Ficha STC12372-2022

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 22

TUTELA

REPORTE DE CONSULTA

RELEVANTE

SALA DE CASACIÓN CIVIL Y AGRARIA


ID : 780825
M. PONENTE : LUIS ALONSO RICO PUERTA
NÚMERO DE PROCESO : T 1100102030002022-01758-00
NÚMERO DE PROVIDENCIA : STC12372-2022
CLASE DE ACTUACIÓN : ACCIÓN DE TUTELA - PRIMERA
INSTANCIA
TIPO DE PROVIDENCIA : SENTENCIA
FECHA : 20/09/2022
DECISIÓN : NIEGA TUTELA
ACCIONADO : SALA CIVIL FAMILIA DEL TRIBUNAL
SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL
DE PEREIRA
ACCIONANTE : GERARDO ALONSO HERRERA HOYOS
FUENTE FORMAL : Ley 472 de 1998, art. 37 / Código
General del Proceso, art. 121 /
Constitución Política, art 88 / Ley 57 de
1887, art. 5, num 1

ASUNTO:
PROBLEMA JURÍDICO: ¿«(…) determinar si el hecho de no haberse
proferido sentencia de segunda instancia durante el término consagrado
en el artículo 37 de la Ley 472 de 1998 (a cuyo tenor: “El recurso de
apelación procederá contra la sentencia que se dicte en primera instancia,
en la forma y oportunidad señalada en el Código de Procedimiento Civil, y
deberá ser resuelto dentro de los veinte (20) días siguientes contados a
partir de la radicación del expediente en la Secretaría del Tribunal
competente”), comporta, per se, una transgresión de los derechos
fundamentales de las partes de una acción popular»?

TEMA: ACCIÓN DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIA JUDICIAL -


Procedencia de la acción

ACCIÓN DE TUTELA - Procedencia de la acción tutela contra las acciones


u omisiones de todos los funcionarios estatales que ejerzan funciones
públicas, incluida la de administrar justicia en el territorio nacional

ACCIÓN DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIA JUDICIAL - Procedencia


excepcional de la acción: procedencia restringida de la acción de tutela
contra las acciones u omisiones de las autoridades judiciales

Tesis:
«De acuerdo con el artículo 86 de la Constitución Política, “Toda persona
tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo momento y
lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o
por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública”.

El texto trasuntado, interpretado según su sentido literal, sugiere que la


acción de tutela procede contra las acciones u omisiones de todos los
funcionarios estatales, incluyendo a los que hacen parte de la Rama
Judicial del Poder Público, en tanto “autoridades”, facultadas por el
ordenamiento para ejercer una función pública: la de administrar justicia
en el territorio nacional.

Ahora bien, es preciso considerar que los jueces y magistrados desarrollan


esa tarea en el marco de procedimientos judiciales, diseñados por el
legislador como un método para alcanzar soluciones racionales y
definitivas a los conflictos intersubjetivos, y en los que están establecidos
distintos mecanismos para que los interesados controviertan las decisiones
de los funcionarios que adelantan las causas.

La existencia de esos remedios procesales, sumada a la función de


composición definitiva que asigna el Estado Social de Derecho a las
sentencias en firme, implican reconocer una procedencia restringida de la
acción de tutela contra acciones u omisiones de autoridades judiciales,
pues de no ser así, todas las disputas jurídicas terminarían zanjándose en
sede constitucional, pretermitiendo las reglas propias de cada juicio, y
comprometiendo la eficacia de la función de administración de justicia.
De ahí que la Sala haya insistido en que, por vía general, los jueces de
tutela no deben inmiscuirse en los debates propios de los procedimientos
ordinarios. Sin embargo, para evitar que esa regla se convierta en una
barrera infranqueable para la realización y consolidación de los derechos
fundamentales, de ella se exceptúan los casos en los que el funcionario
judicial accionado ha incurrido en un proceder arbitrario, opuesto por
tanto a la Constitución, y que no pudo corregirse oportunamente al
interior del trámite, siguiendo las reglas dispuestas para ello.»

ACCIÓN DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIA JUDICIAL - Requisitos


generales y específicos de procedibilidad: reiteración

Tesis:
«Para garantizar que esas condiciones se cumplan, y satisfacer también los
requerimientos formales establecidos en el citado precepto 86 de la Carta
Política, la excepcional mediación del juez de tutela requiere la confluencia
de seis requisitos genéricos de procedencia de la tutela contra providencias
judiciales: (i) que el asunto tenga relevancia constitucional; (ii) que el actor
haya agotado los recursos a su alcance; (iii) que la petición cumpla con el
requisito de inmediatez; (iv) en el evento de fundamentarse la solicitud de
tutela en una irregularidad procesal, que esta tenga incidencia directa en
la decisión de fondo que se estima violatoria de los derechos
fundamentales del actor; (v) que se identifiquen en forma razonable los
hechos que generan la vulneración; y (vi) que no se trate de tutela contra
tutela.

Con la misma finalidad, el yerro endilgado a la jurisdicción debe poder


subsumirse en alguna de las causas específicas de procedencia de la
tutela contra providencias judiciales, a saber: (i) defecto orgánico por
carencia absoluta de competencia del funcionario judicial que dicta la
providencia judicial; (ii) defecto sustantivo; (iii) defecto procedimental; (iv)
defecto fáctico; (v) error inducido; (vi) decisión sin motivación; (vii)
desconocimiento del precedente constitucional; y (viii) violación directa de
la constitución.»

ACCIÓN DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIA JUDICIAL - Observancia


de los requisitos de procedencia

Tesis:
«Las exigencias genéricas que se citaron en el acápite precedente se
encuentran satisfechas. La discusión que propone el accionante versa
sobre la eventual tardanza del tribunal para resolver un recurso de
apelación en el curso de una acción popular, temática relacionada con
valores constitucionales como el debido proceso, el acceso a la justicia y la
afirmación de los derechos colectivos.
A ello se agrega que la naturaleza de la omisión que se endilga al tribunal -
no haber resuelto un recurso de apelación en el término legal de 20 días-,
impide exigir el agotamiento de remedios endoprocesales previos, así como
establecer un hito inicial para el cómputo del plazo de inmediatez.
Además, la solicitud no versa sobre asuntos de procedimiento; no se
cuestiona un fallo de tutela, y si bien los hechos de la demanda se
redactaron de forma lacónica e imprecisa, permiten identificar
razonablemente el sentido del argumento del señor Herrera Hoyos.

