Fascinacion de Occidente Por Bizancio en
Fascinacion de Occidente Por Bizancio en
Fascinacion de Occidente Por Bizancio en
1 Kunst im Zeitalter der Kaiserin Theophanu, Akten des Internationalen Colloquiums veranstaltet vom
Schnütgen-Museum, Köln 13-15 Juni 1991, Colonia, 1993; Ángela Franco, «Aquisgrán y el esplendor
del imperio carolinigo», en XXXI Ruta Cicloturística del Románico Internacional, Poio, 2 febrero-10 junio
2013, pp. 39-49.
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2 Danielle Gaborit-Chopin, «Plaque de reliure (¿): le Christ bénissant Otton ii et Théophano», en Byzance.
L’art byzantin dans les collections publiques françaises, Musée du Louvre (3 novembre 1992/1º février 1993),
París, pp. 247-249, [catálogo exposición].
3 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, Cátedra, Madrid, 1997 (1970), pp. 246-247, fig. 194.
4 Liana Castelfranchi Vegas, «El arte otoniano y el Año Mil. Introducción», en Año Mil. El arte en Europa,
950-1050, Lunwerg, Barcelona, 2000, pp. 13-34, figs. 16-17.
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5 Danielle Gaborit-Chopin, Flabellum de Tournus, Museo Nazionale del Bargello, Florencia, 1988, pp.
18-43.
6 Ángela Franco Mata, «Le trésor d’Oviedo, continuité de l’église wisigothique. Aspects stylistiques,
iconographie et fonction», Les Cahiers de Saint-Michel de Cuxa, xli (2010), pp. 163-173.
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7 John Beckwith, The Veroli Casket, Victoria & Albert Museum, Londres, 1962; Paul Wiliamson, An
Introduction to Medieval Ivory Carvings, Her Majesty Stationery Office-Victoria & Albert Museum,
Londres, 1982, p. 27, fig. 9.
8 Jannic Durand, «Verrerie», en Byzance…, cit., p. 301.
9 Jannic Durand, «Deux plaques de coffret à décor mythologique», en Byzance…, cit., pp. 242-243, n. 155.
10 N. inv. 52217, 52221. Publicados por Goldsmidt. Ángela Franco Mata, «Antigüedades cristianas de los
siglos viii al xv», en Museo Arqueológico Nacional. Guía General, vol. II, Ministerio de Cultura, Madrid,
1992, p. 90, figs. 10-11; Ángela Franco Mata, «Fragmento de cofre con representación de carreras de
cuadrigas», pp. 172-173, n. 106; «Fragmento de cofre con representación de guerreros entre roleos»,
pp. 170-171, n. 105, en Bizancio en España. De la Antigüedad tardía a El Greco, abril-julio 2003, Museo
Arqueológico Nacional, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid, 2003, [catálogo exposición].
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11 Giuseppina Magnani, «Cassetta», en Pietro Amato (a cura di), Tesori d’arte dei Musei Diocesani, Umberto
Allemandi & C., Torino, 1986, p. 140.
12 Liana Castelfranchi Vegas, «El arte otoniano y el Año Mil. Introducción», en Año Mil. El arte en Europa,
950-1050, cit., p. 27, fig. 9.
13 Marian Campbell, An Introduction to Medieval Enamels, Her Majesty Stationery Office-Victoria and
Albert Museum, Londres, 1983, p. 10.
14 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., pp. 225-228.
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La cruz es el signo por excelencia del cristianismo, pues sobre ella sufrió Cristo
la pasión y, en consecuencia, en ella realizó el misterio de la salvación. Es a partir
del siglo iv cuando deviene signo de salvación, sobre todo a partir del sueño de
Constantino en la batalla del Puente Milvio (312) y del hallazgo de la verdadera
cruz de Cristo en Jerusalén (326) por Santa Elena, la madre del emperador. Tanto
en el mundo occidental como en el oriental, la cruz puede ser fija o procesional,
que es la que abre la marcha en las procesiones, y simboliza que Cristo guía a sus
fieles y que estos deben ir tras ella. La costumbre de encabezar la procesión parece
que se remonta al siglo iv, siendo convertida en norma en el siglo siguiente. El
mundo bizantino tiene una tipología bastante limitada, en la que predominan
las cruces latinas.
Aunque no se va a tratar aquí su evolución tipológica y estilística, estimo de
interés incluir algunos conceptos, que explican las relaciones del mundo bizan-
tino y el occidental. Aunque la cruz latina tachonada de piedras preciosas se
remonta al arte paleocristiano —como el mosaico del ábside de Santa Puden-
ciana, de Roma, siglo v20—, ejemplares bizantinos repiten el tipo, como la cruz
de san Apolinar in Classe, de Ravena21, y la de San Stefano Rotondo, de Roma
(642-649)22. Con referencia a esta última, Beckwith observa la riqueza de la cruz
enjoyada y rematada por el busto de Cristo, recordando el modelo iconográfi-
co que se encuentra en la crucifixión de las ampollas de plata de Palestina. En
cuanto a la cruz ebúrnea del relicario de marfil de la Vera Cruz, en San Francisco
de Cortona, pertenece a la moda refinada que fue introducida por Constantino,
el ya mencionado emperador erudito bizantino, cuya muerte en 959 no supuso
una repentina caída del nivel artístico, tan frecuente en Occidente23. El éxito de
la forma de la cruz lo pregona el perdido ejemplar encargado por el abad Suger,
para St. Denis, conocido a través del ejemplar de la Misa de San Gil, de Van Eyck,
actualmente en la National Gallery, de Londres24.
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25 Adolph Goldschmidt, Die Elfenbeinskulpturen aus der romanischen Zeit XI.-XIII Jahrhundert, vol. iv, n. 100,
pp. 30-31, lo sitúa hacia 1063; Gómez Moreno, El arte románico español..., cit., p. 24. Más recientemente,
Ángela Franco Mata, Arte leonés fuera de León (siglos IV-XVI), edilesa, León, 2010, pp. 129-165.
26 Maurizio Calvesi, Los Tesoros del Vaticano. La Basílica de San Pedro. Los Museos y Galerías del Vaticano.
El Tesoro de San Pedro. Las Grutas y la Necrópolis. Los Palacios del Vaticano, Lausana, Skira, 1962, p. 13;
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Christa Belting-Ihm, «Sas Justinos-kreuz in der Schatzkammer der Peterskirche in Rom», Jahrbuch der
römisch-germanischen Zentralmuseums Mainz, xii (1965), pp. 142 y siguientes; John Beckwith, Arte
paleocristiano y bizantino, cit., p. 112, fig. 83.
27 André Grabar, L’iconoclasme byzantin. Le dossier archéologique, Flammarion, París, 1957, 1984, 1998, pp.
24-65, sobre todo pp. 31, 55-56, figs. 74-76.
28 Ángela Franco Mata, «Liturgia hispánica y marfiles. Talleres de León y San Millán de la Cogolla en el
siglo xi», Codex Aquilarensis, 22 (2006), Aguilar de Campoo, pp. 92-144.
