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Abya Yala Wawgeykuna

Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas


de cultura popular en Pinos, Zacatecas

Gabriel Edmundo Torres Muñoz


Gestor Cultural
[email protected]

Resumen
La Alcaldía Mayor de Sierra de Pinos, una línea histórica que envuelve
su vasto patrimonio, las memorias vivas de lo popular por medio de
las tradiciones en una amalgama festiva de los sonidos, los colores,
los sabores y los olores. La investigación permanente desde la tradi-
ción oral, documental revive en el pueblo de Pinos, Zacatecas, como
epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de una cultura
popular que provee el medio con los elementos que se le agregaron
al contacto en una decidida evidencia y la importancia de esta región
norte del país.
Palabras clave: cultura popular, tradición, festivales, baile, región.

Abstract
Sounds, colors, flavors and scent create a historical heritage of Alcaldía
Mayor Sierra de Pinos. Folktales and other sources show the vast history
of Pinos, Zacatecas, the location at the core of a rich popular art and
culture in this northern area of the country.
Keywords: Popular culture, tradition, festivals, dance, region.

Históricamente hablando la región del actual municipio de Pinos,


Zacatecas, se considera el núcleo de una región denominada el Gran
Tunal o Tunal Grande, por encontrarse en un espacio geográfico que
en diversas épocas, relata la tradición oral, era como una frontera de
equilibrio para las culturas de Mesoamérica.
Si bien la Alcaldía Mayor de Sierra de Pinos abarcaba geográ-
ficamente los actuales municipios de Zacatecas, Villa García, Loreto,
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Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

Noria de Ángeles, Villa González y Villa Hidalgo, la misma daba


cuenta de su extensión hasta lo que es parte del altiplano Potosino
comprendiendo los municipios de Charcas, Venado y Ahualulco.
Los tiempos primigenios de este filón de la patria han he-
chizado a todos los viajeros; los huachichiles hicieron de él su casa,
capitanes españoles y su curiosidad por las tierras del norte sucum-
bieron ante la atmósfera de los pinos y el tesoro metálico de sus
entrañas. Para 1591 con el fin de que colaboraran con su ejemplo
al desarrollo de los asentamientos que había fundado el capitán
Caldera, se trajo a 400 familias tlaxcaltecas para colonizar la Gran
Chichimeca.
Punto de encuentro y mezcla de razas, en la Gran Chichimeca
los tlaxcaltecas se hacen presentes en el antiguo descubrimiento del
Real de Minas de Sierra de Pinos. Como evidencia de la segmenta-
ción entre el pueblo español y el indígena aún persiste el arroyo de
San Blas que delimita perfectamente esos espacios de una tradición
perenne. Las evidencias de la huella indígena en el Real de Pinos
son un vestigio insoslayable de cómo los tlaxcaltecas y huachichiles
fundieron sus pensamientos a la par del de los españoles, caminantes
y moradores de estas tierras.
Don Ricardo Acosta Gómez en su libro Los Templos de
Sierra de Pinos, Zac y sus ministros, en lo concerniente al Templo
de la Purísima Concepción de Tlaxcalilla, destaca: “Es de notarse
que la torre antigua es de una cantera blanquizca, algo deleznable y
quebradiza por la acción de los elementos”1.

1. Acosta Gómez, Ricardo. Los Templos de Sierra de Pinos, Zac y sus ministros. Academia de
Historia Potosina, San Luis Potosí, 1984. 269
Abya Yala Wawgeykuna

El por qué de retomar este dato como preámbulo a la ex-


periencia de constatar el valor popular de las manifestaciones de
este espacio del centro norte de nuestro país es porque el maestro
Ricardo Acosta Gómez en sus cotidianas travesías por el pueblo y
publicaciones de historia local no señala dato alguno de lo descubier-
to recientemente en el año 2010, como lo es la técnica del tequitqui
que está presente en la parte alta de la torre antigua del templo de
la Purísima Concepción, como coronando toda una identidad.

“El tequitqui es un término propuesto por José Moreno


Villa en su texto Lo mexicano en las artes plásticas (1949)
y se refiere a las manifestaciones artísticas realizadas por
indígenas del área mesoamericana luego de la Conquista
de México”.

