El Nilo de Igabrum 0
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El Nilo de Igabrum 0
El Nilo de Igabrum
Antonio Blanco Freijeiro
[-251→]
La antigua villa de Igabrum, Municipium Flavium, está firmemente identificada con
la actual ciudad de Cabra (Córdoba) no sólo por la ostensible relación del nombre romano
con el de la ciudad presente, sino por los documentos epigráficos aparecidos en ella. Re-
salta entre éstos la inscripción CIL II, 1610, dedicada Apollini Aug(usto) / municipes Iga-
brenses / beneficio / Imp(eratoris) Caesaris Aug(usti) Vespasiani / c(ivitatem) r(omanam)
c(onsecuti) cum suis..., que acredita la elevación de la ciudad hispana a rango de munici-
pio romano por el emperador Vespasiano en su sexto consulado, correspondiente al año
75 de la Era. La lápida en cuestión nos da además, en la parte de texto no transcrita por
nosotros, el nombre del edil que costeó la inscripción, M. Aelius Niger. Otros títulos per-
miten reconstruir en parte la prosopografía local, donde se destaca una sacerdotisa de la
diosa egipcia Isis, llamada Flaminia Pale 1. El arraigo alcanzado por los cultos orientales
en los dominios de la ciudad lo confirma el hallazgo, en la huerta de Fuente de las Pie-
dras, del grupo de Mitra sacrificando al toro, conservado en el Museo Arqueológico Pro-
vincial de Córdoba 2. En este mismo museo se conserva otro monumento igabrense más
modesto como escultura, pero no menos interesante en otros varios aspectos históricos.
Trátase de una estatuilla de mármol blanco, de grano fino y [-251→252-] cristalino,
que no parece de origen local, sino italiano. Representa a un personaje varonil, recostado
Fig. 1.- Alegoría del Nilo en la Taza Farnesio. Museo Nacional de Nápoles.
en una peana de 46 cm. de ancho (Lám. XV, fig. 1). Le faltan los pies y parte de las
piernas; la cabeza y el cuello; el brazo derecho y la mano izquierda. Otros desgastes y
los golpes sufridos empeoran aún más el estado en que ha llegado hasta nosotros, rota
por el centro en dos mitades. A su entrada en el museo venía provista de unos senos
femeninos y de un grácil [-252→253-] cuello, todo ello de yeso, que la convertían en ninfa
acuática o indolente matrona romana. Exonerada ya de estos postizos modernos, la es-
tatuilla ofrece ahora el aspecto, menos llamativo pero más genuino, que muestra en
nuestra fotografía 3.
Libre de sus postizos, la figura se revela por su anatomía musculosa, su actitud ya-
cente y sus atributos, como una personificación del Nilo, bien caracterizado como tal
por el cocodrilo que sale de una pequeña gruta a sus espaldas y repta junto a su brazo
izquierdo, al lado de la urna manante en que éste se apoya. Un amplio manto cae sobre
el hombro izquierdo de la deidad fluvial, le cruza el dorso y envuelve luego sus piernas.
Postura e indumentaria vienen a ser análogas a las que el gran río egipcio muestra en la
más gigantesca de sus estatuas romanas, la que forma pareja con el Tíber ante la esca-
lera del Palacio Senatorio en la plaza del Capitolio (Lám. XV, fig. 2), figura de una
grandiosidad tal, que parece haber inspirado a Miguel Ángel su versión del titánico Dios
creador en el techo de la Sixtina 4. El Nilo del Capitolio apoya su brazo izquierdo en la
esfinge y sostiene con él una cornucopia como la que en la estatuilla de Cabra ha dejado
huella a lo largo de la punta del manto que cae desde el hombro izquierdo. A pesar de
estas concomitancias, las figuras difieren en otros pormenores -v. gr., la esfinge está
sustituida por el cocodrilo, como en las monedas de Alejandría 5- y lo que es más
importante, en el plegado de sus mantos, más movido y tenso el de la figurita igabrense.
