Teórico #1 LL2024
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Desde el punto de vista histórico, la lengua latina tiene una existencia de más
de diecisiete siglos. En términos generales,
podemos hablar de un período comprendido
desde principios del primer milenio a.C.
hasta finales del s.VIII d. C. Así, mientras que
por el extremo inicial hunde sus raíces en la
protohistoria, por el límite final el latín
pervive, de alguna manera, en ramificaciones
que llegan bajo formas diversamente
evolucionadas hasta las lenguas romances.
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En la Eneida, poema épico que narra la legendaria historia de Roma, VIRGILIO ubica el
nacimiento del pueblo romano en el Lacio, como resultado de la fusión de un grupo de prófugos
troyanos con la población local. Hacia el final de la narración (XII, 823), antes de que los
troyanos capitaneados por Eneas resultasen victoriosos, la diosa Juno solicita a Júpiter un muy
valioso favor: que la lengua de Roma, la nueva ciudad, siga siendo la de sus primeros habitantes,
los itálicos o ausonios, o más exactamente, los latinos: “Un favor no prohibido por decreto
ninguno del destino te pido en bien del Lacio/ y la grandeza de los tuyos, tu pueblo. Cuando
asienten la paz/con unas bodas de feliz augurio, que así sea, cuando queden unidos / por leyes
y tratados no ordenes que los hijos de este pueblo, los latinos/ pierdan su antiguo nombre y se
tornen troyanos o se les llame teucros/ o que cambien de lengua ni de atuendo”.
El latín, lengua indoeuropea
Desde el punto de vista histórico se considera que el latín formaba, junto con
otros dialectos, la rama itálica del indoeuropeo, una gran familia de lenguas,
que se desarrolló en un territorio muy amplio desde la India hasta Europa (de
ahí, justamente, el nombre) y entre las cuales se cuentan también el griego
antiguo, el sánscrito, el védico, el hitita, las lenguas germánicas, las célticas, las
bálticas y las eslavas.2
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Las reconstrucciones dan cuenta de que un número importante de pueblos indoeuropeos,
compuestos por ítalos, ilirios, celtas y vénetos migraron a Europa hacia el XIV a.C. desde la
zona de los Balcanes. Mientras que los ilirios permanecieron en la zona balcánica, los otros
pueblos avanzaron hacia al oeste. Se estima que la primera oleada inmigratoria itálica llegó a la
zona de los Apeninos hacia el siglo X a.C.
llevada a cabo por la lingüística histórica en el siglo XIX a través de dos
métodos: el comparativo y el de reconstrucción interna.
(Alatorre, 1979:15)
De acuerdo con sus rasgos compartidos, las lenguas que constituyen la rama
itálica del indoeuropeo suelen ser divididas en dos grandes grupos: el latino-
falisco y el osco-umbro.
Muy vinculado con el latín estaba el dialecto falisco, hablado por los falerios
(una comunidad asentada en los alrededores del monte Soracto), hasta finales
del siglo II a.C., fecha en que, se cree, es reemplazado casi totalmente por el
latín. Sólo han pervivido unas pocas inscripciones faliscas, las más antiguas de
las cuales se remontan al s. IV a.C.
El grupo osco-umbro
Es necesario señalar también que, cuando a principios del primer milenio a.C.,
la rama itálica del indoeuropeo penetró por el norte, se extendió por la Italia
central y meridional y absorbió a la población autóctona, la península itálica
estaba cubierta por un verdadero mosaico de lenguas.
Entre estas lenguas nativas se destacan los llamados dialectos sabélicos,
hablados por una serie de grupos localizados al este del Lacio, entre Umbría y
la Campania: sabinos, pelignos, marrucinos, marsos, vestinos y volscos.
En consecuencia, en los siglos que preceden al establecimiento del pueblo
romano como imperio (27 a.C.) y del latín como lengua dominante, se hablaban
en la península itálica las más variadas lenguas, algunas de las cuales sólo se
conocen de nombre y de otras únicamente queda testimonio en un reducido
número de breves inscripciones.
