Nazareno, Marcelo
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Nazareno, Marcelo
Resumen
Abstract
Introducción
S
i el siglo XXI, como señala Rosanvallon (2020), es el siglo del populis-
mo, también es cierto, sin embargo, que las implicancias del populismo
respecto de valores como la democracia, la justicia, la equidad y la
emancipación están lejos de suscitar amplios consensos.
Desde un punto de vista “de izquierda”, cualquiera que sea la noción intui-
tiva que tengamos de este concepto, mayor democracia, mayor justicia, ma-
yor igualdad, etc., junto con la apertura de horizontes emancipatorios en una
multiplicidad de dimensiones, son elementos constitutivos de un proyecto
político digno de aquel nombre.
No obstante, parece indiscutible que algunos “experimentos” que podrían
ser llamados (y no pocos llaman) populistas, como los gobiernos de Trump,
Erdogan, Orban, etc., y movimientos muy potentes electoralmente, como los
de Le Pen, no pueden ser considerados de izquierda. De hecho, en buena
parte de la literatura, especialmente la que se ocupa de los populismos del
centro-norte europeos, son usuales términos como el de derecha populista
radical (Mudde, 2016) o populismo autoritario (Inglehart y Norris, 2017)
para hacer referencia a ellos.
Otros fenómenos, como los populismos latinoamericanos (con la excepción
notoria de Bolsonaro, si es que puede ser llamado populista) o los del sur de
Europa, parecen estar más en sintonía con una tradición izquierdista. ¿Pode-
mos entonces hablar de “populismos de izquierda” que pueden distinguirse
de los que cabría llamar “populismos de derecha”? Por supuesto, una res-
puesta afirmativa a esta pregunta nos remite inmediatamente a otra pregunta
crucial: ¿cuál es la especificidad del populismo de izquierda? En otros térmi-
nos, ¿qué lo distingue del populismo de derecha?
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El problema o punto ciego de la teoría laclauiana que nos interesa aquí se re-
fiere a la posibilidad de distinguir, dentro de la lógica populista, una versión
de “izquierda” (y otra de “derecha”). Para Laclau (2005) esta distinción es
una derivación lógica de su concepción del populismo:
374 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
1
En La razón populista hay aisladas referencias a ciertos rasgos del “populismo nativis-
ta” (que podemos asumir que Laclau considera de derecha), por un lado, y al populismo
latinoamericano que parece identificar con un populismo de izquierda, por el otro (Laclau,
2005). En uno de sus últimos trabajos, Laclau (2014) desarrolló algunas reflexiones (tam-
poco demasiado extensas, ni detalladas) sobre lo que serían los rasgos distintivos y los pro-
blemas de un populismo de izquierda. Allí, luego de señalar, nuevamente, la ambigüedad
ideológica del populismo, Laclau (2014, p. 259) parece plantear que el carácter de izquierda
del populismo no surgiría de una dinámica interna de esta lógica, sino del hecho de que la
“izquierda” (definida como tal por “fuera” del populismo como una orientación política que
promueve una sociedad socialista), solo puede asumir, si habrá de generar algún cambio so-
cial sustantivo, rasgos populistas. Brevemente, entonces, no se trata tanto de que podamos
hablar de un “populismo de izquierda”, sino más bien de una “izquierda populista”. Esto
es problemático en, al menos, dos sentidos: 1) en términos históricos no hay populismos
de izquierda, que, más allá de alguna retórica en buena medida vaga, hayan promovido
una transformación socialista de la sociedad; 2) en términos teóricos, en línea con su muy
criticada identificación del populismo con la política, esta idea de que un populismo de
izquierda es un contenido de izquierda que asume modalidades populistas diluye la posibi-
lidad de establecer las orientaciones retóricas, prácticas e ideológicas de un populismo de
izquierda populista.
MARCELO NAZARENO 375
una misma lógica política que preserve, al mismo tiempo, su base común o
“función” ontológica.
