Escuadron 17

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EXCEPTO TINTAS DIRECTAS, STAMPINGS, ETC.

ESCUADRÓN 17 • NEXXUZ & JOSEMI


DISEÑO 24/02/2016 Germán

EDICIÓN

SELLO MR
COLECCIÓN

FORMATO 15 X 23mm
Rustica sin solapas

SERVICIO

la tierra está quedándose CARACTERÍSTICAS

sin energía. nexxuz y josemi, al mando IMPRESIÓN 4/0 tintas

de un extraño equipo, tienen como misión


CMYK

investigar qué está pasando...


PLASTIFÍCADO BRILLO

Un sueño recurrente, una peculiar entrevista de trabajo


y unos compañeros armados con raras habilidades,
que formarán el más extraño de los equipos. El Churches,
Corcho, Corvus... y, por supuesto, los conocidos youtubers
Josemi y Nexxuz integran una especie de escuadrón
de vengadores justicieros, comandados por un líder
«muy habilidoso con las tareas difícíles, pero un patán
con las sencillas». Juntos combatirán las amenazas
que acechan el planeta.

PVP 10,90 € 10130948

COLECCIÓN
9 788427 042346

4You2 www.edicionesmartinezroca.com

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MI
NEXXUZ Y JOSE
UA D R Ó N 1
ESC MOS LA TIERRA7
MISIÓN: SALVE

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© Nexxuz, 2016
© Josemi, 2016
© Editorial Planeta, S. A., 2016
Ediciones Martínez Roca, sello editorial de Editorial Planeta, S. A.
Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
www.mrediciones.com
www.planetadelibros.com

Diseño de la cubierta: Departamento de Arte y Diseño,


Área Editorial Grupo Planeta
Imágenes de cubierta e interior: © Angye Fdez
Diseño de interior: Rudesindo de la Fuente
Fotografías de contracubierta: cortesía de los autores

Primera edición: abril de 2016


ISBN: 978-84-270-4234-6
Depósito legal: B. 4.709-2016
Preimpresion: Safekat, S. L.
Impresión: Black Print
Printed in Spain - Impreso en España

El papel utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloro
y está calificado como papel ecológico

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación


a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros
métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos
mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual
(art. 270 y siguientes del Código Penal)

Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar


o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con Cedro a través
de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47

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ÍNDICE

LA ENTREVISTA
/ 11
Capítulo I: CORVUS / 29
E L S E C R E TO D E D D E L N ORTE / 45
Capítulo II: DE LA C IU D A
LOS MISTERIOS
Capítulo III: A S D E H O R M IGÓN / 57
: FANTAS M
Capítulo IV
RODOLFO / 71
Capítulo V: AR / 85
E L C O H E T E LU N LUNA / 99
Capítulo VI: R U T A S D E L A
: LAS TRES
Capítulo VII
I: LINA / 115
Capítulo VII
: 11/08 / 129 DO / 145
Capítulo IX D O IN E S P E R A
UN INVITA
Capítulo X: 7
LA MISIÓN / 15
Capítulo XI:
: EL ADIÓS / 183
Capítulo XII

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LA ENTREVISTA

A quella escapada nocturna al lago con mis amigos


me había dejado sin fuerzas, y ahí estaba yo, sobre
mi cama, con una camiseta arrugada y buscando la almo-
hada que, otra vez, se había metido en alguna parte de la
leonera en la que mi madre me dejaba vivir, al menos de
momento.
Por unos instantes cerré los ojos, todavía sentía las sa-
cudidas del mar contra mi cuerpo y la arena metiéndose
por dentro de mi bañador, aghh, qué asco… Me encantaba
la sensación del agua meciéndome y odiaba la de la arena
invadiéndolo todo. La Luna brillaba con mucha más inten-
sidad que otros días que pudiera recordar, iluminando por
completo el suelo de la terraza y las plantas que mi madre
cuidaba con esmero. La suave brisa que acariciaba mi cara
junto con el dulce olor que desprendía el jazmín me ador-
mecían todavía más.
De pronto, en medio de la quietud, pegué un brinco,
¡no me lo podía creer!: un haz de luz verde se proyectaba
detrás de las montañas e iba a dar directamente a la Luna,
iluminando todo el valle y dándole una luz fantasmal. Una
escena que siempre recordaré.

