Soy Emilio Calatayud
Soy Emilio Calatayud
Soy Emilio Calatayud
COLECCIÓN
FORMATO 13,5x21,3-RUSITCA CON
SOLAPAS
¿Cuáles son los mecanismos existentes para re- HIJOS VIVAN EN UN MUNDO MEJOR Prólogo de Alba y Emilio, hijos del autor do por sus sentencias ejemplares. Tras un paso
insertarlos socialmente? ¿Cómo se deben enca- efímero por la abogacía y la empresa, accedió a CORRECCIÓN: PRIMERAS
rar los incipientes, y por otra parte alarmantes, Emilio Calatayud, juez de Menores de Granada y reconocido por sus sentencias
Epílogo de Lourdes Maldonado la carrera judicial en 1980, y desde diciembre
DISEÑO 21/1
nuevos hechos delictivos derivados de la era ejemplares, desgrana en este libro sus treinta años de experiencia profesional de 1988 dirige del Juzgado número 1 de Meno-
EMILIO CALATAYUD
digital? con un colectivo especialmente vulnerable, el de los menores, al que a diario res de Granada.
ve enfrentarse a nuevos retos producto de un mundo cada vez más cambiante. REALIZACIÓN
Y además, ¿cuál debe ser el papel de las fami- Es autor de Reflexiones de un juez de Menores
En clave abiertamente pedagógica, Calatayud nos sitúa en el universo de los EDICIÓN
lias en la educación de los hijos? y ¿cómo debe (Dauro) y, junto a Carlos Morán, ha escrito Mis
menores de edad y analiza minuciosamente los riesgos que corren: los de
defender la sociedad española a sus menores? sentencias ejemplares (La Esfera de los Libros).
siempre —pero no por ello ya superados— y los actuales —y más descono- CORRECCIÓN: SEGUNDAS
En este libro encontrarás las respuestas a estas También es coautor de Legislación básica sobre
cidos—, consecuencia de la era global, de las nuevas tecnologías y de los
preguntas que atañen a prácticamente todos menores infractores (Editorial Comares). Es co-
efectos de la crisis económica y de valores que padecemos. DISEÑO
los ciudadanos y comprenderás los entresijos nocido y reconocido por sus curiosas sentencias
de un mundo a menudo relegado a los enten- A partir de ejemplos reales, el autor disecciona cómo actúa el sistema judicial judiciales, basadas en la educación más que en REALIZACIÓN
BUENAS, SOY
didos y que Emilio Calatayud, con la ayuda del español para reinsertar socialmente a los menores y analiza los avances que el mero castigo.
periodista Carlos Morán, ha plasmado en esta se han experimentado en los últimos años. Asimismo, advierte de la aparición
CARACTERÍSTICAS
obra con un lenguaje llano y ameno para los no y el incremento alarmante de nuevos tipos de actos delictivos, y proporciona Carlos Morán es licenciado en Ciencias de la Infor-
expertos. las pautas de lo que hay que cambiar en la sociedad para un futuro mejor, no mación y periodista del diario Ideal de Granada. IMPRESIÓN 2 tintas
sólo por la vía legislativa sino también desde el punto de vista familiar y social.
Tras leer esta obra:
En definitiva, un libro para padres que deseen proteger y educar a sus hijos
• Conocerás cómo actúa el sistema judicial con
para que vivan en un mundo mejor, pero también para quienes llevan las rien-
PAPEL Folding 240grs
das del país y tienen la llave para que la educación siga siendo nuestra mayor
los menores que delinquen en España, y sabrás
riqueza y garante de un futuro mejor.
en qué hay que incidir para mejorarlo.
