Sarmiento, Domingo F., Viajes, Tomo 01

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Nota a la presente edición:

Reproducimos la 1ra Edición del Primer Tomo de Viajes en Europa, Africa i


America (1849).
El texto presenta numerosas diferencias con el Tomo V de la Edición
Nacional de las Obras Completas.
Hemos respetado la ortografía original.
Este trabajo fue realizado conjuntamente por la Biblioteca Nacional Argentina
y el Proyecto Sarmiento para la Biblioteca del Bicentenario.
Agradecemos al Señor Andres Tronquoy su inestimable colaboración.

Copyright 2007

www.proyectosarmiento.com.ar
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VIAJES
EN

EUROPA, AFRICA I AMERICA


Por

D.F. SARMIENTO

MIEMBRO DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE


DEL INSTITUTO HISTORICO DE FRANCIA Y DE OTRAS
CORPORACIONES
LITERARIAS

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SANTIAGO
IMPRENTA DE JULIO BELIN I C.a
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1849
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ADVERTENCIA.

Ofrezco a mis amigos, en las siguientes pájinas, una


miscelánea de observaciones, reminiscencias, impresiones e
incidentes de viaje, que piden toda la induljencia del corazon, para
tener a raya la merecida crítica que sobre su importancia no dejará
de hacer el juicio desprevenido. Saben ellos que a fines de 1845
partí de Chile, con el objeto de ver por mis ojos, i de palpar, por
decirlo así, el estado de la enseñanza primaria, en las naciones que
han hecho de ella un ramo de la administracion pública. El fruto de
mis investigaciones verá bien pronto la luz; pero dejaba esta tarea,
árida por demas, vacios en mi existencia ambulante, que llenaban el
espectáculo de las naciones, usos, monumentos e instituciones,
que ante mis miradas caian sucesivamente, i de que quise hacer en
la época, abreviada reseña a mis amigos, o de que guardé
anotaciones i recuerdos, a que ahora doi el posible órden, en la
coleccion de cartas que a continuacion publico.
Este plan traialo aparejado la realidad del caso, i
aconsejábamelo la naturaleza misma del asunto. El viaje escrito, a
no ser en prosecucion de algun tema científico, o haciendo
esploracion de paises poco conocidos, es materia mui manoseada
ya, para entretener la atencion de los lectores. Las impresiones de
viaje, tan en voga como lectura amena, han sido esplotadas por
plumas como la del creador inimitable del jénero, el popular Dumas,
quien con la privilejiada facundia de su espíritu, ha revestido de
colores vivaces todo lo que a caido bajo su inspeccion,
hermoseando sus cuadros casi siempre con las ficciones de la
fantasia o bien apropiándose acontecimientos dramáticos o
novedosos ocurridos muchos años antes a otros, i conservados por
la tradicion local; a punto de no saberse si lo que se lee es una
novela caprichosa o un viaje real sobre un punto edénico de la tierra
¡Cuán bellos son los paises así descritos, i cuán animado el movible
i corredizo panorama de los viajes! I sin embargo, no es en nuestra
época la exitacion continua, el tormento del viajero, que entre unas i
otras impresiones agradables, tiene que soportar la intercalacion de
largos dias de fastidio, de monotonia, i aun la de escenas naturales,
mui bellas para vistas i sentidas; pero que son ya, con variaciones
que la pluma no acierta a determinar, duplicados de lo ya visto i
descrito. La descripcion carece pues, de novedad, la vida civilizada
reproduce en todas partes los mismos caracteres, los mismos
medios de existencia; la prensa diaria lo revela todo; i no es raro
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que un hombre estudioso sin salir de su gabinete, deje parado al


viajero sobre las cosas mismas que él creia conocer bien por la
inspeccion personal. Si esto ocurre de ordinario, mayor se hace
todavia la dificultad de escribir viajes, si el viajero sale de las
sociedades ménos adelantadas, para darse cuenta de otras que lo
son mas. Entónces se siente la incapacidad de observar, por falta
de la necesaria preparacion de espíritu, que deja turbio i miope el
ojo, a causa de lo dilatado de las vistas, i la multiplicidad de los
objetos que en ellas se encierran. Nada hai que me haya fastidiado
tanto como la inspeccion de aquellas portentosas fabricas que son
el orgullo i el blazon de la intelijencia humana, i la fuente de la
riqueza de los pueblos modernos. No he visto en ellas sino ruedas,
motores, balanzas, palancas i un laberinto de piecesillas, que se
mueven no sé como, para producir que se yó que resultados; i mi
ignorancia de cómo se fabrica el hilo de coser ha sido punto ménos
tan grande, despues de recorrer una fabrica, que antes de haberla
visto. I sucede lo mismo en todos los otros ramos de la vida de los
pueblos avanzados; el Anacarsis no viene con su ojo de Escita a
contemplar las maravillas del arte, a riesgo de injuriar la estatua con
solo mirarla. Nuestra percepcion está aun embotada, mal despejado
el juicio, rudo el sentimiento de lo bello, e incompletas nuestras
nociones sobre la historia, la política, la filosofia i bellas letras de
aquellos pueblos, que van a mostrarnos en sus hábitos, sus
preocupaciones, i las ideas que en un momento dado los ocupan, el
resultado de todos aquellos ramos combinados de su existencia
moral i fisica. Si algo mas hubiera que añadir a esto, seria que el
libro lo hacen para nosotros los europeos; i el escritor americano, a
la inferioridad real, cuando entra con su humilde producto a
engrosar el caudal de las obras que andan en manos del público, se
le acumula la desventaja de una prevencion de ánimo que le
desfavorece, sin que pueda decirse por eso que inmerecidamente.
Si hubiera descrito todo cuanto he visto como el Conde del Maule,
habria repetido un trabajo hecho ya por mas idónea i entendida
pluma; si hubiese intentado escribir impresiones de viaje, la mia se
me habria escapado de las manos, negándose a tarea tan
desproporcionada. He escrito, pues, lo que he escrito (porque no
sabria como clasificarlo de otro modo), obedeciendo a instintos i a
impulsos que vienen de adentro, i que a veces la razon misma no
es parte a refrenar. Algunos fragmentos de estas cartas que la
prensa de Montevideo, Francia, España o Chile han publicado, dan
cumplida muestra de aquella falta de plan que no quiero prejuzgar;
si bien me permitiré hacer indicaciones que no serán por demas,
para escusar su irregularidad. Desde luego las cartas son de suyo
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jénero literario tan dúctil i elástico, que se presta a todas las formas i
admite todos los asuntos. No le está prohibido lo pasado, por la
asociacion natural de las ideas, que a la vista de un hecho o de un
objeto, despiertan reminiscencias, i sujieren aplicacion; sin que
siente mal aventurarse mas allá de lo material i visible, pudiendo
con propiedad seguir deducciones que vienen de suyo a ofrecerse
al espíritu. Gústase entónces de pensar, a la par que se siente, i de
pasar de un objeto a otro, siguiendo el andar abandonado de la
carta, que tan bien cuadra con la natural variedad del viaje.
Ni es ya la fisonomia esterior de las naciones, ni el aspecto
físico de los paises, sujeto propio de observacion, que los libros nos
tienen harto familiarizados con sus detalles. Materia mas vasta, si
bien ménos fácil de apreciar, ofrecen el espíritu que ajita a las
naciones, las instituciones que retardan o impulsan sus progresos, i
aquellas preocupaciones del momento, que dan a la narracion toda
su oportunidad, i el tinte peculiar de la época. Cúpome la ventura,
digna de observador mas alto, de caminar en buena parte de mi
viaje sobre un terreno minado hondamente por los elementos de
una de las mas terribles convulsiones que han ajitado la mente de
los pueblos; trastornando, como por la súbita vibracion del rayo
cosas e instituciones que parecian edificios sólidamente basados; i
puedo envanecerme de haber sentido moverse bajo mis plantas el
suelo de las ideas, i de haber escuchado rumores sordos, que los
mismos que habitaban el pais no alcanzaban a apercibir. La
revolucion europea de 1848, que tan honda huella dejará en las
pájinas de la historia, hallóme ya de regreso a Chile; pero los
amigos en cuya presencia escribo, i personajes mui altamente
colocados, pudieron oirme, desde el momento de mi arribo, no sin
visibles muestras de incredulidad, la narracion alarmante de lo que
habia visto; i sin vaticinar una próxima e inminente catástrofe, que
nadie pudo preveer, anunciar la crisis, como violenta, i juzgar
imposible la continuacion del órden de cosas i de instituciones que
yo habia dejado en toda su fuerza. Por temor de pasar plaza de
profeta de cosas sucedidas, insertaré aquí un fragmento de carta en
que uno de mis compañeros de viaje en Europa, un republicano de
la veille me dice: "Gracias, mil gracias, mi caro amigo, por su
recuerdo" "Cuán grande i bella es la conformidad de creencias que
nos conserva amigos a dos mis leguas de distáncia. Aquella
república de que tanto hablabamos en Florencia, i Venecia un año
ha, la tenemos ya hace cuatro meses. Ah! no puede V. imajinarse,
en medio del placer que me causaba la lectura de su carta, cuánto
asombro esperimentaba, de ver a V. en el mes de julio hablar de
república…… venidera. Venidera!.... Pero hacen ya siglos a que
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somos republicanos, si se compara la historia de estos cuatro


meses, al vacio de los doce últimos años de la historia de Europa."
Asistia pues, sin saberlo, al último dia de un mundo que se iba, i
veia sistemas i principios, hombres i cosas que debian bien pronto
ceder su lugar a una de aquellas grandes sintesis que hace estallar
la enerjia del sentimiento moral del hombre, de largo tiempo
comprimida por la presion de fuerzas físicas, de preocupaciones e
intereses; propendiendo a nivelar sus instituciones a la altura misma
a que ha llegado la conciencia que tienen del derecho i de la
justicia.
I como en las cosas morales la idea de la verdad viene ménos
de su propia esencia, que de la predisposicion de ánimo, i de la
aptitud del que aprecia los hechos, que es el individuo, no es
estraño que a la descripcion de las escenas de que fuí testigo se
mezclase con harta frecuencia lo que no ví, porque existia en mí
mismo, por la manera de percibir; trasluciéndose mas bien las
propias que las ajenas preocupaciones. I a ser bien desempeñada
esta parte, ¿quién no dijera que ese es el mérito i el objeto de un
viaje, en que el viajero es forzosamente el protagonista, por aquella
solidaridad del narrador i la narracion, de la vision i los objetos, de la
materia de exámen i la percepcion, vínculos estrechos que ligan el
alma a las cosas visibles, i hacen que vengan estas a
espiritualizarse, cambiándose en imájenes, i modificándose i
adaptándose al tamaño i alcance del instrumento óptico que las
refleja? El hecho es que bellas artes, instituciones, ideas,
acontecimientos, i hasta el aspecto físico de la naturaleza en mi
dilatado itinerario, han despertado siempre en mi espíritu, el
recuerdo de las cosas análogas en América, haciéndome, por
decirlo así, el representante de estas tierras lejanas, i dando por
medida de su ser, mi ser mismo, mis ideas, hábitos, e instintos.
Cuánta influencia haya ejercido en mí mismo aquel espectáculo, i
hasta dónde se haga sentir la inevitable modificacion que sobre el
espíritu ejercen los viajes, juzgaranlo aquellos que se tomen el
trabajo de comparar la tendencia de mis escritos pasados con el jiro
actual de mis ideas. Por lo que a mí respecta, he sentido
agrandarse i asumir el carácter de una conviccion invencible,
persistente, la idea de que vamos en América en mal camino, i de
que hai causas profundas, tradicionales que es preciso romper, si
no queremos dejarnos arrastrar a la descomposicion, a la nada, i
me atrevo a decir a la barbárie, fango inevitable en que se sumen
los restos de pueblos i de razas que no pueden vivir, como aquellas
primitivas cuanto informes creaciones que se han sucedido sobre la
tierra, cuando la atmósfera se ha cambiado, i modificádose o
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alterado los elementos que mantienen la existencia. Las primeras


vislumbres de esta revelacion, si se me permite así llamarla,
encontraranse en algunos opúsculos, injenua manifestacion de las
ideas que venian de vez en cuando a atravesar por mi espíritu; que
en cuanto a los desarrollos i pruebas, propóngome irlos dando,
junto con los remedios, en trabajos mas sérios de lo que pueden
serlo nunca reminiscencias de viaje. Por aquello i por lo que aquí se
columbrare, pido desde ahora toda su induljencia a los que sientan
herido i chocado en lo mas vivo su propio criterio, que estos dolores
del alma tambien los he sufrido yo, al sentir arrancarse una a una
las ideas recibidas, i sostituirseles otras que estan mui léjos de
halagar ninguna de aquellas afecciones del ánimo, instintivas i
naturales en el hombre.
Para mejor comprender esta elaboracion, téngase presente,
que el báculo de viajero no lo he tomado a las puertas de Santiago.
Recojílo solo de algun rincón, donde lo tenia, como tantos otros,
abandonado, mientras hacia alto, en una peregrinacion a que estan
periódicamente i a veces sin vuelta, condenados los pocos que en
nuestros paises se mezclan a las cosas públicas; i si bien omito
estas primeras pájinas, que nada digno de noticia encierran, háme
sucedido encontrar en el discurso de mi viaje, hechos, ideas i
hombres que a ellas se ligan íntimamente, como que eran la
continuacion i el complemento del grande mapa de las convulsiones
americanas; no siendo otra cosa mi viaje, que un anhelar continuo a
encontrar la solucion a las dudas que oscurecen i envuelven la
verdad, como aquellas nubes densas que al fin se rompen, huyen i
disipan, dejándonos despejada i radiosa la inmutable imájen del sol.
Sobre el mérito puramente artístico i literario de estas pájinas,
no se me aparta nunca de la mente que Chateaubriand, Lamartine,
Dumas, Jaquemont han escrito viajes, i han formado el gusto
público. Si entre nuestros inteligentes, educados en tan elevada
escuela, hai alguno que pretenda acercárseles, yo seria el primero
en abandonar la pluma i descubrirme en su presencia. Hai rejiones
demasiado altas, cuya atmósfera no pueden respirar los que han
nacido en las tierras bajas; i es locura mirar el sol de hito en hito,
con peligro cierto de perder la vista.
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VIAJES.

Mas-a-fuera.

Señor don Demetrio Peña.


Montevideo, diciembre 14 de 1845.

Fué V., mi querido i buen amigo, el último que abandonó la


cubierta, al dejar la Enriqueta el puerto de Valparaiso, i por tanto el
primero en mis recuerdos, ahora que puedo enviar de nuevo mis
vales a los amigos que por allá dejo.
La espectacion de un rápido viaje, con que todos se
complacian en darnos el último adios, fué mas bien que feliz
presajio, un buen deseo, burlado por vientos obstinadamente
contrarios, o calmas pesadas que ajitaban las velas sin inflarlas.
Estas contrariedades con que la naturaleza desbarata los esfuerzos
del arte humano, no son del todo estériles sin embargo. En el mar, i
en los buques de vela sobre todo, aprende uno a resignarse al
destino i a esperar sin hacerse violencia. Los primeros dias de viaje,
cada milla que haciamos desviándonos de nuestro rumbo, era
motivo de rebeliones de espíritu, de rabia i malestar. Al cabo de
cuarenta dias, empero, eramos todos unos corderos en resignacion;
i el viento, por contrario que nos fuese, soplaba segun su voluntad
soberana, sin recojer de paso vanas e impotentes maldiciones. Así
educado, empiezo a mirar como cosa llevadera las molestias que
me aguardan en todos los mares i en todas las latitudes, hasta que
acercándome a Europa, el vapor venga en mi auxilio, contra la
naturaleza indócil.
¿Qué puede referirse en un viaje de Valparaiso para
Montevideo, aunque esté de por medio el temido Cabo de Hornos,
que vimos de cerca, i rodeado de todos los polares esplendores,
incluso las noches crepusculares en que, puesto el sol, la luz va
rondando el horizonte sin perder nada de su pálido esplendor hasta
preceder la salida del sol al naciente? Por lo demas, sucesion de
dias sin emociones, siguiendo a veces el vuelo majestuoso del
Pájaro-carnero, que da vueltas al buque como azorado, cual si
quisiera serciorarse de lo que significa objeto para él tan estraño;
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atraidos otras por los saltos i rápido pasaje de las tuninas, que
formadas de dos en dos vienen a dar vuelta el buque, pasando
precisamente por la proa; acudiendo un dia en tropel sobre cubierta
a ver navegar a nuestro costado cuatro enormes ballenas, vapores
vivos con sus columnas de agua, como de humo llevan los
artificiales; aterrados otra ocasion por el fatídico grito del timonel
"hombre al mar!!!" I en efecto un infeliz marinero cayó de una verga
en un dia de borrasca; hizo un esfuerzo horrible para mostrarnos
todo su busto sobre la superficie del Océano enfurecido; pero el
negro e insondable abismo reclamó su presa, i fué en vano que el
buque volviera sobre el lugar de la catástrofe, el hombre se sumerjió
para siempre. ¿Se acuerda V. que reclinados con nuestra
incomparable Eujenia, en la galena que de sus habitaciones dá a la
bahia en Valparaiso, le comunicaba la impresion que me causa la
vista del mar, permaneciendo cuando puedo horas enteras, inmóvil,
los ojos fijos en un punto, sin mirar, sin pensar, sin sentir, especie
de embrutecimiento i de paralizacion de todas las facultades, i sin
embargo lleno de atractivo i de delicia? De este placer gozaba a mis
anchas todos los dias, i aun con mas viveza en aquellos mares en
que las olas son montañas que se derrumban por momentos,
disolviéndose con estrépito aterrante en una cosa como polvo de
agua. Allí el abismo, lo infinito, lo incontrastable tienen encantos i
seducciones, que parece que lo llaman a uno, i le hacen reconocer
si está bien seguro, para no ceder a la tentacion. Gustaba asi
mismo de pasar hasta mui entrada la noche sobre cubierta mirando
el cielo polar, cuya cruz i manchas se acercaban de dia en dia a
nuestro zenit, escuchando el silbido del viento en la jarcia, u oyendo
al piloto cuentos de mar, llenos de novedad e interes, que me
hacian envidiar la suerte de aquel que habia sido testigo i actor en
ellos. Pues bien, desde el dia en que cayó el marinero, no mas pude
permanecer como antes reclinado sobre la obra muerta, con los
ojos fijos en las olas; temia ver salir la cabeza del infeliz náufrago: el
silbido plañidero del viento perdió para mí toda su misteriosa
melodia, porque me parecia que habia de traer a mis oidos (i aun
ponia atencion sin poderlo remediar para escucharlos) jemidos
confusos i lejanos, como llantos de hombre, como grito de socorro,
como súplica de desvalido, i el corazon se me oprimia: de noche las
manchas i la Cruz del Sud, Venus, Júpiter, Saturno i Marte que
estaban a la vista no detenian como antes mis ociosas miradas, por
echarlas furtivamente sobre la ancha huella que a popa deja el
buque, para descubrir en la oscuridad de la noche si venia
siguiéndonos un bulto negro, ajitándose para que le viéramos. No
es que tuviese miedo, pues que seria ridículo abrigarlo; lo que
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quiero hacerle sentir es que mis goces silenciosos, i como conmigo


mismo de que le hablaba a su Eujenia, se hecharon a perder, con el
recuerdo del náufrago, cuyo cadáver se mezclaba en todos mis
sueños despierto, en esos momentos en que no es el pensamiento
el que piensa, sino las ideas, los recuerdos que de su propio motu
se ajitan en cierta caprichosa confusion i desórden que no carece
de delicias. Lo mas triste era que la desgracia sucedió al frente del
archipiélago de Chiloé, pátria del infeliz; allí cerca estaba su madre i
la pobre cabaña que lo vió nacer, i a cuyos umbrales no debia
presentarse mas.
A estos pequeños incidentes estaria reducida mi narracion, si
uno inesperado no mereciese por su novedad la pena de entrar en
mayores detalles. Un porfiado viento S. O. nos llevó, a poco andar
de Valparaiso mas allá del grupo de las islas de Juan Fernandez,
forzándonos una calma de cuatro dias a dar la vuelta completa de la
de Mas-a-fuera. Sabe V. que es esta una enorme montaña de oríjen
volcánico que a los 34.° de latitud i 80.° 25' de lonjitud, del seno del
Océano se levanta ex-abrupto sin playas ni fondeadero seguro en
ninguno de sus costados, muchos de ellos cortados a pico, i lisos
como una inmensa muralla, presentando casi por todas partes la
forma de una ballena colosal que estuviera a flor de agua. Desierta
desde abinicio, aunque de vez en cuando sea visitada por los botes
de los balleneros, que en busca de leña i agua suelen abordar sus
inabordables flancos, está señalada en las cartas i en los tratados
como inhabitable e inhabitada. Cansados nosotros de tenerla
siempre en algun punto del compás, segun que al viento placia
hacernos amanecer cada mañana, aceptamos con trasportes la
idea del piloto de hacer una incursion en ella, i pasar un dia en
tierra. Estaba segun él poblada de perros salvajes que hacian la
caza a manadas de cerdos silvestres.
Hago a V. merced de los preparativos de viaje, bote al agua,
vivas de partida, i duro remar con rumbo ácia la isla, aunque esto
último, por haber calculado mal la distancia, durase ocho horas
mortales, demasiado largas para apagar todo entusiasmo, i
reducirnos al silencio que produce una esperanza tarda en
realizarse. Un incidente empero vino a sacarnos de esta apatia,
suministrándonos sensaciones para las que no estábamos
apercibidos. Cuando a la moribunda luz del crepúsculo nos
empeñábamos en discernir los confusos lineamentos de la
montaña, divisóse la llama de un fogon entre una de sus
sinuosidades. Un grito jeneral de placer saludó esta señal cierta de
la existencia de seres racionales, en aquellos parajes que hasta
entónces habiamos considerado como desiertos, si bien la reflexion
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vino a sobresaltarnos con el temor mui fundado de encontrarnos


con desertores de buques, u otros individuos sospechosos, cuyo
número e intenciones no nos era dado apreciar. Contribuyó no poco
a aumentar nuestra alarma la circunstancia de mui mal agüero de
haber desaparecido la luz, momentos despues de haberla
apercibido nosotros; a su turno nos habian visto i trataban de
ocultarnos su guarida. La situacion se hacia crítica i alarmante pues
la noche avanzaba, estábamos a muchas millas de distancia i no
sabiamos a que punto dirijirnos. Para prepararnos a todo evento, i
haciendo rumbo al lugar mismo donde la luz habia sido vista,
procedimos a cargar a bala un par de pistolas que llevábamos, a
mas de un fusil i una carabina para la proyectada caza de perros i
cerdos. Con esto, i un trago de ron distribuido a los marineros, nos
creimos en estado de acometer dignamente aquella decomunal
aventura.
Mui avanzada ya la noche llegamos por fin al pié de la
montaña, cuya proximidad nos dejaba sospechar la oscuridad de
las sombras que nos rodeaban, aunque no sin disimulado
sobresalto echase ménos el piloto el ruido de las olas, al romperse
en la presunta playa, como sucede donde quiera que no encuentran
rocas lisas i perpendiculares. Aquella oscuridad i este silencio se
hacian mas solemnes con la idea de los tránsfugas i el cauteloso
golpe de los remos que no impulsaban el bote, temerosos los
marineros de zozobrar en alguna punta encubierta, sin que no
obstante la proximidad reconocida, nos fuese posible discernir las
formas de la tierra que por delante teniamos. Al fin el piloto
enderezándose cuan alto es, lanzó un tonante i prolongado grito a
que solo contestaron, uno en pos de otro, los cien ecos de la
montaña. Esto era pavoroso i lo fué mas el silencio preñado de
incertidumbre que se siguió cuando el último sonido de aquel
decrescendo fué a espirar a lo léjos. Despues de segundo i tercer
grito creimos distinguir otra voz humana que respondia al llamado, i
no le será dificil concebir que el placer de encontrarnos con
hombres hiciese olvidar nuestros recelos pasados. En seguida el
piloto, no obstante hablar el castellano, dirijió la palabra en ingles a
alguno que se acercaba; porque un ingles en el mar no conoce la
competencia de otro idioma, cual si el suyo fuese el del gobierno de
las aguas, como en otro tiempo fuelo el latin el de la tierra conocida;
i para que esta pretension quedase aun allí justificada, en ingles
contestaron desde la ribera. Supimos que el desembarco era dificil,
que al respaldo de la montaña habia punto mas practicable, i que
vivian en la isla cuatro hombres, en cuyas cabanas allí inmediatas,
podiamos pasar la noche. A la indicacion del piloto de dar vuelta la
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isla en busca de mas seguro desembarcadero, una esclamacion de


penosa angustia se escapó de la boca del que contestaba. Oh! No
señor por Dios! decia, no se vayan.... hace tanto tiempo que no
hablamos con nadie!!!
Habiéndonos ofrecido su auxilio se resolvió bajar a tierra allí
mismo, e imposible seria pintar el anonadamiento que caimos de
nosotros pobres pasajeros, entre lo gritos imperiosos i alarmantes
de la dificil maniobra para acercar el bote a rocas desconocidas i
casi invisibles; apercibiendo apénas los bultos indecisos i
fantásticos de aquellos desconocidos; arrojados de un brazo por los
de abordo sobre un peñasco helado i resbaladizo, para caer en
seguida en el agua, amoratándonos las piernas en las puntas de las
rocas; cojidos en fin del lado de tierra por una mano áspera i
vigorosa, que se empeñaba en mantenernos contra el balance que
el aturdimiento, i el hábito contraido abordo nos hacian guardar
sobre las peñas; encaminándonos en seguida con los gritos de pise
aquí....ahí no...mas allá, hasta dejarnos en un suelo seco pero
herizado de pedriscos.
Cuando estuvimos en aquel faldeo que hacia veces de playa, i
recobrados ya de nuestro susto, tocónos el turno de volver a los
insulares la sensacion de temor que la vista del fuego nos habia
causado por la tarde. Segun lo supimos, no las habian tenido ellos
todas consigo, al vernos armados de pies a cabeza i con aires de
capitanes de buques de guerra. El caso no era para ménos. El
jóven Huelin, uno de la comitiva, a mas de dos pistolas que sacaban
las cabezas por los bolsillos del paletó, llevaba un gorro carmesí
con estampados de oro, i yo, otro franjeado de cuero cayendo sobre
los ojos, con bordado de oro i plata i borla de relumbron, todo lo
cual podia dar al portador, en cualquier latitud de la Oceania, trazas
de almirante por su lordlike apariencia; i como norte-americanos
que eran los moradores de la isla, han debido ser alguna vez
marineros, i como tales, hai pocos establecidos en aquellas alturas
que no tengan en el fondo de su conciencia algun pecadillo de
desercion entre los ignorados i ocultos, siendo suficiente nuestra
presencia para despertarlo si dormia, a guisa de lobo marino al
aproximarse una ballenera.
Recordará V. que en una de estas islas, i sin duda ninguna en
la de Mas-a-fuera fué arrojado el marinero Serkilk, que dio oríjen a
la por siempre célebre historia de Robinson Crusoe. ¡Cuál seria
pues nuestra sorpresa, en verla esta vez i en el mismo lugar
realizada en lo que presenciábamos, i tan a lo vivo, que a cada
momento nos venian a la imajinacion los inolvidables sucesos de
aquella lectura clásica de la niñez. Algunos momentos despues de
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llegar a las cabañas de aquellos desconocidos, el fuego hospitalario


encendido en una tosca chimenea de piedra, a la par que secaba
nuestros calzados, nos iba enseñando los estraños objetos de
aquella mansion semi-salvaje. Cajas, barriles i otros útiles que
acusaban su procedencia de algun buque naufragado, muebles
improvisados i sujeridos por la necesidad i algunas reses de
monteria colgadas, mostraban que no carecian absolutamente de
ciertos goces, ni de medios de subsistencia. Secuestrados en las
hodonadas de una isla abortada por los volcanes; viendo de tarde
en tarde cruzar a lo lejos una vela que pasa sin acercarse a ellos, i
mui frecuentemente por las inmediaciones una ballena que recorre
majestuosamente los alrededores de la isla, estos cuatro proscritos
de la sociedad humana viven sin zozobra por el dia de mañana,
libres de toda sujecion, i fuera del alcance de las contrariedades de
la vida civilizada. ¿Quién es aquel que burlado en sus esperanzas,
resentido por la ajena injusticia, labrado de pasiones o forjándose
planes quiméricos de ventura no ha suspirado una vez en su vida
por una isla como la de Robinson, donde pasar ignorado de todos,
quieto i tranquilo, el resto de sus dias? Esta isla afortunada está allí
en la de Mas-a-fuera, aunque no sea prudente asegurar que en ella
se halle la felicidad apetecida. Sueño vano!. . . . Se nos secaria una
parte del alma como un costado a los paralíticos, si no tuviésemos
sobre quienes ejercitar la envidia, los celos, la ambicion, lo codicia, i
tanta otra pasion eminentemente social, que con apariencia de
egoista ha puesto Dios en nuestros corazones, cual otros tantos
vientos que inflasen las velas de la existencia para surcar estos
mares llamados sociedad, pueblo, estado. ¡Santa pasion la envidia!
Bien lo sabian los griegos que la levantaron altares.
Afortunadamente ni los isleños ni nosotros haciamos por
entónces reflexiones tan filosóficas, ocupados ellos en saborear con
deleite inefable, algunos cigarros de que les hicimos no esperado
obsequio, embebidos nosotros, con imperturbable ahinco, en
sondear las profundidades de una olla, que sin méngua habria
figurado en las bodas de Camacho, tan suculenta parte encerraba
de una res de monteria, cuyos tasajos sacabamos a dedo por no
haber sido conocidos hasta entónces en la ínsula i sus
dependencias, tenedores ni cucharas. Todavia en pos de estas
suntuosidades silvestres vino ¿qué se imajina V.?....Un humilde té
de yerbabuena secada en hacesillos al calor de la chimenea, i que
declaramos unánimemente preferible al mandarin, tal era el buen
humor con que tomábamos parte en aquella pastoral que tan
gratamente se habia echado entre la monotonia del mar.
Ya ve que no sin razon nos venia a cada momento la memoria
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de Robinson: creiamos estar con él en su isla, en su cabaña,


durante el tiempo de su dura prueba. Al fin lo que veiamos era la
misma situacion del hombre, en presencia de la naturaleza salvaje, i
sacado de quícios por decirlo así, en el aislamento para que no fué
creado. Corno Robinson i por medios análogos, los isleños llevaban
cuenta exacta de los dias de la semana i del mes, pudiendo por
tanto i a solicitud nuestra, verificar que era el mártes cuatro de
Noviembre del año del Señor de 1845, el dia clásico en que la
Divina Providencia les concedia la sin par ventura de ver otros seres
de su misma especie. Mas inteligentes i solícitos en esto que
nuestros compatriotas de San Luis, capital de estado de la
confederacion arjentina, los cuales segun es fama, llevaban en
cierto tiempo errada la cuenta de los dias de la semana, hasta que
el arribo de unos pasajeros pudo averiguarse, no sin jeneral
estupefaccion, que estaban un año habia, ayunando el juéves,
oyendo misa el sábado i trabajando el domingo aquellos que por
una inspiracion del cielo no hacian San Lúnes, como es uso i
costumbre entre nuestros trabajadores. Por fortuna averiguóse que
estos formaban la mayor parte, con lo que se aquietó, dicen, la
conciencia del buen cura, cómplice involuntario de aquella
terjiversacion de los mandamientos de nuestra madre la Iglesia. Por
mas detalles ocurra V. a nuestro buen amigo el doctor Ortiz, oriundo
de aquella ciudad, i mui dado a investigaciones tradicionales sobre
su patria.
Satisfechas nuestras necesidades vitales i fatigados por tan
varias sensaciones, llegó el momento de entregarnos al reposo, i
aquí nos aguardaban nuevos i no esperados goces. Una hamaca
acojió muellemente al jóven Huelin, i a falta de hamaca para
Solares, secretario de la Legacion Boliviana al Brasil i para mí,
doscientas i cincuenta pieles de cabra distribuidas en una ancha
superficie, hicieron dignamente honores de elástica i mullida pluma.
He mentado pieles de cabra i va V. a creerme sorprendido in
fraganti delicto, de estar forjando cuentos de duendes para dar
interes novelesco a nuestra incursion en la isla. Pero para llamarlo
al órden de nuevo, preciso es que sepa que si Mas-a-fuera solo
encierra cuatro seres pasablemente racionales, sirve en cambio de
Eden afortunado a cincuenta mil habitantes cabrunos que en línea
recta descienden de un par macho i hembra de la especie que el
inmortal Cook puso en ella, diciéndoles como el Creador a Adan i
Eva "creced i multiplicaos" Un nudo se me hizo a la garganta de
enternecimiento, al oir a uno de nuestros huéspedes recordar como
hacia cuarenta i cinco años que el famoso navegante habia visitado
la isla i arrojado en ella aquel puñado de las bendiciones de la vida
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civilizada. Sabe V. que hace ochenta años a que murió aquel; pero
el pueblo aproxima siempre en su memoria a los seres que le han
sido benéficos i queridos. Cook, el segundo creador de la Oceania
por los animales domésticos i las plantas alimenticias que en todas
las islas derramó, murió víctima sin embargo de aquellos cuya
existencia hiciera fácil i segura. ¡Triste pero ordinaria recompensa
de las grandes acciones i de los grandes hombres! Es la humanidad
una tierra dura e ingrata que rompe las manos que la cultivan, i
cuyos frutos vienen tarde, mui tarde, cuando el que esparció la
semilla ha desaparecido.
El nombre de Cook, repetido hoi por los que felices i tranquilos
cosechan el producto de sus afanes, es la única venganza tomada
contra sus asesinos, de quienes el ilustre navegante pudo decir al
morir “Perdonalos, Señor, porque no saben lo que hacen!"
Espresion sublime de la desdeñosa compasion, que al jenio inspira
la estupidez de las naciones. Sócrates, Cervantes, Colon,
Rivadavia, cada uno de ellos al morir, han pedido a Dios que
perdone a sus compatriotas.
Aquí tiene V. pues, como nuestros atos de espantables
javalies se habian convertido en millares de cabras alzadas, con
quienes sin mucha pretension podiamos prometernos entrar en
comunicacion directa por el telegráfico intermedio de carabinas i
fusiles; por lo que ántes de entregarnos al sueño que nos
reclamaba con instancia se dispuso la partida de caza del dia
siguiente, impartiendo órdenes ademas, para que el bote hiciese en
el intertanto buena provision de langostas de mar, anguilas,
cabrillas i otros pescados de que los alrededores de la isla abundan.
A las cuatro de la mañana del siguiente dia estábamos en pié
estasiándonos en aspirar el ambiente húmedo i embalsamado de la
vejetacion, hundiendo nuestras miradas atónitas en las oscuras
profundidades de la quebrada en cuya boca estan situadas las
cabañas, cubierta de bosques renegridos, interrumpidos tan solo
por rocas sañudas que cruzan sus dientes de ambos lados
alternativamente.
El sol que asomaba por las cúspides venia iluminando con
esplendorosa paleta estos grupos tan valientemente diseñados.
¡Oh, amigo! Aquellas sensaciones no se olvidan nunca, i empiezan
a darme un gusto anticipado de las que recompensan al viajero de
las molestias de la locomocion, verdaderas islas floridas que
quedan en nuestros recuerdos, como lo estan éstas en medio de la
uniforme superficie del Océano.
Para emprender la proyectada partida de caza debiamos dejar
nuestro calzado i reemplazarlo por uno de cuero de cabra ceñido al
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pié, con el auxilio de una gareta artísticamente preparada; calzado a


la Robinson Crusoe, segun nos complaciamos todos en llamarlo, al
fin de cohonestar con una palabra noble, la innoble i bastarda forma
que daba a nuestros pies. Este secreto de los nombres es májico,
como V. sabe, en política sobre todo, federacion, americanismo,
legalidad, &c., &c., no hai nadie tan avisado que no caiga en el lazo.
Todo lo necesario dispuesto, emprendimos con ios primeros
rayos del sol naciente el ascenso de la montaña en cuya cima
habiamos de encontrar las desapercibidas cabras. Despues de
escalar, literalmente, un enorme risco, por caminos de los insulares
solo conocidos, encontramos, que aquello era tan solo la basa de
otro ascenso, el cual conducia a una eminencia superior que a su
vez servia de base i escala para subir a otra, i así sucesivamente,
hasta siete, cual si fueran las montañas que los titanes
amontonaron para escalar el Olimpo: de manera que no obstante
nuestro entusiasmo i la belleza i animacion de los cuadros i vistas
que a cada nuevo ascenso se nos iban presentando, empezábamos
a aflojare el paso, rendidos por la fatiga producida por un sol
fulminante, bueno para iluminar una batatalla de Austerlitz o de
Maipú, pero soberanamente impertinente cuando jóvenes
ciudadanos que han calzado guante blanco, pretenden hacer un
ascenso casi perpendicular por tres horas consecutivas.
Al fin se nos presentaron las cúspides de la montaña,
coronado cada uno de sus picos por un cabro situado en ella a
guisa de atalaya. Esplicónos Williams, el isleño que nos servia de
guia, el significado de aquella aparicion fantástica. Un macho
estaba siempre apostado en las alturas para descubrir el campo i
dar parte de la aproximacion de los cazadores, a la manada de
cabras que forma el harem de cada uno de estos Sultanes: habia
pues tantos rebaños en el respaldo de la montaña, cuantos cabrios
veiamos colocados en una eminencia, inmóviles como estatuas de
ídolos o manitues de los Indios. Cuando nos hubimos acercado
demasiado i retirádose aquellas guardias avanzadas, todavia el
isleño nos hizo distinguir aquí i allí el triángulo de las hastas de
algunos escuchas, que escondiendo el cuerpo i parte de la cabeza
tras el perfil de la montaña pemanecian denodadamente hasta
observar nuestros últimos movimientos. El momento de la caza
habia llegado: Williams prescribió el mas profundo silencio; se
distribuyeron municiones, i para burlar la vijilancia del enemigo nos
dividimos en dos cuerpos a fin de tomarlos por los flancos.
Desgraciadamente la parte confiada a mi valor i audacia fué la peor
desempeñada, i la derrota se hubiera pronunciado por la ala
izquierda que yo ocupaba, si el enemigo, en lugar de acometer,
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como debió, no hubiera preferido por una inspiracion del jénio


cabruno emprender la mas instantánea retirada. Sin embargo debo
decir en mi justificacion, como lo hacen todos los que se conducen
mal, que tan perpendicular era el corte de la montaña por aquella
parte, que por poco que yo me hubiese separado de la cúspide a fin
de rodearla, quedaban entre mí i las manadas de cabras por lo
ménos, diez cuchillas que descendian paralelas a un abismo donde
un arroyuelo serpenteaba. Apénas es posible formarse idea de sitio
mas salvaje, precipicios mas espantosos ni espectáculo mas
sublime. De todos los puntos de aquella soledad agreste, callada
hasta entónces, partieron en el momento de mi aparicion, gritos
estraños que repetian centenares de cabros, diseminados en todas
las crestas, declives i faldeos circunvecinos. No en vano los pueblos
cristianos han personificado el Espíritu Malo en el macho de cabrío;
tiene este animal en sus jestos, en su voz, en sus estornudos una
cierta semejanza con el hombre, que aun en el estado doméstico
causa una desagradable impresion, como si viésemos en él un
injurioso remedo de nuestra especie. Pero estas impresiones llegan
hasta el odio i el terror, cuando vuelto a la vida salvaje nos desafia
aquel animal, con sus insolentes parodias de la voz humana; pueblo
sublevado i libre del yugo que el hombre le impusiera, i que desde
las montañas inaccesibles que le sirven de baluarte, avisa a los
suyos, i pasándose el grito de alarma de familia en familia, la
proximidad odiada i a la vez temida de sus antiguos e implacables
amos.
Habia yo, pues, descendido en vano, i por entónces solo me
quedaba que admirar de paso el paisaje, i esforzarme en ascender
a la cúspide, abriéndome paso por espesuras de árboles i de
matorrales, en que permanecia sepultado por horas enteras; hasta
salir al borde de un abismo para ascender de nuevo i encontrarme
con otro que me cerraba el paso irrevocablemente. ¡Cuantas veces
permanecia un cuarto de hora con un pié fijo en la punta de una
roca, asido con una mano de las raices de las yerbas que mas
arriba crecian, estático, aterrado, la vista inmóvil sobre el oscuro
valle, que descubria repentinamente a mil varas perpendiculares
bajo mis plantas! Allí cien rebaños de cabras pacian tranquilamente
en distintos puntos i direcciones; al frente una enorme montaña, de
cuyas cimas cubiertas de nubes, descendia por mas de una milla
una caida de agua en cascadas de plata; bosquecillos de una palma
arbusto tapizaban las hondonadas oscuras i húmedas, miéntras que
chorreras de árboles matizados con variedad pintoresca, dejaban
ver sus copas redondeadas, uno en pos de otros hasta el fondo del
valle en las mil sinuosidades de las montañas. La naturaleza ha
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desplegado allí en una diminuta estension todas las osadias que


ostenta en los Andes, o en los Alpes, encerrando entre quebradas
cuyos costados cree uno tocar con ámbas manos, bosques
impenetrables, sotillos elegantes, praderías deliciosas, abismos i
golpes de vista sorprendentes.
Estraviándome en aquellas sinuosidades tupidas como los
dientes de un peine, gozándome en los peligros a cada paso
renovados, internándome por entre las malezas i los troncos de los
árboles, llegué al fin a la cúspide, que habia intentado rodear tres
horas ántes, pudiendo entónces oir los gritos del isleño, que me
buscaba no sin sobresalto, pues que habiendo principiado a llover i
descendiendo las nubes mas abajo de nuestra posicion, me habria
sido imposible acertar entre aquel laberinto, con el camino
practicado.
A poco andar mi guia alzó del suelo una cabra herida de bala,
que habia cazado él por el lado opuesto de la montaña, pero
¿cómo?.....Echándose a correr por un escarpada cresta en medio
de dos abismos, descendiendo a saltos, i disparando el tiro en la
velocidad de la carrera a fin de alcanzar la caza fujitiva. Yanki del
Kentucky, de punteria infalible, con pies de suizo de los que hacen
en los Alpes la caza de la gamuza, era nada menos lo que pedia la
de cabras de Mas-a- fuera, i fácilmente se inferirá que con
semejante espectáculo quedamos curados de la necia pretension
de alcanzarlas nosotros en sus termópilas. La caza ordinaria la
hacen los isleños, a falta de balas con el auxilio de perros, que
poseen adiestrados para la persecucion.
Despues de todo, llevábamos una cabra cazada, no importa
por quien, i esto bastaba para disponernos a emprender el
descenso de la montaña, sin el desaliento de una espedicion
frustrada. La ilimitada superficie del Océano, que desde aquellas
cimas a nuestro regreso descubriamos, añadia nuevos encantos a
los que la isla subministraba, haciendo menos sensible el esfuerzo
de un rápido descenso. En las inmediaciones veiamos retozar dos
ballenatos; a lo lejos nuestra barca aproximándose a recojernos,
cual golondrina de mar que se juega por sobre la superficie de las
aguas, i en el límite del horizonte la Godefroi, fragata destinada a
Hamburgo desde Valparaiso i luchando como nosotros contra el
viento contrario. Una ballenera en fin, i las crestas de las montañas
de Juan Fernandez apenas perceptibles entre los celajes, formaban
los únicos accidentes que interrumpian la quieta i tersa uniformidad
del mar. Pero lo que mas nos complacia en nuestro descenso, era
la tupida alfombra de verdura, que cubriendo con su blando cojin la
aspereza de las rocas, ofrece deleite a los ojos, suavidad a los pies
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no acostumbrados a tanta fragosidad, i alimento inagotable para


cien mil cabras.
A nuestra llegada al estrecho valle en que las cabañas están
situadas, estenuados de fatiga i abrasados de calor, pudimos
apreciar el inapreciable sabor acridulce de los capulíes, que a
ámbos lados del camino nos brindaban con sus vastaguillos
cargados de refrijerantes i embozadas naranjillas, cual si la mano
próvida de la naturaleza los hubiera a designio colocado allí, donde
el calor i la sed habian de hacerlos de un valor inestimable, despues
de ocho fatigosas horas de ascenso i descenso no interrumpido.
Inútil seria añadir que en las habitaciones nos aguardaba un
copioso almuerzo, en que los insulares habian apurado los recursos
de la ciencia culinaria, para desarmar el apetito desplegado por tan
estraordinario ejercicio. Era aquella una escena de hotentotes, de
canibales, que por vergüenza de mí i de mis compañeros no
describo.
Para decir todo lo que pueda interesarle sobre la isla de
Robinson, llamada vulgarmente Mas-a-fuera, instruiré a V. que sus
maderas de construccion son inagotables, rectas i sólidas; pudiendo
en varios puntos, con el auxilio de planos inclinados, hacerse
descender hasta la orilla del agua. La riqueza espontánea de la isla
empero, consiste en sus abundantes i esquisitos pastos, cuyo
verdor perenne mantienen las lluvias que, a hora determinada del
dia, descienden de las nubes que se fijan en sus picos. La cria de
cerdos i ovejas, sobre todo merinos, produciria sumas enormes,
caso de que la actual de cabras no satisfaciese a sus moradores.
Caballos i vacas serian por de mas allí, donde no hai un palmo de
terreno horizontal, bastando la cria de ganados menores, para
mantener en la abundancia diez o veinte familias.
La Flora de la isla es reducidísima, si bien figuran en su corto
catálogo, a mas de unas azucenas blancas, alhelies carmesí, cuyas
semillas, como las de duraznos dulces de que existen bosques,
fueron sin duda derramadas por el capitán Cook. Pocas aves
pueblan estas soledades: un gorrion vimos tan solo, i dos especies
de gabilanes, el número de los cuales es prodijioso a causa de la
facilidad con que se alimentan; arrebatando en sus garras los
cabritillos recien nacidos, elevándolos en el aire para estrellarlos en
seguida contra las rocas. Seria fácil estinguirlos puesto que para
cazarlos es preciso retirarse de ellos, a fin de no tocarlos con la
boca de la carabina, tan poco conocen de la malicia del hombre.
Mando a Procesa la piel de uno de pecho blanco para que añada a
sus colecciones de pájaros.
Los norte-americanos residentes hoi en la isla cultivan como
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Robinson, papas, maiz i zapallos, en los declives terrosos, en que la


jeneral rudeza i escabrosidad del terreno lo permite. Estos
productos agrícolas, con los duraznos, capulies, i el tallo de cierta
planta que contiene un jugo refrijerante, llamada en Bolivia
quiruzilla, proporcionan alimentos gratos, suficientes para amenizar
la mesa que por si solo hacen abundante i segura la carne de las
cabras i los pescados del mar. Del cortejo de animales que
acompañan al hombre en la vida civilizada se encuentran en las
habitaciones gallinas, un par macho i hembra de pavos, i algunos
perros de la especie ordinaria, i de los cuales se sirven para la caza,
que hace por turno cada dia uno de los isleños. A mas de cabras
hai en la isla zorras i gatos como los domésticos. Tantas
comodidades como las arriba enumeradas no pueden haberse
reunido por el acaso, i siento mucho no poder describir esta vez el
horrible naufrajio i demas circunstancias portentosas que debieron
echar a mis héroes en aquella isla desierta. Veinte i seis meses
habia que uno de ellos fué traido a la isla para emprender una
pesqueria de lobos marinos que abundan en sus alrededores. El
empresario, que era un vecino de Talcahuano, mandó en seguida
en una lancha a su propio hijo i dos trabajadores mas, pero no bien
dieron principio a la pesca cuando una violenta borrasca estrelló la
frájil barquilla contra las rocas, el jóven patron pereció, i los dos
marineros que le acompañaban salvaron a duras penas despues de
luchar con las olas amotinadas un dia entero, hasta poder asirse de
las rocas, i escalar la montaña por medio de esfuerzos de valor, de
sufrimiento i de perseverancia que sobrepasan toda creencia.
Desde entónces carecen de embarcacion, circunstancia que los
tiene en completa incomunicacion con el continente, i al infeliz
padre ignorando el fin desastrado de su hijo. Este es el oríjen del
establecimiento de tres de los insulares: dos de ellos permanecian
retenidos por el temor de que se les imputase a crímen la muerte de
su malaventurado compañero de naufrajio; i el otro mayor de edad,
estaba resuelto a pasar el resto de sus dias, señor de la isla como
Robinson, satisfecha su ambicion i sin envidiar nada a los mas
bulliciosos habitantes de las ciudades. El cuarto era un jóven de 18
años, que solicitó su estradicion, i que conducido por la Enriqueta a
Montevideo, hoi navega en el Paraná.
Por lo demas i echando de ménos muchos útiles i
comodidades necesarias a la vida, aquellos hombres viven felices
para su condicion, asegurada la subsistencia, i lo que es mas,
formándose un capital con peleteria que reunen lentamente.
Poseian entre todos mas de quinientos cueros de cabras, como
ciento de zorra i de gato i algunos de lobo que podrian aumentarse
22

a cientos si tuviesen un bote para pescarlo, pues que nuestro piloto


dió caza a cinco de tamaño enorme en solo algunas horas.
Para que aquella incompleta sociedad no desmintiese la
frajilidad humana, estaba dividida entre sí por feudos domésticos,
cuya causa no quisimos conocer, tal fué la pena que nos causó ver
a estos infelices separados del resto de los hombres, habitando dos
cabañas a seis pasos la una de la otra, i sin embargo
malquieriéndose i enemistados! Está visto; la discordia es una
condicion de nuestra existencia, aunque no haya gobierno, ni
mujeres.
Williams, el mas comunicativo de ellos, nos preguntó si los
Estados Unidos estaban en guerra con alguna potencia, haciendo
un jesto de soberano desden, cuando se le indicó la posibilidad de
una próxima ruptura con Méjico. Deseaba una guerra con la Francia
o la Inglaterra ¿pregunte V. para qué? Méjico no era por lo tanto un
rival digno de los Estados. A propósito de preguntas, este Williams
nos esplotó a su salvo desde el momento de nuestro arribo hasta
que nos despedimos. Como dije a V. al principio, aquejábalos la
necesidad de hablar, la primera necesidad del hombre, i para cuyo
desahogo i satisfaccion se ha introducido el sistema parlamentario
con dos cámaras, i comisiones especiales, &c. Williams, a falta de
tribuna i auditores, se apoderó de nosotros i se lo habló todo, no
diré ya con la locuacidad voluble de una mujer, lo que no es
siempre bien dicho, pues hai algunas que saben callar, sino mas
bien con la petulancia de un peluquero frances que conoce el arte i
lo practica en artiste. Contónos mil aventuras, entre otras la de un
antiguo habitante de la isla cuya morada nos señaló; el cual
habiendo hecho una muerte en Juan Fernandez, se guareció allí
hasta que un enorme risco desprendiéndose súbitamente de la
montaña vecina, le hundió con espantable ruido la habitacion,
mostrándole asi la cólera del Cielo que le perseguia. Por él supimos
demasiado tarde, que en un árbol estaban inscritos mas de veinte
nombres de viajeros. Acaso hubiéramos tenido el placer al verlos,
de quitarnos relijiosamente nuestros gorros de mar en presencia del
de Cook i de los de sus compañeros. Pero ya que esto no nos fuese
dado, encargárnosle gravase al pié o en una roca, ad perpetuam rei
memoriam, los de

HUELIN.
SOLARES.
SARMIENTO.
1845.
23

Despues de haber el jóven Huelin forzádolos a admitir algunas


monedas i nosotros varias bagatelas, nos preparamos para partir
deseándonos recíprocamente felicidad i salud. Cuando ya nos
alejábamos, los isleños reunidos en grupo sobre una roca, i con los
gorros en el aire, nos dirijieron tres hurrah!.... en que el sentimiento
de vernos partir luchaba visiblemente con el placer de habernos
visto; contestárnosles tres veces i a poco remar la Enriqueta nos
recibió a su bordo, en donde todo era oidos para escuchar la
estupenda relacion de nuestras aventuras.
Soi de V., &c.
24

Montevideo.

Señor don Vicente F. Lopez.


Montevideo, Enero 25 de 1846.

¡Cuánto ha dilatado, mi buen amigo, esta carta tantas veces


prometida, que se hace al mar al tiempo mismo que yo me
abandono de nuevo a las ondas del Plata, para ganar el proceloso
Atlántico en prosecucion de mi viaje! Entre Chile i Montevideo
media mas que el Cabo de Hornos, que ningún obstáculo sério
opone a la ciencia del navegante, media la incomunicacion natural
de los nuevos estados de América, que no ligará el proyectado
Congreso Americano, por aquel secreto pero seguro instinto que
lleva a los pueblos, como a las plantas, a volverse acia el lado de
donde la luz les viene. Por lo que he podido traslucir de los
resultados comerciales del cargamento de cereales de la Enriqueta,
muchos miles hubiera ganado el comercio chileno, proveyendo de
víveres esta plaza; pero el comercio allí no ha sabido que en las
plazas sitiadas se come, cosa que no ignoraban por cierto los
norteamericanos que la envian sus trigos.
V. no ha estado en Montevideo, ni despues de larga ausencia
remontado el amarillento rio, acercádose a la patria, divinizada
siempre por el recuerdo de los proscritos. Suceden a veces cosas
tan estrañas, que hicieran creer que hai relaciones misteriosas entre
el mundo físico i el moral, justificando aquella tenaz persistencia del
pueblo en los augurios, en los presentimientos i en los signos.
Despues de cansada i larga travesia acercábamosnos a las costas
arjentinas. Habiamos dejado atras las islas Malvinas, i el capitan
cuidadoso tomaba por las estrellas la altura, por temor de dar de
hocicos con el fatal Banco Ingles. Una tarde, en que los celajes i el
barómetro amenazaban con el Pampero el mal espíritu de estas
rejiones, entramos en una zona de agua purpúrea que en sus orillas
contrastaba perfectamente con el verde esmeralda del mar cerca de
las costas. Era acaso algun enjambre de infusorios microscópicos
de aquellos a quienes Dios confió la creacion de las rocas calcáreas
con los depósitos de sus invisibles restos; pero el capitan que no
entiende de estas cosas dijo, medio serio, medio burlándose
"estamos en el Rio", i señalando la enrojecida agua, "esa es la
sangre, añadió, de los que allá degüellan". Aquella broma zumbó en
mis oidos como un sarcasmo verdaderamente sangriento. Por lo
25

pronto permanecí enmudecido, triste, pensativo, humillado por la


que fué mi patria, como se avergüenza el hijo del baldon de sus
padres. ¿Creerá V. que tomé a mi cargo probar que eran infusorios,
i no nuestra sangre la que teñia el malhadado rio?
Sangrienta en efecto es su historia, gloriosa a la par que
estéril. Naumaquia permanente que a una u otra ribera tiene cual
anfiteatros dos ciudades espectadores, que han tenido desde
mucho tiempo la costumbre de lanzar de sus puertos naves
cargadas de gladiadores para teñir sus aguas con inútiles
combates. Montevideo i Buenos Aires conservan su arquitectura
morisca, sus techos planos, i sus miradores que dominan hasta mui
lejos la superficie de las aguas. La brisa de la tarde encuentra
siempre en aquellos terraplenes elevados, millares de cabezas de
las damas del Plata, cuya beldad i gracia han personificado los
marineros ingleses llamando así a unas avecillas acuáticas que se
asemejan a palomas pintadas: allí van a esperarla para que juegue
con sus risos flotantes, mientras, echando sobre las ondas
caprichosas del rio sus distraidas miradas, la fantasia se entrega a
cavilaciones sin fin. Si la tempestad turba el ancho rio, si las naves
batidas por la borrasca no pueden ganar el difícil puerto, si la
bandera o el cañon piden a la vecina costa socorro, si la escuadra
enemiga asoma sus siniestras velas, Montevideo i Buenos Aires
acuden alternativamente a sus atalayas i azoteas a hartarse de
emociones, a endurecer sus nervios con el espectáculo del peligro,
la saña de los elementos, o la violencia de los hombres. En 1826, la
escuadra brasilera bloqueaba en numerosa comitiva las balisas de
Buenos Aires. El pueblo tenia naumaquia todas las tardes,
siguiendo con sus ojos desde lo alto de los planos de los edificios,
las balas que se cruzaban entre su sutil, cuanto escasa escuadrilla i
los imperiales dominadores del rio. Una tarde, como en las escenas
de toros en España, el combate se prolongaba, i a la luz del sol que
se escondia tras los pajonales de la Pampa, se sucedian los
fogonazos de los cañones que iluminaban por momentos los
mástiles i cascos indefinibles de los buques próximos a abordarse.
De repente una inmensa llamarada alumbra el espacio; un volcan
lanza al cielo una columna de llamas bastante a iluminar de rojo las
pálidas caras de aquella muchedumbre de pueblo ávido de
emociones i de combates, i al fragor del cañoneo se sucede el
silencio sepulcral del espanto de los combatientes mismos. Un
buque habia volado, incendiada la Santa Bárbara. A cuál de las dos
escuadras pertenecia?....He aquí las emociones que educan a
aquellos pueblos.
I no es de ahora esta existencia guerrera del rio. En 1807 Sir
26

Samuel Achmuty rueda con sus naves en torno de la península


montevideana i despues de arrojarla catorce dias balas en su seno,
encuentra la juntura de su coraza de peñascos i cañones i la toma
por asalto. En 1808 Mont Elio desobedece al virei de Buenos Aires i
la lucha de ámbas riberas se inicia por el sitio de Rondeau, de
cuyas filas sale Artigas que levanta la bandera roja; i los suplicios
atroces perpetuados por la inquisicion en el espíritu español toman
formas nuevas, estrañas, adaptadas a la vida pastoril.
En 1814 Albear anunciaba a Buenos Aires la toma de la
escuadra española en el puerto mismo de Montevideo con estas
bellas palabras que habrian sentado bien en boca del vencedor de
las pirámides "El sol i la victoria se presentaron a un tiempo en este
memorable dia" 600 piezas de cañon, 99 buques, una ciudad
conquistada i los pertrechos de guerra del Jibraltar del sud pasaban
a la otra orilla, para dar pábulo a la insolencia de los guerreros, i a la
destruccion misiles que han quedado sembrados en todo el
continente hasta el otro lado de los Andes, i al pié del Chimborazo.
Las intrigas i las escuadras de la Princesa Carlota pasan un
momento la esponja sobre esta conquista hasta que en 1823, una
barquilla arrojaba sobre las playas orientales del rio treinta i tres
guerreros que debian agrandarse hasta producir la guerra imperial, i
aquel eterno batallar sobre las aguas del rio, i aquella caza dada en
los canales sinuosos del Uruguai que hizo por cuatro años la
ocupacion i la gloria de Brown, i el diario entretenimiento de ámbas
ciudades riberanas; i cuando los amos antiguos i los súbditos
rebeldes, la capital i la provincia, el vecino imperio i la orgullosa
república dejaron con la independencia de Montevideo de teñir con
sangre las aguas del rio, i de ajitar con el estampido del cañon los
ecos de la Pampa, la Europa ha venido de nuevo a dar pretesto i
objeto a esta normal existencia del Rio guerrero. Los buques de
Buenos Aires i Montevideo se asechan i dan caza, si bien las
inauditas i osadas empresas de Garibaldi no han podido nada
contra el viejo tirano de estas aguas, Brown, cuyo nombre abraza la
historia marítima de Buenos Aires desde 1812 hasta este momento;
i en el rio i en la playa, en la ciudad i en el campo, en los cerros i en
la llanura, el cañon suena siempre, remedando la tempestad de los
cielos i la ajitacion periódica del Pampero que hecha el rio sobre
Montevideo i aleja i persigue las naves del comercio.
¡Cuánto trabajo ha de costar desembrollar este caos de
guerras, i señalar el demonio que las atiza, entre el clamoreo de los
partidos que se denuestan, las pretensiones odiosas siempre de las
ciudades capitales, el espíritu altanero de la provincia vuelta estado,
los designios de la política, la máscara de la ambicion, los intereses
27

mercantiles, el odio español contra el estranjero, i el viento que


echa la Europa sobre la América, trayéndonos sus artefactos, sus
emigrantes, i haciéndonos entrar en su balanza de
desenvolvimiento i de riqueza.
Estábamos ya por fin en las aguas del Plata, i estos misterios
podian sino esplicárseme, ofrecerse al menos a mi vista. La tarde
del cuadrajesimo octavo dia de mar, el sol empezaba a ponerse,
como he dicho, entre nubarrones torbos; i no bien se habia ocultado
tras el ancho lomo de las aguas, por todos los estremos del
horizonte asomaban lentamente densas masas de nubes preñadas
de tempestades. Oh! la tempestad eléctrica, para quien ha habitado
largos años las calladas costas chilenas, tiene encantos májicos
cuando el estampido del trueno ha sacudido nuestros oidos desde
la cuna. Habia iluminacion en los cielos aquella noche; los refusilos
del horizonte ocupaban los entreactos del rayo que surcaba el
espacio: nuestra frajil barca tenia empavezados de fuegos de
santelmo sus mástiles, i la sucesion de luz solar, i de noche oscura
encandilaba los ojos fijos en algun punto de las nubes, anhelando
sorprender la súbita iluminacion fuljente. Mui tarde aun de la noche
permaneciamos unos cuantos en las banquetas de proa, gozando
del espectáculo, conmovidos nuestros nervios acaso por la
superabundancia de electricidad; i no bien habiamos cobrado sueño
cuando hubimos mas tarde ganado nuestros camarotes, el
estampido de un rayo cercano nos echó de la cama a todos, a los
ayes i jemidos del timonel que suponiamos herido; pero la celeste
bateria habia errado esta vez su tiro, i nave i timonel escaparon
sanos i salvos. El dia siguiente era ahora sí el de la entrada, puesto
que estábamos ya en las aguas amarillas. Señaláronse
sucesivamente los promontorios de ambas costas; descubrióse la
mentida isla de Flores, tarda en dejarse pasar, animando la marina
algunas naves que buscaban la alta mar. No ha mucho que la
hermosa farola estuvo apagada por órden de Oribe. Estas fechorias
me parecen semejantes a las de aquellos que en los caminos de
hierro en Europa suelen poner un atolladero para hacer fracasar los
wagones. Veiase por fin el rio cubierto de naves ancladas en
distintos puntos, como el gaucho amarra su caballo en donde le
sorprende la noche, o halla pasto abundante en la pampa solitaria, i
a lo lejos un vistoso grupo de torres i miradores, señalaba,
aparentemente a la sombra del cerro que le dió nombre, la
presencia de Montevideo. La ciudad en tanto se presentaba a
nuestro escrutinio con una coqueteria que pocas pueden ostentar.
Rueda el buque en torno de ella buscando desde el lado del
Océano el ancladero que guardan la ciudad i el Cerro, i en aquellas
28

viradas de bordo que la barca describe como los jiros del ave
acuática que se dispone a posarse sobre las aguas, van
presentándose las calles que cruzan la poblacion, i caen de punta
bajo el ojo, primero de norte a sur, despues de poniente a naciente,
i todavia de norte a sur, con su variedad infinita de grupos i de
trajes, de carruajes i de jinetes, interrumpiendo la perspectiva las
ondulaciones del terreno que lo asemejan a espuma del rio
petrificada. Dan realce a esta vista el material de los edificios de cal
i canto todos, sin aquellas pesadas techumbres de las colonias del
Pacífico que matan la calle, e infunden desaliento i tristeza perenne
en los ánimos. En Montevideo las líneas rectas, puras del estilo
doméstico morisco, viven en santa paz i buena armonia con las
construcciones del moderno gusto ingles; la azotea con verjas de
fierro, a mas de dar transparencia i lijereza al remate, hace el efecto
de jardines, de cuyo seno se elevara el cuadrangular, esvelto i
blanco mirador, que a esta hora de la tarde está engalanado,
vivificado, con grupos de jente que esparcen su vista i aspiran la
brisa pura del rio.
A las emociones del viaje se sucedian las del puerto, el
paisaje, el muelle, la multitud de velas latinas con que los italianos
han animado el movimiento de la rada; el cerro coronado de
cañones; los lejanos puntos ocupados por el enemigo, que
sombrean el paisaje a lo lejos i dan al espectáculo algo de serio i de
amenazante. Es el aspecto de una plaza sitiada imponente de suyo,
i el enemigo que cercaba a Montevideo, lo era mio tambien, por
aquel parentezco i mancomunidad que une a las dos repúblicas del
Plata en sus odios i en sus aficiones. I en efecto, sorprende esta
unidad de las dos riberas, de manera de hacer sospechar que su
independencia respectiva es una creacion bastarda i contraria a la
naturaleza de las cosas. Un ejército arjentino sitiaba la plaza a las
órdenes de un montevideano; i la plaza habia improvisado i
sostenido su resistencia a las órdenes de un jeneral arjentino. La
prensa del Cerrito redactábanla montevideanos i la de Montevideo
los arjentinos; i en ámbos ejércitos i en ámbos partidos sangre i
victimas de una i otra playa confundian sus charcos o sus ayes en
la lucha que fomenta el Rio que los une en lugar de dividirlos.
Publicaba el Nacional a la zazon Civilizacion i Barbarie, i el examen
de mi pasaporte en el resguardo bastó para atraer en torno mio
numeroso círculo de arjentinos asilados en Montevideo,
comerciantes, empleados, soldados letrados, periodistas i literatos;
porque todo allí no presenta hoi otra fisonomia que la que presentó
en los tiempos en que ámbos paises solo formaron un estado, con
un foro, una universidad i un ejército comun. Estaba pues entre los
29

mios, i mi curiosidad moria a cada pregunta, bajo un fuego


graneado de soluciones mas o ménos satisfactorias.
Entrando empero mas adentro en la organizacion de este
pueblo, vese que aquellas dos ramificaciones de la familia arjentina
son los restos de una sociedad que muere: la vida esta ya injertada
en rama mas robusta. No son ni arjentinos ni uruguayos los
habitantes de Montevideo, son los europeos que han tomado
posesion de una punta de tierra del suelo americano. Cuando se ha
dicho que los estranjeros sostenian el sitio de Montevideo, decian la
verdad; cuando han negado a estos estranjeros el derecho de
derrramar su sangre en Montevideo como en su patria por sostener
sus intereses, sus preocupaciones de espíritu i su partido, se ha
pretendido una de las maldades mas flagrantes, aunque tenga el
apoyo de la conciencia de todos los americanos. Sé que la vieja
ojeriza española anidada en nuestros corazones, i fortificada por el
orgullo provincial de estados improvisados, se irrita i exaspera a la
idea solo de dar a los estranjeros en nuestro suelo toda la latitud de
accion que no tenemos nosotros; pero hace ya tiempo que el
guante está echado entre ella i yó, i cuando en el curso de una vida
entera no lograra mas que mellarla un poco, me daria por bien
pagado de los desagrados que puede acarrearme. La historia toda
entera de estos bloqueos i de estas intervenciones europeas en el
Rio de la Plata, que traen exasperados los ánimos españoles-
americanos por todas partes, la leo escrita sobre el rio mismo, en
las calles i alrededores de Montevideo. Cubren la bahia sin número
de bajeles estranjeros; navegan las aguas del Plata, los Jenoveses
como patrones i tripulacion del cabotaje; sin ellos no existiria el
buque que ellos han creado, marinan i cargan: hacen el servicio de
changadores, robustos Bascos i Gallegos: las boticas i droguerias
tienenlas los Italianos; Franceses son por la mayor parte los
comerciantes de detalle. Paris ha mandado sus representantes en
modistas, tapiceros, doradores i peluqueros, que hacen la
servidumbre artística de los pueblos civilizados: Ingleses dominan
en el comercio de consignacion i almacenes: Alemanes, Ingleses i
Franceses en las artes manuales: los Bascos con sus anchas
espaldas i sus nervios de fierro esplotan por millares las canteras de
piedra: los Españoles ocupan en el mercado la plaza de
revendedores de comestibles, a falta de una industria que no traen
como los otros pueblos en su bagaje de emigrados: los Italianos
cultivan la tierra bajo el fuego de las baterias, fuera de las murallas,
en una zona de hortaliza surcada todo el dia por las balas de ambos
ejércitos; los Canarios en fin siguiendo la costa se han estendido en
torno de Montevideo en una franja de muchas leguas, i cultivan
30

cereales, planta exótica no hace diez años, en aquellas praderas en


que pacian ganados hasta las goteras de la ciudad. Todos los
idiomas viven, todos los trajes se perpetuan, haciendo buena
alianza la roja gaina basca, con el chiripá. Descendiendo a las
estrernidades de la poblacion, escuchando los chicuelos que juegan
en las calles se oyen idiomas estraños, a veces el bascuense que
es el antiguo fenicio, a veces el dialecto jenoves que no es el
italiano. He aquí el orijen de la guerra del Plata tan porfiada! Estos
hechos que se han ofrecido de bulto a mis miradas estan ademas
apoyados en los datos de la Estadística.
En octubre de 43 daba el padron estos curiosos resultados.

Habitantes de la ciudad:

Orientales 11,431
Americanos 3,170
Europeos 15,252
Africanos (libres) 1,344

Mucha parte de los vecinos nacidos en la ciudad habian emigrado


huyendo de los horrores del sitio; pero otro tanto habian hecho los
inmigrados, puesto que desde 1835 a 1842, habian introducídose
33,136 de ellos. La ausencia de los primeros no altera en manera
ninguna las proporciones, tanto mas que se tuvo en cuenta a los
ausentes al tomar razon de sus familias. Tenemos pues que
Montevideo, numéricamente hablando, se compone de estas
proporciones: 1 africano, 3 americanos, de los cuales dos i medio
arjentinos, 11 montevideanos, 15 europeos.
Apreciaciones morales. Comercio; pertenece a los recien
venidos; en Montevideo como en Valparaiso, son los europeos
quienes jiran grandes capitales. El estado de las patentes de jiro
espedidas desde 1836 hasta 1842 muestra quienes son los que
establecen nuevas casas.
En 1835 llegaron a Montevideo 613 estranjeros: dieronse
patentes......?

En 1836 9,146 962


37 2,382 1,253
38 3,410 (se ignora)
39 (Inv. de Rosas) 1,163 1,637
40 2,484 1,695
31

41 8,858 2,800
42 9,874 3,281

Riqueza; quien dice comercio dice riqueza, i por lo que hace a


la que contienen las ciudades esta es la principal, que en cuanto a
la industria, seria ridículo hablar de reparticion de la riqueza i
movimiento de la industria manual entre americanos i europeos. La
industria en Montevideo desde el botero hasta el mozo de cordel,
está en manos de estos últimos.
No me ha sido dado conocer la distribucion de la propiedad en
Montevideo. Cómo ilustraría esta cuestion el saber la procedencia
de cada hombre que posee algo i forma por tanto parte
constituyente con la suya de la riqueza nacional, i otro tanto sobre
los edificios nuevos i antiguos. En este cuadro estadístico, si lo
hubiera, de las ventas de casas o erecciones de construcciones
nuevas, se veria palpablemente pasar la propiedad urbana de los
nacionales de orijen a los nacionales de riqueza creada, como se ve
al ojo desnudo, en los almacenes i talleres, que las profesiones
industriales, el comercio i hasta el servicio doméstico de hombres i
mujeres, como el trabajo de peones de manos, cargadores i
marinos, ha pasado a las razas viriles i nuevas que van
aglomerándose de dia en dia.
En 1836, la poblacion se sentia estrecha en el antiguo recinto
de la ciudad. Una banda negra compró los eriales vecinos,
subdividiólos en calles anchas i espaciosas, i en lotes de terreno
que se vendian a 4 reales la vara. Ahora aquellas playas desnudas
entónces, sirven de cimiento a palacios suntuosos; las rocas que los
afeaban se han convertido en canteras que dan a la construccion la
solidez i barniz europeo, i la vara de terreno en este momento está
tasada a onza de oro.
De 1835 hasta 38 habian llegado 9,551 estranjeros i se
edificaron 269 casas.
De 38 hasta 42, 22,381 emigrantes i 502 casas edificadas. A
la par del desenvolvimiento de la poblacion europea en Montevideo
ha ido la riqueza. Calcúlase la poblacion mista de todo el estado en
doscientas mil almas, de las cuales treinta o cuarenta mil estaban
reunidas en el recinto de la ciudad. Para estas 200,000 almas de las
que en gauchos de la campaña, que no producen ni consumen
debe disminuirse la mitad, se introdujeron en 1840, época del mayor
auje de Montevideo, siete millones de mercaderias europeas que
cambiaron por ocho millones cuatrocientos setenta i un mil pesos de
productos americanos, dejando al estado, dos millones i ochenta i
32

siete mil pesos de renta. Novecientos buques de alta mar entraron


en el puerto, i en los primeros 9½ meses de 1841, alcanzaron a
856. En 1836 cuando el movimiento principió entraron 295 buques i
salieron 276, introdujeron tres i medio millones i esportaron una cifra
por poco ménos igual. Pero hai una riqueza que no se exporta ni
introduce, i esta es la que se crea en todos los grandes focos de
comercio i de industria, la cual queda en casas i barrios enteros
construidos, en millares de familias establecidas, en pequeñas i
grandes fortunas improvisadas. Pero en 1842 hai un punto final
puesto al progreso, a la europeificacion de Montevideo: los
aborijenes se aproximaban a las puertas de la ciudad con sus
cañones i sus lanzas.
Premunido de estos datos, mi querido amigo, pregúntese en
el fondo de su conciencia, a quién pertenecen los derechos políticos
en esta ciudad si a los 11, o a los 11 mas los 15, mas los 3, mas los
1? Riqueza, propiedad urbana, inteligencia, cuál es el título que
reclamarian los primeros con esclusion de los otros? Pero tal es la
lójica española, la lójica de la espulsion de moros i judios, que toda
la América ha simpatizado con la resistencia que el esclusivísmo
torpe de nuestra raza opone ciegamente para suicidarse a aquellos
movimientos providenciales que salvan pueblos transformándolos.
La historia de esta lengua de tierra no se pierde en la noche de los
archivos de la colonizacion que guardan Simancas o Sevilla. Hasta
1720 los Charruas, tribu de la gran familia Guarani, elevaba aun sus
tolderias cerca de estas playas: pasaron entónces de Buenos Aires
algunos individuos, treinta i tres en número, a hacer pacer sus
vacas; los charruas tambien, alegaban su derecho esclusivo a la
posesion de la tierra, i como valientes i rudos fueron esterminados.
En 1728 desembarcaron trece familias canarias i en 1770,
Montevideo contaba 1,000 personas adultas i 100 niños vivos de los
nacidos en el año; sin contar 70 que murieron: un párroco componia
todo el personal del culto relijioso.
"La mayor parte de la poblacion, dice un cronista, se compone
de muchos desertores de mar i tierra, i algunos polizones que a
título de la abundancia de comestibles ponen pulperias con mui
poco dinero para encubrir su poltroneria i sus
contrabandos"......"Tambien se debe rebajar del referido núrnero de
vecinos muchos holgazanes criollos a quienes con grandísima
propiedad llaman gauderios" Titúlase el libro que contiene datos tan
preciosos: "El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires
hasta Lima, con sus itinerarios segun la mas puntual observacion,
con algunas noticias útiles a los nuevos comerciantes que tratan en
mulas; i otras históricas; sacado de las memorias que hizo don
33