El segundo problema es que la distinción derecha-izquierda canónica es con-
cebida, como veremos más adelante, en el marco de una lógica política no
populista, sino liberal, con lo cual, en principio, corremos el peligro, al in-
tentar aplicar esta distinción a la lógica populista sin tomar los necesarios
recaudos, de combinar de modo ilegítimo dos ontologías diferentes. En este
caso, el desafío es el opuesto al anterior: debemos evitar la confusión teórica
y conceptual entre lógicas diferentes (la liberal y la populista).
Dados estos problemas, no sorprende que no sean muchos los trabajos,
particularmente dentro del paradigma posfundacionalista, que abordan una
conceptualización explícita del populismo de izquierda (o de derecha). Una
notoria mayoría de autores que están dentro de este paradigma (o que tienen
cierta cercanía con él), o bien eluden una explícita conceptualización de am-
bos tipos de populismo, o bien niegan, como vimos, que el populismo pueda
ser de derecha, con lo cual populismo y populismo de izquierda pasan a ser
una identidad.
No es de extrañar, entonces, que haya sido en el campo teórico no (al menos
completamente) laclauiano donde se desarrollaron los intentos más sistemá-
ticos y más conocidos de distinción entre ambos tipos de populismos.
Entre los intentos más divulgados se encuentra la propuesta de Mudde y
Rovira Kaltwasser (2013), quienes establecen la diferencia entre populismos
de izquierda y de derecha en el carácter inclusivo (izquierda) o exclusivo (de-
recha) del populismo. Estas inclusión y exclusión tienen varias dimensiones
(material, política y simbólica). Mientras el populismo de izquierda otorga
derechos en estas dimensiones a grupos hasta entonces excluidos formal o
informalmente de ellas, el populismo de derecha se esfuerza por identificar
(bajo diferentes criterios, pero usando predominantemente el racial o nacio-
nal) a grupos que deben quedar excluidos de las mismas. Una perspectiva
similar es la de Gandesha (2018) y Mendonça y Almeida Resende (2021).
Como señalan Ostiguy y Casullo (2017), el problema con este criterio de
distinción es que el populismo (sea de izquierda o de derecha) es, al mismo
tiempo, inclusivo y excluyente2.
2
Es muy llamativo que, a lo largo de su artículo, Mudde y Rovira Kaltwasser (2012), mien-
tras examinan los ejemplos (latinoamericanos) del populismo de izquierda y los ejemplos
(europeos) del populismo de derecha, señalan las exclusiones que pueden detectarse en
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los primeros y las inclusiones que pueden identificarse en los segundos, a pesar de lo cual
mantienen su criterio de distinción.
3
El énfasis en este tipo antagonismo es un elemento central de la perspectiva laclauiana del
populismo que adopto en este trabajo. No obstante, más allá de la enorme importancia que
la aproximación discursiva de Laclau ha tenido y tiene sobre el modo en que el populismo
es concebido, coexisten con ella al menos otros tres grandes paradigmas con gran inciden-
cia sobre los debates en torno a esta lógica política: la llamada perspectiva “ideacional”,
la “socio-cultural” y la “estratégica” (Ostiguy et al., 2021). Sin embargo, las dos primeras
comparten con Laclau, más allá de notorios desacuerdos en otros aspectos, el señalamiento
del antagonismo como un factor distintivo de la lógica populista. Incluso la perspectiva
estratégica reconoce que los antagonismos son activados por los líderes populistas, si bien
difiere respecto a las otras tres perspectivas en la medida en que considera estos antagonis-
mos “artificiales”, ya que son fruto de la manipulación de las masas por parte de aquellos
liderazgos y no tienen verdadero sustento en las identidades sociales que se configuran en
el proceso de emergencia y consolidación de la lógica populista.
