Cómo Evaluar Un Proyecto Educativo Institucional

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Evaluar un proyecto educativo institucional

De los proyectos educativos institucionales se ha escrito mucho pero muy poco de


su monitoreo y evaluación. Haberlo hecho quizá hubiera permitido corregir algunos
errores que presenta la elaboración de esta herramienta de gestión. Además, es
indispensable ir fortaleciendo una cultura de evaluación entre nuestras
instituciones y el personal que labora en ellas.

Un primer aspecto relacionado a la evaluación de los PEI es que la evaluación


será más pertinente y precisa en la medida que el proyecto educativo institucional
haya sido bien formulado; es decir, que presente objetivos, metas –o resultados- y
actividades con suficiente claridad, susceptibles de una medición en el tiempo, con
claras responsabilidades de quien asume el total y parte de las actividades
programadas, así como dando referencias respecto de los procesos a seguir y
cómo medir su eficacia.

En realidad la evaluación de los proyectos educativos va camino a acercarse a las


técnicas de formulación de los marcos lógicos, tan demandados en la formulación
de proyectos de diferente naturaleza. Supone dejar de lado algunos aspectos de la
elaboración de los proyectos educativos a los que hemos venido dando
importancia pero que en realidad son parte de una propuesta más amplia y
orientadora del quehacer de toda la institución. Se hace referencia a la elaboración
de la misión y visión. Actualmente la formulación que hace cada centro de
enseñanza es tan parecida a la que hace otro centro que lo mejor es que la
administración defina cuál es la misión y visión que deberían alcanzar los centros
educativos. A fin de cuentas, lo que diferencia a un centro del otro son sus
problemas y la forma de enfrentarlos.

Lo primero que hay que preguntarse al momento de decidir un proceso de


evaluación del proyecto educativo es ¿qué evaluar? y ¿para qué evaluar? Son dos
preguntas claves que determinarán los tipos y alcances de la evaluación, así como
de los instrumentos empleados.

El qué evaluar implica definir en qué momento de la ejecución del proyecto


educativo se está: en una etapa de iniciación, intermedia o al final del período de
programación. En ese contexto, se pueden definir hasta tres tipos de evaluación
que se pueden hacer:
1. La evaluación permanente, básicamente de seguimiento de la ejecución de
las diversas actividades programadas observando la forma de su
cumplimiento en sus aspectos de gestión, procesos, la progresividad de
cumplimiento de las metas previstas, los nudos críticos que se pueden ir
presentando para definir la forma cómo resolverlos.
2. Las evaluaciones intermedias. Su número dependerá del período de tiempo
que cubre la programación total del proyecto. Si ella es de cuatro años, la
evaluación parcial podría hacerse al inicio del 2do y del 3er año o a la mitad
del período de ejecución (dos años y medio de iniciada la ejecución). La
característica de esta evaluación es que no es integral; es decir no requiere
evaluarse la totalidad de las actividades que se incluyen en cada objetivo o
resultado sino unas pocas, las que se consideren las más relevantes para
una evaluación intermedia.
3. La evaluación final, que es, como su nombre lo dice, al término del período
de programación del proyecto educativo institucional. En ese caso si se
debe hacer una evaluación de conjunto, que considere el nivel de
cumplimiento del objetivo general y los resultados esperados para cada
objetivo específico, así como la forma en que esos resultados se fueron
alcanzando a lo largo del tiempo.

El para qué evaluar significa responderse que productos principales espero que se
deriven de la evaluación, por qué los selecciono, en qué medida me ayudarán a
resolver los problemas más críticos o a plantearme una nueva estrategia de
desarrollo. No responderse a esta pregunta es llevar la evaluación a la deriva.

Evaluar demanda unas condiciones básicas:


1. Un equipo que lidere el proceso, que defina la metodología, las actividades,
responsables, cronogramas de trabajo, instrumentos, acciones de
capacitación requeridas.
2. Contar con una base informativa suficiente –cuantitativa y cualitativa- sobre
el proyecto educativo institucional: datos de la línea de base, informes sobre
la ejecución de sus actividades, planes operativos formulados para
implementarlos, estadísticas referenciales asociadas a sus metas y
actividades.
3. Identificar qué instrumentos pueden ser los más adecuados a emplearse.
No necesariamente los más sofisticados y complejos son los que les dan la
mejor información; tampoco los que les demandan el mayor tiempo para
conseguir un resultado. Hay que elegir entre aquellos que están en la
posibilidad de ser manejados por el personal de la institución y que
produzcan la información necesaria oportunamente. Debe tenerse en
cuenta que la evaluación no debe ser un proceso demasiado largo. Dos a
tres meses para realizarla es el período recomendado.
4. Establecer los usos que se podrá dar a los resultados y cómo se insertarían
en políticas de reajuste o actualización del Proyecto Educativo Institucional
o de elaboración de uno nuevo.

En un primer momento, trabajar con un enfoque de evaluación basado en


resultados podría parecer un poco complejo. No obstante, adoptarlo presenta la
ventaja de que quienes participan de la evaluación llegan a tomar conciencia de la
importancia que tiene hacer proyectos educativos institucionales que aterricen en
lo concreto y no se queden en la generalidad. De lo contrario, todo aquello que se
haga bajo moldes tradicionales, en donde priman las propuestas gaseosas y
genéricas, no solo servirán muy poco para evaluar sino que son un flaco favor para
el desarrollo de una institución de enseñanza que requiere ser más eficiente,
competitiva y dar respuestas pertinentes a las demandas sociales.

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