En tal virtud, es procedente analizar los reparos que planteó el accionante,


para lo cual resulta imperativo establecer (i) si el tribunal se encuentra en
mora de resolver el recurso de apelación interpuesto contra el fallo de
primera instancia, dictado en el curso de una acción popular; y (ii) en caso
de ser así, si esa mora es injustificada, de forma tal que habilite la
intervención del juez constitucional, en defensa de los derechos
fundamentales de las partes.

Sin embargo, para resolver la primera cuestión es menester desentrañar


previamente otra de singular complejidad, que se origina en un muy
particular modo de articulación de los preceptos 37 de la Ley 472 de 1998
y 121 del Código General del Proceso, en el marco de las acciones
populares -reguladas por la primera normativa-.»

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso: interacción entre los artículos


37 de la Ley 472 de 1998 y 121 del CGP

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso - Aplicabilidad del término


contemplado en el artículo 121 del CGP: evolución jurisprudencial del
criterio sostenido por la Sala de Casación Civil

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso - Aplicabilidad del término


contemplado en el artículo 121 del CGP: alcance

DERECHO PROCESAL - Duración del proceso: diferenciación con los


términos para dictar las providencias judiciales

ACCIÓN POPULAR - Recursos y costas - Recurso de apelación: término


para resolverlo

ACCIÓN POPULAR - Recursos y costas - Recurso de apelación - Termino


para resolver el recurso de apelación contra la sentencia: antinomia o
incompatibilidad entre los artículos 121 del CGP y 37 de la Ley 472 de
1998

Tesis:
«4. Interacción entre los artículos 37 de la Ley 472 de 1998 y 121 del
Código General del Proceso.

4.1. En CSJ STC8486-2018, 4 jul., la Corte conoció una demanda de


tutela presentada por otro actor popular, en la que se pidió que se
ordenara al juez de la causa reconocer su pérdida de competencia, por
cuanto había transcurrido un lapso superior al previsto en el artículo 121
del Código General del Proceso como límite de duración de la primera
instancia, sin que hubiera proferido sentencia.

Esa pretensión fue desestimada, tras concluirse que el citado precepto del
estatuto procesal civil no resulta aplicable al trámite especial que regula la
Ley 472 de 1998:

“[E]n cuanto a los reparos que el gestor de la queja expone en torno a que
el juzgador accionado mediante autos fechados 16 de abril y 3 de mayo de
2018 negó su solicitud de aplicar el artículo 121 del Código General del
Proceso, es necesario precisar dicha normatividad estipula el término que
tienen los jueces de la especialidad civil y familia para emitir sentencia que
ponga fin al proceso, de ahí que, con excepción de fenómenos como la
interrupción o suspensión del litigio, por regla general no podrá superarse
un (1) año -prorrogables por seis mes más-, en tratándose de asuntos de
primera o única instancia.

(...) No obstante, en tratándose de acciones populares, cumple recordar


que por su estirpe constitucional, instituido para la protección de los
derechos fundamentales de las colectividades, lo que hace que su
naturaleza sea de carácter especial y prevalente, no resulta aplicable dicha
disposición, toda vez que la Ley 472 de 1998 consagró de manera expresa
la duración de cada escenario procesal a partir de plazos perentorios, así
como las sanciones por desconocer tales términos. Es así que el artículo
34 de esa reglamentación prevé que “vencido el término para alegar, el juez
dispondrá de veinte (20) días para proferir sentencia”. De igual forma, esa
legislación estableció en su artículo 84 ibidem que si el funcionario judicial
desatiende dicho término, al igual que cualquier otro contenido en la
norma, incurrirá, “en causal de mala conducta sancionable con
destitución del cargo”, pero no introdujo disposición alguna que señalara
como consecuencia la pérdida de la competencia para continuar
conociendo del asunto.

Sin que sea posible, tal como lo pretende el actor, aplicar tal efecto jurídico
por analogía o remisión del artículo 44 de la Ley estatutaria, pues lo cierto
es que tal precepto establece que solo se empleará la ley adjetiva civil o
contencioso administrativa “…en los aspectos no regulados en la presente
Ley, mientras no se oponga a la naturaleza y a la finalidad de tales
acciones”, y el término para fallar no es un asunto sin regulación en la
norma especial. En ese orden de ideas, se concluye que en materia de
acciones populares no aplica el inciso 6 del artículo 121 de la Ley 1564,
por lo que la determinación del funcionario accionado relativa a negar la
pérdida de competencia no puede calificarse de irrazonable, ya que se
fundó en una legítima interpretación de la normatividad a favor del interés
superior que el ordenamiento constitucional ha previsto”.

4.2. Algunos meses más tarde, esta Corporación estudió otra súplica
constitucional semejante, pero ahora dirigida contra la sala del Tribunal
Superior que conocía una acción popular en segunda instancia, y que, con
apoyo en la jurisprudencia previamente transcrita, se abstuvo de declarar
su pérdida de competencia, a pesar de que el trámite de la apelación a su
cargo se había extendido por un período superior a un año.

En esta oportunidad, la Corte -por mayoría- varió su criterio, al amparo de


los siguientes argumentos:

“La deducción reproducida (STC8486-2018) se afincó en 2 razones


fundamentales: (i) las acciones populares tienen un carácter especial y
prevalente, en tanto la ley 472 de 1998 consagró de forma particular los
tiempos en que se desarrollan las “etapas y actos procesales”, de suerte
que se deben cumplir aquellos y su inobservancia contrae “sanciones
disciplinarias” pero no la pérdida de competencia; y (ii) no es admisible
aplicar el artículo 44 de esa misma ley, por cuanto el intervalo para
“resolver” es un asunto reglado, de manera que no es viable acudirse en
subsidio al C.G.P.

Pues bien, no es factible desmentir que el “proceso constitucional” aludido


tiene una “naturaleza jurídica distintiva”, así como que está
suficientemente rituado por la ley estatutaria pluricitada, de modo que los
ciclos por los que se tiene que atravesar para llegar a una “decisión final”
están prescritos con contenido y vencimiento, y el no acatar lo último
genera consecuencias adversas; no obstante, ello no es óbice para que se
afirme que aquél no tiene una “duración máxima”.

