Obra Teatral Martín Miguel de Güemes
Obra Teatral Martín Miguel de Güemes
Obra Teatral Martín Miguel de Güemes
(Luchan)
NARRADOR: - El pueblo en armas logró reducir a los invasores, pero todavía quedaban algunos
barcos ingleses en el puerto.
NARRADOR: - En la mañana del 12 de agosto, Martín se dio cuenta que la marea estaba baja y
que el Buque Justine estaba varado y descubierto. El líder junto a sus muchachos fueron hacia
al objetivo a caballo.
NARRADOR: - El festejo del gaucho por su reconocimiento duró poco. Una mañana recibió una
carta de Macacha: Su padre, Gabriel de Güemes Montero, el tesorero, había muerto.
Cap. 5 “Revolución”
(Martin mira la carta, cabizbajo y con tristeza en su mirada camina lentamente hacia lo que
ahora se convierte en su casa).
NARRADOR: - Durante las semanas siguientes, Martin ayudo a poner en orden la casa y el
testamento de su padre, el tesorero. Mientras tanto, MACACHA le preguntaba ansiosa sobre
sus aventuras en Buenos Aires.
GUEMES: - Y bueno… Además de las batallas también estuve en varias tertulias, donde las
damas y los caballeros de las familias ricas se reúnen a beber y conversar… Anduve por la Plaza
Mayor, allí se mezclan pobres y ricos, libres y esclavos, ¡Y se venden mercaderías de todo lo
que te imagines!... ¡Ah! También tengo una anécdota que te va a gustar. Había una mujer,
Martina Céspedes, tenía un local de bebidas con sus dos hijas dónde los ingleses por las noches
iban a buscar alcohol. Ella los hacía pasar, y adentro los esperaban sus hijas, ¡armadas! Entre
las tres los ataban y los encerraban. Así capturaron a unos cuantos… (pequeña risa).
NARRADOR: - Y GUEMES se quedó en Salta. Mientras los años pasaban, recorría todo el
territorio y escuchaba las exigencias y necesidades de los pobladores. Una mañana helada de
junio, la voz exaltada de MACACHA levanta a Martín.
MACACHA: - ¡Sí! Me acaba de llegar la noticia (diario en mano y lo lee): “El 25 de mayo, un
grupo de vecinos reunidos en el Cabildo Abierto destituyeron al Virrey Cisneros. Hombres
como Mariano Moreno, Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Cornelio Saavedra decidieron
formar una Junta de Gobierno”.
NARRADOR: - Su amigo lo ponía al tanto de todo lo que estaba sucediendo, que era el
momento que habían estado esperando y que tenían que estar listos para luchar, que él,
GUEMES, debía formar un ejército.
TIGRE GIL: (pensativo) – Usted sabe lo que sufre el pobrerío por causa de esos desgraciados…
Si es para echarlos de una buena vez, cuente conmigo y con dos o tres hombres de mi
confianza.
(Desaparecen de escena).
NARRADOR: - Y así fue Martín, de rancho en rancho, reclutando más hombres. En un par de
semanas logró armar un pelotón. Eran apenas treinta gauchos, y aunque no tenían uniforme ni
mucho más que facones, lazos y boleadoras, tenían un arma mucho más potente: la certeza de
estar defendiendo una causa justa y el deseo de un futuro mejor.
NARRADOR: - Y de repente pudieron ver al ejército del Norte, siendo perseguido por los
realistas…
GUEMES: - ¡Ataquen!
(El EJERCITO DEL NORTE detiene su huida y se une a atacar a los españoles, quienes entran en
pánico y salen corriendo).
NARRADOR: - Cómo una ráfaga endemoniada, como un alud, como furiosas piedras rodantes,
los gauchos se descolgaron a caballo desde las barrancas hacia el llano. Por primera vez, un
ejército revolucionario derrotaba a los realistas en el Virreinato del Rio de la Plata. El triunfo
fue celebrado en todo el territorio. En Buenos Aires hicieron sonar las campanas del cabildo.
Cap. 8 “Contratiempos”
NARRADOR: - Ya habían pasado varias semanas desde la batalla de Suipacha…
MACACHA: (indignada) - Es inaudito. Sin vos y tus gauchos jamás hubieran podido ganar.
¿Cómo es que ni siquiera te mencionan en la parte de la guerra?
GUEMES: Ojalá fuera ese el problema, hermanita (suspiro). Lo que importa es la causa, no mi
nombre.
GUEMES: Que ya perdimos demasiado tiempo. Es muy importante avanzar ahora, seguir
atacando. Los godos están desmoralizados, es el momento de echarlos de una vez. Se lo he
dicho a Balcarce, pero en Buenos Aires lo ven de otra manera, a pesar de que fui bastante
insistente y enfático.
MACACHA: (suelta una carcajada) ¡Me imagino! Ahora entiendo que no te mencionen. A mí
tampoco me gustaría que un salteñito de veinticinco años viniera a darme órdenes.