• Si eres padre o madre, tendrás unas pautas
BUENAS, SOY PLASTIFÍCADO mate soft touch
BAJORRELIEVE
FORRO TAPA
ALIENTA EDITORIAL
Grupo Planeta
PVP 14,95€ 10039030
www.alientaeditorial.com Diseño de cubierta: Departamento de Arte y Diseño,
www.planetadelibros.com Área Editorial Grupo Planeta GUARDAS
www.facebook.com/AlientaEditorial Fotografía de cubierta: © Jesús Marín- Diario de Cádiz
@Alienta
INSTRUCCIONES ESPECIALES
Emilio Calatayud
Buenas, soy
Emilio Calatayud
y voy a hablarles
de..
101 elecciones para construir
tu propio camino
hacia la felicidad
Traducido por Ana García Bertrán
www.planetadelibros.com
ISBN: 978-84-15678-73-1
Depósito legal: B. 2.736-2014
Primera edición: marzo de 2014
Preimpresión: Victor Igual, s.l.
Impreso por Artes Gráficas Huertas, S.A.
1. CÁNCER ............................................................................... 27
2. POLÍTICA ............................................................................. 37
3. CRISIS .................................................................................. 45
4. HIJOS ................................................................................... 53
5. TIRANOS .............................................................................. 63
6. TRASTORNOS ...................................................................... 71
7. INTERNET ............................................................................ 77
8. PADRES ................................................................................ 93
9. LEY ....................................................................................... 107
10. JUSTICIA ............................................................................. 127
11. DECÁLOGO ........................................................................... 135
12. ESPERANZA ......................................................................... 157 7
APÉNDICE.................................................................................... 168
EPÍLOGO ...................................................................................... 171
EL DIAGNÓSTICO
Buenas, soy Emilio Calatayud. El invierno que hizo de puente
entre 2008 y 2009 fue malo para Azucena, mi mujer, y, por aña
didura, para todos los que la queríamos. Sufrió varios catarros
violentos y una neumonía. Una tos ronca no la abandonaba ni de
noche ni de día. Aunque siempre fue menuda y ligera, tenía una
constitución de adolescente, adelgazó demasiado. Estábamos preo
cupados.
La primavera y el verano fueron peores. A finales de junio de
aquel año, Azucena se sometió a una serie de exhaustivas pruebas
médicas. Acabábamos de volver de la boda de nuestra sobrina y
ahijada Eva en la soleada Formentera, pero ella no terminaba de
encontrarse bien. En sus pulmones había una mancha que resultó
ser un tumor maligno especialmente complicado. Ése fue el diag
nóstico. A partir de ese momento, todo fue cáncer.
El barco se había quedado sin velas y amenazaba con navegar
a la deriva. Pero la familia, que es lo más importante, cogió los
remos y sorteó la zozobra.
Emilio, mi hijo mayor, había finalizado sus estudios de Far 27
MESES FELICES
Gracias a Dios, el tratamiento funcionó y los médicos no detec
taron células malignas en el castigado organismo de Azucena. La
naturaleza nos había concedido una tregua. El cáncer es una gue
rra que se compone de muchas batallas. Y hay que librarlas todas.
Mi mujer cogió peso y empezamos a hacer excursiones a las
playas de Granada y de Málaga, donde el verano dura diez meses.
Pescadito frito, la brisa marina, un ligero bronceado... Azucena
tenía un aspecto inmejorable. Nadie diría que había estado en
ferma.
De cuando en cuando, me invitaban a dar alguna conferencia
y ella venía conmigo. Lo pasábamos bien. Fueron unos meses
felices. Técnicamente estaba curada.
28
UNA METÁSTASIS
Pero un mal día la tregua llegó a su fin. Azucena había pasado las
sucesivas revisiones y nada hacía presagiar lo que ocurrió. Volvía
mos de Málaga, donde, precisamente, habíamos participado en
un acto de la Asociación contra el Cáncer. El destino tiene estos
caprichos. Yo iba al volante, y mi mujer, en el asiento del copilo
to. De repente, empezó a hablar de forma incoherente y, acto
seguido, sufrió un ataque epiléptico. Todavía no sé cómo, pero
conservé la serenidad y no sufrimos un accidente. Rápidamente,
la llevé al hospital en el que la habían tratado para que la exami
nasen. En los pulmones seguía sin haber nada, pero el problema
se había trasladado: los médicos encontraron una metástasis en el
cerebro. La fiebre del desasosiego retornó con más fuerza si cabe.