MARCELO NAZARENO 377
4
Bobbio (1995) establece explícitamente que la noción de “igualdad” requiere especifi-
caciones respecto del “qué” (además del “entre quiénes” y con “qué criterio”) estamos
considerando, en cuanto a su distribución (más o menos) igualitaria (pp. 134-135). En otros
términos, la igualdad (y la desigualdad) son multidimensionales y relativas. Así, siguiendo
su ejemplo, podemos considerar más igualitaria la distribución del derecho al voto cuando
MARCELO NAZARENO 379
se permite votar a las mujeres, lo cual no implica que otros bienes o derechos (por ejemplo,
la educación o los ingresos) no puedan estar muy desigualmente distribuidos. Sin embargo,
no está claro qué dimensiones de la desigualdad considera Bobbio cuando sostiene que
la izquierda es igualitaria y la derecha no. No obstante, da indicios de que la dimensión
que toma en cuenta, prioritariamente y de modo inicial, es la “material” (bienes, ingresos,
acceso a servicios). En efecto, por un lado, es claro que no considera la dimensión de los
derechos civiles y políticos, los cuales, como veremos luego, incorpora como otra dimen-
sión diferente a la de igualdad. Por otro lado, al hablar de los logros de los movimientos
socialistas, menciona los llamados “derechos sociales” (educación, salud y trabajo).
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de la derecha con el cual desafía al statu quo sería, entonces, menos solidari-
dad, igualdad, participación política y libertad. No obstante, esta concepción
de la derecha es irrazonable: las derechas liberales, concebidas conceptual-
mente como tales más allá de la realidad de sus expresiones ónticas, pueden
pretender menos igualdad económica, pero no menos libertad; las derechas
populistas, como vimos, pueden aspirar a menos libertad, pero no ciertamen-
te a menos (en términos relativos) igualdad.
Esto nos lleva al segundo problema (que está en la raíz del carácter, en prin-
cipio, irresoluble del primero): los valores de igualdad, solidaridad, partici-
pación política y libertad, a los que podríamos sumar otros como (al menos,
cierto) orden social, paz, protección de las minorías, responsabilidad de los
funcionarios, gobernabilidad, desarrollo, protección del medioambiente, di-
versidad de género, etc., no conforman un conjunto optimizable en el sentido
paretiano: no siempre es posible (en realidad nunca lo es) incrementar sus-
tancial o continuamente uno de ellos sin menoscabo de ninguno de los otros.
Es obvio, por poner un ejemplo entre casi infinitos posibles, que no se puede
establecer un mínimo orden social o incrementar la igualdad sin aumentar las
restricciones sobre las libertades de individuos o grupos. La pregunta, enton-
ces, es la prioridad de cuál de los diferentes valores (por ejemplo, igualdad o
participación) definen una posición de izquierda. La respuesta no es intuitiva
ni directa, tal como muestra Laponce (1981) al exhibir una cantidad relati-
vamente grande de términos que fueron y son usados de modo “disonante”
o aun contradictorio en la caracterización de la izquierda y la derecha, como
por ejemplo “nacionalismo” y “futuro”, primero asociados en Francia a la
izquierda y luego a la derecha (pp. 116-117).
Desde un punto de vista filosófico-político, este problema de inestabilidad
del concepto “izquierda” (y su contraparte, “derecha”) se traduce en la im-
posibilidad de pensar, en un sentido no utópico, una sociedad justa como
la simple maximización de todos los valores más relevantes. La salida que
concibe John Rawls (1971) pertinente a nuestros fines, es la de una estructura
de “prioridad lexicológica” de acuerdo con la cual un valor o principio de
justicia igualitario (en el caso de Rawls, la igualdad en términos de liber-
tades básicas) tiene prioridad sobre otro principio (en el caso de Rawls, la
igualdad económica), en el sentido de que no puede darse un avance en esta
última si esto implica un deterioro en la maximización de la primera. A su
vez, estos principios están sujetos a excepcionalidades en función de ciertos
criterios (en el caso de Rawls, la tolerancia a las desigualdades económicas
y de oportunidades, si estas implican una mejora en la situación de los más,
382 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
5
No obstante, lo que sí es posible preguntarse es si la opción de izquierda de una lógica es
“más de izquierda” que la alternativa de izquierda de otra lógica. Este es un tema de gran
relevancia en términos de las nociones de “universalidad” y “emancipación” que no puedo
abordar aquí.
