Quien Se Ha Llevado Mi Queso
Quien Se Ha Llevado Mi Queso
Quien Se Ha Llevado Mi Queso
KEN BLANCHARD
Erase una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivían cuatro pequeños
personajes que recorrían un laberinto buscando el queso que los alimentara y los
hiciera sentirse felices.
DOS de ellos eran ratones y se llamaban «Fisgón» y «Escurridizo», y los otros
dos eran liliputienses, seres tan pequeños como los ratones, pero cuyo aspecto y
forma de actuar se parecía mucho a las gentes de hoy día. Se llamaban «Hem» y
«Haw».
Debido a su pequeño tamaño, seria fácil no darse cuenta de lo que estaban
haciendo los cuatro. Pero si se miraba con la suficiente atención, se descubrían las
cosas más extraordinarias.
Cada día, los ratones y los liliputienses dedicaban el tiempo en el laberinto a
buscar su propio queso especial.
Los ratones, Fisgón y Escurridizo, que sólo poseían simples cerebros de
roedores, pero muy buen instinto, buscaban un queso seco y duro de roer, como
suelen hacer los ratones.
Los dos liliputienses, Hem y Haw, utilizaban su cerebro, repleto de convicciones
y emociones, para buscar una clase muy diferente de Queso, con mayúscula, que
estaban convencidos los haría sentirse felices y alcanzar éxito.
Por muy diferentes que fuesen los ratones y los liliputienses, tenían algo en
común: cada mañana, se colocaban sus atuendos y sus zapatillas de correr,
abandonaban sus diminutas casas y se ponían a correr por el laberinto en busca de su
queso favorito.
El laberinto estaba compuesto por pasillos y cámaras, algunas de las cuales
contenían un queso delicioso. Pero también había rincones oscuros y callejones sin
salida que no conducían a ninguna parte. Era un lugar donde cualquiera podía
perderse con suma facilidad.
No obstante, el laberinto contenía secretos que permitían disfrutar de una vida
mejor a los que supieran encontrar su camino.
Los ratones, Fisgón y Escurridizo, utilizaban el sencillo método del tanteo para
encontrar el queso. Recorrían un pasadizo y, si lo encontraban vacío, se daban media
vuelta y recorrían otro. Recordaban los pasadizos donde no había queso y, de ese
modo, pronto empezaron a explorar nuevas zonas.
Fisgón utilizaba su magnifica nariz para husmear la dirección general de donde
procedía el olor del queso, mientras que Escurridizo se lanzaba hacia delante. Se
perdieron mas de una vez, como no podía ser de otro modo; seguían direcciones
equivocadas y a menudo tropezaban con las paredes. Pero al cabo de un tiempo
encontraban el camino.
Al igual que los ratones. Hem y Haw, los dos liliputienses, también utilizaban su
capacidad para pensar y aprender de experiencias del pasado. No obstante, se
fiaban de su complejo cerebro para desarrollar métodos mas sofisticados de
encontrar el Queso.
A veces les salía bien, pero en otras ocasiones se dejaban dominar por sus
poderosas convicciones y emociones humanas, que nublaban su forma de ver las
cosas. Eso hacía que la vida en el laberinto fuese mucho más complicada y
desafiante.
A pesar de todo, Fisgón, Escurridizo, Hem y Haw terminaron por encontrar el
camino hacia lo que andaban buscando. Cada uno encontró un día su propia clase de
queso al final de uno de los pasadizos, en el deposito de Queso Q
Después de eso, los ratones y los liliputienses se ponían cada mañana sus
atuendos para correr y se dirigían al deposito de Queso Q. Así, no tardaron mucho
en establecer cada uno su propia rutina.
Fisgón y Escurridizo continuaron levantándose pronto cada día para recorrer el
laberinto, siguiendo siempre la misma ruta.
Una vez llegados a su destino, los ratones se quitaban las zapatillas de correr,
las ataban juntas y se las colgaban del cuello, para poder utilizarlas de nuevo con
rapidez en cuanto las necesitaran. Por ultimo, se dedicaban a disfrutar del queso.