29 Danielle Gaborit-Chopin, «Plaque: Vierge à l’Enfant», en Byzance…, cit., pp. 246-247, n. 159, fig. 2.
30 Margaret English Frazer, «Hades Stabbed by the Cross of Christ», Metropolitan Museum Journal, 9 (1974),
pp. 153-161.
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Puesto que el personaje tendido con el estómago atravesado por la cruz está acom-
pañado por la ambigua inscripción, en caracteres griegos, «la cruz implantada en el
estómago de Adou», que puede interpretarse como Adou —Hades o Infierno— o
Adamou —Adán—, resulta imprecisa la identificación. La autora, sin embargo,
alude a diversos textos, el más convincente de los cuales creo que es el «Himno
del triunfo de la Cruz», de Romano el Melodista, en el siglo vi, que se entonaba
el Viernes Santo en la liturgia bizantina, que es la fiesta ilustrada en la placa de
marfil. Este Himno sobre la Resurrección, que no contiene una referencia espe-
cífica al personaje con el estómago atravesado en el Gólgota, era cantado también
el día de Pascua, cuya fiesta en la liturgia bizantina es la Anástasis. De acuerdo
con eso, M. Frazer entiende que es más probable que el himno cantado el Viernes
Santo fue el inspirador de la placa o un prototipo, y que la figura atravesada por
la cruz es identificable con Hades, no con Adán. Las fuentes escritas son, pues,
anteriores al periodo iconoclasta, como el himno indicado y escritos patrísticos.
La placa ebúrnea con la Traditio legis, desde 1900 en el Museo del Louvre,
procede del taller de San Isidoro31. Ya Goldschmidt aventura un origen leonés32.
Yo creo que, dadas las vinculaciones con el Evangelio (Mt. 6, 16-39; Jn. 21,
5-17), cuyos símbolos rodean el Cordero místico, es lícito pensar que formó
parte de la cubierta de un evangeliario, del siglo xi33. La doble mandorla apa-
rece, como se sabe, en el arte carolingio, y en León se evidencia en el Beato de
31 Anteriormente perteneció a la antigua Colección Fr. Spitzer, inventariada con el n. 28, siendo vendida en
París en 1893 (n. 63); Ángela Franco Mata, «El Tesoro de San Isidoro y la monarquía leonesa», cit., p. 56;
John Williams, «Christ in majesty with saints Peter and Paul», en The Art of Medieval Spain, Metropolitan
Museum of Art, New York, pp. 246-247, n. 112; Danielle Gaborit-Chopin, Ivoires médiévaux Ve-XVe
siècle, Musée du Louvre, París, 2003, n. 55; Id., «Les arts précieux en dehors du Saint-Empire», en René
Gaborit (dir.), L’art roman au Louvre, Jean-Fayar-Musée du Louvre, París, 2005, p. 59.
32 Adolf Goldschmidt, Die Elfenbeinskulpturen aus der romanischen Zeit XI.-XIII Jahrhundert, cit., iv, n. 107,
p. 32, estima origen español y la data en la segunda mitad del siglo xi. Repite elementos de obras del
mismo taller leonés, como las llaves de San Pedro, de la arqueta de San Juan y San Pelayo, y el Tetramorfos
responde al mismo prototipo. Jacques Bousquet considera incluso el mismo autor para la placa y la arqueta
de las Bienaventuranzas, opinión que comparto «Les ivoires espagnols du milieu xi siècle: leur position
historique et artistique», Cahiers de Saint Michel de Cuxa, 10 (1979), pp. 28-58. Repite elementos de
obras del mismo taller leonés, como las llaves de San Pedro de la arqueta de San Juan y San Pelayo y el
Tetramorfos responde al mismo prototipo.
33 Danielle Gaborit-Chopin, «Les arts précieux en dehors du Saint-Empire», en L’art roman au Louvre, cit.,
pp. 57-59; Ángela Franco Mata, «Arte románico, gótico y mudéjar en la encuadernación hispánica», Codex
Aquilarensis, 26 (2010), Fundación Santa María la Real, Aguilar de Campoo, pp. 105-137.
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34 Carlos Cid e Isabel Vigil, El Beato de la Biblioteca de Turín, copia románica catalana del Beato mozárabe
leonés de la Catedral de Gerona, Instituto de Estudios Gerundenses, Gerona, 1965. J. Yarza —Beato de
Liébana. Manuscritos iluminados, Moleiro, Barcelona, 1998, pp. 229-232— considera el beato de Turín
copia del de Gerona, realizada en Gerona. También la plástica románica se hace eco, como en la Maiestas
Domini, del claustro de Santa María de Tudela. Para la escultura del claustro vid. Anne Egry, «La escultura
del claustro de la catedral de Tudela (Navarra)», Príncipe de Viana, 74-75 (1959), Institución Príncipe
de Viana, Pamplona, pp. 63-107, sobre todo p. 91; M.ª Luisa Melero Moneo, Escultura románica y del
primer gótico de Tudela (Segunda mitad del siglo XII y primer cuarto del XIII), Centro Cultural Castel Ruiz,
Tudela, 1997, fig. 17.
35 John Williams, «Christ in majesty with Saints Peter and Paul», en The Art of Medieval Spain, cit., p. 246.
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36 W. N. Schumacher, «Dominus legem dat», Römische Quartalschrift, liv (1959), 1 y siguientes; Id. «Ein
römische Apsis-Komposition, pp. 137 y siguientes; G. Matthiae, Mosaici medioevali delle chiese di Roma, I,
1967, pp. 3 y siguientes; H. Congar Yves, «Le thème du “don de la Loi” dans l’art paléochrétien», Nouvelle
Revue Théologique, 84 (1962), pp. 915-933; Manuel Sotomayor, S. Pedro en la iconografía paleocristiana.
Testimonios de la tradición cristiana sobre San Pedro en los monumentos iconográficos anteriores al siglo sexto,
Facultad de Teología, Granada, 1962, pp. 70-80; John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p.
33; José Antonio Íñiguez Herrero, Arqueología cristiana, eunsa, Pamplona, 2000, pp. 184, 258; Jesús
Casás Otero, Estética y culto iconográfico, cit., p. 170.
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Matthei. Jocobi. Symonis et Jude. Matthie. Marci et Luce38, extremo muy ilustrativo
en el presente contexto. Esta manifestación se continúa en el románico hispano.
La escultura románica también recoge la modalidad a propósito de las respectivas
misiones, la Traditio Legis para Pablo y la Traditio Clavis para Pedro39.
En el lado norte de San Marcos de Venecia luce un relieve de la Ascensión
de Alejandro, tema del que no he hallado referencias en el mundo clásico. Aun-
que desconozco su existencia en el campo de las artes suntuarias, creo intere-
sante mencionarlo aquí por una singularidad iconográfica: la estola de la sacra-
lidad que el héroe lleva cruzada sobre el pecho. La obra es bizantina, tallada en
Constantinopla, entre los siglos xi o xii40, contemporánea, pues, del arte románi-
co occidental. Las representaciones de este estilo en nuestro país carecen de dicho
elemento, que tendrá pervivencia en la Italia gótica41 y solo excepcionalmente en
España en el siglo xv42.
