CARTOGRAFÍA TEMÁTICA 2013 (Palsky)

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN


DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA
CÁTEDRA CARTOGRAFÍA

Ficha de cátedra: CARTOGRAFÍA TEMÁTICA


Documento de trabajo1

UNA CARTA TEMÁTICA PARA ABRIR LA DISCUSIÓN

¿Cuál es el tema de la carta? ¿Cuál son los elementos de la carta que


anticipan el tema?
¿Con qué elementos gráficos se representa el tema del mapa?
¿Qué indican las variaciones (del tamaño) del elemento gráfico que representa
el tema?
¿Qué tipo de información pueden extraer de este mapa?

En su versión original, este mapa era en color. ¿Consideran que su


reproducción en blanco y negro obstaculiza de forma significativa la
comunicación de la idea representada? ¿Por qué?

1
Elaboración: Carla Lois. Marzo de 2008

1
UBICACIÓN DE ESTA FICHA EN EL PROGRAMA DE LA ASIGNATURA

MÓDULO 8. Cartas temáticas. Proceso cartográfico. Representación puntual, lineal y


areal. Color, valor y trama. Puntos y círculos proporcionales. Mapas de flujos y de
movimientos. Cartogramas. Escalas de visualización. Semiología gráfica aplicada a la
cartografía temática. Tratamiento de la información. Sistemas satelitales. Instrumental
de posicionamiento: GPS. Cartografía digitalizada y teledetección. Sistemas de
Información Geográfica. Atlas temáticos. Información, cartografía y análisis espacial.
Investigación geográfica y cartografía.

Bibliografía obligatoria

LOIS, Carla (2006), Una cronología de la cartografía del siglo XIX. Obras, autores e
instituciones de las prácticas cartográficas decimonónicas. Fichas de cátedra Seminario
de Historia del Pensamiento Geográfico, Facultad de Filosofía y Letras.
ROBINSON, Arthur (1987), Elementos de Cartografía, Omega, Barcelona. Capítulo 7.
PALSKY, Gilles (2003), “Mapas topográficos y mapas temáticos en el siglo XIX”. En
Diogo Ramada Curto, Angelo Cattaneo y André Ferrand Almeida, La cartografía
Europea tra Primo Rinascimento e fine dell’Illuminismo, 2003 Leo S. Olschki Editore,
Florencia. Traducción: Carla Lois.

Bibliografía optativa
BENEDETTI, J. “Los sistemas de información geográfica en el Instituto Geográfico
Militar”, en Contribuciones Científicas. X Congreso Nacional de Cartografía – VII
Semana Nacional de Cartografía – Seminario sobre modernas técnicas de ingeniería
geográfica, Instituto Geográfico Argentino, Centro Argentino de Cartografía y Escuela
Superior Técnica, Buenos Aires, 2000.
BERTIN, J. (1967), Sémiologie graphique, Mouton et Gauthier-Villars, París.
DENT, Borden (1972), « Visual Organization and Thematic Map Communication »,
Annals of the Association of American Geographers, Vol. 62, N° 1, marzo 1972. pp. 79-
93.
GÓMEZ ESCOBAR, María del Consuelo (2004), “Métodos y técnicas de la cartografía
temática”. Temas selectos de Geografía de México. III Métodos y técnicas para el
estudio del territorio. UNAM, México.
GUINSBURG, J. Elementos de cartografía aplicada al tratamiento de la información,
Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1992.
LOIS, Carla, “La elocuencia de los mapas: un enfoque semiológico para el análisis de
cartografías” en Documents d’Analisi Geográfica número 36, Universitat Autónoma de
Barcelona – Universitat de Girona, 2000.
MONMONIER, Mark Mapping it out. Expository Cartography for de Humanities an
Social Sciences, The University of Chicago Press, Chicago, 1993. Capítulo 3: “Visual
variables and cartographic symbols”.
MONTEVERDE, Agustín (1958), Clasificación regional de los símbolos cartográficos.
Centro Argentino de Cartografía, Buenos Aires.