Dicho en otras palabras, es natural que el legislador diseñe las fases de


todos los procesos y que a cada una de ellas les imponga un “tiempo” en
que se deben desarrollar, pero ello no significa que el “juicio”, como un
todo, esté desprovisto de un “límite temporal”. No se olvide que el “proceso
civil” también establece topes, como ocurre con el “tiempo para admitir la
demanda” (Art. 90), o “[e]n las actuaciones que se surtan por fuera de
audiencia los jueces y los magistrados deberán dictar los autos en el
término de diez (10) días y las sentencias en el de cuarenta (40)” (Art. 120),
lo que en audiencia debe acontecer inmediatamente, luego de escuchadas
las partes, o dentro de los 10 días sucesivos a dar a conocer el “sentido del
fallo” (Art 373); y aun así, nadie rebate que lo estipulado en el artículo 121
ibidem le es propio. Quiere decir lo anterior que una cosa es el “término
para dictar las providencias judiciales” y otra la “duración del proceso”.
Por eso, aunque los “actos del juez” en las “acciones populares” tengan
demarcaciones en su duración, aquellos están compelidos a finiquitar la
polémica conforme a las directrices otorgadas en la última disposición
referida.

Y no se diga que la razón para desconocer esa obligación radica en que la


esencia de la “trama judicial” examinada difiere de la que se presenta entre
privados, por cuanto en ella se debaten “derechos colectivos” y en la otra
particulares, toda vez que el artículo 5º de la ley 472 de 1998 recalca que
“[e]l trámite de las acciones reguladas en esta ley se desarrollará con
fundamento en los principios constitucionales y especialmente en los de
prevalencia del derecho sustancial, publicidad, economía, celeridad y
eficacia.

Se aplicarán también los principios generales del Código de Procedimiento


Civil, cuando éstos no se contrapongan a la naturaleza de dichas
acciones”, de modo que al ser “el plazo razonable” un principio en el actual
compendio adjetivo e, inclusive, una ordenanza constitucional y
supranacional, desconocer su aplicabilidad e importancia para los
justiciables se revela como un desatino. Fluye como corolario que la
judicatura deberá respetar y garantizar que las controversias ligadas a la
“protección de los derechos colectivos” finiquitarán con irrestricta
obediencia del “término” otorgado en el canon 121 del Código General del
Proceso” (CSJ STC001-2019, 11 ene.).

4.3. Aunque estas dos decisiones judiciales antagónicas se concentraron


en esclarecer si los jueces que tramitan una acción popular podían perder
competencia -en los términos del canon 121 del estatuto procesal civil
vigente-, en la más reciente se vinculó también esa cuestión con la
tardanza injustificada del funcionario cognoscente para proferir sentencia,
al afirmarse que “la judicatura deberá respetar y garantizar que las
controversias ligadas a la “protección de los derechos colectivos”
finiquitarán con irrestricta obediencia del “término” otorgado en el canon
121 del Código General del Proceso”.

Recuérdese que en el fallo CSJ STC001-2019, 11 ene., se argumentó que


“una cosa es el “término para dictar las providencias judiciales” y otra la
“duración del proceso”, propuesta de clasificación que buscaba posibilitar
la coexistencia de las reglas especiales de la Ley 472 de 1998, referidas
bajo esa óptica al plazo conferido para que el juez profiriera sentencia , con
el artículo 121 del estatuto procesal civil, que versaría sobre el plazo que
se considera razonable para adelantar la totalidad de la instancia, hasta el
fallo.
Tal distinción, sumada a la insistencia en la aplicación del artículo 121 del
Código General del Proceso como único mecanismo para obtener
sentencias oportunas, dio a entender que el fallo del tribunal lo sería,
siempre y cuando se emitiera durante del término de duración razonable
del proceso; y esto a su vez permitió deducir que el fenecimiento del
“término para dictar” la sentencia de segunda instancia no amenazaba o
vulneraba de ninguna forma los derechos fundamentales de las partes.

Dos hechos refuerzan esa interpretación: De un lado, en la sentencia de


tutela que se viene comentando no se hizo ninguna alusión al artículo 37
de la Ley 472 de 1998, lo que solo se explicaría bajo el entendido de que el
vencimiento del término de veinte días allí previsto no tuviera
consecuencias jurídicas, tornándose irrelevante para determinar la mora
injustificada del ad quem (que constituía el núcleo de la reclamación del
entonces accionante).

Y de otro, en lo resolutivo de aquel fallo se concedió el amparo y se ordenó


a la corporación querellada verificar la realización del supuesto de pérdida
de competencia que consagra el artículo 121, lo que sugiere que esa
solución institucional -y no la expedición de la providencia pendiente- fue
valorada como suficiente de cara a conjurar cualquier amenaza a los
derechos de las partes de una acción popular, derivada de la tardanza del
tribunal para resolver la apelación contra la sentencia de primer grado.

4.4. Con apoyo en este giro jurisprudencial, el tribunal accionado ha


venido sosteniendo, de forma explícita e implícita, que no es posible
incurrir en mora de dictar la sentencia de segunda instancia antes del
vencimiento del término de duración de esa misma instancia, lo que
dejaría sin piso alegaciones como las que expuso el señor Herrera Hoyos
en su demanda de tutela.

Aunque esa consecuencia fuera indeseada, lo cierto es que aplicar el


artículo 121 del Código General del Proceso a las acciones populares
implica que el plazo para “resolver la segunda instancia” sea de seis
meses, prorrogables por otros tantos más, “contados a partir de la
recepción del expediente en la secretaría del juzgado o tribunal”. Y siendo
ese el lapso razonable de duración de la instancia, no luce descabellado
afirmar que antes de su expiración no podría producirse la mora del ad
quem en la resolución de la alzada.

Para decirlo de otro modo, el argumento del tribunal consiste en que: (i) el
artículo 121 del Código General del Proceso es aplicable a las acciones
populares (de acuerdo con la jurisprudencia citada); y que (ii) en esa
norma se establece que “el plazo para resolver la segunda instancia, no
podrá ser superior a seis meses contados a partir de la recepción del
expediente en la secretaría del juzgado o tribunal”, prorrogables
excepcionalmente “hasta por seis meses más”. Por consiguiente, (iii)
mientras ese plazo no expire, queda descartada la existencia de un evento
de mora judicial en la definición de la segunda instancia.

