones justo sobre lo que el lenguaje está haciendo. Esto coloca directamente la
actividad académica de la interpretación dentro de la órbita de la Psicología, constituyendo un
nuevo punto de partida.
El aspecto más relevante de la crítica a la Psicología Social experimental es la idea de que debemos
ser francos sobre el esfuerzo interpretativo que nosotros, como investigadores, realizamos en y de
la investigación.
Si fuéramos a confrontar la interpretación, nuestro primer paso sería analizar el papel del
lenguaje. Una de las voces que ha tratado más elocuentemente este tópico en años recientes es la
de Michael Billing, para quien cualquier mensaje es ambiguo, y todos requieren el esfuerzo
interpretativo del investigador. El rol del investigador no consiste en seguir direcciones de análisis
que conducen a un objetivo predeterminado; al contrario, interactuar con los argumentos
inherentes a lo que dicen las personas y, usando toda la gama de armas analíticas a su disposición,
sacar a la luz todo aquello que no está explicitado.
Hay varias definiciones de Análisis de Discurso, ninguna de las cuales pretende ser definitivita.
Igualmente se opta por una definición: un discurso es un conjunto de prácticas lingüísticas que
mantienen y promueven ciertas relaciones sociales. El análisis consiste en estudiar cómo estas
prácticas actúan en el presente manteniendo y promoviendo estas relaciones: es sacar a la luz el
poder del lenguaje como una práctica constituyente y regulativa.
¿Cómo es el Análisis del Discurso?
El modo en que el analista de discurso coloca la cuestión consiste en preguntarse qué relaciones
sociales mantenidas y promovidas a través del lenguaje se quiere explicar.
El punto de partida del AD se basa en la proposición de que la relación social a examinar no está
sólo mediatizada por el lenguaje sino también controlada por él.
La idea del lenguaje como control se hace evidente si usamos el ejemplo de las leyes y las reglas.
Las leyes afectan a la conducta. Estas codifican y prescriben; al definir que está prohibido, definen
por complementariedad, lo permitido. Cada organización tiene su libro de normas.
Quizá aún más poderosos son los códigos informales, no escritos, insertos en nuestra vida social.
Nunca se encuentra un discurso que exista por sí mismo, los analistas están de acuerdo en que
cada discurso está relacionado con otros, que la intertextualidad es una característica principal del
material con el cual trabajan.
Los efectos discursivos son aquellos que operan por encima del nivel de lo individual. La tarea del
analista consiste en recorrer los textos buscando todas las posibles lecturas, e identificar aquellas
que sean más adecuadas a la relación social que tiene en consideración.
Para el analista de discurso, el párrafo debería ser leído no sólo para descubrir su contenido, sino
también para obtener sus efectos latentes. El analista busca cómo el texto podría contribuir a la
construcción del rol. La primera regla del analista de discurso es no exceder el texto, no se lee
entre líneas, todo lo que se analiza está en el texto, en el lenguaje.
Cualquiera que sea la herramienta, debe ser usada en la totalidad del corpus. También es
importante señalar que el material verbal necesita un tratamiento cuidadoso. Esto ocurre
especialmente con un corpus conversacional: precisa ser trascripto con el suficiente detalle para
que pueda ser identificada cualquier sutil interacción, lo que incluye pausas, respiros,
interrupciones.
Distintos analistas pueden optar por diferentes niveles de análisis. Algunos trabajos se centran en
el nivel de la pragmática de la conversación, el ámbito de los significados conversacionales
señalados por la información contextual que los habitantes asumen en público.
Además del nivel pragmático, Billing aboga por el uso más exhaustivo de las posibilidades
analíticas de la retórica: la identificación de tipos argumentativos, figuras retóricas, secuencias
tácticas de temas, y todas las formas estilísticas que ayuden a la persuasión. Sus sugerencias son
particularmente útiles al analizar la credibilidad que un texto vehicula, y la identificación de las
líneas de coherencia de un argumento. Parker sugiere buscar polaridades en los textos, como
podrían ser consciencia/inconsciencia, dependencia/independencia.
El AD asume el lenguaje tanto como señal de una realidad social como una forma de crearla.
Aboga por un uso dinámico del lenguaje, y es sensible a sus efectos, no en el sentido de una
reacción mental transitoria, sino como un efecto de la forma lingüística.
Para el AD, el lenguaje existe en el mundo, el lenguaje es más una forma de construcción que de
descripción de nosotros mismos. El AD reconoce el mundo en el cual el hablante vive, un mundo
donde el hala tiene efectos: donde no es indiferente referirse a alguien como un soldado,
guerrillero, terrorista o luchador.