Cerebro y Cuerpo

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La conexión entre el cerebro y

el cuerpo es más importante de


lo que creemos
Un nuevo estudio descubre que nuestros cerebros no trabajan
solos: nuestras emociones también entran en juego cuando
interactuamos con el mundo.

VER G A LER ÍA

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La idea de que nuestros cerebros son superordenadores
gigantes, que planifican y determinan todo lo que hacemos, ha
ido ganando terreno en los últimos años. También lo han hecho
las ideas que hace poco podrían haberse considerado ciencia
ficción, como descargar Internet directamente en nuestros
cerebros o crear un nuevo tipo de humano, uno con capacidades
cognitivas mejoradas.

En su nuevo libro, The Biological Mind, Alan Jasanoff, profesor


de ingeniería biológica en el MIT, explica por qué esta «mística
cerebral» crea una falsa dicotomía entre cerebro y cuerpo e
ignora las influencias del cuerpo en nuestra psicología, desde
las sustancias químicas en la sangre a las bacterias en el
intestino.

Desde su oficina en el MIT nos explicó por qué Ted Williams, la


leyenda de los Red Sox, mandó congelar su cuerpo, por qué los
cambios de temperatura afectan a cómo dispara la policía
holandesa y por qué la idea de descargar Internet directamente
en nuestros cerebros no es buena.

El libro 'The Biological Mind explora


dos formas opuestas de ver el
cerebro: una en la que nuestros
cuerpos y el entorno donde vivimos
afectan a nuestra forma de pensar y
a nuestras acciones, y otra en la que
el cerebro es una entidad aislada y
todopoderosa.

FOTOGRAFÍA DE HACHETTE BOOK


GOUP

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Uno de los conceptos subyacentes de su libro es lo que
denomina «la mística cerebral». ¿Puede explicarnos qué
significa y por qué esta concepción del cerebro distorsiona
nuestra naturaleza real?
El libro trata dos ideas opuestas: la mente biológica centrada en
el cerebro, en la que las influencias del resto del cuerpo y
externas al cuerpo determinan lo que creemos y hacemos, y la
mística cerebral, un completo de estereotipos e ideales sobre el
cerebro que tienden a tratarlo como una entidad aislada y
todopoderosa, casi como una versión moderna del alma.

El problema de tener una visión dualista del cerebro y su


relación con el cuerpo y el mundo físico es que nos hace vernos
anormalmente independientes, como mentes y como agentes
autónomos. En otras palabras, nos vemos como algo que opera
desde dentro, así que somos menos sensibles a las cosas que
nos influyen desde fuera. La idea de que el cerebro es una
máquina, una entidad abstracta como un superordenador
gigante, ha estado presente durante un tiempo, básicamente
desde los ordenadores. Otras personas han usado una analogía
cuántica para el cerebro. Pero la idea de que el cerebro tiene un
ordenador es la más común a día de hoy, en esta época.

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Nuevas investigaciones sugieren que nuestras emociones son
clave a la hora de mediar en cómo percibimos e interactuamos
con el mundo, tanto como lo son nuestros cerebros. Háblenos
del estudio de Lauri Nummenmaa.
¡Sí! En varios momentos de la historia se ha sensibilizado a la
gente sobre las formas en que cuerpo y cerebro coordinan las
emociones. En un estudio fascinante publicado hace unos años
se pidió a los participantes que localizaran en imágenes de su
propio cuerpo dónde sentían las emociones cuando las
experimentaban. Los investigadores observaron un abanico de
15 sentimientos y descubrieron mapas corporales diferentes
para cada una. Los participantes del primer grupo eran
finlandeses. Para evitar prejuicios culturales, examinaron a un
segundo grupo, creo que de japoneses, y descubrieron
respuestas similares.

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Quien quizá sea la persona más famosa que ha defendido la idea
de que las emociones son clave para el aprendizaje o la
conducta sea Daniel Kahneman. Sus estudios demostraron que
existe una forma de tomar decisiones aparentemente rápida,
irracional y sin pararse a pensar, que es importante en la parte
conductual de la economía. En nuestro campo neurocientífico,
Antonio Damasio ha defendido durante años que existe un lazo
entre el cuerpo y el cerebro. Esto incluye señales corporales que
se vinculan a contextos diferentes en nuestro entorno y nos
hacen optar por comportamientos diferentes. Esta es una
forma en la que el cuerpo está implicado cognitivamente en
nuestras acciones, de una manera que para muchas personas
resultaría increíble si se enfrentaran a perspectivas más
místicas del cerebro como máquina autónoma.