Señala que: “Es el producto mestizo que aparece en América


al interpretar los indígenas las imágenes de una religión importada
(...) está sujeto a la superstición indígena”2.
Tomando como referencia lo anterior para el caso que nos
ocupa, tenemos tres obras concretas de tequitqui, en razón de los
elementos decorativos de cada uno de nuestros tres centros religiosos
que se custodian en la traza del centro histórico, reconocido por su
valor patrimonial y que encierra un sendero más para descubrir los
simples detalles que a la vista escapan, pero que nuestros predece-
sores dejaron insertados en los muros y en las torres como elemento
ornamental de su visión y la aventura en los momentos que tuvieron
que franquear para la fusión y mezcla de iconos de dos mundos.
En el proceso de conservación del patrimonio del centro
histórico de Pinos, Zacatecas, entre conversaciones de avances y
retos con los arquitectos, historiadores y restauradores, guardé en
la memoria un comentario del Arquitecto Carlos Augusto Torres
Pérez con respecto de la antigua torre del templo de Tlaxcala: “En la
torre primera existen unos danzantes en su linternilla”. Por lo tanto
las figuras de la primitiva torre del templo de Tlaxcalita, son una
composición única que da testimonio de la técnica del Tequitqui
usada por los indígenas.
En los tiempos de las incursiones españolas y con los consa-
bidos trazos de los pueblos mineros, este lugar no estuvo fuera de los

2. Moreno Villa, José. Lo mexicano en las artes plásticas. Editorial S.L. Fondo de Cultura
270 Económica de España, 2009, 174 págs.
Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

proyectos de evangelización, pero más de


trabajos arduos a los que estarían sometidos
los naturales de estas tierras que tomando
iniciativa propia o inducida dejaron huellas
con materiales y técnicas fusionadas en los
elementos del decorado exterior del templo
parroquial y el convento de San Francisco
que hoy en día son el medio para compartir
el pasado en el presente.
Abordemos entonces las iniciales
descripciones que corresponden al templo
de Tlaxcala de su primera torre como lo es
el conjunto de la linternilla donde se inte-
graron cuatro danzantes y sólo uno, el que
mira hacia el suroeste, es el que se encuentra
en mejores condiciones.
Los danzantes están coronando la
torre, especialmente en las columnas que
le dan forma final; misma que tiene una
hechura de piedra de caliche propia de la
región; en calicanto y con la técnica de ar-
gamasa se delinea la figura del danzante
donde se aprecian las facciones de la cabeza, coronada con un pe- Fig. 1. Danzante en
nacho de mediana altura con sus plumas y dispuestos en actitud de técnica tequitqui. Templo
de Tlaxcala, Pinos, Zac.
armonía. México. 18 de agosto
La posición de las manos denota tener una sonaja y arco con de 2014. Autor: Gabriel
Edmundo Torres Muñoz.
flecha, en una y en la otra, y de la cintura hacia abajo una simulada
nahuilla que remata en unos pies descalzos que salvo posteriores
investigaciones al detalle, nos pueden dar visos de más ornamentos
de estas representaciones.
Esta línea histórica que envuelve el vasto patrimonio es el
preámbulo para sustentar desde un icono de lo más arraigado en
nuestra tierra las danzas, que son manifestaciones de encuentro
y entes socializadoras de los pinenses, las danzas de matlachines,
indios, pluma y broncos, están presentes como elementos de iden-
tidad de una región natural que fundida con todas las expresiones
populares, florecen en la comunidad y son guardadas celosamente
por sus principales protagonistas, los hombres y mujeres del campo
en torno a su vida cotidiana.

271
Abya Yala Wawgeykuna

En tanto, viajemos haciendo uso de la lectura con estas


líneas precisas que narran una de las expresiones tradicionales del
municipio, la danza de pluma:

Muy de mañana con olor de tierra mojada


van llegando los devotos del caserío,
entre sus manos llevan flores de papel de China,
ofrendas multicolores que se prenden en la manta blanca,
asidos de los travesaños donde el señor fue martirizado
y con la danza de pluma, recordado un tres de mayo.

Color y solemnidad se exhalan en esta festividad,


madero rodeado en mantos blancos colmado de ofrendas.
que con vertiginosos pasos de ágiles danzantes
celebran la fiesta de la Santa Cruz en el Bernalejo.

Y los viejillos de la danza


que se aparecen en cantidades
roban las sonrisas de la gente
el susto de los niños que pegan carrera.
O la mueca de don José, capitán de la danza,
que abre tremendos ojos para identificarles.
Y sólo atina a decir... ¡ellos solos se invitan!