Al principio, Hem y Haw también se apresuraban cada mañana hacia el deposito
de Queso Q, para disfrutar de los jugosos nuevos bocados que los esperaban.
Pero, al cabo de un tiempo, los liliputienses establecieron una rutina diferente.
Hem y Haw se levantaban cada día un poco mas tarde, se vestían con algo mas de
lentitud y, en lugar de correr, caminaban hacia el deposito de Queso Q. Después de
todo, ahora ya sabían donde estaba el Queso y como llegar hasta él.
No tenían la menor idea de donde provenía el Queso ni de quien lo ponía allí.
Simplemente, suponían que estaría donde esperaban que estuviese.
Cada mañana, en cuanto llegaban al deposito de Queso Q, se instalaban
cómodamente, como si estuvieran en su casa. Colgaban los atuendos de correr, se
quitaban las zapatillas y se ponían las pantuflas. Ahora que habían encontrado el
Queso empezaban a sentirse muy cómodos.
Esto es fantástico dijo Hem. Aquí hay Queso suficiente para toda la vida.
Los liliputienses se sentían felices; tenían la sensación de haber alcanzado el
éxito y creían estar seguros.
Hem y Haw no tardaron en considerar que el Queso encontrado en el deposito
de Queso Q era de su propiedad. Allí había tantas reservas de Queso que finalmente
trasladaron sus hogares para estar mas cerca y crear su vida social alrededor de
ese lugar.
Para sentirse todavía más cómodos, Hem y Haw decoraron las paredes con
frases y hasta dibujaron imágenes del Queso a su alrededor, lo que los hacía sonreír.
Una de aquellas frases decía:
Tener queso te hace Feliz
A veces, Hem y Haw invitaban a sus amigos para que contemplaran su montón de
Queso en el deposito de Queso Q, lo mostraban con orgullo y decían: «Bonito Queso,
¿verdad?». Algunas veces lo compartían con sus amigos. Otras veces no.
Nos merecemos este Queso dijo Hem, al tiempo que tomaba un trozo fresco y
se lo comía. Sin duda tuvimos que trabajar duro y durante mucho tiempo para
encontrarlo.
Después de comer, Hem se quedó dormido, como solía sucederle.
Cada noche, los liliputienses regresaban lentamente a casa, repletos de Queso, y
cada mañana volvían a buscar mas, sintiéndose muy seguros de sí mismos.
Así se mantuvo la situación durante algún tiempo.
Poco a poco, la seguridad que Hem y Haw tenían en si mismos se fue convirtiendo
en la arrogancia propia del éxito. Pronto se sintieron tan sumamente a gusto, que ni
siquiera se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.
Por su parte, Fisgón y Escurridizo continuaron con su rutina a medida que pasaba
el tiempo.
Cada mañana llegaban temprano, husmeaban, marcaban la zona e iban de un lado
a otro del deposito de Queso Q, comprobando si se había producido algún cambio
con respecto a la situación del día anterior. Luego, se sentaban tranquilamente a
roer el queso.
Una mañana llegaron al deposito de Queso Q y descubrieron que no había queso.
No se sorprendieron. Desde que Fisgón y Escurridizo empezaron a notar que la
provisión de queso disminuía cada día que pasaba, se habían preparado para lo
inevitable y supieron instintivamente que tenían que hacer.
Se miraron el uno al otro, tomaron las zapatillas de correr que llevaban atadas y
convenientemente colgadas del cuello, se las pusieron en las patas y se anudaron los
cordones.
Los ratones no se entretuvieron en analizar demasiado las cosas.
Para ellos, tanto el problema como la respuesta eran bien simples. La situación
en el deposito de Queso Q había cambiado. Así pues, Fisgón y Escurridizo decidieron
cambiar.