GUEMES: Son órdenes de la Junta Grande, a la que le interesan más Buenos Aires y el puerto
que el interior. Están preocupados por los realistas en otros frentes. No conocen a esta zona ni
a los maturrangos tanto como nosotros. Aquí hay que actuar antes de que se rearmen.
GUEMES: Puede ser. Pero a mí sí. Además, no se trata solo de norte o sur, sino de la revolución
en toda América…
NARRADOR: Unos meses después de aquella mañana, lo previsto por Güemes se cumplió. Los
españoles se rearmaron y derrotaron a Balcarce en la batalla de Huaqui. La junta de gobierno
removió entonces a Balcarce y puso al frente del Ejército del Norte a Manuel Belgrano. Martín
y sus hombres no fueron convocados a pelear en Huaqui. Los generales porteños desconfiaban
de él, y para tenerlo controlado, lo citaron en Buenos Aires, con la excusa de que allí era donde
lo necesitaban…
Si es asi y estás leyendo, déjame contarte cuanto te extrañamos en todos estos meses. En
primer lugar, la familia. Pero también el resto de los salteños. Ya te habrás enterado de que,
después de los triunfos de Tucumán y Salta, Manuel Belgrano intentó avanzar hacia el norte y
fue vencido en Vilcapugio y Ayohuma. Un desastre. Más de 600 muertos y 1000 heridos.
Ahora, lo que queda del ejército retrocede hacia Tucumán. Salta va ser ocupada por los
realistas. Ya han avanzado sobre Jujuy. Algunos hacendados queman sus cosechas, arrean el
ganado, se llevan todo lo que pueda ser útil al enemigo. Es muy triste.
¿Qué estás haciendo en Buenos Aires tan lejos? ¿De verdad te necesitan allí, o es un capricho
de esos revolucionarios de escritorio, que nada saben de nuestras miserias? Ya me gustaría
estar ahí y decirles algunas cosas… ¡Como si fueran a escuchar a una mujer!
Rezo por volver a verte pronto, porque aquí las cosas van de mal en peor.
GUEMES: ¡Que frustración! ¡Que impotencia! Lo único que quiero hacer es volver al norte,
para ayudar a mi gente. ¡Y tal vez es lo que deba! Podría desafiar las órdenes del gobierno y
volver a Salta, si no tomamos medidas pronto, en el norte, la revolución va a tener los días
contados…
NARRADOR: Sin embargo, Güemes no podía irse esa noche. Había sido invitado a cenar a la
casa de unos parientes lejanos, los Escalada, y estaba expectante por conocer al nuevo marido
de Remedios…
ANTONIO ESCALADA: General, déjeme presentarle a Martín Güemes. Es un joven militar que
viene de pelear en el norte.
NARRADOR: Al final de esa noche, los dos habían descubierto que compartían muchos puntos
de vista sobre el destino de América y la revolución.
Cap. 10 “Esperanzas”
(Martin está sentado en un escritorio, con papel y pluma en mano comienza a escribir una
carta dirigida a MACACHA).
GUEMES: (pensamiento) - Querida hermanita: Espero que estés bien. Yo te extraño tanto a vos
como al clima de Salta, sus cielos, el aire más seco y limpio. Buenos Aires no le hace honor a su
nombre.
En estas semanas hice amistad con un hombre que alimenta mi esperanza en el futuro de la
revolución. habrás oído y leído de su nombre, porque venció a los godos en la batalla de San
Lorenzo: José de San Martín.
Nos hemos reunido a conversar en varias ocasiones. Está lejos de ser un “revolucionario de
escritorio”. Aunque nació aquí, hasta hace poco vivió y peleó en Europa. Tiene ideas claras y,
me parece, la decisión y las alianzas suficientes para llevarlas adelante. Él entiende
perfectamente la importancia de custodiar el norte y la amenaza que significa abandonarlo a
su suerte. Sabe que hace falta avanzar sobre el Alto Perú.
Pero lo mejor es que ha logrado hacerse oír en el gobierno. Acaban de designarlo para que se
ocupe del maltrecho Ejército del Norte, y me ha nombrado jefe de vanguardia. Manuel
Belgrano lo espera para pasarle el mando. En unos días partiremos juntos hacia allá, así que
pronto volveré a estar con ustedes. Más te vale que me vayas preparando un rico locro.
MACACHA: - Ay hermanito… que bueno que ya estés de vuelta. Acá la cosa se puso muy fea. Al
mando de Joaquín de la Pazuela, los godos ya ocuparon la ciudad. ¡Y hacen lo que quieren!
Roban, saquean, destruyen, se quedan con las casas y los campos… Y si alguien se resiste no
dudan en matarlo…
MACACHA: (se levanta, en posición más firme) - Pero te aseguro que tu ausencia no les hizo
olvidar tu nombre. A lo largo de la provincia hay muchos dispuestos a pelear. Solo tenés que
ponerte al frente y organizarlos. Y sabé que las mujeres estamos dispuestas a luchar también.