384 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
6
En realidad, según nuestro esquema de distinción de izquierdas y derechas dentro de
la especificidad de lógicas políticas, lo que Bobbio hace es mezclar, dentro de una única
dimensión espacial, dos lógicas diferentes. En un primer momento, dentro de una lógica
liberal, distingue izquierda y derecha según su postura sobre valores (igualdad material),
subordinados al valor “derechos básicos” que se distribuyen igualitariamente; luego, en un
MARCELO NAZARENO 385
lógica política (la liberal) y no nos permite pensar la distinción en otras lógi-
cas (incluyendo la populista). En otros términos, la noción de Bobbio no es
contradictoria con nuestra conceptualización, sino que queda incluida como
un género específico de la familia política definida por el criterio de mayor
o menor igualdad.
Esta concepción, relativa a las lógicas políticas de la izquierda (y la dere-
cha), al poder “viajar” entre diferentes lógicas, nos permite dar cuenta de las
contradicciones y disonancias de las que habla Laponce (1971). Estas diso-
nancias dejan de ser ahora contradicciones conceptuales para constituirse en
diversas modalidades de expresión sociohistórica de la izquierda (y la dere-
cha), según la vigencia de unas u otras lógicas políticas. En efecto, no hay
una izquierda o derecha tales que las diferencias históricas en sus distintas
manifestaciones no podrían ser más que una anomalía conceptual, sino dife-
rentes izquierdas y derechas que pueden expresar preferencias lexicológicas
muy distintas según cual sea la lógica política y el contexto histórico del que
formen parte.
segundo momento, “superpone” otra lógica, no liberal, en la que la “libertad” queda subor-
dinada a la igualdad. Esta superposición es ilegítima en términos analíticos y está en el ori-
gen de los problemas que mencioné más arriba respecto de las inconsistencias que surgen
cuando queremos pensar los populismos desde el esquema del teórico italiano. En efecto,
los populismos, dada su preferencia por la igualdad en la lógica del “primer momento” de
Bobbio, quedan del lado de la izquierda, pero como no son liberales (en términos políticos),
la única opción es ubicarlos in totum, en el “segundo momento” del esquema de Bobbio,
en la extrema izquierda, que subordina el valor “libertad” a la igualdad económica. Queda
vedado, así, clasificar los populismos en términos de su propia lógica con la correspondien-
te distinción, dentro de ella, entre izquierda y derecha, concebidas ahora de un modo no
liberal, sino populista.
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Es cierto que estos elementos configuran, para Laclau, una lógica formal
del populismo, más allá de sus manifestaciones ideológicas y sociológicas
específicas. Es justamente por ello que el populismo, entre otras variedades,
puede ser de derecha o de izquierda. Sin embargo, si pensamos en el ordena-
miento lexicológico que se estructura en el discurso populista, lo que emerge
claramente es la primacía de una mayor igualdad en términos socioeconó-
micos. En efecto, como ya viéramos, el componente igualitario de la lógica
populista es uno de sus rasgos distintivos. El discurso populista se articula
en torno a la incorporación de quienes estaban fuera del campo simbólico
instituido que ahora se pone en cuestión. De allí que, quizá, el significante
vacío que es propio de la articulación discursiva populista sea el de “justicia
social”7.
En términos teóricos, la diferencia entre la izquierda y la derecha populista
no puede tener, entonces, como punto de referencia la primacía lexicológica
de la igualdad material, en tanto y en cuanto esta igualdad está inscripta en
la propia ontología del populismo sin adjetivaciones. En otras palabras, todo
populismo, sea de izquierda o de derecha, promueve, teóricamente, una ma-
yor igualdad socioeconómica.
Esto nos obliga a buscar las diferencias entre la izquierda y la derecha popu-
lista en otros niveles de la jerarquía lexicológica, esto es, en aquellos otros
valores subordinados a la primacía de una mayor igualdad socioeconómica.
Un valor relevante, tanto en términos analíticos como normativos, es el de la
libertad política, o “derechos políticos” tales como han sido entendidos en las
democracias liberales consolidadas de la segunda mitad del siglo veinte8. Su
importancia normativa puede considerarse aquí, dado el espacio disponible,
como relativamente obvia. Su relevancia analítica reside en el hecho de que
este tipo de derechos están fuertemente asociados con las prácticas y moda-
lidades de acción política tal como están definidas en el régimen político,
el cual, a su vez, corresponde al nivel óntico de la realidad social (Mouffe,
2007; Arditi, 1995). De este modo, concentrarnos en las libertades políticas
para establecer la distinción entre populismos de izquierda y de derecha im-
plica focalizarnos en el nivel óntico de la lógica populista, relegando a un
7
Véase respecto del rol de este significante específico en la lógica populista, las convincen-
tes consideraciones sobre el peronismo desarrolladas por Groppo (2009). Creo, cosa que no
puedo fundamentar aquí por razones de espacio, que sus argumentos pueden extenderse a
la lógica populista en general.