La estatua de Roma muestra los caracteres de la época de Trajano, a la que pertenece (es
entonces cuando las piernas del Nilo se envuelven en un manto, en vez de mostrar al río
desnudo del todo, como ocurre en la también grande estatua del Braccio Nuovo del Va-
ticano); la figurita igabrense parece una manifestación de arte popular inspirada en
aquélla, tal vez contemporánea o muy poco posterior, como viene corroborado por el
nombre de su dedicante.
El agua que mana de la urna cubre la peana de una sábana [-253→254-] líquida, es-
quemáticamente representada por surcos e incisiones. En su parte delantera se halla una
inscripción en dos líneas para la que proponemos la siguiente lectura.
T. Flavius V(ic)tor Colleg(io)
(S)illychiniario(ru)m Prati Novi d(onum dedit).
La rotura de la estatuilla por su parte media ha acarreado la pérdida de las letras en-
cerradas por nosotros entre paréntesis en el centro de las dos líneas; y la esquina saltada
de la peana, según el espectador la mira, ha hecho desaparecer la i y la o finales de la
primera línea y la segunda d de la fórmula donum dedit en la siguiente, todas ellas fáci-
les de suplir. Lo que en cambio plantea problema es la s inicial de la segunda línea. Esta
empieza con una i que nunca estuvo precedida por la s que le hemos antepuesto. O al
menos, esta última letra nunca estuvo incisa. Gracias a la amabilidad de la Srta. Ana
María Vicent, directora del Museo de Córdoba, hemos podido examinar la inscripción
3 Sobre el estado anterior, A. García y Bellido, en Hommages a W. Deonna, Bruxelles, 1957, 238 ss., y Les
religions orientales dans l' Espagne romaine, Leiden, 1967, 113 s.; Ph. Bruneau, en Bull. Corr. Hel. 87
(1963), 305; L. Vidman, Isis und Serapis bei den Griechen und Römern, Berlín, 1970, 88, 109 s.
4 Helbig, Führer II, 1162.
5 Roscher, Lex. III, 1, 99, figs. 3 y 4.
bajo las más favorables incidencias de luz, contando con la posibilidad de que la erosión
hubiera hecho desaparecer esa letra. Después de esta comprobación debemos descartar
por completo esta posibilidad. Y no es que falte sitio para la letra ausente. Cabría supo-
ner que el grabador la hubiese omitido por descuido y luego él u otra persona se con-
tentasen con pintarla. Pero no sabemos si lo ocurrido fue realmente así. Siendo claro
que la palabra a escribir era siliginiariorum (única, en el nomenclator de los repertorios
de colegios, de grafía semejante y única también que cualquier modesto ciudadano de la
Igabrum romana entendería con sólo leerla), se observan, además de la omisión de la s
inicial, otras faltas que dicen muy mal del grabador (sculptor) o del ordinator (si es que
lo hubo), capaces de confundir a cualquiera con su pedante ortografía.
Tomemos ahora, como paralelo de la estatuilla de Cabra, una representación de la
Annona, encontrada en Roma y allí conservada en otro tiempo. Personificaba a la An-
nona una mujer que llevaba una diadema lunulada y metía espigas en un recipiente lleno
de ellas. Su hombro y su brazo derecho estaban desnudos. Llevaba una cornucopia y un
timón sobre un globo. La inscripción decía:
Annonae sanctae
Aelius Vitalio, [-254→255-]
mensor perpetuus,
dignissimo
corporis (sic) pistorum
siliginiariorum
d.d. 6
Aquí tenemos, pues, la misma palabra, con su s inicial, referida a un corpus o co-
llegium hermano del de Cabra, con lo que los illychiniarii de esta ciudad pasan a ser
siliginiarii, panaderos de harina fina, que cocían pan blanco, panis siligineus, esto es,
panis molli siligine factus 7.