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

No pude averiguar qué pasó al final del sueño, siempre


me sucedía lo mismo. El maldito despertador no paraba de
vibrar, como si no hubiera un mañana, ¡maldito cacharro!
Intenté pararlo dando pequeños golpes en la mesilla. Pero
no me acordaba de que era uno de esos superrelojes japo-
neses que no se apagaban hasta que les cantas la canción
del Minecraft. ¡Malditos asiáticos!
El pie de mi madre acabó con el ruido de aquel aparato
diseñado para romper los nervios de la persona con más
paciencia del mundo. Se secó el sudor de la frente con la
muñeca y me miró con cara de cansada, ella tampoco te-
nía aspecto de haber pasado una buena noche. Su pelo de
color rojizo le rodeaba la cara. Seguía siendo guapa, con
una sonrisa que le asomaba fácilmente y le hacía brillar los
ojos. Alta, delgada y segura de sí misma. Vivíamos solos
desde que yo recordaba.
—Buenos días, madre —dije mientras me frotaba los
ojos.
—¿Otra vez has vuelto a dormir mal?
—Sí, he vuelto a tener el sueño extraño de cada noche.
—Ya, ¿solo el sueño? —dijo mientras miraba de reojo
mi bañador mojado—. Tampoco te preocupes por eso, to-
dos hemos tenido alguna vez ese tipo de sueños que no sa-
len de nuestra cabeza hasta vete tú a saber cuándo.
—Bueno, salí porque… —no sabía dónde meterme.
—En fin. No pasa nada, pero la próxima vez lo metes en
agua para que la suciedad del lago se despegue, que si no
me cuesta una barbaridad…
—Vale, mamá —no soportaba aquel discursito que me
echaba siempre.
—Otra cosa, han llamado esta mañana del sitio ese al
que fuiste a dejar el currículo.

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LA ENTREVISTA

Mi cara se convirtió en un poema. ¿Alguna de las tro-


pecientas empresas a las que había mandado mi currículo
quería verme?
—Pero, ¿te han dicho de qué empresa se trataba,
mamá?
—¡Yo qué sé!, de una de esas que buscan a gente joven
como tú para el verano, se me ha olvidado su nombre. Les
he dicho que irías esta tarde a las cinco. Quieren hacerte
una prueba de nivel para ver si encajas con el perfil y com-
probar si es verdad todo lo que ponías.
Nos miramos durante un instante. Todos decían que
nos parecíamos mucho, también yo tengo el pelo tirando a
rojo, los ojos de color verde y estatura como la suya. Tam-
bién tenemos gustos comunes y nos llevamos razonable-
mente bien. Donde vamos no podemos negar que somos
familia.
—Vale, iré sin falta. Pero, ¿de verdad no recuerdas para
qué era el trabajo?
—Vamos a ver, ¿no te he dicho que no? Eso sí, una cosa
te digo, no vayas a ir a la entrevista con esas pintas que me
llevas normalmente, ¡que así sí que no te contratan! Y aho-
ra, baja a desayunar, que mira qué hora es.
—¡Mamá! —grité antes de que se fuera.
—Dime.
—¿Me vas a decir la dirección o…?
—¡Ah, sí, sí! Calle Eclipse Towers, 3, piso 1. Creo que
está por la zona nueva.
—Gracias, mamá, ahora bajo a desayunar.
Cerró la puerta y me dejó en la habitación con mis pen-
samientos. Me hacía muchísima ilusión empezar a trabajar
por primera vez en mi vida. Pero, unas preguntas no para-
ban de rondarme la cabeza: ¿sería capaz de dar la talla?,

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

¿qué es lo que tendría que hacer?, ¿cómo serían mis jefes?


