Marco Teórico

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Marco Teórico

Para dar inicio debemos conceptualizar los vínculos afectivos, los cuales son definidos por

el psicoanalista John Bowlby en su teoría del apego y sus explicaciones que adjunta sobre

la construcción de estos mismos, el autor afirma que la vinculación afectiva es el producto

del comportamiento de cada individuo a nivel social, a partir de una o varias interacciones,

lo cual supone, una capacidad del sujeto para el reconocimiento del otro en un entorno

determinado. El autor precisa que cuando no existe una vinculación de carácter afectivo o

emocional, se presenta resistencia ante cualquier aproximación. (Bowlby, 1986).

La formación de vínculos afectivos y la necesidad del ser humano por construirlos se da

debido a que los sujetos nacen notable tendencia por la cercanía a cierta clase de estímulos,

específicamente con su entorno más cercano a lo cual conocemos como familia, de igual

forma existe parcialmente una represalia hacia los estímulos externos que son considerados

extraños.

Se sabe que todos los seres humanos desarrollan vínculos afectivos, primero con los

cuidadores primarios y conforme van creciendo y desarrollándose con nuevas personas, sin

embargo para establecer un parámetro, se hablará brevemente del vínculo que genera el

bebé con la madre; de manera óptima, un infante con conductas saludables tendrá un

ambiente adecuado en que su mamá pueda ayudarle a disminuir paulatinamente sus

necesidades biológicas, según las capacidades del niño para hacerle frente a la adaptación y

a la frustración por no tolerar lo que no tiene o lo que no puede controlar, en este contexto,

Winnicott (1995) menciona que en el desarrollo del bebe relaciona varios objetos que

representen el “pecho materno”, y él lo usara, lo ensucia, mantendrá su olor, en sus

“...momentos de soledad o cuando existe un peligro de un estado de ánimo depresivo” (p.


21). El autor sostiene que la persona buscará objetos o conductas que se establecieron en

edades tempranas en situaciones de amenaza de privación, con el fin de sentir seguridad y

comodidad a medida que conocen su entorno. Este objeto puede ser real como una frazada

o un peluche, pero también inmateriales, como una canción pueden también ser de utilidad

para el infante, ya sea a la hora de dormir o incluso para mitigar un poco su ansiedad,

Winnicot señala que el apego que se les tiene a los objetos transicionales no es malo, sino

por el contrario los ayuda a adaptarse cada vez más a la separación paulatina que la madre

tiene con el infante ya sea por su trabajo o por otras tareas que demandan su tiempo y

atención. Así mismo Winnicot creía que si existía una “sintonía lo suficientemente buena”

con la madre, superaríamos con éxito el objeto de transición y adquiriríamos la capacidad

de estar solos sin ansiedad, pero esto pasa realmente en la adolescencia y en la adultez.

Se puede observar que en una persona adulta cuyo flujo de vida está en constante

movimiento, existe un apego a ciertos “objetos” que sirven como apoyo emocional durante

ciertos periodos de transición, los cuales podrían ser readaptarse a un empleo o la pérdida

de un ser querido; estos objetos pueden ser periódicos, fotos, playeras, almohadas,

documentos, incluso el teléfono; podemos decir que este vínculo emocional que tienen las

personas con los objetos es visible y por el momento el apego que les genera es

aparentemente inexplicable.

En el periodo de los 0 a 2 años inicia la elección del objeto transicional ocurre mayormente

en el primer año ya que logró reconocer el objeto de pertenencia que esto inicia desde los 8

meses, según el doctor Alfonso Correa, jefe de la unidad psiquiátrica infantil de la clínica

Alemana, explica que “Dada esa mayor conciencia, el pequeño puede angustiarse al darse
cuenta de que no ve su juguete favorito, que no lo tiene, por lo que surge el miedo a

perderlo” (Alfonso Correa, 2017).

Para Winnicott (1971) el enfoque del objeto transicional viene de una subjetividad y lo que

percibe de forma objetiva, los objetos transicionales para el infante percibe como no es

parte del cuerpo del bebé pero no se termina de entender cómo parte de la realidad exterior.

Es el primer vínculo significativo para el bebé que tiene cierta parte de alucinación y parte

de la realidad pero de una perspectiva subjetiva. Winnicott (1991), consideraba que durante

el periodo en que el bebé hace uso del objeto transicional ocurren diferentes transiciones

como las capacidades del desarrollo del niño, su coordinación que va en aumento y el

enriquecimiento de su sensibilidad.

Para Greenacre (2002) es una representación física de la necesidad del contacto con la

madre, por eso en la mayoría de casos los objetos transicionales suelen ser suaves y más

que nada que puedan guardar olor y que el acercamiento a la cara o la nariz demuestra que

sustituye en pecho materno o el cuello de la madre; a su vez, Greenacre (1970) indagó por

qué en algunos individuos, el objeto adquiere funciones y modos de uso particulares,

considera que, cuando el objeto empieza a ser usado de manera exagerada, puede

entenderse como un intento de negar que es el propio objeto quien está perdiendo su

significado original, es así que se convierte en un “objeto fetiche” y es debido a una

relación complicada con la madre.

Para Modell (1990) el objeto transicional se establece como un fenómeno defensivo ya que

representa el avance del reconocimiento del exterior y el comienzo de relaciones objetales.


Para Stevenson (1954) la función del objeto es lidiar con la ansiedad, esto se entiende más

allá de la niñez.

