Cómo Ganar Una Discusión. El Arte de La Argumentación

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Nicholás Capaldi

Cómo ganar una discusión

Psicología
Práctica
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Los secretos de un mago

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Saber mirarse en el espejo

SuSAN BaUR Hipocondría

Regina Hamburguer El ABC de la seducción


Descifrar el lenguaje corporal y
desarrollar el poder de la atracción
(sigue en la página 235)
Cómo ganar una
discusión
El arte de la argumentación

por
Nicholás Capaldi
Diseño de cubierta: Paolo Portaluri

Tercera edición: 2011, Barcelona

© Editorial Gedisa, S. A.
Barcelona, España

Impreso por Romanyá Valls, S.A.

Impreso en España
Printed in Spain
Índice

AGRADECIMIENTOS.......................................................................................... ....... 11

PREFACIO.............................................................................................................. ....... 13

CAPÍTULO I
Introducción ....................................................................................................15
¿Qué es la lógica?.....................................................................................................17
¿Qué es un argumento?..........................................................................................20
¿Cuándo es aceptable un argumento?.......................................................... .......23
Resumen ...................................................................................................................25

CAPÍTULO II
La identificación de los argumentos..................................................... ......27
Argumentos..............................................................................................................27
Dificultades para identificar los argumentos planteados.......................... .......29
Gramática, puntuación y comprensión de la lectura.........................................30
Reglas para identificar premisas y conclusiones................................................32

CAPÍTULO III
El análisis formal de los argumentos..........................................................39
El ideal de la lógica................................................................................................. 41
Silogismos ......................................................................................................... ...... 43
Reglas de los silogismos válidos.................................................................... ...... 47
Solidez y lógica informal....................................................................................... 50

7
CAPÍTULO IV
La presentación del argumento............................................................................ 53
Cómo ganarse el beneplácito del público..................................................... 57
Presentación de los hechos.............................................................................. 66
Subrayando la conclusión................................................................................ 88
Recursos no verbales........................................................................................ 92
La publicidad como ejemplo........................................................................... 93

CAPÍTULO V
Atacando los argumentos...................................................................................... 101
La reacción del público.................................................................................... 103
La anatomía de la refutación........................................................................... 107
Atacando la conclusión.................................................................................... 129
Debate frente a frente....................................................................................... 137

CAPÍTULO VI
Defendiendo los argumentos propios................................................................. 141
Contraataque..................................................................................................... 146
Ganar el argumento.......................................................................................... 160
En busca del empate......................................................................................... 165

CAPÍTULO VII
Razonamiento según causa y efecto.................................................................... 167
Historia del concepto de "causalidad"........................................................... 169
Definición de causa y efecto en Hume.......................................................... 171
El razonamiento causal en la práctica........................................................... 173
Los métodos de Mill......................................................................................... 175
Falacias del razonamiento causal................................................................... 178
Problemas con el concepto de "causalidad".................................................. 184

APÉNDICE .............................................................................................................. 189


I. ¿Cuál es el problema?................................................................................... 192
II. ¿Qué soluciones hay para el problema?.................................................. 195
III. Evaluación................................................................................................... 198

EJERCICIOS ............................................................................................................ 221


Ejercicio 1 ........................................................................................................... 223
Ejercicio 2: Falacias inductivas........................................................................ 225

8
Ejercicio 3: Silogismos...................................................................................... ....225
Respuestas al ejercicio 1.......................................................................................225
Respuestas al ejercicio 2................................................................................... ....226
Respuestas al ejercicio 3................................................................................... ....227

SUGERENCIAS...........................................................................................................229

9
Agradecimientos

Deseo agradecer a Lawrence L. Heintz, de la Universidad de


Hawaii, sita en Hilo, por llamar mi atención hacia algunas dificultades
que plantean las reglas para determinar la validez de un argumento.
Asimismo, vaya mi especial agradecimiento al profesor John Greenwood,
de la Universidad de Carolina del Norte, Greensville, por darme a leer
su manuscrito sobre la causalidad referida a la acción humana.

11
Prefacio

El pensamiento crítico es algo en que todos incurrimos, aunque no


necesariamente tengamos conciencia de ello. Así como aprendemos
a hablar nuestro idioma natal mucho antes do conocer su gramática/
también pensamos en forma crítica mucho antes do darnos cuenta de
que esta actividad posee su propia estructura. Y del mismo modo en
que quienes toman conciencia de la estructura del lenguaje también
logran una mayor eficacia en la comunicación, quienes se vuelven
conscientes de la estructura que hay por detrás del pensamiento crítico
adquieren mayor capacidad para la comprensión de la lectura, la
exposición de la lógica de un argumento, y el arte de rebatir hábilmente
las argumentaciones defectuosas de sus adversarios.
En esta obra he tratado do explicar, con claridad y sencillez, los
principios subyacentes a nuestro pensamiento crítico. Prestando la
debida atención a los factores culturales e históricos, he explicado cuál
es la estructura ideal de un argumento de discusión, cómo ese ideal se
convierte en paradigma del pensamiento crítico, y las distintas maneras
en que los argumentos pueden no resultar aptos para ejemplificar esa
estructura ideal. He brindado también algunas pautas de orientación
sobre la mayor manera de aprovechar los indicios que brinda el lenguaje
para identificar un argumento y su estructura. En muchas circunstancias
indico cómo puede utilizarse una amplia variedad de herramientas,
tanto formales como informales, para atacar argumentos y dejar en
evidencia su debilidad.
El pensamiento crítico entraña, como mínimo, dos subcategorías.
En primer término, pensar en forma crítica significa pensar con lógica.

13
En segundo lugar, pensar críticamente es saber dónde y cómo rebatir
los argumentos que se nos plantean en la vida cotidiana. En relación
con la lógica, advierto que se ha convertido en disciplina técnica y que,
como tal, tiende a concentrarse en la estructura de los argumentos en
otras disciplinas técnicas, como la matemática. He procurado reducir la
terminología técnica a su mínima expresión, e introducir sólo aquellos
principios de la lógica necesarios para los fines cotidianos, incluidos
los académicos. En lugar de analizar falacias informales en un vacío
o insistir en minucias técnicas, he subrayado los contextos prácticos
dentro de los cuales suelen darse tales falacias.
En cuanto a la posibilidad de enseñar al lector a criticar argumentos
de manera constructiva y gratificante, de manera de profundizar su
comprensión, he empleado un recurso novel. Además de efectuar un
enfoque orgánico del tema, he escrito este libro tomando el punto de
vista de alguien que desea engañar, inducir a error o manipular a los
demás. Partiendo de la base de que hay que conocerse a sí mismo, he
descubierto que muchas personas pueden detectar los malos usos o
abusos de la lógica si ellas mismas son maestras en el arte del engaño.
El lector debería preguntarse cuán distinto sería el mundo si todos
supiéramos, realmente, cómo aplicar y, por lo tanto, cómo detectar los
malos usos de la lógica.
Aun después de completar un curso introductorio en lógica informal,
la mayoría de la gente es incapaz de identificar una falacia. Un factor
clave que explica por qué resulta difícil enseñar a encarar las falacias
con que tropezamos en la vida cotidiana se debe a que suele hacerse
hincapié en su reconocimiento. Habitualmente se pide al estudiante o al
lector que identifique las falacias en textos de terceros, y aunque deban
dar una respuesta, esa respuesta se encuadra dentro de una situación
primordialmente pasiva. Un enfoque tan estrecho exige que el autor o
el profesor se base en ejemplos particularmente obvios o sencillos. Pero
rara vez se los traspone a otros contextos.
A lo largo de mi propia experiencia como docente, he descubierto
que la aplicación de un método de elaboración activa, más que de
reconocimiento pasivo, resulta mucho más productivo. Es mi esperanza
que los lectores hallen también que este enfoque es más gratificante y
útil.

Nicholas Capaldi

14
Capítulo I

INTRODUCCIÓN
¿QUÉ ES LA LÓGICA?

A veces la mejor manera de explicar algo está en decir lo que ese algo
no es. El mejor modo de explicar qué es la lógica, entonces, reside en
presentar ejemplos ilógicos. Veanse los tres casos siguientes de ausencia
de lógica.
En primer lugar, ¿recuerda usted a una antigua pareja de comediantes
del cinematógrafo norteamericano, Abbott y Costello? imagíneselos
entonces a ambos en un programa de radio de Nueva York. ¡Ya en el
aire, Abbott dice poder demostrar a Costello que éste no está allí! En
apariencia, lo que Abbott sostiene resulta paradójico, por no decir
absurdo, puesto que para Costello mismo, y para todo el público, es bien
evidente que su compañero de fórmula está allíi presente. No obstante,
Abbott insiste: para empezar, logra que Costello admita no estar en San
Francisco; luego, que tampoco está en Chicago. Finalmente, Costello
admite que, puesto que no se encuentra ni en San Francisco ni en
Chicago, ha de estar en otro lado. Entonces Abbott llega a la conclusión
de que, como Costello está en otro lado, no puede estar en Nueva York.
El número cómico que acabamos de describir le resulta gracioso a todo
el mundo. Algunos de nosotros, sin embargo, sospechamos que hay algo
de capcioso en el postulado de Abbott y en el procedimiento seguido
para demostrarlo: la cuestión está en saber cómo desenmascararlo.
Una manera posible de impugnar dicho método está en señalar que la
expresión "en otro lado" nunca se emplea en un vacío, totalmente fuera
de contexto, sino puntualizando siempre el marco de referencia. Por lo
tanto, es absurdo decir que alguien está "en otro lado", puesto que no
hay lugar que se llame "otro lado". La expresión meramente significa
que ese alguien no está aquí, partiendo de que "aquí'" esté específica
o implícitamente definido; o bien que está en un lado distinto al lugar
o lugares explícitamente mencionados. En el citado ejemplo, las únicas
ciudades mencionadas específicamente son San Francisco y Chicago.
Costello está en un lugar que no es ni San Francisco ni Chicago: pero el
así admitirlo en modo alguno implica que Costello no se encuentre en
la ciudad de Nueva York.
Por cierto que no fue Abbott la primera persona del mundo que dio
un mal uso a las palabras, ni fuimos nosotros los primeros en sugerir
una regla para el empleo de la expresión "en otro lado". A decir verdad,
quizá ni siquiera exista una regla en sentido explícito: sólo llegamos a
ella cuando nos vemos obligados a examinar un ejemplo dudoso. La
mayoría de nosotros aprendemos a usar el idioma mucho antes de que
se nos enseñen sus reglas: tal vez éstas no sean más que formulaciones
explícitas de lo que es práctica corriente, formulaciones que nos son
impuestas cuando alguien descubre lo capcioso que puede ser un
argumento en ausencia de una regia estricta.
En segundo término, consideremos un ejemplo propio de la filoso­
fía: el diálogo platónico del Protágoras, en el que Sócrates interroga a
éste acerca de la relación entre "sabiduría" y "autocontrol". Protágoras
manifiesta que no necesariamente hay un vínculo entre ambos térmi­
nos. Sócrates formula entonces una extensa serie de interrogantes en
respuesta a los cuales Protágoras afirma tres cosas: que "sabiduría" es
lo opuesto a desatino; que toda palabra tiene un antónimo o término
opuesto, tiene sola y exclusivamente uno; y que desatino es lo opuesto
de "autocontrol". Sócrates interrumpe entonces a Protágoras y le hace el
siguiente cuestionamiento: si "sabiduría" es lo opuesto de desatino, y si
"autocontrol" es lo opuesto de desatino, entonces "sabiduría" y "auto­
control" son los antónimos de una misma palabra, "desatino". Sin em­
bargo, Protágoras ha admitido también que toda palabra que tiene un
antónimo, tiene sola y exclusivamente uno, y no más. O bien Protágoras
rechaza esta afirmación, o debe desdecirse de su aseveración inicial en
el sentido de que no necesariamente hay un vínculo entre "sabiduría" y
"autocontrol". Si estas dos palabras tienen un mismo antónimo, enton­
ces son sinónimos, o tienen el mismo significado. Protágoras termina
por desdecirse de su afirmación originaria en el sentido de que no nece­
sariamente hay relación entre los términos "sabiduría" y "autocontrol".
El citado ejemplo resulta interesante por dos razones. En primer
lugar, demuestra cómo a una persona relativamente inteligente le es
posible creer que entiende el sentido de aseveraciones aisladas, y luego
admitir que ellas entran en conflicto cuando alguien se las hace ver
conjuntamente. En segundo término, una de las dos aseveraciones

18
conflictivas formula una regla clásica de la lógica: la ley de que todo
término medio queda excluido. De acuerdo con esta ley, toda afirmación
es verdadera o es falsa. La aseveración de que toda palabra que tiene
su opuesto, tiene sola y exclusivamente un opuesto, dice esencialmente
lo mismo. El hecho de que Protágoras inmediatamente admitiera
esa afirmación y rechazara su planteo original (en el sentido de que
"sabiduría" y "autocontrol" no necesariamente estén relacionados)
parece indicar que ciertas reglas entran dentro de una categoría especial.
Protágoras se mostró mucho más dispuesto a aceptar la citada regla,
que a insistir en sus definiciones de "sabiduría" y "autocontrol" una vez
tomada conciencia del conflicto.
En tercer lugar, consideramos un ejemplo propio de la discusión
política contemporánea. Observe la siguiente argumentación:

(1) Los comunistas apoyan el desarme nuclear unilateral.


(2) Los liberales apoyan el desarme nuclear unilateral.

(3) Por lo tanto, los liberales son comunistas.

La mayoría de nosotros estará de acuerdo en que las afirmaciones (1)


y (2) son ciertas, pero que la (3) es falsa. Sin embargo, la argumentación
de nuestro ejemplo parece implicar que si las afirmaciones (1) y (2) son
ciertas, entonces la (3) también ha de ser cierta. Puesto que el argumento
resulta desconcertante, procuremos esquematizarlo y analizar su
contenido. Para ello, adoptaremos los siguientes símbolos:

"C" significa comunistas;


"L" significa liberales;
“Y” significa "apoya el desarme nuclear unilateral".

En su forma esquemática, la argumentación aparece como:

(1) C es V
(2) L es V
(3) L es C.

A fin de verificar lo aceptable de esta argumentación, elaboremos


otra siguiendo la misma forma esquemática:

79
(1) Todos los camellos son vegetarianos.
(2) Los corderos son vegetarianos.

(3) Por lo tanto, los corderos son camellos.

En su forma esquemática, esta argumentación es idéntica a la del


párrafo anterior:

(1) C es V
(2) L es V
(3) L es C

Como la mayoría de nosotros coincide en que esta argumentación es


inaceptable, y como es idéntica en su forma a la argumentación previa,
resulta que ésta también es inaceptable.
La importancia del ejemplo tomado de la esfera política está en que
demuestra lo conveniente que sería inventar una técnica simbólica
mediante la cual pudiésemos verificar lo aceptable de un argumento.
Por añadidura, ello nos llevaría a plantear serios interrogantes en torno
a toda nuestra discusión. ¿Qué significa decir que un argumento es
aceptable o inaceptable? ¿Qué es un argumento? Finalmente, ¿por qué
nos importa tanto el descubrir que un argumento resulta aceptable o
inaceptable? Pero será mejor plantear estas preguntas a la inversa.
La gran importancia de la lógica como instrumento para distinguir
los argumentos aceptables de los inaceptables se da en la esfera de las
cuestiones prácticas. Como el tercer ejemplo examinado lo pone en
evidencia, la gente discute los asuntos más importantes recurriendo a
toda suerte de argumentaciones. Las decisiones más importantes que
afectan nuestra vida y nuestro bienestar suelen plantearse en forma de
argumentaciones. Precisamente porque el lenguaje está relacionado con
las acciones humanas, es que resulta tan importante diferenciar entre
argumentos aceptables e inaceptables.

¿QUÉ ES UN ARGUMENTO?

Antes de poder definir el concepto de argumento, debernos


considerar algunas características generales de la estructura del

20
lenguaje. La unidad más pequeña del lenguaje es la letra, y éstas van, en
nuestro abecedario, de la "a" a la "z". Las letras constituyen los ladrillos
a partir de los cuales se construye todo el resto del lenguaje. La siguiente
unidad por tamaño es la palabra. Las palabras están compuestas de
letras, y se las compone sobre la base de determinadas reglas. Las reglas
que rigen la combinación de letras en palabras se denominan reglas
de ortografía. La siguiente unidad, siempre hablando en términos de
tamaño, se denomina proposición, oración o aseveración. Las oraciones se
construyen a partir de palabras, y su construcción también está regida
por reglas: en este caso, las gramaticales.
Las oraciones suelen dividirse en cuatro tipos: expositivas,
exclamativas, imperativas e interrogativas. Algunos especialistas en
lógica han tratado de argumentar que existe una correlación entre el
tipo de oración y su función. Por ejemplo, suele argumentarse que
las oraciones expositivas transmiten información y, por lo tanto, son
verdaderas o falsas; y que las oraciones imperativas expresan órdenes,
por lo cual no son ni verdaderas ni falsas. Sin embargo, un examen más
detenido revela que determinado tipo de oración puede ser sustituido
por otro sin necesariamente modificar su función. Por ejemplo, puedo
decir "Cierra la puerta" (oración imperativa) o bien "Quiero que cierres
la puerta" (oración expositiva).
Es al llegar a este nivel cuando tomamos conciencia de lo compleja
que es la estructura del lenguaje. Si pudiéramos discutir el lenguaje
meramente en función de las relaciones entre símbolos (lo que se
denomina sintaxis), entonces sería fácil establecer la lógica o estructura
de nuestro pensamiento y nuestra habla. Sin embargo, además de la
sintaxis debemos considerar también la relación entre los símbolos y las
cosas u objetos existentes en el mundo (lo que denominamos semántica),
y la relación entre el lenguaje y el usuario de ese lenguaje (pragmática).
No es aquí fácil decir cuáles son las reglas o estructuras, sin entrar en
un profundo debate filosófico.
El mismo problema puede advertirse en la siguiente unidad del
lenguaje después de la oración: el párrafo. No existen reglas totalmente
faltas de ambigüedad para combinar las oraciones en párrafos. Por lo
general se nos advierte que debe haber cierto tipo de unidad o coherencia
en las oraciones que forman el párrafo, a menudo en relación con un
tema. Pero esto no es fácil de ver en un terreno puramente estructural.
Hay, por otra parte, ciertas combinaciones de oraciones, proposiciones

21
o aseveraciones que efectivamente poseen una evidente unidad. A una
de estas combinaciones se las denomina argumento. Un argumento puede
definirse como una serie de aseveraciones (oraciones, proposiciones),
sea dentro de una oración más amplia o dentro de un grupo de oraciones
gramaticalmente diferenciadas, que individualmente o en su conjunto
dicen "apoyar", "demostrar" o "dar prueba de" otra aseveración. La
aseveración que resulta apoyada, demostrada o probada se denomina
conclusión. Hay una sola conclusión para cada argumento. Pero puede
haber toda una serie de aseveraciones de apoyo. Las aseveraciones que
brindan apoyo, demostración o prueba se denominan premisas.
La clave para reconocer un argumento está en la conclusión: a una
conclusión, corresponde un argumento. Cabe advertir, asimismo, que
los términos "premisa" y "conclusión" son relativos: o sea que una
misma aseveración puede ser tanto premisa en determinado argumento,
como conclusión de otro. Ello se debe a que puede haber toda una serie
de argumentos entrelazados. En el siguiente capítulo analizaremos las
pautas que nos permiten identificar a los argumentos.
El paradigma clásico de un argumento es:

Premisa 1: Todos los hombres son mortales.


Premisa 2: Sócrates es un hombre.

Conclusión: Sócrates es mortal.

Cuadro 1. Elementos del lenguaje

22
¿CUÁNDO ES ACEPTABLE UN ARGUMENTO?

Llegamos ahora a la pregunta: "¿Cómo establecer la diferencia


entre un argumento aceptable y otro inaceptable?". Si un argumento
se compone de premisas y de una conclusión, entonces una de las
diferencias entre un argumento aceptable y otro inaceptable debe
residir en la relación entre las premisas y la conclusión.
Un tipo de argumento es intuitivamente inaceptable: el que nos
permite llegar a una falsa conclusión a partir de premisas ciertas. Un
ejemplo ya visto se encuadra dentro de esta pauta:

Premisa 1: Todos los comunistas votan por el desarme nuclear


unilateral.
Premisa 2: Todos los liberales votan por el desarme nuclear
unilateral.

Conclusión: Todos los liberales son comunistas.

Las premisas son ciertas, pero la conclusión es falsa. Los especialistas


en lógica pueden ahora proceder a diagramar este argumento, analizar
la relación entre las premisas y la conclusión, y comparar esta relación
con otros argumentos que también rechazamos como intuitivamente
inaceptables. Lo notable es que las mismas pocas pautas se reiteren
una y otra vez. Dichas pautas son entonces clasificadas, y se las puede
emplear para realizar una evaluación inmediata de los argumentos.
Como veremos en el capítulo 3, la pauta específica que caracteriza
al anterior argumento inaceptable se denomina violación de la regla
del término medio no distribuido. Esta terminología nada significa
para el lector por el momento, pero sí indica que el memorizar unas
pocas reglas y poder identificar las pautas le permitirá distinguir de
inmediato aquellos argumentos que resultan inaceptables por razones
de forma, o sea, por la relación existente entre premisas y conclusión.
Diremos que están invalidados todos los argumentos inaceptables
que violan las reglas de forma. Denominaremos argumento válido a
todo aquel que no infrinja esas reglas.
Hay también otro sentido en que el argumento puede resultar
inaceptable. Un argumento puede ser formalmente válido, o sea que
su forma puede resultar aceptable, pero podemos rechazar la verdad o

23
aceptabilidad de las premisas. De manera análoga, una oración puede
ser gramaticalmente correcta pero, aun así, falsa. Un argumento puede
ser formalmente correcto o válido, pero, aun así, carecer de premisas
ciertas. Cuando un argumento es válido pero al menos una de sus
premisas es falsa, entonces se dice que el argumento no es sólido. Cuando
el argumento es formalmente válido y sus premisas son todas ciertas,
entonces dícese que dicho argumento es sólido. El argumento ideal es,
claro está, sólido.
La lógica formal atañe exclusivamente a la validez o falta de validez
de algo. La lógica por sí misma, o lógica formal, no determina la verdad
de las premisas. La lógica informal, por su parte, atiende a la solidez de
los argumentos.
Determinar la verdad o falsedad de ciertas premisas podrá parecer
algo obvio, reservado al ámbito de la ciencia o de la experiencia, más que
al de la lógica. Sin embargo, el asunto no es tan obvio como parece. Las
premisas propuestas en una argumentación pueden ser ciertas, pero no
ser pertinentes respecto de la conclusión. Importa que una verdad sea
pertinente. De manera alternativa, las premisas pueden tener toda la
apariencia de ser ciertas, pero no serlo realmente. El revelar o utilizar
argumentos engañosos también viene al caso. Finalmente, hay que
saber interpretar las verdades: entran también aquí a jugar juicios que
pueden ser rebatidos. Aunque la lógica informal no puede codificar y
clasificar todas las maneras posibles en que los argumentos resultan
poco sólidos y, a la vez, facilitarnos un mecanismo simple del mismo
modo en que lo hace la lógica formal, sí es cierto, empero, que aun aquí
se da una notable reiteración de pautas. Analizaremos algunas de ellas
en el resto del libro.

24
Resumen

1. La lógica es el estudio de los argumentos.


2. Los argumentos entrañan una conclusión y una o más premisas.
Las premisas permiten llegar a una conclusión fehaciente.
3. Los argumentos pueden ser evaluados, y catalogados como
válidos o carentes de validez. Un argumento es válido cuando
no carece de validez. Un argumento carece de validez o queda
invalidado si viola ciertas reglas. Las reglas son determinadas
analizando las pautas de los argumentos cuyas premisas son
ciertas pero cuya conclusión es falsa.
4. Los argumentos también pueden evaluarse y catalogarse
como sólidos o faltos de solidez. Un argumento es sólido si
resulta formalmente válido y sus premisas son todas ciertas.
Carece de validez si es formalmente válido pero al menos una
de sus premisas resulta falsa. La lógica informal atiende a
todos los aspectos en que un argumento puede carecer de
solidez.
Capítulo II

LA IDENTIFICACIÓN DE LOS
ARGUMENTOS
ARGUMENTOS

Como hemos visto en el capítulo 1, la estructura de los argumentos


presentados en una discusión es tema de la lógica. Dichos argumentos
se componen de premisas y de una conclusión: las premisas deben
apoyar, demostrar o brindar pruebas que sostengan a la conclusión.
Pero antes de poder analizar la estructura de un argumento y evaluar
las pruebas presentadas en las premisas, debemos estar capacitados
para identificar a un argumento y sus partes componentes.

DIFICULTADES PARA IDENTIFICAR LOS ARGUMENTOS


PLANTEADOS

No todo texto escrito propone un argumento de discusión: en verdad,


la mayoría de los textos no tiene el propósito de plantearlos. Con suma
frecuencia los autores sólo están interesados en definir un término,
cotejar y oponer dos ideas, describir una experiencia o hecho ocurrido
o, sencillamente, divertir o impresionar al lector. Las diferentes formas
que puede adoptar un texto y los fines que persigue son tan numerosos
que resulta imposible enumerarlos a todos.
No sólo son numerosas las formas del discurso sino que, a menudo,
también resulta difícil determinar cuál o cuáles realmente caracterizan
a un texto. Un autor rara vez inicia su obra anunciando cuál es su objetivo
y describiendo su método. En algunas casos (por ejemplo, en los escritos
satíricos), un comienzo así destruiría todo el efecto perseguido por el
escritor. Por añadidura, los autores—con la posible excepción de los
que escriben libros de lógica—no proclaman a cada paso que estén
planteando argumentos de discusión, ni tildan de premisa o conclusión
a todas y cada una de sus frases.

29
GRAMÁTICA, PUNTUACIÓN Y COMPRENSIÓN DE LA
LECTURA

No es éste un texto sobre gramática y comprensión de la lectura, por


lo cual no podemos dar aquí instrucciones detalladas sobre cómo leer.
Por otra parte, cabe destacar que los argumentos expuestos no pueden
ser identificados y comprendidos si el lector no está familiarizado con
la mecánica de la gramática y de la puntuación. Hay dos elementos que
merecen atención especial: los pronombres y la puntuación.
Veamos el siguiente párrafo del Leviatán de Thomas Hobbes:

Cuando quiera que un hombre transfiere su derecho, o renuncia a él,


hace esto en consideración de algún derecho que, a la recíproca, le es
transferido a él, o en pos de algún otro beneficio que de ese modo espera
alcanzar. Pues esto es un acto voluntario; y en los actos voluntarios de
cada hombre, el objetivo es alcanzar algún beneficio para sí.

Comencemos con la siguiente pregunta: ¿a qué hace referencia la


palabra esto en bastardilla? La comprensión del pronombre esto es
absolutamente esencial para comprender todo el argumento que plantea
Hobbes. En verdad, el pronombre hace referencia a toda la frase que dice
"Cuando quiera que un hombre transfiere su derecho, o renuncia a él".
¿Cómo lo sabemos? Para empezar, todo pronombre hace referencia a un
antecedente, es decir, a una palabra o frase que lo precede. En segundo
término, el pronombre concuerda con su antecedente en número, o sea
que si es singular, su antecedente también ha de ser singular. En este
caso, el pronombre "esto" es singular y, por ende, ha de referirse a un
antecedente en número singular.
En el párrafo de Hobbes hay varios antecedentes en número
singular. Por lo general, el sustantivo del mismo número que precede
inmediatamente al pronombre es su antecedente. Y aquí, el sustantivo
inmediato precedente es "beneficio'. Sin embargo, un beneficio
no es un acto. Hay, además, otras dos claves: contexto y estructura.
Estructuralmente, hay otro "esto" que tiene su antecedente en la frase
en singular "cuando quiera... renuncia a él". Además, dentro del
contexto, el único acto mencionado era el de transferir y renunciar a su
derecho. En consecuencia, cabe presuponer que "esto" hace referencia
a la transferencia de un derecho y su renuncia a él.

30
Analicemos otro elemento del mismo párrafo: "Esto es un acto
voluntario; y en los actos voluntarios de cada hombre, el objetivo es
alcanzar algún beneficio para si". Hay un punto y coma en medio de esta
oración; y la función de este signo de puntuación es conectar unidades
gramaticales de la misma jerarquía. Usamos, entonces, punto y coma
para conectar dos proposiciones que no están unidas por la conjunción
"y", "pero", o algún otro término similar; y colocamos ese signo entre dos
unidades que llevan comas. En nuestro ejemplo tenemos dos unidades
iguales, cada una de las cuales podría ser una oración independiente:
(1) "Esto es un acto voluntario", y (2) "en los actos voluntarios de cada
hombre, el objetivo es alcanzar algún beneficio para sí". Hobbes, el autor,
coloca ambas proposiciones en la misma oración aun cuando podrían
estar separadas; esto quiere decir que desea destacar la relación entre
ambas; las dos proposiciones han de ser consideradas conjuntamente,
la razón de que haya punto y coma antes de la conjunción “y" está en
que ya hay una coma en la segunda proposición.
¿Qué significa todo esto? Como veremos luego en nuestro análisis
de las reglas aplicadas para identificar a las premisas, la palabra "pues"
significa que todo lo que le siga en la misma unidad gramatical es una
premisa. En nuestro ejemplo, dos cosas siguen a la palabra "pues" en la
misma unidad gramatical. Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión
de que en el párrafo de Hobbes hay por lo menos dos premisas: (1) "es un
acto voluntario" (premisa número uno); (2) "en los actos voluntarios de
cada hombre, el objetivo es alcanzar algún beneficio para sí" (premisa
número dos). El punto y coma o la coma antes de una conjunción
copulativa (por ejemplo, "y"), indica la existencia de una unidad. De
este modo, podemos identificar cuántas premisas siguen a la palabra
"pues".
A partir de nuestro análisis del papel jugado pro los pronombres,
sabemos que "esto" hace referencia a "la renuncia o transferencia de
un derecho". Si incluimos esta información en el texto, reemplazando
al pronombre "esto", obtenemos lo siguiente:

Premisa 1: La transferencia o renuncia de un derecho es un acto


voluntario.

Premisa 2: El objetivo de los actos voluntarios de cada hombre es


alcanzar algún beneficio para sí. (Adviértase que hemos

31
dado a la segunda premisa una forma más conveniente
sin modificar su sentido).

Aun sin tener conocimientos de lógica, el lector puede observar, a


partir de la simple lectura de las dos premisas, que la conclusión surge
de por sí. ¿Qué conclusión? Podemos deducir que la transferencia o
renuncia de un derecho es una acción realizada con la intención de
obtener algún beneficio para el agente. Si observamos la declaración
originaria de Hobbes, vemos que esto es exactamente lo que dice en la
primera oración.

Conclusión:
"Cuando quiera que un hombre transfiere su derecho, o renuncia a
él, hace esto en consideración de algún derecho que, a la recíproca, le
es transferido a él, o en pos de algún otro beneficio que de ese modo
espera alcanzar".

REGLAS PARA IDENTIFICAR PREMISAS Y


CONCLUSIONES

Regla uno: No identificamos premisas y conclusiones por su contenido.

Regla dos: No identificamos premisas y conclusiones por su posición


o ubicación dentro del párrafo. Por razones de estilo o de
alguna otra índole, premisas y conclusiones pueden aparecer
en cualquier lado.

Regla tres: La aparición de la siguiente palabra o palabras al


comienzo de una oración o proposición significa que dicha
oración o proposición entraña una conclusión: por lo tanto, por
ende, así, de ahí que, en consecuencia, por consiguiente, se desprende
que, como resultado, llegamos a la conclusión, y otros términos
sinónimos.

Al plantearse los siguientes argumentos, la conclusión se identifica


como la proposición que sigue a los términos subrayados.

32
Argumento I: Todos los hombres son mortales. Sócrates es un
hombre. Por lo tanto, Sócrates es mortal.

Argumento II: Ayer llovió, asi que confío en que el depósito de agua
esté lleno.

Argumento III: Pro ende, tras haber meditado bien el asunto, y


examinado cuidadosamente todos sus aspectos,
debo finalmente llegar a la siguiente conclusión, y
reafirmarla: Pienso, luego existo, es necesariamente
cierto cada vez que lo enuncio o concibo mentalmente.
(Descartes).

Regla cuatro: La aparición de la siguiente palabra o palabras al


comienzo de una oración o proposición significa que dicha
oración o proposición constituye una premisa: puesto que, ya
que, como, en tanto que, dado que, por cuanto, viendo que, y otros
términos sinónimos.

En el siguiente argumento, las premisas son identificadas como la


proposición o proposiciones que siguen a las palabras en bastardilla.

Argumento: Como el señor Rivera es extranjero, y puesto que


los extranjeros no pueden votar en las elecciones
norteamericanas, llegamos a la conclusión de que
el señor Rivera no puede votar en las próximas
elecciones.

Hay otra pauta común en los argumentos. A menudo hallamos


dos oraciones o proposiciones que flanquean a las palabras "pues"
o "porque" Al darse esta estructura (como en el caso del anterior
argumento de Hobbes), quiere decir que lo que precede al "pues" o
"porque" es una conclusión, y lo que le sigue es una o más premisas.

33
Regla cinco: Provea las premisas y conclusiones implícitas o /altantes.
Muchas veces un argumento queda planteado con tanta
claridad dentro del contexto, que el autor sólo lo enuncia
parcialmente. En estos casos queda librado al lector el que
agregue las premisas faltantes o presuntas, o aun la conclusión.
Este tipo de argumento se denomina entimema.

Analicemos el siguiente ejemplo: "El señor Wong es un inmigrante


ilegal, así que no se le permite votar". Podemos identificar como
conclusión a la parte de la oración que sigue al "asi". La primera parte
es una premisa. Sin embargo, hay otra premisa obvia que no está
enunciada: la de que "a los inmigrantes ilegales no se les permite votar".
El argumento completo sería:

Premisa: A los inmigrantes ilegales no se les permite votar


(enunciada por el lector).
Premisa: El señor Wong es un inmigrante ilegal.

Conclusión: Al señor Wong no se le permite votar.

Regla seis: Toda proposición puede ser tanto una premisa como una
conclusión cuando hay más de un argumento enunciado en el mismo
pasaje. Se denomina sorites a una serie de argumentos interrelacionados.
La conclusión de un argumento puede ser la premisa del segundo
argumento.
Le forma corriente de presentación del sorites es la siguiente:

Argumento I:
Premisa (1): _______________________________________________
Premisa (2):_______________________________________________
Conclusión!:____________________________________________
Argumento II:
Premisa (1): (por lo general, conclusión del
Argumento (I)_____________________________________________
Premisa (2): _______________________________________________
Conclusión2: ______________________________________________

34
Ejemplo Problema Uno.

Considérese el siguiente sorites de la Política de Aristóteles:

Todo Estado es una comunidad de algún bien; pues la humanidad


siempre actúa con el fin de obtener aquello que considera bueno. Pero,
si todas las comunidades aspiran a algún bien, el Estado o comunidad
política, que es la más elevada de todas, y que abarca a todo el resto,
aspira al bien en medida mayor que cualquier otra, y al bien supremo.

Una cuidadosa lectura de este pasaje revela que Aristóteles está


hablando del Estado. En verdad, el pasaje parece ser una extensa
descripción o definición del Estado. Un examen de los pronombres y
puntuación revela lo siguiente; En la primera oración, un punto y coma
interrumpe la oración antes de la palabra clave "pues". La segunda
oración comienza repitiendo el mismo planteo de la primera, pero añade
algo más. Los añadidos incluyen dos proposiciones que comienzan
con pronombres relativos; estas proposiciones describen algunas de
las características del Estado. La segunda oración termina atribuyendo
una propiedad nueva al Estado, característica que no hallamos en la
primera oración.
Cuando buscamos claves para identificar premisas y conclusiones,
hallamos una importante en la palabra "pues". Sabemos que lo que
precede a "pues" es una conclusión, y que lo que le sigue es una premisa.
Por consiguiente, la proposición "Todo Estado es una comunidad de
algún tipo, y toda comunidad es establecida con miras a algún bien" es
una conclusión. Por añadidura, sabemos ahora que la proposición "La
humanidad siempre actúa con el fin de obtener aquello que considera
bueno" es una premisa.
Hay otro elemento que vale la pena advertir en la primera oración. En
vista de lo que dice, podemos añadirle una premisa faltante o implícita:
que una comunidad es el producto de la actividad humana. Llegamos
entonces al siguiente argumento:

Argumento I:

Premisa (1): La humanidad siempre actúa con el fin de obtener


aquello que considera bueno. (Aquí la clave es la
palabra "pues").
35
Premisa (2): Una comunidad es el producto de la actividad
humana (premisa implícita).

Conclusión: Toda comunidad es establecida con miras a algún


bien. (Aquí la clave está en que esta proposición
precede a la palabra "pues".)

Podemos retomar ahora la principal línea del pensamiento. Todavía


queda sin mencionar una parte de la primera oración: "Todo Estado
es una comunidad de algún tipo", puesto que esto también precede a
la palabra "pues" sabemos que depende de la premisa establecida por
ésta. Pero tenemos ya una conclusión indicada por lo que precede a
"pues", evidentemente, estamos ante otro argumento más que depende
de lo establecido por la palabra "pues".

Argumento II:

Premisa (1): Toda comunidad es establecida con miras a algún


bien (conclusión).
Premisa (2): Todo Estado es una comunidad de algún tipo.

Conclusión2: Todo Estado es establecido con miras a algún bien.

Podemos ahora completar el argumento añadiendo la información


nueva o adicional presente en el resto del pasaje:

Argumento III:

Premisa (1): Todo Estado es establecido con miras a algún bien


(conclusión2).
Premisa (2): El Estado es una comunidad política que es la más
elevada de todas las comunidades y que abarca a
todo el resto.

Conclusión3: El Estado aspira al bien en mayor medida que


cualquier otra comunidad, y al bien supremo.

36
Ejemplo Problema Dos.

El siguiente pasaje fue tomado de un famoso filósofo británico del


siglo XVIII, el obispo Berkeley, en su Tratado concerniente a los principios
del conocimiento humano:

Es por cierto opinión curiosamente difundida entre los hombres,


que viviendas, montañas, ríos y, en una palabra, todos los objetos
sensoriales, poseen una existencia, natural o real, distinta a la percibida
por el entendimiento. Pero, no importa con cuánta certidumbre
y aceptación puede ser sostenido este Principio en el mundo, sin
embargo quienquiera que halle motivos íntimos para cuestionarlo
puede, si no me equivoco, percibir que entraña una manifiesta
contradicción. Pues ¿qué son los mencionados objetos sino las cosas que
percibimos por los sentidos? ¿y qué percibimos además de nuestras
propias ideas o sensaciones? ¿y no es verdaderamente repugnante
que alguna de ellas, o cualquier combinación de ellas, exista sin ser
percibida?

La primera oración, "Es por cierto... entendimiento", simplemente


dice, en el lenguaje contemporáneo, que algunas personas alientan la
extraña creencia de que los objetos sensibles existen independientemente
de la percepción. Por ahora, no sabemos si esto es una premisa o una
conclusión.
La segunda oración, "Pero... entraña una manifiesta contradicción"
dice que la creencia mencionada en la primera oración es contradictoria
o falsa. En vez de las dos oraciones, podríamos sintetizar lo que Berkeley
dice en una sola: "La creencia de que viviendas, montañas, ríos...
todos los objetos sensibles posean una existencia distinta a la percibida
entraña una contradicción".
La tercera y última oración comienza con la palabra "pues".
Inmediatamente, sabemos que nuestra oración previamente
reconstruida es una conclusión, y que lo que sigue a la palabra "pues"
es una premisa o serie de premisas. La oración número tres también
posee una puntuación digna de nota: contiene tres preguntas retóricas,
es decir, preguntas que no requieren respuesta puesto que realmente
debe tomárselas como afirmaciones, con las cuales el autor espera que
el lector esté de acuerdo. La palabra "pues" incluye a las tres preguntas

37
retóricas (afirmaciones disimuladas), como se ve por el hecho de que
son parte de la misma oración, ya que ninguna de ellas comienza con
una mayúscula.
Estamos ya listos para plantear el argumento. Como hay tres
premisas, podríamos presentar el argumento como compuesto por tres
premisas y una conclusión. Sin embargo, en cuanto enumeramos las
dos primeras premisas queda sugerida la conclusión implícita. Por lo
tanto, tiene que haber al menos dos argumentos.

Argumento I:

Premisa (1): Viviendas, montañas, ríos, etc. son cosas que


percibimos por los sentidos. ("Los mencionados
objetos" hacen referencia a viviendas, montañas, ríos,
etc.).
Premisa (2): Todo aquello que percibimos son nuestras propias
ideas o sensaciones.

Conclusión,: Viviendas, montañas, ríos, etc., son nuestras propias


ideas o sensaciones (conclusión implícita).

Argumento II:

Premisa (1): Viviendas, montañas, ríos, etc., son nuestras propias


ideas o sensaciones (conclusión).
Premisa (2): Ninguna de nuestras ideas o sensaciones, o cualquier
combinación de ellas, puede existir sin ser percibida
("alguna de ellas" se refiere a ideas o sensaciones).

Conclusión2: La creencia de que viviendas, montañas, ríos, etc.


tengan existencia distinta a la que percibimos
entraña una contradicción.

38
Capítulo III
EL ANÁLISIS FORMAL DE LOS
ARGUMENTOS
Este capítulo persigue un doble fin: sintetizar esa parte de la lógica
tradicional aristotélica que resulta útil para analizar argumentos, e
indicar en qué sentido la lógica informal puede visualizarse como una
subdivisión altamente desarrollada de la lógica tradicional.

EL IDEAL DE LA LÓGICA

Desde la Grecia clásica, el ideal de la lógica ha sido estructurar


un argumento según las pautas de la geometría. El ideal matemático
servía a Platón como modelo para toda buena explicación: y ésta es
algo así como una prueba geométrica, en la cual se efectúa un proceso
de deducción a partir de principios dados de modo tal que si dichos
principios (que sirven de premisas) son válidos, permiten llegar,
entonces, a una conclusión válida. Por ejemplo:

Todos los triángulos son figuras cerradas de tres lados.


Ese objeto es un triángulo.

Por lo tanto, ese objeto es una figura cerrada de tres lados.

Hasta el mismo Aristóteles aceptaba este modelo de buena


explicación. Sin embargo, mientras que Platón creía que era por
medio de una suerte de intuición racional que llegábamos a conocer
la verdad de los principios iniciales o premisas originales de todo,
Aristóteles insistía en que se llegaba a ellos por abstracción, a partir de
la experiencia. Por ejemplo:

Todos los hombres son mortales.


Sócrates es un hombre.

Por lo tanto, Sócrates es mortal.


41
Para Aristóteles, se llega a la verdad de la premisa básica, "Todos
los hombres son mortales", a partir de la experiencia. El proceso que va
de las experiencias o hechos individuales como "Sófocles es mortal" y
"Creón es mortal" hasta llegar a la verdad general de que "Todos los
hombres son mortales" se denomina inducción, en tanto que el proceso
que lleva de la verdad general de que "Todos los hombres son mortales"
hasta "Sócrates es mortal" se denomina deducción.
El ideal de la lógica ha sido siempre el de una argumentación
deductiva que se inicia con alguna verdad general de tipo de "Todas las x
son y". A partir de ahí, la mente occidental ha construido y reconstruido
todos los argumentos como deductivos, que parten de alguna supuesta
verdad general, o incluso una normal general. Por ejemplo:

Nunca hay que negociar con los chantajistas.


Los terroristas son chantajistas.

Por lo tanto, nunca hay que negociar con los terroristas.

Dejando de lado las cuestiones de forma, los aspectos debatibles


estriban en determinar si (a) hemos identificado la generalización
correcta (si se trata de una definición, hecho, norma general o lo que
fuere), y (b) el caso que estamos enfocando en este momento constituye
un ejemplo de dicha generalización. En tanto que la lógica formal
atiende a disputas sobre (a) y (b). Antes de poder sumergirnos en la
lógica informal, sin embargo, debemos tomar en cuenta los elementos
estructurales. Una vez que conocemos la forma correcta (reglas de
validez), podemos siempre reconstruir un argumento, nuestro o ajeno,
con el fin de convalidarlo. En el proceso de reconstrucción, articulamos
las premisas anteriormente no expresas, necesarias para hacer que un
argumento sea formalmente válido. A la vez, por ese medio aislamos
las premisas que podrían resultar polémicas y sirven como materia de
la lógica informal. Es importante saber cuáles de nuestras premisas
resultan polémicas, de modo de poder reforzar su apoyo o aclararlas,
disimularlas en la esperanza de eludir los ataques, o, tal vez, tomar
conciencia de que son indefendibles y, en consecuencia, dejarlas de lado.
Es importante saber, también, cuáles son las premisas más dudosas en
la posición de nuestro adversario, de modo de poder centrar nuestro
contraataque en el punto más vulnerable.

42
SILOGISMOS

Tanto en este capítulo como a través de toda esta obra hemos aplicado
implícitamente la práctica de aplicar, por lo general, argumentos
consistentes en dos premisas. Dichos argumentos se conocen como
silogismos. La razón por la cual se los emplea tan a menudo va más
allá de la conveniencia y de la tradición. Todos los argumentos pueden
reconstruirse como silogismos, o sea, integrados por dos premisas y
una conclusión. Por añadidura, los argumentos reconstruidos de esa
manera son más fáciles de seguir. Y lo más importante de todo, como
veremos, es que en la lógica informal puede verse un útil ejercicio
en razonamiento silogístico que incluye algunas muy cuestionables
premisas suprimidas.
Aunque hay varias clases diferentes de silogismos, nos concentra­
remos aquí en los llamados silogismos categóricos. Un silogismo
categórico es aquél en el que todas las aseveraciones, tanto premisas
como conclusión, son categóricas. Una aseveración es categórica si
adopta la forma de sujetopredicado; o sea que se trata de una afirmación
con cuatro partes distintivas; cuantificador, sujeto, cópula y predicado.
Las cuatro afirmaciones siguientes son categóricas:

Cuantificador Sujeto Cópula Predicado Código


1. Todas Jas X son Y A
2. Ninguna X es Y E
3. Algunas X son Y I
4. Algunas X no son Y O

He utilizado siempre el mismo tema central para allangar el camino.


No nos interesa aquí lo verdadero o falso de estas aseveraciones, sino
tan sólo su forma.
Las aseveraciones categóricas pueden también clasificarse en
afirmativas o negativas. Las aseveraciones número uno y tres del cuadro
son afirmativas por cuanto afirman algo (el predicado) en relación con el
sujeto. Las aseveraciones número dos y cuatro son negativas por cuanto
niegan algo (el predicado) respecto del sujeto. Cuando decimos que
las aseveraciones son afirmativas o negativas, estamos hablando de la
cualidad de lo aseverado.
Además de una cualidad, hay también una cantidad en las

43
aseveraciones. Esa cantidad está dada por la relación entre el cuantificador
y él término sujeto. Hay tres tipos de cantidad: universal, particular
y singular. Una afirmación tiene carácter universal cuando el término
sujeto hace referencia a la clase entera de objetos que denomina. Así,
en nuestro cuadro las afirmaciones uno y dos son universales puesto
que ambas hacen referencia a las X como clase total. Una afirmación es
particular cuando el término sujeto no hace referencia a la clase total de
objetos que menciona sino, más bien, sólo a alguna parte de esa clase.
Así, las afirmaciones tres y cuatro son particulares pues ambas hacen
referencia a una parte de la clase de las X
Una aseveración es singular cuando el término sujeto es un nombre
propio referido a un único individuo. Nuestro cuadro no incluye
ejemplos de afirmaciones singulares. Un ejemplo sería el siguiente:
"Aristóteles era un gran lógico". Otro ejemplo es "Bob Dylan no es
un lógico". Por convención, todas las afirmaciones singulares son
enfocadas como declaraciones universales partiendo de la base de que
hacen referencia a la totalidad del sujeto (todo Aristóteles, todo Bob
Dylan). Por añadidura, el ejemplo acerca de Aristóteles es afirmativo
y el de Bob Dylan es negativo. Aplicando el código de nuestro cuadro,
vemos que la afirmación acerca de Aristóteles es del tipo A, "Todas las
X son Y", mientras que la aseveración sobre Bob Dylan es del tipo E,
"Ninguna X es Y".
Utilizando nuevamente las letras A, E, I, O del código, podemos
resumir nuestra discusión, hasta aquí, del siguiente modo:

A: Afirmativa universal I : Afirmativa particular


E: Negativa universal O: Negativa particular

El concepto de cantidad hace referencia primordial a la relación


entre término sujeto y cuantificador. La cantidad se superpone a otro
concepto, el de distribución, que hace referencia tanto al término
predicado como la término sujeto. Un término (sea sujeto o predicado)
es distribuido so hace referencia a toda la clase que nomina; no es
distribuido si no hace referencia a toda la clase que menciona, sino
solamente a una parte de ella. Como es evidente a partir de nuestro
análisis de la cantidad, el sujeto de una declaración A (todas las X)
y el sujeto de una declaración E (ninguna X) están, en ambos casos,
distribuidos. Por el contrario, el sujeto de una declaración I (algunas X)

44
y el de una declaración O (algunas X) no están distribuidos. Pasemos
ahora a examinar los predicados.
El predicado de una afirmación A ("Todas las X son Y") no está
distribuido, puesto que no nos estamos refiriendo a todas las Y. El
predicado de una declaración E ("Ninguna X es Y") está distribuido,
pues estamos diciendo que en toda la clase entera de Y no encontraremos
a ninguna X. El predicado de una aseveración I ("Algunas X son Y") no
está distribuido, porque tampoco aquí nos estamos refiriendo a todas
las Y. El predicado de una declaración O ('Algunas X no son Y") está
distribuido, puesto que sólo podemos decir que algunas X han quedado
excluidas de la clase de las Y si las hemos excluido de la clase entera
de estas últimas. El análisis de la distribución cobra ahora el siguiente
aspecto:

Aseveración Sujeto Predicado


A distribuido no distribuido
E distribuido distribuido
I no distribuido no distribuido
O no distribuido distribuido

Hay otra serie de relaciones entre las aseveraciones que también debe
ser tomada en cuenta. Entre dos declaraciones existe una contradicción si
no pueden ser ciertas ambas o si no pueden ser falsas ambas a la vez. A y
O son contradictorias: Si "Todas las X son Y" es cierta, entonces "Algunas
X no son Y" debe ser falsa, y viceversa. Dícese que dos aseveraciones
son contrarias si es posible que ambas sean falsas pero no es posible que
ambas sean ciertas al mismo tiempo. A y E son contrarias puesto que
es posible que tanto "Todas las X son Y" como "Ninguna X es Y" sean
falsas si se da el caso de que sólo algunas X son Y. A la vez, si "Todas
las x son X" es una afirmación cierta, entonces no puede ser cierto que
"Ninguna X es Y".
Podríamos poner en figurillas a un adversario atacando el
argumento contrario, más que el contradictorio. Consideremos el
siguiente ejemplo: Usted desea argumentar que "Todos los comunistas
son malos", afirmación del tipo A, y su adversario quiere argumentar
que "Algunos comunistas no son malos", declaración del tipo O. Al
atacarlo, usted simula que la posición del otro es E en vez de O, y ataca
con facilidad la propuesta E, "Ningún comunista es malo". Si bien no

45
pueden estar ambos en lo cierto —o sea que uno de los dos tiene que
estar equivocado—> el ataque a E posibilita que ambos se equivoquen.
Esta es una válvula de escape en caso de verse usted acorralado.
El cuadrilátero tradicional de la oposición nos lleva a las siguientes
relaciones:

-------------- contrarios--------------- g

AVct°^ ^
c°nt ^ oS
ra

o
Ahora que hemos examinado y definido las propiedades de las
declaraciones categóricas, es hora de volver nuestra atención hacia
los silogismos categóricos. Cada aseveración posee dos términos, un
sujeto y un predicado. Puesto que un silogismo tiene dos premisas y
una conclusión (un total de tres aseveraciones), hay un total final de
seis términos. Sin embargo, en un silogismo cada uno de esos términos
aparece dos veces. Así, un silogismo categórico posee tres términos,
cada uno de los cuales aparece dos veces. Por ejemplo:

Todas las sardinas son peces.