Acordate de lo que me prometiste hace unos años.
MACACHA: (agarrándole la barba a MARTIN) - Te queda bien esa barba, pero pincha. Me va a
resultar difícil conseguirte candidata.
GUEMES: - ¡Sacá esa mano, ché! Te agradezco la intención. Pero ahora mismo tengo otras
preocupaciones. Necesito rearmar mi ejército.
NARRADOR: - Esa noche, Martín durmió poco y mal, pensando cómo iba a hacer para echar a
los realistas de la provincia y cómo evitar que siguieran ganando terreno. Los españoles
contaban con armas y municiones y estaban bien alimentados. En cambio, los gauchos eran
pobres y mal armados. Hasta que, entre sueños y pensamientos, se acordó de su infancia y de
los juegos en el monte, cuando Macacha lo buscaba y él se escondía para asustarla. Repasó la
victoria en Suipacha… y entonces tuvo una idea.
TIGRE GIL y MULATO PANANA: - Por supuesto, señor Martín ¡Viva la patria!
NARRADOR: - Escenas parecidas ocurrían una y otra vez en toda la provincia. Cada vez que los
españoles intentaban comer o refugiarse, un puñado de gauchos los sorprendía sin darles
tiempo de reaccionar. Golpeaban y huían. Había comenzado la guerra de recursos que planeó
Martín.
Detrás del telón trabajan los espías, tarea que desempeñaba Macacha y mujeres, hombres,
niños y hasta algunos curas. Ellos eran los encargados de llevar y traer la información sobre los
planes y movimientos de los realistas.
Poco a poco, el asedio que había ideado Güemes fue agotando las fuerzas del ejército español,
quienes estaban asustados, enfermos y hambrientos. Finalmente, los gauchos lograron hacer
que retrocedan. Fue un triunfo heroico. Uno de los primeros de la larga Guerra Gaucha que
estaba por venir.
Los gauchos y Martín vienen en caballo, él alza el brazo y todos se detienen. Luego de un
momento da la orden de atacar. Se abalanzan aullando y ferozmente.)
NARRADOR: - Lo que habían atacado los gauchos esa noche era el Puesto del Marqués, una
hacienda grande donde se encontraba el ejército realista. El resultado fue sangriento. 109
realistas muertos, mientras solo había 2 gauchos heridos. Cuando volvieron a Salta, la gente
los aclamaba por las calles. Unos días después ocurrió algo inédito. Por primera vez, un
gobernador fue elegido en un cabildo abierto por voluntad popular y no por Buenos Aires, era
Martín Miguel de Güemes.
Cap. 14 “Carmen”
(Escenario: salón de baile. Parejas bailando. Martín se encuentra en el medio, apoyado sobre la
pared y con los brazos cruzados).
GUEMES: (Pensamiento) – Ay como me aburro… No me quiero mezclar con esta gente
“decente”, que me saluda con cortesía ahora que soy el gobernador, pero que me traicionaría
apenas tuviese la oportunidad. ¡La independencia les importa mucho menos que sus bolsillos!
¿Por qué Macacha me obliga a participar de estas cosas? De todas formas, lo tengo que hacer,
si ella insistió tanto en que venga hoy debe ser algo importante, después de todo ella es la
diplomática…
NARRADOR: Apenas unas semanas después, se casaron. Martín tenía 30 años, Carmen 18.
Pero, a diferencia de los matrimonios arreglados por conveniencia financiera, ellos se casaron
por amor. Aunque Martín amaba su tierra y luchar por ella, por primera vez en mucho tiempo
pudo experimentar otro tipo de amor y tomar distancia por un momento de la guerra.
Sin embargo, la paz duraría poco. Los realistas planeaban una nueva invasión a la provincia.
NARRADOR: - Al asumir como gobernador, Güemes creó una división de gauchos llamados
“Los Infernales”, para hacer contra a un regimiento realista llamado “Los Angélicos”. Buenos
Aires obviamente no lo había autorizado, pero Martín no les hizo caso y seguía preparándolos
para la inminente batalla. Rondeau, el nuevo comandante del Ejército del Norte, luego de ser
derrotado en la batalla de Sipe Sipe, le exigió a Güemes 500 fusiles que los gauchos se habían
llevado tras el ataque en Puesto del Marqués.
GUEMES: - Si quiere fusiles, que los venga a buscar. Eso quiero que le digan a Rondeau. No voy
a entregar las armas que nos ganamos peleando, cuando ellos nunca escucharon nuestros
pedidos de armas, alimento y paga para los gauchos que arriesgan la vida por la patria.
NARRADOR: - Mientras continuaba el entrenamiento esa mañana, uno de los espías fue hacia
Güemes agitado.