2
DEFINICIONES DE CARTA O MAPA TEMÁTICO

MAPA TEMÁTICO. Mapa que representa las variaciones estadísticas de los objetos
en el espacio.
JOHNSTON, R.J., D. GREGORY y D. SMITH (eds) (1981), Diccionario Akal de
Geografía Humana. AKAL, Madrid, 2000. 357.

CARTA TEMÁTICA, representa la distribución espacial de un fenómeno, a partir de


relevamientos estadísticos, de datos recibidos por satélites o de otras fuentes.
BRUNET, Roger (1992), Les mots de la Géographie, Dictionnaire critique. Reclus,
París. 1993. 89. [Traducción propia]

La CARTOGRAFÍA TEMÁTICA todavía no es bien entendida en todas sus


ramificaciones metodológicas, pero para nuestros propósitos probablemente sea
suficiente observar que esta clase de hechura de mapas no incluye la confección de
ningún tipo de mapa de referencia. (…) Los mapas temáticos seleccionan algunos
conceptos geográficos e intenta focalizar toda la atención sobre las características de
la distribución y sobre su relación con otros factores geográficos. En este sentido, los
mapas temáticos pueden ser entendidos como un ensayo geográfico gráfico.
ROBINSON, Arthur (1967), “The thematic maps of the Charles Joseph Minard”. Imago
Mundi, Vol. 21. 95.

3
LA REPRESENTACION DE LA INFORMACION EN LA CARTOGRAFIA TEMATICA: VARIABLES
POSICIONALES Y VARIABLES VISUALES

Toda carta temática tiene un invariante (es el conjunto de conceptos comunes, es


decir, el tema del mapa, por ejemplo, el clima) y componentes (el conjunto de
conceptos variantes, es decir, las variaciones, por ejemplo, diversos tipos climáticos
según su localización geográfica).

Los componentes de la carta temática se representan con signos.

No hay una única manera de hacer mapas temáticos. No hay recetas semiológicas
que garanticen la pertinencia o eficacia de un mapa temático apropiado. Pero sí hay
convenciones de uso respecto de los tipos de signos utilizables en la cartografía y de
los modos de combinarlos.

La semiología gráfica es un sistema de signos que utiliza las propiedades del plano
para poner de manifiesto las relaciones de parecido, orden y proporcionalidad dentro
de un esquema espacial. La semiología gráfica que Jacques Bertin (1967) formuló
para la cartografía temática está basada en el uso y en la combinación de una serie de
variables aplicadas para la representación de las componentes.

La cartografía temática articula dos tipos de variables:


- Variables de localización: son componentes geográficas, basadas en tres
elementos gráficos de la geometría: punto, línea y plano. Brindan información
sobre la posición absoluta y relativa del fenómeno representado. Son las
componentes x e y.
- Variables visuales o retinianas: son las componentes de cualificación. Brindan
información sobre las propiedades del fenómeno representado. Es la
componente z (también conocida como la componente de elevación).

La combinación de estas variables genera un amplio menú de opciones, cuya fórmula


básica se puede expresar en un cuadro de doble entrada.

4
Los modos en que un mapa puede ser percibido por un lector medio están
estrechamente vinculados con las relaciones lógicas que se puedan establecer entre
los signos articulados en el mapa. Según el tipo de variable visual utilizada, la
percepción visual tenderá a establecer una:

- percepción asociativa: predomina el establecimiento de las semejanzas


- percepción selectiva: predomina la relación de diferencia
- percepción ordenada: predomina el establecimiento de un orden jerárquico
- percepción cuantitativa: predominan relaciones de proporcionalidad

Las propiedades perceptivas de las variables visuales privilegian algunas relaciones


lógicas entre los signos.