Todos los peces están en el agua

Por lo tanto, todas las sardinas están en el agua.

Como vemos, "pez" aparece dos veces, "sardinas" aparece dos veces,
y "están en el agua" también dos veces.
A continuación, cabe distinguir entre término mayor, menor y medio.
El término mayor es el que aparece como predicado de la conclusión;
en nuestro ejemplo: "están en el agua". La premisa en que aparece la
otra mención del término mayor se denomina premisa mayor, que
en nuestro ejemplo es "Todos los peces están en el agua". El término
menor es el que aparece como sujeto de la conclusión: en nuestro ejemplo,
"sardinas". La premisa en la que aparece la otra mención del término
menor se denomina premisa menor, que es, en nuestro ejemplo, "Todas
las sardinas son peces". En consecuencia, todo silogismo categórico
incluye una premisa mayor, una premisa menor, y una conclusión. El

46
término medio es el que aparece en ambas premisas; en nuestro ejemplo,
es "peces".

REGLAS DE LOS SILOGISMOS VÁLIDOS

Ahora ya estamos preparados para verificar los silogismos:


distinguiremos entre los silogismos válidos y los no válidos. En un
silogismo categórico válido, si ambas premisas son ciertas, entonces la
conclusión ha de ser cierta. Los lógicos han podido desarrollar unas
pocas reglas, como la que dice que todo silogismo que viola estas
reglas queda invalidado, y todo silogismo que no viola las reglas es
automáticamente válido. Debemos, entonces, hablar de las reglas que
invalidan un silogismo.
En primer lugar, veamos un ejemplo de silogismo válido que nos
da, en esencia, el formato básico de todos los argumentos silogísticos
válidos:

Todas las sardinas son peces.


Todos los peces pertenecen al reino animal.

Todas las sardinas pertenecen al reino animal.

Otra versión es la misma forma esencial es la siguiente:

Todos los hombres son mortales.


Sócrates es un hombre.

Sócrates es mortal.

Y una versión final:

A todos los niños les gustan los caramelos.


Algunos miembros de mi familia son niños.

A algunos miembros de mi familia les gustan los caramelos.

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Existen tres reglas, la violación de una de las cuales automáticamente
hace que el silogismo categórico quede invalidado.

Primera regla: El término medio debe ser distribuido por lo menos


una vez. Esta es la única regla violada con frecuencia y en forma grave
en el razonamiento cotidiano. Por ejemplo:

Todos los comunistas están en favor de la reforma.


Todos los liberales están en favor de la reforma.

Todos los liberales son comunistas.

En este argumento, el término medio es "en favor de la reforma'".


Ambas premisas, en las que se da el término medio, son aseveraciones
del tipo A, y el término medio es el predicado en ambas. Sabemos, a
partir de nuestro cuadro anterior sobre distribución, que el predicado
de una afirmación A nunca está distribuido. Por consiguiente, el término
medio no está distribuido por lo menos una vez, y el argumento queda
invalidado. La falacia de culpa por asociación es una de las formas que
asume este tipo de argumento invalidado.

Segunda regla: Un término distribuido en la conclusión debe estar


distribuido en una de las premisas. Por ejemplo:

Todos los radicales están en favor de la reforma.


Ningún conservador es radical.

Ningún conservador está en favor de la reforma.

En este planteo, tenemos una aseveración del tipo E para la conclusión,


"Ningún conservador está en favor de la reforma". Así, tanto sujeto
como predicado están distribuidos. Sin embargo, en la premisa mayor,
"Todos los radicales están en favor de la reforma", aseveración del tipo
A, el predicado "en favor de la reforma" no puede ser distribuido: por lo
tanto, hay un término "en favor de la reforma" que está distribuido en
la conclusión pero no en una de las premisas, por lo cual el argumento
queda invalidado.
Conocer esta premisa es especialmente importante cuando el

48
adversario emplea un argumento con una premisa suprimida.
Supongamos que su adversario utiliza el siguiente argumento: "Puesto
que ningún conservador es radical, los primeros no pueden estar en
favor de la reforma". La respuesta suya tendrá dos partes. En primer
lugar, usted reconstruye el argumento de su contendiente con el fin
de tornarlo válido; provea la premisa faltante que lo validaría ("Todos
los que están en favor de la reforma son radicales"), y pregúntele si
es esto lo que él quiere decir. Si dice que sí, entonces evidentemente
está haciendo una declaración falsa, y quedará descolocado frente al
público. Presumiblemente, todo el mundo sabe que los radicales no
son los únicos que están en favor de la reforma. En segundo lugar,
reconstruya el argumento de su adversario para dejarlo invalidado,
y provea la premisa ausente que lo invalidaría ("Todos los radicales
están en favor de la reforma"), para dejar entonces en evidencia que el
argumento no es válido, y que su contendiente es un ignorante en el
terreno de la lógica.

Tercera regla: El número de premisas negativas debe ser el mismo


que el número de conclusiones negativas. Esta regla suena extraña: sin
embargo, considérense las posibilidades. Como hay una conclusión
(a), si la conclusión es negativa, entonces tiene que haber una premisa
negativa, y sólo una. En tanto hay dos premisas negativas, el argumento
queda automáticamente invalidado, (b) Si la conclusión es afirmativa,
no puede haber premisas negativas. Si hay una premisa negativa, tiene
que haber una conclusión negativa.
Por ejemplo, supóngase que su contendiente argumenta que "El País
X no es capitalista, por lo tanto el País X respeta al trabajado". No hay
forma posible de convalidar este argumento.

Todo (o Ningún) país que respeta al trabajador es un país


capitalista.
El País X no es un país capitalista.

.’. El País X es un país que respeta al trabajador.

De una u otra forma, el argumento queda invalidado. La única


manera de llegar a la conclusión afirmativa deseada es presentar el
argumento afirmativo:

49
Todos los países anticapitalistas respetan al trabajador.
El País X es un país anticapitalista.

El País X es un país que respeta al trabajador.

Sin embargo, al tornar válido el argumento, dejamos expuesto su


Talón de Aquiles o aspecto más cuestionable. ¿Por qué habríamos de
aceptar la aseveración de que "Todos los países anticapitalistas respetan
al trabajador"? La aseveración no sólo no resulta intuitivamente obvia,
sino que es decididamente falsa. Una vez más, conocer las reglas nos
permite dejar en evidencia las implícitas generalizaciones en que cae el
adversario al exponer su argumento.
El basamento de estas tres reglas puede aprehenderse de manera
más intuitiva. La primera regla sobre el medio no distribuido nos dice
que las cosas que son iguales en un sentido pueden no serlo en otro
o todos los demás sentidos. La segunda regla sobre distribución nos
dice que la validez de la conclusión no puede ir más allá de la validez
de las premisas. La conclusión no puede ser más general (tener mayor
distribución) o exceder lo que está implícito en las premisas. La tercera
regla nos demuestra que no podemos llegar a una conclusión positiva a
partir de premisas puramente negativas. Demostrar que algo carece de
una cualidad no demuestra de por sí que posea otra. Para llegar a una
conclusión positiva o afirmativa debemos introducir, a determinada
altura, una o más premisas afirmativas. Sin embargo, puede llegarse
a conclusiones negativas mediante una combinación de información
tanto positiva como negativa. Incluso una conclusión negativa requiere
algún respaldo positiva.
Advertimos a los lectores que están estudiando en profundidad la
la lógica silogística, que estas reglas no abarcan los casos que entrañan
la denominada falacia existencial.

SOLIDEZ Y LÓGICA INFORMAL

Hemos definido como válido a un argumento que no viola las reglas,


de modo que si sus premisas son ciertas, entonces su conclusión ha de
ser también cierta. Sin embargo, ello no significa que una argumento

50
válido automáticamente posea premisas ciertas. Los argumentos pueden
ser válidos y, aun así, partir de falsas premisas.
No obstante, cuando un argumento es válido (o sea que no viola
las reglas) y se sabe que sus premisas son ciertas, decimos que es un
argumento sólido.
Tengo la certeza de que rara vez chocamos con argumentos que
no sean válidos en la vida cotidiana; por otra parte, sin embargo,
damos con increíble cantidad de argumentos carentes de solidez. Por
eso, precisamente, es tan útil saber de silogismos. Al reconstruir los
argumentos del contendiente para tornarlos válidos, y, por ende, sacar
a relucir la premisa implícita (por lo general, la mayor), puede ponerse
el dedo en la llaga al descubrir alguna generalización lo suficientemente
endeble como para ser atacada. Esto lo hemos visto en el caso de la
segunda y tercera regla expuestas. Cuando usted ataca una premisa
diciendo que es falsa, está acusando a su contendiente de exponer un
argumento poco sólido.
Por añadidura, la mayor parte de las tradicionales falacias de la lógica
informal, por no decir todas ellas, pueden visualizarse como argumentos
válidos pero con una premisa mayor inaceptable y, por ende, como
argumentos faltos de solidez. Por ejemplo, la falacia de composición estriba
en creer que lo que es cierto de todas las partes es cierto del todo:

Todo lo que es cierto de las partes es cierto respecto del todo.


Todas las partes de una locomotora son livianas.

Por lo tanto, (toda) la locomotora es liviana.

Puesto que este argumento es válido pero la conclusión es falsa (o


inaceptable), una de las premisas ha de ser falsa (o inaceptable).
El uso falaz del ad populum apela a la premisa mayor según la cual lo
que a la mayoría de la gente le gusta, es bueno. Examinemos el siguiente
argumento:

Todo libro que le guste a la mayoría de la gente es una gran


obra literaria.
A la mayoría de la gente le gusta Love Story.

Por lo tanto, Love Story es una gran obra literaria.

51
La segunda premisa es cierta si uno se basa en las listas de best
sellers. Pero la conclusión es considerada falsa por muchos especialistas
en literatura. A la vez, el argumento es lógicamente válido. La única
manera de invalidar la conclusión está en argumentar que la premisa
mayor ("Todo libro que le guste a la mayoría de la gente es una gran obra
literaria") es falsa y, por lo tanto, que el argumento carece de solidez.
El ad baculum, o apelación a la fuerza, puede también ser visualizado
como ejemplo de argumento poco sólido. Analicemos el siguiente
argumento:

Siempre que te amenazo es momento de hacer lo que to digo.


En este momento te amenazo con subirte los impuestos si no
votas por Smith.

En este momento debes hacer lo que te digo (votar por Smith).

El argumento es válido pero carente de solidez, si rechazamos la


premisa de que debes hacer lo que te digo en el momento en que te
amenazo.
Dejemos al lector la tarea de elaborar ejemplos de otras conocidas
falacias. Conocer de lógica silogística ayuda, así, a analizar los puntos
flojos en los argumentos del adversario.
Capítulo IV
LA PRESENTACIÓN DEL
ARGUMENTO
Cuando usted enuncia un argumento ante terceros, debe tomar
en cuenta varios aspectos generales referentes a su presentación. En
primer término, ha de tener muy clara idea de cuál es ese argumento,
tesis o punto de vista que quiere defender. En segundo lugar, debe
tomar conciencia de la relación existente entre su postura respecto
de este planteo o tesis, y la que adopta sobre otros temas. Por razones
obvias, no querrá plantear sus argumentos de manera tal que, en
algún momento futuro, contradigan o entren en conflicto con otros
argumentos suyos referidos a otro tema. En tercer lugar, conviene
que tenga una idea bastante precisa del tipo de público ante el cual
usted formula su planteo. ¿Se trata de personas que ya de antemano
comparten sus opiniones, se manifiestan irresolutos sobre la materia,
o pueden mostrarse muy poco receptivos, o decididamente hostiles?
Sin duda, puede darse en ese público cualquier combinación de estas
posibilidades. Además, públicos diferentes exigen enfoques también
diferentes. En cuarto lugar, debe usted tener perfecta comprensión del
medio por el cual ha de transmitir sus ideas. ¿Hablará directamente al
público, o escribirá un artículo para un periódico, revista o publicación
visual durará breves instantes; una propaganda audiovisual de treinta
segundos de duración; una hoja mimeografíada que será leída en un
minuto, y dejada a un lado luego; un cartel que será levantado en alto
por las calles... ? Finalmente, debe siempre recordar, como primero y
principal elemento, el objetivo que persigue al enunciar su argumento.
Si es usted un profesor muy racional que procura presentar argumentos
totalmente objetivos, actuará de una manera (por ejemplo, incluso,
tomando en cuenta las posibles fallas de su planteo); y de muy otra si
lo que pretende es convencer a la gente de que compre determinado
producto (en cuyo caso insistirá en que éste es absolutamente perfecto).
Vale la pena demorarnos un poco más en este último aspecto de la
cuestión. Si usted sabe qué desea alcanzar (su objetivo), conoce el tipo
de gente con quien deberá tratar para ese fin (su público), y el órgano

55
a su disposición o la manera de intentarlo (el medio de comunicación),
estará entonces mejor preparado para lograrlo. Sin duda, hay todo
tipo de ideas inteligentes o brillantes que puede ensayar, pero tampoco
cabe duda de que muchas de ellas no vienen para nada al caso, con
lo cual pueden desviar la atención de su objetivo central o, incluso,
resultar contraproducentes. Si usted recuerda que lo importante es
ganar aprobación para su postura, entonces es menos probable que se
diversifique en varias direcciones. De manera análoga, no hay razón
para lanzar un relumbrante aunque desastroso ataque de caballería
(por más que se hayan inmortalizado en el corazón de los poetas),
cuando el simple fuego concentrado de artillería podrá lograr el fin
perseguido.
En el siguiente análisis del tema, presupondremos que hay público
presente, en cuyo caso se hará una presentación oral de los argumentos,
o que se llega a ese público por los medios periodísticos. Cuando se trate
de un público más especializado, apuntaremos las técnicas especiales
requeridas. Caso contrario, se dará por sentado que el público escucha
su discurso o lo lee.
Al plantear usted su argumento, dividirá la presentación en tres
etapas básicas: procurará ganarse el beneplácito de sus oyentes o lectores;
presentará los datos necesarios, o hechos que se interpreten como tales,
para apoyar sus argumentaciones; y formulará una conclusión certera.
Las tres primeras partes de este capítulo considerarán cada uno de esos
pasos detalladamente; en la cuarta se expondrán algunas técnicas no
verbales que son útiles para la presentación del argumento.
Parte de la razón por la cual resulta tan complejo defender un
argumento estriba en que los públicos no son monolíticos: por lo tanto,
hay que tratar de ganar la aprobación de personas cuyos intereses no
son uniformes. Hay por lo menos seis tipos diferentes de públicos,
considerados desde el punto de vista de sus intereses:

1. El público puede estar formado por personas que coinciden con el


objetivo o fin último al que usted desea llegar.
2. El público puede estar constituido por gente que coincide tanto
con su objetivo o fin último como con los medios que usted sugiere
para llegara él.
3. Puede tratarse de un público que coincide con su objetivo pero
sólo como medio para lograr algún otro fin que no es compartido por

56
usted. Lo que para usted es un fin, entonces, puede ser un medio para
los demás.
4. Tal vez el público coincida con sus medios pero procure la
consecución de otros fines. En otras palabras, lo que ustedes tienen en
común con los medios pero no los fines.
5. Hay, por supuesto, combinaciones posibles en que parte del
público coincide con los fines y parte sólo con su objetivo como medio
de alcanzar otros fines distintos. Se trata de una combinación de (1) y (2).
6. Puede tratarse de un público complejo para el que los fines que
usted persigue son sólo medios, aunque el fin que ellos persiguen sea
también aceptable para usted. Se trata de una combinación de (3) y (4).
En este caso, deberá usted argumentar en favor de algo considerado, a
la vez, tanto medio como fin último.

CÓMO GANARSE EL BENEPLÁCITO DEL PÚBLICO

Es pueril creer que uno puede emprender la argumentación en


favor de un tema limitándose a la simple formulación de datos.
Ningún debate, y ciertamente ninguna argumentación, puede darse
en un vacío. Todo el mundo, incluido el orador y el público, cuenta
con un marco de referencia en función del cual se expresa, y al cual
implícita o explícitamente apela. Es esencial tener en mente ese marco
de referencia al enunciar un argumento. Si desea preparar al público
para la formulación de su punto de vista y ganar su beneplácito, deberá
apelar al marco de referencia común que comparte con dicho público.

Apelando a la compasión

Apelar a la compasión significa apelar a las emociones de su público,


emociones que usted espera se orienten favorablemente hacia su causa.
Pero la manera más eficaz de apelar a la compasión no entraña el empleo
de un lenguaje altamente emotivo e inflamado; por el contrario, se
basa en la mera presentación de hechos simples e incontrovertibles. Es
importante no exagerar en esta apelación a las emociones, de modo de no
hacer que algunos miembros del público se pongan innecesariamente
en contra; algo que se da, sobre todo, cuando usted no conoce bien a su

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público, o cuando éste todavía no tiene una postura definida sobre el
tema a plantear.
Los casos más frecuentes en que se apela a la compasión se dan en le
curso de los juicios, donde el abogado intenta hacer un alegato que gane
favor para su cliente. Un ejemplo extremo es el de un joven incriminado
por incendiar la casa de sus padres mientras éstos dormían, y acusado,
por ende, de homicidio. ¡Su defensor pide compasión partiendo del
argumento de que el muchacho es ahora huérfano!
Sócrates hizo el más célebre alegato—tan sagaz como irónico, en
cierto modo—apelando a la compasión del jurado que lo juzgaba
por las acusaciones de impiedad y de corrupción de los jóvenes de
Atenas. El famoso juicio es descripto en el diálogo de Platón titulado
Apología:

Tal vez haya quien se sienta ofendido por mí cuando recuerde cómo él
mismo, en ocasión similar o aun menos grave, rogó y suplicó a los jueces
con abundantes lágrimas en los ojos, y presentó a sus hijos en el juzgado,
en conmovedor espectáculo, junto con un sinnúmero de parientes
y amigos; mientras que yo, probablemente en peligro de muerte,
no hago nada de esto. En su mente puede planteársele el contraste,
predisponerse en contra de mí, y votar lleno de cólera porque así inspiro
su animadversión. Pues bien; si hay entre vosotros alguien así—fíjense
que no digo que necesariamente lo haya—, a él puedo replicarle con
ecuanimidad; Mi amigo, yo soy un hombre, y como todos los hombres,
un ser de carne y hueso y no "de madera o piedra", como dice Homero; y
tengo una familia, sí, e hijos, oh, atenienses, tres en número; uno que es
casi un hombre, y otros dos todavía niños; y sin embargo, no traeré aquí
a ninguno de ellos con el fin de peticionar vuestra absolución. ¿Y por
qué no? No por arrogancia o falta de respeto hacia ustedes... Sino que,
teniendo consideración por la opinión pública, siento que semejante
conducta me desacreditaría a mí, y a vosotros, y a todo el Estado... Y
digo que no deben hacer estas cosas aquéllos que, de entre nosotros,
poseemos una reputación; y si se hacen, no debéis permitirlas; sino más
bien demostrar que estáis mucho más dispuestos a condenar al hombre
que monta una escena dolorosa y pone en ridículo a toda la ciudad, que
al que mantiene la calma.

Otro conocido ejemplo de apelación a la piedad se encuentra en el

58
discursos pronunciado por Marco Antonio en Julio César, la obra de
Shakespeare (Acto III, Escena II):

¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar


a César, no a ensalzarle! ¡El mal que hacen los hombres les sobrevive!
¡El bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos! ¡Sea así con
César! El noble Bruto so ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era
la suya una falta, y gravemente lo ha pagado. Con la venia de Bruto y
los demás—pues Bruto es un hombre honrado, como son todos ellos,
hombres todos honrados—vengo a hablar en el funeral de César. Era mi
amigo, para mí leal y sincero; pero Bruto dice que era ambicioso, y Bruto
es un hombre honrado. Infinitos cautivos trajo a Roma, cuyos rescates
llenaron el tesoro público. ¿Parecía esto ambición en César? Siempre
que los pobres dejaban oír su voz lastimera, César lloraba. ¡La ambición
debería ser de una substancia más dura! No obstante, Bruto dice que
era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Todos visteis que en
las Lupercales le presenté tres veces una corona real, y la rechazó tres
veces. ¿Era esto ambición? No obstante, Bruto dice que era ambicioso,
y, ciertamente, es un hombre honrado. ¡No hablo para desaprobar lo
que Bruto habló! ¡Pero estoy aquí para decir lo que sé! Todos le amasteis
alguna vez y no sin causa. ¿Qué razón, entonces, os detiene ahora
para no llevarle luto? ¡Oh raciocinio! ¡Has ido a buscar asilo en los
irracionales, pues los hombres han perdido la razón! ¡Toleradme! ¡Mi
corazón está ahí, en ese féretro, con César, y he de detenerme hasta que
torne a mí!... (*)

En una vena más contemporánea, hay muchos ejemplos de la


presentación de un argumento que se inicia apelando a la compasión.
Al formular un alegato contra la drogadicción o en favor de una política
dirigida a combatirla, podríamos empezar describiendo la existencia de
un muchacho de doce años que se convirtió en adicto a la heroína. Si
lo que defendemos es el pacifismo, podremos describir los horrores de
la guerra en la secuela de la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima.
Quienes estaban en contra de la Guerra de Vietnam recurrían a la lectura
de bajas como instrumento eficaz para apelar a la conmiseración de la

(*) Versión castellana de Luis Astrana Marín, Colección Austral, Espasa-


Calpe Argentina, S.A. (n. de la t.)

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gente. Por el contrario, quienes favorecen una política y preparación
militar fuerte podrían iniciar su alegato con una descripción del
bombardeo de Pearl Harbor o del campo de concentración de Ausch
witz, señalando cómo ellos fueron en parte resultado del aislacionismo
político.

Apelando a la autoridad

Apelar a la autoridad significa informar al público que personas muy


destacadas están en favor de la postura que usted defiende. Se apela
a la autoridad, así como a la compasión, en un intento por establecer
un marco de referencia para lo que resta de la argumentación. No hay
intrínsecamente nada de malo en así hacerlo; se trata, más bien, de algo
elemental en cualquier argumentación. Nadie puede saberlo todo, ni
estar en todas partes al mismo tiempo. Todos nos vemos obligados a
dar por sentado que otras personas pueden ser expertas en su propio
campo, y que, por consiguiente, pueden ser una fuente confiable de
información. Si quienes inician una discusión, argumentación o
debate no se pueden poner de acuerdo sobre las autoridades existentes
en la materia, entonces muy inciertas serán las perspectivas de una
resolución satisfactoria. Por añadidura, si usted puede apelar a las
autoridades pertinentes, también garantizará que se lo escuche con
mayor beneplácito.
Hay por lo menos ocho requisitos que deben recordarse al citar
a una autoridad. En primer lugar, debe usted estar seguro de que la
autoridad que cita no sea considerada mendaz por los integrantes de
su público. Un hombre convicto por perjurio mal puede ser un testigo
digno de credibilidad. Tampoco merece fe, a ojos del público, un líder
político que alguna vez llevó al pueblo por la senda equivocada. Adlai
Stevenson sufrió esa suerte en las Naciones Unidas porque, en un
momento crítico, negó que Estados Unidos hubiera apoyado la invasión
a Cuba durante el episodio en Bahía de Cochinos.
En segundo lugar, usted debe citar a autoridades que a ojos del
público sean imparciales, o sea que no tengan intereses creados en
el tema en discusión. La razón debiera ser obvia. Alguien que tenga
intereses creados en la materia se puede sentir tentado, consciente
o inconscientemente, a interpretar los hechos en su propio favor.

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Naturalmente, esto va en desmedro de su credibilidad. En ciertos
campos técnicos, es casi imposible interpretar erróneamente los datos.
Por ejemplo, en el caso del análisis grafológico, balístico o químico,
es difícil pensar que las autoridades sean parciales. De todos modos,
siempre es posible dar con autoridades imparciales si usted está
convencido de que los hechos hablan en su favor.
Por otra parte, hay ciertas esferas en las que es casi imposible dar con
una autoridad totalmente imparcial. Consideremos, específicamente, el
terreno de la política. Dejando momentáneamente de lado la cuestión de
determinar incluso si existe eso llamado autoridad en temas políticos,
se plantea el permanente problema de tener que separar el análisis
imparcial de una situación política, de los intereses, deseos, necesidades
o expectativas de la persona que efectúa dicho análisis. En un área tal, lo
más cercano a una autoridad sería alguien con un distinguido historial
de pronósticos ya realizados, aun cuando dichos pronósticos fuesen
contrarios a los intereses conocidos de quien los efectuó.
Damos a continuación ejemplos de individuos cuyos posibles
intereses podrían descalificarlos como autoridades dignas de ser
invocadas. Un corredor de Bolsa cuyas ganancias provienen del
volumen de acciones vendidas no puede considerarse una autoridad
imparcial en materia de predicciones del mercado. Esa visión sólo
podría ser contrarrestada si dicho operador pudiera sustentar el hecho
de que ha efectuado pronósticos válidos en el pasado, y aconsejado a
la gente contra la posibilidad de invertir en determinado momento:
estará, así, dando pruebas de su integridad. Al analizar fondos para
el presupuesto miliar, debe recordarse que los altos mandos poseen
intereses creados que los llevaran a buscar la máxima asignación
posible. A la vez, los académicos e investigadores que tradicionalmente
protestan en contra del mayor gasto militar tienen mucho que ganar con
su recorte, pues habría más fondos disponibles para la educación y la
investigación. De ahí que también ellos podrían tener intereses creados
en esa controversia.
En tercer lugar, el público debe estar convencido de que la autoridad
citada está indiscutiblemente versada en el campo en que dice tener
experiencia. Alguien que no se muestre cuidadoso con los detalles
pronto dejará de ser considerado una autoridad en la materia. Por
añadidura, un experto que dependa de la ayuda de un numeroso
equipo debe estar seguro de su diligencia. Un funcionario que tiene a

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sus órdenes un extenso cuerpo de burócratas fácilmente puede verse
tentado a aceptar un informe y presentarlo al público sin someterlo
a cuidadoso escrutinio. La mayoría de nosotros hemos advertido el
minucioso trabajo de verificación que se toman algunos científicos
antes de anunciar un descubrimiento, o la medida en que circunscriben
el alcance de sus investigaciones. Por lo general, son los periodistas en
busca de primicias quienes se anticipan a dar la noticia.
En cuarto lugar, cuando se invoca el nombre de una autoridad en
determinado tema, mejor es estar seguros de que dicha autoridad sea
bien conocida. No resulta eficaz citar a autoridades que no sean tenidas
por tales en sus respectivos campos, o que sean desconocidas para el
público. Por ejemplo, al hablar de la crianza de los niños, causará más
efecto referirse a los doctores Gesell o Spock que al doctor Juan Pérez.
"Conocido", en este caso, siempre será algo a determinar en referencia a
un público específico. Aunque determinada persona sea en general muy
conocida, podrá no serlo en cierta esfera o ante un público especifico. A
la inversa, cuando nos dirigimos a un público específico. A la inversa,
cuando nos dirigimos a un público específico, tal vez sea mejor citar al
experto local que al de fama internacional.
En quinto lugar, la autoridad citada debe ser un experto en el campo
específico que se trate. El doctor Spock puede ser un muy conocido
experto en puericultura, pero ¿puede honestamente decirse que lo sea
en el ámbito de las relaciones internacionales, en particular, y la política
en general? Al hablar de física, parecería natural esgrimir el nombre
de determinados físicos como autoridades en la materia; al analizar las
posibilidades de recurrir al mar para cultivar alimentos, las autoridades
pertinentes serán los biólogos marinos; y así sucesivamente. Invocar la
autoridad del experto en un campo como especialista en otro, quizá
totalmente inconexo, nos vuelve vulnerables a todo tipo de perniciosos
ataques, por ejemplo, en cierta ocasión alguien sostuvo haber inventado
un filtro realmente eficaz para el cigarrillo y se propuso promocionarlo
con el patrocinio de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
Columbia puede en general poseer una notable reputación como centro
de estudios, pero esto no implica que todo lo que con ella se asocie sea
de primer orden. Aunado a la falta de conciencia de algunas autoridades
de la Universidad, semejante descuido provocó todo tipo de situación
embarazosas. Por lo que sabemos, el filtro nunca llegó a estar al alcance
del público.

62
En lo que a citar autoridades respecta, la única excepción de nota
está en la participación de ciertas celebridades, sea destacados artistas
del mundo del espectáculo o miembros de la "aristocracia". En cierto
sentido, esta gente no necesariamente es experta en nada. Sin embargo,
su propio brillo atraerá más la atención hacia una causa o postura que
la que se logre por cualquier otro medio. Suponiendo que podamos
contar con los respectivos expertos, nada de malo hay en complementar
su nombre con el de celebridades que no son especialistas en la materia.
Viene al caso la campaña de la Sociedad Norteamericana contra el
Cáncer, dirigida a desalentar el consumo del tabaco. No cabe duda de
que dicha Sociedad puede recurrir a autorizados expertos en las ciencias
médicas que apoyen su causa; pero además, también ha recurrido a
conocidos actores para dramatizar la relación entre el cigarrillo y el
cáncer. La campaña resultó sumamente eficaz. Piénsese en el actor Yul
Bryner diciendo: "Cuando ustedes vean esto, yo estaré muerto.
Vemos así cómo el requisito número cuatro (bien conocido) y el
número cinco (experto en la materia) pueden complementarse entre sí.
A la vez, no hay que olvidar el requisito número tres (indiscutible). Uno
de los actores empleados en la campaña contra el cigarrillo lanzada por
la Sociedad Norteamericana contra el Cáncer fue luego arrestado en
Londres por tenencia de marihuana.
En sexto lugar, de ser posible las autoridades citadas deben ser
tanto figuras contemporáneas como históricas. Cuanto más técnico
sea el tema que se trate, más importante es que se recurra a figuras
de actualidad como autoridades en la materia. En el campo de la
cardiología, por ejemplo, posiblemente el doctor Christian Barnard
haya sido más respetado como autoridad que Galeno o Hipócrates.
Los estudios estadísticos, en particular, deben ser lo más recientes
posibles. Por otra parte, si podemos contar con fuentes históricas como
complemento, nuestra argumentación quedará reforzada. En Estados
Unidos, el nombre de George Washington suele reiterarse en todo tipo
de debates, asociado a veces al senador Fulbright (aquél como figura
histórica de peso, éste como autoridad más contemporánea) como
experto en alegatos contra intrincadas alianzas internacionales.
También he podido ver cómo el nombre de Washington se invocaba, al
menos implícitamente, en defensa de la marihuana, pues aquél habría
cultivado cáñamo en sus campos, y durante el siglo XVIII su uso era
muy difundido en el tratamiento de la bronquitis. Así, el nombre de

63
Washington podía esgrimirse en pareja con el de cualquier actual
figura popular que defendiera el consumo de la droga.
En séptimo lugar, la autoridad citada debe tener una opinión que
es representativa de la generalidad de los expertos en su campo. La
palabra "representativa" es difícil de definir, pero tal vez el concepto
pueda aclararse por medio de algunos ejemplos. Un físico destacado
puede compartir muchas opiniones con sus colegas, pero, a la vez,
sostener muchas otras opiniones sumamente personales que no son
compartidas o ni siquiera impugnadas por aquéllos, especialmente
en áreas polémicas. Un físico nuclear que literalmente crea en la
existencia de la vida en otros planetas está sosteniendo una opinión
poco representativa. En 1936, cuando Franklin D. Roosevelt presentó
su candidatura a la presidencia de Estados Unidos, más de las dos
terceras partes de los periódicos del país se oponían a su reelección
en sus editoriales. Este porcentaje de ninguna manera representaba
el verdadero sentir de la comunidad, y ni siquiera el de la gente que
trabajaba en esos mismos diarios. Era una opinión que, simplemente,
reflejaba la postura de los propietarios de los periódicos.
El octavo requisito exige que las autoridades citadas sean tan
numerosas, diversas y diferentes como sea posible. Si usted da con el
nombre de dos autoridades cuyas opiniones en otros temas se contradicen,
pero que en este tema específico coinciden con su postura, ello tenderá
a impresionar al público, creído de que tan correcta es su posición que
prácticamente todo el mundo debe coincidir con usted. Por ejemplo,
sería poco hábil citar dos veces la opinión editorial de un periódico para
apoyar su argumentación: evidentemente, con una vez basta. Por otra
parte, si vive usted en una zona donde hay dos o más periódicos que por
lo general presentan en sus editoriales marcos de referencia opuestos
entre sí, pero que esta vez sustentan la misma postura que usted, será
muy conveniente citarlos a todos.

Apelando a la tradición (Monstruos sagrados)

Apelar a la tradición, o al concepto de ad populum, significa apelar a


un ideal, un principio teórico o abstracto ante el que todo el mundo—o

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por lo menos, el que integra su público— se inclina reverente. Si duda,
algunas personas toman esos ideales más en serio que otras, pero
todo el mundo dice respetarlos. He aquí un importante principio de la
argumentación, porque constituye uno de esos principios que establece
el marco de referencia de la discusión. Si usted no puede hallar ese
elemento en común, entonces ninguna argumentación será posible.
(Recuerde que no se trata aquí de apelar al precedente, tema que
analizaremos bajo el siguiente subtítulo.)
Un ejemplo que ilustra la importancia de apelar a la tradición es el
de Martin Luther King invocando el principio de la no violencia. Si bien
hay, por cierto, quienes en similares circunstancias no recurrirían a la
no violencia, e incluso aquéllos que no adhieren a este principio en su
fuero íntimo, ocurre que muy pocos se atreverían a atacar abiertamente
la propuesta de no violencia propugnada por alguien. Apelar a la no
violencia significa apelar a una tradición con profundas raíces morales,
políticas, sociales y religiosas, que se extienden más allá de cualquier
cultura o período histórico. Invocar la no violencia permite obtener una
increíble reacción de apoyo de parte de todos los públicos. Cabe añadir,
asimismo, que con frecuencia este principio suele también desarmar a
los enemigos.

Apelando al precedente

Apelar al precedente significa esgrimir casos o instancias similares


a la defendida. No es necesario que todo el mundo esté de acuerdo con
el precedente que usted trae a colación, como si lo es cuando se apela a
la tradición. Los precedentes deben ser reales o verídicos, en contraste
con las tradiciones, que reflejan un ideal. De hecho, a menudo apelamos
al precedente cuando no podemos citar una tradición que nos apoye,
pero hay que reconocer que este tipo de apelación constituye un riesgo
calculado que automáticamente hace que parte del público se ponga en
contra de nosotros.
La revolución violenta es un precedente en la existencia de Estados
Unidos, como es evidente a partir de la Guerra de Independencia y la
Guerra de Secesión; pero sonaría muy extraño decir que la revolución
violenta es uno de los ideales del pueblo norteamericano. Cuando el
líder negro radicalizado H. Rap Brown dijo, según citaron las fuentes,

65
que "la violencia es tan norteamericana como el pastel de manzana",
estaba apelando aun precedente, no a la tradición.
Con suma frecuencia se apela al precedente en las cortes de justicia,
cuando los abogados deben buscar casos sobre los que hay ya un
veredicto previo para sustentar sus alegatos. Si las altas cortes de
justicia, en particular, han emitido en el pasado veredictos favorables a
"determinada" situación, y si un abogado considera que el caso que tienen
entre manos entra dentro de esa "determinada" categoría, podrá
entonces citar aquel veredicto o serie de veredictos como precedentes.
Huelga decir que otros abogados podrán hallar precedentes distintos o
demostrar que el caso no entra dentro de esa "determinada" situación
o categoría.
Recordemos la historia de un bocadito de higos que cuenta un
ex juez de la Corte Suprema de EE.UU. Una empresa productora de
galletitas y productos de pastelería le entabló juicio a otra en relación
con los derechos de fabricación de determinado producto. La Empresa
A sostiene tener derechos exclusivos de fabricación de determinada
galletita, que la Empresa B habría violado al elaborado una galletita
similar. La Empresa B sostiene que su producto es diferente, puesto que
no se trata de una galletita sino de un bocadito frutado. ¿En qué reside
la diferencia? Si el juez favorece a la Empresa A dictaminará que la
exclusividad de los derechos ha sido violada, mientras que si dictamina
en favor de la Empresa B podría decir que el producto realmente es un
bocadito frutado y no una galletita, por lo cual no se ha violado ningún
derecho. Hay un sinfín de precedentes en la materia, y dar con el más
conveniente para la postura que usted defiende entraña (a) ingenio para
investigar, y (b) saber qué puede conmover a su público. No sólo los
jueces poseen un gusto definido.

Presentación de los hechos

Estadísticas

El objetivo de este apartado es demostrar de qué manera deben


esgrimirse hechos, datos o verdades consabidas en apoyo de su
argumento. Hay que tener en cuenta, también, que una verdad a medias
es, a veces, mejor que ninguna verdad.

66
En la era en que vivimos, el tipo más convincente de pruebas está en
las estadísticas. ¿Qué niño no sabe cuántos goles ha hecho en el año su
club favorito? ¿Cuántas veces hemos oído elogiar un automóvil porque
gasta menos combustible por mayor número de kilómetros recorridos
que uno parecido de otra marca? En nuestro empleo de estadísticas
numéricas, al parecer partimos del supuesto de que un número mayor
automáticamente indica que algo es mejor. No se puede discutir con
cifras, salvo en relación con otras cifras.
Daremos a continuación algunas reglas generales sobre el empleo
de las estadísticas. De poder recurrir a ellas, siempre deberá hacer lo
siguiente: En primer término, asegúrese de que provengan de fuentes
confiables. Vuelve a aplicarse aquí todo lo dicho en relación con la cita
de autoridades. La fuente más adecuada de datos estadísticos puede
resumirse en la expresión "laboratorio independiente". En segundo
lugar, como los datos estadísticos rara vez son uniformes, puede
agrupárselos o "interpretárselos" de diferentes modos. No vacile en
emplear sólo esa parte de los datos estadísticos que sustenten su postura,
especialmente si no espera que sea rebatida. Por ejemplo, una encuesta
nacional sobre el sentir de la gente acerca del aborto podrá indicar que
la mayoría está en contra. Pero cuando las estadísticas se desglosan por
estado o provincia, pude ocurrir que en la suya la mayoría de la gente
esté en favor. Así, si lo que desea usted es propugnar una legislación
favorable al aborto, deberá citar las estadísticas de su zona; si, por el
contrario, desea que se apruebe una ley en contra del aborto, citará las
estadísticas a nivel nacional. En ambos casos, estará diciendo la verdad.
Esto nos lleva a la tercera regla general, la de "treparse al carro
de la victoria". De poder demostrar usted que la mayoría de la gente
apoya su postura u opinión, no sólo podrá invocar esa información
como prueba de que está en lo cierto, sino también invitar al público,
por lo menos implícitamente, a unirse a esa mayoría. A nadie le gusta
quedarse afuera.
Una importante variación de esta regla general está en la frase "más
gente". ¡Con cuánta frecuencia hemos oído decir que "A más gente le
gusta la Marca X que ninguna otra"! ¿Qué significa esto con exactitud?
Puede querer decir que el 51 por ciento de la gente usa la Marca X; pero
también, que el 12 por ciento de la gente usa esa marca. ¿Cómo es posible?
Supongamos el caso en que hay dieciséis marcas competitivas de cerveza
(o dieciséis postulantes para un puesto). ¿No es acaso posible que ninguna

67
marca (o postulante), de entre los dieciséis, cuente con un respaldo
absolutamente mayoritario, y que la marca (o postulante) preferido sólo
tenga un 12 por ciento de los votos? Entonces no sólo sería posible sino
también cierto decir que la Marca X (o el postulante X) tiene más respaldo
que cualquier otra marca (o postulante). La frase "más gente..." puede
invocarse con el sentido de opinión de una mayoría no absoluta.
Una cuarta regla general hace referencia al empleo de cifras elevadas.
Invariablemente, los números altos impresionan a la gente mucho
más. Añadido a ello el hecho de que en nuestra sociedad la mayoría
de las personas no comprende realmente el empleo de las estadísticas,
porcentajes y fracciones, por lo general resulta más eficaz citar un alto
número que un porcentaje. Suena mejor decir que el candidato López
obtuvo seis millones de votos, que decir que obtuvo el 52 por ciento
de los votos. Casi la mitad de la gente votó en contra de López, pero el
efecto es mayor si decimos que lo respaldan seis millones de personas.
Cabe agregar, asimismo, que cuando de cifras elevadas se trata, el
repetirla suele tener un efecto matemáticamente acumulativo. Se dice
que cuando la Unión Soviética concede ayuda a un país extrajero, le está
asignando por lo menos el triple de lo que realmente le entrega. ¿Cómo
puede ser? Por ejemplo, primero se anuncia a través de la prensa que
la Unión Soviética concederá ayuda por valor de un millón de dólares.
Luego, al entregarse esa suma, vuelve a anunciarse que la Unión
Soviética concede ayuda por valor de un millón de dólares. Finalmente,
una vez entregada esa suma, se anuncia que la Unión Soviética ha
concedido ayuda por valor de un millón de dólares. Mucha gente tendrá
la impresión de que se concedieron tres millones de dólares.
En quinto lugar, así como las grandes cifras suelen impresionar,
los números pequeños tienden a soslayarse. Esto significa que usted
puede abiertamente pasar por alto un número bajo, o restarle toda
importancia. Un ejemplo de ello fue el suministrado por el mariscal Tito,
de Yugoslavia. Al tocar el tema de los partidos políticos, Tito observó en
cierta oportunidad que Estados Unidos tiene dos, y Yugoslavia uno. ¡La
diferencia era insignificante, de sólo uno!
Podemos ahora enfocar algunos casos verídicos sobre el empleo
de datos estadísticos. Ninguna cifra importa de por sí: sólo adquiere
significado en relación con alguna otra cifra o marco de referencia. De
ahí que lo importante no sea limitarse a recoger datos, sino seleccionar
el marco de referencia dentro del cual se planea aplicarlos.

68
En nuestro caso, supongamos que una importante empresa publica
su informe financiero anual. Las cifras importantes, todas reales, son
las siguientes:

Ingresos: (a) 1 por ciento de las ventas, o


(b) uno por ciento de dólar, o
(c) 12 por ciento de la inversión, o
(d) 5.000.000 dólares de ganancia, o
(e) 40 por ciento de incremento de las ganancias por
sobre 1939, o
(f) 60 por ciento de disminución de las ganancias
respecto del año pasado.

Todas estas cifras dicen exactamente lo mismo. La empresa tiene


grandes ingresos brutos, pero el neto final es muy bajo. Las dos primeras
cifras, (a) y (b), reflejan tal hecho. Uno comienza a preguntarse cómo
es que una empresa sigue funcionando—o quiere seguir—con un
margen tan bajo de ganancias. La respuesta es que las ventas diarias
proporcionan un gran movimiento de caja, con dinero efectivo que
puede ser colocado a altas tasas de interés por el resto del año. Todos
estamos familiarizados con el hecho de que cuanto más dinero se puede
invertir, más será lo que reditúe. El mismo uno por ciento puede, a
fin de año, redituar el doce por ciento. A fin de año, la ganancia real
en dólares puede ser, como en (d), de cinco millones. ¿Cómo resulta
esta ganancia comparada con el rendimiento anterior? Todo depende,
una vez más, del marco de referencia. Si tomamos el año 1939 como
base, las ganancias han aumentado considerablemente. Si tomamos como
referencia las utilidades del año pasado, las utilidades pueden haber
disminuido, aun cuando la empresa todavía esté obteniendo ganancias.
¿Cómo aplicar estas estadísticas? La administración de la empresa
puede utilizarlas del siguiente modo: para refutar un argumento sobre
control de precios, hará referencia a (a); para informar a los accionistas,
hará referencia a (c), (d) o (e); para negociar con los sindicatos, se remitirá
a (f). El sindicato, por supuesto, insistirá en (d) y (e) para exigir sueldos
y beneficios mayores para los empleados. Los accionistas disidentes
podrán señalar (f) u objetar que (c) son demasiado bajas de resultas de
inversiones inadecuadas, y sugerir la necesidad de integrar un nuevo
directorio.

69
Tomemos otro ejemplo. En el siguiente diagrama, damos ingresos
promedios de una persona desglosados según nivel de educación. Yendo
de izquierda a derecha, los ingresos aumentan, y el nivel educacional
sube de arriba hacia abajo.

En un esfuerzo por alentar a los estudiantes a adquirir el máximo


nivel de educación posible, se ha señalado con frecuencia que los
ingresos aumentan con el nivel educacional. Cuanto más tiempo se
prolonguen nuestros estudios, más dinero ganaremos en la vida. Sin
embargo, semejante argumento sólo puede esgrimirse si no tomamos
en cuenta los ingresos medios de quienes han terminado el doctorado
o estudios universitarios de posgrado. Para que el argumento sea más
convincente, habría que suprimir el último renglón del cuadro. A la
inversa, si nos atenemos solamente a los dos últimos renglones, bien
podría argumentarse que no conviene seguir estudio de posgrado.
Tal vez la palabra más útil en todo el arsenal estadístico sea el término
promedio. Este puede implicar una de entre tres cosas diferentes. En
primer lugar, puede referirse a la media aritmética, o sea el total dividido
por el número de personas o entidades involucradas; en segundo

70
término, a la mediana geométrica, el punto medio entre el número de
personas o entidades involucradas; tercero, puede hacer referencia
estadística al valor de más alta frecuencia, el punto de la escala en que hay
concentradas mayor cantidad de personas o entidades que en cualquier
otro.
Nuestro ejemplo de los diferentes usos del término "promedio"
fue tomado de las calificaciones obtenidas en lectura por alumnos de
un séptimo grado. Se administra un test para determinar el nivel al
que leen los alumnos. El nivel del grado es aquél que se espera de los
alumnos de séptimo en lectura. Estar por debajo de ese nivel significa
estar incapacitado para leer lo que comúnmente se espera del alumno
de séptimo grado. Estar por encima de ese nivel implica poder leer no
sólo lo que se espera de un alumno de séptimo grado sino textos mucho
más difíciles.

Si utilizamos el término "promedio" con el sentido de media


aritmética, entonces el docente puede legítimamente sostener que su
curso lee según el nivel que corresponde a su grado. Si utilizamos
promedio en el sentido de mediana o de máxima frecuencia, entonces
los críticos de ese docente legítimamente pueden aducir que el alumno
promedio de ese curso no lee según el nivel del grado. Es evidente, claro,
que existe un serio problema en la clase, y es igualmente obvio que
cualquier intento por entender el problema en función de promedios
induciría a error.