Alonso Carrió de la Bandera en este dilatado viaje i comision que


tuvo por la corte para arreglo de correos i estafeta, situacion i ajente
de posta desde Montevideo. Por don Calixto Bustamante, Cárlos,
Inca, alias Concolorcorvo natural del Cuzco que acompañó al
referido comisionado en dicho viaje i escribió sus estractos. Con
licencia en Gijon en la imprenta de la ROVADA año de 1773." Pues
bien, lo que observaba el lazarillo de ciegos caminantes i repetia el
Inca Concolorcorvo sucede hoi ni mas ni menos. El montevideano
criollo es aquel que canta aun en las pulperias, i lo enrolan para
matarlo en el campamento de Oribe o en las fortificaciones de la
plaza: subiendo en la escala social, se le encuentra en ambos
partidos, sin profesion conocida, salvo honrosas ecepciones como
en todo el resto de la América. Oribe por un lado, Rivera por el otro,
sus aliados i sostenedores adentro i afuera de Montevideo podrian
llamarse con grandisima propiedad gauderios, si en lugar de cantar
como la cigarra, no se entretuvieran en derramar sangre. Es este el
antiguo tipo colonial que se revuelca en el fango i se descompone
en los puntos remotos donde el comercio europeo no viene a
inyectarle nueva vida; que resiste vigorosamente, cuando logra
rehacerse bajo la inspiracion de un Viriato, como acontece del otro
lado del Plata, cual el tísico que en la flor de la edad siente
disolverse su pulmon. El mal de Montevideo es el de Tejas, un
pueblo que muere i otro que llega; porque Tejas i Montevideo son
los dos desembarcaderos que en las costas españolas se han
procurado los inmigrantes. Sé que hai por allí republicanos colonos
que toman a lo serio las pretensiones de Oribe a la presidencia
legal, que como el vino gana en lei a medida que los años pasan.
Cuando falta la conciencia pública, la impudencia de los instintos
toma aires de razonamiento. Lo que hai de real aquí es la industria
que se atrinchera, contra la arbitrariedad de los haraganes,
llámense estos Oribe, Ribera, Rosas, i las escuadras protectoras
del comercio, sea la Inglaterra, la Francia o el Brasil, quienes las
envien. Hai sostitucion de vida, por tanto sostitucion de gobiernos,
pasando de la arbitrariedad del caudillo, que remueve el pais por
dar suelta a sus pasiones, a la habilitacion de la masa intelijente,
que quiere gobernarse a sí misma i seguir sus propias inclinaciones;
en una palabra, hai en Buenos Aires, España esclusiva, en
Montevideo, Norte América cosmopolita. Cómo han de estar en paz
el fuego i el agua?
He aquí las causas de esta profunda perturbacion que tanto
escándalo causa. Millares de aquellos antiguos colonos andan
prófugos, creyendo obedecer a impulsos jenerosos: tres años va
que el cañon avisa con sus estragos que no hai reconciliacion
34

posible entre lo pasado i lo presente; i la raza desheradada vaga


entorno de su antigua ciudad que la rechaza. Un dia habrá de
levantarse el sitio de Montevideo, i cuando los antiguos propietarios
del suelo, los nacidos en la ciudad regresen, qué cambio Dios mió!
Yo me pongo en lugar de uno de aquellos proscritos de su propia
casa, i siento todas sus penas i su mal estar. Quiere llamar a esta
calle San Pedro, a aquella San Juan, la que sigue San Francisco, i
aquella otra San Cristóbal; pero el pasante a quien pregunta no
conoce tales nombres que han sido borrados por la mano solícita
del progreso para ceder su lugar a los nombres guaranies de la
historia oriental.
La que dejó en 1841 fortaleza i cindadela es hoi mercado de
provisiones de boca; la antigua muralla ha cambiado sus
casasmatas por almacenes de mercaderias; la tierra ha recibido
accesiones del lecho del rio, i por todas partes avanza sobre las
aguas muelles públicos i particulares que aceleran las operaciones
del comercio. En lugar de aquella Matriz que reunia a los antiguos
fieles, encuentra en el punto en que dejó un cubo de las
fortificaciones, un templo, cuyas enormes columnas, del gusto
griego, i sus decoraciones interiores estan revelando que otro culto i
otra creencia ha tomado posesion del suelo. En el fronton leerá en
dos tablas los preceptos del decálogo, i para chocar su conciencia
católica aquel que dice: "Tú no harás imajen alguna tallada, ni
asemejanza de las cosas que estan allá arriba en el cielo, ni aquí
abajo sobre la tierra, ni en las aguas mas abajo de la tierra"
En donde habia dejado una plaza pública encuentra la
propiedad individual que hizo suyo el terreno, mediante los recursos
que facilitó al gobierno para la resistencia. Todo se ha
transformado, las cosas i los hombres mismos. El negro que ayer
era su esclavo, lo encuentra ahora su igual, pronto a venderle caro
el sudor mismo, con que ántes le enriqueciera gratis. El gaucho
oriental con su calzoncillo i chiripá, afirmado en el poste de una
esquina pasa largas horas en su inactiva contemplacion; atúrdelo el
rumor de carros i de vehiculos; el hierro colado ha remplazado a los
informes aparatos que ayudaban su grosera e impotente industria:
la piedra que él no sabe labrar sirve de materia para los edificios;
robustos bascos, gallegos i jenoveses se han apoderado del trabajo
de manos; italianas i francesas hacen el servicio doméstico; i
aturdido, desorientado en presencia de este movimiento en que por
su incapacidad industrial le está prohibido tomar parte, busca en
vano la antigua pulperia en que acostumbraba pasar sus horas de
ocio, escuchando cantares de amor i apurando la botella amiga de
la desocupacion de espíritu. La pulperia se ha convertido en
35

auberge, fonda, debit de licores. Quedale la campaña i los bosques,


el horizonte ancho i las praderas dilatadas. I que diré del
desencanto del antiguo propietario! que fué rico i se siente pobre,
por los esfuerzos que hizo para resistir, por las desvastaciones de la
guerra asoladora, i por los sacrificios que hicieron los sitiados en su
defensa! La confiscacion, aquel crimen legal sancionado por la
tradicion española que defendia, le ha alcanzado tambien a él. La
propiedad urbana ha sufrido aquellas trasformaciones que en la
emigracion de los nobles de Francia esperimentó. El estranjero es
el único poseedor garantido. Los partidos oprimidos le hacen ventas
simuladas para salvar de la confiscacion; i de la venta ficticia al
contrato real por la accion del tiempo, las mejoras, i el poder del
dinero no hai intermedio posible. Oribe mismo triunfante, absoluto
soberano por la victoria, la venganza, los hábitos de despotismo i la
degradacion de los aboríjenes, se pararia ante esta barrera
insuperable, como se han parado todos los restauradores de clases
desposeidas i de mundos pasados desde Napoleon hasta los
Borbones. Rosas mismo no ha sido mas osado. La confiscacion i el
ultraje se han detenido en el umbral del estranjero, i su odio de
gaucho i de español se irrita menos por los bloqueos, que por este
poder que él no puede avasallar. En medio de su grita eterna,
cuando todo enmudece en torno suyo, no ha podido vejar al
estranjero, sino en casos dudosos, raros, i cuando no se presentaba
suficientemente garantido por su nacion. Oribe entrará en
Montevideo, si tal cosa es posible; i qué encontraría para gobernar
con la suma del poder público, es decir con todo el catálogo de
crímenes i de violaciones que a la inquisicion política legó la
inquisicion relijiosa? En las partes altas de la sociedad dos mil
comerciantes estranjeros a cuya seguridad individual i a cuyas
fortunas no le es dado tocar; la mitad de los propietarios de casas,
sobre los cuales la confiscacion no alcanza a encarnar su tenaza,
porque son de otra pasta que aquella blanda i malleable que
componia la antigua poblacion creolla, a la cual es lícito,
consuetudinario, i hacedero despojar a título de rebeldes, herejes o
de enemigos de tal o cual órden de cosas, que en cuanto a las
masas populares, eso es mas serio. Venid a contar las chusma
gauderia, a quien llevareis amarrados a los cuarteles para dar
vuestras batallas contra Rivera el caudillo de los jinetes de la
campaña, o contra las escuadras que quieran pediros cuenta de los
desmanes de la suma del poder: componen estas masas populares
206 ingleses, 8000 franceses, 7000 españoles, 4000 bascos, 5000
Italianos i entre tantas cifras reunidas algunos dos mil haraganes de
poncho i chiripá que tiran carretillas o venden agua. Esta poblacion
36

trabajadora i que os aborrece, ha manejado largos años el fusil con


la misma destreza que los instrumentos de las artes. Goza de los
derechos de ciudadania por la fuerza del número, de la propiedad,
las tradiciones de órden, i por la industria. Qué vais a hacer para
someter sus resistencias? Resucitar la espulsion en masa de los
moros? Formar un nuevo Paraguai a la embocadura del Rio? Oh!
Montevideo! yo te saludo reina rejenerada del Plata! tu porvenir está
asegurado; el incendio de los pajonales del desierto ha pasado ya
sobre tu superficie; la yerba que nazca será fresca i blanda para
todos. Proscrito de mi raza, un dia vendré a buscar debajo de tus
muros, las condiciones completas de hombre que las tradiciones
españolas me niegan en todas partes. Teneis ahora ministros que
han nacido en la península, almirantes que arrojó de su seno la
vieja Italia; jenerales arjentinos, coroneles franceses, periodistas de
todas lenguas, jueces que no han nacido en tu suelo. Tantas
intelijencias, talentos i estudios profesionales sufocados o
rechazados en las otras colonias hallarán en tí patria i asilo. Los
hijos de los españoles quisieran asímilarse la industria del
estranjero, i conservar paria al industrial; la máquina sin el artífice,
el espíritu sin espontaneidad, la conciencia libre para ellos,
agarrotada para el que cree en Dios i lo adora de otro modo: la
libertad de hacer el mal, sin la libertad de contenerlo. Todas las
constituciones americanas lo gritan así sin pudor; i la prensa i la
opinion hacen coro, a esta proclamacion del suicidio que llaman su
derecho, i la muestra mas clara de su independencia! Raza infeliz,
mátate como el escorpión, con el veneno mismo que circula en tus
venas!
La Europa viene a dar a Montevideo su significado perpetuo,
haciéndola desempeñar para la rehabilitacion de nuestras
relaciones con el mundo civilizado, el mismo papel que desempeñó
siempre, sirviendo de último atrincheramiento a los principios
vencidos, o a los movimientos que comienzan. Las colonias
españolas entraban en el séquito que acompañaba a la metrópoli
en las grandes cuestiones políticas del mundo, aunque sin voto
consultivo. Por ella formábamos parte de la familia europea, i la
Europa por la España vivia en nosotros. El señor castellano traia
consigo usos e ideas que le mantenian europeo en el centro de las
plantaciones primitivas. Todavia vive el prestijio de aquellos
hidalgos, que revela la inferioridad del creollo, pero que era un
vínculo de la gran familia cristiana. Otro espíritu reina hoi en estas
comarcas. Porque cortó una vez la cadena que la tenia atada,
tiende hoi la América a errar sola por sus soledades, huyendo del
trato de los otros pueblos del mundo, a quienes no quiere
37

parecérseles. No es otra cosa el americanismo, palabra engañosa


que hiciera, a oiria, levantarse la sombra de Américo Vespucci, para
ahogar entre sus manos el hijo espurio que quiere atribuirse a su
nombre. El americanismo es la reproduccion de la vieja tradicion
castellana, la inmovilidad i el orgullo del árabe.
Tal es la cuestion del Plata mirada con el ojo desnudo de todo
prisma de partido, i así la sienten en el fondo de su corazon, todos
los embusteros que la revisten de los nombres, formas e intereses
que entran en la vulgar nomenclatura política. Vista desde el lado
en que la Europa figura, no es menos fecunda en decepciones para
la pobre América, que se ajita de indignacion al oir que un punto del
continente es amenazado por la conquista europea. A medida que
se dilata el horizonte a mis ojos, i observo de cerca nuevos hombres
i situaciones nuevas, se desvanecen los prestijios con que la
distancia i el éxito revisten los hechos. Quién de nosotros al pensar
en la pérfida Albion no se esfuerza en desenmarañar los secretos
designios de su política; i no se representa a sus ministros de
finojos sobre el mapamundi, para preparar un siglo ántes la
conquista de algun islote o promontorio? Quién no ha leído Política
de los mares? Cuando el jeneral Madrid hacia su aventurada
campaña sobre las provincias de Cuyo, hubo un momento en que
su ejército estraviado en los desiertos de la Rioja, estuvo a punto de
perecer hasta el último hombre. Dos dias habia que no comian, i los
soldados en partidas, se estendian desesperados sobre un ancho
frente, buscando donde aplacar la sed devorante que irritaban el sol
i el polvo del desierto. Marchaba el jeneral pensativo i cabizbajo, i
su secretario que me ha contado el caso, detenia su caballo para
dejarle abandonado a sus profundas reflexiones; respetando i
compadeciendo el dolor de un jeneral sobre quien pesaba en aquel
crítico momento la responsabilidad de tantas víctimas sacrificadas.
De repente el pensativo jeneral pára su caballo i dirigiéndose a su
condolido secretario, le dice: Qué le parece a V., esta letrilla que
acabo de componer para una vidalita? recitándole en seguida un
mal retazo de prosa rimada i chocarrera. Me parece que la mitad de
los hechos históricos son interpretados como el secretario
interpretaba la meditacion del jeneral. Hai sin embargo algunos
hechos que nunca deben olvidarse. A las naciones poderosas,
mientras no haya un Congreso Supremo del mundo, está cometida
la policia de la tierra; i la libertad de la discusion, el presupuesto, i el
cambio de los ministerios, hacen imposible todo complot secreto i
seguido de largo tiempo. La Reina Victoria, por su empleo de reina,
ocúpase solo de hacer calceta i cuidar a sus chicuelos. Las
Cámaras han sido informadas por Aberdeen que la Inglaterra no
38

tenia derecho a exijir que se le abriesen las aguas de los afluentes


del Plata. Donde está pues el oríjen del mal? No en otra parte que
donde se halla el oríjen del bien, en el hombre, en la acción
personal, en las pasiones buenas o malas de los que están en
situación de crear la historia.
El gobierno ingles tiene un oído i un ojo oficial en todos los
puntos del globo a donde sus intereses alcanzan; i de los paises
lejanos i poco importantes, por falta de tiempo, apénas sí de vez en
cuando se reciben noticias i el ministro ha tenido tiempo de
informarse de los antecedentes. En Buenos Aires aquel oido i aquel
ojo de la Inglaterra estaban incrustados en la persona de M.r
Mandeville, calavera arruinado, Talleyrand de aldea, hombre de 76
años (setenta i seis!) bien sonados: pónese corsé, i refajos, gasta
seis horas en el tocador, i tenia en Buenos Aires una querida. M.r
Mandeville con todas sus dolamas, era hombre antes de ser
diplomático, i el terror i las cencerradas de la masorca no eran
pasatiempos que gustaba de procurarse, sobre todo teniendo una
querida. Diez años consecutivos informa a su gobierno oficialmente
todo lo que convenia a su posición personal, sin descuidar la
coyuntura del primer bloqueo frances, para obtener satisfacción
amigable a los reclamos de su gobierno. Avisánle los diarios una
mañana que Oribe ha vencido a Ribera, i que marcha el ejército
arjentino sobre Montevideo, cuya independencia ha garantido la
Inglaterra. Los ajentes diplomáticos al revez en esto de los hombres
comunes, obran, cuando no saben que hacerse en una emerjencia
imprevista. Mandeville i de Lurde protestan colectivamente contra la
invasion, mientras reciben instrucciones de sus gobiernos.
Enrédase el asunto, animan con seguridades especiales la
resistencia de Montevideo, llamando para dar fuerza a aquel
documento al Comodoro Purvis, que estaba a la zazon estacionado
en Rio Jeneiro. Purvis es un antiguo marino de 66 años, lleno de
jenerosidad, i a su edad espuesto a dejarse afectar por cuentos de
Barba-azul. Llega a Montevideo, i como Mandeville en Buenos Aires
del terror, él participa allí de la alarma jeneral, con motivo de la
aproximacion del ejército de Oribe: cuéntanle las señoras
despavoridas los horrores de las matanzas que no habia necesidad
de exajerar como lo hace siempre la fama. En un hombre colocado
en una alta escala social, educado en los pueblos cultos, estas
brutalidades de nuestros terroristas sublevan mas indignacion i
encono que entre nosotros mismos que tenemos por antecedentes
de gobierno la inquisicion, por tradiciones populares las incursiones
de los indios, i por hábitos la violencia i la arbitrariedad aun en
aquellos paises mejor gobernados. El Comodoro Purvis en una
39

tertulia de señoras a que asistia una noche i que puedo nombrar,


prometió para consolar a las cuitadas, a fuer de marino viejo i galan,
que Oribe no entraria a Montevideo; i su conducta desde aquel
momento hizo honor a su palabra empeñada. Encerró a Brown en
las balisas de Buenos Aires, proveia de víveres a los sitiados i por
las mañanas salia a las baterias esteriores a dirijir la punteria de los
artilleros, a animarlos con su presencia i su coraje. No me burlo de
estos actos apasionados. Creo que un hombre de honor i de
corazon, aunque sea ingles i comodoro, debe obrar en iguales
casos de un modo análogo. Mandeville entretanto estaba en
Buenos Aires, i le hacia maldita la gracia la manera independiente i
desenfadada de obrar del almirante; cruzánse notas entre ámbos, i
llevan su querella a la Inglaterra. El ministerio ingles, que por diez
años habia ignorado de oficio lo que se pasaba en el Rio de la
Plata, dudó por la primera vez de los informes de Mandeville a
quien mandó retirar de su puesto, desaprobando al mismo tiempo
los procedimientos espontáneos de Purvis. De parte de la Francia
sucedia algo de parecido, i sus ajentes no estaban mas escritos de
influencias harto terrenas. El cónsul Pichon de Montevideo
propendia por relaciones pasadas de buena intelijencia con Oribe a
facilitarle la entrada en la plaza, el consulado frances era la estafeta
pública i confesada de la correspondencia de los sitiadores, i a fin
de apartar a sus nacionales de continuar en defensa de
Montevideo, pagaba cuatro reales diarios a cada individuo que
desertase de la lejion francesa. Mas tarde en el calor de la
contienda, desnacionalizó a los suyos, que perseveraron a
despecho de esto en su propósito; mostrando así, que cualquiera
que fuese la política de la Francia en el Rio de la Plata, la conducta
de los franceses establecidos en Montevideo, era espontánea.
Entretanto M.r Mareuil, cónsul frances en Buenos Aires, hacía la
corte mas asidua a una hermana de Rosas, digna por su rara
beldad i los encantos de su trato de hacer perder el ceso a un
parisiense mas cortesano aun que Mareuil, i a poco andar en
zambras, cabalgatas i galanteos apareció el tratado Mareuil en que
la Francia pedia perdon a Rosas de los agravios inferidos. En este
estado estaban las cosas cuando la mision Ouseley i Deffaudis
llegó. Es el último de estos personajes un hombre afable, entrado
en años, sin que ni sus palabras ni su acento revelen nada de aquel
espíritu belicoso que se le atribuye. Hablábame sobre sus miras en
el Rio de la Plata, sin ostentacion como sin misterio. No traia
instrucciones de su gobierno precisas; habia creido necesario para
facilitar la paz entre ámbas riberas, despejar el Rio, i habia dado la
batalla de Obligado; esperaba órdenes i se proponia obrar segun se
40

lo aconsejasen las circunstancias. Un incidente que se tocó en


conversacion dióle ocasion de caracterizarse a sí mismo. Deciase
que Rosas hablando de él, habia observado que no habian sabido
sus jentes manejarlo. No sé, dijome el almirante Defiaudis, lo que el
señor Rosas entiende por manejarme. Tengo 60 años, fortuna
asegurada, soi par de Francia, tengo la condecoracion de la lejion
de honor, i soi almirante de la marina de mi patria, última escala de
la carrera a que he consagrado mi vida. Estas circunstancias de
posicion me hacen poco accesible a las seducciones que pudieran
ensayar los hombres sobre mi espíritu. Mr. Guizot mismo, hoi
ministro, dejará de serlo mañana, mientras yo continuaré siempre
par del reino i almirante frances.
Andando la conversacion, indicóme una nota que pasaba al
gobierno de Buenos Aires, haciéndole sentir que los gobiernos que
se salian de los límites prescritos por el derecho de jentes eran
personalmente responsables de sus actos. Referiase a un decreto
reciente, por el cual se declaraban piratas a los estranjeros que
navegasen en el Rio de la Plata mas allá de Martin Garcia. ¡De
dónde quiere introducir el señor Rosas, me decia, esa sostitucion de
una palabra por otra para aplicar penas capitales a individuos de
otra nacion? El contrabandista, el transgresor, es contrabandista i
transgresor; sin que a ningún gobierno le sea dado cambiarlo por un
fiat o un decreto en pirata. C'en est fait añadió, animándose, si el
decreto se pone en ejecucion, cuelgo de las vergas de mi buque al
primer jeneral, ministro o gobernador arjentino que haya a las
manos; i yo sabré procurármelo. Esto es lo que quiero indicar con la
responsabilidad personal que subrayo. Acaso no lo entiendan.
Equivocábase en esto el bueno del Almirante. Arana contestó
mui pronto, con mal disimulada aprension, protestando contra esta
solidaridad de las personas i de los decretos.
Mucho he debido fatigar la atencion de V. con estas caseras
esplicaciones de sucesos tan abultados; pero propóngome seguir la
pista a los negocios del Plata i necesito traer a colacion los
antecedentes. En esta melée en que entran la ciudad i la campaña,
Oribe i Rivera; Rosas i los unitarios, los inmigrados i los ajentes
diplomáticos, la América i la Europa, enfin, estamos demasiado
interesados, para que sea lícito cerrar los ojos, por contentar
pasiones vulgares.
Diréle algo de la vida interna de esta Troya que no son a fe
griegos los que la sitian, aunque abunden los Aquiles i los Príamos,
sea esto dicho en honor de los contendientes. El heroismo anda
rodando aquí por calles i campos, como se dice de l’esprit en Paris.
La organizacion doméstica recuerda la que debieron tener los
41

romanos; la ciudad organizada por centurias; las armas en la


habitacion; el soldado con familia racionado por el estado; un
senado de los patricios; i una plebe con bala en boca. La unidad
está en el designio, el antagonismo, la anarquia i la lucha en los
medios. El ódio i los celos pueriles entre los cuerpos, hace oficio de
patriotismo, tornando imposible la traicion. La organizacion de los
cuerpos por nacionalidades, trae ventajas para la guerra esterior,
harto compensadas por los males que produce para la paz interna.
Los orientales oriundos guardan una enemiga profunda contra los
arjentinos, que adentro i afuera, los mandan en el campo, dirijen en
la prensa, defienden en el foro, i hacen suya la lucha, que el
provincialismo quisiera llamar nacional; sin que esto escluya la
capacidad de los nacionales si bien su personal es mas diminuto.
Todas son nacionalidades i la presuncion de injusticia hecha a un
italiano, pone en campaña las pasiones calabresas. El domingo
pasado un basco queria procurarse violentamente un pescado de
los que vendia un negro por las calles. Un capitán arjentino que
acertó a pasar por el lugar de la escena, de las órdenes de
abstenerse, procedió a lo plano del sable. Una docena de estos mal
domados montañeses, salió a la demanda i a las pedradas
sucediéronse las balas, dejando muerto al malhadado capitán.
Préndese al asesino i ármase el batallon bascuen- se; negocia el
gobierno, i se obtiene un armisticio, hasta que aquel cuerpo regrese
de su servicio que sale a hacer a las avanzadas. Miéntras el
proceso se instruia, un soldado arjentino, gaucho malo si hubo uno,
discute en la pulperia el negocio con otros bascos beodos. Los
bascos! dice mirando el carlon purpúreo que contiene su vaso, los
bascos! En la salida de la Aguada quienes corrieron?....los bascos!
En el encuentro de las Tres Cruces quiénes dieron vuelta? los
bascos. En la......Un basco que tenia la tranca de la puerta a mano
puso fin a esta reseña histórica que iba larga, dejándolo redondo de
un trancazo. Habiamos visto de paso, al dirijirnos varios hácia la
línea esterior, el alboroto causado por tan trájica como concluyente
réplica, cuando a poco trecho encontramos un mayor arj entino que
venia seguido por un batallon de negros en dispersion cargando sus
fusiles a medida que avanzaban. —Mayor, qué es esto por Dios!—
Los bascos nos asesinan, replica rechinando los dientes i
enajenado por la cólera: no quedará hoi un basco! —Mayor, son
escenas de borrachos. No hai nada, el herido es el cabo N. tan
provocativo i tan cuchillero......El irritado jefe empezó a entender
razon, i los tostados veteranos se detenian haciéndose violencia i
apoyándose sobre sus fusiles cargados.
Se necesitan fibras de hierro en efecto para gobernar esta
42

tropa soberana. He visto a Pacheco Obes dirijirse solo a una


compañía italiana amotinada; mandarla deponer las armas, i con
sola la fascinacion de su voz imperiosa dejarse conducir arrestada.
En medio de estos elementos discordantes, pero
amalgamados por el objeto comun, suele hacer incursion de cuando
en cuando algun grave incidente hijo del espíritu de la tierra. Rivera
ha dejado escapar la ocasion de tomar prisionero a Oribe en su
campo, por no prestar el auxilio de sus jinetes al jeneral Paz: el
gaucho no entiende eso de combinaciones estratéjicas; i no es
hombre de someterse a otra inspiracion que la suya, libre i
voluntariosa como los vientos. No sé si recuerda V. a aquel coronel
Silva valiente como un Cid, que tan gauchas proezas hizo en los
primeros tiempos del sitio. Sus caballos habian perecido en las
salidas i escursiones sobre el terreno enemigo, i estaba
desmontado en la guarnicion del Cerro. Hacia tiempo que el jeneral
Paz estudiaba el terreno para dar una batalla campal sin caballería.
No léjos del Cerro i mui distante del Cerrito, tenia Oribe
estacionados ochocientos españoles, la flor de su ejército, en
observacion de las operaciones del Cerro. Paz, mensurando la
distancia entre este puesto avanzado i el centro del enemigo, habia
comprobado que podia ser aniquilado por un golpe de mano, ántes
que pudiese ser socorrido. En consecuencia tomaba con el mayor
sijilo las disposiciones para este ataque que debia hacer levantar el
sitio. El Cerro que tenia una guarnicion limitada empezó a recibir por
las noches refuerzos sucesivos, que al fin de algunos dias
completaron una division suficiente para la parte que debia
confiársele en el plan de campaña. Cuando todo estuvo dispuesto,
el jeneral pasó al Cerro i llamando a parte al coronel Silva, confióle
el secreto de la empresa meditada i la parte gloriosa que a él se le
reservaba. "Entre el cerro, le decia, i el puesto enemigo hai, pongo
por caso, tres mil pasos de distancia. V. sale con su division a las
tres de la mañana i está en línea enfrente del enemigo a las cuatro i
tantos minutos, contando los retardos que causará el paso del
arroyo cenagoso que corre a la base del Cerro. Abre V. el fuego con
las cuatro piezas de artillería que lleva. Si el enemigo responde sin
salir de sus atrincheramientos, continúa con la fusilería; si quiere
retirarse lánceles los 150 caballos que poseemos, avanze V. que yo
estaré allí con el ejército para el resto. De la exactitud de sus
movimientos, depende la salvacion de todo el ejército." Cuando la
leccion parecia bien aprendida, dejadas instrucciones escritas, que
marcaban los accidentes del terreno i la hora i minutos en que cada
uno debia de ser pasado, el jeneral a las once de la noche hace
citar a todos los cuerpos: divídese el ejército sitiado en dos
43

divisiones, toma él el mando de la una, i confia la otra, compuesta


de la lejion francesa al mando de Pacheco Obes, a quien dá en
aquel momento instrucciones para atacar el cuartel jeneral de Oribe,
a la señal que le darian dos cohetes voladores lanzados al aire,
desde el punto que a la sazon debia ocupar el jeneral Paz.
Emprende este su marcha nocturna; aforránse las ruedas de los
cañones en cueros de carnero, prescríbe i obsérvase el silencio
mas profundo, i llegan, sin ser sentidos, a medio tiro de fusil del
punto fortificado que ocupaban los transfugas españoles. La suerte
de Montevideo estaba asegurada; un solo soldado podia escapar,
cojidos entre la division del Cerro que habia bajado al lado opuesto,
i el grueso de las fuerzas montevideanas que les habian tomado ya
todas las vueltas. Sin embargo era ya pasada con mucho la hora,
tan encarecidamente indicada, i ni el ruido del viento ajitando las
malezas secas, turbaba el imponente silencio de la noche.
Transcurrian los minutos, empezaba a despuntar la aurora, i nada
prometia cambiar la situacion natural de las cosas. Si el sol venia a
reflejarse sobre los cañones de los fusiles de los que meditaban tan
decisivo ataque, un cuerpo del ejército sitiado se hallaba solo en el
centro de las líneas enemigas, i la retirada era obra solo del coraje,
posible pero desastrosa. El sol aparece en fin, i el jeneral Paz divisa
formado en la falda del Cerro i a veinte cuadras de distancia al
coronel Silva que habia dicho a sus jentes." Donde se ha visto
batalla sin caballería. Ya lo veremos al manco como lo hacen
pedazos." I en efecto el combate fué sangriento: el batallon número
3.° quedó al fin mandado por sarjentos i cabos, habiendo caido en
la refriega hasta el último de los oficiales. El jeneral Paz
despechado, hizo cargar la caballería enemiga con la lejion italiana,
i hubo un momento en que aun creyó arrancar la victoria. Dió órden
a Pacheco de avanzar sobre el Cerrito; la batalla se encrudeció con
la llegada de las fuerzas de Oribe, i hubo de disputarse palmo a
palmo el terreno para poder entrar de nuevo en la plaza, no sin
graves pérdidas. Sitiados i sitiadores se cubrieron de heridas i de
gloria, i Montevideo empeoró su posicion en lugar de salvarse. El
gaucho que veia desde el Cerro esta lucha desigual repetia con
jactancia. "No lo decia yo. Es locura querer pelear sin caballería."
Traigo a colacion este hecho porque ha vuelto a repetirse en
estos dias. Silva era valiente gaucho, i la esponja del olvido pasa
facilmente cuando queda sin desteñirse la impresion que el valor
probado deja siempre sobre la muchedumbre.
Otro coronel de jinetes habíase visto estrechado por las
fuerzas de Oribe i afectado pasarse voluntariamente; no ha un mes
empero, que se sublevó poniendo a disposicion de Montevideo el
44

departamento de Maldonado, poblado de ganado i él dueño de


cuatro o seis mil caballos. La situacion de Montevideo podia
mejorarse notablemente; adquiria un almacen para refrescar sus
víveres, caballos para iniciar una campaña desde Maldonado, i la
fortuna ayudando, arrollar los puestos avanzados de los sitiadores
al sud i dar a la plaza una ancha base, provista de elementos. El
caudillo sublevado, pedia con instancia infanteria que lo apoyase en
Maldonado, i el gobierno de acuerdo con los interventores Ouseley i
Deffaudis mandaron en su auxilio dos buques de guerra ingleses
que debian estacionar en el puerto, ciento i tantas plazas del
batallon de nacionales de Montevideo, compuesto de los vecinos de
aquella ciudad, cuarenta arjentinos i ciento cincuenta ingleses del
73 de línea. Un jefe se necesitaba para cometerle la importante
empresa. Silva fué elejido a fuer de valiente, montevideano nacido,
gaucho vaqueano de los lugares, i compadre i amigo del jefe
sublevado. Nómbresele, pues, i el ministro de la guerra, con la
aprobacion de los aliados, le dió por escrito las instrucciones mas
detalladas sobre su mision, prescribiéndole estar a la defensiva,
fortificar la ciudad i no aventurarse en el pais sino despues de haber
asegurado la plaza, para cuyo objeto llevaba artillería i pertrechos
de guerra. Pero el gaucho estaba entumecido de no montar a
caballo dos años habia. Llega la espedicion a Maldonado; salta a
tierra Silva; desembarca la infanteria nacional durante la noche;
trasnocha él preparando monturas i caballos, amanece el dia i
diciendo a los suyos, "Nosotros no necesitamos de gringos", se
lanza al campo, a gauchear, a caracolear su caballo, a respirar el
aire del bosque. Sale, i a cuatro cuadras cae de improviso en el
centro de una fuerte division enemiga, e infantería, cañones, todo
queda en poder del enemigo, todo ménos él; porque el gaucho
valiente no cae nunca en manos de sus enemigos; cifra en esto su
gloria, como en salir parado cuando rueda su alazan. Los ingleses,
que no habian desembarcado aun, volvieron a Montevideo a traer la
noticia del desastre, i Oribe ganó mas que una batalla, al
apoderarse de cien orientales autochtonos o aboríjenes, cosa
importantísima donde se lucha en nombre de la nacionalidad de
orijen contra la nacionalidad de eleccion, de fortuna, de sangre
derramada i de sacrificios reales.
Otro punto de la fisonomia particular de este pais es la
constitucion política del Estado, la manera de entenderla, i las
costumbres públicas. Sobre lo primero lo remito a la obra que
publica Varela, en que con rara erudicion i como buen unitario,
compila i analiza todas las constituciones que se han servido darse
las Repúblicas americanas, candoroso i útil trabajo que consultará
45

sin duda el Dictador de Buenos Aires para formular la que ha de


rejir a sus estados. De esta obra o de la materia que contiene no
mencionaré sino un capítulo que parece ha traido a todos los
constituyentes preocupados. La lengua castellana es mui púdica i
no acierta a nombrar las cosas feas sino con perifrasis o alusiones; i
creo que esto esplica la diversidad de nombres que se da en todas
las constituciones a la arbitrariedad acordada a los gobernantes en
los casos en que los romanos creaban un dictador temporal. En
Inglaterra llamase suspension del habeas corpus, por alusion a la
acta acordada a los comunes. Apellidánla Voto de confianza en
España, por la conciencia que el gobierno tiene de la desconfianza
que inspira. Suma del poder público, llamóla el sagacísimo Rosas,
por no ser jente mui ducha en sumar sus gobernados, que han
dejado incluir en las partidas cedidas, el derecho de quitarle jamas
la suma misma. En Francia, Chile i otros paises llámasele estado de
sitio, para significar con la palabra misma que la ciudad, o
departamento, o nacion, serán en un momento dado, rejidos por las
leyes ordinarias con que son rejidas las plazas sitiadas. En
Montevideo, no satisfechos con ninguna de aquellas clasificaciones
de la cosa mala que todos apetecen, dejóse a un lado declarar el
pueblo en asamblea i se la llamó suspension de las garantias.
Recuerdo i comparo todas estas fraseolojías para hacer sentir
a V. la oportunidad con que una parte mui seria del Congreso se
empeña en levantar la suspension de las garantias, o lo que es lo
mismo, levantar el estado de sitio. Mientras esta rara pretension se
discute, una emboscada que se habia apostado en un hospital de la
marina brasilera, situado en la falda del cerro, ha muerto tres
soldados de Oribe i apoderádose de una balija, inocente portadora
de la estafeta del cerro a la ciudad. Hai en ella cartas para medio
Montevideo; periódicos para los abonados; letras i órdenes para los
banqueros; consultas literarias sobre la bondad i eficacia de tal
artículo, e instrucciones para los ajentes políticos, a fin de que
continuen tal negociacion interrumpida con los interventores; i sea
dicho en honor de la impotencia i blandura del Poder Ejecutivo, todo
ello terminó en algunos arrestos, incluso el del Juez del Crímen, a
quien se consultaba sobre el rumbo que debia darse a la polémica
de los diarios.
En cuanto a la administracion de las rentas públicas, no
piense V. encontrar aquella probidad i órden a que solo han
alcanzado Chile, i Buenos Aires desde los tiempos de Rivadavia. El
estado es el enemigo común, i entre los paises de largo tiempo
despotizados, pasa mas tiempo todavía sin formarse la conciencia
pública, sobre el respeto a aquella propiedad anónima que a nadie
46

empobrece, i que puede añadirse a la propia. Montevideo fué largo


tiempo provincia, i provincia mal gobernada; plaza de armas
española; conquistada despues por los primeros ejércitos
revolucionarios, a quienes nadie ha atribuido la invencion de los
presupuestos; la administracion portuguesa agravó el desórden.
Ribera despues de la independencia mandaba a las cajas órdenes
oficiales, para el pago de partidas de juego; i ministros de Oribe han
dicho en plena Cámara, que no cambiaban empleados, por no
cambiar de dilapidadores.
La ciudad, entretanto, se entrega a los placeres para olvidar
sus torturas; si bien todos ellos se tiñen de los colores de la época.
En un mezquino teatro dánse mezquinas representaciones en
español, italiano i frances, como el archivo de Buenos Aires. En
estos dias se ha representado una rapsodia orijinal, que queria
pintar una de las escenas horribles de la masorca. Yo he empezado
a tenerle menos ojeriza a aquella respetabilísima Sociedad desde
que la he visto tan estropeada. La verdad no siempre es verosimil, i
lo real rara vez es dramático. Estas funciones tienen por lo demas
objetos mui laudables; ántes de todo aturdirse el público en medio
de sus sufrimientos, i por añadidura socorrer con los beneficios al
Hospital de sangre, equipar una division que sale a campaña, o
favorecer a las viudas de los que han muerto en los combates
diarios. El paseo de la tarde a falta de alamedas se hace
diariamente por la hermosa calle central de la parte nueva de la
ciudad, de treinta varas de ancho i con aceras de cinco en cada
costado, la cual partiendo de la antigua ciudadela va hasta la
trinchera actual i conduce al campo que divide las baterias
avanzadas, i a donde vienen a morir las balas enemigas. En lugar
de líneas de árboles, las hai en la tarde de soldados que acaban de
ceder su puesto, a la gran guardia que se apresta para salir a hacer
su peligroso servicio nocturno en los puestos avanzados. Amenizan
otras veces la escena el ejercicio de cazadores de los batallones
negros, o una revista del 73 o del 45 de línea ingleses. Las músicas
de estos cuerpos o la de los artistas italianos que encabezan la
lejion de sus nacionales, animan con sus melodías las calladas
noches de la ciudad cercada. Como los combates diarios han
disminuido de algun tiempo a esta parte, diviértense las baterías
avanzadas en cruzarse algunos cañonazos, i no es raro que los
domingos por la tarde, en que las señoras se aventuran a-salir fuera
de la trinchera, las envien sus compatriotas de afuera algunas balas
perdidas. A veces me ha ocurrido que estos emisarios vienen de
parte de algun despechado amante, que reconoce en las figuras
esveltas a aquellas que en otro tiempo le juraban amor eterno. Por
47

lo demas, el hábito ha hecho a esta poblacion indiferente para con


el rumor de los combates, siendo de buen tono no dar señales ni de
temor ni de compasion. Las camillas de los heridos entran en la
ciudad sin llamar la atencion. Ayer estaba yo sobre la azotea de mi
habitacion atizbando los cañonazos que se disparaban las baterias
de la izquierda; en la azotea vecina leia una señorita, mientras la
brisa de la tarde ajitaba graciosamente sus vestidos de luto. Daba el
frente hácia la campaña i no obstante que los cañonazos
menudeaban, no la ví una vez sola levantar sus miradas. No era
así, empero, en los primeros dias del sitio, en que las madres, las
esposas, las hijas i las amadas se agolpaban al porton de la
muralla, a ver entrar las parihuelas que a veces se contaban por
centenares, a fin de reconocer en los heridos i moribundos los caros
objetos de su predileccion, comprometidos en las fuerzas que se
estaban batiendo afuera, i cuyas filas veian desde las azoteas
raleadas por la metralla i la fusilería del enemigo. El valor de las
mujeres se ha ejercitado noblemente en los hospitales de sangre,
encomendados desde temprano a la solicitud de una Sociedad de
Señoras, i en los que sobre mas de seiscientos heridos, a veces,
han derramado el tesoro de consuelos, solicitudes i auxilios, que
solo ellas saben dar sin que se agoten. Oprime el corazon ver por
las calles centenares de hombres amputados, cuya existencia hace
honor, sin embargo, a la Sociedad, al arte i a la noble solicitud
puesta para salvarlos. Enseñáronme un soldado a quien una bala
de cañon llevó un dia su pierna.... de palo, como a Daumesnil que
ocurriéndole otro tanto, decia: "qué chasco se ha dado la bala;
tengo un surtido de piernas de reemplazo."
Todos mis deseos de hallarme en un combate no han sido
parte a motivar una escaramusa seria en esta temporada. El dia
mismo de nuestro arribo dos soldados ingleses, que se paseaban
fuera de la línea, como hubiesen ya comido, habian perdido
naturalmente el rumbo, i en lugar de dirijirse a la plaza se
encaminaban al campo enemigo. La primer avanzada que tocaron
les ofreció rnui cortesmente, como se debe con estranjeros
descaminados, conducirlos. . . .prisioneros. Mientras los beodos se
orientaban, acudió el comandante Villagran con su asistente i el
combate se trabó contra catorce hombres de que constaba la fuerza
enemiga. Sobrevino el mayor García con un sárjento, atraidos por
las casacas coloradas de los gringos, i el centellear de los sables, i
lograron alejar a los enemigos, devolviendo sanos i salvos dos
defensores a la Reina Victoria. Pocos dias despues creí llegado el
momento de un combate jeneral. El Almirante de la escuadra
inglesa dió aviso a las autoridades de la plaza de estarse moviendo
48

el campo enemigo, i haber visto descender batallones desde el


Cerrito. Hai en las fortificaciones de la plaza una elevada atalaya
desde donde se monta guardia con el anteojo para escudriñar los
movimientos del campo de los sitiadores. Otro vijia está en el Cerro
i otro en una de las torres de la Iglesia. El ejercicio de tres años ha
dado a los funcionarios mirones el conocimiento exacto de todo lo
que ocurre; i no pocas veces se ha prevenido el golpe meditado por
alguna circunstancia insignificante observada, que salia de los
hábitos diarios del campamento. La triple vijia de la ciudad no
anunciaba novedad ninguna; i fuese deferencia del gobierno a la
solicitud cautelosa del almirante, fuese paso convenido para
examinar el espíritu de las tropas, la jenerala empezó a batir, i las
órdenes se impartieron para prepararse al combate. Desde luego
las azoteas viéronse coronadas de millares de señoras i vecinos
armados de anteojos, i comentando cada uno a su modo el
anunciado amago; los ayudantes, jefes i oficiales corrian en todas
direcciones; aturdia por todas partes el rumor de carros, trenes i
furgones que hacian retemblar el empedrado; las puertas de los
almacenes se cerraban unas en pos de otras, dejando fuera a sus
tenedores, convertidos en soldados armados, i dirijiéndose sin
entusiasmo ni prisa a los lugares convenidos para la reunion de los
batallones respectivos. El 76 de línea ingles en traje de parada
desembarcó de la escuadra i vino a ocupar la cabeza de la
columna, rompiendo sus cajas de municiones, armando sus
camillas para heridos, i aprestando sus hospitales ambulantes. El
45 debia guardar el puerto. La lejion arjentina se presentó en la
línea, i no es posible que pinte las emociones penosas que su vista
me causó. Habíase compuesto al principio de seiscientas plazas, i
hoi no contaba sino ciento veinte. Noventa i nueve oficiales salidos
de sus filas habian muerto en los combates, seis u ocho mutilados
habian sido dados de baja, i el resto habia desaparecido en
destacamentos perdidos i subministrado jefes i oficiales a los otros
cuerpos veteranos. Al dia siguiente de mi llegada muchos de estos
compatriotas me habian mandado suplicar que fuese hasta su
campamento para verlos, pues que muchos de ellos carecian de
calzado para ir al hotel a saludarme. En el dia de la parada estaban
ya mejor montados puesto que habian recibido ellos como los otros
cuerpos el primer vestuario que se les daba despues de catorce
meses. La lejion arjentina habia sido, bajo las órdenes del jeneral
Paz, la guardia imperial del ejército. Se la colocaba en los puntos
donde era necesaria una muralla de hierro para contener al
enemigo, o se la lanzaba a restablecer las posiciones perdidas.
Esta posicion se la daba naturalmente la situacion moral de los
49

individuos que la componian, emigrados todos, para quienes no


habia otra salvacion que la victoria. Seguiase la lejion italiana, fuerte
de seiscientos combatientes, notables por la fisonomia acentuada
de los pueblos meridionales, su sombrero plomo adornado de una
pluma por todo uniforme, i la bandera negra con la imajen del
Vesubio en erupcion que en otro tiempo enarbolaron los calabreses
contra las armas francesas. Los bascos formaron a poco trecho,
raza primitiva, semicivilizada, como V. sabe, de estatura mediana,
cuadrada, i conocida por las fuerzas atléticas de sus individuos. La
gaina roja o azul i las alpargatas de esparto constituian su uniforme.
Dos batallones franceses sucediánseles con la bandera uruguaya,
por haber sido desnacionalizados por el Cónsul Pichon que habia
en vano querido estorbar que se armasen. Ultimamente algunos
centenares de marinos desembarcados de la escuadra francesa se
recibieron de la guardia del porton de la muralla. El batallon de
nacionales de Montevideo; una partida de quince caballos de
extramuros; los restos de tres batallones de negros libertos
diezmados por los combates i las enfermedades, desfilaban a tomar
sus puestos en las avanzadas de cazadores. Por entre los flancos
de las tropas se deslizaban por centenares individuos que no
perteneciendo a cuerpo alguno iban con su fusil a tomar un lugar en
las baterias de la muralla.
En esta rara reunion de pueblos i de razas, de europeos, i de
africanos que vienen a prestar su brazo en una contienda
americana habrá V. echado ménos a los representantes de la
España, que mas afinidad tiene con nuestras costumbres. No es
que falten sus combatientes, sino que se hallan en el bando
opuesto. A principios del sitio se armaron en un cuerpo corno las
otras nacionalidades; quince dias no pasaron ántes que las
simpatias, las tradiciones nacionales no dejasen sentir sus efectos.
Una noche el jeneral en jefe recibe el estraño aviso que la gran
guardia, apostada al frente de la muralla, se habia desertado en
masa. Desde entónces 600 españoles sirven de tropa escojida i
guarda de su campo a Oribe. Esta defeccion hacia decir al jeneral
Paz, a los españoles que le habian permanecido fieles, en baldon
de los culpados: "I VV., les decia, que se han quedado haciendo
aquí? Vamos! el camino está franco. No quiero españoles en mis
filas. Mis charreteras las he ganado peleando contra españoles.
Este brazo me lo invalidaron los españoles!" Tan cierto es que las
masas populares no se equivocan nunca en sus predilecciones.
Italianos, franceses, orientales i arjentinos han pasado al bando
enemigo; pero estos son actos individuales. El vínculo que une a la
mayoría está en los instintos de libertad, en la conciencia del
50

derecho, en el odio de la arbitrariedad. Los españoles eran en su


mayor parte carlistas i las simpatias los llevaban a otro campo; la
violencia, el terror, el odio a los estranjeros, todos sus instintos de
raza, hasta la semejanza en los medios de hacer la guerra
encontraban allí, en Oribe, jefe del partido carlista nacional
americano.
Miéntras aquellos imponentes preparativos tenian lugar en la
plaza, las vijias daban parte de iguales movimientos i aprestos en el
campo enemigo; hasta que avanzado ya el dia ámbos campos
comprendieron que por entónces no podria empeñarse el combate
con que parecian amagarse recíprocamente. Decifróse entónces el
enigma. Era sábado, i en el campo de Oribe tenian costumbre de
hacer bajar las tropas por batallones a lavar en un arroyo vecino.
Las vijias no daban por tanto aviso de este accidente sin
importancia, que habia alarmado al Almirante ménos conocedor de
los hábitos de los sitiadores; los cuales a su vez, viendo los
preparativos de la plaza, habian corrido a las armas i empezado a
tomar serias disposiciones para el combate.
Cuánta sangre empero i cuantas víctimas habia costado dar a
los sitiados este espíritu guerrero de que tan no estudiada
ostentacion hicieron aquel dia, a punto de dejar maravillados al
almirante i marinos ingleses que pudieron comprender que la plaza
con tales defensores estaba fuera de peligro. Los primeros meses
del sitio lo fueron sangrientos. Los sitiadores venian disciplinados
por una larga campaña de mas de mil leguas, decorada por cinco
victorias, i precedidos por el terror de las matanzas i de las
crueldades inauditas de Córdova, Tucuman i Mendoza. La plaza no
tenia por soldados sino jóvenes entusiastas, estranjeros arrancados
a sus quehaceres, i negros que cambiaban el yugo de la esclavitud,
por el dorado de la libertad del soldado. Era preciso quebrantar el
orgullo del enemigo, desvanecer la fascinacion del terror, i habituar
al combate a los que nunca habian oido silbar las balas. Esta es la
obra mas grande del jeneral Paz, i la que ménos le ha valido para
su reputacion. Sea dicho de paso que en América es mas fácil
defender una trinchera que atacarla; el combate de sitio, el asalto
no entran en las tradiciones militares del soldado americano, como
el abordaje i la trinchera abierta entra en las de los ejércitos
europeos. Oribe con sus valientes soldados, sus pertrechos de
guerra, se ha dejado clavar en un campamento tres años, por no
sentirse fuerte para ir a dar un asalto, aleccionado de su
insuficiencia en una temprana tentativa; dejándose despojar de la
siniestra aureola de terror que rodeaba su nombre en los primeros
tiempos. Los bascos i los italianos sobre todo, han escarmentado a
51

los sitiadores, volviéndoles iguales o mayores actos de crueldad,


hasta quedar al parecer cerrado aquel sombrio episodio de nuestras
guerras civiles en que parece que se habia querido renunciar al
carácter de cristianos, apeteciendo en cambio el renombre de
caníbales. El terror habia venido perfeccionándose desde la
República Arjentina; administrado allí oficial i civilmente, en el
ejército adquiria un ritual militar que debia hacerlo efectivo sobre los
soldados de la plaza. Hasta el año pasado eran frecuentes escenas
análogas en los puestos avanzados de los sitiadores. Cuando se
preparaba una degollacion de los prisioneros hechos en los
combates diarios, bajaba del Cerrito, centro de.las posiciones de
Oribe, un batallon que escoltaba a la procesion de oficiales i
aficionados, conduciendo las víctimas a los puestos avanzados, a
fin de que los sitiados oyesen la infernal algazara. Disparábase un
cohete volador para anunciar el principio de la fiesta. Haciase en
seguida repetir a los prisioneros las proclamas federales que se
hacen en los teatros, en los diarios, avisos &c., i al empezar la lista
en las tropas, a saber: Viva la Federacion! Viva el Ilustre
Restaurador! Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios!
Los infelices debian repetirlas con precision, con enerjia, simulando
entusiasmo, cólera; i si el temor o la congoja se dejaban traslucir en
lo tembloroso o apocado de la voz, venian en su ayuda puntazos i
golpes, hasta que hubiesen repetido la letania en la forma prescrita.
Los agazajos irónicos, las amenazas, los chistes sangrientos i los
insultos groseros, seguian i comentaban las emociones de la
víctima, ya fuese que las lágrimas rodasen por sus mejillas, sin
pedir misericordia, ya que la naturaleza pudiese mas que aquel
vano orgullo que hace a la jeneralidad de los hombres morir con
aparente calma. La música militar entre tanto hacia resonar el aire
con la Resbalosa (llamada así por alusion al cuchillo) marcha
andante, de una vivacidad festiva, destinada esclusivamente para
estos actos, como la Marsellesa para los combates, i cuyos ecos
llevaban a las tropas de la ciudad el aviso de que sus compañeros
eran en aquel momento sacrificados. He oido a uno de nuestros
compatriotas que al escuchar de los puestos avanzados, en el
silencio jeneral de la noche, las melodias siniestras de la
Resbalosa, temblaban de horror i de miedo los centinelas. Aquella
obertura de la muerte se prolongaba mas o menos segun la
resistencia del paciente, o el desden con que algunos provocaban la
rábia de sus asesinos. Por fin, un intelijente se acercaba, i con la
precision de un anatomista abria en el cuello la vena yugular, para
que empezase a desangrarse lentamente, en medio de los vivas de
los espectadores que asechaban con avidez los afectos del
52

paciente; la trepidacion de las piernas, flaqueando por la


estenuacion; el movimiento tembloroso de los lábios sin voz,
esforzándose por recitar oraciones de piedad, o prorrumpir en
blasfémias i maldiciones, i el revolver de los ojos en la última
agonia. Todavía en este cruel momento habia quien se acercase al
agonizante a gritarle al oido "Viva el Ilustre Restaurador
¡Mueran.........!!!"
Despues se procedia a cortar las cabezas, i hacer
mutilaciones en el cuerpo que la pluma se resiste a especificar.
Veces ha habido que el tránsito de una calle de extramuros estaba
obstruido por una hilera de cabezas de franceses así cortadas.
Por mas detalles vea V. a Cooper, i los viajeros que han
descrito las costumbres de los salvajes de la América del Norte.
Ignoro si entre nuestras tribus indíjenas existen prácticas
semejantes, para achacar estos actos a tradiciones populares. Las
colonias españolas han vivido durante tres siglos en una
tranquilidad patriarcal, i solo con la revolucion comenzaron a verse
ejecuciones i derramamiento de sangre; ¿será que en el hombre
sea natural aquella fiereza que tiene sufocada la civilizacion i las
leyes, i que reaparece de nuevo cuando esta doble presion afloja?
¿Bárcena habria leido viajes i descripciones de las torturas de los
prisioneros entre los Sioux i los Iroqueses? O bien será que una
raza traiga en la sangre las tradiciones de sus padres, i éstas
revivan i se animen con la exitacion de los ódios políticos, como
aquellas culebras entorpecidas en nuestros campos, a quienes el
calor del sol devuelve el uso de su veneno mortífero? Lea V.
entónces a Llorenti, Memorias para servir a la historia de la
inquisicion, i allí puede encontrar afinidades mui ilustrativas.
En medio de este caos de intereses, respirando la atmósfera
cargada de huimo, i encerrados en un horizonte que a cada punto
tiene aparejadas tormentas que de una hora a otra pueden
descargar sobre sus cabezas, la Musas arjentinas cualquiera que
sea la ribera donde les sea permitido entregarse a sus sueños, lo
divinizan todo hasta la desesperacion i el desencanto. Me parece
que una causa profunda hace al pueblo español por todas partes
poeta; intelijencias caidas como aquellos nobles de otro tiempo
descendidos a la plebe, con organizaciones e instintos
desenvueltos; mentes elevadas i ociosas, que se remueven i ajitan
en su nada, revelando su elevada condicion por entre los harapos
que las cubren. El español inhábil para el comercio que esplotan a
sus ojos naves, hombres i caudales de otras naciones, negado para
la industria, la maquinaria, las artes, destituido de luces para hacer
andar las ciencias o mantenerlas siquiera, rechazado por la vida
53

moderna para que no está preparado, el español se encierra en sí


mismo i hace versos; monólogo sublime a veces, estéril siempre,
que le hace sentirse ser intelijente i capaz si pudiera de accion i de
vida, por las transformaciones que hace esperimentar a la
naturaleza que engalana en su gabinete, como lo haria el norte
americano, con el hacha en los campos, aquel poeta práctico que
hace una pastoral de un desierto inculto, e inventa pueblos i
maravillas de la civilizacion, cuando del seno del bosque asoma su
cabeza a la márjen de un rio aun no ocupado. ¡Yo os disculpo
poetas arjentinos! Vuestras endechas protestaran por mucho tiempo
contra la suerte de vuestra patria. Haced versos i poblad el rio de
seres fantásticos ya que las naves no vienen a turbar el terso
espejo de sus aguas. I mientras otros fecundan la tierra, cruzan a
vuestros ojos con sus naves cargadas el almo rio, cantad vosotros
como la cigarra, contad sílabas, mientras los recien venidos cuentan
los patacones; pintad las bellezas del rio que otros navegan;
describid las florestas i campiñas, los sotos i bosquecillos de
vuestra patria, mientras el teodolito, i el grafómetro, prosaicos en
demasia, describen a su modo i para otros fines los accidentes del
terreno.
Qué de riquezas de intelijencia i cuanta fecundidad de
imajinacion perdidas! Cuántos progresos para la industria, i que
saltos daria la ciencia si esta fuerza de voluntad, si aquel trabajo de
horas de contraccion intensa en que el espíritu del poeta está
exaltado hasta hacerle chispear los ojos, clavado en un asiento,
encendido su cerebro i ajitándose todas sus fibras, se emplease en
encontrar una aplicacion de las fuerzas fisicas a producir un
resultado útil!
El canto del poeta arjentino se eleva rudo i barbaresco desde
las filas del soldado, hasta depurarse i tomar formas mas cultas en
la boca de coroneles, ministros i jenerales. La poesia ha servido no
pocas veces a despertar intelijencias dormidas, lanzándolas en la
vida pública. Pacheco 0bes, el jefe montevideano, es poeta; i poeta
es Lamas, que llegó al ministerio; poeta era Rivera Indarte, i a noble
estirpe de poetas pertenece Florencio Varela, el eco de la razon
pública en estas aguas, el intermediario entre los hijos de la España
i los ajentes de las naciones, el último Moicano de la raza pura de
los constitucionales; digno representante de un partido que ha
desaparecido hasta el último, por la muerte de los jefes, i por la
desmoralizacion del resto, que ha ido desprendiéndose i cayendo,
como las carnes i tegumentos que revisten el esqueleto de los
animales sin vida. Vuelvo a mis poetas: Ascazubí el primero, bardo
plebeyo, templado al fuego de las batallas, soldado raso en el Tala
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(Tucuman), asistia al primer combate del jenio gaucho, oficial en el


sitio de Montevideo ha podido venir a encontrar el torrente que
desde entónces ha venido engrosándose i venciendo débiles
obstáculos, como lo venció a él, hasta dar esta última batalla en las
murallas que el espíritu europeo le opone. Ascazubí esplota con
felicidad a veces aquel jénero popular que traduce en acentos
mesurados las preocupaciones de las masas; el arma que Beranger
opuso a los Borbones, el jénero en que Rubi en España ha
mostrado toda la riqueza de exajeracion, de fraude, de holgazaneria
del jitano i del andaluz. ¿Cómo hablar de Ascazubí, sin saludar la
memoria del montevideano creador del jénero gauchi-político, que a
haber escrito un libro en lugar de algunas pájinas como lo hizo,
habria dejado un monumento de la literatura semibárbara de la
Pampa? A mi me retozan las fibras, cuando leo las inmortales
pláticas de Chano el Cantor, que andan por aquí en boca de todos.
Echeverria describiendo las escenas de la Pampa, Maldonado
imitando el llano lenguaje, lleno de imájenes campestres del Cantor,
qué diablos! porque no he de decirlo, yó, intentando describir en
Quiroga la vida, los instintos del pastor arjentino, i Ruguendas, el
verídico pintor de costumbres americanas; he aquí los comienzos
de aquella literatura fantástica, homérica de la vida bárbara del
gaucho, que como aquellos antiguos Hicsos en el Ejipto, hase
apoderado del gobierno de un pueblo culto, i paseado sus caballos,
i hecho sus hierras, sus festines i sus laseaduras en las plazas de
las ciudades. Paréceme ver al viejo Chano de las islas del Tordillo,
acercándose al pago de la Guardia del Monte, al tranco majestuoso
i pausado del caballo del gaucho, estirado el cuello del corcel sin
gracia, miéntras que el jinete, sentándose sobre las vértebras
describe con su espalda una curba que avanza hácia delante la
cabeza inclinada para romper el viento, i dejar al cuerpo toda su
flexibilidad. "Con que amigo," le dice Contreras, al verlo llegar,
“¿diaonde diablos sale? Meta el redomon, desensille, votoalante!.....
¡Ah pingo que dá calor!" Cordial salutacion que encierra ya muestra
sencilla de la hospitalidad de la Pampa, i el cumplido mas lisonjero
que puede hacerse al gaucho, alabarle su caballo. "Pero si es
trabuco, Cristo!" esclama el gaucho lisonjeado. "Cómo está señor
Ramón?" —" Mientras se calienta el agua i echamos un cimarron;
qué novedades se corren?..—Novedades! qué sé yo; hai tantas,
que uno no acierta a que lado caerá el dos, aunque le esté viendo el
lomo. Todo el pago es sabedor que yo siempre por la causa anduve
a frio i calor. Cuando la primera patria al grito se presentó Chano
con sus hijos. Ah tiempo aquel. .! ya pasó! Si fué en la pátria del
medio lo misimo me sucedió. Pero amigo en esta patria! Alcánzeme
55

un cimarron."—Qué triste! qué doloroso es este alcánceme un


cimarron! Cuántas cabilaciones van a empezar cuando el gaucho
comience a sorber su mate amargo. Toda la historia de la
revolucion pasa rápidamente por su memoria. Los primeros tiempos
de entusiasmo los ha juzgado ya esclamando "Ah! tiempo aquel! ya
pasó." Los desencantos vienen en pos: "En diez años, dice, que
llevamos de nuestra revolucion, qué ventajas hemos sacado? Las
diré con su perdón; robarnos unos a otros, aumentar la desunion,
querer todos gobernar, i de faccion en faccion andar sin saber que
andamos; resultando en conclusion que hasta el nombre de paisano
parece de mal sabor." I no es que al buen sentido del gaucho se
esconda la causa del mal, que es el espíritu de localidad, el espíritu
castellano de odio i aversion contra el estranjero, llamando tales a
los mendocínos i salteños, tal es su rabia de encontrar estranjeros.
Chano pone un caso, en que lo que no pudo hacer la jente del pais
hízolo un mocito forastero, a quien no se premió por ser estranjero.
E ahí la historia de las repúblicas americanas, solo que Chano, el
pobre cantor de la Pampa no alcanzaba a ver sino el odio entre las
provincias; mas tarde habria visto el odio entre los estados; el odio
de los nacidos en el suelo contra los que vienen a poblarlo. "Es un
dolor ver estas rivalidades", replica Contreras, "perdiendoel tiempo
mejor, solo en disputar derechos, hasta que, no quiera Dios! se
aproveche algun cualquiera de todo nuestro sudor." Dios lo quiso,
empero, gaucho Profeta del desierto, en 1820; el cualquiera
presentóse, i hace ya largos años, sin que sea dado vaticinar el fin
de esta última patria, tan triste, tan larga!
Sigue en la procesion de poetas montevideanos i arjentinos
grande muchedumbre de versificadores de mas o ménos mérito. He
debido a uno de ellos palabras llenas de calor en una composicion
que Várela encontró bella. Figueroa se ha distinguido por sus
Toraidas tan festivas i tan apasionadas por la tauromaquia, que da
gana de creerlo aficionado de la puerta de Alcalá en Madrid. Indarte
ha seguido a Berro a la tumba, Dominguez ha remontado el Paraná
i halládose en la cruenta batalla de Obligado. Marmol, despues de
sus peregrinaciones por el mar, en aquel viaje que V. sabe, sin
desenlace como todas nuestras empresas, refujióse a Rio Janeiro a
trascribir sin duda bajo la sombra de algun palmero del trópico, los
versos que habia compuesto entre las fríjidas borrascas del Cabo
de Hornos que no pudo doblar.
Para indemnizarme de tantas pérdidas, he encontrado a
Echeverria, manso varon, como es poeta ardiente i apasionado. Su
intimidad me ha ahorrado largas horas del fastidio de una plaza
sitiada. ¡Cuántas pláticas animadas hemos tenido sobre aquello que
56

está del otro lado del rio! Echeverria, que ha engalanado la Pampa
con las escenas de la Cautiva, se ocupa de cuestiones sociales i
políticas; sin desdeñarse de descender a la educacion primaria,
como digna solicitud del estadista americano. Alma elevadísima por
la contemplacion de la naturaleza i la refraccion de lo bello, libre
ademas de todas aquellas terrenas ataduras que ligan los hombres
a los hechos actuales, i que suelen ser de ordinario el camino del
engrandecimiento. Echeverria no es ni soldado ni periodista; sufre
moral i fisicamente; i aguarda sin esperanza que encuentren las
cosas un desenlace para regresarse a su patria, a dar aplicacion a
sus bellas teorias de libertad i de justicia. No entraré a examinarlas
por lo que puede ser que trasluzca V. algo en un trabajo que
prepara para ver la luz pública bajo el nombre del Dogma Socialista.
El poeta vive empero aun al traves de estas serias lucubraciones.
Echeverria es el poeta de la Desesperacion, el grito de la
intelijencia pisoteada por los caballos de la Pampa, el jemido del
que a pié i solo se encuentra rodeado de ganados alzados que
rujen i caban la tierra en torno suyo, enseñándole sus aguzados
cuernos. ¡Pobre Echeverria! Enfermo de espíritu i de cuerpo,
trabajado por una imajinacion de fuego, prófugo, sin asilo, i
pensando donde nadie piensa: donde se obedece o se sublevan,
únicas manifestaciones posibles de la voluntad. Buscando en los
libros, en las constituciones, en las teorias, en los principios la
esplicacion del cataclismo que lo envuelve, i entre cuyos aluviones
de fango, quisiera alzar aun la cabeza, i decirse habitante de otro
mundo i muestra de otra creacion. Echeverria tiene escrito un
poema que reasume todos aquellos desencantos, aquella inquietud
de ánimo i aquel desesperar sin tregua que forma el fondo de sus
cavilaciones. El Anjel Caido, es una beldad que ha pecado, i que se
arrepiente; pero en el título solo ¡quién no vé a la patria de sus
sueños, solo que no se atreve a hacerla prostituta impúdica, como
Jeremias el cantor hebreo! La tiene lástima todavia, i pide perdon
por ella.

"Era un Anjel, Señor, de ese tu cielo,


Pero andando en la tierra peregrina
Olvidó acaso su mision divina,
Por criatura humana sintió amor;
Perdónala Señor.
Envíala una luz que la ilumine,
Un anjel que la guarde i encamine
Por la senda mejor:
Que la regale siempre horas serenas
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I que aplicando bálsamo a sus penas


Te lleve su ofrenda mediador;
Perdónala Señor."

A falta de sentimientos morales para engalanar su Patria, tan


humillada i tan cubierta de lodo, Echeverria canta las grandezas
naturales de su Rio:

"Me place en el Pampero


Esa tu lídia jigante
I el incansable hervidero
De tus olas a los pies,
I la espuma i los bramidos
De tu cólera soberbia,
Que atolondra mis sentidos,
Llevan a mi alma embriaguez.
I me place verte en calma
Dormir como suele a veces
Dormitar tranquila mi alma,
O mi vida material,
Cuando la luna barniza
Tu faz de plata, i jugando
El aura apenas te risa
La melena de cristal:
Me places cual la llanura
Con su horizonte infinito,
Con su gala de verdura
I su vaga undulacion;
Cuando en los lomos del bruto
La cruzaba velozmente
Para aturdir de mi mente
La febril cabilacion.
I te quiero ¡oh Plata! tanto
Como te quise algun dia,
Porque tienes un encanto
Indecible para mí;
Porque en tu orilla mi cuna
Feliz se meció, aunque el brillo
Del astro de mi fortuna
Jamas en tu suelo ví.
Te quiero como el recuerdo
Mas dichoso de mi vida,
Como reliquia querida
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De lo que fué i ya no es,


Como la tumba do yacen
Esperanzas, ambiciones,
Todo un mundo de ilusiones
Que vi en sueño alguna vez."

He aquí al verdadero poeta, traduciendo sílaba por sílaba su


pais, su época, sus ideas. El Hudson o el Támesis, no pueden ser
cantados así; los vapores que hienden sus aguas; las barcas
cargadas de mercaderías, aquel ormiguear del hombre, aforradas
sus plantas en cascos, no deja ver esta soledad del Rio de la Plata,
reflejo de la soledad de la Pampa que no alegran alquerias, ni
matizan villas blanquecinas, que ligan al cielo las agujas del lejano
campanario. No hai astilleros, ni vida, ni hombre, hai solo la
naturaleza bruta, tal como salió de las manos del Criador, i tal como
la perpetua la impotencia del pueblo que habita sus orillas. ¡I si
fuera posible aturdirse con la esperanza de mejores tiempos,
cuando las ciudades broten, i los astilleros atruenen con los golpes
del hacha i del martillo, i los vapores jaspeen el aire con bocanadas
de humo, i las naves se apiñen a la entrada de los docks, para
burlar la furia del Pampero! Pero no! En la imajinacion española, no
entra el progreso rápido, súbito que trasforma en los Estados
Unidos un bosque en una capital, un eriazo en una provincia que
manda dos diputados al congreso. Lo que antes fue, será siempre, i
tienen razon: el rei, i la República, la libertad i el despotismo; todos
pueden pasar sobre los pueblos españoles, sin cambiar la fisonomia
árabe, berberisca, estereotipada indeleblemente.
Despues de Echeverria he gozado de la frecuencia de Mitre,
poeta por vocacion, gaucho de la Pampa por castigo impuesto a sus
instintos intelectuales, artillero, sin duda buscando el camino mas
corto, para volver a su patria, espíritu fácil, carácter simple i
mesurado, i escelente amigo.
Alcina, Varela, Wright, Pico, Cané, Velez, cuantos arjentinos
intelijentes encierra, tantos amigos dejo en esta ciudad, erizada de
cañones, devorada por pasiones mezquinas, i encargada de la mas
alta i gloriosa obra que pudo encomendarse a un pueblo.
Un abrazo a todos mis amigos.
59

Rio Janeiro.

Señor don Miguel Piñero.


Rio Janeiro, Febrero 20 de 1846.

Son las seis de la mañana apénas, mi querido amigo, i ya


estoi postrado, deshecho, como queda nuestra pobre organizacion
cuando se ha aventurado mas allá del límite permitido de los goces.
El sol está ahí ya, en el borde del horizonte, escudriñando los mas
recónditos recesos de este cráter abierto en cuyo interior esta
fundada Rio Janeiro. Me pone miedo el sol aquí, i concibo que los
pueblos tropicales lo hayan adorado. Paréceme ver en él cuando se
presenta en los límites celestes, aquella figura de Miguel Ánjel que
preside al juicio final, implacable en sus miradas que dominan
la.tierra, atlética en sus formas que revelan su poder incontrastable.
Es un tirano sobre cuya faz no es uno osado de echar una mirada
furtiva; sus rayos se sienten presentes a toda hora, agudos como
flechas, penetrantes como lluvia de agujas. Despues de veinte dias
de residencia en esta ciudad permanezco inmóbil, los brazos
tendidos, las fibras sin elasticidad, agobiado bajo su influencia
letárjica. Anúnciase apénas la aurora, i ya el calor del sol ausente
aun pone en movimiento la vejetacion, bulliciosa ella misma, como
los enjambres de insectos dorados que la pueblan. Bajo los trópicos
la naturaleza vive en orjia perenne. La vida bulle por todas partes,
ménos en el hombre que se apoca i anonada, acaso para guardar
un equilibrio desconocido entre las fuerzas de produccion. El
hombre nacido en estas latitudes, resiste a su accion instantánea;
pero a la larga, vésele en sus hijos, en sus hábitos, debilitarse i
perder la enerjia orijinal de la raza. El estranjero venido de climas
templados, se siente paralizado en sus movimientos, como en
aquellas pesadillas, en que el brazo no obedece a la impulsion que
quisiera darle la voluntad en un soñado peligro; anda
escondiéndose del astro matador, i acechando su ausencia para ir a
contemplar como un intruso las obras.de este artífice supremo de
las maravillas tropicales. I entónces, cuando la vista se ha esparcido
sobre este conjunto de cuadros, de sombras luminosas i de luz
reberberada, se comunica a los sentidos la fatiga del espíritu,
gastado por la sensacion de lo sublime, que en la vida no se ejercita
60

sino de tarde en tarde i por minutos, i que dura aquí horas enteras; i
el pobre neófito vuelve a buscar su hogar sintiendo su nada, i la
limitacion de sus facultades fisicas i morales.
Hoi me pone al fin la pluma en la mano una de aquellas
sensaciones que exitan la efervescencia del ánimo i superan al
decaimiento de los miembros. Cuando el sol asoma su disco colosal
en el horizonte, sábelo el que duerme en el apartado i oscuro retrete
del interior de los edificios. Dormido, siente uno moverse el aire en
olas tibias que se vienen empujando, ormiguearle la sangre,
dilatarse los poros para convertirse en fuentes de donde fluyen
mares; i a las locas ideas que revuelve la imajinacion, se suceden
movimientos estraños, como de luces que se apagan, como de
fantasmas que huyen o se evaporan, como de pesos que van
acumulándose sobre los miembros i estorbando el movimiento, con
un alargarse al parecer de las fibras cada vez mas i mas, hasta que
a la sensacion de la fuerza se ha sostituido la languidez, la muerte
en vida del cuerpo i la enervacion del espíritu. Esto es el despertar
del trópico, i esta mañana, cuando recobraba el sentimiento de la
existencia así mutilada, un desconocido rumor de sonajas
metálicas, i de voces humanas, porque decididamente aunque
estrañas, pertenecian a las modulaciones de nuestra especie, venia
a confundirse en aquel caos del espíritu que se llama sueño.
Incorporóme pesadamente, i los ruidos toman la forma neta i
despejada de la realidad; asomóme a la ventana que domina la
plaza i la esclavatura se me presenta en toda su deformidad. Larga
recua de negros encorbados bajo el peso de la carga seguian al
trote, al madrin que en la delantera ajitaba sonajas de cascabeles i
campanillas. Negros arrieros cerraban la procesion, chasqueando
sus látigos sonoros para avivar el paso de las muias humanas; i
aquella bestia en dos pies, léjos de jemir bajo el peso, canta para
animarse con el compas de su voz: al oiria en coro con la de los que
le preceden i le siguen se siente hombre todavia, i prevee que hai
un término próximo a su fatiga, el muelle donde las naves cargan, i
un fin lejano, la muerte que cura todos los dolores.
Paréceme que todas las injusticias humanas vinieran del
sentimiento de la debilidad. La raza negra queda hoi tan solo
esclavizada por los últimos en la escala de los pueblos civilizados,
los portugueses i los españoles. La esclavatura es como los
pañales de la indústria. Hasta los romanos la guerra se hizo, como
medio de hacer provisiones; hasta ayer no mas la indústria que
nacia traia un esclavo para atarlo a la tahona, o uncirlo al yugo.
Pero cuando el hombre se ha encontrado en posesion de las
matemáticas, ha dejado de esplotar hombres, i sostituido a la fuerza
61

de los caballos mismos las del vapor, que pone en movimiento las
máquinas de su invencion. Hai esclavos donde no hai poderes
dinámicos, donde el individuo se reconoce débil en presencia de las
resistencias fisicas, hailos en el Brasil, en Cuba, i en la estremidad
sud de los Estados Unidos. Pero bien cara que pagan esta
injusticia! La raza blanca en Rio Janeiro está plagada de
enfermedades africanas, que participan del carácter odioso i
deforme de las degeneraciones de los trópicos, donde lo que no
alcanza a ser bello es monstruoso i repugnante; mariposas doradas
o sabandijas espantables. La raza esclava sirve de seguros del
despotismo, i el amo no osa ser libre, porque siente removerse bajo
sus plantas, la víctima que a su vez oprime. La familia, aquel último
asilo del egoismo, se disuelve tambien i el cáncer de la esclavatura
lleva la degradacion al hogar doméstico, la crápula sucia a veces, i
la relajacion de todos los vínculos sociales. El asilo doméstico es un
estrecho i velado santuario entre los pueblos lusitanos. El esclavo
hace parte obligada de la familia: el amo descubre con su ojo
negrero atractivos raros en su esclava jóven que le hacen olvidar
los deberes conyugales; i en aquellas casas cerradas casi siempre
a los estraños se arrastran, como esas feas alimañas que se placen
en la oscuridad i en el fango, torpe guerra entre marido i mujer,
orjias de adolescentes que hacen bajo el techo doméstico el
aprendizaje del vicio: a veces susúrrase de tal dama que ha tenido
un desliz con un esclavo, i la esposa infeliz sufre de continuo las
mordeduras atroces de los zelos, viendo a la par de la suya crecer
familias espúreas de los que pueden llamar hermanos o padres a
sus hijos. Así el crímen cometido contra una raza, i consentido por
la moral pública, va deponiendo lentamente sus jérmenes en el
seno mismo de la raza opresora, para obrar a la larga una de
aquellas grandes e infalibles compensaciones, con que el mal se
equilibra en el mundo moral, tornándose siempre en desagravio de
los oprimidos! Oh! porque no ha dado Dios a los tiranos una vida
mas larga que a sus víctimas momentáneas, a fin de que no se
sustrajesen con su temprana muerte a la lei infalible del mal, que es
matar al mismo que lo promueve.
El mulato se levanta ya en el Brasil amenazando vengar bien
pronto las injurias hechas a su tostada madre. Raza viril que
conserva la sangre ardiente del africano, templada para bullir bajo
los rayos verticales del sol, al mismo tiempo que la organizacion de
su cráneo lo liga a la familia europea. Dumas, Heredia, Petion,
Barcala, aquellos nobles mulatos, viven aquí en todos cuantos
hombres notables brillan por las artes, la música, la poesia, i las
ciencias médicas. La raza pura portuguesa cae visiblemente en la
62

decrepitud, i en la inanicion; i en las Cámaras i en la prensa diaria,


mas fecunda aquí en injurias que entre nosotros, todo se dicen los
contendientes hasta sodomitas, ménos mulatos; porque cada uno
se siente implicado en el reproche, en sus hijos, en sus deudos o en
sí mismo. Hai una lei que prohibe el uso de este epíteto, medida
segura para pesar la gravedad del mal.
Me detengo sin quererlo sobre las brillantes cualidades
morales de esta raza intermediaria entre el blanco que se enerva en
los climas ecuatoriales i el negro incapaz de elevarse a las altas
rejiones de la civilizacion. Otra vez habia notado la predisposicion
constante del mulato a ennoblecerse, i su sentimiento esquisito del
arte, que lo hace instintivamente músico. Viénele la primera
cualidad de haber ensanchado su frente, i la segunda de la sangre
africana que calienta su nuevo i mas idóneo cerebro. El negro
canta, i sus nérvios se robustecen i cobran alientos, cuando habian
tocado ya el último término posible de la accion humana. Si un
negro va en las calles de Rio Janeiro agoviado bajo el peso de la
carga, i otro observa que las piernas le flaquean i su espinazo se
estremece, exhaustos ya los poderes de tension, corre presuroso
en su auxilio, pónesele al lado i le canta acompasándose a la
marcha. Responde con voz adolorida i sepulcral el paciente, aviva
el canto el auxiliar, i poco a poco la voz se aclara, el paso se afirma
i el duo se sigue alegre i mesurado. Entónces el negro amigo ha
terminado su obra de caridad, dando al aflijido música que remonte
sus fibras, volviendo sobre sus pasos a continuar su camino de que
se habia desviado. Cuando los remeros esclavos han vogado dos
horas i por sobre sus anchas espaldas corre a mares el sudor, i sus
ojos undidos brillan con luz taciturna, míranse entre sí i prorrumpen
en un canto con palabras inintelijibles cual ensalmos dirijidos al
Fetiche. El golpe de los remos mide el compas, i algunos minutos
despues el lijero esquife hiende las olas como arrebatado por una
corriente irresistible. Una vez de camino a una visita encontré un
grupo de africanos haciendo corro a uno que cantaba;
acompañábanle con los movimientos de los ojos i el golpe de las
manos todos los que le rodeaban, i con los pies uno que estaba
pesadamente cargado. Dos horas despues, acertando a pasar por
el mismo lugar, detúveme asombrado a contemplar el mismo grupo
embriagado con aquella ambrosia que hacia olvidar al uno su
pesada carga i a todos las horas transcurridas. ¡Cuánta animacion
en aquellos semblantes radiosos de felicidad i de entusiásmo,
cuánta voluptuosidad en aquellas bocas entreabiertas, i cuánto
fuego en aquellas miradas fijas i centelleantes! No! los artistas de la
ópera no me han mostrado sentir la música como una negra a quien
63

requebraba sin duda, en canto mandinga o cafre un negro que la


detenia en la calle. Su boca, sus ojos, sus nervios todos seguian por
segundos las modulaciones monótonas del tentador, como si cada
nota de aquellas se asentase visiblemente en su fisonomia,
animada hasta la exaltacion i el delirio. El entusiasmo es la calidad
mas dominante en el negro, i el amo avaro para eccitarlo, hace que
su recua cante, afin de hacerla dar la última partícula de accion i de
trabajo. ¿Nos vendrá por ventura la música del sol como los
colores? ¿Por qué brilla en Italia i va disminuyendo en harmonias a
medida que se avanza hácia el norte, hasta las playas de
Inglaterra? Hai en la naturaleza tropical melodias inapercibibles
para nuestros oidos, pero que conmueven las fibras de los
aboríjenes. Oyen ellos susurrar la vejetacion al desenvolverse, i en
los palmeros donde solo escuchamos nosotros murmullos del
viento, distinguen los africanos cantos melodiosos, ritmos que se
asemejan a los suyos. ¿La harmonia i la belleza por qué no han de
ser cuerpos imponderables tambien como el magnetismo i la
electricidad, que solo necesitan un estimulante para producirse? En
los climas templados reina sobre toda la creacion un claro obscuro
débilmente iluminado que revela la proximidad de las zonas frias, en
donde el pinabeto i el oso son igualmente negros. Suba V. la
temperatura algunos grados hasta hacerla tropical, i entónces los
mismos insectos son carbunclos o rubies, las mariposas plumillas
de oro flotantes, pintadas las aves que engalanan penachos i
decoraciones fantásticas, verde esmeralda la vejetacion,
embalsamadas i purpúreas las flores, tanjible la luz del cielo, azul
cobalto el aire, doradas a fuego las nubes, roja la tierra, i las arenas
entremezcladas de diamantes i de topacios. Paseome atónito por
los alrededores de Rio Janeiro, i a cada detalle del espectáculo
siento que mis facultades de sentir no alcanzan a abarcar tantas
maravillas. Desde el mar al aproximarse el buque, llégase a un
estrecho pasaje que custodian de pié el jigantesco Pan de azúcar, i
una estraña figura de cadáver humano que parece un rei Borbon
tendido sobre su tumba. Los viajeros se muestran este capricho del
perfil de una montaña, a cuyos lineamentos la imajinacion presta
luego todos los detalles de la realidad. Esto es solo la boca del
proscenio, i allí colocado el espectador ve de un golpe
desenvolverse ante sus ojos la hasta entónces escondida Bahia de
catorce leguas de profundidad, sembrada de islas verdinegras en
primer plano, azules mas lejos, i blanquecinas al fin, como para
quitar la monotonía de punto de vista tan vasto, terminando a lo
lejos el horizonte la montaña de los Órganos que eleva al cielo sus
picos de mayor a menor como las flautas del instrumento, que le da
64

nombre.
En medio de la ciudad, en el centro de los barrios mas
populosos se alzan siete Morros revestidos de verdura, brillante
como un mosaico de esmeraldas; el pasto de Africa cubre el
terreno, i donde un corte o un derrumbe de la tierra impide la
vejetacion el panizo de un rojo vivísimo se deja ver para hacer
contraste con los diversos matices de verdes, plateados, negruscos
o amarillosos que los árboles entrelazados entre sí por diversas
lianas, ostentan en deliciosos sotillos, cual si trataran de prestarse
mutuo apoyo en los declives i sinuosidades que los protejen contra
las invasiones de la civilizacion que las circunda. El café crece a la
sombra del árbol del pan, i el cocotero, las mangas, los naranjos por
poco que hallen espacio i tierra se agrupan en verdaderas selvas
primitivas.
Todas las tardes ascendiamos, penosamente por la fatiga que
el calor causa, uno de los Morros, i las sensaciones de placer, el
inefable deleite, la eccitacion de entusiasmo casi delirante que
causa esta naturaleza siempre de gala, siempre brillante i recargada
de perfumes i de flores, léjos de saciarse, era un nuevo aguijon para
concertar nuevas esploracioncs a un Morro inmediato.
Hácia el sur de la ciudad i costeando el mar se estienden los
barrios aristocráticos del Catete i Botafogo, verdadero Saint-
Gerrnain de la nobleza estranjera, de la diplomacia, la finanza i todo
lo que puede aspirar a la holganza reposada que exije un clima
abrasador. Pero este Saint-Germain brasilero conserva todo el tipo
del pais. La mansion inglesa está circundada de jardines, cubierta
con una capa de enredaderas que apénas os deja dar con la puerta,
abrigada bajo la sombra de los árboles estraños en formas i frutos
que el pais produce.
Botafogo tiene una bahia aparte, que semeja un lago tranquilo
casi encerrado por promontorios coronados de palmeros, i a su
espalda se levanta el Corcobado, inmenso fragmento de granito que
se avanza de una manera amenazante sobre la línea perpendicular,
como si el núcleo de la montaña hubiese querido sacar la cabeza,
en medio de las convulsiones de la agonia, a respirar el aire libre,
sufocado por las masas de vejetacion, yerbas, arbustos, árboles,
enredaderas, amontonadas, superpuestas, intrincadas e
impenetrables que la cubren desde la base hasta los cuatro quintos
de su elevacion total. El paisaje que desde la cumbre del
Corcobado se descubre es estupendo. Al oriente la inmensa Bahia
con sus buques i sus islas, hácia la base la ciudad i sus
alrededores, i los Morros mirados a vista de pájaro i nivelándose
aparentemente con el suelo como Oasis floridos. A la espalda hácia
65

el occidente i el norte un mar de verdura, cuyas olas las forman una


serie de montañas que se pierde en el horizonte, i que sirven de
guarida inabordable a los negros cimarrones.
Las calles centrales de la ciudad son estrechísimas, quizá
consultando en ello la escasez de vehículos para el movimiento de
las mercaderías que hacen los negros a hombro; pero las mas
apartadas i de data mas reciente son espaciosas i rectas de veinte i
aun treinta varas de ancho. El empedrado se compone de
fragmentos de granito ajustados entre sí con arena i cascajo, lo que
le da una tolerable igualdad i la duracion que no puede obtenerse
en Chile con los empedrados de guijarro. Entre las ventajas con que
la naturaleza se ha complacido en dotar a Rio Janeiro, cuenta la
inapreciable de la mas rica especie de granito azul con criaderos de
rubí. Parece que hubiera una muestra perceptible, en el material de
los edificios en América, de los progresos de la civilizacion o de la
proximidad de la Europa. En Chile, desde el mas rico propietario
hasta el infeliz labriego, construyen con barro, o adoves i reboque
de tierra mojada. En Montevideo la construccion se hace con ladrillo
i cal esclusivamente, lo que revestido de estuco da a la ciudad una
apariencia elegante i elevada. En Rio Janeiro se construye con
granito, cortado en paralelógramos que sostienen el marco de las
ventanas i puertas, distribuidas jeneralmente a tres pies unas de
otras; de manera que estos trozos de piedra forman el esqueleto del
edificio cuyos pequeños lienzos rellenan con escombros de granito
informe, amasado con estuco.
Con tan durables elementos de construccion, ayudados de
mármoles de Italia, jarrones, bustos, estatuas, azulejos i arabescos
en estuco con que decoran los frisos, los edificios toman un aspecto
risueño i culto a la vez. Las plazas públicas casi siempre pequeñas
e irregulares, si se esceptua el Campo de Santana que es una plaza
monstruo a la que desembocan por lo ménos seis calles de cada
costado, estan dotadas de una fuente de agua que es un edificio o
una torre, flanqueada de surtidores multiplicados a fin de facilitar la
provision que por centenares a un tiempo aguardan los esclavos
todo el dia sin interrupcion. Alimenta a estas fuentes entre otros de
menor cuantia, el magnífico acueducto de Jacobo IV, que desde la
cúspide del Morro de Santa Teresa conduce las aguas sobre
arcadas superpuestas como las romanas del acueducto de
Valencia. Rio Janeiro posee varias obras públicas de consideracion,
pudiéndose contar entre ellas la calzada de Pedro I, que
atravesando un terreno fangoso que en otro tiempo ocupó el mar i
hoi invade la poblacion, conduce al palacio de San Cristoval, edificio
pasablemente, si no bello, embellecido con estátuas, i que situado
66

sobre una eminencia, domina el inmenso jardin del Emperador,


donde se aclimatan las plantas útiles de todos los climas. El primer
dia de carnaval, a fin de escaparnos de la granizada de globillos de
cera llenos de agua de olor con que de todas las ventanas asaltan,
empapan i aturden al indefenso transeunte, Ruguendas el pintor de
costumbres americanas i yo, nos dirijimos al jardin del Emperador,
donde nos hospedó durante todo el dia, M.r Koning un naturalista
aleman mui estimable que preside a los trabajos del jardin, casi
abandonado hasta la época en que el príncipe de Joinville residió
en el pais i afeó tanta incuria. No sé si V. ha visitado alguna vez un
jardin botánico acompañado de un naturalista, apasionado como lo
son casi todos de esta segunda creacion que la ciencia ha hecho
clasificando las plantas, estudiándolas en su oríjen, familia,
costumbres &c, como si fueran pueblos de distintas razas i paises.
Es necesario ser mui inculto, para no sentirse interesado en
despecho de los nombres técnicos en esta esposicion que el
cicerone naturalista va haciendo, a medida que encuentra una
nueva planta que mostraros. "Esta pertenece a la especie....de la
familia, del jenero....viene de la isla de Borbon, la flor, la hoja &c.,
llaman vulgo......sirve &c. Esta otra de Méjico, cual de la nueva
Guinea, cual otra del centro de Africa, todas útiles, o raras o
estraordinarias i aun estravagantes por sus formas. Hai calles de
árboles hermosísimos del pais i se estaban formando otras del árbol
del pan, i de bambues; compartimientos ocupados por plantaciones
de té, alcanfor, clavo de olor, canela &c. &c. Mostráronme un
sembrado de un pasto fuerte i largo que sirve maravillosamente
para techar cabanas; un árbol cuya corteza sirve para hacer
ligaduras; una especie de palma para construir con sus hojas un
tejido para bolsas de café, i multitud de árboles i plantas productivas
o aplicables a la industria, de todos los paises tropicales del mundo.
Proponíase el Emperador aclimatar en su jardin, todas las plantas
exóticas que forman la riqueza del Jardin Botánico, vasto
establecimiento de aclimatacion, situado en direccion opuesta, a
tres leguas de la ciudad i detras del Corcovado. Un diputado habia
denunciado este jardin como un lujo inútil que absorvia las rentas
del Estado. Es efectivamente un bellísimo establecimiento,
sostenido con asiduidad estrema, i enriquecido con cuanto vejetal
productivo hai en los paises tropicales i cuyas semillas i plantas se
distribuyen gratis a los hacendados que las solicitan. Por lo demas
no sé si el diputado tenia razon o no; pero no hace 50 años a que
se introdujo la primera semilla de café a Rio Janeiro; no hace treinta
a que se estrajo la primera bolsa del aclimatado, i hoi pasan de
800,000 las que llenan todos los mercados del mundo; la azúcar i
67

los diamantes han cedido su lugar al café como produccion


principal, cuatrocientas mil almas forman la provincia de Rio Janeiro
que esplota el café; la capital se ha llenado de riquezas, de edificios
i de poblacion, la Bahia está siempre en movimiento proveyendo
café a los centenares de buques que lo demandan, i el café es en
fin el Anjel Salvador del Brasil cuyos azúcares pierden de dia en dia
su valor en todos los mercados. La provincia de San Pablo empieza
a producir de regular calidad, i gracias al Jardin Botánico, el
alcanfor, i el clavo, i la canela, i el té brasileros pueden una vez
presentarse en los mercados europeos, si no temibles por su
calidad, respetables por las grandes cantidades en que pueden ser
producidos. Es imposible imajinarse las dificultades con que las
mejoras o los nuevos ramos de industria tienen que luchar en
América, por el apego a la rutina, la incuria i la pereza que en los
pueblos enjendra la facilidad de vivir como quiera, i con cualquier
cosa. Sin goces, como sin necesidades, el gobierno debe estimular
esta pereza, haciendo brillar ante los ojos de estos pueblos niños
las joyas cuya posesion solo les costaria estender las manos. Quien
sabe por otra parte cuanto ha contribuido el Jardin Botánico a
desenvolver el gusto por la jardineria que he notado, i que tanto
embellece la vida doméstica. El Paseo público de Rio Janeiro es
tambien un hermoso jardin de árboles i plantas brasileras que un
particular donó al rei, que en recompensa lo hizo conde o marques
del Paseo público, ni mas ni ménos como Napoleon hacia un duque
de Bellune o un príncipe de la Moskua. Para terminar con los
jardines i la naturaleza tropical que tan encantado me tienen, diré a
V. que he debido a los jardines públicos de Rio Janeiro, el placer de
conocer la rara vejetacion tropical en cuanto de mas rico ostenta en
toda la tierra, conservada en todo su esplendor i su brillo. M.r Koing
me decia, ''en Europa en los conservatorios verá V. estas mismas
plantas, pero tristes, pálidas, como tísicos que en un hospital viven
a fuerza de arte i de cuidados. Aquí estan como en su pais, bajo
este cielo abrazado, alzándose en medio de la atmósfera húmeda i
tibia que les conviene, i sacudidas i bañadas por las lluvias, que las
mantienen siempre brillantes, como si acabasen de salir de las
manos del Creador." I en efecto es el carácter peculiar de la
vejetacion de los trópicos esta rareza de formas, i de colores,
cualquiera que sea la dimension del vejetal, revestidos sus troncos
de musgo, sus ramas recargadas de parásitas florescentes, i sus
hojas brillantes siempre i resplandecientes.
La ciudad facilita por medio de omnibus capacísimos la
comunicacion entre el centro i las estremidades. La aduana está en
la ribera del mar i los buques atracan a cuatro o cinco muelles de
68

descarga, que ahorran la intervencion de lanchas depositando


desde la bodega del buque, por medio de un aparejo, la carga en
almacenes. Otro muelle hai para la descarga de frutos del pais, otro
para descargar café, i diez o doce mas para desembarco de
pasajeros, o mayor comodidad de los buques que estan cargando.
Cada hora parte un vapor que lleva i trae los vecinos que tienen
negocios en Playa Grande, o motivo de visitarlo. Todos los dias va
uno a las islas; cada dos otro al fondo de la Bahia: cada semana
salen dos para Santos, San Pedro i Puerto Alegre, i cada quince
otro en fin que costea la márjen del Atlántico, llega a Pernambuco,
Bahia i Pará, límite del imperio al Norte. Como V. lo vé, el Brasil en
locomocion acuática sale ya del rol de los pueblos Sud-Americanos,
que tan supina incapacidad han mostrado hasta aquí en todo lo que
tiene relacion con la viabilidad. Aquel movimiento parte de la capital
tan prodijiosamente situada en el medio de la América del Sur, a
orillas de la bahia mas espaciosa i segura del mundo, entre el Cabo
de Hornos i el de Buena Esperanza, centro de todos los derroteros
marítimos, donde se cruzan las líneas de Europa i Estados-Unidos,
escala del Pacífico a la vez que de los mares de la India, astillero, i
estacion naval indispensable. Rio Janeiro, en la navegacion
universal, ocupa el mismo puesto que Bizancio o Constantinopla en
la antigua esfera de navegacion dentro del Mediterráneo. El resto
del imperio, a medida que sus provincias se alejan de las costas,
presenta el aspecto de la naturaleza primitiva; el camino se cambia
en senda variable segun los estragos que las lluvias hacen sobre el
terreno. La agricultura se hace en Minas Geraes, sin demarcacion
de la propiedad, pasando las labores de un lugar a otro, a medida
que los matorrales arborescentes del trópico dejan espacio para las
plantas cultivables. Existen en las poblaciones de campaña, lejanas
de Rio Janeiro, asesinos de profesion, matones que ganan su vida
ejerciendo la justicia, por encargo de las partes agraviadas; el
gaucho aparece en San Pablo i en San Pedro, con sus hábitos de
incuria i sus poderes sorprendentes de destreza i de enerjia. La
descomposicion en fin se efectua en los estremos como en el resto
de la América, si bien la compensan la vida que principia en la
capital.
Ya ha visto V., mi buen amigo, como el mulato suplanta al
blanco; pero aun hai otros movimientos que equilibran aquella
fuerza, bien que siempre en detrimento de los oriundos del pais.
Acumúlanse de dia en dia en Rio Janeiro los portugueses de la
península, que ya se cuentan en número de 50,000, conservando
siempre sobre los habitantes del independiente imperio, aquella
superioridad de enerjia i de fuerzas productoras que caracteriza al
69

europeo aunque sea portugues, i arrogándose ademas pretensiosa


superioridad como pertenecientes a la metrópoli. Los portugueses
de allá miran a los de acá como una especie de albinos,
llamándolos macacos por alusion a una familia de monos. Así el
odio de los brasileros contra sus godos aquellos, se aviva cada vez
mas por la decidida influencia que les dan sus riquezas adquiridas, i
no pocas veces su superioridad en intelijencia. Síguenseles los
europeos en jeneral que ostentan en la Rua Directa i en la de
Ouvidor todas las magnificencias del comercio europeo, espuestas
con gusto parisiense. El europeo es allí la parte viva de la sociedad:
de él son las naves, suyos los almacenes, él entra como parte
obligada en todas las empresas, i por él i para él, los negros estan
en continuo movimiento. Yo he buscado en vano en Rio Janeiro al
brasilero, sin poderlo encontrar sino por raras muestras que me han
dejado sospechar que debe existir en alguna parte. El brasilero de
oríjen es noble, aunque a veces mulato, condecorado de cruces de
diamantes, ministro, aduanero, empleado, o hacendado, en cuya
última funcion tiene que habérselas con el portugues. El brasilero ha
bloqueado los empleos, allí no hai cuarentena para el estranjero
que no puede ser ni injeniero, razon por la que no hai todavia un
mapa del imperio ni una carta topográfica de la provincia de Rio
Janeiro. Tal es esta oscuridad del nacional que la embajada inglesa
ha mantenido por tres años consecutivos una tertulia de invierno, a
cuyas reuniones no era permitido a los nacionales asistir, aunque
formasen sus mujeres i sus hermanas el principal ornato de ella.
En pos de estos movimientos espontáneos de razas i pueblos
nuevos que acuden a aquel manantial inagotable de riqueza, vienen
las especulaciones de inmigracion que han principiado ya en escala
superior, si bien con éxito deplorable. Hai en el fondo de la bahia
una colonia de Suizos; un enjambre falansteriano vino de Francia a
disolverse apenas hubo tocado el suelo caliente del Brasil, i tres mil
Alemanes, depositados en la playa como se deposita el carbon de
piedra o las balas de algodon, fueron diezmados, quintados,
aniquilados en pocos dias por la miseria, el calor, la fiebre i el
desencanto. Nada estaba preparado para su recepcion, por esa
impericia que nos es comun a todos los descendientes de la
Península para asimilarnos pueblos estraños. El aleman nacido en
climas templados, en lugar de cereales, encontraba el café i la
caña; i en vez de frutas europeas, veia con asombro racimos que no
eran de uvas, paltas, bananas, ananás, mangas i cuanta otra
variedad estraña i desconocida ofrecen los trópicos.
De todo este conjunto de movimientos de suplantacion, i de
aquella aglomeracion de fuerzas activas i civilizadoras que hacen la
70

riqueza i el esplendor del Imperio, se levanta un grito unísono contra


el estranjero, que es insolente, astuto, avaro, conspirando contra el
Brasil, llevándose el oro i los diamantes en cambio de sus baratijas i
sus avalorios. ¡Qué odio contra la Inglaterra que persigue la
esclavatura! ¡Qué dia de gloria aquel, en que el Emperador
mandase echar a pique las escuadras estacionadas en la Bahía, i
ahogar a todo estranjero establecido allí, i prohibir la introduccion de
artefactos europeos, para que entónces los fabricasen los
Brasileros mismos, bien entendido que traerian de Europa las
máquinas, i a caso consintieran en que viniesen los artesanos a
enseñarles a manejarlas! Los diarios i los estadistas mas eminentes
propalan la mision del Brasil para ponerse a la cabeza de la cruzada
contra las pretensiones europeas. Rosas, que se llama el Defensor
de la Independencia americana, es un intruso, un bárbaro, i un
pobre diablo; porque el Brasilero afecta ignorar que existe por ahí
una cosa que se llama República Arjentina, no obstante que sus
enviados, su política i sus naves han sido siempre i son hasta hoi el
estropajo de su caudillo.
La política imperial participa de estas preocupaciones. Allí
mas que en Buenos Aires es profunda la conviccion de que no debe
permitirse a los estranjeros la libre navegacion de los rios que los
nacionales no navegan, i tener por límites del Imperio el Amazonas
al norte, i el Plata al oriente; es el sueño dorado del moderno
Imperio, que se envanece de tener como Roma siete colinas en la
capital, esclavos que labren la tierra como de antiguo, i la mision de
dominar la América por sus escuadras, su diplomacia i su comercio.
Los castiçaos son una dejeneracion de la raza portuguesa, i el
habla española un dialecto del idioma de Camoëns; pretensiones un
poco exajeradas, visto el desigual desarrollo de las fuerzas
productivas en proporcion de la riqueza del suelo i de la envidiable
posicion jeográfica del imperio.
La forma de gobierno da aquí sus frutos, con la lozania de las
tierras vírjenes. El emperador es una grande bomba de aspiracion
que atrae a sí incesantemente todas las partículas de poder i de
riqueza que pueden desprenderse de la masa jeneral; los ministros
ejercen la atraccion para su propio centro; i descendiendo la escala
de la jerarquia social, se encuentra que cada individuo es un centro,
un imán mas o ménos grande. El egoismo es pues la lei universal, i
aquí corno en todas partes puede decirse a los pueblps lo que
Beranger decia a los Belgas: queréis reyes? tomad rei!
La república se ha mostrado en el Brasil embozada en el
poncho i armada del lazo, equipaje semibárbaro, que no abona sin
duda sus principios. Yo no comprendo la república sino como la
71

última espresion de la intelijencia humana, i me desconfio de ella


cuando sale del interior de los bosques, de las provincias lejanas de
la:capital, del rancho del negro, o del espíritu de insubordinacion de
algun caudillo de jinetes. La república aparecida en las provincias
pastoras de San Pedro i de San Pablo, hizo escursiones
momentáneas en Minas-Geraes, sin osar acercarse a la capital;
descomposicion de los estremos que no admiten gobierno posible, i
que despues de algunos años de revueltas ha vuelto a entrar en la
nada, de donde salió, no sin haber dejado escapar algunos
destellos de valor, en medio del turbion de desórdenes que trae
consigo la guerra de caudillaje.
En materia de bellas artes i de monarquía me guardo para ir a
verlas en su cuna, que aquí sus imitaciones me parecen
mamarrachos i parodias necias. El Emperador gana 490,000 pesos
anuales por la lista civil, tiene dos palacios, jardines i otras
granjerías, Hai déficit en las rentas, i papel moneda desacreditado,
en esclusiva circulacion como el de Buenos-Aires, Es el Emperador
un jóven, idiota en el concepto de sus súbditos, devotísimo i un
santo en el de su confesor que lo gobierna, mui dado a la lectura, i
segun el testimonio de un personaje distinguido, excelente jóven
que no carece de intelijencia, aunque su juicio esté retardado por la
falta de espectáculo, i las malas ideas de una educacion
desordenada. La fanfarronería en las palabras, i la indecision en los
hechos, he aquí los dos cabos del hilo de la política imperial en
todas las transacciones que tienen relacion con el Rio de la Plata. El
jeneral Guido habia no ha mucho arrancádole un tratado, por el cual
la policia brasilera se encargaba de hacer el oficio poco honroso de
carcelera de los emigrados Arjentinos. Teníase la cosa secreta,
robóse alguien una copia del manuscrito i la prensa de Montevideo
lo espuso a la vergüenza pública. Mucho podria añadir sobre la
administracion de las rentas públicas, el peculado, el contrabando, i
la mendicidad de los empleados, si el orlado manto imperial no
cubriese todas estas fealdades que no pertenecen al carácter
portugues sino simplemente a todo desperdicio de pueblos,
arrojados en las costas americanas al acaso, i para hacer la policia
de las naciones que los enviaron.
Diré a V. algo sobre los hombres que he conocido en Rio
Janeiro, porque ya es tiempo que concluya esta larga carta. Cuando
V. viaje, hágase de buenas cartas de introduccion al principio; no
que hayan de servirle de gran cosa aquellos a quienes vá
recomendado, sino que por una de tantas puertas abiertas, ha de
encontrar su pasaje i su camino a donde quiera V. llegar; a mas de
que la civilidad es en todas partes pródiga de aquellas atenciones,
72

que nos muestran que no andamos desconocidos e ignorados en el


mundo. Traíalas yo, para el Dr. Sigaud, médico del Emperador i
autor de varios trabajos importantes i que me puso en contacto con
el Dr. Chavannes, promotor de la industria de la seda; para Ha-
milton, Encargado de Negocios de la Inglaterra, quien se dignó
presentarme el caballero Saint-Georges, del mismo carácter
diplomático por la Francia, el cual a su vez me presentó a un jóven
de la marina francesa. No quiero pasar por alto una ocurrencia
insignificante en sí misma i que me valió con el segundo de aquellos
personajes la transitoria intimidad que puede establecerse en dos o
tres encuentros. Hamilton me habia invitado a comer, i tenia yo en
la mesa de un lado a Saint-Georges, i del otro al jeneral Rivera de
Montevideo i próximo a regresar a aquella ciudad a hacer una de
las suyas. Conoce V. la historia de este célebre caudillo que ha
figurado cuarenta años en las revueltas de la jente de a caballo.
Habia sídole presentado antes por el Enviado del Uruguai i
recibídome con aquella afabilidad del gaucho que acoje a un
doctorcillo, de que le han hablado bien sus amigos, especie de
muñeco, que no suele ser inútil a veces, sobre todo, cuando se
ofrece escribir una proclama, o un manifiesto, que esplique a las
naciones i al pueblo las razones que tiene para alzarse el gaucho, i
turbar dos años la mal conquistada tranquilidad.
¡Ai! ¡qué estúpidos son los pueblos! No me canso de
contemplar a este jeneral Rivera! Qué bruto tan fastidioso i tan
insípido! Qué saco de mentiras i de jactancias ridículas, qué
nulidad, i sin embargo hai hombres decentes por millares que no
solo se dejan arrastrar por él a los conflictos de la guerra i de la
revolucion, sino que aun estando caido, se sienten dominados por
su prestijio! Yo concibo que la nulidad que se oculta a las miradas
del público i solo se hace sentir por atrocidades, ejerza al fin la
fascinacion del misterio i la accion endémica del terror que enferma
la razon, obrando sobre los nervios; pero la insignificancia a cara
descubierta, palpable i poco dañina, porque esta justicia se le debe
a Ribera, esto es lo que no comprendo. Yo he debido quedar mui
mal puesto en su concepto; i todas aquellas fórmulas con que la
buena educacion prescribe disimular nuestro pensamiento para no
lastimar el amor propio ajeno, no han bastado, a lo que creo, para
ocurtarle al buen jeneral, no diré mi desprecio porque no es esta la
palabra, sino la risa que me dá verlo caudillo de pueblos, personaje
histórico, i hombre influyente. Hablábase en casa del Enviado
montevideano de los negocios del Rio de la Plata, i como
recientemente llegado, yo esponia los últimos acontecimientos. Los
interventores frances e ingles, decia yo, desearian arreglar por un
73

tratado la cuestion si las partes contendientes se sometiesen a


entrar en compromisos mútuos, con garantías de su cumplimiento
en lo futuro. Montevideo no puede tratar, repuso el jeneral Rivera
con un aplomo i una sencillez adorables; si no se trata conmigo,
todo lo que se haga es nulo. Yo soi Montevideo, yo soi todo; la
verda! Habíame quedado estupefacto al oir este lenguaje en boca
de un hombre entrado ya en años, estábamos todos con la
circunspeccion conveniente, i de repente por una de aquellas
súbitas revoluciones de la imajinacion, mui frecuentes en los niños,
yo, el ménos condecorado entre tan altos personajes, yo reventé en
risa. Fué para peor que me contuviese súbitamente, sacara el
pañuelo i afectase limpiarme el sudor; mi confusion misma hizo
comprender a todos, i al jeneral, que me le reia en sus hocicos.
En la mesa de Hamilton se hablaba de todo, política,
fruslerias, incidentes, noticias. En cada cosa Ribera metia su
cucharada, principiando siempre: pues, yo...i seguia alguna
necedad i siempre él, actor, héroe, i parte integrante del suceso.
Nombróse a la Reina D.a María da Gloria, i Ribera estuvo listo para
añadir que en su mano habia estado casarse con ella, segun se lo
proponia D. Pedro; pero que él no habia querido. El enviado
frances, con una esclamacion para halagar a Ribera, i una mirada a
mí para preguntarme si yo entendia mejor que él las habladurias de
este payo, me inspiró desusada presencia de ánimo para decirle:
¿por qué no admitió jeneral?, habriamos tenido la gloria de verlo Rei
de Portugal a la hora de esta! Pude hacer llegar a la adresse de
Saint Georges esta palabra "C'est un bavard" i nuestra buena
inteligencia quedó en el acto establecida, luchando ámbos en
adulaciones al jeneral i en compostura, para no traicionar la risa que
nos retozaba, i cuyo fardo fuimos a deponer en un rincon apartado a
la hora del café, pasando en reseña las ocurrencias divertidísimas
de la mesa.
Para revindicar la honra de Montevideo tan comprometida por
este badulaque, tuve el gusto de conocer al D.r Vilardebeau,
médico, i el sábio americano mas modesto, mas sencillo i estudioso
que he conocido. Acompañome a la visita de las escuelas,
habiéndose él mismo encargado de facilitarme con el gobierno
autorizacion para hacer de ellas una inspeccion detenida. Creo
haber ganado sus simpatías, i este es un título de que me honro. La
emigracion arjentina enseña aquí de vez en cuando algun resto del
antiguo partido unitario; Santa Catalina i San Pedro son sin
embargo los puntos donde mayor número de emigrados se han
acojido. Una joya encontré en Rio Janeiro, Marmol, el jóven poeta
que preludia su lira, cuando no hai oidos sino orejas en sn patria
74

para escucharlo. Es este el poeta de la maldicion, i sus versos son


otras tantas protestas contra el mal que triunfa i que los vientos
disipan sin eco, i antes de llegar a su direccion. La poesia tiene su
alta conciencia del bien, que no se atreve a traicionar por temor de
empañarse. Marmol, al lado de Guido, el solícito servidor de Rosas,
desencantado, sin esperanza i sin fé ya en el porvenir de su pobre
patria, escribe, depura i lima un poema, como aquellos antiguos
literatos que confeccionaban un libro en diez años. El Peregrino,
que no verá la luz, porque a nadie interesará leerlo, es el raudal de
poesia mas brillante de pedreria que hasta hoi ha producido la
América. Byron, Hugo, Beranger, Espronceda, cada uno, no temo
afirmarlo, querria llamar suyo algun fragmento que se adapta al
jenio de aquellos poetas. Mi teoria sobre la poesia española está allí
plenamente justificada; exhuberancia de vida, una imajinacion que
desborda, i lanza cascadas de imájenes relucientes que se suceden
unas a otras; pensamiento altísimo que se disipa, falto de mejor
ocupacion, en endechas, maldiciones i vano anhelar por un bien
imposible; bellezas de detalle, hacinadas como las joyas en casa
del lapidario, sin que el fin venga a darles a cada una su debida
importancia; i el alma replegándose sobre sí misma por rio
encontrar fuera de ella el espectáculo de las grandes cosas,
palpando sus heridas, recontando como el avaro sus tesoros, i
repitiendo como el niño en palabras animadas, en eterno i rimado
monólogo, todos los sentimientos, todas las crispaciones que en
aquella prision del no ser, del no poder emplearse esperimenta.
Marmol emprendió en vieja nave trasladarse a Chile. A la altura del
Cabo, el Sud-oeste los tuvo dos meses a la capa a los 64° de
latitud, luchando con las olas que amenazaban sepultarlos,
esquivándose con dificultad de las masas flotantes de hielo
alborotadas por la tempestad, viendo venir la muerte por los
costados del buque en montañas líquidas, por la bodega donde
achicaban sin cesar dia i noche la bomba, por la falta de alimentos
cuya duracion podian medir, por la racion de agua que se les
acordaba escasa. Al fin desmantelada la nave, hundiéndose por
pulgadas de dia en dia, crujiendo los maderos próximos a
desbandarse, llegaron a Rio Janeiro, i Mármol bajó a tierra a
ruminar el Poema, que entre estos sufrimientos i aquellas
eccitaciones habia brotado en su pensamiento. He aquí la tela,
¡pero el bordado, cuan rico es, i cuántos colores vivísimos le han
servido para matizarlo! Las zonas templadas, la pampa i el trópico,
la república antigua i el despotismo moderno, los mares procelosos i
sus muertos amores, todo pasa por aquel panorama, todo se refleja
en aquel espejo, donde lo pasado i lo venidero vienen a confundirse
75

en el vacío que el presente deja. Mármol es poeta, i es lástima que


cante lo incantabile, la descomposicion, el marasmo. ¡Quién no
siente que fragmentos como éste, debieran andar entre los
Orientales?