Una nueva área de la


neurociencia conocida
como «conectómica»
pretende proporcionar
una especie de teoría
unificada del cerebro.
Explíquenos qué
significa y qué está
haciendo el Proyecto
Conectoma Humano.

La conectómica significa
dos cosas diferentes en
nuestra comunidad.
Aquella con la que
interactúo
personalmente está más relacionada con mapear las
estructuras del individuo, sobre todo las células del cerebro.

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El Proyecto Conectoma Humano es ligeramente diferente
porque analiza las superautopistas que conectan las diferentes
regiones del cerebro e intenta relacionarlas con aspectos de la
actividad cerebral y la genética. Lo que estas perspectivas
tienen en común es que tratan de describir aspectos clave de la
función cerebral en términos de su estructura intrínseca.

Es algo maravilloso porque estos datos son fundamentales.


Pero el fin místico de esa investigación es que, si supiéramos
dónde se conecta cada célula, podríamos simular el
funcionamiento de un cerebro y, en su forma más extrema,
modelar todas nuestras vidas en un ordenador.

Probablemente no haya miembros del profesorado de las


principales universidades que respalden esta perspectiva. Pero
es un tema que se ha abordado, como el movimiento para
congelar los cerebros después de
la muerte. El ejemplo más
famoso es Ted Williams, gran
jugador de béisbol de los Red
Sox, que mandó congelar su
cuerpo tras su muerte. Esta idea
—de que se puede extraer tejido
congelado y reconstruir la mente
y, en cierto sentido, la vida de una
persona— viene motivada por
una perspectiva
compartimentada del cerebro:
todo lo importante está en el
cerebro.

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E L C E R E B R O P R E AD O L E S C E N T E
Francis Crick, el codescubridor del ADN, dijo una vez: «No eres
más que el comportamiento de un vasto conjunto de neuronas
y sus moléculas asociadas». ¿Por qué cree que se equivoca?
La respuesta gira en torno a lo que hace que tú seas tú. Hay
algunos aspectos de lo que te hace ser tú que probablemente
estén incrustados por completo en el cerebro, como la memoria
episódica de las cosas que te han ocurrido y que puedes
recordar en la mente. Pero cuando piensas qué hace que una
persona sea una persona, hay muchos aspectos a tener en
cuenta. Uno de los principales es la personalidad. ¿Cómo nos
comportamos cuando nos enfrentamos a ciertos tipos de
desafíos; cuál es nuestra disposición? Estos aspectos están
estrechamente vinculados a las emociones y nos llevan de
vuelta a la cuestión del papel fundamental del cuerpo en las
respuestas emocionales.

Ojalá contáramos con un buen experimento para retirar el


cuerpo y probarlo. Pero es difícil quitar el cuerpo de alguien y
poner a prueba su forma de comportarse. Lo más cercano que
identifico en el libro es trasplantar partes diferentes del cuerpo.
Resulta obvio que los trasplantes sí afectan a las actitudes y
emociones de la gente. Quizá lo
más popular y vanguardista hoy
en día sea trasplantar las
bacterias que viven en nuestro
intestino. Estudios en animales y
personas han demostrado que si
remplazas las bacterias malas del
intestino con bacterias buenas
puedes alterar las funciones
emocionales y conductuales.

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El libro A Change of Heart reveló algo extraordinario: que
cuando una persona tiene un trasplante de corazón, pueden
sentir que han heredado algunos de los rasgos de la
personalidad del donante. ¿Cree usted que eso es posible?
Como un escéptico con mente científica, no creo que sea posible
ni tampoco tengo una explicación plausible para ello. Sin
embargo, está claro que la autora del libro, Claire Sylvia, ha
vivido una gran conmoción emocional. Si obtuvo o no los
recuerdos del donante me parece muy dudoso. Pero no discuto
el hecho de que el trasplante provocara una conmoción
emocional. Cito un estudio en una gran población de pacientes
con corazones trasplantados, de los que el 20 por ciento
hablaron de cambios de personalidad.

Si preguntas a otros pacientes de trasplantes, también hablan


de cambios de humor, algunos por razones fisiológicas bastante
bien definidas. Un ejemplo de ello son los trasplantes de
hígado. El hígado se ocupa de desintoxicar la sangre y las
toxinas de la sangre afectan al cerebro. Por eso si corriges el mal
funcionamiento del hígado de alguien, también cambias su
entorno cognitivo.