Variable visual Percepción visual


Tamaño Cuantitativa – Ordenada – Selectiva - Disociativa
Valor Ordenada
Espaciado / grano / textura Asociativa – Selectiva - Ordenada
Color Asociativa
Orientación Selectiva - Asociativa
Forma Asociativa

5
El proceso cartográfico para la elaboración de una carta temática

La elaboración de una carta temática es un proceso que articula varias etapas:


1. Elección del tema y formulación del problema
El tema de la carta es el motivo principal y el problema es un modo específico de
formular ese tema. Implican la formulación de un objetivo, que podría resumirse en
la pregunta: “¿qué se quiere comunicar?”. En esta etapa, además, se debe tener
en claro si se pretende hacer una carta inventario (por tanto, exhaustiva, sin
simplicidad visual), una carta de síntesis (en la que la simbolización apunta a lograr
la mayor simplicidad visual posible), una colección de cartas que muestren una
progresión o permitan un análisis comparativo o algún otro tipo específico de
cartografía temática.

2. Definición de la matriz de datos


Es un requisito indispensable contar con los datos estadísticos o elementos de
estudio para proceder a la definición de categorías. Un análisis preliminar de esos
datos permitirá establecer el tipo de relaciones que se puede (o se busca)
establecer entre ellos: orden, jerarquía, disociación, asociación, etc.

3. Elección de un lenguaje de tratamiento


En esta etapa se definen los modos de tratamiento de la información y la selección
de variables visuales. Se tendrá en cuenta que los datos pueden tener
implantación puntual, lineal o zonal y que pueden ser agrupados en clases
(nominales, ordenadas, etc.). Para que la elección de las variables visuales resulte
apropiada (es decir, para que se logre generar los efectos que se quieren
comunicar), es clave establecer una relación coherente entre el objetivo del mapa,
los datos y el tipo de relación que se quiere establecer.

4. Tratamiento de los datos


Se procede a la clasificación de los datos y a la simbolización de las categorías. En
esta etapa se elabora un mapa preliminar, en el que también se introducen otros
elementos: título, referencias, rosa de los vientos, fuente de la información y todo
aquello que sea necesario para una mejor comprensión del mapa y también todo
aquello que contribuya a la rigurosidad del proceso cartográfico.

5. Interpretación del tratamiento


Tras alcanzar un primer producto, se debe revisar si el resultado cartográfico
preliminar se corresponde con la interpretación buscada en el proyecto original.

6. Ajustes y correcciones
Se procede a enmendar todo lo que haya resultado inapropiado, improcedente,
confuso o errado.

7. Verificación de los resultados


Se procede a verificar la correlación entre el objetivo inicial y el resultado final.

6
Dos recordatorios útiles para tener en cuenta

- Ausencia de signos significa ausencia de fenómenos

- El uso del blanco significa siempre ausencia de información.

7
MAPAS TOPOGRÁFICOS Y MAPAS TEMÁTICOS EN EL SIGLO XIX2

Gilles Palsky
Universidad París XII-Val
de Marne – CNRS París

Habitualmente se distingue entre cartas topográficas y cartas temáticas. Es una


distinción que se remonta a los años 1950, cuando la palabra ‘temática’ apareció bajo
la pluma de Nicolas Creutzburg en 19523. No obstante, es posible identificar cartas
temáticas más tempranas, denominadas ‘cartas especiales’ o ‘cartas aplicadas’. ¿En
qué criterios reposa esta distinción? ¿Cuál es su pertinencia? Analizaré estos
interrogantes desde un punto de vista teórico, y luego propondré elementos para
definir la carta temática desde la perspectiva de una reflexión histórica. A continuación
describiré el desarrollo que estas dos categorías han tenido a lo largo del siglo XIX.
Las opondré como dos modelos de inteligibilidad, complementarios pero también
competidores y concurrentes, a partir de unos rasgos fundamentales: la información, el
lenguaje gráfico y los contextos de producción y de utilización.