“¡Los trópicos! El aire, la brisa de la tarde


Resbala como tibio suspiro de mujer,
I en voluptuosos jiros besándonos la frente,
Se nos demaya el alma con dulce languidez
Mas, ¡ai! otra indecible sublime maravilla.
Los trópicos encierran, magnífica: LA LUZ.
La luz radiante, roja, cual sangre de quince años,
En ondas se derrama por el espacio azul.
Allí la luz que baña los cielos i los montes
Se toca, se resiste, se siente difundir:
Es una catarata de fuego despeñada
En olas perceptibles que bajan del cénit
El ojo se resiente de su punzante brillo
Que cual si reflectase de placas de metal
Traspasa como flecha de imperceptible punta
La cristalina esfera de la pupila audaz.
A donde el acento que describir pudiera
El alba, el mediodia, la tarde tropical:
Un rayo solamente del sol en el ocaso,
O del millon de estrellas un astro nada mas.

Semeja los destellos, espléndidos, radiantes,


Que en torbellino brota la frente de Jehová
Parado en las alturas del Ecuador, mirando
Los ejes déla tierra, por si adoblarse van.
I con la misma llama que abrasa, vivifica
La tierra que recibe los rayos de su sien,
E hidrópica de vida rebienta por los poros,
Vejetacion manando para alfombrar su pié."

El cerebro de donde han saltado estas abrasadas chispas


puede adaptarse mui bien a las cavidades del cráneo de Vitor Hugo
o de Lamartine. ¿Y dónde sino entre los mas claros injenios puede
encontrarse concepcion mas alta, pintando la brevedad de los siglos
al atravesar la eternidad?

"De su caos los siglos se desprenden,


Llegan, ruedan, levantan en sus manos
76

Jeneraciones, mundos, i descienden


De la honda eternidad a los arcanos.
Así del hombre las pasiones hienden
Por esos del placer goces mundanos,
Roban la aroma de la flor, i luego
Vuelven al corazon marchito el fuego.
Tienen i nada mas sobre este mundo
Una nacion, un siglo—un hombre, un dia."

I cuando busca las causas de la degradacion de su patria, i


encuentra en nuestros tristes antecedentes históricos la España.

"Eso tiene este mundo Americano,


Como fibras de vida dentro del pecho,
Desde el florido suelo Mejicano
Hasta la estéril roca del Estrecho
Absolutismo, siervos i tirano,
Farsas de Libertad i de Derecho,
Pueblo ignorante, envanecido i mudo;
Supersticion i fanatismo rudo."

Coraje! mi querido Marmol! Si alguna vez vuelves atras la


vista en la ruda senda que has tomado, me divisarás a lo léjos
siguiendo tus huellas de Peregrino! Sed el Isaias i el Ezequiel de
ese pueblo escojido, que ha renegado de la civilizacion, i adorado el
becerro de oro. Sin piedad, aféale sus delitos. La posteridad i la
historia te harán justicia. Gritadle, con el grito vengador del pudor
ofendido:

"Diputados, Ministros, Jenerales,


¿Qué hacéis? Corred; el bruto tiene fiebre;
Arrastrad vuestras hijas virjinales
Como manjar nitroso a su pesebre,
Corred hasta las santas catedrales,
A vuestros pies la lápida se quiebre;
I llevad en el cráneo de Belgrano,
Sangre de vuestros hijos al Tirano."

Me ha dejado atónito, espantado Mármol con la lectura de su


Poema, i otro tanto esperimentaban Lopez, Pinto, Herrera, que
oyeron la lectura de varios fragmentos. Imposible seguir aquel
torrente de pensamientos i de imájenes, que van cayendo i
levantándose como el agua que desciende de las alturas de los
77

Andes; la imajinacion se fatiga al fin, con el relampaguear de las


figuras i de las comparaciones, que revisten de un empedrado
reluciente, aun los pensamientos mas comunes. I todos estos
tesoros de moral, de justicia, de valor, toda aquella joyería de
idealizaciones, de descripcion, i de conceptos, todo perdido, oscuro,
porque la justicia está calumniada, oprimida, pisoteada, sin
esperanza de mejores tiempos!
Encontré tambien aquí a mi antiguo amigo Ruguendas, que en
sus numerosos diseños ha estereotipado la naturaleza i las
fisonomías de las diversas secciones de la América del Sud. Su
grande obra sobre el Brasil le ha dado un nombre en Europa; pero
ni en Europa ni en América se apreciará por largo tiempo su
esquisito talento de observacion, la nimia exactittid de sus cuadros
de costumbres.
Ruguendas es un historiador mas bien que un paisajista; sus
cuadros son documentos, en los que se revelan las
trasformaciones, imperceptibles para otro que él, que la raza
española ha esperimentado en América. El Chileno no es
semejante al Arjentino, que es mas Árabe que español, como el
caballo de la Pampa se distingue de a leguas del de el otro lado de
los Andes.
Humboldt con la pluma i Ruguendas con el lápiz, son los dos
europeos que mas a lo vivo han descrito la América. Ruguendas ha
recojido todas las vistas del Brasil, i tal cuadro suyo de la vejetacion
tropical, sirve de modelo de verdad i de gusto en las aulas de dibujo
en Europa. Méjico, el Perú, Bolivia, Chile, Arauco, la República
Arjentina i el Uruguai, le han subministrado en 20 años de viajes,
tres mil sujetos de paisaje, vistas, costumbres, i carácteres
americanos bastantes a enriquecer un Museo. Ruguendas tiene, sin
embargo, sus predilecciones: Aleman cosmopolita, es por la
candorosa poesía de su carácter arjentino i gaucho. ¿Cuánto ha
estudiado este tipo americano! Los artistas europeos no acertarian
a apreciar el mérito de sus composiciones. El gaucho ha pasado al
lienzo con sus hábitos, su traje, su carácter moral; la
desembarazada inclinacion de su espalda, la contraccion de los
músculos de su fisonomia que le es tan peculiar, corresponden con
el talante reposado i como equilibrándose, del que vive a caballo.
Entre las escenas de la Pampa Ruguendas tiene dos tipos que
repite i varía al infinito. La escena de bolear caballos, i el rapto de
las Cristianas, el poema épico de la Pampa, i de que Echeverria
sacó tan bello partido en su Cautiva. Cuántos contrates de matices i
de caractéres suministra en efecto aquel drama, en que mil familias
de los pueblos fronterizos, pueden creerse penosamente
78

interesadas! La Pampa infinita i los celajes del cielo por fondo,


confundidos en parte por las nubes de polvo que levantan los
caballos medio domados que monta el salvaje; la melena
desgreñada flotando al aire, i sus cobrizos brazos asiendo la blanca
i pálida víctima, que prepara para su lascivia. Ropajes flotantes que
se prestan a todas las exijencias del arte; grupos de jinetes i
caballos; cuerpos desnudos; pasiones violentas, contrastes de
caractéres en las razas, de trajes en la civilizacion de la víctima i la
barbarie del raptor, todo ha encontrado Ruguendas, en este asunto
favorito de su animado pincel. Halos ejecutado para el Emperador, i
recibido en recompensa la condecoracion imperial. Me ha hecho
obsequio de una salida de los sitiados en Montevideo, en que ha
ostentado toda la gala de su talento de reproducir los tipos
americanos. Distínguense entre la muchedumbre de soldados
improvisados, los Arjentinos de los Orientales, mas por sus
fisonomías diversamente animadas, que por las lijeras variantes del
chiripá. Entre los jefes a caballo que forman la cúspide del grupo,
conócese el que es europeo por la manera de llevar la cabeza, i un
Italiano a pié contrasta al lado de los Arjentinos i Orientales, ménos
elegantes en su postura.
Todo de V., &c.
79

Ruan.

Señor don Cárlos Tejedor.


Mayo 9 de 1846.

Avise V. a los mios, mi buen amigo, que he tocado tierra en


Europa, que he abrasado, mas bien dijera, esta Francia de nuestros
sueños. Puedo permitirme tal hipérbole con V. que apenas conoce
el español, como se escribe en España (que es du reste, como
debe escribirse) a fuerza de no pensar i sentir, sino como nos ha
enseñado a pensar i sentir la literatura francesa, única que V. i yo
llamamos literatura, aplicable a los pueblos sud-americanos. I no le
pese a V. de aquella su ignorancia. ¡Ai de los que han habituado
sus ojos desde temprano a la luz fosforescente, reflejada de aquella
luna europea llamada la España, de aquellos autores que solo
brillan donde hace noche oscura, i poniéndoles lo hueco de la mano
en torno, para que el aliento no disipe su fugaz e incierta luz! Cuán
pocos son los que mas tarde pueden mirar de frente venir las ideas,
sin cerrar los ojos lastimados i sin volverles el rostro. ¡Cupónos a
ambos suerte mejor, criándonos al aire libre de nuestro siglo,
espuestas nuestras juveniles cabezas desnudas a los rayos del sol,
a la lluvia, i ala tempestad. Asi es que nunca hemos adolecido de
romadizos, como ciertos individuos cuando la atmósfera de las
ideas recibidas, cambia por un libro o por un acontecimiento nuevo.
Jesto ninguno hice al leer al metafísico Leroux en 1840: Víctor Hugo
me encontraba en un rincon de las faldas orientales de los Andes,
dispuesto a seguirlo por el camino nuevo que venia abriendo, i la
escuela moderna de historia no bien se presentó que hube
desnudado mi espiritu de todos los andrajos de las interpretaciones
en uso. Los jóvenes de buena voluntad en América somos el
modelo de aquel Jerónimo Paturot, el Quijote de las Ideas
Francesas, si bien debo hacerle a V. la justicia de decir, que se
quedó en sus trece en 93, siguiendo de mala gana i refunfuñando
en los acomodaticios senderos abiertos despues por el eclectismo,
aquella corrupcion de la intelijencia a quien tan sendas maldiciones
enviábamos.
Por lo que a mí respecta, dijera, si la modestia no tratase de
taparme la boca, que nuestros noveles cerebros han pasado en
veinte años por todas las revoluciones que en un siglo ha
esperimentado el espiritu humano. ¿Por donde empezó V. sino, sus
80

lecturas? Apuesto que cayó en sus manos el primer libro, como


cayó en las mias, La filosofia de la historia, que tan seductoras
mentiras contiene? Estaba seguro de ello. Despues vino La moral
universal; puede ser que el Sistema de la Naturaleza i aqui me tiene
V. a los veinte años esceptico por lo ménos, con el alma aunque
dura i esteril, rosada de toda mala i buena yerba, limpia como la
palma de la mano. Árela V. en seguida, i riéguela abundantemente;
siembre buena semilla, i gustéme esos frutos cuando bien
zazonados. ¡Que tal......Eh! Tengo de escribir un tratado de
Agricultura del alma, para enseñar la materia con que ha de
abonársela si se quiere hacerla producir ciento por uno.
Imajínese pues, como debo estar de contento viéndome a
cuatro horas del Paris de Barbier, cuyos versos escribo por
fragmentos como me vienen a la memoria, tanto mas que en tierra
de Francia, su idioma empieza a hacérseme habitual.

"II est, il est sur terre une infernale cuve,


On la nomme Paris: c'est un large étuve,
Une fosee de pierre aux immenses contours,
Qu'une eau jaune et terreuse enferme a triples tours;
C'est un volcan fumeux et toujours en haleine
Qui remue à longs flots de la matière humaine,
Et qui de temps en temps, plein d'une vase immonde,
Soulevant ses bouillons, déborde sur le monde.
O race de Paris! race au coeur dépravé!
Race ardente à mouvoir du fer ou du pavé!
Mer dont la grande voix fait trembler sur les trônes,
Ainsi que des fiévreux, tous les porte-couronnes!
Flot hardi qui trois jours s'en va battre les cieux;
Race unique en ce monde! effrayant assemblage
Des élans du jeune homme et des crimes del'âge,
Race qui joue avec le mal et le trépas;
Le monde entier t'admire et ne te comprend pas!"

I en efecto, ahora que me aproximo a aquel foco desde donde


parten para nosotros los movimientos del espíritu, uno en pos de
otro como los círculos concéntricos que describen las aguas
ajitadas en algun punto de su superficie, siento no sé que timidez,
mezclada de curiosidad, admiracion i respeto, como aquel
sentimiento relijioso e indefinido del niño que va a hacer su
comunion primera. Siéntome, sin embargo, que no soi el huésped,
ni el estranjero, sino el miembro de la familia, que nacido en otros
climas se acerca al hogar de sus antepasados, palpitándole el
81

corazon, con la anticipacion de las sensaciones que le aguardan,


dando una fisonomía a los que solo de nombre conoce, i tomando
prestados a la imajinacion, objetos, formas i conjunto que la realidad
destruirá bien pronto, pero que son indispensables al alma, que
como la naturaleza tiene horror al vacío.
Quiero, pues, antes quedarme en ayunas de toda impresion
estraña, i para conseguirlo necesito contarle algo de mi travesía de
Rio Janeiro acá. Por donde iba V.? Romanticismo? ya pasó.
Eclectismo? lo hemos rechazado. La monarquia moderada? ¡Quite
allá! La república de 93, con la asamblea nacional?......Oiga V. al
oido, tengo un secreto. El falansterianismo, el furierismo, el
socialismo!!! Qué república ni que monarquia! Voi a contarle el
caso.
Habíamosnos reunido en el Brasil Irarrázaval i los jóvenes
Chilenos que le acompañaban; i no obstante la amistosa solicitud
del Enviado estraordinario a Roma, partí en distinto buque, sí bien
al mismo tiempo que ellos. Con veinte Chilenos se vive en Chile
siempre, aunque esté uno en el Japon, i yo queria,
desprendiéndome de las reminiscencias americanas, echarme en
aquel mundo de estraños en cuyo seno habia de vivir en adelante.
No quedaron frustrados mis deseos a bordo de la Rose, hermoso
paquete que hace la travesía entre el Havre i Rio, construido ex-
profeso para el lucrativo trasporte de pasajeros, i decorado con un
lujo a que no estamos habituados en el Pacífico. Entre 45 pasajeros
de proa, un Arjentino i yo perteneciamos al habla castellana,
algunas familias brasileras, gran número de Franceses, tal cual
Aleman, he aquí la sociedad en que debiamos movernos durante la
navegacion; mundo que tiene por límites el casco del buque i en el
que no tardan en formarse parcialidades, enredarse intrigas, i nacer
malquerencias o aficiones entre individuos que al tocar la tierra van
a perderse de vista acaso para siempre. Las formas de la civilidad
sirven al principio de tentáculos suaves, para examinar el carácter i
condicion de cada uno de los habitantes de a bordo, hasta
asimilarse los unos i alejar a los otros, segun que se adaptan o no a
nuestro modo de ser; i tan constante es esta regla, que aquel jóven
Arjentino que obedeciendo a las simpatias de idioma, habia tomado
camarote conmigo, a los tres dias estuvo ya fuera de mi círculo,
absorvido por uno de los Brasileros a quienes lo apegaban
invenciblemente las afinidades de la sangre de 24 años, tan llena de
espansion de ordinario, tan rica de ilusiones. No era tan de fácil
composicion mi cosmos, i aquella reserva rayando en timidez de los
que no pecan de comunicativos, prolongaba mi aislamiento aun
despues de que todos los grupos estaban perfectamente diseñados.
82

Ruguendas me habia presentado un jóven Aleman de tan blando


carácter, como era lijera su sangre. El caballero Saint-Georges, un
capitán de corbeta frances, de regreso de Tahiti a Francia, culto en
sus modales, pero verdadero oficial de marina de dificil abordaje; i
entre la turba de pasajeros hacíase notar un jóven pálido, de nariz
aguileña, sombreado el conjunto de sus nobles i bellas facciones
por una barba negra, reluciente, tupida i prolongada hasta el pecho.
Estos tres indivíduos eran los que por posicion, educacion i edad
parecian mas amalgamables; pero el progreso de nuestras
relaciones era lento: bonjour, bonsoir, i esta o la otra observacion
pasajera, formaban el caudal de nuestros diálogos. Tambien ellos
me tenian en cuenta; cada uno contando con atraerme a su círculo,
sin que se exediesen de aquella comedida reserva que guardan los
que se estiman para los que principian a estimar. Entre el de la
barba negra i yo, mediaban ademas circunstancias orijinales. Supo
él bien pronto que era yo unitario de los que no transijen, i sabia yo
por mi parte que era él, aunque frances, partidario de Rosas; i esta
antipatía de ideas nos hacia solícitos i respetuosos recíprocamente,
cuidadoso cada uno de no hacer saltar la primera chispa que podria
traer el malestar que causan las opiniones irreconciliables. No tardó
empero la ocasion de encontrarnos en presencia uno de otro, sobre
aquel escabroso terreno. Descendiendo por accidente a la cámara
del buque, encontrélo esplicándole al capitán de corbeta, la cuestion
del Rio de la Plata; i jamas he consentido entre personas
intelijentes, cualquiera que sea su rango i su posicion, que en mi
presencia se calumnie o se desfigure el verdadero carácter de la
lucha. Este es un penoso deber que me he impuesto, i que hasta
hoi he llenado sin ceder a consideracion ninguna. Hai para mí algo
de tan santo en las grandes desgracias de los pueblos, que creo
complicidad imperdonable, el silencio siquiera, cuando otros se
permiten juzgarlos mal. Hube, pues, de tomar parte en la
conversacion, no sin disculpar mi no solicitada injerencia, i despues
de esplicar hechos mal comprendidos, haciendo salir la cuestion del
innoble cuadro en que la tienen encerrada la fisonomía esterior de
los sucesos, i la influencia de las personas, el comandante Mas-sin,
Mr. Tandonnet el de la barba negra i yo, formamos un círculo
ménos numeroso sin duda, pero en cuanto a intercambio de ideas,
el mas escojido, puesto que mui pocos de entre los demas
pasajeros, pretendian hacerse notar por este lado, salvo un
Brasilero entrado en años, especie de bufon literato, que intentó
hacerse el héroe de la sociedad e hizo fiasco, a causa de la torpe
inmoralidad de sus gracias, que no daban sin duda la mas alta idea
de sus costumbres, relajadas hasta la crápula, segun lo supimos
83

mas tarde. Tenia, pues, mi mundo mis amigos i mi círculo en aquel


trio tan penosamente formado. Las cuestiones odiosas fueron poco
a poco apartándose, quedando por material inagotable de nuestras
pláticas, ideas jenerales, accidentes de viaje, reminiscencias
artísticas, libros, poetas, &c. El comandante Massin habia
estacionado largo tiempo en Tahiti, i penetrado en aquel mundo
bárbaro de la Oceania, tan rico en estudios sobre la naturaleza
primitiva de los gobiernos i de las relijiones. Cuando el gobierno de
Chile mandó ocupar el Estrecho de Magallanes, era él el capitán del
vapor frances, que los colonos encontraron surto en aquellas aguas,
i aunque nada me haya dicho directamente, algunos antecedentes
significativos me han dejado traslucir que reconocia el Estrecho de
órden de su gobierno para tomar posesion de él. La ocupacion de
las Marquesas habia sido recomendada al ministerio en una obra en
que el autor se estendia igualmente sobre la conveniencia de
ocupar el Estrecho, a fin de asegurar las comunicaciones con las
islas del Pacífico; i esta segunda parte del proyecto quedó sin
ejecucion por la oportuna medida del gobierno de Chile, que
obedeciendo a indicaciones análogas en cuanto a asegurar
ventajas para su comercio, veia en el Estrecho lo mismo que el
gobierno Frances buscaba. Creia el comandante Massin, que para
la navegacion de vapor prestaria aquella colonia de Magallanes
importantes servicios, si el gobierno Chileno hacia continuar las
sondas del Estrecho en la parte que Fitzroy habia dejado
incompleta, pues allí estaban las verdaderas dificultades de la
navegacion, modificando bastante en mí con sus observaciones de
marino, las ideas jenerales que yo habia emitido sobre el mismo
asunto en la época que precedió a la ocupacion. A propósito de
vapor quejábase el comandante de la incapacidad industrial de los
hombres de Chile, i la oportunidad malograda por algunos
individuos de Concepcion, para haber asegurado con el gobierno
Frances una contrata de carbon de piedra, que habria desenvuelto
en el pais aquella industria i asegurado a los empresarios una
fortuna. Pero todas sus reflexiones en ocho dias que permaneció en
Concepcion, no fueron parte a persuadirles que los precios exijidos,
siendo superiores a los del carbon ingles puesto en el Pacífico,
hacian imposible todo arreglo.
Mr. Tandonnet, ahora mi amigo, ofrecia aun mas instructivos
detalles de su residencia en América. Con una educacion
aventajada, i por la posicion de su familia, en aptitud de viajar sin
miras de comercio, habia residido en Montevideo largo tiempo,
puéstose en contacto con los jóvenes montevideanos i arjentinos,
tenido reyertas por la prensa con Ribera Indarte, i formado una
84

pobre idea del personal de los enemigos de Rosas. Contrariado en


sus miras como redactor de un diario en frances, por el gobierno de
Montevideo, que en los primeros dias del sitio no podia permitir la
emision de opiniones que contribuian con los esfuerzos de Mr.
Pichon a retraer a los Franceses de armarse en defensa de la
plaza, Mr. Tandonnet abandonó la ciudad abrigando cada dia mayor
enemiga contra aquellas jentes; pasó al campamento de Oribe, i
aunque en su círculo no hallase nada mas digno de su aprecio, el
jefe se captó su voluntad por sus maneras afables, i una verdadera
amistad los ligó desde entónces.
Con estos antecedentes pasó a Buenos Aires, i allí en el
círculo de Manuelita a quien fué presentado, empezó a creer
necesario para la República Arjentina un gobierno que tachaban de
cruel, i que él solo encontraba rudo como el pais, i adaptado
perfectamente a los gobernados. Rosas lo recibió en su quinta,
como un buen campecino, sin ostentacion, en mangas de camisa.
Hablóle cuatro horas de sus trabajos en la campaña como
hacendado, del cultivo del trigo introducido por él desde mui
temprano, i de la injusticia de los Unitarios, en atribuirle actos de
crueldad que nunca habia cometido. Gobernaba pueblos
semibárbaros, que no podian ser reprimidos sino por la violencia,
estaba cansado de aquella penosa tarea, que lo distraia de sus
ocupaciones campestres, i asechaba la ocasion de poder
consagrarse a la vida doméstica; los Federales no querian admitir
su dimision, &c. A la caida de la tarde el caballo de Tandonnet se
habia estraviado, i Rosas con la llaneza mas grande, le invitó a
pasar la noche, durmiendo en efecto en una pieza inmediata a
aquella en que Rosas, Manuelita i uno de los locos dormian. Esta
escena campestre, tan inocente, tan contraria a las ideas que
tenemos de un tirano, habian dejado en él profundas impresiones.
Rosas en momentos de espansion i de buen humor le habia
golpeado la espalda i dirijídole bromas sobre su barba, monumento
de tolerancia, puesto que no habia otra en toda la estension de la
república. Rosas era desde entónces un bon enfant, un paisanote
sencillo i bonazo, gobernando sus estados como el buen rei
Dagoberto que hacia el mismo su puchero, i daban audiencia a sus
vasallos sentado a la sombra de una encina, tomando su mate, o
comiendo pan i queso. Así se hace i se escribe la historia.
Tandonnet profesaba ademas doctrinas que falseaban su
razon en punto a libertad. Tandonnet era falansteriano. Habia
bebido la doctrina en la fuente misma: era discípulo de Fourier, i el
Juan bien amado del maestro. Habiale cerrado los ojos, i
conservaba en su poder la pluma con que escribió en los últimos
85

momentos de su vida, algunos cabellos suyos i sus zapatos, como


reliquias carísimas. Nuestras pláticas durante los dos meses de
navegacion, nuestras lecturas, alimentábanlas esta nueva doctrina i
mis meditaciones en las silenciosas horas de las tibias tardes
tropicales, despues de haber presenciado el esplendoroso ocaso
del sol, cuyas fantásticas i sublimes magnificencias predisponen el
espíritu a la contemplacion, volvian otras vez sobre ellas,
preocupado con la grandeza de las ideas, i la fascinacion de aquel
sistema de sociedad que repudia la civilizacion como imperfecta i
opresora, la moral como subversiva del órden armónico creado por
Dios, el comercio como un salteo de caminos, la ciencia de nuestros
filósofos como la decepcion i el error, i los seis mil años de historia
como la prueba mas flagrante de que aun no vuelve todavia la
especie humana de la senda estraviada en que se echó desde la
vida salvaje. Fourier rompe con todos los antecedentes históricos,
niega el progreso; i el despotismo, la monarquia o la república,
todas son palabras vanas sin resultado ninguno positivo. Quiero
introducirlo al furierismo por la misma puerta por la cual he entrado
yo.
Fourier propone un sistema de asociacion en el cual el trabajo
será atractivo, en lugar de ser repugnante como lo es ahora. Si las
sociedades humanas se organizan segun su plan, he aquí lo que
sucederá. "Cuando el jénero humano habrá esplotado el globo
hasta los 60" norte, la temperatura del planeta se dulcificará i se
hará mas regular. El calor fecundante adquirirá mas actividad; la
aurora boreal haciéndose mas frecuente se fijará sobre el polo, i se
estenderá en forma de anillo o de corona. La influencia de la corona
boreal cambiará el sabor de los mares, i precipitará las partículas
bituminosas por la espansion de un ácido citrico boreal. Este fluido
combinado con la sal de mar, dará a la agua marina el gusto de una
especie de limonada que nosotros llamamos agrisal. "Esta
descomposicion es uno de los preliminares necesarios para las
nuevas creaciones marinas, debiendo ser aniquiladas por la
inmersion del fluido boreal i la descomposicion que operará en los
mares, todas aquellas lejiones de monstruos marinos, los cuales
serán reemplazados por una multitud de anfibios serviciales.
Habrán entónces "anti-ballenas remolcando los buques en las
calmas, anti-tiburones, ayudando a arrear el pescado; anti-
hipopótamos tirando las lanchas en los ríos &c." "El caballo
siguiendo este progreso de la naturaleza será reservado para tiro
solamente, cuando se posea la familia de portadores elásticos, el
anti-leon, el anti-tigre i el anti-leopardo, que serán de triple
dimension que los de los mundos actuales. Así, a cada paso de un
86

anti-leon hará cuatro toesas saltando i escurriéndose a la vez, i el


caballero que vaya montado sobre la espalda de este corcel, irá
mas muellemente que en una berlina suspendida. ¡Qué gusto no
dará, esclama Fourier, habitar este mundo, cuando se posean
tales servidores!"
I si estas cosas no han sucedido, cúlpese de ello al hombre
mismo que no ha sabido preparar los antecedentes. "Se han
engañado, dice el profeta, de una manera estraña sobre el papel
asignado al hombre, cuando se le ha tratado de criatura frájil, de
gusano de la tierra; es al contrario un ser de gran peso en los
destinos universales i va a reconocerse cómo un error científico de
nuestro globo, puede comprometer el universo entero, la masa de
los planetas, i el sol de la bóveda celeste que, despues de muchos
miles de años, esperimentan este perjuicio de la parte de nuestro
planeta."
El sol enjendra mundos i de su cohabitacion con los planetas
nacen lunitas graciosas i retozonas como unos cabritillos. "El sol,
aunque mui activo en funciones luminosas, está contrariado en sus
funciones aromales por defecto de derrames de nuestro planeta
(fecundacion de las plantas) que no puede subministrar sino aromas
de mala calidad (hueros) miéntras no esté organizado en harmonía
(Sistema social de Fourier)."
"El sol ha fijado ya un cometa, la lunita Vesta o Febina; puede
haber fijado otras aun, i puede ser que los dos satélites de Saturno,
recientemente descubiertos, no estuviesen en línea hace 2000
años. Durante tres siglos anteriores al diluvio la tierra dió buen
aroma tetra cardinal, de que hizo uso para fijar a Vesta. Pero la
provision estaba agotada en tiempo de César, en que el sol ha
sufrido una grave enfermedad, de la cual ha esperimentado una
recaida en 1785. Es falso que haya estado enfermo en 1816, como
lo sospecharon algunos. Era la tierra quien estaba afectada i lo está
cada dia mas i mas, segun lo que se observa por la degradacion
climatérica i el desarreglo de las estaciones."
"El alma es inmortal, pero perfectible viajando de este mundo
al otro i volviendo a animar nuevos seres, hasta obtener la
perfeccion."
"Nuestras almas, al fin de la carrera planetaria, habrán alternado
810 veces del uno al otro mundo, en emigracion e inmigracion, de
las cuales 810 intra-mundanas, i 810 extra-mundanas."
"Las almas en la otra vida toman un cuerpo formado del
elemento que llamamos aroma, que es incombustible i homojéneo
con el fuego. Penetra los sólidos con rapidez, como se le vé por el
aroma llamado fluido magnético."
87

"Las almas de los difuntos gozan de diversos placeres que


nos son desconocidos, entre otros el placer de existir i de moverse.
Nosotros no tenemos conocimiento de este bienestar, comparable
al del águila que flota sin ajitar las alas. Es ésta una facultad de que
gozan constantemente en la otra vida las almas de los difuntos,
provistas de cuerpos aromantes, la felicidad de existir, sin tocar la
tierra, ni mover las piernas. Las flores, los animales, todos los seres
creados son tipos de las pasiones humanas. "Siendo el ave el ser
que se eleva sobre los otros, la naturaleza ha colocado sobre su
cabeza, los retratos de las especies de espíritu de que estan
amuebladas las cabezas humanas. El águila, imájen de los reyes,
no tiene sino un moño pobre i echado para atrás, en señal del
miedo que ajita el espíritu de los monarcas, obligados a rodearse de
guardias. El faisan pinta al marido enteramente preocupado de los
riesgos de infidelidad. Se vé una direccion contraria en el moño de
la paloma, pintando el amante seguro de ser amado. El gallo es el
emblema del hombre de mundo, del calavera afortunado con las
mujeres. El pato es el emblema del marido engatuzado, que no vé
sino con los ojos de su mujer. La naturaleza aflijiendo al pato macho
con una estincion de voz, ha querido pintar a aquellos maridos
dóciles que no tienen el derecho de replicar cuando una mujer ha
hablado. La col es el emblema del amor misterioso. La coliflor es el
emblema contrario, el amor sin obstáculo ni misterio, los goces de la
juventud libre que voltejea de placer en placer."
Despues de leer estos estractos que hago a la aventura de los
libros que me rodean hace dos meses, creerá V., mi querido amigo,
que se haya compuesto este sistema fuera de un hospital de locos?
¿Han podido realmente escribirse tales cosas, i leerlas sin arrojar el
libro hombres intelijentes?
I sin embargo, Fourier es un pensador profundo, un injenio de
observacion, de estudio, de concentracion. Libre de todo contacto
con este mundo, sin educacion que falsificase sus ideas, Fourier ha
seguido una serie de soluciones matemáticas que lo han conducido
a estas aberraciones, pero bañando de paso de torrentes de luz las
cuestiones mas profundas de la sociabilidad humana. Pobre por
eleccion, dependiente de una casa de comercio, hasta los 66 años
para vivir de un salario, ignorado largos años despues de haber
publicado su teoria de los cuatros movimientos, vejado, burlado,
cuando su sistema fué conocido de los sabios; Fourier ha vivido en
su mundo harmónico, compadeciendo a los pretendidos filósofos, i
gozándose en la apoteosis que le aguarda cuando las sociedades
humanas entren en el camino que él les deja trazado. ¡Qué risa le
eccitan los economistas! ¡Qué desprecio le inspiran los moralistas!
88

De los políticos que hablan de libertad i de instituciones no merece


hablarse. Fourier mandó al Dr. Francia del Paraguai un ejemplar de
sus obras, contando con que aquel sombrío tirano comprendiese su
pensamiento. Entre los sabios Newton, entre los conductores de la
humanidad Jesus, he aquí los dos únicos hombres que le han
precedido, todo lo demás es canalla, pedantes i majaderos.
Contábame Tandonnet, que una vez conversando ya en sus últimos
dias decia Fourier, sobre Jesu-Cristo—"Hizo mal en entrar tan
pronto a Jerusalen; se dejó arrastrar por el amor de la popularidad:
todavia su doctrina no habia echado raices profundas en el pueblo;
él debió continuar mas tiempo predicando en las campañas i huir de
la capital donde la aristocracia i el clero eran poderosos. Pero se
dejó alucinar, i la transitoria ovacion del Domingo de Ramos, solo
sirvió para precipitar su suplicio. Yo en su lugar habria permanecido
mas tiempo en Galilea." Ya vé V. una manera nueva de esplicar el
Evanjelio. Segun este sistema, Jesus daba banquetes monstruos a
orillas del lago de Cafarnaun o de Genesareth para esponer en un
meeting jeneral la nueva doctrina social. ¿Qué estraño era entónces
que sobrasen doce canastos de pan, si nadie comia, escuchando al
orador, subido sobre alguna roca para hacerse oir a campo raso
como O'Connell o Cobden? Ahora comprendo quienes son aquellos
fariseos, a quienes larga tantas punzadas; son los lores, el
parlamento, los partidarios del privilejio i del monopolio, los cuales le
echaron el guante cuando él creia poder derrocarlos i lo colgaron,
nada mas natural. Asi se ha hecho siempre con los que han venido
a turbar la tranquilidad pública con nuevas doctrinas. Es una fortuna
que Fourier haya escapado a esta recompensa que los pueblos
tienen prontita para los redentores, desde Sócrates, hasta nuestros
tiempos.
En despecho de todas estas estrañas lucubraciones de un
espíritu que parece hablar desde otro planeta que el nuestro, en
despecho del ridículo tan fatal siempre para las innovaciones,
Fourier tiene discípulos, hombres profundamente convencidos, i que
esperan con fé inperturbable la realizacion de su sistema. Varios
ensayos de falansterio se han intentado en Francia, en el Brasil, i en
los Estados-Unidos, i si bien el éxito no ha justificado la teoria, todo
el mundo está convencido de que el inconveniente no está en ella
misma, sino en el medio ambiante, en la falta de recursos
suficientes para la realizacion material del hecho. Lo que es
innegable, lo que sin ultrajar el pudor i la justicia no puede negarse,
es que las Cunas públicas, las Salas de Asilo, las Colonias
Agrícolas para los niños delincuentes en que se les enseñan tres
oficios, creaciones todas tres que han recibido ya la sancion de la
89

esperiencia, i asumido el rango de instituciones públicas en Francia,


son robadas, plajiadas a Fourier, el primero i el único que ha
sujerido la idea. Los conflictos de la concurrencia, los alzamientos
de los obreros por falta de trabajo, la opresion i la muerte de las
clases pobres, aplastadas por las necesidades de la industria,
Fourier los habia espuesto a priori, ántes de que el parlamento
ingles se ocupase de disminuir las horas de trabajo, ni Cobden
hecho su famosa liga de los cereales, lo que prueba que hai algo de
fundamental en la doctrina del visionario, doctrina en cuyos detalles
no entraré aquí, como le espondré a V. las objeciones de mi
incredulidad de civilizado. A mí no me espanta la Corona boreal, ni
se me da un ardite de que el mar se convierta o no en limonada. Hai
tantos limones en Chile, que puede uno prescindir por egoismo de
aquella inapreciable ventaja, que para lo que es ahogarse, lo mismo
tiene hacerlo en agua salada que en un mar de orchata. Pero yo
hubiera querido que Fourier, i esto es lo que objeto a sus discípulos,
hubiese basado su sistema en el progreso natural de la conciencia
humana, en los antecedentes históricos, i en los hechos cumplidos.
Las sociedades modernas tienden a la igualdad; no hai ya castas
privilegiadas i ociosas; la educacion que completa al hombre, se dá
oficialmente a todos sin distincion, la industria crea necesidades i la
ciencia abre nuevos caminos de satisfacerlas; hai ya pueblos en
que todos los hombres tienen derecho de gobernar por el sufrajio
universal; la grande mayoría de las naciones padece; las tradiciones
se debilitan, i un momento ha de llegar en que esas masas que hoi
se sublevan por pan, pidan a los parlamentos que discuten las
horas que deben trabajar, una parte de las utilidades que su sudor
da a los capitalistas. Entónces la política, la constitucion, la forma
de gobierno, quedarán reducidas a esta simple cuestion, ¿Cómo
han de entenderse los hombres iguales entre sí, para proveer a su
subsistencia presente i futura, dando su parte al capital puesto en
actividad, a la intelijencia que lo dirije i hace producir, i al trabajo
manual de los millares de hombres que hoi emplea, dándoles
apénas con que no morirse, i a veces matándolos en ellos mismos,
en sus familias i en su projenie? Cuando esta cuestion que viene de
todas partes, de Manchester, como de Lyon, encuentre solucion, el
Furierismo se encontrará sobre la carpeta de la política i de la le-
jislacion; porque esta es la cuestion que él se propone resolver.
I luego; ¿por qué la libertad ha de ser indiferente, aun para la
realizacion misma del descubrimiento social? ¿por qué la
República, en que los intereses populares tienen tanto predominio,
no ha de apetecerse, no ha de solicitarse, aunque no sea mas que
un paso dado hácia el fin, una preparacion del medio ambiante de la
90

sociedad para hacerla pasar del estado de civilizacion al de


Garantismo, i de ahí al de Harmonia perfecta? Esto es lo que no le
perdono a Fourier, cuyas doctrinas han hecho a mi amigo
Tandonnet, indiferente a los estragos hechos por el despotismo
estúpido en Buenos Aires, i amigo admirador del bonazo de D. Juan
Manuel.
Baste ya de ideas abstractas, i para despejar su espíritu de
estas sérias preocupaciones, póngase V. con migo a bordo de la
Rose, que ya vamos llegando a Francia. Todos los dias hai una
hora o mas de noir et rouge, especie de monte, en que cada uno
pierde o gana alternativamente algunos francos. Un brasilero ex-
escribano i que va a cualquiera universidad alemana a comprar un
título de abogado sin rendir exámen, cuando ha colectado una
buena suma, se levanta sin ceremonia dejando a los aficionados
mirando. La indignacion se hace jeneral a bordo; un dia protestan
todos contra tamaña indignidad; el comandante Massin tan
circunspecto de ordinario, apoya este movimiento con algunas
palabras públicas ya que no oficiales de reprobacion; i cuando el
indigno se ve oprimido por la opinion unánime de la cámara de
proa, se dirije a mí, como americano al fin, ya que no tengo la gloria
de ser brasilero, i con voz insegura me dice. "Estranjeros! Canallas,
quien les hace caso!" He aquí para lo que sirve la nacionalidad
americana; escudo de maldades siempre, máscara de la nulidad i
de la impotencia. Estranjeros! i sin embargo estábamos a dos dias
de distancia de las costas de Francia, en un buque frances, entre
europeos, formando los americanos de puntos distintos, estranjeros
tambien entre sí, una minoria insignificante. América del sur!
española o portuguesa, la misma siempre!
Las costas de Francia se diseñaron al fin en el lejano
horizonte. Saludábanlas todos con alborozo, las saludaba tambien
yo, sintiéndome apocado i medroso con la idea de presentarme
luego en el seno de la sociedad europea, falto de trato i de
maneras, cuidadoso de no dejar traslucir la gaucherie del
provinciano, que tantas bromas alimenta en Paris. Saltábame el
corazon, al acercarnos a tierra, i mis manos recorrian sin meditacion
los botones del vestido, estirando el fraque, palpando el nudo de la
corbata, enderezando los cuellos de la camisa, como cuando el
enamorado novel va a presentarse ante las damas. La Rose entra
en los docks, o bassins (no conozco la palabra castellana que supla
estos nombres), atraca al borde de madera de los canales, i una
innoble turba de criados elegantemente vestidos nos asalta, nos
grita, escala el buque por las maromas, nos rodea como moscas,
nos apesta con su aliento, se insinua en nuestras manos i en
91

nuestros bolsillos para depositar una tarjeta con el nombre del hotel
que los envia. Es en vano, hablarlos, injuriarlos, espantarlos con las
manos, fugarse, esconderse. Eh! la Europa! triste mezcla de
grandeza i de abyeccion, de saber i de embrutecimiento a la vez,
sublime i súcio receptáculo de todo lo que al hombre eleva o le tiene
degradado, reyes i lacayos, monumentos i lazaretos, opulencia i
vida salvaje!
No he podido desimpresionarme en dos dias del mal efecto
que me ha producido esta primera impresion. Paréceme que el
Havre no es la Francia, sus bellísimos edificios son modernos, no
hai antigüedades, no hai monumentos. Un pobre torreon guarda el
puerto desde los tiempos de Francisco I: allí un soldado se sublevó
contra el rei, contra la Francia i contra la especie humana, tapió la
puerta, i fué sitiado, bloqueado i bombardeado, hasta que despues
de dos dias de combate, murió i la plaza fué tomada por asalto. He
aquí la historia del Havre. El cardenal Richelieu construyó una
ciudadela, donde el cardenal Mazarini encerró algunos príncipes
molestos. En cambio estan los docks que depositan las naves en el
centro de la ciudad, monumento que no recuerda nada, pero que
hace la riqueza i la fuerza de una nacion, dotando de puerto a Paris,
i dejando burladas las tempestades del temido Canal de la Mancha,
que andan rondando en torno como los ladrones, aguardándolas
que salgan de sus casas para atacarlas. El nombre del primer
Cónsul está incrustrado humildemente en algun madero; i las naves
americanas encerradas en un punto especial, estan ahí por sus
dimensiones colosales, espantando a los europeos mismos i
vomitando de sus entrañas balas de algodon. Los alrededores son
bellísimos i la cultura i los árboles de bosque i los aparatos
agrícolas i el césped, el arte i las lindas casillas, todo está
revelando, que se está ya en el mundo antiguo entre los pueblos
cultos, poseedores de todos los poderes que la intelijencia ha
puesto en la mano del hombre.
Tengo prisa de seguir adelante, de penetrar en esta tierra que
diviso cerrada de masas obscuras de bosque, i pintorreada de
alquerias, de chateaux i de campos labrados. El Normandie que
llevó a Paris las cenizas de Napoleon i que conserva una
inscripcion, parte, i Tandonnet el rosista i yo el salvaje, reunidos i
haciendo vida comun partimos: él vá a servirme de cicerone, de
introductor a la presencia de su patria.
El sol comenzaba apuntar en el horizonte recortado por
colinas verdinegras; seis vapores de carga marchaban delante de
nosotros, remolcando cada uno cinco embarcaciones, a guiza de
cisnes madres seguidas de sus polluelos; las pesadas barcas del
92

Sena descendian lentamente a merced de la escasa corriente, i a


ámbos costados de la ribera mas o ménos definidamente, veiamos
aparecer aldeas, capillas con sus agujas de pizarra, bosques, i
heredades. Una banda de música compuesta de artistas
ambulantes animaba con sus ecos melodiosos aquel paisaje en
fuga. Era principios de Mayo i la vejetacion naciente anadia por la
viveza cruda de sus colores nuevos encantos a este pais
hechizado. Con toda la novedad del viajero novel teniame yo
apartado a fin de ocultar a la vista de los otros las emociones de
novedad infantil que esperimentaba, siguiendo con la vista una
casilla campestre, una paisana de la Normandia con su cofia en
punta, algun campanario lejano, una cultura de bosque, un grupo de
vacas, i lamentando la rapidez del vapor que apenas os permite ver
en la próxima ribera un objeto, apénas se ha encontrado el punto de
un paisaje, cuando ya estáis en otro nuevo, i las líneas se han
cambiado, o cedido su lugar a otras: bien es verdad que a la larga,
sientese que esta rapidez evita la saciedad, acortando, suprimiendo
mas bien, los entreactos en aquel bellísimo drama de la naturaleza i
del hombre que principia en el Havre, i va a terminar en Ruan. L.
Heure, Harfleur, Honfleur, en otro tiempo patria de audaces
marineros, Fronville, la Berville han pasado ya delante de nosotros,
cada una contando una historia, alguna tradicion, cada una
dejándome alguna sensacion agradable, hasta que a poca distancia
de la roca de Pierre-Gante, la orilla izquierda del Sena forma un
promontorio escarpado que parece querer disputar el pasaje al rio, i
contra el cual vienen a estrellarse los últimos esfuerzos de la barra.
Al Oeste del Cabo, inmenso ramillete de verdura que llaman la
Nariz de Tancarville està la aldea de Tancarville. En las
inmediaciones de este punto delicioso, no léjos de Quillebeuf, vense
sobre la ribera cabañas dispersas, con la gracia pastoril que
presentímos en las novelas. En verano vienen de Paris centenares
de artistas a abrir sus caballetes en las alturas, para trasportar al
papel las campestres vistas de estos parajes. Mas arriba, i
dominando aldea i cabañas, se presenta el antiguo castillo de los
señores de Tancarville, en otro tiempo chambelanes de los duques
de Normandia. Heme aquí pues en plena edad media: el castillo
flanqueado de torreones i almenado aun, asentado en la punta de
una roca como nido de aves de rapiña; abajo el villorio de los
siervos agrupado a tiro de ballesta, como rebaño que se estrecha
para ser mejor guardado. Los Tancarville brillaron varios siglos en
batallas, fiestas i torneos. Los d'Harcourt, otros barones feudales de
la vecindad, se apoderaron con las armas en la mano de un molino
que aun se enseña, i que fué causa de una batalla dada en
93

Lillebonne entre las jentes de àmbas casas, hasta que sir


Enguerrand de Marigni, ministro de Felipe el Bello, vino a citarlos a
comparecer ante el rei. De camino el de d'Harcourt cayó sobre
Tancarville i le vació un ojo de un puñetazo con el guante de fierro.
Oida por el rei la demanda, se designó el campo i el dia en que
habian de batirse en duelo. El rei de Inglaterra i el de Navarra
presentes al combate pidieron al fin que cesase por no tener el
dolor de ver perecer a ninguno de tan valientes caballeros, i el rei
para acomodarlos hizo que el de d'Harcourt pagase a Tancarville 50
libras por su ojo tuerto.
A medida que se remonta el rio las riberas se acercan, se
agrupan las vistas, i las aldeas i las cabañas, una ruina de este
lado, una iglesia del otro, un recuerdo histórico a cada recodo del
rio, una leyenda a cada cresta de la montaña absorben al viajero,
volviendo la vista de la derecha para no dejar escapar el paisaje
que va ya a dejar a la izquierda; abandonando con pesar este,
vuelta la cara hácia atras, para llevar los ojos al punto que ya tiene
por delante. Con las casas de Vateville se confunden las de una
serie de villorrios Quesnoy, Neuville, la Rue, le Plessis, l'Angle, que
flanquean el rio. No lejos aparece Caudebec con su iglesia gótica,
cuyos rosetones, santos de piedra, pináculos, ojivas i mil
columnillas apenas deja ver en bosquejo el rápido vapor. Algo
hubiera dado porque se detuviese en presencia de esta iglesia, la
primera de la maravillosa arquitectura gótica que se me presentaba;
i el todo encerrado en el paisaje mas admirable, la villa misma
colocada de un modo pintoresco, a la sombra de una montaña
coronada de bosque, a la embocadura de un vallecito i de un
riachuelo que por varios brazos viene a vaciarse en el Sena. La villa
vese con su espaldar de verdura, su torre de filigrana, sus
terraplenes plantados de grandes árboles, i sus casas blancas,
cubiertas de flores i enredaderas, reflejarse en el espejo del Sena,
hasta el momento en que el vapor pasa, arrugando su superficie, i
levantando en pos una marea que va a azotándose por malezas i
yerbas en ámbas márjenes, recargadas de poblaciones, jardines,
botes i casas de campo.
Otro acto de la vida tan dramática de la edad media comienza
aquí. Las Abadias de los antiguos monjes, colocadas en parajes
risueños, en sitios privilegiados, van presentando sus ruinas, sus
torres sus pórticos aislados i desiertos, una en pos de otra. Cuánta
leyenda, cuántos sucesos terribles, o lastimosos cuentan estas
columnas, aquellas ojivas que dan paso a la luz del sol! De cuántas
revoluciones i de cuántos estragos han sido testigos i víctimas! He
gozado sin hartarme de las sensaciones melancólicas que inspira el
94

paisaje cuando alguna noble ruina alza su rugosa i descarnada


frente, cubierta de yedras seculares que quieren protejerla atando
con mil ligaduras sus hondas grietas. En las noches de invierno
cuando los últimos suspiros de la brisa de la tarde ajitan dulcemente
las parasitas, si la luna logra asomar su disco por entre las pálidas
nubes, me imajino que la oscuridad que no alcanza a disiparse, deja
sospechar formas indecisas, imájenes confusas, fantasmas
vaporosos; despues la melancólica luz de la luna se refleja en los
costados de aquellos arcos abiertos, dando relieve a los bultos de
los santos de piedra, a las agujas i florones. El paisano que pasa
por las inmediaciones, apreta el paso repitiendo un pater noster,
temeroso, ménos de sentir caer algun fragmento de aquellas
piedras que nadie sabe como se tienen en el aire, que huyendo de
oir los jemidos que otros le han dicho haber sentido salir de las
tumbas que por todas partes pisa.
Las ruinas de la Abadia de San Vandrille se ocultan detras de
algunas arboledas. En su refectorio i en su claustro de arquitectura
gótica, en lugar de las oraciones piadosas de trescientos monjes
que en otro tiempo la poblaban, elevánse al cielo bocanadas de
humo o de vapor, el incienso de la indústria, de las máquinas que
hacen mover una filatura de algodón. Sus alrededores estaban
ántes cubiertos de capillas, calvarios i oratorios que elevaban los
peregrinos, atraidos de todas partes por las virtudes milagrosas de
una fuente vecina que continúa aun corriendo, i cuyas aguas se
venden hoi a medio la cántara; pues que si bien han dejado de
hacer milagros, no han perdido su reputacion de saludables. Pero si
nada se conserva de la iglesia, el viajero queda recompensado en
demasia con la vista de la famosa Abadia de Jumieges, célebre en
los análes de la historia i de la ciencia, imponente golpe de vista,
rico en cabilaciones tristes. Aquellos muros abandonados, guarida
hoi de cuervos i de aves nocturnas, encerraban en otro tiempo una
corporacion inmortal de sabios que se trasmitian al travez de las
jeneraciones la continuacion de estudios de siglos atras
comenzados. De las escuelas de los Benedictinos sus reclusos,
salieron aquellos maestros, historiadores, teólogos que imprimian
movimiento a las ideas de aquellos siglos de ignorancia universal, i
ya echaban de cuajo la Europa sobre el Asia para reconquistar el
santo sepulcro, ya dotaban a la civilizacion moderna de aquellos
pacientes copias i colecciones de autores clásicos, que anudaron al
fin el roto hilo de los progresos de la intelijencia humana. Eran los
abades de Jumieges, para mayor prestijio de su saber i piedad,
soberanos ademas de todo el pais circunvecino. La fundacion de
esta famosa Abadia alcanza a la época misma en que empezó a
95

tomar consistencia de perfeccion cristiana el espíritu ascético, a los


tiempos del rei Dagoberto. Entre sus ruinas se encontraba un
sepulcro sobre cuya losa yacian dos jóvenes revestidos de ropas
talares. Su túnica inferior, cerrada sobre el pecho con un broche de
pedrerias, dejaba su cuello enteramente descubierto, i sus cabellos
ensortijados estaban ceñidos en forma de diadema con una faja
sembrada de piedras preciosas. Estos eran los enervados de
Jumieges, dos hijos de Clovis II, que habiéndose sublevado contra
su rei, el padre les coció las pantorrillas i los arrojó i los abandonó
en un bote a la corriente del Sena. Los monjes detuvieron el bote i
recojieron a los reales desgarretados.
Con la raza siguiente los padres fueron aliados de los reyes, i
del seno de su comunidad salieron embajadores para Roma,
capellanes para Luis el Debonario, sirviendo el convento mismo de
prision para algunos nobles rebeldes. Los infieles normandos
remontaron una vez el Sena, i Jumieges i San Vandrille
subministraron abundante botin a la rapacidad de aquellos
bárbaros, pábulo a las llamas sus templos i santuarios, i millares de
cabezas al filo de sus espadas. Pero los normandos conquistados
por el cristianismo pagaron con usura mas tarde, en donaciones,
ofrendas i construcciones nuevas aquellos estragos causados por
sus padres. De este modo la historia de la Abadia se prolonga
durante toda la edad media, honrándose con los nombres mas
gloriosos, sembrada de acontecimientos maravillosos, piadosas
leyendas, historias tiernas i candorosas, i sobre todo alimentada con
espléndidas donaciones. Leíase en una losa sepulcral, "Dama de
belleza, de Roqueferrieres, d'Issoudun i de Vernon sur Seine,
piadosa entre todas las jentes, i que daba abundantemente de sus
dineros a las iglesias, i a los pobres, la cual feneció." Esta dama de
beldad tan mano abierta no era otra que la célebre Agnes Sorel la
querida de Carlos VII, i cuyos amores encubrió piadosamente la
Abadia en cuyo seno vivieron algun tiempo aquel rei sin alma, i
aquella niña que le inspiraba el sentimiento de la gloria, i que le
dispensaba favores, en cambio de que armase ejércitos contra los
ingleses.
La estremidad oriental no es ahora mas que un monton de
escombros; en el centro, los restos subsistentes aun de la linterna
dejan adivinar las imponentes dimensiones de la torre. El techo de
la nave principal como el de las laterales ha desaparecido; i aun
aquellas bóvedas mismas, desquiciadas, abiertas en todo su largo
engrosarán bien pronto con su caida los montones de ruinas
acumuladas debajo de ellas. Las torres del portal occidental estan
aun de pié, si no es la techumbre de uno de los campanarios. Al pié
96

de las torres se estienden las murallas sin techo i muchas veces


interrumpidas del antiguo monasterio. Detras está la grande iglesia
con sus columnas que no sostienen ya bóvedas, i su larga nave
desmantelada del lado del oriente. Al medio dia de esta
construccion i en línea paralela, se estienden los muros
desmantelados de la iglesia de San Pedro, del largo de la nave de
la iglesia principal. Consérvanse restos de los departamentos que
ocupaba el rei, su querida i sus guardias. Por todas partes en
aquellas bóvedas habitadas, hoi por sabandijas, lo pasado se
esfuerza en ponerse de pié i presentarse a la vista: por donde
quiera se encuentra un recuerdo, que hace nacer en el espíritu un
pensamiento grave. Al travez de las endijas de la piedra, déjanse
ver montones de huesos blancos arrancados en otro tiempo acaso
para darles mas santa sepultura a los carneros del monasterio,
catacumba aérea, que el viento dispersa a vuestros pies, i que va
rodando con rumor siniestro sobre aquel suelo cubierto ya con
hartos escombros.
Aun no acaba uno de oir o de leer lo que a la famosa abadia
pertenece, cuando el presuroso vapor ha quitado de la vista aquel
carton admirable del panorama para presentar otro no ménos bello,
no ménos fecundo en reflecciones i en recuerdos fabulosos. No sé
si hai en la tierra algo mas bello, mas romanesco, mas poético que
este pedazo del Sena que media entre el Havre i Ruan; pero si lo
hai aun, el límite de lo bello en la naturaleza i en el arte debe ser
entónces indefinido. ¿Quién no ha oido en América hablar de las
maravillas de la ópera de Roberto el Diablo de Meyeerbeer? ¿quién
no conece este cuento del calavera que vende su alma a Satanas,
por apurar en dos años la copa del placer; cuento que no pertenece
a este o al otro pais, sino al viejo cristianismo, a las creencias
populares, i que cada nacion reviste a su modo, segun la idea que
del mal tiene? Roberto el Diablo en Francia, se llama Fausto en
Alemania, don Juan en España; el pueblo hace el cuento i el poéta
lo recarga i embellece. Nuestro don Juan es la última espresion de
lo malo, segun el sentir español; no cree en nada, no tiene miedo a
los difuntos; se le rie eu sus hocicos a la estátua del Comendador, a
quien habia muerto, i que viene invitada por él a cenar en su
compañía; el pueblo en Italia tiene otro don Juan mas terrible,
Neron, que servia veneno en copas de oro a sus amigos, en un
festin, para gozarse en su sorpresa, al recibir la órden de morir.
Roberto el Diablo es como don Juan, el terror de los maridos, el
favorito de las guacitas lindas de los alrededores de su castillo. La
posicion de estas ruinas, porque en esta parte del viaje aparece el
castillo de Roberto el Diablo, justifica la tradicion. Sobre una colina
97

cónica aislada, estan aun de pié algunos cuerpos de torres,


bastiones i edificios, que muestran la fuerza inespugnable de la
guarida. En la base del montículo hai una caberna escabada en el
corazon de la montaña, i que va hasta el interior de las ruinas; por
ahí, diz que, salia Roberto el Diablo a casa de mujeres, i por aquel
antro las introducia. Allí estan enterradas sus queridas, allí hizo
penitencia en sus últimos dias; porque Roberto el Diablo se salvó de
las garras de Lucifer. Entre los matorrales, yedras i arbustos que
cubren la montaña maldita crece la yerba que estravia, i el viajero
que por descuido la pisa no vuelve a encontrar su camino aunque
marche toda la noche. ¡Cuántas muchachas de las vecindades han
pisado esta fatal yerba! ¡imposible volver a su casa hasta el
siguiente dia! Una vieja Crónica cuenta que Roberto, hijo de un
gobernador de Neustria en tiempo de Pepino, mató a su maestro de
una puñalada; mas tarde se presentó en la vecindad de Ruan en un
monasterio, hizo reunir la comunidad, escojió la monjita mas salada,
i se la llevó al bosque, i la violó.
Antes de pasar la montaña vese la selva de Mauny i un viejo
castillo sobre una roca. El prior de la Abadia vecina de San Jorje,
pasaba el rio añado para regocijarse con la castellana que habia
sido su prometida; un dia sorprendiólo el baron, i para que es
decirlo, lo mató. Los monjes hasta la revolucion francesa
celebraban cada año oficios espiatorios, por el alma del prior muerto
sin haber tenido tiempo de arrepentirse. Porque en todas estas
tradiciones de la edad media entran siempre como personajes
obligados barones, monjes, reyes, queridas i abades, única parte
viva de la sociedad de entónces; lo demas, el pueblo, es rípio con
que se rellena el edificio social; i al leer una de aquellas antiguas
leyendas o al rejistrar las Crónicas de la época vese que el pueblo,
el autor, i los personajes mismos, no hacen diferencia entre el
monje i el baron para cometer delitos, derramar sangre, i saquear
pueblos; todos son iguales ante la lei de la época, la violencia i la
inmoralidad, bien que sea de entre esta masa hayan subido los
Santos a los altares, acaso por la admiracion que causaba, ver a un
hombre que no fuese un solemne malvado.
Si alguna vez, viene V. a Francia, desembarque en el Havre i
no en Burdeos. Por aquí va el camino de su historia para llegar a
Paris. Aquí se encuentra todo su pasado, los señores normandos i
los ingleses, las tradiciones i las batallas, la edad media con sus
conventos, sus agujas i sus castillos; i para el americano, poco
conocedor al principio, conviene que se le presenten en grandes
masas los objetos para que hieran hondamente su imajinacion. He
descrito ya lo mas notable del bellísimo rio, i me tiene V. en Ruan,
98

en medio del conjunto de monumentos góticos mas nobles que


ostenta ciudad alguna de Europa: los siglos se han parado sobre
esta ciudad, i del quince acá, nada de notable hai moderno. Las
masa de techumbres de pizarra aumentan la oscuridad de las calles
estrechas, flanqueadas de edificios parduscos, dominadas por
iglesias, conventos, catedrales, cuyas agujas se desprenden en el
aire, como si los edificios de cuatro i seis pisos que las circundan,
fueran matorrales al pié de añosos cipreses. He recorrido la ciudad i
alrededores, escalado las torres de Saint-Ouen i de la Catedral,
tocado con mis manos esta piedra tallada, calada, vaporizada como
piezas chinescas de ajedrez, para convencerme de que tantas
maravillas son obras humanas Seria en vano que tratase de darle
detalles de una arquitectura que ella toda se compone de detalles,
bien que allá, donde este jénero no alcanzó, interesarian mas que
otros que prodigo sin temor de cansar. Pero ¿qué decirle de estas
murallas caladas i cubiertas de vidrios de colores, en los cuales
estan pintadas las vidas de los Santos, cuyos ropajes colorados o
azules dejan pasar al interior de la iglesia los rayos del sol, teñidos
de todos los colores del íris, bañando en seguida las naves, el
pavimento con esta luz estraña, esmaltada, fantástica, dando visos
sobrenaturales a las estatuas de santos de escultura rara! Lea un
libro, alguna descripcion de esta clase de combinaciones; tome V. el
caleidescopo, i hallará allí modelo de estos rosetones que decoran
las fachadas de las antiguas catedrales, en lo que cifraban su gloria
los maestros, tanto que en Saint-Ouen el que hacia el roseton de la
fachada principal, clavó el puñal en el corazon al discípulo que
hacia, en una fachada lateral, otro que el maestro encontró fatal
para su reputacion. Suba V. a los Andes, i aquellos numerosos
penitentes que forma en la nieve la desigual accion del viento no le
darán idea de esta muchedumbre de pináculos, agujas, i torrecillas
que decoran, herizan, los edificios desde su base; cada uno de ellos
con remate diverso, cada uno en Saint-Ouen rematado en una
estatueta de fraile, en todas las aptitudes imajinables. Si quiere
darse idea de la forma de las goteras, que en ángulo obtuso
contrastan con los pináculos, cierre los ojos i cree monstruos de
todas las formas, perros, serpientes, monos, zapos, lagartos, frailes
que se roban mujeres, mujeres que vomitan demonios, demonios
que se llevan almas, sátiros peleando o que hacen cosas peores,
abortos de la imajinacion, cosas sin nombre, pero todos con formas
caprichosas, absurdas, fantásticas, imposibles. La lei de esta
arquitectura es clara a mi pobre modo de entender, sobreponerse a
la materia, espiritualizarla, darle vida, presentar un drama infinito sin
que el espectador descubra la maquinaria, algo del espíritu
99

cabalístico de la época: el arquitecto ha querido pasar en las


edades futuras por nigromántico; presentando, de pié, despues de
siglos, enormes moles de piedra, diáfanas; sosteniendo sobre
murallas de vidrios pintados, techumbres de plomo, apuntaladas
sobre hacecillos de columnas como manojos de varillas. Si hai dos
torres la una acaba en punta, la otra en una corona réjia de piedra
calada; la una es alta i la otra baja; hai un pórtico al frente i otro al
costado que es a veces mas lujoso que aquel; las agujas se elevan
al cielo sobre bases frájiles que se estan meciendo como álamos
con el viento; un torreoncillo sube por un costado pegándose al
edificio como la yedra, compañera inseparable del monumento
gótico; otro torreon por el lado opuesto termina en un segundo
cuerpo; un tercero u otra invencion absurda, sin plan, sin
correspondencia, le arrima su hombro a la base. Caprichos
fantásticos, dice uno a primera vista; pero observando con ojo
atento, vese que aquellos torreoncitos, son los sustentáculos de
aquella espuma petrea que afecta formar el cuerpo del edificio; los
hacesillos aparentes son en realidad enormes masas de piedra,
correspondientes a la mole que sustentan. Tanta lijereza, tanta
riqueza de detalles, tanto arte i tanta ciencia encapotada, dan a esta
arquitectura el mérito sorprendente, maravilloso que Victor Hugo
reveló a la Europa entera, asombrada de poseer una epopeya en lo
que hasta entónces habia creido una pueril rapsodia; la última
espresion del arte humano, en lo que pasaba plaza de ensayos de
la imajinacion de pueblos semibárbaros.
Cuán boquiabiertos i estupefactos se quedaron los sabios
cuando en nombre de la edad media les dijo Victor Hugo, bárbaros!
I sin embargo, jamas se obró revolucion en el espíritu humano mas
rápida, mas pronta que la que produjo Notre Dame en 1831. En el
acto los arquitectos corrieron a tapar los estragos que su ciencia
habia hecho, i desde entónces la Europa entera se ha ocupado de
limpiar aquellas joyas enmohecidas por el orin de los siglos,
profanadas por la imitacion romana; i las rentas de las iglesias i las
del estado no bastan para reparar las injurias, completar lo
inacabado, i borrar, si es posible, el baldon que sobre la ciencia i el
arte moderno habia caido. En este momento se repara el Hôtel de
Ville de Ruan, imitando un costado para reedificar el otro, i en Saint-
Ouen i en la Catedral hai trabajos permanentes, como en Paris los
hai en la Santa Capilla que se hace restaurar con la paciencia que
demandan sus pinturas microscópicas.
Estas alucinaciones no carecen sin embargo de ejemplos mas
altos. ¿No se moria de fastidio Buffon al oir a Saint-Pierre leer su
Paulo i Virjinia? ¿No han dado coces los españoles, Martinez de la
100

Rosa el primero, contra la rehabilitacion del arte romántico, ellos a


quienes esta resurreccion de Lope de Vega i de Calderon les venia
a dar papel en la historia de la inteligencia humana, en que ni ántes
ni despues tomaron parte? ¿Pueden llamarse clásicos los que no
han estudiado nunca el griego?
La literatura francesa se ha enriquecido i completado con
aquellas audaces escursiones hechas en la edad media, estudiando
sus costumbres, sus monumentos, sus creencias i sus ideas.
Nacion moderna alguna habia penetrado mas hondamente en el
espíritu de la Grecia i de Roma. A Esquiles, Sófocles, i Eurípides se
siguen inmediatamente Corneille, Hacine, Voltaire; a Esopo i Fedro,
Lafontaine; aTerencio, Moliére; a Horacio, i Quintiliano, Boileau i La
Harpe; a la República Romana, la República Francesa de 1793, que
plajiaba hasta los nombres, llamándose Arístides, Brutus, Gracos,
los Saint-Just, los Collot d'Herbois i los Dantones. Los Moratines no
figuran en aquel plajiado sino como el trapero figura en la
fabricacion del papel, recojiendo la materia que otros han producido.
Siguiendo esta hancha huella, la Francia habia ademas
desarrollado en el siglo XVIII, la lójica del espíritu humano,
deprimiendo todas las otras cualidades. Rousseau, Montesquieu,
Diderot, aquellos grandes retóricos enseñaron a creer que no habia
otro Dios sino Dios, i la Razon, la Lójica que era su Profeta; i el
mundo entero puso mano a la construccion de la torre de Babel que
debia salvar al jénero humano de la arbitrariedad en gobierno, de la
supersticion en relijion. La obra se levantó en efecto, hasta 1793, en
que sobreviniendo la confusion de lenguas, la guillotina funcionó en
nombre de la humanidad, en nombre de la libertad el terror, i la
Diosa Razon desnichó a la Vírjen Maria. Napoleon vino, el enemigo
de los ideólogos, i por el rastro de sus victorias la barbarie i el
despotismo de la Rusia penetró en Paris, deponiendo como
sedimento de su irrupcion a los Borbones, con sus nobles
famélicos, sus jesuitas, i su derecho divino, i todos los absurdos que
la inteligencia habia pretendido estirpar.
Entónces comienza un movimiento en la literatura i en la
filosofia francesa que dura aun. ¡No era pues, la lójica, tan seguro
guia para la humanidad como lo habia prometido el sigla XVIII!
Habia que reconstruir desde la base el edificio social, i los escritores
empezaron a examinar las piedras del antiguo edificio feudal, que
habia esparramado la revolucion. Châteaubriand se encargó de
restaurar el cristianismo, Lamartine de encender el apagado
sentimiento relijioso, Victor Hugo de levantar las catedrales góticas i
mostrar su importancia artística. Michelet i Thierry reconstruyen la
historia para dar otro significado a la feudalidad, a Gregorio VII, a
101

los conventos, a la inquisicion, atenuados, perdonados,


disculpados, defendidos. A los desencantados que buscaban la
verdad de buena fe se siguieron los pensadores pagados, de par le
roi. La monarquía feudal no podia vivir sin la rehabilitacion de todas
las creencias i hechos que la habian enjendrado. El rei lejítimo por
los cosacos debia ser santificado por su oríjen divino, i puesto fuera
del alcance del látigo de las revoluciones. Todo marchaba a las mil
maravillas, hasta el momento en que por sostituir la espurea libertad
de imprenta, por la paternal censura de la Sorbona, vióse
bambolear el edificio, i en tres dias desplomarse. A los Borbones
lejítimos por derecho divino, sucedió Luis Felipe el ciudadano rei, el
rei ciudadano, la mejor de las Repúblicas del cándido Lafayette, Si
la República fuese posible! Pero la República es la guillotina, el
terror, 93, i un monarca constitucional vale tanto como una
República; una carta verdad, lo allana todo. La obra oficial de
reconstruir lo pasado continúa entónces con nuevo afan. La filosofia
se vuelve ecléctica como el gobierno, escéptica de otro modo que
en el siglo XVIII. Entónces no creia sino en lo que era lójico,
demostrable; ahora no cree en la razon; todo hasta el absurdo
puede ser bueno, segun la época i el lugar. No hai principios, no hai
leyes que guien los destinos de las naciones. Los pueblos que jimen
bajo el despotismo estan bien, los que han logrado asegurarse
algunas libertades estan mucho mejor. Luis Felipe entre tanto,
sostiene para su coleto que la obra de los Borbones no era mala en
sí, sino que no supieron hacerla: el sacarle la espina al leon,
requiere mas maña que fuerza; i he aquí a la Francia en plena
restauracion. Porque nadie se ha engañado sobre el alcance de
esta palabra. Se restaura el mundo destruido: restaurador se llama
don Juan Manuel Rosas, restauradores son todos los astutos que
ocultan su obra. Ya la Francia tiene sus leyes de Setiembre que han
ido mas allá de donde habia querido llegar Cárlos X, i que le
costaron el trono.
Ver de cerca esta grande obra es lo que mas me arrastra a
Paris; ahí está la piedra angular, el modelo de todos los bastardos
edificios que se estan levantando en América. Rosas Restaurador,
Oribe Presidente legal, Santa Cruz Protector, Flores parodia del
Libertador, ¡ai de la República en América si las ideas en Francia no
se echan en otro molde! A V. ni a mí nos quedará un palmo de la
tierra americana para pararnos, si no nos prostituimos ántes las
restauraciones político-relijiosas, bárbaro-feudales, hispano-
coloniales que estan en jermen por todas partes. Este trabajo no se
hace, sin embargo, sin que la razon pisoteada no se queje de
cuando en cuando. Hemos leído V. i yo, la Revista Enciclopédica
102

sufocada en su orijen; la Enciclopedia Nueva, la Historia de los Diez


años, el Timon, i han quedado entre los instrumentos que sirvieron
para zapar la obra borbónica, las canciones de Beranger, los
panfletos de P. L. Courier, cuyos filos aunque tomados de orin no
estan embotados. Acaba de darse una batalla al jesuitismo, i en
despecho de Montalembert i de los hijos de los cruzados i de la
Vendée, ha sido derrotado, i espulsado: una vieja piedra ménos; la
lójica no lo ha perdido todo; le quedan los libros i la educacion, i V.
recordará el capitulo de Víctor Hugo titulado— Esto ha de matar a
aquello.
Quiero despedirme de Ruan, tengo tomado asiento en el
ferro-carril i me estoi comiendo por verme lanzado en aquel
torbellino de fuego, de humo i de ruedas que se traga las leguas en
un santiamen. Por lo ménos no es el ecléctismo el que ha dotado al
hombre con este medio de locomocion. Una cosa hai en Ruan
todavía, una tradicion popular, un hecho histórico fabuloso sin ser
falso. Aquí está la plaza en que fué quemada viva por la inquisicion
la Doncella de Orleans! aquella estraordinaria pastora que se sintió
un dia invenciblemente arrastrada a acercarse al rei que no conocia,
pedirle el ejército, mandarlo, derrotar a los ingleses, coronar al rei i
retirarse en seguida a pastorear sus vacas. Si la iglesia la hubiese
hecho una Santa, yo no buscaria el oríjen de aquella sublime
fascinacion del espíritu de una mujer, aquella trasustanciacion que
hace de una niña un jenera!, absorviendo el pensamiento, el interes
i la gloria perdida de la Francia. Habria sido un milagro entónces;
pero la iglesia ha repudiado a la Doncella de Orleans, por no
reconocerla mártir de obispos i de abades. Quedános pues el
derecho a salvo de mirar este raro hecho, con los ojos de la
filosofia, i buscar su orijen en los poderes sobrenaturales que el
entusiasmo dá al alma humana, cuando una profunda idea la labra.
Mas bella es así la obra de Dios, que con la cuña de milagros i
portentos que mostrarian mayor limitacion de poder.
Esta es la patria de Corneille i de Boeldieu, de nuestro querido
Armand Carrel, el Mirabeau del diarismo, que murió cuando habia
encontrado que la República era todavia posible.
En la orilla del Sena al costado del puente se levanta una
casilla monumental, en cuyo frontispicio se lee esta inscripcion:

A Luis Brune
La ciudad de Ruan.

¿Creerá V. que Luis Brune es algun grande artista de que la


ciudad gótica se honra, algun inventor de máquinas para la
103

fabricacion de las ruanerías, aquellos productos, variados al infinito


del sencillo tejido de la calceta, que heredó de sus antepasados la
Normandia industriosa como ninguna provincia de Francia? Luis
Brune era una especie de perro de Terranova que pasó su vida
rondando las orillas del profundo rio, escuchando donde el agua
dejaba escapar un sonido, anuncio de que un cuerpo habia caido en
ella. Luis Brune habia salvado de ahogarse una a una, sesenta
personas, mujeres infelices destrozado el corazon, padres de
familia desesperados, niños traviesos, trabajadores endomingados,
criminales que se suicidaban, todos han tenido que volver a anudar
el que ya habian creido roto hilo de la vida; porque Luis Brune no
permitia a nadie ahogarse mientras él existiese.
Ahora, a Paris, mi amigo.
104

Paris

Señor don Antonino Aberastain.


Paris, Setiembre 4 de 1846.