La relación que el Nilo pudiera tener con este gremio de industriales la explica, en-
tre otros, el siguiente pasaje de Ateneo: «¿ Qué monarquía, queridos comensales, ha
poseído nunca tanto oro como ésta (la de los Ptolomeos en Egipto)? Ciertamente nin-
guna de las que se han apropiado las riquezas de Persia y de Babilonia, o de las que han
poseído minas que explotar, o de las dueñas del Pactolo, portador de oro en sus aguas.
El único río verdaderamente digno del calificativo de portador de oro es el Nilo, que en
sus inmensas plantaciones comestibles derrama un oro puro que se cosecha sin peligro,
al punto de alimentar a la humanidad entera con suficiencia. El es como Triptólemo,
misionero agrícola en todas las tierras; por eso Parmenón, el poeta de Bizancio, ex-
clama: ¡Oh Nilo, Zeus egipcio! » 8. Fecundo es el Nilo de la Taza Farnesio en compañía
de su esposa Euthenia, ninfa de la inundación; de las Estaciones de la siembra y de la
recolección; de Triptólemo, sembrador e inventor del arado, del que lleva en la mano
alzada el yugo y la lanza (fig. 1). La asociación del Nilo y de Triptólemo, verificada ya
en el arte alejandrino, debió de persistir en el romano, como acredita esta estatuilla iga-
brense. Y no hemos de ver en ella, por tanto, una divinidad egipcia más, acreditada en
España, sino un equivalente de la Annona Augusta, un numen protector de la industria y
del comercio frumentario. En ninguna parte mejor que en Cabra, atalaya de la triguera
campiña cordobesa, se podía reverenciar a ese Nilo equiparado con el Triptólemo eleu-
sino por la aguda pluma de Ateneo. [-255→256-]
Otros aspectos de la inscripción merecen ser considerados. En primer lugar, nos
acredita la existencia en Igabrum de una corporación oficial de panaderos. Es la primera
vez que un organismo de este tipo aparece en España. De las dos ramas más importantes
de gremios dependientes de la prefectura de la Annona, conocíamos sólo la de los trans-
portistas marítimos y fluviales -navicularii, scapharii 9-, cuya existencia en las provin-
cias estaba de siempre documentada por el Digesto 10; pero no la de los pistores,
denominados aquí siliginiarii, según su epíteto más calificado, como en la antes citada
inscripción de Roma.
La asociación voluntaria de los pistores de Roma en un collegium estaba autorizada
desde Trajano bajo determinadas condiciones: ejercicio personal de la profesión; prueba
de determinada producción diaria; compromiso de tres años, y entrega a la Annona de
determinada cantidad del pan cocido en el día, a bajo precio 11. Los miembros de un
colegio de este tipo alcanzaban un rango social superior al de la plebe. En un municipio
ocupaban el tercer lugar, en pos de los decuriones y de los augustales, sin contar con
que estaban exentos de prestaciones de servicios comunales (munera) a cambio de su
importante contribución a la sociedad y al Estado.
T. Flavius Victor, el donante de la estatuilla, es un personaje hasta aquí descono-
cido. Su gentilicio apunta a uno de los muchos descendientes de libertos de los empera-
dores Flavios o a un soldado licenciado en tiempos de los mismos; pero no hay modo de
saber si era un agente de la Annona, un patrono o incluso un simple miembro de la aso-
ciación.
Por último, la inscripción se refiere específicamente a un vicus o pagus que llevaba
el nombre de Pratum Novum. No hay por qué suponerlo muy distante de Igabrum,
como no lo está la Camorra, el lugar concreto de aparición de este pequeño monumento.
Aparte los colegios radicados intramuros, los había también extra urbanos, bien por
haber rebasado la ciudad sus límites iniciales, bien por haber incorporado núcleos
próximos de población. En las afueras de Córdoba tenemos documentado un Pagus Au-
gustus con su genio tutelar 12; la estatuilla de Cabra señala la de un Pratum Novum.
9 CIL II, 1168, 69, 80, 83. R.E. IV, 1, 449 y 454.
10 III,
4, 1: et naviculariorum, qui et in provinciis sunt.
11 Kornemann en R.E. IV, 1, 448 s.
12 CIL II, 2194.
Lámina XV