71
Supongamos que estoy contemplando la posibilidad de mudarme,
y que busco un clima más estable. Empiezo a leer avisos, y descubro
que hay dos zonas con una temperatura media anual de 15 grados.
Suena aceptable. Sin embargo, una de estas zonas tiene temperaturas
que oscilan entre los 10 y los 20 grados, en tanto que en la otra las
temperaturas van de los 0 a los 30 grados. Evidentemente, no es lo
mismo.
El importante principio que vemos funcionar reiteradamente es
el que nos dice que la misma información puede ser presentada de
diferentes maneras. La cuestión está en elegir la más apta para el fin
perseguido. Pregunta: ¿Conviene utilizar números totales o porcentajes?
Respuesta: Depende. Supongamos que lo que se desea es denunciar la
corrupción en el departamento de policía o cualquier otro organismo del
gobierno, lo cual será útil como herramienta para socavar la confianza
del pueblo en las actuales autoridades. Supongamos, también, que el
año pasado hubo un convicto por soborno y este año, dos. En vez de
esgrimir números totales, en este caso conviene utilizar porcentajes.
Ha habido un 100 por ciento de aumento en el número de convictos
por sobornos, y sólo Dios sabe cuántos casos quedaron sin descubrir.
Por otra parte, si usted publicita un medicamento para el resfrío que
cura al 2 por ciento de los usuarios, y el principal producto de la
competencia cura al 1,5 por ciento, convendrá mencionar el número
total de casos y sostener que su remedio cura a más gente que cualquier
otro.
Resulta difícil seguir estadísticas que son largas, complicadas,
y exigen que todos los miembros del público efectúen mentalmente
comparaciones. A fin de facilitar el enunciado de sus argumentos,
conviene presentar sus estadísticas en forma de gráfico. Pero no tiene
sentido utilizar gráficos a menos que le sirvan de ayuda, de modo que
a continuación le daremos algunas reglas para mejorar la presentación
de datos por ese medio.
En primer lugar, con el objeto de exagerar un aumento o disminución
sobre los que desea llamar la atención del público, usted tiene dos
opciones: o bien presentar un gráfico en que falte la leyenda escrita, o
ampliar parte del gráfico. Recuerde que en ningún momento estamos
presentando cifras falsas. Se trata puramente de un ejercicio en el arte
de dar énfasis.
Como ejemplo, imaginemos que alguien procura llamar la atención

72
hacia el aumento de la criminalidad en determinadas zonas. El
verdadero gráfico de la situación presenta el siguiente aspecto:

Con el fin de destacar el aumento de la criminalidad, usted podrá


eliminar las palabras escritas y presentar el gráfico del siguiente modo:

Mejor aún será un gráfico ampliado para destacar el aumento de la


criminalidad:

73
Además de estos gráficos lineales, podrá también presentar simples
diagramas. Una manera apropiada de aliviar la ansiedad del público
está en enfatizar lo que quiere decir por medio de cortes. A continuación
se presenta en forma espectacular el aumento en el presupuesto
educacional:

Otra técnica dirigida a realzar el efecto producido consiste en


circunscribir las medidas a una sola dimensión y manipular las demás.
Por ejemplo, un patrón desea destacar el aumento en los beneficios que
acuerda a sus empleados, y muestra la figura de dos de ellos sentados
sobre una pila de monedas que representan su situación antes y
después de conferidos los beneficios. La verdad es que ha duplicado
esos beneficios y, por lo tanto, la pila de la derecha es el doble de alta que
la pila de la izquierda. Sin embargo, como ambas pilas son dibujadas en
escala, la de la derecha tiene el doble de ancho que la de la izquierda.
En función de su volumen, la de la derecha es cuatro veces más grande,
aunque los beneficios sólo se han duplicado.
Una técnica final que conviene recordar, con el objeto de hacer más

74
llamativa la presentación de datos estadísticos/ consiste en traducir los
datos de un medio a otro. Tal vez el caso más común sea la ecuación
de población con geografía. No hay, claro, ninguna relación uniforme
entre la superficie de una zona en kilómetros cuadrados y la densidad
poblacional de dicha zona. Muchas regiones vastísimas poseen muy
escasa población en tanto que algunas áreas muy reducidas cuentan
con altísima densidad poblacional.

Si determinada dimensión o medio no realza lo suficiente sus argumentos,


pruebe entonces expresar lo mismo por otro medio que impresione
más. En el caso de las campañas presidenciales en Estados Unidos, por
ejemplo, es costumbre que los medios de comunicación muestren un
mapa del país en el que aparece la cifra de votos correspondiente al
colegio electoral de cada estado, sombreada o no, para indicar a qué
candidato corresponde. Esta técnica puede inducir a error o ser muy
eficaz, según cuál sea su punto de vista, pues un candidato con amplia
posibilidad de votos puede tener una baja representatividad geográfica,
en tanto que un candidato con alta representación geográfica puede
tener poca posibilidad de votos. La imagen del candidato también sufre
detrimento o mejora de acuerdo con la cantidad de estados fronterizos
que lo respalden. Cuanto más denso aparezca en el espacio el apoyo
que recibe, más sólidas parecen sus bases; y ocurre a la inversa cuanto
más difuso en el espacio sea ese apoyo. La única manera de superar este
desequilibrio, si lo afecta, es no trazar un mapa en escala geográfica sino
en proporción al voto electoral. En este último caso, por ejemplo, un
estado pequeño, como Rhode Tsland, aparecerá más grande que Alaska.
La otra maniobra compensatoria consiste en unir los estados que
apoyan al candidato, no por sus fronteras reales, sino posicionándolos
por el grado de apoyo que brindan o agrupándolos por orden alfabético.
Mucho se habla de cómo la clase media es siempre el estrato social
que resulta más castigado en Estados Unidos. Supongamos que desea

75
usted demostrar que ello ocurre en provecho de los ricos. Una manera
de hacerlo es superponer un gráfico de la porción correspondiente a la
clase media del total de los ingresos del país, a un gráfico que indica la
proporción de esos ingresos que van a parar al 20 por ciento superior
(los ricos). El gráfico señala dos aspectos: (1) que la proporción de
ingresos de la clase alta va en aumento mientras que desciende la de la
clase media; (2) que existe un abismo entre las dos clases.
La superposición le ayudara a disfrazar astutamente el hecho de
que en el curso de treinta años (1950-1980) la proporción de ingresos
de la clase media bajó menos de 5,0 por ciento en tanto que el aumento
de los ingresos de la clase alta sólo ha sido de un 0,1 por ciento. Estas
variaciones estadísticamente insignificantes se pierden a la vista del
público que sólo ve el "abismo" indicado del lado derecho del gráfico.

Menor proporción de ingresos para la clase media...


Proporción del ingrese total que va a parar al 60 por ciento de las familias
norteamericanas (clase media) y al 20 por ciento (familias más ricas).

55%— —43%

Elaboraciones teóricas

Hay, claro está, muchas maneras de clasificar las opiniones, pero


para nuestros fines bastará con dividirlas en dos grandes grupos:
(a) las que se basan en datos puros, y (b) las teorías o elaboraciones
teóricas. Ejemplos de datos puros incluyen los nombres de personas,

76
el color de un automóvil, fechas, etc. Los datos puros pueden ser
sucintamente caracterizados como toda información que haya
sido verificada por la observación, o pueda así verificársela. Las
elaboraciones teóricas, por el contrario, no pueden verificarse por la
simple observación; son producto de la actividad intelectual y se las
utiliza libremente para contribuir a integrar datos puros. En la anterior
sección sobre estadísticas, analizábamos a éstas como si fueran datos
puros; en este apartado analizaremos las elaboraciones teóricas y su
aplicación.
Acentuemos la distinción viendo de qué manera se emplean
más eficazmente las disquisiciones teóricas, como, por ejemplo,
en el campo de la física. Los científicos distinguen entre términos
observables, como color, peso, presión, etc. (en referencia a entidades
que pueden observarse), y términos teóricos, como electrón, función
psi, etc. (no referidos a entidades observables). Las elaboraciones
teóricas se emplean para explicar los datos puros que observamos. La
lay de Boyle, por ejemplo, hace referencia a términos observables: a
una "temperatura" constante el "volumen" de una cantidad dada de
cualquier gas es inversamente proporcional a la "presión" del gas. Por
el contrario, la teoría de los gases ideales, que afirma que un gas ideal
estaría constituido por moléculas perfectamente elásticas, y que el
volumen ocupado por las moléculas reales y las fuerzas de atracción
entre las moléculas es cero o soslayable, no hace referencia a nada
que sea observable, pero se la utiliza para explicar por qué hay algo
denominado ley de Boyle. Inferimos que los gases se comportan de este
modo porque presuponemos que un gas está constituido por moléculas
perfectamente elásticas.
Abundan ejemplos de elaboraciones teóricas. Cuando los
psicoanalistas freudianos hablan del "complejo de Edipo", no se
están refiriendo a nada que podamos observar, sino empleando una
teoría para explicar datos puros. Cuando los marxistas hablan del
"imperialismo" económico, esta expresión no se refiere a algo visible
sino a una teoría que explica algo que sí se ve: por ejemplo, colonias.
Cuando los historiadores hablan de la "Revolución Francesa" no se
están refiriendo a un hecho único, como la toma de la Bastilla, sino que
están invocando una elaboración teórica para explicar toda una serie
de acontecimientos. Cuando los estudiantes radicalizados de la década
de 1960 hablaban contra el "Sistema", no se estaban refiriendo a una

77
persona o hecho específico sino postulando una teoría para explicar
todo un espectro de hechos y actividades.
Lo interesante de las elaboraciones teóricas es que no se refieren
a algo observable, aunque sí las utilizamos para explicar algo que
observamos. Puesto que no se refieren a nada observable, es imposible
demostrar literalmente que sean falsas. Por ejemplo, si alguien utiliza
un término que es producto de la observación, como "rojo", por ejemplo
en la frase "tu coche es rojo", podemos verificar si la afirmación es cierta
mirando ese automóvil. Si el coche no es rojo, sino azul, entonces la
aseveración será falsa. Por el contrario, no hay manera de verificar en
forma concluyente una elaboración teórica, ni siquiera en el ámbito de la
ciencia. Aunque el tema es demasiado complejo para tratarlo aquí, cabe
señalar que si diéramos con un gas que no obedeciera a la ley de Boyle,
nuestra reacción inicial sería presuponer que hay alguna obstrucción,
o alguna otra causa o variable que no hemos tenido en cuenta. Contar
en el propio arsenal con teorías que no pueden ser refutadas equivale a
poseer un arma mortífera.
Ejemplifiquemos una elaboración teórica en acción. Supongamos
que deseo defender la tesis de que nuestra sociedad es corrupta.
Puedo invocar la teoría de que nuestra sociedad está gobernada por
una camarilla secreta, o que es la víctima de una vasta conspiración.
Supongamos, entonces, que se me pide aportar pruebas de esa
conspiración. Mi respuesta es que todas las pruebas han sido destruidas
por los conspiradores.
Otro ejemplo, empleando esta vez algunas pruebas que lo apoyen, es
la argumentación a los efectos de que Abraham Lincoln nunca existió:
Lincoln era una figura mítica inventada por un grupo de industriales del
norte de Estados Unidos, que deseaban asumir el control de todo el país.
Pruebas: Las historias de Lincoln en una cabaña de leños son demasiado
increíbles. Nadie puede haber escrito todos los hermosos discursos
atribuidos a Lincoln; evidentemente, eran obra de todo un equipo de
redactores. La cuidadosa observación de los retratos de Lincoln muestra
una gran cantidad de cambios con el curso de los años: obsérvese cómo
su barba varía de un período al otro: esto sólo pudo ocurrir porque
se contrató a una serie de actores diferentes para "encarnar" el papel
de Lincoln. Finalmente, cuando el asesino de "Lincoln", el actor John
Wilkes Booth, le disparó un tiro, realmente estaba apuntando contra
un actor rival que había obtenido el "papel" en vez de él: adviértase

78
que Booth no fue capturado vivo, sino que se le pegó un tiro antes de
que pudiera revelar la verdadera historia de la conspiración. ¿Todo esto
suena plausible?
Consideremos un ejemplo final, que compararemos con los
anteriores. En un manicomio hay un hombre que sostiene estar muerto.
En un esfuerzo por volverlo a la realidad, un médico le hace un pequeño
tajo deliberadamente, con la intención de demostrarle que sangra. El
médico encara triunfante al paciente y declara: "Usted tiene que estar
vivo, porque sangra". El paciente se limita a replicar: "Eso sólo prueba
que a veces los muertos pueden sangrar".
Es improbable que la mayoría del público acepte la teoría del loco
en el manicomio. Por el contrario, la idea de una conspiración siempre
atrae a la gente. El ardid consiste en buscar teorías que ya se utilicen
y sean ampliamente aceptadas por nuestro público, y esgrimirlas
como si fueran datos puros. A pesar de que no hay coincidencia plena
entre todos los integrantes de la comunidad científica, el psicoanálisis
freudiano se ha adueñado hasta tal punto de la mente del público que
la mayoría, o buena parte de la gente, literalmente cree en cosas tales
como el inconsciente, la represión y el complejo de Edipo. Generaciones
de estudiantes universitarios han aceptado implícitamente las teorías
marxistas de la historia, la economía y la política aun cuando no sean
conscientes de que dichas disquisiciones teóricas tienen su origen en
Marx. En el arte de la argumentación, siempre es cuestión de saber qué
es lo que el público acepta ciegamente.

Clasificación

Además de presentar datos puros, debemos clasificarlos u


organizarlos. Las elaboraciones teóricas no son más que una manera
de organizar o clasificar la información. Existen varios otros modos.

Todos y algunos:

Evite utilizar estos cuantificadores. No diga "todos los trabajadores


sindicalizados responden a la declaración de huelga"; diga, más bien:
"los trabajadores sindicalizados responden a la declaración de huelga"
¿Por qué? Si usted no emplea la palabra "todos", aun así podrá actuar

79
como si la estuviera utilizando, en vez del término "algunos". Este
último término deberá evitarse en la presentación del argumento,
porque sólo logrará debilitarlo. La palabra "todos", aun implícita, suena
mucho más poderosa. A la vez, al no emplear abiertamente la palabra,
deja abierto el camino para decir que en realidad sólo quiso significar
"algunos", especialmente si un adversario objeta sus aseveraciones.

Continuo:

Hay algunos términos de clasificación vagos que forman parte


de un espectro o continuo, más que de los extremos de una división
bien categórica. Por ejemplo, se puede distinguir categóricamente
entre animales con espina dorsal (vertebrados) y animales sin espina
dorsal (invertebrados). Pero no hay una diferenciación tan categórica
entre hombres calvos y los que no lo son. ¿Cuántos cabellos debe haber
conservado la cabeza de un hombre para que no se lo llame calvo? En
casos tales, usted está autorizado a trazar la línea demarcatoria donde
más le convenga o plazca. Evidentemente, el que objete la distinción
trazada en tales casos no será otra cosa que un sofista.

El término medio ideal:

Tradicionalmente siempre hemos creído que el término medio entre


dos extremos es la posición más deseable. Por lo tanto, uno siempre
debe tratar de presentar la propia posición como la de ese término
medio ideal entre dos extremos indeseables. La tarea consiste aquí en
identificar cuáles son los extremos para la mentalidad de un público
determinado.
En política, puede hablarse de los siguientes términos medios ideales:
El moderado es el término medio entre los liberales y los conservadores.
El liberal es el término medio entre los elementos más radicalizados
y los reaccionarios.
El conservador es el término medio entre los fascistas y los socialistas.
Hasta en la matemática podemos hablar de un término medio ideal.
Si existe una disputa entre dos partes, una de las cuales sostiene que
dos más dos son cuatro, en tanto que la otra sostiene que dos más dos
son seis, podemos aducir que dos más dos son cinco. Recuerde que a la
gente le encanta llegar a una aveniencia.

80
Un consejo final: hay una variedad infinita de clasificaciones posibles.
El único límite es su propia imaginación.

Definición

En toda discusión clásicamente se llega a un momento en que se


pide a viva voz que los contendientes definan sus términos. Se produce
aquí una clásica pausa, que es muy importante. Nadie, ni siquiera usted
mismo, entenderá su propio argumento si no conoce el sentido preciso
que está dando a los términos que emplea. Hay tres maneras diferentes
en que puede tomar conciencia de sus definiciones.
En primer término, se da la verdad por definición. Si sus términos
están definidos con suficiente claridad, y si sus otros datos reales
son correctos, entonces su argumento estará a salvo de cualquier
ataque. Supongamos, por ejemplo, que defino el término "Ilustración"
al comienzo mismo de mi discurso, para abarcar a los escritores de
Europa Occidental en el siglo XVIII que creían que el método científico
a la larga resolvería todos los problemas humanos. Supongamos, por
añadidura, que especifico con precisión las fronteras geográficas de
Europa Occidental, la dimensión temporaria del siglo XVIII, la índole
exacta del método científico, y lo que quiero decir por problema humano.
Dada esta definición, examino los escritos de Jean-Jacqucs Rouseau, y
descubro que se encuadran dentro de todas las especificaciones, con
excepción de la fe implícita o explícita en la metodología científica.
Puedo entonces llegar a la conclusión de que Rousseau no era un
escritor de la Ilustración. Sin duda, habrá historiadores que podrán
objetar inmediatamente mi exclusión de Rousseau e incluso mostrar
cómo muchos lo han clasificado dentro de la Ilustración. Pero todo ello
de nada vale a la luz de mi definición. Mi postura es impermeable a
todos los embates. Claro que alguien podría preguntar qué validez
tiene mi definición, pero aunque la pregunta es legítima, es totalmente
independiente de la cuestión de que Rousseau sea o no un escritor de
la Ilustración, dada de mi definición.
En segundo lugar, se plantean los denominados equívocos. Dícese
que un término específico es equívoco cuando se presta a más de
un significado. Por ejemplo, el término "discriminación" tiene una
connotación positiva en aquellos casos en que implique ser selectivo

81
sobre la base de determinadas pautas. Puede decirse que una persona
sabe discriminar en su elección de vestimenta. Pero "discriminación"
posee una connotación negativa en los casos en que significa negar
algo a alguien con bases puramente arbitrarias. Dícese de alguien que
discrimina cuando se niega a servir a personas de raza negra en su
restaurante. Cuando usted emplea términos equívocos, y no hay nada
intrínsecamente de malo o aunque pueda evitarse en esos casos, deberá
tener conciencia de esa ambigüedad, y de cuál es el sentido preciso en
que pretende que se interprete el término. A veces conviene especificar
el sentido exacto por anticipado, si no existe un término alternativo y
desea usted aprovechar el valor posible de ese determinado vocablo
equívoco.
Por otra parte, a veces resulta ventajoso no especificar el sentido
exacto que deseamos darle a un término. Aquí los motivos pueden ser
que dicho término tienen una connotación positiva para todo el mundo,
que usted desea aprovechar, aunque a la vez desea dejar abiertas
algunas alternativas sobre su interpretación. Los políticos en general,
y los diplomáticos en particular, parten del uso estricto de equívocos
en el lenguaje. Consideremos, por ejemplo, el vocablo "neutralidad".
El término posee una connotación positiva: todo el mundo respeta a
alguien neutral. Pero, ¿qué quiere decir exactamente? La neutralidad
puede significar una política oficial nominal opuesta a la práctica real.
También, un estricto no intervencionismo, tanto de hecho como de
palabra. O, incluso, la negativa a ayudar a una de las partes mientras
se deja perpetuar un estado de cosas que, por omisión, está ayudando
a la parte contraria.
Un tercer aspecto de la definición concierne a la posibilidad de
un verdadero pensamiento creativo (eufemismo). El progreso del
conocimiento humano exige que el hombre invente nuevos conceptos;
ello es evidentemente cierto en el caso de las ciencias, tal como lo
atestigua la importancia del invento del cálculo por Newton como
medio de explicar el movimiento a través del tiempo. Sin el invento del
cálculo no podríamos hablar de física moderna. Ciertamente, no hay
razón para no alentar la creatividad también en otros campos.
La siguiente es una lista de algunos de los conceptos más creativos
con que hemos dado en los últimos tiempos. Se trata de frases que
incorporan (a) un término tradicional con una connotación altamente
positiva, y (b) la expansión del término para cubrir nuevos casos.
1. "Facsímil auténtico": como figura la palabra "facsímil", nadie puede
reclamar que se lo esté engañando; a la vez, el término "auténtico"
tiene un poderoso efecto. La frase, como un todo, simplemente hace
referencia a una imitación muy esmerada.
2. "Artista invitado permanente": un artista invitado no puede
pertenecer a un elenco estable; pero, si es permanente, en realidad
pertenece a ese elenco. En realidad, se trata de una categoría especial
para destacar la presencia de alguien que aparece con regularidad y
pertenece al elenco permanente, pero no está circunscripto a las reglas
que se aplican a los demás.
3. "Departamento de Defensa": la expresión sustituye el término
Departamento de Guerra; ¿alguien oyó alguna vez de declarar la defensa?
Se trata de un eufemismo para un mal necesario y, presumiblemente,
quiere indicar que el país sólo hace la guerra en defensa propia.
4. "Pacifismo selectivo": todos sabemos que los pacifistas se niegan
a combatir en toda circunstancia; pero, al mostrarse selectivos, se deja
abierta la posibilidad de combatir cuando uno así lo desea, y de retener
toda la aureola moral del pacifista. ¿Hay alguna manera de distinguir,
por medio de la conducta y no de la retórica, entre un pacifista del tipo
selectivo, un belicista, y el tipo corriente de conducta?
5. "Fuerza no violenta": usted puede ahora hacer lo que quiera, aun
emplear la fuerza, pero ésta va acompañada por la retórica que apela a
la no violencia.
6. "Discurso simbólico": cualquier conducta, fuera de la verbal,
que sea ilegal o inmoral, puede reclamar la protección de la primera
enmienda de la Constitución norteamericana aduciendo que se trata
de un lenguaje simbólico.
7. "Censura selectiva": quien apela a ella no está en favor de la
censura; simplemente, hay ciertos libros y ciertas personas que no
deberían permitirse públicamente. ¿Hay alguna diferencia entre esto
y la censura lisa y llana?
8. "Asimilación grafológica" (también conocida como falsificación).
9. "Sustraer a la sociedad" (lo que también se conoce como el acto
de asesinar).

Para concluir, desearía poder asociar lo aquí dicho sobre las


definiciones con lo expuesto en el apartado sobre cómo ganar el
beneplácito del público. Si usted va a mostrarse realmente creativo

83
en su pensamiento, le sugiero entonces que incorpore conceptos que
al menos suenen parecidos a los que su público ya tiene aceptados.
Preferiblemente, debe empalmarlos con los mismos conceptos o ideas
de las que se valió al presentar su argumento.

Analogía

Cuando formulamos una analogía, estamos proclamando que dos


cosas que son similares en uno o más aspectos, también lo han de ser
en otros. Cuanto mayor sea la similitud, más grande será la analogía.
Sin embargo, similitud no significa identidad: de ahí que siempre hay
algún punto en que la analogía se interrumpe. Esto no necesariamente
significa un inconveniente, puesto que lo importante es que la similitud
se mantenga en aquellos aspectos que sean pertinentes para la tesis que
usted desea demostrar.
Existen dos tipos de analogías, literal o figurativa. En una analogía
literal sostenemos que:

Este tipo de analogía literal ha sido utilizada muy provechosamente


en la investigación científica para construir teorías. Por ejemplo, la
teoría del átomo de Niels Bohr fue originariamente elaborada en torno
al modelo del sistema solar (el núcleo es análogo al sol y los electrones
son análogos a los planetas que giran, etc.). Este modelo fue luego
abandonado, pero resultó extremadamente útil durante un largo tiempo.
Al tratar de descubrir la cura de graves dolencias, los investigadores
científicos procuran trazar analogías con otros remedios. Por ejemplo,
quizá el cáncer, como otros males, sea causado por un virus. Tal vez la
inoculación sea un medio de prevención. Un mapa, en cierto sentido,
es análogo a la región geográfica que representa, aunque dicha zona
posee propiedades de las que el mapa carece (por ejemplo, la región
geográfica es tridimensional mientras que el mapa habitualmente tiene
dos dimensiones).
Hay una diferencia entre decir que A y B tiene propiedades diferentes,
84
y decir que A y B tienen propiedades incompatibles. Cuando la analogía
entre A y B se interrumpe, no es porque tengan propiedades diferentes
sino, más bien, porque tienen propiedades incompatibles. Por ejemplo,
los mapas y las regiones por ellos representados tienen propiedades
diferentes (como hemos dicho, dos dimensiones frente a tres). Sin
embargo, cabe concebir la posibilidad de un mapa tridimensional.
Por el contrario, existe una incompatibilidad entre la metadona y una
vitamina. La metadona es un substituto de la heroína sintética utilizada
para el tratamiento de los adictos. A pesar de todos sus beneficios, la
metadona es adictiva,mientras que una gragea de vitaminas no lo es,
aunque de manera análoga ambas contribuyan a prevenir algo. Aquí
al analogía adolece de una grave incompatibilidad, y se desmorona. En
una palabra: antes de emplear una analogía literal hay que asegurarse
de que no sea incompatible con la tesis central que usted está tratando
de probar
Las analogías figurativas (ilustrativas) no pretenden demostrar
similitudes y estructuras o funciones literales: se trata, más bien,
de recursos literarios para ejemplificar con vividez algo. Si usted
emplea analogías figurativas, debe asegurarse de que la analogía
sea decididamente positiva, y favorable para sus argumentos. A la
vez, la analogía debe reforzar esos recursos dirigidos a ganarse el
beneplácito del público a los que usted recurrió durante la primera
parte de su presentación. En todo momento debe tomarse en cuenta la
predisposición del público.
Un ejemplo de analogía figurativa que es, a la vez, ejemplo de
apelación ad populum, es la de "timonear la nave" del Estado. Adviértase
en los siguientes ejemplos la medida en que una persona inteligente
puede partir de la misma metáfora y llegar a una conclusión diferente:

1. Thomas Carlyle: "Estar al timón de un gobierno es como estar al


timón de una nave: se necesita mano fuerte".
2. Henrik Ibsen: "La sociedad es como una nave; todo el mundo debe
estar preparado para tomar el timón".
3. Alexis de Tocqueville: "Como el navegante, él (el estadista) debe
conducir el buque que lo lleva, pero no puede modificar su estructura
ni levantar vientos ni aplacar las aguas que se levantan a su paso".
4. J. M. Beck: "La Constitución no es, por un lado, ni un Peñón de
Gibraltar, que resiste incólume las incesantes oleadas del tiempo y

85
las circunstancias, ni tampoco, por el otro lado, una playa de arena
lentamente destruida por el poder de erosión de las olas. Se parece más
bien a una plataforma flotante, que, aunque firmemente sostenida por
sus amarras y, por lo tanto, a salvo del capricho de las olas, sin embargo
se eleva o baja con la marea del tiempo y las circunstancias".

Otra analogía figurativa que, a la vez, refuerza el recurso de apelar a


la compasión, es la analogía entre el delito y la enfermedad. Es su libro
Erewhon, que significa "nowhere" (en ninguna parte) deletreado al revés,
Samuel Butler satiriza la Inglaterra victoriana a la vez que argumenta
que toda distinción entre el delito y la enfermedad es ridicula. En
Erewhon todo aquél que comete un delito es "curado", mientras que
todo el que se enferma (por ejemplo, quien contrae tuberculosis), es
castigado.
Dice el autor:

Estoes lo que he recogido. Que en ese país, si un hombre enferma, o


contrae algún mal, o de alguna manera declina físicamente antes de
cumplir Los setenta años, es juzgado por un jurado de coterráneos y,
de hallárselo culpable, se lo somete al escarnio público y se lo condena
con mayor o menor severidad, según sea el caso. Las enfermedades se
subdividen en delitos e infracciones, como ocurre entre nosotros con
los actos contrarios a la ley: un hombre es castigado con gran severidad
por una enfermedad grave, mientras que cuando a alguien de más de
sesenta y cinco años, hasta entonces sano, comienza a fallarle la vista o
el oído, se le aplica una mera multa, o va a prisión si no puede pagarla.
Pero si un hombre falsifica un cheque, o incendia su casa, o le roba a otra
persona aplicando la violencia, o hace cualquier otra cosa considerada
delictiva en nuestra tierra, se lo lleva a un hospital donde se lo atiende
muy cuidadosamente a expensas del erario público, o, si tiene un buen
pasar, hace saber a todos sus amigos que está padeciendo un grave
ataque de inmoralidad... La mala conducta... se considera, no obstante,
resultado de una desgracia prenatal o posnatal... El juez dijo reconocer
la probable verdad, o sea que el prisionero era hijo de padres no sanos,
o que se lo había matado de hambre en la infancia, o que había sufrido
algunos accidentes que le provocaron tuberculosis... todo esto él lo sabía,
y lamentaba que la protección de la sociedad lo obligara a infligir dolor
adicional... El juez estaba totalmente persuadido de que infligir dolor a

86
los débiles y enfermos era la única manera de impedir la expansión de la
debilidad y la enfermedad, y que el sufrimiento infligido al acusado era
diez veces prevenido en otros, a la larga, mediante la aparente severidad
de hoy. Pude entender perfectamente, por lo tanto, el que infligiera todo
dolor que considerara necesario a fin de impedir que tan mal ejemplo se
difundiera aun más y bajara la moral de los erewhinianos; pero parecía
casi pueril decir al prisionero que podría haber gozado de buena salud si
hubiera tenido una complexión más afortunada, y de niño se lo hubiese
expuesto a menos penurias.

Un ejemplo de analogía que da mucho que pensar, y que podría servir


como analogía literal o figurativa, es laque se traza entre el marxismo y
el cristianismo. Por lo que sé, Bertrand Russell fue el primero en señalar
los paralelos en su Historia de la filosofía occidental:

Para poder entender el marxismo psicológicamente, debe utilizarse el


siguiente diccionario:

Los términos de la izquierda dan el contenido emocional de los


términos de la derecha, y es este contenido emocional, familiar para
quienes hayan tenido una educación cristiana o judía, lo que hace
creíble la escatología de Marx...
Lewis Feuer ha empleado la misma analogía e incluso la ha expandido
ligeramente: "... como otros credos, posee su texto sagrado, sus santos,
sus herejes, sus elegidos, su ciudad santa. Si Marx fue el Mesías, Lenin
fue su San Pablo".

87
SUBRAYANDO LA CONCLUSIÓN

El aspecto que usted está tratando de puntualizar, el argumento que


usted defiende, debe ser resumido en la conclusión. Todo lo desarrollado
hasta ahora no ha sido más que un preparativo para la conclusión. En
primer lugar, ha procurado usted ganarse la implícita confianza del
público; en segundo término, ha presentado datos con el fin expreso de
respaldar su conclusión. Naturalmente, debe recordar siempre cuál ha
de ser la conclusión cuando seleccione la información a presentar. La
cuestión que planteamos ahora atañe al modo y la forma en que debe
presentarse la conclusión.
Hay ciertas palabras y frases claves que no sólo indican al público
que usted está extrayendo la conclusión sino que, a la vez, refuerzan en
la mente de los asistentes el hecho de que su conclusión es la correcta.
Las siguientes palabras o frases claves deben emplearse profusamente
cuando enuncie la conclusión:

1. evidentemente
2. ciertamente
3. no hay duda de que...
4. por supuesto
5. con seguridad
6. es perfectamente claro que...

Evidencia y conclusión se relacionan entre sí por lo menos de dos


maneras. O bien la conclusión es una instancia específica y la evidencia
consiste en generalizaciones bajo las cuales cae la instancia específica, o
la conclusión es una generalización y la evidencia consiste en instancias
específicas que sustentan la conclusión.

Consideremos la primera posibilidad:


general------------------► específico

Al dar argumentos que permitan llegar a una conclusión sobre algo


específico—por ejemplo, la prohibición de la marihuana— podemos
apelar a la generalización de que todas las drogas están o debieran estar
prohibidas a menos que se las administre bajo supervisión médica. Otro
ejemplo sería la justificación de rebelarse contra el gobierno de Estados
Unidos apelando al precedente (que aquí sirve de generalización) de
la revolución en la existencia norteamericana. Aquí se reclama un
parentesco con Patrick Henry y John Hancock. Una vez que el público
ha aceptado ciertas generalizaciones, que usted presentó durante las
dos primeras etapas de su presentación, tiene que aceptar la conclusión.

Examinemos ahora la segunda posibilidad:


específico-------------------------- ► general

Los datos estadísticos suelen ejemplificar la manera en que se va de


casos específicos a una conclusión general Las encuestas de opinión
electoral actualmente se emplean con frecuencia como justificativo para
tomar decisiones políticas que se extienden a todo un país. En realidad,
podría argumentarse que las elecciones no son otra cosa que encuestas
cruciales.
Hay otros ejemplos. Supongamos que quiero formar un equipo de
fútbol integrado por quienes individualmente son los más grandes
jugadores: a partir de su integración, puedo llegar a la conclusión de
que el equipo saldrá campeón
Como ejemplo final, imaginemos a dos adversarios que tratan de
argumentar en favor de una misma conclusión: cómo impedir la guerra,
cualquier guerra. Uno de los contendientes argumenta que la carrera
armamentista o la acumulación de armamentos siempre ha precedido
a una guerra de magnitud. De ahí que, si detenemos la carrera
armamentista, no habrá una guerra. El otro contendiente sostiene que
la falta de preparación militar de una de las partes incita la agresión en
la otra. Incluso esgrime como prueba lo ocurrido en Inglaterra en los
años treinta, cuando, para su posterior pesadumbre, muchos hombres
destacados enunciaron argumentos contra la fortificación militar. Por
ende, la preparación es la única manera de impedir una guerra. Cada
uno de los contendientes está apelando a distintos ejemplos específicos.
Por supuesto que es posible defender una postura o una conclusión
utilizando información tanto general como específica. De hecho, los
argumentos más poderosos por lo general se sostienen a dos puntas.
Supóngase que deseamos defender la conclusión de que la prostitución
debería ser legalizada. Podríamos apelar al principio general de
libre empresa, que alienta a todo el mundo a competir en un mercado
abierto y ofrecer todo producto o servicio que se pueda al público. Al
no haber legalizado la prostitución (con supervisión médica), estamos
alentando un monopolio ilegal de parte de la mafia u otros grupos. Por
añadidura—y aquí apelamos a datos estadísticos específicos— el SIDA
está cobrando más víctimas cada año.
En la presentación inicial, sólo deben enunciarse datos positivos
en apoyo de su planteo. Posteriormente se considerará otros tipos de
respaldo posible, cuando hablemos de la refutación de argumentos.
Amén de alcanzar un objetivo, todo medio o curso de acción que sigamos
suele tener otras consecuencias. Toda persona racional ha de considerar
todas esas consecuencias antes de elegir un remedio específico; esta es
una verdad muy valiosa en la presentación de un argumento. Además
de dar datos que prueben que su postura o punto de vista es el correcto,
nada le impide señalar también los beneficios residuales de su solución:
con frecuencia, una lista de ellos constituye un factor decisivo.
Para empezar, actúe como si su solución sólo arrojara beneficios
residuales positivos. En segundo término, sepa qué problemas, además
de los que se están discutiendo, están sobre todo presentes en la mente
del público. En tercer lugar, afirme que todos y cada uno de estos
problemas centrales también serán resueltos o, al menos, paliados en
algo, si se adopta su punto de vista sobre el tema de discusión específico.
Aunque esta táctica puede causar perplejidad y sorpresa, el único límite
que tiene este procedimiento es su imaginación.
Veamos algunos ejemplos. Supongamos que me expido en contra
del consumo de marihuana y en favor de leyes estrictas que prohibían
su distribución y consumo. Podría añadir, como beneficio residual, que
la brecha generacional es producida o exacerbada por el consumo de
marihuana. Adopten mi solución y resolverán ambos problemas. Hasta
la misma guerra fría puede descongelarse si nuestra juventud es capaz
de pensar con claridad, y sólo podrá pensar con claridad si no fuma
marihuana.
Permítaseme ahora argumentar en favor del consumo legal de
marihuana. Legalicémosla, incluso alentemos a los padres a fumarla en
vez de consumir bebidas alcohólicas, y salvaremos la brecha generacional.
Por añadidura, si todo el mundo estuviera sentado fumando marihuana
y haciendo el amor, nadie se sentiría lo suficientemente agresivo como
para querer hacer una guerra.
El verdadero elemento decisivo en toda conclusión es el empleo del
lenguaje emocional, sea positivamente, en favor de la causa que usted
defiende, o negativamente, en contra de aquello a lo que usted se opone.
Si puede estar absolutamente seguro de que su público lo acompaña, le
será posible redondear su argumentación limitándose a reformular su
conclusión utilizando una terminología emotiva.
Consideremos la siguiente recapitulación del alegato presentado
ante un jurado del sur de Estados Unidos por Matt Murphy, abogado
defensor de un hombre blanco acusado de asesinato:

¿Y esta mujer a la que asesinaron? ¿Una mujer blanca? Pensé que nunca
llegaría a ver el día en que los comunistas, los negros, los blancos-
negros y los judíos se congregaran bajo la bandera de las Naciones
Unidas, y no bajo la bandera norteamericana por la que luchamos...
Yo estoy orgulloso de ser un hombre blanco, orgullos de estar de pie
representando la supremacía blanca; no la supremacía negra, ni la
mezcla y mestización de las razas... ni los sionistas que gobiernan a ese
hato de negros. Los blancos no van a correr tras ellos, y cuando algunos
blancos se les unen se convierten en blancos-negros...

La esencia del argumento del señor Murphy es muy simple, aunque


debatible. El, y por lo tanto su cliente, adhieren a determinada ideología,
y la mujer asesinada adhería a la ideología opuesta. Además, el abogado
cree que el público comparte la ideología de su cliente y, por ende,
disculpará su acto, que nunca fue negado. Sin embargo, lo importante
aquí es la manera en que se transmite el contenido, más que el contenido
mismo.
El hecho de que diferentes aseveraciones puedan transmitir, por
lo menos mínimamente, la misma información pero con diferentes
connotaciones o provocando un diferente efecto emocional, vuelve a
ser cabalmente ejemplificado en otra cita de Bertrand Russell, referida
a la interpretación de la firmeza: "Yo soy firme; tú eres obstinado; él es
un cabeza dura".
No sólo los editoriales periodísticos sino también los titulares
están coloreados por determinado tinte emocional, a menudo
deliberadamente. Recuerdo un hecho determinado, en cuyos detalles
no entraremos aquí. Me limitaré, más bien, a transcribir los titulares
de diferentes periódicos y dejar que el lector decida qué es lo que
realmente, a su entender, sucedió:

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POLICIA MONTADA MASACRA ESTUDIANTES
DOS ESTUDIANTES MUERTOS
EN TIROTEO CON LA POLICIA
ASESINATO EN LA UNIVERSIDAD

POLICIAS OBLIGADOS A DISPARAR EN DEFENSA


PROPIA

RECURSOS NO VERBALES

El análisis de la terminología emotiva naturalmente lleva a la


discusión de los otros recursos subliminales que no debemos perder
de vista al presentar un argumento. Tal como Marshall McLuhan ha
repetido incansablemente, el medio es el mensaje. Aquí, una vez mas,
su evaluación del público es crucial. ¿Qué preconceptos alientan sus
integrantes, y de qué modo sacar provecho de ellos? Descubra cuáles
son, y le resultarán evidentes los recursos no verbales a los que pueda
apelar
Por ejemplo, la vestimenta es importante. Un muchacho fue arrestado
por tenencia de marihuana. El muchacho tenía un corte de pelo a lo
mohicano y estaba vestido con ropas de cuero negro con tachas cuando
fue detenido. Pero cuando se inició el juicio, todo su aspecto había
cambiado por completo: vestía un traje formal, y tenía el cabello corto
y parejo.
En una presentación oral, la voz es importante. Su voz debe sonar
sincera y confiada, pero, por sobre todo, ser profunda. Absolutamente
todo el mundo queda impresionado por una voz profunda, e incluso hay
ejercicios que usted puede hacer para tornar más profunda su propia
voz. También son importantes las expresiones faciales y el movimiento
de los ojos. La regla general es aquí mirar a la gente a los ojos, y nunca
desviar ¡a mirada o tener una expresión huidiza. A las personas con
mirada huidiza automáticamente se las considera arteras, en tanto que
el hombre que lo mira a usted directamente a los ojos debe de ser
honesto.
El ambiente general o la atmósfera de la sala también son muy
importantes. Incluso he oído una historia según la cual J. Edgar Hoover,
el ex director del FBI, se paraba sobre una plataforma elevada detrás de

92
su escritorio cuando por primera vez se presentaba ante 61 un agente. El
principio implícito sería el de que la altura también parece traslucirse
moralmente, y es cierto que a todos nos impresionan los hombres
altos.
El canciller prusiano Otto Bismarck tenía gran reputación como
diplomático. Con frecuencia, convertía en sus víctimas a hombres
menos duchos que él insistiendo en servir champán durante el curso
de las negociaciones. Parte de su secreto residía en su capacidad para
consumir grandes cantidades de alcohol sin perder el autocontrol o el
control de la situación.
El aprovechamiento más cabal del ambiente de que tenga noticias
podía verse en la labor del evangelista Bill y Graham. Los vastos sitios
públicos donde hablaba estaban decorados con flores y banderas, y su
público se preparaba con cánticos y demás hasta que, lentamente, se
producía un crescendo en medio del cual se elevaba su propia voz.
Al exponer el uso de técnicas no verbales debe recordarse siempre
el empleo de innovaciones tecnológicas, como videos y casetes. La gran
ventaja de los videos es que al efectuarse el montaje de lo filmado pueden
hacerse cortes y empalmes para realzar su efectividad, y, por otra
parte, grabaciones y videos no pueden ser sometidos a interrogatorio.
Esto es especialmente importante si su grabación sigue ese estilo
semidocumental tan de moda. La única manera de contrarrestar su
efecto es mostrando otro video o grabación empalmada de manera tal
de exponer el punto de vista opuesto.
Abundan los ejemplos de la utilización de filmes. El director francés
Jean Luc Godard siempre pareció obsesionado por utilizar el medio
con exclusivos fines de propaganda. Durante la Convención Nacional
Demócrata de 1964 en Estados Unidos, se pasó una película que
mostrada a una niñita jugando con una flor, seguida rápidamente por
una explosión atómica. El film se utilizó contra el candidato republicano
Barry Goldwater.

LA PUBLICIDAD COMO EJEMPLO

En publicidad, muchas de las técnicas analizadas se refinan hasta


el punto de convertírselas en bellas artes. En ese medio, resulta
particularmente instructivo el empleo casi exclusivo de los argumentos

93
positivos. Observemos el siguiente esquema y veamos hasta qué punto
la publicidad ejemplifica cada uno de los principios expuestos.
Para empezar, el avisador debe identificar a su mercado, desglosarlo
en sus componentes más significativos (por ejemplo, geografía, edad,
sexo, etc.), y fijar los objetivos que espera cumplimentar mediante
su aviso. En segundo término, debe identificar a su producto, con la
doble meta de (1) exponerlo en función de los deseos y necesidades de
los consumidores, y (2) destacar la individualidad o superioridad del
producto sobre otros productos rivales. Importa advertir, sin embargo,
que esto último debe hacerse en forma sutil.
Cómo ganar el beneplácito del público:
En el caso de la publicidad, esto significa crear una necesidad
consciente del producto, o hacer que dicha necesidad se sienta.

(a) Apelar a la compasión: Esto funciona de dos maneras en publicidad:


sea directamente, en función del producto o servicio, o indirectamente,
a través de la compasión por quienes necesitan ese producto. Como
ejemplo de lo primero pueden citarse avisos norteamericanos de los
autos de alquiler de Avis, llamando la atención hacia el hecho de que
Avis es la número 2 en el mercado (Hertz es la primera) y pue, por lo
tanto, debe esforzarse más. Aquí se apela a la compasión del público
que simpatiza con el más pequeño. Ejemplo de lo segundo: avisos de
programas de ejercicios para alfeñiques que desean mejorar su físico.
Nuestra simpatía hacia ellos se extiende hacia cualquier producto que
los ayude a enfrentar a este mundo cruel.

(b) Apelar a la autoridad: Este recurso debe ser el primero o segundo más
utilizado en le mundo de la publicidad. Los ejemplos son innumerables.
Un medicamento para jacquecas y malestares afines puntualiza que
contiene mayor cantidad de los ingredientes más recomendados por
los médicos. Sean cuales fueren esos ingredientes, el hecho de que
son recomendados por alguien en posición de autoridad —medica,
en este caso— permite que se apele a dicho elemento. Algunas pastas
dentífricas llevan "algo así" como una recomendación de la Asociación
Dental Norteamericana. Para quienes son demasiado cínicos para
respetar la autoridad médica, o faltos de la sutileza necesaria para
que ello les importe, hay siempre algún otro producto, como el pan
enriquecido con vitaminas recomendadas por un atleta famoso.

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(c) Apelar a la tradición: Hay algunas variaciones de interés sobre el
tema. En primer lugar, es conocido el nombre del brandy favorito de
Napoleón, y si la leyenda napoleónica le resulta atractiva, también le
atraerá la bebida (que es buena, a pesar de Napoleón).
Apelar a la tradición intentando demostrar que un producto es
coherente con un ideal vastamente aceptado, permite, a la vez, apelar a
hechos concretos. Ahora los detergentes tienen componentes químicos
que evitan la polución de la aguas. Los primeros avisos de estos
productos no sólo apelaban a un valor tradicional sino que, en forma
sutil, hacían notar la superioridad de un producto sobre otro. Sin algún
tipo de publicidad, la mayoría de nosotros nunca estaría al tanto de
estos hechos.
Como ejemplo final, algunos productos llevan el nombre de la
cooperativa que los fabrica: todos los partidarios del cooperativismo
se mostrarán bien dispuestos hacia ellos. Lo mismo ocurre con la
nacionalidad del producto: a veces, se apela al público para que dé su
apoyo a la industria nacional.

(d) Apelar al precedente: La contraparte publicitaria de esto son los


testimonios. Estos, claro está, también apelan al sentido de autoridad.
Si puedo presentar cartas de agradecimiento o entrevistas que expresen
entusiasmo por un producto de parte de personas que sinceramente
afirman que dicho producto satisfizo sus necesidades, habré entonces
establecido un precedente que lo llevará a usted a pensar que ese
producto puede serle beneficioso. Es importante que haya puntos de
contacto entre el precedente y el comprador potencial. Toda figura
célebre permite apelar a la autoridad; eso significa que la gente famosa
puede parecer distanciada del hombre común, y que éste, o el "ama de
casa", han de ser priorizados. En el caso de un producto blanqueador, un
hombre célebre sin duda envía su ropa a una buena tintorería, o tal vez
ni siquiera tenga que usarla dos veces. Por el contrario, un Juan Pérez,
que sólo posee dos trajes, tiene una esposa interesada en un producto
blanqueador que elimine las manchas amarillentas del cuello de las
camisas. La señora de Pérez, entonces, estará interesada en el testimonio
que den otras amas de casa como ella, las señoras de Rodríguez o
García.

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Presentación de los hechos:

En publicidad, esto significa brindar el necesario apoyo a la


afirmación de que su producto satisface la necesidad que ha conseguido
despertar en la parte anterior de su presentación.
(a) Estadísticas: ¿Qué madre no estaría contenta si su hijo volviera
corriendo a casa diciéndole: "¡Mira, mamá, ninguna caries!" o "¡Mira,
mamá, 40 por ciento menos de caries!"? Hay varias pastas dentífricas
que anexan testimonios documentados a partir de estudios estadísticos
demostrativos de que sus productos protegen más contra las caries. A la
vez, vemos cómo el enfoque de "subirse al carro triunfal de la victoria"
suele utilizarse en publicidad; si más personas usan el Producto A que
cualquiera de la competencia, entonces, evidentemente, también usted
debería usarlo. Estamos asimismo muy familiarizados con el empleo de
gráficos; sabemos que determinado producto mata más gérmenes y más
rápido porque hamos visto gráficos en acción por televisión.
Hay una importante variante del tema de acentuar lo positivo. Todos
podemos ver un producto desde un punto de vista diferente. De ahí que
si su producto posee una propiedad que otros consideran indeseable,
deberá reestructurar su enfoque de modo que lleguen a ver que lo que
a usted le falta no es un defecto, pero lo que sí posee es una virtud. Por
ejemplo, durante mucho tiempo el automóvil Volkswagen careció de
cambio automático. En vez de admitirlo como carencia, sus fabricantes
lo publicitaron destacando que los cambios manuales eran realmente
los mejores, y ¿qué "hombre" verdadero podía querer que su coche lo
condujera a él, en vez de él conducir a su coche? Otro ejemplo: cualquiera
que haya utilizado alguna vez papel contact, por otra parte muy útil,
sabe que con el tiempo se estira. Pero en vez de admitirlo, la compañía
fabricante publicitó el producto diciendo que no encogía. Todo depende
del punto de vista desde el que se miren las cosas.
De resultas de la creciente inquietud por la relación entre la presencia
de colesterol y los ataques cardíacos, la industria de la carne ha estado
muy ocupada en Estados Unidos tratando de desarrollar bifes con
menos colesterol, y publicitándolos en forma creativa. Por ejemplo,
inició una campaña publicitaria en dos dimensiones. En primer lugar,
se destacaba que uno de los beneficios residuales de comer carne está
en que permite desarrollar mayor fuerza, porque contiene proteínas,
hierro y vitamina B. Además, se lanzó una serie de avisos que decían:

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"La carne de vaca sólo tiene 80 miligramos de colesterol por cada
porción de 100 gramos", y que una persona saludable podía ingerir si n
problemas hasta 300 miligramos por día. Lo que el aviso no decía es que
en cada porción de carne se había extirpado, como en una operación
quirúrgica, hasta el último milímetro de grasa, y que la porción media
de carne que se sirve en la mesa es de 150 gramos.
La información proporcionada por la industria de la carne es correcta.
Pero lo que se soslaya es, evidentemente, crucial para el consumidor.
A nuestros fines, lo más importante es que la campaña publicitaria
cite información correcta en sus ejemplos dirigidos a crear actitudes
o a influir sobre ellas; pero estas actitudes serían muy diferentes si
también se contara con otros datos. No es mentir lo que nos interesa,
sino presentar adecuadamente la información.

(b) Clasificación: Al clasificar sus productos o proyectos, lo más


importante es asegurarse de que la clasificación en sí conlleve un elogio.
Por ejemplo, en una rotisería se venden dos tipos de pollos precocidos:
grandes y extra granes. No existen pollos medianos o pequeños en
dicha clasificación. Otro ejemplo lo encontramos en la clasificación de
los huevos. ¿Sabía usted que es imposible obtener un huevo pequeño?
El de tamaño más pequeño que se vende al comercio se anuncia como
huevo mediano.