¡Cómo he saltado de gusto al leer su carta datada de


Copiapó! Recibir por la primera vez una carta de América en Paris,
es un acontecimiento, una dicha que se saborea dos horas, que
hace tregua a la vida europea, trasportándonos de nuevo a nuestras
predilecciones, a nuestras simpatias d’autre fois. Lo veo a V, lo
palpo, creciendo en corpulencia i en bonohomia, ministro fainéant,
abogado en feriado permanente, aburrido, deseando hacer, sin
poder bullirse por los achaques de cuerpo, i yo añado de espíritu de
su patron. A propósito, he visto aquí a su gobernador de Salta, de
quien V. era digno ministro tambien. ¡Qué bonito, que rubenguito
mozo! Lo conocí de un modo raro. Hablaba yo de la manía de los
pueblos arjentinos, cuando la insurreccion jeneral de 1840, de poner
viejos, doctores, jente de probidad i de respeto a la cabeza de los
gobiernos; un Fragueiro en Cordova, un Garmendia en Tucuman,
excelentes sujetos, hombres de órden; así salió ello! Su hombre de
V. estaba tragando saliva, i no sabia yo a que atribuirlo, cuando me
observó que él habia sucedido a Otero en el mando en Salta, i que
el doctor Aberastain era su ministro, hombre de probidad, doctor,
&c. Yo no sabiendo por donde salir del apuro, le dije, para distraerlo
¿quiére V. que vamos al baile Mabille? Esta diversion restableció la
buena harmonía entre nosotros i bras dessous, bras dessus nos
encaminamos al baile Mabille, que de tantas preocupaciones distrae
a las jentes de buena voluntad.
Se toma V. estrañas libertades al escribirme; abusa V. de sus
títulos de Mentor de mi primera juventud, aquel buen tiempo en que
V. me cubria con su mole i su prestijio de Supremo Juez de Alzada,
contra mis compatriotas, que no habrian consentido, sin su
aseveracion reiterada de V. en creerme dotado de sentido comun.
Pero aquel auxilio tan constante, aquella decision invariable
en mi favor, para sostenerme en mis primeros pasos literários, no lo
autorizan a V. a decirme que mi carta sobre la Isla de Mas-a-fuera
no vale gran cosa, i que en adelante escriba sobre cosas útiles,
prácticas, aplicables a la América, so pretesto de que un hombre
entre nosotros debe ser teórico i práctico, repicar i andar en la
105

procesion. Cómo! ¿A mí se dirijen estos consejos? ¿Era V. por


ventura quien en San Juan, construia máscaras en carnaval,
fundaba en malahora colejios, i creaba el Zonda, aquel diario
indigno que los patriotas pisoteaban por las injurias que hacia al
decoro, al honor, i a la fama de la provincia en "el Universo i en
otros lugares?" Era V. doctor el que iba a la cárcel ántes de pagar
los doce pesos que el Podestá nos cobraba inconstitucionalmente
por el 6.° número, para ultimarlo como lo consiguió? Quiere V.
hombre mas práctico doctor? ¡A mí hombre teórico! A mí que no
pido como Arquímedes, sino un punto de apoyo, para poner mi
patria o la de otros, patas arriba, porque no soi dificil en punto a la
propiedad i pertenencia de las patrias! Su celo que agradezco
doctor, lo estravia esta vez. Lea con atencion lo que le escribo
sobre este Paris encantado.
Desde luego, si ve V. a mis amigas en Santiago, dígales de mi
parte que no está aquí en este momento Eujenio Sue; pero que me
han mostrado al rengo Tortillard; ya está hombre hecho i derecho,
siempre cojo, i malo como siempre.
Brazorojo se ha hecho honrado con su contacto con la policía,
i la Rigoleta goza de una grande reputacion en el baile Mabille.
Otras pérdidas mayores aun tenemos que deplorar! No hai ya ni
aquellas pocilgas i vericuetos donde los Misterios comienzan. Se ha
abierto por medio de la Cité, una magnífica calle que atraviesa
desde el palacio de Justicia hasta la plaza de nuestra Señora,
iluminada de gaz, i bordada de estas tiendas de Paris, envueltas en
cristales como gazas transparentes, graciosas i coquetas como una
novia. En vano preguntará V. dónde fueron los primeros puñetazos
del Churriador con Rodolfo, dónde vendia sus fritangas la Pegriote,
estas pobres jentes, oh dolor! no saben nada.
El español no tiene una palabra para indicar aquel far-niente
de los italianos, el flâner de los franceses, porque son uno i otro su
estado normal. En Paris esta existencia, esta beatitud del alma se
llama flâner. Flâner, no es como flairer, ocupacion del ujier que
persigue a un deudor. El flâneur persigue tambien una cosa, que él
mismo no sabe lo que es; busca, mira, examina, pasa adelante, va
dulcemente, hace rodeos, marcha, i llega al fin....a veces a orillas
del Sena, al boulevard otras, al Palais Royal con mas frecuencia.
Flanear es un arte que solo los parisienses poseen en todos sus
detalles; i sin embargo el estranjero principia el rudo aprendizaje de
la encantada vida de Paris por ensayar sus dedos torpes en este
instrumento de que solo aquellos insignes artistas arrancan,
inagotables harmonias. El pobre recien venido, habituado a la
quietud de las calles de sus ciudades americanas, anda aquí los
106

primeros dias con el jesus en la boca, corriendo a cada paso riesgo


de ser aplastado por uno de los mil carruajes que pasan como
exalaciones, por delante, por detras, por los costados. Oye un ruido
en pos de sí, i echa a correr, seguro de echarse sobre un omnibus
que le sale al encuentro; escapa de éste i se estrellára contra un
fiacre si el cochero no lográra apénas detener sus apestados
caballos por temor de pagar dos mil francos que vale cada individuo
rebentado en Paris. El parisiense marcha impasible en medio de
este hervidero de carruajes que hacen el ruido de una cascada;
mide las distancias con el oido, i tan certero es su tino que se para
instantáneamente a una pulgada del vuelo de la rueda que va a
pasar, i continúa su marcha sin mirar nunca de costado, sin perder
un segundo de tiempo.
Por la primera vez de mi vida he gozado de aquella dicha
inefable, de que solo se ven muestras en la radiante i franca
fisonomia de los niños. Je flâne, yo ando como un espíritu, como un
elemento, como un cuerpo sin alma en esta soledad de Paris; ando
lelo; pareceme que no camino, que no voi sino que me dejo ir, que
floto sobre el asfalto de las aceras de los baluartes. Solo aquí puede
un hombre injenuo pararse i abrir un palmo de boca, contemplando
la Casa Dorada, los Baños Chinescos, o el Café Cardinal. Solo aquí
puedo a mis anchas estasiarme ante las litografias, grabados, libros
i monadas espuestas a la calle en un almacen; recorrerlas una a
una, conocerlas desde lejos, irme, volver al otro dia para saludar la
otra estampita que acaba de aparecer. Conozco ya todos los
talleres de artistas del boulevard, la casa de Aubert en la plaza de la
Bolsa, donde hai exhibicion permanente de caricaturas; todos los
pasajes donde se venden esos petits riens que hacen la gloria de
las artes parisienses. I luego las estatuetas de Susse i los bronces
por do quier, i los almacenes de nouveautés, entre ellos uno que
acaba de abrirse en la Calle Vivienne con doscientos dependientes
para el despacho, i 2000 picos de gas para la iluminacion.
Por otra parte, es cosa tan santa i respetable en Paris flâner;
es esta una funcion privilejiada, en que nadie osa interrumpir a otro.
El flâneur tiene derecho de meter sus narices por todas partes. El
propietario lo conoce en su mirar medio estúpido, en su sonrisa en
la que se burla de él, i disculpa su propia temeridad al mismo
tiempo. Si V. se para delante de una grieta de la muralla i la mira
con atencion, no falta un aficionado que se detiene a ver que está
V. mirando; sobreviene un tercero, i si hai ocho reunidos, todos los
pasantes se detienen, hai obstruccion en la calle, atropamiento.
¿Este es en efecto, el pueblo que ha hecho las revoluciones de
1789 i 1830? Imposible! I sin embargo ello es real: hago todas las
107

tardes sucesivamente dos, tres grupos para asegurarme de que


esto es constante, invariable, característico, maquinal en el
parisiense.
En otro signo he reconocido el pueblo de las grandes cosas,
el brazo de hierro de las ideas. Aquel frances terror de la Europa en
los campos de batalla, aquel fautor i actor de las grandes
revoluciones sociales que echa a rodar tronos cada diez años, es el
hombre mas blando, mas atento, mas comedido. El pueblo de
blusa, como si dijéramos de poncho, el leon i el diputado son
iguales en sus espresiones de comedimiento. Ayez la
complaisance...soyez assez bon pour...cien frases mas comienzan
o concluyen una pregunta dirijida a otro. S'il vous plaît, está por
todas partes escrito para indicar la cuerda de una campanilla, el
resorte que ha de tirarse. Je vous demande bien pardon, es el
reproche que le hace a V. aquel a quien por inadvertencia ha pisado
un pié, codeado fuertemente, o perturbado en su ocupacion. El
pueblo de Paris tiene la relijion de la adresse. Si el estranjero pide la
direccion de una calle, una casa que busca, un forçat, un bandido
que en otra circunstancia lo despojaria, en esta se cree en
conciencia obligado a decir lo que el pasante necesita, a interrumpir
su camino. Por la incertidumbre de las miradas reconoce alguno al
estranjero, i se le acerca i le ofrece darle las señas que busca. Me
ha sucedido ser así adivinado; echarme en la direccion indicada,
perderme de nuevo, encontrar a mi hombre que me ha seguido i
dadome de nuevo las señas; perderme tercera vez i mi ánjel tutelar
volver tercera vez a encaminarme. I esto le ha pasado cien veces a
todo estranjero, i es fama i opinion comun que solo en Francia i
sobre todo en Paris se encuentra esta benevolencia pública, esta
bondad fraternal. Solo en Paris tambien, el estranjero es el dueño,
el tirano de la ciudad. Museos, galerias, palacios, monumentos,
todo está abierto para él, ménos para el parisiense a toda hora i en
todos los dias. Mostrar su pasaporte a la puerta, es mostrar un
firman ante el cual se quita el sombrero el conserje. Diga V. el
mayor desatino poisson, por poison veau por beau, i ningún
músculo de la fisonomia de la cara de un frances se ajitará, porque
el estranjero no está obligado a hablar bien su idioma; i no ha
mucho que uno de mis amigos, molestado en un lugar siniestro por
una turba de ebrios en andrajos ¡Como! les dijo apurado, esto se
hace con un estranjero en Paris? Infames! Los beodos al oir la
palabra estranjero empezaron a deshacerse en escusas, i
protestas, le acompañaron en silencio hasta mejores parajes, i se
despidieron confundidos i humillados. Yo sabia, me decia, que esta
era mi única tabla de salvacion; haga V. lo que quiera en Paris, i
108

diga que es estranjero. I en efecto, de palco en palco i hablando


perversamente el frances logré no ha mucho en una gran revista
que se daba a Ibrahim Pachá en el campo de Marte, acercarme
hasta el que ocupaba la familia real. Mais où allez-vous, Monsieur?
me decian los guardias; yo respondia en castellano puro con calor,
con enerjia, i el pobre municipal me dejaba pasar, sospechando que
algo de mui racional debia decir puesto que él no entendia jota. He
aquí la piedra de toque de la cultura intelectual de una nacion,
aunque no sea la de la instruccion del individuo.
Acaso no acierto a darle a V. una idea de Paris tal que pueda
presentárselo al espíritu, tocarlo, sentirlo bullir, hormiguear. Haria si
lo intentara mui huecas frases, llenaria pájinas de descripcion
insípida, i V. no estaria mas avanzado por eso. Paris es un
pandemonium, un camaleon, un prisma. Es V. sábio? Entónces
Paris tiene sus colecciones, sus archivos, su Jénesis encerrado en
el jardin de las Plantas, desde el primer molusco que sin sentirlo él
dejó ver el primer rudimento de vida, desde el primer lagarto de los
que poblaron durante millares de siglos la tierra, llamándose con
insolencia los señores de la creacion, hasta el último cuadrúpedo en
que la vida se ensayaba antes de la aparicion del hombre. Ahí estan
petrificados todos nuestros antecesores; allí hai pedazos de todos
los mundos pasados, rastros de los animales ante-diluvianos que de
creacion en creacion pueden llamarnos a nosotros sus tataranietos.
Es V. astrónomo? Arago está montando un telescopio que acercará
la luna a seis leguas de Paris; i un tal Laverrier, que era ayer
empleado en los ferro-carriles anda persiguiendo en los espacios
celestes, i llamando a todos los astrónomos que se aposten en tales
i cuales lugares que él señala, para cojerlo al paso, a un planeta
que él dice que hai en el cielo, porque debe haberlo por requerirlo
así una domostracion de las matemáticas. Humboldt, acaba de
escribir el credo de las ciencias naturales, dejando que cada cual
levante su culto sobre aquella base de dogmas.
Si en lugar de antigüedades de la tierra busca V. las de las
sociedades humanas, en este momento estan poniéndose en órden
los bajos relieves i los fragmentos de palacios arrancados a Ninive
que acaban de desenterrar en las llanuras del Tigris, miéntras que
otros se despestañan por leer las escrituras grabadas en los
ladrillos de la torre de Babel, que se estan trayendo, para colocarlos
al lado de los sarcófagos ejipcios, de los cartuchos, que muestran
por fechas, por cifras duras, de granito, que no se doblegan a
interpretacion humana, que hai veinte siglos mas que añadir a la
historia de la civilizacion del hombre.
Es V. literato? Entónces consagre un año a leer lo que
109

publican cada dia esa turba de romancistas, poetas, dramatistas,


que tienen en ajitacion los espíritus, que hacen de Paris una
sociedad pueril, oyendo con la boca abierta a esa multitud de
contadores de cuentos para entretener a los niños, Dumas, Balzac,
Sue, Scribe, Soulié, Paul Feval, que os hacen llorar i reir, que
inventan mundos i pasiones estrañas, absurdas, imposibles para
entretener a este pueblo fatigado sin hartarse de sentir emociones,
de hacerse pinchar los nervios con descripciones atroces, terribles,
irritantes.
Es V. artista? Aun dura la esposicion del Louvre de 1846. Dos
mil cuatrocientos objetos de arte, cuadros, estátuas, grabados,
jarrones, tapices de Gobelin, que ocupan legua i media en los
salones del Louvre. Allí estan los productos de la pintura relijiosa
que va a buscar sus asuntos en las tradiciones de la edad media, al
lado de la batalla de Isly, inmenso lienzo de Horacio Vernet, que ha
trasportado a Paris un pedazo del Africa con su cielo tostado, sus
camellos, su atmósfera polvorosa, sus Arabes indómitos ya
domados. Detras de cada cuadro hai un nombre, una escuela, una
historia, un taller, un artista que ha pasado por todas las angustias,
todas las miserias, todos los desencantos, i que con la paleta en la
mano, i apartando el pensamiento del suicidio que rueda, susurra i
voltejea en torno suyo, ha llegado al fin a la puerta del Louvre, i
permitídosele colgar en sus murallas el cuadro que ha de servir de
enseña para trabajar su gloria i su fortuna de artista.
Gústanle los sistemas políticos? Oh! no entre V. en ese
dédalo de teorias, de principios i de cuestiones. Una cosa hai
estraña, en despecho de la aparente calma de esta ciudad enferma
de fiebre cerebral. Diria V. que el mundo político está para
acabarse; todos los signos son de un cataclismo universal; los
hombres andan afanados rejistrando la historia de los tiempos
pasados, compulsando las fechas, corrijiendo los errores,
reproduciendo libros olvidados, tomando un camino i dejándolo al
dia siguiente para echarse en otro. Nadie es hoi lo que ayer era.
Michelet está borrando apresurado las pájinas de historia que habia
escrito, Châteaubriand en sus ochenta años llama a Béranger el
único sábio i el único filósofo conocido, mientras que el bonhomme
se rie de todas las instituciones, de reyes i de oráculos. El
socialismo cunde, i las novelas de Sue, i los dramas lo predican, lo
esponen en perspectiva. La Mennais continúa alejándose de su
punto de partida, i en medio de la jendarmeria de las ideas
dominantes, oficiales, moderadas, ve V. moverse figuras nuevas,
desconocidas, pensamientos que tienen el aspecto de bandidos,
escapados al baño, al presidio en que los han confundido con los
110

criminales de hecho, ellos que no son mas que revolucionarios. Una


sola fisonomia del pensamiento frances ha desaparecido, no
obstante ser ella la que pretendia amalgamar esta variedad de
opiniones i de creencias contradictorias, el eclectismo, que habia
hecho un mosaico de los sistemas, engañándose con la harmonia
del conjunto. Ha muerto de muerte natural como todas las cosas
caducas, que no estan fundadas en la verdad. Cuánto estudio i
cuánta penetracion necesita el viajero para entender su Paris por
este lado. Yo desespero, i sin embargo empiezo a tener barruntos,
a sentir que la lójica late en mi espíritu; me parece que veo de
cuando en cuando señales, columnas miliarias, linderos que
muestran el camino que ha de seguirse en este laberinto. Dejeme
tiempo, i yo he de sentir alguna vez que la conviccion viene
formándose, fortificándose, endureciéndose como aquellas rocas,
que se ve que han sido al principio capas de arena movediza
acumuladas por las aguas i removidas por los vientos.
Desde el Havre habia hecho vida comun con un excelente
frances, gran conocedor de su Paris, i deseoso de mostrármelo en
toda su gloria. No bien hubimos llegado, llevóme a los Frères
Provençaux, donde cenamos ambos por 60 francos: al dia siguiente
por 30 almorzamos en el Café de Paris; en un restaurant comimos
por 10; en un Pasaje al dia siguiente fuimos a almorzar por 3, i a
comer por 32 sueldos al Pasaje Choiseul, últimamente a una
abominable pocilga detras de la Magdalena, decorada con el
nombre de Hôtel ingles, donde se sirve carne cruda de procedencia
mas que sospechosa, porotos duros, i cerveza infame, todo por un
franco para regalo de los que quieren salvar el honor de la bolsa,
afectando anglomania. Habia pues en tres dias recorrido los siete
escalones de la vida parisiense, i conocido el camino que va de la
opulencia a la escasez, haciéndome mi Mentor este curso, para
precaverme de todo accidente. Là-dessus, podia permanecer
tranquilo: en una crisis financiera, conocia ya el camino del soi-
disant Hôtel ingles.
El folletin es como V. sabe la filosofia de la época aplicada a
la vida, el tirano de las conciencias, el regulador de las aspiraciones
humanas. Un buen folletin puede decidir de los destinos del mundo
dando una nueva direccion a los espíritus. Leon Gozlan ha
publicado uno en estos dias, para mí vale mas que el tratado
Mackau. Paris, la ciudad de todos los goces, que ha inventado el
Hipódromo, la reclame, el carta verdad, con sus veinte teatros, sus
jardines, restaurantes, asfaltos, museos, i cursos públicos de
enseñanza, carece sin embargo de ciertas comodidades, de que
por mas tiempo no puede sin mengua privarse la ciudad
111

cosmopolita. Por ménos de nada véndese la risa en el Palais, Royal


suficiente a hacer reventar a un ingles si se deja ir a la tentacion de
reirse; el que quiere llorar se dirije a la Porte San Martin,
premuniéndose por precaucion de pañuelos, porque las lágrimas
corren allí a mares. Danse gratis las mas profundas lucubraciones
del espíritu humano; i tal es la conviccion del parisiense de que en
Paris está reunido todo lo que Dios i el hombre han creado, que
pidiendo Balzac en un restaurant comme il faut, una ala de
salamandra, el mozo le contestó sin turbarse, V’là, M'sieu, volviendo
inmediatamente de la reposteria a anunciarle que en aquel
momento acababa de acabarse. Bien, pues, apesar de todo esto
Paris carecia, segun Gozlan, de una de las primeras comodidades
de la vida, de un establecimiento donde se vendiese sueño, para los
dramatistas que hacian fiasco, para los ajiotistas que jugaban a la
alta, tos amantes desairados, &c., e iba al efecto a construirse un
Dormitorio modelo cerca de la Bolsa, para evitar suicidios. Murallas
colchonadas debian interceptan loa ruidos de la ciudad torbellino, i
hacer el silencio como la máquina neumática hace el vacio. Un
padre de familia que ha especulado sobre los bonos españoles se
presenta a la puerta pidiendo dos horas de sueño: un portero mudo
lo introduce de recinto en recinto, de salon en salon, hasta dejarlo
en una cámara donde hay sofaes i cojines de pluma. Sus cascos
estan para volar, aguarda el sueño que deben servirle, i cuando en
su ignorancia de los procederes, espera oir una música dulce,
calmante, eólica, desde, una ventana oye a un doméstico que lee
bostezando. Noticias del....del....Riooo....ahh! del...del
Riooo....ahhh! de la Pla plaaaaaa tahh! el Je ..ne..er..er..al
Madari..ia..ga ha de..rrro..rrro..rreo..ohh!..derro..rro..rro...rrohhh!
Nuestro enfermo se impacienta, tira el cordon para llamar i nadie
responde, grita i él mismo no se oye su voz, absorvida por la
muralla i los aparatos antiacústicos. El infeliz que se siente
asesinado esconde la cabeza entre los cojines, i el implacable lector
sigue el Jene..jene..jenehh!!! hasta que al fin se duerme el paciente,
ronca profundamente, i dos horas despues lo despiertan por no
haber pedido mas que dos horas de sueño. Así con veinte francos
que paga a la puerta, su cabeza se ha descargado i el pensamiento
del suicidio desanidádose de su corazon.
Este es, mi querido Doctor, el lugar que en la opinion pública
ocupan nuestros asuntos del Plata. Leon Gozlan tomaba para su
récipe la noticia mas soporífera que encontró en el primer diario que
vino a sus manos; i como estoi seguro de que V. no se duerme,
Doctor, cuando le hablan de las cosas arjentinas, voi a darle mas
soporíferos pormenores. Por accidente oigo a Lasalle, editor del
112

Correo de Ultramar, al redactor de la Presse al servicio de Rosas, i


a M. Pichon, el ex-cónsul de Montevideo ¡que cinismo! El primero
escribe segun el mismo para que Rosas se suscriba por doscientos
ejemplares; el segundo por contrata; i el tercero cuéntanos como ha
escrito ya a Oribe, trasmitiéndole las propias palabras del Rei:
"N'ayez pas peur, M. Pichon" es el Rei quien habla, "mes pantalons
garance ne verront jamais cette rivière de la Plata. Yo! destronar a
ese M. Rosas, que gobierna ya 14 años en esas repúblicas
americanas, que ha fundado el órden, i sometido a esos
anarquistas, alborotadores, a esos unitarios! Dicen que es un
bárbaro, sanguinario, ¿qu’est-ce que ça nous fait à nous? Me dice
cosas peores la oposicion. ¡Calumnias, contra los gobiernos
moderados!"
Recuerda V. que Lamartine preguntaba a Varela qué idioma
hablabamos; un redactor en jefe de diario conservador me ha
pedido pormenores sobre nuestras luchas en América, contra los
mahometanos, disertando en seguida con un aplomo admirable
sobre la oposicion de creencias, de razas, &c.!
A mi llegada a Paris, Rosales me trasmite la órden de
presentarme en el ministerio de Relaciones Esteriores, por órden de
M. Guizot. El rei le ha preguntado que clase de individuo soi yo, i
Rosales ha debido decirle que soi un excelente sujeto. Mas tarde sé
que el caballero de Saint Georges ha escrito a su gobierno que si
desea saber algo sobre la cuestion del Rio de la Plata, oiga a un
señor de mi nombre, hombre competente para juzgar. Don
Francisco Matta me guia al ministerio, i M. Dessage, jefe del
departamento político, me recibe. Este funcionario es el ojo con que
Guizot ve la cuestion del Plata. Todos los dias presenta el estracto
de los diarios i de las noticias recibidas. "Rio de la Plata" artículo de
oposicion, no se lee. "Denuncia el National el corte de los
bosques"—Recoja V. datos. "Nota de Deffaudis pidiendo fuerzas"—
No se mandan. Así se maneja el mundo, así se crea la historia. M.
Dessage me interroga. Quiero yo establecer los verdaderos
principios de la cuestion. Hai dos partidos, los hombres civilizados, i
las masas semibárbaras—El partido moderado, me corrije el Jefe
del departamento político, esto es el partido moderado que apoya a
Luis Felipe el mismo que apoya a Rosas,—No señor, son aquellos
campecinos que llamamos gauchos—Ah! los propietarios, la petite
propriété, la bourgeoisie.
Los hombres que aman las instituciones... La oposicion me
rectifica el ojo i el oido de M. Guizot (la oposicion francesa i la
oposicion a Rosas, compuesta de esos que pretenden
instituciones). Me esfuerzo en hacerle comprender algo; pero
113

imposible! es griego para él todo lo que le hablo. Hai un partido


tomado, i un gobierno no se deja persuadir a dos tirones, aunque
Deffaudis i Saint Georges, que estan en el teatro de los sucesos,
acrediten la competencia de la persona. En resumen:

Rosas=Luis Felipe.
La mazorca=El partido moderado.
Los gauchos=La petite propiété.
Los unitarios=La oposicion del National.
Paz, Varela=Thiers, Rollin, Barrot.

I como no es propio a un recien llegado echar a pasear a un


funcionario, doile respuestas sin sentido a todo lo que sobre los
hechos me continúa preguntando, i tomo mi sombrero, despues de
haber recibido la indicacion de hacerme presentar a Guizot, quien
ya aleccionado por M. Dessage de que soi una especie de un
animalito raro, que vengo hablando rococo, principios, libertad,
instituciones, cuando el señor Rosales le dice que vengo de
Montevideo, Guizot corrije, para evitar entrar en esplicaciones sobre
este punto, el señor viene de Chile donde reside hace seis años,
viene, &c., leccion que se dá escrita al ministro para que la repita a
la persona que le presenta, a fin de hacerle sentir cuanto caso hace
del presentado. A veces ocurre algo parecido a aquello de la mujer
de Talleyrand con Denon, que tomó el libro de Robinson por el del
viaje a Ejipto i le pedia noticias del indio Domingo, del loro i de la
llama. M. Guizot me habla de educacion primaria, objeto de mi viaje,
i me ofrece la cooperacion del gobierno en cuanto necesite para la
realizacion de mi objeto. Me habla con interes Chile, me interroga
sobre varios puntos relativos a la enseñanza, &c.
Mi amigo el comandante Massin, compañero de viaje del
Brasil a Europa, habia sido destinado al ministerio de la marina, i
cada vez que nos veiamos me referia los progresos que hacia en un
plan de operaciones emprendido con el baron Mackau, ministro del
departamento. Cuando se habla del Rio de la Plata en el ministerio,
me decia, yo suelto alguna frase de intelijencia, la discusion de
traba i a lo mejor digo a mi ministro: no conozco a fonde este punto;
pero ha venido conmigo un americano que le solveria a V. todo
jénero de dudas. Le pico la curiosidad, i un dia de estos vengo a
llevarlo para que tenga una entrevista. No se pasan en efecto cinco,
ántes de que el comandante Massin se presente en mi habitacion,
radioso del placer de haberse salido con la suya. Recíbeme Mackau
con la amabilidad espansiva del hombre que se siente estúpido, i le
han persuadido que su interlocutor es mas intelijente, porque el
114

baron Mackau tiene una reputacion colosal en Paris de ser un


animal en dos pies: en la Cámara no lo interrumpe la oposicion a fin
de oirlo decir platitudes, i el centro se venga de su servidumbre,
riéndose de su jefe i amigo, a dejar correr las lágrimas, cuando él
tiene la palabra. Hablo largamente de los acontecimientos del Plata;
i como no es tan sabido como M. Dessage, no me corrije los
conceptos, no me sostituye las sanas ideas en lugar de las mias M.
Mackau aprueba todo con un signo de cabeza i una sonrisa. Digo
cuanto juzgo oportuno para edificacion del ministro; su benevolencia
me anima, siento que mi confusion primera se disipa, mis ideas se
aclaran; cito hechos, establezco principios, me escucho elocuente.
Massin está contentísimo de su amigo el americano; lo leo en sus
ojos animados. El almirante continúa siempre haciéndome
reverentes signos de aprobacion; pero son tan metódicos, son tan
mecánicos, que parece una palanca; mírole fijamente los ojos, i veo
en ellos aquella fijeza sin mirada del hombre que no escucha,
absorvido por algun pensamiento interno. Yo me detengo
repentinamente en mi improvisacion, i el ministro faltando el ruido
de las palabras, despierta, i no sabiendo que decirme porque no
está en antecedentes, esplora, tartamudea, i no acaba: hai un
momento de silencio, trato de escabullirme, i Massin me apreta la
mano al salir, en signo de parabien, creyendo que he depositado
alguna idea en aquel cerebro de estopa, ¡habia sido tan animado mi
discurso! A la puerta del salon del ministro encontramos un
individuo que nos mira de pies a cabeza, con aires de empleado del
octroi, rejistrando con los ojos al pasante por ver si lleva o trae algo
de contrabando.—¿Conoce V. a este? me dice Massin.—No—Es el
conde Alley de Cyprey.—¿I quien es ese?—Es aquel enviado
oficioso, que despues de la toma de Obligado fué a Buenos Aires
de parte del rei, a asegurar a Rosas de la desaprobacion del
gobierno por las hostilidades comenzadas. Este es el alma de
Mackau, i está furioso conmigo porque lo he introducido a V.; es
partidario acérrimo de Rosas.
Aquí tiene V. pues, íntegro el pensamiento oficial sobre la
cuestion del Rio de la Plata, en el gabinete de las Tuilerias, jarron
dorado que contiene aguas súcias. Dessage, Alley, tales como V.
los ve, son los árbitros de nuestra suerte.
Va V. a buscar la opinion de los americanos mismos, i por
todas partes encuentra la misma incapacidad de juzgar. San Martin
es el ariete desmontado ya que sirvió a la destruccion de los
españoles; hombre de una pieza; anciano batido i ajado por las
revoluciones americanas, ve en Rosas el defensor de la
Independencia amenazada, i su ánimo noble se exalta i ofusca.
115

Sarratea, el compañero de orjia de Jorje IV, ántes de ser rei de


Inglaterra, viejo esceptico, Voltaire que no ha escrito, hoi todavia en
Paris mismo modelo de finura, de gracia noble, i de sencillez
artística en el vestir, tiene con mas talento i ménos despilfarro la
gastada conciencia de Olañeta. Rosales, el hombre mas amable, el
cortesano de la monarquía, todo bondad para con todos, ha sido
educado en este punto por Sarratea, su Mefistófeles, el cual lo
lanza a las confidencias con Luis Felipe, a quien pone miedo con la
indignacion de la América. Esta es la cuerda del Napoleon de la
Paz; nada de guerra, la Francia es demasiado grande para sufrir sin
pestañear la afrenta; es una marquesa del faubourg Saint-Germain
que puede permitirse un capricho con alguno de sus lacayos, sin
desdorar los cuarteles de su escudo de armas. Esos melindres de
honor se quedan para los estados de tercer órden, para la
bourgeoisie de las naciones.
En fin soi introducido a M. Thiers, que no puede dedicarme
sino un cuarto de hora, porque está reconcentrándose para
pronunciar en la Cámara un discurso de cuatro horas. Tan
fastidiado estoi de los grandes hombres que he visto, que apénas
siento entusiasmo al acercarme a este diarista, historiador,
estadista, financista, orador. En la calle Nueva de Saint-Georges
tiene su hotel rodeado de árboles frondosos, i separado de la calle
por una verja de hierro que deja ver el verde cesped que alfombra el
suelo. Esperábame en su jardin a la sombra de los árboles, a la
orilla de un estanque lleno de pescadillos rojos que tenian el agua
en contínuo movimiento. Es M. Thiers un hombre chiquito, moreno,
cara redonda como un boliviano; su metal de voz es poco sonoro,
su palabra fácil, su aproche alentador. La conversacion se hubo
entablado luego; no habia momento que perder: al principio me
aventuré con timidez, el chasco de Mackau me venia a la memoria; i
luego esponer ideas a M. Thiers, es una tarea que se la doi, no digo
a un americano, al mas pintado, a un escritor europeo. Pero habia
tanta induljencia en su semblante, me detenia medroso, i él me
decia: continué V. El cuarto de hora pasó i quise levantarme.— No,
todavia no, me interesa, siga V.—i al fin de tantos sufrimientos tuve
la dicha, tan cara para los hombres que comienzan i no tienen
prestijio, de verse animados, aprobados, aplaudidos, por una de las
primeras intelijencias de la tierra.
¿Para que he de decir a V. el tema de mi discurso? Conócelo
V. i podria repetir las mismas palabras, los mismos pensamientos.
M. Thiers al oirme me decia, continúe V; la cuestion toma otro
aspecto que no le conocia; esto es grande, continúe V.— I yo
seguia, amigo; la palabra me venia fácil i neta en frances, como en
116

aquellas horas de interminable charla con mis amigos. Decia todo


mi pensamiento, i ví un momento la América toda i su porvenir
desarrollarse ante mis ojos, claras todas las cuestiones, rodando
sobre un punto céntrico, único, la falta de intereses industriales.—
¿Rosas cuenta con la mayoría?—Si, señor, sus enemigos
verdaderos, de corazon, son los pocos que tienen por la
rejeneracion de las ideas el sentimiento de la unidad de los pueblos
cristianos. Mi introductor me punzaba para que no continuase en
este mal camino; despues me decia, malo! dígale que la inmensa
mayoría le es hostil.
Preguntóme en seguida por Florencio Varela, i mi introductor
se apresuró a decirle que por él le venia recomendado. Varela habia
dejado una agradable impresion en su espíritu, i los elojios que en
la Cámara tributó a su nombre, los mas exajerados aun, que sobre
su mérito i la fascinacion de su palabra hizo el petate de Mackau,
son sin duda timbres de que puede gloriarse un americano. Es
Varela en efecto, no el hombre mas instruido que tiene hoi la
República Arjentina, sino la naturaleza mas culta, el alma mas
depurada de todos los resabios americanos, es el europeo
aclimatado en el Plata ya, como aquellas plantas exóticas que a tres
o cuatro jeneraciones, i mediando la cultura esmerada, recobran al
fin el perfume i el sabor que les eran orijinales. Varela ha dejado
aquí amigos apasionados i entusiastas, es conocidamente el centro
de la accion intelijente contra Rosas en Montevideo, i su contacto
diario con todos los hombres notables que toman la jestion de
aquellos negocios tan complicados, hace valer la influencia de sus
modales tan cordialmente cultas, de su espíritu tan sensatamente
elevado. Poniendo su nombre al frente de un diario, ha querido por
respeto a sí mismo ponerse un freno para no ceder a la tentacion a
que sucumbió Ribera Indarte de volver injuria por injuria, en aquella
lucha en que contra el razonamiento i los principios se arrojan las
pasiones groseras i la violencia. Sobre todo, lo que hace de Varela
un hombre inestimable en la crisis en que tiene que figurar, es su
posesion completa de los idiomas modernos, que hace de él un
intermedio indispensable entre los enviados europeos i los
americanos interesados en la lucha. M. Thiers lo habia favorecido
con una distincion que rayaba en la amistad, i así nos lo espresó
esta vez. Al despedirnos, M. Thiers dijo, sin duda no con otro objeto
que el de prodigar una de esas amables palabras con que el
frances hace feliz al que se le acerca: he oido con placer a este
señor. Su modo de ver la cuestion es nuevo, fecundo, me interesa;
no me pesa el tiempo que le he consagrado: hablaremos mas
despacio despues; necesito mas datos. Llévelo a la Cámara pasado
117

mañana que hago una reseña jeneral de la política del ministerio:


hablaré tres horas; no diga V. nada; quiero caerles de improviso. Yo
me retiré, como V. puede imajinarlo, satisfecho de mí mismo,
radioso, inflado, i tiñendo de rosa mi porvenir de Paris.
Sigame a la Cámara; voi a introducirlo a otro mundo. En la
sala de los pasos perdidos soi presentado a Armand Marrast,
redactor del National, i opositor a Rosas, simplemente por
desafeccion a Guizot. Hablamos, me escucha, me aprueba; pero
me pide datos escritos para hacer con ellos artículos de oposicion.
Pido que se escriba en el sentido de nuestros intereses americanos,
i no en los de la oposicion, i me hace sentir que eso no le importa,
sino hacer la oposicion.
Entremos a la Cámara: la sesion comienza; M. Sauzet, la flor
de los presidentes de Cámaras presentes i futuras, ocupa el
fauteuil; mango intelijente de campanilla, robinete que deja escapar
el chorro de palabra que conviene de la boca de cada orador. La
Cámara es un semicírculo, la mitad de un reñidero de gallos de
dimensiones colosales. No es por lo moral la afinidad. En el corte,
en el diámetro estan la alegoria de la Fuerza, contrapuesta a la de
la Prudencia, el Órden Público a la Libertad, la Justicia a la
Elocuencia. La Fuerza, el Órden Público i la Justicia estan al lado
de la izquierda; lenguaje mudo que la oposicion traduce así: la
fuerza se llevará por delante al órden público para llegar a la
justicia, i dar cuenta de la elocuencia, la libertad i la prudencia,
como lo entienden el centro i la derecha. Los bancos de los
diputados se estienden en círculos concéntricos en derredor de un
pequeño hemiciclo, en que está la tribuna de los oradores, i a su
espalda el presidente i entourage. Detras del Órden Público, hai un
gran cuadro a la izquierda, del rei distribuyendo banderas a la
guardia nacional; otro en que está recibiendo la Carta hácia la
derecha. Hai tribunas para los diaristas, tribunas públicas, de los
ajentes diplomáticos, de los antiguos diputados, de la casa real, &c.,
que forman el semicírculo de la circunferencia del hemiciclo.
Los semidiámetros que de todos los puntos converjen al
centro dividen los bancos en centro ministerial con los ministros al
frente, centro derecho, centro izquierdo, costado derecho, costado
izquierdo, estremo derecho, estremo izquierdo. Una vez conocido el
mapa, mi amigo Lelong iba satisfaciendo mi curiosidad. Aquí tiene
V. a Larochejaquelin, el vendeano, descendiente de los cruzados,
extreme droite, lejitimista. ¿Dónde está M. Fulchiron que me hace
mucha gracia—M. Fulchiron, chose, M......helo ahi—Mauguin centro
izquierdo, Berryer centro derecho. Allí los ministros; diviso a Mackau
en el estremo el último de los ministros, término en que la
118

naturaleza ministerial pasa de un reino a otro, de roca a molusco,


de ministro a ordenanza. Oh! me pagareis, imbécil, mi bello
discurso, el mejor, el único que he hecho en mi vida, i que no
tuvisteis el honor de oir! Siguiendo el frente de la columna de los
bancos, en la estrema izquierda diviso a Odilon Barrot, a Arago el
astrónomo; Cormenin, autor del Timon, i Ledru Rollin, estan tres
bancos atras. Lamartine, el vizconde, que tenia su asiento en la
estrema derecha, va caminando hácia la izquierda: otro tanto
sucede con Beaumont, Duvergier de Hauranne: Emilio Girardin está
en el beau milieu del centro, es ministerial. Cada diputado tiene por
delante un bufete, i cuando la discusion comienza, un cuchillo de
madera en la mano para hacer ruido. Leese la órden del dia, sube
un orador a la tribuna, i el chas, chas de los papeles ajitados
intencionalmente comienza; nuevos oradores i mas o menos bulla
segun el color a que pertenecen: un diputado joven decia; pero por
Dios señores, permítanme decir una sola palabra! Hum! qué ruido,
qué risa! al fin el orador desciende riéndose tambien. Yo que estoi a
la altura de Paris, cosa que esperimentan otros ántes de llegar, no
presto atencion a todas estas habladurias; estoi iniciado en el
secreto; sé lo que pocos saben. M. Thiers sube a la tribuna; grande
movimiento en el centro izquierdo a que él pertenece; en el
derecho, donde estan sus adversarios. Se tuece, se acomodan en
el asiento, se escucha. M. Thiers deja asomar la mitad de su cuerpo
sobre la tribuna como un corista en el púlpito. Lleva pantalon de
mahon, un chaleco de color i levita oscuro. Saca un pañuelo blanco
que lleva a la cara en via de ensayo, esplora con la vista los vasos
de agua que hai a ambos estremos del mármol, mira hácia la
Cámara i aguarda que haya silencio. El silencio se produce; i su voz
pequeña empieza a deslizarse, sin vehemencia, como una gotera
de agua límpida que filtra de una roca; conversa, jesticula, acciona
desembarazadamente, pero sin formas oratorias. No olvide V. que
el Gobierno tiene una inmensa mayoría, i que esta mayoría va a
oirse llamar en sus propias barbas, corrompida. Yo sigo el discurso
por los efectos que causa; un sordo-mudo habria comprendido
perfectamente el sentido de aquella improvisacion. Al principio,
atencion profunda en todos los bancos; mas a medida queavanza,
la Cámara va ajitándose en diversos sentidos, aprobaciones en los
estremos, descontento, malestar en los centros; los rumores van
creciendo, son ruidos, son murmullos ya. La frase indica que va a
soltar una palabra terrible, ofensiva, humillante, i en el momento de
lanzarles sobre las cabezas este dardo, la Cámara estalla en un
grito de reprobacion. Thiers está parado, con las manos apoyadas
en el mármol, el cuerpo lanzado hácia delante, esperando el
119

silencio que no tarda en venir, i entónces les lanza la fatal palabra


que habian querido cubrir con sus gritos, i con la que el astuto
lidiador no habia hecho mas que amenazarlos: la reciben pues a
boca de jarro, i hacen ruido miéntras toma él un sorbo de agua, se
enjuga, i vuelve o tomar posiciones. El semblante de Guizot está
sublime de cólera i de desden, las estremidades de sus labios
naturalmente inclinados hácia abajo se contraen de una manera
absoluta, dominante. De cuando en cuando sacude la cabeza como
diciendo, ya esto es demasiado; pero Thiers apénas ha principiado.
Ha pasado ya la revista de la política esterior, el Oriente, la
Inglaterra, Pritchard, el Rio de la Plata, por todas partes la Francia
humillada, decaida de su rol de grande nacion. Viene en seguida el
sistema electoral, la disipacion de las rentas, para corromper
pueblos con el sebo de las obras públicas hechas en su beneficio,
empeñado el crédito de la Francia, haciendo el bien no por el bien
mismo, sino para obtener diputados para la Cámara. Cuando el
orador observa que los semblantes de los diputados estan morados,
i verdes de cólera los de los ministros, entónces hablando con
volubilidad les arroja repentinamente la mas amarga de sus frases,
el reproche mas sangriento, i se retira al fondo de la tribuna,
miéntras los centros se arrojan furiosos sobre la palabra que les
daña, como los perros que muerden la piedra con que se les tira.
Tiene cuidado de que no se rebiente alguna artéria, i les deja
desahogarse, soltándoles la brida que hasta entónces llevaba
tirante. Si la Cámara está fatigada de oirle, hace concesiones;
reconoce algun mérito en los actos del gobierno, signos de
aprobacion salen del centro; pero un MAIS..., acentuado, vibrante,
detiene a media inclinacion una cabeza que iba asintiendo; i
entónces no son ya palabras las que se suceden, son centellas, es
una tempestad de relámpagos i de rayos, una lluvia de granizo, que
los desmoraliza i oprime tanto mas, cuanto que los habia distraído,
desmontado, aflojádoles los nérvios, i preparádolos para
sentimientos blandos. Despues de una nueva pausa, en pos de dos
horas ya de discurso, de tormento, de azotes, la mayoría grita
¡Assez, Assez! Pero Thiers dice, con una gracia infinita, con tánta
atencion! "una sola palabra" que la Cámara consiente, i oye una
hora sin poder interrumpir, porque son cálculos que se estan
ejecutando en el aire con la misma precision que sobre la pizarra,
son consejos paternales, son palabras de amigo, previsiones de lo
futuro, el interes personal de los mismos miembros. El rei se deja ir,
el sistema se destruye, la autoridad personal reaparece, i las
conquistas hechas a costa de tanta sangre van a perderse; i todo
esto moviéndose como una ardilla, ajitando las manos hácia la
120

Cámara, como si derramara sobre ella palabras a puñados,


estirándose, para seguir las diversas inflexiones del discurso,
entreteniendo a la Cámara con el encanto de sus modales llanas,
su palabra acentuada, popular, insinuante. La sesion se termina, en
fin, sin que se le haya quedado al orador nada por decir, nada por
echar en cara.
Al dia siguiente medio Paris quiere escuchar la réplica de
Guizot. Yo logro procurarme dos entradas; pero las tribunas todas
estan ya ocupadas, i en vano rondamos de uno a otro vomitorio sin
poder abrirnos paso. Al fin logramos meter la punta de la nariz por
la puerta de la tribuna que ocupa Martinez de la Rosa, enviado
español.... Guizot está ya en la tribuna; el silencio profundo de la
Cámara deja repercutirse su voz metálica, sonora, vibrante por
todos los ángulos del edificio. Su actitud es naturalmente insolente;
tiene como en sus retratos la cabeza echada para atrás, la frente
dominante, el corte de la boca encorbado para abajo. Sus maneras
son las de un Lord, su tono el de un ministro omnipotente; su acento
el del antiguo catedrático de la Universidad. Hablando a la Cámara,
justificándose, mintiendo, manda, enseña, hace un curso de
historia, de moral, de política, de filosofia; i si algo faltara al orador,
dariáselo la aprobacion escrita, marchamada en la cara de la
mayoría, el respeto, la gratitud pintada en los semblantes. En
cuanto a los estremos, no existen para él, no los mira siquiera; a
bien que tiene a Thiers frente a frente en el centro izquierdo, para
aplastarlo con su lójica fulminante, su desden matador, su desprecio
insoportable.
I luego, es tan sencilla la defensa del Gobierno! Comparad la
situacion actual con la situacion de 1840, con lo que el funesto
ministerio de M. Thiers habia producido. Hoi dia el gran partido
conservador está reconstituido, fortificado, disciplinado. Hoi dia la
Francia es respetada, influyente afuera, tranquila i próspera en el
interior; la fortuna pública ha tomado un desarrollo al cual nunca se
creyó posible llegar. ¡Qué rico espectáculo de trabajos públicos!
caminos de hierro, rutas, canales, puertos, construcciones navales,
fortificaciones de Paris i de todas nuestras plazas de guerra! ¡Qué
homenajes, qué corona de gloria discernida a nuestro rei por las
mas orgullosas naciones i en todos los paises del mundo! qué
profunda seguridad, que órden interior! qué accion fácil i regular de
las leyes! Al reproche de no hacer nada para mejorar las
instituciones Guizot responde: Este período de 16 años ha sido un
verdadero estatu quo como era necesario para apaciguar tantas
ajitaciones, para vigorizar los nervios i los músculos de la Francia.
Con la lejistatura nueva vamos a entrar en una era de iniciativa, de
121

desarrollos mas marcados, de progresos mas profundos; i esta


iniciativa pertenece al partido conservador. La mayoría se ajita de
placer i de entusiasmo al sentirse tan omnipotente; los cuadros que
Guizot traza ánte sus ojos la fascinan; i las magnificencias de aquel
lenguaje severo i améno a la vez, turban a las minorias mismas. Mi
compañero, que es enemigo irreconciliable de Guizot, electrizado
por aquella elocuencia que aplasta a sus amigos políticos,
esclamaba por lo bajo c'est beau c’est beau! Guizot desciende de la
tribuna, triunfante, victorioso; corónalo con sus aplausos la mayoría
tan ensalzada por él, tan incensada. En vano sube a la tribuna
Odilon Barrot para replicar, apénas se puede hacer escuchar, lucha
un momento i cede ante la impulsion dada a los espíritus.
Hai una fraseolojía parlamentaria que ejerce en efecto una
fascinacion completa. Hai un pais legal, un pais electoral, una
mayoría, ministros responsables; el rei repite en cada discurso del
trono, la carta es una verdad. Qué pueden reprocharle a este
gobierno que tiene su mayoría parlamentaria?
Pero vea V. algunas cifras. La Francia tiene 35,000,000 de
habitantes i 270,000 electores, elejidos segun lo que poseen i no
segun lo que saben; el sabio que no paga impuestos no entra en el
pais electoral. Hai en Francia entre ciudades, villas, aldeas i
villorrios treinta i seis mil poblaciones, i la Cámara se compone de
550 diputados. Toca, pues, un diputado a cada 490 electores. Ya V.
ve que 490 personas no es ganado tan arisco que no pueda
amansársele por los dones, por los favores. La mayoría dispone de
empleos, donaciones, i colocaciones para los electores; cada
diputado reparte estancos, percepturias, &c. La Epoca, diario
ministerial, persigue a todo desertor de la mayoría, publicando de
los rejistros oficiales la lista de los favores recibidos, con lo cual
prueba el gobierno que nadie tiene derecho de tirar la piedra contra
la corrupcion. MM. Beaumont (de la Somme), Corne, Havin, Duvois,
La Doucette, cada uno de aquellos transfugas ha sido
ensambenitado. Si quiere formarse idea de lo que este manejo
importa, lea V. la lista siguiente. M. Pieron acaba de pasar a los
bancos de la izquierda; para probarle que él es tan corrompido
como los demas, la Epoca rejistró este documento, que copio yo
con todo el cinismo de detalles que lo publica el ministerio:

Direccion del rejistro i del dominio.

8 de Enero 1840—M. Pieron pide un empleo de receptor.


27 de Febrero—-id. pide un despacho de supernumerario.
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9 de Marzo—otro despacho de supernumerario.


14 de Abril—pide un empleo de receptor.
9 de Junio—pide otro empleo de receptor.
16 de Setiembre—pide tres empleos de receptor.
4 de Octubre—pide un empleo de verificador.
24 de Noviembre—pide un empleo de receptor i lo pide ocho
veces para el mismo hasta marzo de 1846.
7 de Diciembre—pide un empleo de receptor.
25 de Febrero de 1841—pide un empleo de receptor.
24 de Marzo—pide otro mejor para D. Denunques, su cuñado,
rector en Marly-le-Roi, i reitera seis veces su demanda hasta 1846.
26 de Marzo—pide otro empleo de receptor.
18 de Julio—pide otro empleo de receptor.
20 de Agosto—pide otro empleo, con seis reiteraciones hasta
1845.
7 de Marzo de 1842—pide un diploma de supernumerario.
16 de Enero de 1843—un empleo de receptor.
27 de Febrero—un empleo de receptor.
11 de Diciembre—un empleo de receptor.
24 de Julio de 1844—un empleo de receptor.
3 de Setiembre—un empleo de receptor.
28 de Mayo de 1845—un empleo de receptor.
21 de Junio—un empleo de receptor.
No se comprenden catorce empleos mas de receptor que pide
desde 1841 i no ha obtenido aun.

Direccion del personal.

Marzo 1840— M. Pieron pide una percepturia.


id. otra.
id. un empleo de perceptor supernumerario.
Mayo—otra precepturía.
Agosto—una renta particular.
Noviembre—otra renta particular.
Enero de 1843. Pide un diploma de aspirante supernumerario.
Junio—una percepturía.
Junio—un empleo en el timbre.
Junio—una decoracion.

Contribuciones indirectas.

16. de Enero de 1840—M. Pieron pide un estanco de tabaco.


2 de Junio—otro estanco de tabaco.
123

14 de Junio—otro estanco de tabaco.


28 de Noviembre—otro estanco de tabaco.
8 de Diciembre—otro.
29 de Diciembre—otro.
3 de Enero de 1842—otro.
5 de Enero de 1843—otro.
16 de Enero—otro, en todos once.
5 de Febrero—un empleo de comisionado a pié.
6 id.—un empleo de contralor.
16 id.—uno de receptor sedentario.
31 de Mayo—el duodécimo estanco de tabaco.
25 de Enero de 1844—el décimo tércio.
10 de Abril—el décimo cuarto.
7 de Julio—el décimo quinto.
6 de Agosto—el décimo sesto.
10 de Octubre—el décimo septimo.
7 de Noviembre—el décimo octavo.
7 de Mayo de 1845—un empleo de contador.
29 de Agosto—un empleo de comisionado a pié.
24 de Octubre—otro.
4 de Noviembre—uno de comisionado ambulante.
30 de Abril de 1846—un estanco de tabaco.
12 de Mayo—un estanco de tabaco.

Direccion de Aduanas.

M. Pieron pide 43 empleos de aduana.

Direccion de los bosques.

Del 20 de Marzo de 1840 a Enero de 1846 M. Pieron ha


pedido tres autorizaciones para cortar bosque, un empleo de
guarda, i cuatro perdones de condenas sufridas.
M. Pieron ha obtenido ciento setenta i tres sumas de dinero,
para socorro de antiguos militares.
En resumen, M. Pieron ha obtenido trescientos cuatro
empleos o favores; de los cuales 42 receptorias: 10 percepturias, 8
receptorías de contribuciones directas, 43 empleos de aduana, 20
estancos, 8 favores, 173 servicios en el ministerio de la guerra.
He aquí el secreto del gobierno de M. Guizot; porque
observará V, que todas las listas principian en 1840. M. Pieron ha
tenido el coraje de desertar; imajínese V. como será la cuenta
corriente de los que quedan firmes en la mayoría. Los electores
124

eran 490, i los dones repartidos son 304, estos van a los hijos, a los
hermanos, a los allegados de los electores de campaña, aquellos
buenos paisanotes, la petite propriété de M. Dessage, aquellos
sostenedores del órden, puesto que siembran patatas. La Francia
ha caido en este horrible lazo; i en vano se ajita, lucha, protesta; ella
no es el pais legal, ni el pais electoral. Cuando se echa en cara a M.
Guizot esta corrupcion del elector i del elejido, se dirije a la mayoría
i la apóstrofa en estos términos. "Os sentis corrompidos?" No, grita
la mayoría, con gran confusion de las pobres minorías que ven
realmente que no hai corrupcion, puesto que cuatrocientos ajiotistas
lo repiten. Cuando se denuncia en la tribuna un delito evidente
como la luz, una dilapidacion escandalosa, probada, M. Guizot pide
que la Cámara decida si está o no satisfecha, i un movimiento en
masa de la turba de cómplices absuelve de toda culpabilidad al rei i
al ministerio. He ahí el pais legal, he ahí los grandes hombres de la
tierra!
Las minorias prontas a desaparecer se han coaligado, i sus
esfuerzos se dirijen a la fuente del mal, a la lei electoral, a
desahacer si pueden esa gavilla de paniaguados, electores i
diputados. El programa para las elecciones que acaban de tener
lugar era de parte de la oposicion:
"La reforma electoral i parlamentaria;
La reorganizacion de la guardia nacional;
La revision de las leyes de Setiembre;
La derogacion de la lei sobre anuncios judiciales;
La repulsa de todo proyecto de dotacion para la familia real;
Que la confeccion de las listas del jurado sea arrancada a la
arbitrariedad de los prefectos;
Que las rentas i todos los ramos del servicio publico sean
administrados con intelijencia, economia i honradez;
Que un sistema mas digno del nombre i del poder de la
Francia regle nuestras relaciones con las otras naciones;
I que en el interior, en fin, los poderes del estado se
preocupen con una séria atencion de la educacion, i del bien estar
de las clases trabajadoras."
¿Cuál le parece a V. que ha sido el resultado de las
elecciones? El gobierno tuvo miedo, redobló sus esfuerzos, i sacó
mas diputados satisfechos que los que hubiera deseado. Los cuatro
quintos, los nueve décimos de la Cámara nueva formarán la
mayoría; el gobierno ha tenido vergüenza de su triunfo; jugó la
máquina con mas actividad de lo que esperaba. ¡Pobre humanidad,
qué va a ser de ella ahora!
El hecho viene apoyado en la doctrina. Guizot ha dicho en
125

plena Cámara que es necesario detener el progreso, que hai ya


demasiado progreso; i estos doctrinarios, amigo mio, son los
casuistas de la política. Se arroja una opinion reaccionária, para irla
convirtiendo en opinion probable poco a poco. No hai verdad
ninguna reconocida. Los pueblos no marchan a un fin, la historia no
tiene hilacion; hai hechos, voilà tout; i el hecho consumado es la lei
del jénero humano.
Cárlos X, Luis XVIII, qué cuitados erais!; nosotros hemos
pasado ya de Luis XV, estamos en Luis XIV, le grand roi. El diario
de los Debates llama al Jardin de las plantas le Jardin du roi. El
palacio du roi, la biblioteca du roi. Al rei ciudadano no le llaman sus
palaciegos, Su Majestad, que eso seria ponerse en contacto con él,
le llaman el Rei, al dirijirle la palabra "el Rei se ha dignado
mandarme llamar; el Rei me ha ordenado, &c."i sabe V. quién es
este rei? Juzgue por estos dos hechos. La lista civil, despues de las
dotaciones, apanages, para cada hijo, para cada nietecito, se ha
hecho acordar la corta de los bosques, que produce cuatro millones
anuales, calculando hacer una corta en cada siglo, sobre cada uno
de los lotes. Este año se han deflorado todos los bosques a un
tiempo, escojiendo los árboles mas corpulentos, operacion que ha
producido setenta i cinco millones. Interpelado el ministerio en la
Cámara no supo que responder porque ignoraba en efecto tal
depredacion; al dia siguiente mejor informado dijo con una adorable
sencillez, que se habia adoptado el sistema aleman, con lo que la
Cámara quedó satisfecha, i el buen rei guardó setenta i cinco
millones. Hai en la lista civil una suma destinada para la reparacion,
guarda i conservacion de los monumentos públicos. El personal de
Saint-Cloud, Versailles, Fontainebleau, Vincennes, el Louvre, el
Jardin de las Plantas se compone de artesanos que deben tener
dos oficios por lo menos, hojalatero i vidriero, carpintero i albañil,
alfarero i constructor de teja i ladrillo. Su sueldo se les paga de la
lista civil, pero el trabajo es una carga que les impone el rei. A la
hora de funcion revisten la casaca colorada, pasada la cual vuelve
cada uno a su trabajo; i al año presenta el buen rei abultados gastos
de reparacion, tantos miles en tejas, tanto en estucos, tanto en
vídrios, que le han fabricado gratis sus dependientes. Esto es rejio
no le parece a V, digno de un rei de Francia!
Cambiemos de asunto, i dejando en paz a los que en paz
realizan tan grandes cosas, volveré a lo que conmigo tiene relacion.
Hago viajecitos a todos los alrededores célebres, i a Mainville donde
estudio el arte de cultivar la seda, bajo la direccion de M. Camilo
Beauvais, por si un dia en América, en Mendoza, en Chile, piensan
sobre el porvenir industrial de los paises templados de la América
126

del Sur, tan oscuro, tan inseguro. A una legua de Mainville, no léjos
de la márjen del Sena, vive olvidado don José de San Martin, el
primero i el mas noble de los emigrados que han abandonado su
patria, su porvenir, huyendo de la ovacion que los pueblos
americanos reservan para todos los que los sirven. Nuestro don
Gregorio Gomez, el jeneral Las-Heras, i otros restos del mundo
antiguo, me habian recomendado con amor, con interes, i el jeneral
Blanco díchole tan buenas cosas de mí, que me recibió el buen
viejo, sin aquella reserva que pone de ordinario para con los
americanos en sus palabras cuando se trata de la América. Hai en
el corazon de este hombre una llaga profunda, que oculta a las
miradas estrañas; pero que no se escapa a las de los que se la
escudriñan. ¡Tanta gloria i tanto olvido! ¡tan grandes hechos i
silencio tan profundo! Ha esperado sin murmurar cerca de treinta
años la justicia de aquella posteridad a quien apelaba en sus
últimos momentos de vida pública, i tiene setenta i cinco hoi, las
dolencias de la vejez, i el legado de las campañas militares le
empujan hácia la tumba, i espera todavía.
He pasado con él momentos sublimes, que quedarán para
siempre grabados en mi espíritu. Solos un dia entero, tocándole con
maña ciertas cuerdas, reminiscencias suscitadas a la ventura, un
retrato de Bolivar que veia por acaso; entónces, animándose la
conversacion, lo he visto transfigurarse, i desaparecer a mi vista el
campagnard de Grandbourg i presentárseme el jeneral jóven, que
asoma sobre las cúspides de los Andes, paseando sus miradas
inquisitivas sobre el nuevo horizonte abierto a su gloria. Sus ojos
pequeños i nublados ya por la vejez, se han abierto un momento, i
mostrándome aquellos ojos dominantes, luminosos de que hablan
todos los que le conocieron; su espalda encorbada por los años se
habia enderezado, avanzando el pecho ríjido, como el de los
soldados de línea de aquel tiempo; su cabeza se habia echado
hácia atrás, sus hombros bajádose por la dilatacion del cuello, i sus
movimientos rápidos, decisivos, semejaban al del brioso corcel que
sacude su ensortijada crin, tasca el freno, i estropea la tierra.
Entónces la reducida habitacion en que estábamos se habia
dilatado, convirtiéndose en pais, en nacion; los españoles estaban
allá, el cuartel jeneral aquí, tal ciudad acullá, tal hacienda testigo de
una escena, mostraba sus galpones, sus caserias i arboledas en
derredor de nosotros......
Ilusion! Un momento despues, toda aquella fantasmagoria
habia desaparecido; San Martin era hombre i viejo, con debilidades
terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez;
habiamos vuelto a la época presente i nombrado a Rosas i su
127

sistema. Aquella intelijencia tan clara en otro tiempo declina ahora,


aquellos ojos tan penetrantes que de una mirada forjaban una
pájina de la historia estaban ahora turbios, i allá en la lejana tierra
veian fantasmas de estranjeros, i todas sus ideas se confundian, los
españoles i las potencias europeas, la Patria, aquella Patria antigua
i Rosas, la independencia i la restauracion de la colonia, i así
fascinado, la estátua de piedra del antiguo héroe de la
independencia, parecia enderezarse sobre su sarcófago para
defender la América amenazada.
De otras correrias es teatro Paris. Al despedirme de mi buen
amigo el señor Montt le decia yo con aquella modestia que me
caracteriza; la llave de dos puertas llevo para penetrar en Paris, la
recomendacion oficial del Gobierno de Chile i el Facundo; tengo fe
en este libro. Llego pues a Paris, i pruebo la segunda llave. Nada!,
ni para atrás ni para adelante, no hace a ningun ojo. La desgracia
habia querido que se perdiese un envío de algunos ejemplares
hecho de Valparaise. Tenia yo uno; pero cómo desahacerme de él?
como darlo a todos los diarios, a todas las revistas a un tiempo. Yo
queria decir a cada escritor que encontraba, ¡"IO ANCO!"; pero mi
libro estaba en mal español; i el español es una lengua desconocida
en Paris, donde creen los sabios que solo se habló en tiempo de
Lope de Vega o Calderón; despues ha dejenerado en dialecto
inmanejable para la espresion de las ideas. Tengo, pues, que gastar
cien francos para que algun orientalista me traduzca una parte.
Tradúcela en efecto, i dóila a un amigo que debe recomendarla a
las Revistas; ya han pasado dos meses entre traducir i leer, i nada
me dice. — ¿Qué hai de mi libro?—Estoi leyéndolo—Mala espina
me da esto. Vuelvo mas tarde, pido mi manuscrito i me dice: lo
hallo....un poco difuso....hai novedad e interes; pero......La verdad
era que no habia leido una palabra. Quién lee lo que ha escrito uno
a quien juzgamos inferior a nosotros mismos? El autor tiene un
santo horror al manuscrito ajeno. Lo sé por esperiencia. Habíame
dado tambien un manuscritro cierto amigo en América; díchole yo
que lo estaba leyendo, como mi amigo de Paris; i llegó el caso de
pedirme el suyo corno yo pedia el mio ahora.—¿Qué le parece a V.
la idea? me dice; i como yo no sabia de que trataba el
manuscrito.—En cuanto a la idea es excelente, le contesto; ¿pero
cómo realizarla entre nosotros? —Ya lo digo; buscando dos
personas en cada provincia. (Esto no es en Chile, me digo para mí,
debe ser en la otra banda.)— Bueno; ¿pero donde están esas
personas; como se comunica uno con ellas?—Pero, por los medios
indicados, por los signos convenidos.—(¡Ah ya caigo, esto es algo
de lójias!) Hombre, le diré a V. francamente, en nuestro tiempo las
128

lójias, así las cosas como lójia; aunque no sean precisamente lójias,
son impotentes; el carbonarismo ha caido, no es posible contar con
la relijiosidad de aquellos tiempos de fe, como en la lojia de
Lautaro.—Por eso propongo las modificaciones que V. ha visto.—A
ellas me refiero, i es lo único que puede hacerse en nuestra época;
pero hombre..!—El proyecto es desechado por unanimidad, i el no
leído manuscrito devuelto. La pago pues ahora. Quiero entenderme
con un redactor de la Revista de Ambos Mundos, i otro amigo me
dice: no haga V. tal; los redactores ganan en proporcion de los
artículos que introducen por rotacion de rol; un artículo estraño
pospone los suyos, i se ligarán entre sí para no dejarlo entrar;
entiéndase con M. Buloz, director de la Revista. M. Buloz es un
respetable tuerto, director de la Opera cómica i de la Revista, tan
versado en la contaduría del uno como del otro establecimiento. Me
presentan, i queda en la oficina de la Revista mi manuscrito, para
pasar a comision que juzgue de su importancia, quedando citado yo
para el otro juéves a la misma hora. Aquí principia aquella eterna
historia de los autores que comienzan en Paris, i que lanzan su
vuelo de una guardilla del quinto piso. De ahí salieron Thiers,
Mignet, Michelet i tantos otros, me digo para alentarme; todos han
aguardado a la puerta de alguna redaccion, el corazon endurecido
de humillacion, ídose, vuelto. Vuelvo el jueves, golpeo tímidamente i
el terrible cíclope de la Revista saca su ojo en la punta de la cara, lo
pasea, busca, veme, i me lanza cerrando la puerta, este empujón.
"No se ha leido aun, hasta el otro juéves." De juéves en juéves, un
dia, dia por siempre memorable en la biografia de todo
garrapateador de papel! las puertas de la redaccion se me abren de
par en par. Qué transformacion! M. Buloz tiene dos ojos esta vez, el
uno que mira dulce i respetuosamente, i el otro que no mira, pero
que pestañea i agazaja, como perrito que menea la cola. Me habla
con efusion, me introduce, me presenta a cuatro redactores que
esperan para solemnizar la recepcion. Soi yo el autor del
manuscrito (una reverencia), el americano (una reverencia), el
estadista, el historiador.....Me saludan, me hacen reverencias. Se
habla del libro; hai un redactor encargado del compte-rendu de los
libros españoles, que quiere ver la obra entera, para estudiar el
asunto. M. Buloz me suplica humildemente que me encargue de la
redaccion de los artículos sobre América. La Revista ha faltado a su
título de Ambos Mundos por falta de hombres competentes;
podemos arreglarnos. Desgraciadamente el artículo sobre mi libro
no puede aparecer sino en dos meses. Estan tomadas las columnas
para muchos mas; pero se hará una alteracion. Esto me satisface; i
ya han pasado cuatro semanas en idas i venidas hasta el momento
129

en que escribo.
Pero aquel artículo me hace falta, para presentarme ante los
escritores. En Paris no hai otro título para el mundo intelijente, que
ser autor, o rei. No he querido ser presentado a Michelet, Quinet,
Luis Blanc, Lamartine, porque no quiero verlos, como se ven los
pájaros raros; quiero tener títulos para presentarme a ellos, sin que
crean que satisfago una curiosidad de viajero. He visto ya a Jules
Janin, a Ledru Rollin; este en casa de San Martin, de quien es
vecino; el otro en su escritorio a donde me condujo Tandonnet que
es su amigo. Qué espiritual i que consentido es en su trato familiar
este folletinista!
M. Lasserre, aquel buen frances que reside en Chile, víctima
antigua de sus ideas republicanas, i el liberal mas ardiente que
anda errante entre nosotros, me habia dado preciosas
recomendaciones para los Aragos i para M.e Tastu, célebre poetiza
que brilló en este ramo en su juventud i fué coronada por la
Academia, i hoi está consagrada a la educacion maternal, para cuyo
auxilio ha publicado preciosos tratados. Recibe los martes, i allí en
aquel círculo escojido encuéntrase al anciano Tissot de la Academia
unas veces, i a varias otras reputaciones literárias. Es la modesta
habitacion de esta escritora el reflejo de aquellos antiguos salones,
que ya van desapareciendo en presencia de los intereses
industriales: el de M.e Tastu ha recibido sucesivamente a Humboldt,
Champollion, Ampère el célebre matemático, i todas las
ilustraciones de aquella época. Cormenin, Tissot, i varios viejos i
jóvenes literatos frecuentan sn tertulia, i todos se hallan a sus
anchas en aquel reducido círculo, en que el gusto i la simplicidad
presiden a las causeries, conversaciones mas amenas i variadas.
En esta sociedad, donde era siempre recibido con mas distincion
que pudiera esperarlo, he podido entrar bien adentro la mano en las
llagas actuales de la Francia. M. Tissot habia sido uno de los quince
diaristas que habian derrocado la restauracion de los Borbones;
desechando cuatrocientos mil francos que le ofreció Cárlos X, solo
porque dejase de escribir, hoi vivia en la miseria, enseñando a la
edad de setenta años para subsistir; porque el nuevo rei, el rei
ciudadano, habia tenido buen cuidado de oscurecer, de sepultar a
todos aquellos enérjicos liberales, que despues de haber volteado
un ídolo, no habian querido adorar al que se habia alzado en su
lugar. Allí se oian tantos secretos de corte, tantos detalles que la
prensa no revela! allí se hacian votos por un órden mejor, entre las
manifestaciones mas nobles de indignacion por el abatimiento de la
Francia, por el escamotaje de la libertad; por la degradacion de la
nacion; por la ruindad i el descaro de los manejos!
130

Omito otros detalles que no importan gran cosa mi vida de


Paris. Mis estudios sobre la educacion primaria me ponen en
contacto con Savants, empleados i hombres profesionales; pero hai
aun otro costado de Paris que me ha llamado profundamente la
atencion, i son sus placeres públicos, i la influencia que ejercen
sobre las costumbres de la nacion. Aquí donde la intelijencia
humana ha llegado a sus últimos desenvolvimientos, donde todas
las opiniones, todos los sistemas, las ciencias como las creencias,
las artes como la imajinacion marchan en líneas paralelas, sin
atajarse las unas a las otras como sucede en otras naciones, sin
descollar un ramo por la excesiva depresion de otros aun mas
importantes; aquí donde el hombre marcha en la verdad como en el
error sin tutela, sin trabas, la naturaleza humana se muestra a mi
juicio en toda su verdad, i puede creerse que es realmente tal como
ella se presenta, i que ha de presentarse así toda vez que se la deje
seguir sus inclinaciones naturales. No hai que decir que el lujo
corrompe la enerjia moral del hombre, ni ménos que el placer lo
enerva, puesto que a cada momento vese a este pueblo dar
síntomas de enerjia moral desconocidas entre los pueblos mas
frugales o mas sobrios. El frances de hoi es el guerrero mas audaz,
el poeta mas ardiente, el sabio mas profundo, el elegante mas
frivolo, el ciudadano mas celoso, el jóven mas dado a los placeres,
el artista mas delicado, i el hombre mas blando en su trato con los
otros. Sus ideas i sus modas, sus hombres i sus novelas, son hoi el
modelo i la pauta de todas las otras naciones; i empiezo a creer que
esto que nos seduce por todas partes, esto que creemos imitacion
no es sino aquella aspiracion de la índole humana a acercarse a un
tipo de perfeccion, que está en ella misma i se desenvuelve mas o
ménos, segun las circunstancias de cada pueblo. ¿No es sin duda
bello i consolador imajinarse que un dia no mui lejano todos los
pueblos cristianos no ofrecerán sino un mismo pueblo, unido por
caminos de hierro o vapores, con una posta eslabonada de un
estremo a otro de la tierra, con el mismo vestido, las mismas ideas,
las mismas leyes i constituciones, los mismos libros, los mismos
objetosde arte? Puede esto no ser mui próximo; pero ello marcha i
llegará a su blanco, en despecho, no del carácter de los pueblos en
que no creo, sino del diverso grado de cultura en que la especie se
encuentra, en puntos dados de la tierra. I será siempre la gloria de
Fourier haber llevado la intelijencia del hombre hasta hacerla capaz
de mejorar el universo, de haber deificado en la criatura el poder del
Creador, poetizando el trabajo i la intelijencia humana, en lugar de
la fuerza destructora de héroes sanguinarios, que hacen hasta hoi
el caudal de la poesia épica, como en los tiempos antiguos dioses
131

inmorales, caprichosos e injustos.


Sujiérenme estas reflexiones tan sesudas los bailes públicos
de Paris, adonde me asomo de vez en cuando, para curarme del
mal de la patria que me incomoda. No tengo ni tiempo, ni gusto, ni
dinero para engolfarme en las gustosas frivolidades cuyo goce
envidio a otros. Ah! si tuviera cuarenta mil pesos nada mas, qué año
me daba en Paris, qué pajina luminosa ponia en mis recuerdos para
la vejez! Pero soi sage, i me contento con mirar, en lugar de
pilquinear como hacen otros.
Los bailes son en Paris establecimientos públicos que se
siguen a los teatros, luchando con ellos en magnificencia,
alumbrado, i gusto. El Rannelag correspondiera a la Opera italiana
por la clase de los concurrentes. Allí he visto a Balzac, Jorje Sand,
Soulié i otras notabilidades literárias. El Cháteau-Rouge enciende
cada fin de mes ochenta mil luces; el Bal Mabille ostenta las
bailarinas mas afamadas; la Chaumière es el Eden de los
estudiantes i estudiantas del cuartel latino, i la ciudadela en cuya
puerta deja su sable el municipal para penetrar. Un dia sí i otro nó
hai en todos ellos baile en la semana, a que concurren millares de
aficionados. Un dia pagan los varones a la entrada tres francos, dos
otro, uno i medio el lunes i cinco al fin de cada mes que hai grand
festival; las damas entran siempre gratis. Compónense estas de
todas las clases de la sociedad, mas o ménos ínfimas segun el dia;
pues esto depende de sus relaciones con los que pagan, i estos son
de a un franco i medio o de a cinco, segun sus recursos. Damas
mui comme il faut asisten como espectadores, i los jóvenes de
todas las categorias son apasionados habitués de tal o cual baile. El
local está adornado con gusto primporoso; jarrones i estatuas
descuellan sobre masas de verdura, terraplenes de flores raras i
embalsamadas, i en medio de una atmósfera de fuego por la
iluminacion del gas, los lampiones i los vasos de color, se ajitan
sobre avenidas de asfalto, cuadrillas de doscientas parejas,
ejecutando polkas frenéticas, valses febriles. Allí descuellan
reputaciones tan altas, tan europeas como la de Dumas, o la de la
Rachel. Cuando la Rigolette se para con su compañero que no es
German, todos los asistentes se la señalan, la turba de
espectadores se apiña en el estremo que ella ocupa, i lores
ingleses, boyardos i príncipes rusos pagarian cien francos por estar
en primera línea. La orquesta alemana comienza a hacer vibrar las
fibras de aquel torbellino de seres humanos, a irritarlas, a crisparlas
con las harmonías en qué domina la corneta-piston. El baile va
tomando animacion, fuego, rapidez; entónces las naturalezas, los
caracteres empiezan a diseñarse, el chiste en unos, la dulzura
132

voluptuosa en otros, lo estrambótico, lo absurdo, lo furioso en los


demas. La Rigolette váse ajitando, animándose, perdiendo el
sentido i las formas humanas. Sus admiradores estrechan cada vez
mas el círculo, la aguijonean con aplausos, la aturden con sus
vivas, hasta que la pasion estalla, el estro poético se manifiesta, la
inspiracion desciende a la pitoniza, en destellos del jénio, en
cabriolas imposibles, en contorsiones de bacante. Es la fiebre, la
convulsion del placer, la enajenacion del poseido, que ha dejado de
presidir a los movimientos del cuerpo, i se abandona a otra alma
que la suya que está haciendo cosas sobrehumanas, no soñadas.
Entónces no pisa ya el suelo, es un torbellino o un huracan, va,
remolinea i al fin cae sobre los brazos de alguno, pálida, moribunda,
llorando, jadeando, los ojos cerrados, i volviendo a la vida a fuerza
de oir la tormenta de aplausos, los gritos de admiracion, los vivas
delirantes que acompañan su nombre. Como la Rigolette, hubo
ántes la Reina Pomaré que murió, vive la Reina Margot, Marion i
otras celebridades, bautizadas por el público segun el carácter de
su poesía, salvaje, bulliciosa, o llena de fiereza. Al dia siguiente la
Reina Margot es simplemente Adela Rimbaut, costurera de ropa
blanca, u otra cosa peor; pero una hora al ménos ha sido reina por
la aclamacion universal, sentídose grande, cubierta de gloria como
Napoleon o Murat, i gozado de las fruiciones que le estan al vulgo
vedadas.
Esta es la parte dramática de los bailes públicos; la positiva es
que la sociedad se igualiza, las clases se pierden, la mujer de clase
ínfima se pone en contacto con los jóvenes de alta alcurnia, las
modales se afinan, i la unidad i homojeneidad del pueblo queda
establecida; el público se constituye, i una miaja de gloria cae
tambien a los pies de la mujer del bajo pueblo, entre los placeres
con que aturde su miseria, o su vileza. La luz subministrada a
torrentes, la música de los maestros, puesta al alcance de la
muchedumbre por una ejecucion artística i sábia, aquellos jarrones i
estátuas que la habitúan a los primores de las artes, aquel lujo i
aquel gusto en fin prodigado en el lugar que el roto o la hija del
artesano de Paris llama suyo por un momento, concluyen por
ennoblecer su espíritu, iniciarlo en la civilizacion, i hacerle aspirar a
una condicion mejor. La decencia reina en un círculo un poco
ancho, trazado por la policía; pero las excentricidades no están en
las costumbres, ni en las modales, sino en la licencia poética del
baile, en el delirio de la pasion que quiere sacudir todas las trabas.
Me hicieron conocer a una particular, a quien dejándose arrastrar
por los aplausos, el municipal vecino habia llamado al órden tres
veces, i como insistiese hubo de llevarla al violon. Rabió, se resistió
133

i concluyó como concluye toda historia con la autoridad,


obedeciendo; pero estaba con su mejor vestido, i el esbirro era
demasiado culto para no acompañarla a su casa a mudar de traje.
Llegados al quinto piso, abrió la ventana para buscar lumbre, i de un
salto se arrojó a la calle, a suicidarse, estrellándose sobre el
empedrado, cayendo de treinta varas de alto. La infeliz habia,
mediante una fractura, sobrevivido a su deshonra; halláronla viva,
merced a los vestidos que le habian servido de paracaidas. Paris es
por otra parte poco ceremonioso en materia de costumbres
privadas, i seria largo recorrer la escala que media entre la
prostituta i la mujer casada, entre cuyos estremos se encuentran
gradaciones del matrimonio, admitidas por la sociedad, justificadas
por las diversas condiciones, i por tanto respetadas. De aquí nace a
mi juicio la cultura de las mujeres en Francia, la gracia infinita de la
parisiense, i el vestir igual, en su, caprichosa variedad, de todas las
clases de la sociedad. De aquí viene tambien aquella injerencia de
la mujer en todos los grandes acontecimientos de la historia de esta
nacion, desde Heloisa dos veces célebre, la doncella de Orleans,
Agnes Sorel, hasta M.e Roland, Carlota Corday, M.e de Staël, Jorje
Sand, la Rachel, la Reina Margot, diversas manifestaciones de
aquella habilitacion de la mujer, de aquel olvido de las debilidades
inherentes a su sexo, que cuenta por poco en la clasificacion de las
clases, reinando en lo público siempre un tierno respeto por la
mujer, que se muestra en dilijencias, omnibus i ferrocarriles. ¿Se
acuerda V. de las chinganas de Chile? Este recuerdo me ha hecho
mirar con interes los bailes públicos de Paris. ¡Qué poderoso
instrumento puesto en manos hábiles!
Hai otro espectáculo aun mas adaptable a nuestra manera de
ser, civilizador por el costado mismo que tenernos del bárbaro, por
la destreza i la posesion popular del caballo. El Hipódromo es una
creacion nueva del espíritu parisiense, que se incorporará bien
pronto en el catálogo de diversiones públicas de todas las naciones
europeas, i que debiera ser trasportado incontinenti a América, en
donde echaria raices profundas, como todo lo que es
eminentemente popular. Es el Hipódromo un inmenso circo de
caballos, en cuyo rededor, como en nuestras antiguas plazas de
toros, caben diez o doce mil espectadores. El pueblo gusta de la luz
del sol, del espacio i de la libertad de hablar en voz alta que no
encuentra en el teatro; en el Hipódromo, ademas, nuestro pueblo de
ámbos lados de los Andes seria juez supremo, el artista por
excelencia, el digno apreciador de los pasos de destreza i osadia de
los equitadores. Juéganse cañas i cabezas en el Hipódromo por
cuadrillas de hombres i de mujeres, que cabalgan admirablemente, i
134

visten con todo el primor elegante del gusto inglés. A esta


esposicion jeneral se sigue el gran drama, que hace el objeto de la
fiesta, tal como la Cruz de Berny, o el Campo de la Bandera de Oro,
terminando la funcion por una carrera de cuádrigas romanas, la
exhibicion de un carruaje de cuyos tiros se desprende solo cuando
los caballos se desbocan, la carrera de una corsa, Roberto Macaire
con su cuadrilla de monos a caballo, i juegos de equitacion de una
osadia i perfeccion asombrosa.
El Hipódromo, pues, presenta todas las aptitudes del caballo, i
cuanto hai de noble i de artístico en el hombre para dominarlo i
dirijirlo. Nuestros gauchos i nuestros guazos son insignes
equitadores, i veinte veces nos hemos dicho, americanos en el
Hipódromo, si una cuadrilla de chilenos o de arjentinos mostrase su
lazo o sus bolas aquí, i cojiesen un toro, o domasen un caballo
salvaje, se quedarian pasmados estos parisienses, i los que
introdujesen aquella nueva variedad del arte de la equitacion harian
su fortuna. Pero fáltanos a nosotros arte, esto es, el arte antíguo,
las posiciones nobles de la estatuária, el estudio de las fuerzas, i la
gracia i jentileza de las clases cultas. Con nuestro poder de guazos
sobre el caballo i el arte europeo, el Hipódromo seria en América
una diversion popular i una alta escuela de cultura. Todos los
juegos de la equitacion inglesa, desde la cerca de seis pies que
salvan, hasta la zanja de veinte que saltan, se incorporarian en
nuestros usos del caballo americano, defectuoso en esta parte; i
luego, los espectáculos del antíguo arte ecuestre, la carrera de los
carros, tirados por cuatro caballos, el manejo frances, i las poses
artísticas, cuya falta desagracia tanto nuestras esterioridades, irian
a mejorar nuestras costumbres, anudando, por la representacion de
dramas magníficos, como la entrevista de Francisco I. con el rei de
Inglaterra, el hilo de la historia de los pueblos, roto para el roto
americano, que no sabe lo que es edad media, ni torneos, ni
caballeros, ni mundo anterior a su poncho i a su lazo. Pero en Chile
empiezan a creer, hombres mui sérios, que el chileno es chileno, i
no europeo, sin acordarse que Quiroga, Rosas, Lopez sostenian lo
mismo con respecto a los arjentinos i han dado los espectáculos de
que hemos sido víctimas i testigos. Tengo cosas sin fin que decirle,
ópera, teatros, libros; pero me parece esta dosis ya mas que
doblada para paciencia ménos ejercitada que la suya. ¿Lee V.
todavía todo un cuerpo de autos, para poner un traslado? ¡Yo no
leeria ni el último escrito para sentenciar, con costas, contra el que
haga escritos mas fastidiosos, que es la pena del que escribe! En
mi vida he leido libro malo, por cuya razon conozco tan poco los
autores españoles.
135

Necesito educarme en Italia i en España para hablar de bellas


artes i de teatro. A mi vuelta de aquellos paises, volveré a hablarle
de Paris.
A Dios, mi querido Doctor.
136

Madrid.

Señor don Victorino Lastarria.


Noviembre 15 de 1846.