Ambos se quedaron mirando hacia el inescrutable laberinto. Luego, Fisgón
levanto ligeramente la nariz, husmeo y le hizo señas a Escurridizo, que echó a correr
por el laberinto siguiendo la indicación de Fisgón, seguido por este con toda la
rapidez que pudo.
Muy pronto ya estaban en busca de Queso Nuevo.
Algo mas tarde, ese mismo día, Hem y Haw llegaron al deposito de Queso Q. No
habían prestado la menor atención a los pequeños cambios que se habían ido
produciendo cada día, así que daban por sentado que allí encontrarían su Queso,
como siempre.
No estaban preparados para lo que descubrieron.
¡Que! ¿No hay Queso? gritó Hem, y siguió gritando:¿No hay Queso? ¿No hay
nada de Queso?, como si el hecho de gritar cada vez mas fuerte bastara para que
reapareciese. ¿Quién se ha llevado mi Queso? Aulló. Finalmente, puso los brazos en
jarras, con la cara enrojecida, y grito con toda la fuerza de su voz: No hay derecho!
Haw, por su parte, se limito a sacudir la cabeza con incredulidad. El también
estaba seguro de encontrar Queso en el deposito de Queso Q. Se quedo allí de pie
durante largo rato, como petrificado por la conmoción. No estaba preparado para
esto.
Hem gritaba algo, pero Haw no quería escucharlo. No quería tener que
enfrentarse con esta nueva situación, así que hizo oídos sordos. El comportamiento
de los liliputienses no era precisamente halagüeño ni productivo, aunque sí
comprensible.
Encontrar el Queso no les había resultado fácil, y para los liliputienses
significaba mucho mas que, simplemente, tener cada día que comer.
Para ellos, encontrar el Queso era su forma de conseguir lo que creían necesitar
para ser felices. Teman sus propias ideas acerca de lo que el Queso significaba para
ellos, dependiendo de su sabor.
Para algunos, encontrar Queso equivalía a tener cosas materiales. Para otros,
significaba disfrutar de buena salud o desarrollar un sentido espiritual del
bienestar.
Para Haw, por ejemplo, el Queso significaba sentirse seguro, tener algún día una
familia cariñosa y vivir en una bonita casa de campo en la Vereda Cheddar.
Para Hem, el Queso significaba convertirse en un Gran Quesero que mandara a
muchos otros y en ser propietario de una gran casa en lo alto de Colina Camembert.
Puesto que el Queso era tan importante para ellos, los dos liliputienses
emplearon bastante tiempo en decidir que hacer. Lo único que se les ocurrió fue
seguir mirando por los alrededores del depósito Sin Queso, para comprobar si el
Queso había desaparecido realmente.
Mientras que Fisgón y Escurridizo se habían puesto en movimiento con rapidez,
Hem y Haw seguían con sus indecisiones y exclamaciones.
Despotricaban y desvariaban ante la injusticia de la situación. Haw empezó a
sentirse deprimido. ¿Qué ocurriría si el Queso seguía sin estar allí a la mañana
siguiente? Precisamente había hecho planes para el futuro, basándose en la
presencia de ese Queso.
Los liliputienses no podían creer lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo podía haber
sucedido una cosa así? Nadie les había advertido de nada. No era justo. Se suponía
que las cosas no debían ser así.
Hem y Haw regresaron aquella noche a sus casas hambrientos y desanimados.
Pero antes de marcharse, Haw escribió en la pared:
Cuanto más importante es el Queso para ti, tanto mas deseas
conservarlo.
Ah no, exclamo Hem. Estoy decidido a llegar hasta el fondo de este asunto.
Penso en ello.
Sabia que, a veces, un poco de temor puede ser bueno. Cuando se teme que las
cosas empeoren si no se hace algo, puede sentirse uno impulsado a la acción. Pero no
es bueno sentir tanto miedo que le impida a uno hacer nada.
Miro a la derecha, hacia la parte del laberinto donde nunca había estado, y
sintió temor.
