Hay Otra Gente Que Está Esperando

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Hay

Otra
Gente
que está
Amós 5:24

esperando
Este mensaje fue tomada de la revista de
Charity Christian Missions, Vol.6, No.1, Feb 2002.
por Weston Leibee, “The Priority of the Unreached”.
Traducido y editado por la Asoc. AMOS 5:24
Junio 3, 2002

© 2002, Asociación AMOS 5:24 (3 Junio 2002)


Gonzalitos 210-B Norte, Col. Vista Hermosa
Monterrey, NL CP64620 MEXICO
www.amos524.org

Se puede copiar para distribución gratuita.

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Hay otra gente que está esperando
No es por nada que estamos preparando a nuestros hijos en el
hogar. No es por nada que los hijos están copiando la Biblia. Las
empresas del mundo y los ricos están esperando que les mande-
mos a nuestros hijos como obreros. Pero hay otra gente que está
esperando...

Las diez hectáreas

La obra de Dios es como un campo de diez hectáreas, que fue


sembrado con maíz, y que ahora está lleno de matas altas, listas
para la cosecha.

En una hectárea, muchos hombres han estado cosechando por


mucho tiempo. Muchas matas ya están quebradas y pisoteadas.
Unos elotes fueron cortados antes de tiempo, y no sirvieron.
Muchas mazorcas ya fueron cortadas y llevadas al granero. Otras
fueron dejadas en las matas, y ahora están picadas por insectos.

Por otro lado, allí están las nueve hectáreas. En cinco de esas hec-
táreas hay sendas donde uno que otro trabajador ha pasado a cose-
char un poco. Pero hay cuatro hectáreas donde nunca ha entrado
un obrero.

Ahora, ¡miren! Vienen diez obreros nuevos, vestidos para trabajar.


Pero nueve de ellos entran a trabajar en la hectárea que ya fue
cosechada. Van levantando las cañas caídas, buscando las pocas
mazorcas que quedan.

Solamente un obrero se dirige a las nueve hectáreas. Va siguiendo las


sendas donde otros habían empezado, y comienza a cortar las
mazorcas. De repente llega a las cuatro hectáreas donde nadie ha
entrado. No lo puede creer. Cuatro hectáreas que nunca han sido
tocadas. No está seguro de cómo proceder. Hay muchísimos espi-
nos, ortigas, pangüica, y una maleza tremenda. Hay muchos panales
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de avispas y aráparas. Hay muchísimos alacranes. También hay
muchas matas con mazorca. No hay manera de seguir caminando
por lo cerrado que está.

Ese obrero regresa para avisar a sus compañeros, pero ellos están
muy ocupados en esa primera hectárea. Entonces, va a consultar
con el Señor de la mies. Le pregunta si está bien ir a cosechar las
cuatro hectáreas. ¿Qué creen ustedes que va a decir el Señor?
“¡Por supuesto!”

¿Qué quiere decir esta parábola? Aproximadamente nueve de


cada diez pastores, evangelistas y obreros están trabajando en la
décima parte del mundo solamente. Están trabajando principal-
mente en los paises ricos del mundo. Solo un obrero de cada diez
se dirige a la parte del mundo no evangelizada, donde hay muchos
obstáculos, enfermedades, peligros y persecución.

Las cuatro hectáreas

Las cuatro hectáreas representan las 3000 millones de almas que


nunca han oído el mensaje de la Biblia. Nunca han oído de Adán
y Eva. Nunca han oído el nombre de Jesucristo.

Quisiera llevarle conmigo a ver un campo de las 4 hectáreas. Salí


en avión de la ciudad de Filadelfia, Estados Unidos, y en 24 horas
llegué a la ciudad de Accra, en Ghana, Africa Occidental. Viajé
por tierra por otras 12 horas al norte para llegar a la ciudad de
Tamale, Ghana. De allí son tres horas de brecha para llegar al cru-
cero de Damashigu, y otra media hora de matorral rumbo a la tie-
rra de Togo. Allí llegué a una aldea que se llama Nanylinagu. La
mayoría de la gente nunca ha visto una carretera pavimentada, ni
ha oído un radio. Nunca ha oído el evangelio. Son miembros de la
tribu Konkomba, y han estado en tinieblas por miles de años.

Nos llevaron otros tres kilómetros a una cuadrilla donde vivían


unas 30 personas. Los hombres estaban sentados bajo un tejado,
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descansando durante la parte calurosa del día. El jefe nos dio la
bienvenida y nos preguntó, “Ahora dígame su misión. ¿Por qué
han venido?” Nos habló por medio de un intérprete.

Le contestamos que hemos venido a enseñarles el camino de


Dios.

Nos preguntó, “¿Son maestros de Dios?”

Le dijimos, “Sí.”

Dijo, “Vengan para ver algo.”

Caminamos unos 200 metros por las chozas redondas donde las
mujeres estaban moliendo la masa, y los puercos corrían bajo
nuestros pies. En la sombra de dos grandes árboles llegamos a un
arenal con muchas bancas hechas de troncos. Nos sentamos allí.
Vimos que la arena estaba completamente plana, comprimida con
muchas pisadas. El joven que nos guió, nos dijo sin presunción,
“Este es el lugar que preparamos para reunirnos cuando venga un
maestro que Dios enviará.” Continuó, “Las muchas pisadas mar-
can donde mi pueblo ha danzado y pedido a Dios que mande su
palabra a nuestra aldea.”