Se me antoja escribiros, oh Lastarria! cuando aspiro el aire de


Madrid, a vos que fuisteis el escritor rayano en cuanto a las ideas
entre español i frances, si bien en materia de palabras i de frase
castiza os preciais de haber metido mui adentro la mano en la
saccoccia del Diccionario. Esta Aspaña que tantos malos ratos me
ha dado, téngola por fin en el anfiteatro, bajo la mano; la palpo
ahora, le estiro las rugas, i si por fortuna me toca andarle con los
dedos sobre una llaga, a fuer de médico aprieto maliciosamente la
mano para que le duela, como aquellos escribanos de los tribunales
revolucionarios, o de la inquisicion de antaño, que de las inocentes
palabras del declarante sacaban por una inflexion de la frase el
medio de mandarlo a la guillotina o a las llamas. Preguntado, cuál
es su nombre, &c., i no respondiendo, el escribano pone, "se
obstina en ocultar su nombre." Interrogado de nuevo, dice que es
sordo; entónces escribe, "el acusado confiesa que conspira
sordamente" I luego aquellos benditos padres, con su hábito
chorreado de polvillo sevillano, con su voz gangosa, condolida i
meliflua: "Hermano! abandonaos a la misericordia infinita del Santo
Tribunal....". Infeliz! si os callais, sois condenado como hereje
contumaz, endurecido; si hablais una palabra, sereis sospechado
de leve, de grave, de gravísimo, de relapso, de todo, ménos de que
sois hombre, de que teneis razon, de que sois inocente, porque esa
sospecha no pasó nunca por aquellas almas devotas.
Poned, pues, entera fé en la severidad e imparcialidad de mis
juicios, que nada tienen de prevenidos. He venido a España con el
santo propósito de levantarla el proceso verbal, para fundar una
acusacion, que, como fiscal reconocido ya, tengo de hacerla ante el
Tribunal de la opinion en América; a bien que no son jueces
tachables por parentesco ni complicidad los que han de oir mi
alegato. Traíame ademas el objeto de estudiar los métodos de
lectura, la ortografia, pronunciacion i cuanto a la lengua dice
relacion. De lo primero he hecho una pobre cosecha, i del resto
encontrado secretos que a su tiempo verán la luz. Imajinaos a estos
buenos godos hablando conmigo de cosas varias, i yo anotando: —
no existe la pronunciacion áspera de la v—la h fué aspirada, fué j,
137

cuando no fué f—el frances los invade — no sabe lo que se dice


este académico—ignoran el griego—traducen, i traducen mal, lo
malo. A propósito, una noche hablabamos de ortografia con Ventura
de la Vega i otros, i la sonrisa del desden andaba de boca en boca
rizando las estremidades de los labios. Pobres diablos de criollos,
parecian disimular, quién los mete a ellos en cosas tan
académicas!; i como yo pusiese en juego baterias de grueso calibre
para defender nuestras posiciones universitarias, alguien me hizo
observar que, dado caso que tuviésemos razon, aquella desviacion
de la ortografia usual establecia una separacion embarazosa entre
la España i sus colonias. Este no es un grave inconveniente, repuse
yo con la mayor compostura i suavidad; como allá no leemos libros
españoles, como VV. no tienen autores, ni escritores, ni sábios, ni
economistas, ni políticos, ni historiadores, ni cosa que lo valga;
como VV.aquí, i nosotros allá traducimos, nos es absolutamente
indiferente que VV. escriban de un modo lo traducido i nosotros de
otro. No hemos visto allá mas libro español que uno que no es libro,
los artículos de periódico de Larra; o no sé si VV. pretenden que los
escritos de Martinez de la Rosa son tambien libros; allá pasan solo
por compilaciones, por estractos, pudiendo citarse la pájina de Blair,
Boileau, Guizot, i veinte mas de donde ha sacado tal concepto, o la
idea madre que le ha sujerido otro desenvolvimiento. Lo que daba
mas realce a esta peroracion era que, a cada nueva indicacion, yo
afectaba apoyarme en el asentimiento unánime de mis oyentes.
Como VV. saben. . . .decia yo, como VV. no lo ignoran. . . .Oh!
estuve admirable, i no habia concluido cuando todos me habian
dado las buenas noches.
Otro objeto me traia desalado aún, i era la espedicion de
Flores al Ecuador; pero en este punto he sido miserablemente volé,
defraudado. Esperaba que la prensa española, ministerial o
progresista, poco me importa, hubiera sostenido la oportunidad de
la tentativa. Ai! que polvareda se habria levantado si tal sucede i
encuentro una prensa a mi disposicion! Habrian salido todos los
cueritos al sol, desde Pizarro i Valverde, hasta don Antonio de
Ulloa,-el Jeneral Morillo, don Juan Manuel Rosas; desde la
Inquisicion, i Felipe II, hasta la España de hoi que es la misma de
entónces! Hubierais visto el inventario hecho por actuacion de
escribano de su estado actual, gobierno, industria, civilizacion,
bellas artes, instruccion pública, comercio, para ver lo que nos iban
a llevar estos caballeros, con su espedicion conquistadora; pero por
desgracia la prensa mostró esta vez mas sentido comun que el que
yo le hubiera concedido, i me he quedado con todos mis cohetes
chingados. Tan solo don J. J. de Mora prestaba por lo bajo su
138

cooperacion, pero sin desmandarse, por el Heraldo, en


razonamientos justificativos.
Mas es preciso que os introduzca a España por los caminos;
hai dos caminos en España: en la dilijencia; hai dilijencias. No lo
creis? Verdad de Dios, i en prueba de ello, que se mandaron hacer
a Francia las que viajan por la carrera de Bayona a Madrid, que son
las únicas que tienen forma i comodidades humanas. Hai en ideas,
como en cosas usuales en los pueblos, ciertos puntos que han
pasado ya a la conciencia, al sentido comun, i que no pueden
alterarse sin causar escándalo, subversion en los ánimos. Por
ejemplo el arnes de las bestias de tiro en Inglaterra, Francia,
Alemania o Estados Unidos, es una de esas cosas invariables;
compónese de correas negras, lustradas, con evillas amarillas,
afectando cuando mas en cada pais diferencias insignificantes. Se
entiende pues que la dilijencia ha de ser tirada por dos, cuatro,
cinco caballos manejados del pescante; que el conductor ha de
llevar bota granadera, sombrero de hule i largo chicote para animar
sus caballos. Salis de Bayona hácia Irun i Vitoria, i el frances, o el
europeo caen al pasar una colina en un mundo nuevo. La dilijencia
es tirada por ocho pares de mulas puestas al tiro de dos en dos, a
veces por diez pares en donde el devoto repasándolas con la vista
podria rezar su rosario; negras todas, lustrosas, tusadas, rapadas,
taraceadas, con grandes plumeros carmesí sobre los moños, i
testeras coloradas, i rapacejos i redes i borlas que se sacuden al
son de cien campanillas i cascabeles; animado este estraño drama
por el cochero, que en traje andaluz i con chamarra árabe, las
alienta con una retahila de blasfemias a hacer reventar en sangre
otros oidos que los españoles; con aquello de arrrre p......... marche
la Zumalacarregui, anda.... de la Vírjen ahi está el
carlista..p..Cristina janda, jandaaa!; i Dios, los Santos del Cielo i las
potestades del infierno entran pêle-mêle en aquella tormenta de
zurriagazos, pedradas, gritos i obcenidades horribles. Triste cosa
por cierto, que en los dos pai- ses esclusivamente católicos de
Europa, en Italia i en España, el pueblo veje, injurie, escupa a cada
minuto todos los objetos de su adoracion, de manera a hacer
temblar a un ateo. Leed aquellas reyertas de los gondoleros de
Venecia, descritas por Jorje Sand, en que el uno echa en cara al
otro para injuriarlo las sodomias, bestialidades i torpezas de su
Madona.
El estranjero que no entiende aquella granizada de palabras
incoherentes se cree en un pais encantado, abobado con tanta
borlita i zarandaja, tanta bulla i tanto campanilleo, i declara a la
España el pais mas romanesco, mas sideral, mas poético, mas
139

extra-mundanal que pudo soñarse jamas. Entónces pregunta donde


está don Quijote, i se desespera por ver aparecer los bandidos que
han de detener la dilijencia i alijerarlo del peso de los francos,
fruicion que codicia cada uno, para ponerla en lugar mui prominente
en sus recuerdos de viaje. M. Girardet, pintor delegado por la
Illustration de Paris, para tomar bosquejos de las fiestas reales del
próximo enlace de Montpensier, i que habia viajado por Ejipto, Síria,
Nubia i Abisínia, me decia encantado, esto es mas bello que los
asnos del Cairo; ¿qué es lo que dice el cochero......p....c......?
Afortunadamente M. Blanchard, enviado por Luis Felipe para
bosquejar los grandes actos del drama de Madrid para las Galerías
de Versailles, conocia mejor que yo, i gustaba mas que yo de
aquella lengua, de que le daba detalles i muestras encantadoras. M.
Blanchard, grande admirador de la España, habia residido muchos
años, ajente secreto para la compra de cuadros de la escuela
española, viajado con muleteros seis meses en los puntos mas
salvajes de la España, sido desnudado, aporreado i saqueado cinco
veces, grande taurómaco, podia darnos mil detalles picantes de las
costumbres españolas que no estan escritos en libro alguno.
Viajábamos los tres en la imperial, aunque en lo mas crudo del
invierno, i no cupieran en un grueso volumen las pláticas que sobre
artes, viajes, historia, anécdotas, tuvimos en cinco dias con sus
noches, salvo alguna cabeceada para reparar las fuerzas.
Alejandro Dumas nos decia ayer, hablando de la España:
"Poco me importa la civilizacion de un pais; lo que yo busco es la
poesía, la naturaleza, las costumbres. El creador de las Impresiones
de viaje, que han hecho imposible escribir verdaderos viajes que
interesen al lector, i el autor de los cuentos inimitables que
entretienen los ócios de todos los pueblos civilizados, reconocia sin
duda en el brillo de esta atmósfera meridional, cuyos violados tintes
se agrupan en el horizonte, i en las ondulaciones de este suelo
desnudo, alguno de los paisajes que ha descrito admirablemente
sin haberlos visto en sus Quince dias en el Monte Sinai.
El aspecto físico de la España trae en efecto a la fantasia la
idea del África o de las planicies asiáticas. La Castilla vieja es
todavia una pradera inmensa en la que pacen numerosos rebaños,
de ovejas sobre todo. La aldea miserable que el ojo del viajero
encuentra se muestra a lo lejos terrosa i triste; arbol alguno abriga
bajo su sombra aquellas murallas medio destruidas, i en torno de
las habitaciones la flor mas indiferente no alza su tallo, para
amenizar con sus colores escojidos la vista desapacible que ofrecen
llanuras descoloridas, arbustillos espinosos, encinas enanas, i en
lontananza montañas descarnadas i perfiles adustos. En cuanto a
140

pintoresco i poesía la España posee sin embargo grandes riquezas,


aunque por desgracia cada dia va perdiendo algo de su orijinalidad
primitiva. Ya hace por ejemplo cuatro años a que la dilijencia no es
detenida por los bandidos con aquellas largas carabinas que aun
llevan consigo hasta hoi los muleteros, rasgo que caracteriza a
todas las sociedades primitivas, como los árabes, los esclavones,
los españoles. Dos artistas franceses acaban en estos dias de
recorrer las montañas de la Ronda, atravesando en mula el reino de
Murcia, i continuando a pié su escursion, desde Sevilla a Madrid, sin
haber tenido la felicidad de ser atacados por los bandidos como se
lo habian prometido, a fin de descargar las carabinas de que se
habian provisto, o tomar las de Villadiego, segun lo aconsejase la
gravedad del caso. En cambio la pobre España ha adquirido el
municipal, bicho raro importado de estranjis, i cuyo bulto
eminentemente prosaico i civilizador recorre los caminos en traje de
parada, disipando con su presencia toda cabilacion un poco poética.
¿Cómo pensar en efecto en el Cid, los Godos, o los Moros cuyas
tiendas cubrian en otro tiempo estas llanuras, cuando ve uno al
jendarme o al guardia municipal con su bandolera amarilla, i su
sombrero galoneado?
La jendarmería española tendrá la gloria de conquistar
aquellas famosas provincias vascongadas que en tiempos remotos
poblaron los fenicios, i que sucesivamente, ni romanos, ni godos, ni
árabes pudieron nunca someter en veinte siglos de tentativas
inútiles. A la sombra de los jendarmes la Constitucion i la Aduana,
las dos plagas temidas por la jente vasca, vendrán bien pronto a
plantar su bandera sobre los picos mas elevados de los Pirineos.
Los defensores del comercio libre podrian hacer aplicacion de la
frase de M.e de Stael sobre el despotismo i la libertad, i decir con la
misma certidumbre: "el comercio libre es tan viejo como el mundo;
la Aduana data de ayer". Las provincias vascas no han conocido
nunca la Aduana, i fieles los vascos sobre este punto a las teorías
de Adan, de quien sin duda ninguna descienden, han defendido
heróicamente sus fueros, los cuales pueden, formulados a la
manera inglesa, reasumirse en esta frase negativa: no Aduanas.
Hoi dia los vascos empero comienzan a ceder, obedeciendo
en esto al destino estraño que parece haber rejido en todos tiempos
a la España, que no consiste en andar a remolque de las otras
naciones sino a destiempo, dando las doce cuando todos los relojes
marcan las cinco i vice-versa. En efecto, cuando todas las naciones
de la Europa estaban encorvadas bajo el yugo del despotismo, los
españoles tenian en el Aragon sus célebres Cortes, donde decian al
rei sin quitarse el sombrero en su presencia: "Nosotros que valemos
141

tanto como vos, i que podemos mas que vos, vos instituimos
nuestro rei i señor"; pero cuando la Europa se ajitó para obtener un
poco de libertad, la España inventó con un admirable a propósito las
instituciones inquisitoriales. Ahora que el comercio libre hace
prosélitos por todas partes, fuerza a la Viscaya, que habia
conservado intacta la tradicion adámica, a admitir la aduana en su
territorio.
Cuando el cigarro i los cigarritos suben hasta el trono frances i
embalzaman los salones de Paris, los vascos no se atreven ya
como en otro tiempo a dar una batalla, a organizar sus terribles
guerrillas para resistir al estanco que los amenaza con un impuesto
inícuo sobre la primera necesidad del hombre, sobre el único uso
que hace hermanos a todos los pueblos de la tierra; pues el tabaco,
en trescientos años que median entre su glorioso descubrimiento i
nuestro ilustrado siglo, ha conquistado mas prosélitos que los que el
cristianismo ha logrado en veinte siglos, i sin derramar para ello una
gota de sangre, i sin otras lágrimas que las que arranca de los ojos
de los neófitos la primera columna de humo que al fumar se levanta.
¡Oh vosotros fumadores que frecuentais el Boulevard de Gand,
apresuraos a visitar Irun, Tolosa, i aquella Vergara, teatro del
pérfido abrazo de cristinos i carlistas! La civilizacion española lo
invade todo, i en lugar de habanos lejítimos, largos de seis
pulgadas, que se dan a puñados por una peseta en aquella tierra
privilejiada, sereis envenenados como en Paris por la falsificacion
de cuenta del rei!
Las provincias vascongadas serian asunto digno de los
estudios de un Thierry, si bien como todos los pueblos primitivos
parecen sustraerse al examen histórico por la simplicidad misma de
la vida desnuda de acontecimientos importantes. Los vascos
actuales descienden en línea recta i sin mezcla de romanos, godos,
o árabes, de los vascos que habitaban los Pirineos ahora tres mil
años; he aquí el principal hecho histórico: los jefes de familia de
cada villorrío se reunen para jugar a la pelota o tirar la barra,
tratando en el intertanto de los intereses públicos: voilá todas sus
instituciones políticas. Era preciso que el siglo XIX viniese a
alumbrar lo profundo de estos valles, para que los habitantes
pudiesen comprender que para ser libres i civilizados se necesita
tener aduanas, jendarmes, estanco i constitucion, que es lo que
importa la supresion de los fueros.
Pero el viajero que va arrastrado por la dilijencia no detiene
por lo jeneral su pensamiento ni sobre lo pasado ni sobre el porvenir
de este pais. Apénas si observa una poblacion pasablemente
atrasada que coje castañas en los bosques, siembra mais i patatas,
142

i vive tranquila en sus montañas sin placeres como sin penas. De


tiempo en tiempo se avistan las tostadas ruinas de alguna aldea,
saqueada, quemada i arrasada durante la guerra de los carlistas.
¡Qué horrores revelan estos vestijios; qué de crueldades inauditas
han sido cometidas en estos lugares! Hace años que en América
conversaba con un niño, hijo de un jefe carlista i enviado a América
para librarlo de las represalias. Este niño me contaba lo que hacian
él i una veintena mas que seguian los ejércitos carlistas, "una vez,
decia, nos pusieron a cuidar como doscientos prisioneros cristinos.
Les amarramos los brazos i nos divertiamos en sacarles los ojos i
abrirles el pecho para verles palpitar el corazon. Despues los
fusilábamos, apoyándoles en la frente la boca del cañon de las
carabinas!"
Andando mas adelante i saliendo de la Viscaya la vista se
reposa sobre el cuadro pintoresco que presenta Burgos, capital de
Castilla la vieja. Por un acaso, feliz sin duda, la dilijencia no llega a
la ciudad sino a una hora avanzada de la noche que oculta al
viajero el desaseo de la poblacion. Burgos con su catedral gótica se
levanta cual sombra de los tiempos heróicos, como el alma en pena
de la caballería española. M. Girardet i un joven Manzano de
Concepcion me acompañaron para visitar la ciudad silenciosa. Era
ya media noche i los pálidos rayos de la luna, que de tiempo en
tiempo atravesaban las nubes, se colaban por entre la blonda
transparente de las flechas de la catedral. El color parduzco de
aquella piedra, que ha recibido el baño galvánico de los siglos, i la
luz incierta del fondo sobre el cual se diseñaban las numerosas
agujas, torres, i pináculos que decoran la masa del edificio, daban al
conjunto un aspecto fantástico que me traia a la memoria aquellos
efectos de luna representados en las decoraciones de ópera. Mis
miradas se aguzaban en vano por distinguir en la masa opaca los
adornos de detalle que cubren de un bordado imperecedero la
superficie de la construccion, i cuya invencion, variada al infinito,
con la minuciosa prolijidad de ejecucion, hacia la gloria del
arquitecto de la edad media. Girardet i yo nos acercábamos a
tientas a los pórticos que la luna no alumbraba para palpar las
estátuas de apóstoles i santos que guardan la entrada como mudos
fantasmas.
Los serenos que guardan el reposo de los vecinos debieron
alarmarse al ver dos bultos negros i silenciosos detenerse de
distancia en distancia como si temieran avanzar i rondando en torno
de la iglesia a hora tan escusada. Uno de ellos se dirijió hacia
nosotros bañándonos el rostro, para reconocernos, con los rayos
reconcentrados de su linterna de reverbero: despues, habiéndose
143

apercibido por algunas esclamaciones de entusiasmo que se nos


escapaban, de que eramos simples viajeros, se ofreció
comedidamente a servirnos de guia para hacernos ver los otros
monumentos de la ciudad.
A la luz de su linterna ascendimos una altura en donde se
encuentra un arco de triunfo erijido a la memoria de Fernando
Gonzalez, aquel valiente caudillo que sin hacerse rei, fundó la
independencia de la Castilla. Un poco mas léjos aparece un trofeo
levantado, segun es fama, sobre el lugar mismo en que estaba
situado el salon feudal, en el cual el Cid solia recibir a los príncipes i
reyes que solicitaban el potente auxilio de su brazo. El sereno
elevando la linterna en la punta de su lanza nos alumbraba las
armas del Cid esculpidas en la piedra, i la inscripcion casi borrada
que recuerda sus hazañas. El monumento está rodeado de postes o
linderos de piedra, los cuales vistos a la luz indecisa de la luna
semejan piedras druídicas, i al lado de la derruida muralla, que en
otro tiempo guardaba la ciudad, se enseñan las ruinas de la
habitacion particular del Cid. Existe un fragmento de la cadena que
los nobles castellanos colgaban sobre sus puertas en señal de
vasallaje, i una barra de fierro incrustada horizontalmente en el
muro indica la brazada del Cid. Girardet i yo la medimos con
nuestros brazos sin alcanzar a sus estremidades. Otro frances de
talla ordinaria pero ancho de espaldas ensayó sus brazos
igualmente i se aproximó un tanto a la medida, lo que nos hizo
concluir que el Cid Campeador debió de ser uno de esos hombres
robustos i cuadrados, como el Bayardo, que parecen haber sido
creados espresamente, para mangos de una temible espada
toledana.
En seguida nos asomamos a las almenas de la muralla en la
parte que el tiempo no ha destruido, i desde allí dejábamos vagar
nuestras miradas por entre los intersticios, sobre la silenciosa e
indefinible campaña, amedrentándonos maquinalmente con el
silencio de la noche como si temiéramos ver aparecer a lo léjos los
grupos de enemigos, las tiendas de la morisma, o los reales de los
caballeros feudales. Continuando nuestra peregrinacion nocturna,
que turbaban solamente los ladridos plañideros i prolongados de los
perros, llegamos a una capilla de construccion romana, i cuya
arquitectura sin carácter deja ver su estrema antigüedad; al lado de
la puerta se muestra una cruz que la tradicion ha llamado la cruz del
juramento de vasallaje i fidelidad del Cid, el cual no sabiendo firmar,
hubo de trazar con la punta de su terrible espada aquella estraña
marca. Yo no recuerdo escursion alguna que me haya llenado como
la de aquella noche de mas vivas emociones. Es verdad que la
144

oscuridad de la noche, envolviendo en sus sombras los edificios


particulares, presta a los antiguos monumentos algo de vago i
misterioso que añade un nuevo encanto a las epopeyas cuyo
recuerdo consagran. Burgos de noche es la vieja Burgos de las
tradiciones castellanas, la morada del Cid, la catedral gótica mas
bella que se conoce. De dia es un pobre monton de ruinas vivas i
habitadas por un pueblo cuyo aspecto es todo lo que se quiera,
ménos poético, ni culto, dos modos de ser que se suplen uno a otro.
Pero al paso que van las cosas en España toda poesia i todo
pintoresco habrá desaparecido bien pronto. Ya no se ven aquellos
monjes blancos, pardos, chocolates, negros, overos, calzados i
descalzos que hicieron la gloria del paisaje español hasta 1830,
cuando una Saint-Bartelemi imprevista vino a pedirles cuenta de los
autos de fé de la Inquisicion. Apenas se encuentran al dia en los
caminos seis u ocho clérigos, hechizos del fraile que está suprimido,
i envueltos en sus anchos manteos, resguardándose de los rayos
del sol i de la lluvia, ellos i el manteo, bajo la sombra del sombrero
de teja que caracteriza al clero español i a los jesuitas de Roma. El
viajero que busca el color local no reconoce la España sinó cuando
apercibe los mendigos apostados sobre cada uno de los rápidos
ascensos, en que una larga serie de yuntas de bueyes se agrega,
como una locomitiva auxiliar, a las doce mulas que de ordinario
vienen tirando la dilijencia, i, ¡signo infalible de la decadencia de la
época! no se les ve ya a estos mendigos dejenerados deponer su
sombrero abollado en medio del camino, i ocultos ellos tras de los
vecinos matorrales, con la escopeta apuntada hácia los viajeros,
para conmover mas sus almas caritativas: pedir su voz condolida,
una bendita limosna por el amor de Dios i de su madre la Vírgen
Santísima, segun se practicaba en los buenos tiempos de Jil Blas
de Santillana. El mendigo español es un tipo que el arte debe
esforzarse en conservar en despecho de las ordenanzas reales que
comienzan a perseguirle. El paisano trabaja en España, miéntras
sus fuerzas se lo permiten: cuando el peso de los años va
agoviándolo demasiado, deja el arado por el baston de mendigo, i
escoje un punto del camino, como teatro de su nueva industria, i los
productos de su profesion entran en comun con el del trabajo de los
jóvenes para proveer al mantenimiento de toda la familia sin que
nadie le haga un reproche por la humildad del nuevo oficio. Los
ciegos en España forman una clase social, con fueras i ocupacion
peculiar. El ciego no anda solo, sino que aunados varios en una
asociacion industrial i artística, a la vez forman una ópera
ambulante que canta i acompaña con guitarra i bandurria las letrillas
que ellos mismos componen o que les proveen poetas de ciegos,
145

último escalon de la jerarquía poética de la España, que comienza


en lo alto, no sé donde, pues en España todo individuo es poéta
desde el ministro de finanzas, hasta el actor del teatro, i la primera
recomendacion que aventura un español en favor de un amigo
oscuro es que hace mui buenos versos, lo que no prueba sin
embargo que Byron, ni Hugo hayan nacido por aquellos
alrededores. El paisano español posee ademas todas las
cualidades necesarias para ejercitar con éxito la profesion de
mendigo. Un aire grave, una memoria recargada de oraciones
piadosas i de versos populares, i un vestido remendado. El paño
burdo de que el pueblo español viste es de color i consistencia
calculados para resistir a la accion de los siglos, verdadera muralla,
tras de la cual el cuerpo está al abrigo del sol, del aire i del agua
con la que está toda su vida peleado irreconciliablemente. Cuando
alguna brecha se abre por un codo o una rodilla, bastiones
avanzados aquella fortificacion, una pieza de nuevo paño la cierra
inmediatamente, i si los diversos ministerios que han desgobernado
la España en estos últimos tiempos hubiesen hecho obligatorios sus
colores, los vestidos del pueblo español serian hoi un cuadro fiel de
los movimientos políticos de los últimos veinte años transcurridos.
El sistema de remiendos se aplica igualmente en España a las
reformas políticas i sociales: sobre un fondo antiguo i raido se aplica
un remiendo colorado que quiere decir constitucion; otro verde que
quiere decir libertad; otro amarillo en fin, que podria significar
civilizacion; en lo moral o en lo físico no conozco pueblo mas
remendado, sin contar todos los agujeros que aun le quedan por
tapar. Esto es quizá lo que induce a algunos espíritus
descontentadizos a considerar como un remiendo mas el doble
matrimonio que ocupa en este momento la atencion pública, i me ha
traido a Madrid, como el momento mas bien escojido para ver este
pueblo al reflejo de los esplendores de la corona i los festejos réjios
que han de solemnizar el casamiento de la inocente Isabel II.
La prensa española con motivo del enlace del duque de
Montpensier está mostrando los progresos admirables que las
costumbres constitucionales hacen en este pais. Nada ha quedado
por decirse entre la oposicion i los ministeriales, excepto la verdad.
Segun los primeros la nacion en masa i con ella el empedrado de
las calles de Madrid han estado al sublevarse para protestar contra
el fatal casamiento, i si ha de darse crédito a los otros, no ha
conocido límites el entusiasmo de la mui noble i leal ciudad. La
verdad a la que yo he podido observar es que el pueblo se ha
mostrado pasablemente indiferente, sin embargo de que una
alianza con un estranjero, i sobre todo con un frances, choque con
146

la preocupacion mas fuerte, mas constante, i mas profundamente


arraigada del pueblo español.
La entrada solemne del duque de Montpensier ha sido una
escena imponente. La arquitectura de Madrid revela el gusto
nacional por los espectáculos i el largo i tradicional hábito de
paradas, cortejos i procesiones. Los balcones que resguardan las
ventanas se avanzan lo bastante sobre la calle para dominarla en
toda su estension en línea recta. Desde estas ventanas, el
madrileño veia en otro tiempo desfilar el pomposo acompañamiento
de un auto de fé, las procesiones solemnes de los santos, los
condenados a muerte conducidos al suplicio con imponente
aparato, las pompas i las galas en fin de la corte mas fastuosa de la
Europa. Todos estos espectáculos han perdido hoi de su brillo
antiguo, pero la arquitectura ha quedado, i a falta de galas i autos
de fe, las madrileñas se contentan con ver desde los balcones los
pronunciamientos populares, i ahora la entrada de Montpensier. La
calle de Alcalá es una de las mas bellas i espaciosas de la Europa, i
el punto frecuentado de preferencia por el pueblo i los elegantes.
Allí está el cerebro de Madrid: la plaza de Toros, la Aduana, el
Correo, las Diligencias, todos los centros de movimiento estan en
contacto con la Calle de Alcalá; i la Puerta del Sol, que es el
corazon de la villa, a cuya aorta refluye la sangre por segundos, i a
donde pueden contarse las pulsaciones del ánimo del pueblo, pues
allí se manifiestan sus pasiones, sus goces o su descontento, con
una vivacidad de que no hai ejemplo en otras partes.
Por esta calle i desde este punto partieron la Municipalidad i el
Estado Mayor para salir al encuentro de los príncipes franceses i
tributarles los honores de la recepcion solemne antes de penetrar
en el recinto de la Villa. M. Blanchard, pintor de historia i que habia
venido desde Paris para reproducir estas escenas, ha sacado en
sus bosquejos admirable partido de las vestimentas antíguas de
terciopelo rojo que llevaban los maseros, i de los trajes de
ceremonia de los diversos personajes góticos, por no decir
mitolójicos, que figuraban en esta escena.
Durante la marcha del cortejo en las calles, el numeroso jentío
que las flanqueaba en espesas líneas guardó el mas profundo
silencio, sin que la circunspecta gravedad castellana se desmintiese
un solo momento. El Gobierno no habia organizado una claque,
como en los teatros de Paris, para aplaudir en los momentos
favorables. Pero si los aplausos populares anduvieron escasos, no
se notó tampoco signo alguno de descontento, ni manifestacion
incivil, quizá por cumplir con las leyes de la hospitalidad. Quizá
tambien desdeña por pudor aplaudir lo mismo que aprueba el
147

pueblo que, en tiempo no mui lejano, se ponia de rodillas en


presencia de los manjares que debian servirse a la mesa de sus
reyes. Si este silencio era no obstante signo de desaprobacion real,
pueblo alguno la manifestó jamas de una manera mas noble.
Si esta escena preparatoria ha carecido de animacion, no ha
sucedido así con las fiestas reales que han precedido i seguido los
casamientos. Madrid estaba entónces en su elemento,
espectáculos, iluminaciones, cabalgatas, i procesiones, toros sobre
todo, i toros reales que no se ven sino de veinte en veinte años. De
todos los puntos de la España habia acudido una inmensa multitud
a engrosar la poblacion en movimiento de la Real Villa, la cual
durante tres dias ha vivido literalmente en la calle de Alcalá, la
Puerta del Sol i el Prado. Nada es posible imajinarse de mas
pintoresco que esta muchedumbre así aglomerada. Las altas i
nobles damas, como las humildes fregonas, llevan aun la tradicional
mantilla negra i trasparente, que con aire misterioso cae sobre las
espaldas i el rostro, ocultando a medias los encantos femeninos. De
tarde en tarde en el Prado un sombrero frances protesta contra la
uniformidad de este traje de oríjen relijioso que llevan siempre las
españolas, i con preferencia en sus galanterías, como si la
inquisicion que se las impuso, existiese todavia.
Los hombres de la clase culta siguen en todo la moda
europea, i el paletó i el chaleco se resisten, como todos saben, a la
descripcion; pero el pueblo, es decir lo que aun es en España
jenuino español, es digno siempre del pincel. La capa es de
rigoroso uso desde el mendigo, el pastor de ovejas i el mulatero,
hasta el comerciante de menudeo inclusive. El sombrero calañez
del sevillano, de dos pulgadas de alto i con grandes borlas en el
costado, da ademas al español un aspecto tan peculiar que bastara
por sí solo, a no haber tantas otras singularidades, para colocarlo
fuera de la familia europea, como aquellos subjéneros que
descubren en plantas i animales los naturalistas. Los Maragatos de
las provincias del norte llevan aun aquel traje orijinal con que en los
grabados antiguos se representa a Sancho Panza, algo parecido al
vestido que se usaba en Inglaterra por los tiempos de Cromwell; el
calesero ostenta su chamarra con coderas i adornos de paños de
colores diversos, como el traje de los moriscos; i el andaluz
desplega, bajo el estrecho vestido de Fígaro, todas las gracias del
majo español. Esta diversidad de trajes, mui pintoresca sin duda,
revela sin embargo una de las llagas mas profundas de la España,
la falta de fusion en el estado. Las provincias españolas son
pequeñas naciones diferentes, i no partes integrantes de un solo
estado. El barcelonés dice: soi catalan, cuando se le pregunta si es
148

español, i los vascos, llaman castellanos a los que quieren designar


como enemigos de su raza i de sus fueros. Pero lo que mas atrae la
atencion en España son los rastros profundos que la dominacion
árabe ha dejado en las costumbres; podria creerse que los moros
estan aun allí; encuéntraseles en los vestidos, en los edificios. En
los bailes públicos, organizados para diversion del pueblo durante
las fiestas, al lado de valencianos, aragoneses i gallegos, veiase
figurar cuadrillas de moros, como si fuesen considerados todavía,
como parte de los pueblos españoles.
Las familias de Madrid conservan relijiosamente decoraciones
de balcones que consisten en tapices i colgaduras cuyos variados
colores dan a las calles el aspecto mas singular. Las colgaduras de
terciopelo bordado de realce que conservan algunas antiguas casas
ducales, ostentando en grandes escudos las armas de la familia, no
convendrian hoi sino a princípes i soberanos. Cuando los nobles
novios se dirijieron a Nuestra Señora de Atocha para recibir la
bendicion nupcial, el real cortejo ocupaba toda la estension de la
calle de Alcalá, decorada toda ella como un teatro. Tiros de caballos
que pocas cortes europeas podrian ostentar tan bellos i en tan
grande número, carrozas incrustradas de nacar, libreas i penachos
de un brillo estraordinario traian a la fantasia los bellos tiempos de
la monarquia española, la cual en su abatimiento presente, se
adorna con sus antiguas joyas, como aquellas viejas duquesas, que
disimulan, bajo el brillo de los diamantes, las enojosas arrugas que
los años han impreso a sus semblantes.
La iluminacion de palacios i calles tenia alguna cosa de
fantástico i de grandioso. Innumerables antorchas de cera esparcian
una severa i solemne claridad sobre las tapicerias franjeadas de oro
i plata, al mismo tiempo que algunas imitaciones de edificios góticos
diseñaban a la distancia sus torrecillas i ojivas por medio de
innumerables luces de color. Los teatros, como los fuegos de
artificio, como los retratos de los reyes espuestos a la adoracion
popular sobre la mayor parte de los edificios públicos, se
subdividian las masas populares que de todas las estremidades de
la ciudad se precipitaban a torrentes hácia la Puerta del Sol.
El besamano, aquella ceremonia de los tiempos feudales,
conserva aun en España toda su antigua majestad i su pomposo
aparato; pero el pueblo que se apiñaba en vano en las puertas del
palacio no pudiendo gozar de estas solemnidades interiores de la
corte, se contentaba con admirar las carrosas reales i las de los
grandes de España, cuyos caballos llenos de ardor, ajitaban en el
aire sus penachos verdes o colorados, recuerdo de los tiempos
feudales en que cada caballero i cada familia noble adoptaba sus
149

colores distintivos.
El pueblo español, entretenido pero no satisfecho con esta
sucesion de galas i fiestas, aguardaba con impaciencia otro
espectáculo, cuyo oríjen anterior a los moros i a los godos, remonta
a los tiempos de Sertorius, en que la España se habia hecho la
provincia mas romana por su civilizacion i por la adopcion de las
costumbres del pueblo rei. Por todas partes se encuentran en
Europa ruinas imponentes de los circos romanos. En España solo
se ha conservado el espectáculo mismo del circo, aunque los
antiguos circos hayan cedido a la accion del tiempo. Cosa estraña i
poco notada! Por sus costumbres i su espíritu el pueblo español es
el pueblo mas romano que existe hoi dia. Todos sus males le vienen
de ahí; enemigo del trabajo, guerrero, heróico, tenaz, sobrio i
apasionado por los espectáculos, todavía pide panem et circenses
para vivir feliz en medio de su caida. Los sangrientos combates de
bestias feroces han luchado veinte siglos con el cristianismo i han
triunfado de él, como los toreadores lo hacen de los mas temibles
bichos. Sobre la plaza de toros el pueblo español es grande i
sublime; es pueblo soberano, pueblo rei tambien. Allí se resarce,
con emociones mas vivas que las del juego, de las privaciones a
que su pobreza lo condena, i si esta diversion puede ser acusada
de barbarie i de crueldad, es preciso convenir sin embargo que no
envilece al individuo como la borrachera, que es el innoble placer de
todos los pueblos del Norte. El español es sobrio, i lo prueba la
capa que lleva sobre sus hombros, pues que un hombre borracho
no podria tenerse parado llevando capa.
Lo que hai de verdaderamente romano en las corridas de
toros es que aquel espectáculo es no solamente público i autorizado
por el gobierno, sino que tiene lugar oficialmente i bajo la direccion
inmediata de la autoridad. El gobernador de Madrid en
circunstancias ordinarias, i el rei en persona en las grandes
solemnidades, presiden i dirijen todos sus movimientos. Un alguacil
viene a pedir permiso para comenzar la funcion; este empleado
público anuncia en alta voz el color del toro que va a jugarse, la
señal particular con que está marcado i la célebre torada a que
tiene el honor de pertenecer; él abre en fin oficialmente la puerta del
toril, cuya llave ha recibido de manos del rei. Cuando los picadores
han atormentado por mucho tiempo a la fiera a fin de debilitar su
empuje, el rei hace una seña, i los banderilleros aparecen; a otro
signo ceden estos su puesto al matador que se presenta con la
espada en la mano. Aquella fiesta popular, celebrada con todas las
formas legales, aquel rei rodeado de su pueblo abandonado al
delirio, i tomando parte en sus emociones, tienen sin duda un
150

carácter homérico que no presenta ya pueblo alguno moderno. Este


mismo carácter existia en el teatro cuando las representaciones
dramáticas eran todavía un espectáculo nacional, salido de las
entrañas del pueblo, con toda su rudeza, su jenio, i sus
preocupaciones; cuando Lope de Vega producia dos mil comedias, i
Calderon de la Barca hacia representar ochocientos autos
sacramentales. Dumas ni Scribe han alcanzado todavía a esta
estupenda fecundidad, porque aun no se ha hecho el drama
moderno tan popular como lo fué en otro tiempo el teatro romántico
en España. Mas tarde el jéñero clásico atravesó los Pirineos i vino a
aristocratizar el teatro en España, i no pudiendo comprender el
pueblo llano las bellezas de las tres unidades, la moral académica,
ni la enfática dignidad del lenguaje, abandonó poco a poco un
espectáculo estranjero ya para él, i se contentó con los combates
de toros, donde no podian al ménos perseguirlo las tres unidades, i
donde él comprende bellezas que se escapan a los ojos de los
clásicos. Un español os diria en efecto, a la simple aparicion del toro
en la arena, cómo va a conducirse i lo que hai que prometerse de
él; fisonomista profundo sorprende en el acto el carácter del animal i
puede revelarlo con mas certidumbre que no lo harian las ciencias
de Lavater i Gall para con los hombres. Este es desconfiado i
astuto, aquel otro audaz i frenético. El toro intrépido es aplaudido i
excitado con bravos entusiásticos; pero ai! de aquel que no mata al
ménos dos caballos! Entónces estalla en el inmenso circo la recia
tormenta de silbos, maldiciones i sarcasmos; despues, los gritos de
fuego! fuego! esto es, banderillas, que asegurando su dardo en las
carnes le quemen e irriten las heridas. La mayor infamia por la que
puede hacerse pasar a un toro indigno, es entregarlo a los perros,
que en jauria hambrienta de sangre i matanza se echa sobre él
cuando no ha sabido contentar al público, i lo desgarra sin
misericordia.
Cuando la arena está cubierta de caballos destripados,
cuando la sangre hace fango sobre el suelo, entónces el pueblo de
todas clases i sexos no puede contener su entusiasmo, se pone de
pié para aplaudir a los vencedores, ya sean toros u hombres, para
ver hundirse la espada del matador en el corazon del toro furioso,
para sorprender el último jemido de la víctima i deleitarse con su
agonía. La noche halla a los espectadores ajitándose sobre sus
bancos, i pidiendo a voces nuevas carnicerias i nuevos combates.
Id, pues, a hablar a estos hombres de caminos de hierro, de
industria o de debates constitucionales!
Despues de todo, los combates de toros no tienen a mi juicio
sino un accidente profundamente chocante i es la muerte cierta e
151

innoble de los caballos. El malaventurado animal, traspasado de


heridas, arrastrando las tripas por el suelo, debe, miéntras le queda
un resto de vida i pueda tenerse de pié, hacer frente al toro, pues
que así lo exijen las leyes inviolables del combate i la voluntad del
público. La víspera de la llegada del duque de Montpensier diez i
ocho caballos espiraron en el circo, ocho de entre ellos muertos por
un solo toro, i esta circunstancia mereció a aquella corrida los
honores de la aprobacion popular. En cuanto a los hombres que
luchan cuerpo a cuerpo, por decirlo así, con la fiera, tal habilidad
muestran en aquella peligrosa lucha, que su desenvoltura i lijereza
hacen olvidar que estan realmente en peligro. I luego, hai tanto arte,
i tánta gracia en su actitud i en sus movimientos! tánto esmero i
tanta sutileza en prestar oportuno auxilio a aquel de entre ellos que
se encuentra accidentalmente espuesto! Una escena de las corridas
reales me daba una muestra de la cólera de los Romanos, cuando
un gladiador no sabia caer i morir con artística desenvoltura. Un
toreador al salvar su cuerpo de la asta del toro quiso quedar
envuelto en la capa, la cual sea por torpeza, sea por accidente
inevitable, se envolvió sobre sus espaldas sin formar los pliegues
que la estatuária habria requerido, i un grito universal de
desaprobacion cayó sobre él como un rayo, para castigar su falta de
destreza. Ni el toro está libre de aquella justicia suprema. No hace
dos años que en un circo un toro herido, segun todas las reglas del
arte, yacía muerto a los pies del matador, que saludaba al público
agradeciendo los aplausos con que recompensaba su destreza,
cuando el toro, por una de aquellas convulsiones de la vida
nerviosa, se endereza repentinamente, traspasa con las astas al
matador que cae a su turno exánime. El pueblo se arrojó en masa
sobre el traidor, mil puñales sebaron su saña en su cuerpo, i ni
vestijios del animal quedaron en un abrir i cerrar de ojos, pues su
cadáver fué dividido en menudas trizas. Lo contrario sucedia otra
vez en otro punto donde habiendo el toro alzado en las astas a un
capeador inhabil, el público persiguió con sus sarcasmos i sus
aplausos el cadáver del infeliz que permaneció ensartado en las
astas del animal.
Por compensacion el pueblo español festeja dignamente a sus
artistas favoritos. El picador que cae debajo de su caballo se
levanta tan lijeramente como puede hacerlo, con la ayuda de los
chulos que acuden a desembarazarlo; la sangre sale a veces a
borbotones de su boca; a veces queda tan aturdido con la caida que
largo rato lo tienen parado sin conocimiento. Pero apénas la vida
comienza a reanimarse, excitado por los gritos entusiastas del
público, se hace montar pesadamente sobre su caballo herido i
152

moribundo, i muriendo ámbos lo lleva de nuevo al puesto fatal a


donde la saña del toro ha de venir a buscarlo. Cuando este caballo
es ultimado, el picador pasa sucesivamente a otros que tienen el
mismo fin, i solo en caso de muerte o de herida grave el picador
desaparece de la escena, ántes de haber terminado su terrible
papel. Es horrible ciertamente ver a estos hombres afectar alegría i
placer cuando se les ha visto caer bajo el caballo repetidas
ocasiones, vomitar sangre, desmayarse i revivir con dificultad. El
hospital i el sangrador los aguardan a la puerta, i estos infelices
bajan sucesivamente de la cama para montar sobre el caballo i vice
versa.
Las corridas reales son espectáculo tan espléndido i
sorprendente que creo leereis con gusto una descripcion, aunque
suscinta, de las que acaban de tener lugar con motivo del doble
enlace. Como su nombre lo indica, la Plaza Mayor es la mayor en
estension que se encuentra en Madrid, i la que durante dos siglos
estuvo consagrada a los autos de fé, que eran las corridas de toros
que a su modo daba la Inquisicion. La plaza asemeja a un gran
cláustro i las calles que de ella parten, arrancan por debajo de arcos
triunfales que conservan la continuidad de los edificios que la
circundan, ocupando uno de sus costados un palacio de
arquitectura del renacimiento, recargado de adornos, torrecillas i
pináculos. El ámbito de esta plaza servia esta vez de digna arena
para los toros reales Los balcones de las casas habian sido
convertidos en palcos para las familias acomodadas i un inmenso
tendido, construido de madera, para recibir la muchedumbre. Una
colgadura carmesí con una franja de oro de una tércia daba vuelta
toda la plaza hasta la altura del primer piso: otra amarilla con franja
de plata adornaba el segundo, i otra azul celeste el tercero.
Cuarenta mil espectadores colocados en los balcones, ventanas i
tendidos describian entre las colgaduras una línea oscura variada
como un tapis por los colores diversos de los vestidos de señoras,
las plumas de algunos sombreros, i el contínuo ajitar de los
abanicos; i para que el efecto artístico del golpe de vista fuese
completo desde el tendido inferior hasta la altura de los techados,
se elevaba en las cuatro esquinas de la plaza, una graderia de
asientos que formaba en cada estremo una enorme pirámide de
seres humanos. Era este un espectáculo verdaderamente
imponente cuyo brillo realzaban los rayos del sol, reflejándose sobre
las anchas franjas de oro i plata, i las superficies que en grandes
masas presentaba el raso de las colgaduras. El Hipódromo de
Paris, al lado de este circo colosal, habria parecido un juguete de
carton, bueno solo para divertir a los niños.
153

En los balcones del palacio que ocupa uno de los frentes i


bajo una profusion de tapices i colgaduras de un lujo sorprendente,
debia colocarse la reina, que habia de presidir los juegos, los
príncipes franceses, la familia real, la servidumbre de palacio, i una
hecatombe de jenerales cubiertos de cruces i medallas, i cuajados
de bordados desde los pies a la cabeza. Los alabarderos reales se
colocaron en línea bajo el balcon réjio, sin otro parapeto que sus
armas para defenderse contra los ataques de las fieras. Dos toros
furiosos se echaron sucesivamente sobre esta muralla de fieles
servidores, i las dos veces fueron rechazados, sin que la línea se
conmoviese, i sin que el semblante marcial del soldado diese señal
alguna de turbacion en presencia del peligro. Así se simboliza en
esta fiesta nacional el valor i la abnegacion del guerrero i del
vasallo.
Seis alguaciles en traje de ceremonia permanecen a caballo a
algunos pasos al frente del balcon real para ejecutar las órdenes de
la reina; estos pacíficos ministriles no tienen mas defensa que la
fuga, cuando la saña del toro quiere cebarse en ellos. Su vida,
segun la tradicion monárquica, pertenece a su rei i señor, i deben
estar dispuestos a morir por el servicio i el placer real. En estas
corridas un toro alcanzó e hirió el caballo de un alguacil en medio
de las ruidosas esclamaciones i las risadas i las burlas de la
muchedumbre que conserva desde los tiempos despóticos de la
España un odio tradicional contra los empleados subalternos de la
corona. Aquella dispersion de los alguaciles, i su terror pánico
cuando se ven atacados por el toro, forman la parte cómica del
espectáculo, i no es raro que un toreador malicioso atraiga
exprofeso al toro sobre ellos a fin de hacer reir al público.
Cuando la familia real se presentó en el balcon, un
movimiento jeneral de sombreros, pañuelos i abanicos, respondió a
las salutaciones de la reina, fijándose en seguida la atencion jeneral
sobre los jóvenes príncipes franceses con muestras inequívocas de
satisfaccion i benevolencia. El interes que los toros inspiran al
duque de Aumale, bastaria por sí solo para conciliarle las simpatias
del pueblo que se complacia ya en recordar el magnífico presente
que un año ántes habia hecho de dos espadas a Montes, i la buena
gracia con que el célebre toreador habia correspondido,
mandándole a Paris un suntuoso traje completo de majo, i un sastre
intelijente para que lo adaptase a su persona. La atencion pública
fué atraida en seguida por el espectáculo mas pintoresco i mas
solemne que para ojos españoles puede ofrecerse.
A una banda de música marcial, seguian ocho heraldos
vestidos con el traje hermosísimo que en la edad media
154

caracterizaba su empleo. Precedian estos la carrosa del duque de


Osuna, tirada por seis caballos enjaezados magníficamente i
seguida a su vez por siete caballos ensillados, conducido cada uno
por un palafrenero con librea del color adoptado en tiros, penachos i
arneces por el noble duque. Cerraba la comitiva el matador Jimenez
a la cabeza de su cuadrilla de picadores, chulos i banderilleros. La
carrosa del duque fué a colocarse al frente del trono de la reina, a
fin de que el caballero en plaza, que él apadrinaba la rindiese
homenaje, i de rodillas solicitase de S. M. el alto honor de hacer
alarde de su destreza. Eran en otros tiempos los caballeros en
plaza nobles de distincion que para mayor gala de las fiestas reales
tomaban parte en la lucha combatiendo en presencia del rei a
caballo con el toro. Desde que las Justas i los Torneos han caido en
desuso i con ellos la caballería de la media edad, aquel papel
peligroso es desempeñado por jóvenes aspirantes, a los cuales ha
de darse en recompensa, una suma de dinero, i empleo en las
caballerizas reales.
Concluida la ceremonia i andando el cortejo avanzaron para
ocupar el mismo lugar, el duque de Abrantes con igual aparato de
heraldos, palafreneros, caballos, i seguido por la cuadrilla del
Chiclanero. Venia en pos de él, el duque de Medina Celi, i Juan
Leon con su cuadrilla. La cuarta i última carroza ocupábala en fin el
duque de N.... seguido de la Guardia vieja de los toreadores, la
cuadrilla de Montes, el cual goza de largo tiempo de una brillante
reputacion ante la cual se inclinan todos los toreadores de España.
Cerca de doscientas personas vestidas de trajes fantásticos i
brillantes formaban este estraordinario cortejo realzado por el
esplendor de las carrozas, la encumbrada nobleza de los títulos que
decoraban a sus dueños, la fama de los toreadores, verdaderos
grandes de España por la reputacion peninsular de que gozan, el
brillo de los jaeces de los caballos, que ajitaban sus penachos
sorprendidos del bullício o impacientes por tomar parte mas activa
en el espectáculo.
Solo el nombre de Napoleon ha penetrado mas hondamente
que el de Montes en las capas populares. Un murmullo jeneral de
aprobacion lo recibe donde quiera que se presenta, i la noticia de su
arribo a cualquiera ciudad de España pone en movimiento a toda la
poblacion. En la plaza de toros, teatro de su gloria, los vivas
frenéticos del público muestran el placer con que siempre es
acojido. Allí Montes es verdaderamente tan artista como Federico
Lemaitre en su teatro, o Dumas en sus novelas. Las larguezas del
público le han creado una grande fortuna, i ya está un poco entrado
en años. Herido dos veces en diversos combates, tiene ya agotadas
155

todas Ias temeridades que el arrojo puede ensayar con los toros; i
los aplausos del público siempre entusiasta admirador de su
bizarría, habrian colmado ya cualquiera otra ambicion de gloria que
no fuese la suya. Sin embargo, Montes, arrastrado por el amor del
arte se presenta aun a lidiar. El peligro es el pábulo que le da vida, i
él se injenia para renovarle, variándolo al infinito. Los cuernos
aguzados del toro ejercen sobre él una atraccion májica, irresistible,
i el público, conocedor de los infinitos percances de la lucha, le tiene
predicho que en los cuernos del toro ha de morir.
Cuando Montes se presenta en la arena a capear un toro, la
multitud inmensa de espectadores permanece inmóvil i silenciosa, a
fin de no perder ninguno de los imperceptibles pasos que hace con
el bicho, i cuando el animal furioso se lanza sobre él, Montes aparta
el cuerpo lo suficiente para que el asta mortal le desgarre el vestido
entre el brazo derecho i la tetilla; segunda vez embiste, i entónces el
cuerno pasa entre el pecho i el brazo izquierdo; tercera, i Montes
queda volviéndole la espalda i envuelto en los pliegues de su capa,
tan garbosamente como podria hacerlo al pararse en la Puerta del
Sol.
A estos primeros pasos se siguen diez diversos, cual
variaciones de un tema único que es la muerte, i cuyas melodías se
componen de coraje, actitudes artísticas, destreza i sangre fria. El
público español mudo, estático hasta entónces, no por efecto del
miedo, que no conoce, sino por la profunda emocion que le inspira
el sentimiento del arte, prorumpe, en pos de aquellas brillantes
fiorituras, en gritos apasionados que conmueven los edificios de la
plaza; diez mil sombreros se ajitan en el aire; diez mil pañuelos i
otros tantos abanicos se cruzan, i las mantillas que no cubren ya los
ojos negros brillantes de las españolas dejan ver al artista célebre
que las damas de hoi dia, como la de los torneos de la edad media,
saben apreciar el valor i medir la profundidad de las heridas. En
España, en efecto, las mujeres de todas las clases estan iniciadas
en los secretos del arte de los combates, i aplauden los buenos
golpes o reprueban al poco diestro. "Se le dice a V., señor
banderillero, decia con desden en alta voz cerca de mí una
interesante señorita, al ver un par de banderillas mal puestas, se le
dice a V. que ese golpe no vale nada".
El Chiclanero es otra grande reputacion nueva, por la destreza
estraordinaria i la audacia de su espada. Todo su empeño es dejar
muerto instantáneamente al toro, para lo que apunta siempre a
cierto punto que no tiene mas diámetro que el de un peso fuerte i
donde el cerebro está mal resguardado. El toro, que el Chiclanero
mató en las corridas reales, al caer delante de sí, vino a poner la
156

cabeza a sus pies, completando el matador con la espada alzada


en el aire i en la actitud de una estátua o grupo, aquel digno del
cincel de Canova. Despues del Chiclanero cuenta Cúchares, i en
pos de él siguen otras grandes ilustraciones de la tauromaquia.
Todos estos detalles me alejan empero de la principiada
descripcion de las corridas reales, que me propongo continuar.
Cuando llegaba la carroza, que traía a cada caballero en plaza al
frente del trono, descendia aquel, como llevo dicho, i poniendo una
rodilla en tiera ofrecia para divertimiento de la reina el tributo de su
vida. El color i los cabos de su vestido a la antigua española, daba
el tono a todo lo que a él pertenecia, caballos, cuadrilla &c. Un color
era verde con bordado de plata; otro azul bordado de lo mismo; otro
castaño bordado de oro; i el cuarto encarnado i plata. Los siete
caballos enjaezados que seguian a cada caballero debian servirle
sucesivamente en la lid a medida que fuesen inutilizados o
despachados por los toros. De los cuatro caballeros, uno solo
permaneció en la arena; pero tan brillantemente se condujo, que en
esta sola corrida hizo olvidar toda la gloria de que habrian podido
curbrirse hasta entónces los picadores de profesion. Cuatro toros
cayeron sucesivamente muertos bajo su frajil rejoncillo; uno de ellos
en una primera embestida, habia ensartado en las astas su caballo,
i levantando i sacudiendo en el aire caballo i caballero echólos a
rodar por el suelo. Pero el intrépido aficionado haciendo poner de
pié su caballo, sin perder un instante la silla, esperó, por segunda
vez al toro, y atravesándole el corazon de un rejonazo, lo hizo caer
muerto a los pies de su montura, como para que diese condigna
reparacion de la pasada ofensa. Todas estas escenas tan irritantes,
tan preñadas de emociones, pasaban en un abrir i cerrar de ojos, i a
un minuto de silencio glacial, en que podian contarse las
palpitaciones del corazon, sucedia el grito instantáneo, el trueno de
aplausos de cuarenta mil espectadores, para caer de improviso en
el mismo silencio de muerte, como aquella noche lúgubre que hace
la tormenta iluminando el rayo súbitamente la naturaleza, para
dejarla en pos sumida en la obscuridad. El caballero en plaza habia
satisfecho con usura las exijencias del público, i la reina, radiosa de
aquel placer que solo saben manifestar las jentes meridionales,
hizole seña para que se retirase, sobrecargado de aprobaciones,
perseguido por los estrepitosos vivas populares; i cuando desde
uno de los balcones miraba envanecido las hazañas de los
toreadores, de repente un grito universal, una ajitacion de pañuelos
i sombreros, lo saludaba todavía, como si a un misino tiempo
viniese a la mente de aquella inmensa masa, el recuerdo eléctrico
de las recientes proezas.
157

He visto los toros, i sentido todo su sublime atractivo.


Espectáculo bárbaro, terrible, sanguinario, i sin embargo lleno de
seduccion, i de estímulo. Imposible apartar un momento los ojos de
aquella fiera, que con movimientos peristálticos de la cabeza está
estudiando el medio de alzarse en sus cuernos afilados al elegante
toreador que tiene por delante! imposible, hacer andar la sangre
que se aglomera en el corazon del estranjero novicio, miéntras que
con rostro pálido, boca contraida i reseca, i ojos estáticos, está
esperando el desenlace de la lucha para respirar, con aquel jernido
que arrancan las torturas del espíritu. ¡Está V. como una cera, decia
yo aun amigo frances que me acompañaba!—I V. está verde, me
replicaba, levantando la vista a mirarme, cuando el lance se habia
terminado i no ántes! Oh! las emociones del corazon! la necesidad
de emociones que el hombre siente, i que satisfacen los toros,
como no satisface el teatro, ni espectáculo alguno civilizado! La
exasperacion de las batallas para los veteranos solo puede
comparárseles; i despues de haber visto los toros en España, he
lamentado que hayan pasado para nosotros los tiempos en que se
quemaban hombres vivos, para ir al cabo del mundo a presenciar
sus tormentos, a verlos torcerse, jemir, maldecir a sus verdugos, o
escojer para morir posiciones nobles, académicas, o reconocer la
autoridad de los caníbales que habian ordenado su suplicio cómo
aquellos gladiadores romanos que saludaban a Cesar al tiempo de
morir; porque tan imbécil como todo eso es la especie humana. El
ajusticiado se preocupa de no mostrar miedo en el último trance,
porque no lo apellide la multitud cobarde; el reo político o relijioso, el
mártir en fin, no quiere implorar gracia, a fin de que no se infiera de
ello que duda de sus convicciones; i el pueblo que presencia estos
espectáculos no pierde un solo movimiento del paciente, una
palabra, un suspiro para vanagloriarse de haber visto i oido tales
cosas, i gozarse en el súbito temblor de las carnes que le acomete,
cada vez que a su espíritu vuelve la imájen de la lúgubre ejecucion.
Cuando la Inquisicion existia, i mandaba a esta misma plaza Mayor
sus ensambenitadas víctimas, las autoridades debian sentir la
necesidad de refrescar las escenas de sangre i de llamas, para
acariciar i entretener al pueblo, i éste denunciar al primero que veia
leyendo un libro, a fin de poner de su parte los medios de divertirse
con la pompa, aparato, i emociones de la horrible ejecucion. La
conversacion del dia seria como de costumbre, sobre lo ocurrido en
la mañana, i las comadres al saludarse repetirian todos los detalles
del acontecimiento; si el hereje habia querido hablar, si blasfemó,
para su mas segura condenacion, si era contumaz, esto es, si
sintiéndose injusta i bárbaramente asesinado, tuvo el coraje de
158

pasear, desde lo alto del poste, miradas de soberano desprecio,


sobre la muchedumbre estúpida que se gozaba en su suplicio, i la
turba de fanáticos que lo mandaban a las llamas, acaso por que
sabia lo que ellos ignoraban. Porque en España los autos de fé i los
toros anduvieron siempre juntos; i el pueblo pasaba de la plaza
Mayor de ver quemar vivo un hereje, a la plaza de toros, a ver
destripar caballos, ensartar i sacudir toreadores en las astas, o
morir veintenas de toros i caballos, entre charcos de sangre, i de
escrementos derramados de los rotos intestinos. Yo he visto en una
tarde morir diez i ocho caballos i siete toros, i dejo a cualquiera que
calcule la cantidad de sangre que a chorros ha debido salir de
veinte i cinco cuadrupedos. Este pueblo así educado, es el mismo
que se ha abandonado a las espantosas crueldades de la guerra de
cristinos i carlistas en España, el mismo que a orillas del Plata, se
ha degollado entre sí con una barbaridad, con un placer diré mas
bien, que sobrevive hoi en la raza española; porque no ha de
conservarse un espectáculo bárbaro, sin que todas las ideas
bárbaras de las bárbaras épocas en que tuvieron oríjen vivan en el
ánimo del pueblo. Es para mí el hombre un animal antropófago de
nacimiento que la civilizacion está domesticando, amansando, de
cuatro o cinco mil años a esta parte; i ponerle sangre a la vista, es
solo para despertar sus viejos i adormecidos instintos. Los
espectáculos patibularios suscitan criminales, en lugar de servir de
escarmiento, i el diaque no se fusile un bandido, habrán por lo
ménos tantos bandidos en el mundo, como cuando se les mataba
como a perros rabiosos, i no mas. El hombre ademas tiene tantos
instintos malos como buenos, i un sistema de creencias i de
espectáculos, esto es de ideas i de manifestaciones, puede formar
irrevocablemente el carácter de un pueblo. No es otro el secreto de
los gobiernos corruptores: lasociedadlos apoya, aplaude i ayuda: en
ella misma encuentran sus instrumentos que son todos los
hombres; porque todos tienen su lado malo.
He caido sin quererlo en estas tristes reflexiones morales,
quizá por reaccion contra las tentaciones de crueldad que el
espectáculo habia revivido en mí, i no me siento ya dispuesto a
continuar la comenzada descripcion de los toros reales, que no
terminaron sino cuando las tinieblas de la noche hacian imposible la
continuacion de los combates, i despues que Cúchares, el
Chiclanero, i Montes habian ostentado su habilidad, matando
sucesivamente diez toros que a su vez habian destripado un media
hecatombe de caballos, estropeado seis picadores, dos
alabarderos, i un alguacil, con infinito contentamiento del inmenso
pueblo, que entre larga hilera de carrozas reales, bandas de
159

música, i escuadrones de coraceros, se apiñaba, se estendia, como


olas que van i vienen, se revuelven, i rompen saliendo por los
vomitorios de la plaza Mayor i siguiendo por las calles como por el
cauce un torrente que desciende hinchado de peñascos i árboles
arrastrados de las montañas. Una hora despues, aun no se habia
serenado aquel rumor jigantesco, el fragor de aquel pueblo en
delirio, sobrexcitado, rumiando sus emociones pasadas, diciéndolas
en alta voz, comentándolas i saboreándolas de nuevo. Otro dia de
toros, i la misma novedad, la misma excitacion que el primero i el
tercero, como que eran los primeros toros reales, vistos desde los
tiempos de la Jura de Fernando VII el deseado.
A las paradas, revistas, besamanos, velório en Santa María
de Atocha, se sucedian las representaciones teatrales, la Pata de
Cabra en el Teatro de la Cruz, óperas italianas en el Circo,
comedias antiguas de Moreto i Lope de Vega en el Príncipe, teatro
real de Madrid, un edificio de innoble esterior, o mas bien sin
muestra esterior alguna que revele su existencia; pero
elegantemente decorado en el interior, i como los teatros italianos
mui superior, en cuanto a efecto, a las grandes i suntuosas pocilgas
de Paris. Se dan en el teatro del Príncipe comedias de Lope de
Vega, románticas, por la misma razon que en Francia se dan, en la
Comedia francesa, trajédias de Racine i Corneille, clásicas, esto es
para que los españoles anden siempre i sin saberlo con los frenos
cambiados. El teatro del Príncipe, ademas, sirve de Puerta de San
Martin a los compositores modernos; de Vaudeville, a Breton de los
Herreros, para sus comedias de costumbres; de Palais Royal, a los
autores de Sainetes, verdadero Pandemonio, donde se ve todo lo
que en materias teatrales ha de verse en España. La reina favoreció
con su presencia las reales representaciones. Dióse por primera
vez El Desden con el Desden de Moreto, sin pasar la esponja por
los crasísimos donaires del truan que mantiene el enredo de la
pieza, i dichos a las mil maravillas por Guzman, el gracioso mas al
paladar de Madrid.
Necesito establecer algunos antecedentes, para esplicaros las
sensaciones que el teatro español me ha producido. Desde luego
yo no acepto la distincion mui recibida de literaturas i civilizaciones
distintas en los pueblos civilizados de hoi; ni aun para la España,
que es la nacion que ménos puede pretender a nada suyo propio en
materia de trabajos de la intelijencia; porque el atraso no es una
civilizacion, ni produce una literatura. El espíritu humano ha llegado
a cierta altura en nuestro siglo, i es preciso que para ser aceptado
un producto literario, esté a esa altura. Ahora, basta seguir el rumbo
que ha tomado la novela, el folletin, verdaderas epopeyas de
160

nuestro siglo, para comprender cuál ha de ser el teatro. Accion


complicada, multiplicidad de personajes, espresion de sentimientos
en imitacion de la vida, de la realidad, tanto mas perfecta, cuanto
mas a lo vivo pintan la manera habitual que conocemos a esos
sentimientos. De aquí viene la revolucion que esperimenta el teatro
en Francia, en Paris, donde este espectáculo ha tocado a su
apojeo. Cada teatro tiene su especialidad, cada pieza su actor que
la desempeñe; i al reves de ahora cincuenta años, en que la
comedia escrita era la obra maestra, lo que iba a esponerse i
representarse, ahora es el actor, ya sea Lemaitre, o Rose Cheri, o
la Rachel a quien le venian bien las trajédias antiguas. Dado el actor
i sus habilidades conocidas, vienen las palabras, el libreto, para su
jénero de música, el tono para su voz, i despues el traje que realiza
al personaje i la época que finje, las decoraciones que traen al
teatro el lugar de la escena. Esta comedia, o este drama no puede
ser en verso; porque el verso nunca puede espresar las pasiones
con su verdadero lenguaje, sin estudio, sin aliños visibles, como son
los asonantes.i consonantes; i contra las reglas conocidas, la
comedia o el drama moderno, es una accion, un suceso en prosa.
Victor Hugo, obedeciendo a esta nueva inversion de las reglas, el
primer poeta de la época, ha escrito sus mejores dramas en prosa,
como Dumas, como todos, porque no pueden evitarlo, aunque de
vez en cuando aparezcan composiciones en verso. Esto supuesto,
el teatro español viene arrastrándose todavía, veinte o treinta años
atrás del arte actual. ¿Qué decir de una poesia de ocho sílabas, que
mas lijero que una péndula está martilleando al oido, su eterno
alumbra, encumbra, deslumhra, errumbra, i todos los consonantes
que puede dar un idioma! ¿Qué puede hacer un actor que tiene que
repetir estas majaderias, una por segundo? Es preciso tener mui
viciado el juicio, para asustarse de ver a un marido que quiere
asesinar a su mujer, apostrofándola en verso. Mentira! no la ha de
matar; i de seguro que el puñal que tiene en la mano ha de ser de
carton, o de hoja de lata. El que mata no habla así; las frases son
largas o cortas, entrecortadas, principiadas i no acabadas, i todo
completado por la accion, por gritos; por el asirla de un brazo, i
echarla por tierra, o hacerla arrastrarse sobre sus rodillas. Pero
versos octosílabos, una i dos horas de este necio campanilleo,
formado de frases de relleno, vacias de sentido casi siempre,
hinchadas o estemporaneas las mas veces, i nunca naturales,
porque se han traido por los cabellos para hacer con ellas ocho
sílabas para el autor i no para el actor, que no sabe como alargar o
acortar sus dichos, segun que la pasion lo pedia. Los españoles
creen que les es peculiar el octosílabo, por que los cieguitos
161

componen en ese metro, que es el abece de la composicion


métrica. I cierto, que cuando leo octavas, aunque sean escritas por
Zorrilla, me parece que estoi oyendo a los cieguitos de Madrid, tan
sin objeto son estos millares de versos i de versificadores que
produce la España, entre los cuales jamas se vió ni un Byron, ni
Goete, ni Lamartine, ni Beranger, ni nombre alguno que salga de la
Península, sino es el de Espronceda que nadie conoce i que
mereciera ser conocido. Luego, basta conocer un poco a Madrid,
para medir el alcance del drama español. Madrid, aunque real i mui
noble, es siempre la villa de Madrid. Ejemplos: en el teatro del
Príncipe hai un chirivitil donde recibe Romea, el primero i el único
actor dramático de la España. Allí en aquella tertulia ve el estranjero
en ocho dias, conoce, i tutuea si quiere, a todas las ilustraciones
literarias de la España; poco queda fuera de este círculo. Mas allá i
en la misma calle está el Casino, en donde se reunen todas las
reputaciones políticas de Madrid, diputados, banqueros, i literatos
políticos que han principiado por ser versificadores, esto es
cieguitos con los ojos claros, i han concluido por ser jefes políticos,
diputados, o secretarios de la reina. Hai un café, ántes el del
Príncipe, hoi el de los Suizos, a donde el estranjero puede ver si
aun le queda algun hombre notable de Madrid. Cuando estaba en
voga escribir Misterios de Londres, de Rusia o de Paris, uno que
emprendió los de Madrid, tan buena maña se dió, que la policia
hubo .de entender en ello, porque a cada entrega salia a bailar, con
sus pelos i señales, una familia, un individuo, la duquesa tal, que
nadie podia equivocarla. Esta estrechez del círculo en que el autor
vive, aquella simplicidad de los elementos que componen la
sociedad, estorba la aparicion de la novela en España, lo mismo
que en América, porque la imajinacion no tiene para coordinar,
exajerar i embellecer esa multitud de acontecimientos de las
grandes i populosas ciudades, donde la especie humana
aglomerada, oprimida, despedazada, deja oir a cada momento
gritos tan terribles de desesperacion, de dolor; ni ver escenas tan
estrañas, ni manifestarse pasiones tan destructoras, ni afecciones,
ni odios tan fuertes. Se necesita ademas para el drama moderno, tal
como ha de presentarse a hombres llegados a la virilidad de espíritu
de nuestra época, que el alma del público esté nutrida de ideas, de
recuerdos históricos i tradicionales en que prenda la alusion: que
tenga el corazon aguzado para sentir impresiones suaves, ténues, a
fin de poder desenvolver ante él una multitud de pequeños
sentimientos, que son como los trinos, arpéjeos, i fiorituras de la
música, que no forman el fondo de la composicion, pero que a tal
punto se incrustan i adaptan a las grandes superficies que estas
162

quedarian como despojadas, si se las quitasen aquellos adornos.


Digo la verdad, un Vaudeville me causa mayores sensaciones, que
todo el repertorio español antiguo i moderno; i ya quisiera darles en
diez a los cieguitos, que hagan un drama en prosa, para ver si
tienen algo que decir. I esto no por falta de talento, que es comun
en España como lo es en todas partes donde nacen niños con
cráneo bien desenvuelto, sino por falta de espectáculo real en la
sociedad en que viven, rudimental aun, simple en sus virtudes,
como en sus crímenes i en sus vicios. Esta simplicidad de la vida,
en la real villa, va hasta ligar al público con su actor i su actriz, i
hacerle tomar parte en sus desavenencias domésticas. Romea es
un jóven, poeta como debe serlo todo español que pretenda saber
hacer versos, i actor irreprochable, porque a maneras distinguidas i
trato de sociedad, reune una instruccion, rara por lo comun entre
nuestra jente de teatro. Los españoles lo creen un digno rival de
Lemaitre, o de qui que ce soit. La verdad es que es un hombre mui
bien educado, i si le falta jenio, sóbrale talento verdadero i estudio
completo. Acaso la bondad de su carácter le perjudica para la
propia espresion de las pasiones terribles u odiosas, que hacen la
fama de un actor. La Torre, que ví en don Pedro el Justiciero, me
pareció por momentos serle superior en esto. Por lo demas, no
confio mucho en mi juicio, porque todas las piezas en que lo ví, eran
en octosílabos, i necesitara ántes verlo enojado con su perro, para
saber si puede espresar o no la cólera. Romea, pues, para llegar al
cuento, se casó, por amor del arte, con Matilde Diez, la Rose Cheri
del teatro español, dama apuesta i cumplida, i en nada inferior en
talentos dramáticos a su dramático consorte. La boda fué
sancionada por el público aplauso; la luna de miel hubo de
escurrirse plácida i dulce como siempre; el menaje rebozó de dicha i
contento por algunos años, como el teatro de coronas i bravos;
cuando éteme aquí que contra la regla ordinaria, el marido, el
primer galan, resulta a no dudarlo, infiel a la fé jurada ante los
altares. La Matilde se queja, i Romea se le rie en sus hocicos;
protesta, i ni por esas; visto lo cual, i sin omitir intimaciones,
amenazas, ruegos, i todo lo usual en casos iguales, mi Matilde toma
un amante, con grande aprobacion del público, que desde el
principio de la querella matrimonial, habia tomado parte activa en
favor de la Matilde, no dejando a Romea, sino una corta cábala de
amigos que lo aplaudiesen; i tan parcial se mostró en todo este
desaguisado el público, que hubo el marido infiel de abandonar las
tablas. Un incidente raro dió a estos enredos nuevo interes todavía.
Una noche de representacion introdújose al Príncipe un cierto perro,
sin amo, i de esos que corren las calles de las ciudades. La
163

representacion comienza, i nuestro aficionado va a colocarse cérea


de la orquesta en lugar aparente; aplaude el público a Matilde Diez i
el mastin o sabuezo menea la cola, lleno de complacencia. Todos
las noches vésele aparecer, colocarse en el mismo punto, i seguir a
su actriz favorita en todos sus movimientos. Un dia de beneficio el
contento público llega a su colmo, hai tormenta de aplausos, i el
perro no se contenta ya con menear la cola desde un punto, sino
que sube a las tablas, cumplimenta a su modo a la célebre actriz i la
acompaña hasta su casa con la turba de entusiastas. Desde
entónces es admitido miembro de la familia, i vive en la mejor
intelijencia con Romea, hasta el dia en que el matrimonio se turba,
que entónces corta toda relacion con el marido culpable,
separándose con la otra mitad del menaje; i si despues los niños
van a visitar a su padre, el perro los acompaña hasta la puerta, i los
aguarda en la calle para volverlos a llevar a casa de su amiga.
Ahora que Romea i Matilde viven mal entre ámbos, a lo que se dice,
no sé si el entusiasta perro hace la vista gorda, como debe hacerlo
todo buen criado; puesto que entre sus atribuciones no entra la de
enseñar moral a sus amos, que colocados en las altas rejiones del
arte obedecen a otras leyes que las que rijen a los pobres mortales.
Hai ademas en Madrid varios otros teatros subalternos, que a
decir verdad no merecen ser mencionados. En ellos sin embargo ví
en aquellos dias de excitacion, una manifestacion del espíritu
nacional, que por ser constante, i mui en conformidad con los
antecedentes históricos, llamó mui particularmente mi atencion. La
mas leve alusion a los estranjeros en las piezas de teatro suscitaba
tormentas de aplausos, bien entendido que la alusion debia serles
desfavorable. Este pueblo está enfermo de orgullo quebrantado, i se
desahoga maldiciendo a los estraños. Afortunadamente para el
español no hai mas habitantes del mundo que el frances i el inglés.
Cree en la existencia del ruso; el aleman es ya algo problemático;
pero eso de suecos o dinamarqueses son mitos, fábulas,
invenciones de los escritores que de ellos hablan. El frances basta
por sí solo para llenar todas las cavidades hondas del corazon
español ¡Qué ódio! pero que digo, ¡qué desprecio tan soberano! Un
frances debe ser una especie de saltimbanqui, peluquero de
profesion, bailarin por carácter, o cuando menos, pastelero. Hombre
con seso no hubo jamas en Francia; si bien tienen la mania de
escribir librotes, sin son ni ton, dotados como están de aquella
superficialidad característica al frances. Su industria es perfumería i
papel pintado; i sus glorias, las que ellos mismos se dan, porque
eso sí, para ponderar i alabarse i exajerar i mentir, ahí está el
frances. I sin embargo, frances es en Madrid el pastelero donde se
164

pueden tomar confituras aseadas; frances, el fondista o dueño de


café, donde la jente elegante come o se reune; frances el cochero i
el mueblista; frances el que vende efectos nuevos, que son
nouveautés francesas; frances el que construye guantes; frances el
partido moderado porque así lo inventó Luis Felipe, el progresista,
porque en Francia no está de moda el nombre estropeado de
liberal; el sistema tributário de Mon es traduccion del plan de rentas
de Human; Martinez de la Rosa trae de Paris su reputacion de
sabio, como Narvaez la de jefe político, sin contar a Rianzares,
duque i par de Francia, para tener a Cristina en los intereses de la
corte de Versailles; i en cuanto a literatura, Gonzalo Moron ha
hecho un ensayo titulado Historia de la civilizacion de España, que
huele de lejos a la Historia de la Civilizacion de Guizot; pero que de
cerca sabe a tocino i chorizo, esto es al mal gusto nacional de
violentar la historia para darse aires de ser algo, porque en la edad
media fueron mucho. Juzgad por esto si tengo razon de creer que
allí el pensamiento está muerto. En los dias de mi residencia en
Madrid se publicaba la Historia de Cárlos V, traducida del inglés de
Robertson, que escribió a mediados del siglo pasado: la de los
Reyes Católicos por Prescott, norteamericano; las de las
Conquistas de Méjico i Perú por el mismo autor; Historia de la
literatura española por Sismondi italiano, por Viardot frances, que
ha hecho la estadística de la España, por no sé que otro autor
aleman; por todo el que intente decir lo que es o fué la literatura
española, excepto por un español, sino es Martinez de la Rosa, que
ha producido un adefecio de Poética de Boileau, en el momento en
que el drama se transformaba, las unidades pasaban a mito, i la
novela tomaba la delantera a todos los otros jéneros de
composicion poética. El lenguaje mismo se resiente de esta
influencia, aunque no sea sino por las resistencias que oponen a
ella. Leereis libros que no sabriais a que siglo de la literatura
española atribuirlos, tanta frase anticuada, tanto vocablo vetusto i
apelillado encontrareis en ellos, que el arcaismo no podria
caracterizar suficientemente; i estas buenas jentes, que de puristas
se precian, por huir del galicismo, acabarán por hacer un idioma de
convencion que solo ellos se lo entiendan, cosa que, a decir verdad,
no ha de traer grave daño al mundo intelectual.
I como no ha de andar la palabra escrita sin que en signos
esteriores se manifieste el uso i consumo que de ella se hace, os
contaré algunos detalles domésticos que ilustrarán abundantemente
la materia. Es conocido de todos en América el nombre de nuestro
amigo don Manuel Rivadeneira, creador de la prensa en Chile i el
primero, por no decir el único impresor de España. Cuando las
165

fiestas reales, hubieron de publicarse varios folletos que por ser


para el uso de la corte i haber de verlos los príncipes franceses
requerian una edicion de lujo i presentable. Rivadeneira, como el
único capaz de hacerlo, fué encargado de la edicion. La imprenta
del Español quiso dar un croquis de la colocacion de los personajes
en Nuestra Señora de Atocha en el acto solemne de los
desposorios, i Rivadeneira fué encargado de realizarlo con signos
tipográficos para mandar la forma en seguida a que fuese tirada en
la imprenta del Español. Últimamente, recorriendo los datos
estadísticos publicados en Santiago por la imprenta del estado,
Rivadeneira sin reconocer perfeccion del trabajo, me dijo, "en
Madrid no hai impresor capaz de hacer esto"'. Hai un Buis i un
Madoz que tienen grandes establecimientos, con máquinas venidas
de estranjis, pero que no andan por faltarlo a la una un tornillo que
nadie sabe reparar; no haber quien entienda la otra; i todas por no
formar parte de un conjunto ordenado de aparatos. La imprenta de
Rivadeneira ha publicado, i estereotipado una magnífica coleccion
de todos los antiguos autores españoles, i arruinádose
medianamente por falta de compradores de obra tan importante. La
ciudad de Córdova no daba colocacion a diez i seis ejemplares.
Mas negocio hacia la imprenta del Heraldo, publicando traducciones
francesas e inglesas, Misterios de Paris, Judio Errante, Matilde, i
todo el catálogo obligado de novelas en voga. Ultimamente se
proyectaba, i ponia en planta una asociacion de libreria, fundicion,
imprenta i estereotipía, con 40,000,000 de reales por acciones i
confiada a la direccion de Rivadeneira, que tenia por objeto esplotar
en España i América este ramo de industria, i es probable que el
éxito corresponda a la espectacion de los especuladores.
Rivadeneira salia a colectar en Alemania, Francia e Inglaterra las
máquinas i aparatos necesarios para la provechosa ejecucion de
plan tan vasto.
He aquí pues la España intelectual, industrial i política, tal
como he podido comprenderla a vista de pájaro; que por mas que
digan, si no pueden de este modo verse los detalles, vénse los
grandes monumentos, que es la armazon de un estado. Doscientos
treinta i seis ministros han dirijido sucesivamente en una docena de
años los negocios públicos, sin que entre ellos haya dos, cuyos
nombres hayan sobrevivido a los dias de su efímera exaltacion.
En los alrededores de Madrid como en los de Paris, hai
algunos sítios reales, el Pardo, Aranjuez, el Escurial, Versailles
español con su tipo nacional. Una llanura despoblada, un puente
sobre el Manzanares donde se ven dos de las rarísimas estátuas
que hai en monumentos públicos en España, casas destruidas
166

durante la guerra, i que hoi sirven de parapeto a rateros que no


merecen el nombre de bandidos, lomadas sin fin como oleadas de
piedra, descarnadas, amarillentas, he aquí el camino en que una
dilijencia sucia i estrecha conduce cada dos dias a los viajeros que
quieren visitar el Escurial. Esta escena de desolacion, aquella
pampa salvaje intermediária entre una capital i un monumento,
preparan el espíritu, deprimiéndolo i entristeciéndolo para acercarse
al panteon de Felipe II. Despues un valle sin agua i sin árboles, una
montaña elevada que cubre el horizonte i a su base la cúpula i
torreones del edificio sacerdotal, levantándose como pigmeos
humanos en presencia de las obras de la naturaleza. Al llegar a
aquel páramo os enseñan un peñasco desnudo en donde Felipe II
hizo ahorcar a los trabajadores que no querian conformarse con el
escaso estipéndio que les habia asignado; medio seguro de
resolver la cuestion del salario. Una fondita tenida por mujeres, un
sacristan ciego, que enseña a tientas i con precision los cuadros,
son las tristes novedades que allí se ofrecen. Habreis oido decir que
el Escurial está construido en forma de parrilla en honor de San
Lorenzo, i de la batalla de San Quintin; todo esto puede ser, pero
ningun mal hace a la arquitectura este sombrío i bárbaro plan. Es la
montaña vecina quien aplasta i anonada el monumento, dándole
una alma oprimida, helada, torba. Por la mañana no está el sol allí
para creerse uno libre; el frio, que bajo aquellas bóvedas
sepulcrales penetra hasta los huesos, tiene no se qué de calabozo,
de subterráneo que os hace procurar involuntariamente las puertas,
mirar las ventanas, buscando como las plantas la luz del cielo.
Un recuerdo me venia sin cesar al espíritu al contemplar este
estraño i espantable edificio. Veníame al espíritu que todas las
civilizaciones han levantado al morir un grande monumento, como
la tumba en que debian quedar sepultadas. El panteon de Atenas,
el coliseo de Roma enterraron la democrácia allá, el patriciado aquí.
El poder temporal del papado se sepultó en San Pedro de la Roma
moderna. Las anatas, las iriduljencias i las bulas de la Santa
Cruzada, con cuyos productos se construyó, dieron al mundo el
protestantismo; el protestantismo, hijo de la libertad de exámen,
enjendró la educacion pública i la discusion; i de estos padres
nacieron mas tarde la libertad política i la democrácia moderna, la
química i la mecánica, el vapor i las ciencias. Versailles habia
sepultado el poder absoluto de los reyes, empobrecido a la Francia
i, convocados los estados jenerales para remediar la espantosa
deuda, enjendrado la revolucion de 1789 que ha rejenerado el
mundo. Pero Versailles como San Pedro eran la glorificacion de las
artes i las ciencias antiguas, i cada piedra asentada hacia surjir una
167

nueva idea, suscitando un hombre, un recuerdo. En San Pedro,


Miguel Anjel i el antiguo Panteon, la Roma de los Césares i la de los
Papas; en Francia el gran rei, i todos los grandes hombres que
brillaron en el siglo de Luis XIV. Así estos dos monumentos han
quedado vivos, aunque hayan muerto los instrumentos que sirvieron
a su construccion. Versailles necesita dos caminos de hierro para
proveer al movimiento de atraccion que causa. La Europa entera
remolinea en derredor de aquellas artísticas i esplendorosas ruinas,
al paso que el Escurial no tiene veinte visitantes en la semana. Si es
un cadáver, es un cadáver fresco aún, que hiede e inspira disgusto.
No hace veinte años que el alma abandonó a aquel cuerpo. El
Escurial no fué la pirámide elevada al último representante de una
forma de civilizacion, era el trono para los que iban a heredar el
poder de Felipe II i de la Inquisicion. El Escurial fué construido con
el sudor de la España i el botin de la guerra, Convento de monjes.
He aquí lo que Felipe II quiso honrar, perpetuar: un coro de
doscientos frailes que cantasen el miserere a la libertad de pensar
que habia él asesinado. Las bóvedas del convento de San Lorenzo
se abajan en formas planas sobre el coro, para repercutir aquellas
roncas plegarias de los dominadores de la España. Todo iba a
morir, poder de la España en Europa, escuadras, colonias, letras,
bellas artes, ciencia, porque todo habia sido desangrado, chupado,
cortado, talado, arrasado, para levantar el convento normal,
monumental, rejio, inquisitorial. Felipe II murió i la España entera se
hizo fraile; en cada familia noble o plebeya hubo uno, i al nacer un
niño, los padres lo destinaban ya para monja si era mujer, para
sacerdote si era hombre. Hubo momento en que la España contuvo
doscientos sesenta mil monjes, la flor como la hez de la nacion,
porque todos los caminos abiertos a la actividad humana venian a
parar a la puerta de un convento. Allí se daba la sopa a los pobres
que dejaba en todas partes la absorcion de aquel monstruoso
vámpiro con medio millon de cabezas, de aquel pólipo que crecia en
el seno de la España; i cuando esta, moribunda, quiso hacer el
último esfuerzo para vivir, encontró que los tres cuartos del territorio
de la península eran temporalidades, i tres millones de españoles
dependian para vivir de la chirle sopa distribuida en la puerta de los
conventos. Oh Escurial! aquí, bajo tus bóvedas sombrias está toda
la historia de esta pobre enferma, cuyo hondo mal, médico alguno
ha estudiado todavía.
El ex-clérigo fraile, que os enseña las raras curiosidades de
aquel vasto sepulcro, las urnas de los reyes, la silla de baqueta en
que se sentaba Felipe II, i el banquillo manchado en que ponia su
pierna enferma, mil tradiciones de sucesos sin consecuencia,
168

parecíame uno de aquellos sacerdotes del Ejipto que a Thales o a


Herodoto esplicaban los jeroglíficos de las pirámides, revelándoles
la historia secreta del pasado de que ellos solos eran intérpretes,
porque era la obra de ellos solos. El espíritu del antiguo convento
anda por aquí todavia rondando, pronto a reconquistar su presa al
menor vaiven político, i es ya fama que el gobierno quiere hacer del
Escurial un Hotel de Inválidos de la Iglesia, reuniendo allí un nuevo
coro que cante letanías, porque todos sienten que el Escurial ha
sido construido para hacer retemblar bóvedas i claustros con los
cánticos solemnes del culto católico. Entónces la montaña triste i
descarnada que sombrea i humilla el monumento; entónces el frio
glacial de aquellas paredes húmedas; entónces la desolacion de
aquel valle estéril i pedregoso; entónces la pobreza cerril de
aquellos pocos habitantes que pastorean sus ovejas en el atrio del
convento, toman su verdadero significado, la muerte de la España,
su despoblacion, su ignorancia, i su ociosidad. Entónces el miserere
de doscientas voces puede helar la sangre i hacer hincarse de
rodillas al español de nuevo, i pedir a gritos misericordia por los
males i la degradacion que lo agobian.
El Escurial encierra preciosos monumentos de ciencia i arte.
Están cautivos allí los manuscritos árabes; i todavía despues de tres
siglos de incomunicacion, aquellos ilustres presos no han sido
interrogados; nadie sabe sus nombres, ni entiende las escusas que
pueden hacer en favor de la civilizacion morisca. La antigua
lejislacion contra herejes e infieles está vijente para ellos, la prision
perpetua, la incomunicacion, i la denegacion de audiencia. Pero en
fin no han sido quemados vivos los manuscritos árabes, i aun
esperan que se les haga justicia. Varios cuadros de la escuela
italiana han pedido i obtenido que se les pase al Museo de Madrid,
por ver jente, por gozar un poco de sol. Los franceses se llevaron
otros.
El Museo de pintura de Madrid es uno de los mas ricos i
desiertos de la Europa. La escuela española tiene allí sus mejores
representantes. ¿Cómo ha sucedido que la pintura haya muerto en
España; pero muerto a punto de desaparecer completamente, como
si jamas hubiese existido? La escuela española en pintura es como
la escuela romántica en letras. Lope de Vega i Rivera, Calderon i
Velazquez son los pintores de la España que se petrificó en el
Escurial; de ahí en adelante no dio una sola gota de jugo el arte
para nada, para nadie. Los cuadros españoles muestran el mismo
fenómeno que las comedias i los autos sacramentales; un arte que
nace de sí mismo, que crece, se agranda, sin padres i sin hijos. Los
orijinales de las Vírjenes de Murillo se encuentran a cada paso en
169

las manolas sevillanas; San Jerónimo en los mendigos desnudos; i


en el cuadro de los borrachos de Velazquez vese que ni la
fisonomía, ni el vestido de este tipo ha cambiado un ápice en tres
siglos. El arte italiano se educó primero en las estatuas de Roma i
de Grecia; como Boileau en Quintiliano, Horacio i Aristóteles. En
España nunca se estudió nada de lo pasado, i las bellezas de sus
dos artes fueron produccion orijinal del suelo. Asi Lope de Vega,
Calderon, Murillo, Cervantes, pueden solo compararse a Pitágoras,
Sófocles, Arquímedes, Eúclides, cada uno creador de un ramo del
arte o de la ciencia. La diferencia solo está en que los españoles no
pudieron legar nada a su nacion, que cambiaba de faz en aquel
momento. La novela creada por Cervantes fué a reproducirse en
Francia; el pincel de Rivera en los Paises Bajos.
La orijinalidad del arte español es aun mas sensible en el
asunto de la composicion, siempre mendigos, frailes i carnicerías,
sino es Murillo, que inspirado por el cielo de la Andalucía, cultivó los
sentimientos tiernos de la familia. Lo terrible forma siempre el
sublime de la pintura española; santos desollados, estudiado el
asunto sobre el natural, porque solo viendo palpitar la carne puede
la pintura llevarse a un grado tan espantoso de verdad; monjes en
contemplacion, apénas discernibles sus adustas formas bajo la
capucha i bajo las sombras del cláustro. Mendigos que os hacen
rascaros involuntariamente por la comezon que causa la
contemplacion de aquellos súcios harapos que la imajinacion
puebla de sus naturales habitantes, i los ojos creen verlos hirviendo
i hormigueando.
Pero todo aquel arte es un mito ya, una fábula. La España
moderna no tiene ni pintura sagrada ni profana. Solo un ensayo que
se muestra en el Museo de Madrid ha querido representar una
virtud heróica, i solo ha logrado pintara la España. El asunto de la
composicion es el hambre, la pobreza i el orgullo. Un moribundo
rodeado de muertos rechaza con indignacion el pan que le ofrece el
frances, mientras devora un troncho de col. Un mote escrito abajo
esplica los sentimientos que animaban al pueblo durante la guerra
de Napoleon. "La muerte, sin Fernando!" Lo único que hai digno i
noble es la figura simpática de los oficiales franceses que
distribuyen víveres; todo lo demas es vil de formas, innoble de
sentimiento, asqueroso de aspecto i de decoracion. ¿Cómo no han
sentido los españoles el oprobio que este cuadro hace a su pais?
Está allí la Perla de Rafael i la Vírjen del pescado, italianas, i
mas que italianas, griegas, ideales de formas, como el arte romano
educado por la tradicion antigua conservada en las estátuas.
No hai estátuas en España ni antiguas ni modernas. La
170

estátua para existir necesita una atmósfera de gloria, que para


elevar el alma suple a la libertad. En los gobiernos absolutos la
gloria la representa el soberano; él da las batallas, él concibe los
planes, él solo se ilustra aunque sus jenerales lo hagan todo,
aunque sus ministros sean los únicos artífices de la historia; en los
gobiernos sacerdotales el hombre desaparece en presencia del
santo, o del sumo sacerdote; i la España era sacerdotal i despótica
a la vez para levantar una sola estátua a las glorias mundanas. Hai
mas todavía, la España hizo su santo de barro, de palo,
embadurnado de pintura i revestido de trapos; i ni aun la estátua del
santo existe, sino son algunas admirables cabezas de yeso con ojos
de vídrio. La procesion de los santos, es solo posible en los paises
españoles, por esta peculiaridad de su estatuaria. En Roma no hai
procesiones por que no puede trasportarse un santo de piedra.
Dos meses he parado en Madrid i no he conocido sino mui
pocas familias. Los americanos i franceses que han penetrado en la
sociedad, cualquiera que su rango sea, alaban la cordialidad i la
franqueza de las costumbres, i cierto aire de la hospitalidad
americana que hace del estranjero a la tercera visita el miembro de
la familia. En los círculos de literatos que he frecuentado he
encontrado el mismo espíritu, la misma llaneza, que haria amar al
español por aquellos mismos que como yo detestan todos sus
antecedentes históricos, i simbolizan en la España la tradicion del
envejecido mal de América.
Parto de Madrid para la Andalucia i os iré contando lo que
merezca ser referido.

La Mancha.

