Lectura para Primero de Secundaria
Lectura para Primero de Secundaria
Lectura para Primero de Secundaria
Guadalupe”
LEO Y COMPRENDO PLAN LECTOR
APELLIDOS y NOMBRES………………………………………………………………………………………………………………….…………………….
FECHA: / 05 / 2024 GRADO: 1RO DE SECUNDARIA AI-AII PROFESORA: Nelly Zelada
El PRÌNCIPE FELIZ
Por encima de la ciudad entera, encima de un pedestal, se alzaba la estatua
del Príncipe Feliz. Estaba hecha de finísimas hojas de oro, tenía por ojos dos
deslumbrantes zafiros y un rubí rojo en el puño de su espada.
Tal era la belleza del Príncipe Feliz que todo el mundo lo admiraba.
Una noche llegó a la ciudad una golondrina que iba camino de Egipto. Sus
amigas habían partido hacia allí semanas antes, pero ella se había quedado
atrás porque se había enamorado de un junco. Decidió quedarse con su
enamorado pero al llegar el otoño sus amigas se marcharon y empezó a
cansarse de su amor, así que había decidido ponerse rumbo a las Pirámides.
Su viaje la llevó hasta ese lugar y al ver la estatua del Príncipe Feliz pensó
que era un buen lugar para posarse y pasar la noche.
Pero entonces cayó una segunda gota y una tercera. Levantó la vista hacia
arriba y cuál fue su sorpresa cuando vio que no era agua lo que caía sino
lágrimas, lágrimas del Príncipe Feliz.
- ¿Quién eres?
- Soy el Príncipe Feliz
- Ah. ¿Y entonces por qué lloras?
- Porque cuando estaba vivo vivía en el Palacio de la Despreocupación y allí
no existía el dolor. Pasaba mis días bailando y jugando en el jardín y era muy
feliz. Por eso todos me llamaban el Príncipe Feliz.
Había un gran muro alrededor del castillo y por eso nunca vi que había detrás,
aunque la verdad es que tampoco me preocupaba. Pero ahora que estoy aquí
colocado puedo verlo todo y veo la fealdad y la miseria de esta ciudad y por
eso mi corazón de plomo sólo puede llorar.
La golondrinita escuchaba atónita las palabras del Príncipe.
- Mira, allí en aquella callejuela hay una casa en la que vive una pobre
costurera - dijo el príncipe - Está muy delgada y sus manos están ásperas y
llenas de pinchazos de coser. A su lado hay un niño, su hijo, que está muy
enfermo y por eso llora.
- Lo siento pero tengo que irme a Egipto. Mis amigas están allí y debo ir yo
también.
- Por favor golondrinita, quédate una noche conmigo y sé mi mensajera.
- Me voy a Egipto esta misma noche. Mis amigas me esperan allí y mañana
volarán hasta la segunda catarata.
- Pero golondrinita, allí en aquella buhardilla vive un joven que intenta acabar
una comedia pero el pobre no puede seguir escribiendo del frío y hambre que
tiene.
Haz una cosa, coge uno de mis ojos hechos de zafiros y llévaselo. Podrá
venderlo para comprar comida y leña.
- Pero no puedo hacer eso…
- Hazlo por favor.
- Pero golondrinita, ¿no te puedes quedar una sola noche más conmigo?
- Es invierno y pronto llegará la nieve, no puedo quedarme aquí. En Egipto el
sol calienta fuerte y mis compañeras están construyendo sus nidos en el
templo de Baalbec.
Lo siento, pero tengo que marcharme querido príncipe, volveré a verte y te
traeré piedras preciosas para que sustituyas las que ya no tienes. Te lo
prometo.
- Pero allí en la plaza hay una joven vendedora de cerillas a la que se le han
caído todas sus cerillas al suelo y ya no sirven. La pobre va descalza y está
llorando. Necesito que cojas mi otro ojo y se lo lleves por favor.
- Pero príncipe, si hago eso te quedarás ciego.
- No importa, haz lo que te pido por favor.
Así que la golondrina cogió su otro ojo y lo dejó en la palma de la mano de la
niña, que se marchó hacia su casa muy contenta dando saltos de alegría.
- ¡Qué andrajoso está el Príncipe Feliz! ¡Parece un pordiosero! ¡Si hasta tiene
un pájaro muerto a sus pies! - dijo el alcalde
De modo que quitaron la estatua y decidieron fundirla para hacer una estatua
del alcalde.
Dios le dijo a uno de sus ángeles que le trajera las dos cosas más preciosas
que encontrara en esa ciudad y curiosamente el ángel optó por el corazón de
plomo y el pájaro muerto.
- Has hecho bien - dijo Dios - El pájaro cantará para siempre en mi jardín del
Paraíso y esta estatua permanecerá en mi ciudad de oro.
Òscar Wilde