Empecé a llorar. Le dije, “Dios ha oído sus oraciones, y contestará.”

El hombre preguntó, “¿Vendrá usted? ¿Vendrá a enseñarnos las


palabras de Dios? Le prometo que con la ayuda de Dios cambia-
remos. Seguiremos el camino de Dios.”

Dentro de mí, yo estaba diciendo a Dios que pudiera venir dentro


de dos años.

Le dije, “Esta noche vengan a Nanylinagu. Vamos a reunirnos


para enseñar la Palabra de Dios por primera vez.”

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Esa noche vinieron cientos de personas a Nanylinagu. Llevaron
sus tambores. Espero que eso no les ofenda, hermanos. Ellos son
paganos. Esta gente no sabe nada — absolutamente nada — de los
caminos de Dios. Danzaron desde las 8 hasta las 12 de la noche:
una danza de gozo, con cantos de celebración. A la segunda noche
nos dijeron, “Ahora les toca a ustedes danzar.”

Dijimos, “Realmente no vinimos a danzar. Vamos a predicar la


Palabra de Dios.”

Dijeron, “Muy bien. Lo que quieran hacer.”

Prendimos unas lámparas de petroleo, y otro hermano empezó a


predicar. Agarró una calabaza que ellos tenían allí, del tamaño de
una pelota de basquetbol. Ellos parten esas calabazas, las secan,
y las usan para tomar agua y para hacer platos. Además las usan
para adorar a sus ídolos. Las colocan boca abajo, matan pollos
encima de ellas, y ofrecen sacrificios a los demonios.

El predicador tomó la calabaza, y les predicó un mensaje muy


sencillo. Dijo, “Dios hizo esta calabaza.”

Ellos estaban sorprendidos. Dijeron, “¿De veras?”

“Sí. Dios hizo esta calabaza. En el principio hizo todas las cosas.
En el principio hizo el mundo entero. Dios hizo calabazas. Dios
los hizo a ustedes. Dios me hizo a mí.”

Entonces les mostró la calabaza y dijo, “Dios se agrada cuando


ustedes toman agua de la calabaza. Dios está contento. Pero cuan-
do la colocan sobre la tierra así y matan un animal en sacrificio,
Dios se enoja.”

El jefe interrumpió, “Yo no sabía eso. Ya no lo haremos. Hoy


mismo cambiamos. Jamás lo haremos.”

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La predicación continuó, explicando que hay solo un Dios verda-
dero. También hay una sola manera de adorarlo.

Uno de los nativos dijo, “Dios nos dará fuerzas. Vamos a cambiar.
Vamos a adorar al Dios verdadero.”

El predicador dijo, “Eso es lo que queremos ver.”

El nativo dijo, “Pero somos como niños pequeños. Enséñenos más


para que podamos entender bien.”

El predicador dijo, “Eso es verdad. Pero si un niño no obedece, no


se le enseñará más.”

Después del mensaje, cinco hombres vinieron, incluyendo el jefe


de la cuadrilla donde se había hecho el arenal especial para oír la
palabra de Dios. Nos dijeron, “Por favor, vengan a nuestra aldea
para enseñarnos.”

Es la cosa más difícil en el mundo decir a tales personas, “No


podemos. No hay suficientes maestros. No hay suficiente gente.”

Hay otra gente que está esperando

El apóstol Pablo dijo, “...está escrito: Aquellos a quienes nunca les


fue anunciado acerca de él, verán; y los que nunca han oído de él,
entenderán.” (Romanos 15:20.)

Me duele al ver que las líneas de la electricidad están llegando a


la tribu Konkomba antes que el evangelio. Pronto llegarán las tele-
visiones. Es una vergüenza que el mensaje electrónico les llegará
antes que la Palabra de Dios.

Jesucristo está llamando a sus discípulos a levantarse. Estamos en


una carrera, y tenemos que llegar primero con el evangelio.

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¿Por qué van a llegar primero los hombres pagados por el gobier-
no para poner postes para la electricidad? El gobierno ha persua-
dido a esos hombres a ir para instalar la electricidad. El Señor
Jesucristo está persuadiendo a los discípulos a ir para anunciar su
Palabra.

Si no seguimos al Señor, y si no se predica el evangelio a esa gente


pagana, no sé lo que vamos a responderle en aquel día final.

No es por nada que estamos preparando a nuestros hijos en el


hogar. No es por nada que los hijos están copiando la Biblia.
Sigamos adelante, mis hermanos. Vamos a proveer los obreros
que el Señor necesita.

“¡Pero esta generación que va pasando en este momento!


¡Ellos tienen que oír del Salvador!
¿Cómo podemos esperar?
O Señor de la mies, ¡manda obreros!
Heme aquí, Señor, envíame a mí.
Cuán sordo tiene que ser el oído
que nunca ha oído la historia;
Cuán ciego el ojo
que nunca ha contemplado la luz de Cristo;
Cuán acosada el alma
que no tiene la esperanza de la gloria;
Cuán horrendo el destino del hombre
que solo conoce la oscuridad.
Dios, despiértanos a la preocupación,
y a sentir la misma compasión
que Tú sientes por nosotros.”

--- Oración de Jim Elliot,


(uno de los cinco mártires
del Ecuador en 1956.)
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