Después de un lapso de los 7 años dejan esa dependencia (según Winnicott), Winnicott

(1917) dice que el objeto transicional deja de tener ese valor de transición y esa ausencia se

refleja más en su entorno social, la pérdida del interés de este objeto sucede cuando la

ausencia de la madre de consolida, o sea que el objeto es más que nada un refugio seguro

que la presencia de la madre revive ese sentimiento. Esto se puede observar mejor cuando

de adultos pasa por un duelo o una falta de interés en actividades, buscamos un reencuentro

con nuestros intereses para volver a revivir el sentimiento reconfortante.

Sin embargo otros autores (Busch et al, 1973; Passman y Halonen, como se citó en Cohen

y Clark; 1984). Sherman y col,(Año como se citó en Cohen y Clark, 1984) han encontrado

un apego duradero en etapas más cercanas a la pubertad, en un estudio que hicieron la

mitad de los jóvenes permanecía su objeto transicional hasta los 9 años.

Para Melanie Klein (1930) profundiza el psicoanálisis del objeto como otra persona más y

profundiza la relación entre ellos, se relacionan a través de las sensaciones e impulsos que

proyecta en el objeto estos dejando una huella marcando las futuras relaciones y las

experiencias vividas se internalizan, Klein teoriza que el sujeto tiene que aprender a superar

las etapas y conflictos que se estén viviendo en cierta etapa, esto daría un equilibrio de lo

externo y lo internó en las relaciones de diferentes objetos, también habló sobre 2

posiciones concretas en donde las relaciones con un objeto, la Esquizo-paranoide (desde el

nacimiento hasta 6 meses) que es cuando sólo identifica el objeto como bueno quien lo

cuida y malo quien lo daña pero en la posición Depresiva (después de los 6 meses) habla

sobre que el bebé ya sabe identificar y profundizar el objeto malo y bueno con algo
desagradable o agradable, así que el bebé después de esa etapa ve al objeto como

independiente y surge el miedo de perderlo. Klein propone que estas etapas pasan en el

momento exacto pero no niega la posibilidad de que un adulto tenga esa regresión.

Si bien todo este concepto es desarrollado por Winnicott, los orígenes se remontan a Wulff,

quien fue el primero en reportar este fenómeno, de modo que lo concebía como un objeto

fetiche, no obstante, Winnicott es quien propone una definición sistemática y lo orienta de

manera distinta, hacia la salud del infante, para su adaptación con el orden interno con el

orden externo, apoyándolos a disminuir el estrés y la ansiedad que la separación les genera.

El aferramiento patológico a un único objeto que reemplaza a la madre, Winnicott lo

nombró cronificación patológica o fetichización del objeto transicional, ya que aquí no se

estaría dando un proceso simbólico. El cambio es de un objeto único a otro objeto único,

cuya finalidad no es poder elaborar la pérdida, sino el poder negarlo.

Mientras que el objeto transicional es una etapa normal de la evolución del niño, el objeto

fetiche refleja la incapacidad de simbolizar la verdad sexual. “Por esta razón, es importante

enfatizar que el objeto transicional no es un objeto pervertido y que no tiene el potencial de

convertirse en un fetiche. Esto debido a que ambos objetos pertenecen a estadios distintos

de la evolución del niño”. (Mc Dougall, como se citó Muro Mesones Valdez, 2014, p. 20).

Hablando de la información recolectada sobre este tema, “Son pocas las investigaciones

que se han hecho relacionadas a la posible presencia de un objeto de transición después de

la infancia” (Tabin, 1992; Bachar, Canetti, -Galilee-weisttub, Kaplan y Shalev, 1998).

De igual manera se aborda este problema de los objetos de transición desde otra

perspectiva, la cual es relevante en esta investigación debido a las diversas áreas en que
podemos interpretar este mismo fenómeno y por eso mismo es importante analizarlo desde

la economía del comportamiento. La economía del comportamiento (Amos Tvesky y

Daniel Kahneman) es una disciplina que entrelaza la psicología y la economía con el fin de

poder entender el cómo y porqué las personas se comportan de la manera en que lo hacen

en su entorno. La economía del comportamiento se basa en observaciones empíricas del

comportamiento humano, con lo que han demostrado que las personas no siempre

reaccionan de la manera en que los economistas neoclásicos consideran correcto o ideal, ya

que las personas como seres humanos reaccionan de acuerdo a sus emociones, su

impulsividad y a su vez por las influencias de sus entornos y circunstancias, lo cual

contrasta completamente con los modelos económicos tradicionales que conceptualizan a

las personas como seres completamente racionales, los cuales pueden tener un autocontrol

y nunca pierden de vista sus objetivos; por esto mismo de las investigaciones realizadas a

través de la economía del comportamiento han aportado a los economistas un mejor

panorama sobre el comportamiento económico humano.

La economía del comportamiento tiene sus raíces en el trabajo de “la teoría de la

perspectiva” impuesta por los psicólogos Amos Tvesky y Daniel Kahneman en las décadas

de 1970 y 1980 que refiere una serie de observaciones en que se le preguntaron a las

personas como reaccionarían ante ciertas situaciones que implican ganancias y pérdidas,

dentro de esta teoría se demuestra que la gente está más dispuesta a evitar una pérdida antes

que obtener una ganancia; es aquí donde podemos encontrar el fenómeno de los objetos

transicionales, ya que las personas que cuentan con un objeto transicional prefieren evitar la

pérdida de este mismo ya que no asumen un riesgo en permanecer apegados a su objeto

transicional y a su vez obteniendo el beneficio de la estabilidad emocional que les


proporciona, al mismo tiempo no resienten el costo del objeto mismo, ya que en cualquier

momento puede ser desplazado por un próximo objeto transicional y seguir aferrados a su

mismo estilo de vida.

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