Aunque mi carácter tiene tendencia a la tranquilidad, los
nervios empezaron a invadirme.
Pasé la mañana intentando elegir la ropa adecuada y
buscando por Internet tutoriales sobre cómo comportarme
durante la entrevista, finalmente, terminé viendo vídeos de
gatos gordos en YouTube y trucos para tener cuenta Pre-
mium en Minecraft. Las horas se me hicieron eternas hasta
que el reloj de mi móvil marcó las cuatro en punto. Tarda-
ría, más o menos, unos cuarenta minutos en llegar al sitio
si iba andando, pero no podía jugármela. Agarré la bicicleta
y salí de casa.
Los edificios de la zona adonde tenía que ir eran au-
ténticos rascacielos situados en pleno centro de la ciu-
dad, donde se mezclaban los bloques de oficinas y los de
viviendas. Había cafeterías por todos lados a rebosar de
hipsters con barba y un iPhone en la mano, y yo con mis
mejores galas encima de una bicicleta de hacía dos años…
Siempre me había preguntado cómo serían las empresas
allí, si sería cierto que tenían tarjetas para entrar a las
distintas plantas o si se podía bajar a ver a los amigos de
la oficina de al lado. No sé, curiosidades propias de una
persona joven y con ninguna experiencia laboral que me
hacían pensar que sería como en las películas. Frente a la
puerta del número 3 me encontré con un letrero en el que
se podía leer: «Llame directamente» y un único interfono.
Era una casa de vecinos. Temblando más que un flan toqué
y esperé.
—¡Corvus al aparato! Mamá, ¿eres tú?
Me desconcerté, ¿y si me había equivocado?
—¿Mamá? Em… no, lo siento. Vengo por lo de la entre-
vista de trabajo. Soy…

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LA ENTREVISTA

—¿Qué? ¿Entrevista de trabajo? ¡Ah! La que tengo justo


aquí debaj…
—¡Corvus! —interrumpió una voz distinta—. Deja eso,
¡te he dicho mil veces que eso es el interfono, no el teléfono
de la casa, desgraciao! Anda, sal de ahí, cacho cerdo.
No salía de mi asombro, ¿qué narices estaba pasando?
—¡Hola! Soy Nexxuz, dígame.
—Hola, de nuevo, vengo por lo de la entrevista de tra-
bajo. Me habéis llamado para hacer una prueba o algo así.
—¿Qué entrevista de trabajo? ¿La que tengo aquí deba-
jo? —vaciló por unos instantes—. ¡Ah! Vale, vale, vale. Era
broma… Ya recuerdo. Le dices a Chimpi que te abra.
—¡Perdone! ¿Chim-chimpi? —pregunté con asombro,
pero ya habían colgado.
De pronto, del interior de la conserjería vi que salía un
mono con un sombrero rojo y dorado propio de un botones
de hotel. Abrió como pudo la gran puerta de cristal y a la
vez que emitía unos gritos bastante estridentes hizo unos
aspavientos para que yo pasara. Dejé la bicicleta en el in-
terior de la portería y llamé al ascensor. En cuanto entré
en la cabina, el mono agarró el vehículo y se puso a dar
vueltas con ella hasta que se chocó contra el mostrador. Le
paré como pude y subí a la primera planta preguntándome
quién en su sano juicio tendría un mono loco contratado
como conserje. No tenía ni idea de dónde me había metido
y aquello lo debería haber tomado como una señal.
Cuando llegué al piso superior, llamé a la única puerta
de madera que había en el rellano. No tenía ninguna placa
que diera una pista sobre el nombre de la empresa ni su
actividad, me extrañó, pero había llamado y no me queda-
ba otra que esperar. Al cabo de un para mí largo minuto,
la mirilla se abrió y cerró rápidamente haciendo un ruidito