Cabe anotar que ese silogismo es improcedente -como se demostrará en


las líneas subsiguientes-, pero resulta tan persuasivo, que incluso fue
acogido por la propia Sala en varias providencias, tales como la sentencia
CSJ STC5169-2020, 6 ago., en la que se descartó la tardanza denunciada,
al considerarse que

“(...) una vez se admitió la alzada, esto es, el 16 de septiembre de 2019, el


colegiado censurado tuvo que ocuparse de atender un buen número de
solicitudes enarboladas por [el] coadyuvante en la acción popular
entablada por el suplicante. Asimismo, se advierte que dentro de los seis
(6) meses siguientes al recibo del expediente para desatar la alzada materia
de disenso, la autoridad convocada prorrogó el plazo para definirla, según
auto de 25 de febrero de 2020”.

4.5. Lo expuesto evidencia que, en la práctica actual, la tempestividad de


las actuaciones del ad quem se juzga a partir de las previsiones del
artículo 121 del Código General del Proceso. Sin embargo, esa solución
riñe abiertamente con el artículo 37 de la Ley 472 de 1998, que consagra
que “el recurso de apelación procederá contra la sentencia que se dicte en
primera instancia (...) y deberá ser resuelto dentro de los veinte días
siguientes contados a partir de la radicación del expediente en la
Secretaría del Tribunal competente”.

Nótese que, tanto en el primero como en el segundo precepto, se establece


un término que inicia con la radicación del expediente en la secretaría del
tribunal, y finaliza con la resolución del recurso de apelación
correspondiente; pero como ese plazo no se determinó de forma
homogénea, las normas no pueden operar en simultáneo. De ahí que haya
tenido que dejarse de lado una (el artículo 37), para poder dar aplicación a
la otra (el canon 121).

Expresado de otra forma, la coexistencia de ambas reglas es inviable,


porque disponen un término máximo distinto entre hitos objetivos
idénticos. Y siendo ello así, queda en evidencia el conflicto normativo que
descartó la Sala al variar su postura en punto a la aplicabilidad del
artículo 121 en las acciones populares.

4.6. Es pertinente señalar que la aludida antinomia había pasado


inadvertida, porque para refutar la incompatibilidad entre el artículo 121
del Código General del Proceso y la normativa especial en materia de
acciones populares, solamente tuvo en cuenta la regulación de la primera
instancia, lo que permitió postular la anunciada separación conceptual
entre el “término para dictar las providencias judiciales”, que regularía el
artículo 34 de la Ley 472 de 1998, y la “duración del proceso”, a la que se
referiría el 121.

Pero esa teorización no es procedente, porque obvia las particularidades de


la segunda instancia. En efecto, durante la instancia inicial es viable
distinguir entre el plazo conferido al juez para dictar el fallo, que es de
veinte días contados a partir de que finalice la etapa de alegatos de
conclusión -de acuerdo con el citado artículo 34-, y el plazo razonable para
adelantar todas las fases que componen la instancia, hasta la emisión de
aquella providencia conclusiva -que sería de un año, prorrogable por seis
meses más-.

En cambio, el artículo 37, ejusdem, al concebir el procedimiento de


segunda instancia en acciones populares, no reprodujo esa estructura,
sino que se refirió a todo el iter de la instancia, desde “la radicación del
expediente en [su] Secretaría”, hasta la resolución del recurso de
apelación, mediante sentencia. Es decir, allí no se señaló un “término para
dictar” esa sentencia, sino un plazo para la “duración del proceso” en
segunda instancia, mismo objeto al que se refiere el inciso 1.º del artículo
121 del Código General del Proceso.

4.7. En conclusión, debe descartarse la tesis que pretendía diferenciar el


objeto del citado artículo 37 de la Ley 472 de 1998, de la regulación que,
en términos similares, incluye el artículo 121 del Código General del
Proceso; y dada la consecuente imposibilidad de que esas normas
coexistan en el ordenamiento, se impone plantear una solución alternativa
a la que se postuló en sentencia CSJ STC001-2019, 11, ene.»

ACCIÓN POPULAR - Marco normativo

ACCIÓN POPULAR - Principio de integración normativa: prudencia del


juez para evitar que la integración de las normas vacíe el contenido de la
norma especial

ACCIÓN POPULAR - Principio de integración normativa: distinción entre


los vacíos normativos de la Ley 472 de 1998, que deben ser llenados con
reglas supletivas y los que son inconsistentes con los rasgos esenciales de
la acción popular

ACCIÓN POPULAR - Trámite preferencial: con excepción de las acciones


de habeas corpus, tutela y cumplimiento

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso: inaplicabilidad del término


previsto en el artículo 121 del CGP como plazo razonable para resolver el
recurso de apelación contra la sentencia, en virtud del principio de
especialidad

ACCIÓN POPULAR - Recursos y costas - Recurso de apelación - Término -


Aplicación prevalente del artículo 37 de la Ley 472 de 1998, en virtud de
los principios de especialidad y celeridad: justificación (nueva variación de
criterio)

ACCIÓN POPULAR - Recursos - Recurso de apelación - Término para


resolver: consecuencias de la inobservancia del término

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso: deber del juez de aplicar a la


acción popular la misma cultura de cumplimiento de los términos, que se
utiliza en las demás acciones constitucionales

Tesis:
«5. La prevalencia del artículo 37 de la Ley 472 de 1998, como vía para
solucionar el conflicto normativo.

5.1. Las acciones populares, consagradas en el artículo 88 de la


Constitución Nacional como herramienta para hacer efectivos los derechos
e intereses colectivos, fueron reguladas en la citada Ley 472 de 1998,
donde se estableció un procedimiento especial, que desarrolla
exhaustivamente herramientas e instituciones jurídicas propias,
adaptadas tanto a la naturaleza colectiva de los derechos en debate, como
a la informalidad y celeridad que caracteriza a las acciones
constitucionales.

Por supuesto que, ante las innumerables vicisitudes que puede afrontar
un proceso judicial, se cuidó el legislador de que los vacíos de ese estatuto
especial fueran llenados por los códigos procesales que regularmente
emplean los jueces que conocen las acciones populares (el Código General
del Proceso y el CPACA, según el caso). Pero esa integración normativa
debe realizarse con prudencia, cuidando siempre que las reglas de los
trámites comunes no terminen vaciando de contenido a la normativa
especial.

