Jesus y Nicodemo. Notas para Predicar.
Jesus y Nicodemo. Notas para Predicar.
Jesus y Nicodemo. Notas para Predicar.
(3:1-36).
En este primer discurso, Jesús presenta el requisito para entrar en el reino de Dios a
una sola persona. MH
La conversación gira en torno a cómo se puede conseguir la vida eterna. Morris.
La historia de Jesús y Nicodemo está ligada lógicamente a la sección previa (2:23-25). Juan
2:23- 25 describe la negativa de Jesús a aceptar la fe superficial con base en las señales, pues Él
en su omnisciencia entendía los corazones de las personas. La historia de Nicodemo es un
buen ejemplo de ello, puesto que Nicodemo era uno de esos creyentes superficiales cuyo
corazón leyó el Señor como un libro abierto. En lugar de afirmar la profesión de fe de
Nicodemo, Jesús se negó a aceptarla, con la sola base en las señales de las cuales había sido
testigo (v.2). Jesús le señaló la naturaleza de la verdadera fe salvadora capaz de transformar
vidas. JM
Juan tiene como propósito que creamos en Jesús. En este capítulo Juan continúa trabajando su
propósito y recoge una conversación entre Jesús y Nicodemo, un representante del judaísmo
farisaico. Como tal, Nicodemo estaría a favor de una cuidadosa observancia de la Ley y de la
tradición, que era el camino a la salvación. Juan utiliza esta conversación para mostrar que esa
enseñanza no tiene nada que ver con la realidad. Ni una devota observancia de la ley, ni tan
siquiera una presentación reformada del judaísmo, sirven para alcanzar la salvación. Lo único
que sirve es un nuevo nacimiento2 . Esta idea aparece tres veces (vs. 3, 5 y 7). Así, no puede
haber lugar a dudas: para que alguien sea salvo no necesita la ley, sino que necesita que el
poder de Dios le renueve o regenere completamente. En un sentido, este capítulo ya acaba
determinantemente con las “obras de la ley”, idea que más tarde impregna todo el material de
Pablo. Morris.
La porción no pretende ser una biografía de Nicodemo, sino la presentación de una
importantísima verdad. Más importante aún que el estado espiritual de Nicodemo, es la
respuesta del lector actual: ¿Ha nacido usted de nuevo? ELA.
Con seguridad era este el pasaje que Jesús tenía en mente para mostrar que la regeneración es
una verdad del Antiguo Testamento (cp. Dt. 30:6; Jer. 31:31-34; Ez. 1:18-20) que Nicodemo no
desconocía para nada. Sobre este telón de fondo del Antiguo Testamento, la enseñaza de
Cristo era inequívoca: sin el lavado espiritual del alma—limpieza alcanzada solo por el Espíritu
Santo (Tit. 3:5) por medio de la Palabra de Dios (Ef. 5:26) —, nadie puede entrar a su reino. JM
Jesús continuó recalcando aún más que esta limpieza espiritual la hace Dios completamente,
no es resultado de los esfuerzos humanos: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es”. Tal como la naturaleza humana solo puede engendrar
naturaleza humana, así también solo el Espíritu Santo puede efectuar la transformación
espiritual. El término carne (sarx) aquí se refiere solamente a la naturaleza humana (como en
1:13-14); en este contexto no tiene la connotación moral negativa que Pablo le atribuye
frecuentemente en sus escritos (p. ej., Ro. 8:1-8, 12-13). Aun si el nacimiento espiritual fuera
posible, este solo produciría carne. De modo que solo el Espíritu puede producir el nacimiento
espiritual requerido para entrar en el reino de Dios. La regeneración es completamente una
obra suya, sin ayuda de esfuerzo humano alguno (cp. Ro. 3:25). JM
Parece que Jesús mismo quiso interpretar el v. 5 con las palabras del v. 6. Hay dos clases de
nacimiento: el físico y el espiritual. El tiempo aoristo de los verbos (vv. 3, 4, 5, 7) establece el
hecho del nacimiento, pero el tiempo perfecto aquí (v. 6) marca el estado existente y continuo
de lo que nació. El término carne (sarx4561), que a veces se refiere a la condición pecaminosa
del hombre, especialmente en los escritos paulinos, aquí se refiere solamente a la naturaleza
humana. Jesús emplea una analogía para explicar lo que es necesario para entrar en el reino
de Dios. El ser humano recibe un cuerpo adaptado para funcionar en el mundo material por el
nacimiento físico de padres humanos. En una manera parecida, el ser humano que cree en
Cristo recibe una naturaleza espiritual del Padre celestial, efectuada por el Espíritu Santo y
adaptada para funcionar en el reino de Dios. MH
v. 7. Aunque las palabras de Jesús tenían su base en la revelación del Antiguo Testamento, iban
en la dirección completamente opuesta de lo que se le había enseñado a Nicodemo. Él había
creído toda su vida que la salvación venía por sus propios méritos externos. Ahora le resultaba