(c) Definición: Usted lee la palabra "champagne" en una botella. ¿Qué


le dice el término? Para algunos, que se trata de un vino de la región de
Champagne, en Francia; técnicamente, no significa otra cosa. Además,
la mayoría de los vinos de esta región son espumantes, o sea que
hacen burbujas. Por añadidura, la mayoría de esos vinos son blancos.
Sin embargo, hay vinos de la región de Champagne que son tintos,
y algunos no son espumantes. El champagne francés es producido
y controlado en condiciones muy estrictas, especialmente en lo que
respecta a su etiqueta. Ejemplo de ello es el hecho de que se lo hace
fermentar embotellado: las burbujas se forman naturalmente en la
botella, no son producidas por algún medio artificial. Esto hace que el
vino tenga un sabor excelente, pero también que sea muy costoso.
En Estados Unidos la ley permite que ciertos productos utilicen la
palabra "champagne", pero los requisitos son tan poco estrictos que
no es difícil que compremos un producto de calidad inferior. Muchos

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champagnes norteamericanos se fermentan en grandes cubas, no en
las botellas. Peor cuando el champagne es fermentado en cubas, debe
aclarárselo en la etiqueta mediante la leyenda "procesado en cubas". Sin
embargo, esto no impide que algunos fabricantes inescrupulosos digan
"naturalmente fermentado y procesado en cubas": aquí, la palabra
"natural" es casi una contradicción, pero el inescrupuloso fabricante
aprovecha el equívoco y la natural credulidad del comprador.

(d) Analogía: Se trata de una técnica vastamente utilizada. Será aquí


útil recordar nuestra anterior distinción entre analogías literales y
figurativas. Una analogía literal parte de la base de que si dos cosas son
parecidas en uno o más sentidos, entonces también lo serán en algún
otro aspecto. Una analogía figurativa no es más que un recurso llamativo
para destacar o explicar determinado aspecto. La publicidad depende
en gran medida de la oscuridad de esta distinción: lo que en realidad son
analogías figurativas,se presentan como analogías literales. Un coche
deportivo norteamericano, relativamente poco costoso, es descripto
como la Ferrari de los automóviles de Estados Unidos. Ferrari es una
marca de autos sumamente prestigiosa, muy cara, y una obra maestra
de la tecnología. Puede ser que la única semejanza (lo cual ciertamente
no es una analogía) entre el coche Ferrari y el auto norteamericano sea
alguna característica de su estilo: sin embargo, la publicidad aprovecha
ese parecido.
Otro coche norteamericano puede anunciar que su interior es más
silencioso que el de un Rolls Royce. Ello probablemente sea cierto, pero
muy probablemente, también ahí comience y termine todo parecido.

Subrayando la conclusión:

La publicidad no depende de argumentos complicados. La repetición


es una de sus herramientas habituales. De los recursos que emplea, los
más importantes son el lenguaje emotivo y la promesa de beneficios
residuales.

(a) Beneficios residuales: En su WbroTheHidden Persuaders, VaneePackard


puntualiza la promesa subliminal que acompaña a cada producto. Tal
como dijo alguien: "Los fabricantes de cosméticos no están vendiendo

98
lanolina, están vendiendo esperanzas... Nosotros compramos algo
más que un automóvil, compramos prestigio", Aunque algo exagerada,
hay bastante de verdad en esta afirmación. Si un hombre no siente la
necesidad de un automóvil, es improbable que usted pueda vendérselo.
Por otra parte, dada la naturaleza humana, el mercado de coches y los
productos de la competencia que técnicamente son muy similares al
que usted exhibe, debe ofrecerse algún beneficio residual. De modo que
usted podrá decir que cualquiera puede comprar un coche X, pero que
si compra la marca que usted ofrece, no sólo estará adquiriendo un auto,
sino también un símbolo de virilidad. La relación entre automóviles
y sexo no puede haber sido inventada por los publicitarios: ya tiene
que haberse hecho la asociación previa en la mente del público. Desde
el punto de vista sociológico, debemos advertir que esta asociación
específica entre coches y sexo es resultado del hecho de que los hábitos
del cortejo amoroso han cambiado notablemente en el curso de los
últimos cincuenta años en Estados Unidos, precisamente debido a la
existencia de automóviles.
El mejor ejemplo de lenguaje emotivo, tan astuto que es casi
increíble, es el de un aviso que no publicitaba un producto específico
sino, sencillamente, "Marcas de Fábrica". En este caso, usted está siendo
condicionado para responder a la publicidad en sí, o al condicionamiento
mismo. ¡Asombroso!
Algunas marcas se han convertido en símbolo de elevado status.
Otras, como la cinta Scotch, ya han dejado de ser una marca a en la
mente del público, para pasar a ser el término genérico utilizado por
los consumidores de ese producto. Ante semejante grado de asociación
connotativa, es improbable que la competencia pueda hacer algo. La
publicidad siempre puede enseñarnos mucho.
Capítulo V
ATACANDO LOS
ARGUMENTOS
Dos son los motivos principales que nos llevan a aprender técnicas
útiles para atacar argumentos. En primer lugar, puede así elaborarse un
alegato más sólido en favor de la propia postura, si, además de presentar
consideraciones positivas hacia ella, se demuestra que hay falencias
graves en los argumentos de los adversarios. Ha de recordarse, en este
sentido que son pocos los argumentos prácticos que pueden demostrarse
de manera concluyente; por lo tanto, mientras que es improbable que usted
pueda demostrar cabalmente los argumentos propios, sí podrá reforzar
su postura demoliendo los de la oposición.
En segundo término, una vez que haya usted dominado el arte de
tomar la ofensiva, sin duda será más ducho en defender su postura
original. Si logra prever los ataques en su contra, el origen y sus avances,
tendrá ganada media batalla.

LA REACCIÓN PÚBLICO

A los fines de nuestra discusión, supongamos que algueien ha


presentado ya sus argumentos, y ahora se lo convoca a usted para
atacarlos. Ante todo, deberá ineludiblemente calibrar la reacción del
público ante la presentación inicial de los argumentos de su adversario.
Son tres las reacciones posibles: (1) en medida mayor o menor, su
adversario ha logrado persuadir al público de que adopte su punto de
vista; (2) el público permanece indeciso; (3) en medida mayor o menor,
su adversario no ha conseguido que el público acepte sus argumentos.
Analicemos la estrategia general respecto de estas tres posibilidades,
invirtiendo el orden de su consideración. Si su adversario ha fracasado
de plano, lo primero que usted deberá hacer es, precisamente, señalar
al público los puntos más débiles de su argumentación. Concentre
entonces la mayor parte de sus ataques en dichos puntos, reforzando así
en la mente del público la debilidad de esa postura, y la agudeza con que

7 03
usted mismo comparte esa percepción. Aquí, estará usted combinando
la crítica de la oposición con halagos al público. A continuación, cuando
sienta que tiene al público de su lado, podrá pasar a emplear las técnicas
y reglas que analizamos a continuación, apelando al sentido del humor
y del ridículo. Advierta que el sentido del humor y del ridículo sólo son
eficaces contra un adversario si usted está convencido de tener al público de
su lado. De lo contrario, no hará más que ofender a todo el mundo.

Ad hominem

El ataque ad hominem significa atacar al hombre que plantea un


argumento, más que al argumento en sí. Hay algunas variantes sutiles
de esto que podrá descubrir a lo largo de este capítulo, pero lo que
aquí nos importa es su uso más flagrante. Podrá recurrir a esta forma
de ataque en dos ocasiones a lo largo del debate: tras haber demolido
los argumentos del otro por medios independendientes, o en aquellos
casos en que la argumentación de su adversario ha sido tan floja que
no vale la pena seguir demoliéndola ante el público. Esto es muy
importante. Sin duda alguna, como veremos, hay todo tipo de ardides
inteligentes a los que podrá usted recurrir, pero sólo si es necesario
para ganar la discusión: si puede ganarla sin recurrir a ninguna de
estas técnicas, tanto mejor. Caso contrario, podrá desviarse del tema, y
desviar también la atención del público.
Son varias la maneras en que puede atacarse al rival. Por ejemplo
podrá comenzar criticándolo por insultar la inteligencia del público con
una argumentación tan desmañada; o bien explicar por qué el otro ha
adoptado un punto de vista tan absurdo.
Los ejemplos del ad hominem incluyen los que a continuación citamos.
Cuando se le pide que analice un tema específico con sus alumnos,
un docente podrá replicar que no discute asuntos tan serios con un
hato de ignorantes. Por otra parte, el orador invitado a hablar en una
universidad por sus estudiantes podrá negarse a responder a las
preguntas del público académico señalando que sus integrantes no han
leído a un autor específico o un libro o artículo determinados.
El propósito del ataque ad hominem es desacreditar a la oposición
por medios indirectos. Una manera de hacerlo es llamando la atención
hacia los desgraciados usos del idioma en que incurre su opositor:

104
errores gramaticales, de dicción, pobre elección de metáforas (o
entremezclamiento de ellas). Dará así a entender que si alguien
entremezcla inadecuadamente las metáforas, en la mente de ese alguien
ha de reinar la confusión y, por lo tanto, no se lo puede tomar en serio.
Hay que ser cuidadoso con el empleo de esta táctica porque a veces
los integrantes del público cometen también ese tipo de errores, y se
sentirían ofendidos si sostiene usted que una metáfora confusa invalida
totalmente un postulado. Sin embargo, podrá dejar en evidencia dicha
confusión expresándose en una vena humorística, exponiendo esos
puntos débiles en el discurso de su adversario a la par que se gana el
beneplácito del público.
Un error tradicional es el denominado anfibología, producto de la
ambigua estructura de la oración. Hay ejemplos famosos: cuando el rey
Creso consultó al oráculo de Delfos para saber si debía invadir o no al
reino vecino, el oráculo le respondió: "Si Creso va a la guerra, destruirá
un poderoso reino". Recordemos también la predicción hecha a Macbeth
en la obra homónima de Shakespeare: "Nadie que haya nacido de mujer
podrá dañarte". Macbeth fue muerto por Macduff, que no había "nacido
de mujer" en parto natural, sino por cesárea.

Falacia genética

La forma más refinada de ataque ad hominem es un tipo especial


de contraargumento, la falacia genética. Explicar algo genéticamente
significa describir el origen de un hecho, proceso, objeto o lo que fuere,
en una suerte de relato histórico que describe cómo las cosas llegaron a
ser lo que son. Por lo general se lo emplea para elaborar un diagnóstico,
dando a entender así que usted está analizando científicamente la historia
clínica de una enfermedad. Las explicaciones genéticas ciertamente
son válidas y útiles en otros contextos, pero muy especialmente para
socavar los planteos de un adversario.
Tal vez los dos tipos más famosos de explicación genética sean
el psicoanálisis freudiano y las diversas formas de marxismo. Las
ansiedades, neurosis y psicosis de muchos pacientes son diagnosticadas
como resultado de un curso evolutivo iniciado en la infancia. Por lo
general, alguna experiencia traumática sufrida en la infancia es la causa
de la neurosis. Por ejemplo, haber sido encerrado en un ropero como

'105
castigo puede "producir" claustrofobia; inculcársele a alguien la visión
del sexo como algo sucio puede "producir" frigidez o impotencia, o
requerir de complejos juegos masoquistas para aliviar la tensión sexual.
Por su parte, los marxistas sostienen poder explicar no sólo la historia
del desarrollo económico, sino también las determinadas pautas que
adopta, como los períodos florecientes o de depresión, y la causa de la
alienación de los trabajadores en el sistema capitalista. Por añadidura,
tanto freudianos como marxistas pueden explicar por qué algunas
personas no aceptan sus teorías. Aquel que se niegue a aceptar
que el sexo lo imbuye todo, revela síntomas de una represión sexual
victoriana. Tal vez lo aqueja un complejo de Edipo, y busca ocultarlo
negando su existencia. Por su parte, el que niega sentirse explotado es
una herramienta de la represión capitalista. Manifestarse en contra de
estas teorías es exponerse al escarnio público en algunos círculos.
Las explicaciones genéticas abundan en algunos planteos
difundidos. El desdén que el mundo empresario siente por el mundo
académico se expresa con la frase que dice que "los que pueden, hacen;
los que no pueden, enseñan". Por su parte, el desdén que el mundo
académico siente por el mundo de los negocios se expresa diciendo que
este último tiene como único motor la codicia, nunca la benevolencia.
Los adolescentes no pueden hablar con nadie que tenga más de
veinticinco años: funciona aquí la edad como explicación genética de
una ceguera política, social y cultural. La rebeldía de los jóvenes es
siempre achacada a la actitud permisiva de los padres. De contar con el
favor del público, podrá siempre hallar alguna manera de explicar por
qué sus adversarios son tan estúpidos, y ahorrarse el trabajo de tener
que enfocar sus argumentos desde un punto de vista lógico.
Llegamos ahora a la segunda posibilidad, en que el público
todavía se halla indeciso. En este caso deberá usted abstenerse de
aplicar la mayoría de las técnicas mencionadas hasta aquí. Por el
contrario, una vez más deberá tratar de descubrir qué elementos
eran los más sólidos y cuáles los más débiles en la argumentación de
su adversario. Si puede atacar los argumentos más sólidos, hágalo;
caso contrario, actúe como si ni siquiera hubiesen sido mencionados.
En todos los casos podrá explotar los puntos débiles de la
argumentación. Poco más adelante analizaremos la anatomía exacta
de los procedimientos a seguir.
La tercera posibilidad es la de que su oponente haya sido exitoso.

106
Para empezar, una postura moral destinada a avergonzar tanto a su rival
como al público es muy eficaz cuando usted se encuentra en situación de obvia
desventaja en una discusión. Si el éxito logrado por su adversario se debe
a que él mismo ha utilizado técnicas engañosas como las que estamos
analizando, probablemente pueda usted obtener algunos puntos a favor
poniéndolo en descubierto y acusándolo (con mayor o menor suavidad)
de ser un tramposo. Pero si su público es tan corto de entendederas
que no alcanza a ver adonde quiere ir usted a parar, recurra entonces
usted mismo a esas técnicas engañosas. Por sobre todo, no se muestre
excesivamente duro con su oponente, pues podrá aumentar la
simpatía del público por él, ni dé la sensación de estar recurriendo a
ardides o tretas. En la mayor parte del público suele provocar inmediato
desagrado todo aquel que parece demasiado convencido de su propia
capacidad para la discusión, de modo que evite parecer que se está
ufanando demasiado, y no se muestre demasiado complacido con sus
propios argumentos incisivos o ingeniosos. Acuse cierta debilidad,
como si se hallara injustamente en situación de desventaja, pero
tampoco se exceda en esto. ¡Aprenda a conocer al público!
Si su público es medianamente sofisticado, pero tal vez se muestra
impresionado por la hábil presentación de los argumentos de su rival,
convendrá, dejar a éste en evidencia como un tramposo sofista que está
insultando la inteligencia de ese público. Emprenda entonces la crítica
de cada uno de sus ardides. Finalmente, tras ponerlos en descubierto,
deje en claro que usted no se rebajará a emplear medios tan deshonestos.

LA ANATOMÍA DE LA REFUTACIÓN

Llegamos ahora a la anatomía de la refutación, medio por el cual


podemos socavar los argumentos del rival. Recuerde: es posible
demostrar lo deficientes que son todos los argumentos de su adversario:
simplemente, es cuestión de hacer gala de ingenio y persistencia.
Comenzaremos por diagramar la forma de ataque, ejemplificando
algunos de los principios generales del diagrama, para lanzarnos luego
al análisis detallado de procedimientos de refutación específicos.

107
Todo argumento entraña un tema central o una conclusión apoyada
por premisas o razones que supuestamente sirven de pruebas. Al
atacar determinado argumento, estamos sosteniendo uno de entre dos
postulados, o tal vez ambos: (1) que el argumento es deficiente cuando
las pruebas contradicen la conclusión, o (2) cuando las pruebas son falsas
o inadecuadas. Puesto que en nuestro diagrama A queda subdividido,
pasemos primero a examinar B.

B: Un argumento presenta contradicciones internas seas cuando una


de sus premisas contradice a la conclusión, o cuando las premisas se
contradicen entre sí.
Uno de los ejemplos clásicos de contradicción puesta en evidencia
se da en el diálogo platónico con Eutifro. Recuérdese que hay una
contradicción cuando el orador efectúa dos afirmaciones que no pueden
ser ciertas a la vez. Sócrates pegunta a Eutifro: Cuál es el significado del
término "pie-dad"? Eutifro responde que un acto es piadoso cuando los
dioses lo aprueban e impío cuando los dioses lo desaprueban. Sócrates
señala entonces a Eutifro que, puesto que hay muchos dioses (los de
la mitología griega), y dado que algunos dioses aprueban determinado
acto y otros no, entonces el mismo acto será causa de aprobación y
desaprobación al mismo tiempo. Por ende, si empleamos la definición

108
de piedad propuesta por Eutifro, el mismo acto puede ser piadoso e
impío al mismo tiempo. Y Eutifro, claro está, se contradice a sí mismo.

A: Un argumento puede no ser coherente con los hechos objetivos


sea porque las premisas o razones esgrimidas son, sencillamente, falsas
(C), o porque las implicaciones o resultados de la conclusión serían
considerados falsos (D). Ejemplo de esto último sería un argumento
que comienza dando información sobre la polución industrial, para
luego terminar con la condena de toda tecnología, por considerarla
perjudicial para la vida en este planeta. La falsedad de las implicaciones
de este argumento queda en evidencia si recordamos que buena parte
de la medicina moderna, que preserva la vida y sirve a ella, es resultado
de la tecnología. Ciertamente, no dejaríamos de lado este elemento
efectuando una condena tan global.

C: Las razones o premisas son falsas o inaceptables cuando la


conclusión a que se llega no es pertinente (F), o cuando, sencillamente,
podemos demostrar que las premisas son falsas (E). En el caso de F
decimos que el argumento es un non sequitur. Diferente es el caso B,
porque en B hay una contradicción, mientras que en el caso F no hay
contradicción, en absoluto. Por ejemplo, para llegar a la conclusión de
que los norteamericanos en general poseen mayor inteligencia innata
actualmente que hace cuarenta años, podría plantearse el argumento de
que hoy es mayor que nunca el número de norteamericanos que asisten
a la universidad. Se está ofreciendo aquí una razón valedera, pero que
nada tiene que ver con la conclusión: no hay relación directa entre la
inteligencia innata y los estudios universitarios. La universidad puede
haber disminuido sus exigencias, o aumentado el ingreso por razones
que nada tiene que ver con la inteligencia de los aspirantes.

E: Puede demostrarse que una razón o premisa es falsa por vía


directa o indirecta. Por vía directa, si alguien dice que está lloviendo,
podemos demostrarle que se equivoca mirando por la ventana. Hay
varias maneras en que por vía indirecta puede demostrarse que una
razón o premisa es falsa.
Consideremos el argumento según el cual a los jóvenes de dieciocho
años debería permitírseles consumir bebidas alcohólicas. Supongamos,
asimismo, que la única razón o premisa esgrimida es que, como el

109
muchacho puede ser llamado para hacer el servicio militar, éste es el
factor determinante que sustenta su derecho a ingerir alcohol. Por lo
general, se lo plantea en tono altamente emotivo, a los efectos de que
"somos bastante maduros para morir por la patria pero no para beber
alcohol".
La primera forma de atacar esta premisa consiste en (1) agregar otra
premisa que se sepa cierta, y (2) llegar entonces a una conclusión falsa.
Evidentemente, con esto queda invalidada la premisa. Por ejemplo, las
señoritas no son llamadas a cumplir con el servicio militar: por lo tanto,
quedarían excluidas de la posibilidad de ingerir bebidas alcohólicas. Es
obvio que la posibilidad de ser reclutado no puede ser el único factor
determinante que permita establecer una edad socialmente aceptable
para beber alcohol.
La segunda forma de atacar esta premisa consiste en llegar a otra
conclusión, que sería incoherente con la conclusión dada o con alguna
otra conclusión que pudiera extraer su adversario. Por ejemplo, si la
edad para cumplir el servicio militar se redujera a los dieciséis años,
entonces los jovencitos de dieciséis años (o de doce, o cual fuere la edad
para ser reclutados) tendrían derecho a beber alcohol. Pero su oponente
ha argumentado que la edad para permitir que se inicie el consumo de
bebidas alcohólicas es de dieciocho años. El mismo tipo de conclusión
no pertinente funcionaría en el caso de un ejército voluntario: entonces,
sólo los voluntarios tendrían derecho a ingerir alcohol.

F: Un tercer método difundido para atacar esta premisa estriba en


demostrar que es una generalización con excepciones conocidas, y,
por ende, inaceptable. La posibilidad de ser reclutados no es criterio
válido, puesto que los hombres de más de treinta y cinco años, que
evidentemente no son pasibles de reclutamiento, tienen derecho a beber
alcohol. La bebida, entonces, depende de algún otro criterio o criterios.
Todo esto no significa que los jóvenes de dieciocho años no tengan
derecho a ingerir bebidas alcohólicas: la refutación sólo demuestra que
la posibilidad de ser llamados a cumplir con el servicio militar no es
premisa o razón válida que pueda esgrimirse.

Por lo general, toda suposición puede ser atacada por uno de tres
medios: o bien soslaya los hechos, los evade, o los distorsiona.
Soslayamos los hechos cuando no advertimos que hay excepciones

110
a ciertas reglas; cuando aplicamos una regla en una situación en que
otra es más aplicable; cuando incurrimos en vastas generalizaciones (y
sostenemos que lo que es cierto en algunos casos, lo es en todos); cuando
efectuamos generalizaciones apresuradas (con bases insuficientes); o
cuando bifurcamos un tema sin argumentos suficientes. Por ejemplo,
declarar que "o estás conmigo, o en contra de mi" plantea el caso en que
las alternativas pueden no ser tan excluyentes. A veces observamos este
tipo de argumentos en el postulado de que, o bien se está en favor de
una acción decidida en contra de la discriminación, o de lo contrario
no se está dispuesto a combatirla. Evidentemente cabe aquí una tercera
alternativa, el deseo de adoptar medidas anti-discriminatorias que no
impliquen de por sí discriminación en el sentido inverso.
Evadimos los hechos, en nuestras suposiciones, cuando damos por
sentado algo que todavía no ha sido probado (por ejemplo, reafirmando
nuestra postura originaria en lugar de brindarle apoyo adicional),
cuando apelamos a consideración especial, o cuando caemos en la
falacia de modificar el tema (o sea, argumentando en favor de lo que en
realidad es un tema diferente). Ejemplo de esto último sería alguien que
dice: "Muy bien, discutamos el tema de la defensa nacional. ¿Gastaremos
más en misiles, o dedicaremos más fondos a las fuerzas tradicionales?"
La cuestión original era si gastaríamos algo, más, menos, o lo mismo:
pero en la pregunta aquí planteada se da dor sentado que ya hemos
decidido incrementar los gastos de defensa.
Distorsionamos los hechos cuando empleamos analogías falsas que
inducen a error ("registrar todos los encendedores e impedir incendios
en los bosques"), identificamos causas falsas (por ejemplo, que todas
las guerras en que Estados Unidos participó en el siglo XX tuvieron
lugar con gobiernos del partido demócrata), o proponemos una tesis no
pertinente como medio de desviar la atención (algo que analizaremos
luego).

Refutación de las apelaciones a la compasión

Apelar a la compasión así como a la autoridad, ad populum y al


precedente, se da en gran medida como intento de ganarse el beneplácito
del público. Si alguna de estas formas de apelación ha sido exitosa,
será importante, entonces, tomar conciencia de que el público en cierta

111
medida favorece ese tipo de argumento. De ahí que su refutación debe
seguir uno de dos caminos; o bien apelamos a un argumento de la
misma naturaleza pero de orden más elevado, o procuramos dar vuelta
a los argumentos.
Si su rival ha apelado a la compasión, usted deberá actuar como si
ese ejemplo de compasión fuese una premisa general. Añada entonces
alguna premisa propia que crea aceptable para el público, pero llegue
a una conclusión que no coincida con la de su rival. Por ejemplo,
supongamos que su adversario ha argumentado que deberíamos
destruir todos los armamentos atómicos, e iniciado su argumento con
un detallado examen de las consecuencias de Hiroshima. Asimismo,
supongamos que ha logrado su propósito de apelar a la compasión
del público: éste evidentemente siente piedad por los que sufren. La
única manera posible de contraatacar tal apelación está en señalar
que si Estados Unidos no hubiera poseído o utilizado armas atómicas
contra Japón (argumento de su rival), y que si la guerra hubiera tenido
que ser definida por una invasión de las islas japonesas, entonces
(añadiendo aquí la premisa suplementaria) según todo cálculo
las bajas de ambos lados, incluidos civiles y militares, habrían sido
astronómicas. Agréguese entonces la pregunta: ¿Cuántos niños
japoneses y norteamericanos—y sus padres—están vivos gracias a la
valiente decisión de arrojar esa bomba? El empleo de armas atómicas
en verdad redujo el sufrimiento.
Como segundo ejemplo, imaginemos a un abogado que defiende
a un delincuente juvenil aduciendo que, como su defendido es joven,
debemos entonces hacer concesiones. Está apelando a la compasión de
acuerdo a la siguiente estructura: debido a x, se desprende que y.
Aquí debemos dar vuelta el argumento llegando a una conclusión
diferente a partir de la misma premisa: debido a x, no se puedo llegar a
y. Como se trata de un joven, no debemos hacer ninguna concesión; eso
contrario estaríamos alentando la mala conducta juvenil y sentando
un precedente.

Refutación de la autoridad

Hay dos maneras de socavar el recurso a la autoridad en su rival,


sea mediante un ataque ad hominem de las autoridades especificas a las

11.2
que alude, o trayendo a colación autoridades contrarias. Existen por lo
menos seis tipos diferentes de ataques ad hominem contra una autoridad.
En primer lugar, si se cita a determinado nombre como autoridad
y, a la vez, se sabe que aquél posee opiniones poco a tono con las
apelaciones a la compasión, ad populum, o el precedente esgrimido por su
adversario, deberá usted entonces lanzarse contra dicha incoherencia.
Volvamos a un ejemplo previo. Si su rival ha argumentado en contra
del almacenamiento de armas nucleares y, aun más, ha ejemplificado
su argumento apelando a la compasión del público por lo ocurrido
en Hiroshima, amén de citar como autoridad sobre los efectos de las
explosiones nucleares a algún analista científico o militar, deberá usted
proceder de la manera siguiente: Si el analista militar o científico es
experto en las consecuencias de los desastres provocados como corolario
de las explosiones nucleares y, a la vez, está en favor de acumular dichos
armamentos, deberá lograr que lo admita de inmediato. Si el experto
al que acudió su oponente no comparte su conclusión final, usted lo
pondrá en un verdadero aprieto.
En segundo término, si el presunto experto pertenece a una
agrupación o defiende una causa hacia la cual, según ya sabe usted,
el público se muestra hostil, socave entonces su autoridad aduciendo
su culpa por asociación: con toda seguridad, alguien que pertenezca
a organizaciones cuestionables no puede ser una autoridad digna de
confianza. Por ejemplo, si un policía es acusado de disparar contra un
hombre negro desarmado, y se llama a un experto en balística para
testimoniar que la bala fue efectivamente disparada por el revólver de
ese policía, verifique a qué agrupaciones puede pertenecer dicho experto.
Si éste, por ejemplo, colabora con regularidad con una agrupación de
defensa de los derechos civiles de la gente de color, y usted sabe que
está ante un público o jurado racista, divulgue esa información a los
efectos de sembrar dudas acerca de la honestidad del análisis efectuado
por el experto.
En tercer lugar, puede socavarse la autoridad de un experto señalando
la diferencia entre teoría y práctica. Muchísimas cosas pueden sonar
formidables en teoría, como el decir que las computadoras han llegado
para salvar al hombre, para juego resultar totalmente fallidas en la
práctica. Por ejemplo, al tratar de obtener apoyo público para un
programa espacial, se convocó a muchos expertos para que hablaran
de los beneficios de la investigación efectuada en dichos programas.
Algunos de esos beneficios en realidad todavía no se han dado. Muchos
de ellos se basaban en supuestos teóricos que podían ser atacados con
facilidad. Por añadidura, al enfocar la problemática humana, por
lo general se nos inunda de absurdas teorías acerca de su solución,
y ya sabemos cuántas de las soluciones propuestas han fracasado.
Además, todos sabemos muy bien que los expertos mencionados por
su adversario son gente que vive en una torre de marfil (su universidad
o recinto académico), totalmente alejados de la realidad.
En cuarto lugar, toda autoridad que encare abstracciones extremas
puede ser socavada si acentuamos la distinción entre teoría y práctica.
El pueblo suele no tener conciencia de dicha diferencia, pues los medios
periodísticos indiscriminadamente anuncian todo pronunciamiento
cientifico como hecho real ya consumado. Se trata, en muchos casos
de tesis puramente teóricas. Por ejemplo, por inteligente que alguien
sea, ¿puede realmente explicar el comienzo del universo? Si hubo un
comienzo, entonces algo debió de precederlo. Todas las teorías se basa n
en algún hecho, elemento o estado preexistente, como un gas expansivo.
No hay, literalmente, un comienzo del universo si ya algo estaba allí.
Además, ¿podríamos jamás verificar tal hecho? Por añadidura, la
historia de la ciencia abunda en nombres de grandes científicos que
llegaron a alentar creencias falsas, por no decir absurdas. Galileo, por
ejemplo, quería explicar las mareas en función del sol. Un poco difícil
de verificar, especialmente con las mareas nocturnas! Kepler, a pesar de
su genio, alentaba toda una serie de creencias extrañísimas acerca del
misticismo de los números. Muchos hombres ganaron fama elaborando
teorías que fueron luego rebatidas.
En quinto lugar, y como recurso último contra cualquier experto,
puede usted emprender un ataque generalizado contra la especíalización
toda. Por ejemplo, puede desestimar o desvalorizar los conocimientos de
un experto apelando a una verdad más amplia. Supongamos que debe
usted vérselas con un supuesto experto en medicina cuyo testimonio
no es de su agrado. Podrá señalar entonces que el conocimiento en
general es incierto, entonces, con toda seguridad algún tipo especifico
de supuesto conocimiento, incluso el conocimiento médico, será
incierto. Finalmente, podría usted llegar a insinuar el hecho de que
existe una conspiración entre todos los expertos presentados por su
rival, especialmente si todos ellos tienen una visión coincidente.
La otra forma generalizada de ataque contra expertos y autoridades

114
reside en presentar expertos que sustenten la opinión contraria.
Hay aquí, también, dos posibilidades. En primer lugar, si cree usted que
ha podido socavar la confianza del público en los expertos presentados
por su adversario, presente entonces a sus propios expertos, que
apoyarán su postulado. En segundo término, si ha tenido que recurrir
al quinto método esbozado anteriormente—una crítica general de
toda autoridad y especíalización—-, introduzca entonces expertos en
el postulado opuesto al de su rival, no necesariamente en apoyo de su
propio postulado, sino como simple manera de causar impresión. Con
seguridad, si todos los expertos están en desacuerdo, ¡no tendrá sentido
alguno recurrir a ellos! El arma final, en este caso, es la del ridículo.
Por ejemplo, le sugiero que consulte cualquier debate entre expertos
sobre la crianza de los niños. Bien haríamos en recordar aquí la befa de
William F. Buckley, cuando dijo que preferiría ser gobernado por los
cien primeros nombres que aparecieran en la guía telefónica de Boston
antes que por el cuerpo académico de la Universidad de Harward.

Refutación del ad populum

La apelaciones ad populum son, por su propia índole, muy populares.


El principal método que puede utilizarse en su contra reside en
invocar otro argumento ad populum que apoye sus postulaciones o
vaya en contra de las de su rival: algo que, en opinión suya, pueda
ejercer un atractivo aun mayor. Por ejemplo, al elegir candidatos por
distritos suele sugerirse que los grupos minoritarios se coloquen en
una suerte de baluarte, o que se les asigne un candidato procedente
del mismo ambiente y cultura, a fines de garantizarles algún tipo de
representación. Esto parece coherente con la intención democrática de
hacer justicia para todos los grupos de intereses legítimos dentro de la
sociedad y, por ende, constituye un método de apelación ad populum.
Para contrarrestarlo, podría usted señalar que ese sistema da a la
minoría voz pero muy poco poder, puesto que su representante podrá
ser ignorado. En el décimo documento federalista, James Madison
argumentó en pos de otro ideal que también forma parte del sistema
político de ideales norteamericano: la idea de que debe alentarse la
redistribución por distritos y por otros medios de los representantes
políticos, a fin de representar una amplia gama de intereses. En realidad,

775
al tener un representante de un grupo específico de intereses estamos
alentando el faccionalismo, precisamente ese mal que deseamos evitar.
Hemos intentado aquí socavar una apelación ad populum por medio de
otra que parecería tener atractivo más vasto.
Hay una segunda manera de atacar el método de apelación ad
populum de su oponente: pero solo deberá recurrirse a ella si a usted
no se le ocurre un modo eficaz de apelar al argumento ad populum
contrario. Lo que hará entonces es lunzar un ataque generalizado sobre
toda apelación ad populum. Deberá señalar al público la medida en que lo
que la mayoría de la gente acepta como cierto, realmente es falso. Podrá
hacer que lo entiendan bien dando ejemplo, como el de que alguna vez
mucha gente creía que la Tierra era plana, y ciertamente en ese caso
la opinión mayoritaria era la errónea. En el reino de los valores, más
apropiado para las apelaciones ad populum, puede señalarse que alguna
vez fue muy mal visto cobrar intereses sobre un préstamo (algo llamado
usura), mientras que hoy una economía en movimiento es impensable
sin un sistema crediticio que dependa del cobro de intereses.
Una variante del tema está en apelar a un valor que, a la vez,
contradiga la postura ad populum generalizada pero, no obstante, sea
compartido por los intereses más reducidos de su público. Por ejemplo,
aunque la democracia o gobierno de la mayoría es parte de nuestro
repertorio general ad populum, cuando se trata de intelectuales en
general y académicos en particular podrá usted apelar al elitismo, la
creencia de que sólo a personas superiores (supuestamente, a cargo
de la educación superior) puede permitíreseles tomar las decisiones
cruciales. En este caso, mofarse de las creencias de las masas resulta lo
más apropiado y persuasivo.

Refutación del procedente

La refutación obvia de la apelación al precedente consiste en invocar


un precedente en contrario. Por ejemplo, en un caso tratado por la Corte
Suprema de Justicia norte-anerucana, el de Keswick versus Buick (1937),
descubrimos que el señor Keswick fue lesionado y quedó inválido a
raíz de un accidente sufrido con su automóvil Buick recién adquirido.
Luego se confirmó que el Buick tenía fallas de fabricación. El señor
Keswick entabló juicio. En defensa de la Buick, los abogados de ésta

116
sostuvieron que la empresa no debía ser responsabilizada por un auto
defectuoso, pues dicha responsabilidad afectaría económicamente a
la Buick en particular y a toda la economía en general. El precedente
era, aquí, la seguridad del sistema de libre empresa. Los abogados del
señor Keswick argumentaron que su invalidez le impedía ganarse la
vida y, por lo tanto, mantener a su familia. Aquí el precedente era la
conservación de la familia como institución. El señor Keswick ganó el
juicio.
La segunda manera de atacar un precedente reside en demostrar
que no se aplica al caso que tenemos entre manos debido a la presencia
de circunstancias atenuantes o diferencias significativas. Imaginemos
un naufragio, y los sobrevivientes en un bote salvavidas lejos de la
civilización. Además, hay demasiados sobrevivientes para le pequeña
lancha y, por añadidura, amenaza un temporal. A fin de que algunos
puedan sobrevivir, los ocupantes del bote salvavidas deben remar
unos dos mil kilómetros hasta la tierra más próxima. De acuerdo con
el precedente, el capitán debería tratar de salvar a todo el mundo y, en
orden de preferencia, a mujeres y niños primero. El capitán violó ese
precedente, al no permitir, primero, que todo el mundo subiera al bote
salvavidas, condenando así a algunos a que se ahogaran, y, en segundo
término, aceptando solamente a los hombres y mujeres físicamente
aptos. Fue enjuiciado entonces, por asesinato e incumplimiento de su
deber. Su defensa se basó en que el precedente no se aplicaba en ese
caso porque había circunstancias atenuantes. De haberse atenido al
precedente, todos los náufragos habrían perecido. Haciendo lo que hizo,
algunos, al menos, pudieron sobrevivir.
La tercera manera de criticar un precedente radica en demostrar qué
ocurre cuando ese precedente es llevado a sus extremos. Por ejemplo, el
procedimiento democrático constituye un excelso precedente, aunque
inapropiado en algunos casos. Imagínese qué ocurriría si hubiera que
realizar elecciones para determinar quién debe purificar el agua para
consumo de la ciudad, o por qué método purificarla. Esto no es cuestión
de democracia, sino de experiencia y de química.

Refutación de las estadísticas

Para comenzar, pueden atacarse los datos estadísticos específicos

117
presentados por un contrincante al presentar sus argumentos. Sus
datos o informaciones pueden, sencillamente, ser falsas. Por otra parte,
la información puede ser correcta, pero incorrectamente interpretada.
¿Cómo interpretar correctamente los datos estadísticos? Para
empezar, esgrimimos información estadística sólo cuando no podemos
formular algo directamente. Por ejemplo, no puedo examinar en forma
directa el tiempo para mañana, pero sí presentar datos estadísticos
en apoyo de mis pronósticos. Lo que deseo conocer puede ser
determinado objeto, persona, dato (el tiempo de mañana), o todo un
conglomerado de cosas (por ejemplo, todos los cisnes del mundo). El
grupo de objetos examinados se denomina población, y la parte que
examino en forma directa, muestra. Cuando extraemos una conclusión
acerca de la población, a partir de la muestra, estamos infiriendo un
dato estadístico. Para que la inferencia sea útil, entonces la muestra no
debe estar distorsionada o sesgada en determinada dirección. Puede
expresárselo también diciendo que la muestra debe tomarse al azar, en
el sentido de que represente un sector transversal de toda la población.
El golpe más devastador que puede asestarse contra los datos
estadísticos está en proclamar que no parten de una muestra al azar,
o sea que la muestra está distorsionada, o no es representativa. El más
famoso ejemplo es el de las encuestas presidenciales norteamericanas
de 1936 realizadas por el Literary Digest. Todos hemos llegado a aceptar
la confíabilidad general de las computadoras, que, sobre la base del uno
por ciento de los votos en Oshkosh, pueden predecir toda una elección
a nivel nacional. Sin embargo, no siempre ocurrió así, especialmente en
épocas de menor desarrollo. Encuestando a personas elegidas a partir
de una guía telefónica, a las que se llamó por teléfono, los encuestadores
del Literary Digest predijeron que Alfred Landon derrotaría fácilmente a
Franklin D. Roosevelt. La muestra consistía en más de dos millones de
llamadas telefónicas. Como sabemos, Roosevelt superó a Landon por
abrumadora mayoría, con 523 contra 8 electores. La muestra, aunque
amplia, estaba distorsionada, porque se basaba en personas que podían
pagar un teléfono en épocas de la Depresión, cuando gran parte de los
votantes de Roosevelt no tenían teléfono.
El ardid a emplear aquí consiste en declarar, no importa de qué se
trate, que las estadísticas de su rival no se basan en una muestra al
azar. Identifique un factor, cualquiera que sea, y diga que ese factor
es crucial, pero que se lo ha pasado por alto. Aquí se requerirá cierto

118
ingenio de su parte. Siga buscando hasta dar con algún factor que haya
sido soslayado, independientemente de que en realidad sea importante,
y macháquelo. A continuación le damos algunos ejemplos:

¿La muestra es representativa en función del tiempo? (Siempre podrá


aducir que las estadísticas del año pasado están desactualizadas.)

¿La muestra es representativa en función del espacio? (¿Usted


entrevistó a la gente planta baja, primer piso, segundo piso, etc.? Esto
puede sonar fuera de lugar, pero, ¿quién sabe?)

¿La muestra es representativa económicamente?

¿La muestra es representativa geográficamente? (¿Está representada la


población de distritos muy religiosos? ¿La de las grandes urbes?)

¿La muestra es representativa en función del sexo? ¿De estado civil?


¿De raza?

¿La muestra es representativa por edad?

En una palabra, hay un infinito número de posibilidades que podrían


resultar pertinentes y, por lo tanto, debieran explotarse. Huelga decir
que si usted es consciente de algún factor que ha sido ignorado y con el
cual sabe que su público coincide, debe señalarlo de inmediato.
La misma técnica de destacar la falta de un factor crucial puede
aplicarse para atacar ciertos gráficos o diagramas utilizados. Aportar
el factor o factores que faltan, si ello es posible, podrá permitirle socavar
la credibilidad de los gráficos presentados, o presentar gráficos que
demuestren lo contrario. A la brevedad seguiremos con el tema.
La segunda manera de atacar las estadísticas de su contrincante está
en presentar una serie diferente de estadísticas, en contraposición con la
serie original. Esto, por lo menos, tiene el efecto de neutralizar cualquier
ventaja que haya podido obtenerse a partir de su presentación inicial; si
usted ha logrado rebatir las estadísticas de su rival en la forma esbozada
arriba, prevalecerán los datos de sus estadísticas opuestas. Por ejemplo,
con el fin de contradecir los resultados de determinada encuesta podrá
presentar datos de una encuesta propia que apoyen sus postulados.

779
Los candidatos políticos de la oposición suelen patrocinar encuestas
privadas con el fin de persuadir a los potenciales partidarios y votantes
de que ellos mismos, como candidatos, realmente llevan la delantera y
son los potenciales ganadores.
Un tipo especialmente importante de estadística contrapuesta no
es la que contradice a la serie de estadísticas originales (su encuesta
demuestra que Suárez lleva la delantera; la de su oponente se la atribuye
a Jiménez), sino la que complemente a la serie original de manera tal que
pueda extraerse una conclusión distinta. Por ejemplo, los empresarios
podrán señalar que los sueldos han subido a ritmo acelerado. Esto
puede ser muy cierto. A la vez, usted puede presentar una estadística
que demuestre que el costo de vida ha subido en forma descomunal; de
ahí que el verdadero poder adquisitivo de los salarios puede ser mucho
menor que cuando los sueldon eran inferiores. Este tipo de estadística
contrapuesta es muy eficaz para combatir una comparación ilícita o
que induzca a error. Cuando la oposición ha utilizado un gráfico para
presentar una comparación que induzca a error, debe utilizarse otro
gráfico que incorpore nuevas estadísticas en contraposición con las
primeras.

1960 1965 1970

En este gráfico suponemos que la oposición (los empresarios)


presentaron la línea entera original, y nosotros (el sindicato) hemos

120
superpuesto la línea de puntos que indica el costo de vida, para
demostrar el "verdadero" estado de las cosas.
Al presentar estadísticas, podrá suplementárselas con un argumento
ad hominem. Por ejemplo, si su contrincante no está al tanto de la existencia
de estadísticas con datos contrarios a los que sustentan su postulado,
usted podrá dar a entender que aquél no ha investigado cuidadosamente
el caso: esto tiende a socavar la confianza del público también en lo que
respecta al resto de sus argumentaciones. Si su contrincante sí está al
tanto de esas estadísticas que contradicen sus argumentos pero no las
ha citado, entonces podrá usted intentar desenmascararlo: es un bribón
(o, peor aun, un mentiroso) que engaña a su público suprimiendo
información pertinente. Puesto que nadie en realidad puede presentar
hasta el último dato existente sobre un tema, a usted siempre le vendrá
bien recurrir a esta técnica. Si está seguro de contar con las simpatías
del público, plantee reiteradamente una pregunta retórica: "¿Por qué no
se mencionó este dato?"
Si no encuentra falla alguna en las estadísticas de su adversario ni
puede presentar datos que las contradigan, deberá entonces emprender
un ataque generalizado contra el empleo mismo de estadísticas: algo
que podrá hacer sosteniendo primero ante el público que toda persona
informada sabe muy bien que los datos estadísticos se prestan a malos
usos. Esto, por otra parte, es cierto. Proceda entonces a ejemplificar
algunos casos.
Para empezar, la información estadística se basa en datos acerca
de una clase de personas, rubros, hechos, objetos, etc. No se trata, en
realidad, de información acerca de una persona, rubro, hecho u objecto
a título individual: de ahí que siempre sea posible que lo que se aplica al;
grupo no necesariamente es cierto respecto de un miembro individual
de dicho grupo. Decir que la familia norteamericana promedio tiene 2,
5 hijos no significa afirmar que los Smith de la casa de al lado tengan
2, 5 hijos: algo, de todo modos, literalmente imposible. El hecho de
que los conductores de menos de veinticinco años constituyan, desde
el punto de vista estadístico, un riesgo mayor para los aseguradores,
no quiere decir que todo conductor de menos de veinticinco años sea
imprudente.
Si su contrincante ha presentado datos estadísticos acerca de
un individuo, usted siempre podrá elaborar algunas pruebas para
demostrar lo opuesto. Supongamos, por ejemplo, que su adversario está

121
tratando de demostrar que Sánchez se encuadra dentro de la tipología
delictiva, y que ofrezca los siguientes datos estadísticos:

El setenta y cinco por ciento de los habitantes de los barrios bajos


son propensos al delito.
Sánchez habita los barrios bajos.

Por lo tanto, es muy probable que Sánchez sea propenso al delito.

Para contrarrestar este argumento y demostrar lo ridículo del empleo


de estadísticas, podrá usted presentar el siguiente argumento:

El uno por ciento de todos los Testigos de Jehová es propenso al


delito.
Sánchez es Testigo de jehová.

Por lo tanto, es muy improbable que Sánchez sea propenso al


delito.

Su segundo ejemplo deberá utilizarse para demostrar que cualquier


intento de extraer conclusiones a partir de datos estadísticos en lo
que respecta al futuro, proceso conocido como extrapolación, resulta
riesgoso, por no decir imposible. Dicha extrapolación debe basarse en el
supuesto de que no se modificarán las circunstancias, y de que el proceso
descripto estadísticamente no presenta sus propias implicaciones.
Pronosticar el costo de vida de aquí a cinco años será un disparate si no
se toma en cuenta cómo reaccionará el presidente de la Nación o el del
Banco Central de subir o bajar drásticamente tal índice. Posiblemente el
mejor ejemplo de lo absurdo que pueden ser las extrapolaciones sea el
que da Mark Twain, en el siguiente pasaje de Vida en el Misisipí:

En el espacio de 176 años el bajo Misisipí se acortó en 242 millas. Esto


indica un promedio de algo más de una milla y un tercio por año.
Por lo tanto, cualquier persona serena, que no padece de ceguera o
de idiotismo, podrá ver que en el antiguo período silúrico oolítico el
bajo Misisipí tenía una extensión de más de un millón trescientas mil
millas, y que pasaba por encima del Golfo de México como una caña de
pescar. De acuerdo con esas pautas, cualquiera puede ver que dentro

122
de 742 años el bajo Misisipí sólo tendrá una extensión de una milla y
tres cuartos, y las ciudades de Cairo y Nueva Orleans habrán unido
sus calles, y subsistirán cómodamente con un alcalde único y un solo
consejo vecinal. La ciencia tiene algo de fascinante: con muy pocos
datos, pueden extraerse conjeturas apabullantes.

El torcer ejemplo de la futilidad de las estadísticas es tradicionalmente


conocido como la falacia del jugador. Como todos sabemos, si arrojamos al
aire una moneda común y corriente obtendremos cara o ceca: sólo existen
dos posibilidades. Por ende, hay una probabilidad en dos de obtener cara.
El resultado es un hecho fortuito. Claro está que si arrojamos la moneda
dos veces, las posibilidades de que salga cara dos veces son de una en
cuatro, y así sucesivamente. Supongamos que un jugador apuesta a cara
o ceca y, además, que ha salido cara cinco veces seguidas. Puesto que ha
interpretado erróneamente la teoría de probabilidades, el jugador podrá
pensar que es muy grande la probabilidad de que salga ceca tras una
serie de caras; ciertamente, que esa probabilidad es mayor que de una en
dos. Entonces apuesta a ceca, y pierde. La falacia está en creer que una
serie de hechos fortuitos (cara cinco veces seguidas) altera la posibilidad
de que dicho hecho (cara) siga dándose en el futuro. El hecho de arrojar
la moneda constituye, cada vez, un hecho independiente sobre el que
no influyen los hechos pasados. Cada vez que arrojamos la moneda, la
probabilidad sigue siendo la misma: de una en dos. Esto nos lleva a la
refutación final del empleo de estadísticas. ¿Por qué habríamos de creer
que la posibilidad de obtener cara o ceca es de una en dos? ¿Alguna vez
arrojó una moneda al aire para ver qué ocurre? Pruebe diez veces, y
vea. (En este caso podrá usted ejecutar dicha acción ante el público en la
esperanza de obtener una combinación de seis y cuatro, o de siete y tres
caras y cecas. Si esto no sucede arrojando la moneda diez veces hágalo
veinte, y así sucesivamente, hasta que los resultados sean notoriamente
dispares.)
Analicemos los dos casos siguientes del empleo de estadísticas. Un
candidato a la legislatura de un estado o provincia ataca al legislador
que actualmente ocupa dicha banca sobre la base de que este último ha
faltado al veinticinco por ciento de todas las votaciones realizadas en
el Senado. Se llega así a la conclusión de que el actual legislador no está
cumpliendo con responsabilidad sus funciones. La prueba citada surge
de una revisión de 10000 votos independientes en una computadora.