Es pertinente, pues, distinguir cuáles silencios de la Ley 472 de 1998


pueden considerarse propiamente como vacíos, que deben ser llenados con
las reglas supletivas de los códigos procesales civil y administrativo, y
cuáles corresponden una decisión consciente, orientada a no replicar
pautas generales de procedimiento que no son adaptables o consistentes
con los rasgos esenciales de la acción popular. No se olvide que, al
consagrar el referido reenvío, se dejó sentado que este operaba “en los
aspectos no regulados en la presente ley [y] mientras no se oponga a la
naturaleza y la finalidad” de la acción popular (artículo 44).
5.2. Una de las reglas especiales que consagró la Ley 472 de 1998,
consiste en que “las acciones populares preventivas se tramitarán con
preferencia a las demás que conozca el juez competente, excepto el recurso
de Habeas Corpus, la Acción de Tutela y la Acción de cumplimiento”
(artículo 6). Y como derivación de esa naturaleza, se previeron plazos
breves, tanto para dictar el fallo de primera instancia (veinte días contados
a partir del vencimiento del término para alegar, artículo 34), como para
adelantar toda la fase de apelación (“veinte días... contados a partir de la
radicación del expediente en la Secretaría del Tribunal competente”,
artículo 37).

Esa pauta de duración de la segunda instancia en las acciones populares


impide considerar como plazo razonable para esa fase del proceso el
consagrado en el artículo 121 del estatuto adjetivo (seis meses,
prorrogables por otros seis), pues de conformidad con el artículo 5-1 de la
Ley 57 de 1887 “si en los Códigos que se adoptan se hallaren algunas
disposiciones incompatibles entre sí, se observarán en su aplicación las
reglas siguientes: 1ª La disposición relativa a un asunto especial prefiere a
la que tenga carácter general”.

Ciertamente, la vigencia de la obligación del ad quem de resolver la


apelación en el término de veinte días, contados a partir del umbral de la
segunda instancia (“la radicación del expediente en la Secretaría del
Tribunal competente”), no puede armonizarse con la posibilidad de que esa
instancia se prolongue hasta por doce meses (seis meses, prorrogables por
seis meses más), contabilizados desde el mismo hito de inicio. Se trata de
reglas incompatibles, siendo del caso aplicar la primera, en aplicación del
principio generalia specialibus non derogant.

5.3. Previamente se rebatió el pilar principal del argumento empleado para


justificar el cambio de jurisprudencia de la Sala, en punto a la aplicación
del artículo 121 del Código General del Proceso en acciones populares. Y
también se demostró que la variable relacionada con el término de
duración de la segunda instancia en esas acciones puede despejarse de
una manera si se aplica la Ley 472 de 1998, y de otra si se acude al primer
inciso del citado canon 121, debiéndose optar por la primera solución, por
tratarse de una regulación especial.

Y si la regla del artículo 5-1 de la Ley 57 de 1887 no fuera suficiente para


justificar esa conclusión, cabría destacar que el resultado opuesto, esto es,
dar prevalencia del artículo 121, ha generado que las autoridades
consideren en la práctica -cfr. numeral 4.4., supra- que un año es el
término razonable para resolver la segunda instancia de una acción
popular, obviando el improrrogable lapso de veinte días, que consagra el
artículo 37 de la Ley 472 de 1998.
En ese sentido, además de contrariar las pautas de prelación normativa, la
aplicación del mencionado precepto del Código General del Proceso se ha
traducido en una inapropiada e inadmisible ampliación de los plazos para
fallar la acción constitucional que consagra el artículo 88 de la Carta
Política de 1991, que vulnera el principio de celeridad que le es propio.

5.4. Con todo, cabría preguntarse qué ocurre con el contenido normativo
restante del artículo 121, pues conforme a su texto actual, allí se regula
tanto el plazo máximo de duración de las instancias ordinarias (que es en
lo que coincidiría con el artículo 37 de la Ley 472 de 1998), como la
pérdida de competencia del juez de conocimiento, y la anulabilidad de los
actos procesales que tengan lugar luego de que se produzca (entre otras
consecuencias).

Es obvio que en esos casos no existe coincidencia, pues tales aspectos no


están regulados en la normativa especial. Sin embargo, ello no puede
entenderse como una habilitación para llevar a cabo integraciones
normativas improcedentes, sino como una decisión consciente del
legislador, dirigida a que el fenecimiento del breve término para resolver la
apelación de la sentencia en las acciones populares comprometa -
potencialmente- la responsabilidad personal del juez de la causa, y no su
competencia institucional para resolver el recurso.

Es decir, en punto a la duración razonable de la segunda instancia, la Ley


472 de 1998 estableció un plazo, y también fijó una consecuencia por su
incumplimiento, que es la prevista en su artículo 84 (“La inobservancia de
los términos procesales establecidos en esta ley, hará incurrir al Juez en
causal de mala conducta, sancionable con destitución del cargo”). Y
estando la cuestión cabalmente normada en la legislación especial, resulta
innecesario acudir al Código General del Proceso en búsqueda de un
criterio supletivo.

5.5. Lo anterior no debe interpretarse como una renuncia a obtener pronta


justicia, pues las pautas del artículo 121 no son las únicas que permiten
asegurar aquel propósito. En la acción de tutela, por citar solo un ejemplo
en el que tal norma no suele aplicarse, los términos suelen ser cumplidos
con estrictez, al punto que resulta casi imposible imaginar un trámite de
aquella índole en el que acaezca alguno de los supuestos que prevé el
aludido precepto del Código General del Proceso.

La misma cultura jurídica debe replicarse en las acciones populares. Estas


deben adelantarse “con preferencia a las demás que conozca el juez
competente, excepto el recurso de Habeas Corpus, la Acción de Tutela y la
Acción de cumplimiento”, es decir, con premura y diligencia, lo que exige
de los jueces un importante compromiso, y alta dedicación. De no hacerlo,
se exponen a las sanciones que el legislador previó para la tardanza en
resolver un litigio relacionado con derechos colectivos».

DERECHO DE ACCESO A LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA - Mora


judicial: relación entre el acceso a la justicia y el ejercicio oportuno de la
función judicial

DERECHO DE ACCESO A LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA - Mora


judicial: la tardanza del funcionario judicial encargado de dirimir derechos
sustanciales, pone en entredicho el contenido de esos derechos

DERECHO PROCESAL - Términos procesales: reserva de configuración


legislativa

DERECHO AL DEBIDO PROCESO - Mora judicial - Configuración:


suficiencia de la variable objetiva para estructurarla

DERECHO AL DEBIDO PROCESO - Mora judicial - Mora justificada -


Causales: congestión laboral

ERECHO AL DEBIDO PROCESO - Mora judicial: derecho a una pronta y


cumplida administración de justicia (c. j.)