muy difícil pensar de otra manera. Consciente de su asombro, Jesús continuó: “No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”. El verbo que se traduce es
necesario es un término fuerte; Juan lo usó en otra parte de su Evangelio para referirse a la
necesidad de la crucifixión (3:14; 12:34), a la inferioridad de Juan el Bautista comparado con
Cristo (3:30), al método apropiado de adorar a Dios (4:24), a la ejecución del ministerio de
Jesús (4:4; 9:4; 10:16) y a la necesidad de la resurrección (20:9). Era absolutamente necesario
que Nicodemo superara su perplejidad por estar tan equivocado en cuanto a cómo funciona la
aceptación en el reino de Dios y buscara nacer de nuevo si quería entrar. Y nunca lo podría
hacer con base en sus obras de justicia. JM
Aunque Nicodemo era un profesor reconocido, probó ser un mal aprendiz. Su pregunta indica
el poco progreso que había hecho desde el versículo 4: “¿Cómo puede hacerse esto?”. A pesar
de la aclaración adicional de Jesús en los versículos 5-8, Nicodemo aún no podía aceptar lo que
estaba oyendo. No podía dejar ir su sistema religioso legalista y darse cuenta de que la
salvación era una obra soberana y por gracia del Espíritu de Dios. JM
¿Cómo puede suceder eso? es una pregunta de Nicodemo que expresa su perplejidad ante la
explicación de Jesús, sin un intento de refutarla. La traducción lit. sería: “¿Cómo es posible que
estas cosas lleguen a suceder?”. “Estas cosas” se refiere al nuevo nacimiento. El fariseo pide
una explicación más comprensible de este gran misterio. MH
9. Debe haber sido muy difícil para Nicodemo despojarse de lo que siempre había creído. Por
eso respondió y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Siempre hace la misma pregunta: ¿cómo
puede?, no puede, ¿verdad?, ¿cómo puede? (3:4, 9). Se ve claramente que este líder religioso
carecía del más elemental conocimiento del camino de salvación. Su preparación farisaica
parece haberle hecho inmune a la percepción espiritual. ¿Seguía todavía pensando que las
palabras de Jesús se debían entender en un sentido completamente literal?
10. Respondió Jesús y le dijo: Tú eres maestro de Israel, y sin embargo, con todo ¿no sabes
esto? Tanto Israel como maestro van precedidos del artículo definido, de forma que esta
exclamación se podría parafrasear del siguiente modo: ¿Y tú, el tan conocido e importante
maestro del muy favorecido pueblo de Israel, quieres realmente decir que tú eres ignorante en
cuanto a estos asuntos? Nicodemo disponía del Antiguo Testamento, de las enseñanzas del
Bautista, y de las palabras de Jesús dadas en 3:3–8; pero hasta ahora la verdad no parece
haber penetrado en su mente.
Dada su posición como maestro de Israel, era de esperar que Nicodemo supiera esto que
Jesús decía. Su falta de entendimiento era inexcusable, considerando su conocimiento del
Antiguo Testamento. El uso del artículo definido antes de maestro indica que Nicodemo era un
maestro reconocido y establecido en Israel. A Jesús le pareció inexcusable que este erudito
prominente no conociera el fundamento bíblico de la enseñanza sobre el nuevo pacto
concerniente a la única forma de obtener la salvación (cp. 2 Ti. 3:15). Tristemente, Nicodemo
es un ejemplo claro del efecto adormecedor que tiene la religión legalista y externa en la
percepción espiritual de una persona… hasta el punto de oscurecer la revelación de Dios. JM
El Rabí se sorprende por la falta de conocimiento de otro rabí, representante de los más
eruditos y de la suprema autoridad del judaísmo. Había exhortado a Nicodemo a dejar de
maravillarse de sus enseñanzas (v. 7), pero ahora en el v. 10 él mismo se maravilla de la falta
de conocimiento del maestro de Israel (ver Mar. 6:6). En el texto gr. hay un artículo definido
ante maestro, traducido “el maestro de Israel”, indicando que Nicodemo sería miembro del
Sanedrín y tendría un puesto oficial de gran importancia. Con más razón, él tendría que haber
comprendido que el hombre no podría obtener la justicia de Dios, o entrar en el reino de Dios,
basado en su propio esfuerzo, méritos o justicia. MH
11. El diálogo se transforma ahora en un discurso. Jesús habla y Nicodemo escucha. Jesús dice:
De cierto, de cierto (cf. 1:51) te digo, lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto
testificamos. En contraste con el “sabemos” de Nicodemo (3:2), conocimiento producido por
la reflexión humana, el Señor presenta su propio “sabemos”, que expresa un conocimiento
resultante de su estrecha comunión con el Padre (5:20; 14:10). Jesús, por consiguiente, quiere
que Nicodemo sepa que no existen dudas acerca de la doctrina del bautismo y de la
regeneración que acaba de comentar, ni tampoco en relación con la doctrina del decreto
eterno de Dios para la salvación de pecadores, que está a punto de desarrollar.