Cuestiones de definiciones
Según el modo en que se las conciba, las cartas temáticas pueden ser ubicadas en
contextos temporales muy diversos. Según Imhof, la carta temática es tan antigua
como el mapa mismo, y cita el ejemplo del mapa de minas de oro del Alto-Egipto, del
siglo XII a.C. o la tabla de Peutinger4. Numerosos autores, en cambio, no las remontan
más atrás del siglo XVIII o XIX. Entre ellos podemos mencionar a Kupčik, quien
considera que la primera carta temática es el mapa de magnetismo terrestre de Halley
de 17015. A pesar de estas divergencias en la cronología, el término ‘temático’ parece
consagrado por el uso, al igual que la clasificación en dos grupos:

“En el vocabulario cartográfico más reciente generalmente se establece una


distinción entre mapas topográficos y temáticos”6

“Como bien saben los geógrafos, un mapa temático es diseñado para ilustrar
algún aspecto particular o para servir a algún propósito especial. Contrasta con
el mapa general porque el mapa temático permite exhibir una gran variedad de
fenómenos y, por lo tanto, satisfacer un amplio número de usos. En los mapas
temáticos, los datos son usados sólo como un medio de referencia para la
representación del fenómeno y no por motus propio.”7

2
“Cartes topographiques et cartes tematiques au XX siècle”. En Diogo Ramada Curto, Angelo
Cattaneo y André Ferrand Almeida, La cartografía Europea tra Primo Rinascimento e fine
dell’Illuminismo, 2003 Leo S. Olschki Editore, Florencia. Traducción: Carla Lois
3
E. Arnberger, Handbuch der tematischen Kartographie, Viena, Franz Deuticke, 1966, p.5.
4
E. Imhof, Tematische Kartographie, Berlín-Nueva York, de Gruyter, 1972, p. 1.
5
J. Kupčik, Cartes géographiques anciennes, París, Gruñid, 1981, pp. 217-218.
6
W. Witt, Tematische Kartographie. Methoden und Problemen, Tendenzen und Aufgaben,
Hannover, Gebründer Jänecke, 1967, p. 13.
7
N. Thrower, “Edmond Halley sa a temathic geocartographer”, Annals of the Association of
American Cartographers’, LIX, 4, pp. 652-653.

8
“Todos los autores están de acuerdo en considerar dos clases principales: por
untado, los mapas topográficos, sobre los que se dibujan esencialmente los
resultados de las observaciones concernientes a la posición planimétrica y
altimétrica, la forma, las dimensiones y la identificación de fenómenos
concretos, fijos y durables existentes sobre la superficie del suelo. Por el otro,
las cartas temáticas, que representan sobre un fondo […] fenómenos
cualitativos o cuantitativos, concretos o abstractos, circunscriptos y limitados
por la elección de un tema y de un aspecto particular”8.

Sin embargo, el consenso no es sino aparente. En cuanto se pretende precisar el


contenido de las definiciones o de la clasificación, ese consenso aparente se
desvanece:

“En general, existe un amplio acuerdo acerca de que es posible establecer una
distinción entre mapas temáticos y ‘otros’ tipos de mapas. Sin embargo, esta
distinción verbal no es acompañada por una distinción conceptual rigurosa o
clara en la literatura cartográfica”9.