Muchos tesoros fueron evadidos con destino a Occidente, sobre todo al finali-
zar la cuarta cruzada (1204). Durante tres días, una de las más bellas ciudades del
mundo quedó reducida a una espantosa ruina. El botín obtenido de tres iglesias
fue evaluado en cuatrocientos mil marcos de plata, más de cuatro veces la suma
exigida por los venecianos para el transporte de la cruzada en que estuvieron
implicados. Nunca, sentenció Villehardouin, desde que el mundo fue creado se
38 Así se pone de manifiesto en Cataluña, concretamente en el capitel que corona el segundo pilar de la nave
a partir del crucero a la derecha del central, de la catedral de Lérida. Cristo en el centro sentado en su
cátedra, en alto, sobre la bóveda celeste, y a su derecha San Pablo con la espada y San Pedro a la izquierda
con las llaves. Pero donde se revela la variante de la preferencia de Pablo como receptor de la Traditio legis
es en el tímpano de la iglesia de San Pau del Camp, en Barcelona. En el dintel se lee: SANCTVS PAVLVS
—derecha— de Cristo y SANCTVS PETRVS —izquierda—, cfr. Schlunk, «Nuevas interpretaciones…»,
cit., p. 108, nota 17.
39 Francesca Español Beltrán, «El sometimiento de los animales al hombre como paradigma moralizante de
distinto signo: la “Ascensión de Alejandro” y el “Señor de los animales” en el románico español», en Vè
Congrés Espanyol d’Historia de l’Art (Barcelona, 29 octubre-3 de noviembre de 1984), Ediciones Marzo
80, Barcelona, pp. 49-64, sobre todo pp. 55-56, notas 43-47, donde menciona otros ejemplos.
40 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 304, fig. 245.
41 Max Seidel, «L’artista e l’imperatore. L’attività di Giovanni Pisano al servizio di Enrico vii e il sepolcro
di Margherita di Brabante», en Arte italiana del Medioevo e del Rinascimento. Volume 2: Architettura e
Scultura, Marsilio, Venecia, 2003, pp. 463-564, sobre todo pp. 502-533, con bibliografía.
42 Ángela Franco Mata, «España y el arte europeo en el siglo xiv», en Exposición Canciller Ayala, Actos
Conmemorativos vi Centenario Canciller Ayala 1407-2007, Diputación Foral de Álava, Vitoria, 2007,
pp. 104-229.
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había visto botín en ciudad alguna. El papa Inocencio iii lo describió como «un
mundo de oscuridad» y se confesó debilitado por la decepción, la vergüenza y la
inquietud ante la estupidez política de los contendientes43. Aparte del desastre
que supuso como tal este lamentable suceso, se trata, al mismo tiempo, de un
acontecimiento trascendental para la historia de los tesoros en la cristiandad y
para la historia del arte. Ingresaron en las iglesias de Europa multitud de tesoros,
un gran número de reliquias, saqueadas en Constantinopla con sus relicarios,
a veces antiguos, como ha analizado P. E. Riant en el siglo xix44. También hizo
entrar, sobre todo en los tesoros de los príncipes, un gran número de piedras
grabadas y vasos de piedras duras. Entre estos objetos, algunos, de la más alta
calidad, procedían del tesoro de los emperadores bizantinos, una parte de cuyo
contenido procedía de los emperadores de Roma y se remontaba a tiempo de
Augusto. Desgraciadamente, es imposible seguir las vicisitudes sufridas de las
diferentes piezas, incluso de las más espectaculares. Basta consignar que un gran
número de piedras grabadas llegaron al tesoro de Federico ii. Su sucesor, Conrado
iv (1250-1254), mientras luchaba contra el papado, empeñó en 1253, ante un
consorcio de mercaderes de Génova, esta parte de su tesoro por la astronómica
suma de 2522 libras genovesas. Se contabilizaron 783, 100 anillos y 94 broches
y pendentifs45. Conrado iv murió un año después y las piedras se dispersaron.
Se descubre lo que parece ser una parte reducida, cuarenta años más tarde, en
el tesoro del papa Bonifacio viii. Se hallaron otras de procedencia desconocida,
pero probablemente del mismo origen, en el tesoro de Carlos v, rey de Francia
(1364-1380)46. Las gemas aportan a la corte de Francia el gusto por la belleza
antigua, las cuales concitan a conjeturar el mismo origen para objetos preciosos,
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dispersos por iglesias, catedrales, museos y colecciones. Bastantes objetos que han
figurado en la soberbia exposición Byzance, celebrada en París, en 1992, proceden
de este saqueo.
Uno de los periodos más interesantes para las artes suntuarias bizanti-
nas es, sin duda, la orfebrería de la época de los Macedonios y los Commenos
(843-1204)47. Las fuentes bizantinas contienen abundante información sobre
el lujo y esplendor de las obras de orfebrería en relación con la gloria y fasto
del emperador, aunque generalmente poco precisas sobre los objetos en con-
creto. Gracias al Libro de ceremonias, por ejemplo, sabemos que los orfebres de
Constantinopla eran los encargados de adornar el palacio en determinadas cir-
cunstancias, para «hacer resplandecer toda clase de objetos de oro y plata». La
personificación de la majestad bizantina del emperador está indicada en el citado
libro: el rostro barbado, atractivo y severo, enmarcado por corona, perpendulia
de perlas y halo, la alta y robusta figura envuelta en el skaramangion de púrpura
y el loros cargado de joyas y perlas, los pies calzados con enjoyados borceguíes de
tela de escarlata, las manos sosteniendo orbe y akakia, tienen su personificación
en el mosaico del emperador Alejandro, en la galería norte, de Santa Sofía, del
año 912-913. El emperador es identificado por una inscripción con su nombre
y unos monogramas en los que se lee: «El Señor ayude a tu siervo, el ortodoxo y
fiel emperador»48. Fuentes históricas y literarias proporcionan datos interesantes,
a través de los cuales sabemos de su uso en la vida pública y privada, su papel
de adorno en los palacios e iglesias de Constantinopla, e incluso como regalos
a los embajadores y altos personajes. Sin embargo, los inventarios anteriores a
1204 son escasos, resulta una notable excepción el brebion de Patmos, redactado
en 1200, aunque la orfebrería no resulta muy representada: iconos de Cristo,
la Virgen y santos, revestimientos de orfebrería, realzados con esmaltes, cruces,
reliquias, entre ellas la de la Vera Cruz, objetos de culto y telas, evangeliarios…
Los typica recogen el mismo tipo de objetos. Algunos testamentos concretan
referencias a iconos, candelabros de plata, etc.
