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Facultad de Comunicaciones

Análisis del Discurso Literario (PU144)

El análisis literario

Texto 1

Las primeras piezas de Machu Picchu llegarán al Perú en marzo, sostuvo Juan Ossio

El ministro de Cultura, Juan Ossio, indicó que las primeras 363 piezas arqueológicas de Machu Picchu que
están en manos de la Universidad de Yale llegarán a nuestro país en marzo del próximo año y serán exhibidas
en el Museo de la Nación, en Lima, y luego en la casa Concha, de la Universidad San Antonio Abad del
Cusco.
Según informó Canal N, Ossio se reunió esta mañana con el rector de la referida casa de estudios,
Víctor Aguilar, con quien recorrió diferentes instalaciones.
Ossio afirmó sentirse maravillado con la infraestructura de la casa Concha y destacó que los ambientes
son sumamente adecuados para albergar las piezas de Machu Picchu. El lugar es restaurado desde 2006 y en
enero culminarán los trabajos.
En su recorrido observó las piletas, pinturas coloniales y demás infraestructura recuperada, ingresó a la
sala Hiram Bingham que albergaría las piezas “museables” y a un ambiente que se convertiría en un museo
de sitio para los objetos y evidencias de esta casa del siglo XVIII con bases preincaicas, incaicas y colonial.
“Esto sería muy importante para el Perú, incluso para Latinoamérica. A nuestra cultura inca debemos
mostrarla en toda su magnitud, es la más importante de América incluyendo la maya y la azteca”, expresó el
ministro en diálogo con la agencia Andina.

Fragmento extraído de http://elcomercio.pe/peru/690289/noticia-primeras-piezas-machu-picchu-llegaran-al-peru-


marzo-sostuvo-juan-ossio (Consulta: 27/12/2010)

Texto 2

Las flores

Le parecía a Myop mientras saltaba ligeramente del gallinero al chiquero al ahumadero que los días nunca
habían sido tan hermosos como estos. El aire tenía una intensidad que hacía fruncir su nariz. La cosecha de
maíz y algodón, de maní y calabacines, hacía de cada día una sorpresa dorada que causaba que pequeños
excitantes temblores suban a su mandíbula.
Myop llevaba un pequeño, nudoso palo. Ella pegaba al azar a los pollos que le gustaban, y se
esforzaba en marcar el ritmo de una canción sobre la valla que cercaba el chiquero. Se sintió liviana y bien
en el sol cálido. Tenía diez, y nada existía para ella salvo su canción, el palo agarrado en su oscura mano
marrón y el tat-de-ta-ta-ta del acompañamiento.
Volviendo su espalda a las tablas oxidadas de la cabaña de su aparcera familia, Myop caminó al lado
de la valla hasta su entrada en la corriente del riachuelo. Alrededor del riachuelo, donde la familia conseguía
agua bebible, helechos plateados y flores silvestres crecían. A lo largo de las superficiales orillas los cerdos
hozaban. Myop miró las pequeñas burbujas blancas interrumpir la delgada escama negra del barro y el agua
que silenciosamente se alzaba y se alejaba corriente abajo.
Había explorado el bosque detrás de la casa muchas veces. Frecuentemente, al final del otoño, su
madre la llevaba a recolectar nueces entre las hojas caídas. Hoy hizo su propio camino, avanzando por aquí y

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por allá, manteniéndose vagamente alerta de las serpientes. Encontró, en adición a varios comunes pero
bonitos helechos y hojas, una brazada de extrañas flores azules con aterciopeladas crestas y un arbusto lleno
de los marrones, fragantes brotes.
A eso de las doce, sus brazos cargados con ramitos de sus descubrimientos, se encontraba a una milla
o más de casa. Había estado a menudo igual de lejos anteriormente, pero la rareza del terreno lo hacía menos
placentero que su lugar acostumbrado. Resultaba sombrío el pequeño valle en que se encontraba. El aire
estaba húmedo, el silencio cerrado y profundo.
Myop comenzó a dar la vuelta hacia la casa, de regreso a la calma de la mañana. En ese momento
tropezó con los ojos de él. Su talón se incrustó en la cresta rota entre frente y nariz, y ella se agachó
rápidamente, sin miedo, para liberarse. Fue solo cuando vio su sonrisa desnuda que dio un pequeño chillido
de sorpresa.
Había sido un hombre alto. De los pies al cuello ocupaba un largo espacio. Su cabeza yacía junto a él.
Cuando hizo retroceder las hojas y las capas de tierra y los desechos Myop vio que tenía unos grandes
dientes blancos, todos ellos agrietados o rotos, dedos largos y huesos muy grandes. Toda su ropa se había
descompuesto excepto algunos hilos de la tela azul de su overol. Las hebillas de su overol se habían vuelto
verdes.
Myop miró fijamente alrededor del sitio con interés. Muy cerca de donde había pisado la cabeza había
una rosada rosa salvaje. Mientras la levantaba para añadirla a su atado notó un montículo alzado, un aro,
alrededor de la raíz de la rosa. Eran los restos podridos de un lazo, un trozo de rienda jironada, ahora
mezclada benévolamente con la tierra. Alrededor de una rama colgante de un gran ancho roble colgaba otro
pedazo. Raído, podrido, desteñido y desgastado —apenas allí— pero girando incansablemente en la brisa.
Myop dejó en el suelo sus flores.
Y el verano terminó.

Alice Walker. “The Flowers”. In Love and Trouble: Stories of Black Women (1973). Traducción de Ricardo Olavarría.

Texto 3

Trilce XIII

Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico


y annonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.


Oh estruendo mudo.

¡Odumodneurtse!

César Vallejo (De Trilce, 1922)

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