Varios autores consideran que las definiciones son débiles y engañosas, el


vocabulario deficiente y la separación entre ambas, poco racional. ¿De dónde
provienen las dificultades? En primer lugar, algunos mapas parecen ser temáticos y
topográficos a la vez. No sólo no hay una frontera neta entre los dos tipos sino que,
además, existen formas mixtas o intermedias10. Por otra parte, no hay un criterio
simple que permita distinguir ente un ‘objeto topográfico’ y un ‘fenómeno temático’.
La carta temática se caracteriza por dos rasgos esenciales. El primero de ellos es el
espíritu selectivo: la carta temática ilustra un tema, un aspecto, una distribución
particular. En este sentido, se opone a la carta topográfica (que muestra fenómenos
variados dispuestos en forma conjunta). Esta característica no es suficiente: ciertos
mapas ilustran un tema particular pero resultante de la topografía (mapas de red,
hipsométricos, hidrográficos, etc.). Es necesario, entonces, determinar también el corte
entre el objeto topográfico y el ‘no topográfico’. Respecto de este punto, varios autores
oponen el fenómeno topográfico -concreto y visible en la superficie de la tierra- y el
fenómeno temático -más abstracto, remarcando la construcción intelectual. En el caso
de las cartas temáticas, entonces, se trataría de “hacer aparecer en el plano datos que
se inscriben en otra dimensión diferente a la de la superficie de la tierra”11. Elisabeth
Clutton precisa: “el mapa temático presenta un ordenamiento mental del espacio, a
partir de la generalización y el ordenamiento más allá de las limitaciones de los datos
originales para ofrecer una imagen visual de verdades más abstractas”12. Aunque los
dominios del ‘ver’ y del ‘saber’ no son siempre tan fáciles de distinguir, esta noción de
grado de abstracción puede ser retenida como un elemento importante de la
definición.
¿La tipología tiene algún sentido para el historiador de la cartografía? Ciertamente no,
si se pretende utilizarla para categorizar todos los mapas antiguos. Pero ambas

8
R. Cuénin, Cartographie générale, I. Notions générales et principes d’elaboration. París,
Enrolles, 1972, p. 20.
9
B. Petchenik, “From Place to Space. The Psychological Achievement of Themathic Mapping”.
The American Cartographer, VI, 1, 1979, p. 5.
10
Imhof, Tematische Kartographie, cit., p. 13.
11
P. Claval, La pensée géographique. Introduction à son histoire, Paris, SEDES, 1972, p. 103.
12
E. Clutton, “On the Nature of Thematic Maps and their History”, The Map Collector, XXII,
1983, p. 42.

9
categorías –topográfico y temático- corresponden a dos expresiones temporales del
espacio terrestre, a dos momentos de la percepción del mundo. Si bien ellas tienen
orígenes antiguos, es sólo en el siglo XIX cuando los contrastes entre ambas se
vuelven ineludibles y se convierten, claramente, en dos vías divergentes. Las formas
mixtas o de transición son intervenciones históricas, que toman prestados elementos
de la cartografía clásica como estrategias para traducir objetos novedosos.