ACCIÓN DE TUTELA - Presupuestos para la procedencia de la acción por


mora judicial (c. j.)

DERECHO AL DEBIDO PROCESO - Mora judicial - Mora injustificada:


presupuestos (c. j.)

Tesis:
«En la actualidad, es innegable la relación que existe entre el acceso a la
justicia y el ejercicio oportuno de la función judicial. La tardanza de los
funcionarios encargados de dirimir derechos sustanciales en disputa pone
en entredicho el contenido mismo de esos derechos, y por lo mismo,
compromete la realización de los valores y principios de convivencia que
defiende y promueve el Estado Social de Derecho a través del poder
jurisdiccional.

Ahora bien, definir cuál es el término adecuado para que una actuación
judicial se lleve a cabo es una tarea delegada al legislador, quien con
mayor o menor abstracción, ha fijado términos perentorios para decidir
ciertas solicitudes, o cuando menos para emitir el fallo que definirá la
disputa. En consecuencia, para determinar si se presenta un evento de
mora judicial, basta con verificar una variable objetiva: el vencimiento del
término legal para realizar la actuación pendiente.
6.2. Sin embargo, no cualquier situación de mora compromete los
derechos fundamentales de las partes, ni habilita la intervención de los
jueces constitucionales. Debido a que la función pública de administrar
justicia no cuenta con recursos ilimitados, es posible -especialmente en un
país en transición hacia el pleno desarrollo- que el presupuesto de la
jurisdicción sea insuficiente para crear tantas sedes judiciales como se
requieran para atender las crecientes necesidades de justicia de todas la
sociedad. Y, por esa vía, también puede ocurrir que, a pesar de imprimir
en ello todos los esfuerzos que razonablemente caben exigir a un ser
humano, el fallador tampoco pueda evacuar a tiempo toda la carga que
tiene asignada.

Estas situaciones, por supuesto, se deben entender excepcionales, y ha de


procurarse con celo que no se conviertan en la regla, como ocurriría si se
toleran excusas infundadas para no realizar a tiempo las tareas que le
competen a cada juez o magistrado, como director de los procesos a su
cargo. Pero si, analizadas las circunstancias, se evidencia que la mora
tiene explicación justificada, la tutela no puede abrirse paso, tal como lo
tiene decantado el precedente constitucional consolidado, que sobre el
particular, explica:

“(...) el derecho al debido proceso supone el cumplimiento de términos


judiciales no como un fin en sí mismo, sino como medio para “asegurar
que, a través de su observancia, resulten eficazmente protegidos los
derechos de los gobernados, muy especialmente el que tienen todas las
personas en cuanto a la obtención de pronta y cumplida justicia”. Por
ende, quien adelanta cualquier actuación judicial dentro de los términos
previstos, ostenta el derecho a que se le resuelva del mismo modo, dentro
del tiempo consagrado para ello, pues de no ser así se desconocerían sus
derechos fundamentales al debido proceso y de acceso a la administración
de justicia, “comoquiera que no se brinda una respuesta oportuna frente a
las pretensiones invocadas en su momento y se torna ilusoria la
realización efectiva de la justicia material en el caso concreto”.

Al respecto, la Corte Constitucional ha reconocido que existen fenómenos


como la mora, la congestión y el atraso judiciales, que afectan
estructuralmente la administración de justicia, por lo que en ciertos casos
el incumplimiento de términos procesales no es directamente imputable a
los funcionarios judiciales, más si se tienen en cuenta la complejidad de
los casos que pueden derivar en la práctica de pruebas, el cumplimiento
de trámites, lo que deriva en el aumento del tiempo previsto por el
legislador para la el agotamiento de las etapas o la totalidad del proceso.

Es por esta razón que la jurisprudencia constitucional ha determinado


criterios para establecer si la mora en la decisión de las autoridades
judiciales es justificada o injustificada. Al respecto (...) en la decisión SU-
333 de 2020, la Sala Plena de esta Corporación reiteró el precedente
jurisprudencial respecto de la mora judicial y la configuración de una
violación a los derechos fundamentales del debido proceso y acceso a la
administración de justicia. En ella se unificaron las siguientes reglas
jurisprudenciales: (...) En caso de omisión de respuesta, se incurre en una
vulneración del derecho al debido proceso y al acceso a la administración
de justicia, salvo que la dilación esté válidamente justificada.

En relación con estas omisiones judiciales, la acción de tutela resulta


formalmente procedente cuando (i) no se cuenta con un mecanismo
judicial ordinario para impulsar el proceso (como consecuencia de un
estado de indefensión, entre otras razones); (ii) el ciudadano se ha
comportado activamente y ha impulsado el avance del proceso, y (iii) la
omisión judicial no se debe a conductas dilatorias, o no es atribuible al
incumplimiento de cargas procesales.

Se presenta una mora judicial injustificada si: (i) es fruto de un


incumplimiento de los términos señalados en la ley para adelantar alguna
actuación judicial; (ii) no existe un motivo razonable que justifique dicha
demora, como lo es la congestión judicial o el volumen de trabajo, y (iii) la
tardanza es imputable a la omisión en el cumplimiento de las funciones
por parte de una autoridad judicial” (CC, SU-453 de 2020).”»

DERECHO AL DEBIDO PROCESO - Acción popular: inexistencia de mora


judicial injustificada para resolver el recurso de apelación interpuesto por
el accionante contra la sentencia, cuya tardanza fue debidamente
justificada por la Sala Civil Familia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Pereira, con el excesivo número de acciones constitucionales
por resolver

ÓRDENES IMPARTIDAS EN LA SENTENCIA - La Sala exhorta a la Sala


Civil Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, a
definir la segunda instancia de la acción popular, a la mayor brevedad
posible

Tesis:
«6.3. Decantado lo anterior, y teniendo en cuenta la necesidad de corregir
el anterior criterio de la Sala, para dar aplicación exclusivamente a la
norma especial prevista en el artículo 37 de la Ley 472 de 1998, emerge
evidente que el supuesto de mora alegado se verificó, porque el término de
veinte días con que contaba el tribunal para resolver la segunda instancia
se encontraba fenecido para la fecha de interposición de la demanda de
tutela, y a la fecha no se ha proferido la sentencia que desate la alzada
interpuesta por el actor popular.
No obstante, en este caso la corporación accionada explicó con detalle las
razones por las que no ha podido cumplir su tarea en el plazo de veinte
días que consagra la norma en cita, las cuales están relacionadas con un
significativo cúmulo de causas constitucionales, especialmente acciones
populares y de tutela, que se han desarrollado de manera especialmente
conflictiva, y han hecho materialmente imposible que, por ahora, se
cumplan a cabalidad los tiempos estipulados por el legislador.