123
En relación con estos votos, tal vez querramos formular las siguientes
preguntas: (a) ¿se trataba de votaciones sobre temas importantes, o
directamente relacionados con el distrito? (b) ¿la ausencia del legislador
alteró considerablemente los resultados? Muchas veces, el resultado ya
se conoce de antemano, de modo que la presencia de algunos integrantes
de la legislatura no esencial.
Un segundo caso es el atinente a la importancia relativa de la clase
social, por comparación con religión, en el resultado de las votaciones
a las que se presentaron candidatos nazis en Alemania desde 1929 en
adelante. Es difundida creencia la de que los nazis fueron llevados al
poder por la pequeña burguesía (con lo cual la importancia de la clase
social sería crucial). Richard F. Hamilton, por su parte, ha estudiado
en mayor profundidad el asunto y cita datos estadísticos en el sentido
de que la religión desempeño un papel mucho más importante. Los
campesinos alemanes comúnmente son considerados miembros de
la clase media baja, pero en tanto que los campesinos protestantes
apoyaron a los nazis, no lo hicieron los campesinos católicos.
Ya que estamos en el tema de las verificaciones estadísticas, podríamos
señalar algunos aspectos en relación con el elemento probabilidad. Flay,
para comenzar, una larga historia de controversias filosóficas acerca de
su interpretación. ¿La probabilidad es un atributo de los hechos, de
afirmaciones, o de la actitud del agente (jugador, perspectiva social)?
Se han presentado argumentos en favor de cada una de estas posturas.
Para nuestros fines, cabe advertir que el cálculo de probabilidades
toma como base la matemática y, por lo tanto, da un engañoso aire
científico a algo que en realidad es cuestionable. La verdadera matemática
de la probabilidad se basa en situaciones en las cuales conocemos todos
los resultados probables, contando con que hay cincuenta y dos naipes
en un mazo o seis lados en un dado. Por añadidura, cuando calculamos
las probabilidades complejas en función del valor de otras más simples
interrelacionadas, debemos recordar que la ponderación original
proviene de juicios efectuados fuera del terreno de la matemática.
Aun el empleo del concepto de frecuencia relativa, que establece lo
que ha ocurrido en el pasado (es decir, por ejemplo, la probabilidad
de que mañana llueva), puede ser cuestionado sobre la base de que
no constituye una guía confiable acerca de hecho singulares (como el
tiempo para mañana), o de que la idea de muestra al azar no es clara.
Un ejemplo al caso es el de dos jugadores que no concluyen un

124
partido de póquer y deciden dividir "en forma equitativa" el pozo. ¿Qué
es lo equitativo? ¿Retirar el cincuenta por ciento cada uno? ¿O tal vez la
persona que iba ganando más hasta el momento se lleva todo el pozo,
arguyendo que tenía mayores probabilidades de ganar? Comenzarán a
ver ustedes lo difícil que es tomar una decisión.

Refutación de elaboraciones teóricas

La mayoría de la gente desconfía de las abstracciones. De ahí que,


a los efectos de socavar su empleo y el de elaboraciones teóricas en
los argumentos de su contricante, primero deberá usted señalar la
existencia de dichas abstracciones. Por ejemplo, si su opositor analiza
la conducta o motivación de alguien en función del inconsciente o
el subconsciente freudiano, deberá usted señalar de entrada que
se trata de términos abstractos. En segundo lugar, ningún término
abstracto, por definición, puede hacer referencia a una o más cosas
que son directamente observables; he aquí donde hay que explotar
la desconfianza del público como factor. Señale lo imposible que es
identificar el inconsciente, creando la impresión de que es algo que
realmente no existe. Por ejemplo, ¿adonde se encuentra el inconsciente
o el subconsciente? ¿Bajo la axila izquierda? ¿En el dedo meñique? ¿En
el cerebro?

Refutación de las clasificaciones

Al hacer una crítica de la clasificación que propone otra persona,


usted la está criticando en beneficio del público. De ahí que sea
importante recordar siempre cuál es el punto de vista de ese público.
Las excepciones son de dos tipos: o bien algo no encaja para nada,
o encaja en más de un lugar. Por ejemplo, supongamos que alguien
sostiene que no ha habido ningún gran poeta norteamericano en el
siglo XX. Usted ofrece como argumento contrario el ejemplo de T.S.
Eliot. Su contrincante replica que Eliot era ciudadano británico. Es aquí,
entonces, donde usted debe basarse en el punto de vista de su público.
Si éste considera a Eliot como norteamericano, usted deberá insistir en
que la clasificación de los grandes poetas incluye forzosamente a Eliot;

125
de ahí que exista una falla en la clasificación efectuada por su rival,
puesto que ha soslayado un nombre.
Eliot puede servir de ejemplo de un segundo tipo de problemas.
Supongamos que alguien clasifica a los poetas por nacionalidad. ¿Eliot
debe ser clasificado como norteamericano o como británico? Nació en
Estados Unidos, pero luego se hizo subdito británico. Por el contrario,
W.H. Auden nació en Gran Bretaña y se hizo ciudadano norteamericano.
Este último podría muy bien entrar dentro de ambas categorías y,
nuevamente, complicar la clasificación.

Refutación de las definiciones

Si su contrincante formula una definición que salga de lo corriente,


entonces hay dos cosas que usted podrá hacer. En primer lugar, debe
señalar que la definición que formuló no es la común. Si a su público
le molestan las definiciones poco usuales, agregue de inmediato un
argumento ad hominem. O bien su rival es un ignorante que no conoce el
sentido de las palabras, o es un bribón que pretende imponer su propio
punto de vista a todos.
Si dejar en evidencia los argumentos de su oponente no basta, intente
entonces un segundo tipo de ataque. Por lo general, una definición que
suena extraña pretender demostrar que algo es cierto por definición. De
ser así, revele entonces que su opositor está planteando un argumento
circular o petitio perincipii. Supongamos que su contrincante trata de
demostrar la existencia de Dios y formula el siguiente argumento:

La Biblia es la palabra de Dios.


La Biblia dice que Dios existe.

Por lo tanto, Dios existe.

La prueba de la existencia de Dios está en una serie de afirmaciones


en la Biblia. Cuando se le pregunta por qué habríamos de creer lo
que dice la Biblia, nuestro contrincante argumenta que (1) Dios, por
definición, dice la verdad, y (2) la Biblia, por definición, es la palabra
de Dios. Ahora bien: incluso si acepto la primera definición, no hay
razón para aceptar la segunda. Si yo no creía en Dios de antemano,

12 6
difícilmente aceptaré como prueba la definición de que la Biblia es la
palabra de Dios. El argumento es circular, por cuanto da por sentado de
entrada lo que en realidad tiene que demostrar; o sea que el argumento
en cuestión parte de un supuesto que es el mismo que intenta probar:
así, toda la controversia gira en torno de una definición.
Tomemos la siguiente definición de "democracia" propuesta por
Daniel Ortega Saavedra, el presidente sandinista de Nicaragua:
"Democracia es alfabetización, democracia es reforma agraria,
democracia es educación y salud pública". Podría preguntarse aquí si
la democracia no significa también gobierno de la mayoría, candidatos
de la oposición en las elecciones y prensa libre.

Refutación de analogías

Como hemos señalado ya, hay dos tipos de analogías, literales y


figurativas. En el caso de las analogías literales, el argumento es que
las similitudes en varios aspectos cruciales implican una similitud en
algún otro aspecto. Puesto que todas las analogías pueden ser parciales,
la refutación de una analogía literal depende de que encontremos una
o más características diferentes entre los dos elementos comparados,
destacando el hecho de que es esta diferencia o diferencias las que se
tornan cruciales.
El argumento sobre designio referido a la existencia de Dios surge de
una analogía: dice que la hay entre la creación humana de artefactos y
la creación divina del universo.
Hay dos maneras de atacar una analogía. Muestre a su oponente que
hay marcadas diferencias, o que hay falencias en las semejanzas. Esto
último es más difícil. David Hume se cuenta entre quienes encaran el
camino más difícil. Lo que Hume arguye es que hay falencias tanto en
el número de las características en común, como en su escala. El orden
según Hume, no necesariamente presupone la existencia de un agenta.
En el caso del orden natural, como en el que se da en la reproducción
de los árboles, el árbol no ejerce control sobre el proceso y, meramente,
transmite el orden. En el caso de algo hecho por el hombre, aquél
emplea conscientemente procesos naturales externos a él. Si un proceso
natural exhibiera algo así como un orden impuesto por un agente, más
probablemente lo consideraríamos un milagro que un ejemplo de orden.

127
Por añadidura, si tomamos en serio la analogía, entonces la existencia
del mal en el mundo nos obligaría a llegar a la conclusión de que Dios
no es todopoderoso. Cuanto más asimilamos Dios a un agente humano,
más riesgos corremos de caer en el antropomorfismo. En sus Diálogos
sobre religión natural dice Hume:

Pero si este mundo fuese un producto tan perfecto, aun así sigue siendo
incierto el que todas las excelencias de la obra (el mundo) puedan
atribuirse con justicia al artífice (Dios). Si examinamos un barco, ¿cuán
excelsa es la idea que debemos formarnos de la destrenza del carpintero,
quien enmarcó una maquinaria tan complicada, útil y hermosa? ¿Y cómo
hemos de sorprendernos cuando descubrimos en aquél a un estúpido
mecánico, que imitó a otros, y copió un arte que, a través de largo
tiempo, y tras múltiples pruebas, errores, correcciones, deliberaciones
y controversias ha ido perfeccionándose gradualmente? Muchos
mundos pueden haberse intentado y estropeado chapuceramente, a
lo largo de una eternidad, hasta darse con este sistema: se perdieron
muchas horas de trabajo, se efectuaron muchos ensayos infructuosos,
y se logró una lenta pero continua mejora a lo largo de infinitas eras
en el arte de hacer el mundo. En termas tales, ¿quién puede conjeturar
dónde reside la verdad; y no sólo eso: quién puede conjeturar dónde
radica la probabilidad, entre un gran número de hipótesis que pueden
proponerse, y un número aun más grande que es dable imaginar?
¿Y qué sombra de argumento... puede usted generar, a partir de su
hipótesis, para probar la unidad de la Deidad? Gran cantidad de
hombres se unen para construir una casa o un barco, levantar una
ciudad, formar una asociación de naciones: ¿por qué no podrían
combinarse varias Deidades, para diseñar y forjar un mundo? Hay en
esto una semejanza mucho más grande con los asuntos humanos. Al
compartir a labor entre varios, podemos limitar mucho más los atributos
de cada cual, y liberarnos de ese exhaustivo poder y conocimiento que
debe suponerse atribuible a una Deidad y que, según ustedes, sólo
puede servir para debilitar la prueba de su existencia. Y si criaturas
tan tontas y viciosas como el hombre pueden, sin embargo, unirse a
menudo para estructurar y ejecutar un plan, ¿cuántos más no podrían
haberlo hecho esas Deidades o Daimones, a quienes suponemos varios
grados más perfectos?
.. .los hombre son mortales, y renuevan su especie por la generación...

128
¿Por qué esta circunstancia, tan universal y tan esencial, habría de ser
excluida como atributo de esas numerosas y limitadas Deidades?
¿Y por qué no volverse completamente antropomórfico? ¿Por qué no
afirmar que la Deidad o deidades son corpóreas, y tienen ojos, nariz,
boca, oídos, etc.?
En una palabra... un hombre a que siga vuestra hipótesis puede, tal vez,
afirmar, o conjeturar, que el universo, en algún momento, surgió de
algo parecido aun designio: pero más allá de esto no puede determinar
ni una sola circunstancia... Este mundo, por lo que se sabe... fue tan
sólo el primer intento torpe de alguna Deidad infantil, quien luego
abandonó su obra, avergonzada de su pobre ejecución; no es más que
la obra de alguna Deidad dependiente e inferior, y es objeto de burla
para las superiores: es el producto de la vejez y la chochera de alguna
Deidad muy entrada en años, y desde su muerte, ha seguido un camino
azaroso...

ATACANDO LA CONCLUSIÓN

Hasta ahora nos hemos dedicado a contrarrestar los intentos de su


rival por obtener una reacción favorable del público, y hemos ensayado
refutaciones especificas de los cimientos en que necesitaba basarse para
llegar a su conclusión. Ha llegado ahora el momento de examinar la
conclusión misma.
Antes de demoler verdaderamente la conclusión, usted debe tratar
de hacer que el público se dé cuenta de que ha dejado grietas expuestas
en la endeble estructura ofrecida por su rival. Por consiguiente, debe
comenzar por efectuar una caracterización general del argumento de
su contrincante.
Resumamos lo que, a su entender, es el postulado de su adversario,
aunque a fines de aclarárselo al público deberá ensayar su traducción
de manera de enfocarlo a la luz más negativa posible. Tome las
palabras utilizadas por su contrincante e intente reemplazar las que
pueden adquirir una connotación negativa en la mente del público. A
continuación damos algunos ejemplos de dicha "traducción".

discriminación = prejuicio
cambio = innovación radical

129
orden existente = prejuicio anticuado
celo religioso = fanatismo
ley y orden = represión política

Por añadidura, deberá ser usted lo bastante astuto como para enfocar
las palabras mismas, más que su significado. Esta tarea le resultará
especialmente fácil si su oponente se toma el trabajo de procurar dar
a sus planteos una forma algo estilizada o literaria. Por ejemplo, si
habla de economía y menciona los misterios de la Bolsa, deberá usted
aferrarse a la idea de "misterio" y declarar que no está interesado en
misterios o novelas policíacas, dando a entender que el otro no sabe de
qué está hablando.
Finalmente, al ofrecer una caracterización general de los argumentos
de la otra persona, deberá menospreciarlos o encuadrarlos, desde el
punto de vista emotivo, dentro de una perspectiva que sabemos rechaza
su público. Así, con ciertos públicos, determinada posturna podrá ser
denostada en su integridad como paparruchada marxista, idealismo
pasado de moda, liberalismo anticuado, racista, o fuera de lugar.
Tras una caracterización general del argumento, deberá usted atacar
el camino seguido por su rival para llegar a la conclusión. Aquí, estará
usted criticando los medios que empleó para pasar de los fundamentos
a la conclusión. Sea o no culpable de ellas, puede acusarlo de haber
incurrido en ciertas tradicionales falacias formales. Además, dentro
de lo posible, ha de citar los nombres en latin de esas falacias, puesto
que así el público quedará convencido de que usted es experto en su
identificación, y porque el error suena mucho peor, como una extraña
enfermedad, cuando se lo describe en latin.

Argumentos ad Baculum (apelar a la fuerza).


Argumentum ad Hominem (atacar al hombre/la persona)
Argumentum ad Ignorantiam (argumentar a partir de la ignorancia)
Argumentum ad Misericordiam (apelar a la compasión)
Argumentum ad Populum (apelar al pueblo)
Argumentum ad Verecundian (apelar a la autoridad)
Petitio Principii (dar por sentado lo que queda por probar)
Ignoratio Elenchi (conclusión que no viene al caso).

130
Generalizaciones apresuradas

Si su opositor ha utilizado información estadística o datos específicos


de cualquier Índole para llegar a una generalización, deberá usted
entonces aducir que dicha generalización ha sido apresurada. Esto
puede hacerse por dos medios: o bien demuestra usted que hay una
excepción a ella, o argumenta que no se han examinado suficientes
casos aun cuando no se le ocurra un ejemplo que demuestre lo contrario.
Una variante de este argumento está en proclamar que no se ha tomado
una muestra adecuada.
Supongamos, por ejemplo, que el encargado de efectuar un censo
entrevista a cinco personas en una ciudad, y descubre que todas ellas
se llaman Juan Garcia. Si llega entonces a la conclusión de que en esa
ciudad todo el mundo ha de llamarse Juan García, la generalización será
demasiado apresurada.
Procure hacer ver al público lo imprudente de cualquier generalización
citando un ejemplo en el que vea claramente el apresuramiento. Por
ejemplo, si su rival está tratando de demostrar que ciertos pueblos
asiáticos no están preparados para la democracia, podrá usted señalar,
ante un público que se apiada de la suerte de la gente de color, que ese
mismo tipo de argumentos fueron utilizados por los racistas sureños de
EE. UU., para no conceder a los negros el derecho al voto. Los sureños
se apresuraban demasiado en sus juicios: tal vez lo mismo ocurra con
su contrincante.

Composición

La falacia de composición es otro ejemplo que demuestra el error de


argumentar a partir de casos individuales para llegar a un caso general
o global. Si examino individualmente distintos ejemplares de monos
mandriles y descubro que cada uno de ellos por separado es cobarde,
¿he de llegar a la conclusión de que una manada de mandriles también
actuará cobardemente? La respuesta es que no. En grupo, los mandriles
se vuelven extremadamente agresivos. Este principio es aplicado por
los militares, que saben que las propiedades de las partes (soldados
individuales) no necesariamente son las propiedades del todo (un
ejército). También halla aplicación entre quienes alientan levantamientos

131
de masas y organizan manifestaciones populares. Personas que
individualmente son muy racionales se tornan irracionales y tienden a
los desbordes emocionales cuando forman parte de un grupo. ¿O habría
que decir una pandilla?
La diferencia entre composición y generalización apresurada está
en que en la generalización apresurada estoy realizando un pronóstico
acerca del siguiente individuo con que me enfrentaré, a partir del
examen de otros individuos de la misma índole. Así, inferir que el
próximo cuervo que veré será negro sobre la base de los anteriores
cuervos que he visto en el pasado podría ser una generalización
apresurada. En el caso de la composición del grupo, estoy hablando del
todo y de sus partes. Si grandes arquitectos a título individual diseñan
edificios individualmente hermosos, ¿significa esto que una ciudad
entera compuesta de edificios individualmente hermosos también será
hermosa? No necesariamente, puesto que la arquitectura de cada edificio
puede no integrarse armónicamente con la de los demás. También cabe
pensar que un entremezclando apiñamiento de fealdades puede, en su
conjunto, dar por resultado algo muy atractivo.
Podrá acusar usted a su rival de falacia de composición siempre que
aquél dé a entender que un todo posee (o no posee) una propiedad
porque las partes también la poseen (o dejan de poseerla). Por
ejemplo, su contrincante podrá argumentar que una organización es
antidemocrática porque su rama ejecutiva es designada por grupos
diferentes, pero no elegida por votación. Por otra parte, aquí no ha
mencionado que las decisiones de dicha rama ejecutiva se toman por
mayoría de votos. La rama ejecutiva, entonces, es democrática: no es
necesario que cada parte de una organización sea democrática para que
a la organización toda se la considere democrática.

División

Nos preocupan ahora argumentos que pasan de un principio general


a una causa en particular. Puede, por supuesto, haberse ya atacado
al principio general. Por otra parte, cabe aceptar el principio general
pero argumentar que no basta para llegar a la conclusión que nuestro
oponente desea extraer a partir de ahí.
La falacia de división estriba en creer que alguna propiedad de un

132
todo es automáticamente propiedad de cada parte de ese todo. Por
ejemplo, una obra de arte puede ser hermosa, pero esto en modo alguno
significa que cada parte de esa obra de arte sea hermosa y, por lo tanto,
indispensable. ¿La Venus de Milo deja de ser hermosa porque le falten
los brazos? Otro ejemplo es el de un gran equipo deportivo que, sin
embargo, no cuenta con ningún jugador estrella. La cualidad del todo,
que es la de ser un gran equipo, no necesariamente es cualidad de cada
uno de sus miembros. También ocurre lo opuesto, en el sentido de que
quienes son individualmente grandes jugadores tal vez no consigan
adaptarse a los demás para formar un gran equipo. Vemos así cómo la
falacia de división es lo opuesto a la falacia de composición.

Accidente

En la falacia de accidente se aplica erróneamente un principio


general a un caso específico sin tomar en cuenta que las circunstancias
(accidentes) del caso individual pueden hacer que el principio general
sea inaplicable. Como ejemplo, recuerdo una escena de la película Doctor
Insólito (Dr. Strangelové) en la cual un general loco ha lanzado sus planes de
iniciar una guerra atómica sin recibir instrucciones del Pentágono. Otro
oficial procura telefonear a Washington desde una cabina telefónica para
advertir sobre la emergencia, pero descubre que no tiene monedas para
hacerlo. Hay allí cerca una máquina expendedora, y el oficial le pide a uno
de sus hombres que la rompa para obtener algunas monedas. El recluta se
niega, aduciendo que la máquina expendedora es propiedad privada. Es
cierto que no debemos destruir la propiedad privada (principio general),
pero cuando se trata de impedir una guerra atómica (excepción), las
circunstancias accidentales invalidan el principio general.
Cuando se acusa a alguien de la falacia de accidente, podría
argumentarse que lo que ese alguien realmente está diciendo es que un
principio general cobra precedente sobre otro principio general. Así, está
acusando a su oponente de no ver con claridad el problema real que debe
enfrentarse. En general, esto es lo que ocurre en una argumentación,
cuando dos partes ven el problema desde perspectivas diferentes.
Todo ello debiera destacar la importancia de dejar establecidas las más
convenientes generalizaciones, en el sentido de ser las más defendibles,
en la primera parte de su argumentación.

133
Otro ejemplo de accidente está en la argumentación de que algunas
personas no deberían ser castigadas por cometer delitos (principio
general) porque (circunstancias accidentales) se trata de insanos, o
porque son víctimas de su ambiente. Analizaremos este tema más
adelante.

Caracterizando la conclusión (dilema)

La única manera de poner a prueba una conclusión o principio está


en llevarlo a sus límites para ver hasta qué punto se aplica. Así, siempre
que su rival extraiga una conclusión, dé por sentado que la esgrime
como principio general. Por ejemplo, si aquél llega a la conclusión de
que deberíamos ayudar a un país con graves problemas (por ejemplo, a
Etiopía), entonces cabría presuponer que pretende enviar ayuda a todo
país con graves problemas. Si procura rebatir esta idea, contraataque
entonces preguntando por qué algunos países ha de ser favorecidos y
otros no.
La segunda manera de atacar directamente una conclusión está en
criticarla por no cumplir alguna otra función u objetivo. Por ejemplo,
si usted presenta argumentos en contra de brindar ayuda a los
etíopes, deberá señalar que dicha ayuda de ninguna manera pondrá
fina las hostilidades en Africa. La función especifica que no se logra
cumplir tiene que ser algo que, en su opinión, el público considere
importante.
La tercera manera de atacar una conclusión en forma directa está
en enfocar la conclusión de su adversario como contraria, no como
contradictoria. ¿Qué significa esto? Por lo general, usted y su rival
tienen posturas contradictorias, pero cuando se torne difícil atacar
una afirmación contradictoria, podrá usted simular que su posición es
otra, algo que puede usted atacar con mayor facilidad. Por lo general,
lo que puede atacar con mayor facilidad es una afirmación contraria.
Permítaseme dar un ejemplo.

A. McCarthy no representaba una gran amenaza.


B. McCarthy representaba una gran amenaza.
C. McCarthy no representaba una amenaza.

134
Las afirmaciones A y B son contradictorias; las afirmaciones B y C
son contrarias. A y B no pueden ser a la vez ciertas o falsas ambas. B y
C pueden no ser falsas a la vez, pero no pueden ser ciertas ambas.
Si usted está planteando el argumento B, en el sentido de que
McCarthy representaba una gran amenaza, y su oponente sostiene A,
que McCarthy no era una gran amenaza, entonces usted puede aducir
que en realidad su contrincante está afirmando C, que McCarthy no
representaba una amenaza. De hecho, he visto cómo se utilizaba este
argumento en una reseña del New York Times Book Review. Un hombre
procuraba minimizar, pero no negar, la amenaza planteada por
McCarthy, y quien firmaba la reseña lo acusaba, sencillamente, de no
ver ninguna amenaza. Si este tipo de formulaciones vale para el New
York Times, también valdrá para usted.
Una de las mejores maneras de concluir la refutación del argumento
de otro está en plantear un dilema. La estructura del dilema será
planteada primero, para luego ser ejemplificada y analizada.

Por lo tanto, S2 o S4.

Consideremos el siguiente ejemplo de dilema:


Si los hombres son buenos, entonces las leyes para el control de
armas no son necesarias; y si los hombres son malos, las leyes para el
control de armas no serán eficaces. Los hombres son buenos o malos.
Por consiguiente, las leyes para el control de armas, o bien no son
necesarias, o no son eficaces.
En el ejemplo antedicho, S, corresponde a la afirmación de que
"los hombres son buenos". S2 corresponde a la afirmación de que "las
leyes para el control de armas no son necesarias". S3 corresponde
a la afirmación de que '"los hombres son malos". S4 corresponde
a la afirmación de que "las leyes para el control de armas no serán
eficaces".
El dilema es una herramienta eficaz porque deja la impresión de que
el planteo de su rival sólo puede llevar a consecuencias indeseables.
Puesto que el dilema posee una forma tipo, no es difícil elaborarlo. Sin

135
embargo, ocurre siempre que algunos dilemas son mejores que otros.
Los más eficaces se construyen a partir de argumentos que usted ya
ha formulado. Así, en la estructura que vimos usted deberá tratar de
argumentar la relación entre St1 y S2 o la relación entre S3 y S4 en la primera
parte de su ataque. Si parecen satisfactorias, entonces podrá utilizarlas
planteando un dilema. Esta técnica tiene el sentido de reforzar todo su
planteo en la mente del público. Por añadidura, S1 y S3 deberán plantear
una dicotomía que, a su modo de ver, el público aceptará.
Por ejemplo, en sus argumentaciones contra la existencia de dos
cámaras legislativas, el famoso abate francés Sieyes machacó el hecho
de que ambas significaban gran pérdida de tiempo al duplicar los
esfuerzos de cada una. Señaló luego las dificultades que surgirían si
cada cámara estuviese en desacuerdo con la otra. Pudo entonces resumir
limpiamente su oposición con un dilema: si la segunda cámara está
de acuerdo con la primera, entonces la segunda de ellas es superflua;
y si la segunda cámara está en desacuerdo con la primera, entonces
la segunda resulta perniciosa. La segunda cámara tiene que estar de
acuerdo o en desacuerdo con la primera. Por lo tanto, la segunda cámara
es superflua, o es perniciosa.

Recursos no verbales

No hay razón que impida a quien ataca un argumento emplear los


mismos recursos no verbales que utilizó el que presenta ese argumento.
Por lo tanto, lo remitimos al final del capítulo 1 para revisar dichos
recursos. Por añadidura, tendrá usted ocasión de determinar cuál de
esos recursos, de ser utilizados por su opositor, fue más eficaz, y adoptar
medidas para contrarrestarlo.
Además de los recursos antecedentes, debe recordar usted que
un buen atacante trata de elegir el campo de batalla. O sea, de dar la
impresión de que su interpretación de la oposición es la única posible
y correcta. Esta tarea la resultará más fácil si, como parte del ataque,
desvía la atención del público apartándola de su oponente cuando éste
presenta su caso. Tal vez el más famoso ejemplo de dicha técnica haya
sido el empleado por el famoso abogado norte-americano Clarence
Darrow. Durante la presentación del alegato del fiscal, Darrow comenzó
a fumar un enorme cigarro, sin apartar la ceniza. Despues de un rato,

136
todos los que estaban en la sala, incluido el jurado, comenzaron a mirar
el cigarro de Darrow esperando ansiosamente que cajera la ceniza. Pero
la ceniza nunca cayó, y el jurado nunca, realmente, prestó atención al
fiscal. El secreto estaba en un fino alambre insertado en al centro del
cigarro, de modo de sostener la ceniza.

DEBATE FRENTE A FRENTE

Además de las técnicas que hemos mencionado ya, hay algo muy
especial que debe tomarse en cuenta en un debate frente a frente, un
interrogatorio de sus adversarios, o el toma y daca de las discusiones
habituales.
Un debate frente a frente persigue tres objetivos: primero y principal,
usted está tratando de lograr que sus contendiente se contradiga;
segundo, procura dejar mal parada públicamente a la oposición; tercero,
está tratando de convencer al público de su propia capacidad.

Interrogatorio

Cuando usted interroga a su opositor, su principal objetivo es hacer


que se contradiga. Usted puede lograrlo, primordialmente, haciendo que
formule dos aseveraciones contradictorias. Como es probable que esté
alerta ante esta posibilidad, será mejor ocultar la conclusión hacia la cual
usted apunta. Por añadidura, podrá formular preguntas que induzcan
en determinada dirección, introducir subrepticiamente las premisas
que desea sacar a relucir, y entremezclar el orden de modo que no sea
evidente en qué dirección se mueve. El maestro clásico en este tipo de
juegos no es otro que Sócrates. En realidad, el método socrático es el que
más fácilmente se identifica como método para extraer contradicciones
de su opositor. Un ejemplo famoso de esta técnica se encuentra en la
República de Platón, en una discusión sobre la naturaleza de la justicia.
Los principales participantes en la discusión son Sócrates y Trasímaco,
quien argumenta que la justicia es lo que es en interés del partido más
fuerte (variante de la postura según la cual "el poder impone la razón").
Sócrates procede a interrogar a Trasímaco para ver si su postura resiste
el menor análisis.

137
Trasímaco: Las leyes son confeccionadas por el partido gobernante
en su propio interés; una democracia formula leyes democráticas, un
déspota, leyes despóticas, y así sucesivamente. Al formular estas leyes
definen como "bueno" para sus súbditos todo aquello que lo sea para
su propio interés, y llaman a todo aquel que quiebra esas leyes, un
malhechor, y lo castigan en consonancia. Esto es lo que quiero decir:
en todos los Estados lo "bueno" tiene el mismo sentido, el de que va en
interés del partido en el poder, que es el más fuerte...
Sócrates: Sin duda, también piensas que es bueno obedecer a los
hombres que ejercen el poder.
Trasímaco: Así es.
Sócrates: ¿Son infalibles en todo tipo de Estado, o algunas veces
cometen errores?
Trasímaco: Por supuesto, pueden cometer un error.
Sócrates: Al formular las leyes, entones, ¿pueden hacer su trabajo bien
o mal?
Trasímaco: Sin duda...
Sócrates: ¿Pero los súbditos deben obedecer toda ley que establezcan, y
entonces estarán obrando bien?
Trasímaco: Claro.
Sócrates: Entonces, por lo que tú dices, estará bien nacer de lo que no va
en el interés del partido más fuerte, así como lo que sí va en su interés.
Trasímaco: ¿Cómo es eso?
Sócrates: Lo que tú dijiste, creo...¿No has admitido que los
gobernantes., .a veces confunden sus mejores intereses, y que a la vez
está bien que los súbditos obedezcan...?
Trasímaco: Sí, supongo que sí.
Sócrates: Bueno, pues eso equivale a admitir que está bien hacer lo que
no va en interés de los gobernantes o del partido más fuerte.. .Tú, con tu
inteligencia, tienes que ver lo que de ahí se desprende.

Lograr que el adversario admita verbalmente una contradicción es la


mejor manera de refutarlo; pero no siempre so lo logra. Lo que cabe hacer
entonces es señalar, si ello es posible, una contradicción o incoherencia
entre la palabra escrita y la conducta. Por ejemplo, cuando alguien ataca
el sistema capitalista y alaba a los países comunistas, puedo preguntarle
por qué no vive en uno de estos últimos.
Si usted no puede sacar a relucir la contradicción de modo formal

138
o informal, intente entonces provocar la furia de su contrincante: el
público asistente siempre está dispuesto a reír, y si su oponente es presa
de la ira puede verse arrastrado a decir tonterías.
Si descubre usted que su interrogatorio está logrando los fines
perseguidos, y que su contendiente lo sabe, tal vez ocurra que éste se
niegue a aceptar cualquier cosa que usted diga sin hacer permanentes
objeciones: de ese modo procurará obstaculizar el avance de este
interrogatorio. De ser así, convendrá que usted agregue de tanto en
tanto una pregunta retórica cuya respuesta es obvia, como ser "¿Usted
no se llama...?" u "¿Hoy no es...?" El otro podrá responder que sí, en
cuyo caso usted podrá felicitarlo por ser por una vez capaz de responder
una pregunta en forma directa, y proseguir entonces con su linea de
argumentación; o seguirá respondiendo que no, con lo cual no hará sino
ponerse en ridículo.
Otra manera de obtener la respuesta deseada está en formular una
pregunta capciosa, enunciada de modo tal que cualquier respuesta resulte
incriminatoria. En realidad, toda pregunta capciosa comprende varias
preguntas en una. Por ejemplo, si yo pregunto "¿Sigue siendo usted
miembro del partido comunista?", las respuestas posibles son dos. Si la
respuesta es que no, entonces la persona interrogada habrá admitido
que anteriormente era miembro del partido comunista. Si la respuesta es
que si, también. De un modo u otro, habrá admitido su pertenencia a ese
partido. ¿Qué debe hacer su rival si es una persona inteligente y nunca
ha sido afiliado al partido comunista? En vez de contestar rápidamente
por sí o por no, se limitará a decir que nunca perteneció a ese partido.

Respuestas

Aunque este capítulo se centra en los ataques a los argumentos


de otro, convendrá, puesto que ya hemos introducido el tema del
debate frente a frente, considerar las posibles maneras de responder o
defenderse uno mismo en este tipo de enfrentamientos. La cuestión
empalma directamente con el capitulo siguiente.
Así como el principal objetivo de la persona que formula las
preguntas está en dejar en descubierto una contradición, del mismo
modo el principal objetivo de la persona que las contesta es evitar tal
contradicción. Si usted descubre la contradicción a la que, en última

139
instancia, su contrincante lo está conduciendo, le conviene cambiar de
tema rápidamente, o bien irse por la tangente y desviar el debate hacia
otro tema.
Si el debate gira en torno de algún asunto crucial cuya respuesta
podría entrañar una contradicción, entonces, en vez de negar que sea
verdad (lo cual podría dejarlo mal parado si se equivoca), limítese a
declarar que no se considera juez competente sobre el tema, y absténgase
de expresar una opinión. Por lo general no está bien visto admitir la
propia ignorancia, pero en este caso lo más importante es evitar caer
en contradicciones.
Uno de los ardides empleados por su adversario para lograr que
usted se confunda, enoje o quede en ridículo, será declarar que no
entiende lo que usted está diciendo. Por lo general, esto se dice de
modo de dar a entender que usted es poco claro, o confuso. Se trata
de un recurso frecuentemente utilizado en el aula por el profesor
contra los estudiantes, y en reuniones académica por los colegas de
mayor antigüedad contra los más novatos. Enfrentado a la acusación
de falta de claridad, debe usted replicar de acuerdo con los siguientes
lineamientos:
"Le ruego me disculpe (cortesía irónica), pero con su gran intelecto,
tendría que resultarle fácil entenderlo todo. Tal vez yo no sea juez cabal
en el tema."
Agregue a continuación una descripción muy simple del asunto en
cuestión, explicándolo con aire condescendiente, como si quien hizo
las preguntas fuese un oligofrénico. Si el otro insiste en objetar que su
planteo es poco claro, termine diciendo: "Algunos lo ven con claridad,
otros no".

140
Capítulo VI
DEFENDIENDO LOS
ARGUMENTOS PROPIOS
Entre los sofistas se ha dado un antiguo debate acerca del grado en
que debe ya hacerse la propia defensa en la presentación inicial de un
argumento. Algunos creen que usted debería defender automáticamente
su planteo refutando toda posible objeción en la mente del público antes
de que siquiera la enuncien, de modo de no dejar ningún espacio
abierto a las maniobras de la oposición. Sin embargo, combinar la
propia defensa con la presentación inicial de un argumento puede
objetarse sobre la base de que el planteo tiende a tornarse más confuso
si se da aunado a la defensa misma, la cual inevitablemente incluye un
ataque contra las alternativas posibles. Por añadidura, hará que usted
parezca a la defensiva, como si su planteo no pudiera tenerse en pie por
sí mismo. También tiene que haber quedado en claro, a partir de una
cuidadosa lectura del capítulo II, que siempre hay maneras de atacar un
argumento, no importa cómo sea su presentación inicial, no es posible
desmantelar de antemano todo aparato del atacante.
Los puristas, además, querrán presentar su argumento sin verse
obstaculizados por ninguna necesidad de defenderlo. Por otra parte,
se precian de su habilidad para rebatir toda objeción, por lo cual
las acogerán de buen grado: incluso las objeciones de índole más
capciosa, pues ello les da la oportunidad de contraatacar y pasar así a
cuestionar a quienes los cuestionan a ellos. Puntualizarán con orgullo
el hecho de que la mayoría de las discusiones formales les permiten
este accionar "en sube-y-baja". Todo debate por lo general incluye
tres partes: la presentación de los argumentos, un período dedicado
a las preguntas (una forma de ataque y defensa), y una oportunidad
para la refutación. En los juicios se da tanto al fiscal como al defensor
oportunidad para enunciar el caso, hacer su presentación detallada,
efectuar el correspondiente interrogatorio y presentar un resumen de
los argumentos. Este procedimiento, sin embargo, puede dar pie a dos
objeciones generales. En primer lugar, no siempre es posible refutar a
la oposición. La forma de exposición, el público o el medio empleado a

143
veces permite exponer una sola vez. Por añadidura, algunas personas
carecen de la rapidez mental necesaria para responder de inmediato
en ese toma y daca, y prefieren basarse de lleno en una enunciación y
defensa medulosa de sus argumentos. Cabe agregar que si usted toma
en cuenta también su defensa cuando organiza la presentación de su
argumento, podrá mejorar tanto dicha presentación como la defensa
misma, puesto que se habrá anticipado a las posibles objeciones.
La moraleja de todo esto es que deberá dejar que las circunstancias
determinen la medida en que podrá usted combinar la presentación
del caso con su defensa. De todos modos, sigue siendo útil separar las
diferentes técnicas de cada una, de modo de ser más consciente de ellas,
poder utilizarlas mejor y también descubrirlas cuando las emplean
otros.
Como siempre ocurre cuando se trata de ganar, lo primero que hay
que buscar es la reacción del público. Procure determinar la medida en
que su objeto ha logrado quebrar su línea de defensa. ¿Qué elementos
de su argumentación fueron rebatidos más fácilmente, cuáles siguieron
en pie y resistieron todos los ataques, y, en particular, cuáles fueron
ignorados por la oposición? A veces, pasar por alto un aspecto o aspectos
específicos resulta sintomático de la incapacidad de la oposición?
A veces, pasar por alto un aspecto o aspectos específicos resulta
sintomático de la indica que el contrincante reconoce que determinado
elemento es tan sólido que mejor será llamar el menor grado de atención
posible que no, determinará los aspectos que usted decida destacar, los
que refiera pasar por alto, y los nuevos elementos que deba introducir
en la defensa de su caso.
Hay, empero, un elemento personal especifico que debe ser tomado
en cuenta cuando organizamos a la defensa: su propia reacción
emocional ante el ataque. Una cosa es ser espectador en un combate,
y muy otra ser uno de sus participantes. Las reacciones variarán con
la persona, pero en todos los casos deberá usted aprender a controlar
sus reacciones emocionales y a concentrarse en ganar finalmente. Esto
sugiere la posibilidad de aplicar varias reglas generales para facilitar su
propio control:

No admita nunca la derrota:

No se muestre nunca derrotado, ni sienta, tampoco, que lo ha sido.

144
Si el público detecta que está con la moral baja, entonces presupondrá
automáticamente que su contrincante ha ganado el debate. Hay varias
formas de lograrlo: por ejemplo, siéntese con las manos dobladas una
sobre otra, no se retuerza en el asiento, ría más fuerte que nadie cuando
el otro hace un chiste, sonría, tome puntes—pero no demasiados, y
deje de tomarlos hacia el final—-, o saque un ejemplar de una revista
y póngase a leerla, ignorando totalmente a su contrincante si cree que
podrá salirse con la suya.

Niégese a ser convencido:

Aunque sienta que su adversario tiene buenos argumentos en su


favor, y que los propios son más débiles, no se deje convencer: esto es
especial mente importante. Si nos rendimos porque el contrincante parece
tener razón, inevitablemente descubrimos, cuando ya es demasiado
tarde, que en realidad nosotros teníamos razón inicialmente. ¿Cuán a
menudo se le ha ocurrido a usted una respuesta y refutación adecuada
una vez terminado el debate? ¡Confíe de entrada en su instinto!

No pierda la confianza en si mismo:

Siempre resulta hiriente que alguien piense mal de nosotros o


de nuestros argumentos, especialmente si el adversario tiene cierto
prestigio. Para reforzar su confianza en sí mismo y contrarrestar la
imagen que pueda tener de la oposición, intente lo siguiente. Imagine
que el hombre o mujer que lo ha atacado está allí presente sin ninguna
ropa encima: esto bastará para que se vea en ridículo. O imagine el tipo
especial de ignorancia, estupidez, ceguera o combinaciones de todo ello
que podría llevar a alguien a disentir con su argumento.

No subestime a la oposición:

Si lo hace, podrá bajar la guardia y dejar que la oposición gane a raíz


de su propio descuido. La mejor manera de lograr su objetivo general
y mantener la confianza en sí mismo está en pensar lo malvado que es
el opositor. No se trata, simplemente, de que éste no tengan razón, sino
que también tiene intenciones deshonestas e inescrupulosas.

145
La defensa es también ataque:

No se limite a defender su propia postura: ataque también a la


oposición. Usted atacará no sólo para demostrar que el argumento de la
oposición sólo convence superficialmente, sino también para darse a sí
mismo más tiempo para pensar en una respuesta destinada a defender
el propio argumento. Pero en todo momento debe dar la impresión de
que usted está en perfecto control del asunto.

CONTRAATAQUE

Toda defensa debe incluir un contraataque, o sea, la refutación de


los argumentos planteados contra usted por la oposición. Huelga decir
que no todo ataque contra su caso incluirá todo tipo de acusación, de
modo que tendrá que elegir entre las siguientes técnicas, según sea la
que emplee su rival.

Definición del argumento

Hay algo que usted siempre deberá dejar en claro,


independientemente de lo que la oposición haya dicho: que ésta no
ha definido adecuadamente el argumento que usted defiende. No
importa qué haya dicho su adversario, usted siempre deberá aducir
esto porque (a) si la oposición ha formulado mal el argumento que
usted esgrime porque lo entendió mal, entonces queda implícito que la
oposición tal vez no sea muy brillante; (b) si la oposición ha formulado
mal el argumento que usted defiende pero lo entiende muy bien,
implícitamente surge que la oposición es deshonesta; (c) esto último
le da a usted ocasión de redefinir su argumento, de modo tal de (1)
reforzar en la mente del público los argumentos que usted realmente
desea discutir; (2) reformular su postulado con el fin de contrarrestar
algunas de las objeciones planteadas, algo que analizaremos luego más
detalladamente; (3) finalmente, tomarse algo más de tiempo antes de
replicar.

746
Jugarse a todo o nada

Puesto que una de las formas principales de atacar un caso es


llevarlo hasta sus extremos (algo ya mencionado antes), debe usted
estar preparado para contrarrestar este tipo de tácticas si se las utiliza
en su contra. Si usted no efectuó una generalización o aseveración
categórica pero su contrincante lo acusa de haberlo hecho, reitere
los argumentos más limitados que desea defender. Además, dé a
entender que su contrincante está tan decidido a verlo todo en blanco
y negro que está pasando por alto todos los matices y sutilezas de la
argumentación que usted formula. Por ejemplo, si usted argumenta
en favor de ciertas restricciones a un programa de ayuda, admita
todas las falencias del programa pero reitere que son temporarias,
y que se trata de un programa superior a todos los presentados
anteriormente. No constituye una real panacea, pero puede hacer
mucho bien. Por lo demás, reitere que no se opone usted a otros
programas.
Supongamos, en otro caso, que argumenta usted que el nacionalismo
o el orgullo nacional fue uno de los principales factores—si no el
principal—en la colonización de Africa y Asia por parte de los países
de Europa Occidental durante el siglo XIX y comienzos del XX. Su
opositor podrá contraatacar esgrimiendo la tesis marxista-leninista
del imperialismo al señalar las ventajas económicas que las potencias
coloniales obtenían o esperaban obtener. No sólo hay excepciones en
lo que dice su rival (usted demuestra así que se equivoca), sino que
no tiene por qué negar ese aspecto de la argumentación a fines de
defender sus propios argumentos. Puede muy bien ser cierto que el
provecho económico fue uno de los factores en la colonización, pero
esto no desmiente que el nacionalismo también haya incidido como
factor. En verdad, puede usted argumentar que el nacionalismo fue más
importante como factor que los de índole económica.

Apelando a la ignorancia

La incapacidad de refutar su argumento equivale a demostrar que es


el correcto. Mientras nadie pueda demostrar que usted está totalmente
equivocado, actúe como si la razón estuviese totalmente de su lado.

747
Acentúe el hecho de que algunas de las cosas que usted dijo, aunque
triviales, son ciertas, y que la oposición no puede refutarlas.
Hay dos adecuados ejemplos de esto. En primer lugar, ¿cómo
procederá alguien para refutar la existencia de Dios? Es casi imposible
hacerlo en este caso.
En segundo término, es imposible refutar la teoría de una conspiración
o conjura. ¿Cómo demostrar que todas las explicaciones acerca de una
conspiración para matar al presidente John F. Kennedy eran incorrectas?
Mientras las teorías conspiratorias sean compatibles con las pruebas
existentes, es imposible refutarlas. Claro está que compatibilidad no
significa lo mismo que prueba, por la sencilla razón de que puede
inventarse un número infinito de posibilidades compatibles. No
obstante, en la mente popular surge la tentación irresistible de dar la
compatibilidad por un hecho probado.

Estadísticas

Si usted se vale de estadísticas, y su opositor las ataca tal como se


ha indicado en el capítulo V, entonces su defensa deberá proceder del
modo siguiente. Por un lado, si él lo acusa de no tomar una muestra al
azar representativa o adecuada, usted podrá contraatacar solicitándole
que defina una muestra al azar. El no podrá hacerlo, simplemente porque
nadie, ni siquiera el más experto analista en la materia, ha podido definir
una muestra al azar. La razón es interesante, y vale la pena detenernos
en ella.
La información estadística consiste en una relación matemáticamente
expresada entre uno o más elementos. Por ejemplo, el número de casos
de viruela disminuye en una zona o en un grupo donde la gente es
inoculada. Tal vez se dé una disminución del 88 por ciento de los casos.
Sin embargo, no basta ninguna información estadística para establecer
una relación invariable o causal entre dos elementos más sin pruebas
independientes. La utilidad de los datos estadísticos está en que sólo
se emplean cuando no conocemos la relación directa o conglomerado de
relaciones entre los distintos elementos.
Por ejemplo, estudiando estadísticas sobre la criminalidad, podemos
advertir una alta correlación entre la delincuencia y la pertenencia a
ciertos grupos étnicos. ¿Qué nos dice esto? ¿Que los miembros de ciertos

74*
grupos son más propensos al delito? ¿Que hay de parte de la policía
una conspiración para arrestar o perseguir más encarnizadamente a los
miembros de ciertos grupos étnicos? ¿Que hay una causa o causas ocultas
(otro factor) que podrían inducir a los miembros de determinado grupo
étnico a cometer más delitos? Podemos emplear datos estadísticos para
descubrir un problema (se advierten altas correlaciones que pueden
o no significar algo), o para respaldar cierta teoría acerca de por qué
ocurren determinados hechos. Pero sin la teoría, los datos carecen de
sentido. De ahí que la información estadística de por sí no pruebe o deje
de probar nada, sino que puede ser significativa al darse aunada a otros
elementos. Todo aquel que ataque sus datos estadísticos pero pase por
alto el resto de su argumentación, podrá verse en situación de que se le
señale el hecho, del que también se advertirá al público.
Por un lado, si su rival ataca el empleo de las estadísticas en general,
usted podrá esgrimir un ejemplo en sentido contrario para demostrar
lo absurdo de así hacerlo. Supongamos la existencia de una temible
enfermedad que no existe entre determinado porcentaje de la población
que ingiere cierto alimento. Dicho en otros términos, existe una
elevada correlación estadística entre un alimento y la ausencia de una
enfermedad. ¿No estaría usted dispuesto a ingerir ese alimento aunque
desconozca la relación directa existente?
En cuanto a la acusación de que usted pasó por alto u omitió ciertos
datos, contraataque del mismo modo sacando a relucir otros datos no
mencionados antes, y devolviendo la pregunta a su adversario. ¿Por qué
no mencionó él esa información? Esto, a propósito, refuerza un anterior
elemento que destacamos, el de reservar algunos cartuchos para el final
en lugar de dispararlos todos en la argumentación inicial.