En este versículo observamos un paralelismo: paralelo a “lo que sabemos” está “lo que hemos
visto”, que tiene más fuerza. Y de igual modo, “hablamos” queda explicado por “testificamos”,
que es también una expresión más poderosa y definida. (Véase 1:7 para los términos
testimonio y testificar.) Jesús habla en plural y no en singular. Con toda probabilidad no se
refiere a sí mismo y a los profetas. Es más natural que la referencia sea al mismo Jesús y a Juan
el Bautista. El término testificamos nos recuerda inmediatamente lo que se había dicho con
relación al Bautista (cf. 1:7, 8, 34). No hay que olvidar tampoco que 3:5 apunta a la obra del
precursor.
Jesús continúa: … pero no aceptáis nuestro testimonio. Nicodemo había mostrado con sus
preguntas y con toda su expresión que no estaba preparado para aceptar las enseñanzas de
Jesús referentes a la [p 147] necesidad de la regeneración. Además, Jesús podía leer lo que
había en su corazón (2:25). Y Nicodemo no era el único que vacilaba en creer esa extraña
doctrina. Cristo usa el plural vosotros. Los miembros del Sanedrín rehusaron admitir que el
Bautista estaba en lo cierto al testificar sobre Jesús. Este cuerpo tampoco quiso creer que Jesús
era lo que decía ser. En consecuencia, todos estos pontífices, ancianos y escribas rechazaron la
enseñanza de Jesús acerca de la regeneración.
12. El Señor prosigue: Si os he hablado de cosas terrenales—implicando que ha estado
haciendo eso—y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales? Jesús había estado
hablando de cosas terrenales; es decir, de cosas que, aunque de carácter y origen celestiales,
tienen lugar en la tierra; p. ej., la regeneración. Pero en 1:11, 26; 2:4, 9, se ve claramente que,
aunque tales verdades aparecen incluso en el Antiguo Testamento, fueron, no obstante,
rechazadas por hombres como Nicodemo. Tales doctrinas, en el mejor de los casos, eran
consideradas como muy raras. No eran bien recibidas.
Ahora bien, lo que Jesús hace resaltar es esto: si se consideran increíbles estas cosas
terrenales, que suceden dentro de la esfera de la experiencia del hombre (no decimos
experiencia consciente) y cuya necesidad debiera hacerse evidente de inmediato a cualquiera
que reflexionara sobre su propia incapacidad natural de agradar a Dios, ¿no se rechazarán con
mayor prontitud las cosas celestiales—p.ej., el plan eterno de Dios de enviar a su Hijo al
mundo para la redención de la humanidad (cf. 3:16)? Estas cosas celestiales están
completamente fuera del alcance de la experiencia del hombre. Son tan majestuosas y
trascendentes en su concepción y origen que nunca hubieran pasado por la mente finita del
hombre. Si, pues, las cosas terrenales han sido rechazadas, ¿cómo se puede esperar que se
acepten las cosas del cielo que son mucho más misteriosas? Esta pregunta sirve, al mismo
tiempo, como una llamada de atención a Nicodemo. Tenía que pensar y reflexionar. Hasta
ahora las enseñanzas de Cristo le parecían increíbles. ¿Podría ser que este silencio de
Nicodemo, es decir, su incapacidad para interrumpir con otro “cómo puede ser ésto” (3:4, 9),
muestra que la llamada de atención ha surtido efecto?
13. Y nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre. Para tener
información de primera mano sobre esas cosas celestiales se tiene que haber estado presente
en el salón del trono de Dios cuando se tomaron las decisiones. Pero, nadie ha subido al cielo.
Por esta razón, el decreto de Dios referente a la redención de su pueblo está totalmente fuera
del alcance del conocimiento del hombre a menos que le sea revelado. ¿No había realmente
nadie con el Padre cuando se trazó el plan que se centra en el decreto de enviar [p 148] al Hijo
al mundo para sobrellevar la maldición y libertar a los hombres? Sí, había uno, el que
descendió del cielo, a saber el Hijo del Hombre. (Referente a ὁ ἐκ τοῦ οὐρανοῦ καταβάς, véase
también sobre 6:41.) Sobre Hijo del Hombre véase 12:34. Sobre que está en el cielo, véase nota
458.
Su ignorancia sirve de ejemplo a la bancarrota espiritual de Israel (cp. Ro. 10:2-3). En palabras
de Pablo, los judíos no reconocieron “la justicia de Dios, y procurando establecer la suya
propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Ro. 10:3). Por lo tanto, su “celo por Dios… no
se [basaba] en el conocimiento” (Ro. 10:2, NVI), lo cual quiere decir que todo fue por nada. JM
Aunque nada sugiere en este pasaje la conversión de Nicodemo en aquella noche (y el v. 11
implica fuertemente que no ocurrió), él nunca olvidó su conversación con Jesús. Más adelante,
lo defendió audazmente ante el sanedrín (7:50-51) y ayudó a José de Arimatea a preparar su
cuerpo para la sepultura (19:38-39); acciones que indican la presencia de la fe genuina en su
vida. En algún momento posterior a aquella noche memorable con Jesús, pero antes de la
crucifixión, Nicodemo entendió la gracia soberana y experimentó la realidad del nuevo
nacimiento. JM