Este motivo razonable impide que se califique de injustificada la mora del


tribunal, y por lo mismo, frustra la acción constitucional incoada. Con
todo, se exhortará a esa colegiatura para que, a la mayor brevedad posible,
defina la segunda instancia del trámite que interesa al señor Herrera
Hoyos, en el entendido de que la acción popular tiene un trámite
prevalente, que debe adelantarse con particular celeridad y eficiencia, en
procura de garantizar los derechos colectivos de todos los miembros de la
sociedad.

7. Conclusiones.

7.1. Después de un análisis reposado, emerge que no es posible aplicar el


artículo 121 del Código General del Proceso al trámite de segunda
instancia de las acciones populares, ya que el término razonable de
duración de esa segunda instancia, así como las consecuencias derivadas
de su fenecimiento, están señalados en la Ley 472 de 1998. Por tanto, ante
la inexistencia de un verdadero vacío sobre el particular, no cabe acudir
como pauta supletiva al artículo 121 del Código General del Proceso.

7.2. Aunque el término para dictar el fallo de segunda instancia (de veinte
días, contados a partir de que el expediente fue radicado en la secretaría
del tribunal) se encuentra vencido en el asunto sometido al escrutinio de la
Corte, lo cierto es que la entidad accionada ofreció explicaciones
razonables para esa situación, lo que, a voces de la jurisprudencia
consolidada, impide que los jueces de tutela se inmiscuyan en el asunto.

8. Precisión adicional.

En su demanda de tutela, el accionante pretendió que se ordenara a la


Comisión Nacional de Disciplina Judicial que “informe” sobre los procesos
disciplinarios que cursan contra el magistrado Edder Jimmy Sánchez
Calambás, de la Sala Civil Familia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Pereira. Sin embargo, tal solicitud no se encuentra relacionada
con la acción u omisión de aquella autoridad, ni se vinculó tampoco a la
transgresión de ningún derecho fundamental, por lo que es extraña a la
competencia de esta Sala, como juez de tutela»
JURISPRUDENCIA RELACIONADA: CSJ STC8486-2018, CSJ STC001-
2019

SALVAMENTO / ACLARACIÓN / ADICIÓN DE VOTO:


ACLARACIÓN DE VOTO: OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

ACLARACIÓN DE VOTO
OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

DERECHO AL DEBIDO PROCESO - Acción popular: inexistencia de mora


judicial injustificada para resolver el recurso de apelación interpuesto
contra la sentencia, ante la excesiva carga laboral

Tesis:
«Comparto la negativa a conceder el amparo frente al Tribunal convocado,
por cuanto la mora en definir la apelación de la sentencia emitida en la
acción popular 2021-00220-00 está justificada en argumentos objetivos y
razonables.»

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso y término para resolver el


recurso de apelación: insuficiencia de las razones presentadas para
cambiar la jurisprudencia de la Sala en torno a la aplicación del artículo
121 del CGP

Tesis:
“(…) difiero de varias de las razones que soportaron la solución del caso,
concretamente de aquellas que sirvieron de apoyo para variar la regla
jurisprudencial trazada en la providencia STC001-2019, según la cual, el
término de duración del proceso establecido en el artículo 121 del estatuto
adjetivo es aplicable a las acciones populares, por los motivos que expongo
a continuación.

1.- La Corporación consideró que dicha postura debía ser revaluada para
retornar a la tesis que defiende la inoperancia de esa pauta en tales
asuntos, ante la existencia de los plazos consagrados en la Ley 472 de
1998.

Para ello, se adujo, en primer lugar, que la hermenéutica trazada en 2019


había conducido a una “consecuencia indeseada”: la interpretación
conforme a la cual, la mora del ad quem para resolver apelaciones de
sentencias debía juzgarse a la luz de los tiempos consagrados en el
artículo 121 (6 meses, prorrogables por otros tantos más), cuando, por
mandato del canon 37 de la Ley 472 de 1998, el remedio vertical debía
dirimirse “dentro de los veinte días siguientes contados a partir de la
radicación del expediente en la Secretaría del Tribunal competente”.
Luego, se indicó que la Corte, en la pasada ocasión, arribó a la inferencia
reexaminada porque no advirtió contradicción entre tales normas; destacó
que así lo hizo al diferenciar entre el “término para dictar las providencias
judiciales” y el de “duración del proceso”, sin parar mientes en que ambos
cánones regulaban la “duración razonable de la segunda instancia”.
Seguidamente, y tras destacar que dicha incompatibilidad debía ser
superada dando prevalencia a la norma especial, amén de la necesidad de
conjurar el mencionado resultado, esbozó que la idea de aplicar el canon
121 general debía abandonarse.

2.- Soy partidario de los cambios jurisprudenciales, por ser necesarios y


útiles para ajustar el derecho vigente a las nuevas realidades, las cuales,
como se sabe, se transforman velozmente. Pero, eso sí, considero que para
hacerlos se necesitan razones suficientes, que permitan justificar por qué
la Corte puede ofrecer distintas soluciones, en diferentes épocas, a un
mismo problema jurídico. Esto, porque están de por medio el derecho a la
igualdad de los usuarios de la administración, la seguridad jurídica y la
coherencia del ordenamiento jurídico.

2.1.- A mi juicio, en el caso, no había motivos que permitieran a la Sala


sostener que, contrario a lo expuesto en STC001-2019, el artículo 121 no
debe operar en las acciones populares. Dicho en breve: el debate y los
ingredientes normativos para resolverlo son los mismos, esto es, la
existencia de dos reglas que prevén plazos distintos para la definición de
las controversias sometidas a composición judicial, una general, la del
artículo 121, y otra de carácter especial, la del artículo 37 de la Ley 472.
Cosa distinta es que, ahora, en virtud de aspectos que mal o bien fueron
sopesados en su oportunidad, se le dé al conflicto una mirada diferente.