Pero no todas eran lenguas nativas o itálicas. Las lenguas habladas al norte eran
el galo, que pertenece al grupo de las lenguas célticas, el ligur y el véneto. Al
sur de la península se hablaba el griego y el mesapio (hablado al suroeste, y del
que no quedan documentos que permitan siquiera una ligera apreciación, pues
las inscripciones son escasísimas y oscuras). Al mismo tiempo que estos pueblos
de filiación indoeuropea, vivía también en la Italia central un pueblo cuya
ascendencia étnica y lingüística está todavía sin aclarar, pero que al parecer no
era de origen indoeuropeo: el pueblo etrusco. Este pueblo alcanzó durante los
siglos VII al V a. C. su mayor poderío territorial, al ocupar buena parte de Italia,
desde la región del Po a la Campania, lo que implica que los etruscos tuvieron
también durante un tiempo dominio sobre el territorio romano.
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Que Roma haya sido, en sus orígenes no más que una población agrícola con predominio en su
lengua del elemento rural, lo prueba la etimología de numerosas palabras latinas. Así, por
ejemplo, cernere (de donde proviene discernir) era originalmente “cribar el trigo u otra
semilla”; delirare viene de lira (surco de labranza), de ahí que delirare implique “salirse del
surco”, “desvariar”; rivalis era el que compartía un mismo rivus, “un curso de agua para irrigar”,
legere (leer) es, en su origen, “cortar, recoger (trigo, etc.)”. El moderno sentido de leer proviene
de legere oculis (recoger con los ojos). Un concepto tan etéreo como verso también tiene un
origen labriego: versus era el surco que da la vuelta, la hilera; por extensión, la línea de escritura
y, finalmente, el conjunto de líneas poéticas. Los ejemplos se multiplican: felix se dice
primeramente de la fertilidad del suelo, sincerus, de la miel sin cera, egregius, del animal
separado del rebaño, putare, antes de llegar al significado de “pensar”, fue “podar”.
griego (lenguas de adstrato) y los dialectos de los pueblos a los que los latinos
estuvieron temporalmente sometidos, como el etrusco (lengua de superestrato).
Suele decirse que la suerte del latín corre pareja a la de la propia Roma. Con el
creciente prestigio de la capital, el latín se vuelve norma. El ideal de la buena
lengua latina es el latín de la urbs (de la ciudad). Al convertirse Roma en capital
de un vasto imperio, su lengua se convierte en la lengua oficial, la lengua usada
en el trato social y comercial, en la vida política, administrativa y cultural de
todo el Imperio Romano.
La concepción que se tiene del latín es, con demasiada frecuencia, la de una
lengua no sólo unida sino también fijada como inmutable de una vez y para
siempre. Esta creencia se explica por el hecho de que el latín literario,
establecido desde el siglo III a.C., parece haber conservado una misma
estructura general durante casi ocho siglos sucesivos.
I.- Latín arcaico y preclásico: desde los orígenes hasta mediados del siglo I a.C.4
II.- Latín clásico: desde la mitad del siglo I a. C. hasta la muerte de Augusto (14.d.C.).
Durante este período, se produce el apogeo de las letras romanas, que coincide
con el auge de la política de Roma. La figura más destacada de la retórica y la
filosofía es CICERÓN, que depura la lengua y crea la prosa artística. Destacan
también en esta etapa los historiadores como CÉSAR, SALUSTIO y TITO LIVIO y los
poetas: la poesía épica llega a la cima con VIRGILIO, la poesía moral con
HORACIO, de los Poetae Novi o Neoteroi nos llega la producción poética de
CATULO y la elegía encuentra sus mayores representantes en TIBULO,
PROPERCIO y OVIDIO.
4La periodización que presentamos se corresponde con las principales etapas en la historia de
Roma. Para un planteo general e introductorio sobre este tema pueden consultarse, entre otros,
Alföldy, G. & Troncoso, V. A. (1987), Boardman, J., et al. (2001), Grimal (2005), Beard (2015).
III.- Latín posclásico: desde la muerte de Augusto hasta el año 200.
