La Erotica Nahuatl en La Obra de Miguel
La Erotica Nahuatl en La Obra de Miguel
La Erotica Nahuatl en La Obra de Miguel
https://dx.doi.org/10.5209/reaa.73894
A Miguel León-Portilla
Maestro de muchas generaciones,
querido y admirado por todos
Introducción
La obra de Miguel León-Portilla es vasta y, desde sus inicios, su gran lucidez lo llevó
a proponer un artículo de la erótica náhuatl. Así en el número inaugural de la revista
Estudios de Cultura Náhuatl, en 1959, presentó el relato del Tohuenyo, narración
que aparece en la antología Erótica náhuatl, publicada por Artes de México y El
Colegio Nacional (2018), la cual fue su última obra1.
Tres años antes se había fundado el Seminario de Cultura Náhuatl de la UNAM,
me refiero al año 1956, el cual fue dirigido por el padre Ángel María Garibay. En
él se reunieron especialistas y gente interesada en rescatar los textos de la antigua
cultura náhuatl y promover dicha cultura en la actualidad.
Desde esos años, en la revista del seminario, Estudios de Cultura Náhuatl, y en
otros medios se publicó la literatura de los antiguos mexicanos: poesía religiosa y
lírica, himnos épicos, poesía dramática, diversas formas de prosa, textos históricos,
entre otros. En distintos géneros literarios encontramos la erótica náhuatl.
Proponer que los indios tenían erotismo pudo ser algo controvertido, sin embar-
go, León-Portilla con la aguda inteligencia que lo caracterizaba publicó a lo largo de
los años las fuentes de primera mano sobre el tema y nos presentó las traducciones
realizadas por él mismo. Los textos se acompañan por sus comentarios y plantea
interrogantes para que futuros investigadores continúen con los estudios.
Los grupos nahuas de la antigüedad consideraban la sexualidad primeramente
como una actividad que proporcionaba placer. Fue un don otorgado por los dioses
para paliar las angustias y las congojas de la tierra. En los discursos para los jóvenes
de la nobleza se emplea la palabra tlalticpacayotl, lo que se encuentra sobre la super-
ficie de la Tierra, “lo terrenal”, el coito.
Oye bien, hijita mía, niñita mía: no es lugar de bienestar en la tierra, no hay alegría,
no hay felicidad. Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que
punza.
1
El presente texto fue leído el 26 de agosto de 2019 en la presentación del libro Erótica Náhuatl que tuvo lugar
en El Colegio Nacional, Ciudad de México. Participaron igualmente Alfonso Alfaro, Alberto Ruy Sánchez y
Antonio Lazcano.
Así andan diciendo los viejos: para que no siempre andemos gimiendo, para que
no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el
sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual,
por el cual se hace siembra de gentes (León-Portilla 1999: 100).
La antología Erótica náhuatl inicia con el texto “La historia del Tohuenyo”. Se narra
que un día la hija de Huémac, soberano de Tula, vio a Tohuenyo vender chile en
el mercado, pero sin maxtlatl, lo cual provocó que se le antojara su pene (Sahagún
1950-1982, Lib. III, cap. V: 19). Debido a ese deseo sexual cayó enferma, “Se puso
en tensión, entró en grande calentura, como sintiéndose pobre del pájaro –miembro
viril– del Tohuenyo” (ibíd.: 15).
Huémac preguntó a las mujeres que la guardaban: “-¿Qué hizo, qué hace?, ¿cómo
comenzó a entrar en calentura mi hija?” (ibíd.: 17), ellas le respondieron que era por
haber visto el genital de aquel Tohuenyo. En seguida, Huemac mandó que le trajeran
al Tohuenyo y le preguntó por qué no usaba maxtlatl y no se cubría con la manta, a lo
que respondió que en su tierra guardaban la costumbre de andar desnudos (ibíd.: 21).