2.2.- Ahora, la “consecuencia indeseada” a la que alude los razonamientos


de los que me aparto, no puede ser catalogada como suficiente para mutar
un criterio consolidado hace más de dos años.

En efecto, la afirmación, según la cual, la aplicación del precepto 121


aludido implica admitir que antes de la expiración de los seis meses allí
consignados, o de su prórroga, “no podría producirse la mora del ad quem
en la resolución de la alzada”, es infundada.

Obsérvese que dicha conclusión se edifica, exclusivamente, en la actitud


del juez plural aquí convocado, quien escudó su tardanza en esos
términos, y en el fallo STC5169-2020, dejando de lado, en primer lugar,
que la referida conducta es aislada y, por tanto, a partir de ella no se
pueden hacer generalizaciones; así como, en segunda medida, que en
dicha sentencia en momento alguno se sostuvo la tesitura en cuestión. Si
bien, se aludió al plazo de los seis meses del artículo 121, ello ocurrió para
reforzar la deducción relativa a que la tardanza en decidir el remedio
vertical estaba debidamente justificada, lo que es distinto a defender que el
juez de segundo grado solo incurre en mora judicial verificado el término
de duración de la respectiva instancia. En ese sentido, se dijo:

Proyectadas las anteriores premisas en el caso objeto de estudio, no se


advierte la vulneración denunciada, pues, de un lado, una vez se admitió
la alzada, esto es, el 16 de septiembre de 2019, el colegiado censurado
tuvo que ocuparse de atender un buen número de solicitudes enarboladas
por Javier Elías Arias Idárraga, coadyuvante en la acción popular
entablada por el suplicante.

Asimismo, se advierte que dentro de los seis (6) meses siguientes al recibo
del expediente para desatar la alzada materia de disenso, la autoridad
convocada prorrogó el plazo para definirla, según auto de 25 de febrero de
2020.

Y, si bien esa corporación había fijado para el 17 de marzo siguiente, la


realización de la audiencia de sustentación y fallo, la misma no se surtió
ante la emergencia sanitaria causada por la “COVID19”; en esa medida, no
hay una tardanza inexcusable para la resolución del recurso en cuestión,
por el contrario, existen motivos razonados que justifican, para este
momento, la falta de solución de la controversia (se enfatiza).

Finalmente, revisados los fallos emitidos por la Corporación en las


acciones de tutela impulsadas para conjurar la mora judicial en asuntos
colectivos, se descarta la inferencia anotada, si en cuenta se tiene que, en
todos ellos, la mora fue analizada a la luz de los plazos señalados en la Ley
472 de 1998 (STC11309-2020, STC10755-2020, STC9014-2020,
STC10321-2020, STC9720-2020, STC9367-2020, entre muchos otros).

Así, por ejemplo, en STC93672020 se expuso:

“Con esa perspectiva, la detallada revisión del cartapacio sometido al


escrutinio de esta Sala pone en evidencia la necesidad de conceder la
protección, vencido como se encuentra el lapso de “veinte (20) días” que el
artículo 37 de la Ley 472 de 1998 le confería al Tribunal convocado para
definir la “apelación” formulada contra la “sentencia del Juzgado Civil del
Circuito de Santa Rosa de Cabal” (15 ag. 2019 - Exp. 666823103001-
2019-00028-01).

En STC9720-2020, se apuntó:

La revisión del paginario sometido al escrutinio de esta Corte pone en


evidencia la necesidad de conceder el amparo, pues se infiere en grado de
certeza que el lapso de “veinte (20) días” que el artículo 37 de la Ley 472 de
1998 le confería al Tribunal denunciado para definir la alzada formulada
contra la sentencia dictada por el Juzgado Único Promiscuo del Circuito de
Quinchía el 10 de febrero del año que avanza (Exp. 66594 31 89 001 2019
01241 01), se halla vencido.

En suma, en mi criterio, no había razones de peso que ameritaran cambiar


la jurisprudencia de la Sala en torno a la aplicación del artículo 121 del
Código General del Proceso en las acciones populares, y más,
específicamente, al trámite de la apelación de las sentencias emitidas en
primera instancia.

3.- Pero hay más. Si se trata de analizar la situación en la que quedaron


los partícipes de dichas contiendas en relación con la garantía a un
proceso de duración razonable, lo cierto es que la variación tampoco se
justifica, debido al despojó de varias de las herramientas que tenían para
hacerlo valer.

No debe perderse de vista que la regla jurisprudencial reevaluada se sentó


con el propósito de dotar a dichos sujetos de los instrumentos
contemplados en el artículo 121 del estatuto adjetivo para que la aludida
garantía se materializara, esto es, la pérdida de competencia del fallador,
así como la nulidad de la actuación en caso de que el juzgador actúe con
posterioridad a su alegación. Todo, a fin de que otro sentenciador finiquite
rápidamente la controversia. No en vano, la protección brindada al
entonces accionante consistió en ordenarle al Tribunal la resolución
impulsada por el actor con miras a obtener dichas consecuencias.

Empero, ahora, privados como se encuentran los citados sujetos de la


posibilidad de invocar el canon 121 del estatuto adjetivo, no pueden hacer
uso de tales caminos, teniendo únicamente a su alcance la acción
constitucional.”

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso y término para resolver el


recurso de apelación: inexistencia de contradicción entre el precepto 121
del Código General del Proceso y el artículo 37 de la Ley 472 de 1998

ACCIÓN POPULAR - Duración del proceso y término para resolver el


recurso de apelación: la hermenéutica planteada en el fallo STC001-2019,
respecto a la aplicación del artículo 121 del CGP a las acciones populares
no debió variarse

Tesis:
«Por otra parte, tampoco comparto que se diga que el precepto 121 y el
artículo 37 de la Ley 472 no pueden coexistir y, por tanto, deba optarse
por uno o por otro en materia de acciones populares. Esto, porque nada
hay de contradictorio en decir que el juez plural debe resolver la alzada de
las sentencias “dentro de los veinte (20) días siguientes contados a partir
de la radicación del expediente en la Secretaría del Tribunal competente”, y
que, en todo caso, el plazo máximo para resolverla serán seis meses,
prorrogable por otro semestre adicional. Esto último, con el fin de que el
interesado pueda alegar las mencionadas secuelas.

5.- En conclusión, considero que la hermenéutica planteada en el fallo


STC001-2019, respecto a la aplicación del artículo 121 del Código General
del Proceso a las acciones populares no debió variarse.»

También podría gustarte