Defensa de las generalizaciones

Sus generalizaciones pueden ser atacadas cuando alguien procura


señalar alguna excepción. Hay tres respuestas posibles a esta acusación.
En primer lugar, la excepción tal vez no tenga nada que ver con lo
que usted está tratando de demostrar. Por ejemplo, supóngase que ha
intentado demostrar la relación entre la música de rock y la cultura de
la droga, y como parte de las pruebas cita el caso de astros del rock
implicados en la drogadicción, como Boy Gcorge. Incluso puede señalar

149
que la letra de algunas canciones y el consumo de drogas durante los
conciertos, tanto por parte de los músicos como del público, forman
parte del ambiente generalizado. Su opositor puede señalar que
algunos astros del rock se mantienen totalmente al margen de la cultura
de las drogas. Lo que su rival dice es cierto, pero tal vez no afecte a su
generalización o su afirmación de que existe algún vínculo profundo
entre ambas cosas. Con toda seguridad, se ha descubierto que algunos
grandes atletas consumen drogas, pero nadie proclama que el deporte
sea parte de la cultura de la droga. Sin embargo, el consumo de drogas
no es parte del comportamiento normal del público, por ejemplo en un
partido de basketball, y los valores expresados por el deporte profesional
no giran en torno de los placeres de la droga.
En segundo término, usted podrá aducir que la excepción citada
no lo es realmente, y acusar a su adversario de parcializar lo que alega.
Aduzca que los argumentos que utiliza para proclamar una excepción
(ataques basados en la acusación de accidente o división) no son válidos.
Por ejemplo, durante el juicio efectuado en 1970 a Bobby Seale, líder de
las Panteras Negras, William Sloan Coffin, capellán de la Universidad
de Yale, sostuvo que Seale no debía ser juzgado, sentenciado ni
castigado aun cuando se lo hallara culpable, puesto que era la sociedad
la que lo había convertido en delincuente. Esta excepción parte de
una explicación genética, y cabría argumentar que es un alegato
parcializado. ¿Estaría dispuesto Coffin a dejar en libertad a un racista
sureño que encabezara una turba de linchamiento aduciendo que la
sociedad (con la denominada Reconstrucción) lo había convertido en
criminal? Aducir una explicación genética en un caso pero no en el otro
es ser culpable de alegatos parcializados.
La tercera línea de defensa contra la acusación de generalización
apresurada (o existencia de una excepción que invalidaría su
generalización) estriba en recurrir al sabio dicho de que "la excepción
hace la regla" y cruzar los dedos. Esto, a propósito, implica (pero no se
lo diga a nadie) que cuantas más excepciones haya, mejor será la regla.
¡Muy extraño! En realidad, la frase original es de Francis Bacon, que dijo
que la excepción "hace" la regla en el sentido de que la pone a prueba.
Uno pone a prueba una generalización buscando excepciones a ella. En
lugar de reforzar la generalización, la excepción la invalida.
En defensa de las definiciones

Las definiciones pueden objetarse por ser demasiado estrictas, o


demasiado amplias e insólitas. Si a usted se lo acusa de utilizar los
términos en un sentido demasiado restringido, y, especialmente, de
convalidar su postura por la definición misma, replique entonces
que hay que tener las ideas claras, pues de lo contrario seremos todos
víctimas de los equívocos. Expláyese sobre el pensamiento descuidado
de su oponente, quien se pone a criticar a quienes se esfuerzan por ser
claros.
Supóngase que se lo acusa de utilizar mal un término, en un sentido
diferente al aceptado por el diccionario. ¿Qué hacer? Pues lance toda una
diatriba contra los diccionarios. ¿Cómo son compilados los diccionarios,
y por quiénes? ¿Quién dice que esas personas estén capacitadas para
decidir el sentido de las palabras?
Hay una cuestión que plantear: ¿Los diccionarios son descriptivos o
normativos? Es decir, ¿describen el uso real de las palabras, o el modo en
que deberíamos usarlas? Si son descriptivos, entonces evidentemente
el diccionario falla, al no describir el uso que usted le da al término.
Si se le responde que los diccionarios describen el uso general pero
no el particular de las palabras, póngalo en duda. ¿Alguna vez ha
sido encuestado por los editores de un diccionario sobre el uso de
determinada palabra? ¿Alguna vez se hizo un plebiscito de orden
nacional sobre su uso?
Ensaye ahora el otro enfoque. Suponga que los diccionarios son
normativos, o sea que nos dicen cómo deberíamos utilizar una palabra.
¿Quiénes son los compiladores de un diccionario para decidir sobre
temas tan cruciales? ¿Sostienen de antemano un punto de vista opuesto
al suyo? De ser así, entonces son los compiladores del diccionario
quienes están tratando de imponer sus argumentos, al determinar que
ciertos postulados sean correctos por definición. Por añadidura, si las
cosas siguen así, terminaremos por llegar a lo que Orwell describía en
su novela 1984 como neolengua, un idioma constantemente manipulado
para el beneficio de unos pocos.
Aun cuando estemos frente a definiciones nominales (o sea, válidas
de acuerdo con la convención humana), podemos tener nuestras razones
para optar por una de ellas en lugar de otra. Los argumentos en favor
de la definición por la cual opta pueden ser (a) etimológicos (citando el

151
origen de la palabra), (b) condiciones de su uso, o(c) consecuencias de
su uso.
Consideremos, por ejemplo, la acusación de lo que usted ha dicho es
tautológico, o sea, cierto por definición. Supongamos que ha dicho que
aumentar el circulante (locual disminuye el valor del dinero al haber
más cantidad circulando) produce un aumento de precios (inflación). En
un sentido obvio, esto no es una relación de causa y efecto, sino verdad
por definición. Sin embargo, esta definición, en conjunción con algunas
teorías económicas, puede permitir extraer todo tipo de pronósticos
útiles. En sí mismas las definiciones poco significan, pero aunadas a
otros elementos pueden ser sumamente significativas. Por lo tanto, no
es solamente la definición lo que está en juego sino también los demás
elementos con que usted la acompaña.

Citas fuera de contexto

Como cualquier otra crítica, ésta debe ser rebatida permanentemente,


insista en que las palabras citadas por usted eran exactamente lo que
dijo, es decir, pase por alto la acusación de que las citó fuera de contexto,
y aduzca que lo acusaron de citar mal.
Si su rival insiste en el tema, o si usted se ve obligado a emprender
una prolongada discusión del mismo, plantee entonces una cuestión
más amplia:? ¿qué constituye el contexto apropiado? ¿Es la frase, oración
u oraciones que usted citó, o se trata de algo más amplio? Acuse de
obstinado a su adversario: si yo cito una oración, él dirá que no cité el
párrafo entero, y si cito todo el párrafo dirá que deliberadamente omití
los párrafos precedentes o siguientes, hasta que por fin tendré que citar
todo lo escrito en este idioma.. .¿o ese contexto sigue siendo demasiado
restringido?
Si realmente se siente acorralado por un adversario hábil que halla
alguna manera de convencer al público de que usted se ha expresado
dentro de un contexto lingüístico inapropiado o que induce a error,
sostenga entonces que el contexto apropiado incluye los gestos y
conducta de la persona citada. Puesto que por lo general no existe
acuerdo acerca del contexto en función del cual interpretamos gestos
y comportamiento, ¿quién puede realmente acusarme de interpretar
erróneamente la postura de alguien?

7^9
Las mentes legalistas, especialmente las de expertos constitucionalistas,
suelen entrar dentro de este tipo de interpretación. Algunos interpretan
una Constitución "en forma flexible", otros, "en forma estricta" o al
pie de la letra. Mucho se habla de esta diferencia, pero en realidad no
es mucho lo que puede decirse al respecto. Si alguien fuese realmente
estricto nunca extendería o aplicaría la Constitución a un caso único.
Toda lectura entraña una interpretación. Cuando hablamos del espíritu
de la ley, estamos propugnando una interpretación mucho más amplia.
Pero ¿qué querían decir exactamente los autores de la Constitución con
algunas de las cosas que dijeron? Para entenderlo, debemos consultar
algunos de sus otros escritos, y esto es exactamente lo que suele hacerse.
Pero, ¿qué otros escritos? ¿Cuál es el contexto apropiado? Este es un
problema real, aun cuando no pretendamos irnos por las ramas.

Incoherencia

Si se le acusa de ser incoherente, ¡niéguelo! En primer lugar,


puede tratarse de un simple malentendido, que usted podrá aclarar
con facilidad. En segundo término, tal vez el problema no exista, y la
acusación sea un mero intento de parte de la oposición por ponerlo
a usted en una difícil situación. En este caso, usted deberá señalarlo,
y hacer pública reconvención de su oponente. En tercer lugar, muy
bien puede haber habido una incoherencia que pasó por alto. En
este caso, no vacile en reinterpretar lo dicho, de modo de anular la
contradicción.
Por ejemplo, supóngase que está propugnando la reforma social
para un grupo oprimido, y argumenta públicamente que los oprimidos
deben tomar la ley en sus manos, que deben recurrir a la violencia para
que se haga justicia; saca entonces un machete y lo sacude mientras
cita las famosas palabras de Patrick Henry, "¡Dadme libertad, o dadme
la muerte!". Luego, cuando es arrestado y juzgado por incitar al motín,
sedición o lo que fuere, usted sostendrá no haber pronunciado esas
inflamadas frases, porque su palabras no debían tomarse literalmente,
sino como parte de la mera retórica política. Lo que usted quiso decir
es que la gente sólo debe hacer eso si es necesario o de verse obligada,
pero en realidad, usted cree que actualmente las condiciones permiten
medios más moderados de lograr una reforma social.

153
Según sea la situación y el público, puede haber ocasiones en que la
incoherencia no está del todo mal. Después de todo, no contradecirse
nunca puede ser signo de estrechez mental. Pues bien, me contradigo.
¿Y qué?
Esta técnica es especialmente útil cuando usted invoca una verdad
más elevada que aquéllas tan limitadas a las que se aplican las leyes
de la coherencia. En una vena más seria, podemos advertir que existe
una diferencia entre incompatibilidad y contradicción. En el caso de
una contradicción, o la acusación hecha por su oponente de que usted
está haciendo formulaciones incompatibles, la incompatibilidad existe
sólo en relación con algún marco en particular, que usted no tiene
por qué aceptar. Por ejemplo, los Estados Unidos son una democracia
en que gobierna la mayoría. Sin embargo, con el fin de enmendar la
Constitución se requiere la aprobación de los dos tercios de los estados,
que es más de la mayoría y no guarda relación con la población real. Una
minoría de poco más de la tercera parte de los estados puede bloquear
un cambio. ¿Esto no es una contradicción? ¿Se trata de incompatibilidad?
La refutación de estas acusaciones está en que normalmente la mayoría
gobierna, pero en el caso de grandes cambios necesitamos una muy
amplia mayoría con el fin de asegurar la estabilidad y ser coherentes
con el acuerdo originario. ¡Después de todo, las dos terceras partes de
los estados podrían votar para abolir el gobierno de los dos tercios!

Desviando la atención

Hasta aquí, hemos analizado la refutación de acusaciones específicas


efectuadas contra su argumentación. Si usted ha conseguido refutarlas
cabalmente, todo andará bien. Pero, ¿qué ocurre si usted tiene la
sensación de que su defensa no es lo suficientemente sólida, o que
quedan algunas dudas en la mente del público? A esta altura, no puede
seguir ateniéndose a lo dicho de entrada: lo que debe hacer es desviar la
atención hacia un tema colateral, en relación con el cual usted se siente
particular mente fuerte. Esto dará la impresión de que usted sigue
empuñando el timón del debate.
Al introducir este tipo de elementos para desviar la atención del
público, hay varios aspectos que recordar. En primer lugar, aunque
se trate de un tema colateral, deberá estar relacionado, al menos
indirectamente, con el tema en discusión, pues de lo contrario el
público no lo aceptará. Al hablar de astronomía, no puede tratar de
distraerse la atención del público hablando del precio de los huevos. En
segundo término, el tema que usted introduce debe poseer suficiente
peso emocional como para atraer de inmediato la atención. Debe ser
lo bastante poderoso como para que usted pueda elaborarlo todo el
tiempo que necesite. En tercer lugar, debe asegurarse de que presenta el
tema de modo tal que usted y el público inevitablemente terminan del
mismo lado, en tanto que su opositor queda del lado opuesto.
Una versión particularmente interesante de cómo distraer la atención
está en el debate sobre las curas de los males sociales. Imagine un debate
acerca de cómo mejorar la educación de los niños de un gueto, en el
que el Lado Uno sostiene que determinada propuesta (llamémosla X)
es la manera de resolver el problema. Supongamos, asimismo, que el
Lado Dos ataca a X sobre la base de su contradicción intrínseca, de que
el plan ha fracasado cuando trató de aplicárselo antes, de que interferirá
con otros programas y que, de todos modos, es demasiado oneroso. El
Lado Uno, en defensa de su propuesta, dice lo siguiente para distraer la
atención: usted no entiende realmente el problema ni se preocupa por él.
El Lado Uno procede entonces a elaborar una prolongada enunciación
del problema: el horror del gueto, las vidas frustradas de esos niños,
la falta de futuro, y, a la larga, su destrucción. Al terminar usted, el
público estará al borde de las lágrimas. Si el público no cree que el Lado
Dos es un racista, pensará al menos que es un individuo insensible. Por
añadidura, el público no sólo dará su aprobación a la propuesta X, sino
que probablemente aprobará cualquier otra propuesta también.
¿De qué manera se ha desviado la atención del público? El argumento
giraba en torno de una propuesta X especifica para solucionar un
problema en particular. En ningún momento estuvo en discusión el
problema mismo. El Lado Dos nunca negó la existencia del problema;
tan sólo atacó la propuesta X como medio de resolver ese problema. El
Lado Uno, que defendía la propuesta X, nunca respondió realmente a
las críticas sino que actuó como si el Lado Dos estuviera negando la
existencia del problema. La manera de distraer la atención del público
estaba relacionada con el tema principal (al menos en su contenido),
era altamente emocional, y el Lado Uno adoptó la postura que, a su
entender, sería compartida por el público.
En busca de la perfección

No hay que olvidar nunca cierta posibilidad: su argumentación


o propuesta puede ser buena, pero no perfecta. Es decir, que puede
presentar problemas o dar lugar a objeciones que no puedan ser
respondidas satisfactoriamente. Ello, empero, no significa que su
solución no sea la mejor posible. A veces es necesario admitir que
pueden caber objeciones, pero ellas no invalidan su propuesta. Aquí,
acusará usted a la oposición de aspirar a la perfección o de estar en
busca de una Utopía, antes que aceptar propuesta alguna.
Este tipo de problema, objeción y defensa figuró ampliamente en
el curso del debate por los derechos civiles en Estados Unidos. Los
defensores de los derechos civiles habían introducido una legislación
dirigida a proteger a los negros contra el prejuicio racial y la persecución.
Quienes se oponían a la legislación de derechos civiles sostenían que
la única manera en que el problema del prejuicio racial podía ser
(realmente) superado se daría cuando cambiase el corazón de algunos
hombres: no se podía lograr por medio de la legislación. En respuesta
a esta objeción, los defensores de los derechos civiles (incluido Martin
Luther King, hijo) señalaron que no tenían tiempo de esperar a que
la humanidad fuese perfecta. Mientras tanto, las leyes por lo menos
modificarían la conducta, lo cual ya significaba algún progreso aunque
no se lograra la Utopía.
Como complemento de este tipo de defensa podrá usted argumentar
que su propuesta, a la larga, conseguirá eliminar todas las dificultades.
Tal como el doctor King señalara, el cambio en la conducta de los
hombres, inducido por las leyes, podría a la postre inducir al cambio
en sus corazones.

Nada más que objeciones

Una variante de la búsqueda de la perfección es la simple expresión


de objeciones. El problema no está en que mi propuesta sea perfecta,
sino en que habría que ver si es mejor no hacer nada, o si existe una
alternativa.
Hay dos variantes de la posible defensa contra lo que no son más que
objeciones tras objeciones. Denominaremos a la variante uno la "menos
sincera". Se trata aquí de argumentar que, aun cuando nuestra propuesta
no es perfecta, deberíamos adoptarla de todos modos porque nadie puede
proponer otra mejor. Veamos los tres ejemplos siguientes de variante
menos sincera. (1) Cura para el cáncer: periódico sacrificio humano al
dios del sol; (2) Cura para la guerra: beber batidos lácteos; (3) Cura para
las verrugas: beber whiskey irlandés. Sin duda, habrá a quienes no le
gusten las soluciones que he sugerido, pero, ¿pueden ofrecer alguna
alternativa que sea más inmediata para resolver el problema?
La segunda variante sería la denominada "más sincera". Aquí, como
ocurre tan a menudo con los grandes dilemas morales de la existencia,
debemos optar entre dos males y esperar que hayamos elegido el menor.
Es muy importante, en casos como éste, que entrañen dos cursos
claros de acción, ambos negativos, y sin otras alternativas. Imagínese
atrapado en una torre con un débil mental que (1) no sabe que está usted
allí, y (2) dispara a mansalva matando a quienes pasan por la calle. Por
cada segundo que usted vacila, el otro mata a alguien; es demasiado
fuerte para poder reducirlo; no hay perspectivas de ayuda inmediata de
afuera; la única manera de detenerlo está en dispararle por la espalda
con la pequeña pistola que usted porta. ¿Habrá de matarlo? Sin duda, no
es una decisión agradable de tomar, y destruirá así una vida humana.
Por otra parte, ¿cuál es la alternativa? ¿En verdad puede vacilar ante la
posibilidad de que alguien luego objete que ha quitado una vida?

Condenando el dilema

Hay tres formas de encarar un dilema, pero antes de analizarlas,


recordemos en qué consiste el dilema. Este le ofrece dos consecuencias
alternativamente indeseables. Se trata de un argumento con dos
premisas y una conclusión:

Si... S1.. entonces S 2 y si...S3.. entonces S4


s2 o s3_________________________________
Por lo tanto, S2 o S4.

El siguiente es un ejemplo de dilema:


Si a la policía se le da mano libre, no respetará nuestras libertades

157
civiles; y si a la policía no se le da mano libre, no podrá combatir la
delincuencia. O bien se da mano libre a la policía, o no. Por lo tanto, la
policía dejará de respetar nuestras libertades civiles, o bien no podrá
combatir la delincuencia.
La primer manera de superar un dilema está en aferrarse a una u
otra posibilidad. Al hacerlo, rechazamos la validez de una u otra
proposición condicional ("si...entonces"). En nuestro ejemplo tenemos
dos proposiciones condicionales: si a la policía se le da mano libre, no
respetará nuestras libertades civiles; y si no se le da mano libre, entonces
no podrá combatir la delincuencia.
Fácilmente podremos rechazar esta última condición señalando que
en la actualidad la policía no tiene mano libre, pero aun así combate la
delincuencia, aunque no pueda contra toda ella.
La segunda manera de refutar un dilema está en soslayar las alternativas,
o sea, rechazar la segunda premisa por no brindar alternativas que
se excluyan mutuamente. Nuestra segunda premisa era: o bien a la
policía se le da mano libre, o no. La segunda mitad de la premisa supone
que la policía está totalmente limitada en lo que hace. Sin embargo,
existe una tercera alternativa: podemos aplicar algunas restricciones
a la conducta de la policía (como invocar el habeas corpus, insistir en la
estricta observación de las leyes, etc.) pero otorgarle algunos poderes
discrecionales. En verdad, esto es lo que hacemos.
La tercera manera de refutar un dilema es la más hermosa. Así
como un dilema era un recurso retórico muy eficaz para poner fin a
una serie de objeciones, un contradilema es un recurso hermoso y eficaz
para desbaratar todo el argumento de la oposición. En primer lugar,
consideremos la estructura del anterior dilema, y observemos luego
cómo un simple cambio brinda una fórmula segura para construir un
contradilema.

En otras palabras, lo que hemos hecho es revertir el orden de S, y S4,


y negarlos. ¿Cómo se presenta este contradilema?
Si a la policía se le da mano libre, entonces combatirán todo delito
(doble negativa: en la aseveración original decía no combatir; aquí, no­
no combatir equivale a combatir); y si no se les da mano libre, no dejarán
de respetar nuestras libertades civiles.
O bien a la policía se le da mano libre, o no. (La segunda premisa
sigue siendo la misma).
Por lo tanto, la policía debe combatir todo delito, o respetar nuestras
libertades civiles.
Como puede verse, el contra-dilema plantea dos alternativas
igualmente atractivas, con la misma información que presentaba el
dilema original. Resulta eficaz contra el oponente, no porque realmente
esté diciendo nada, sino porque demuestra que usted es mucho más
inteligente.
Ninguna discusión de dilemas y contra-dilemas sería completa sin
incluir el famoso ejemplo del profesor de lógica y su alumno. El profesor
de lógica avisó que todo alumno que perdiera su primer caso ante los
tribunales, sería dispensado de pagar los honorarios por su curso. Al
poco tiempo un alumno anunció que se negaba a pagar por el curso. El
profesor de lógica le hizo juicio, llevándolo ante los tribunales.
En su defensa, el estudiante argumentó: 1) Si pierdo el juicio, entonces
no tengo que pagar el curso (según lo anunciado); y si gano, no tengo
que pagar (por decisión del juez). O bien gano, o pierdo: en ambos casos,
no tengo que pagar.
El profesor argumentó en su propia defensa: Si el estudiante gana
el caso, entonces debe pagar (según lo anunciado); si pierde, entonces
debe pagar (por decisión del juez). O gana el caso, o lo pierde. En ambos
casos, tiene que pagar.

Apelando al propio interés

Así como al presentar su argumento usted señalaba algunos


beneficios marginales que surgían de aceptar su punto de vista, de igual
manera, al defender su postulado contra los ataques de sus adversarios,
podrá usted repetir esa apelación. Sin embargo, debe haber aquí una
diferencia. En la presentación de su argumento, apelaba usted a algún
interés general compartido por todos; pero aquí ha de apelar usted al
propio y más estrecho interés de este público determinado. Por ejemplo,
en un debate sobre la importancia de las Naciones Unidas, supongamos
que presenta usted una lista mencionando todos los valores, logros y
promesas de ese foro mundial. Su oponente denigra sus reales logros e
incluso señala cuánto daño puede hacer esa organización (por ejemplo,
facilitando el ingreso de espías a los Estados Unidos). En su defensa,
claro está, usted responderá a todas las objeciones que merezcan
respuesta. Pero no hay razón para no agregar algún apelativo al propio
y estrecho interés del público. Si, por ejemplo, está hablando ante un
público neoyorkino, podrá señalar también cuánto dinero contribuye
la Organización de las Naciones Unidas a la economía de su ciudad.
Sin embargo, tome precauciones contra un adversario que apele a esos
estrechos intereses señalando los gastos que la ONU acarrea a la ciudad,
por ejemplo, en protección policial.

GANAR EL ARGUMENTO

La primera etapa de toda defensa exitosa esté en refutar acusaciones


específicas y ataques contra su presentación inicial del argumento. La
segunda etapa de la defensa es el ataque de las alternativas. Eso es
especialmente importante si la primera etapa de su defensa no ha sido
tan exitosa como le habría gustado. La mayoría de los argumentos se
ganan demostrando que, en términos generales, uno de los contrincantes
es mejor que el otro, o sea que posee más puntos a favor y menos en
contra.
Sin embargo, si su defensa original, o la de la primera etapa, ha
sido exitosa, entonces un ataque a la postura alternativa se convierte
en manera de aniquilar a su enemigo y ganar el argumento. En una
palabra, no sólo su posición puede ser defendida, sino que no puede
serlo la de la oposición.

Refutando la alternativa

Naturalmente, el primer procedimiento en su estrategia para ganar


está en refutar toda alternativa. Hay aquí tres posibilidades: (a) si su
oponente ofrece una alternativa explícita, atáquela; (b) si la postura de su
rival queda implícita pero no expresa, sáquela usted a relucir y atáquela;
(c) si no logra plantear ningún tipo de alternativa, sostenga entonces

7 ¿en
que la alternativa no existe porque, caso contrario, su adversario la
habría presentado. Así, usted gana por omisión.
Como ejemplo, podemos tomar su defensa de una "sociedad abierta"
(en el sentido social, político y económico). Sin duda, una sociedad
abierta puede presentar muchas falencias, pero sin duda, también,
usted podrá defender algunas de ellas diciendo que en realidad no
son falencias, o como males necesarios. Por ejemplo, en una sociedad
abierta existe la competencia, y buena dosis de controversias que
pueden representar una pérdida de tiempo. Sin embargo, éste es un
pequeño precio que pagar por la enorme liberación de energía creativa
que esa sociedad posibilita. Pero, además de su defensa de una sociedad
abierta, usted puede honestamente preguntar: ¿cuál es la alternativa?
¿Las llamadas ventajas de una sociedad totalitaria no son ilusorias, por
no decir represivas? Ninguna defensa de una sociedad abierta tiene
que negar sus falencias: basta con preguntar si hay alternativas viables.

Dos entuertos hacen un derecho

Toda falencia que no pueda defenderse en su postura, puede aun


así ser justificada señalando los errores o fallas de la oposición. La
diferencia entre esta técnica y la descripta anteriormente reside en
lo siguiente: en el caso de refutar la alternativa, usted sostiene que,
sopesándolo todo, su postura es la más adecuada. En el caso de que
"dos entuertos hagan un derecho, usted sostiene que ciertas deficiencias
aparentes en realidad son justificadas o han sido provocadas por los
errores de la oposición.
Imaginemos, por ejemplo, dos países que están en guerra. El País A
sostiene como política que la tortura es necesaria, así como el asesinato
masivo de civiles. El País B se opone a semejantes atrocidades, no las
disculpa, y los soldados que lleguen a cometerlas son castigados. Por lo
tanto, es menos probable que en el País B las tropas cometan atrocidades:
queda así refutada toda alternativa.
Por el contrario, si ambos países recurren a las atrocidades como
política, y no como exceso cometido por algunos soldados indisciplinados,
no se trata ya de deslindar toda alternativa. Cuando el País B dice que
sus atrocidades son justificadas porque el País A también las comete, se
está aplicando la técnica según la cual "dos entuertos hacen un derecho".

161
Otro ejemplo de esto es la abolición de los derechos de libre expresión
de algunas personas, basándose en que esas mismas personas propugnan
la censura. Por ejemplo, los comunistas no propugnan la libertad de
expresión en su filosofía de la sociedad: negarles a ellos el derecho a
la libre expresión en nuestra sociedad, porque ellos nos la negarían a
nosotros, equivale a aducir que dos enturertos hacen un derecho.

Ad hominem

Se trata de una técnica sumamente útil que parece darse por doquier.
En vez de atacar los elementos específicos de un argumento, se ataca
al hombre mismo que lo sostiene. La versión especial que podemos
utilizar aquí estriba en hacer creer al público que ya hemos refutado
convenientemente cada parte del ataque del adversario, y que ahora ha
llegado el momento de acabar con él. Se trata de algo así como un juicio
de posguerra para los perdedores, en que se documentan las maldades
cometidas por el oponente. Se le pregunta la público cómo alguien
podría caer en el desatino de creer a semejante farsante.

Apelando a la ignorancia

En esta variante argumentamos que, como la oposición no puede


probar sus argumentos, los nuestros han 'de ser ciertos.
Por ejemplo, el informe de la Comisión Warren sobre el asesinato
de John F. Kennedy no convención todo el mundo, porque hay cabos
sueltos en su evaluación de las pruebas recabadas. De acuerdo con esta
técnica, el hecho de que la Comisión Warren no pudiera convencer a
todo el mundo más allá de toda duda, automáticamente permite decir
que quienes sustentan la teoría de una conspiración están en lo cierto.
Uno de los principales supuestos en que se basa esta técnica reside en
que las alternativas analizadas son las únicas posibles.
Esta técnica resulta especialmente útil contra toda nueva idea o
sugerencia de adoptar alguna política que nunca había sido ensayada
con anterioridad. Si la idea nunca ha sido probada antes, evidentemente
que nadie sabe si será buena o no. Por lo tanto, como no podemos
demostrar que es buena, se desprende de ello que ha de ser mala.
Incontrovertible ignorancia y falsificación

De acuerdo con esta forma de ataque, usted acusa a su adversario de


atenerse a principios o creencias que el (a) acepta en forma acrítica, (b) se
niega absolutamente a debatir, y (c) sobre los cuales no ofrece criterios
para su refutación o posibilidad de falsificación.
Hay gente, por ejemplo, que cree en una conspiración comunista,
una conspiración del complejo militar-industrial, o en el infranqueable
abismo entre empresariado y trabajadores: y lo creen con una
convicción casi religiosa. No es, entonces, la creencia específica sino la
manera de adherir a ella lo que hace al sujeto pasible de la acusación
de incontrovertible ignorancia. Esa clase de gente se niega a atender a
crítica alguna de sus creencias, a debatir o discutir el tema y, lo que es
más, a especificar cualquier elemento que cuente en contra de dicho
credo.
Este último criterio, el negarse a aceptar cualquier falsedad o
falsificación, asume importancia crítica. Es casi una definición de la
racionalidad del hombre declarar que éste es racional en la medida
en que pueda decir en qué circunstancias está dispuesto a cambiar
de opinión. Saber cuándo una creencia será considerada falsa es saber
cómo razonar con alguien que sostenga dicha creencia. Es signo de
psicosis el que alguien se niegue a cambiar de opinión en circunstancia
alguna. Dejar en evidencia esta característica del adversario implica
socavar su credibilidad y la tolerancia del público hacia él como ser
racional.
La mayoría de la gente, claro está, de dársele tiempo y ayuda, está
dispuesta a especificar en qué momento considera que sus creencias
han sido refutadas. Sin embargo, la mayoría de la gente nunca piensa
realmente en que ese momento llegue. Usted puede aprovechar
ese descuido, y atacar a menudo al acusado por su incontrovertible
ignorancia: se sorprenderá de la frecuencia con que esta táctica da
resultados.

Apelando a la fuerza o el miedo (Ad baculum)

No existe técnica más eficaz, para demostrar al público cuánto mejor


es su posición comparada con la de su adversario, que la de señalar las

163
sombrías consecuencias en que derivaría la adopción de la propuesta
del otro. En este caso, está usted apelando al miedo.
Ejemplo de ello es el pronóstico hecho por los vendedores de seguros
acerca de la muerte de un padre y el consiguiente sufrimiento de esa
familia. De fallar todo lo demás, esta temible consecuencia permitirá
sellar el contrato. ¿Qué padre responsable quiere pensar en el sufrimiento
de su esposa e hijos si él fallece? ¿Después de todo, no le ocurrió a
XX, a la vuelta de la esquina...? En caso de que el padre se mantenga
inconmovible, el vendedor de seguros, si tiene alguna habilidad, se
extenderá sobre sus argumentos ante la esposa. Corresponde aquí
poner un poco de fuerza en tratar de persuadirla.
Imaginemos otro caso, el de los padres que dicen a sus hijos: "Los
que dicen no creer en Santa Claus no recibirán ningún regalo de
Navidad traído por él". Se trata aquí de una amenaza, por humorística
o fantasiosa que sea la intención.
En los argumentos atinentes a la conducta humana, un elemento de
interés introducido en los pronósticos de sombrías consecuencias es la
posible amenaza de una profecía que se cumple. Aquí usted no sólo está
prediciendo la sombría consecuencia, sino insinuando, con el mayor
tacto posible, que usted podría llegar a provocarla si no se adopta su
postura. Por ejemplo, cuán a menudo hemos oído voceros de la gente
de color decir: "Si no mejoran la suerte de los negros y satisfacen sus
demandas, habrá levantamientos". Y con qué frecuencia hemos oído
decir a quienes rechazan esos petitorios: "Si cedemos a las exigencias
de los extremistas negros, provocaremos una reacción furiosa de los
blancos". Ambas declaraciones no son meras predicciones, sino veladas
amenazas.

Abandonar la discusión

Si usted está absolutamente convencido de haber superado a su


oponente, interrumpa el debate en cuanto sea posible. Seguir la discusión
más allá del punto en que está bien claro que ha ganado usted, significa
darle a su adversario una oportunidad que no se merece, arriesgarse
a tirar por la borda su triunfo, y prestar credibilidad al argumento de
su opositor. Una vez que ha ganado el debate, ponga fin a la discusión
diciendo: "Nunca discuto con alguien que está equivocado".
EN BUSCA DEL EMPATE

Nadie tiene todas las de ganar consigo. Usted puede tener un mal
día, en tanto que su opositor está de suerte, o ser el público asistente
un hato de perfectos cuadrúpedos. Por ende, no podrá usted alentar
esperanzas de ganar todos los aspectos de la discusión. Supóngase que
ha contraatacado en la medida de lo posible, y que, aunque procuró
ganar, no puede alcanzar una victoria absoluta y decisiva. ¿Qué hacer
entonces? ¡Trate de empatar!

No admita la derrota:

En ninguna circunstancia debe usted admitir una derrota. Recuerde


que hay tres situaciones posibles: (a) usted está totalmente en lo cierto;
(b) usted en general está en lo cierto, pero su postura requiere algunas
aclaraciones y correcciones; (c) a sabiendas usted defendió una posición
débil con el fin de llamar notoriamente la atención hacia un útil principio
que la sustenta.

Correcta por definición:

Usted podrá siempre salvar el día demostrando que su posición es,


por definición, la correcta. Esto no constituye una victoria. Cuando se
ve obligado a emplear esta técnica como forma de defensa, el público
siempre quedará con la impresión de que su posición era trivial, y su
argumentación, casi una pérdida de tiempo. Pero aun así, es mejor
esto que perder. Supongamos, por ejemplo, que ha argumentado usted
que el aborto es siempre un acto criminal. No importa lo que diga
su adversario, usted siempre estará en lo cierto si por crimen quiere
decir la destrucción de cualquier célula viviente. Las implicaciones
de esta posición podrán ser bastante pueriles, como por ejemplo, que
la destrucción de una planta es un crimen; pero por lo menos usted
andará sobre seguro al sostener que el aborto es un crimen.

Previendo el desacuerdo:

Tal vez una técnica más eficaz, cuando usted busca un empate, esté
en. argumentar que en realidad su adversario coincide con su postura.

165
Así, no habrá ninguna formulación real del argumento, ni ningún
verdadero desacuerdo. Esta táctica es tan sorprendente para algunos
que, si tras haber demolido al oponente, encuentran que éste proclama
que todo el mundo está de acuerdo, pueden caer de inmediato en la
trampa. Por lo general, las personas que se interesan por la verdad caen
en ella.
El hombre que con mayor éxito utilizó esta técnica era Paul Tillich, el
famoso teólogo. El ofrecía pruebas de la existencia de Dios, y argumentos
en favor de una nueva visión religiosa. Al ser atacado, y en ocasiones
fuertemente criticado y correctamente refutado, él recurría a la técnica
de aducir que su opositor realmente estaba de acuerdo con él. Hasta
el mismo respeto de a lógica por parte de su crítico era, en opinión de
Tillich, señal de su profunda preocupación y, por ende, prueba de la
existencia de Dios.
Resulta difícil esgrimir argumentos en contra de esta técnica. La
única manera de mantenerse al margen es insistir en las diferencias de
postura. El riesgo que usted corre cuando trata de zafarse en casos así,
es el de ponerse al público en contra. Después de todo, su contrincante
está tratando de ser cortés, y usted da muestras de total descortesía.
Lo que usted debe hacer en este caso es volver a dejar por sentado el
argumento de alguien que se anticipa al desacuerdo, dejar fijada su
postura de manera tal de aparecer como vencedor, y acoger de buen
grado el supuesto arrepentimiento de su rival. Diga, por ejemplo: "En
tanto Tillich no extraiga implicaciones morales o sociales a partir de su
postura, admita sus diferencias con la teología tradicional y... de buena
gana acepto su conversión".

Invitación:

Cuando vea que no puede hacer otra cosa, efectúe una síntesis de los
progresos alcanzados en su argumentación, incluyendo las posturas
de ambas partes. Trate de que ese resumen sea tan positivo y amistoso
como sea posible. Elabórelo de manera tal que realmente parezca
demostrar que ha efectuado usted progresos en determinada dirección,
casi por acuerdo previo. Termine diciendo que no hemos llegado al final
o a la conclusión definitiva, e invite a su rival a unirse a usted en la búsqueda
en común de la verdad.
Capítulo VII
RAZONAMIENTO SEGÚN
CAUSA Y EFECTO
HISTORIA DEL CONCEPTO DE "CAUSALIDAD"

Las dificultades que rodean el empleo del concepto de "causalidad"


pueden ser explicadas examinando su historia. La explicación más
antigua y más difundida fue la que brindó Aristóteles hace más de
dos mil años. Según Aristóteles, el concepto de "causalidad" debía
entenderse en cuatro sentidos diferentes; o sea, que había cuatro tipos
de causas:

(1) causa material


(2) causa formal
(3) causa eficiente
(4) causa final.

La causa material es aquella a partir de la cual se hace o construye


algo; la causa formal hace referencia a su estructura interna; la causa
eficiente es el agente externo del cual procede o se original el objeto; la
causa final es la meta, función o propósito de ese objeto.
Cuando Aristóteles aplicó esta explicación de las cuatro causas a los
objetos fabricados por el hombre, su análisis era el siguiente: Una mesa,
por ejemplo, está hecha de madera (causa material); tiene la forma de
una serie de rectángulos (causa formal); fue fabricada por un carpintero
(causa eficiente); y su propósito es servir de superficie para actividades
tales como comer y escribir (causa final). El mismo tipo de análisis puede
aplicarse a los objetos naturales. Por ejemplo, en el caso de una bellota,
su causa material está en las sustancias orgánicas que la componen; su
causa eficiente es el roble del que nace; su causa formal es su potencial
estructural para luego convertirse también en roble; y su causa final es
ser a la larga otro roble.
Hay un elemento interesante que, así, distingue a los objetos naturales
de las acciones humanas: que las causas formal, final y eficiente resultan

7 69
ser idénticas. La identidad de las causas formal, final y eficiente permite
a todo aquel que aplica la teoría de Aristóteles sobre objetos naturales
volver, por inferencia, del efecto a la causa, o, también por inferencia,
avanzar de la causa al efecto. Para decirlo con mayor precisión, conocer
algo es captar su causa formal, y puesto que la causa formal es idéntica
a las causas final y eficiente, conocer algo es poder inferir de dónde vino
y hacia dónde va.
Este principio de identidad de las causas formal, eficiente y final
dominó el pensamiento de Occidente durante muy largo tiempo, y dio
base a muchas importantes argumentaciones. Para ilustrar la presencia
divina, por ejemplo, consideremos la prueba de la existencia de Dios
propuesta por Descartes. Según el filósofo, en nuestra mente existe una
idea de un ser perfecto, al que llamamos Dios. ¿De dónde proviene esta
idea, o sea, cuál es su causa? Hay tres posibilidades: (1) la idea proviene
de nuestra experiencia; (2) la idea fue inventada por el hombre; (3)
la idea fue causada por algo perfecto, que es Dios mismo. Descartes
argumentó, por proceso de eliminación, que (1) y (2) son falsos, y, por lo
tanto, (3) debe de ser cierto. Por consiguiente, hay un Dios que provoca
en nosotros la idea (efecto) de un ser perfecto.
Con el fin de poder eliminar convenientemente (1) y (2), Descartes
debe demostrar que son falsos. Eliminar a (1) es bien fácil. ¿Pero cómo
elimina Descartes a (2)? El hombre, según el filósofo, no podría inventar
(causar) la idea de algo perfecto (un efecto), porque el hombre no es en sí
mismo perfecto. La razón por la cual el hombre tendría que ser perfecto
está en que la causa eficiente debe ser idéntica a la causa formal; o sea
que no puede haber nada, ninguna propiedad en el efecto, que ya no
esté presente en la causa. Si el efecto es perfecto o tiene la propiedad de
"perfección", entonces también la causa debe poseer la propiedad de
"perfección".
Descartes, al igual que quienes lo precedieron y que sus
contemporáneos, empleaba la concepción aristotélica de causalidad.
Sin embargo, dicha concepción derivaba, en última instancia, de la
física de Aristóteles. Por ironía, uno de los más importantes avances
en la física moderna (durante los siglos XVI y XVII) se produjo con el
desplazamiento de la física aristotélica por la teoría de Isaac Newton.
Esto, como veremos, condujo a cambios fundamentales en nuestra
comprensión y empleo del término "causalidad".
La premisa básica de la física aristotélica residía en la tesis de

170
que el estado de reposo es el estado natural de un objeto. En la física
newtoniana, por el contrario, el movimiento es el estado natural del
objeto. Ese solo cambio conduce, en la física de Newton, a la eliminación
de las causas formal y final. En la física newtoniana hay sólo dos causas
eficientes: así, no puede haber ninguna identidad de causas formal,
eficiente y final. Sin tal identidad, tampoco puede volverse del efecto
a la causa, por inferencia, sin una experiencia previa. David Hume fue
el primer filósofo que entendió las implicaciones filosóficas del cambio
que iba de la física aristotélica a física newtoniana y pudo demostrar
con gran claridad el empleo ilegítimo de todos los argumentos causales
basados en el análisis aristotélico de la causalidad.
Una de las razones por la cual el análisis aristotélico suena tan
extraño al lector moderno radica en que nos hemos acostumbrado
a emplear el concepto de "causalidad" en el sentido único de causa
eficiente. Sencillamente, esto refleja el triunfo de la física de Newton
por sobre la de Aristóteles.

DEFINICIÓN DE CAUSA Y EFECTO EN HUME

La definición más clara de la relación entre causa y efecto (se recuerda


al lector que esto es filosóficamente polémico) fue brindada por el
gran filósofo inglés David Hume (1711-1776). Según Hume, estamos
justificados en decir que una cosa es la causa (C) y otra es el efecto (E)
si se dan las tres siguientes condiciones:

(1) C, la causa, precede a E, el efecto, en el tiempo.


(2) C y E son contiguos en tiempo y espacio; y
(3) hay una historia de regularidad en la precedencia y contigüidad
de C y E.

El análisis de Hume, claro está, debe ser limitado: para nuestros fines,
sólo tomaremos la parte que nos concierne. Hablamos siempre de que la
causa precede al efecto por razones prácticas. Queremos poder controlar
los hechos por anticipado a fin de poder buscar condiciones que tienen
lugar en el tiempo anteriormente al hecho que deseamos controlar.
En un sentido técnico, algunas causas se dan simultáneamente a sus
efectos, como cuando decimos que raspar un fósforo es la causa de que

777
el fósforo se encienda. Sería hilar demasiado fino insistir en que el acto
de rasparlo precedió a su encendido, puesto que claramente en cierto
sentido ambos ocurren al mismo tiempo. Por lo tanto, podríamos tratar
de ser un poco más precisos y decir que la causa debe preceder o ser
simultánea al efecto, o, tal vez, que la causa nunca puede ser posterior
al efecto.
En segundo término, tiene que haber alguna relación más o menos
clara, en el tiempo y el espacio, entre los dos hechos que estamos
vinculando causalmente. Decimos que un fuego específico es la causa de
un efecto específico, el humo, y podemos ver el humo que sale del fuego
específico (espacio y tiempo). Cuando decimos que un germen como la
dolencia tienen lugar en el organismo del señor Méndez, tanto el germen
como la dolencia tienen lugar en el organismo del señor Méndez. Anu
cuando dos hechos distantes están causalmente relacionados, hablamos
de la serie de causas y efectos que intervienen, formando una cadena
entre los dos hechos. Por ejemplo, el asesinato del archiduque Franz
Ferdinand en Sarajevo es una (presunta) "causa" de la Primera Guerra
Mundial debido a toda la serie de hechos diplomáticos y militares
que incidieron. Aun cuando no conocemos a ciencia cierta la relación
exacta, sospechamos siempre alguna vinculación espacio-temporal
que esperamos descubrir luego. Sin duda, el concepto de contigüidad
tendría que ser redefinido en función de la física contemporánea, pero
su sentido cotidiano es bien comprendido.
En tercer lugar, lo más importante de todo es la historia de la
regularidad. Hume distingue entre una tendencia psicológica natural
a sospechar una relación causal, y la justificación lógica de creer que
hay ahí una conexión causal (la que depende de una extensa historia
de regularidad). Por ejemplo, si mientras estoy bebiendo vino se apagan
repentinamente las luces, puedo sentirme psicológicamente tentado
a pensar que el hecho de beber vino hace que se apaguen las luces.
Sin embargo, no existe ninguna experiencia pasada que justifique
esta creencia. La relación entre el hecho de apagar la luz presionando
el interruptor y el que las luces se apaguen, se ha dado con tanta
regularidad histórica que sería irracional no creer en su conexión
causal. Es esa regularidad histórica la que por lo general resulta crucial
para resolver el conflicto acerca de qué causó que: por eso, la pasada
experiencia resulta tan importante para documentar el caso o postura
que deseamos defender.

272
EL RAZONAMIENTO CAUSAL EN LA PRÁCTICA

En la vida cotidiana nos interesamos en causas y efectos en la


medida en que afecta nuestra existencia. Si conocemos las causas de los
hechos estaremos en mejor posición para controlar lo que nos ocurre: a
ello se refiere la famosa observación de Francis Bacon en el sentido de
que "conocer es poder". El hecho de que causa y efecto sean conceptos
prácticos, que empleamos en la práctica de la existencia cotidiana,
explica por qué el hombre común piensa más en la tecnología que
en la ciencia. La ciencia se interesa por la variación concomitante, las
relaciones entre "cosas" que pueden ser descriptas matemáticamente.
La ciencia no se interesa por la causalidad. La tecnología es el empleo de
información científica para controlar el ambiente. Y la tecnología tiene
mucho que ver con la causa y el efecto, precisamente porque introduce
propósitos humanos en el mundo de la variación concomitante.
En la existencia práctica los hechos nos interesan desde dos puntos
de vista: para saber cómo ocurren las cosas, o sea, cómo se las puede
provocar; y para saber cómo impedir que ocurran. Por ejemplo, yo,
como agricultor, quiero saber cómo puedo hacer que llueva cuando
mis cultivos lo necesitan; o sea que me gustaría poder "causar" la lluvia
en beneficio de mis plantas. A la vez, de ser posible, querría saber cómo
impedir que llueva en ciertas épocas, para evitar que mis cosechas se
arruinen; es decir, saber cómo causar que no llueva.
En el campo de la medicina deseamos curar a la gente, o sea, hallar la
causa que les permita recobrar la salud. Asimismo, deseamos impedir
que se enfermen; en este caso, hallar las "causas" de la enfermedad
y eliminarlas. En la existencia política, social y económica queremos
conocer las causas de la felicidad humana de modo de poder fomentarlas,
y las causas del sufrimiento humano de modo de poder eliminarlas. A
este doble fin de provocar y de prevenir, se corresponden dos conceptos
técnicos: condiciones suficientes y necesarias. Dentro de este contexto,
procedemos a definirlas.
Una condición necesaria es aquella condición (estado de cosas, objeto,
proceso, etc.) que debe estar presente si deseamos obtener el efecto
perseguido. Una de las condiciones necesarias de la vida tal como
la conocemos es el oxígeno. Algunas de las condiciones necesarias
para un fuego son el oxígeno, material inflamable, y alguna forma
de ignición. Si conocemos las condiciones necesarias de un hecho,

173
podemos entonces impedir que suceda (prevención). Al eliminarse
alguna de las condiciones necesarias, su efecto no tiene lugar. Así,
podremos hablar de condición necesaria como causa, o una de las
causas, de un hecho.
Una condición suficiente es aquella (estado de cosas, objeto, proceso,
etc.) que automáticamente lleva a la producción de otro hecho. Ingerir
cianuro es condición suficiente para que se dé la muerte. La diferencia
entre una condición necesaria y otra suficiente está en que, aunque la
condición necesaria debe estar presente, de por sí no basta para producir
un efecto. La condición suficiente "basta" de por sí para producir el
efecto. Por lo general, la condición suficiente es, en realidad, una serie
de condiciones necesarias, todas las cuales deben estar presentes en
el mismo momento y lugar. Por ejemplo, un material combustible, el
oxígeno, y el punto de combustión, son todas condiciones necesarias
para producir un fuego. En su conjunto, las tres constituyen las
condiciones suficientes para un fuego. Pero si conocemos la condición
suficiente de un hecho, entonces podremos producirlo a voluntad. Así,
podemos hablar de una condición suficiente como la causa de un hecho
determinado.
Hay varios otros sentidos en que causas y efectos pueden estar
relacionados. Existe algo denominado cadena causal. Por ejemplo, si
A es la causa de B (en que A puede ser la causa sea en el sentido de
condición necesaria o suficiente) y B es la causa de C (en que B puede
ser causa en el sentido de condición necesaria o suficiente), entonces,
en un sentido muy importante, también podemos decir que A es la
causa de C. Por ejemplo, si la presencia de diarios viejos en el sótano de
mi casa (los diarios son material combustible y, por lo tanto, condición
necesaria para un incendio) es la causa de que mi casa se incendie, y
si usted resulta quemado como efecto de ese incendio (el incendio es
condición suficiente para que usted se queme), entonces, a través de la
cadena causal, los diarios son la causa de que usted resulte quemado.
Los historiadores pueden hacer un interesante uso de las cadenas
causales, como cuando dicen que si la nariz de Cleopatra hubiera sido
un centímetro más larga el curso de la historia del mundo habría sido
diferente.
LOS MÉTODOS DE MILL

John Stuart Mili era un célebre filósofo británico, especialista en


lógica, del siglo XIX. En su famoso Sistema de lógica (1843) desarrolló
lo que denominara "métodos" para el análisis de causas y efectos en
situaciones específicas. A continuación traducimos esos métodos dentro
de nuestro anterior esquema para analizar causa y efecto.
Supongamos que está usted interesado en descubrir qué
circunstancias anteriores a un hecho o fenómeno (causa) o qué
circunstancias posteriores a ese hecho o fenómeno (efecto) realmente
tenían una conexión causal con dicho hecho o fenómeno. Mili sugiere
que lo hagamos comparando diferentes ejemplos del hecho o fenómeno,
para luego tratar de descubrir en qué aspectos coinciden y en cuáles
difieren.

Método de la coincidencia

"Si dos o más ejemplos del fenómeno que se investiga tienen una sola
circunstancia en común, la circunstancia sola en que todos los casos coinciden
es la causa (o efecto) del fenómeno dado."
Supongamos que usted da una fiesta en la que se sirven diversas
comidas y bebidas. Al cabo de un tiempo, un grupo de invitados
comienzan a actuar de manera extraña: hablan en voz muy fuerte, se
ríen de cualquier cosa, comienzan a desvestirse, y hacen todo tipo de
diabluras. En una palabra, están borrachos. ¿Cuál es la causa de que
esos invitados a su fiesta se emborrachasen? ¿La comida? No, porque
todo el mundo ingirió la misma comida y muchos no se embriagaron.
¿Las bebidas? Usted examina las bebidas y descubre que son todas
alcohólicas (todas las bebidas coinciden en tener una circunstancia
en común), y que todas las personas que se embriagaron bebieron las
bebidas alcohólicas. Por lo tanto, puede llegar usted a la conclusión
de que las bebidas alcohólicas fueron la causa de que sus invitados se
emborracharan.
El método de coincidencia es eficaz debido a ciertos supuestos y
antecedentes operativos en cualquier análisis. Mili ha subrayado, en su
definición del método, que sólo hay una circunstancia en común. Por
ejemplo, supongamos que la gente que se embriagó había bebido gin y
soda, whisky y soda, ron y soda, y varias otras bebidas mezcladas con
soda. Entonces la soda sería una circunstancia en común. Es porque
sabemos ya que la soda no causa embriaguez, o porque la hemos
eliminado debido a que alguien bebió soda sola y no se embriagó, que
finalmente llegamos al alcohol.
Lo que el método de coincidencia logra con mayor eficacia es eliminar
de la consideración ciertos factores, por no ser condiciones necesarias
para producir determinado efecto. Por ejemplo, alguien podría pensar
que estar parado bajo una rama de muérdago en la fiesta es causa de
embriaguez. Sin embargo, al darse el caso de una persona que está ebria
pero que no se ha parado bajo el muérdago, estamos ante una instancia
en que se dio el fenómeno sin estar presente la condición sospechada.
Como el efecto puede darse sin la condición, entonces la condición
(estar parado bajo el muérdago) no puede ser condición necesaria del
hecho de embriagarse.