No teníamos tiempo para lamentarnos. Había que actuar con
celeridad. Azucena debía entrar de nuevo en el quirófano. Cono
cíamos muy bien al neurocirujano que la iba a intervenir: era mi
hermano. La enferma estaba en buenas manos. No nos equivoca
mos. La operación fue bien y, en pocos días, recibió el alta; sin
embargo, era el inicio de otra batalla. Una más: Azucena debía
someterse de nuevo a varias sesiones de radioterapia, esta vez, en
la cabeza.
Al poco tiempo, perdió el pelo —algo que no le había ocurri
do hasta entonces, pese a la dureza de la medicación— y volvió a
adelgazar ostensiblemente. Además, estaba como desorientada.
A veces, se quedaba mirando la televisión y yo sabía que no veía
nada. Su mente estaba en otro sitio. En esos momentos yo me
preguntaba: «¿Qué estará pensando?».
Entramos en otra fase de bandazos en la que se alternaban la
esperanza y el temor. Si estaba con ella, mal, pero si no estaba con
ella, peor.
«¿Qué estará pensando?». Ahora, con la perspectiva del tiem
po, me doy cuenta de que esa incógnita no tiene respuesta. Es
imposible saber de verdad cómo se siente un enfermo que es
consciente de que puede morir en cualquier momento. O la víc
tima de una catástrofe o un atentado terrorista... Tienes que pa 29
sar por ello. Por más que quieras, no puedes meterte en su piel.
Y yo digo que es una suerte que sea así. De lo contrario, no po
dríamos vivir.
Es una suerte, y ahora hablo como juez de Menores, que no
podamos ponernos en el lugar de un hombre que ha perdido a su
mujer porque le ha volado la cabeza de un tiro el hijo de ambos,
un niño de sólo catorce años. Ese hombre existe; yo lo he cono
cido. Y después de la tragedia seguía queriendo al chaval. Al aca
bar la vista, ambos se fundieron en un abrazo. ¿Quién puede
juzgar a ese padre? ¿Qué habríamos hecho nosotros?
LA DESPEDIDA
Azucena no estaba bien, eso era obvio, pero no esperábamos un
desenlace inminente. Era el verano de 2011. Mi hijo estaba en la
farmacia y mi hija se había cogido unas pequeñas vacaciones. Ha
cía mucho calor en Granada. El día, tranquilo. Era un espejismo.
Azucena tuvo una muerte rápida e indolora. Llamé a los servicios
de emergencia, pero no pudieron hacer nada. Me despedí de ella.
Fue el 25 de agosto de 2011 a las catorce horas y dos minutos.
La noche anterior habíamos estado hablando en el jardín de
lo humano y lo divino. Fue una conversación sosegada y profun
da. Ella se fumó un cigarro y yo otro. Ahora sé que fue su forma
de decirme hasta siempre.
VIUDO Y VIEJO
Hace poco me hicieron una entrevista y el periodista me pregun
tó que si me arrepentía de algo. Sobre todo —respondí— de no
haber dicho más veces a mi mujer y a mis hijos que los quería. Es
una de las lecciones que me enseñó el cáncer. Es uno de los lados
positivos del cáncer, porque los tiene. Aprendes que para los en
fermos es tan importante el cariño como los medicamentos. Sé
de personas a las que les dieron seis meses de vida, pero vivieron
dos años porque siempre había alguien a su vera que les decía que
las quería: una esposa, un hijo, un amigo...
30 Tras el fallecimiento de mi mujer, me quedé vacío y sin fuer
SIN HISTORIA
Mis hijos estaban ahí, claro, pero el mayor tenía que encargarse
del negocio familiar y Alba estudiaba en Madrid. Y no convives
tanto como cuando eran pequeños, es normal. También tenían
que seguir construyendo sus vidas. Y ahí fue muy importante el
papel de Sofy y Mathieu, sus respectivas parejas.