47 Jannic Durand, «L’orfèvrerie ixe-xiie siècle», en Byzance…, cit., pp. 304-308; André Guillon, «L’Empire
des Mecédoniens et des Commènes (843-1204)», en Byzance…, cit., pp. 208-215.
48 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 209, fig. 159.
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49 El flabellum o abanico litúrgico se introdujo en función del cáliz con el fin de alejar de él los insectos,
sobre todo las moscas —muscatorium—, y era usado durante la misa.
50 Adeline Rucquoi, «La transmisión de la cultura durante el siglo x», en Rudesindus. La cultura europea del
siglo X, Xunta de Galicia, Santiago de Compostela, 2007, pp. 148-167 [catálogo exposición].
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pla, las maravillas de la ciudad y de Santa Sofía, en parte porque sentía el halago
de que su abadía recibiera elogios que superaran a los de la capital bizantina51.
Como en Occidente, no conocemos gran cosa de los talleres de orfebrería. El
Libro del prefecto, surgido para la actividad jurídica de León vi, aporta algunas
referencias sobre los de Constantinopla en la época de los Macedonios. Los orfe-
bres (argyropratai) estaban organizados en corporación ya en el siglo vi, rigurosa
organización que continúa probablemente con los Commenos52.
Creo obligado mencionar algunos aspectos del arte otoniano, por sus vínculos
con Bizancio. Destaca la rica serie de marfiles con que están fabricados numerosos
objetos litúrgicos, como cubiertas de códices, vasos sagrados, así como plaquetas
decorativas. El arte carolingio había adquirido un nuevo vigor con la inserción
de tablillas en el centro de las cubiertas de los códices, realizadas en materiales
nobles. Las iconografías elegidas son las figuras sagradas, Cristo y la Virgen, según
modelos de un áulico poder terreno y espiritualidad contemplativa, derivado de
los iconos. Una espléndida muestra se halla en la Staatbibliothek de Bamberg53.
La miniatura otoniana destacó de forma espectacular, dando unos frutos
acordes con su calidad. Dejando aparte el scriptorium de Reichenau, conviene
destacar, por las referencias simbólicas al arte bizantino, el célebre Codex Aureus
Epternacensis (Germanisches Nationalmuseum, Nürenberg), realizado en el scrip-
torium de Echternach, que se desarrolla rápidamente a partir de 1028 bajo el
abad Humberto. En una visita al monasterio de Ratisbona, entre 1043 y 1046,
Enrique iii queda impresionado por el célebre códice, encargando otro para la
catedral imperial de Spira; es el que actualmente se atesora en El Escorial (cod.
Vit. 17). Las dos grandes páginas de la dedicatoria representan sendas escenas de
homenaje a la manera bizantina; en una aparece el emperador Conrado ii con su
esposa Gisela, y en la otra Enrique ii con su esposa Inés54.
Aspecto importante es el relacionado con las Laudes Regiae, que reseño aquí
porque tienen referencias tanto en Occidente como en el mundo bizantino, aun-
que en Occidente solamente literarias. A diferencia de Europa, donde están regis-
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tradas letanías ofrecidas por el emperador, el arte bizantino conserva tres trípticos
de marfil con los sufragios ofrecidos por el emperador; el del Palazzo Venezia, de
Roma, de la primera mitad o mediados del siglo x; el de Harbaville, en el Museo
del Louvre, del periodo macedónico en Constantinopla (843-1056)55; y el de la
Biblioteca Apostólica Vaticana, del siglo xi.
El primero de ellos, aunque es
conocido como tríptico Casanaten-
se, por haberse conservado en dicha
biblioteca, anteriormente perteneció a
la colección Fulvio Orsini, de donde
pasó a la Colección Barberini, luego
a la citada biblioteca, de allí al Cas-
tel Sant’Angelo (1920) y, finalmen-
te, a su actual ubicación. El estudio
más reciente y completo del tríptico
se debe a Gianni Pittiglio56. Recoge, Tríptico Casanatense, Palazzo Venecia, Roma.
además de una amplia bibliografía, las
largas inscripciones en griego, que he traducido del italiano: «Como titubean
la mano y el grabador en esta representación de Cristo. Cristo consultando con
su Madre y Juan el Precursor, profiere así entre sus predilectos. Constantino sea
liberado de todo mal. Yo le daré toda la potencia y la gloria». La interpretación
de la inscripción, considera el estudioso, ha permitido asociar el tríptico con el
emperador Constantino viii Porfirogeneta (913-959) y, en consecuencia, datar-
la en torno a mediados del siglo x. La función ritual preveía la invocación de
los diversos santos representados durante las ceremonias litúrgicas y conectaba
directamente con las precarias condiciones de salud del emperador bizantino.
Considera justamente la obra como un capolavoro de la época posticonoclasta
bizantina, conocida como el renacimiento macedonio. La obra está constituida
por una Deesis —Cristo entre la Virgen y San Juan Bautista—, algunos apósto-
55 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 77; «Triptyque dit “Triptyque Harbaville”: Deesis
et saints», en Byzance…, cit., pp. 233-236.
56 Gianni Pittiglio, «Manufattura bizantina. Trittico Casanatense», en Cipro e l’Italia al tempo di Bisanzio.
L’Icona Grande di San Incola tis Stegis del XIII. Secolo restaurata a Roma, edición bilingüe italiana y griega,
Nicosia, 2009, pp. 227-231.
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57 Ernt Kantorowicz, «Ivories and Litanies», Journal of the Warburg and Courtalaud Institutes, V, 1942, pp.
56-81. Ha figurado en la exposición Byzance…, cit., Danielle Gaborit-Chopin, «Triptyque dit “Triptyque
Harbaville”: Deesis et Saint», pp. 233-236, n. 149. El tríptico del Vaticano ha sido reseñado en Liana
Castelfranchi Vegas, «El arte otoniano y el Año Mil. Introducción», en Año Mil. El arte en Europa,
950-1050, cit., p. 31, fig. 13.
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FASCINACIÓN DE OCCIDENTE POR BIZANCIO EN LAS ARTES SUNTUARIAS DE LOS SIGLOS XI Y XII
58 Ernst Kantorowicz, Laudes Regiae. Une étude des acclamations liturgiques et du culte du souverain au moyen
âge, Fayard, París, 2004. [Versión francesa del original inglés (1946)].
59 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 225, Robin Cormack, Byzantine Art, cit., p. 133,
fig. 73.
