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Nuestra historia pues, no es otra cosa que, la narrativa de un proceso

infinito de satisfacción de necesidades que pueden o no, asumirse de forma


individual o colectiva.
Pero, el propósito inherente de la sociedad, no implica que el individuo
sea asuma como un espectador pasivo y sumiso del hecho histórico. Es pues,
desde los hechos, el individuo, un ser histórico que al aceptar y/o negarse a
hacer, al proponer y organizar su actuar, genera historia, solo cuando logra
asumir que, el hecho histórico nace desde la necesidad colectiva y de forma
organizada.
Por lo tanto, una teoría histórica adecuada y objetiva, no puede ser una
imposición ideológica doctrinaria, sino la resultante de un análisis racional del
hecho histórico, partiendo siempre de la perspectiva del reconocimiento del
conjunto de necesidades colectivas, y la capacidad organizativa de una
sociedad para satisfacerlas, desde la materialidad misma de las que surgen y
desde la cual también se satisfacen; resolviendo además, el conjunto de
contradicciones que se presentan entre el interés particular y el interés común
de todos los individuos que conforman dicha colectividad
Nada pues en la historia, deja de ser un hecho concreto; pero ningún
hecho concreto es posible, sin resolver las contradicciones mismas que lo hace
necesario, y que pasa inexorablemente, por trastocar el interés particular, por el
bien común

Introducción parte dos


Luego 75 años de gobierno de un mismo partido, a la sociedad
mexicana, el proceso histórico hace visible, una autodenominada alternancia
entre diferentes subgrupos que ostentan el poder, pretendiendo significar al
grueso de la sociedad, que este hecho implicaba, la posibilidad por la vía
pacífica, de transformar el rumbo económico que padece la sociedad
mexicana. Pero, ¿es así?
La propia pretendida alternancia política, implica el reconocimiento de
parte del Estado en su conjunto, de la exigencia social de transformar el rumbo
del país en varios ejes fundamentales, entre los que destacan: seguridad,
acceso a fuentes de trabajo, y educativas, vivienda, tierras para los
campesinos, freno la represión sistemática y, fundamentalmente cambio de
rumbo en la política económica que, subraya la desigualdad social, además, de
un alto rotundo de la corrupción sistemática del estado.
Pero este hecho acontecido en la segunda mitad del siglo XX a la fecha,
en realidad no es nuevo para la nación, el mismo conjunto de demandas
populares, podemos encontrarlas periódicamente en los círculos más letrados
de los albores de la independencia de México, tanto como en el período de la
guerra de Reforma, así como en el episodio inconcluso de la revolución de
1910, en el período de gobierno del PNR de 1929 a 1938, evidentemente en
prácticamente todo el período del gobierno priista, el gobierno del pan, el breve
retorno del priismo al poder, hasta el actual gobierno del populismo de
izquierda.
Todos los periodos de ostentación de poder que se citan líneas arriba,
recurren a fórmulas que parecieran preestablecidas para, transponer las
legítimas demandas populares en un solo eje programático que, desde arriba
se suele denominar como la reforma del estado que, se logra al partir de
cambios estructurales y que pretenden centrar la posibilidad de transformación,
en la democratización del país
Pero, en los hechos, democratizar el país significa dos cosas diferentes,
de acuerdo a los sectores sociales a quienes se les pregunte.
Por una parte, para la sociedad en su conjunto, democratizar significaría,
la posibilidad ilusoria de elegir a un gobernante con características mesiánicas
que pueda resolver los problemas fundamentales que el país padece, y cuya
causa primigenia suele ser para la gran mayoría, la pobreza generalizada que,
además, según la opinión dominante en sociedad, se origina en la corrupción; y
por otra parte para el subgrupo político partidario que, en los hechos, es todo el
tinglado y andamiaje estructural mediante el cual se fundamenta el estado
nación mexicano, democratizar significa, cuando ya no es posible inhibir el
descontento social, un cambio de grupo en el control político de la república,
que apacigüe al pueblo mediante una estrategia muy simple: la generación
ilusoria de la esperanza.
Primero que nada, el hecho de que el pueblo mexicano asuma, sin
reflexión en la generalidad, que la democracia en el sistema de gobierno
perfecto, que puede resolver sus problemáticas, ignorando de forma por demás
generalizada, que la historia misma de la democracia como forma de gobierno.
Pero cabe subrayar la pregunta, ¿en qué sería benéfico a la nueva clase
dominada del capitalismo, entiendas el proletariado, la democracia, sino para
ejercer su capacidad de decidir por sí misma, como mayoría absoluta de la
sociedad, el que producir de acuerdo a sus intereses colectivos, y cómo repartir
lo producido?
Hechos, que evidentemente le están prohibidos de facto a la clase
dominada, pero cuya prohibición está velada, por su supuesta capacidad por
elegir a quien los gobierne.
Es decir, la imposición de la concepción burguesa de la democracia, que
se autodenomina representativa, aun cuando fuese efectiva, no es sino una
ficción, dado que, quien dicen representar, jamás están obligado a consultar en
los hechos al representado, sino que lo usurpa, toda vez que decide por él, y
en contra de sus intereses, legislando siempre en favor de quien ejerce la
dominación.
Pero, ¿Quién ejerce la dominación? Como es lógicamente demostrable,
quién es capaz de condicionar a qué satisfactores puede o no acceder la clase
trabajadora de la sociedad, que, en términos reales, no es el estado sino los
dueños de los medios de
Luego de los considerandos anteriores, habría que subrayar que, la ola
de independencias coloniales en América, no es sino una ola reformista
protagonizada por la “izquierda” europea en América, en pro del
establecimiento de las repúblicas, que dieran viabilidad al dominio de la
burguesía y su nuevo modelo productivo, el capitalismo que en sí mismo
siempre se ha autodenominado “Libre Mercado”

