La Llamada
La Llamada
La Llamada
“La llamada”
Terminado el canto de entrada (VEN SIGUEME u otro), el sacerdote y los fieles, de pie,
se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote dice: <
Queridos hermanos:
En este año de preparación para el jubileo, caminemos también nosotros
sacerdotes como peregrinos de esperanza, en oración, siguiendo las huellas
de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Volvamos a las raíces de nuestra vocación, renovando nuestra adhesión al
Señor, pidiendo perdón por todas nuestras debilidades en las pruebas, para
que podamos dar testimonio, con renovado vigor, de nuestro Maestro y
Señor, única esperanza del mundo. En fraternidad sacerdotal, pidamos
perdón juntos, ayudándonos recíprocamente en nuestras pequeñas y
grandes infidelidades al amor a Dios y al prójimo.
Breve pausa de silencio
ORACIÓN UNIVERSAL
El sacerdote invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición.
“Venid y lo veréis” (Jn 1, 39). De esta manera responde Jesús a los dos
discípulos de Juan el Bautista, que le preguntaban donde vivía. En estas
palabras encontramos el significado de la vocación. La Iglesia, como
comunidad de los discípulos de Jesús, está llamada a fijar su mirada en esta
escena que, de alguna manera, se renueva continuamente en la historia. Se
le invita a profundizar el sentido original y personal de la vocación al
seguimiento de Cristo en el ministerio sacerdotal y el vínculo inseparable
entre la gracia divina y la responsabilidad humana contenido y revelado en
esas dos palabras que tantas veces encontramos en el Evangelio: ven y
sígueme (cf. Mt 19, 21). Se le invita a interpretar y recorrer el dinamismo
propio de la vocación, su desarrollo gradual y concreto en las fases del
buscar a Jesús, seguirlo y permanecer con Él.
La dimensión vocacional es esencial y connatural a la pastoral de la Iglesia.
La razón se encuentra en el hecho de que la vocación define, en cierto
sentido, el ser profundo de la Iglesia, incluso antes que su actuar. En el
mismo vocablo de Iglesia (Ecclesia) se indica su fisonomía vocacional
íntima, porque es verdaderamente “convocatoria”, esto es, asamblea de los
llamados: “Dios ha convocado la asamblea de aquellos que miran en la fe a
Jesús, autor de la salvación y principio de unidad y de paz, y así ha
constituido la Iglesia, para que sea para todos y para cada uno el
sacramento visible de esta unidad salvífica”.La historia de toda vocación
sacerdotal, como también de toda vocación cristiana, es la historia de un
inefable diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y
la libertad del hombre que responde a Dios en el amor. Estos dos aspectos
inseparables de la vocación, el don gratuito de Dios y la libertad
responsable del hombre, aparecen de manera clara y eficaz en las
brevísimas palabras con las que el evangelista san Marcos presenta la
vocación de los doce: Jesús “subió a un monte, y llamando a los que quiso,
vinieron a él” (3, 13). Por un lado, está la decisión absolutamente libre de
Jesús y, por otro, el “venir” de los doce, o sea, el “seguir” a Jesús.
Éste es el modelo constante, el elemento imprescindible de toda vocación;
la de los profetas, apóstoles, sacerdotes, religiosos, fieles laicos, la de toda
persona.
Ciertamente la vocación es un misterio inescrutable que implica la relación
que Dios establece con el hombre, como ser único e irrepetible, un misterio
percibido y sentido como una llamada que espera una respuesta en lo
profundo de la conciencia, esto es, en aquel “sagrario del hombre, en el que
éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en la propia intimidad”.
Pero esto no elimina la dimensión comunitaria y, más en concreto, eclesial
de la vocación: la Iglesia está realmente presente y operante en la vocación
de cada sacerdote.
La Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva y exigente de
Jesús, que nos pide que “roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a
su mies” (Mt 9, 38). Obedeciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace,
antes que nada, una humilde profesión de fe, pues al rogar por las
vocaciones —mientras toma conciencia de su gran urgencia para su vida y
misión— reconoce que son un don de Dios y, como tal, hay que pedirlo con
súplica incesante y confiada. (Pastores dabo vobis 34-38)
Canto: Pescador de Hombres
Oración coral:
Coro 1: Se busca para la Iglesia un
Se busca para la Iglesia hombre
un sacerdote capaz de renacer capaz de perder sin sentirse
en el Espíritu cada día. destruido,
Coro 2: de cuestionar sin perder la fe,
Se busca para la Iglesia un de llevar la paz donde hay
hombre inquietud
sin miedo del mañana, e inquietud donde hay paz.
sin miedo del hoy, Coro 2:
sin complejos del pasado. Se busca para la Iglesia un
Coro 1: hombre
Se busca para la Iglesia un que sepa usar las manos para
hombre bendecir
que no tenga miedo de cambiar, e indicar el camino a seguir.
que no cambie por cambiar, Coro 1:
que no hable por hablar. Se busca para la Iglesia un
Coro 2: hombre
Se busca para la Iglesia un sin muchos medios,
hombre pero con mucho por hacer,
capaz de vivir junto a los demás, un hombre que en las crisis
de trabajar junto a los demás, no busque otro trabajo,
de llorar junto a los demás, sino cómo trabajar mejor.
de reír junto a los demás, Coro 2:
de amar junto a los demás, Se busca para la Iglesia un
de soñar junto a los demás. hombre
Coro 1: que encuentre su libertad
en vivir y servir la espiritualidad con el
y no en hacer lo que quiere. sentimentalismo,
Coro 1: la llamada con el interés,
Se busca para la Iglesia un el servicio con la colocación.
hombre Coro 1:
que tenga nostalgia de Dios, Se busca para la Iglesia un
que tenga nostalgia de la Iglesia, hombre
nostalgia de la gente, capaz de morir por ella,
nostalgia de la pobreza de Jesús, pero aún más capaz de vivir para
nostalgia de la obediencia de la Iglesia;
Jesús. un hombre capaz de ser ministro
Coro 2: de Cristo,
Se busca para la Iglesia un profeta de Dios, un hombre que
hombre hable con su vida.
que no confunda la oración
con las palabras que se dicen por R. Amen
costumbre,
(Pbro. Primo Mazzolari)
Tantum ergo
Bendición con el Santísimo
Canto final