Una promesa que se convierte en diversión


al amparo de la Santa Cruz y un buen son,
bailotean con la banda que armoniza la feria
entre son de danza de pluma y los sonidos de fiesta
exactitud, con la entrada de la peregrinación
que ha llegado desde la comunidad vecina.

Las palmas atrapadas con fuerza en la mano


giran, vuelan y bailan con plumas multicolores
arrebatando al viento plegarias y cantos de los fieles
que en paso apresurado llegan a la celebración
de la Santa Cruz y su danza de pluma en el Bernalejo.
Las coronas y el mechón de papelillos de China
con el aire fresco de la mañana o tarde y noche.
Se revuelven cual grupo de serpentinas,
visten de color la fiesta, movilizan los ojillos traviesos.
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Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

Danzantes que se desplazan entre remolinos de polvo


que brotan de los caminares de fieles
usando pantaloncillo con mota y medias de la abuela,
dejan con sus huaraches veloces huellas.

Los petos de lunas redondas destellan su luminosidad,


lanzan sus luces sobre la cruz que descansa
sobre el atrio de la capilla, que ya se encuentra llena.

El sonido de la tambora y violín


surcan el pequeño cañón de Bernalejo
y a lo lejos se divisa la sierra de morenos.
Anuncian fiesta, religiosidad y tradición comunitaria.

La capa en la espalda de bordados femeninos


en analogía precisa llevan a la Santa Cruz, en punto de cruz
hilos bordando mandas y agradecimientos por la salud.

Y en las casas; hierve el cazo de caldo y mole,


las tortillas hechas a mano, caen sobre el comal
señal de comilona de la primera comunión,
de los infantes que apenas se acercan.
Celebración de pueblo que se muda en fiesta de mi gente.
Solemnidad de comunidad que es patrimonio material
mezcla de historias de recuerdos idos y pláticas que educan
de rostros por los que los años han pasado
y aciertan en dar fidelidad a la historia de la danza.

En tanto la geografía zacatecana inmersa en sus contrastes


alcanza una dimensión particular y emotiva con las expresiones ar-
tísticas en el contexto de las memorias vivas de lo popular por medio
de las tradiciones, en este territorio del gran tunal se manifiesta con la
danza de matlachines en varias de las trescientas ocho comunidades
del municipio; su vestuario se integra de:

Nahuilla. Confeccionada en terciopelo de color negro, rojo


o verde, adornada con carrizos de aproximadamente veinte centí-
metros de largo rematados al final con una mota hecha de estambre
en colores vistosos; acabados con diversos adornos en lentejuela y
chaquira.
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Abya Yala Wawgeykuna

Fig. 2. Danza de Pluma. Chaleco. Hecho en la misma tela y color de la nahuilla,


Bernalejo, Pinos,
Zacatecas. 3 de mayo
complementando su adorno con espejos, lentejuela, chaquira y en
de 2013. Autor: Gabriel la parte de la espalda luce bordada la imagen del santo patrono.
Edmundo Torres Muñoz. Camisa y pantaloncillo. Elaborado con tela tipo raso en
un color llamativo y que contraste con el color de la nahuilla y el
chaleco.
Monterilla o penacho. Lleva plumas de colores en forma
de corona, adornado con lentejuela, chaquira, espejos y cuentas de
papelillo.
Complementan el atuendo unas medias rojas, huaraches
de tres agujeros con suela de llanta o vaqueta y de tres a seis hojas
de lámina (esto con el propósito de que al ejecutar las pisadas suene
más fuerte), faja a la cintura, sonaja, arco y flecha.
Los instrumentos que se disponen para ejecutar los sones
son la tambora, que en tiempos primigenios se hacía de un cajón
de palma hueco y una piel de animal, posteriormente se le añade el
violín.
Algunos de los nomines de los sones son: La mula, El viejo
de la danza, El perico, El capón, El indio, La flecha, La golondrina,
El palo, El gallo viejo, El son del pavo, El muñeco, El patito, La Esther,
La potranca, Los huaraches, El Mangueras, El cardenal, Diferente,
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Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