La dilijencia pasa por Aranjuez a donde no he querido


detenerme. A poco andar reaparece el desierto, el secadal, la
Mancha, la venta de don Quijote, i los molinos de viento que
sujirieron a Cervantes aquel estraño combate de su héroe. La venta
de Puerto Lápiche está intacta aun; mulateros la aturden con sus
reniegos; las mulas la infestan con sus orines; los ciegos la alegran
con sus serenatas, el humo de las lámparas dá su rebote por el
olfato, al gusto nauseabundo de huevos i viandas preparadas en
aceite verde i rancio que los españoles prefieren al claro aceite
obtenido por las prensas hidráulicas. Aquí, como en todo lo que de
la España he visto, nada se ha cambiado despues de tres siglos;
Cervantes o Lesage escribirian hoi lo mismo, salvo lo de la
Inquisicion i de la Santa Hermandad.
Empiezan a aparecer los olivares, raros, enfermizos, enanos,
171

pero productivos. El olivo es el asno de la agricultura, se mantiene


de los desechos de la tierra, vive de peñascos, de declives, i de
pedregales, como el otro de troncos, de espinas, i de malezas.
En Manzanares, el postillon de la dilijencia que debia
reemplazar al nuestro estaba tendido i envuelto en vendas i
ligaduras. Acababa con la otra dilijencia de ser derrengado a palos
por una banda de ladrones, i desvalijados los pasajeros, dejándoles
en cambio algunas contusiones. El antiguo bandido existe pues! yo
lo habia echado a cuento. Venian conmigo en la dilijencia un capitan
de una corbeta de vapor, un coronel retirado, dos comandantes de
milicias i dos o tres estudiantes sevillanos. En la noche no parecia la
dilijencia opuesta, i largas horas pasamos en una posada, inquietos,
escuchando el menor ruido, temerosos de un nuevo ataque. El
capitan de corbeta fué el primero en sacar su dinerillo i
acomodárselo en la corbata en torno del cuello. Los demas
siguieron su ejemplo, i me invitaron amigablemente a hacer otro
tanto. Pero qué! decia yo, somos doce! —Ah! cómo se conoce que
es V. estranjero! Matariamos tres, dejariamos seis de entre
nosotros, i el resto, estropeado a palos, tendria que entregar su
dinero. Reserve una pequeña cantidad en el bolsillo para
contentarlos, i no se haga ilusiones, la resistencia es inúlil. Era
invierno i rodeados de un brasero cada uno contaba los sucesos
ocurridos en los alrededores, como sucede siempre cuando
tenemos miedo, para subir de punto el espanto. Al fin estábamos
todos aterrados. Uno de los estudiantes con otros muchos habia
dado una batalla hacia seis meses a los ladrones, yendo de Sevilla
a Granada; se habian cruzado cuarenta balazos con las carabinas,
muerto un ladron i herido un colejial. Desde ese momento abandoné
la idea de ver la Alhambra, yendo a mula por el camino de Sevilla.
Otro contó como habia pocos meses ántes descubiértose la guarida
de una banda que tomaba a los ricos de los alrededores, los
mantenia presos en un sótano, hasta que por cartas enviadas a sus
deudos por medios misteriosos los hacian rescatar, pagando una
contribucion impuesta. En fin otro llegó de afuera asustado,
aterrado. ¿Saben VV. lo que ha sucedido en Moral ahora poco?
Cosa horrible! Hai una familia compuesta de la madre i dos hijas; la
una casada vive en un paraje no distante, i un hermano que salió
niño para América volvia con una buena fortuna en doblones. Llega
a casa de la hermana casada, se hace reconocer, i le cuenta la
buena nueva, anunciándola que va a casa de su madre de quien no
se hará reconocer por darle un chasco.
Al dia siguiente la hermana va a la casa paterna, i signo
ninguno esterior le indica la presencia de su hermano. I el viajero?
172

pregunta. —Qué viajero? le contestan madre e hija despavoridas.—


El viajero que vino a alojarse.—No ha venido nadie, contesta la
madre pálida.—Se fué esta mañana, contesta al mismo tiempo la
hija.—Pero, madre, era Antonio que venia de América, rico.—
Antonio! mi hijo! mi hermano! esclaman mezándose los cabellos, i el
corazon no me habia dicho nada!......Madre i hermana lo habian
asesinado en la noche, por apoderarse del saco de onzas!!!...
La compañía que estaba en torno del brasero se quedó
pasmada, i yo veia parárseles a todos de horror los cabellos,
excepto a mí, que dije, con tono autoritativo, es falso señores; eso
es un cuento. Todos se volvieron hácia mí, mirándome de hito en
hito por la estrañeza de la afirmacion, pues sabian que yo no
conocia los lugares ni las personas. Este cuento lo he oido en
América hace doce años; la escena tenia lugar en la campaña de
Córdova, el mozo volvia de Buenos Aires, i lo mataron como aquí
madre i hermana con el ojo del hacha, de donde deduzco que ni
entónces ni ahora ha ocurrido tal cosa. Son ciertos cuentos antiguos
que corren entre los pueblos. Ya he sorprendido unas cincuenta
anécdotas ocurridas en España, en Chile, en Francia, en Buenos
Aires, i contando algunas de ellas logré distraer los ánimos, porque
la verdad sea dicha, ya nos moriamos de miedo. El ruido de la
dilijencia de Sevilla nos volvió la alegria i a la una de la noche nos
pusimos de nuevo en movimiento.
Una montaña separa la Mancha de la Andalucía. Este era el
límite entre el gobierno del ejército romano i el del Senado. Aquí
principian las antiguas repúblicas de la Bética; los pastores feroces
del lado de las Castillas, los labradores alegres de esta parte; Roma
i los bárbaros; las colonias latinas, i la Lusitania i la Iberia. Aquí se
encuentran las colonias suizas de Cárlos III, la Carolina. En tiempo
de aquel rei sucedió en España una cosa estupenda; en poco
estuvo que la España se hiciese europea; todos los monumentos de
utilidad pública de España llevan el nombre de Cárlos III, ántes ni
despues de él se han construido otros. Olavides pensó en colonizar
la España, poblarla i hacerla cambiar de vida, i al efecto se
introdujeron colonias agrícolas que murieron luego. Olavides tuvo
que vérselas con la inquisicion moribunda pero terrible aún. Otro
ministro hizo el detalle de los males financieros de las Españas,
presentando el ominoso cuadro en un libro titulado: Puertas abiertas
i Puertas cerradas que hace presentir el comercio libre de nuestra
época. Despues de estos sublimes esfuerzos de intelijencia la
España volvió a quedarse dormida hasta 1808.

Córdova.
173

La mas desamparada de las ciudades que han sido i no son


nada. La patria de Séneca, el último asilo de los pompeyanos, la
corte de los muslimes, llora todo los dias tanta gloria i abatimiento
tanto! Su puente romano, sus muraIIas moriscas, su mezquita
árabe, sus columnas miliarias, el nombre del cónsul Marcelo escrito
en sus calles, todos aquellos recuerdos históricos se unen a la
belleza del paisaje, al desecado Guadalquivir para protestar contra
la decadencia actual. Qué triste es una ciudad muerta, que fué reina
i la vemos mendiga i cubierta de hárapos i de lepra!
No creais nada de cuanto dicen Chateaubriand i otros de las
bellezas de la mezquita de Córdova. Habian en la Bética
desparramadas por todas partes columnas de los palacios i templos
romanos; los árabes reunieron unas dos mil de todas dimensiones;
acortaron las que estaban largas, i sobre una columna dórica
pusieron un capitel corintio. De ellas hicieron los sustentáculos de
un galpon grande como la plaza de la Independencia. La capilla del
Zancarron tan solo es una joya de la arquitectura árabe que no tiene
pareja en parte alguna del mundo donde su raza ha existido; las
gracias de la arquitectura griega, la seriedad de la romana, la
blonda de la gótica, todo ha sido reunido aquí i sobrepasado.
Me fastidia describir monumentos que podeis ver mejor en
una litografia. Aquí no hai nada; nada hai en Sevilla donde continúo
esta carta, excepto el archivo de Simancas i el de Sevilla reunidos,
que contienen los documentos de la colonizacion de la América;
pero es preciso pedir a la reina en Madrid, por un memorial, permiso
para visitar sus estantes i nada he podido verificar de ciertos hechos
que me interesan. Aquí está el Alcazar como sabeis, la Giralda, i la
famosa Catedral gótica. Algunos cuadros de Alonso Cano i de
Murillo, las ruinas de Itálica, que no conservan resto alguno noble
de la arquitectura romana; esto que veis, oh Fábio! son olivares,
paredones sin forma, nada mas!
En fin, un vapor ingles me recibe a su bordo en Sevilla i por el
Guadalquivir me lleva a Cádiz.
De Cádiz un vapor frances me conduce a Jibraltar; de Jibraltar
a Valencia, en donde me hospedo en el hotel del Cid, de que habló
Minvielle en su Ernesto, i en donde por la primera vez he comido
bien i sin asco en fondas, ventas i posadas en España. ¿Qué os
importa a vos, miembro de la Universidad, lo que en materia de
cultivo de la seda vi en la famosa Huerta de Valencia, pais bien
cultivado como ninguno en España, e irrigado corno lo enseñaron
los moros? No os contaré nada de eso, por ser indigno de vuestras
borlas doctorales. En Valencia el pueblo viste de listados de lana,
174

hechizos como los del Maule, lleva sombrero de lana ordinario,


corno los mendocinos, i manta al hombro de otro tejido que se
fabrica en la Córdova arjentina, i llevada exactamente como llevan
el poncho los cuyanos. Os creeriais en Cuyo al ver a los paisanos
de Minvielle, que nos queria hacer pasar a los españoles por jente,
como don Bartolo a Fígaro a los ojos de Rosina. No le creais una
palabra, son como......como nosotros, atrasados, sin ciencia i sin
artes.
En Valencia concluye el pais moruno que principia en Cádiz, i
por Málaga i Granada penetra hasta Sevilla, sobre el suelo romano
de Pompeyo, Sartorio, Séneca i Trajano. Por todas partes vénse los
restos de aquella célebre raza; en Córdova el primer empedrado de
las calles hecho en Europa; en la Mezquita colgaduras de terciopelo
de la seda que se cultivaba en los alrededores, i que millares de
fábricas tejian. Ni una morera, ni un telar hai ahora, los bárbaros
cristianos lo destruyeron todo. En Córdova i Sevilla aquella
arquitectura de mimbres bordada de arabescos, lo mas risueño que
con estuco han podido hacer los hombres; en la Andalucia los
olivares, en Valencia la Huerta, irrigada por canales i con una
lejislacion democrática, sumaria, a la luz del sol, que recuerda
todavía el estrado, el Divan, la puerta de calle en que los árabes
administraban justicia. I luego las mujeres andaluzas, graciosas
como bayaderas, locas por el placer como las orientales, i aquel
pueblo que canta todo el dia, rie, riñe i miente con un aplomo que
asombra. Oh! las hipérboles andaluzas dejarian atónitos a los mas
hiperbólicos asiáticos. Qué imajinacion, qué riquezas de espíritu!
Qué feliz es la alegre Andalucia!
Al salir de España, siento que toda ella se reasume en mi
espíritu en estos raros aforismos.

TIEMPOS PRIMITIVOS.

Los campos de ámbas Castillas i la Mancha fueron


despojados de la vejetacion por los aboríjenes, i no ha sido hasta
hoi restablecida.
Los pueblos primitivos van siempre armados. La sociedad no
respondiendo de la seguridad individual, el bárbaro lleva consigo
sus flechas, su espada o su carabina. Los mulateros i labradores
llevan armas de fuego en España, con autorizacion de la policía.
En los pueblos primitivos no se toma posesion definitiva de la
tierra. Nomades, cambian de lugar con sus ganados; agricultores,
175

dejan un terreno para abrir otro. En España un tercio del terreno


pertenece aún a la municipalidad, i vendido bastaria a garantir las
deudas españolas.
En España hai paises ignotos aún, valles en las montañas que
no han sido esplorados.
Las producciones de la España son los productos de los
pueblos primitivos, lanas, cereales i aceite.
La escoba es una invencion moderna. En Córdova i otros
puntos no se ha inventado el mango aún, barriendo con escobita de
palma, doblando el espinazo para alcanzar el suelo. Los Estados
Unidos se hacen notar por la perfeccion de su escoba que esportan
a todo el mundo. La escoba, pues, es signo de cultura, como que la
limpieza es el distintivo de la civilizacion.

TIEMPOS ROMANOS

Los romanos dividian la España en dos rejiones. La Bética era


el pais civilizado, agrícola, el resto el pais bárbaro; la misma division
subsiste aún en el aspecto del suelo. Donde cultivan árboles era la
España Senatorial, donde se contentan con derramar semillas, la
España Imperial.
Tenian los romanos una palabra compuesta e imitativa
tintinnabulum, cencerro, tin-tin-ambulo, campanilla que va sonando
a medida que el animal, que la lleva, marcha. Las mulas españolas
cubiertas de cascabeles, plumas i sarandajas vienen desde los
romanos; el correaje no ha podido vencer a Roma.
La lámpara romana, en bronce i alimentada con aceite, existe
hoi esclusivamente en España como en tiempo de las colonias
latinas, como existe en Roma misma.
El arado romano es el único implemento de agricultura
conocido.
El manto romano lo llevan aún pastores i labriegos.
El circo romano con sus combates de fieras subsiste
solamente en España. Presídelos el rei o la municipalidad, como en
Roma el emperador o el senado romano. Solo las monjas no
ocupan ya el lugar de las antiguas vestales.
La municipalidad es en España, como en Roma, la única
autoridad arraigada en el suelo, aunque los reyes, como los
emperadores, tengan cuidado de cortarla de cuando en cuando al
ras de la tierra.
En España, las procesiones de los santos conservan las
apeoteosis, i el aparato de las ovaciones i triunfos romanos. No
176

habiendo sino en España santos de palo, las procesiones son


imposibles en otras partes.

TIEMPOS ÁRABES

El español de hoi es el árabe de ayer, frugal, desenvuelto,


gracioso en la Andalucia, poeta i ocioso por todas partes; goza del
sol, se emborracha poco, i pasa su tiempo en las esquinas, figones i
plazas. Las mujeres llevan velo sobre la cara, la mantilla, como las
mujeres árabes. Se sientan en el suelo en las iglesias, sobre un
tapiz o alfombra con las piernas cruzadas a la manera oriental. En
todo el mundo cristiano lo hacen en sillas, en Roma incluso. Los
hombres llevan la faja colorada de los moriscos; los andaluces la
chamarra, los valencianos la manta i las gabuchas; los picadores
conservan los estribos; i el gobierno los capitanes jenerales, cadies
absolutos de las provincias que se entrometen en hacer justicia a la
manera de Aroun-al-Raschild.
Rézanse tres oraciones al dia, en contraposicion a las tres
plegarias anunciadas por el Muhezzin.
El tejido de esteras, la espartería, industria primitiva i oriental,
brilla en España.

TIEMPOS INQUISITORIALES.

Las mujeres usan un traje especial para ir a la iglesia, cosa


esclusiva de la España. La industria de labrar velas de cera es
única en España, por los arabescos que las cubren.
No se estudian las ciencias naturales.
Ningun español ha hecho estudios jeolójicos sobre el suelo de
la España.
No se estudia el griego, porque el clero no tenia aficion a este
idioma, que introdujeron los laicos en Francia e Inglaterra.

TIEMPOS MODERNOS.

Madrid se embellece i se agranda.


177

Cádiz contiene la mitad de poblacion que ántes.


Palos ha desaparecido.
Cien ciudades interiores, Toledo, Burgos, son montones de
ruinas. Córdova tiene un centésimo de la poblacion que sus
murallas encerraban en tiempo de los árabes, i un décimo de la que
contaba cuando era romana.
Ninguna ciudad nueva se ha levantado; ninguna villa se ha
hecho ciudad.
Ninguna industria se ha introducido en tres siglos, salvo la
fabricacion de malísimas pajuelas fosfóricas.
No hai marina nacional.
No hai caminos sino dos grandes vias.
Sus carruajes son sui jeneris.
No hai educacion popular. No hai colonias.
La imprenta i el grabado han decaido como las ciudades; hoi
se imprime peor en España que dos siglos atras. No hai
grabadores.
La España Pintoresca i Monumental son grabadas o
litografiadas en Paris para venderlas en España.
La venta, tal como la describe D. Quijote, existe inmaculada
de toda mejora.
Los estudiantes se conchavan de criados en las casas de
Madrid, como en los tiempos de Jil Blas de Santillana. Puedo decirlo
porque un diario español de estos dias ha convenido en el hecho.
El odio a los estranjeros hoi, es el mismo que espulsó a los
judios i a los árabes.
Si yo hubiera viajado en España en el siglo XVI mis ojos no
habrian visto otra cosa que lo que ahora ven; lo conozco en el color
de la piedra de los edificios, en la clase de ocupaciones del pueblo,
en el vestido eterno i peleado con el agua que lleva, en la falta de
todo accidente que indique el menor cambio debido a los progresos
de las artes o las ciencias modernas. Opino porque se colonice la
España; i ya lo han propuesto compañías belgas. Los españoles
emigran a América i a Africa. La despoblacion continúa.

Barcelona.

Estoi por fin fuera de la España; como sabeis, nosotros somos


americanos i los barceloneces catalanes; podemos pues murmurar
a nuestras anchas de los que estan allí en Montjuí, con sus cañones
apuntados sobre la ciudad. ¿Os acordais del buen godo
Rivadeneira, con aquella boca de estremo a estremo, aquellas cejas
178

negras, que sombrean ojos centelleantes de actividad i de


intelijencia, pequeño de cuerpo, brazos largos i empaquetado,
enjuto i nervioso? Así son todos los catalanes; otra sangre, otra
estirpe, otro idioma. No se hablan con los de Castilla sino por las
troneras de los castillos.
El aspecto de la ciudad es enteramente europeo; su Rambla
asemeja a un boulevard, sus marinos inundan las calles como en el
Havre o Burdeos, i el humo de las fábricas da al cielo aquel tinte
especial, que nos hace sentir que el hombre máquina está debajo.
La poblacion es activa, industrial por instinto i fabricante por
conveniencia. Aquí hai omnibus, gas, vapor, seguros, tejidos,
imprenta, humo i ruido; hai pues un pueblo europeo.
No se qué cosa de grandioso i de atrevido hai en esta raza, a
quien tuvieron los reyes de España, con el cuchillo que servia en la
mesa pendiente de una cadena para que no pudiesen armarse.
Todas sus empresas respiran grandeza. Están edificando un teatro,
que pretende ser el mas bello i el mas grande de la Europa i del
mundo por tanto; i su escuela de artes es acaso uno de los
establecimientos mas ricamente dotados, mas completos en sus
ramos de enseñanza gratuita, i mas cuidado i asistido. La industria
barcelonesa se resiente empero del medio ambiente en que se
desenvuelve. Favorecida por derechos protectores, la fábrica tiene
una puerta que da hácia la España i otra hácia la frontera de
Francia o el mar; i si fuera pan lo que fabrican harian vulgar el
milagro de los cinco mil, porque de un quintal de lana ellos sacan
quinientas piezas de paño. Es verdad que las cuentas de la Aduana
de Francia traen esta entrada todos los años... tantos millones
producto del contrabando de España. El barcelones está en
conciencia libre de todo cargo; hace con efectos la guerra a sus
enemigos; el contrabando es lícito, como el robo entre los
espartanos, si se perpetra impunemente. La Aduana española ha
adoptado el vapor como medio de persecucion, cual Rosas la
prensa.
A propósito de proteccion, he tenido aquí la felicidad de ser
presentado a Cobden, el grande ajitador inglés, i os aseguro que
despues de Napoleon, hombre alguno hubiera deseado ver de
preferencia. Conoceis la larga lucha de la Liga contra los cereales
en Inglaterra, lucha gloriosa del raciocinio, la discusion, la palabra, i
la voluntad, que ha derrocado a la aristocracia inglesa, zapando su
poder en la base, en la tierra posee por derecho de projeiiitura, i
dejándola viva, para que se desangre poco a poco, se haga pueblo i
ceda sin violencia el poder, cuando sus manos debilitadas no
puedan manejarlo. Desde los tiempos de Jesucristo no se habia
179

puesto en práctica este sencillo método de propagar una doctrina,


por el solo uso de la palabra. Los católicos posteriores continuaron
predicando, es verdad; pero quemaban de cuando en cuando a sus
oponentes, i las guerras de relijion han inundado de sangre la tierra.
Los principios de libertad no habian salido hasta hoi de ese triste
terreno, la libertad i la guillotina, la emancipacion de los pueblos i la
conquista. Cobden ha rehabilitado la predicacion antigua, el
apostolado sin el martirio. Algunos millones de libras esterlinas
reunidas por suscripcion alimentaron durante ocho años aquella
guerra de palabras. Nueve millones de opúsculos arrojaron, solo en
1843, aquellas baterias de lójica i de convencimiento; i unos dos mil
meetings, cual combates parciales, i diez i seis meetings monstruos,
batallas campales que oscurecen, por el brillo de los resultados, las
inútiles de Jena, Austerlitz i Marengo, concluyeron por entregar a
Cobden las llaves del Parlamento inglés, dictando desde aquel
Kremlin a la aristocracia la capitulacion que le permitia permanecer
con bagajes, pertrechos, banderas, i posiciones a trueque de que
dejasen entrar en Inglaterra tanto trigo como el pueblo necesitase
para hartarse de pan.
Desde Cobden principia una nueva éra para el mundo; la
palabra, el verbo, vuelve a hacerse carne, produciendo por sí solo
los mas grandes hechos, i "en adelante cuando los hombres
quieran saber si es posible destruir un abuso protejido por el poder,
defendido por la riqueza, por el rango, por la corrupcion; cuando se
pregunten si hai esperanza de echar abajo semejante abuso, por
medio de esfuerzos perseverantes i de sacrificios," se les recordará
el nombre de Cobden, i emprenderan la obra.
En Barcelona encontréme con Juan Tompson, uno de esos
pobres emigrados arjeritinos que en cada punto de la tierra se
encuentran en mayor o menor número, como aquellos griegos de
Constantinopla cuando los Hunos se apoderaron de ella. El
Facundo habia caido en manos de Merimée, el académico frances,
que estaba alli; la Revista de Ambos Mundos acababa de hacer su
complaciente compte-rendu del librote, i hé me aquí que sabiendo
mi llegada a Barcelona, M. Lesseps, el célebre Cónsul jeneral que
se habia ilustrado al resplandor de los bombardeos de aquella
ciudad, andaba a caza del bicho raro que tan raro libro habia
escrito. Amigos a las dos horas de conocernos, Cobden, que a la
sazon estaba en Bercelona, tuvo los honores de un té, durante el
cual debia serle yo presentado. Os imajinais a Cobden, un
O'Connell vivo, caústico, entusiasta, ardiente en la polémica, rápido,
inesperado en la réplica? Cuánto os engañais, mi pobre Victorino!
Es un papanatas, fastidiado como un inglés, reposado como un
180

axioma, frio, vulgar si es posible decirlo, como las grandes


verdades. Hablamos casi los dos solos toda la noche; contóme
algunas de sus aventuras, de sus luchas; mostróme sus medios de
accion, la estratéjia de su palabra, los cuentecillos con que era
preciso entretener al pueblo para que no se durmiera, escuchando.
Lamentóse de la casi insuperable dificultad que oponian las masas,
por su incapacidad de comprender, por sus preocupaciones; dióme
una tarjeta por si alcanzaba él a estar de regreso en Manchester a
mi paso por aquella ciudad, i no nos separamos sino en la puerta de
mi hotel, quedando yo abrumado de dicha, abismado de tanta
grandeza i tanta simplicidad; contemplando medios tan nobles i
resultados tan jigantescos. No dormí esa noche, tenia fiebre;
parecíame que la guerra iba a caer en ridículo, cuando
jeneralizándose aquel sistema de agregacion de voluntades, de
justaposicion de masas, fuese puesto en práctica, para destruir
abusos, gobiernos, leyes, instituciones. Qué cosa mas sencilla! Hoi
somos dos, mañana cuatro, al año siguiente mil reunidos
públicamente en un mismo propósito. Resiste el gobierno? Es que
aun no somos muchos, es que quedan en favor del abuso muchos
mas. Sigue la predicacion, i los folletos, i los diarios, i la asociacion,
la Liga. El Gobierno o las Cámaras saben el dia i la hora en que
están vencidos i ceden; id a poner en planta tan bello sistema en
América!
Cobden habia destruido u atacado, ántes de comenzar su
obra, todos los grandes principios en que reposaba la ciencia
gubernativa. El equilibrio europeo lo declaró manía de entrometerse
en asuntos ajenos por desaburrirse los ministros. Las colonias eran
solo el medio de proporcionar empleo a los hijos menores de los
lores. La balanza comercial, el resúmen de la ignorancia en
economia. La política con todas sus pretensiones de ciencia el
charlatanismo de bobos o de pillos. La proteccion a las industrias
nacionales un medio inocente de robar dinero al vuelo, arruinando
al consumidor, i dejando en la calle al fabricante protejido. En
cambio de todas estas verdades fundamentales él sostituia el buen
sentido, el sentido comun de todos los hombres, mas apto para
juzgar que la ciencia interesada de lores i ministros.
Ahora parto para Africa. Llevo cartas para el Mariscal
Bugeaud, i una casi órden al Cónsul de Mallorca, para que me haga
conducir a Arjel por el primer vapor de guerra que se presente.
Dios os tenga en su santa guarda.
181

Africa.

Señor don Juan Tompson.


Oran, Enero 2 de 1847.

El Mediterráneo, "mi viejo amigo de ayer," segun su feliz


espresion, ha perdido en estos diez últimos años, los restos que
aún conservara de su antigua poesía. Los vapores que en líneas
rectas lo cruzan, cual si quisieran formar de él un campo divisible en
figuras rectilíneas, han contribuido, mas que el arte romántico, o el
filosofismo, no solo a destronar a Eolo, i mofarse de las Scyrtes,
Scylla i Caribdis, sino que suprimiendo los piratas berberiscos, i por
tanto los cautivos cristianos i las pavorosas mazmorras, han dejado
ociosa la caridad de los padres mercedarios, ocupados en otro
tiempo en llenar de duros sin tasa aquella cántara de las Danaides.
Pero no es esto lo peor aún, sino que los modernos Ulises, que
como Dumas i comitiva andan hoi sobre sus olas, a caza de
Sirenas, Islas encantadas y Calipsos que los detengan i
embauquen, no sabrán de qué manera injeniarse para dar principio
a la patética narracion de sus aventuras. "Negra i densa nube de
humo hediondo", dirán, pongo por caso "se escapaba de la parda i
encadenada chimenea, revolviéndose en contorsiones delirantes:
mujidos estraños lanzaban entre vaporosa espuma aquellas como
narices de la caldera; temblaba el barnizado leño cual corcel
fogoso, que tasca impaciente el freno. En fin al prolongado silbido
del nauta impertérrito, el desalado buque parte ....i.... llega a su
destino, sin un minuto de retardo". Ya ve Vd. que el final de este
período es insoportable como estilo i pálido i trunco como
descripcion. Decididamente los vapores con sus doradas cámaras
son los vehículos mas fastidiosos que el comfort ha inventado; i
ahora que estoi en tierra me huelgo de haber salido de los caminos
reales del Mediterráneo i preferido para visitar el Africa, la no
frecuentada ruta de Mallorca.
No bien atracaba al muelle de Palma el Mallorquin que en
Barcelona me sustrajo a las distraidas miradas de mis amigos, un
temporal se desencadenó sobre la isla, haciéndome guardar la
habitacion ocho dias consecutivos; i eso que en las Baleares, las
fondas i posadas son una pasable traduccion de las ventas i
ventorrillos españoles de angustiada recordacion. Gracias si
182

haciendo frente a la lluvia del cielo i al fango de la tierra, podia de


vez en cuando asomar las narices a la deliciosa campiña
adyacente, cubierta hasta donde la vista puede alcanzar, de
plantíos de almendros, moreras i olivos; o bien guarecerme bajo las
bóvedas de la catedral gótica, con restauraciones modernas
estúpidamente bárbaras, i en cuyas capillas reposan las cenizas del
marqués de la Romana, no léjos de las de don Jaime II de Aragon,
rei de Mallorca, allá por los años de 1387, segun lo indica la
inscripcion.
Cuando el sol consintió al fin en dejarse ver por entre los
claros que formaban las inquietas nubes, los faluchos clásicos del
Mediterráneo empezaron a ajitarse en el puerto, disponiéndose a
tender sus velas latinas e merced de cualquier viento que quisiese
sacarlos de tan prolongada inaccion. Aconsejado por el fastidio, yo
hice contratar mi pasaje para Arjel en un laut, que se anunciaba
como el mas velero de las islas, contrabandista de nacimiento, i
retirado a mejor vida, despues que los argos humeantes de la
aduana guardan la costa de Barcelona. Una travesía en un laut
debia tener sus encantos para el viajero que de luengas tierras
viene recargado de nociones históricas, a buscar en Europa, como
poesía los rastros de la vida antigua: el laut es sin duda la
embarcacion romana; las velas estan acusando su oríjen; i como
ninguna novedad ha introducido en su construccion inmejorable la
moderna arquitectura naval, hoi es lo que ayer fué, i ayer lo que
muchos siglos atras. El momento de la partida llega i me presento
abordo; Dios mio! qué es lo que veo! Una lancha de diez varas de
largo i tan recargada, que los marineros lavaban utensilios
inclinándose desde abordo hácia el mar. Cuento los pasajeros;
treinta cerdos ocupan los dos tércios de la cubierta, i en el espacio
restante, sobre una pirámide de fardos, pipas i envoltorios, deben
acomodarse tres mujeres, cuatro marineros, cinco pasajeros de
bodega, dos perros que no piden permiso para acomodarse en las
faldas del primero que se ofrece, amen de pavos i gallinas diez
docenas. Compadeciéndome de estos infelices, pregunto yo por mi
camarote. Camarote? me repite el patron sonriéndose
respetuosamente, aquí no hai camarotes— I dónde he de
acomodarme?—Donde V guste, señalándome las gradas que
describian las barricas i mercancías!—Pero, i para pasar la noche,
si llueve?—Una noche, señor!..—Pero habrá cama?—Si V. no trae!
Oh! Es imposible describir lo que sufrí en aquel momento!
Estaba pálido como una cera! Permanecer quince dias, quizá, en
Palma era insoportable. Pero, otra vez pasar a la luna en Valencia
dos noches toledanas por lo ménos, en el mar, en el mes de
183

Diciembre, en medio de las tempestades, sin cama, sin espacio


suficiente para cambiar de postura, rodeado de objetos
nauseabundos!!!......
Me embarqué i fuí a servir de capitel a una barrica de aceite
que quedaba sin coronacion. Allí sepultado bajo los pliegues de mi
capa, la mano en la mejilla, he meditado dia i noche sobre la
inconsistencia i vicisitudes de las cosas humanas; i si como
Rousseau hubiese escrito una memoria sobre el tema propuesto
por la Academia de Dijon, no se habria él llevado el premio a buen
seguro, ni quedado probado que la civilizacion i las comodidades de
la vida han corrompido la naturaleza humana.
De cuando en cuando era interrumpido por el berreo de la
cerdosa turba que, agrupada en un costado de la frájil barquilla, ya
sea por espíritu de asociacion, ya por garantirse contra los ataques
del frio segun aquel axioma, "la union constituye la fuerza",
protestaba altamente contra la violencia que la férula del poder le
hacia, a fin de que se dispersase sobre cubierta. I, en efecto, sin
esta medida contra las reuniones o atropamientos, corria al menor
soplo de la brisa, riesgo de zozobrar la sociedad entera. Pero qué
alboroto en las filas de aquella oposicion! No parecia sino que la
opinion publica alzaba su clamor contra el doble enlace español o la
supresion de Cracovia!
Cuando la efervescencia de los espíritus se apaciguaba
restableciéndose la tranquilidad en nuestra flotante república, los
marineros contaban historias de la vida de contrabandistas que
habian llevado, a las cuales, por no quedarse atras, algunos de los
pasajeros correspondian con otras no ménos picantes i novedosas
de cuando ellos habian sido presidarios en Ceuta. Debo decir sin
embargo, en desagravio de mis compañeros, que en lo
cariacontecido i mohino de mi figura reconocieron bien pronto que
era algun alto personaje; siendo por tanto el objeto de la asiduidad i
atencion de aquellas buenas jentes.
No le contaré cuanto he sufrido en estos tres dias, que tres i
largos fueron. Rascábame, sin que nada visible excitase la
comezon; i durante dos dias pude resistir al hambre, tal era la
sensacion de asco que se habia apoderado de mí.

Hai horrores que pueden describirse,


"Pero mis sentimientos i congojas
"Ni escucharlas jamas podréis vosotros"
Ni espresarlas jamas podrá mi boca.
184

Por fin la tercera noche entrámos en la bahía de Arjel


demasiado tarde para desembarcar, pero a tiempo que el temporal
se desataba. El viento agudísimo, los saltos que el laut daba en
torno de su anclote, la lluvia i el granizo, todo se esmeró para
hacerme adorables al dia siguiente los primeros albores de la
mañana, i encantado el singular aspecto de la ciudad que se
presenta a la vista como un manto blanco estendido, a guisa de
bornoz árabe, de alto abajo en la rápida pendiente de una colina.
Estaba pues en Arjel, que desde Chile formaba parte mui
notable de mi programa de viaje, i a medida que ascendia los
escalones que forman las calles, la variedad de trajes, la
multiplicidad de los idiomas, i la mezcla de pueblos i de razas
humanas excitando la curiosidad, me hacian olvidar todas las
tribulaciones que hasta entónces tenia esperimentadas. Arjel basta
con efecto para darnos una idea de las costumbres i modo de ser
orientales; que en cuanto al Oriente, que tantos prestijios tiene para
el europeo, sus antigüedades i tradiciones son letra muerta para el
Americano, hijo menor de la familia cristiana. Nuestro Oriente es la
Europa, i si alguna luz brilla mas allá, nuestros ojos no están
preparados para recibirla, sino al través del prisma europeo. Los
Moros en Arjel, los Arabes, los Turcos i los Judios, cada uno de
estos pueblos conserva aun su tipo orijinal, i la mezcla de
Franceses, Españoles e Italianos, sirve, léjos de confundirlos, para
hacer mas notables sus diferencias de raza i vestiduras. Las
mujeres judias, por ejemplo, visten un gaban, exactamente como el
de nuestros clérigos, con mangas de telas diáfanas como las del
sobrepelliz i un magnífico pectoral recamado de oro, acaso análogo
al del gran sacerdote hebreo. Las moriscas atraviesan las calles
envueltas de pies a cabeza, en una nube de velos blancos i
trasparentes lo bastante para dejarse ver unos a otros sin que nada
de humano revelaran estos fantasmas ambulantes si una estrecha
abertura horizontal en la frente no permitiese ver dos ojos negros,
brillantes, grandes i hermosos, para probar que no sin razon los
poetas orientales han comparado los ojos de sus mujeres con los
de la gazela del desierto. En fin, entre la variada mezcla de
uniformes militares, trajes moriscos i europeos, que atraen las
miradas, el color local se conserva formando el fondo de este
estraño cuadro, en el bornoz blanquizco, sucio i desgarrado que
cubre árabe, no dejando a la vista sino el tostado i mústio
semblante de los que lo llevan.
Pasadas estas primeras impresiones, la ilusion empienza a
desvanecerse empero, i en lugar de las numerosas mezquitas i
minaretes, que el viajero espera encontrar entre los compatriotas
185

del Profeta, al subir a la plaza de Orleans, cuyo artificial pavimento


sostienen dos órdenes de bóvedas superpuestas, la Europa se
presenta de golpe en el plantel del futuro Paris africano con sus
magníficos hoteles, perfumerías i restaurantes, sus calles
flanqueadas de galerías cubiertas como las que avecinan al jardin
de las Tuilerias, las murallas por todas partes tapizadas de carteles,
que en letrones monstruos, i con todo el charlatanismo del affiche,
anuncian los objetos de moda, los libros nuevos, las funciones
teatrales, i los decretos del Gobernador Jeneral. Centenares de
carretelas i doscientos omnibus cambian sin cesar su depósito de
transeuntes, sin que las dilijencias de seis caballos escaseen,
llevando o trayendo colonias de viajeros, para los distintos puntos
de la Arjelia, con visible pavor de los tímidos camellos, a quienes
sorprende i detiene en el camino su enorme mole.
Solo remontando a los barrios mas oscuros de la ciudad
puede observarse la vida i construccion árabes, en las hileras de
tiendas en que sus inquilinos hilan sentados en el suelo, o fuman en
silencio su larga pipa a lo largo de los pasadizos sombríos i
húmedos que forman tortuosas calles de una vara de ancho. Por
todas partes en el litoral se observa la misma transformacion i
movimiento; i al paso que van las cosas, dentro de poco podrá sin
impropiedad llamarse este pais la Francia africana.
Las bellísimas colinas que forman las costas estendiéndose al
interior como onduloso mar de verdura, se cubren de villas
construidas por el ejército frances, a golpe de tambor: muchas de
ellas están como cuerpo sin alma, esperando los moradores que
han de darlas animacion i vida.
Traslomando aquel masizo de colinas, salpicadas de casillas
blancas i quintas sombreadas de olivos seculares, por las anchas
carreteras abiertas sobre las trazas que a cada paso se descubren
de las antiguas vias romanas, el horizonte empieza a despejarse, i
al volver de una eminencia la vista descubre de golpe la hermosa
cuanto célebre llanura de la Mitidja, terminada al lado opuesto por la
primera cadena del clásico Atlas, que se eleva majestuoso i
solemne como la mampara que oculta los misterios del Africa
central. Esta llanura se estiende treinta leguas hácia el interior, i en
su centro como en sus costados, blanquean a lo léjos las villas
antiguas o modernas en que se reconcentra su escasa poblacion.
Hácia el lado de las colinas se divisa el Colleah, o la ciudad santa,
desde donde el famoso Sidi Embarek disputó a los franceses largos
años la posesion de la Mitidja. Al centro se encuentra Bufarik, el
mercado del ganado, a cuyo recinto acuden los lúnes de todos los
puntos de la llanura i de los declives del vecino Atlas, los pastores
186

árabes, con sus camellos, cabras i bueyes. Mas adelante, i tomando


desde allí el camino una direccion recta hácia el lado opuesto de la
llanura, se llega a la colonia militar de Beni-El-Merrch, notable por la
hermosa columna elevada a la memoria de treinta i dos soldados
que se defendieron allí contra cuatro mil árabes. El padre del
sarjento que mandaba este heróico destacamento, vino de Francia
hace tres meses a derramar algunas lágrimas de ternura sobre la
tumba gloriosa de su malogrado hijo, a quien la tropa mandada en
su auxilio halló traspasado de balas, pero reteniendo aún en su
yerta mano las comunicaciones de que era portador. En fin la
rectitud del camino macadamizado i la celeridad de las dilijencias
hacen que, no obstante la distancia de seis leguas, ancho de la
llanura, se deje apercibir bien pronto la ciudad de Blidah o de los
deleites, i los encantados jardines de naranjos i granados que la
rodean, justificando con su frescor i verdura nombre tan poético. La
cadena del Atlas se interrumpe allí para dar paso a los raudales
cristalinos que descienden de sus entrañas, dejando ver en su seno
quebradas blandas i ricas de vejetacion, por cuyas sinuosidades
trepa la cultura esmaltando de huertos i de alquerías sus declives
hasta una considerable altura. Blidah era el Tívoli árabe, el lugar de
los deleites, como lo dice su nombre, i no era grande i poderoso
señor, de la Mitidja, el Agah o Kadi que no encerraba en sus muros
un harem ricamente dotado. Hoi es una villa francesa,
acantonamiento de los rejimientos de Spahis,—caballería árabe—i
apénas notable por lo esquisito de sus frutas i su regalada mesa,
cuyo lujo entretienen los curiosos que van a recorrer la vecina
llanura.
La Mitidja, que, hace solo cuatro años, doce mil hombres no
podian recorrer sin peligro, está hoi atravesada en todas direcciones
por rutas macadamizadas que conducen, sin otra escolta que el
postillon, a Aumale, Joinville, la Casa Cuadrada, Medeah, Milianah,
&c. Pero si la conquista militar de esta bella estension de pais está
terminada, mucho falta para que la poblacion europea pueda
volverle el esplendor que alcanzó en tiempo de los Romanos, de
cuyos trabajos colosales aun queda entre otras ruinas, resistiendo
de pié al embate de los siglos i de los torrentes, un sólido puente
hácia la parte del mar. A lo largo de la llanura se estiende un faja de
vejetacion amarillenta, que está denunciando la existencia de un
ciénago, receptáculo de las lluvias de invierno, el cual fermentado
en el estío por los rayos del sol africano, exhala en miasmas
pestilentes la muerte que se arrastra siguiendo la direccion de los
vientos, i va a introducir la desolacion en el seno de las
circunvecinas poblaciones. No há dos meses que una villa de
187

ochocientos habitantes se sintió anegada a deshora por una


avenida repentina; las aguas ascendieron en unas pocas horas
hasta la altura de los techos adonde se habian refujiado los
moradores, hasta que habitantes i habitaciones desaparecieron
para siempre.
Así, la llanura de la Mitidja empieza a esparcir sombras
indecisas sobre esta colonizacion francesa, que a primera vista
parece irrevocablemente terminada. Entre las bellas construcciones
que nos hacen soñarnos en medio de la Europa; bajo las
magníficas rutas que parecen una restauracion romana, el foco de
la peste se esconde como el aspid entre las flores; i los torrentes
que descienden súbitamente del Atlas dan cuenta en una hora del
trabajo de muchos años. Otro tanto i peor sucede en lo moral; en
despecho del ejército i del aparente aluvion europeo, el embozado
bornoz árabe está ahí siempre, i bajo sus anchos pliegues, un
pueblo orijinal, un idioma primitivo, i una relijion intolerante i feroz
por su esencia, que no acepta sin la perdicion eterna el trato
siquiera con los cristianos. La tristeza habitual del grave semblante
árabe, está revelando, en su humildad aparente, la resignacion que
no desespera, la enerjia que no se somete, sino que aplaza para
dias mejores la venganza, la rehabilitacion i el triunfo.
Los franceses se habian dejado fascinar tambien por aquella
apariencia ordinariamente tranquila de los hombres i de la
naturaleza en Africa. Torrentes de sangre de sus soldados habian
bautizado europea esta tierra indómita; la táctica del pueblo mas
guerrero del mundo introducia por doquier el espanto i la turbacion,
en medio de las masas de jinetes árabes; cuantos caudillos habia
suscitado el amor a la independencia, o el fanatismo relijioso habian
ya mordido el polvo; Abd-El-Kader, el mas poderoso de todos,
estaba en su impotencia, relegado a algun oasis ignorado del
Sahara; las columnas volantes del ejército se preparaban, faltas de
ocupacion, a escalar las inaccesibles Kabylias, i no quedaba tribu
por apartada, ni Agah por empecinado, que no pagase mal de su
grado el tributo. Catorce años de triunfos dejaban al fin tiempo i
reposo suficiente para emprender un vasto sistema de colonizacion,
cuando de repente, i sin que el menor indicio hubiese traicionado la
proximidad de la borrasca, el Africa, desde las puertas de Arjel, se
alza como un solo hombre; diez árabes no quedan sumisos al
gobierno frances, i ciento veinte mil soldados bastan apénas a
apagar con sangre este vasto incendio, que parece haber estallado
intuitiva i simultáneamente en cada punto de la Arjelia, atizado en el
hogar de cada tienda, por el soplo de cada hombre que lleva
bornoz.
188

Despues de sometidas de nuevo a la coyunda las vencidas


tribus, los vencedores han querido penetrar en el misterio que
encubren estas conmociones eléctricas que nada al aparecer
justifica, i envainando la espada, para tomar la pluma que ordena
los datos recojidos i las ideas que el espectáculo de las cosas
despierta, han podido trazar la biografía moral de este pueblo, ora
escuchando los cantos de sus trobadores, ora echando una mirada
furtiva sobre el libro que en piadoso recojimiento recorre horas
enteras el Tolba o doctor, ora en fin rondando por las mezquitas i
asechando las veces que el devoto besa el suelo, o repasa las
cuentas de su rosario. Todas estas bagatelas han dado por fin la
solucion de un gran problema, i mostrado la sima cabada bajo las
plantas europeas en Africa; inmenso cráter de un volcan cuyas
erupciones pueden interrumpirse, pero cuyo foco existe, vivo,
ardiente, e inestinguible. Los franceses no se hacen ya ilusion i
saben que por un siglo al ménos cien mil hombres habrán de
montar guardia por toda la estension de la Arjelia para espiar desde
las alturas la ajitacion que puede renacer en el pardusco grupo de
tiendas clavadas en la llanura; traducir las imperceptibles
emociones que hayan de pintarse en el inmutable semblante del
árabe, o levantar la punta del bornoz del transeunte, que puede
encubrir el puñal del fanático, o el rosario del santon, que anda
convocando a la guerra santa.
No sé qué sentimiento mezclado de pavor i admiracion me
causa la vista de este pueblo árabe, sobre cuyo cerebro granítico no
han podido hacer mella cuarenta siglos; el mismo hoi que cuando
Jacob separaba sus tiendas i sus rebaños para ir a formar una
nacion aparte; pueblo anterior a los tiempos históricos, i que no
obstante los grandes acontecimientos en que se ha mezclado, las
naciones poderosas que ha destruido, las civilizaciones que ha
acarreado de un lugar a otro, conserva hoi el vestido talar de los
patriarcas, la organizacion primitiva de la tribu, la vida nómade de la
tienda, i el espíritu eminentemente relijioso que ha debido
caracterizar las primeras sociedades humanas, cuyos abuelos
habian presenciado el diluvio, o sido testigos de alguna grande
manifestacion de la presencia de Dios sobre la tierra, aun
despoblada. Porque para comprender los acontecimientos actuales
del África no basta a mi juicio abrir el Koran, que no daria sino una
imperfecta idea del carácter, creencias i preocupaciones árabes. En
la Biblia solo puede encontrarse el tipo imperecedero de esta
imperecedera raza patriarcal. Árabe era Abraam i por mas que los
descendientes de Ismael odien i desprecien a sus primos los
Judios, una es la fuente de donde parten estos dos grandes
189

raudales relijiosos que han trastornado la faz del mundo; del mismo
tronco han salido el Evanjelio i el Koran; el primero preparando los
progresos de la especie humana, i continuando las puras
tradiciones primitivas, el segundo, como una protesta de las razas
pastoras, inmovilizando la intelijencia i estereotipando las
costumbres bárbaras de las primeras edades del mundo. Los
Árabes i los Hebreos se parecen en que todas sus instituciones son
relijiosas, sus guerreros, como sus oradores, sus conquistas, como
sus servidumbres. Recuerde V. sino la formacion de la monarquía
hebrea por la intervencion de un sacerdote; el alzamiento de David;
la influencia de los profetas sobre la opinion pública; i los
acontecimientos contemporáneos; i al fin sesenta años despues de
JesuCristo, los enviados de Dios que sublevaban la poblacion
contra los Romanos, el sitio de Jerusalen por Tito, i la dispersion del
pueblo, que ya no tenia papel que representar en la historia del
mundo. Pues sucesos análogos, resortes idénticos, i creencias
iguales, estorban hoi en Argel o retardan la pacificacion del pais.
Los árabes están en este momento esperando un Mesías, cortado
por el padron de Mahoma, que debe rescatarlos de la servidumbre
francesa, el terrible Mule-Saa, o el hombre del momento que todas
las profecías tienen anunciado; de manera que el mas leve susurro
que ajita las yerbas secas del desierto, el rumor lejano de pisadas
de caballos basta para alarmar el espíritu inquieto, crédulo e
irreflexivo del árabe i precipitarlo en la rebelion.
No vaya V. a tomar este asunto con la lijereza incrédula del
cristiano de nuestra época. La palabra incredulidad no existe
todavía entre los árabes, i Abd-El-Kader no fuera tan grande
guerrero, si no creyera i esperara firmemente. Por otra parte, las
profecías son tan claras i terminantes, la época de su realizacion
tan distintamente señalada que solo un perro infiel, es decir un
cristiano, puede dudar de su autenticidad; de manera que el Tolba
(teólogo) apénas necesita hacer uso de su ciencia de interpretacion,
para esplicar algunos accidentes accesorios al texto, al parecer
discordantes con los hechos actuales.
Voi a reunir en cierto órden para su edificacion, lo sustancial
de los textos sagrados de los profetas árabes, i cuyo sentido basta
para esplicar la situacion moral de los espíritus.
"Publica, o pregonero" dice una de estas profecías "lo que he
visto ayer en sueños"—"La calamidad que sobrevendrá es un mal
superior a todos los males imajinables."
"Vendrá un rei sometido a los cristianos: su corazon será
duro."
"Publica i dice: Tranquilizaos. El que ha llegado los
190

dispersará; los cristianos han abandonado a Oran."


"En el año 70 del siglo XIII" (año de 1856 de la era cristiana),
dice otro profeta, un hombre llamado Mahomned-Ben-Abd-Alla,
saldrá del pais de Sus-El-Aksi."
"Irá hasta Oran que destruirá. De allí marchará sobre el pais
de la Cal, que es Arjel; acampará en la Mitidja, a donde
permanecerá cuatro meses; en seguida destruirá a Arjel."
Otra profecía esplica que se llamará como el Profeta, en
nombre de quien habla.
"Un hombre vendrá despues de mí. Su nombre será
semejante al mio; el de su padre semejante al nombre de mi padre;
i el nombre de su madre semejante al de la mia. Se me asemejará
por el carácter, mas no por la figura: llenará la tierra de equidad i
justicia."
Oiga todavía algo de mas esplícito i terminante.
"Su llegada es cierta en el 1.° del 90" (este noventa misterioso
no han podido esplicarlo todos los comentadores árabes).
"Las huestes de los cristianos vendrán de todas partes:
infantes i caballeros atravesarán la mar. En verdad todo el pais de
Francia vendrá."
"Entrarán por su muralla oriental."
"I verás a los cristianos venir en sus naves."
"Las iglesias de los cristianos se levantarán, la cosa es cierta."
"I los verás predicar sus doctrinas."
"Despues de ellos aparecerá el Poderoso de la Montaña de
Oro"
En otra profecía se encuentra esta sorprendente frase.
"Un sherif de la raza de Hassum vendrá: se levantará del otro
lado del rio, i matará a los soldados franceses con los soldados del
Dhara."

....................................................................................................
...........................

I bien, mi querido amigo, qué tiene V. que objetar a este


cúmulo de vaticinios, la mitad de los cuales se ha cumplido ya al pié
de la letra?
Arjel fué investida por los franceses por la muralla oriental; la
caballería francesa vino en barcos chatos, desde el puerto de Tolon;
las iglesias cristianas se han levantado en Arjel, i la doctrina de los
infieles se ha predicado impunemente. ¿Cómo quiere que los
musulmanes se tranquilicen hasta no ver cumplida la segunda
parte? Los franceses dieran algo mui precioso porque las profecias
191

les permitiesen permanecer en el pais: pero ¡está escrito!, que su


dominacion será efímera como las huellas que el camello imprime
sobre la movible arena del Sahara"; tranquilizaos, ha dicho el
Profeta: "El que ha llegado despues de ellos los dispersará."
"Despues de ellos, ha dicho otro, aparecerá el Poderoso de la
montaña de Oro:" El sherif de la raza de Hassun matará los
soldados franceses con los soldados del Dhara. ¿Qué espíritu ha
dictado estas profecías, escritas las unas de muchos siglos atras o
perpetuadas las otras por constante i popular tradicion? ¿No serán
estos libros sagrados la verdadera constitucion política de los
pueblos relijiosos, en cuyas misteriosas divagaciones están
echados sin embargo los cimientos para oponer vallas insuperables
a la futura pero posible dominacion cristiana, i diciendo un sherif se
levantará contra ella, no hace otra cosa que hacer que cuando el
caso previsto llegue, se levante en efecto un sherif, en nombre de
Dios, de la relijion i de la raza para encabezar i dirijir las resistencias
nacionales? Ya ve V. que en despecho mio hago uso del filosofismo
cristiano contra la verdad de las profecias árabes, lo que no es
permitido en buena interpretacion histórica. Sea de ello lo que fuere,
no olvide V. para la intelijencia de los sucesos contemporáneos de
la Arjelia a que me propongo conducirlo, que los soldados del
Dhara, han de matar a los soldados franceses, i que el Mulé-Saa ha
de llamarse Mahamud-Ben-Abd-Alla.
Estas profecías, como que están en via de realizacion en este
momento, hacen el asunto favorito de la conversacion en las largas
horas de reposo de la tienda árabe, el tema de las sabias
disertaciones i controversias de los Tolbas; el sujeto de los cantos
de los poetas populares, i el coco en fin con que las madres ponen
miedo a sus chicuelos para que callen. La poblacion toda, que no
puede resistir la dominacion francesa a mano armada, se complace
en secreto al ver a los rumi (cristianos) tan confiados en su poder,
ignorando lo que les aguarda; i el miserable que trabaja en la quinta
del colono, está ya dentro de sí apropiándosela, para tomar
posesion de ella el dia que los franceses en masa abandonen las
playas africanas para siempre.
A fin de completar la idea que de la situacion del pais me
propongo darle, es preciso entrar mas adentro en la organizacion
relijiosa; porque para el árabe todo es relijioso, desde la venganza
que ejerce hasta el pillaje que forma el fondo de la industria
nacional. Nuestros mas fervientes devotos se avergonzarian de su
tibieza al ver a estos santurrones en cuyo concepto no hai hora del
dia ni lugar incompetente para entregarse a la oracion. He visto en
Máscara un Derkaua que vivia todo el dia sentado en un rincon de
192

la mezquita en santa i beata contemplacion: otro que por un jóven


se hacia recitar una letanía escrita en un tablero, repitiéndola con la
volubilidad de un papagallo, miéntras que el devoto desgranaba una
a una las cuentas de su rosario. En los marabuts diseminados en
las campañas hai siempre fieles que hacen sus oraciones,
parándose, hincándose i besando el suelo, levantando los brazos i
repitiendo sus plegarias; i es frecuente ver una carabana entera que
al divisar de léjos aquellos santuarios aislados, se detiene en medio
del camino para entregarse al furor de rezar que los domina.
De distancia en distancia, por toda la estension de los paises
musulmanes, se encuentran unos establecimientos públicos que
solo pueden compararse entre nosotros con lo que debieron ser los
conventos en la edad media, cuando en la quietud de sus
silenciosos claustros se elaboraba la luz que mas tarde habia de
rejenerar la Europa, sirviendo al mismo tiempo de amparo i refujio
contra las violencias del mundo esterior. La Sauia es un edificio
relijioso construido por alguna poderosa familia, para servir de
cementerio a los suyos, i ámpliamente dotada de temporalidades i
de dependencias a fin de sostener los diversos ramos de
beneficencia pública a que está destinada. Desde luego hai en ella
una mezquita, en donde las tribus circunvecinas se reunen a hacer
en comun sus oraciones; una escuela para los niños, i un seminario
para talebs (estudiantes) en que se cursa historia, derecho, teolojía,
majia i alquimia. Los empleados de la casa llevan rejistro de los
acontecimientos contemporáneos, i una biblioteca conserva las
crónicas de los tiempos pasados. Los caminantes encuentran en la
Sauia albergue; abrigo i sustento los mendigos; los enfermos
remedios i asistencia, i los criminales i los perseguidos asilo
sagrado e inviolable. La Sauia es ademas un punto de reunion en
que se tienen concilios i conferencias i a donde concurren los
desocupados a dar i recibir noticias, o entretenerse acerca de los
asuntos públicos.
Estos establecimientos son, como facilmente lo observará V.,
un poderoso instrumento para propagar doctrinas, mantener viva la
fé, dirijir la opinion pública, i obrar sobre las masas, esplolando el
rencor musulman contra los cristianos, a quienes les está mandado
esterminar sin piedad.
Pero la Sauia es solo el laboratorio en que se prepara el
alimento espiritual; hai ademas otros sistemas relijiosos que como
los nervios del cuerpo humano, trasmiten las sensaciones, i a una
impulsion dada determinan una accion unánime en un momento
preciso. Nuestras beatas se sentirán un poco mortificadas al saber
que entre los árabes existen cofradías relijiosas con sus devociones
193

particulares, i no circunscritas como las nuestras a un convento o


una ciudad, sino ramificadas por todos los paises musulmanes i
sometidas cada una de ellas a un jeneralísimo de la órden
respectiva a quien obedecen ciegamente. Solo los Jesuitas han
tenido entre nosotros la admirable i fecunda inspiracion de reunir en
un solo cuerpo i bajo una misma jerarquía este grande elemento de
accion sobre los pueblos. Lo mas singular es que entre las seis
grandes cofradías musulmanas hai una literalmente llamada
Jesuitas de Aisaua (Jesus) nombre del santo fundador, si bien es
verdad que estos Jesuitas son unos saltimbanquis, inofensivos i sin
influencia, tres calidades diametralmente opuestas a las que
distinguen a nuestros Jesuitas cristianos.
La Órden de Muley Taieb, la mas poderosa de todas, i en la
que están asentados los personajes mas influyentes de las grandes
tribus árabes ha tenido oríjen en Marruecos, donde reside el Jeneral
de la Órden, santo Marabut de la estirpe del Profeta i verdadero
Sumo Pontifice, ante cuyo prestijio i autoridad se inclina el poderoso
emperador moro que es simple cofrade de la hermandad.
El devoto de San Muley Taieb, porque santo i mui milagroso
fué el fundador de la Órden, debe repetir doscientas veces al dia
con el rosario en la mano, esta piadosa oracion. "Oh Dios! La
oracion i la salud sobre nuestro señor Mahoma, i sobre él i sus
compañeros salud." Esta Órden es no solo temible por el inmenso
número de sus afiliados sino porque abraza a un mismo tiempo
Marruecos i la Arjelia, estándole ademas prometido en sus
profecías particulares arrebatar a los franceses la dominacion
temporal del segundo de aquellos dos paises. La batalla de Isly, en
que el mariscal Bugeaud batió 60,000 árabes, se dió ya a la
intencion, aunque a honra i gloria no fuese de Muley Taieb, pues
sus cofrades fueron los principales motores de la guerra de
Marruecos; de manera que la política francesa, a fin de conjurar las
tormentas que pueden a su salvo condensarse en Marruecos para
venir a descargar sobre la Arjelia, debe consagrarse de hoi mas a
tener, sino contento, cohechado o intimidado al jeneralísimo de
aquella órden, pues que el emperador mismo para serlo, necesita
de su exequatur.
La Órden de Sidi Hamet Tsidjani, orijinaria del centro de
Sahara i ménos jeneralizada, prescribe repetir cien veces seguidas:
"Dios perdona" verdad nunca demasiado repetida para satisfaccion
de salteadores tan insignes como son los del Sahara. En seguida
cien veces: "¡Oh Dios! la oracion sobre nuestro señor Mahoma, que
ha abierto lo que estaba cerrado i puesto el sello a lo que ha
precedido, haciendo triunfar el derecho por el derecho. El conduce
194

por una via recta i elevada: su prepotencia i su poder estan basados


en el derecho (amen)." ¿No halla V. como yo, sublime el descaro de
atribuir a Mahoma, el mas insigne de los sableadores, la gloria de
haber hecho triunfar el derecho por el derecho? En seguida cien
veces el credo musulman " no hai otro Dios, sino Dios i Mahoma es
su profeta."
Otra cofradía debe repetir tres mil veces al dia su oracion
particular, i otra, mui parecida a los mendicantes nuestros por el
desaliño de sus vestidos que deben componerse de andrajos,
profesa ademas principios políticos de un carácter singular. Los
derkauar, que así se llaman, hacen voto de resistir a todo gobierno,
sea cristiano, árabe, o turco, llevando a tal punto la oposicion
sistemática, quand même, que al recitar el credo dicen en voz alta
no hai otro Dios sino Dios, reservándose in petto lo de Mahoma es
su profeta; por que proclamar profeta al mismo Mahoma seria,
dicen, reconocer en principio el oríjen de una autoridad terrestre.
Quién sabe si los eternos trastornos i las rapiñas a que por tantos
siglos ha estado condenada esta parte de Africa, no han dado oríjen
a esta especie de carbonarismo entre las poblaciones atropelladas i
pisoteadas, a fin de resistir a la violencia! Omito la vida del santo
fundador de estas i las otras órdenes i los millares de millares de
milagros obrados por su intercesion, ¡Oh amigo! si V. quiere ver
milagros, véngase al Africa i se hartará su curiosidad hasta no dar
un ardite por ver otros nuevos; i no es cosa de resucitar muertos, ni
curar la tiña, con solo el contacto de sus santos; todas esas son
paparruchas i el abecé del arte taumatúrjico. El caballo de Bou
Maza arrojaba el año pasado, no mas, corrientes de balas contra
los franceses, con otras mil bellaquerías de este jaez.
Desgraciadamente V. vendrá con toda su poca fé de cristiano i
teniendo ojos no verá; por lo que le aconsejo que se deje estar
donde está ahora. Quédame tan solo contarle una verídica historia
que sirva de moraleja a todos los datos que voi hacinando. En 1845
en la apartada tribu de los Cheurfa, en la humilde tienda de una
pobre viuda, un santo varon, venido no se sabe de dónde, pasaba
sus dias consagrado a la meditacion i a la plegaria. Acompañábale
una cabra, i no faltó quien le viese en coloquios misteriosos con
ella. La fama de su santidad empezó a difundirse por las tribus
vecinas, i las limosnas de los devotos tornaron bien pronto en
abundancia la miseria i escasez de la viuda, cuya morada se
convirtió en un santuario a donde venian en peregrinacion los
personajes mas venerables. Un dia el santo contemplativo anunció
a su huesped que eran llegados los tiempos en que debia
desempeñar la árdua mision que le estaba confiada, i que mui en
195

breve llegaria a sus oidos la fama del poderoso sultan de los


creyentes, con lo que partió de aquel lugar sin decir a dónde se
dirijia. Poco despues, en efecto, en la tribu de los Su-Halia, se
anunció la aparicion del sultan Moharnmed-Ben-Abd-Allá, enviado
por Dios para espulsar a los franceses, el Mulé-Saa que bajo aquel
mismo nombre tenian de antemano anunciado las profecías. Una
diffa relijiosa tuvo lugar tan luego como la novedad del
acontecimiento atrajo algunos creyentes i el Mulé-Saa hizo su
primera predicacion, anunciando abiertamente su mision divina,
ofreciendo el perdon de los pecados, la invulnerabilidad en la guerra
santa, para los que creyesen firmemente, los goces del paraiso para
aquellos que a causa de su poca fé recibiesen la muerte, para todos
el saqueo de las ciudades i la satisfaccion de todos los apetitos,
promesa que desde Mahoma hasta Bou Maza han hecho, i por
desgracia de los pueblos, cumplido casi siempre a los árabes sus
relijiosos caudillos. La fama de las predicaciones del divino sultan
se estendió por montes i valles, los festines relijiosos se sucedieron,
el proselitismo cundia por todas las tribus; la esperanza se
reanimaba con la narracion de los milagros obrados por el profeta,
hasta que sintiendo bien templado el fanatismo musulman,
henchido su tesoro de duros, i viendo desfilar las bandas de
forajidos del Sahara, que acudian a alistarse en sus banderas, Bou
Maza, o el hombre de la cabra, proclamó la guerra santa contra los
franceses, i excitó aquella famosa insurreccion del Dahra que
apenas acaba de ser sofocada. Ya vé V. si convenia que no
olvidase que Mohammed- Ben-Abd-Allá habia de llamarse el Mulé-
Saa prometido i que los soldados de Dahra habian de matar a los
soldados franceses. La verdad es que hasta hoi se ignora el
verdadero nombre del de la cabra, que por poco no realiza en todas
sus partes las profecías. Tan profunda i ciega era la fé de todos en
el sultan, que Abd-EI-Kader mismo mandó una comision de
teólogos a verificar en la persona de Bou Maza la filiacion que las
profecias daban del Mulé-Saa, pues segun una de ellas debe tener
en la frente un signo natural; una berruga le habria bastado; pero
faltándole este requisito, Abd-El-Kader se creyó, sin incurrir en la
tacha de impío, autorizado para no creer en él.
I miéntras tanto ¿cuál es la moralidad de estos pueblos que
viven en presencia de Dios, i cuyos jefes se llaman El Servidor del
Clemente, que eso quiere decir Abd-EI-Kader, o el Servidor del
Fuerte, traduccion de Ab-El-Ramen? Es imposible imajinarse
depravacion moral mas profunda, ni hábitos de crímen mas
arraigados. La historia no presenta nada de comparable, sino en
sus épocas mas tenebrosas. El Agah vive de las espoliaciones que
196

ejerce sobre su propia tribu; una tribu emprende razzias (los


malones de nuestros indios) sobre las otras para arrebatarles el
ganado, i el jefe que los acaudilla corta con su propia mano la
cabeza al infeliz Kadi o Agah a quien despoja de los bienes i de la
vida. En Máscara, en los momentos de mi llegada, una tribu del Tell
mandaba solicitar permiso de la autoridad francesa para emprender
una razzia sobre otra del Sahara; i esto porque ya se la habia
impuesto una fuerte multa por un acto igual consumado de motu
propio. Las venganzas de familia se transmiten de una a otra
jeneracion, i no pocas veces el ejército frances ha levantado el
bloqueo, puesto a los restos de una tribu condenada al esterminio
por las otras, i que se habia asilado para salvarse en alguna
hondonada inaccesible del Atlas. La recta administracion de justicia
de los tribunales franceses, léjos de dejar satisfechos los ánimos,
no sirve sino para exasperarlos mas, pues tan habituados estan al
asesinato i al pillaje, que atribuyen a intento siniestro de acabar con
los árabes la ejecucion de los delincuentes. En Arjel, habian
fusilado, un dia ántes de mi arribo, cuatro árabes de entre ocho que
habian concurrido al asesinato del guarda de un telégrafo i dos
europeos mas, la mujer i la hija del primero, con una alevosía i
premeditacion horribles. Mujeres árabes se habian consagrado de
meses ántes a concillarse el afecto de la familia a fin de poder
entrar i salir sin exitar desconfianzas. Una noche se introdujeron
ocho árabes miéntras los huéspedes comian: se sentaron en torno
de la mesa; comieron del pan que se les brindó, i de repente como
banda de hienas se echaron sobre ellos i los cosieron a puñaladas.
Pues bien; el pueblo se arrodillaba, en el lugar del suplicio, para
besar la sangre de los mártires de su relijion, que tales reputa a los
que matan cristianos, no importa por qué medios. Los diarios de
Bona referian otro caso igualmente singular: Una banda de árabes
habia asesinado en Orleansville dos Europeos, i la justicia habiendo
capturado algunos de los criminales condena tres a la última pena.
Las familias de los ajusticiados se reunieron para deliberar entre sí,
i oiga Vd. la singular decision moral que siguió su fallo: "Tres árabes
nos han tomado, se dijeron, por dos cristianos, nos falta uno", i dos
individuos, con autorizacion de los suyos, se encargaron de acechar
al patron de los dos europeos muertos, para saldar con su vida el
déficit de este balance de sangre humana. Un año sin faltar un solo
dia han rondado estos dos hombres con la tenacidad de chacales
los alrededores de Orleansville, hasta que la víctima condenada a
morir por fallo tan inicuo, cayó con el corazon atravesado de un
balazo!
Oh, no! Dejemos a un lado todas esas mezquindades de
197

nacion a nacion i pidamos a Dios que afiance la dominacion


europea en esta tierra de bandidos devotos. Que la Francia les
aplique a ellos la máxima musulmana. La tierra pertenece al que
mejor sabe fecundarla. Por qué ha de haber prescripcion en favor
de la barbarie, i la civilizacion no ha de poder en todo tiempo
reclamar las hermosas comarcas segregadas algunos siglos ántes,
por el derecho del sable, de la escasa porcion culta de la tierra? Ella
debe pedirles cuenta de aquella brillante Africa romana cuyos
vestijios se ven por todas partes aun, i la comunidad cristiana nunca
debe olvidar el concilio tenido por S. Agustin, al que concurrieron
trescientos ochenta obispos africanos, que tantas eran las ciudades
que embellecian esta tierra, granero del mundo entónces i que hoi
no produce suficientes abrojos i espinos para alimentar algunos
rebaños de camellos i de cabras. Es imposible imajinarse barbarie
mas destructora que la de este pueblo; los ríos que descienden de
las montañas léjos de fertilizar las llanuras solo sirven para
convertirlas en ciénagos infectos; el árabe no toma posesion de la
tierra, i gracias si en la vecindad de Oran, arroja algunos puñados
de trigo sobre la tierra mas bien rasguñada que arada, i dejando
crecer con la simiente los matorrales i plantas tuberculosas de que
ha descuidado limpiar el suelo. Las enfermedades cutáneas roen a
este pueblo, como la mugre carcome sus vestidos, i en medio de la
miseria física en que se revuelca i la degradacion moral de su
espíritu, abriga un sublime desprecio i un odio inestinguible contra
los europeos. Jamas la barbarie i el fanatismo han logrado penetrar
mas hondamente en el corazon de un pueblo, i petrificarlo para que
resista a toda mejora. Entre los europeos i los árabes en África no
hai ahora ni nunca habrá amalgama ni asimilacion posible; el uno o
el otro pueblo tendrá que desaparecer, retirarse o disolverse; i amo
demasiado la civilizacion para no desear desde ahora el triunfo
definitivo en África de los pueblos civilizados. Durante los doce
primeros años de la guerra, los árabes han sido, mas bien que
reprimidos, animados a la rebelion, por la dulzura misma de los
medios que se empleaban para someterlos; mas despues de la
insurreccion del Dahra, la administracion ha sido montada segun las
prácticas de gobierno i las propias tradiciones árabes. Todas las
tribus sublevadas han sido condenadas a pagar una multa por
tienda, la tribu prófuga perdido el derecho del terreno que ocupa, las
lejanas asoladas por razzias contínuas, los rebaños despojados de
sus ganados; i en los primeros tiempos de este sistema, el jeneral
Royer, cuando tenia noticia del asesinato de un europeo, acudia a
la tribu mas cercana al lugar de la catástrofe, i pedia el delincuente,
o cien cabezas de árabes en espiacion!
198

El mariscal Bugeaud, duque de lsly, me hizo el honor de


esplicarme detalladamente su sistema de guerra i administracion.
Desde 1830 hasta 1840, la guerra habia sido no solo onerosa sino
estéril, el ejército frances en masa con su artillería, bagajes i trenes,
se avanzaba lentamente, hácia el interior, tiroteado de dia i noche
por las montoneras árabes que lo circundaban. El ejército volvia a
Arjel al aproximarse el invierno i los árabes a ocupar los mismos
puntos que ántes. El mariscal Bugeaud, para remediar la nulidad de
este sistema, desembarazó en primer lugar al ejército de la artillería,
furgones i bagajes; dividiólo en columnas separadas pero que
debian prestarse mútuo apoyo, de manera que una, comprometida
en el interior, encontrase dos a su retaguardia en escalones, i estas,
cuatro, hasta formar con el ejército un inmenso triángulo, o falanje
macedonia, cuya ancha base estaba en dos puntos ocupados en la
costa. Este modo de avanzar se llama hacer una punta, término que
se aplica en África jenéricamente a todas las espediciones. Dado el
impulso, los jenerales subalternos mejoraron el sistema dividiendo
las columnas espedicionarias en dos; una alijerada de todo peso i
acompañada de la caballería, i otra que marchaba en su apoyo con
los víveres, enfermos i bagajes. Así se han hecho razzias aun en el
Sahara, con grande espanto de los Beduinos, que se creian allí
fuera del alcance de la infantería francesa. Cuando una montonera
árabe se propone hacer frente, la infantería marcha en línea hácia
ellos, hasta que, en un pais tan quebrado como este, un accidente
del terreno, la proximidad de un desfiladero, o la interposicion de un
torrente, fuerza a los árabes a agruparse en un solo punto.
Entónces la caballería francesa que viene a retaguardia, se echa
sobre ellos, introduce la confusion i la derrota. El mariscal llama a
estas batallas ambulantes i desenvolviendo sus ideas, sobre la
nulidad de la caballería árabe, me indicó el pensamiento en que
estaba de montar infantería a mula, para perseguirla hasta el
desierto: mostrándose mui maravillado i complacido cuando le
aseguré que en América, teniamos infantería montada en los paises
que como en las Pampas, las montoneras vagaban a su salvo, sin
que los ejércitos regulares pudiesen darles alcance. Lo mas notable
es que en la Arjelia, como en la República Arjentina, no han faltado
jenerales, que seducidos por la aparente ventaja que en su
movilidad ofrecen las masas de caballería, propusiesen adoptar el
sistema árabe, resolviendo en caballería todo el ejército. Pero el
mariscal comprendió mui bien que los franceses, parodiarian a los
gauchos árabes, i que para vencer a un pueblo bárbaro, es preciso
conservarse civilizado, esto es, adaptar a las localidades, los
medios de guerra que la ciencia de los pueblos cultos ha
199

desenvuelto. Gracias a este sistema, el Mulé-Saa, en despecho de


las profecías, anda hoi errante en el desierto, mendigando la escasa
diffa que no pueden negarle las tribus, i el poder de la Francia es
suficientemente insolente para mandar imponer a la poderosa tribu
de los Uled-Nails, que prestó hospitalidad a Bow-Maza, una multa
de 200,000 francos, sin temor de mostrarse impotente para ir al
Sahara a castigar la desobediencia que pudiera orijinar pretension
tan abultada.
Muchos datos preciosos he atesorado en África sobre
colonizacion, lo que reservo para un trabajo especial; el mariscal
tuvo la complacencia de darme un ejemplar de un trabajo suyo
sobre la materia; pues el ser mariscal, i viejo soldado del Imperio,
no estorba que tenga una intelijencia despejadísima i una diccion
animada i lucida. Sus maneras participan de la llaneza militar i de la
afabilidad francesa, i la espresiva recomendacion con que me
favoreció M. Lesseps, Cónsul Jeneral de Francia en Barcelona, fué
atendida como lo merecia la distinguida reputacion del filántropo
que con tanta justicia i a porfia han decorado todos los soberanos
de Europa. Debo a la jenerosa oficiosidad de M. de Lesseps, no
solo haber sido presentado a M. Cobden, el famoso ajitador del libre
cambio, i al mariscal Bugeaud, el primer guerrero en actividad que
tiene hoi la Europa, sino, lo que ménos podia prometerme, la
satisfaccion, para mi vanidad literaria, de haber sido reconocido
literato i publicista americano por los mas poderosos Agahs i Kadies
de las tribus árabes. Es el caso que sabiendo el mariscal que
deseaba aproximarme a las tribus, a cuyo efecto me proponia
penetrar en el interior por Oran, hasta Tlemcen o Máscara, a fin de
verlas en su estado normal, llevó su oficiosidad hasta darme no solo
cartas para el jeneral Lamoriciere, gobernador de Oran, i para que
se me facilitasen los medios de llevar a cabo mi designio, sino
tambien circulares a las autoridades árabes, a fin de que fuese
escoltado en el interior i recibido en las tribus, como un
recomendado (en el carácter de literato) del alto, temido i poderoso
gobernador jeneral de la Arjelia. Imajínese si he debido gozar en
esta escursion, cuyos detalles me anticipo a comunicarle.
El vapor del Estado que hace la travesía de Arjel a Oran, toca
a su paso en Cherchel, Tunez, Mostaganem, Arzew,
establecimientos franceses en la costa, llenos de movimiento i
animacion. Desde Mers-El-Kebir, última estacion, las diligencias
conducen a Oran a los viajeros por un camino escavado en la roca
viva, entre el mar i la montaña que circunda la bahía. Oran es una
segunda edicion de Arjel con variantes de colinas i valles, pero la
misma fisonomia, igual movimiento de construccion, igual mezcla de
200

moros i franceses, de judíos i españoles, de negros i árabes, por lo


que me abstendré de entrar en otros pormenores, indicando de
paso tan solo que en lo ancho de las calles i el aspecto de los
edificios públicos, se deja traslucir todavía la pasada dominacion
española. Dos dias despues de mi arribo, sabiendo que el jeneral
Lamoriciere estaba ausente, presenté las cartas del duque d'Isly al
jefe del bureau árabe, quien anticipándose a toda solicitud de mi
parte, me ofreció caballos, guía, escolta i las órdenes necesarias
para ser recibido de los jefes de las tribus, indicándome ademas la
direccion de Máscara como la mas conducente al logro de mi
objeto. A las ocho de la mañana del dia siguiente todo estaba
dispuesto para la partida. Un shauss, empleado civil árabe,
conducia dos órdenes escritas en arábigo, por las que se prevenia a
los jefes de duar me ofreciesen la diffa, correspondiente a un amigo
del mariscal. La diffa es una comida que el duar subministra a los
enviados del gobierno, i un duar, una reunion de veinte i cinco
tiendas: varios duares forman una seccion de tribu, i cinco
secciones forman la tribu, mandada por un Agah i un Kadí, cada
uno de los cuales tiene un kalifa o teniente. Acompañábanme
ademas dos jinetes árabes, mi sirviente que hablaba español,
frances i árabe, i mas adelante se me reunió un oficial de Spahis,
condecorado con la Lejion de honor, i turco de raza.
No estrañe V. que no le describa el pais que atravesábamos,
jeneralmente llano, accidentado de colinas i variado por el aspecto
de algunas villas nacientes: el placer de verme a caballo en campo
abierto e inculto i con la dorada perspectiva de galopar a mis
anchas, me distraia de prestar atencion a los objetos que me
rodeaban. Los instintos gauchos que duermen en nosotros miéntras
no podemos disponer de otro vehículo que carruajes, trenes o
vapores, se habian despertado de golpe al estrépito de las pisadas
de una partida de caballos, i desde que salimos de Oran, como el
instrumentista que recorre el teclado, ántes de aventurarse en la
ejecucion de unas variaciones difíciles, yo aplicaba al caballo las
espuelas haciéndolo corcobear, a fin de descubrirle el juego, es
decir toda su ajilidad i destreza. En seguida deseando darme aire
de un Agah o un Talba árabe, estudiaba a hurtadillas en mis
compañeros la manera de llevar el bornoz, de que me habia
provisto para solemnizar con sus anchos i pomposos pliegues, la
gravedad de mi posicion oficial, que hacian mas encumbrada que el
Salam del bureau lo corto de los estribos árabes, cuya forma aun
conservan en España los picadores, i lo alto del espaldar carmesí
de la silla, especie de poltrona en que el jinete va punto ménos que
en cuclillas, i cuya postura aunque insufrible físicamente hablando
201

es el chique de la gracia árabe i el mas poético matiz del color local.


Una hora habia sin embargo que marchábamos al trote con
mucha mortificacion mia, que iba, para usar de la enérjica figura del
pueblo en América, saliéndome de la vaina por probar la tan
ponderada lijereza de los caballos árabes, cuando el Shauss me
observó que si seguiamos a aquel paso, llegariamos a deshora al
Sig, donde habiamos de pasar la noche. Por el muslo del Profeta,
hube de esclamar yo, indignado, al oir tan fea como no merecida
reconvencion. ¡Protesto, que si el caballo no revienta, puedo sin
fatigarme ir a tirar la rienda al último oasis del Sahara!.... Tan
ortodojo juramento como la hipérbole que lo acompañaba, oriental
por el fondo i la forma, debieron de ser mui del agrado de mi
comitiva, pues no bien habia acabado de hablar, a un grito de uno
de los jinetes, los caballos partieron a todo escape sin que me fuese
posible contener el mio, que parecia obedecer a órden superior,
dando al traste, arranque tan imprevisto, con mi afectada gravedad
árabe, i haciendo flotar al aire a guisa de velas latinas las puntas del
blanco bornoz. Despues he tenido ocasion de observar otras
habilidades de los caballos árabes, tales como distribuir mordiscos i
coces a derecha e izquierda por indicacion i órden del jinete: no ví
ninguno sin embargo que como el de Bou-Maza lanzase balas, rii
hiciese otra demostracion prodijiosa. Cuando hube logrado
reponerme en la posicion perpendicular i colocado debidamente mis
arreos, revindicando por una descarga de azotes a mano airada la
comprometida reputacion de jinete, saborié, con la inefable beatitud
de los colejiales, el indecible placer de galopar horas enteras por
montes i valles, salvando una sanja aquí, arremetiendo con un
espeso matorral acullá i aspirando a torrentes el aire recargado de
las exhalaciones húmedas de la vejetacion i del polvo que las
pisadas de los caballos suscitaban. I para que las reminiscencias de
la vida americana fuesen mas vivas, a poco andar abandonamos el
camino, i cortando el campo, la comitiva se dirijió a unas lomadas
que a lo lejos se divisaban, i en cuyos recuestos estaba acampado
el duar que debia subministrarnos la diffa de la mañana. Como V.
vé, en África, bien así como en nuestras Pampas americanas, la
línea mas recta es el camino mas corto para llegar de un punto a
otro, mal que les pese a los propietarios de los sembradíos; de los
que atravesamos ocho por lo ménos, sin que la comitiva se
desviase un ápice de su direccion.
Al fin satisfechos los pulmones i cuando los caballos
empezaban de suyo a aflojar el paso, cambiamos de aire sin
hacernos violencia, ya para que los árabes encendiesen sus largas
pipas, ya para dar tiempo a preparar la diffa en el no distante duar,
202

a donde se habia adelantado un jinete portador del Salan supremo,


que la ordenaba. Una especie de encojimiento se apoderó de mí
cuando nos acercábamos al círculo que forman las tiendas del duar,
i el espíritu distraido hasta entónces por la agradable ajitacion de los
sentidos, empezó a recojerse de suyo i entregarse a reflexiones
serias. Americano de las faldas remotas de los Andes iba a ver a
aquellas tribus árabes, herederas de las costumbres patriarcales de
las primeras edades del mundo, a ser el huésped de la antigua
hospitalidad, a contemplar de cerca los detalles domésticos de la
vida nómade. Las grandes figuras de la Biblia se agrupaban en la
imajinacion, como si Rebeca o Yaule, sus hijos i las mujeres de sus
hijos fuesen a presentárseme vivos aun en el dintel de las tiendas a
qué me aproximaba. Hubiera querido detenerme un momento para
dejar pasar esta especie de vértigo; pero tocábamos ya el circuito
de espinos que rodea el duar; los ladridos de los perros llenaban el
aire, los árabes se dirijian lentamente hacia nosotros, precedidos
por el jefe que se adelantaba a tenerme el estribo al descender del
caballo, como una cortesía digna de un recomendado del gobierno.
No sabiendo qué decir le alargué la mano, que sin tomarla tocó él
con la punta de los dedos, los cuales besó rápidamente,
haciéndome seña en seguida de entrar en la tienda cuya tela
solevantaba otro árabe, a fin de que no me inclinase demasiado.
Otro traia un tapiz sobre el cual se me invitó a sentarme, lo que hice
con la mayor compostura, cruzando las piernas a la manera
oriental, i arreglando artísticamente en torno de mi persona los
pliegues del bornoz. El silencio que me imponian mi ignorancia de
los usos i del idioma árabe i lo nuevo de la situacion, me tenia
turbado e inquieto, a lo que se anadia la violencia de la postura que
creia de rigor i que me causaba calambres en los músculos de las
piernas; pero una mirada echada en torno de mí, bastó para darme
confianza i holgura: algunos de mis huéspedes se habian tendido
de bruces, tal estaba mas cómodo de espaldas, cual de medio lado
i cual otro en cuclillas, lo que me hizo conjeturar que habia tambien
entre los árabes cierto sans gêne agradable; por cuya razon me creí
autorizado a levantar una rodilla a la altura de la cara, i apoyarme
en ella, abrazándola con ámbos brazos, como lo hacen nuestros
gauchos; postura comodísima i admitida sin duda desde hoi por el
ritual de la buena crianza oriental.
Desde que hube recobrado el desembarazo del cuerpo,
necesario para que el alma funcionase sin tropiezo, la tienda i
demas objetos cayeron bajo el escalpelo de la crítica. Tate! me dije
para mí, yo conozco todo esto, i las tiendas patriarcales de los
descendientes de Abrahan, no estan mas avanzadas que los toldos
203

de nuestros salvajes de las Pampas. Igual i aun mayor desaseo,


humedad i escasez de todas las comodidades de la vida: las
tiendas de tela grosera de lana parduzca sostenidas sobre palillos
nudosos i endebles; los perros saltando por entre los hombres; una
hilera de corderillos recien nacidos, enlazados a una cuerda para
retenerlos dentro de la tienda-sala-de-recepcion; una turba de
muchachos sucios i cubiertos de harapos, alargando desde la
puerta los tostados cuellos para ver al Rumi (cristiano). Dios mio!
Dios mio! cuántas ilusiones disipadas de un golpe, cuánta poesía,
cuántos recuerdos históricos, i sobre todo cuántas descripciones de
escritos echadas a perder por la realidad mas prosáica i miserable
que se palpó jamas! Algunas preguntas hechas de tarde en tarde
por medio de mi intérprete me ayudaron a disminuir el fastidio que
me causaba la larga espectacion de la diffa, la cual se hacia esperar
demasiado; i eso es que yo no abrigaba ilusion ya sobre su
importancia en vista de tan significativos antecedentes, a mas que
mi oficial francés, gran conocedor en la materia, me habia
aconsejado llevar conmigo un perro a quien pasarle por lo bajo los
mejores bocados, si queria evitar un pronunciamiento en el reino
estomacal. Pero yo me disponia a gustar la diffa, como el médico
prueba a veces los remedios que administra; que a tanta costa debe
el viajero comprar el privilejio de ser el héroe de su propia novela.
La diffa se anunció al fin: precedíala un plato de madera lleno de
tortas fritas, colocadas simétricamente para dar lugar i apoyo a una
docena de huevos durísimos que formaban una pirámide hacia el
centro. Un árabe se lavó solo la punta de los dedos en una sucia i
abollada basija de cobre, en la cual se nos sirvió en seguida agua
para beber; mas tarde leche de obeja, i luego agua de nuevo. A
cada ronda que la malhadada vasija hacia, seguíanla mis ojos de
mano en mano para llevar cuenta de los puntos del borde donde los
árabes ponian sus labios. Esfuerzo inútil; al fin descubrí una
abolladura inaccesible que me reservé desde entónces para mi uso
personal. El árabe que se habia lavado dos dedos lo suficiente para
alcanzarse a discernir de léjos la costa firme que descubria la parte
vírjen de la mano, me descascaró dos huevos que engullí casi
enteros, a fin de que pasase cuanto ántes aquel cáliz de mi boca.
Tenga V. paciencia, mi querido amigo, ya vé que cumplo con
la promesa que a peticion suya le hice de describirle las costumbres
árabes. Las tortillas fritas vinieron en seguida, i aunque crasas i
espirituosas en fuerza de lo rancio de la mantequilla, yo sostuve
como un héroe mi posicion, sin pestañear, sin titubear un momento,
sin echar mano siquiera de uno de tantos subterfujios i engañifas de
que en iguales casos se habria servido un gastrónomo vulgar. Mas
204

hice todavia. Habiéndome revelado alguno que aquel lago fangoso


que se divisaba en el fondo del plato i que yo habia respetado,
tomándolo por cebuno depósito de la fritanga, era miel de abejas,
descendí hasta él con los pedazos de las tortillas, alzando una
buena porcion en cada revuelco. Hasta aquí todo marchaba en el
mejor órden; pero aun faltaba lo mas peliagudo de la empresa, i
nada se habia hecho, si no lograba hacer pasar el cuscussú,
verdadero quis vel quí para estómagos europeos de la regalada
gastronomía del desierto. Es el cuscussú una arenilla
confeccionada a mano, hecha con harina frita sin sal i anegada
despues en leche. Confieso que cuando se presentó el enorme
plato que lo contenia, el cuerpo me temblaba de pies a cabeza, no
obstante que nunca he tenido miedo a manjar ninguno; un sudor
helado corria por mis sienes, i el estómago, no que el corazon me
latia, cual jime el niño a quien el pedagogo manda al rincon. Lo peor
del caso era que yo debia principiar, como el héroe de la fiesta, sin
la cual nadie era osado de hundir su cuchara de palo en la movible
arena farinácea. Repentinamente, como el que al bañarse en el mar
se precipita de cabeza despues de haber vacilado largo tiempo
prescintiendo la impresion del frío, yo enterré mi cuchara hasta el
mango, i sacándola llena de cuscussú i leche la sepulté en la boca.
Lo que pasó dentro de mí en este momento resiste a toda
descripcion. Cuando abrí los ojos, me pareció hallarme en un
mundo nuevo; todos mis tendones contraidos por el sublime
esfuerzo de voluntad que acababa de hacer, se fueron estirando
poco a poco, i dispersándose con la alegría de soldados que
abandonan la formacion despues de disipada la alarma hija de
alguna noticia falsa. De todo ello he concluido que o el cuscussú no
es abominablemente ingrato, o que Dios es grande i sus obras
maravillosas; o en fin que no se ha inventado todavía el potaje que
me ha de hacer volver la cara. Despues del cuscussú a quien juré,
por la Meca, acometer donde quiera que se me presentase, se
personó ante mí un corderito asado a la manera de nuestros asados
de campo en América. Si la diffa hubiera principiado por este
capítulo, V. se habria visto defraudado de toda la enojosa
descripcion que acabo de hacerle de la hospitalaria mesa árabe, sin
que pueda V. creer que en otros duares o en otras tribus sea mejor
condimentada. He recibido la diffa en cuatra duares de tribus
diversas, i mas o ménos rancia la mantequilla; un jarro de lata con
la impresion de los dedos de tres jeneraciones, en lugar de la vasija
de cobre; algunos cardos silvestres, o un puñado de dátiles por
añadidura, en todas partes la diffa es siempre la misma.
Ya conoce V., pues, lo visible de la vida de la tienda, i no se
205

empeñe en penetrar en lo doméstico que debe de ser tal para cual.