60 El inventariado y clasificado arte bizantino, actualmente en proceso avanzado de realización, resulta
extremadamente importante para ahondar en su estudio. A ello ha contribuido de forma especial el
Dumbarton Oaks Institut, de Washington, sobre cuyo tema se viene investigando desde hace muchos
años, a lo largo de los cuales se han publicado catálogos y artículos sobre diferentes aspectos. El incentivo
viene sobre todo de la magnífica colección de antigüedades bizantinas. Las investigaciones se han ampliado
a los denominados typika [typikon en singular], libros de reglas propios en cada monasterio bizantino,
y a los inventarios monásticos, recogidos en cinco volúmenes, cuyos índices resultan de suma utilidad,
cfr. Byzantine Monastic Foundation Documents. A Complete Translation of the Surviving Founders Typika
and Testaments, J. Thomas y A. Constantinides Hero (eds.), 1-5, Dumbarton Oaks Research Library
and Collection, Washington, 2000. Estos extremos son recogidos por Marina Falla Castelfranchi, quien
ha publicado recientemente un interesante studio sobre los tesoros bizantinos en los inventarios de
los monasteries italo-grecos de Italia meridional y de Sicilia, cfr. Marina Falla Castelfranchi, «Trésors
liturgiques byzantins dans les inventaires des monastères italo-grecs de l’Italie méridionale et de la Sicile»,
Les trésors romans des églises à l´époque romane, Les Cahiers de St. Michel de Cuxa, xli (2010), pp. 185-192.
Como es natural, los inventarios hacen una amplia referencia a iconos, a los cuales se aludirá aquí, sobre
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viviendo todavía su padre, de manera que es obvio que la escena no puede aludir
a dicha ceremonia. El panel debió de ser ejecutado después de que el emperador
se hubiese desembarazado de su suegro y de sus cuñados y antes de que nombra-
ra a Romano Augusto, su hijo, coemperador. Ello sugiere una fecha en torno a
945 para el relieve a modo de exvoto, que proclama soberanía exclusivamente.
Los trípticos del Louvre y del Vaticano no contienen ninguna referencia a Cons-
tantino pero, dada la identidad temática, aunque de más calidad y riqueza, no
dejan duda en torno a su origen palatino. Los tres son letanías o sufragios por
el emperador. El tema de la oración por la seguridad del emperador aparece en
otros paneles de marfil, representantes de las obras más conspicuas realizadas por
los artistas palatinos. Los tres ejemplares llevan en el reverso una gran cruz y en
los dos últimos, a ambos lados de Cristo, hay ángeles y las cruces no están sobre
fondo liso, sino enriquecidas con un cielo estrellado, dos cipreses sobre los que se
enrollan vides y otras plantas, y pájaros, en el ejemplar del Louvre, que podrían
significar el Árbol de la vida o el Árbol de la vida y de la ciencia del Bien y del
Mal61. Otra diferencia se advierte en la ausencia de clípeos que dividen los dos
registros, en el ejemplar del Vaticano, cuya función se ha reservado a las inscrip-
ciones en griego, ya mencionadas.
El panel del Museo Arqueológico de Venecia ostenta los retratos de San Juan
Evangelista y San Pablo en pie sobre un estrado de arquerías, sosteniendo códices,
y la inscripción ilustrativa de la finalidad: «El instrumento de Dios [San Pablo]
conversa con el hombre casto [San Juan] para proteger al emperador Constantino
de todo mal». Se trata, de nuevo, de Constantino vii62. En el Kunsthistorisches
Museum de Viena, se conserva otro panel que muestra a San Andrés y San Pedro
sobre un estrado semejante, pero ahora portadores de rollos. La inscripción dice
así: «Tu hermano de sangre [según Mateo, 4, 18, Pedro y Andrés eran hermanos],
el que proclama el Divino Misterio, absuelve al emperador Constantino de sus
pecados». Un tercer panel, actualmente en Grünes Gewölbe (Dresde), tiene los
todo en lo que concierne a la iconografía y liturgia. Menciona algunos de especial riqueza, por estar
enmarcados en oro y plata, eventualmente en mosaico, como el de la catedral de Troia, reseñado como
yconam beate Marie (ex musio) ornatam auro et argento, donado por el obispo Guillermo, en 1112-113.
61 Danielle Gaborit-Chopin, «Triptyque dit “Triptyque Harbaville”: Deesis et saints», en Byzance…, cit.,
pp. 233-236, n. 149.
62 Gianni Pittiglio, «Manufattura bizantina. Trittico Casanatense», cit., p. 230.
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70 Jannic Durand, «Coffret dit “La Sainte Chasse”», en Byzance…, cit., pp. 264-165, n. 173.
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reutilizadas, así como gemas y cristales preciosos, obra que constituye una mixti-
ficación estilística de gran vigor. La obra más conocida de la orfebrería otoniana
es, sin duda, el antipendium de la catedral de Basilea, actualmente en el Museo
de Cluny, donación del emperador Enrique ii y su esposa Cunegunda, destinado
inicialmente a Bamberg. La pareja imperial está postrada en proskinesis, reflejo de
la espiritualidad bizantina.
En la Edad Media, el tesoro, con sentido religioso, es un elemento a través del cual pueden
ser establecidas relaciones entre el más acá y el más allá, lo visible y lo invisible, lo carnal
y lo espiritual. Este vínculo operativo reviste para la cultura medieval una significación
mayor, porque se fundamenta teológicamente sobre el modelo del sacrificio de Cristo y de
su transformación eucarística, volviendo así al centro del misterio de la religión cristiana71.
71 Lucas Burkart, Philippe Cordez, Pierre Alain Mariaux y Yann Potin, «Introduction», en Le trésor au moyen
âge..., cit., pp. 3-7, sobre todo p. 5.
72 Anita Guerreau-Jalabert y Bruno Bon, «Le trésor au moyen âge: étude lexicale», en Le trésor au moyen
âge..., cit., pp. 11-31, sobre todo p. 28.
73 Giacomo Todeschini, El prezzo della salvezza. Lessici medievali del pensiero economico, Roma, 1994; id.,
«Trésor admis et trésor interdit dans le discours économique des théologiens (xie-xiiie siècles)», en Le trésor
au moyen âge..., cit., pp. 33-50, sobre todo p. 38.
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y plata y piedras preciosas y tejidos, los cuales son buenos si se hallan inscritos en
el registro espiritual. Multitud de fragmentos —ironizados por Voltaire— fueron
colocados en relicarios de variada estructura.
Los relicarios de la Vera Cruz o estauroteca constituyen el grupo de mayor
coherencia y numéricamente el más importante bajo la forma de cajas planas con
tapa corredera, cuyo ejemplar más suntuoso es el de Limburgo, en Alemania,
traído de Constantinopla después de 1204. Es solamente probable que sea partir
de finales del siglo xi y en el xii cuando se puede percibir la existencia de talleres
dispersos por la periferia del imperio, en Bulgaria, Georgia o Italia, aunque el más
impresionante era el desaparecido de la Sainte-Chapelle, que alcanzaba cerca del
metro de altura, del que se conserva un grabado de Morand en 1790.
También había dípticos, trípticos y cruces. El tríptico Stavelot, actualmente
en la Morgan Library de Nueva York, fue realizado con objeto de albergar dos
pequeños relicarios bizantinos de la Vera Cruz, que Wibald de Stavelot recibió
posiblemente como obsequio del emperador Manuel durante su misión diplo-
mática en 1154. El ciclo narrativo presentado en las alas, atribuido a Godefroi de
Claire, está basado en iconografía bizantina78. También se conserva, en la citada
institución, el relicario conocido como Fieschi-Morgan, una estauroteca, esmal-
tada con técnica de cloisonné en el siglo ix, presumiblemente después de 84379,
contemporánea de Beresford-Hope, en el Victoria and Albert Museum, obrada
en Italia80. Ambos ejemplares delatan claros recuerdos técnicos de la famosísima
cruz estauroteca del Vaticano.