Tierra blanca, Ya se van todos los indios, El son inglés, Perras pintas, Fig. 3. Danzantes
Escalerillas, La víbora, El madrugador, El tamborero, La cruz, La rue- Matlachines. Pinos,
Zacatecas. Julio de 2014.
da, El pavo, El presumido, Tanto caminar, El flechazo, El salta perico, Autor: Gabriel Edmundo
El gallo, Carne de burro, Lomas pintas, La vaquita, La colonita, El Torres Muñoz.
verde, El lirio, La capiroteada, El huarachazo, El gallo loco, La despe-
dida, El moño colorado, La calaca, La noria, La crestuna y Granito de
oro, entre muchos otros.
Lo anterior se registra en singular armonía con la picaresca
representación del viejo de la danza que acompaña la fuerza y vigor
de los matlachines; recias figuras de danzantes que al compás de la
tambora y el violín se desplazan por el atrio del templo, llevando y
trayendo sones que evocan el sincretismo de dos culturas que se han
adaptado al medio ambiente local en una tierra agreste e inhóspita.
Nuestra tierra encierra también como manifestación de lo
indígena, de lo inicial; su teatro popular que emplea como maqui-
llaje y vestuario, danzas-teatro como La bajada del indio; expresión
pública que realizan algunos grupos de danzantes; todo inicia cuando
se van los viejos de la danza para bajarlo desde lo más alto del cerro
por medio de latigazos. Este personaje es un integrante de la danza
que, semidesnudo y con un taparrabo, trae todo el cuerpo pintado

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Abya Yala Wawgeykuna

con tizne, carga un morral lleno de gordas de maíz y un cuchillo al


cual le da filo para cortar leña y así calentar su comida.
Mientras, los matlachines, en dos líneas, van en formación
de cortejo a encontrarlos a la orilla del pueblo, cuando ambos se
agrupan lo llevan bailando por varias calles de la comunidad hasta la
plaza junto a la imagen religiosa motivo de la fiesta donde, después
de varios sones en los que lucha con todos los danzantes, simulan
que lo matan; acto seguido van y se lo ofrecen al santo patrono del
pueblo con la finalidad de venerarle; inmediatamente le devuelve la
vida; cuando esto acontece, el pueblo ofrece un milagro, veladora y
flores en gratitud.
Lo mismo sucede con La matanza del viejo, es un rito que
consiste en ejecutar el son del mismo nombre (música en vivo con
violín y tambora) iniciando en líneas paralelas que después de un
cierto tiempo se forman en círculo para situar al viejo de la danza en
el centro, espacio que da apertura a una lucha contra el monarca y
los danzantes. Llegando al final del recorrido del círculo lo mata el
monarca lo lleva al centro y todos los danzantes pasan y lo cubren
con sus palmas si es danza de pluma o con monterillas si es danza
de matlachines; bailan alrededor y luego de un tiempo retiran, lo
agarran de pies y manos para echarlo fuera del escenario y finalmente
se ejecuta el son de salida.
Nuestra cultura popular es fusión de identidad y arraigo,
la amalgama de los sonidos, los colores, los sabores y los olores se
entretejen en un acontecer dancístico original que evoca la vida coti-
diana de hombres y mujeres en una época definida por los tiempos,
enlazada generacionalmente por la vigencia de las creencias, mitos
y las costumbres de los pueblos.
La investigación permanente desde la tradición oral, docu-
mental y vivencial recupera los caminos de fe tradicionales en los
pueblos de la provincia zacatecana, como las entradas de cera que
desprenden el olor de las velas y flores que armonizada con el conteo
del Rosario entre las manos acercan a los fieles con lo espiritual y la
paz que reconforta estar ante el santo patrono.
La entrada de cera es el espacio impregnado de delicadeza
en donde, cantando alabanzas, hay que llevar una ofrenda en velas
o veladoras lucidamente acomodadas en una batea, estructura de
madera revestida de papel de vivos colores y en el centro la imagen
religiosa. Al dar paso a los incendios, actos religiosos muy atrayen-
tes y coloridos que son encabezados por dos personas que llevan
276 las bateas principales, acompañan esta fiesta con música y comida
Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