8
Dejamos de lado, a los fines de una mayor claridad analítica, los llamados derechos civi-
les, que pueden distinguirse analítica y empíricamente de los derechos políticos.
MARCELO NAZARENO 387
segundo plano el nivel ontológico de esta lógica donde, como vimos, tal
distinción es imposible.
Según nuestro esquema conceptual, esta distinción implicaría establecer di-
ferencias en cuanto a la mayor (menor) igualdad promovida por ambos tipos
de populismos respecto de los derechos políticos. Empíricamente, dicha dis-
tinción parece posible. En efecto, más allá de las ambigüedades, sincretis-
mos y situaciones híbridas que son propias de los casos concretos, tanto en
los populismos contemporáneos como en los “clásicos” puede distinguirse
entre regímenes políticos autoritarios (e incluso totalitarios) y aquellos que
garantizan grados sustanciales de libertad política. En el primer caso, esta-
ríamos frente a populismos fuertemente jerárquicos en términos políticos,
que reniegan de cualquier atisbo de distribución igualitaria de derechos en la
esfera política; en el segundo caso, tenemos populismos que en el ámbito de
la política aceptan y aun promueven una considerable mayor igualdad y par-
ticipación. Siendo esto así y teniendo en cuenta nuestro criterio de distinción
entre izquierda y derecha basado en las preferencias por la (des)igualdad, los
primeros podrían ser llamados con propiedad populismos de derecha y los
segundos populismos de izquierda.
No obstante, la pregunta que surge inmediatamente es si, en realidad, estos
regímenes más o menos (des)igualitarios en términos políticos pueden ser
llamados populismos. Para que esto sea así, deberíamos encontrar un vínculo
entre la ontología laclauiana del populismo y sus manifestaciones ónticas
más igualitarias o más desigualitarias, ya que, de lo contrario, caeríamos en
el riesgo de llamar populismos de izquierda y de derecha a cualquier régimen
(populista o no) que fuera (más) democrático o (más) autoritario, respectiva-
mente. En lo que resta de esta sección me ocupo de dicha cuestión9.
La ontología del populismo propuesta por Laclau ha sido criticada razona-
blemente por no dar cuenta de la especificidad del populismo como una ló-
gica diferente de otras lógicas políticas (Barros, 2009; Aboy Carlés, 2010;
Jäger y Borriello, 2020).
Sin embargo, Laclau (2005) explícitamente se refiere a la especificidad del
populismo diciendo que consiste en el privilegio de la lógica de la equivalen-
cia por sobre la de la diferencia (p. 105). Al intentar aclarar qué significa este
“privilegio” o “primacía” de lo equivalencial, Laclau señala que se trata del
establecimiento de una frontera de exclusión que divide la sociedad en dos
9
Retomo aquí líneas argumentales desarrolladas en Nazareno (2022).
388 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
10
En su última obra, Laclau todavía plantea la pregunta que considera “…absolutamente
crucial: ¿qué se entiende por un antagonismo?” (Laclau, 2014, p. 128).
MARCELO NAZARENO 389
11
Como sostiene Thomassen (2005), la constitución de la identidad popular no se da en un
“campo vacío”, sino en uno constituido hegemónicamente donde existen los objetos discur-
sivos disponibles a partir de los cuales construir un “nuevo” discurso (p. 295). En el mismo
sentido, Barros (2013, p. 52) apunta que la estructuralidad relativa en cuyo contexto emerge
la ruptura populista es, al mismo tiempo, limitante y posibilitadora de la emergencia de
demandas que constituirán la cadena equivalencial. El discurso populista es, de este modo,
incompresible si no se tiene en cuenta el contexto discursivo liberal (en especial, sus compo-
nentes “Estado” y “nación”) en el seno de cuyas dislocaciones el discurso populista emerge.