Método de la diferencia

"Si un caso en que se da el fenómeno investigado y otro en el que no se da


tienen todas las circunstancias en común con excepción de una, que sólo se da en
el primer caso, la única circunstancia en que los dos casos difieren es el efecto,
o la causa, o una parte indispensable de la causa del fenómeno."
Supongamos que dos hombres mellizos suben a un avión y se
sientan juntos. Luego, durante el viaje en avión, uno de ellos se siente
violentamente descompuesto. ¿Cuál es la causa? La respuesta se
encuentra ubicando una condición que difiere cuando no hay otras
condiciones diferentes. Ambos tenían el mismo estado general de salud,
realizaron las mismas actividades antes de subir al avión, se sentaron en
el mismo sector (incluso, periódicamente, intercambiaron el asiento). La
azafata, no obstante, recuerda que en el avión todo el mundo, incluido
uno de los mellizos, comió bistec, mientras que el otro mellizo fue el
único que comió algo distinto (langosta). Puesto que ésta es la única
circunstancia en que difieren, entonces la langosta tiene que ser la causa
de la indisposición.
Lo que el método de la diferencia logra con mayor eficacia es
eliminar de la consideración ciertos factores, por no ser condiciones
suficientes para producir un efecto determinado. Por ejemplo, alguien

176
podría haber argumentado que el cóctel tomado en el avión antes del
almuerzo podría haber sido la causa de la descompostura. Sin embargo,
puesto que ambos hermanos tomaron el mismo cóctel, y u no de ellos no
se descompuso, entonces beber el cóctel no conduce automáticamente,
de por sí, a enfermarse. Por lo tanto, el cóctel no es condición suficiente
para provocar el malestar en el avión.

Método conjunto de coincidencia y diferencia

"Si dos o más casos en que se da el fenómeno tienen sólo una circunstancia
en común, mientras que dos o más casos en que el fenómeno no se da nada tienen
en común salvo la ausencia de esa circunstancia, la única circunstancia en que
las dos series de casos difieren es el efecto, o la causa, o parte indispensable de
la causa, del fenómeno."
Supongamos que estaba usted en una fiesta donde se sirvieron cinco
tipos de ponche, y cada ponche tenía sus ingredientes marcados en el
respectivo bol. En su conjunto, había cinco ingredientes:

A. jugo de arándano
B. gajos de naranja
C. azúcar
D. agua seltzer
E. whiskey de centeno

Los cinco ponches tienen diferentes combinaciones y sólo algunos


de ellos tenían buen sabor. ¿Cuál era la "causa" del buen sabor?
Esquematicemos las combinaciones existentes y supongamos que no
es posible ninguna ulterior experimentación.

Ponche 1 ingredientes: A BC E (buen gusto)


Ponche 2 ingredientes: A D E (buen gusto)
Ponche 3 ingredientes: B D E (buen gusto)
Ponche 4 - ingredientes: A C (mal gusto)
Ponche 5 ingredientes: B D (mal gusto)

Al examinarlo, vemos que el ponche 5 sólo tenía gajos de naranja


y agua seltzer. Observando los dos primeros ponches, no podríamos

177
aplicar el método de coincidencia. Sin embargo, cuando tomamos en
cuenta el ponche 3 podemos ver por el método de coincidencia que el
ingrediente E, el whiskey de centeno, podría ser la causa del buen gusto.
¿Podemos utilizar el método de la diferencia para verificar si la ausencia
del whiskey de centeno producirá el mal gusto? Sólo si podemos
elaborar dos ponches con todo en común salvo E, podremos aplicar
el método de la diferencia. Sin embargo, no podemos aplicarlos aquí,
pues aunque a los ponches 4 y 5 les falta E, son diferentes, también, en
muchos otros sentidos. Sin embargo, el método conjunto sí nos dice que
E es la causa (necesariamente) del buen gusto. Así, el método conjunto
funciona cuando el método de la diferencia no puede utilizarse. El
método conjunto elimina a D, B, C y A como condiciones necesarias
del buen gusto en el ponche, y elimina a A, C, B y D como condiciones
suficientes del buen gusto.

FALACIAS DEL RAZONAMIENTO CAUSAL

De resultas de lo expuesto en las dos secciones previas, todas las


siguientes falacias relativas al razonamiento causal parecerán deberse
a una violación de los tres criterios de Hume sobre causa y efecto, o a
u na violación de los métodos de Mili concernientes a la eliminación de
las condiciones necesarias y suficientes.

Variación concomitante

Esta es la falacia de presuponer que porque dos hechos exhiben


una elevada incidencia de correlación están, por lo tanto, causalmente
conectados. Esto es especialmente cierto respecto de las correlaciones
estadísticas. Por ejemplo, el rápido incremento del ingreso a las
universidades en la década de 1920 varía en forma concomitante con el
rápido aumento en el número de internados en las clínicas psiquiátricas.
¿Existe una conexión causal? Difícilmente. Esta variación no satisface
ninguno de los criterios de Hume: no hay indicación del hecho que
precedió a otro, no hay conexión observada o imaginable entre estos
hechos en el espacio, y ninguna historia de regularidad nates de la
década de 1920.

178
La correlación estadística entre el cáncer de pulmón y el cigarrillo es
aceptable como ejemplo de razonamiento casual porque sí satisface los
citados criterios: el fumar precede al cáncer de pulmón, la investigación
independiente sobre los efectos de la nicotina en la piel de ratones
permite imaginar una conexión espacial, y actualmente existe una
prolongada historia de tal correlación.
¿Qué ocurre con la relación entre noche y día? ¿El día no sigue a
la noche y la noche al día con inequívoca regularidad? ¿Significa esto
que la noche es la causa del día o el día la de la noche? La respuesta
es evidente: si bien la noche y el día satisfacen los dos criterios de una
historia de regularidad y conexión espacial, no satisfacen los criterios de
prioridad temporal, porque no podemos decir si la noche precede al día
o si el día precede con regularidad a la noche. Puesto que nadie puede
decirlo, entonces no tenemos derecho a afirmar que sea así, y, por ende,
el ejemplo no se ajusta a los tres criterios.
Hay otro ejemplo famoso, llamado ejemplo de los relojes ocasionales.
Imaginemos dos relojes, A y B, en que supuestamente el reloj A está
adelantado cinco minutos respecto del reloj B. Cada sesenta minutos,
los relojes dan la hora. Puesto que A da la hora con regularidad antes
que B, ¿la implicación de esto es que A es la causa de B?

El diagrama resulta útil porque demuestra que es imposible


establecer ninguna relacón general de prioridad temporal entre los
dos relojes. El reloj A, según observamos, puede estar cinco minutos
adelantado respecto del reloj B, pero puede también interpretarse que el
reloj B está once horas cincuenta y cinco minutos adelantado respecto
del reloj A. En consecuencia, el ejemplo de los dos relojes no satisface el
requerimiento de prioridad temporal. Por añadidura, no hay conexión
espacial entre los dos relojes.

179
Un conocido ejemplo en contrario

La siguiente falacia, por lo que sé, sólo es cometida por filósofos y


especialistas en lógica. Imaginemos que a las doce la sirena de una
fábrica suena indicando la hora del almuerzo. A la vez, un tren parte
de la estación de ferrocarril todos los días al mediodía. ¿La sirena es
la causa de que el tren parta? El ejemplo parecería encuadrarse en los
criterios de anterioridad temporal y regularidad histórica. Sin embargo,
para empezar, no hay una clara relación espacial. Más importante aún,
el ejemplo en realidad no se ajusta al criterio de regularidad histórica,
pues todos nosotros sabemos a partir de la pasada experiencia que (a)
la sirena no es la causa de que parta el tren, y (b) si la sirena no sonara
el tren partiría de todos modos; o sea que conocemos la causa real de
la partida del tren.
Cabe advertir que los ejemplos de noche y día y de los dos relojes
son también ejemplos de la falacia del conocido ejemplo en contrario.

Post hoc

La expresión latina originaria es "post hoc, ergo propter hoc", lo cual


significa "Después de esto, por lo tanto, debido a esto". Constituye una
falacia del razonamiento causal por cuanto se basa en la errónea creencia
de que la mera prioridad temporal constituye una relación causal. Pasa
por alto totalmente los demás criterios de conexión espacial e historia
de regularidad.
Hay algunos ejemplos divertidos y otros no tan divertidos de la falacia
post hoc. Por ejemplo, la señora López ruega que su marido se cure de las
paperas, y así ocurre. Ella supone que, porque su plegaria precedió a la
recuperación, entonces la plegaria ha de ser la causa de su recuperación.
En el ámbito de la publicidad este tipo de falacia se da con suma
frecuencia. Hay interminables testimonios de cómo la gente se recobraba
después de tomar el aceite de serpiente del doctor Hipócrates. Sin otras
pruebas que demuestren la conexión, y algunos datos históricos de
laboratorio, no hay razón valedera para creer que el aceite de serpiente
realmente fue la causa de la recuperación. Todos sabemos que los
remedios para el resfrío lo curan en siete días, y que sin el remedio, el
resfrío tarda una semana en irse.

7 80
Orden irreversible

Comenzaremos aquí a analizar ejemplos de falacias en el


razonamiento causal que violan algunos de los métodos de Mili
confundiendo y aplicando erróneamente diferencias entre condiciones
necesarias y suficientes. La falacia del orden irreversible se basa en el
supuesto de que, si A es la causa de B, B no puede ser la causa de A. Por
ejemplo, la existencia de la pobreza en algunos países impide que den
su auspicio a universidades y aun a simples programas para mejorar el
nivel de alfabetismo. Así, claramente, la pobreza es causa de la ignorancia.
A la vez, hay ejemplos históricos de cómo el cierre de universidades (por
ejemplo, en España e Italia durante la Inquisición) condujeron a la postre
al empobrecimiento de la economía como un todo. Así, claramente, la
ignorancia puede ser causa de la pobreza. En función de la distinción entre
condiciones necesarias y suficientes, la falacia del orden irreversible
presupone incorrectamente que si A es condición suficiente de B,
entonces B no puede ser condición suficiente de A.

Negando el antecedente

La mejor manera de ver esta falacia es demostrar primero un


argumento correcto y luego otro incorrecto que parta de la falacia.

Si toma cianuro, entonces morirá.


Usted toma cianuro.

Por lo tanto, morirá.

Esquemáticamente, el argumento aparece así:


Si toma cianuro, entonces morirá.
Usted no toma cianuro.

Por lo tanto, no morirá.

Esquemáticamente, el argumento aparece así:

Usted puede ver ahora la diferencia entre los dos argumentos. Una
oración de la forma de "si... entonces" se denomina oración condicional.
La parte de la oración condicional que sigue al "si" se denomina
antecedente. En el segundo ejemplo que dimos, el antecedente es
negado, por eso hablamos de negar el antecedente. Ahora bien:
debiera ser obvio que el segundo ejemplo es el de un razonamiento
pobre o falaz, en tanto que el primer ejemplo es un auténtico ejemplo
de razonamiento causal. ¿Por qué? La respuesta es simple. El segundo
ejemplo está equivocado porque hay otras causas de muerte, fuera del
ingerir cianuro. Aun cuando no tome cianuro, algún día moriré. En
función de las condiciones necesarias, la falacia de negar el antecedente es
la falacia de creer que S;| (cianuro) es condición necesaria de la muerte cuando

en realidad es condición suficiente.

Afirmando la consecuencia
Esta falacia es muy similar a la que analizamos antes. Todavía
estamos frente a oraciones condicionales (si... entonces), y la parte de la
oración condicional que sigue al "entonces" se denomina consecuencia.

Podemos aplicar el mismo ejemplo.


Si tomo cianuro, entonces moriré.
Muero.

182
Esquemáticamente, el argumento se ve así:

El esquema correcto, recordemos, es:

La diferencia entre los dos esquemas es evidente. En el argumento


que resulta falaz, hemos revertido el orden de Sx y S2. Hemos afirmado
la consecuencia, de ahí el nombre de falacia, cuando deberíamos
haber afirmado el antecedente. El hecho de que yo morí no implica
automáticamente que tomé cianuro aun cuando la primera oración,
acerca de que el cianuro causa la muerte, es verdad. Evidentemente hay
otras causas de muerte, además del cianuro. En realidad, en función de
las condiciones necesarias y suficientes, el error aquí es el mismo que
el de negar el antecedente: está en la falacia de suponer que una condición
suficiente es necesaria. El cianuro es condición suficiente para morir, pero
no es necesaria.

Falacia genética

Ya hemos visto varios ejemplos de argumentos genéticos, un


argumento o explicación sobre cómo se originó una creencia o cómo
alguien llega a creer algo. Dichas explicaciones, cuando son ciertas,
resultan perfectamente legítimas, útiles e ilustrativas. Hay, sin embargo,
una forma especial de este argumento que constituye una total falacia.
Supongamos que argumento que la presencia de oxígeno en una
reserva forestal fue la causa de un incendio en el bosque. Ahora bien:
es cierto que de no haber habido oxígeno en el bosque, ciertamente no
se habría producido un incendio. También es cierto que de no haber

183
caído un rayo, un fósforo encendido o lo que fuere, no podría haberse
producido un incendio. En otras palabras, cuando se presupone
que una, de entre varias condiciones necesarias, era la causa única y
exclusiva de un efecto, estamos ante una falacia genética.
El mismo tipo de falacia se da cuando se disculpa a un delincuente
por su acto delictivo sobre la base de que (genética y necesariamente)
cometo el delito como resulta do de factores ambientales. En respuesta
podemos advertir que el sistema legal (genética y necesariamente) debe
hallar culpable al acusado, y condenarlo. Tendríamos que "entender"
al juez, jurado, fiscal y verdugo porque ellos, también, son víctimas de
su ambiente. Tal vez una cuestión más interesante no sea qué causó
el delito, sino cuál sería el efecto de castigar o dejar de castigar al
inculpado.

PROBLEMAS CON EL CONCEPTO DE "CAUSALIDAD"

El análisis de la causalidad de Hume se basa en una explicación


newtoniana mecanicista del universo físico. El análisis aristotélico no
se había basado en un modelo físicomecánico-determinista del mundo
sino en una explicación teleológica (de finalidad). Como todo el mundo
de Aristóteles era íntegramente teleológico (dirigido hacia un fin), y
no determinista, el análisis aristotélico de la "causalidad" se aplicaba
igualmente a los seres humanos y a los hechos físicos. Por consiguiente,
no parecía extraño hablar de causas respecto de la acción humana, para
distinguir los tipos o categorías diferentes de causalidad, y aun así era
posible sostener la visión general de que los seres humanos son agentes
responsables de sus acciones.
Comenzando por el mismo Hume, muchos pensadores han tratado
de aplicar la nueva concepción mecánica de la "causalidad" a la acción
humana. El problema de esta aplicación es que niega que los seres
humanos sean agentes responsables de sus propias acciones, y parece
querer decir que las acciones humanas son el resultado de fuerzas
internas, fuerzas externas o ambas, las cuales, en última instancia, están
más allá del control humano o del deseo de controlarlas. Partiendo
de Hume y siguiendo hasta el presente, los filósofos (a) han tratado
de reconciliar la intervención de un agente humano con la visión
mecanicista de la causalidad, (b) abandonado alegremente la idea de

7 84
intervención humana en su totalidad o (c) negado que el nuevo punto
de vista mecanicista de la causalidad se aplicara al hombre.
No es éste el contexto en el que podemos revisar todas las dimensiones
filosóficas de la controversia. Sin embargo, hay algunos elementos que
el lector deberá recordar. En primer lugar, queda abierto el interrogante,
que de ningún modo se ha resuelto, acerca de la aplicación del punto
de vista mecanicista de la causalidad a los seres humanos. Nadie ha
brindado nunca ni un único ejemplo de caso en que podamos demostrar
las necesarias y suficientes condiciones de la acción humana. En
segundo término, con el fin de aplicar el punto de vista mecanicista de
la causalidad a la acción humana, ha sido necesario, desde la época del
mismo Hume, pasar por alto el criterio de contigüidad espacial entre
causa y efecto sencillamente porque no tenemos idea de cómo funciona
esto con los seres humanos. Como consecuencia, podría decirse que
todos los intentos por aplicar la visión mecanicista de la causalidad son
susceptibles de caer en una falacia post hoc, y tal vez en otras también.
Por consiguiente, debemos tratar con cautela y cierto escepticismo la
difundida aplicación del punto de vista mecanicista de la causalidad
por profesionales de las ciencias sociales, tales como psicólogos y
sociólogos. Cuando se alega que la visión de filmes violentos es la
"causa" de que los niños actúen de manera violenta, o de que la pobreza
"causa" la delincuencia, debemos ser cuidadosos al aceptar este tipo de
interpretación.
Cuando analizamos un hecho físico tiene sentido aplicar el concepto
mecánico de la "causalidad". En esos casos existe una necesidad
natural: dadas ciertas condiciones (como la presencia de oxígeno y una
temperatura suficientemente elevada), y dada la ausencia de condiciones
que interfieran, arderá un objeto. Las condiciones son conjuntamente
causa suficiente para producir ese efecto, podemos deducir el efecto
a partir de la causa, y racionalmente podemos efectuar predicciones
sobre la base de la información.
En cuanto llegamos a los fenómenos biológicos, la situación ya es
más complicada. Los sistemas biológicos u orgánicos, a diferencia de
los casos de sistemas físicos citados en los libros de texto, existen tanto
en el tiempo como en el espacio; o sea que los fenómenos orgánicos se
dan en constante estado de intercambio con las condiciones ambientales
que los rodean. Por ejemplo, sea cual fuere la relación exacta entre el
cigarrillo y el cáncer, no se trata de un ejemplo simple y lineal come

185
el de la causalidad físicomecánica. Hay, por ejemplo, muchos grandes
fumadores que no desarrollan cáncer de pulmón, y aquellos que dejan
de fumar tienen diferentes experiencias, según el momento en que
lo hacen. De manera análoga, hay personas con inmunidad natural a
ciertas enfermedades y otras que son alérgicas a sustancias que para
el resto de nosotros son inocuas.
Cuando pasamos al nivel de la acción humana, la situación puede
ser totalmente distinta. Una vez más, sin ir en perjuicio del tema,
permítaseme esquematizar un punto de vista que puede hablar de la
causalidad humana sin negar la intervención humana y la libertad. O
sea, que vamos a argumentar que en el caso de los seres humanos no
hay estímulos socio-fisiológicos suficientes para causar toda acción
humana. Volveremos aquí a algunos de los elementos en el análisis de
Aristóteles:

causa material - fisiología humana


causa formal - sentido social de una acción
causa final - sentido para el agente
causa eficiente - decisión del agente

Si bien la fisiología es un factor importante, no es el único factor


determinante de la acción humana. Ciertamente, un sistema fisiológico
dañado o un sistema bajo la influencia de modificaciones químicas
externamente inducidas pueden funcionar mal y tornar imposibles
ciertas acciones. Pero no podemos a partir de ahí, llegar a la conclusión
de que toda acción es totalmente resultado de factores fisiológicos.
Creer otra cosa es argumentar falazmente.

Siempre que Pérez se emborracha, se comporta mal.


Ahora Pérez se está comportando mal.

Por lo tanto, ahora Pérez está borracho.

Este argumento es claro ejemplo de la falacia de afirmar una


consecuencia.
Con respecto a la causalidad formal o el sentido social, estamos en
condiciones de enfocar el modo en que el contexto social puede influir
o ser un factor que afecte la acción humana. Esto también significa que,
respecto de la acción humana, debemos tomar en cuenta la perspectiva
social. Pero aquí debemos también advertir que el "mismo" hecho
podría tener diferentes significados para las personas involucradas.
Por ejemplo, un examen final en la escuela tiene sentidos diferentes
para sus autoridades, e profesor y los estudiantes. Por ende, pueden
haber versiones conflictivas del sentido de un hecho o acción. Algunos
de nosotros incluso querríamos desestimar la supuesta existencia de
sentidos sociales tales como el de las "brujas", "conspiraciones judías" y
demás. No existen criterios de conducta claros para identificar el sentido
social. Por ejemplo, un empleador se niega a tomar a un empleado
negro. Sin más información, sería absurdo identificarlo como acto de
discriminación.
La causa final es el sentido personal que el agente confiere a su
acción. Con el fin de entender por qué un agente ejecuta determinada
acción, debemos saber qué significa esa acción para el agente. Pero en
última instancia, podría argumentarse, el agente es responsable del
sentido personal que asigne a una acción, y esa es la causa eficiente
de dicha acción. Por ejemplo, un joven carente de ciertas aptitudes
(causa material) y para quien existen pocas o ninguna oportunidad
en el mercado laboral (causa formal) puede volcarse a una existencia
delictiva porque es demasiado orgulloso para volver al colegio (causa
final). Podríamos explicar la conducta delictiva en referencia a la causa
materiales, la causa formal o la causa final. Sin embargo, si la decisión del
agente (causa eficiente) en su elección de sentido personal (el "orgullo"
que sirve como causa final) es su propia responsabilidad, entonces aquél
es responsable independientemente de la presencia de causas materiales
y formales. Si alguien argumenta que la elección de un sentido personal
por parte del agente es resultado total de fuerzas externas, entonces no
tendría sentido responsabilizarlo por ello. Recuérdese que el tema dista
de estar resuelto.
APÉNDICE
Lo que sigue pretende ser un instrumento y guía de lectura para
ayudar al lector a formular el tipo correcto de preguntas cuando lee
una obra dirigida a presentar un argumento. Dichas preguntas, cuando
se las plantea en las circunstancias apropiadas, no sólo facilitarán la
comprensión de la lectura, sino que también ayudarán a desarrollar una
perspectiva más analítica y crítica sobre las obras de tesis.

I. ¿Cuál es el problema?
A. ¿Cómo está formulado el problema?
B. ¿Por qué es importante este problema?
C. ¿Cuál es la historia de este problema?
D. ¿Qué personalidades destacadas se han interesado en este
problema?

II. ¿Qué soluciones hay para el problema?


A. ¿A qué conclusiones se ha llegado?
B. ¿Mediante qué argumentos(s) se llega a la conclusión?
C. ¿Qué datos o supuestos sirven de premisas?
D. Cuando un personaje destacado ofrece una solución, ¿también
argumenta en favor o en contra de otras figuras destacadas?
¿Plantea objeciones a las soluciones alternativas?
¿Considera objeciones planteadas a las soluciones propias?

III. Evaluación.
A. ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de las formulaciones
alternativas del problema?
B. ¿Alguna vez la importancia o historia del problema ha sido
representada equivocadamente?
C ¿Existen soluciones lógicamente relacionadas a las premisas?
D. ¿Los dates son ciertos? ¿Los supuestos son aceptables? ¿Las
objeciones tienen respuesta?
I. ¿CUÁL ES EL PROBLEMA?

Toda obra está referida a un problema, tema o controversia


específica. La elección de una palabra no es importante aquí, mientras
los lectores se pregunten cuál es el tema o serie de temas sobre los
cuales se ha escrito la obra. Mientras el lector no descubra cuál es ese
tema, su lectura no cobrará mayor sentido ni dirección. A veces el tema
central está formulado explícitamente; otras, de manera sólo implícita.
En ocasiones, el tema a tratar queda enunciado en el primer párrafo;
otras, enterrado en medio de la obra. En este último caso, el lector debe
encarar su búsqueda, y, tal vez, incluso releer la obra cuando descubra
su tema. Pero mientras no se pueda afirmar a ciencia cierta cuál es
el problema tratado, la lectura seguirá siendo tentativa, hipotética, y
deberá avanzarse con cautela.
No todos los autores han de ganar el Premio Nobel de Literatura,
ni todos los ensayos de algún principiante están destinados a hacer
famoso su nombre. Algunos escritores son notoriamente malos, algo
que el lector deberá tener en cuenta para no hacer suyo todo el problema.

A. ¿Cómo esta formulado el problema? Los estudiantes de derecho


están familiarizados con el viejo chiste del fiscal que, al interrogar a un
testigo, le pregunta: "¿Ha dejado de pegarle a su esposa? Responda: sí,
o no." De cualquier manera que responda, el testigo estará admitiendo
que en el pasado le pegaba a su esposa. Esto, por supuesto, tal vez no
sea cierto, pero el astuto fiscal ha tratado de poner al testigo en aprietos
formulándole esa pregunta de una manera específica. La moraleja de
esta historia es que el modo en que se plantea una pregunta determina el
tipo de respuesta que pueda esperarse. Lo más importante es que de este
modo usted también podrá descubrir que lo que distingue a un autor
de otro, a un estilo filosófico de otro, es la manera en que se formulan
las preguntas.
Esto es lo que, en gran medida, quiere decirse cuando se afirma
que la pregunta es más importante que la respuesta. Ello no quiere
decir que no estemos interesados en la respuesta; por el contrario, a la
mayoría de nosotros las respuestas nos interesan con pasión. Lo que
queremos decir es que la respuesta está implícitamente estructurada
por la pregunta y la manera en que es formulada.
Esto también quiere decir que el lector sagaz debe tener conciencia

192
de que hay maneras alternativas de plantear una pregunta, y que
las alternativas tienen consecuencias de suma importancia. En un
comienzo, cuando alguien ha leído sólo unos pocos autores, le resultará
difícil elaborar alternativas; pero una vez que el lector esté familiarizado
con varias alternativas, le será fácil concebir otras. Por ejemplo, una vez
que usted haya leído a Platón y Aristóteles, podrá pasar a leer Descartes.
Mientras lee a Descartes y observa de qué modo plantea interrogantes,
usted automáticamente se preguntará: "¿Cómo habría interpretado esta
pregunta Platón? ¿Cómo hubiera enfocado este problema Aristóteles?",
y así sucesivamente. Cuanto mayores sean los conocimientos básicos
acumulados, tanto en el campo de la filosofía como en otros temas,
mayores serán las posibilidades que se planteen. Al cabo de un tiempo,
la única limitación será su propia imaginación.

B. ¿Por qué es importante este problema? Las preguntas no surgen en


un vacío. Hay una razón que explica por qué, cuándo, dónde y cómo se
plantean. Decimos que el problema existe dentro de cierto contexto, y
que el contexto estructura el problema, lo cual es otra manera de decir
que el modo en que se formule la pregunta determina la respuesta.
Conocer los antecedentes o el marco en que se da una pregunta es
esencial para entenderla. Resulta interesante ver cómo incluso los
filósofos de profesión están en desacuerdo entre sí, porque enfocan
un mismo ensayo partiendo de distintos supuestos previos; y se han
dado importantes cambios en la interpretación de textos clásicos con el
descubrimiento de mayor información atinente a su contexto.
Además del contexto, hay otro elemento prioritario: el modo en que
el autor ve el propio problema. Un autor que escribe con claridad no
sólo enunciará el problema sino que también procurará indicar por
qué, específicamente, piensa que el problema es lo suficientemente
importante como para merecer el gasto de sus energías como escritor, y
ser digno de la atención del lector. Identificar este elemento le permitirá
comprender el tema y su solución. Los problemas son importantes por
muchas razones, desde los que van de la supervivencia de la especie
humana (se sorprendería de ver cuántos filósofos le asignan prioridad
en su pensamiento) hasta las cuestiones técnicas que sólo parecerían de
interés para los especialistas. Aun en este ultimo caso, las cuestiones
técnicas por lo general están relacionadas con inquietudes de índole
bien práctica. Finalmente, será interesante observar de qué modo lo

193
que parece ser el mismo problema cobra un sesgo histórico interesante,
porque en épocas diferentes un mismo problema puede ser importante,
pero por distintas razones.

C. ¿Cuál es la historia de este problema? El lector cuidadoso no sólo


enunciará sus razones personales para creer que el problema es
importante, sino que también indicará la historia de dicho problema.
Por lo general el mismo problema ya ha aparecido antes, o, por lo menos,
ha sido tratado por otros autores. Suele hacerse alguna referencia a
dicha historia o tratamiento previo. Por el momento, no nos incumbe
la exactitud con que se haya enfocado la historia del problema: más
bien, nos importa la manera en que el autor "ve" dicha historia. En
algunos casos, usted en realidad querría señalar lo que el autor "no
ve". Concedamos, incluso, que muchos autores—especialmente los más
grandes—suelen ser injustos con sus predecesores y colegas. Aceptamos
todo esto, por el momento, porque lo que nos interesa aquí es el modo
en que los preconceptos personales del autor contribuyen a estructurar el modo
en que ha formulado su pregunta. Debemos, siempre, tratar de entender
primero al autor desde su propio punto de vista interior. Aun cuando
luego critiquemos ese punto de vista, nuestra crítica será justa si primero
hemos hecho un sincero intento por ver las cosas desde ese punto de
vista.

D. ¿Qué personalidades destacadas de han interesado en este problema?


Todo lo antedicho se aplica también a esta cuestión. Los escritores suelen
mencionar, explícita o implícitamente, a otros escritores. Conocer la
obra de estos otros, nos ayudará a entender el texto que en ese momento
estamos leyendo.
Tal vez nos estemos dirigiendo a la posteridad, pero sólo podemos
responder por el pasado. Por añadidura, los escritores no sólo
reaccionan ante lo que dicen otros escritores, sino también ante los
climas intelectuales generalizados. Usted se sorprenderá de ver hasta
qué punto las ciencias responden a los progresos alcanzados. Otro tanto
ocurre en la esfera artística, política, social y religiosa.
II.¿QUÉ SOLUCIONES HAY PARA EL PROBLEMA?

Una vez identificado el problema o serie de problemas sobre los


que un autor está escribiendo, usted estará en condiciones de buscar
la respuesta o respuestas que aquél brinda. Al buscar la solución, debe
recordarse lo siguiente:

A. ¿A qué conclusiones se ha llegado? Aunque hemos enunciado los


temas en forma de preguntas y respuestas, debiéramos recordar que
hay por lo menos tres posibilidades.

(1) Respuesta directa: Tal vez un autor tenga una respuesta directa
que dar a un problema específico. De ser así, debe usted buscarla y
enunciarla.

(2) Diluyendo el problema: Otra posibilidad es el caso en que el autor


declara estar ante un pseudo-problema; o sea, que el problema no es tal.
Por ejemplo, en el ámbito de la filosofía es tradicional la pregunta: "¿Qué
apareció primero, el huevo o la gallina?" Esta pregunta ejemplifica
el problema aristotélico de la causa del movimiento. En la física de
Aristóteles, el reposo es el estado natural, y el movimiento es lo que
debe ser explicado. El comienzo mismo del movimiento, o de cualquier
cosa, es lo que interesa a un filósofo aristotélico. Para él, la cuestión es
importante. Por el contrario, en la física newtoniana el movimiento es
un estado natural, de modo que no tiene sentido preguntar qué lo causa.
El comienzo mismo de algo no es tema importante si tomamos como
pauta la física de Newton, y esto es precisamente lo que hizo Hume. De
ahí que, para Hume, el interrogante que más preocupa a un aristotélico
sería dejado de lado, por no tener sentido.
No es aquí nuestro objetivo establecer los méritos relativos de teorías
rivales de la física, o el que Aristóteles o Hume tenga razón. Lo que
nos interesa es señalar cómo un interrogante puede parecer vital a
un filósofo que mira el mundo desde un punto de vista, y cómo esa
misma pregunta puede no ser tal para un filósofo que parte de otro
punto de vista. Si hemos preparado el terreno para formular la pregunta
correcta acerca de lo que es el problema, entonces podremos prever las
maniobras atinentes a la búsqueda de solución.

195
(3) Apuntando al reconocimiento: A veces, determinado autor no tiene
una solución para un problema específico. Será su objetivo, más bien,
señalar que el problema realmente existe. De por sí esto puede ser
un enorme aporte, puesto que no podemos resolver problemas si no
sabemos que existen, y aun así debemos ser capaces de reconocerlos
en el tiempo.

B. ¿Mediante qué argumento(s) se llega a la conclusión? En muchos


sentidos, ésta es la pregunta más interesante para el especialista en
lógica. Aunque la mayoría de la gente cree que basta con conocer las
conclusiones a que ha llegado tal o cual autor, es mucho más importante
conocer las razones que sustentan esa conclusión. Por razones no
entendemos aquí los motivos, sino aquellas consideraciones lógicas que
llevan a adoptar una conclusión. ¿Por qué ocurre así?
En primer lugar, podemos estar de acuerdo con la conclusión pero
no con el argumento que la sustenta. Un mal argumento puede hacer
que pierda apoyo una conclusión que, por lo demás, es aceptable. En
segundo término, podemos estar en desacuerdo con la conclusión pero
hallar que el argumento resulta útil o sustancioso para otros fines.
Finalmente, al entender los argumentos podremos extendernos a otros
contextos que el autor original nunca consideró. En una palabra, a partir
del argumento podemos aprender más que a partir de la conclusión.
Por añadidura, si pretendemos ser hombres y mujeres racionales,
entonces, presumiblemente, querremos defender nuestras conclusiones
por ser racionales, y no, simplemente, que se las acepte como cuestión
de fe ciega. No basta quejarse de la irracionalidad de otros para luego
negarse a hacer el esfuerzo necesario para ser racional uno mismo.
De un argumento se dice que posee la siguiente estructura: una o
más premisas, y una conclusión. La conclusión es lo que el autor está
tratando de demostrar. Las premisas son aquellas creencias que el autor
da como razones para aceptar la conclusión.

C. ¿Qué datos o supuestos sirven de premisas? Las premisas son las


razones ofrecidas en apoyo de la conclusión. Por lo general los autores
apelan a las creencias que, a su entender, son ya aceptadas por su público,
y procuran demostrar entonces que la conclusión que favorecen también
parte de dichas creencias o, al menos, es coherente con ellas.
En distintos lugares y períodos históricos prevalecen creencias

196
también distintas. Muchos argumentos, así, resultan "perimidos",
en el sentido de que lo que resulta aceptable en una época y lugar no
necesariamente lo es en otro. Presumiblemente, esto también ocurre
con algunas de nuestras propias creencias favoritas.
Existe otro distingo que vale la pena trazar, siempre que no sea
demasiado abruptamente. Podemos distinguir entre hechos y supuestos.
Los hechos son las pretendidas creencias que, entendemos, pueden ser
fácilmente verificadas por la experiencia, como ser el color de un objeto,
la temperatura de un líquido, la fecha de un onomástico. Los supuestos
son aquellas creencias que, o bien no pueden ser verificadas en forma
directa, o, en principio, no son de índole verificable. Por ejemplo, no es
verificable la temperatura en el centro del al, por lo menos por ahora,
porque ningún termómetro podría resistir ese calor. Más interesante
aun, la creencia de que el futuro se parecerá al pasado, o la creencia de
que la humanidad algún día podrá entenderlo todo, no son en absoluto
verificables. Ese tipo de supuestos guían nuestro pensamiento acerca
de otras cosas. Los filósofos están muy preocupados por el estatus de
tales premisas últimas. Para nuestros fines, en esta etapa lo importante
es tratar de reconocer cuándo un autor está enunciando un hecho que
considera verificable, y cuándo apela a una premisa última.

D. ¿Qué alternativas se consideran? Los autores no sólo presentan


argumentos en favor de sus propias conclusiones, sino que también
plantean objeciones en contra de soluciones alternativas. Con
frecuencia, un elemento en favor de la propia conclusión no es tanto su
propia solidez, como la debilidad de los puntos de vista alternativos. De
acuerdo con estos lineamientos, el lector debe aprender a preguntarse:
¿el autor da argumentos en favor o en contra de las conclusiones de
otros autores? ¿Plantea objeciones a dichas conclusiones, y, de ser así,
en qué consisten? ¿Toma en cuenta objeciones a su propia conclusión?
Un escritor sabio puede prever el tipo de respuestas que provocará, y
procura anular esas objeciones aun antes de que puedan articularse.
Buena parte de toda lectura lógica entraña exponer la propia
postura del autor y la consideración que presta a posturas alternativas.
Es importante, aquí, seguir preguntándose mientras uno lee: "¿El
autor habla por sí mismo o está exponiendo los puntos de vista de la
oposición?" Esto es parte de la dialéctica de la argumentación lógica, y
en dominarla está la clave para alcanzar una plena comprensión.

197
III. EVALUACIÓN

Los estudiantes suelen preguntar: "¿Quiere que hagamos un


resumen del autor, o que demos nuestra opinión?" Plantear la pregunta
de esta manera presupone que las dos actividades se diferencian entre
sí. Presupone, asimismo, la consideración algo ingenua que presentar
la propia opinión merece. Me apresuro aquí a señalar que es imposible
"resumir" a otro filósofo sin plantear algunas cuestiones que atañen
a su evaluación. De hecho, sin una evaluación no se puede decir que
realmente se haya comprendido algo. Una vez más, es imposible evaluar,
sin comprender plenamente. Creo que si el lector ensaya comprender
a un autor de la manera sugerida en las Partes I y 11 del esquema,
entonces ya habrá emprendido un proceso de evaluación. Efectuemos
su descripción más precisa.

A. Véase IA. ¿Cuáles son las ventajas o desventajas de las formulaciones


alternativas del -problema? Una vez que usted ha tomado conciencia de las
formulaciones alternativas, o sea, una vez que haya leído a por lo menos
dos autores sobre el tema, podrá, al menos, esgrimir al uno contra el
otro: incluso, para sugerir una tercera posibilidad.

B. Véase IB y TC. ¿Se ha representado equivocadamente la importancia o la


historia del problema? Tal vez el problema ya no es importante, o quizá lo
sea por razones enteramente novedosas. Quizá un mejor conocimiento
de la historia del problema conduzca a una diferente conclusión. No
sólo en el 1984 de Orwell se distorsiona sistemáticamente la historia.
Incluso es posible que lo que un autor clásico ha dicho muchos años
atrás influyera para que el problema cambiara en el ínterin. Finalmente,
queda por señalar que la manera en que se interpreta la historia de algo
es siempre sintomática de un punto de vista filosófico específico.

C. Véase IIC. ¿Está de acuerdo con los datos a que se apela? Como hemos
señalado ya, las conclusiones surgen a partir de las premisas. Si a usted
no le gusta la conclusión, entonces debe rechazar uno o más de los datos
esgrimidos o los supuestos de que se parte. Aquí, expresar una opinión
en disenso puede ser una respuesta lógicamente sofisticada de su parte,
no sólo una reacción emocional.

198
D. Véase IID. ¿Puede responderse a las objeciones? Se dan aquí varias
posibilidades. Si el autor A ataca al autor B, y usted coincide con el
autor B, ¿por qué no tratar, entonces, de demostrar cómo respondería
el autor B? Responda, entonces, por él. El hecho de que un autor sea
atacado no significa que el ataque sea correcto, y usted puede demostrar
adónde falla. Por añadidura, el hecho de que un autor considere
objeciones por anticipado a su solución no significa que las haya
rebatido satisfactoriamente. Si usted siente que la réplica es insuficiente,
procure refutarlas usted mismo. Finalmente, si coincide con un autor,
tal vez desee presentar argumentos adicionales en apoyo de su caso,
puesto que él tal vez no haya estado en condiciones de considerarlos.
Para cuando haya hecho todo esto, su lectura no será un mero resumen
o una opinión personal elemental, sino una muestra de pensamiento
lógico por propio derecho.

JOHN STUART MILL:

Sobre la Libertad - Texto y análisis

1. El tema de este Ensayo no es el denominado Libre Albedrío, tan


lamentablemente opuesto a la mal llamada doctrina de Necesidad
Filosófica; sino la Libertad Civil, o social; la naturaleza y límites del
poder que puede ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre
el individuo, cuestión rara vez planteada, y casi nunca discutida,
en términos generales, pero que influye profundamente sobre las
controversias prácticas de la época por su presencia latente, y es probable
que pronto sea reconocida como la cuestión vital del futuro. Tanto dista
de ser nueva, que, en cierto sentido, ha dividido a la humanidad, casi
desde las eras más remotas; pero en el estadio de progreso al que han
entrado ahora los sectores más civilizados de la especie, se presenta en
nuevas condiciones, y requiere un trato diferente y fundamental.

Párrafo 1: "El tema de este Ensayo... es... la libertad civil, o social;


la naturaleza y límites del poder que puede ser ejercido legítimamente
por la sociedad sobre el individuo". Mili inmediatamente informa a sus
lectores del problema que tratará. Esto corresponde a (I) en el esquema de
la guía de lectura. (1A) ¿Cómo se formula el problema? La formulación del

7.9.9
problema entraña un contraste: la sociedad, por un lado, y el individuo por
el otro. Mili traza así un claro distingo entre el individuo y la sociedad.
Como descubriremos luego, otros filósofos no están de acuerdo con
esta separación. Mili, claro está, representa el pensamiento básico
anglosajón. Cabe también advertir que Mili no se está preguntando
por los actuales límites (tema de la sociología), sino por lo que deberían
ser los límites, en un sentido legítimo: se trata de una cuestión moral.
Finalmente, adviértase que Mili no menciona al gobierno, sino, más
bien, a la sociedad.

(IB) ¿Por qué es tan importante el problema? Mili advierte que el


problema tiene una larga historia, que analizará a la brevedad. Pero
sostiene que hay "nuevas condiciones" que "requieren un trato diferente
y fundamental". No analiza esas circunstancias en este párrafo. Véanse
los párrafos 3, 4 y 15.

2. La lucha entre Libertad y Autoridad es la más conspicua característica


en las partes de la historia con las que primero nos familiarizamos,
particularmente en la de Grecia, Roma e Inglaterra. Pero en los tiempos
antiguos esta puja se daba entre los súbditos, o algunas clases de
súbditos, y el gobierno. Por libertad se entendía la protección contra la
tiranía de los dirigentes políticos. Los dirigentes (excepto en algunos
de los gobiernos populares de Grecia) eran concebidos en posición
necesariamente antagónica respecto del pueblo al que gobernaban.
Había una Unica autoridad de gobierno, o una tribu o casta gobernante,
que derivaba su autoridad de la herencia o la conquista; que, a toda costa,
no la ejercía para el beneplácito de los gobernados; y cuya supremacía
los hombres no osaban o quizá no deseaban impugnar, no importa
qué precauciones se tomaran contra su ejercicio opresivo. Su poder era
considerado necesario, pero también altamente peligroso, como arma
que tal vez procurasen emplear contra sus súbditos, tanto como contra
los enemigos externos. Para impedir que los miembros más débiles
de la comunidad fuesen presa de innumerables buitres, se necesitaba
que hubiera un animal de presa más fuerte que el resto, encargado de
mantenerlos a coto. Pero como el rey de los buitres no se mostraría menos
inclinado que cualquiera de las arpías menores a rapiñar en el rebaño, era
indispensable adoptar una perpetua actitud de defensa contra su pico y
sus garras. El objetivo, entonces, de los patriotas, era fijar límites al poder

200
que había que tolerar que el gobernante ejerciera sobre la comunidad;
y era esta limitación la que tenía para ellos el sentido de libertad. Se lo
intentaba de dos maneras. Primero, obteniendo el reconocimiento de
ciertas inmunidades, llamados libertades o derechos políticos, que el
gobernante no debía infringir so pena de violar su deber, y en el caso de
que las infringiese, hacía que se considerase justificada una resistencia
específica o rebelión generalizada. Un segundo expediente, por lo general
posterior, era el establecimiento de controles constitucionales; mediante
los cuales el consentimiento de la comunidad o de algún tipo de cuerpo,
que representaría sus intereses, se tornaba condición necesaria para
algunos de los actos más importantes del poder gobernante. A la
primera de esas formas de limitación, el poder gobernante en la mayoría
de los países europeos estaba más o menos obligado a someterse. No
ocurría así con la segunda; y lograrlo, o cuando ya se lo tenía en cierta
medida, alcanzarlo en forma más completa, se convirtió por doquier
en el principal objetivo de los amantes de la libertad. Y mientras la
humanidad se contentara con combatir a un enemigo por otro, y ser
gobernada por un amo, a condición de que se le dieran garantías más o
menos eficaces contra la tiranía, no llevaban sus aspiraciones más allá
de este punto.

Párrafo 2: En este párrafo, Mili da su versión de la historia del problema


(IC). Su historia se refiere a tres países: Grecia, Roma (la del período de la
República, no el Imperio) e Inglaterra. Su historia se limita a las épocas
y lugares que guardan relación con la historia de la moderna Inglaterra
(y Estados Unidos, por extensión), puesto que está escribiendo para un
público específico. Evidentemente, referirse a otras épocas y lugares
nos daría una historia diferente. En estos ejemplos, el problema del
individuo frente a la sociedad se entendía en función de una relación de
adversarios: "Los gobernantes eran concebidos... como en una posición
necesariamente antagónica a la del pueblo que gobernaban". Cuando
contemporáneamente nos referimos a un gobierno utilizando el plural,
como, por ejemplo, al decir "los que están en Washington", estamos
conservando el sabor de la historia. En una palabra: los gobernantes
eran un mal necesario. El individuo era protegido de dos maneras: (1) por
una doctrina de "derechos" y (2) mediante "contralores constitucionales".
La Constitución norteamericana, con su Carta de Derechos, así como
la doctrina de límites y contralores, es ejemplo de esto. La Constitución

201
norteamericana era un producto del siglo dieciocho y de la anterior
influencia de Hobbes, Locke, Hume y Montesquieu sobre los padres
fundadores de la patria. Mili escribía en el siglo diecinueve, y era
heredero de esta tradición (ID).

3. Llegó un momento en el progreso de los asuntos humanos, sin embargo,


en que los hombres dejaron de considerar una necesidad natural que
sus gobernantes debieran ser un poder independiente, opuesto en sus
intereses a ellos mismos. Les pareció entonces mucho mejor que los
diversos magistrados del Estado fuesen sus locatarios o delegados,
revocables según su voluntad. Sólo de este modo, al parecer, podían tener
plena seguridad de que nunca se abusara de los poderes del gobierno en
desmedro de ellos. Gradualmente, esta nueva exigencia de gobernantes
electos y temporarios se convirtió en objeto prioritario de los ejercicios
del partido popular, allí donde tal partido existiera; y reemplazó, en
medida considerable, a los anteriores esfuerzos por limitar el poder de
los gobernantes. Al avanzar la lucha por hacer que el poder gobernante
emanara de la elección periódica de los gobernados, algunas personas
comenzaron a pensar que se había asignado demasiada importancia
a la limitación del poder en sí. Eso (parecía) era un recurso contra los
gobernantes cuyos intereses habitualmente se oponían a los del pueblo.
Lo que ahora se quería era que los gobernantes se identificaran con el
pueblo; que sus intereses y voluntad fuesen los intereses y voluntad
de la nación. La nación no necesitaba ser protegida contra su propia
voluntad. No existía el temor de que se tiranizara a sí misma. Dejad
que los gobernantes fuesen efectivamente responsables ante ella,
prontamente removibles por ella, y muy bien podría encomendarles el
poder cuyo uso ella misma dictaría. Su poder no era sino el propio poder
de la nación, concentrado, y en una forma conveniente para su ejercicio.
Esta forma de pensamiento o, más bien, de sentir, era común entre la
última generación del liberalismo europeo, en cuya sección continental
aparentemente sigue predominando. Quienes admiten algún límite a lo
que un gobierno pueda hacer, excepto en el caso de gobiernos tales que
en su opinión no deberían existir, aparecen como brillantes excepciones
entre los pensadores políticos de la Europa continental. Un sentimiento
de tono similar podría para entonces haber prevalecido en nuestro país,
si has circunstancias que durante un tiempo lo alentaron hubieran
permanecido inalterables.

202
Párrafo 3: Mili vuelve aquí a la importancia del problema (IB). ¿Cuáles
son las nuevas circunstancias que requieren que nuestro problema
sea reevaluado? Al tornarse más representativos algunos gobiernos,
la antigua relación antagónica desaparecía. Ahora, en vez de limitar
el poder del gobierno, crecía la idea de aumentarlo. "La nación no
necesitaba ser protegida contra su propia voluntad."
El lector debe comparar la diferencia entre el "antiguo" liberal que
busca limitar el poder del gobierno y el "nuevo" liberal que busca
aumentarlo. ¿Qué personas piden hoy que el gobierno ejerza su control
en temas tales como seguridad social, atención médica, subsidios de
desempleo, salarios y precios? ¿Puede el mismo gobierno evitar el
fraude en programas públicos, sin recurrir, por ejemplo, a arbitrios
tales como el de interceptar ilegalmente las líneas telefónicas? ¿Estamos
formulando peticiones contradictorias?