Conclusiones:
Independientemente de quién gobierne, independientemente de que se
priorice, aún cuando se usen todas las triquiñuelas enunciadas por Maquiavelo
en el príncipe, como por ejemplo, otorgar temporalmente el poder simbólico al
adversario, para demostrar al pueblo por qué no es bueno optar por otro grupo
de control, independientemente del ya clásico mexicano de, cambiar de nombre
del partido para simular el cambio, nada representará en los hechos la
transformación palpable que desaparezca la desigualdad social, sino la
supresión de la propiedad privada y con ella la supresión de la división de
clases.
No importa pues, si es el centro, la derecha confesional, o la izquierda
populista quien gobierne, porque de esta supuesta elección no es sino, un
conjunto de opciones que la burguesía permite al pueblo con tal de enmascarar
la dominación real, la decisión sobre qué se va a producir, y a quién se le
permita acceder a ello.
No son ni siquiera las leyes, ni las mentalidades quienes generan la
justicia, puesto que no son sino abstractos que se imponen mediante la fuerza
organizada, y que jamás atienden las causas de la desigualdad, el crimen y el
delito.
La supuesta alternancia, no es sino una simulación, toda vez que no
modifica las relaciones de producción, que, de forma global, y no local
permiten, al 10% de la población humana acaparar el 80% de lo producido, y
obligan al 90% de la población a subsistir con el 20% restante.
Y dado que, las fuerzas represivas del Estado no existen sino para
garantizar lo anterior, no será sino concientizando esta realidad, y organizado la
fuerza de la inmensa mayoría de la sociedad, que se pueda imponer el interés
común y se logra institucionalizar el bien de la comunidad.
Por tanto, la reforma, no es transformación sino el maquillaje con que se
intenten enmascarar la injusticia. Solo la revolución transforma y solo la
democracia es participativa y real, en tanto cuanto, las necesidades de cada
individuo estén representadas en la realidad, y garantizada su satisfacción por
el conjunto social, que tiene en sus manos y de forma colectiva los medios de
producción.

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