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

peculiar: clic-clac, la puerta se abrió y pude ver un recibi-


dor pequeño que, como único accesorio, tenía la bombilla
pelada que lo iluminaba.
—¿Illo quiéh ereh tú? —me preguntó un individuo a
apenas unos centímetros de distancia.
—Ho… ho… hola. Yo vengo por lo de la entrevista…
—aclaré como pude apartándome unos centímetros para
poder verle mejor.
Una sombra de barba le cubría media cara, era more-
no, delgado y su atuendo fue lo que más me llamó la aten-
ción: pantalón verde, camisa azul de cuadros y un sombrero
de paja de ala corta perfectamente encajado en la cabeza
que, tuve que reconocer, era de lo más natural que lo lleva-
ra dentro de una casa, pues le quedaba fenomenal. Parecía
un tipo simpático.
—¡Ah, vale, ya macuerdo, haberlo disho antes, illo!
Pasa, pasa.
—¡Pasa, y no pongas esa cara! Acércate y siéntate aquí
con nosotros —me invitó una voz a acercarme—. Ahora
viene Nexxuz y te explica lo del trabajito.
El que hablaba mientras se llenaba la boca con patatas
fritas que cogía de una bolsa tamaño familiar, que estaba
sobre una mesa baja de cristal enfrente del sofá, era un tío
con pinta de galán. Llevaba un elegante traje de chaqueta
negro, como si estuviera en una fiesta o fuera un guardaes-
paldas. Era de aspecto atlético, y parecía tener mucha se-
guridad en sí mismo. Luego supe que se llamaba Josemi.
Un tercero, que debía ser el tal Nexxuz, entró con paso
elástico y decidido en la habitación. Al contrario que su
compañero, vestía más informal, pantalón vaquero y cha-
queta deportiva roja que hacía conjunto con sus zapatillas
de deporte. Moreno, como sus compañeros, llevaba una

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LA ENTREVISTA

larga perilla, en contraste con el pelo muy corto. Su mirada


expresaba una gran determinación.
—¡Ya era hora de que aparecieras por aquí! —me in-
crepó—. ¿Te has estado tocando las narices desde que te
llamé para venir a trabajar?
—Pero… pero… si a mí me han dicho que habíais lla-
mado esta mañana… —vacilé observando al recién llega-
do. Este me miró con asombro mientras se tocaba la perilla.
—Nexxuz, eres un paquete —dijo Josemi—. Si hasta
ayer mismo no decidiste a quién querías entrevistar, ¿cómo
va a venir tarde?
—Hum… bueno —el aludido parecía que no se lo
creía—, igual es verdad, en fin, ¡da igual, tenemos muchísi-
ma prisa para esta misión!
—¿Misión? —pregunté con incredulidad—. ¿Se puede
saber a qué os dedicáis?
Se miraron atónitos, finalmente pusieron sus ojos sobre
Nexxuz, quien acariciándose el pelo me miró y exclamó de
manera atropellada.
—Madre mía, qué guapo soy, emmm digo… ¡No hay
tiempo para entrar en detalles! Solo tienes que saber que
somos justicieros, investigadores privados, guapos y sexys
a tiempo completo… bueno, menos Corvus, él es guarro y
feo a tiempo completo.
«En eso tiene razón», pensé, era evidente que los tres
tenían un aspecto estupendo.
—Pero, en fin, lo mejor será que conozcas al equipo. A
este lado de aquí te presento a Churches, como ves, tiene
un acento muy peculiar, por eso a veces no se le entiende
muy bien. Una vez pidió un vaso de agua y Josemi le sirvió
uno de lejía. Je, je, je… ¡No veas lo bien que lo pasamos
en el hospital! Son cosillas que pasan cuando trabajas con

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

alguien que tiene el poder extraordinario de las «superfla-


tulencias», así que yo que tú me andaría con mucho cui-
dado cuando haya cenado judías. ¡Puede ser una auténtica
bomba de relojería!
—¡Illo, tú a mí no me vaya a desí que soy una jartá peli-
groso! ¡Mía que aserco er culo pa tu cara! —amenazó Chur-
ches.
—No, no, tranquilo. Churchito, relaja el culo. Ahora te
presentaré a Corcho —siguió Nexxuz—, sin duda uno de los
más útiles del equipo. No sé dónde narices se ha metido.
¡Corcho, Corcho, ven aquí, desgraciao! —gritó hacia el fon-
do de la vivienda o lo que fuera aquel piso. Yo me quedé en
el sitio sin moverme ni un pelo, estaba alucinando.
—¿Quién me llama? —dijo una voz de camionero desde
el fondo de una habitación. ¿Sería ese Corcho? Dios mío,
no podía dejar de imaginar cómo sería: un hombre de dos
metros de alto, fuerte y más duro que el hierro.
—¡Ah! Estás aquí, ven que te voy a presentar a alguien…
Corcho entró en la habitación, realmente nada tenía
que ver con lo imaginado, e incluso por unos instantes pen-
sé que aquella voz que había escuchado antes no podía ser
suya. También era moreno y guapo, ¡qué conjunto, parecían
un grupo musical de moda!, pero su expresión era seria y
concentrada, casi de enfado. Vestía todo de negro, inclui-
dos unos guantes y una cazadora de cuero que no parecían
muy adecuados dentro de una casa.
—Este es Corcho.
Mi cara estaba desencajada.
—¿Qué? ¿Me pasa algo en la cara? —preguntó Corcho
con un tono que no sabía si era ironía o me lo decía de ver-
dad.
—Em… yo… no…