Luego, inspiró profundamente, giró hacia la derecha y empezó a internarse en el
laberinto, caminando lentamente en dirección a lo desconocido.
Mientras trataba de encontrar su camino, Haw penso que quizá había esperado
demasiado tiempo en el deposito de Queso Q. Hacía ya tantos días que no comía
Queso que ahora se sentía débil. Como consecuencia de ello, le resulto mas laborioso
y complicado de lo habitual el abrirse paso por el laberinto. Decidió que, si volvía a
tener la oportunidad, abandonaría antes su zona de comodidad y se adaptaría con
mayor rapidez al cambio. Eso le facilitaría las cosas en el futuro.
Luego, esbozo una suave sonrisa al tiempo que pensaba: «Mas vale tarde que
nunca».
Durante algunos días fue encontrando un poco de Queso aquí y allá, pero nada
que durase mucho tiempo. Había confiado en encontrar Queso suficiente para
llevarle algo a Hem y animarlo a que lo acompañara en su exploración del laberinto.
Pero Haw todavía no se sentía bastante seguro de si mismo. Tenía que admitir
que experimentaba confusión en el laberinto. Las cosas parecían haber cambiado
desde la ultima vez que estuvo por allí fuera.
Justo cuando creía estar haciendo progresos, se encontraba perdido en los
pasadizos. Parecía como si efectuara su progreso a base de avanzar dos pasos y
retroceder uno. Era un verdadero desafío, pero debía reconocer que hallarse de
nuevo en el laberinto, a la búsqueda del Queso, no era tan malo como en un principio
le había parecido.
A medida que transcurría el tiempo, empezó a preguntarse si era realista por su
parte confiar en encontrar Queso Nuevo. Se pregunto si acaso no abrigaba
demasiadas esperanzas. Pero luego se echo a reír, al darse cuenta de que, por el
momento, no tema nada que perder.
Cada vez que se notaba desanimado, se recordaba a sí mismo que, en realidad, lo
que estaba haciendo, por incomodo que fuese en ese momento, era mucho mejor que
seguir en una situación sin Queso. Al menos ahora controlaba la situación, en lugar
de dejarse llevar por las cosas que le sucedían. Entonces se dijo a si mismo que si
Fisgón y Escurridizo habían sido capaces de seguir adelante, ¡también podía hacerlo
el!
Mas tarde, al considerar todo lo ocurrido, comprendió que el Queso del deposito
de Queso Q no había desaparecido de la noche a la mañana, como en otro tiempo
creyera. Hacia el final, la cantidad de Queso que encontraban había ido
disminuyendo y lo que quedaba se había vuelto rancio. Su sabor ya no era tan bueno.
Hasta era posible que en el Queso Viejo hubiera empezado a aparecer moho,
aunque él no se hubiera dado cuenta. Debía admitir, no obstante, que si hubiese
querido, probablemente habría podido imaginar lo que se le venia encima. Pero no lo
había hecho.
Ahora se daba cuenta de que, probablemente, el cambio no le habría pillado por
sorpresa si se hubiese mantenido vigilante ante lo que ocurría y se hubiese
anticipado al cambio. Quizá fuera eso lo que hicieron Fisgón y Escurridizo.
Decidió que, a partir de ahora, se mantendría mucho mas alerta. Esperaría a que
se produjese el cambio y saldría a su encuentro. Confiaría en su instinto básico para
percibir cuando se iba a producir el cambio y estaría preparado para adaptarse a el.
Se detuvo para descansar y escribió en la pared del laberinto:
Algo mas tarde, después de no haber encontrado Queso alguno durante lo que le
parecía mucho tiempo, Haw se encontró finalmente con un enorme deposito de
Queso que le pareció prometedor. Al entrar en el, sin embargo, se sintió muy
decepcionado al descubrir que se hallaba completamente vacío.
«Esta sensación de vacío me ha ocurrido con demasiada frecuencia», penso. Y
sintió deseos de abandonar la búsqueda.
