Huellas de Sangre

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RELATOS DE TERROR 1

Nuestras propias historias

Relatos de
terror
II
Simbología
Categoría

Estudiante Docente Grupo


y personal familiar
administrativo

Región

Costa Sierra Amazonía Insular

ISBN: 978-9942-22-359-3
YULEXY DEL CISNE
ROMERO
nació en El Guabo, El
Oro, en 2002. Estudia
en primer año de
Bachillerato del Colegio
de Bachillerato Juan
Montalvo. Su actividad
favorita es leer.

Huellas de sangre

U na mañana, me levanté, me duché, desayuné


y me cambié para ir a trabajar. Se preguntarán
cuál es mi trabajo. Pues soy detective y mi
nombre es Óscar. Era un día normal y Emily, mi compañera, estaba
preparando el café. Joshua y yo habíamos estado investigando
acerca de un juego macabro, del que hace mucho tiempo que no se
escuchaba. Claro que a las personas no les interesa saber sobre jóvenes
que no tienen nada más que hacer que aquellos “jueguitos para niños”.
Ese día regresé a mi casa, sin encontrar nada nuevo. Decidí
seguir investigando por mi propia cuenta, pero no había nada.

RELATOS DE TERROR 17
Eran ya las 12:00 y estaba muy frustrado. De pronto, encontré
un sitio web que llamó mi atención. La peor estupidez que
he cometido fue empezar a navegar allí. Hallé artículos sobre
asesinatos, videos de gente suicidándose e imágenes de gente
ensangrentada. De tantas cosas bizarras, un video saltó a mi vista.
En él aparecía una persona a la que no se le podía distinguir el
rostro; al parecer, estaba escondida en un armario. Estaba todo
oscuro y solo se podía escuchar que pedía ayuda, se escondía de
algo. Se escuchaba que tocaban la puerta y esa persona no dejaba
de susurrar pidiendo ayuda. De repente, sonaba el chirrido de la
puerta abriéndose y una voz que decía: “¿Estás aquí?”. El video se
cortaba justo ahí, pero parecía que tenía una segunda parte. Me
levanté extrañado y fui a la cocina; tomé un poco de agua y volví
para ver la continuación. Me encontré con que el sitio web ya no
estaba, revisé mi historial, mas no encontré nada… Vi la hora y
eran las 7:00 a.m.
Cuando llegué a trabajar, le conté lo sucedido a Emily: “Debe
haber sido un error de conexión”, dijo ella. Cuando se lo conté a
Joshua, su reacción fue diferente: “¿Me hablas en serio? ¿Cómo es
posible que sepas lo que le pasó al hijo de mis vecinos?”. Él estaba
horrorizado y yo también.
Sonó el teléfono y Emily fue a contestar… Nos dijo que era
la Policía y que tenía algo para nosotros. Fuimos al lugar de los
hechos y ahí estaba el cuerpo de un joven. Emily vomitó… La piel
del chico había sido rasgada y había carne de su cuerpo por la
habitación. Finalmente, lo habían estrangulado. Joshua se quedó
hablando con el oficial y yo examiné la escena. En el baño, estaba
el celular de la víctima; había un mensaje de texto de un número
desconocido, que decía: “Perdiste”.
Regresamos a la estación y yo me sentía muy mal, así que me
disculpé con mis compañeros y me fui a casa. Antes de dormir,

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cogí mi computador y empecé a buscar la página web, me sentía
obsesionado con el sitio. Eran ya las 11:59 p.m., lo que quería decir
que había pasado cuatro horas buscando algo y no sabía qué. De
repente, la página estaba disponible nuevamente. Eran las 12:00
a.m., entonces deduje que la página se desbloqueaba a esa hora.
Cuando ingresé, vi las imágenes; pude reconocer a la víctima de la
escena del crimen que estábamos investigando. Pude ver un video,
en él se mostraba una foto acompañada con un fondo de gritos
y llantos. Era tan grotesco que intenté salir de la página, pero no
pude. Inmediatamente, apareció otra filmación que mostraba la
silueta de una chica con la cabeza abajo; a medida que levantaba
la cabeza, la imagen hacía un zoom y, cuando acabó de levantarla,
escuché un grito muy fuerte y una voz que decía: “Tu curiosidad
costará una vida”. Mi computador se quemó, ya no encendía.
Cuando vi la hora, eran las 7:00 a.m.
Fui rápidamente a la estación, para hablar con mis compañeros.
Sin embargo, ese día Emily no fue a trabajar.
—¿Por qué Emily no vino hoy? —pregunté preocupado.
—No lo sé, ella nunca falta. Pienso que le pasó algo, porque
no contesta su teléfono y sus padres no saben nada de ella —dijo
Joshua muy consternado.
—Oye, no crees que estás exagerando. Solo faltó hoy, no
tenemos por qué pensar que algo malo sucedió… —intenté
tranquilizarlo.
—Tienes razón.
Estábamos muy inquietos y, de pronto, recibí un mensaje de
texto que decía que Emily estaba muerta y mostraba una foto. Grité:
“¡Es ella!, Joshua, ¡es ella!”. No lo podía creer. Me di cuenta de que
estaba solo en la estación, no entendía qué estaba pasando, hacía
un segundo Joshua estaba a mi lado. Recorrí toda la estación, pero