IV.- Latín tardío (Bajo Latín): desde alrededor del año 200 hasta el comienzo de las
lenguas romances.
Se debe considerar, no obstante, que esta relativa estabilidad del latín literario
sobre la que se realiza la cronología no ha sido más que la máscara de
numerosos cambios y transformaciones capitales realizados en la lengua
hablada, espontánea, popular y poco atenta a las convenciones gramaticales a la
que nos hemos referido en el cierre del apartado anterior como la modalidad de
latín que se extiende a los territorios romanizados, el denominado latín vulgar.
EL LATÍN VULGAR Y EL DESARROLLO DE LAS LENGUAS ROMANCES
La romanización, nombre con el que se denomina ese fenómeno de asimilación
cultural y lingüística de los diversos pueblos sometidos por Roma, no se efectúa
en todas partes de la misma manera. En Italia propiamente dicha, este proceso
es relativamente rápido y profundo gracias a las afinidades étnicas y
lingüísticas de los habitantes y gracias también a la
habilidad de los vencedores. En otras provincias
Las lenguas romances periféricas, resulta, en cambio, más débil.5
(también llamadas
románicas o neolatinas), La expansión de Roma es paulatina y diferente en cada
pueden ser clasificadas
zona, a lo que se le suma el hecho de que también es
en función de las cinco
áreas geográficas muy dispar el tiempo en que el dominio de Roma se
principales en que se han completó y consolidó en los territorios conquistados. Sin
desarrollado:
embargo, es indudable que, en un período relativamente
-Área iberorromance:
español, portugués, breve, la lengua y la cultura de Roma se vuelven (y
gallego, catalán, durante mucho tiempo son) las de pueblos muy diversos
valenciano, aragonés,
en un territorio muy extenso. ¿Cómo explicarlo?
asturiano.
-Área galorromance: En “El origen de las lenguas románicas” (1967:471), el
francés, occitano, estudio que dedica al proceso de romanización, B.E.
provenzal
Vidos, uno de los romanistas más importantes del siglo
-Área italorromance:
XX, sostiene que la respuesta debe hallarse en las
italiano, corso, sardo.
características de la expansión de Roma. A diferencia de
-Área retorromance:
romanche, ladino, otros fenómenos de dominación, Roma no tuvo nunca el
friulano. propósito de asimilar por la fuerza a los pueblos
-Área balcanorromance: vencidos, nunca buscó imponer su propia lengua, ni su
rumano, dálmata.
cultura ni su religión. En todos los casos, la lengua latina
se impuso a los vencidos, no por la violencia sino por el
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Hacia 272 a.C. toda la península itálica del sur de los ríos Macra y Rubicón cae bajo el dominio
de Roma; en 241 a.C. en Sicilia, en 238 a.C. Cerdeña y Córcega, en 215 a.C. el Véneto; desde 197
a.C., la Hispania; en 191 a.C., la Galia Cisalpina; hacia 167 a.C., la Dalmacia; en 146 a.C., el África
después de la caída de Cartago; en 120 a.C. la Galia meridional; en el año 50 a.C., la Galia
septentrional; el año 15 a.C., la Retia y finalmente, en 107 d.C., bajo Trajano, la Dacia.
prestigio de los vencedores. Fue instrumento de comunicación entre los
autóctonos y los romanos, la señal exterior de la comunidad romana y el
vehículo de la cultura greco-romana.
Pero es posible ir un poco más allá. Vidos no sólo justifica de este modo el
alcance y la relativamente rápida expansión del dominio romano. Sostiene,
también, que en las características de este proceso pueden hallarse asimismo
algunas de las claves que explican el nacimiento de las lenguas romances y las
particularidades que las distinguen. Si bien existen ciertos intentos de explicar
el origen de las lenguas romances y las diferencias entre ellas sobre la base de la
cronología de la romanización,6 no puede desconocerse, a su juicio, que uno de
los factores más importantes fue la calidad del latín que desde Italia fue llevado
a difundirse por todo el Imperio. Del estudio de las lenguas romances aparece
claramente que tales lenguas no son las continuaciones del latín clásico, del latín
de la cultura sino que, por el contrario, derivan del latín vulgar.