Las mujeres no se presentan a la vista de los estraños, aunque se
pueda desde la tienda de recepcion oir sus voces guturales en una
subdivision contigua. Por un accidente singular sin embargo, tuve
ocasion de contemplar el bello aunque desaseado sexo del duar de
Abd-el-Bach, el jefe que he visto mas interesante por la belleza
típica de su semblante, i la dignidad afable de sus modales. Al
terminarse la diffa me llamó la atencion un rumor estraño de voces
humanas, con cierta cadencia acompasada que me traia a la
memoria la reminicencia de algo parecido que habia debido oir no
sé donde. Despues, reflexionando, he recordado que era el canto
plañidero con que las recuas de negros en el Brasil se acompañan i
animan al trabajo. Volviendo la vista hácia el lugar de donde me
parecian venirlas voces, descubrí a lo léjos un círculo de mujeres
que hacian con las manos rapidísimos movimientos, cruzando i
descruzando los brazos, i tocando repetidas veces el rostro. Fijando
en este grupo grotesco mi anteojo de bolsillo, pude discernir los
bellísimos ojos llevados al cielo de una niña de quince años que se
entregaba a aquel estraño ejercicio, con cierta gracia que la hacia
interesante, a pesar del desaliño de sus vestiduras flotantes.
Pregunté, sin dejar de mirar, lo que aquello significaba, i me dijeron
que era una familia que lloraba la pérdida de uno de los suyos,
preso por los franceses aquella misma mañana para mandarlo a
Francia: el murmullo cadencioso de las voces eran oraciones
recitadas en coro, i el movimiento de las manos lo hacian para
rasguñarse la cara i los brazos en señal de desesperacion. Tan
estrena escena cambió para mí, desde entónces, de ridícula en
solemne i respetable, asombrándome de ver hasta qué punto
pueden la relijion i las fórmulas tradicionales avasallar la naturaleza
humana. En lugar de llantos descompasados se oia el canto lúgubre
de oraciones recitadas cadenciosamente, i en lugar de lágrimas se
empeñaban las dolientes en hacer vertir sangre de sus mejillas. En
medio de estas prácticas, para nosotros estravagantes, pude sin
embargo reconocer con el anteojo a la madre del que lloraban
perdido, en la verdad i pasion que se descubria en todos sus
movimientos i contorciones. Con efecto, cualesquiera que los usos
sean, qué dolor hai que se parezca al dolor de las madres, cada
una de las cuales puede repetir con la misma verdad el sublime
venite et videte del evanjelio. Como me fuese imposible apartar la
vista de aquel curioso cuan tierno espectáculo, pregunté al shauss
si los árabes llevaban a mal que los estraños mirasen a sus
mujeres; lo cual entendido por el jefe, me hizo decir que si deseaba
acercarme a ellas, él me acompañaría. Fuimos en efecto i a una
206

indicacion suya el movimiento se paralizó i cesaron los cánticos, i la


madre que yo habia comprendido de lejos, vino hácia mí, i con
movimientos de cabeza convulsivos i señalándome el cielo, parecia
preguntarme si hallaba justo lo que los franceses hacian con ella.
Llamé a mi intérprete para hacerla decir, que en Francia no le
harian mal a su hijo, que su cautiverio no seria largo, i todos esos
consuelos vulgares, que se prodigan para dolores que no quieren
ser consolados. En el entretanto las muchachas mas ariscas se
iban aproximando con disimulo, i ya contemplaba las no indiferentes
gracias de la de los ojos negros, cuando una vieja bruja vino con
improperios a decirlas que estaban perdiendo el tiempo que debian
emplear en rezar; retahila comun a las dueñas de todas partes,
mulsumanas o cristianas, con lo que fué, pues, preciso retirarse.
Cuando van a las ciudades, las mujeres árabes como las moras, se
envuelven en mantos i velos blancos sin mas diferencia que la de
no descubrir aquellas ni los ojos siquiera. El adorno principal son
unos grilletes de plata en los tobillos tan gruesos como los de hierro
de nuestras prisiones, sobre todo si la persona es de calidad. En
Máscara me paseaba en el camino en circunstancias que una
comitiva de mujeres se acercaba, i que al verme se cubrieron todas
completamente el rostro. La que venia a la cabeza descubria, por el
garbo de su talla, finura i limpieza de sus envoltorios, lo maciso de
los grilletes i cierta coquetería en el talante que era una dama de
distincion; pero cómo verle el velado semblante? He aquí la
injeniatura! Al acercarse al lugar que yo ocupaba díle la espalda i
mirando con distraccion el suelo, repentinamente fijo la atencion en
un punto; tocólo con el pié retirándolo inmediatamente como cuando
se quiere mover con los dedos una brasa ardiendo; repito segunda
vez i cuando creí haber producido el efecto, vuelvo la cara
bruscamente hácia atrás i sorprendo a mi beldad árabe que se
habia detenido a observar mis movimientos i descubiértose la cara
dejándome ver unos lindos ojos, unas cejas unidas entre sí por un
tatuaje azul i un carrillo teñido de colorete subido como la mancha
de una manzana. Oh! mujeres, mujeres, parecia decirle al mirarla
sonrriéndome, sois las mismas en todas partes, curiosas. Esto es
todo cuanto he podido descubrir de los encantos i existencia de las
mujeres árabes, por lo que i volviendo a la terminada diffa
continuaré la narracion de mis aventuras de viaje.
Desde el duar partimos hasta entrar de nuevo en el camino
público, de que nos habiamos separado por la mañana, sin que
hubiese cosa digna de mencion, sino es la pintoresca fisonomía de
los caminos africanos en jeneral. Preséntense con frecuencia
caravanas de camellos marchando a paso lento, sin que el menor
207

ruido de pisadas anuncie su proximidad, i todos invariablemente con


los ojos al parecer fijos en el cielo: sígueseles una récua de
borriquitos enanos, no mas altos que un mastin. Viene en pos otra
de vacas i toros cargados de fardos i con sus albardas i arreos
como las demas bestias de carga i disputándoselas a camellos i
borricos, a cuales marchan mas despacio i reciben en cambio i con
mayor calma los palos i zurriagazos de los árabes. Un poco mas
allá viene o va una larga fila de furgones del ejército cargados de
víveres o árboles en almácigo, mas léjos resaltan los pantalones
garance de una compañía de soldados que marcha a discrecion a
su nuevo acantonamiento; aquí dos o tres mujeres sentadas en un
estrado elevado sobre el lomo de los borricos, allí diez árabes
haciendo oracion.
En medio de este movimiento i despues de ascender una
serie de colinas, el shauss me señaló en el camino los montoncillos
de piedras, reunidas aquí i allí sobre una larga estension del
camino. Eran, segun me dijo, las señales de los depósitos de
cadáveres sepultados despues de la sangrienta batalla de Muley-
Ismail, dada entre Abd- el-Kader i el jeneral Trezel, poco tiempo
despues de la ocupacion de Oran, i desde cuyo punto el ejército
frances tuvo que retroceder, temiendo las consecuencias de
aventurarse en un terreno cubierto de bosque espeso. I
efectivamente en todas direcciones i hasta donde la vista puede
alcanzar por la llanura i las lomadas circunvecinas, descúbrese un
bosque continuo de olivos silvestres, dejenera dos vástagos de los
olivares que en otro tiempo hacian la riqueza de la poblacion de los
alrededores. Al ver esta estension que abraza veinte, si no treinta
leguas cuadradas, cree uno hallarse en medio de la Andalucía, i
aun fijando la atencion donde los olivos son mas añosos, se pueden
discernir las líneas rectas del plantio primitivo. Los árabes,
esterminando al pueblo que los cultivó, han dejado esterilizarse tan
pingüe fuente de riqueza, i si la vista de esta vejetacion desolada,
frondosa en despecho del abandono, no basta para lastimar el
corazon, léjos de alegrarlo, al salir del bosque la vista descubre de
improviso la hermosa llanura del Sig, atravesada por el rio que le
presta su nombre i sin embargo inculta, apénas habitada, i malsana
a causa de la estagnacion de las aguas. A lo léjos se divisan cual
garzas, inmóviles i solitarios, siete u ocho Marabuts o sepulcros,
monumentos de la piedad árabe, i únicos vestijios humanos en
estension tan dilatada. I sin embargo, andando mas adelante hácia
la villa del Sig, que en un costado construyen los franceses, el
viajero tropieza con las escavaciones recientes de donde los
colonos sacan a discrecion piedra labrada de una grande ciudad
208

romana, que la barbarie ha muerto i sepultado, haciendo olvidar el


nombre con que fué conocida en sus tiempos de prosperidad.
¡Estraño destino de las cosas humanas! ¿Cómo ha podido suceder
que la ciudad que cual reina dominaba aquella llanura, haya
desaparecido del todo, resistiendo mas bien la naturaleza en los
olivares, que no pudieron los fuertes muros, los palacios i la
inmensa poblacion que encerraban? Encuéntranse en medio de sus
escombros monedas romanas de las que conservo algunas,
instrumentos de cobre i de hierro, varias inscripciones; pero nada
que revele hasta hoi el nombre de la desdichada ciudad anónima,
cuyas piedras viene a poner de pié nuevamente la civilizacion, para
resucitar el antiguo esplendor de estas comarcas! Solo viendo de
cerca la malograda estension de sus llanuras, puede comprenderse
cómo en tiempo de los Gracos la Mauritania Tangitania, esto que
hoi se llama Arjelía, era el granero de Roma, i los terrores pánicos
de la monstruosa ciudad cuando los contrarios vientos impedian
que las naves africanas cargadas de trigo llegasen a la Ostia del
Tiber.
Al contemplar, apoyado sobre un fragmento de columna,
estas humildes ruinas que nada dicen a los sentidos, he
esperimentado la congoja tan inimitablemente espresada por
Volney al ver las magníficas columnatas de Palmira. Estas llanuras
tambien estaban cubiertas de una poblacion activa, ilustrada i rica; i
ahora nada!....... Ni el sitio de las ciudades, ni el pueblo inmenso de
labradores que habitaba sus deliciosas campiñas. Pero adónde,
Dios mio, se han ido tantos millones de hombres!...... Preguntádselo
a la cimitarra i al Koran. ¡Oh! Mahoma, Mahoma! de cuántos
estragos puede ser causa un solo hombre cuando apoya i
desenvuelve los instintos perversos de la especie humana, o bien
cuando encuentra masas brutales que creen porque no son
capaces de pensar!
La villa del Sig que se construye rehabilitará bien pronto la
perdida ciudad romana, i una númerosa poblacion europea
afirmará, Dios quiera que para siempre, otro dominio que el de
estos feroces pastores, que han vuelto a la tierra, donde quiera que
han elevado sus tiendas, su esterilidad primitiva. Acaso la llanura
del Sig está destinada a obrar una de aquellas grandes
revoluciones morales que de tarde en tarde trastornan la faz del
mundo, curando alguna llaga especial de la especie humana. A
corta distancia de la villa moderna se está preparando el terreno
necesario para la formacion de un Falansterio. V. conoce sin duda
las doctrinas de Fourier, i las estrañas locuras con que ha mezclado
la enunciacion de las verdades mas luminosas. Faltábale a este
209

jénio singular, lo que sobra a los espíritus vulgares, lo que es la


herencia del pueblo; faltábale sentido comun. Pero nadie como él
ha presentido los conflictos de las sociedades civilizadas, las
coaliciones de los pobres que solo piden pan a los ricos, la nulidad
de las teorías políticas para asegurar la vida i el goce de los bienes
a todos los miembros de la sociedad. Dejemos a un lado su
apocalipsis i sus doctrinas antimorales pues que son la negacion de
la moral humana. Pero su idea práctica de reunir una villa en una
sola familia bajo un techo i un hogar comun, como los grandes
hoteles que con tanta ventaja esplota hoi la industria; criar los niños,
en una sola sala de asilo; educarlos en un colejio comun; asociar el
trabajo personal, el talento i el capital, en una grande esplotacion, i
asegurar a cada uno sin hacer comunes los bienes, su parte de
provechos que hoi solo recoje el rico; responder de la subsistencia
del anciano inválido, i cuidar de la mujer desvalida; hacer en una
palabra que cada uno tenga su proporcionada parte de felicidad, sin
que a unos toque como hasta hoi la opulencia i los goces, miéntras
que al mayor número solo caben en suerte veinte horas de trabajo, i
con ellas la desnudez, la ignorancia i los vicios; conseguir todo esto
o algo de ello, merece sin duda la pena de que se haga como cosa
perdida el ensayo de un falansterio, para ver hasta dónde el loco
era cuerdo, esperimentado el visionario, e inspirado el profeta. No
perdamos, pues, de vista el naciente plantel del Sig que puede
llegar a ser un árbol frondoso cuya semilla sea posible transportar a
América. La doctrina de Fourier, como la de M. Cobden, tiene por
fundamento la asociacion, i el uno tomando las sociedades por las
raices, i el otro por los frutos, aspiran al mismo fin, la mayor ventaja
del gran número. Desde el Sig donde pasé la noche, hasta
Máscara, el pais se va levantando en una série de colinas i
montañas, hasta que en la última elevacion se perciben las
higueras, viñas i granados que rodean la ciudad, centro en otro
tiempo de la efímera dominacion de Abd-El-Kader, i hoi punto
avanzado de la dominacion francesa en el Tell. Mi sirviente que
habia frecuentado esta ciudad árabe en distintas épocas, se
asombraba de no reconocerla despues de un año; i en efecto,
apénas queda en pié resto alguno de la construccion indíjena,
dominando aquí como en las demas partes el furor de edificar. Las
casernas de la tropa son verdaderos palacios, i las numerosas
obras públicas como las casas particulares en construccion no
impiden que se vayan escalonando algunas villas, hácia la llanura
de Eghrees, que se estiende semicircularmente al pié de la
eminencia que ocupa Máscara.
Sin duda que esta sucesiva aparicion de llanuras i montañas
210

habrá llamado la atencion de V. Es aquella en efecto la faccion


jeneral de esta parte del Africa, lo que se esplica con facilidad
teniendo presente que el Atlas no es una série de montañas como
jeneralmente se ha creido, sino los cantos i elevaciones que
sostienen las gradas parciales en que va elevándose el terreno
hasta llegar a la gran meseta central del África por esta parte, o el
Sahara arjelino, páramo llano i estéril, verdadera Pampa elevada en
que pacen millares de rebaños. De esta configuracion nace que al
ascender una série de colinas se encuentra una llanura, i así de
esta a otra mas elevada, hasta llegar a la última mas estensa que
se llama Sahara o el desierto, por oposicion a las gradas inferiores
que se denominan el Tell, o el pais de los cereales.
Manda la subdivision de Máscara el jeneral Arnault, jóven de
treinta i ocho años i como el jeneral Lamoricière, verdadero jeneral
africano, pues ámbos han pisado las playas arjelinas con el grado
de subtenientes. Haciendo razzias sorprendentes en el Sahara,
aturdiendo a los árabes por la fabulosa rapidez de sus marchas, i
venciendo dificultades al parecer superiores al esfuerzo humano,
estos dos bravos jóvenes han alcanzado las paletas de jenerales i
las cruces que los decoran. El jeneral Arnault me prodigó todas
aquellas atenciones que parecen jeniales a los franceses. Una
comitiva de oficiales me acompañó por invitacion suya a correr a
caballo la llanura de Eghrees, en la que me proponia hacer una
razzia sobre algunas malaventuradas aves acuáticas para disecar
corno recuerdo de mi paseo en el interior de África.
En aquella llanura está la casa paterna de Abd-El-Kader, hijo
deun gran marabut, a quien en una peregrinacion a la Meka le
fueron revelados en sueños los altos destinos que estaban
reservados a su hijo. Mas tarde en aquella misma llanura cinco mil
jinetes árabes se reunieron para proclamar Emir a Abd-El-Kader,
que largo tiempo soñó con formar de la Arjelia arrebatada a los
franceses, un estado soberano para él; pero el Dios de las batallas
ha dispuesto sin duda otra cosa i en despecho de los vaticinios, i de
aquella proclamacion a caballo, a la manera de la del Dario
Histapes de los Persas, ha concluido el ex-Emir con asilarse en
Sahara o Marruecos. Hoi no pudiendo mantener el corto número de
jinetes que le han permanecido fieles, los ha echado diseminados
sobre Arjelia i Oran para que cometan asesinatos i rebos en los
caminos, a fin de mantener la alarma i el malestar entre los
colonizadores. A este sistema el gobierno frances ha correspondido
con otro que no carece de orijinalidad. Los merodeadores
sorprendidos o un individuo de una tribu sospechosa son enviados
a Francia, medida que hiela de horror a los árabes, los cuales
211

acostumbrados a cometer todo jénero de crueldades con los


prisioneros, se imajinan que en Francia van a ser entregados a
suplicios inauditos. De la aplicacion de estas represalias se
lamentaba aquella pobre madre de que hablé ántes.
De regreso de nuestra partida de caza, lo que hice sin
galoparme toda la llanura, en un hermosísimo caballo azabache que
por ostentacion del tipo árabe me habia proporcionado el jeneral, i
despues de recorrer con un edecan los trabajos emprendidos, volví
a la casa del jeneral Arnault donde me aguardaba una escojida
reunion de oficiales superiores invitados a comer. El jeneral, ántes
de ponernos a la mesa, mostrándome un número de la Revista de
Ambos Mundos, me dijo: "Vea V. cómo aun en el centro del Africa,
estamos al corriente de lo que pasa en el mundo" señalándome con
el dedo el título "Civilizacion i Barbarie" del libro cuya análisis ha
publicado aquella Revista. La satisfaccion de la negra honrilla
literaria debe ser tan estimulante como el mucho ejercicio, pues que
con cumplido tan lisonjero me sentí dotado de un apetito a la altura
de la situacion. Durante la comida, la conversacion rodó
naturalmente sobre las aventuras de aquella guerra singular, el
porvenir del pais, i ya inferirá V. que debia ser interesante i
animada. El jeneral Arnault es el jefe frances que ha penetrado mas
tierra adentro en el Sahara, contándome esta vez las dificultades de
su empresa i los medios raros de que se habia valido para burlar la
vijilancia de los árabes i darles caza. Entre otras cosas los
baqueanos árabes me llamaron la atencion por la singular identidad
con los nuestros de la Pampa. Como estos, huelen la tierra para
orientarse, gustan las raices de las yerbas, reconocen los senderos,
i estan atentos a los menores incidentes del suelo, las rocas, o la
vejetacion. Pero los árabes dejan mui atrás a nuestros gauchos, en
la asombrosa agudeza de sus sentidos. Un árabe, por ejemplo,
conversa con otro en el Sahara, mediando entre los interlocutores
una distancia de dos leguas; los espías husmean la proximidad del
ganado a tres leguas de distancia, i como sabuesos siguen por el
olfato la direccion de los duares enemigos.
Yo ponderé a mi turno la vista de nuestros rastreadores i los
conocimientos omnitopográficos de nuestros baqueanos, a fin de
sostener la gloria de los árabes de por allá, a punto de ser eclipsada
por el olfatear el ganado i conversar de un estremo a otro del
Sahara, de los gauchos de por acá. Al terminarse la soirée, el
jeneral Arnault quiso añadir a mi modesta coleccion de objetos
africanos la punta de un ala i un huevo de avestruz; ofrecimiento
que motivó el de la piel de un pajarillo pintado, de la parte del
coronel del 56.
212

Cargado de estos trofeos, i de la gratitud que tanta civilidad


merecia, me retiré para disponer mi regreso, pues que mas allá de
Máscara la vida europea cesa, presentándose la barbárie i el
desierto, límites naturales de mi viaje en derredor del mundo
civilizado.
De regreso a Oran, nuestra marcha era lenta i tranquila, pues
que para precipitarla nada ignorado como de ida, ocultaban a la
vista las colinas i montañas que de nuevo veniamos atravesando; i
la conversacion que de ordinario ahuyenta el tedio de las largas
marchas se estinguia apénas iniciada, por haberse agotado ya el
caudal de conocimientos locales del shauss que la daban ántes
pábulo. Las distancias entre los silenciosos jinetes fueron por tanto
prolongándose insensiblemente, quedándose mi caballo,
abandonado a sí mismo, rnui rezagado de la comitiva. Las ténues
gasas, con que la naturaleza se cubre durante el reposo nocturno,
flotaban ya desgarradas en masas de vapores, en tanto que el sol
de la mañana bañando el rostro con sus tíbios rayos de invierno,
traia a los sentidos aquel dulce adormecimiento, que haciendo
cesar la vista esterior deja que la imajinacion huelgue con los
recuerdos i con las impresiones esperimentadas, cual niño triscon
con cuantos objetos encuentra a su alcance. El pensamiento
ademas tiene sus actos espontáneos, i todas las sensaciones
trasmitidas al cerebro por los sentidos, saliendo sin la participacion
de nuestra voluntad del caos confuso en que estan hacinadas,
propenden en los momentos de reposo, a agruparse segun su
afinidad, clasificándose de suyo en el órden que les conviene, hasta
presentarse en série de ideas íntima i lójicamente órdenadas;
verdadera ruminacion del espíritu semejante a la que ejecutan los
camellos en los momentos de descanso con el tosco alimento que
han acumulado ántes en sus anchos estómagos. No de otro modo
las inteligencias mui ejercitadas, cuando una idea fundamental las
ha absorvido largo tiempo, deponen sobre el papel i sin esfuerzo
alguno, un libro entero de una pieza, como la hebra dorada que hila
el gusano de seda.
No sé si por efecto análogo, o solamente por hallarme
abstraido de toda perturbacion esterior, a medida que el sol iba
calentando, i la maquinal accion de marchar al paso natural del
caballo entorpecía los miembros, todo cuanto habia visto, oido o
pensado durante mis diversas aunque rápidas escursiones en
África, se iba presentando al espíritu como una ordenada procesion
de hechos, revestido cada uno de ellos de formas i colores
correspondientes a su tiempo i lugar; i haciéndose palpable e
inmediato, aun aquello que no existe, real lo que no es, pero que lo
213

será indefectiblemente, i presente lo proximamente futuro, la


colonizacion de la Arjelia se me figuró como de largo tiempo
consumada. Por todas partes bullia la poblacion europea entregada
a las múltiples operaciones de la vida civilizada: las llanuras hoi
desiertas, las ví tapizadas de alquerías, de jardines i de mieses
doradas; i aquellos lagos, que desde lo alto de las montañas se
divisan brillando aquí i allí, como los fragmentos dispersos de un
espejo, habian tomado formas regulares en la Mitidja, la Macta i
Eghrees, aprisionadas sus aguas en canalizaciones ordenadas,
abiertas en el centro de las llanuras, segun lo habian hecho en otro
tiempo los romanos. Los planteles de villas i ciudades que solo
trazadas habia visto, multiplicándose al infinito, se alzaron de golpe,
herizando llanuras i montañas con sus teatros, templos i palacios; i
aun parecíame divisar en lugar de los blanquecinos marabuts que la
vista descubre por do quier, los futuros falansterios, colmenas de
hombres que en tribus de a mil participará cada uno de los bienes
por todos acumulados, el uno como diez, el otro como ciento, segun
su capacidad, capital o trabajo. ¡Quién sabe, venia yo pensando, si
las grandes doctrinas necesitan como ciertos árboles, que se las
trasplante para dar frutos sazonados, pudiendo aplicarse a la tierra
que las produjo primero, el sentido sic vos non vobis de Virjílio. El
cristianismo sembrado en el Oriente, donde se secó bien pronto,
vino a arraigarse en los pueblos mas distantes del Occidente, i la
democrácia por tantos siglos regada con sangre en Europa sin
provecho, solo se ha ostentado pura i lozana en las praderas del
Mississipi i en las márjenes del Potomac.
Hácia la parte del mar, en todos los puertos, las inquietas olas
del Mediterraneo estaban ya ceñidas dentro de estupendas
calzadas como la que asombra en Arjel a los injenieros que vienen
a visitarla; montaña elevada en el fondo del mar con rocas de diez i
ocho varas cúbicas, de creacion apócrifa, producto de la ciencia
humana, que mas afortunada que Prometeo, ha podido robar
impunemente a la naturaleza sus secretos, i desafiarla en seguida a
destruir o conmover siquiera su remedo de rocas. Por la parte del
interior, en la línea que divide el Tell del Sahara, estaban como valla
insuperable contraia barbarie, los acantonamientos del ejército de
cien mil hombres que guarda la Arjelia, i que ya ha recibido órden
de internarse, abandonando las tranquilas i sumisas costas a la
colonizacion civil; allí, aquellas miriadas de guerreros prolongaban
en todas direcciones la red de caminos públicos que ya empieza a
cubrir el Africa, realizando por fin el gran pensamiento de Napoleon
de emplear como los romanos los ócios del ejército en la
construccion de colosales obras públicas, como aquellas que han
214

perpetuado hasta nosotros las huellas del pueblo rei. Todavía mas
allá del Sahara me pareció divisar al comercio afanado,
disputándose los ricos productos que el África central encierra, i el
desierto atravesado por no interrumpida fila de carabanas de
camellos cargados del oro en polvo, marfil, bálsamos, gomas i
resinas que enviara el misterioso emporio de Tomboctú a trocar por
telas preciosas, sal, armas i objetos de adorno. Este comercio del
desierto tan antiguo como el mundo, i cuyas rutas describió ya
Herodoto, echó los sólidos cimientos del destruido poder de
Cartago, dá esplendor aún a la bárbara Tunez su heredera, i al
fanático Marruecos, siendo seguro que el África francesa
resucitando la brillante Mauritania Tangitania, se avance bien pronto
hasta las puertas del desierto a prestar mano armada a las
carabanas, contra la rapacidad de los Tuarec i demas piratas que
infestan aquel inconmensurable mar de arena. I como si esta
prolongacion de la civilizacion, esta.punta de la Europa en África no
pudiera existir sin irradiarse en torno suyo, el Bei de Túnez se me
presentaba al Occidente ensayando sus fuerzas para remedar la
prosperidad que ha visto en su viaje a Francia, i el santo emperador
de Marruecos recibiendo por la primera vez con respeto i
benevolencia los embajadores cristianos que han osado penetrar
hasta su misteriosa corte.
I de improviso con la abrupta petulancia de la imajinacion para
transportarse de un lugar a otro sin transicion racional, acaso
guiada solo por la análoga fisonomía esterior del Sahara i de la
Pampa, yo me encontré en América, de este lado de los Andes,
donde V. i yo hemos nacido, en medio de aquellas planicies sin
límites, en las cuales nace i se pone el sol, sin que una habitacion
humana se interponga entre el ojo del viajero i el límite lejano del
horizonte. I bien! reflexionaba yo, vá para cuatro siglos que un
pueblo cristiano posee sin disputa este rico suelo, igual en
estension i superior en fertilidad a la Europa entera, i no cuenta sin
embargo un millon de habitantes; i eso que las fiebres endémicas
no diezman como en África la poblacion; i eso que en su seno no
encierra un aspid como aquella indomable raza árabe, que forcejea
sin descanso por desasirse de la robusta garra que la tiene sujeta.
Ni una relijion brutal, ni un idioma rebelde, estorba allí la accion
civilizadora, i sin embargo hélos aquí a estos pobres pueblos,
dejenerados cristianos i europeos, desgarrándose entre sí por
palabras que les arrojan como un hueso a hambrienta jauría de
perros; hélos ahí, sumiéndose de mas en mas en la impotencia i la
barbárie, bien así como el caballo que se ajita en el fango movedizo
i líquido de nuestros guadales; hélos ahí dando vueltas en fin en un
215

solo lugar, creyendo que marchan en línea recta, cual los míseros
caminantes a quienes sorprende la caida de las nieves en nuestras
cordilleras! ¡Qué maldicion pesa, Dios mio, sobre aquella
malhadada raza española en la América del Sud, que sin el
consolador espectáculo de la sajona del Norte, el republicano
moderno se quitaria la vida como Casio, desesperando ya para
siempre de la libertad como de una quimera, renegando de la virtud
como de una sombra vana!
Todos los grandes raudales que desembocan en el Plata se
presentaron a mis ojos como ondulosas líneas de esmalte, cual si
pudiera contemplarlos a vista de pájaro, dominando las inmensas
manchas de bosques verdinegros, i los oasis floridos de las
praderas, sin que la actividad humana ni las creaciones de la
civilizacion diesen vida a aquellos Edenes, cuyas puertas ningun
ánjel esterminador guarda: i miéntras tanto que solo las aves del
cielo, o las alimañas de la tierra se huelgan en estensiones tan
prodijiosas, cuatro millones de seres humanos están agonizando de
hambre en Irlanda: mendigos a quienes ninguna enfermedad
aqueja, asaltan en bandadas las campiñas de la Béljica i de la
Holanda; la caridad inglesa se agota para alimentar sus millones de
pobres, i millares de artesanos en Francia se amotinan todos los
dias, porque su salario no alcanza a apaciguar el hambre de sus
hijos. Mil prusianos han desembarcado en estos dias en África, para
recibir del gobierno la tierra que iban a buscar en Norte América;
veinte mil españoles se han establecido en Oran o Arjel, a punto de
parecer la Arjelia mas que de Francia, colonia de España; cien mil
europeos reunidos en Africa en despecho de los estragos de la
fiebre, que mata uno de cada tres que llegan; i trazándose el plan
para hacer venir dos millones en seis años mas. La prosperidad en
fin brillando ya, sobre la sangre con que está salpicado el suelo, i
cien millones de mercaderías introducidas en 1846, derramando por
todas partes la riqueza con los provechos del comercio.
¿Por qué la corriente del Atlántico, que desde Europa acarrea
hácia el Norte la poblacion, no puede inclinarse hácia el Sud de la
América, i por qué no veremos V. i yo en nuestra lejana patria, surjir
villas i ciudades del haz de la tierra, por una impulsion poderosa de
la sociedad i del gobierno; i penetrar las poblaciones escalonándose
para prestarse mútuo apoyo, desde el Plata a los Andes; o bien
siguiendo la márjen de los grandes rios, llegar con la civilizacion i la
industria hasta el borde de los incógnitos Saharas que bajo la zona
tórrida esconde la América?
Cuando la série de mis ideas hubo llegado a este punto,
sacudí la cabeza para asegurarme de que estaba despierto, i
216

poniendo espuelas al caballo, cual si quisiera dejar atras el mal


jenio que me atormentaba, llegué bien pronto a incorporarme con
mis jentes, detenidas en torno de alguno que referia los detalles de
un desastre. Los árabes acababan de dejar por muertos a los
conductores de un carruaje, i en otro punto vecino yacia cubierto de
heridas i exánime el cadáver de un colono asesinado. He aquí, me
dije la realidad de las cosas! Ahora puedo por lo ménos estar
seguro de que no sueño! Hai sangre i crímenes! He aquí lo único
posible i hacedero!
A mi llegada a Oran, he trazado a la lijera estas líneas, que
ántes de dirijirme para Italia haré que lleguen a sus manos. En
Roma hai un Papa, que enjuga las lágrimas de su pueblo, en
Venecia el cadáver insepulto de una República, i en Nápoles, el
cráter del Vesuvio, i las mómias de Herculano i Pompeya, que
deseo contemplar de cerca.
Guárdenos Dios, mi buen amigo, para tiempos mejores,
i....&c.
217

Roma.

Illmo. Señor Obispo de Cuyo.


Roma, Abril 6 de 1847.

Cuando desde el centro del mundo cristiano vuelvo hácia


América las miradas, su Señoría Ilustrísima, mi digno tío, se me
presenta como el corresponsal obligado, a quien debo de
preferencia trasmitir, si así lo deseo, las impresiones que me causa
el espectáculo de esta ciudad eternamente célebre por su pasada
gloria i los vínculos que hoi la ligan con el orbe católico. La Iglesia
domina sobre las siete colinas, como el ánjel de bronce sobre la
tumba de Adriano, i ruinas, basílicas, bellas artes, costumbres e
instituciones, todo en Roma se agrupa en torno del elevado
pedestal desde donde el sucesor de San Pedro bendice la ciudad i
el mundo; por lo que, no pudiendo subdividir mi asunto, si me
sucediese hablar a S. S. de cosas que se apartan de su sagrado
ministerio, desímulelo con el mismo espíritu de caridad que el jefe
de los fieles tolera las locuras mundanas del carnaval, pues pudiera
acontecer que algunas veces estas mismas cosas oculten un
interes relijioso, a la manera que aquí se encuentran con frecuencia
el fronton e inscripciones de un templo pagano, sirviendo de
fachada a una iglesia cristiana.
De cualquier punto que el viajero se dirija a Roma, siente
desde luego que transita por los caminos de la Iglesia, i en las
dilijencias, i en los vapores halla por compañeros de viaje
sacerdotes que de luengas tierras vienen buscando la fuente de los
dones espirituales: un obispo de la India occidental, un misionero de
la Oceanía, un cura de las remotas plantaciones norte-americanas i
algunos abates franceses, han sido por algunos dias mis amigables
comensales; pues la intimidad, momentánea al ménos, se establece
con facilidad entre hombres que gozan o sufren juntos. Así
empezaba con anticipacion a prepararme para visitar a Roma con el
misino espíritu que preside a sus destinos durante las monotonas
horas del mar la conversasion rodaba sobre asuntos relijiosos, i cual
contaba sus adversidades entre los bárbaros, cual las dificultades
que a su ministerio oponian los mismos cristianos. Muchas nociones
útiles he recojido de estas pláticas, i no pocas esplicaciones de
cosas que no habia comprendido hasta entónces; por ser algunos
218

de entre estos eclesiásticos verdaderamente doctos e ilustrados, sin


que faltase de vez en cuando alguna escena curiosa que diese
animacion a aquellos serios coloquios. Hablábase una vez, por
ejemplo, de cierto tratado teolójico que con aplauso acababa de
aparecer en Francia, abundando todos en encomiar sus ventajas,
cuando un laico regordete i de aspecto atrabiliario tachó de
incompleto el libro, por pasar mui de lijero sobre el capítulo de
sortilejios, majia, i endemoniados. "Puede ser que yo haya caido en
el error, le repuso con modestia un abate, pero no creo en la
existencia de tal comercio entre el hombre i los espíritus infernales."
El de los sortilejios escandalizado de incredulidad que venia de
donde ménos la esperaba, tomó el asunto a lo serio, i con gran
copia de testos i doctrinas de teólogos respetables desenvolvió en
largo discurso todos los casos que se referian a las ciencias ocultas,
inclusos los fenóménos eléctricos, i el magnetismo animal: i cosa
estraña! este hombre se habia leido los Santos Padres, los doctores
de la Iglesia, canonistas i vidas de santos, para atesorar datos
sobre este punto esclusivo de sus estudios de muchos años, siendo
tan profunda su conviccion, que a juzgar por los hechos que citaba,
en Francia no habia otra cosa, que encantos i brujerias, asegurando
haber visto él con sus propios ojos una endemoniada, a quien un
incubo incestuoso, bajo la forma del difunto padre de la infeliz, le
hácia dar a luz monstruos deformes i espantables. Todos
estábamos maravillados de oirlo, deplorando para mí, ciencia i
estudios tan mal empleados. En el caso de la endemoniada me
decia quedo el abate, yo habria consultado a un médico con
preferencia a un libro de teolojía. A este orijinal añadia yo, le ha
sucedido lo que le aconteció a don Quijote, que a fuerza de leer
libros de caballería perdió el seso en punto a encantamientos i
paladines errantes, conservándolo ileso en lo demas.
Uno de aquellos abates franceses con quien habia trabado
amistad me introdujo en Roma en una posada tenida por un santo
varon, el cual con la ayuda de la órden de los jesuitas la ha fundado
para asilo de peregrinos. Todo respira en ella el espíritu relijioso de
sus moradores; las escalas, el comedor, las galerías estan
tapizadas de cuadros de santos: en lugar de enseña o título hácia la
calle tiene una devota imajen de la Vírjen; sobre cada habitacion
está escrito, a falta de número, el nombre de un santo, i sobre la
puerta de la mia leese este lema: "Maria ha sido concebida sin
pecado". A la mesa comun nos sentamos obispos, abates, clérigos i
diáconos, i algunos seculares que como yo, han sido introducidos
por sacerdotes. Recita cada uno su benedicite ántes de comer, i da
gracias al fin, sin que en el intermedio deje el posadero de anunciar
219

en qué iglesia dice misa Su Santidad al dia siguiente, cual orador


célebre predica en tal convento, i en qué basílica se celebran por
entónces las cuarenta horas perpétuas. En fin los sábados pasamos
a una capilla donde cantamos en coro las letanías; i aunque yo
haya sido poco dado a las prácticas del culto, i se observe en esta
casa la cuaresma con mas severidad que en otras, lo que no es un
atractivo, sobre todo en Roma donde la cocina es tan mala, he
permanecido voluntariamente en ella, encontrando cierta
satisfaccion, que no hubiera esperado, en el desempeño de
deberes a la verdad poco costosos, los cuales me traen a la
memoria recuerdos gratos de aquella primera edad de la vida, que
al lado de Su Señoría he pasado en la intimidad de las cosas
relijiosas.
Anticipo estas indicaciones a fin de mostrar a Su Señoría que
nada he omitido para conocer a Roma por el costado que a Su
Señoría interesa, i si algo pudiera faltarme en este sentido, lo
completara la inagotable bondad del R. P. O'Brien su corresponsal, i
el mas recto, sencillo i candoroso varon que viste el hábito
domínico. Por él las puertas de la Cámara pontificia me han sido
abiertas i Su Santidad dignádose hablarme de los negocios de
América; por él en fin, mi camino ha sido desembarazado de
tropiezos que a otros cierran el paso no pocas veces.
Esto dicho volveré atrás en la narrativa de mi viaje que no
seguiré siempre en el órden natural de las fechas por temor de
hacer dormir a los que esta carta leyeren. Los vapores del
Mediterráneo navegan con mucho desahogo del pasajero. De dia se
detienen en las ciudades de la costa haciendo en la noche las
distancias intermediárias. Así el 8 de Febrero con los primeros
rayos del sol naciente se presentaba a nuestra vista el puerto de
Civitavecchia, escavado por Trajano, i reparado por los Papas
Urbano IV i Benito VIII, despues de haber sido arruinado por Tótila.
El objeto mas curioso que esta ciudad encierra es un célebre
bandido el cual desafió largo tiempo la autoridad pontificia, i
despues de haberse hartado de crímenes i asesinatos, terminó su
carrera por una capitulacion que le garantió la vida. Los estranjeros
procuran permiso para verlo en la prision, donde el famoso criminal
los recibe con toda la satisfaccion del amor propio lisonjeado. Los
bandidos son una planta natural del suelo montañoso de la Italia, la
cual desplega las dimensiones colosales del héroe o del guerrero,
cuando la enerjía romana o samnita reaparece en algunas
organizaciones escojidas. En otro punto de los Estados pontificios el
cicerone muestra con una especie de veneracion, la casa de Fra
Díavolo, insigne i horrible jefe de banda que por largos años fatigó
220

en vano los ejércitos de Austria, Nápoles i Roma, coaligados para


darle caza. Pero lo que mas llama la atencion del viajero en
Civitavecchia, son las maravillosas invenciones de los moradores
para apoderarse del dinero de los transeuntes, mercadería
abundantísima al aproximarse la cuaresma: un paulo (moneda
romana) por el desembarco de la persona i otro por cada objeto de
bagaje: otro tanto por llevar este a la aduana; un paulo por
moverlos, otro por emplomarlos; un paulo por mirarlos; un paulo por
dejarlos quietos; un paulo por sacarlos a la puerta; un paulo por
subirlos a la dilijencia; i si el viajero quiere dar qualche cosa al
faquin, al cochero, al mendigo, al empleado, a las mujeres, a los
muchachos, i a los edificios si pudieran tender la mano......!
Acibaradas con este suplicio todas las ilusiones, el viajero
parte en fin con direccion a Roma, objeto i término ansiado del viaje.
En su tránsito la vista no encuentra por largo tiempo objeto alguno
digno de fijar la atencion: el desierto por todas partes, la tierra triste i
despoblada, sin árboles i cenagosa donde no se alzan colinas, sin
las cuales el americano se creeria en la Pampa, por la multitud de
ganado salvaje que pace en aquellos eriales. De tarde en tarde se
deja ver algun pastor rudo, vestidas las piernas de cueros de cabra,
trayendo a la memoria la imajen de los fabulosos sátiros, a quienes
sirvieron probablemente de tipo sus antepasados. El sol se oculta
tras las vecinas montañas, i la noche desciende bien pronto para
añadir sus tristezas a la monotonía del paisaje. Un accidente que
sobrevino en nuestro viaje dará mas que las palabras una idea de la
desolacion de los alrededores de Roma. Cansados de dar dinero a
cuantos lo pedian, algunos pasajeros tuvieron un altercado con el
postillon, el cual sea impericia, sea conato de venganza como nos
lo persuadimos todos, al pasar por el puente echado sobre una
hondonada, estrelló la dilijencia contra un poste de piedra, haciendo
mil pedazos una rueda. La dilijencia con catorce pasajeros quedaba
balanceándose sobre el parapeto, con dos ruedas en el aire i uno
de los caballos caido i oprimido por la lanza haciendo esfuerzos por
ponerse de pié; el menor movimiento falso podia acabar de volcar la
dilijencia i precipitarla en el oscuro abismo que teniamos debajo, por
lo que, con el jesus en la boca, empezamos a descender uno a uno,
hasta hallarnos en salvo en suficiente número, para asirnos de las
ruedas esteriores i enderezar el vehiculo. La posta vecina no tenia
repuesto de ruedas ni carruaje disponible sino es una mala carreta
para los equipajes que en dos horas de trabajo i en medio del fango
i de la lluvia habiamos descargado i apilado en el camino. Mui tarde
de la noche se pudo procurar un carreton abandonado que solo
podia con tener ocho personas. Era pues preciso llevar tres
221

restantes, acomodadas sobre las rodillas de las ocho, con


sufrimientos indecibles de unas i otras. Un misionero frances i yo
nos resolvimos al fin a marchar a pié siguiendo el carro que
conducia el resto de la comitiva, hundiéndonos en el invisible fango,
perdiendo a veces de vista a los compañeros, no sin grave aunque
acaso infundado temor de ser asaltados por los bandidos, que ya no
infestan como ántes los alrededores de la ciudad santa. Pero la
imajinacion está siempre lista para crear fantasmas amedrentadores
cuando las tinieblas i la intempérie agravan en localidades
desconocidas el malestar moral que los sufrimientos físicos
producen. Así llegamos a Roma, que en aquella hora avanzada
estaba sumida en la oscuridad mas profunda, hasta descender en la
aduana a la cual sirve de entrada el bellísimo fronton del templo de
Antonino Pio. Allí nos aguardaba todavía una segunda edicion de
las indignas estorciones de Civitavecchia con la adicion del
centinela que estendia la mano para pedir qualche cosa. Oh!
descendientes del pueblo rei, cuán indignos os mostrais de vuestros
antepasados! Eran en esto las cinco de la mañana, i al entrar a
nuestra posada en la plaza de Araceli, los primeros albores del
nuevo dia ofrecian por fin término a las angustias de aquella
enojosa noche.
Es la curiosidad el mejor de los confortativos contra la fatiga
corporal, i ántes de tomar descanso quise echar una mirada a la
calle para ver esta Roma, cuyo nombre gravan las madres católicas
en el corazon de sus hijos, i mas tarde realzan i rodean de prestijios
colosales los estudios históricos. Tantos sufrimientos debian tener
su recompensa! al abrir la puerta mis miradas caen sobre la subida
al Capitólio, a cuyo pié habia venido sin saberlo a alojarme. Dos
leones recumbentes de granito i escultura ejípcia terminan las
balaustradas del ascenso. Mas arriba se alzan las estatuas de
Castor i Polux sujetando caballos colosales; a los costados los
trofeos de Mario i la estátua de Constante i Constancio hijos de
Constantino; en el centro de la plaza la ecuestre de Antonino Pio en
bronce dorado; i al frente opuesto los rios Nilo i Tiber que
acompañan una estátua de Minerva sentada sobre una fuente.
Todos estos objetos del arte i el culto antiguo presentándose tan de
improviso a mis miradas me hacian olvidar los siglos i las
viscisitudes que de aquellos tiempos nos separan; i por entónces
hallábame en espíritu en la Roma, patria de los grandes varones
que ilustraron los tiempos gloriosos de la República; estaba parado
sobre el monte Capitólio i no léjos del lugar donde Cina, Casio i
Bruto mataron a Cesar sin salvar por eso las instituciones patricias,
minadas ya por la avenida de pueblos i de hombres nuevos que
222

pedian su parte en el gobierno de la tierra conquistada. La plaza del


Capitólio me era estrecha en medio de estas emociones, i tomando
el primer descenso que al lado opuesto se ofrece, pude abarcar el
cúmulo de ruinas imponentes que entorno del antiguo foro romano
se presentan de golpe a la vista. Tres columnas solitarias muestran
aun el lugar que ocupó el templo de Júpiter Tonante; nueve mas
allá del de la Fortuna: tres de la Grecosthasis; otra elevada en
tiempos posteriores a la memoria de Fócas, i al frente del
espectador el arco triunfal de Septimio Severo, elevado sobre la
Via-Sacra, cuyo antiguo pavimento se reconoce, i por donde los
triunfadores subian al Templo de Júpiter Capitolino, hoi Santa María
de Araceli. Mas allá i siguiendo el desierto foro, vese el bello fronton
i columnas de marmol cipollin del templo de Antonino i Faustina; el
pórtico colosal de la basílica de Constantino, restos de los templos
de Rómulo i Roma i de Venus i Roma; i continuando por la Via-
Sacra el arco triunfal de Tito, que en bajos relieves mutilados
conserva la imajen del candelabro de siete luces, la mesa de la
propiciacion, las trompas de plata i los vasos sagrados que trajo de
Jerusalen despues de no haber dejado piedra sobre piedra en el
templo segun estaba escrito.
La perspectiva que termina este cuadro es digna de las nobles
figuras que están en primer plan. El coloseo de Vespasiano alza al
cielo las crestas de sus aterradoras ruinas, como los Andes sus
pináculos de granito; la falda del monte Palatino enseña por todas
partes oscuras cavernas, bóvedas colosales en otro tiempo del
Palatium de los Césares, sobre cuyas espaldas cultiva hoi el
jardinero romano hortalizas i árboles frutales; todavía mas a lo léjos
se levantan cual montañas las parduscas Termas de Caracala. En
esta parte de Roma, hoi desierta o convertida en viñedos, asoma
por todas partes la osamenta jigantesca del imperio romano, i por
poco que se ascienda al Aventino o al monte Celio, la vista domina
las prolongadas líneas, si bien aquí i allí interrumpidas, de los
antiguos acueductos, a guisa de vértebras de algun monstruo de la
creacion antediluviana. Cuando este monstruo cayó a los golpes del
hacha de los bárbaros, cuando su cadáver fué profanado i
desfigurado, los habitantes de la vieja Roma debieron alejarse
despavoridos de los montones pútridos de escombros i cenizas que
cubrian la superficie del suelo, i replegarse sobre el campo de
Marte, destinado a los ejercicios militares del pueblo que profesaba
la guerra como única industria nacional, i suficientemente capaz por
tanto para contener a la nueva Roma, que mas tarde habia de
presidir a la civilizacion moderna.
Ni la primitiva forma de las célebres colinas puede hoi
223

determinarse, ni hieren la imajinacion a causa de la posterior


elevacion del suelo, las dimensiones estupendas de los antiguos
monumentos. De la cumbre de las primeras han rodado i
acumuládose en sus flancos, fragmentos de palacios, templos i
Termas que eran estensos como ciudades, i altos como montañas;
todas las ruinas existentes estan muchas varas bajo el nivel del
suelo actual, i entre esta costra de fragmentos de columnas i frisos,
masas de tuf, ladrillo i mármoles destrozados que cubre la Roma
subterránea, la azada del arquitecto ha tropezado con los bustos de
los emperadores, el grupo del Laocoon, estátuas de bronce, i
obeliscos de granito. Así ha podido salir de nuevo a la luz, mas o
ménos ultrajada por el tiempo, la Roma de piedra o de mármol, i
Júpiter presidir la asamblea de los dioses, i la estátua de César
reunirse a la de Augusto a quien legó el imperio romano.
Despues de esta escurcion a la antigua Roma que examinada
despacio i con el auxilio de la Guia pierde el encanto que con la
primera impresion la imajinacion le presta, volví los pasos hácia la
ciudad actual que se presenta no sé por qué, desapacible i triste, en
despecho de las trescientas sesenta iglesias i basílicas que la
decoran, en despecho de sus suntuosos palacios, cuya arquitectura
grandiosa i clásica esta mostrando el teatro de la primitiva
resurreccion de las bellas artes. Tres mil años de gloria i miserias
agobian demasiado ya los hombros de esta ciudad, sobre la cual se
arrastra pesadamente el dia sin el estrepito de las artes, la
locomocion i el bullício de las otras capitales; i la noche está
asechando la desaparicion del crepúsculo para echarla encima su
manto de plomo que la paraliza repentinamente, dejándola desierta
i oscura. El pueblo tan dramático de ordinario permanece mudo e
inactivo aquí, i si desplega los lábios es solo para pedir limosna,
recitando con voz dolorida plegárias a la madona. La limosna es
una bella i santa accion sin duda; pero era preciso no inventar el
mendigo ni honrar la mendicidad como sucede en Roma, donde
cardenales i príncipes bajo el saco i la máscara tienden la mano a
los pasantes para recojer oblaciones destinadas a objetos piadosos.
Hai sin embargo, una época del año en la que durante algunas
horas del dia la vida que disimula este pueblo, estalla a bordotones,
para ocultarse de nuevo, como el agua de las fuentes intermitentes.
El dia de mi llegada a Roma la campana del Capitólio empezó a
tañer a golpes redoblados pasado medio dia, i un murmullo jeneral
respondió de todos los ángulos de la inmensa ciudad a esta señal
impacientemente esperada, como la voz del anjel del placer que
llama a los muertos a una vida febril. Era la apertura del carnaval.
Oh! Entónces se oye palpitar el corazon de la ciudad que hasta
224

poco dormitaba, mil carruajes embarazan con su movimiento el


tránsito de las calles, gritos confusos de alegria hienden el aire i
ecco fiori! ecco confetti! ecco siguiri! tales son las letanías que en
coro universal cantan en todos los tonos. La muchedumbre afanada
i radiante marcha en una sola direccion, i siguiendo sus oleadas
matizadas fuertemente como un cuadro del Correggio, el curioso
desemboca a la calle del Corso, la mas ancha, la mas rica en
palacios, i que desde la Plaza del Popólo digna de la antigua Roma
por sus estátuas, templos, obeliscos i fuentes, se dirije en línea
recta hasta cerca de la Columna Trajana i la base del Capitólio
siguiendo por espacio de media legua la antigua via Flaminia.
Todas las puertas, almacenes, balcones i ventanas hasta los
quintos pisos estan ya decorados de tapices i colgaduras, carmesí,
amarillos i de colores entremezclados, pareciendo cobrar vida i
ajitarse las murallas así engalanadas, con la animacion de las cien
mil personas que ocupan aquellos palcos inprovisados. Un espeso
friso de seres humanos llena las veredas de ámbos lados, i dos
líneas de carruajes van i vienen sin interrumpirse de un estremo al
otro de aquel inmenso circo, miéntras que en el espacio restante de
la calle entre los intervalos de uno i otro vehículo, no diré se mueve,
hierve en torbellinos la alegre masa popular, condensándose o
rarificándose segun que encuentra mas o ménos espacio. En la
plaza del Pópolo al pié de la Columna Antonina i a lo largo del
Corso, estacionan de distancia en distancia músicas militares
aguzando con su arjentino estrépito la rabia de placer que de todos
se ha apoderado; i si algunos destacamentos de tropas se muestran
aquí i allí mas que de poner órden en aquel animado desórden,
sirven para añadir nuevo brillo con sus penachos, yelmos i corazas
al golpe de vista sorprendente que ofrece el espectáculo; porque en
el Corso i durante el carnaval desaparecen todas las pequeneces
prosaicas de la vida ordinaria, inclusos los andrajos populares i la
distincion de clases i jerarquias. Todos los tiempos históricos, todos
los pueblos de la tierra, aun los caprichos de la imajinacion tienen
sus representantes en el carnaval, como si esta fiesta hubiese sido
instituida para reunir por los trajes todas las naciones que en
diversos siglos la señora del mundo dominó.
El juego comienza, i un combate jeneral se traba en una arena
de una legua, de balcones a carruajes, de estos a balcones i
veredas, i en jeneral de individuo a individuo desde el quinto piso
hasta la superficie de la tierra. Oscurecen el aire los ramilletes de
flores que se cruzan en todas direcciones, i forman nublados
blancos los puñados de confites que van a escarmentar alguna
máscara descuidada; porque todo este frenesí popular se desahoga
225

lanzando flores i confites, i nunca es mas dichoso el romano que


cuando ha logrado que el ramillete emisario sea recibido en propia
mano por la persona a quien iba dirijido. Este espectáculo es único
en el mundo, i el pueblo romano se alza a la altura de la noble
tradicion de Grecia i Roma por la cultura, decencia i urbanidad que
muestra en los dias del carnaval. En medio de aquella bataola en
que se hallan confundidos i hacinados los nuevedécimos de los
habitantes, gran parte de los alrededores, i los millares de
estranjeros que de toda la Europa acuden, jamas ocurre un tumulto,
nunca se oye una espresion descompuesta, i si algunos se exceden
son los estraños, ménos conocedores que los romanos de ciertas
reglas tácitas i tradicionales que contienen los arranques de pasion
en límites decorosos. Distínguense entre aquellos sobre todos los
lores ingleses, los cuales juegan el carnaval como hacen el
comercio, es decir en grande i por asociaciones, con un capital de
dos mil ramilletes, cuatro quintales de confites de yeso i dos arrobas
de verdaderos confites de azucar, haciendo imposible toda
concurrencia i arruinando a sus adversarios a quienes sepultan bajo
erupciones de flores i yeso. Con esta sola excepcion el carnaval de
Roma es el único placer que aquí abajo no venga mezclado de
sinsabores, rico i pródigo de emociones igualmente para el príncipe
i para el plebeyo confundidos bajo el disfraz.
Dos cañonazos del castillo San tángelo repetidos desde el
Capitólio dan la señal de desembarazar el Corso de los millares de
carruajes que lo cubren; i para la turba que prolonga el eco por
medio de descargas cerradas de aclamaciones, nuevo incentivo
para activar el combate hasta haber apurado el último ramillete. Una
vistosa cabalgata de granaderos recorre en seguida todo el Corso,
abriendo en el centro un espacio, que no bien pasa, se cierra de
nuevo, como si la masa humana que cubre el pavimento tuviese la
propiedad de los líquidos. A nuevos cañonazos responden nuevas
aclamaciones, i el grito que viene repitiéndose i avanzando como un
avanlanche eccogli! eccogli! precede i anuncia la proximidad de los
treinta caballos que partiendo de la plaza del Pópolo, i aguijoneados
de espuelillas que los azotan los hijares, banderolas de oropel i los
clamores de la multitud, se disputan sin jinetes la gloria del
vencimiento.
Algunos minutos despues el Corso está punto ménos que
desierto; la algazara popular ha ido estinguiéndose poco a poco;
aquellos semblantes animados con la embriaguez del contento,
recobrado su seriedad habitual, i los grupos de arlequines, griegos,
pierrots i políchinelas colúmbranse marchando silenciosamente por
las oscuras calles de atravieso, como si las sombras evocadas por
226

Roberto el Diablo para entregarse a una orjia infernal, hubiesen sido


sorprendidas por los demonios i llevadas de nuevo al reposo eterno
de la tumba de donde no debieron de haberse escapado. Esta
escena se renueva durante quince dias desde las doce a las cinco
de la tarde con la misma animacion i con mayor delirio, si cabe,
cada nuevo dia; i si la imajinacion pudiera concebir un espectáculo
mas animado que el del Corso, se quedaria mui atras de la realidad
al quererse dar idea del último dia de carnaval. Los senadores
romanos precedidos de alabarderos, heraldos, trompetas, i
timbales, atraviesan lentamente el Corso en carrozas doradas i
seguidos de tropas numerosas como para anunciar con su oficial
presencia que la vida festiva va a tener término i volver el duro
remar de la existencia ordinaria. Concluida la carrera de los
caballos, i a medida que la oscuridad de la noche aumenta,
empiezan a aparecer lucecillas llamadas moceo, moccheti,
moccoletti, las ventanas i balcones se iluminan, comunícase el
incendio a veradas i carruajes, i a la masa inmensa de seres
humanos que bulle por todas partes.Tantas almas hai reunidas, i
estas pasan de trescientas mil, tantas luces arden; ajitándose en
círculos o en espirales, subiendo i bajando como fuegos fatuos que
vagan a merced del viento. El Corso presenta entónces un aspecto
único, fantástico, inconcebible como las alucinaciones del espíritu
durante el delirio de la fiebre. Los gritos Senza moccoletti, repetidos
sin descanso por tantas voces, forma un rumor estraño en el aire,
que llenaria de pavor al que cerrase los ojos para no ver miéntras
oye, i el estampido de un cañonazo pasaria plaza de bostezo al
incorporarse en este sonido de una legua de largo, que toma la
masa de aire a cada pié de distancia para imprimirle una vibracion
nueva. I qué decir del placer que centellea en todo semblante! ¡qué
de los millares de pañuelos que cual lechuzas nocturnas revoletean
en torno de las luces para estinguirlas! ¡qué de la perspectiva de la
calle entera vista desde algun balcon, cuando las luces lejanas i las
próximas caen bajo el mismo punto visual, formando lagos de fuego
en el fondo oscuro del espacio! vense estas candelillas sin las
manos que las sostienen agrupándose en un punto como atraidas
por algun encanto invisible, dispersándose como despavoridas,
saltando, bailando, entrechocándose i desapareciendo......!!!
I mientras tanto el carnaval es tan antiguo como Roma mismo!
Destinado en otro culto a solemnizar la tradicion de la edad primera
bajo el nombre de Saturno, la austeridad del cristianismo se ha
quebrantado en su presencia, i cansado de luchar contra su
tenacidad verdaderamente saturnal, ha sonreido al fin a la vista de
sus inocentes locuras, las ha aceptado i dirijido. Los moccolettis
227

fueron instituidos en conmemoracion de Proserpina robada por


Pluton, i de la desolacion de las mujeres que la buscaban en la
oscuridad de la noche con antorchas encendidas. Fácil era, empero,
apartar al pueblo romano del culto de sus antiguos dioses, cuando
una nueva relijion mas moral, mas consoladora, mostraba la nulidad
e insuficiencia de las creencias antiguas. ¿Pero cómo arrebatar al
pobre pueblo tan infeliz cuando era jentil, como despues de que fué
cristiano, estos pocos momentos de dicha en los cuales a merced
de un disfraz el mendigo se finje rei, i el poderoso sacude el fastidio
que se pega a los artesones dorados de su palacio, como la
telaraña a los rincones de la choza del pobre. I por otra parte, las
tradiciones populares son tan persistentes! ¿No conoce Su Señoría,
allá en la remota América, jentes a quienes todavía amedrenta el
que un perro o un gato negro se les atraviese por delante, no
obstante ser cristianos, i aquel insignificante incidente haber sido
indicado como de mal agüero por los antiguos augures romanos?
La iglesia de Santa María del Pópolo fué edificada en Roma para
apaciguar los terrores pánicos del pueblo que creia ver errantes en
aquellos alrededores fantasmas de Neron muerto muchos siglos
ántes, pero vivo aún i terrible en la tradicion popular que sobrevivia
a todos los acontecimientos. No por otra razon la calle que conducia
en Roma a las termas de Claudio llámase hoi via de San Claudio, i
sobre las ruinas del templo de Apolo fué colocada la iglesia de San
Apolinario, nombre que pudiera traducirse el santo o la iglesia
apolinária o de Apolo: tanto cuesta cambiar un nombre o un hábito
popular, que vale mas santificarlo! El dia que el gran historiador
Niebuhr anunció con diez i siete años de estudio de las localidades i
costumbres romanas, que el pueblo hoi era el mismo de ahora dos
mil años, se rasgó en dos ese dia el velo que ofuscaba la intelijencia
de las cosas antiguas; porque lo presente sirvió para esplicar lo
pasado, i el estudio de lo pasado daba el por qué de lo presente. Yo
aplicaría esta sencilla cuanto luminosa interpretacion a muchas
cosas nuevas, que con la inspeccion de los lugares i la presencia
del pueblo se me hacen sensibles i evidentes ahora; pero me fijaré
tan solo en una, por ser del resorte de Su Señoría i por haberme
suministrado aquí materia de amigable discusion con algunos
sacerdotes. Contemplábamos en Santa María la Mayor un antiguo
mosaico que representa a la Vírjen coronada por Jesucristo, cuya
circunstancia dió motivo a recordar que esta pintura habia sido
citada en uno de los concilios de Nicea (siglo IV) contra los
iconoclastas, como una prueba de la antigüedad del culto de María i
por tanto de las imájenes de la Vírjen que se muestran en Roma,
Jénova i otros puntos de Italia, atribuidas a San Lucas el evanjelista.
228

Yo me permití tachar de apócrifa aquella tradicion, i para hacer


frente a las réplicas víme forzado a apoyar mi disentimiento. Noté
que las imájenes en cuestion i que yo habia visto, representaban
jóven a la Vírjen, no obstante que en la época de la muerte de
Jesus debia tener por lo ménos cincuenta años, lo que era ya un
indicio de falsedad. Pero aun sin hacer uso de esta induccion
bastaba tener presente que San Lucas era judio, i como tal debia
por educacion, por conciencia nacional, mirar como una profanacion
la representacion de los objetos venerandos; pues que la lei de
Moises lo prohibe terminantemente por un precepto del Decágolo, i
Jesucristo no habia dicho nada para derogar este precepto, i formar
una nueva conciencia entre los primitivos cristianos. Los pocos años
que mediaban entre la muerte de Jesus i la de María, no bastaban
en mi concepto para debilitar una preocupacion relijiosa
profundamente arraigada entre los judios i sancionada por el
Decálogo. En los hechos de los Apóstoles con motivo de ciertas
disputas entre San Pedro i San Pablo vése una muestra de la
persistencia de las doctrinas judaicas. El primero, hombre del
pueblo, no quiere alejarse de las tradiciones i prácticas relijiosas del
hebraismo; miéntras que San Pablo, aunque judio, ciudadano
romano, hombre de mundo, filósofo, erudito i capaz de apoyar la
nueva doctrina en la tradicion ateniense sobre el dios ignoto, ve las
cuestiones relijiosas del cristianismo desde un punto mas elevado,
no ya en relacion al oscuro pueblo judaico, sino al mundo, a Roma,
a Atenas, centro del poder o de la filosofía.
Siguiendo esta induccion el culto de las imájenes debió
principiar i fortificarse cuando sacado el cristianismo de la atmosfera
hebrea, vino a levantar sus altares en Roma i echar por tierra las
estátuas de los falsos dioses: aquí encontraba un pueblo educado
por las bellas artes que ya habian alcanzado su último grado de
perfeccion. La escultura, la pintura, el mosaico, entraban
hondamente en los usos públicos i domésticos de la nacion; i el dia
que Constantino proclamaba el cristianismo como relijion del
Estado, abiertos estaban los talleres de mil estatuarios, los
fresquistas tenian el pincel en la mano, i las canteras de mármol i
piedras preciosas estaban en actividad subministrando a los
artífices su materia primera. Podia en buena hora cambiarse el
asunto de la representacion; pero no podian estinguirse por un
decreto el gusto i el cultivo de las bellas artes, que entre los
romanos han sobrevivido a todos los desastres de la barbarie i a
diez i ocho siglos de vicisitudes; i si en tiempos ménos remotos, el
protestantismo iconoclasta hubiese podido penetrar en Roma,
habria fracasado contra este invencible espíritu romano i aquella
229

conciencia popular de la idoneidad de las bellas artes, para


consagrar en imájenes el recuerdo de las cosas santas, a diferencia
en esto de los cristianos de Oriente que habian sido educados en
otras ideas por la relijion hebrea, testigo el mahometismo que ha
perpetuado la proscripcion fulminada por el Decálogo contra las
imájenes. Tan poco artista era el pueblo judio que Salomon hubo de
pedir a Tiro arquitectos jentiles para levantar a Dios un templo. Los
iconoclastas, pues, se apoyaban en un testo terminante del
Decálogo, miéntras que los cristianos romanos i griegos, es decir
artistas, a falta de preceptos en contra apelaban al consentimiento
de la iglesia i a hechos existentes, por lo que no es estraño que
citasen en su abono el mosaico de Santa María la Mayor; siendo
esta cuestion de las imájenes tan fuerte escollo para los cristianos,
atendida solo la letra de la escritura, que el protestantismo moderno
vino a renovar el disentimiento antiguo de los cristianos de Oriente i
de Occidente, la disputa entre San Pedro judio, i San Pablo
ciudadano romano.
Si los iconoclastas hubiesen triunfado empero, en los tiempos
primitivos, el mundo estaria hoi sumido en la barbarie, i el
cristianismo como la relijion de Mahoma, hubiera sido el azote de la
civilizacion en lugar de ser su guia i su antorcha. Aceptando las
bellas artes, i enriqueciéndolas de tipos mas morales, mas
espirituales, que aquellos que el politeismo habia podido
subministarle, el cristianismo continuó el trabajo antiguo del injenio
humano, conservando sin cortarse el único hilo visible que liga a los
pueblos modernos a los pueblos antiguos; porque si bien la
tradicion de las bellas artes se ha debilitado alguna vez en Roma,
jamas pudo, gracias al culto, interrumpirse del todo. A las Iglesias
de Santa María de Araceli, San Estevan el Redondo i otras,
construidas sobre columnas sacadas de los templos jentílicos,
siguióse un arte cristiano, i a las estátuas de los dioses, las de la
Vírjen i de los Santos. Despues de las desvastaciones de los
bárbaros, los artistas se hallaron sin modelos, i casi condenados a
crear de nuevo las bellas artes haciéndolas pasar por la larga i
penosa infancia de siglos que precede a su virilidad; pero el grupo
del Laocoon fué desenterrado de entre las ruinas, reapareció la
Venus capitolina, el Apolo del Belvedere volvió a ponerse en pié, i
entónces las bellas artes encontraron la casi borrada huella del arte
antiguo; i cuando Rafael descubrió las ruinas de la Domus aurea de
Neron, halló en ellas el modelo de los famosos rafaelescos que hoi
se admiran en el Vaticano. ¡ Gloria pues al culto redentor de las
imájenes! a ellas se debe la salvacion del mundo artístico; porque
no es solo la representacion material para obrar sobre los sentidos
230

del pueblo lo que justifica el culto de las imájenes, sino el


desenvolvimiento de una de las facultades mas preciosas del
espíritu humano, la facultad de sobreponerse a la materia,
concibiendo i realizando en formas palpables, algo que sale de los
límites de la naturaleza creada, para entrar en los dominios de Dios
creador, porque como él amasa el barro i le inspira soplo de vida. I
en efecto, es preciso venir a Roma para alcanzar a comprender
toda la importancia civilizadora del culto de las imájenes. Nuestros
santos españoles en América, con sus caras pintadas, i sus arreos
de jergon o brocato, esponen a los espíritus elevados a caer en el
error de los iconoclastas. No sucede así en Roma en cuyas
miriadas de altares se esponen a la veneracion pública, tan solo
estátuas de bronce o mármol, o cuadros ejecutados por los mas
grandes artistas: de este modo la relijion se muestra grande por sus
símbolos, i si el Santo reverenciado fué el dechado de todas las
virtudes, la imájen que lo representa es el último i mas acabado
esfuerzo del injenio humano. En la Basílica de San Pedro no solo se
veneran todas las piadosas glorias del cristianismo sino tambien los
maestros de las bellas artes, i los nombres del Bernini, de Miguel
Anjel, Rafael, Ticiano, Dominiquino, Thornwaldsen, Canova, se
confunden en el mismo himno que el mármol i el bronce estan
cantando a la gloria de Dios, que hizo al hombre a su imájen i
semejanza, creador. Ante esta sublime asociacion de las grandezas
del cielo i de la tierra no hai impiedad que ose manifestarse, i el
protestante que pasea sus miradas atónitas sobre las maravillas de
San Pedro se inclina ante las concepciones del jenio,
avergonzándose de la esterilidad de la protestacion que escluye del
culto las creaciones artísticas, quitando a Dios lo que es de Dios.
Ni las bellas artes se han circunscrito en los templos de Roma
a la representacion de los Santos. Las estátuas de los Papas, los
bustos de los personajes notables, i las virtudes simbólicas, tienen
en ellos derecho de ciudadania. Pio VI ejecutado por Canova está
de rodillas delante de la confesion de San Pedro; el Moises de
Miguel Anjel medita sentado a los pies de Julio II; i en uno de los
mausoleos elevados en San Pedro a diversos Papas, tan
imprudentemente desnuda yacia la Prudencia, que el Bernini hubo
de arrojarla un velo de bronce para que disimulase un poco sus
seductoras gracias. "Oh! Roma, que fuistes i que "eres aun la
cabeza del mundo, yo te saludo" tambien como Byron. Los siglos
despues de haber hecho su curso sobre la tierra, vienen a
reposarse sobre lo alto de algun monumento de la ciudad eterna.
En las plazas se alzan obeliscos de granito elevados en Menfis i
Tebas en las primitivas edades del mundo: el tiempo ha cernido en
231

vano sus alas sobre ellos! César Pont. Max. lo erijió una vez en
honor del pueblo romano; Paulo Pont. Max. lo levantó otra despues
de caido, segun se lee en la doble inscripcion. Los nombres de
Fidias i Praxiteles forman un mismo catálogo con los de Canova i
Thornwaldsen; millares de columnas de porfiro i de granito, i de
alabastro oriental andan hace cuatro mil años poniendo su hombro,
adornado de capiteles varios a los santuarios de las artes; i tal
columna que hoi decora la basílica de San Pedro, ha presenciado
ántes los festines de los palacios cesareos, despues de haber sido
sucesivamente salpicada por la sangre de las victímas en los
templos de Roma i Ejipto donde fué primitivamente erijida. Así el
material artístico del culto cristiano en Roma se compone de los
restos grandiosos de todas las creencias que han fecundado el
espíritu humano, ejercitándose el arte moderno sobre este caudal
de estátuas, bajo-relieves, mosaicos i capiteles. Los cultos antiguos
deificando las formas legaban aquella belleza típica, en la cual
debia encarnarse para complemento del arte, la belleza moral del
Cristianismo; por lo que no hai a mi juicio profanacion mayor de las
cosas santas que la de una imájen cristiana cuyas formas innobles
o absurdas estan desmintiendo la belleza perfecta i como sobre
humana que debieran representar. Entónces el culto se vuelve
material, i el cristianismo se degrada descendiendo hasta el
fetiquismo, aquel culto de los pueblos bárbaros que adoran la
serpiente del desierto, i los monstruos Gog i Magog, precisamente
porque infunden terror a la muchedumbre brutal i supersticiosa. La
artística Roma se cubriria la cara de vergüenza, si viera erijidos en
alto algunos de nuestros crucifijos, con sus formas bastardas que
rebajan la dignidad del Hombre dios, i aquel su semblante airado a
veces, como si quisiera maldecir de sus sufrimientos en lugar de
pedir perdon por sus verdugos, entre los cuales ha de contarse
tambien al que tan deslealmente lo ha representado. Asi en Roma
la Madona de yeso que el devoto tiene a su cabecera está
modelada sobre alguna obra maestra del jenio.
Lleno de este sentimiento del arte he vivido en Roma
familiarizando mi ruda naturaleza americana con las sublimes
concepciones artísticas; i despues de haber recorrido basílicas,
museos, ruinas i catacumbas, en busca de obras maestras,
recuerdos históricos o tradiciones cristianas, solia ir a reposarme
cerca del Moises en el vecino San Pedro In Vincoli o ante la
Transfiguracion de Rafael, o la Comunion del Dominiquino en el
Vaticano. I nosotros, he dicho para mí en aquellos momentos de
embriaguez producida por la contemplacion de tantas bellezas, ¿por
qué estamos en América condenados a la privacion absoluta del
232

bello artístico, que en sus primeros ensayos muestra el límite que


separa al salvaje del hombre civilizado, i en su apojeo es el
complemento i la manifestacion mas elevada de la humana
perfectibilidad? ¡Pueblos nuevos aquellos repite la vanidad
americana, que no obstante encontrase en esto sorprendida en
flagrante delito de barbarie no consiente en que se la llame bárbara!
¡Pueblos decrépitos diria yo, vástagos podridos de viejo i podrido
tronco! Tampoco en España viven hoi las bellas artes: la relijion no
pide ya la imájen de sus vírjenes a los talleres que, muertos los
Velasquez, Murillos i Riveras, quedaron desiertos i abandonados.
Por otra parte, reyes que encadenaron a Colon i abandonaron en el
olvido a Hernan Cortez, nunca alzaron estátuas a los grandes
hombres. Así murió aquella robusta escuela española, que en el
siglo XVI intentó rivalizar con la italiana, i cuyas producciones
adornan hoi museos estranjeros; así murió Colon sin que su retrato
siquiera nos quedara; asi Cervantes ha esperado tres siglos, que su
patria levantase un pedestal a su fama europea, mas que española.
La América fué conquistada cuando la España habia contraido
aquel mal de consunsion que la ha minado durante tres centurias, i
nuestras sociedades al nacer traian ya el virus. Algunos ensayos de
Murillo, aprendiz de pintura entónces, he aquí todo lo que
conociamos en América como bellezas artísticas antes de la
revolucion, que sin discernimiento echó a los muladares cuantos
cuadros adornaban nuestras antiguas casas. I no se cite a los
americanos del Norte, en corroboracion de que las bellas artes no
tienen cabida en los pueblos nuevos. Norte-América a su vez nació
iconoclasta, he aquí la causa i la diferencia. A ser pueblos nuevos
debiéramos nacer con los instintos de nuestro padre, el siglo en que
vivimos, herederos de todas sus adquisiciones; i en esto el Norte i
no el Sud de América justifica solo la denominacion; pues que tenia
aquel mui desde temprano, mas caminos de hierro que la Europa
entera, mas vapores que la propia Inglaterra.
Jénova ha elevado a Colon un monumento, i Florencia una
estátua a Américo, miéntras que en los paises descubiertos por el
uno, i que llevan el nombre del otro, la gratitud de los que pudieran
llamarse sus hijos, no se ha traslucido hasta ahora, por ninguna
señal visible para honrar su memoria. ¡I que suerte ha cabido a
nuestros hombres de 1810! Washington i Franklin viven en el
Capitolio, pero la losa sepulcral que cayó sobre los nuestros, pesará
eternamente sobre sus cenizas.
Felizmente para honra de la América, en el taller de Tenerani,
el primer escultor de Roma, vese el modelo de la estátua en bronce
que a Bolivar ha mandado elevar un particular de Bogota en Nueva
233

Granada; i otra en mármol pedida por el gobierno de Méjico. Grecia


i Roma sembraban mármoles tallados para cosechar corazones
magnánimos, i en Jénova, donde el espíritu de la república que
animaba a sus patricios ha fundado todos los establecimientos de
beneficencia que existen, cuentanse mas estátuas de benefactores
en un hospital, que no las hai elevadas a los santos del cielo en
toda la América. Recientemente se han inaugurado dos en el
hospicio de incurables, en honor de dos ciudadanos que legaron
para su sosten dos millones el uno, i tres el otro! Así se cambia
piedra por oro, egoismo por nobles i grandes virtudes. En América,
empero, créense superfluidades los frutos eternos de las artes, que
a su vez eternizan al hombre; i cuando en Chile insistia una vez
porque se consagrase un monumento a la piadosa memoria del
Presbítero Balmaceda, jentes mas piadosas que yo no sabian cómo
caracterizar proposicion tan peregrina. Un dia llegará, sin embargo,
en que entremos en el buen camino de que vamos tan estraviados,
haciendo que se irradie hasta nosotros el arte europeo; pues que no
teniendo que desenvolver un arte nuestro, todos los artistas
debieran tener entre nosotros derecho de ciudadania. Necesitamos
una estátua? Encomendáramosla a Canova, si Canova viviera aún;
porque es solo la posesion del objeto artístico lo que debe hacer
nuestra gloria cosmopolita en esto, sin curarnos de saber dónde
quedaron los despojos del mármol desbastado. Otro tanto sucede
en Roma, donde los Papas protectores de las artes nunca han
inquirido de dónde les vienen los Miguel Anjel, Thornwaldsen,
Gibsons, Canova i tantos otros estranjeros que han dado a las artes
de Roma el cetro que conservan.
Preocupado de esta idea he recorrido los talleres romanos,
modestos asilos a que no desdeñan descender Papas i soberanos, i
donde el jenio paciente del artista está laboriosamente tramando
nuevas bellezas, para gloria de la presente i futura edad. La
jenerosa oficiosidad del maestro Cárlos de Paris, me ha guiado en
esta esploracion que no considero inútil, i sus luces en la materia
han suplido mi insuficiencia para apreciar el mérito de los objetos de
arte que se ofrecian a mi admiracion. En América se construyen
templos, aunque no siempre puedan los que los dirijen, engreirse de
la perfeccion i estilo de su arquitectura: alguna vez los gobiernos
desearan elevar una estatua; tal persona piadosa querria enriquecer
un altar con un bello cuadro, i en todo caso, la opulencia puede
tributar homenaje a las bellas artes, darles asilo en sus salones,
para honrarse con lo esclarecido de los huéspedes. He creido,
pues, oportuno servir a estos intereses nacientes o por nacer,
consignando en esta carta algunas indicaciones sobre los artistas
234

actuales, escojiendo entre los que he conocido aquellos que ya


empiezan a figurar en América, o que por el jénero especial de su
talento merecen de preferencia que sean cuanto antes conocidos.
Entre los pintores que descuellan hoi en Roma cuéntase a
Coghetti bergarnasco, pintor de historia sagrada, i que por la
correccion clásica de su diseño i su estilo grandioso pertenece a la
escuela de Rafael. Entre una multitud de obras que han contribuido
a formar su reputacion, distínguese la Ascencion de Jesucristo,
trabajo colosal, en el cual por la composicion i la elevacion mística
del asunto parece aspirar, ya que no rivalice, a acercarse al ménos
a la tan celebrada Transfiguracion. En casi todos los altares de
Roma un gran cuadro ocupa la parte central, i Coghetti ha sido
encargado por el Papa de la composicion del Martirio de San
Lorenzo i de la del de San Estevan para sus altares en la basílica
de San Pablo, actualmente en construccion. El gobierno de Méjico
le ha encomendado igualmente un cuadro que pudiese servir de
modelo de pintura a los jóvenes estudiantes. El artista, para
corresponder al fin indicado, ha escojido el momento en que el
Eterno maldice a Adan i Eva, por la violacion de sus mandatos, con
lo que reunia en un grupo sencillo academias de hombres i de
mujeres, ropajes en el Padre Eterno, i elevacion relijiosa en el
concepto. El terror que la cólera celeste infunde, la vergüenza de la
desnudez i la conciencia de la propia culpa están sublimemente
representados en la madre del hombre; miéntras que Adan, sin
dejarse abatir por la desgracia, sin maldecir de la mujer querida,
aunque causa primera de tantos males, parece disculpar su lijereza,
i cubriéndola con un brazo, escuchar con la cabeza inclinada la
enumeracion de las penas que le aguardan.
Me apresuro a hacer mencion de M. Chatelain, aunque no
aspira como el anterior a ocupar un lugar en las pájinas variadas de
la pintura; pero que no es menos importante con relacion a la
América. Su ambicion se limita a reproducir con fidelidad nunca
desmentida, las obras de los grandes maestros, para satisfacer la
demanda que de todas partes hai de estos modelos. Su taller está
lleno de copias de Ticiano, Rafael, Rivera i cuantos grandes artistas
han recibido ya la sancion universal. Los soberanos para palacios i
museos, los jefes de la Iglesia para capillas i altares, dan activa
ocupacion a su pincel; teniendo actualmente pedidos de Boston i de
puntos remotos del mundo por el retrato del Papa actual. Como la
falta de modelos en América es uno de los grandes obstáculos que
el cultivo de las bellas artes encuentran, fácilmente se comprenderá
de cuánta ventaja puede ser la adquisicion de copias calcadas
sobre las obras maestras de Roma, i casi puede decirse pasadas
235

de una tela a otra, por la habilidad profesional del artista. De Paris,


es otro artista que brilla solo hoi en un jénero de composicion, que
él ha resucitado por decirlo así (por haber cultivadolo Poussin en su
tiempo), enriqueciéndolo De Paris con competentes estudios en la
especialidad. Este artista despues de haberse consagrado algun
tiempo al jénero histórico, hizo una larga residencia en Méjico, i en
medio de los esplendores de aquella naturaleza tropical, grandiosa,
variada i a veces sublime, familiarizó su pincel con las iluminaciones
tórridas, i las escenas naturales mas sorprendentes. Vuelto a Roma,
rico de imájenes nuevas, se consagró al paisaje histórico, el cual
ostentando en el fondo todos los primores de la creacion, se
ennoblece por la colocacion en segundo término de alguna escena
histórica. Este jénero se adapta admirablemente a las necesidades
de la sociedad actual, por la mediana proporcion de las telas, que
convienen a la decoracion de salones i gabinetes. Su Paso del Mar
Rojo es sublime como composicion i brillante de luz i de accidentes
naturales. El sol poniente prolonga sus irradaciones sobre la
atmósfera polvorosa del desierto. La marea viene estrellándose
contra las rocas de la costa, e iluminadas las ondas oblicuamente
por los rayos del sol, dejan ver la escena desastrosa de un ejército
sorprendido por la vuelta de las aguas, miéntras que Moises,
vestido de blanco segun el uso inmemorial de los árabes, domina
desde lo alto de las rocas al pueblo que ha salvado, i a los
enemigos que aniega bajo las olas, cuyo furor incita con la vara
milagrosa que tiene alzada en alto, al mismo tiempo que grupos de
hebreos sobrecojidos por el prodijio que presencian, parecen
entonar el famoso himno del desierto. Las montañas secas i
escarpadas, el mar alborotado, la atmósfera turbia, el lujo oriental
de carruajes, caballos i jefes ejipcios que se aniegan a la luz del sol
que ilumina de frente estos objetos, prolongando sus sombras como
a la caida de la tarde, dan a este cuadro una riqueza de colorido
que aumenta la solemnidad del asunto.
No es ménos importante su Monte Calvario. El pintor ha
puesto la escena en lo alto del Gólgota i los espectadores reunidos
a millares a causa de las fiestas de la próxima Pascua, agrupados
en diversos planos segun que los accidentes del terreno permiten
ver la escena. El primero i segundo término ocupanlo los curiosos
vestidos con toda la gala oriental; pero en tercer plano hai un grupo
que da a la composicion el interes dramático que inspira. María, la
pobre madre del ajusticiado, ha venido acercándose al lugar fatal,
en el momento en que sostenida por cordeles empieza la cruz a
enderezarse. El grito de la mujer herida en la parte mas sensible de
su existencia, herida en el amor maternal, parece resonar aun por
236

entre las concavidades de las peñas, segun es de aflijente la


espresion de la Vírjen i segun son los esfuerzos que por consolarla
hacen San Juan i las mujeres que la acompañan. El rayo i el
huracan que se desencadenan al anuncio de la muerte del Creador,
iluminan i dan movimiento fantástico a todo aquel conjunto. De
Paris, hermano del vizcónsul de Méjico, en relacion con los artistas
de Roma, i mui entusiasta por la América que ha conocido en
Méjico i de donde hizo venir jóvenes a estudiar las bellas artes a
Roma, puede ademas servir de intermediario entre los americanos
aficionados i los artistas romanos, poniendo a los primeros a
cubierto de errores de dinero o de mérito en las adquisiciones
artísticas que deseen hacer.
Distínguense ademas como pintores, Podesti, cuyo cuadro del
Juicio de Salomon ha merecido jeneral aceptacion, Consoni,
Chierici, Galofre español i otros muchos. Entre los escultores
descuellan Tenerani i otros, de entre los cuales por convenir al
objeto con que hago estas indicaciones solo citaré algunos. Barba,
encargado actualmente del sepulcro que a la madre del banquero
Torlonia ha de erijirse dentro de San Juan de Latran, i que se
compone de un bellísimo grupo de estátuas mas grandes que el
natural; pero la obra mas importante de su cincel es un grupo de
José i la mujer de Putifar, que los intelijentes colocan entre los
primeros trabajos del momento presente. Benzoni, es otro escultor
que goza de celebridad en los grupos de niños sobre todo, de los
cuales son los principales una pequeña niña que arranca a un perro
una espina de la pata; i la misma niña dormida, miéntras el perro la
salva de una vívora que amenazaba morderla. Estos graciosísimos
grupos han sido reproducidos varias veces, con variaciones mas o
ménos sustanciales. Este escultor es ademas autor de un bello
grupo del Amor i Siquea, en el que ha ostentado toda la gracia que
el asunto requeria. Galli, digno discípulo de Thornwaldsen, i sin rival
hoi en el diseño i ordenacion de bajo-relieves, es un escultor de
mérito igualen asuntos sagrados i profanos, por su estilo que imita
la correccion i gracia de los antiguos. Trabaja actualmente estátuas
colosales para San Pedro, i adornos para la Capilla Torlonia.
Agneni, fresquita profundamente versado en la teoria i en la práctica
de todos los ramos de su arte, es acaso el único jóven de mérito,
que con aptitudes iguales se halle en circunstancias de ponerse en
América a la cabeza de un establecimiento público de enseñanza
de las bellas artes, en caso de ser solicitado. Ultimamente, si
hubiese de designar un arquitecto para complemento de la
anotacion, ninguno llenaria a mi juicio las comisiones que se le
confiaran, mejor que el signor Cippolla, pensionado en Roma del
237

gobierno de Nápoles, jóven de talentos estraordinarios, i que ha


hecho estudios tan profundos sobre el arte antiguo, que
examinando las bases de la série de monumentos que constituian el
santuario de Prenesto, el San Pedro de los antiguos romanos, i
estudiando los estucos, fragmentos de cornizas, i capiteles
encontrados entre sus ruinas, ha emprendido con éxito restaurar el
plan jeneral del edificio, con todos sus detalles, i el carácter i jénero
de arquitectura de cada pieza separada, segun la época a que
pertenecieron: trabajo colosal, como se vé, i que revela una
erudicion no comun, al mismo tiempo que de su buen gusto dan
muestra irrecusable algunos planos de altares, palacios, i vilas de
que ha sido encargado.
Su Señoría Ilustrísima perdonará en obsequio del buen deseo,
lo minucioso de estos detalles, al parecer fuera de propósito en esta
carta. Pero como la barbarie hace por algunos puntos de América
admirables progresos, de lo que la Capilla de Nuestra Señora de los
Desamparados es una prueba en su diócesis, no considero por
demas indicar los arquitectos i artistas que pueden, llegando el
caso, decorar dignamente un templo u otro monumento público.
Hablaréle ahora de lo que mui desde el principio debiera haberle
hablado, de Su Santidad Pio IX, el jefe actual de lalglesia, que tan
profundo interes excita hoi en el mundo.
Pio IX, a mas de su alta posicion como jefe de la Iglesia, tiene
para nosotros la circunstancia, sin antecedente hasta hoi, de haber
recorrido la América del Sud, i dejado amigos i simpatias en
Montevideo, Buenos-Aires, Santiago de Chile i Valparaiso; por lo
que millares de americanos pueden vanagloriarse de haber visto de
cerca al que hoi se les anuncia revestido de los prestijios casi
divinos del Sumo Pontificado. Tiene ademas para mí, el mas
encumbrado de todos los títulos a la veneracion de los pueblos
cristianos, cual es el que le viene de haber quitado a la arbitrariedad
de los gobiernos la sancion de la relijion, como que la libertad no es
mas que la realizacion mas pura de la caridad cristiana, dejando a
cada uno el libre arbitrio en que todo el dogma se funda; haciendo
desaparecer de los actos públicos la violencia i la sangre, contra las
cuales la mansedumbre cristiana ha protestado en vano cerca de
veinte siglos.
Con tales antecedentes sobre el espíritu e ideas del nuevo
Papa, puede imajinarse Su Señoría con cuánto placer recibiria el
billete del camarero de palacio que fijaba la hora de mi recepcion en
el Quirinal, i si debí cumplir de buena voluntad con el ceremonial
que prescribe hacer tres jenuflexiones hasta besar el pié de Su
Santidad, quien no bien hube terminado mis reverencias, "señor
238