Poco a poco, perdía su fortaleza física. Sabia que estaba perdido y temía no
poder sobrevivir. Penso en darse media vuelta y regresar hacia el deposito de Queso
Q. Al menos, si lograba llegar hasta ella y Hem seguía allí, no se sentiría tan solo.
Entonces se hizo de nuevo la misma pregunta: «¿Que haría si no tuviera miedo?».
Haw creía haber dejado el miedo atrás, pero en realidad experimentaba miedo
con mucha mayor frecuencia de lo que le gustaba tener que admitir, incluso para sus
adentros. No siempre estaba seguro de saber de que tenía miedo, pero, en el
debilitado estado en que se hallaba, ahora ya sabía que se trataba, simplemente, de
miedo a seguir solo. Haw no lo sabia, pero se retrasaba debido a que sus temerosas
convicciones todavía pesaban demasiado sobre él.
Se pregunto si Hem se habría movido de donde estaba o si continuaba paralizado
por sus propios temores. Entonces, recordó las ocasiones en que se sintió en su
mejor forma en el laberinto. Eran precisamente aquellas en las que avanzaba.
Consciente de que se trataba mas de un recordatorio para si mismo, antes que
de un mensaje para Hem, escribió esperanzado lo siguiente en la pared:
Haw miro hacia el oscuro pasadizo y percibió el temor que sentía. ¿Que habría
allá delante? ¿Estaría vacío? 0, lo que era peor, ¿le acechaban peligros ignotos?
Empezó a imaginar todas las cosas aterradoras que podían ocurrirle. El mismo se
infundia un miedo mortal.
Entonces, se echo a reír de si mismo. Se dio cuenta de que sus temores no
hacían sino empeorar las cosas. Así pues, hizo lo que haría si no tuviera miedo. Echo a
caminar en una nueva dirección.
Al iniciar el descenso por el oscuro pasadizo, sonrío. Todavía no se daba cuenta,
pero empezaba a descubrir que era lo que nutria su alma. Se dejaba llevar y confiaba
en lo que le esperaba mas adelante, aunque no supiera exactamente que era.
Ante su sorpresa. Haw empezó a disfrutar cada vez mas. «¿Cómo es posible que
me sienta tan bien? se pregunto. No tengo Queso alguno y no sea donde voy. »
Al cabo de poco tiempo, supo por que se sentía bien. Se detuvo para escribir de
nuevo sobre la pared:
Cuando dejas atrás tus temores, te sientes libre.
Tal como le sucediera antes, comprendió que aquello de lo que se tiene miedo
nunca es tan malo como lo que uno se imagina. El temor que se acumula en la mente es
mucho peor que la situación que existe en realidad.
Al principio de su nueva búsqueda experimento tanto miedo de no encontrar
nunca Queso Nuevo que ni siquiera deseo empezar a buscarlo. Pero lo cierto es que,
desde que iniciara su viaje, había encontrado en los pasadizos Queso suficiente para
continuar la búsqueda. Ahora, esperaba con ilusión encontrar mas. El simple hecho de
mirar hacia delante ya resultaba estimulante.
Su antigua forma de pensar se había visto nublada por sus preocupaciones y
temores. Antes solía pensar en no tener Queso suficiente o en que este no durase
tanto como deseaba. Pensaba mas en lo que pudiera salir mal que en lo que podía salir
bien.
Pero eso cambio por completo desde que saliera por primera vez del deposito de
Queso Q.
Antes pensaba que nunca deberían haberles cambiado el Queso de sitio y que
ese cambio no era justo.
Ahora se daba cuenta de que era natural que el cambio se produjese
continuamente, tanto si uno lo espera como si no. El cambio solo le sorprende a uno si
no lo espera ni cuenta con el.
Al comprender repentinamente que había cambiado sus convicciones, se detuvo
para escribir en la pared:
Haw no había encontrado aun Queso, pero mientras recorría el laberinto penso
en todo lo aprendido hasta entonces.