Muchos fieles llevaban reliquias suspendidas del cuello dentro de una cruz o
relicario, denominado enkolpion —enkolpia en plural. Se apreciaron como verda-
deras reliquias las piedras y otros recuerdos que los peregrinos recogían al visitar
Tierra Santa, así como el aceite tomado de las lámparas que ardían delante de los
sepulcros de los mártires u otros santos. Los encolpia podían adoptar diferentes
formas y ser realizados en materiales más o menos ricos. En su interior podían
contener tierra, fragmentos de objetos o tejidos santificados por estar en con-
78 Ángela Franco Mata, «El tesoro románico», Boletín del Museo Arqueológico Nacional, xvii (1999), pp.
201-225, sobre todo p. 215.
79 Robin Cormack, Byzantine Art, cit., p. 114, fig. 65.
80 Marian Campbell, An Introduction to Medieval Enamels, cit., p. 12, n. 5.
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92 Jannic Durand, «L’icône reliquaire de la Nativité de la’ancienne Collection Marquet de Vasselot», La Revue
du Louvre et des Musées de France, n. 3, 1996, pp. 30-41.
93 Philippe Cordez, «La châsse des Rois Mages à Cologne et la christianisation des pierres magiques aux XIIe
et XIIIe siècles», en Le trésor au moyen âge..., cit., pp. 315-332.
94 Wolfgang Oberleitner, «Cameo: Ptolemaic royal couple», en Kunsthistorisches Museum Vienna. Guide to
the Collections, Kunsthistorisches Museum Vienna, Viena, 1988, p. 88.
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por las formas de la visera del casco y la diadema frontal de Arsinoé, es visualizada
en un dibujo del siglo xvii, que ignora estas cubrecabezas y la serpiente que corre
alrededor de los dos cráneos. El dibujo fue realizado después del robo de la piedra
en 1574, en que fue llevada a Roma, donde desapareció de nuevo hasta la fecha
indicada anteriormente, siendo copiada la cita de Alberto:
Est enim Coloniae in capsa trium regum magnae quantitatis onychinus, habens
latitudinem manus unius hominis et amplius, in quo super materiam lapidis
onychini, qui est unguis, picta duo sunt capita iuvenum albissima, ita quod est
unum sub alio, sed elucet propositione nasi et oris: et in fronte capitum est figura-
tus nigerrimus serpens, qui colligat capita illa. In mandibula autem unius in parte
ubi est angulus curvitatis mandibulae Inter. partem quae a capite, et eam quae ad
os inflectitur, est caput Aethiopis cum longa barba nigerrimum: et subtus in collo
iterum est lapis habens colorem unguis, et videtur esse vestimentum decoratum
floribus circa capita. Probavi autem quod non est vitrum, sed lapis, propter quod
praesumpsi picturam illa esse a natura et non ab arte95.
95 Cfr. Philippe Cordez, «La châsse des Rois Mages à Cologne et la christianisation des pierres magiques aux
xiie et xiiie siècles», cit., p. 317, nota 3.
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96 Ángela Franco Mata, «Texto e iconografía y aspectos religiosos culturales en una tipología de arquetas-
relicario románicas de talleres renanos», Codex Aquilarensis, 25 (2009), pp. 35-79.
97 V. Ciresi, «A Liturgical Study of the Shrine of the Three Kings in Cologne», en Objets, Images, and the
Word: Art in the Service of the Liturgy, Princeton, 2003, pp. 202-230.
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FASCINACIÓN DE OCCIDENTE POR BIZANCIO EN LAS ARTES SUNTUARIAS DE LOS SIGLOS XI Y XII
en la inscripción, entre 1198 y 1209, invita a situar con más precisión la creación
de la fachada entre 1201 y 1206, es decir, después de 1204, si se considera que
las piedras grandes provienen del saqueo de Constantinopla.
No es este el único caso de la cristianización del sentido de las piedras en la
Edad Media. Santo Tomás Becket usaba como sello de arzobispo un entalle con
la figura de Mercurio, del que determinados lapidarios le atribuían un poder
benéfico, y uno de sus sucesores llevó a la tumba un anillo ornado con un entalle
con una figura mágica. El gran rubí luminiscente del arca del santo en Canter-
bury, que combina los nuevos temas de la conversión y bendición de las gemas
con la interpretación cristiana tradicional que las asocia a la santidad, no se
habría expandido cuando las propiedades mágicas del rubí eran consideradas y
descritas por los clérigos98. Parece significativo, advierte Ph. Cordez, que algunos
casos atestiguados de piedras mágicas unidas a los relicarios se concentren en este
período-bisagra, en espera de ideas claras, de la mayor fascinación99.
Habría que relacionar la historia del famoso rubí de Canterbury con la de
otra piedra, que el rey de Castilla y León Alfonso vii habría ofrecido entre 1155
y 1160 al rey de Francia Luis vii, que lo habría donado a la abadía de St. Denis.
El relato es referido, entre 1236 y 1289, por varios textos españoles, que divergen
sobre la naturaleza del objeto: el de 1236 menciona una esmeralda tomada del
tributo de Zafadola, muerto en 1146, que se convierte en rubí-reliquia en 1289,
que había pertenecido a la corona de espinas de Cristo100. M. Gómez Moreno
sospecha que Alfonso vii había recibido del patriarca de Jerusalén un relicario
bizantino, actualmente vacío, que contenía el lignum domini, de plata, y datado
hacia 1128, conservada actualmente en la catedral de León101. Es de sardonia, en
forma de arco semicircular de 9 x 5 cm provisto de un engarce y puertecita de
98 S. Blick, «Reconstructing the Shrine of St. Thomas Becket, Canterbury Cathedral», en S. Blick y R. Tekipe
(dirs.), Art and Architecture of Late Medieval Pilgrimage in Northern Europe and England, Leyde, 2004, pp.
405-441.
99 Philippe Cordez, «La châsse des Rois Mages à Cologne et la christianisation des pierres magiques aux xiie
et xiiie siècles», cit., pp. 329-330.
100 G. Martín, «L’escarboucle de Saint-Denis, le roi de France et l’empereur des Espagnes», en C.
Gauvard (dir.), Saint-Denis et la royauté. En honneur de Bernard Genée, París, 1999, pp. 439-62; http://
hal.archives-ouvertes.fr/.
101 Manuel Gómez Moreno, Catálogo Monumental de España. Provincia de León, ed. facsimilar, León,
1979, p. 282.
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102 Danielle Gaborit-Chopin, «L’abbadiat de Suger (1122-1151)», en Le trésor de Saint-Denis, cit., pp.