donde se queman ristras de cohetes y espoletas. La entrada de cera


es una expresión religiosa que debe ser rescatada y revalorada para
impregnar los días de este nuevo milenio, en las presentes y futuras
generaciones, de ese pasado que los sentimientos de los abuelos
nunca olvidan.
Recrear la vida cotidiana de una generación es escudriñar
entre las veredas las historias celosamente guardadas, que esto per-
mita valorar y advertir el tiempo pasado, para disfrutarlas en el hoy
en un escenario distinto de su génesis y su razón de ser y cómo lo
incorpora el ambiente comunitario y festivo de las áreas apacibles
del municipio de Pinos.
La fusión de la entrada de cera con aroma de flores, sonidos
de tambora y violín acompañando al santo patrono entre danzantes
de matlachines, nos llevan en este recorrido por donde el camino de
tierra adentro dejó su huella, y cómo la gran variedad de haciendas
mezcaleras, ganaderas y agrícolas, contribuyeron al surgimiento de
la hacienda de San Nicolás; lugar inédito donde floreció la conseja
popular al amparo de las clases sociales que contribuyeron al fervor
de las ceremonias y jolgorios; los bailes tradicionales que marcaron
una estación del tiempo antes de la Revolución Mexicana y después
de ésta.
Rumbo a la hacienda de San Nicolás se está donde danzan
y pasean al coyote, bailan la flor del huizachal y terminan con el
jaripeo, todas éstas, expresiones que perduran con la esencia de la
juventud actual en el escenario de lo contemporáneo como muestra
de identidad y arraigo.
En estas fincas las voces laboriosas de la tierra del sures-
te zacatecano, la hacienda se convierte en un punto social para el
entretejo de historias de vida, entre sones de matlachines, danzas
de conquista y, en un día de festejo, para agudizar la vista y ver los
caminos de fe que acompañan la entrada de cera hacia el templo.
Todo es fiesta y todo es acercamiento con la manifestación
del hombre del semidesierto zacatecano, presencia de culturas y
mezcla de lo esencial vivido en un momento, en el justo momento
de la historia de su llegada al gran tunal.
Abordemos ahora una de las conmemoraciones más longevas
de este espacio geográfico que data desde el año de 1601 y se realiza
en el antiguo barrio de Tlaxcala, ubicado al este de la cabecera mu-
nicipal, cada 8 de diciembre; nos referimos a la fiesta de los faroles,
que es identidad, patrimonio material e inmaterial que se respira
junto a su gente y se organiza en torno a la vida misma de un barrio 277
Abya Yala Wawgeykuna

Fig. 4. Fiesta de los que se entrega a sus tradiciones y cimienta identidades infantiles
Faroles de la Purísima
Concepción. Pinos,
para los nuevos tiempos. Puesto que la fiesta de los faroles es, ante
Zacatecas. 8 de diciembre todo, raíz y tradición de un pueblo.
de 2013. Autor: Gabriel Los primeros días de diciembre la empinada calle de Tlaxcala
Edmundo Torres Muñoz.
se ilumina noche tras noche del novenario con cantidad de farolillos
de diferentes tamaños y multitud de colores a los que se les pone
una vela de parafina en el centro, se colocan en cordones de extremo
a extremo de las calles junto con papel picado y ya comenzando el
atardecer profundo el día de la fiesta, se prenden las infaltables ca-
zuelejas entre banderitas azul con blanco en los pretiles de las casas.
La plazuela cercana al templo se llena de gente y música, se
echan cohetes por gruesas y después se prende el árbol de pólvora,
las danzas de matlachines y la vendimia dan el colorido que antaño
tenían las ferias de pueblo. La fiesta de los faroles representa, con
todo, una gran solemnidad a la Purísima Concepción.
Con una particularidad especial el barrio de Tlaxcala tam-
bién escondía en sus calles y callejones una muestra más de sus
arraigadas tradiciones populares: la pastorela, teatro popular nacido
para y con la evangelización. Doña Candelaria Herrera Hernández
viuda de Rojas (qepd) relató cómo con su esposo Cosme Rojas
López, participaron de los montajes de pastorelas como un acto de
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Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