Ahora comprendía que sus nuevas convicciones estaban favoreciendo la adopción
de nuevos comportamientos. Se comportaba de modo muy diferente a como lo hacia
cuando regreso al deposito sin Queso, en busca de Hem.
Sabia que, al cambiar las convicciones, también se cambia lo que se hace.
Uno puede estar convencido de que un cambio le causara daño y resistirse por
tanto al mismo; o bien puede creer que encontrar Queso Nuevo le ayudara, y
entonces acepta el cambio. Todo depende de lo que uno prefiera creer. Así que
escribió en la pared:
Haw sabia ahora que habría estado en mejor forma si hubiera afrontado el
cambio mucho mas rápidamente y abandonado antes el deposito de Queso Q. Se
habría sentido mas fuerte de cuerpo y espíritu y podría haber afrontado mucho
mejor el desafío de encontrar Queso nuevo. De hecho, quizá ya lo habría encontrado
a estas alturas si hubiese esperado el cambio y permanecido atento, en lugar de
desperdiciar el tiempo negando que ese cambio ya se había producido.
Utilizó de nuevo su imaginación y se vio a si mismo descubriendo y saboreando el
Queso Nuevo. Decidió continuar por las zonas mas desconocidas del laberinto y
encontró pequeños trozos de queso aquí y allá. Haw empezó a recuperar su fortaleza
y seguridad en si mismo.
Al pensar en el lugar del que procedía, se sintió contento de haber escrito
frases en la pared, en tantos lugares diferentes de su andadura. Confiaba en que eso
sirviera como una especie de sendero marcado que Hem pudiera seguir a través del
laberinto, si es que alguna vez se decidiera a abandonar el depósito de Queso Q.
Haw solo confiaba en estar dirigiéndose en la dirección correcta. Penso en la
posibilidad de que Hem leyera las frases escritas en la pared y encontrara su
camino.
Escribió en la pared lo que venia pensando desde hacia algún tiempo:
El cambio ocurre
EI Queso no cesa de moverse
Anticípate al cambio
Prepárate para cuando se mueva el Queso
Controla el cambio
Olfatea el Queso con frecuencia para saber cuando se
vuelve rancio
Adáptate al cambio con rapidez
Cuanto mas rápidamente te olvides del Queso Viejo, antes
podrás disfrutar del Queso Nuevo.
Cambia
Muévete con el Queso
¡Disfruta del cambio!
Saborea la aventura y disfruta del sabor del Queso Nuevo
Prepárate para cambiar con rapidez y para disfrutarlo una
y otra vez
Haw comprendió lo lejos que había llegado desde la ultima vez que estuviera con
Hem, en el deposito de Queso Q, pero sabia que le resultaba muy fácil volver atrás
si se dormía en los laureles. Así que cada día inspeccionaba con atención el depósito
de Queso N, para comprobar en que estado se encontraba su Queso. Estaba
dispuesto a hacer todo lo que pudiera para evitar verse sorprendido por un cambio
inesperado.
Aunque disponía de un gran suministro de Queso, realizó frecuentes salidas por
el laberinto, dedicándose a explorar zonas nuevas, para mantenerse en contacto con
lo que estaba sucediendo a su alrededor. Sabia que era mucho mas seguro conocer lo
mejor posible las verdaderas alternativas de que disponía, antes que aislarse en su
zona de comodidad.
En una de tales ocasiones, escucho lo que le pareció fue el sonido de un
movimiento allá al fondo, en los recovecos del laberinto. A medida que el sonido se
hizo mas intenso, se dio cuenta de que se acercaba alguien.
¿Podía ser Hem, que llegaba? ¿Estaría a punto de doblar la esquina mas cercana?
Haw rezo una breve plegaria para sus adentros y se limito a confiar, como
tantas veces hiciera últimamente, en que quizá, por fin, su amigo fuera finalmente
capaz de moverse con el Queso y disfrutarlo!
Fin...
¿0 acaso es solo un nuevo principio?
FIN
Un debate