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LA ENTREVISTA

—No le hagas ni caso, Corcho es un borde, cuando le


da la gana es majo e incluso a veces le queremos. Ah, y
tampoco habla demasiado, en fin…
—¡A ti sí que no te quiere ni tu…! —gritó Corcho mos-
trando su habitual estado de ánimo.
De improviso, una colleja de Josemi aterrizó sobre su
nuca.
—¿Qué te he dicho de ir insultando? ¡Mira que tienes
todas las papeletas para que te dé siete guantazos más!
«Madre mía, ¿dónde me he metido?», pensé por unos
instantes. «¡Vaya panda de frikis!».
Nexxuz ignoró el comentario que Corcho había hecho y
continuó:
—Corcho tiene una habilidad especial, no te vayas a
creer que le queremos por su hermosa voz de ángel —dijo
con sarcasmo a su compañero, que todavía continuaba fro-
tándose el cuello tras «la colleja correctiva» de Josemi—.
Tiene la capacidad de transformarse en cualquier persona
o cosa que se proponga.
—¡Pero eso es fantástico! —dije con asombro. Siempre
había soñado poder tener yo también esa habilidad.
—Bueno, no está mal —se levantó Josemi y se puso a
mi derecha—. Siempre y cuando te transformes bien en lo
que deseas. Porque el tío la está liando casi siempre —hizo
una breve pausa—. Además, solo puede transformarse una
vez cada hora. ¿Te acuerdas, Nexxuz, cuando, en Navida-
des, se transformó en Papá Noel desnudo?
Corcho miraba a ambos sonrojado, no sabía si conver-
tirse en una bomba y estallar en su cara o en un cartero
comercial para despertarles los próximos doce fines de se-
mana.
—Mejor que olvidemos eso, Josemi —Nexxuz, viendo

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

el panorama, cambió de tema—. Por cierto, este es Josemi:


sin él, este equipo no sería el mismo.
—¿Y de qué se encarga?
—Ya conoces su habilidad especial: desgastar al ene-
migo a base de comentarios que, bueno… nos «ayuden» a
acabar con ellos más fácilmente.
—Lo siento, me he perdido.
—A ver, cómo te lo explico…
—¡Nada, Nexxuz, se lo explico yo, que nos dan las uvas!
Lo que hago es decirles a la cara lo infelices y «pringaos»
que son. Soy extremadamente sincero y observador, lo que
me permite contarles que lo mejor que pueden hacer es
pirarse a otro planeta.
—Josemi, tampoco te flipes, que hay algunos insultos
y chistes de los que te ríes tú solo, chaval —aclaró Nexxuz.
—¡Buah! Lo que pasa es que no son aptos para gente
inferior como vosotros. ¡Y punto! —sentenció.
—Bueno, parece que con esta presentación… ¡Ah, ca-
lla! Todavía te queda conocer a un as del equipo, tan guarro
como gracioso y tan inteligente como atractivo. ¡Corvus,
¿dónde estás?! —gritó.
Ese me sonaba de algo…
—¿Qué quieres? —sonó una voz que parecía metida
dentro de un cajón.
—¿Se puede saber dónde te has metido, desgraciao?
En el salón no había nadie más. Miré, sin moverme del
sitio, por el largo pasillo oscuro que se veía a través de una
abertura donde en algún momento hubo una puerta, pero
nada, por allí no venía nadie, solo siete puertas: tres a cada
lado y una al fondo.
—¡Sal ya, cerdo!
—Corcho… —dijo Nexxuz.