121-128; Krysztof Pomian, «Les trésors: sacré, richesse et pouvoir», en Le trésor au moyen âge..., cit.,
pp. 131-160, sobre todo p. 153.
103 Danielle Gaborit-Chopin, «Le trésor de Saint-Denis à l’époque romane: trésor monastique ou
trésor royal?», Les trésors romans des églises à l´epoque romane, Les Cahiers de St. Michel de Cuxa, xli (2010),
pp. 71-80.
104 Daniel Alcouffe, «Navette de sardonyx», en Le trésor de Saint-Denis, cit., pp. 156-157.
105 Daniel Alcouffe, «Aiguière de sardoine», en Le trésor de Saint-Denis, cit., pp. 177-181.
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FASCINACIÓN DE OCCIDENTE POR BIZANCIO EN LAS ARTES SUNTUARIAS DE LOS SIGLOS XI Y XII
106 Estuvo depositado en el Cabinet de médailles en 1791, y fue robado en 1804; Philippe Verdier,
«The Chalice of Abbot Suger», en Studies in the History of Art, Nacional Gallery, Washington, 1990, pp.
9-29, exp. St. Denis, n. 28; Danielle Gaborit-Chopin, «Calice de Suger», en Le trésor de Saint-Denis, cit.,
pp. 174-176.
107 Daniel Alcouffe, «Vase», en Byzance…, cit., pp. 292-293, n. 206.
108 Ángela Franco Mata, «Fe y relicarios en la Edad Media», Abrente. Boletín de la Real Academia
Galega de Belas Artes de Nosa Señora do Rosario, n. 40/41 (2008/2009), pp. 371-398.
189
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109 Armelle Le Gendre, «Remarques sur l’élévation des reliques de la cathédrale de Saint-Étienne
de Sens en 1239», Les trésors romans des églises à l´époque romane, Les Cahiers de St. Michel de Cuxa, xli
(2010), pp. 103-111.
110 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., pp. 236-238.
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116 Chiara Maggioni, «Le trésor de l’ancienne cathédrale de Milan: objets liturgiques et mémoire de
la “sancta mediolanensis ecclsia”», Les trésors romans des églises à l´epoque romane, Les Cahiers de St. Michel
de Cuxa, xli (2010), pp. 153-160.
117 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 319, fig. 260.
118 John Beckwith, «The Werden Casket Reconsidered», Art Bulletin, xl (1958), pp. 1-11; Id., Arte
paleocristiano y bizantino, cit., p. 156, nota 20. Para la influencia del arte bizantino sobre el arte carolingio,
vid. John Beckwith, «Byzantine Influence on Art at the Court of Charlemagne», en Karl der Grosse, III,
Karolingische Kunst, Düsseldorf, 1965, pp. 288-300.
192
FASCINACIÓN DE OCCIDENTE POR BIZANCIO EN LAS ARTES SUNTUARIAS DE LOS SIGLOS XI Y XII
119 Marco Navoni, «I dittici eburnei nella liturgia», en Eburnea Diptycha. I dittici d’avorio tra Antichità
e Medioevo, a cura di Maximiliano David (Studi storici sulla Tarda Antichità), Bari, 2007, pp. 309-310.
193
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120 Roberto Cassanelli, «Los restos de un gran patrimonio arquitectónico», en Año Mil. El arte en
Europa, 950-1050, Lunwerg, Barcelona, 2000, pp. 35-48, sobre todo p. 36.
121 Ernesto Brivio, Il Crocifisso di Ariberto. Un mistero millenario intorno al símbolo della cristianità,
Silvana Editoriale, Milano, 1997.
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122 Liana Castelfranchi Vegas, «La Lombardía otoniana y Ariberto», en Año Mil. El arte en Europa,
950-1050, cit., pp. 88-107.
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Ángela Franco
Para la celebración del culto hay que considerar varios componentes mate-
riales, susceptibles de la siguiente clasificación: 1. Lugares dedicados a la palabra
de Dios (ambón), la acción eucarística (mesa de altar), la presidencia (sede) y los
fieles (cuerpo de la iglesia), además del baptisterio (lugar donde brota el agua de la
fuente bautismal), el lugar de reserva de la Eucaristía. 2. Vasos sagrados destinados
a contener el cuerpo y la sangre del Señor. 3. Los objetos sagrados, que albergan
los santos óleos y el crisma. 4. Otros objetos litúrgicos. Los monasterios disponían
de habitaciones para guardar los objetos litúrgicos. Los de uso no corriente se
conservaban en el skeuophylakion —sala de vasos. El diakonikon correspondía a
la sacristía, al sur del ábside, donde se guardaban los objetos de uso diario. En
ellos se fabricaban primorosas obras artísticas con carácter litúrgico; Alice-Mary
Talbot distingue: libros iluminados, iconos, vasos litúrgicos y textiles123. El estilo
de la orfebrería religiosa no es variado; sus formas parecen hacer sido constantes
desde el siglo ix al xii, destacando, entre las piezas conservadas, las cruces de altar
o procesionales, los cálices, patenas, asteriscos, candelabros, iconos, iconos con
revestimientos de orfebrería, cubiertas y, sobre todo, relicarios de todas clases, que
deben frecuentemente al contenido el haber llegado a nosotros.
Los muros de las iglesias se cubrían de pinturas, que servían de enseñanza a
los fieles, cuya participación en el culto era puramente pasiva124. Las pinturas de
la iglesia de San Lucas de Fócida se leen desde la bóveda del edificio, presidida
por la figura de Cristo Pantocrátor; cerca de Él se desarrollan los principales
episodios de su vida, mientras personajes del Antiguo Testamento o la vida de la
Virgen se disponen en un nivel inferior y los Padres de la Iglesia, primeros res-
ponsables de la liturgia y su aplicación, están representados más abajo. El denso
programa iconográfico de las pinturas de la iglesia de Decani (1327) es tal vez
el conjunto más completo referido al año litúrgico. Se han dedicado cuarenta y
seis escenas al Génesis, cuarenta y tres al ciclo de la Pasión y, lo que resulta más
ilustrativo, el calendario con una escena para cada día del año125. Se trata de la
perfecta asociación de iconografía y liturgia. Mientras las pinturas de la pasión
plasman el desarrollo de la misma en el tiempo litúrgico correspondiente, el
123 Alice-Mary Talbot, «Byzantine Monasticism and the Liturgical Arts», en Perceptions of Byzantium
and its Neighbors (843-1261), The Metropolitan Museum, Nueva York, 2000, pp. 22-39.
124 Ángela Franco Mata, «Un arte para la liturgia», en Bizancio en España..., cit., pp. 210-221.
125 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 208-209.
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FASCINACIÓN DE OCCIDENTE POR BIZANCIO EN LAS ARTES SUNTUARIAS DE LOS SIGLOS XI Y XII
126 Para este tema en Occidente, vid. Ángela Franco Mata, «La cerca exterior del coro de la catedral
de Toledo», Toletum, 1987, donde se analizan las relaciones con la Haggadah de Sarajevo; Id. «Los relieves
góticos de Santa María de Pontevedra, la cerca exterior del coro de la catedral de Toledo y la liturgia
de la Vigilia Pascual», XXIII Ruta Cicloturística del Románico Internacional, 6 febrero-19 junio de 2005,
Fundación Cultura Rutas del Románico, Pontevedra, 2005, pp. 186-192.