Huemac le reveló: “Tú le has despertado el ansia a mi hija, tú la curarás”. El
Tohuenyo se resiste y Huemac le repite: “Tú la curarás, no tengas miedo” (ibíd.:
23). Precisamente, al entrar el Tohuenyo en el aposento de la hija y dormir con ella,
la cura (Sahagún 2002, I, Lib. III, cap. V: 312-313). Es así que la enfermedad y el
desequilibrio únicamente se sanarían y restaurarían dándole satisfacción al deseo.
El Tohuenyo no es otro que Tezcatlipoca como bien señala León-Portilla. Du-
rante el mes de Toxcatl se celebraba a Tezcatlipoca. El representante o ixiptla del
dios era un joven que poseía características físicas destacables. Su belleza es su-
brayada en las descripciones que proporcionaron los informantes de Sahagún. La
importancia de su cuerpo perfecto ocupa una cantidad considerable de líneas en el
documento.
En este listado de características es notable la importancia dada a la juventud
del personificador, a su porte, masculinidad, fuerza, delgadez, de estatura media.
Además, se enfatiza su figura esbelta, pues si durante el año de su preparación en-
gordaba, le daban a beber agua mezclada con sal para bajar de peso (Sahagún 2002,
I, Lib. II, cap. XXIV: 192).
Este canon de belleza se repite en distintos textos. Al mudar de ropas, el ixiptla se
convertía en un yaotequihua, guerrero experimentado o “capitán de guerra” (Molina
2004, 2: f. 31r). Este grado militar se le daba a aquél soldado que había destacado
matando o tomando cautivos. Le cortaban el cabello y le ponían el tocado de plumas
de garza [aztaxelli]. Un privilegio de esta nueva condición era poder dormir con las
mujeres que pudiera mantener (Durán 1967, I, cap. VI: 67; cap. XI: 113-114).
Además de ello, a los guerreros les estaba autorizado bailar con las ahuianime,
adular a las mujeres y coquetear con ellas públicamente; de esta manera subrayaban
sus privilegios (Durán 1967, I, cap. XXI: 195). Entre los nahuas de la antigüedad, la
Notas. Rev. Esp. Antropol. Amer. 52(1) 2022: 143-148 145
belleza era una virtud, pero la vanidad era desaconsejada. De hecho, a las ahuianime,
que eran las mujeres de placer, se les describe de la siguiente manera:
La alegradora: mujer ya perdida,
con su cuerpo da placer, vende su cuerpo,
siempre anda ofreciendo su cuerpo, […]
mujer de muchos meneos, desvergonzada, […]
llamativa, llamativamente vestida.
Vanidosa, vana, […]
con desvarío se entrega para acostarse con alguien,
se da prestada a sí misma. […]
Se yergue, hace meneos,
dizque sabe ataviarse,
dondequiera anda seduciendo,
así como se aficiona a alguien, así lo destruye. […]
vive del vicio, vive del placer,
polvo y basura la hacen girar en la vida. […]
Masca el chicle, hace ruido con él. […]
conoce los caminos, frecuenta el mercado,
por el mercado se anda paseando. […]
con la mano hace señas,
con los ojos llama,
hace ojos, hace guiños,
con las manos llama,
vuelve el ojo arqueando,
se ríe, ándase riendo,
hace monerías, muestra sus gracias (León-Portilla 1995: 402-404).
El tercer texto que quiero destacar de la antología es “El canto de las mujeres de
Chalco”. En este se aborda la comparación que los nahuas realizaban de la guerra
con la relación sexual. El ser buen guerrero o diestro en la batalla eran muestra de
virilidad y, en la sociedad nahua, aquel hombre con estas características era percibi-
do como potente sexual. Igualmente, aquél que tuviera potencia sexual se entendía
que tendría habilidad para la guerra. Por el contrario, se concebía que el hombre que
fuera cobarde e inhábil en la guerra sería impotente sexual.
En 1479, de acuerdo con Chimalpain (2003: 145), fue la primera vez que los
chalcas fueron a cantar a Tenochtitlan el Chalcacihuacuicatl. El contexto de la re-
presentación en el palacio de Axayacatl nos lo comunica el historiador chalca (Chi-
malpain 2003: 145-151). Contrariamente a lo que parece, este canto fue escrito por
un hombre chalca, no por una mujer, y representado por hombres. Está plasmado un
punto de vista masculino y el tono es burlesco (Raby 2003: 296).