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LA ENTREVISTA

—¡Dadme un momento, leche! —pidió el que se hacía


llamar Corvus.
Josemi y Nexxuz se miraron, sus rostros ojipláticos pa-
recían saber ya qué estaba pasando y empezaron a correr
por el pasillo hasta la segunda puerta de la izquierda.
—Sal del baño ya. ¡Deja de hacer eso!
El silencio se apoderó de ellos y Corcho caminó hacia
allí con cierta parsimonia. Me acerqué, la curiosidad me
podía.
—Dejádmelo a mí —dijo Corcho.
Tomó aire y su cara comenzó a ponerse roja por el es-
fuerzo que estaba haciendo.
—¡No, Corcho! ¡No lo hagas! ¡Moriremos todos! ¡Des-
graciao! —advirtió Nexxuz.
—Vale, de acuerdo, entonces me transformaré en una
cerilla y quemaremos el bañ…
—¡Anda pa tu pueblo, illo! ¡Éjamelo ar coshino eteh!
—Churches daba vueltas en su mano a un destornillador.
—Corvus, te lo advertimos… ¡como no salgas…!
—¡Que salgo en un rato. Tengo un asunto… entre manos!
Un golpe de Josemi echó la puerta abajo, la escena que
contemplamos era para traumatizar a cualquiera: el que lla-
maban Corvus estaba… ¡¡¡DEPILÁNDOSE!!! Salieron del baño
de inmediato y yo solté una sonora carcajada que hizo que
ese engendro, mitad hombre y mitad cerdo, se vistiera a
medio rasurar.
—¡Vaya cerdito guapo que vamos a tener! —soltó Jo-
semi acompañando mi carcajada que todavía rebotaba por
las paredes del piso.
Corvus se quedó quieto junto a mí. Me inquietó bastan-
te su aspecto, un contraste absoluto con sus compañeros,
pues era feísimo: la cabeza de forma de huevo, calvo, ore-

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

jas enormes como soplillos temblorosos, la boca unida a la


nariz en una especie de hocico, los ojitos redondos, la piel
rosada… ¡parecía más un cerdo que una persona! El traje
apretado con chaqueta, chaleco y de un vivo color rojo, lle-
no de lamparones, no mejoraba el conjunto.
—¿Y tú quién eres, el pizzero?, ¿dónde está mi pizza?
—preguntó.
—¿De la pizzería? —miré con estupefacción a Nexxuz
que se tapaba la frente con la palma de la mano.
—Déjalo, el cerdo este solo piensa en zampar. Bueno,
te presento a Corvus, aunque creo que ya lo conoces: es mi-
tad hombre y mitad cerdo —eso explicaba todo—, aunque
a veces pienso que es solamente cerdo. Un día nos siguió
hasta casa y decidimos adoptarlo.
—¡Eh! Que eso no fue así… del todo.
—Es verdad, ya venías con algo de ropa —dijo Nexxuz
entre risillas.
Nexxuz me llevó de nuevo al salón.
—Es tan fácil engañarle que podrías hacerle creer cual-
quier cosa… como aquella vez que le tiramos una cerilla
apagada y le dijimos que su ropa estaba ardiendo solo para
ver cómo se la quitaba toda gritando ¡¡¡FUEGO FUEGOOO!!!
¿Y tú, Nexxuz, no le vas a decir quién eres? —dijo Josemi.
Me acerqué la mano a la barbilla en un gesto que quería
mostrarle que me interesaba saber quién era ese charla-
tán que se había dedicado a presentarme a todo el mundo,
como si fuera el relaciones públicas de una discoteca del
centro.
—Yo, soy… yo soy… ¡Nexxuz, el más guapo, musculo-
so y sexy del universo, líder supremo, el victorioso, el gran
justiciero! Bueno, en realidad no… Me dedico a planear mi-
siones secretas para salvar el mundo y protegerlo del mal.