12
Para sostenerse como tal, la dimensión fantasmática de lo social requiere de un elemento
que dé cuenta de la distancia entre la fantasía de una sociedad ideal y la realidad de una
sociedad escindida o amenazada por conflictos desintegradores. Este elemento es un “fe-
tiche” (en la ideología nazi-fascista, el “judío”) que corrompe el, de otro modo, impoluto
tejido social. Este fetiche “simultáneamente niega y encarna la imposibilidad estructural
de la ‘Sociedad’: es como si en la figura del judío esta imposibilidad hubiera adquirido
una existencia real, palpable –y por ello marca la irrupción del goce en el campo social–”
(Zizek, 2003, p. 173).
MARCELO NAZARENO 393
13
Llama la atención, dada la importancia que la nación tiene en la retórica populista, la
escasa atención teórica dada a este significante en los trabajos posfundacionales sobre el
populismo, incluida la obra del propio Laclau. Aibar Gaete (2008), Jäger y Borriello (2020)
y De Cleen y Stravrakakis (2018) se encuentran entre las excepciones en este sentido.
394 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
posliberalismo e
iliberalismo en la
14
Es importante remarcar que la desigualdad política en los populismos de derecha tiene
una doble dimensión. En efecto, esta desigualdad no solo implica la “exclusión” de quienes
no forman parte de la nación, sino también una estructura jerárquica del ordenamiento
político que “incluye” de un modo sustancialmente subordinado a quienes sí forman parte
de ella.
396 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
15
En esta modalidad de la política populista, la “tolerancia” del campo popular respecto
del otro-tras-la frontera que, no obstante, forma parte de la comunidad política, tiene una
clara reciprocidad desde el lado antipopulista. En su examen de la compleja relación entre
populismo y antipopulismo en la Argentina peronista de mediados del siglo veinte, Azzolini
(2016) observa que “…las bases peronistas pasaron a ser interpeladas de un modo inclusivo
por los principales partidos antiperonistas. Desde los partidos políticos tradicionales se in-
tentó separar a las masas peronistas de la dirigencia y de Perón, buscando convertir en pue-
blo a las masas peronistas. En este sentido, no es cierto que las fronteras del antiperonismo
hayan sido definitivas, por ende, con escasa posibilidad de regenerar al demos legítimo”
(p. 156). De aquí que, a la pregunta de Aboy Carlés (2016) sobre “…si el populismo no
trasciende a una identidad particular para comprender una suerte de gramática; esto es, una
matriz de con-constitución y funcionamiento de identidades” (p. 18), la respuesta sería un
enfático “sí”.
MARCELO NAZARENO 397
16
Tomo el concepto “posliberalismo” de Arditi (2014, pp. 250-241). Es importante seña-
lar, no obstante, que Arditi se refiere a una “izquierda posliberal” y no al populismo. Usa,
además, este concepto sin referencia alguna a la distinción, que está en la base de mi argu-
mentación, entre distintas lógicas políticas (populistas o movimientistas, por ejemplo) que
pueden ser posliberales o no y, de serlo, los serán de muy diferente manera.
398 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
17
No se me escapa que para Aboy Carlés la interpretación de la referida situación es menos
condescendiente. Para él, es la “expresión grotesca” de la imposible continuidad del me-
canismo de yuxtaposición entre ruptura y conciliación (Aboy Carlés, 2019, p. 40). Por el
contrario, yo creo que, en la agonía del primer gobierno peronista (que no del populismo
argentino), se trata de la expresión más elevada de la naturaleza populista posliberal: “El
búho de Minerva…”.
18
Carreira da Silva y Brito Viera (2019, p. 502) lo expresan muy claramente: “La exclusión
(…) es inevitable. Con cada intento de ampliar la inclusión, nuevas formas de exclusión
emergen. No importa cuán tenazmente la democracia intente disolver los límites, nuevos
límites emergerán inconteniblemente”.
400 STUDIA POLITICÆ Nº 60 invierno 2023
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