Como adelantamos, esta expresión designa las particularidades y tendencias
más o menos vivas, propias de la lengua popular y familiar y que se sustraen a
la norma clásica y, en general, literaria.7 El latín vulgar comprende los estados
sucesivos desde la fijación del latín común, al terminar el período arcaico, hasta
la víspera de la consignación por escrito de textos en lengua romance, en el
período del latín tardío o bajo latín.
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La latinización de los pueblos conquistados por Roma duró varios siglos, desde el III a.C. hasta
el II d.C. Las primeras tierras romanizadas recibieron un lenguaje más popular, las últimas
colonias, en cambio, utilizaban una lengua más oficial y estabilizada.
7 No es correcto, sin embargo, exagerar la oposición entre lengua hablada y escrita, pues pueden
señalarse numerosos puntos de contacto entre la lengua popular y el estilo poético. De hecho, la
vacilación entre la forma rústica y la culta se manifiesta de manera muy característica en las
lenguas romances. Muchas formas de estas lenguas confirman la inseguridad que existía en la
lengua de uso común en Roma y demuestran que resultaría equivocado enfrentar las formas
rústicas a las cultas en una rígida oposición.
Muchos son los ejemplos que muestran que entre las Appendix Probi
fases más antiguas y las más recientes del latín
vulgar no hay una línea de separación, sino que más
bien existe una continuidad.
Así, entonces, el latín vulgar resulta ser una
corriente subterránea, sepultada por el latín de la
cultura que oculta su curso natural y obliga a
excavar en el margen de la literatura, en los autores
y textos secundarios o no literarios para hallar
muestras que lo testimonien. Aparece en las
inscripciones funerarias, allí donde se hace hablar a
El manuscrito se conserva en
personas comunes de la sociedad romana, por Viena en un palimpsesto del siglo
VII u VIII. Indica las formas
ejemplo, a nuevos ricos como Trimalción8 y sus “correctas”, es decir, clásicas,
junto a las formas “incorrectas”,
compañeros y libertos, o cuando hablantes de
evidentemente corrientes:
elevada condición se dirigen al pueblo y hacen “auricula non oricla, oculos non
oclos”.
concesiones para ser entendidos, como ocurre con
Defixionum tabellae
los predicadores cristianos. Fuentes directas del latín
vulgar son también las obras de carácter técnico
como Mulomedicina Chironis, un tratado de
veterinaria dirigido a lectores incultos o extranjeros,
escritos de carácter normativo, que toman el latín
hablado para señalar pronunciaciones o formas
deficientes, como el Appendix Probi, una lista de
buenas y malas formas no posterior al siglo III, o
breves colecciones de imprecaciones como las
Defixionum tabellae, pequeñas placas de metal
Grabadas en plomo o metal
empleadas en los ritos mágicos. maleable, estas láminas contenían
.
8
Trimalción es uno de los principales personajes de la novela el Satiricón, de PETRONIO. Se trata de un
liberto riquísimo, extravagante y caprichoso cuyo lenguaje, aun cuando constituya una reproducción
literaria (probablemente en clave de parodia) y no un registro fiel de la oralidad, resulta una fuente
importante para el estudio de la lengua coloquial, espontánea y popular.
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Referencias bibliográficas
Alföldy, G. & Troncoso, V. A. (1987). Historia social de Roma. Alianza.
Alatorre, A. (1989). Los 1001 años de la lengua española. Tezontle.
Beard, M. (2015). SPQR: Una historia de la antigua Roma. Titivillus.
Boardman, J., et al. (2001). The Oxford History of The Roman World.
Reading.Oxford University Press.
Collart, J. (1967). Histoire de la langue latine. Presses Universitaires de France.
Grimal, P. (2005). Historia de Roma. Planeta.
Vidos, B. E., & Moll, F. D. B. (1967). Manual de lingüística románica. Aguilar.