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Una de mis frases favoritas de su libro es: «Las personas son
como las plantas: con el tiempo florecen o se marchitan».
Incluso existe una conexión entre la temperatura y la violencia,
¿no?
Huelga decir que lo externo al cuerpo también influye en la
mente. El medio ambiente inunda el cerebro con el equivalente
a 10 megabytes de información por segundo. Gran parte de esa
información es subconsciente. Por ejemplo, la temperatura.
Podemos sentir cuando hace calor, pero las diferencias
térmicas relativamente sutiles suelen ser imperceptibles para
nosotros.
Un estudio de Soloman Hsiang, de Princeton, demostró cómo
una ligera diferencia térmica puede influir drásticamente en las
incidencias de violencia y agresividad. Un par de estudios
citados implicaban el entrenamiento con armas de fuego de la
policía de Países Bajos. Cambiar la temperatura ambiente de la
sala donde practicaban les hacía disparar más o menos.

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Entonces ¿sería Alabama más violento que Alaska?
Bueno, en igualdad de circunstancias, la clave de un buen
estudio científico es que haya un buen control. Pero comparar
Alabama y Alaska podría no ser concluyente, porque hay
muchas diferencias. Durante gran parte del año, la gente de
Alaska experimenta menos luz que la de Alabama, por ejemplo.
Y la presencia de diferentes niveles de luz y color en nuestro
entorno puede tener efectos importantes, tanto en los aspectos
emocionales de la personalidad como en las funciones
cognitivas.

Muchos somos conscientes de que no tener suficiente luz


diurna puede provocar trastorno afectivo estacional (TAE). El
efecto de los colores nos es menos familiar. Incluso las
pequeñas marcas de color en nuestro entorno pueden afectar a
nuestro comportamiento. Por ejemplo, se ha descubierto que
los colores como el azul y el verde suelen ser particularmente
estimulantes. El rojo, como sugiere su reputación, tiende a
promover la agresividad y la evasión. En un estudio, los
investigadores colocaron pequeñas marcas rojas o azules sobre
exámenes falsos y descubrieron que el examen les salió peor a
las personas que tenían marcas rojas.

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Un nuevo movimiento, conocido como transhumanismo,
pretenden transformarnos reestructurando nuestros cerebros.
Explique su filosofía y la idea del Internet de la mente, y por qué
usted cree que es una idea peligrosa y errónea.
El transhumanismo, centrado en el cerebro, está relacionado
con crear a personas que vayan más allá de los límites de lo
normal. El Internet de la mente es la idea de vincular las mentes
directamente a Internet a través de implantes cerebrales, sin
necesidad de hablar o escribir o de perder el tiempo en otras
actividades fastidiosas. No es que crea que sea algo peligroso u
oscuro. Personalmente, no me atrae la idea. Pero creo que el
atractivo de este tipo de dirección futurista, promovida por
personas como Elon Musk, está hasta cierto punto movido por
esta mística cerebral: la idea de que para tener una mente
futurista debemos modificar el cerebro. Yo digo que podemos
mejorar el rendimiento mental sin tocar el cerebro.

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Un ejemplo que me gusta es el de hacer que la gente conduzca
mejor. Uno de los enfoques principales que persigue la
industria automovilística es quitar de escena a las personas.
Pero ¿por qué necesitamos conectar el coche al cerebro?
Sencillamente podemos entrenar al coche para mejorar. En mi
opinión, hay muy poco que temer respecto a las tecnologías
cerebrales de lo que no tengamos análogos próximos en la
sociedad. No es una afirmación revolucionaria. Sin embargo, la
fascinación pública por el cerebro hace que la gente especule
sobre todas estas cuestiones horribles.

Concluye su libro con estas palabras: «El cerebro es un órgano


biótico integrado en un continuo de conexiones y causas
naturales que juntas contribuyen a nuestras mentes
biológicas». Explíquenos estas palabras y por qué es tan
importante que entendamos que no solo somos nuestro
cerebro.
Mi tema primordial es en contra
de la estrechez de miras. Si
queremos resolver nuestros
problemas, no deberíamos
reducirlos a los problemas del
cerebro. Necesitamos mantener
una perspectiva amplia que
reconozca cómo está conectado
el cerebro al cuerpo y a nuestro
entorno y buscar soluciones allí
donde estén. Explicar la
conducta humana en términos
de función cerebral
exclusivamente es algo que
procede de un tipo de imagen mística del cerebro que nos
impide avanzar de una forma que la ciencia nos pueda alentar.

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