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LA ENTREVISTA

—Siempre y cuando estemos el resto para salvarte el


culo, ¿verdad?
Las palabras de Josemi mostraban compañerismo, más
que ataque.
—Bueno, sí, es verdad. Menos el cerdo, todos echan
un cable.
Corvus ignoró el comentario, estaba demasiado ocupa-
do rascándose la tripa que le picaba a rabiar por culpa de la
irritación que le había dejado la cuchilla.
Sin duda, todos ellos eran unos tipos muy peculiares.
—Bueno, ¿y yo qué voy a hacer? —pregunté.
Se reunieron en un pequeño corro y me dejaron en me-
dio del amplio salón. Aproveché para echar un vistazo. La
casa parecía enorme, no en vano era la única que había en la
planta. Una biblioteca con más huecos que libros cubría por
completo una pared, a excepción de una puerta por la que
se podía entrever una cocina con aspecto de no recogerse
a menudo; enfrente, un sofá grande de cuatro plazas, con
algunos asientos hundidos, ocupaba gran parte de la pa-
red y a su lado, la entrada al pasillo; enfrente del sofá y casi
cubierta por bolsas vacías de patatas fritas estaba la mesa
baja de cristal; una ventana grande que casi llegaba al suelo
dejaba entrar la luz de la tarde y, a su lado, una mesa grande
con seis sillas estaba llena de tazas, cubiertos, bandejas y
platos que parecían tener los restos de una buena merien-
da. Me llamó la atención que no había cuadros, ni fotos, ni
adornos de ninguna clase. Tampoco vi ningún televisor, ni
ordenador, ni ningún aparato electrónico.
—¡Corvus, desgraciao, que no estamos decidiendo si
hacemos para comer macarrones hoy o mañana!
—Ah, vale, perdona, perdona —se disculpó este y vol-
vieron a juntarse en piña.

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

De vez en cuando se oía el peculiar acento de Churches


mezclado con la voz profunda de Corcho, la verdad es que
no dejaba de tener su gracia. Los dos estaban muy entre-
gados a la conversación y los movimientos de la cabeza de
uno con su sombrero y el corpachón enfundado en negro
del otro parecían una coreografía.
Cuando terminaron, Nexxuz se me acercó y me invitó a
sentarme:
—Por unanimidad, te nombramos «personal de asis-
tencia doméstica».
No tenía ni idea de lo que me acababa de nombrar.
—Y eso es… —arqueé las cejas.
—Vamos, que te toca fregar el piso. ¡Que no veas tú lo
que mancha el cerdo! —dijo Corcho con su vozarrón.
—Bueno… no es del todo así, serás como «nuestro
asistente personal». Pero no te preocupes, será divertido.
—Un momento, un momento —cortó la conversación
Corvus—. Si no eres mi mamá y tampoco vienes de la pizze-
ría…, ¿se puede saber cómo te llamas y quién eres?
Todos me miraban de arriba abajo, era un poco incó-
modo. De pronto Nexxuz trajo unos papeles y me los pegó
en la cara.
—Eso da igual, firma aquí, aquí y aquí.
Saqué de mi bolsillo un bolígrafo azul y puse mi nom-
bre, rodeado por aquellos cinco extraños e imprevisibles
personajes no tenía otra opción. En cuanto terminé de fir-
mar, Josemi agarró el papel y comenzó a leerlo en voz alta.
Cuando llegó al final Churches se empezó a reír.
—¡Ja! Vaya nombre, qué salao —dijo.
—Bueno, la verdad es que me parece genial tu nombre,
pero no me acaba de encajar… así que te llamaremos… te
llamaremos… ¡Jamoncito! —dijo Nexxuz.

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LA ENTREVISTA

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ESCUADRÓN 17 / MISIÓN: SALVEMOS LA TIERRA

—¡A mí me gustaba más Doña Florinda! —gritó Corvus


indignado.
—Claro, como la del Vanila unicorn. ¡Obseso! —tronó
Corcho.
El cerdo se ruborizó. Nexxuz se quedó un rato pensan-
do.
—Sí, te llamaremos Jamoncito. Me gusta, suena algo
así como… a jamón cariñoso.
Sonreí y ellos me respondieron con otra sonrisa satis-
fecha. Acababa de entrar a formar parte de la familia, por
lo visto.
—Vale, me llamaré… Jamoncito. ¿Cuándo empiezo?
—pregunté con interés.
—Hoy mismo. He recibido esta mañana nuestra nueva
misión —dijo Nexxuz con tono serio.
Todos le miramos fijamente menos Corvus, que se me-
tió un dedo en la nariz mientras contemplaba los restos de
la merienda que estaban en la mesa.

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