fe al Niño Manuelito, imagen milagrosa que se encuentra también


en el barrio, por el lado de la calle alta que converge a la plazuela
en casa de don Jesús Reyna, que doña Concha cuidaba con esmero
y profundo sigilo religioso.
Al igual que en el barrio de Tlaxcala las pastorelas abundan
en las comunidades, los abuelos custodian textos, libros añejos donde
están plasmados los diálogos y cantos del nacimiento de Jesús que
se encuentran, cabe resaltarlo, en peligro constante de desaparición
por la pérdida de valores entre la población joven que ve en ello
esencias de viejo, haberes y saberes de inutilidad para sus tiempos.
En la cotidianeidad comunitaria del municipio de Pinos,
múltiples manifestaciones de una cultura popular ancestral perma-
necen a pesar de los embates de la modernidad y la globalidad en
una mezcla festiva, de misticismo religioso y temor a la muerte.
En la comunidad de Pedregoso se representa la mojiganga,
expresión creativa del tiempo de la hacienda, en donde la capora-
la da el inicio de esta solemnidad donde aún puede apreciarse un
gran número de personajes gigantescos que, al ritmo de la música
de cuerdas o de viento, se pasean por toda la comunidad en señal
de alegría y festejo al Señor de la Injurias.
Del misticismo y festejo a la muerte, hasta el día de hoy,
encontramos en una de las comunidades, una evidencia más de las
fiestas y tradiciones que nos acercan a la convivencia con los muer-
tos. En Santa Elena, Pinos, Zacatecas, parece sencillo describir un
acontecimiento del cual no se tiene fecha exacta de cuándo inició,
sin embargo, anualmente, desde el día 31 de octubre por la mañana
se originan los preparativos para ese encuentro de los vivos con los
muertos; la gente comienza a buscar lo indispensable para hacer su:

"luminaria, que adquiere significados especiales como: la


luz de Cristo cuando nos llama de este mundo, ayudar a las
ánimas en el camino al más allá o cenizas de los muertos.
Como ese festejo toma diferentes connotaciones para la
gente, tiene sus particularidades muy especiales, casi todos
los días finales del mes de octubre, y a pesar de las heladas
intensas de la estación próxima, motivo que no es obstáculo,
aproximadamente entre las nueve y las diez de la noche,
emprenden la caminata al cerro.
Cuando la recolección del sotol o leña es en cantidades
necesarias, se procede a diseñar, entre la oscuridad, figuras
como: una cruz, símbolo de la religión que se profesa; co- 279
Abya Yala Wawgeykuna

razones, órgano del cuerpo humano que da vida y en él se


extingue; hileras, que al multiplicarse señalan el camino a
la vida o la eternidad, y coronas, señal de ofrenda en el día
que festejamos a nuestros muertos; ya entrada la noche se
encienden para contemplarse desde la lejanía. Mientras que
esto sucede en el cerro, en las calles de la comunidad las
familias salen fuera de su casa y también hacen su luminaria
en frente de la puerta principal, en la cual brincan los niños,
al estilo de rituales ancestrales y no importando la altura
que alcancen las llamas, así se continúa con la convivencia
en familia, una convivencia de los vivos y los muertos que
se extiende hasta altas horas de la madrugada acompañada
de una comilona alrededor de la luminaria que da entrada
a la celebración del 1 y 2 de noviembre en la que el pueblo
mexicano rinde culto a la muerte”3.

La tierra árida de Pinos, tiene vida propia porque de ella


brotan frutos que con las manos mágicas se trasforman en deliciosos
manjares y enseres para las labores.

Fig. 5. Planta de
Lechuguilla. El Refugio de
los Ortiz, Pinos, Zac. Autor:
Gabriel Edmundo
Torres Muñoz.

La vida cotidiana de los pinenses está ligada desde tiem-


pos remotos a los elementos naturales como el barro, la palma, la
lechuguilla y el agave, que son abundantes en sus dominios y de

3. AAVV. Raíces y Tradiciones de un Pueblo Zacatecano. Fondo de Desarrollo Cultural Muni-


280 cipal-IZC-Ayuntamiento-IMC, 2004, La mojiganga.
Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