4. Sin embargo, en las teorías políticas y filosóficas, así como en las


personas, el éxito pone en evidencia fallas y defectos que el fracaso
podría haber ocultado a la vista. La idea de que el pueblo no tiene
necesidad de limitar su poder sobre sí mismo podría parecer axiomática
cuando el gobierno popular era algo con lo que sólo se soñaba, o de
cuya existencia en alguna época remota del pasado se sabía por
lecturas. Tampoco fue la idea necesariamente perturbada por tales
aberraciones temporarias como las de la Revolución Francesa, las
peores de las cuales eran obra de unos pocos usurpadores y que, en
todo caso, no correspondían al permanente funcionamiento de las
instituciones populares, sino a un estallido repentino y convulsivo
contra el despotismo monárquico y aristocrático. Con el tiempo, sin
embargo, una república democrática vino a ocupar una vasta porción
de la superficie de la tierra, y se hizo sentir como uno de los miembros
más poderosos de la comunidad de las naciones; y el gobierno electro
y responsable se hizo sujeto a observaciones y críticas dependientes de
un importante hecho existente. Se percibía ahora que frases tales como
"autogobierno" y "el poder del pueblo sobre sí mismo" no expresan el
verdadero estado de la situación. El "pueblo" que ejerce el poder no
siempre es el mismo pueblo sobre el cual se lo ejerce; y el "autogobierno"
de que se habla no es el gobierno de cada uno por sí mismo, sino de
cada uno por todo el resto. La voluntad del pueblo, por añadidura,
prácticamente significa la voluntad de la parte más numerosa o más

203
activa del pueblo; la mayoría, o quienes logran hacerse aceptar como
la mayoría: el pueblo, en consecuencia, quizá desee oprimir a una parte
de su número; y se necesitan tantas precauciones contra esto, como
contra cualquier otro abuso del poder. Por lo tanto, la limitación del
poder del gobierno sobre los individuos no pierde importancia alguna
cuando quienes detentan el poder deben responder con regularidad a
la comunidad, o sea, al partido más fuerte dentro de ella. Esta visión de
las cosas, que se recomienda a sí misma por igual a la inteligencia de
los pensadores y a la inclinación de aquellas clases importantes de la
sociedad europea para cuyos intereses reales o supuestos la democracia
es adversa, no ha tenido dificultad para establecerse; y en las conjeturas
políticas, "la tiranía de la mayoría" ahora por lo general se incluye entre
los males contra los cuales la sociedad debe .estar en guardia.

Párrafo 4: Mili sigue debatiendo IB. El concepto que introduce para


explicar las nuevas circunstancias para el antiguo problema es el de la
"tiranía de la mayoría". ¿En qué consiste la tiranía de la mayoría?

(1) La opresión de la minoría o minorías por la mayoría.


(2) la opresión de las minorías por una minoría que es la "parte más
activa del pueblo", o sea, una minoría activa que habla o pretende hablar
en nombre del "pueblo".
¿Existe la tiranía de la mayoría? ¿Cuál es la situación de los negros
en una sociedad preeminentemente blanca? ¿Cuál es la situación de
los católicos en la Irlanda del Norte protestante? ¿Cuál es la situación
de los judíos en un país musulmán como Irak, o viceversa? ¿Existen
estas tiranías porque algunos grupos son más inmorales que otros,
a porque hay mayorías? Mili tomó en préstamo la expresión "tiranía
de la mayoría" de Alexis de Tocqueville (1805-1859), político liberal
y escritor francés, quien la utilizó en su obra clásica La democracia en
América (1835). El sentido original del término democracia en griego era
gobierno de las masas.

5. Como otras tiranías, la tiranía de la mayoría primero inspiraba temor,


y todavía lo inspira vulgarmente, en especial al operar a través de los
actos de las autoridades públicas. Pero las personas reflexivas perciben
que cuando la sociedad misma es la tiranía—la sociedad en un sentido
colectivo, por sobre los individuos por separado que la componen—>

2 04
sus medios para tiranizar no se limitan a los actos que puedan hacerlo
a manos de sus funcionarios políticos. La sociedad puede y debe
ejecutar sus propios mandatos: y si emite mandatos erróneos en vez
de los correctos, o mandato alguno en aquellos temas con los que no
debería entrometerse, practica una tiranía social más formidable que
muchos tipos de opresión política, ya que, aunque por lo general no se la
sustenta por tales penalidades extremas, deja menos medios de escape,
penetrando mucho más profundamente en los detalles de la existencia,
y esclavizando al alma misma. Por consiguiente, la protección contra la
tiranía del magistrado no basta: se requiere también protección contra
la tiranía de la opinión y el sentir dominante; contra la tendencia de
la sociedad a imponer, por otros medios que no sean las penalidades
civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a quienes
disienten con ellos; contrarrestar el desarrollo, y, de ser posible, impedir
la formación de cualquier individualidad que no esté en armonía con
sus propias modalidades, y obligar a todos los caracteres a modelarse
según el modelo propio. Hay un límite a la legítima injerencia de la
opinión colectiva en la independencia individual; y hallar este límite,
y mantenerlo frente a toda intromisión, es tan indispensable para la
buena condición de los asuntos humanos como is protección contra el
despotismo político.

Párrafo 5: Mili sigue definiendo el problema. El real culpable no es el


gobierno sino la sociedad. La "tiranía social" es "más formidable que
muchos tipos de opresión política". ¿Por qué? ¿Puede usted pensar en
algún problema social serio que haya sido recientemente resuelto por
medios políticos?
Mili comienza a abordar la solución del problema formulando
la cuestión (IA) con mayor claridad; adviértase la importancia de la
"sociedad" por contraposición al gobierno en la formulación de Mili.
"Hay un límite a la legítima injerencia de la opinión colectiva en la
independencia individual; y hallar este límite, y mantenerlo frente a
toda intromisión, es tan indispensable para la buena condición de los
asuntos humanos como la protección contra el despotismo político".

6. Pero aunque es improbable que esta propuesta sea impugnada en


términos generales, la cuestión práctica, dónde fijar los límites—como
efectuar los adecuados ajustes entre la independencia individual y el

205
control social—es tema sobre el que prácticamente todo ha quedado
por hacerse. Cuanto hace que la existencia sea valiosa para alguien,
depende de la aplicación de restricciones a los actos de otras personas.
Algunas reglas de conducta, por lo tanto, deben ser impuestas, por la
ley en primer lugar, y por la opinión en muchas esferas que no son
campo apto para el accionar de la ley. Cómo deben ser estas reglas,
es la cuestión principal en los asuntos humanos; pero si exceptuamos
unos pocos de los casos más evidentes, se trata de uno de aquéllos en
que menos progresos se han hecho para resolverlo. No hay dos épocas,
y difícilmente dos países, que hayan decidido por igual; y la decisión
de una época o un país deja pasmado a otro. Sin embargo, el pueblo de
cualquier época y país dados no sospechan ninguna dificultad en ello,
como si fuese un tema sobre el cual la humanidad siempre hubiese
estado de acuerdo. Las reglas imperantes entre ellos les parecen de por
sí evidentes y justificadas por sí mismas. Esta ilusión universal es uno de
los ejemplos de la mágica influencia de la costumbre, la cual no es sólo,
como dice el proverbio, una segunda naturaleza, sino que continuamente
se la confunde con la primera. El efecto de la costumbre, al impedir todo
resquemor respetando las reglas de conducta que los seres humanos
imponen unos a otros, es tanto más completo porque sobre el tema por
lo general no se considera necesario dar razones, sea por una persona
a otra, o por cada una a sí misma. La gente está acostumbrada a creer, y
ha sido alentada en esa creencia por algunos que aspiran al carácter de
filósofos, que su sentir, en temas de esta índole, es mejor que las razones,
y considera a éstas innecesarias. El principio práctico que los guía en sus
opiniones sobre la reglamentación de la conducta humana, es el sentir,
en la mente de cada persona, de que a todo el mundo debiera exigírsele
actuar del modo en que a él y sus simpatizantes les gustaría. Nadie, por
cierto, reconoce para sí que su patrón de juicio es su propio gusto; pero
una opinión sobre un aspecto de la conducta, sin el sustento de razones,
sólo puede interpretarse como la preferencia de una persona; y si las
razones, cuando se las da, meramente apelan a una similar preferencia
sentida por otra gente, aun así sigue siendo el gusto de muchos
en vez del de uno solo. Para un hombre común, empero, su propia
preferencia, así sustentada, no sólo es razón perfectamente satisfactoria,
sino por lo general la única que tiene para cualquiera de sus ideas de
moralidad, gusto o propiedad, que no estén expresamente escritas
en su credo religioso; y su principal guía aun en la interpretación de

206
esto. Las opiniones del hombre, en consecuencia, sobre lo que es digno
de encomio o de acusación, se ven afectadas por todas las múltiples
causas que influyen sobre sus deseos en referencia a la conducta de los
demás, y que son tan numerosas como las que determinan sus deseos
sobre cualquier otro tema. A veces, su razón; otras, sus perjuicios o
supersticiones; a menudo sus pautas sociales, pero con no poca frecuencia
antisociales, su envidia o celos, su arrogancia o desdén: aunque más
comúnmente, sus deseos o temores por sí mismos, su propio interés,
legítimo o ilegítimo. Dondequiera que haya una clase ascendente, una
amplia proporción de la moral del país emana de sus intereses de clase,
y sus sentimientos de superioridad de clase. La moral entre espartanos
e ilotas, entre dueños de plantaciones y esclavos negros, entre príncipes
y súbditos, entre nobles y plebeyos, entre hombres y mujeres, ha sido,
por su mayor parte, creación de estos intereses y sentimientos de clase;
y los sentimientos así generados, chocan a su vez con el sentir moral
de los miembros de la clase ascendente, en sus relaciones unos con
otros. Donde, por un lado, una clase, antes ascendente, ha perdido su
ascendiente, o éste es impopular, los sentimientos morales prevalentes
suelen llevar la impronta de un impaciente disgusto por la superioridad.
Otro vasto principio determinante de las reglas de conducta, tanta en
el acto como en el comportamiento, que ha sido impuesto por la ley o
la opinión, ha sido el servilismo de la humanidad hacia las supuestas
preferencias o aversiones de sus amos temporales, o sus dioses. Este
servilismo, aunque esencialmente egoísta, no es hipocresía; da lugar a
sentimientos de odios perfectamente genuinos; hizo que los hombres
quemaran a magos y herejes. Entre tantas influencias más viles, los
intereses generales y obvios de la sociedad por supuesto han tenido su
parte, bien grande, en la dirección de los sentimientos morales: menos,
sin embargo, como resultado de la razón, y por su propia cuenta, que
como consecuencia de las simpatías y antipatías que surgieron de ellos:
y simpatías y antipatías que poco o nada tenían que ver con los intereses
de la sociedad, se han hecho sentir en el establecimiento de morales con
idéntica fuerza.

Párrafo 6: Antes de ofrecer su propia respuesta, Mili considera la


respuesta que ya poseemos o con la que hemos operado. Estas (IÍD)
incluyen:

2 07
(a) costumbre
(b) sentimientos personales
(d) propio interés
(d) prejuicio religioso

Adviértase la mención que hace Mili de las mujeres y de su posición


secundaria respecto de los hombres en la mayoría de las sociedades. Hay
en esto otro ejemplo de tiranía. Mili fue uno de los primeros paladines
de la liberación femenina. Su obra Sobre la sujeción de las mujeres (escrita
en 1861 y publicada en 1869) sigue siendo un clásico. La señora Harriet
Taylor indudablemente influyó sobre él en el tema, tanto antes como
después de su matrimonio. Las mujeres son ahora el cincuenta y cinco
por ciento de la población norteamericana. ¿Con el tiempo la liberación
femenina se convertirá en una suerte de tiranía?

7. Los gustos y rechazos de la sociedad, o de algún sector poderoso de


ella, son, así, el principal elemento que prácticamente ha determinado
las reglas establecidas para observación general, bajo las penalidades de
la ley o la opinión. Y en general, quienes se han adelantado a la sociedad
en pensamiento y en sentir, han dejado esta condición de las cosas intacta
en principio, por más que hayan entrado en conflicto con algunos de
sus detalles. Se han ocupado, más bien, de indagar qué cosas debieran
provocar el agrado o el rechazo de la sociedad, antes que en cuestionar
si sus gustos o rechazos debieran ser ley para los individuos. Preferirían
esforzarse por modificar los sentimientos de la humanidad sobre los
aspectos específicos en que ellos mismos eran herejes, antes que hacer
causa común en defensa de la libertad, por lo general con herejes. El único
caso en que se ha tomado el camino más elevado en principio, para ser
mantenido con coherencia, sólo por alguno que otro individuo aquí
y allá, es el de las creencias religiosas: un caso instructivo en muchos
sentidos, no menos por constituir un caso muy llamativo de la falibilidad
de lo que se denomina sentido moral: pues el odium theologicum, en un
sincero fanático, es uno de los casos más inequívocos de sentimiento
moral. Quienes primero quebraron el yugo de lo que daba en llamarse
Iglesia Universal, estaban, en general, tan poco deseosos de permitir
diferencias de opinión religiosa como la Iglesia misma. Pero cuando
el calor del conflicto se diluyó, sin asignar una victoria total a ninguna
de las partes, y cada iglesia o secta se redujo a limitar sus esperanzas

2 08
a retener posesión del terreno que ya ocupaba; las minorías, viendo
que no tenían posibilidades de convertirse en mayorías, se vieron en
la necesidad de apelar a quienes no podían convertir, para obtener su
permiso para diferir. Es, por lo tanto, en este campo de batalla, casi
exclusivamente, donde los derechos del individuo contra la sociedad
han sido afirmados sobre amplias bases de principio, y abiertamente
controvertida la pretensión de la sociedad a ejercer autoridad sobre
los disidentes. Los grandes escritores a quienes el mundo debe toda
libertad religiosa que posea, por lo general han afirmado la libertad
de conciencia como derecho inalienable, y negado absolutamente que
un ser humano deba responder a otros por sus creencias religiosas.
Sin embargo, tan natural es la intolerancia para la humanidad, en todo
aquello que realmente le importe, que la libertad religiosa rara vez ha
sido puesta en práctica, salvo allí donde la indiferencia religiosa, que no
gusta de ver su paz perturbada por riñas teológicas, ha añadido su peso
a la balanza. En la mente de casi todas las personas religiosas, aun en los
países más tolerantes, el deber de la tolerancia es admitido con tácitas
reservas. Una persona tolerará el disenso en cuestiones del gobierno
eclesiástico, pero no de dogma; otra puede tolerar a cualquiera, salvo
a un papista o un unitario; otra, a todo aquel que cree en la religión
revelada; unos pocos extienden su caridad un poco más allá, pero se
detienen ante la creencia en un Dios y en un estado futuro. Allí donde el
sentir de la mayoría es todavía genuino e intenso, poco ha abandonado
de sus pretensiones de obediencia.

8. En Inglaterra, a raíz de las peculiares circunstancias de nuestra


historia política, aunque el yugo de la opinión es quizá más pesado,
el de la ley es más liviano que en la mayoría de los restantes países de
Europa; y despierta considerable recelo al intervención directa del poder
legislativo o ejecutivo en la conducta privada; no tanto por cualquier
justa preocupación por la independencia del individuo, sino por el
todavía arraigado hábito de considerar que el gobierno representa un
interés opuesto al público. La mayoría no ha aprendido todavía a sentir
el poder del gobierno como su propio poder, o como suyas las opiniones
de aquél. Cuando así ocurra, la libertad individual probablemente
estará tan expuesta a la injerencia del gobierno como ya lo está respecto
de la opinión pública. Pero todavía existe un fuerte sentir en contra de
cualquier intento de la ley por controlar a los individuos en aspectos en

2 09
que hasta ahora no están acostumbrados a que se los controle; y ello,
sin discriminar mayormente si el tema entra o no dentro de la esfera
legítima del control legal; en la medida en que el sentimiento, en general
altamente saludable, suele estar mal encaminado con tanta frecuencia
como bien dirigido en las instancias específicas de su aplicación. No hay,
en realidad, un principio reconocido por el cual suela ponerse a prueba
la propiedad o impropiedad de la injerencia gubernamental. La gente
decide de acuerdo con sus preferencias personales. Algunos, siempre
que ven que hay algún bien por hacer, o al que remediar, de buena
gana instigarían al gobierno para emprender esa misión; mientras
que otros prefieren soportar prácticamente cualquier medida de mal
social antes que agregar sólo uno más a los departamentos de intereses
humanos pasibles de ser controlados por el gobierno. Y los hombres se
alinean de uno u otro lado en todo caso específico, según esta dirección
general de sus sentimientos; o según el grado de interés que tienen en
ese algo en particular que se propone que haga el gobierno, o según
su creencia de lo que le gobierno hará o dejaría de hacer en el sentido
de sus preferencias; pero muy raramente a raíz de alguna opinión
que sostengan en forma coherente, acerca de qué cosas corresponde
que haga el gobierno. Y me parece a mí que en consecuencia de esta
ausencia de regla o principio, un lado, al presente, suele equivocarse tan
a menudo como el otro; la injerencia del gobierno es, con casi idéntica
frecuencia, tan inapropiadamente invocada como inapropiadamente
condenada.

Párrafos 7 y 8 (IID): Mili tiene dos objeciones que hacer a respuestas


previa. En primer lugar (párrafo 7), los reformistas, en el pasado, se
han concentrado en reemplazar a los viejos dogmas por otros nuevos.
En segundo término, ha habido (párrafo 8) una total "ausencia de regla
o principio". O sea, que no ha habido una política coherente. ¿Puede
usted pensar en casos en que la sociedad ha sido demasiado opresiva?
¿O casos en que ha sido en exceso permisiva? Si una sociedad puede ser
ambas cosas a la vez, ¿cómo explicaría dicha posibilidad?

9. El objeto de este Ensayo es afirmar un principio muy simple, autorizado


a gobernar totalmente los asuntos de la sociedad con el individuo por
medio de la compulsión y el control, sean los medios utilizados por la
fuerza física en forma de penalidades legales, o la coerción moral de la

270
opinión pública. Ese principio estriba en que el único fin por el cual se
justifica que la humanidad, individual o colectivamente, interfiera en la
libertad de acción de cualquiera de sus miembros, es la autoprotección. O
sea, que el único propósito por el cual puede con todo derecho ejercerse
poder sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada contra
su propia voluntad, está en impedir el daño que cause a los demás.
El propio bien, de ese individuo, sea físico o moral no es justificativo
suficiente. No puede por derecho obligárselo a hacer o tolerar algo
porque será mejor para él, porque lo hará más feliz, o porque, en opinión
de otros, hacerlo sería bueno o correcto. Son éstas buena razones para
recriminarlo, o razonar con él, o persuadirlo, o suplicarle, pero no para
obligarlo, o hacer recaer sobre él algún mal en caso que actúe de otra
manera. Para que se justifique, la conducta que se desea evitar en él tiene
que estar dirigida a producir mal en un tercero. La única parte de la
conducta de cada uno por la cual se hace responsable ante la sociedad,
es la atinente a terceros. En la parte que concierne a uno mismo, la
independencia o derecho son absolutos. Sobre sí mismo, sobre su propio
cuerpo y mente, el individuo es soberano.

Párrafo 9: Mili da su respuesta (IIA): "El único fin por el cual se justifica
que la humanidad... interfiera en la libertad de acción de cualquiera de
sus miembros, es la autoprotección... (para) impedir el daño que cause
a los demás". La esfera privada es definida por Mili como "el cuerpo y la
mente". Mili específicamente excluye la posibilidad de interferir cuando
está en juego "el propio bien, sea físico o moral" de la persona. Esto no
significa que no podamos intervenir cuando el cuerpo de alguien pone
en peligro a terceros. Quienes padecen enfermedades contagiosas no
son libres de descuidar sus propios cuerpos.
Adviértase también que Mili no propugna la indiferencia hacia los
demás en la esfera privada: "Son éstas buenas razones para recriminarlo,
o razonar con él, o persuadirlo, o suplicarle, pero no para obligarlo, o
hacer recaer sobre él algún mal en caso de que actúe de otra manera".

10. Quizás esté de más decir que esta doctrina se aplica solamente a los
seres humanos en la madurez de sus facultades. No estamos hablando
de niños o personas jóvenes, por debajo de los años que pueda fijar la ley
como mayoría de edad. Quienes todavía están en situación de requerir
el cuidado de los demás, deben estar protegidos contra sus propias

211
acciones así como contra el daño externo. Por la misma razón, podemos
dejar fuera de consideración esos estadios retrógrados de la sociedad
en que la raza misma puede considerarse en su infancia. Las tempranas
dificultades en el campo al progreso espontáneo son tan grandes, que
rara vez hay opción de medios para superarlas; y un gobernante lleno de
espíritu de perfeccionamiento se ve justificado en el empleo de cualquier
recurso que permita llegar a ese fin, tal vez de otro modo inalcanzable.
El despotismo es una forma legítima de gobierno en el trato con los
bárbaros, siempre que la finalidad sea su propio mejoramiento, y los
medios se justifiquen al permitir realmente llegar a ese fin. La libertad
como principio no tiene aplicación a ningún estado de cosas anterior al
momento en que la humanidad fue capaz de ser mejorada mediante el
debate libre y en condiciones de igualdad. Hasta entonces, no les queda
otra cosa que la implícita obediencia a un Akbar o un Carlomagno, si
tiene la suerte de hallar uno. Pero en cuanto la humanidad ha obtenido
la capacidad de ser guiada hacia su propio mejoramiento mediante la
convicción o la persuasión (período alcanzado hace tiempo en todas las
naciones por las cuales debemos interesarnos), la compulsión, sea en
forma directa o mediante penas y penalidades por el no cumplimiento,
ya no es admisible como medio de alcanzar el propio bien, y sólo se
justifica por la seguridad de los demás.

Párrafo 10: Mili añade algunos requisitos para su respuesta (IIA).


Su teoría sólo se aplica a individuos racionales. Estos individuos son
definidos como los que poseen "la capacidad de ser orientados hacia
su propio mejoramiento mediante el debate libre y en condiciones de
igualdad". Según Mili esto excluye: (1) a los niños y (2) los estadios
retrógrados de la sociedad. De ahí se desprende que "el despotismo es
una forma legítima de gobierno en el trato con los bárbaros, siempre que
la finalidad sea su propio mejoramiento, y los medios se justifiquen al
permitir realmente llegar a ese fin".
Debe quedar en claro que Mili ve a ambos estados como algo
temporario, de ningún modo permanente o inherente a ellos. Mili estaba
muy preocupado con los problemas del colonialismo. El y su padre, a
raíz de su empleo en la East India Company, tenían vasta experiencia en
la administración de la India. Para ver las opiniones de J.S. Mili sobre el
tema puede consultarse su Considerations on Representative Government
(1861), capítulo XVIII. Allí Mili desbarata la interpretación económica

222
de los imperios, señala que en "la comunidad del sujeto también hay
opresores y oprimidos", y sostiene que nadie sabe todavía, en realidad,
cómo establecer un despotismo benévolo y temporario. Quienes se
interesan por introducir la democracia en otros países bien harían en
considerar esta dificultad.

11. Es apropiado aclarar que dejo de lado toda ventaja que podría
obtener mi postulado a partir de la idea de bien abstracto, como algo
independiente de la utilidad. Yo considero a la utilidad como apelación
última en todas las cuestiones éticas; pero debe ser utilidad en el sentido
más amplio, basada en los intereses permanentes del hombre como
ser que progresa. Esos intereses, sostengo, autorizan la sujeción de la
espontaneidad individual al control externo, sólo respecto de aquellas
acciones de cada uno que atañen al interés de otras personas. Si alguien
comete un acto dañino para otros, hay un argumento prima facie para
castigarlo, por la ley o, allí donde las penalidades legales no pueden
aplicarse en forma segura, por la desaprobación general. Existen
también muchos actos positivos para el beneficio de los demás, que con
derecho puede ser obligado a ejecutar; tales como prestar testimonio
en tribunales; hacer su justa parte en la defensa común, o en cualquier
otra tarea conjunta necesaria a los intereses de la sociedad de cuya
protección goza; y realizar cierto actos de beneficencia individual, tales
como salvar la vida de uno de sus congéneres, o intervenir a los efectos
de proteger a los indefensos contra el mal trato; cosas que, siempre
que evidentemente es deber del hombre hacer, pueden llevarlo a ser
justamente incriminado ante la sociedad por dejar de hacerlas. Una
persona puede hacer mal a otras no sólo por sus acciones sino por su
inacción, y en cada caso es justamente responsable ante ellos por el daño
causado. El último caso, cierto, exige un ejercicio mucho más cauteloso
de la compulsión que el primero. Hacer que alguien sea incriminado
por causar daño a otros es la regla; incriminarlo por no impedir ese
daño es, en términos comparativos, la excepción. Sin embargo, hay
muchos casos lo suficientemente claros y graves como para justificar
esa excepción. En todas las cosas atinentes a las relaciones externas del
i individuo, él es de jure responsable ante aquéllos cuyos intereses estén
enjuego y, de ser necesario, ante la sociedad que los protege. A menudo
hay buenas razones para no hacérselo responsable; pero estas razones
deben surgir de las circunstancias especiales del caso: sea porque se

223
da un caso en que es probable que actúe mejor si se lo deja librado a
su propia discreción, que si es controlado por alguno de los medios
al alcance de la sociedad para hacerlo; o porque el intento de ejercer
control provocaría otros daños, mayores que los que evitaría. Cuando
razones como éstas impiden responsabilizar a alguien por la fuerza,
la conciencia del agente mismo debería ocupar el sillón vacante del
juez, y proteger los intereses de los demás que no tienen protección
externa; juzgándose a sí mismo con tanta mayor rigidez, porque el caso
no admite que sea pasible de someterse al juicio de sus congéneres.

Párrafo 11: Mili vuelve ahora a la defensa de su respuesta (IIB). En


primer lugar, Mili se abstiene de apelar a los "derechos". ¿Por qué? Para
empezar, puesto que hay tantos derechos, muchos de los cuales entran
en conflicto en casos específicos, se nos dejaría sin un principio rector
en casos de conflicto. En segundo término, la teoría de los derechos
presupone una clara concepción de una naturaleza humana fija e
invariable. Contra esto, Mili sostiene la idea del hombre como "ser que
progresa". Esto quedará más en claro en otros capítulos del ensayo,
pero Mili no cree en una naturaleza humana fija. Su perspectiva es
evolucionista (el hombre crece), pero no teleológica; o sea, que no
crecemos en una dirección predeterminada.
Volvamos al primer argumento, el de que los derechos son
inadecuados. Mili sugiere que necesitamos un sistema en el que haya
un principio último al que pueda apelarse en caso de conflicto. Propone
hallarlo en el principio de la utilidad. Mili es conocido como utilitario, y
escribió una famosa obra sobre el tema, titulada Utilitarianism (1863). No
podemos entrar aquí a analizar esa compleja obra, mas baste señalar que
Mili defendía el principio de utilidad porque podía resolver disputas
en las que otros principios de nivel inferior seguían en conflicto. El
ejemplo que da en Sobre la libertad acerca de la aplicación de su respuesta
cubre dos aspectos. Primero nos preguntamos: "¿Un acto es nocivo
para los demás?" Y luego: "¿Impedir este acto nocivo provocaría
otros males, mayores de los que impediría?". Recuérdese el caso del
Prohibicionismo.

12. Pero hay una esfera de acción en la cual la sociedad, a diferencia del
individuo, sólo tiene un interés indirecto, si es que lo tiene: abarca toda
esa parte de la vida y conducta de una persona que sólo afecta a sí misma

214
o, de afectar también a otros, sólo con su consentimiento y participación
libre, voluntaria y sin engaños. Cuando digo sólo a sí misma, quiero decir
de manera directa, y en primera instancia: porque todo lo que afecta a
la persona misma, puede afectar a otros por su intermedio; y la objeción
que puede fundarse en esta contingencia, recibirá consideración en la
secuela. Es ésta, entonces, la apropiada esfera de la libertad humana.
Comprende, primero, el dominio interno de la conciencia; exige libertad
de conciencia, en el sentido más amplio; libertad de pensamiento y
sentimiento; absoluta libertad de opinión y sentir en todos los demás,
prácticos o especulativos, científicos, morales o teológicos. La libertad
de expresar y publicar opiniones podría creerse encuadrada bajo un
diferente principio, puesto que corresponde a esa parte de la conducta
de un individuo que concierne a otras personas; pero, siendo casi de
tanta importancia como la libertad de pensamiento misma, y basándose
en gran medida en las mismas razones, es prácticamente inseparable
de ella. Segundo, el principio requiere libertad de gustos y aficiones;
para estructurar el plan de vida que se adecúe a nuestro propio
carácter; para hacer lo que nos plazca, sujeto a las consecuencias que
ello tenga; sin impedimento de nuestros congéneres, en la medida en
que lo que hacemos no los perjudica, aun cuando puedan pensar que
nuestra conducta es tonta, perversa o equivocada. Tercero, a partir de
esta libertad de cada individuo, sigue la libertad, dentro de los mismos
límites, de asociación entre los individuos; libertad para unirse, para
cualquier fin que no implique perjuicio para los demás; se supone que
las personas así asociadas son mayores de edad, y no han sido obligadas
o engañadas.

Párrafo 12: En este párrafo Mili hace dos cosas. Primero, sigue
aclarando lo que implica su respuesta; segundo, considera objeciones
a su teoría.
La esfera de privacidad ya ha sido establecida en el párrafo 9 como
la mente y el cuerpo. Esto significa, específicamente: (1) libertad de
pensamiento y expresión (elaborada ulteriormente en el capítulo dos);
(2) libertad para escoger el propio estilo de vida (elaborada ulteriormente
en el capítulo tres); y (3) libertad para "asociarse entre individuos" para
hacer otro tanto con el requisito de que no implique "perjuicio para los
demás".
El lector advertirá con qué cuidado el primer capítulo de Mili prepara

215
la escena para sus posteriores capítulos. Aparentemente, siempre se
preguntaba a sí mismo cómo respondería el lector a lo que acaba de
decir. Debe de haber trabajado con un esquema, y haberse preguntado
siempre a sí mismo: "¿Por qué escribir esto en lugar de lo otro; por qué
ubicar este párrafo aquí y no allá?"
Llegamos ahora a IID. ¿Qué objeción contra su teoría considera Mili?
Considera algo que se ha convertido en respuesta clásica: ¿Existe una
acción que sólo concierna al individuo? De entrada admite que "todo lo que
afecta a la persona misma, puede afectar a otros por su intermedio".
Su respuesta está en postergar la respuesta directa a esta objeción. La
retoma dándole amplia consideración en el capítulo cuatro. Véase el
siguiente párrafo:

13. Ninguna sociedad en la que, en términos generales, no se respetan


estas libertades, es libre, sea cual fuere su forma de gobierno; y ninguna
es totalmente libre si no existen de manera absoluta e indisputada.
La única libertad que merece su nombre, es la de perseguir nuestro
propio bien a nuestra propia manera, mientras no intentemos privar a
otros del suyo, o impedir sus esfuerzos por alcanzarlo. Cada uno es el
apropiado custodio de su propia salud, sea física, o mental y espiritual.
La humanidad tiene más que ganar permitiendo que cada uno viva
como bien le parezca, que obligando a cada uno a vivir como le parezca
bien al resto.

Párrafo 13: En este párrafo Mili sí indica cuál ha de ser su respuesta


final y, al hacerlo, revela más claramente los hechos y supuestos de que
parte (IIC). Dice: "La humanidad tiene más que ganar permitiendo que
cada uno viva como bien le parezca, que obligando a cada uno a vivir
como le parezca bien al resto". No va más allá por el momento, pero en
el capítulo tres procura demostrar, mediante ejemplos de hechos históricos,
que las sociedades siempre han avanzado porque algunos individuos
tenían suficiente valentía como para ser diferentes.
El supuesto que hay por detrás de este argumento, como puede
verse en el párrafo 11, es que el hombre no tiene una naturaleza fija.
Siempre habrá nuevas condiciones que enfrentar, que requieran nuevas
respuestas, y mientras la especie sea libre de desarrollar alternativas es
probable que sobreviva. Presuponer que el hombre tiene una naturaleza
fija, o que no tendrán que enfrentarse condiciones nuevas, supone un

216
conocimiento infalible de parte de los opositores de Mili. Este demolerá
el supuesto de infalibilidad en el capítulo dos.

14. Aunque esta doctrina dista de ser nueva, y, para algunas personas,
puede tener cierto aire de verdad consabida, no hay doctrina que en
forma más directa se oponga a la tendencia general de la opinión y
la práctica existente. La sociedad ha invertido tantos esfuerzos en el
intento (según sus luces) de obligar a la gente a adecuarse a sus ideas de
excelencia personal, como de excelencia social. Las antiguas asociaciones
de naciones se creían con derecho a practicar, y los antiguos filósofos
aceptaban la reglamentación de cada parte de la conducta privada por la
autoridad pública, sobre la base de que el Estado tenía profundo interés
en toda la disciplina corporal y física de cada uno de sus conciudadanos;
modo de pensar que puede haber sido admisible en pequeñas repúblicas
rodeadas de poderosos enemigos, en peligro constante de ser víctimas
del ataque externo o la conmoción interna, y para las cuales hasta un
breve intervalo de aflojamiento del poder y de autogobierno podrían
tan fácilmente ser fatal, que no podían darse el lujo de aguardar los
permanentes efectos saludables de la libertad. En el mundo moderno, el
mayor tamaño de las comunidades políticas, y, sobre todo, la separación
entre autoridad espiritual y temporal (que colocaba la dirección de la
conciencia de los hombres en manos distintas a las que controlaban
sus asuntos de este mundo) impedía tan grande injerencia de la ley en
los detalles de la existencia privada; pero las máquinas de la represión
moral han sido aplicadas con más fuerza contra toda divergencia
respecto de la opinión reinante en asuntos privados que aun en los
sociales; la religión, el más poderoso de los elementos que participa
de la formulación del sentimiento moral, casi siempre ha sido regida
por la ambición de una jerarquía, que busca ejercer control sobre cada
departamento de la conducta humana, o por el espíritu del Puritanismo.
Y algunos de estos modernos reformistas que se han colocado en la
más fuerte oposición a las religiones del pasado, ahora están detrás de
iglesias o sectas en su afirmación del derecho al dominio espiritual: M.
Comte, en particular, cuyo sistema social, tal como se desarrolla en su
Traite de Politique Positive, aspira a establecer (aunque más aplicando la
moral que la ley) un despotismo de la sociedad sobre el individuo, que
supera cuanto haya sido contemplado en el ideal político del más rígido
disciplinario entre los antiguos filósofos.
Párrafo 14: En este párrafo Mili considera la objeción (IID) que
sería planteada por quienes formularían el problema de manera
diferente (IIA) y (IID). Hay quienes argumentarán que "el Estado"
tiene "profundo interés en toda la disciplina corporal y física de cada
uno de sus ciudadanos". Mili piensa en el individuo, en relación con
la sociedad, del modo en que una persona puede o no ser miembro de
un club. Presumiblemente, los individuos pueden elegir y ser elegidos.
Sus oponentes tienen una concepción orgánica del individuo y la
sociedad. O sea, que argumentan que un individuo es como una parte
del cuerpo, una extremidad, por ejemplo, y no puede sobrevivir o tener
una identidad separada de su función social. El lector debe decidir cuál
de estas alternativas es más plausible.
Mili atribuye los puntos de vista de sus oponentes a las condiciones
inseguras de la vida en la antigüedad, las que ya no existen para él.
¿Es ésta una explicación correcta de por qué otros sostienen una visión
orgánica (IIIB)? Mili cita como ejemplo al pensador francés Comte (ID).
Otros ejemplos no mencionados serían Marx, Hegel y, en Inglaterra, T.
H. Green.

15. Fuera de los peculiares credos de los pensadores individuales, se


da también, en todo el mundo, una creciente inclinación a extender
indebidamente los poderes de la sociedad sobre el individuo, tanto por
la fuerza de la opinión como aun de la legislación: y como la tendencia
de todos los cambios que tienen lugar en el mundo apunta a reforzar
a la sociedad, y disminuir el poder del individuo, esta intromisión no
es uno de los males que tienden espontáneamente a desaparecer sino,
por el contrario, a hacerse cada vez más formidable. La disposición de
la humanidad/ sea en tanto gobernantes o conciudadanos, a imponer
sus propias opiniones e inclinaciones como regla de conducta para los
demás, es tan enérgicamente apoyada por algunos de los mejores y
algunos de los peores sentimientos atinentes a la especie humana, que
rara vez se la pone a coto, como no sea por la falta de poder; y como
el poder no declina, sino que crece, a menos que pueda erigirse una
poderosa barrera de convicción moral contra ese daño, cabe esperar,
en las actuales circunstancias imperantes en el mundo, que vaya en
aumento.

218
Párrafo 15: Mili repite que el problema es importante para su propia
época. ¿Lo es para la nuestra?

16. Sera conveniente para nuestro argumento, si, en vez de adentrarnos


de una vez en la tesis general, nos circunscribimos en primera
instancia a una simple ramificación de la misma, en la cual el
principio aquí establecido, si no plenamente, es al menos, hasta cierto
punto, reconocido por las actuales opiniones. Esta ramificación es la
Libertad de Pensamiento: de la cual es imposible separar la cognada
libertad de expresión verbal y escrita. Aunque estas libertades, en grado
considerable, forman parte de la moral política de todos los países que
profesan gozar de tolerancia religiosa e instituciones libres, las bases,
tanto filosóficas como prácticas, en que descansan tal vez no sean tan
familiares al pensamiento general, ni tan cabalmente apreciadas por
tantos, aun entre los conductores de opinión, como podría esperarse.
Estas bases, entendidas rígidamente, se aplican mucho más que a una
sola división del tema, y la plena consideración al resto. Aquellos para
quienes nada que yo esté por decir será nuevo por lo tanto pueden,
espero, diculparme, si sobre un tema que durante tres siglos ha sido tan
a menudo discutido, aventuro ahora una discusión más.

Párrafo 16: Mili concluye su capítulo indicando qué hará en el


siguiente. Sostiene que retomará el tama de al censura y lo esgrimirá
como ejemplo; si usted está de acuerdo con lo que él dice sobre la
censura, entonces cree que estará de acuerdo con su argumentación en
su totalidad. "Estas bases, entendidas correctamente, son de aplicación
mucho más vasta".
EJERCICIOS
EJERCICIO 1

Identifique la falacia o dificultades potenciales en cada una de las


siguientes afirmaciones. A veces es posible más de una respuesta.

1. ¡Beba Schaeffer! Es la cerveza que más se vende en Nueva York.


2. Según el Acta del Congreso de EE.UU. del 6 de junio, el señor S. es
un comunista.
3. Como en el universo todo tiene un comienzo, el universo como un
todo debe tener un comienzo.
4. Claro que Jiménez está en favor de construir más hospitales. ¿Es
un contratista de obras, no?
5. Claro que el senador J. está en favor de aumentar los gastos de
defensa: la economía de su Estado depende de ello.
6. No soy incoherente, soy pragmático.
7. Los Estados Unidos no deberían verse nunca implicados en
conflictos con países donde se habla el francés. ¡Miren lo que
ocurrió en Vietnam, en le Líbano, en Haití!
8. Me niego a que me tomen la prueba poligráfica porque la sugerencia
misma de someterme a esa prueba es un ataque a mi integridad.
9. ¿Cómo puede atacar el programa Head-Start? Ha sido exitoso para
crear fuentes de trabajo y estimular la economía.
10. Tenemos que hacer un pacto con el alcalde D. Hasta John Kennedy
hizo un pacto con él.
11. El FX17 tiene que ser un avión de combate superior al FX 16.
12. Dios ayuda a quienes se ayudan.
13. Todo es relativo.
14. Nuestro programa ha sido un éxito. Pregunten a quienes
participaron.
15. ¿Ha dejado de pegarle a su esposa?
16. El jurado nunca le creerá a alguien que perdió tres casos.

223
17. Hágale una oferta que no pueda rechazar.
18. Todo el mundo es producto de su ambiente; así que realmente no
podemos culpar a los delincuentes. Los verdaderos culpable son
los miembros del sistema que crearon el ambiente.
19. Nuestro país nunca debería verse implicado en ninguna guerra,
porque todas las guerras ofrecen demasiadas oportunidades para
la conducta criminal e inmoral de parte de las propias tropas.
20. No estableceremos cupos, estamos contra los cupos. Simplemente,
estamos fijando metas que creemos pueden ser alcanzadas
mediante un esfuerzo de buena fe dentro de los tiempos asignados.
Naturalmente que la mejor manera de demostrar su buena fe es
alcanzar la meta.
21. Esto es recesión, no depresión.
22. Las pruebas de CI no son confiables: no miden la inteligencia, sino
sólo la capacidad para comprender y manejar símbolos. Además,
nadie sabe qué es, realmente, la inteligencia.
23. Nuestra sociedad presenta dos problemas centrales: primero,
muy poca gente obtiene lo justo; segundo, nuestra sociedad es
demasiado materialista.
24. Los esquimales no son bajos. Conozco a uno que mide dos metros.
25. Las mujeres ganan menos que los hombres; así que su esposa ha
de ganar menos que usted.
26. Tradicionalmente se ha discriminado contra las mujeres. Es hora
de que los hombres prueben su propia medicina.
27. Algunos han acusado a mi gobierno de fracaso. Pero yo lo veo
como una copa llena a medias, no vacía a medias.
28. Fiscal: "Sé que los especialistas llamados por el acusado sostienen
que de ninguna manera podría ser el padre del niño de mi dienta,
pero se sabe que a veces los especialistas se equivocan. Además,
merece ser castigado por tener relaciones sexuales fuera del
matrimonio".
29. En vez de optar entre el grado de excelencia y los cupos, lleguemos
a una avenencia: a cada grupo se le asignará un cupo, pero dentro
de cada grupo habrá competencia en base a la excelencia.
EJERCICIO 2: FALACIAS INDUCTIVAS

1. Sin apoyo público no puedo tener éxito.


2. La guerra de Vietnam es responsable de que todos esos jóvenes que
prestaban servicio se convirtieran en drogadictos.
3. Si no me sabotean mis enemigos, mi plan tendrá éxito.
4. Me opongo a la educación universitaria paga. Sin educación
gratuita, yo nunca podría haber llegado a ser intendente de esta
ciudad.
5. Los miembros de grupos minoritarios acusan tendencias delictivas.
¿Se fijó cuántos están en la cárcel?
6. Se dice que desde que se incorporó el programa especial en
astrología, las notas han subido mucho. No es así. Las notas en los
departamentos de historia y psicología, por ejemplo, han seguido
siendo las mismas durante todo el período.

EJERCICIO 3: SILOGISMOS

1. Todos los silogismos invalidados violan una de tres reglas, y este


silogismo es válido. En consecuencia, este silogismo no viola una
de tres reglas.
2. Donde hay protestas, hay injusticia. No hay injusticia en ese país,
porque no se oyen protestas allí.
3. Ningún humanista es creyente. De ahí que los humanistas
no queden ser hombres morales, porque los creyentes no son
inmorales.

RESPUESTAS AL EJERCICIO 1

1. Ad populum.
2. Apelación errónea a la autoridad. Las Actas del Congreso de EE.UU.
contienen todas las declaraciones efectuadas por los congresales,
sean corroboradas o no.
3. Composición.
4. Ad hominem.
5. Ad hominem.

225
6. Apelando a una verdad superior.
7. Generalización apresurada.
8. Ad hominem. Abandone la discusión.
9. Desviando la atención: haciendo un llamamiento a la perfección;
nada más que objeciones; apelando al propio interés, etc.
10. Apelando al precedente.
11. Números más altos.
12. Argumento circular.
13. Incoherencia.
14. Apelando al propio interés.
15. Pregunta capciosa.
16. Ad hominem.
17. Apelando a la fuerza (ad baculum).
18. Incoherencia.
19. Desviando la atención; apelando a la compasión.
20. Equívoco; pensamiento creativo.
21. Equívoco.
22. Equívoco; incoherencia.
23. Incoherencia.
24. Composición.
25. División.
26. Dos entuertos hacen un derecho.
27. Analogía figurativa; desviando la atención.
28. Ataque a la experiencia; desviando la atención.
29. Dorado término medio.

RESPUESTAS AL EJERCICIO 2

1. Afirmando la consecuencia.
Si no tengo apoyo público, fracasaré. Fracasé.
2. Post hoc o violación de los Métodos de Mili.
3. Afirmando la consecuencia.
4. Post hoc (dos veces por lo menos).
5. Variación concomitante.
6. Estadísticas que inducen a error.
RESPUESTAS AL EJERCICIO 3

1. Todo silogismo que no viole una de las tres reglas es un silogismo


válido.
Este silogismo es un silogismo válido.
Por lo tanto, este silogismo no viola una de las tres reglas. Invalidado
(término medio no distribuido).
2. Invalidado (término distribuido en la conclusión pero no en la
premisa central).
3. Invalidado (dos premisas negativas).
Es importante que una argumentación pueda verse como una serie
de aseveraciones entrelazadas o interrelacionadas. Importa, también
el hecho de que los lectores posean esa cualidad tan difusa que reside
en la capacidad de poder criticar nuestros propios argumentos. Al
respecto, sugeriría lo siguiente: elija un tema polémico y de actualidad:
la legalización de la marihuana o del aborto, la "selectividad" respecto
de la explosión poblacional y la alimentación mundial, etc. Elabore un
argumento en favor o en contra de una de estas posturas. Luego, formule
usted mismo las posibles objeciones. Finalmente, refútelas. En una
palabra, siga el esquema que se ha esbozado en este libro: presentación
del argumento, ataque, defensa. Debe asimismo prestar consideración
a los recursos no verbales que podrían emplearse.
Mi experiencia con este tipo de tareas, cuando se las asigna a
estudiantes, me dice que muchos distan de cumplir acabadamente la
labor de atacar sus propio argumentos: era de prever. A fines de superar
esta dificultad, he delineado una serie de técnicas. Una posibildad es
hacer una encuesta al comienzo del semestre, sobre temas polémicos
y de actualidad: a cada estudiante se le pide su opinión sobre un
tema como mínimo. Luego, cuando asigno el proyecto de elaborar
un argumentación completa, le pido a cada estudiante que defienda
el punto de vista contrario: o sea que, inicialmente, debe presentar
argumentos en favor de la postura con la que no está de acuerdo. Como
las dos terceras partes de las tareas consisten en presentar y defender
esa postura contra sus propias objeciones favoritas, esta técnica resulta
muy eficaz. Una segunda posibilidad reside en dar a elaborar temas por
pares: una persona presenta un argumento y luego lo defiende contra
objeciones planteadas por otra, personalmente comprometida con el
punto de vista opuesto.
La primera sugerencia podría convertirse en proyecto a desarrollar
por el estudiante a lo largo del semestre. Esto puede efectuarse fuera de
la clase, y debe alentarse al estudiante para que recoja todo el material de

231
afuera que le sea posible. Como proyecto para ese período de clases, Ie
permitirá al estudiante incorporar todos los temas y técnicas elaboradas
en el curso del semestre.
A lo largo de este libro he sostenido que buena parte de la lógica
informal entraña argumentos formalmente válidos, pero que contienen
una o más premisas que no serán aceptadas como ciertas. O sea, que gran
parte de la lógica informal se aplica a argumentaciones poco sólidas. Hay
dos maneras de transmitir este conocimiento. En primer lugar, como he
indicado en el capítulo VI, la mayoría de las falacias informales, por no
decir todas, pueden ser reconstruidas como argumentos poco sólidos.
Consideremos la denominada falacia de afirmar una disyuntiva:

O se para la inflación, o habrá depresión.


El presidente parará la inflación.

Por lo tanto, no habrá depresión.

Para la mayoría de la gente resulta evidente que puede haber otras


causas que lleven a la depresión, además de la inflación; de modo que
no necesariamente se desprende que el parar la inflación por cualquier
medio impedirá la depresión. Esto puede representarse aduciendo que
el afirmar una disyuntiva—en que se plantea una u otra alternativa,
seguidas de la afirmación de una de ellas—no resulta aceptable. Como
otra posibilidad, puede reconstruirse el argumento de modo que sea
un silogismo formalmente válido, pero en el que una de las premisas
es evidentemente falsa. Este último método, a mi entender, permite que
las argumentaciones suenen más sensibles. Por ejemplo:

Todos los casos de depresión económica son causados por la inflación.


Esta es una época en que no habrá inflación.

Por lo tanto, ésta es una época en que no habrá depresión.

Sin negar las consecuencias de la inflación, creo que mediante esta


forma de reconstrucción quedará en claro que la primera premisa
es inaceptable. Este tipo de reconstrucción agrega el beneficio de
poder demostrar su buena voluntad hacia su oponente: literalmente
le está concediendo el beneficio de la duda al tratar de hacer que su

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argumento sea formalmente válido, pero a la vez expone su premisa
o premisas débiles. Sugiero que todos los ejemplos de falacias
informales tradicionales, como composición, división, etc., se asignen
a los estudiantes o sean retomados por los lectores y reconstruidos de
manera simple.
Libros, diarios—especialmente editoriales—, periódicos
estudiantiles, revistas y aun programas de televisión son fuentes
inagotables de potenciales argumentos a ser reconstruidos. Creo que
es mucho más conveniente elegir temas de actualidad e interés público
que proveer ejemplos artificiales. No obstante, expondré a continuación
algunos argumentos en forma de afirmaciones condensadas, con la
sugerencia de que los lectores los reconstruyan a fin de dejar expuestas
las premisas:

(1) Las mujeres componen el 52 por ciento de la población. Sin


embargo, las mujeres sólo suman el 36 por ciento del alumnado en las
universidades. Por lo tanto, existe discriminación contra las mujeres.
(2) Los judíos componen el dos por ciento de la población total. La
facultad de Medicina local tienen cupos que sólo permiten un cinco por
ciento de judíos en cada clase. Como nuestro cupo excede el porcentaje
nacional, no estamos discriminando contra los judíos.
(3) Tres personas discuten soluciones para el problema de la pobreza.
X argumenta que la pobreza ya no existirá cuando cada persona tenga
ingresos que excedan los 10.000 dólares anuales. Y argumenta que la
pobreza ya no existirá cuando todo el mundo tenga los mismos ingresos.
Z argumenta que la pobreza ya no existirá cuando la gente no se sienta
pobre, independientemente de cuáles sean sus ingresos. Reconstruya
las diferentes premisas básicas a partir de las cuales cada participante
inicia su argumentación.

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