Sarmiento, me dijo, con bondad i en buen español, de qué punto de


la América del Sud es V.?—De San Juan en la República Arjentina,
Santo Padre—Ya estoi; San Juan de Cuyo, al Norte de Mendoza
como..tres o cuatro dias de camino—Dos cuando mas—Si
(sonriéndose) pero VV. viven a caballo, i corren en lugar de
caminar. Yo he andado por esos paises, i conozco a Mendoza,
Buenos-Aires, Chile....—Lo sabemos Santo Padre, i los pueblos de
América que tuvieron la felicidad de hospedarle, habrán recibido
con entusiasmo la noticia de la exaltacion de Su Santidad al Sumo
Pontificado. Es el primer Soberano Pontífice que haya visitado la
América—Si, es verdad......Dígame V..... Rivadavia! el Jeneral
Pinto, que es de ellos? Su voz tomó repentinamente un acento
grave al hacerme estas preguntas, cuya solucion le interesaba tanto
mas, cuanto que era yo el primer americano con quien hablaba
despues de su exaltacion.—El primero ha muerto no ha mucho, le
contesté, en Cádiz, desterrado i en la miseria; su administracion
cayó en 1827 a causa de las resistencias que suscitaron sus
reformas políticas i relijiosas, i sus partidarios han sido espulsados o
esterminados.—Oh! esclamó con un acento profundo de disgusto,
al parecer mezclado de compasion i horror.—El segundo, continué,
por causas análogas dejó el gobierno en 1830, i mas feliz que
Rivadavia, pudo retirarse a la vida privada donde permanece
respetado i tranquilo.—Pero los gobiernos actuales, cómo son?
Está siempre a la cabeza de los negocios aquel partido..(el Papa
buscaba una palabra).....ultra-republicano?—Yo veia venir esta
pregunta, i presumí que por la conciencia de su propio pecadillo, no
queria apellidarlo liberal, aunque con el epíteto de ultra, que tanto
desmejora la droga. Hícele, pues,una breve reseña de los cámbios
políticos obrados en aquella parte de América despues de 1830, por
lo que respecta a Chile; pues por lo que hace a nuestro pais, era yo
demasiado feliz en aquel momento para suscitar recuerdos
dolorosos, i que tanto humillan a nuestra pobre patria. Mostróse Su
Santidad mui satisfecho de los sentimientos de moderacion que
animaban al gobierno de Chile, no obstante su ultra-republicanismo,
puesto que traté de hacerle comprender, cómo la idea de la
monarquía repugnaba a nuestros hábitos, i cuánta sangre, crímenes
i barbarie habia traido el gobierno absoluto de uno solo, en algunos
puntos de la América del Sud. Observóme que aquellos gobiernos
no tenian consistencia, a cuya objecion satisfice lo mejor que pude
alegando en mi apoyo, los diez i seis años de paz de que Chile
habia disfrutado sin cadalsos i sin despotismo.
En seguida me hizo mil preguntas sobre personas que habia
conocido en América; un señor Donoso, otro Tagle de Santiago; un
239

Palazuelos de quien le dije que era muerto, cuya noticia le causó


una vivísima impresion; observándome que a la fecha debia tener
43 años, por lo que inferí, rectificando el error, que hablaba de don
Pedro; i haciendo yo un movimiento involuntario de hombros i de
manos para caracterizar la espresiva mímica del individuo; ese es!
me respondió rebozando de alegria con la seguridad de que aun
estaba vivo. Preguntóme por el señor Eyzaguirre; recordó la
memoria de nuestro deudo el Obispo Oro, i me pidió noticias de Su
Señoría. En fin despues de otros varios detalles quiso informarse
del objeto de mi viaje i del tiempo que permaneceria en Roma,
diciéndome que me veria con gusto a mi regreso de Nápoles, con lo
que me retiré despues de haberle besado la mano que me tendia
para evitar que me postrase segunda vez. Bien deseaba yo tener
esta segunda entrevista, para premunirlo contra las intrigas que
andaban anudándose en la Curia, contra mi digno amigo el señor
Donoso, Obispo electo de Ancud, i a quien desfavorecian informes
siniestros de algunos enemigos suyos en Chile. No habiendo por la
rapidez de mi viaje podido realizarla, me contenté con informar de
ello a mis amigos en América i al señor Irarrázaval, que venia en
camino para Roma.
No puedo abandonar este asunto, sin detenerme un poco
sobre los antecedentes de este fausto advenimiento de Pio IX, que
tan alto lugar ha de ocupar en la historia de los pueblos cristianos.
Gregorio XVI, el antecesor de Pio IX, acababa de fallecer, i el
cónclave de cardenales se reunia para la eleccion de un nuevo
Papa, bajo la influencia de todo jénero de alarmas e incertidumbres.
Del acierto de la eleccion dependian la tranquilidad de Roma, las
vidas de centenares, i acaso la existencia misma del papado, en
cuanto gobierno político. La efervescencia de los espíritus habia
llegado a su apojeo durante los últimos años del reinado de
Gregorio XVI; la revolucion de la Romania acababa de ser
sofocada; las prisiones de estado rebosaban con presos por causas
políticas, i la sangre habia corrido en los cadalsos, i aun en
matanzas desordenadas. La muerte del anciano Gregorio XVI ponia
en nuevo conflicto al gobierno papal, i a tal punto habian llegado las
cosas, que o debia armarse de todos los rigores de los gobiernos
terroristas, llenar de patíbulos todo el estado pontificio, enlutar
familias enteras i recordar a los romanos los tiempos de Neron o de
Cómodo, o bien cambiar súbitamente de política, hacer concesiones
a la opinion pública, i otorgar a sus súbditos los derechos que hoi
dia pertenecen a todos los pueblos civilizados. Porque, es preciso
decirlo, el gobierno pontificio no habia esperimentado ninguna de
aquellas saludables reformas, que a costa de tantos trastornos, han
240

obtenido los pueblos modernos en estos últimos tiempos. Existe en


Roma un patriciado rico e ilustrado que goza de un gran prestijio
entre el pueblo i la clase media, con el cultivo de las bellas artes
que tanto eleva el espíritu, con las tradiciones históricas que tan
poderosa influencia ejercen sobre las naciones, i posee aquel
sentimiento de la propia dignidad, que hace al hombre sobrellevar
con impaciencia la arbitrariedad de los gobiernos. A esta
circunstancia se añadia en el pontificado la singularidad de ser
sacerdotes los empleados públicos, los jueces, gobernadores de
provincia, i algunas veces hasta los jenerales de los ejércitos,
gravitando ademas sobre los laicos el peso de abusos inveterados,
el monopolio del pan i de la carne, la venalidad de algunos empleos,
la arbitrariedad de los tribunales de justicia, las comisiones
permanentes para las causas políticas, i las persecuciones por
opiniones, por parentezco, amistad o simpatias, mezclándose la
relijion i la política, para castigar con actos reconocidamente malos,
ideas, acciones i juicios reconocidamente buenos. "En esos
tribunales, dice un escritor contemporaneo, verdaderos
cortacabezas, los mismos hombres son a la vez acusadores i
jueces: no hai libertad en la defensa; ni aun en la eleccion del
defensor, que el mismo tribunal impone, elijiéndolo de entre sus
paniaguados. Procesos oscuros, ocultos, redactados en el sentido
de la acusacion, e indefinida i arbitraria la clasificacion de la culpa,
por la cual se castigan como delitos de lesamajestad, las opiniones,
los pensamientos, i aun las afecciones del corazon."
Nada de exajerado pedian los revolucionarios de la Romania,
sino la simple reforma de los abusos, que mas gravitaban sobre el
pueblo romano. "Pedimos que conceda el gobierno, decia Pietro
Renzi en su manifiesto, "plena i jeneral amnistia a todos los reos
políticos desde el año 1821 hasta el presente (1845);
"Que de códigos civiles i criminales, modelados sobre los de
los demas pueblos civilizados, i que consagren la publicidad de los
debates, la institucion del jurado, la abolicion de las confiscaciones i
la pena de muerte por delitos políticos;
"Que el Tribunal del Santo Oficio (la inquisicion existe en
Roma) no tenga jurisdiccion sobre los laicos;
"Que las causas políticas sean seguidas i sentenciadas por
los tribunales i segun las leyes ordinarias;
"Que los empleos i dignidades civiles i militares sean
desempeñados por los seglares;
"Que la educacion pública sea sustraida de la sujecion a los
Obispos;
"Que la censura previa de la prensa sea limitada a prevenir
241

las injurias contra la Divinidad, la Relijion, el Soberano, i la vida


privada de los ciudadanos;
"Que las tropas estranjeras (los suizos) sean licenciadas;
"Que se instituya una guardia nacional;
"Que, finalmente, entre el gobierno en el camino de todas las
mejoras sociales, que vienen apuntadas por el espíritu del siglo,
&c., &c., &c."
A todos estos clamores tan moderados, sin embargo, se habia
mostrado sordo el gobierno pontificio, persistiendo i obstinándose
en agravarlos con actos de persecucion del todo injustificables.
Como en los tiempos antiguos, el pueblo romano se retiraba al
monte sacro, para protestar contra las injusticias de los patricios; en
Faenza los ciudadanos se habian visto forzados a reunirse armados
en la plaza pública, para pedir satisfaccion i garantías contra los
indignos ultrajes, que diariamente recibian en sus casas i personas,
de una cuadrilla de campecinos estúpidos, que obraban o bajo la
influencia del gobierno, o animados por su tolerancia; instrumentos
brutales de una política aborrecida, de que no han faltado ejemplos
en América.
En medio de todos estos desórdenes, las ideas del público
eran sin embargo claras i fijas; la conciencia pública estaba
perfectamente formada, i la desaprobacion universal que la marcha
del gobierno encontraba, habia dividido el Estado romano en dos
sociedades distintas; una que gobernaba, apoyada en cinco mil
soldados alemanes i suizos, que por lo jeneral ignoraban el idioma
italiano, i otra de nobles, de artistas, i de ciudadanos pacíficos; una
en fin de verdugos, i otra de víctimas.
Como este estado violento era comun a toda la Italia de
muchos años atras, los escritores italianos, Massini, Péllico, Renzi,
Galletti, el Abate Gioberti, todos en fin cuantos se sentian dotados
del don de la palabra, al mismo tiempo que atacaban las pequeñas i
rastreras tiranías italianas, inculcaban en los ánimos la idea de la
nacionalidad itálica, i la necesidad de reunirse bajo un gobierno
central que dejando a los príncipes italianos la plenitud de su
independencia, bajo formas moderadas i regulares de gobierno,
constituyese de toda la Italia, tan deprimida hoi en la balanza
política de Europa, una nacion respetable con una marina comun,
representándose los diversos soberanos por ajenies en un congreso
italiano. El Abate Gioberti, sobre todo, habia inculcado esta idea en
una voluminosa obra que tiene por título: Del primato civile e morale
degli Italiani, en la cual, exajerándose la importancia de su nacion
en los destinos humanos, hasta dar el epíteto de bárbaros a los
franceses, ingleses i alemanes de hoi, inculca la idea de aquella
242

sentida comunidad italiana, hallando en el papado mismo, un centro


natural, forzoso i conveniente para el establecimiento de una
representacion italiana bajo la éjida de la tiara, que no puede
alarmar las susceptibilidades de los príncipes cuya soberanía tiene
hoi subdividida la nacion. Todo esto, bien entendido en el supuesto
de que la política del gobierno pontificio entrase en el espíritu e
interes de los pueblos, i abandonase el sistema de opresion i de
oscurantismo que la influencia austríaca le habia impreso. Cito esta
obra, publicada en Paris en 1844, porque en ella se encuentran
contenidas muchas, si no todas las ideas que actualmente ajitan a
la Italia, bastando para juzgar de la aceptacion con que ha sido
recibida, el saber que estuvo prohibida durante el anterior papado, i
que en Venecia i Milan jemian aun en 1847 en los calabozos,
aquellos a quienes la policia austriaca habia encontrado en
posesion de algun ejemplar de ella.
En los momentos, pues, de la muerte de Gregorio XVI,
millares de presos políticos reinchian las cárceles i los castillos; las
guardias se hacian con bala en boca; toda la Italia estaba llena de
emigrados romanos, i el odio público excitado por los recientes
sucesos de la insurreccion sufocada de la Romania, se habia
cambiado en aquella inquieta espectacion que acompaña a las
grandes crísis. El cónclave de los cardenales se reunia bajo estos
siniestros auspicios. ¿Iba a continuarse la política del Papa difunto?
¿Qué se hacia con los presos políticos? ¿Qué concesiones se
hacian a la opinion pública, o qué nuevos rigores se habian de
ensayar para dominarla, i aterrarla? Hé aquí las únicas cuestiones
que habia que ventilar para la eleccion de un sucesor de S. Pedro,
del representante de Jesucristo en la tierra.
Para la completa intelijencia de estos acontecimientos, es
preciso recordar que los gobiernos civiles de Europa ejercen una
grande influencia en la eleccion de los papas. En los tiempos de la
grandeza i preponderancia española, durante los reinados de
Cárlos V, Felipe II, la España exaltaba al pontificado a sus
protejidos i protectores: en seguida ejerció esta influencia la
Francia, hasta que últimamente, despues de la revolucion francesa,
i la decadencia española, quedó la Austria, esclusiva influencia
política directora de las maniobras del escrutinio. El Austria habia
aconsejado, mandado, la eleccion de los papas precedentes. Su
inspiracion guiaba todos los actos del gobierno romano, i esta vez
era de temer que prevaleciendo en el cónclave la influencia
austríaca, las cosas continuasen el mismo camino que los
antecedentes les tenian trazados. Por fortuna la Providencia habia
preparado las cosas de otro modo. M. Rossi, emigrado largo tiempo
243

en Francia, actor en la revolucion de 1830, profesor en la


Universidad de Paris, vuelto a Roma, habia sido nombrado
embajador de Francia por Luis Felipe; i ya fuese sujestion de su
gobierno comitente, para arrebatar al Austria la importante direccion
de los negocios del papado, ya fuese inspiracion personal nacida de
su propio convencimiento, el enviado de la Francia, italiano i
romano de oríjen, perfectamente conocedor del personal del
cónclave cardenalicio, puso mano a la obra de sacar al papado del
mal camino en que una política peor aconsejada lo habia echado, i
salvar a sus compatriotas de los males que los amenazaban. M.
Rossi conocia íntimamente al Cardenal Mastai, poco influyente
hasta entónces en los negocios públicos, i alejado naturalmente de
un sistema que tanto debia repugnar a sus convicciones, i a la
nobleza de su corazon. Seria empresa temeraria buscar los
antecedentes que han motivado en Pio IX, aquel completo
antagonismo de ideas que desde entónces lo separaban tan
diametralmente de la mayoría de sus colegas. El jóven conde de
Mastai habia mostrado, desde sus primeros pasos en la carrera
eclesiástica, un espíritu conciliante, una intelijencia e instruccion
aventajadas, i en prueba de ello, tan jóven como era en 1823
(treinta i tres años) i tan humilde en la jerarquia sacerdotal, simple
canónigo, habia sido elejido consejero privado del primer nuncio
apostólico que se enviaba a América. Este viaje mismo no ha
debido contribuir en poco al libre desenvolvimiento de sus ideas.
Nada perpetua el atraso de las naciones tanto como el aislamiento.
Matan a la España i a la Italia su forma peninsular i los Pirineos i los
Alpes. Las preocupaciones locales parecen arrastrarse en un punto
dado, cuando las montañas estrechan el horizonte, o la falta de
contacto con otros pueblos priva al espíritu del espectáculo de otras
preocupaciones, que comparándose entre sí se destruyen
recíprocamente. Mastai habia visitado a Buenos- Aires i Santiago de
Chile, en los momentos en que estos pueblos se entregaban a
todas las ilusiones de un porvenir que juzgaban con
envanecimiento, grandioso i fecundo en bienes. Acababan de
derrocar un gobierno absoluto, i se preparaban a fundar uno nuevo,
sobre las bases del derecho, la igualdad, i la justicia; i si bien el
sacerdote, el enviado, tuvieron en la persona de Mastai ocasion de
no quedar satisfechos de la conducta de los gobiernos americanos,
el individuo, el jóven entusiasta por lo que es esencialmente bueno,
el pensador, cuánto no debió gozarse a la vista de estos pueblos
nuevos, preludiando en la carrera política, llenos de esperanza i de
fé en el porvenir? Vése en la narracion de su viaje, corno simpatiza
su intérprete, segun lo que él mismo ha debido sentir, con los
244

chilenos que por su propio esfuerzo habian sacudido un yugo


ominoso! A su vuelta a Italia, entre sus sueños de ambicion, si
alguna vez pasaron por su mente i no entraria la idea de conceder a
los italianos sus compatriotas esa misma libertad, porque estaban
allí tambien inútilmente luchando? ¿No era mejor i mas fácil obrar
así, que ensangrentar las plazas con ejecuciones diarias, rodearse
para gobernar de esbirros aborrecidos, i hacer de la mision
apostólica del papado una sucursal de las torpezas de la Rusia? Así
al ménos lo indica al contemplar con la mente la catástrofe de Santa
Helena.
Sea de ello lo que fuere, la verdad es que M. Rossi
conociendo los sentimientos e ideas del Cardenal Mastai, lo
propuso al conclave como candidato al papado, en oposicion a
Lambruschini, el indicado por el Austria, i que el conclave aterrado
por la gravedad de las circunstancias, deseoso de lavarse las
manos de los crímenes i persecuciones que la continuacion de la
política pasada traia aparejados, el conclave digo, sin echar mano
esta vez de las demoras, intrigas, i supercherias de otras veces, el
diez i seis de Junio de 1846, nombró en pocas horas i por una
mayoría competente, soberano Pontífice al Cardenal Mastai, el cual
al recibirse adoptó el significativo nombre de Pio, que encerraba en
sí el programa entero de su administracion.
I en efecto, apénas el cañon de Sant-Anjelo anunció a la
inquieta Roma su exaltacion, el júbilo estalló por todas partes, por
aquella secreta revelacion que el pueblo tiene casi siempre de las
cosas que le interesan. El primer acto de su pontificado fué al
misino tiempo el mayor acto de clemencia, la manifestacion mas
noble de una alma comprimida por largo tiempo, i que se desahoga,
acumulando bondad sobre bondad, alentando a los que dudan,
haciéndose el escudo de los perseguidos. La acta del diez i seis de
Julio de 1846 con que se inició el pontificado de Pio IX, es no solo
un monumento político, único en su jenero por la amplitud i
liberalidad del perdon, sino tambien un monumento literario, por la
ternura de los sentimientos espresados, i por la especie de
dilatacion del corazon que se deja ver en cada uno de sus artículos,
estendiendo las concesiones del primero por las disposiciones del
segundo, amplificadas éstas en el tercero, i así sucesivamente
hasta el fin. Su Señoría me agradecerá que consigne aquí este
documento inmortal.
"Pio IX a sus fidelísimos súbditos, salud i bendicion apostólica.
"En los dias en que se conmovia en lo profundo del corazon,
el público gozo por nuestra exaltacion al pontificado, no podiamos
librarnos de un sentimiento de dolor al pensar que no pocas familias
245

de nuestros súbditos no podian participar de la comun alegría,


porque en la privacion de los consuelos domésticos sufrian gran
parte de la pena en que alguno de los suyos habia incurrido,
turbando el órden de la sociedad, i ofendiendo los sagrados
derechos del príncipe. Echamos igualmente una mirada de
compasion hácia una gran parte de la juventud inesperta, la cual
aunque lanzada por falaces ilusiones en medio de los tumultos
políticos, nos parecia mas bien seducida que seductora. Por cuya
razon meditamos estender desde ahora la mano, i ofrecer la paz del
corazon a aquellos hijos estraviados que quisiesen mostrarse
sinceramente arrepentidos. La afeccion que nuestro buen pueblo
nos ha mostrado, i las muestras de constante veneracion que en
nuestra persona ha recibido la Santa Sede, nos han persuadido a
que podiamos perdonar sin peligro público.
"Por tanto disponemos i ordenamos, que el principio de
nuestro pontificado sea solemnizado con los siguientes actos de
gracia soberana.
"I. A todos nuestros súbditos que se hallen actualmente en
lugar de castigo, por causa de delitos políticos, hacemos gracia del
remanente de la pena, con tal que hagan por escrito solemne
declaracion sobre el propio honor, de no desear en tiempo ni modo
alguno abusar de esta gracia, i de querer llenar así fielmente todos
los deberes de un buen subdito.
"II. Con la misma condicion serán admitidos en nuestro estado
todos aquellos súbditos que por delitos políticos han salido de él, los
cuales dentro del término de un año de la publicacion de la
resolucion presente, por medio de los nuncios apostólicos, u otros
representantes de la Santa Sede, hagan conocer en la manera
conveniente, su deseo de aprovechar de este acto de nuestra
clemencia.
"III. Absolvemos igualmente a losque por haber participado en
cualquiera maquinacion contra el Estado, se encuentren bajo
prescripciones políticas, o bien declarados incapaces para ejercer
oficios municipales.
"IV. Es nuestro ánimo que sean interrumpidos i suprimidos los
procesos criminales por delitos meramente políticos, no terminados
aun por un juicio en forma, i que los reos sean puestos en libertad, a
ménos que alguno de ellos pida la continuacion del proceso, con la
esperanza de poner de manifiesto la propia inocencia, i revindicar
sus derechos.
"V. No queremos, sin embargo, que en las disposiciones de
los precedentes articulos sean comprendidos los poquísimos
eclesiásticos, oficiales militares, o empleados del Gobierno que
246

hayan sido condenados, o se hallen prófugos o procesados por


delitos políticos; con respecto a los cuales nos reservamos tomar
otras determinaciones, cuando nos lo aconseje el conocimiento de
sus causas respectivas.
"VI. Igualmente no queremos que en la gracia sean
comprendidos los delitos comunes con que se hubiesen agravado
los condenados, o prevenidos, o prófugos políticos; para los cuales
queremos que tengan plena ejecucion las leyes ordinarias.
"Nosotros queremos creer que los que usaren de nuestra
clemencia sabrán en todo tiempo respetar nuestros derechos, i su
propio honor. Esperamos tambien que endulzados los ánimos con
nuestro perdon, querrán deponer aquellos odios civiles, que son
siempre o causa o efecto de las pasiones políticas; de manera que
se restablezca verdaderamente aquel vínculo de paz, con el cual
quiere Dios que esten siempre unidos los hijos de un mismo Padre.
Mas si nuestra esperanza fuese de algun modo frustrada, aunque
con acerbo dolor de nuestro ánimo, tendremos presente en todo
caso, que si la clemencia es el mas dulce atributo de la Soberanía,
la justicia es tambien su primer deber. Datum Romae apud Sanctam
Mariam Majorem die XVI Julii, Anni MDCCCXLVI, Pontificatus Nostri
anno Primo. — Pius P. P. IX.”
A la publicacion de este estraordinario i nunca esperado
decreto, se siguió la apertura de las cárceles de Estado, i los
castillos de Civitavechia quedaron en una hora desiertos de los
centenares de tristes huéspedes que por largos años habian
habitado sus oscuros calabozos. Roma es acaso la ciudad del
mundo que mas calamidades ha sufrido. La historia recuerda el
vértigo que a la muerte de Neron se apoderó de los ciudadanos, los
cuales salian a las calles con el gorro encarnado de los libertos, a
abrazarse sin conocerse, a llorar del placer de encontrarse vivos, a
olvidarse con la esperanza de mejores tiempos, de los horrores de
que habian sido testigos. Otro tanto sucedia entre los primitivos
cristianos, al proclamar Constantino al cristianismo, relijion del
Estado. Los mutilados que habian sobrevivido al martirio salian de
las oscuras Catacumbas, donde vivian ocultos, para gozar en las
calles de Roma del aire libre i de los rayos del sol, de que se habian
visto privados: el pueblo se incaba de rodillas ante ellos para
adorarlos, como a confesores de la fé hasta entonces perseguida a
muerte; i los cristianos corrian a los templos, subian a las alturas o
descendian a las capillas secretas de las Catacumbas a desahogar,
en oraciones e himnos de gracias, el gozo de que se sentian
abrumados. La amnistia del nuevo Papa renovaba para Roma el
recuerdo de aquellas peripecias súbitas de su historia. La ciudad
247

entera se lanzó a las calles, sin saber a qué, sintiendo estrecho


para sus emociones el hogar doméstico. Millares de presos,
desconocidos, envejecidos en la prision, medio desnudos, con el
pelo desmenelado i la barba entera, corrian de un monumento a
otro, estasiándose a la vista de aquellos inválidos de la antigua
gloria de la patria, embriagándose con las emociones que en un
corazon italiano produce el espectáculo de lo bello, de lo artístico;
interrumpidos en fin, en sus correrias de locos, por una familia que
queria reconocerlos, por una madre que pedia noticias de su hijo,
preso muchos años, sin acertar a dar señas que conviniesen al
cambio esperimentado por la edad. I luego, aquella muchedumbre
romana que llenaba las plazas i el Corso, abrazándose, i riendo con
las lágrimas en las mejillas, se la veia dirijirse hácia el Capitolio, i allí
ante la estátua ecuestre de Antonino Pio, las de Castor i Polux, la
Minerva, i el palacio fabricado por Miguel Anjel, el inmenso Pópulo
romano como en los tiempos antiguos, entonaba himnos en coro
universal en alabanza del nuevo Papa, del nuevo emperador, del
Marco Aurelio moderno. La ciudad se iluminaba espontáneamente, i
del Capitolio el pueblo descendia en procesion para subir al monte
Cavallo, i hacer llegar en el Quirinal hasta los oidos de Pío IX, el
clamor unísono de cien mil voces humanas que lo aclamaban, Pio,
Grande, i Salvador de la Italia; pidiéndole que desde el balcon
echase sobre ellos i sobre la tierra, la bendicion papal, tan grata
para los romanos cuando les viene de un príncipe amado.
Un cura de campaña, testigo de estas manifestaciones de
regocijo, describe al Obispo de su Diócesis las fiestas romanas, con
aquel colorido de las sensaciones esperimentadas, que no puede
imitarse; por lo que prefiero insertar la parte narrativa de su carta.
Estas fiestas ademas tienen el sello artístico i popular que
caracteriza todos los actos públicos del jenio italiano. "Escribo, dice,
mas bien bajo la influencia de la conmocion que del entusiasmo;
escribo porque mi alma siente la necesidad de comunicar a los
otros, los efectos esperimentados al ser partícipe de cosas grandes.
De mi parroquia, en cuyo ministerio me siento casi envejecido, me
trasladé a Roma, i conmigo casi todos mis feligreses; no quedando
en casa sino los ancianos i los niños, i aun de estos no todos. Por
todas partes resuena el grito de la bondad de Pio IX, de aquella
virtud que es el patrimonio de la grandeza, por lo que yo no podia
resistir al deseo de ver a este hombre raro. Tardaba para mí el
momento de verle levantar la diestra i bendecirme. En el vapor, que
se encuentra en el puente Felice nos embarcamos cerca de
cuatrocientos.
"No bien hube llegado a Roma i despues de haber pasado el
248

menos tiempo posible en la hospederia, estuve pronto para ver lo


que de grande i de bello presentaba la ciudad de las siete colinas.
Mi pobre pluma acostumbrada a escribir omilias i catecismos para
mis feligreses, no puede describir con propiedad lo que he visto en
Roma en esta circunstancia. Hai ademas cosas que no pueden
describirse; porque el entusiasmo, la admiracion, el gozo se sienten
sin alcanzar a pintarlos. Su Señoría conoce el Corso de Roma. Dos
filas de altas columnas fueron plantadas sobre la orilla de las
veredas, i sobre cada una ondeaban dos banderas cruzadas,
blanco i amarillo, con el escudo del Pontífice, i el mote que resuena
en los labios de todos—Viva Pio IX! Eran en todos mil ochocientas
banderas; sin contar con las innumerables hechas para llevar en la
mano, de las cuales tenia una cada jóven de uno i otro sexo. En el
fondo del Corso, tras de las dos iglesias de Santa María dei
Miracoli, i la Madona di Monte Santo, se eleva un majestuoso arco
de triunfo de noventa palmos de alto i mas de ciento de ancho,
imitando el de Constantino por el arquitecto Felice Cicconetti.
Adornábanlo ocho majestuosas columnas, con capiteles coríntios, i
ejecutadas con toda la perfeccion del arte. Sobre estas columnas se
elevaban otras tantas pilastras, que sostenian los pedestales de los
jenios de las provincias romanas ejecutados en plástica; seis bajo
relieves adornaban esta majestuosa mole. Los dos que miraban
hácia el Corso representaban—Jesucristo que da las llaves a San
Pedro.—Los apóstoles con la Vírjen en el cenáculo en el momento
que desciende sobre ellos el Espíritu Santo. Otros dos—el Pontífice
dando la paz—dando audiencia pública. Descollaba sobre el arco
un grupo colosal de tres estátuas. El Pontífice con la de la Paz a la
izquierda teniendo un ramo de olivo i una corona, i la Justicia con el
leon reclinado a la diestra; bellísimo pensamiento que espresa el
justitia et pax osculatæ sunt.
"El alba de la mañana del ocho apareció serena como los
votos i los deseos del pueblo romano, que mil veces rogó a la Vírjen
a fin de que ni lluvia ni mal tiempo turbase aquel dia para él tan
solemne. Todo el Corso estaba adornado de gala: paños, rasos,
damascos, guirnaldas, colgaban de las ventanas i balcones. El
palacio Rúspoli, donde está aquel famoso café iluminado con gaz,
no presentaba en el primer piso sino una majestuosa galeria hecha
por direccion i a espensas del señor Rissi. Leíanse inscripciones en
el hospital de San Giácomo, en el casino del palacio Costa, sobre el
arco triunfal, i sobre las telas pintadas que adornaban el
semianfiteatro erijido al pié del Ovelisco del Pópolo; inscripciones en
muchas ventanas, almacenes i balcones, muchas de ellas bíblicas.
"Mas he aquí que el alegre resonar del bronce anuncia el
249

arribo del Sumo Pontífice: la via del Corso se cubre de pueblo que
en grata ajitacion anela por ver a Pio IX. El noble cortejo procedia
lentamente, i era precedido no de guerreros, sino de un escuadron
de jóvenes, que con un ramo de olivo elevado en alto i una bandera
en medio, venian cantando el Osana. Sobre su pasaje se esparcian
flores i ramos de olivo; flores derramadas por manos delicadas,
llovian desde los balcones sobre las carrozas. Por todas partes se
ajitaban banderas i pañuelos al grito incesante de viva! dando a
estas escenas mayor movimiento el ahinco de cada uno para ver al
paso al objeto de tanta felicidad, de donde resultaba el continuo
ondear del pueblo. Mi primer deseo fué en este dia satisfecho: vílo i
derramé lágrimas de placer, porque la dicha tiene tambien sus
lágrimas que nada puede contener.
"El cortejo se detuvo cerca del Arco, por indicacion del
Pontífice que quiso ver la obra de la gratitud i de la admiracion de
sus compatriotas. ¡Cómo podré yó, o Monseñor, describir el
espectáculo que presentó en aquel momento la Piazza del Pópolo!
Cómo describir aquel agrupamiento de jente, ondeando como el
mar; aquel contento que se manifestaba en todos los semblantes,
aquel panorama que presentaban los palcos adornados con
variedad, i sobre los cuales tremolaban banderas i cien otros
emblemas? Sobre la pendiente del monte Pincio hombres i niños se
trepaban sobre las estátuas de marmol que por aquel lado se
levantan; i de todas partes al ajitar de los pañuelos, los víctores
universales sofocaban el sonido de las bandas militares. Pio IX vió
aquel espectáculo, vió aquel pueblo i lo bendijo! Cuán ajitado ha
debido sentir su corazon en aquel sublime momento, i cuán
inescrutables son los secretos de Dios! Hé aquí un hombre que,
misionero i enviado apostólico a Chile cinco o seis lustros ha;
despues sacerdote de celo i de caridad en Roma, recibe ahora los
omenajes mas puros i cordiales, que pueda un pueblo tributar a un
mortal.
"Concluida la ceremonia, cuando el Pontífice regresaba a su
palacio del Quirinal, crecia la multitud i con ella el entusiasmo;
acompañándolo el pueblo hasta Monte Cavallo en medio del mismo
movimiento, i bajo la lluvia de flores, arrojadas desde los balcones
del tránsito, tan ricamente adornados como los del Corso. Apenas
Pio IX subió las escalas de su palacio, se dirijió al gran balcon para
bendecir de nuevo al pueblo, que al verlo aparecer prorrumpió en
clamorosos vivas. Mas cuando con una señal de su mano reclamó
el silencio, cesó de improviso el rumor, no oyéndose sino el ruido
que al caer hace el agua de la vecina fuente. Cada uno escuchaba
en el mas profundo recojimiento la oracion que precede a la
250

bendicion solemne; no cesando aquel reverente silencio, sino


cuando el Supremo Jerarca hubo dado la bendicion, repitiendo el
pueblo, amen.
"Ni terminaron con este acto solemne las fiestas del ocho de
Setiembre. Al caer la noche el Corso estaba enteramente iluminado,
unas casas con hachones de cera, otras con candelabros de
colores, produciendo esta variedad un espectáculo encantador. Una
tea brillaba sobre cada una de las columnas; i el pueblo en densa
masa recorria la Via del Corso, gritando viva Pio IX! Era imposible
dar ingreso a los coches, i aunque hubiese habido posibilidad para
entrar, ninguno se presentó; i no obstante la apretura de las jentes,
jamas vióse concordia mas grande; ningun desórden, ningun
inconveniente entre estos millares de personas venidas de todas las
ciudades i provincias vecinas, sin que la presencia de tropas fuese
necesaria para producir efecto tan raro, hijo del contento universal.
"Una inmensa multitud de pueblo se habia reunido en la Plaza
del Pópolo, donde se cantaba un himno en honor del Papa,
ejecutado por centenares de jóvenes; himno puesto en música por
el maestro Moncada, con breves palabras de jóven escritor;
haciéndole eco el coro de Moroni, hecho sobre las palabras del
poeta María Geva. Qué espectáculo tan sorprendente! La armonia
repetia las alabanzas de Pio IX, i creia yo al oirias que el viento las
llevaria en sus alas a las cuatro partes del mundo. Mas tarde en el
silencio de la noche, oíanse por toda la ciudad estos coros repetidos
por cuadrillas de jóvenes que los habian retenido de memoria.
"He ahí un paso en la civilizacion: la música debe hacerse
popular. Llevo conmigo estos dos coros a mi pobre parroquia, i con
ellos una coleccion de poesias bellísimas que haré leer a mis
feligreses, que son mis hijos en el Señor. Pero buen Dios! me
contrista la idea de que pocos saben leer: fáltame una escuela; pero
ahora que conozco cuán útil es tener un pueblo instruido, quiero
abrir una escuela, a fin de que todos participen de sus ventajas; yo
mismo seré el maestro; porque es mui necesario que aun el pueblo
de la campaña sea instruido. Pio IX me ha inspirado: la circular de
su secretario de Estado recomienda la instruccion civil i relijiosa de
la clase baja; i no teniendo maestro municipal quiero suplir
personalmente esta falta. Pio IX ha fijado con su reino una época
nueva, llena de dificultades; pero nosotros los sacerdotes debemos
ayudarlo. Si todos recordamos el santo ministerio que Dios i la
sociedad nos han impuesto, no faltaremos a nuestro deber; el
porvenir será glorioso, i nosotros, ministros del santuario,
recojeremos las bendiciones en esta i en la otra vida. Todos los
sacerdotes debemos tener presente que la civilizacion está en
251

nuestras manos! Ai de aquellos que en vez de propagarla, la


sofoquen!"
Rossini ha compuesto despues un himno para el pueblo
romano, el cual fué ensayado en las termas de Tito que están sobre
la Casa Aurea de Neron, el dia de la fundacion de la ciudad por
Rómulus, que aun continuan celebrando los romanos; i con la
sorprendente e innata aptitud artística de los italianos, vióse a la
muchedumbre reproducir con inaudita espresion, al segundo
versículo, la música del primer maestro de la época. Oh! si la
aprobacion de un pueblo intelijente i eminentemente artista es la
única recompensa que los hombres de conciencia i de corazon
pueden apetecer, Pio IX ha gozado momentos de felicidad que a
pocos hombres ha concedido Dios tan puros en la tierra; i las
sencillas i cordiales ovaciones i triunfos que sus compatriotas le han
prodigado, han debido darle fuerzas suficientes, para despreciar
soberanamente en lo profundo de su corazon, el temido poder del
Austria, i la política tortuosa de la Francia.
El advenimiento de Pio IX fué la señal de alarma para los
gobiernos despóticos, como lo fué de júbilo i de esperanza para los
pueblos i los hombres inteligentes, que se interesan en el progreso
de la especie humana. Al mismo tiempo que la prensa de todas las
naciones civilizadas i libres se estasiaba contemplando el raro
vuelco que hacia el presente i el porvenir de la Italia, i del mundo
cristiano, el sombrio gobierno austríaco amenazaba al Papa
bondadoso que habia probado en dos horas, que los presos
políticos, los cadalsos, i el descontento público que se quiere
ahogar en sangre i en violencias, son la obra esclusiva de los malos
gobiernos. Las reformas que ya se traslucian provocaban otras
tantas protestas fulminantes, como si el nombre de libertad,
pronunciado libremente en Roma, fuese la condenacion i el anuncio
de la caida de los despotismos italianos, i de la férrea dominacion
austríaca en la Lombardia. El gobierno frances por su parte andaba
parco en la manifestacion de sus simpatias; el rei de las dos Sicilias
se llenaba de espanto, i toda la Italia en fin, en medio de las
aclamaciones populares, que la policía no era parte a estorbar,
esperaba con ánsia el resultado de estos preparativos de oposicion
de los gobiernos, al simple deseo que el Papa habia mostrado de
manifestarse justo.
Estas complicaciones esteriores tienen eco i forma en el
interior tambien. El colejio de Cardenales está compuesto por los
mismos individuos que habian participado, aconsejado i dirijido la
politica del papado anterior. Las oficinas, la Curia, la Propaganda,
están de antemano organizadas, i los escribientes i secretarios del
252

Papa eran sus espias, i aun sus delatores ante el Austria, que por
este medio se ponia al corriente del pensamiento mismo del
soberano Pontífice, aun ántes de haber sido formulado en actos
públicos. Hacian aun mas difícil la situacion de Pio IX las
esperanzas o prematuras o irreflexivas de los mismos a quienes
queria favorecer. Es el papado, como el imperio romano, un
gobierno electivo en su esencia; pero una vez elejido el príncipe, la
dictadura o el motu-propio es completo, absoluto, i no se cambia de
un solo golpe una organizacion tan profundamente arraigada. A
mas de que el papado ejerce por otra parte la soberanía de las
conciencias, i por tanto no puede abandonar al pueblo sin
desmentirse, la libre discusion de las ideas. Oponíanle, pues,
resistencias de inercia la mayor parte de los funcionarios, la traicion
oculta i disimulada muchos de los que lo rodeaban, al mismo tiempo
que el pueblo se impacientaba, exijiendo reformas que no era dado
al gobierno conceder, sin amenguar su autoridad. Situacion
espinosa que habria arredrado a cualquiera otro hombre que no
fuese Pio IX, plenamente convencido de sus ideas, resuelto a
ponerlas en ejecucion, en despecho de las resistencias, i solo hasta
donde se lo permitiesen los deberes augustos del Sumo Pontífice.
"Animo Pio IX," le gritaba el pueblo reunido delante del balcon del
Qüirinal, "Animo Pio IX, i guardaos del veneno!" "Estais solo" le
decian otras veces, al recorrerla via papal, pero nos teneis a
nosotros. "Mandad i sereis obedecido," i un inmenso clamoreo de
"sí, sí, aquí estamos para morir en vuestra defensa" le iba
siguiendo, a medida que avanzaba el cortejo. Estas
manifestaciones populares son mas frecuentes e inevitables en
Roma que en parte alguna, i vienen apoyadas en las tradiciones
antiguas i en las prácticas mismas del papado; así es que las
relaciones entre el Papa i el pueblo son íntimas, i el gobierno puede
contar diariamente las pulsaciones populares, i leer en los
semblantes el espíritu que anima a las masas. Cuando el pueblo se
siente animado de alguna pasion, acude instintivamente al Monte
Cavallo i se agrupa en frente de las puertas del Qüirinal, para pedir
la vista del Papa, que tiene por costumbre presentarse al balcon,
que para este efecto tiene el edificio, i desde donde da al pueblo la
bendicion particular, a diferencia de la solemne Urbi et orbi que solo
se administra desde el balcon de la Basílica de San Pedro. Cuando
el Soberano Pontífice se dispone a visitar de ceremonia una
Basílica, o una Iglesia particular, las calles por donde ha de
atravesar el cortejo, se cubren de una capa de arena amarilla, a fin
de hacer mas blando el movimiento de los carruajes. Este tránsito
de antemano conocido se llama la via papal, i el pueblo se agrupa
253

en hileras, a lo largo de ella, para ver de paso al Pontífice, que


recibe en cambio de su bendicion las aclamaciones de gratitud i
afecto cuando es querido, o el silencio indiferente, si no goza del
aura popular. De este modo la opinion pública está patente a los
ojos pontificios, i el pueblo puede ejercer su parte de influencia en el
ánimo de los que gobiernan, a no ser que estos cierren sus ojos i
endurezcan su corazon, para no ver ni sentir las necesidades ni los
deseos de las masas. Pio IX mismo no ha estado libre de
presenciar la desaprobacion romana, manifestada del modo mas
noble i digno que puede hacerlo un pueblo. La prensa en Roma
está sujeta a la censura; i esta censura desempeñada por un solo
individuo era arbitraria, absoluta, sin responsabilidad, i sin limitarse
a materias relijiosas o políticas. Una idea que sobre bellas artes no
agradase al censor, por ser contraria a las suyas propias, no podia
ver la luz pública, porque el censor la rechazaba. Así continua
gobernándose el Austria, la Rusia, i todos los paises despotizados.
Pio IX queria reformar este abuso embrutecedor, pero en los límites
que la mision relijiosa i la organizacion del papado lo permiten; i al
efecto nombró una comision de censores, limitando a materias
especiales la censura, i escojiendo para ejercerla personas
competentes. Hai sin embargo una conciencia publica del derecho
que es comun hoi a todos los pueblos cristianos, la misma en
Inglaterra que en Roma, en Francia que en Rusia, entre los que han
cultivado su intelijencia; i la reserva papal, tan fundada en
necesidades de su ministerio, chocaba con esta conviccion comun a
todos los pueblos cristianos, de que la manifestacion del
pensamiento escrito debe ser tan libre como la palabra, no
pudiendo castigarse con justicia el delito de palabra o por escrito
cometido, sino despues de emitido i publicado. El motu-propio
papal, como todos los decretos, llevaba las armas de la familia de
Mastai, distintivo de su reinado, i cuando el edicto que creaba la
nueva censura fué fijado en los parajes públicos, el descontento no
tardó en manifestarse, pero de una manera tan artística, que valia la
pena de perdonarlo. Al dia siguiente aparecieron todos los carteles
con las armas de Gregorio XVI, que los descontentos habian
pegado sobre las de Mastai, para indicarle que en aquella medida al
ménos, continuaba el espíritu de la administracion anterior;
epígrama mudo pero elocuente como el cadáver de Cesar
presentado al pueblo romano por Marco Antonio, i que entristeció
profundamente a Pio IX. Mas tarde, con motivo de otra medida
impopular, el pueblo se reunia a lo largo de la via papal, i un silencio
sepulcral acojia en lugar de los acostumbrados vítores i aplausos, al
silencioso i triste cortejo, que parecia mas bien llevar al Papa a un
254

duelo que a las ordinarias funciones de su ministerio.


Estas pequeñas contrariedades no han estorbado que Roma,
como la Italia, como el mundo cristiano, haga plena justicia a la
pureza de sus intenciones, i a la decision con que ha emprendido la
reforma de los envejecidos abusos del papado. Visitaba a principios
de 1847 el convento de Santa Croce in Jerusalem, i los monjes que
lo habitan le enseñaban en la carta, la Italia, con su forma conocida
de una bota; i Su Santidad con tono indicativo replicaba: "Bella!
pero le falta a la bota una espuela." Cuatro dias despues en la
célebre biblioteca Casanatense que está en Santa María Supra
Minervam, alguno pedia la vida de Julio II. "Fué un gran Papa,"
observó Pio IX; "pero, tenia en su favor el colejio de cardenales, i
todo le era lícito emprender"—"Tambien tuvo enemigos, le hizo
presente el cardenal que de oficio estaba en su compañía—Pero,
los pulverizó,” contestó Pio IX con voz breve i acentuada que
impuso silencio a su interlocutor.
Estos dichos del Papa i sus acciones, aun las que él deseara
tener secretas, entretienen con largos comentarios la ávida
curiosidad de los romanos. Una señora que lo habia conocido en
otro tiempo, hallándose en la miseria, imploró su beneficencia, por
un memorial. El Cardenal que recibe estos escritos no prestó
atencion a la súplica, o no la creyó fundada. Un segundo memorial
indujo a Pio IX a desear conocer por sí mismo el asunto, para cuyo
fin, vestido de clérigo particular, acompañado de un solo familiar, se
presentó en casa del cura vecino a la residencia del suplicante para
hacerse conducir. Introducido a la familia, el Papa pudo juzgar a
vista de ojo, de la angustiada situacion de aquellos que en otro
tiempo habia visto en la opulencia, i hubiera terminado su vista sin
ser reconocido, si un niño de siete años no se hubiese acercado a
la madre, diciéndole despavorido, i señalándolo "Mamá! el Papa!"
Echarse a sus pies la familia i recibir seguridades de proteccion i
amparo por siempre, fué el desenlace de esta escena, que valió al
Cardenal una reprimenda, i a la señora una pension.
Uno de sus camaradas de colejio volvia del destierro i pidió
una entrevista al Papa, quien sabiendo su estado de penuria,
abriendo un escritorio i dándole dos escudos que en él halló: "He
aquí, le dijo, todo el caudal de que puede disponer Pio IX en este
momento; pero el tiempo nos pertenece a ámbos, i él vendrá en
nuestro socorro." Pietro Renzi el célebre abogado, caudillo del
levantamiento de la Romañola, admitido a la presencia del
Soberano Pontífice, prorrumpió en sollozos al verlo; el Papa
conmovido lo estrechó entre sus brazos llorando, i nada pudieron
decirse de las escusas que el uno debia hacer, o de la reiteracion
255

del perdon publicamente acordado por el otro. Sajani era uno de los
escritores emigrados de muchos años establecido en Malta, autor
de la Speranza, periódico revolucionario, i que volvia a Roma
aprovechando de la amnistia. Obtuvo sin dificultad una audiencia de
su Santidad, de cuyos pormenores dió cuenta la prensa
contemporánea. Citaré algunas palabras de Su Santidad, que
tienen relacion con los primeros actos de su gobierno. "En nuestros
paises meridionales, decia el Papa, los hombres son un poco
perezosos; no es como en los paises frios, donde casi por fuerza
reina una grande actividad, aunque no fuese por otra cosa que por
librarse del frio. Pero yo espero que se promoverán las buenas
industrias..... "Se hará, se hará todo lo que se pueda! pero hai tanto
que hacer....! i cuánto! Esto requiere tiempo, no son cosas del
momento." Continuó hablando, dice Sejani, sobre la industria, con
las doctrinas de un verdadero economista; habló de caminos de
hierro, de códigos, de la guardia cívica de Bolonia, i finalmente le
preguntó de qué se ocupaba en Malta. Entrando en asuntos de
imprenta, pidióle permiso de hablarle con toda libertad,
esponiéndole, cuando lo hubo obtenido ilimitado, algunos de los
pensamientos publicados en la Speranza con respecto a la
situacion de Italia. Pidióle Su Santidad en seguida detalles sobre un
periódico protestante, L'lndicatore, que se imprimia en Malta,
inquiriendo quiénes eran los redactores. Sejani satisfaciéndole,
añadió que todos los diarios protestantes se habian mostrado
entusiasmados con su exaltacion, a lo que Su Santidad respondió
que habia leído muchos artículos, sobre todo los del Times, i
despues de vario discurrir concluyó diciendo "yo debo hacer
tambien mi parte de Obispo. Acordaos de los asuntos relijiosos, hijo;
si los habeis descuidado, volved a ocuparos de ellos:" con lo que le
dió la bendicion para sí, su mujer i su hija a quien conocia i
estimaba mucho.
Otro emigrado habia vuelto de Inglaterra donde se habia
casado con una dama protestante. La Curia se ensayó en
persecuciones contra los esposos, i el emigrado a punto de
abandonar de nuevo su patria, quiso al fin esplicar su embarazosa
situacion al Papa. "Esposo, le dijo este, poniéndole una mano sobre
la cabeza i alzando la otra al cielo, estais unido ante Dios a tu
esposa: ciudadano romano, vuestro deber es permanecer donde la
patria necesita de sus hijos. Yo arreglaré este asunto." La inglesa,
que oia estas palabras, se precipitó a los pies de Su Santidad,
esclamando: católica! católica! quiero ser católica! Pero el Papa
levantándola del suelo, la dijo — "No! No se convence el espíritu
por los movimientos del corazon, i no han de abandonarse las
256

creencias en que se nos ha educado, en un momento de emocion.


Vaya V. señora, i si un dia, serena i tranquila, se siente llamada a
entrar en el seno de la Iglesia, yo le abriré de par en par las puertas;
yo le administraré el bautismo." Un devoto iluso habia dejado una
gran fortuna al sacerdote que le dijese la primera misa despues de
muerto; medio de salvar el obstáculo opuesto en Roma a los
legados en favor de órdenes relijiosas. Apénas lo supo el Papa, dijo
una misa a la intencion del finado, se declaró heredero universal,
segun el tenor del testamento, i convocando a los deudos,
perjudicados por aquella disposicion, les rocomendó proceder a las
particiones, segun los trámites ordinarios.
El Agro Romano es un yermo desierto, cenagoso, estéril i
enfermizo, a causa del abondono en que la agricultura yace a los
alrededores de Roma. La esperanza de mejores tiempos imprime
en Roma a los espíritus una actividad hasta ahora desconocida, i
gran número de patricios, propietarios de grandes eriales, se
constituyeron en Sociedad Agrícola, con el objeto de vender
terrenos, i emprender trabajos de disecacion, a fin de mejorar la
agricultura i dar ocupacion al pueblo. Pio IX se presentó en la sala
de las sesiones, se inscribió miembro de la sociedad, decretó en su
favor una suma considerable, declarándose protector del instituto.
Los mendigos que infestan a Roma llamaron desde luego su
atencion, espulsando del estado romano los de otros estados, i
prohibiendo en muchas categorías de empleados subalternos,
prácticas envejecidas, que saben de lejos a mendicidad. El proyecto
de establecer caminos de hierro mereció a Su Santidad decretos
que los favorecian. La educacion popular, tan vergonzosamente
atrasada en el estado romano, llamó desde luego su atencion;
siendo digna de citarse la declaracion con que principia el decreto
siguiente. Dice así:
"Roma, Agosto de 1846. — Los delitos, i entre ellos las riñas i
los hurtos, que con demasiada frecuencia ocurren de algun tiempo
en algunas provincias del Estado Pontificio, han inducido al
gobierno a proveer como lo hace, no solo con los medios
correspondientes a la necesidad urjente del momento, sino con
sabias medidas para prevenirlos, que destruyan la causa, o
disminuyan por lo menos su perniciosa influencia."
"La primera de ellas, no puede ménos de reconocerlo, es el
ocio, al cual se abandona una parte de la juventud artesana o
campecina, i de allí viene la necesidad de procurarle útil ocupacion,
i sobre todo vijilar la buena educacion de los niños, que
abandonados a sí mismos harian temer por un porvenir aun peor.”
"Penetrada la Santidad de nuestro Señor, de la grande
257

importancia de esta verdad, ha ordenado llamar la atencion de los


jefes de provincia, a fin de que, de concierto con los majistrados
locales, retraigan del ocio a la juventud, aplicándola a trabajos de
utilidad pública; i aprovechando del socorro de los zelosos ministros
del santuario, de los nobles i de los ciudadanos probos, como ya
ocurre en todas partes, pongan mano a la obra de estender en cada
localidad la educacion civil i relijiosa de la ínfima clase del pueblo"
En estas como en las subsiguientes medidas, podia quedar
completamente satisfecho el deseo espresado por los que en las
luchas de la Romañola, pedian "que el gobierno pontificio entrase
en el camino de todas las mejoras sociales que vienen apuntadas
por el espíritu del siglo"
Siento que me he estendido demasiado sobre este interesante
punto, por lo que, i para no fatigar la atencion de Su Señoría,
entraré en algunos pormenores de viaje que distraigan el espíritu de
preocupaciones tan graves. El espacio de tiempo que media entre
el carnaval i la Semana Santa es demasiado largo a haberlo de
pasar en Roma, i yo estaba devorado por el deseo de visitar las
ruinas de Pompeya i el Vesubio, para retardar por mas tiempo mi
escursion hácia aquellos sitios tan celebrados en todas las épocas. I
ahora que nombro Pompeya, quiero encargar a Su Señoría de
hacer en San Juan una ejemplar justicia; cojiendo de una oreja a
nuestro primo M.*** i haciéndole leer en esta mi carta, Ruinas de
Pompeya. Es esta condigna reparacion de una antigua ofensa, que
debo referir para justificar mi demanda. Era mi cabeza desde
pequeñuelo, allá en nuestra remota i poco erudita provincia, un
cajon de sastre lleno de retazos de historia, viajes, vidas de santos,
cuentos de brujas i aparecidos, i otras mil sarandajas que por
brevedad no inventarío. Fué Su Señoría Ilustrisima quien siendo
cura del lugar me puso la cartilla en la mano, como dicen, i no habrá
olvidado, porque no lo he olvidado yo, que a la edad de cuatro años
me habia labrado la reputacion del lector mas petulante i griton que
se habia hasta entónces visto. Las truncas nociones que sin
proponérmelo, adquiria con la frecuencia de leer, vagaban largo
tiempo en mi espíritu, como las nubes en el espacio, cuando no
encuentran punto de apoyo para aglomerarse, hasta que un librote
que el acaso ponia en mis manos llenaba un vacio; otro mas tarde
venia a esplicar un pasaje no bien comprendido. Así adquirí muchas
nociones históricas en la edad, en que el comun de los niños solo
piensa en sus pasatiempos, i ahora que he visitado a Roma he
podido reconocer a primera vista los monumentos por la imájen que
de ellos conservaba grabada en la memoria desde la primera
infancia en que pasaba horas enteras, recorriendo una Guia romana
258

impresa dos siglos ha, i que fué mi primera adquisicion en libros.


No sé cómo ni cuándo hube de leer una relacion del
descubrimiento de Pompeya, i heme aquí que no pudiendo contener
el asombro i la novedad dentro de mí misino, salgo al atajo a los
pasantes para narrarles la portentosa historia, con lo del aceite i pan
encontrados; cuentosela a M.*** i en lugar de quedarse boquiabierto
como yo me lo habia prometido, se me rie en los hocicos de buenas
a primeras; i cada vez que hai jente reunida me hace contar el
cuento de Pompeya, para diversion jeneral.
He visto pues aquella Pompeya que me traia preocupado en
mi infancia, i me hace ahora recordar la incredulidad de M.*** Dos
dias despues de mi llegada a Nápoles, iba alargando el cuello por
sobre los montones de cenizas volcánicas, para descubrir cuanto
ántes sus calles solitarías; i como si fuese posible olvidar que se
entra en una ciudad de muertos, el cicerone introduce al viajero por
la Via de los Sepulcros, de los que ya lloraba como tales aquel
pueblo sufocado en una hora, i cuyos nombres lee de paso como en
nuestros actuales cementerios. Al penetrar en la ciudad por la
puerta misma que daba entrada i salida a los habitantes, el cúmulo
de ruinas se presenta de golpe a la vista, i es lástima que no pueda
aplicarse a las ciudades muertas por sufocacion, como a los seres
animados, el galvanismo, para hacer la tentativa de volver a la vida
este cadáver guardado diez i siete siglos. El empedrado de las
calles conserva las huellas de los carruajes, las fuentes estan
intactas, i un canal antiguo lleva hoi como ántes el mismo caudal de
agua. En las bodegas contiuas puestas en hileras las ánforas que
contenian el vino; i en un estremo del mostrador de los cafees, o
ventas de bebidas calientes se conserva la hornilla que servia para
prepararlas. La casa-quinta de Diomedes, un rico comerciante,
adornada con esquisito gusto, encierra mas comodidades que
nuestras casas modernas, recordando por su distribucion interior las
de Sevilla en España o las de Montevideo en América. Los árabes,
como se sabe, han conservado la arquitectura doméstica de los
romanos, i nosotros los españoles la hemos heredado de ellos. Un
zaguan conduce al primer patio, rodeado de habitaciones i con un
aljibe en medio, i un segundo patio con corredores precede a un
pequeño jardin. Si el viajero quiere saber que fué de Diomedes i
demas moradores, el cicerone lo conducirá a la bodega, para
mostrarle en uno de sus estremos, la estampa de un grupo de seres
humanos clara i perceptible sobre la muralla. Allí se hallaron entre
los huesos de los esqueletos reunidos, brazaletes de oro, anillos i
pendientes de las jóvenes de la familia; i en el Museo de Nápoles se
guardan algunos fragmentos de ceniza endurecida que conservan
259

formas de seno de mujer. Los infelices habian ganado la bodega


como el último asilo donde aun podia respirarse aire sin mezcla de
cenizas abrasadas.
Hánse descubierto varias calles, nueve templos, dos plazas o
foros que debieron estar rodeados de pórticos i estátuas, una
basílica, dos teatros, termas públicas, un anfiteatro i el cuartel de los
veteranos. Setenta i tres esqueletos reunidos en sus cuadras han
dejado comprender que la severidad de la disciplina romana habia
retenido la guardia en su puesto hasta morir sufocada. Pasan de
treinta mil los objetos de bronce de uso doméstico encontrados en
las ciudades sepultadas, i los brazaletes, anillos, collares,
camafeos, i piedras preciosas reunidos, bastarian a fundar la
riqueza de un banquero. Guárdase igualmente en el Museo de
Nápoles, harina, pan carbonizado, miel i aceite endurecidos,
guizantes i miniestras petrificadas; ropa amontonada en la arteza, i
entre pomadas i peines el consabido colorete que nunca hizo falta,
donde viven hijas de Eva.
Lo que mas sorprende, recorriendo la silenciosa ciudad, es la
vulgarizacion del buen gusto, a todas las clases de la sociedad.
Todas las habitaciones, galerías i aun las cocinas están adornadas
de pinturas al fresco, i arabescos de un gusto esquisito, i los
pavimentos cubiertos de mosaicos, muchos de ellos como el de la
batalla de Alejandro i Dario, obras maestras, de inestimable valor.
Un jardinillo o macetas de flores por lo menos, han decorado el
interior de cada casa; i por todas partes vénse fuentes decoradas
con una profusion i gusto que llena de admiracion.
En estas ciudades risueñas aun despues de muertas, la
miseria de nuestras clases pobres parece no haber tenido
representantes, pudiendo suceder que la distribucion de esclavos
hecha por el gobierno a los ciudadanos romanos, impidiese la
aparicion de la indijencia; puede ser tambien que las filas del
ejército, las colonias lejanas recojiesen en su seno los individuos i
las familias que no podian vivir con comodidad necesaria.
Obsérvase ademas que no hai casa por reducida que sea, que no
tenga su pequeño oratorio, de entre cuyas ruinas se han
entresacado los lares de la devocion particular de cada familia: una
calle se llama de Mercurio a causa de un templo que hai en ella
consagrado a este dios, otra de las Vestales, como de las
Capuchinas entre nosotros.
Herculano es menos curioso, aunque no menos rico en la
pequeña parte descubierta, por no permitir la dureza de la lava, i la
seguridad de la ciudad de Resina que está sobre él, la continuacion
de las escavaciones. Del magnífico teatro descubierto se han
260

sacado las estátuas de la familia entera de los Balbos, padre,


madre, hijo, i dos niñas, suficientemente feas las de estas dos
últimas para no creerlas copias favorecidas de los orijinales. El
hallazgo de estas ruinas ha servido mas a la intelijencia de la
historia que todos los libros i los monumentos romanos; pues la
distribucion de las habitaciones, los utensilios encontrados, los
anuncios i carteles escritos en las murallas anunciando funciones i
espectáculos, en fin la multitud de bronces, frescos i adornos, han
hecho adivinar los gustos, ocupaciones, ideas i manera de ser de
los hombres que habitaban aquellas ciudades.
Bastan estos detalles, hoi de todos conocidos, para dar a Su
Señoría una idea abreviada de aquellas ruinas, sobre cuyos tesoros
se han escrito libros profundísimos. Escusaré a sí mismo, porque no
lo hice en tiempo i lugar, por llegar mas pronto a Pompeya, el trazar
un bosquejo del panorama de Nápoles, i los sitios encantadores que
la rodean, como guirnaldas de flores, ni las riquezas artísticas que
encierran sus museos en nada inferiores a los de Roma. Cuando ya
habia visto espirante, en la Grotta del Cane, el perro que introducen
en el gas carbónico, i aspirado yo mismo el gas ammoniaco en otra
vecina; visitado la Solfatara, costeado el lago Averno, entrada
sombría del infierno de Virjilio, i echóme introducir en hombros a la
oscura gruta, en que pronunciaba sus oráculos la inflexible Sibila de
Cumas, tomé con una caravana de viajeros el dificil camino del
Vesubio, peregrinacion que sin mengua no puede escusarse de
hacer quien visita a Nápoles, tanto mas cuanto que la vista de aquel
terrible laboratorio, en cuyas entrañas se fraguan los mas terribles
fenómenos de la naturaleza, recompensa con usura de las fatigas
del penoso ascenso.
El Vesubio se compone hoi de tres partes distintas. Forma su
base el gran cráter que al tiempo de su primera erupcion en 79
sepultó bajo lavas o cenizas a Herculano, Pompeya i Stabia, el cual
se alza hácia un lado como las ruinas de un anfiteatro colosal. De
su centro, i formando el costado opuesto, arranca el cono del volcan
moderno, elevándose a una considerable altura i surcado por todos
lados por las corrientes de lavas que han descendido en las
grandes erupciones de 1822, 34 i 39. Ultimamente despues de
haber ascendido a su cima con fatiga indecible, se presenta, entre
los escombros de lava humeante aun, otro pequeño cono, de cuya
base brotan torrentes de materia derretida, que circulando en torno
de él como una culebra de fuego que se enroscara sobre sí misma,
van a enfriarse a la distancia i engrosar la cúspide del gran cono.
Cuando este último respiradero se ha elevado mucho por el
sucesivo acrescentamiento de materias, el volcan sintiéndose
261

oprimido, hincha su enorme espalda i arroja lejos de sí el cono


demasiado estrecho ya, para abrirse una nueva boca, sin cuidarse
mucho de sepultar dos o tres ciudades vecinas, o cubrir de lava
negra i esteril la fertil campiña que produce el célebre lácrima-cristi.
La columna de humo que desde abajo se divisa este año,
elevándose permanentemente en el aire, cubre, mirada desde lo
alto del segundo cono, toda la parte superior del cielo, i el cono
superior regado de intervalo en intervalo por los fragmentos de lava
que arroja el volcan, presenta por momentos el aspecto de un
inmenso incensario sembrado de espirales de humo. De momento
en momento el volcan hace un pequeño bufido, el humo se ilumina,
como al dispararse el tiro de un cañon, i la erupcion de materias
enrojecidas sube en línea recta, hasta que disminuyendo la fuerza
de impulsion, cada fragmento describe un arco de círculo, viniendo
a caer o mas o ménos distancia del cono. No hai placer como el de
tener mucho miedo, cuando esto no degrada i es solicitado
espontáneamente, ni sensaciones que ajten mas profundamente el
corazon que las del terror! Oh! Yo me he hartado en el Vesubio con
estos raros goces, i despues que de regreso en Nápoles dormia con
aquel sueño letárjico que repara las fuerzas estenuadas por las
fatigas del dia, veia en sueños venir hácia mí en derechura, los
fragmentos de lava, sin que me fuese posible moverme una línea,
retenido por una fuerza incontrastable. Es el caso que sin haber
hecho nada para merecer tanta distincion, hube de ser aplastado i
asado con mas prontitud que un beefteak a la parrilla por la presion
de un enorme pedazo de lava. Habíamos diez o doce curiosos
acercádonos, cual mas cual ménos, sin accidente alguno hasta los
lugares en que de ordinario cae la lava, despues de lo cual un guia i
yo nos desviamos hácia un torrente próximo para incrustar
monedas en la materia derretida, segun es práctica de los viajeros.
De repente, i cuando mas engolfado estaba en mi novedosa
ocupacion, el volcan hace un bufido i una lluvia de piedras enormes
oscurece el cielo. El guia se endereza súbitamente repitiendo ¡le
pietre!... le pietre! le pietre! ajitando con intencion una mano hácia
mí, i mirando fijamente al cielo. Hice otro tanto yo, pudiendo ver
desde luego doce por lo ménos que venian con rumbo hácia
nosotros; pero falto de pericia para calcular la direccion precisa de
cada fragmento, faltóme la presencia de ánimo, i he aqui el raro
espediente que para salvar, no pudiendo correr, me sujirió el miedo:
bajé la cabeza, encorbé las espaldas, saqué los codos hácia atrás i
haciendo con la boca aquel jesto i contraccion que hacemos cuando
vamos a recibir un golpe inevitable, aguardé que las piedras
cayesen. Una masa como de seis quintales de lava vino a
262

engastarse a distancia de una vara de mí, i no mas de dos pies del


guia que la habia visto venir sin pestañear ni moverse, cayendo
cuatro o cinco fragmentos a pequeñas distancias en todos sentidos.
Nos miramos uno a otro, yo con la boca i los ojos mas abiertos que
de costumbre, él, taimado con la risa de la indiferencia en los lábios,
continuando su ocupacion en el torrente, i yo por encontrar un poco
insulso el gusto de incrustar monedas, yendo a incorporarme a los
demas, que se hallaban a mas prudente distancia.
Este incidente me daba a los ojos de los otros, cierta posicion
espectable, por lo que un jóven ingles bello como un Adonis, i
atolondrado i alegre como un frances, se dirije a mí de preferencia
para proponerme subir al cono superior i asomar las narices al
cráter mismo del Volcan. Convenido! Un guia pide tantos carlines
por conducirme, i cuanto mas i cuanto ménos, el trato queda
definitivamente cerrado, porque no es posible ir mas de dos
personas juntas por temor de le pietre! Desde luego hacemos un
rodeo penoso por sobre las puas de las escorias para alejarnos del
costado en que las lavas caen con mas frecuencia, hasta llegar a la
orilla de un terreno caliente, sulfúrico i cubierto de una densa niebla
de humo. Otro guia nos grita de lejos que nos detengamos, i el mio
sin consultarme me toma de un brazo i desaparece conmigo en
medio de la humareda. Era un valle humeante que no vieron sin
duda ni Virjilio ni el Dante, que a haberlo visto, hubieran hecho de él
la digna antecámara del infierno. El vapor del azúfre me entraba
hasta los pulmones i la tos convulsiva estaba a punto de sufocarme,
cuando el guia arrancándome un pañuelo me atacó con él la boca,
como si tratara de tapar un agujero, asegurándome, mientras que
yo iba cayendo i levantando, que ya estábamos ascendiendo el
cono. Las voces del otro guia en el entretanto, se oian cada vez
mas distintas, cosa que estimulaba la prisa del mio, lejos de
detenerlo; el humo era ménos denso, i ya estábamos a dos varas
del borde, cuando el que nos seguia a marchas forzadas nos dió
alcance, nos pasó i se puso a la parte de arriba. La fatiga i la cólera
lo traian enteramente demudado, principiando mui luego un furioso
altercado en el dialecto napolitano, del cual no me fué posible
comprender nada, hasta que el advenedizo desnudó el puñal, i con
mano temblorosa lo afirmó en el pecho del otro, amenazando
hundírselo por momentos. En mi vida he tenido susto igual; i no
obstante hallarme medio sepultado en la arena i cenizas, respirando
con dificultad, i los ojos arrasados de lágrimas a causa del vapor del
azúfre, di en la cara con mi baston al del puñal, a fin de hacerlo
volver en sí, al momento mismo que el volcan hacia a nuestra
espalda una erupcion. Ambos guias por un movimiento instintivo
263

levantaron los ojos hácia el cielo, el puñal del uno fuese lentamente
alejando del pecho del otro, hasta quedar el brazo que lo
sustentaba estendido en el aire; mientras que mi guia con una mano
avanzada hácia adelante en actitud de rechazar un objeto próximo,
me tenia fuertemente asido con la otra, preparándose segun los
sacudimientos que me imprimia, a trasportar mi mole de un lugar a
otro para salvarme del contacto de las piedras, formando entre
todos el tableau vivant mas espresivo i artístico que pueda
imajinarse. Cuando la crisis hubo pasado, i con ella serenádose los
espíritus, pude saber la causa de tanto enojo: el guia que me habia
subido pertenecia a otra compañía distinta de aquella que desde
Resina se habia contratado con nosotros, i por tanto el dinero que
yo le pagaba era un robo hecho al lejítimo propietario de mi bolsa i
persona que era el que nos venia siguiendo; i el napolitano apela en
todo caso litijioso a la soberana decision del puñal con mas
frecuencia que un manolo andaluz, o un gaucho arjentino, siendo la
vendetta italiana aquí tan terrible por su rapidez irreflexiva como lo
es en Córsega por su duracion que la hace un legado de familia.
Dos pasos mas, i ya estábamos en el borde del crater del
volcan, desde donde pude ver.... Oh horror!... lo quevió Tito en el
Sanctum Sanctorum nada! Hai otro cráter subterráneo, i a causa de
la configuracion interna del esterior i las lava sincandescentes que
lo rodean, no es posible allegarse demasiado a él. Esto no obstante
las rodillas flaquean, i tiemblan las carnes al ver pasar a diez pasos
delante de sí la gruesa columna de fuego, piedra i lavas
encendidas, al mismo tiempo que a cada pequeña erupcion el cono
se mueve, causando en los pies aquella sensacion que
esperimentamos cuando un cuerpo vivo se ajita debajo de la
almohada u otro objeto blando. El guia, satisfecha la curiosidad por
este lado, me señaló el opuesto para que contemplase el panorama
que punto tan elevado domina: i cierto, que la montaña desde
donde el Espíritu de las tinieblas mostraba a su Señor los reinos de
la tierra para tentarlo, no debia estar mas ventajosamente colocada.
El cielo de lapislazuli de la Italia estaba en aquel momento
iluminado por los rayos dorados del sol poniente; al frente
dilatábase una tasa de mar tranquilo i terso, si bien decorado aquí i
allí de blancas barquillas de pescadores como los adornos de un
espejo veneciano: abajo, las faldas del Vesubio cubiertas de
viñedos i jardines, sobre cuyo fondo resaltan como rosas blancas
derramadas sobre una alfombra, mil casillas de campaña; i
siguiendo la costa de la bahía mas pintoresca del mundo,
divisábase Resina, la cual se liga por un hilo de edificios a Nápoles,
estendida sobre la playa i subiendo a las colinas, hasta besar las
264

plantas del Santelmo que hace sentinela en las alturas. Puzzoles


mas allá como un palomar; i detras de Puzzoles, Baies i los
Campos Eliseos, paraiso terrenal que los romanos habian herizado
de palacios, i Luculo, Mario, Sila, Adriano, Julio Cesar i otros mil
habitaron. Todavía detrás del Cabo Miseno desde donde partió
Plino para morir abrasado por el Vesubio, vénse escondiéndose una
tras otra con coquetería, Ischia, i Procida, cuyas mujeres llevan aun
el vestido de las estátuas griegas. Hácia el centro de la bahía
parece bañarse en las aguas como las nayades de su célebre gruta
de azúl la solitaria Capri, i hácia el lado opuesto, siguiendo el arco
de círculo de que el volcan forma el eje, déjase ver Sorrento con su
piano, cubierto de naranjales, mirtos i granados; Castelmare,
Nocera Nola, i Pompeya, sacudiendo esta de sus vestidos de
frescos i mosaicos las cenizas que los habian ensuciado. Los
nevados Abruzos en fin hácia el interior dibujan una orla blanca al
manto del cielo azúl, i allí cerca a dos varas de distancia del
espectador, óyese mujiendo el volcan i debajo de las plantas
temblando el cráter como el caldero de una máquina de vapor. Dios
mio! cómo pueden vivir juntas cosas tan opuestas! Monumentos del
poder humano, vejetacion esplendorosa, volcanes en actividad,
populosas ciudades, ruinas antiguas i estragos recientes, todo está
amontonado aquí en unas cuantas leguas, i el hombre alegre o
indiferente luchando con la naturaleza para arrancarle hoi un
pedazo de terreno que mañana ha de reclamar, sepultando terreno,
ciudades i hombres a un tiempo. No hace cuatro siglos que una villa
estaba al lado del lago Lucrino: en la noche se alzó el Monte Nuovo
donde estaba la villa: la villa rodó sobre el lago; i las aguas de éste
fueron a serenarse sobre campiñas cultivadas a cierta distancia.
Todo esto que tan pesádamente describo fué sin embargo la
impresion de un minuto, por no ser el cráter de un volcan el local
mas a propósito para detenerse a apreciar los mas menudos
detalles del paisaje. Algunos momentos despues hallábame de
nuevo entre los de la comitiva que me confundian a preguntas por
saber las cosas estupendas que debia de haber visto. He visto,
decíales yo, todo lo que hai que ver i lo que Vdes. no han visto;
empezando respuesta tan evasiva i misteriosa a infundir en los
ánimos poco a poco la sospecha de que yo no habia visto nada
absolutamente. I vea, Su Señoría, lo que es la malicia humana!
Alguien sujirió la idea, i luego en todos los círculos fué opinion
jeneral, hecho averiguado, cosa consentida i no apelada que el
ingles ni yo hablamos subido al cráter. Estábamos pues
convencidos de jactancia i superchería. En situacion tan espinosa,
el espíritu de exámen de los ingleses, i el hábito del jurado nos
265

ayudaron a recobrar empero la eclipsada gloria. "Interroguen


separadamente al señor, dijo el ingles con mucha seriedad, i
confronten su deposicion con la que yo daré despues." Un círculo
de jueces mal intencionados, como comision militar, oyó mi
declaracion, i en seguida volviendo la espalda al círculo, fuéme
permitido escuchar la de mi cómplice en el delito mayor que puede
cometerse ante el vulgo, que es ser mejor que él, o hacer algo que
él no es capaz de hacer. Lo peor del caso era que nuestras
deposiciones discrepaban de cabo a rabo; bien que encontrase en
ellas el desapasionado, cierto fondo idéntico, que abonaba su
verdad. Nos careamos en seguida, las discrepancias de detalles se
esplicaron, i la amotinada turba volviónos mal de su grado nuestros
títulos a la atencion universal.
En comer huevos asados en la lava i devorar naranjas,
vendidas a peso de oro en aquellas alturas, hubimos de pasar la
tarde para ver el Vesubio entrada ya la noche. El espectáculo
cambia entónces de imponente i grandioso en sublime i aterrador.
La lava tibia i opaca que durante el dia nos habia servido de
pavimento,deja ver por entre las grietas el fuego que esconde en
sus entrañas; los torrentes se iluminan i despiden llamas como el
metal que corre en los hornos de fundicion, i el cráter negro con la
oscuridad de la noche, se corona de tiempo en tiempo de un
ramillete de fuego, esmaltadodeglobos rojos, amarillos, punzó,
segun la calidad e incandescencia de las materias que arroja,
bañándose despues, de brasas que semejan rubíes colosales.
Cuando este inmenso fanal se enciende, los círculos de las lavas
enfriadas se presentan a la vista con sus crestones herizados de
puas como lomos de caimanes, i enseñando unos a otros los
grupos de espectadores, iluminados los semblantes como a la luz
de fuegos de Bengala. La oscuridad sobreviene súbitamente, las
estrellas reaparecen blancas como hostias, derramadas sobre un
cielo azul terciopelo, hasta que una nueva erupcion las eclipsa,
sustituyéndoles las formas estravagantes, con patas a veces como
zapos, de la lava derretida que describe arcos de círculo en el
espacio.
El descenso de la montaña no es ménos fecundo en
impresiones vivísimas. A poco andar el volcan desaparece i la
oscuridad mas profunda forma un piélago sin fondo en el que
parece fuera uno a resbalar al menor descuido. A lo léjos se divisa
una franja pálida i fosforescente que diseña el golfo de Nápoles con
la iluminacion de la ciudad i sus alrededores hasta Resina. Las
diversas comitivas descienden alumbradas por enormes antorchas
de cáñamo, cuya luz se pierde en el espacio a falta de objetos que
266

la reflejen. Delante de los ojos vese la masa de tiniebla oscura, i


bajo los pies se siente desmoronarse la arena negra i apenas
visible, ocasionando caidas, gritos i terrores pánicos en los unos,
miéntras que los demas, tomando las cosas por su costado ridiculo,
rien, cantan, i dan voces que van a perderse sin ecos, entre las
rendijas de las lavas. Llegados a la base del cono con aquella
prontitud admirable con que se desciende de un ministerio, allí es
Troya para apoderarse del rocin o rocinante apestado, que ha de
transportar a cada uno hasta Resina.
Aquí tiene Su Señoría Ilustrísima, lo mas prominente i
novedoso de mi escursion en Nápoles, pues seria empeño vano
querer dar una idea de cuanto hai de bello en esta escojida porcion
de la tierra; que en cuanto a costumbres, gobierno i tantas otras
cosas dignas de observacion que presentan estos pueblos, lo dejo
todo en aquel mi cajon de retazos, para irlos sacando poco a poco,
segun que la oportunidad en América vaya enseñando su
conveniente uso. Habia de regresar a Roma atravesando por
Capua, vecina de aquella Capua de Annibal, la tercera ciudad del
mundo entónces, i hoi una hermosa campiña cubierta de viñedos,
cuya cultura singular dejaria asombrados a nuestros sanjuaninos.
En chopos, álamos, u otros árboles elevados, colocados en líneas
bastante separadas, trepan parras de uva, que cubren con su follaje
el árbol amigo que les presta su apoyo. De unos a otros árboles, el
podador napolitano anuda los sarmientos, de manera que formen
guirnaldas i festones, los cuales balancean al aire sus fluecos de
racimos. El suelo está mientras tanto cubierto de trigo; i no
habiendo cercas, ningun accidente del terreno impide penetrar con
la vista en aquellos bosques de enredaderas, que forman de toda la
campiña una sola propiedad, alzando, de distancia en distancia,
algunos pinos seculares sus copas verdinegras para contrastar con
el verde amarillo de las parras o la esmeralda continua de los
sembradios. La poda es una novena en que pululan las mujeres,
vestidas a la manera rara i pintoresca del pais, i la vendimia una
fiesta, una bacanal, tradicion no interrumpida de los tiempos de la
grande Grecia.
Despues de la campiña de Nápoles vienen los lagos Pontinos,
en que Emperadores i Papas han luchado sucesivamente con la
naturaleza, para curar de la peste esta tierra enferma e infecta. En
fin la dilijencia rueda sobre la via Appia, decorada de trecho en
trecho por los restos de sepulcros de los ciudadanos romanos, que
no se resignaban a morir del todo, gustando de ir a habitar a la orilla
de los grandes caminos en el silencio de la tumba i del desierto,
cuando habian muerto ya para la vida ajitada del foro. La tradicion
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concede un sepulcro a Ascanio, otro a los Horacios, otro a Ciceron!


Dos nombres históricos hai sin embargo, que desde Nápoles a
Roma repite sin cesar el pueblo, enseñando monumentos que han
debido pertenecer a los que llevaron aquellos nombres que han
sobrevivido a todas las viscisitudes, acaso por las profundas
impresiones que ámbos hubieron de dejar en el espíritu popular. I
en efecto que ámbos a dos son dignos de la imperecedera fama de
que gozan. Este representa uno de los mas bellos tipos, que ha
producido la raza humana; divino por el poder de la palabra, porque
la palabra es Dios, segun la misteriosa espresion de San Juan;
aquel otro es la perversidad humana que va mas allá todavía del
límite donde la imajinacion se detiene espantada, por lo que el
sentimiento moral de los que no han visto estos excesos, los niega
aun contra la evidencia de los testimonios. Neron, es este! Ciceron
el primero. Muéstrase la casa dorada de Neron, los Baños de
Neron, las prisiones de Neron, el lecho de piedra en que se
reposaba Neron en la Gruta de la Sibila de Cumas. Neron está en
todas partes, si bien, no mata ya no incendia para divertirse. El
conjuro de Santa María del Pópolo aplacó en efecto sus manes.
Ciceron empero no es ménos rico que su negro rival en
monumentos. La tumba se la elevaron sus esclavos agradecidos;
tiene su casa de campo cerca de Gaeta, donde el cicerone muestra
el camino de atravieso que habia tomado para embarcarse, i donde
fué asesinado por el populacho de Roma, que habia aprendido en
su degradacion a gritar viva Cesar! viva Octavio! en lugar de loar la
República. En Pompeya hai una casa de Ciceron i por todas partes
este blando nombre se muestra, como para protestar todavía contra
las violencias i espoliaciones de los Verres, para denunciar los
Catilinas, primera e impura espuma que precede al herbor de los
pueblos próximos a descomponerse. ¿I este cicerone italiano, el
pobre diablo que muestra las ruinas i repite la tradicion que les da
un significado histórico, no se reviste, pues, del nombre de Ciceron,
es decir el que sabe, el que esplica, el que enseña lo que las cosas
significan?
Mas vale que así sea! que a haberse conservado el nombre
de Neron solo, seria lícito dudar de la justicia de Dios en la tierra,
aquella justicia lenta como la marcha de las lavas volcánicas, pero
que nada desvia de su rumbo, cuando el fallo ha caido; la justicia de
la posteridad! ¿No es un espectáculo instructivo por otra parte,
aquella lucha de dos nombres que representan los dos medios de
gobierno i de influencia que dominan a los pueblos; la palabra que
persuade, que dirije la razon i las conciencias; la fuerza, que
arrastra, huella o ménosprecia toda voluntad? ¿el hombre que dice
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la verdad, i muere asesinado por ello como Sócrates, como Ciceron,


como Jesus mismo; el déspota que abre su camino por entre las
entrañas de los hombres, i no pudiendo influir sobre los corazones
con la conviccion, los despedaza con el puñal como Neron, i tantos
otros; por qué es larga cuanto odiosa la lista de éstos?....
Pero ¡Dios mio! he caido largo a largo en el terreno de la
declamacion con motivo de aquellos nombres que a cada paso se
oyen repetir en estos lugares. Pido de ello mil perdones a Su
Señoría, proponiéndome pasar en silencio por todo lo que pudiera
ser ocasion inmediata de caer en nuevo desliz, hasta llegar a las
solemnidades de la Semana Santa, única cosa que me hacia volver
de nuevo a Roma. Pero con mucho sentimiento debo decirle a Su
Señoría que aquellas ceremonias, que a lo léjos nos representamos
como imponentes i augustas, pierden vistas de cerca toda
importancia relijiosa. Gusto mas del recuerdo de nuestra Semana
Santa de provincia cantada por una docena escasa de presbíteros i
acompañadas las lamentaciones de Jeremias en las tinieblas, por el
órgano, cuyas flautas no son suficientemente poderosas para evitar
que el Jerusalem, Jerusalem convertete ad dominum Deum tuum
llegue hasta el corazon como una punzada para deshacer su
endurecimiento. El Viérnes Santo es tan relijioso en los pueblos de
América, que cuando niño estaba yo firmemente persuadido que el
sol de la tarde se mostraba mas apagado que de ordinario, en aquel
dia. Las estaciones del Juéves Santo entre nosotros son el único
momento en que un pueblo entero esté, sin distraccion de cosas
mundanas, entregado a un pensamiento relijioso; i la muchedumbre
que de las campañas acude entónces a las ciudades dá a esta
fiesta las proporciones del jubileo de los hebreos, en que la nacion
reunida parecia pasar revista aijte su Dios. La luna llena, tradicional
compañera de la Semana Santa i de la contemplacion, baña con su
luz triste la masa popular que ora en las calles i plazas, enviando a
lo léjos rumores prolongados que excitan el ahullar lúgubre de los
perros. Los niños no rien durante estas horas de oracion pública, i el
jóven indiferente por las cosas relijiosas baja el tono de la voz, en
sus conversaciones profanas, a fin de no lastimar los oidos ajenos.
Pero en Roma es otra cosa. Desde luego la Basílica de San Pedro,
que parecia construida para reunir bajo sus bóbedas todos los fieles
de la ciudad santa, parece en estos dias desierta, sirviendo tan solo
de atrio a las diversas capillas donde tienen lugar las ceremonias,
por lo que diez mil protestantes, principales espectadores de este
drama, andan agrupándose aquí i allí en la vasta estension de la
Basílica, cuya nave del centro no bastaron a llenar veinte i cuatro
mil austriacos, formados en masa para recibir la bendicion papal.
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Aquel movimiento continuo, aquella mayoría de curiosos que vienen


en busca de pasatiempos, aquellos palcos elevados en el templo
para comodidad de los espectadores, bastan i sobran para alejar
todo pensamiento relijioso. Por mejor intencionado que uno sea, la
idea del teatro se viene a despecho suyo a la imajinacion, i si algo
falta para confundir cosas tan opuestas El Miserere de la Capilla
Sistina, ejecutado por cuarenta voces, dulces como flautas de
órgano, trae invenciblemente aquella disposicion de espíritu que se
lleva a todos los espectáculos. La Semana Santa en Roma es
grandiosa, digna de verse; pero no relijiosa, no solemne. Es verdad
que Su Santidad lava los pies a los Apóstoles, i sirve la mesa de los
pobres; pero en los momentos de la adoracion del Sacramento, las
mujeres protestantes conservan su silla, i leen la Guia para saber lo
que aquello significa, i los lores i touristas estrechan el
agolpamiento de curiosos. Desde el Juéves Santo permanecen
abiertos todos los museos del Vaticano, de manera que el público
pase el dia distraido, principiando por las ceremonias, pasando a
examinar las bellezas artísticas del culto jentílico en los salones de
los museos, hasta hacer tiempo que se cante el Miserere. El
Domingo de Pascua hai grande iluminacion de San Pedro, i el
Lúnes fuegos de artificio en el Castillo San Tángelo, todo lo cual es
mui divertido, curioso, i completo; pero yo estoi mas por nuestra
simplicidad de provincia, por ser mas relijiosa.
Hai sin embargo entre estas pompas demasiado grandes para
la limitacion humana, una en la que el inmenso concurso, léjos de
dañar, solo sirve para realzar el esplendor solemne que la
caracteriza. Concluida la misa pontifical de Pascua, el Soberano
Pontífice sube en silla jestatoria al balcon central de la fachada del
templo. Toda la poblacion de Roma llena en densa masa el atrio,
grande como una plaza i la plaza contigua de San Pedro. Es una
nacion entera la que allí se agrupa, para recibir la bendicion papal.
Despues de cantar el Sumo Pontífice algunas oraciones, se pone
de pié i elevando las manos i los ojos al cielo para implorar la
asistencia divina, derrama sobre el pueblo i el mundo, urbi et orbe,
las gracias de la bendicion papal. Las músicas militares, las
campanas de San Pedro i el cañon del Castillo de Sant-Anjelo,
prestan sus ecos a las aclamaciones con que el pueblo victorea al
Papa Pio IX, objeto hoi dia de su adoracion i entusiasmo. La mole
estupenda de la Basílica, las estátuas colosales de San Pedro i San
Pablo recientemente inauguradas, el jentio inmenso reunido i la
presencia del Sumo Pontífice, en solio tan elevado, llenan en efecto
el espíritu de ideas relijiosas, como si se aguardara algun signo
estraordinario que marcase el camino que recorre la bendicion
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espiritual, desde el cielo a las manos del Santo Padre, para que él
la derrame en seguida sobre el pueblo.
Otros detalles sobre Roma prolongarian demasiado esta carta
que sin eso ha traspasado todos los límites posibles. Un dia vendrá
en que cerca de Su Señoría Ilustrísima tenga todavía ocasion de
abandonarme al placer de narrar, que domina a los que han viajado
i visto muchas cosas.
Hasta entónces téngame en su afeccion paternal i, &c.

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