A mí, aunque suene frívolo, el fútbol —soy hincha del Real
Madrid, pero sin fanatismos, de «La Roja», con fanatismos, y
simpatizante del Granada CF— me ayudó a ir orientándome. 31
Las reuniones con los amigos del Albaicín para ver los partidos
fueron un buen antídoto contra la soledad y la tristeza. No es
nada científico, pero a mí me sirvió. Me apoyé mucho en Torcua
to y Miguel, dos taberneros que son tan buenos para levantar el
ánimo como el mejor de los psicólogos. Gracias a ellos conocí
bien a Estani, un profesor de música especialmente dotado para
el blues con el que había coincidido alguna vez, pero sin profun
dizar. Nos hicimos buenos amigos y llegaron las confidencias.
Estani tenía una hermana que padecía un cáncer de mama muy
avanzado. Los médicos poco podían hacer ya por ella. Hablamos
mucho. Pronto se sumó a las tertulias otra hermana de Estani.
Y congeniamos. Ya lo he dicho en otra parte: los vecinos del Al
baicín nos ayudamos.
Empezaba a tener la mente más clara y caí en la cuenta de lo
que me sucedía: me había quedado sin historia, o al menos, eso
fue lo que sentí entonces. Durante todo el tiempo que estuvimos
juntos, Azucena y yo habíamos tejido un relato que sólo nosotros
dos conocíamos, habíamos compartido vivencias que eran exclu
sivamente nuestras. Y era eso lo que había perdido.
Hoy tengo claro que no estaba equivocado, pero tampoco era
lo cierto. Seguí recordando muchos momentos de mi vida con
Azucena. A menudo, le digo que la quiero y le doy las gracias por
lo que me ha dado y lo que me da.
Pero el tiempo fue atemperando los recuerdos —los dulces,
los buenos, los malos y los peores— y, poco a poco, fui reinven
tándome. Era yo, pero no era el mismo. Y la «hermana de Estani»
adquirió personalidad propia. Pasó a ser algo más, mucho más.
El cáncer nos había unido. Y, casi sin darnos cuenta, estábamos
tejiendo un nuevo relato. Entonces entendí que las historias no
se pierden ni se solapan: se engarzan unas con otras y forman
parte de un todo. Es lo que llamamos nuestra vida.
Actualmente estoy en plena forma física y espiritual. Hay
quien dice que soy un juez blando —lo cual es, cuando menos,
discutible—, que soy demasiado amable con mis «choricillos»
32 —así es como llamo cariñosamente a los «clientes» de mi tribu
Apéndice
Reflexionar por escrito sobre la muerte de mi mujer ha sido do
loroso, pero también liberador. Pero este capítulo no estaría
completo sin el comentario que hice el 6 de septiembre de 2009
en el blog que comparto con Carlos Morán, cuando decidimos
hacer público que Azucena estaba enferma. Ella creía —y noso
tros, su familia, estuvimos de acuerdo— que podía servir para
ayudar a otras personas. Precisamente por eso he querido que
aquel desahogo forme parte de este libro. Es la fotografía de un
momento angustioso y, a la vez, cargado de esperanza. Decía así:
«A finales del pasado mes de junio, mi mujer, Azucena, se
hizo una serie de pruebas que determinaron que tenía un cán
cer... Un cáncer de pulmón. A partir de ahí, cambia completa
mente su vida y la nuestra, la de su familia. Todas nuestras pers
pectivas cambian de repente. Todos los esquemas se rompen,
pero también te das cuenta de la importancia de la familia y de
la unión. Mi mujer, que es farmacéutica, tuvo que darse de baja,
y mi hijo, que acababa de terminar su carrera cuarenta y ocho
horas antes, la sustituyó. Él tenía la idea de irse a Inglaterra o a
trabajar con una ONG en Sierra Leona, y yo le había animado
33
35