gran valor simbólico. La tierra, un tanto pródiga, nos ha dotado


de plantas de donde se extraen fibras naturales; los despojos de las
pencas de la lechuguilla, se trasforman en hebras de ixtle que con
las manos se entretejen para otorgar sabiduría y resaltar su belleza
en el imaginario colectivo de formas y colores.
Portadora de tradiciones ancestrales, la lechuguilla permi-
tió confeccionar las hondas, armas mortales de los huachichiles o
mecates y aparejos que los arrieros destinaban a los animales en las
agotadoras jornadas por sembradíos, veredas y caminos; y hacer las
costaleras que antaño custodiaban las semillas del campo.
Con respecto a la alfarería, el alfarero tradicional conserva
la labor y modelado del barro que le heredaron, es decir, la práctica
artesanal persiste por la transmisión de los conocimientos de ge-
neración en generación. Donde la arcilla de esta tierra con el tinte
natural del almagre de las faldas del majestuoso cerro traza signos
de color rojo; ese color al que los huachichiles y chichimecas daban
prioridad para mimetizar sus andanzas en la tierra del tunal grande.
Con múltiples tareas, el artista popular ejecuta con maestría
y dedicación ollas, macetas, cazuelas, jarros y un sin fin de lozas, que
no pueden faltar en los hogares pinenses, para más tarde ver crecer
las plantas, comer los frijoles de olla o compartir el sabor a jarro del
atole de masa.
Pinos, Zacatecas como médula indígena del gran tunal,
fusión y huellas de una cultura popular que le provee el medio y los
elementos que se agregaron al contacto no escapa a la herbolaria y
los sabores de la tierra.
Plasmar el testimonio de lo valioso que es una tradición que
emerge como resultado de una necesidad es vigorizar la pertenencia
a una tierra que provee de plantas y sustancias naturales para curar
los males. Guardar la memoria, robar los conocimientos y atreverse
a incursionar en las mentes lúcidas de nuestros abuelos es la tarea
por, demás encomiable, de quien gusta ser parte de este rescate de
lo inmaterial, que se hace realidad cuando te sanan de las dolencias.
Abordar la evocación de la identidad por medio de las hier-
bas y compartir un conocimiento recurrente cada vez más actual y
conjugado con la modernidad y la globalidad es transportarse a la
memoria de los antiguos pueblos y moradores del gran tunal, para
caminar entre lomas y cerros, localizar las hierbas naturales del cam-
po como la sangre de grado o epazote y hacer la pócima perfecta
para sanar.
281
Abya Yala Wawgeykuna

Herencia de la abuela o abuelo, continuación de la madre,


sucesión de la hija y, sin distinción, un legado que se queda en los
ciudadanos que atesoran la sabiduría de nuestros ancestros y une a
un imaginario colectivo de convivencia con la naturaleza y la salud.
Salud que se obtiene con los sabores y frutos de la tierra basada
en el maguey, nopales, biznagas y palmas, aunado al maíz siempre
presente en nuestra dieta. Del maguey una hornada de quiote, al
vapor, tatemado o asado o aguamiel, y esta última fermentada por
varios días en una olla de barro y un poco de alcohol; resultado, un
excelente pulque o, a fuego lento, hasta quedar miel del maguey.
Pero sin duda lo más ancestral es el vino mezcal, bebida de
agave que puede tomarse del chorro, saliendo del alambique... ¡salud!

Fig. 6. Extracto de tuna


cardona para hacer la
melcocha. El Jacal de
las Panelas, Vía Corte el
Patrocinio, Pinos, Zac. 20
de octubre de 2010. Autor:
Gabriel Edmundo
Torres Muñoz.

De los nopales, tunas blancas y cardonas, queso de tuna,


panela, o melcocha y en la fermentación de tunas molidas tras va-
rios días en olla de barro mezclado con un poco de alcohol nos da
el colonche.
Las chichambas son mazos de flores de la palma, tierna es
deliciosa verdura y cuando madura se convierte en dátil, dulce na-
tural que se ponen a madurar en una cama de jaral. De la biznaga
su flor es cabuche, platillo salado y en dulce manjar biznagas hay
que paladear.
En esquite el maíz tierno se dora en un comal con sal y para
el pinole el maíz se tuesta en el comal, se muele con canela y azúcar,
una excelente golosina. Con el horno bien caliente de un día antes
282
Epicentro indígena del gran tunal, fusión y huellas de cultura popular en Pinos, Zacatecas - G. E. Torres

gordas de horno hay que echar, en hojas de lámina bien engrasadas,


son de azúcar y de sal.
Como epicentro indígena del gran tunal con sus huellas
de cultura popular nuestra tierra, Pinos, Zacatecas, es suelo mine-
ral entre nopaleras, suelo mineral y vestigios prehispánicos, suelo
mineral y monumentos coloniales con declaratoria de patrimonio
de la humanidad.
Dejar un buen sabor de boca es reconocer y compartir que
el centro del gran tunal, Pinos, Zacatecas, es esencia indígena con
maternidad histórica que se destila en el ambiente, porque en él
habita la amalgama de tres culturas, huachichil, española y tlaxcal-
teca que suscitaron etapas históricas que recapitulan una jerarquía
de esta región del país.

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