La búsqueda de la precisión
En los inicios del siglo XIX, el mundo visto desde Europa parecía terminado. Las
grandes navegaciones científicas, junto a los progresos realizados en relación con los
métodos de determinación de la longitud, habían permitido fijar la posición de los
lugares y establecer los contornos del mundo. Las tierras parecían todas ya
inventadas. Freycinet, en el momento de la partida de un viaje de circunnavegación,
escribe en 1816, desencantado: “hoy ya no es posible celebrar el encuentro
inesperado de una gran extensión de tierra que pueda atraer la atención pública. El
globo es conocido en todas sus masas principales; no queda sino volver sobre los
detalles para aclarar la ciencia geográfica más que para aumentarla. Nuestros
predecesores no nos han dejado más que fragmentos de archipiélagos para
explorar”13.
Sin embargo, el mundo todavía quedaba abierto. Lo desconocido subsistía, pero había
cambiado de estatus: estaba cercado por el conocimiento, ya no era más ‘periférico’
sino ‘nuclear’14. Lo desconocido fue abordado con método y confianza. Al promediar
el siglo, los núcleos a explorar ocupaban todavía una extensión muy superior a la del
mundo conocido, pero el desarrollo de todas las ciencias daba la sensación de que las
posibilidades eran ilimitadas, y nadie dudaba de que los espacios desconocidos se
reducirían ineluctablemente hasta, tarde o temprano, desaparecer por completo.
Ese mundo terminado y cerrado fue el objeto de varias empresas cartográficas. La
cartografía estuvo asociada a las expediciones en los interiores de los continentes. La
exploración era asimilada al acto cartográfico y viajar era llenar los blancos del mapa.
El descubrimiento geográfico era visto como un proceso lineal que debía conducir a la
coincidencia completa del mapa y del mundo. En muchos casos, el mapa era el
objetivo primero de una expedición y servía para dar fe del éxito de la misión. Se
siguieron los progresos del inventario a través de las ediciones de una obra-guía del
siglo XIX, el atlas de Stieler (publicado en Gotha y devenido en símbolo del avance
alemán en materia cartográfica). Entre los prestigiosos colaboradores de Stieler
figuraban Carl Vogel y, sobre todo, Augustus Petermann (descrito como un personaje
que no podía descansar tranquilo mientras subsistieran blancos sobre sus mapas). El
atlas fue elaborado (y así se proclama desde el título) “según los conocimientos más
recientes”15. Las primeras hojas aparecieron en 1816 y la primera edición se completó
en 1831. A lo largo del siglo, las reediciones y los suplementos testimoniaron de
manera fascinante las formas sucesivas del mundo y la reducción de lo desconocido.
Las partes conocidas del mundo occidental y de ciertas colonias fueron objeto de
descripciones detalladas. La cartografía de detalle se remonta al siglo XVIII, cuando se
desarrolló la empresa de los Cassini (1756 a 1815). Varios países siguieron el ejemplo
de Francia; entre ellos, Inglaterra, cuya red geodésica ya estaba conectada a la de

13
Citado por J.J.N. Huot en la reedición de C. Malte-Brun, Précis de géographie universelle,
París, Bureau des Publications Illustrées, 1845.
14
J.-L. Rivière, “Remplir la carte”, en Cartes et figures de la Terre, París, L’édition artistique,
1980, p. 135.
15
Hand Atlas ubre alle Theile der Erde, nach dem neuesten Zustande, Gotha, Justus Perthes,
1816-1831.