RELATOS DE TERROR 19
no estaba, era como si la tierra se lo hubiera tragado. Desesperado,
volví a mi casa. A las 12:00, ingresé a la página web y había un
enlace con indicaciones para un juego. Me mostraba una nota
que decía que, si quería encontrar las respuestas a mis preguntas,
debía ganar o morir. Ese fue el inicio de todo.
Los pasos del juego eran muy simples. Tenía que tener dos
celulares, encender las luces en dos habitaciones separadas y
empezar a llamar. Dispuesto a arriesgarlo todo, comencé a jugar.
Coloqué un celular en el sótano y el otro me lo llevé, encendí las
luces de las dos habitaciones y comencé a llamar. Sinceramente,
me sentía como un idiota. Pero, justo cuando iba a colgar, escuché
que contestaron el teléfono:
—Hola —dijo una voz gruesa.
Mi corazón comenzó a latir muy fuerte, pero tenía que mantener
la calma:

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—Hola —respondí.
—¿Cómo te llamas?
—Mi nombre… es Óscar —me costó responder, mi corazón
latía muy fuerte y mi boca temblaba.
—¿Cuál es tu peor pesadilla?
Mi respiración se cortó, mi cabeza se quedó en blanco y no
sabía qué decir:
—Pues, perder todo lo que tengo —respondí.
—¿Dónde estás?
Yo estaba temblando, sentí un escalofrío que recorría todo mi
cuerpo y no sabía con qué estaba jugando, tenía mucho miedo;
entonces, dije:
—Si quieres saberlo, tendrás que encontrarme.
Apagué la luz de mi habitación y me escondí en el armario.
Empecé a escuchar pasos por toda la casa: “Maldita la hora en
que hice esto”, pensé. Las puertas se abrían y se cerraban, las cosas
caían al suelo y podía sentir su presencia. De pronto, escuché:
“¿Estás aquí?”. Estaba demasiado asustado, mi respiración iba en
aumento y lo único que quería era salir de ahí. Comenzó a buscar
en la habitación y cada vez estaba más cerca de encontrarme.
Escuché cómo sus pasos se detenían justo delante del armario.
Preguntó de nuevo: “¿Estás aquí?”.
De inmediato, se escuchó cómo se cerraba la puerta.
Lentamente, salí de mi escondite y cogí el teléfono. Escuché: “Me
tengo que ir”. Colgó el celular y llegó un mensaje: “Selecciona tu
recompensa: amor, suerte, visión del futuro o lo que más quieres”.
No seleccioné ninguna, no quería caer en su juego.
Al día siguiente, en la estación, encontré por fin a Joshua. Le
conté todo y él me sugirió hablar con nuestro jefe. Él no quería

RELATOS DE TERROR 21
creerme y yo desesperado grité enfurecido: “¡No se da cuenta
de que es verdad, pregúntele a Joshua, él también sabe de lo
que hablo!”. El jefe de investigaciones se levantó, me miró con
desconfianza y dijo: “Son puras estupideces”. Dos compañeros me
agarraron de los brazos y empezaron a forzarme a salir. “¡Joshua,
ayúdame, haz algo!”, grité, pero él solo se quedó parado.
Me llevaron al psiquiatra y me dijeron que habían sido
alucinaciones. Los doctores me dijeron que, en el trabajo, nadie
conocía a Joshua y me convencieron de que Emily se suicidó.
Me internaron en un centro de salud mental, al parecer él sabía
que tarde o temprano caería en su juego. Y aquí estoy, tratando
de entender cómo me dejé manipular tan fácil, porque hay
alguien afuera de mi ventana acechándome desde las sombras y
preguntándome: “¿Estás aquí?”.

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