127 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 210.
128 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 288, figs. 229, 230.
129 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 162-164.
130 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., pp. 291-292.
197
Ángela Franco
honor los mosaicos y los iconostasios131. Ejemplos destacados son los mosaicos de
la iglesia del monasterio de Nea Moni en Quíos, que retratan en la cúpula, que
reposa sobre ocho arcos apechinados, las doce escenas —con alguna variante132.
Larga sería la relación de este conjunto iconográfico, pues es inherente a la ico-
nografía vinculada con la liturgia. Las Doce Fiestas son: Anunciación, Natividad,
Presentación en el templo, Bautismo, Transfiguración, Resurrección de Lázaro,
Entrada en Jerusalén, Crucifixión, Resurrección (la Resurrección de Adán y Eva
de la tumba, en el episodio del descenso a los infiernos), Ascensión y Pentecostés,
junto a la Asunción de la Virgen. Algunos iconos pintados en el Monte Sinaí,
fechados en el siglo x, incluyen dicha composición. Se ha supuesto un origen
constantinopolitano y se ha incluido el retrato de Constantino vii. Conviene
enfatizar el hecho de la gran importancia adquirida por dicho tema iconográfico
en el siglo xi.
En muchos paneles del Monte Sinaí se representan las Doce Fiestas distribui-
das en forma de díptico o con series completas de santos para un mes concreto,
en series de doce. Estos iconos a modo de calendarios, que reflejan menologios
contemporáneos, pueden llevar tam-
bién el reverso pintado con escenas
de la vida de Cristo, siendo en parte
litúrgicas y en parte narrativas 133.
Seis escenas en cada hoja figuran en
un mosaico en forma de díptico del
tesoro de la catedral de Florencia,
obra de comienzos del siglo xiv, per-
teneciente a la época de los empera-
dores Paleólogos134. Es frecuente en
Placa de esteatita, catedral de Toledo.
131 El arte del icono búlgaro de los siglos IX al XIX, exposición Museo Arqueológico Nacional 10
octubre-12 de noviembre de 1989, Ángela Franco y Kostadinka Paskáleva (coords.), Madrid, 1989;
Gaetano Passarelli, Icone delle dodici feste bizantine, Jaca Book, Milán, 2000 (1ª ed. 1998); Ángela Franco
Mata, «Iconostasio e iconos», Boletín del Museo Arqueológico Nacional, Madrid, 21-22-23 (2003-2004-
2005), pp. 91-130.
132 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 96.
133 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., pp. 238-239.
134 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 332, figs. 274-275; David Talbot Rice, El
arte de la época bizantina, cit., p. 235, fig. 220.
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FASCINACIÓN DE OCCIDENTE POR BIZANCIO EN LAS ARTES SUNTUARIAS DE LOS SIGLOS XI Y XII
135 Jr. Richard H. Randall, Masterpieces of ivory from the Walters Art Gallery, Baltimore, 1985, p. 130,
n. 204-206.
136 Medidas: 8 x 18 cm. Conde de Cedillo, Catálogo monumental y artístico de la Catedral de Toledo,
con Introducción y notas de Matilde Revuelta Tubino, ipiet, Toledo, 1991, p. 159, fig. 313.
137 Dentro de este contexto estilístico se hallan dos relieves de esteatita, un panel tallado con una
cacería de jabalí, en el Victoria and Albert Museum, cfr. John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino,
cit., pp. 248-249, figs. 195-197.
138 Julio Martín Sánchez, «Icono de las Doce Fiestas», en Bizancio en España..., cit., pp. 242-243.
139 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 128, fig. 118.
140 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 129, fig. 119.
199
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200
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142 Handbook of the Byzantine Collection, cit., p. 17, n. 6; Marvin C. Ross, Catalogue of the Byzantine
and Early Mediaeval Antiquities in the Dumbarton Oaks Collection, Dumbarton Oaks Collection/Trustees
for Harvard University, Washington, 1962, pp. 10-17, n. 9-11.
143 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 112, fig. 359.
144 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 345, fig. 282.
145 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., pp. 359-360, fig. 296.
201
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146 Katalog der Sammlung für Plastik und Kunstgewerbe. I. Teil. Mittelalter, Kunsthistorisches Museum,
Viena, 1964, pp. 27-29, n. 70, fig. 7.
147 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 114, ilustr. 102.
148 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 114-115.
149 Katalog der Sammlung für Plastik und Kunstgewerbe. I. Teil. Mittelalter, cit., pp. 25-27, n. 69, fig.
6.
150 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 112, fig. 97.
151 John Beckwith, Arte paleocristiano y bizantino, cit., p. 229, fig. 178.
152 Ángela Franco Mata, Esmaltes y marfiles medievales y renacentistas en España, versión castellana
y alemana, Kostbarkeiten aus Mittelalter und Renaissance, Aquisgrán, 7 mayo-8 junio de 1997, afinsa,
Madrid, 1997, [Catálogo exposición].
153 Janice Durand, «Deux pyxides, Musée du Louvre», en Byzance…, cit., pp. 82-83, n. 32.
202
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203
Ángela Franco
158 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 54-55.
159 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., p. 114, ilustr. 99.
160 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 148-149.
161 M.O.G., «Tétraevangile, Musée du Louvre», en Byzance…, cit., pp. 352-355, n. 263, 265.
162 Aimé Georges Martimort, «Estructura y leyes de la celebración litúrgica», en La Iglesia en oración.
Introducción a la liturgia, 2ª versión castellana actualizada y aumentada del original francés (1ª ed. 1984),
Herder, Barcelona, 1992, pp. 167-168.
204
FASCINACIÓN DE OCCIDENTE POR BIZANCIO EN LAS ARTES SUNTUARIAS DE LOS SIGLOS XI Y XII
163 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 78-79, ilus. 65, 66; M.O.G., «Psautier
avec commentaire, dit Psautier de Paris, Musée du Louvre», en Byzance…, cit., pp. 350-351, n. 261.
164 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 100-102.
165 Liana Castelfranchi Vegas, «“Reichenau” y la miniatura otoniana», en Año Mil. El arte en Europa,
950-1050, cit., pp. 49-72, figs. 45-46.
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Ángela Franco
166 De Bulgaria o Rumanía parece que procede la cruz de oro de reciente adquisición por el Estado
para el Museo Arqueológico Nacional, n. inv. 2008/168/3, datada entre los siglos vi y vii, en la que se
detecta influencia bizantina.
167 David Talbot Rice, El arte de la época bizantina, cit., pp. 153-157, ilustr. 145.
168 Jannic Durand, «Croix-reliquaire de la Vraie Croix», en Byzance…, cit., pp. 340-341, n. 255.
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