El canto es un mensaje al tlatoani. A través de metáforas se describe el deseo del
pueblo de Chalco de un cambio en su relación con la urbe, marcando una posición
política al decir que las mujeres chalcas conquistan al emperador azteca y lo retan a
una guerra/coito.
El canto revela la creencia de la sexualidad femenina en su connotación de ham-
bre sexual que nos trae a la mente el caso de las ancianas que fueron acusadas ante
Nezahualcóyotl de haber tenido relaciones sexuales con unos jóvenes sacerdotes,
texto que en la presente antología se titula “Nezahualcóyotl y las dos ancianas libi-
dinosas”. Igualmente, nos recuerda el relato de la hija de Huemac quien enfermó de
deseo al ver el miembro del Tohuenyo que vendía chiles en el tianguis de Tula. Su
deseo insatisfecho la llevó a desmejorar.
Volviendo al canto, para los chalcas retar al tlatoani era un riesgo, pero interpretar
un canto de mujeres tenía el potencial de ser muy efectivo pues podría hacer que los
conquistadores rieran, sintieran un poco de culpa y se tomaran un tiempo para pensar
(Townsend 2006: 351). Chimalpain (2003: 145-151) narra que el cantar le gustó al
gobernante mexica, tanto que se alegró y se puso a bailar; además, pidió que fuera
cantado otra vez para todos los nobles.
A pesar de que el canto es una provocación, el tlatoani no reaccionó en ese senti-
do debido a que de haberse enojado habría aceptado que fue un insulto, los chalcas se
volverían sus enemigos, ya no contaría con ellos para una alianza y se abriría la puer-
ta a una guerra (Read y Rosenthal 2006: 343). Veamos algunas estrofas del mismo:
¿acaso no me lo harás?
¿Cómo se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohua?
Poco a poco desata la falda,
abre las piernas, ustedes tlatelolcas,
los que lanzan flechas,
miren aquí a Chalco (pp. 69-71).
Esta composición nos ofrece una visión sobre la ideología de género entre los
nahuas. Lo femenino se ubicaba en un campo de significado en el que se encontra-
ban concepciones como la debilidad, pasividad, sumisión y cobardía. Así al hombre
vencido en batalla se le veía como una mujer que había sido penetrada o violada,
en una alegoría sexual donde el cuerpo de ella –y el del hombre feminizado, en este
caso Axayacatl– era el pasivo en un coito.
En contraste, el soldado vencedor pertenecía al campo de lo masculino, del ideal
varonil, en donde se ubicaban conceptos como la fortaleza, la valentía, la victoria y
el dominio. De esta manera, él era el activo en la relación sexual, en nuestro ejemplo,
las mujeres chalcas se muestran varoniles.
En sus insultos, ellas llegan al extremo de burlarse de la potencia sexual del tla-
toani. El triunfo en la guerra se pensaba como un coito a término en el que se incluye
una erección exitosa. La debilidad militar del gobernante mexica se equipara a su
impotencia, a su pasividad. Al compararlo con una fémina, metafóricamente le po-
nen una falda a Axayacatl, hecho que frecuentemente se usaba para retar a la guerra.
Las mujeres al expresar que tienen falos, sodomizan al tlatoani como el escarnio
más grave que pudiera hacerse a un varón. Además de sodomizarlo, lo acusan de es-
téril, que está seco, sin potencia viril. Estos retos agresivos de las mujeres entran en
la dialéctica pasividad-actividad tan presente en el pensamiento nahua, pero en este
caso las mujeres están en el papel de penetradoras y Axayacatl en el rol de penetrado.
Igualmente, en el poema se alude a las relaciones homosexuales que tuvo con
sus enemigos en esta oposición: vencedor y vencido. Al final de la composición, el
texto utiliza la imagen de una relación homosexual para rememorar la derrota de los
hombres de Tlatelolco en 1473, quienes metafóricamente fueron penetrados por los
vencedores mexicas.
Conclusiones
Referencias
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