10
Cassini en 1786. Sin embargo, la cobertura topográfica de Europa fue realizada
esencialmente en el siglo XIX, gracias a diversos progresos técnicos y científicos que
la hicieron posible (tales como bases geodésicas más seguras, el mejoramiento de los
instrumentos y de los métodos de levantamiento, y nuevos procedimientos de
impresión). Por otra parte, la representación detallada reposaba sobre los trabajos
sistemáticos de organismos oficiales. Los primeros institutos de topografía –como el
Ordnance Survey en Inglaterra y el Dépôt de la Guerre en Francia- fueron fundados a
fines del siglo XVIII. En Europa, a lo largo del siglo XIX, las oficinas topográficas se
multiplicaban: Italia, Suiza, Escandinavia, los estados alemanes… Se realizaron
grandes trabajos topográficos, tales como el mapa de Gran Bretaña de 1:63.360, entre
1815 y 1870, o el mapa del Estado Mayor francés de 1:80.000, entre 1818 y 1880.
Hacia fines de siglo, el conjunto de Europa había sido relevado a escalas iguales o
superiores a 1:100.000 y la cartografía de detalle también se había desarrollado en
América del Norte y en algunas colonias, como la India.
Sin embargo, todavía se estaba lejos de disponer de un conocimiento preciso de todas
las partes del mundo. En 1891, con este diagnóstico en mente y en el marco del
congreso internacional de Berna, los geógrafos encararon el proyecto de mapa del
mundo de 1:1.000.000. Aunque la escala definida era chica, la empresa no progresó
sino muy lentamente, después de 1920.
En el siglo XIX, la precisión topográfica está en el centro de numerosos debates –
técnicos y políticos. Las disputas en torno a la elección de una escala pueden ser
simbolizadas con el caso de Inglaterra e Irlanda, donde el Ordnance Survey procuró
intermediar entre 1 pulgada por milla (1:63.360) y las 6 pulgadas por milla (1:10.560).
Aunque se publicó una primera hoja cuya escala era de 1 pulgada por milla en 1801,
no alcanzó el rango de escala oficial sino hasta 1863, luego de 12 años de ‘batalla de
escalas’ en el Parlamento. Esos retrasos prueban que la precisión era tanto un asunto
económico y político como un ideal científico. En otras palabras: la mejor precisión no
siempre es necesariamente una escala más chica. Más bien, la mejor opción resulta
de un compromiso entre diversas exigencias de los servicios del Estado (en función de
los medios humanos y financieros disponibles) e implica plazos razonables de
cumplimiento para la terminación de los trabajos. Así, en el caso del mapa del Estado
Mayor francés, se asiste a una reducción progresiva de las ambiciones: la comisión
real de 1817 mantiene los levantamientos a escala de 1:10.000 y el proyecto de un
mapa en 1:50.000. Sin embargo, desde 1818, encara minutas de 1:20.000 y se
comienzan a grabar hojas cuya escala es de 1:80.000. En 1824, una ordenanza real
resolvió definitivamente el tema: las tareas de levantamiento se harían en 1:40.000
para evitar que la operación se haga eterna y se mantendría la escala de impresión en
1:80.000. La precisión estaba todavía sometida a las “desnivelaciones territoriales”.
Los levantamientos de 1:20.000, abandonados por la cobertura general, se siguieron
realizando en los alrededores de plazas-fuertes o las regiones de frontera.
Para los Estados más vastos, el ‘ciclo cartográfico’ es muy largo. Comprende un
periodo de producción (en Francia se extiende desde el inicio de los trabajos
geodésicos, en 1818, hasta la publicación de la última hoja, la de Corte, en 1880, o
sea, 62 años), un periodo de revisión y de adaptaciones, en particular de reducciones
de la carta de base (para el mapa del Estado Mayor, de 1841 a 1952), y finalmente un
periodo de transición, donde se continua usando un tipo cartográfico antes de
reemplazarlo totalmente por otro (en nuestro ejemplo, el periodo de la puesta a punto
de la nueva carta de 1:50.000 se extendió desde 1901 hasta los años de 1980). La
(larga) extensión de tales ciclos llevaba necesariamente a un defasaje entre los
proyectos iniciales y las necesidades expresadas casi un siglo más tarde. La carta del
Estado Mayor, encarada poco después del periodo napoleónico, era de una escala
similar a la del mapa de Cassini. Ese mapa, desarrollado entre fines del siglo XVIII y
principios del siglo XIX, respondía a las exigencias de una guerra de movimiento (los

11
militares habrían deseado un mapa de escala 1:100.000). Pero ese mismo mapa era
insuficiente en 1914-1918, en el marco de una guerra de posiciones, por lo que el
Servicio Geográfico de la Armada debió producir una enorme cantidad de planos
directores en escala 1:5.000 para conducir las operaciones.

La ‘divergencia de vías’
El mundo finito y terminado ve desplegarse un nuevo pensamiento geográfico que
pretende ir más allá de la empresa de la descripción. La geografía científica que se
funda a partir de los trabajos de Ritter y Humboldt quiere ser una disciplina sintética,
que confronte los fenómenos espaciales para captar las interrelaciones. Se despega
de la concepción teleológica del inventario que reclamaba ser completado. Los
geógrafos del siglo XIX toman el mundo finito como punto de partida de su disciplina.
Dado que la superficie de la tierra es enteramente conocida (o está en vías de serlo),
ahora se vuelve necesario profundizar. “En algunos aspectos, nuestro conocimiento de
los lugares diseminados sobre la superficie del globo terrestre ha llegado al punto en el
que se hace posible e incluso deseable comparar las formas parecidas y confrontar
sus modos de acción”16.
Esta profundización no era sólo una tarea de la geografía. Para ese entonces, el
mundo había sido capturado en una red de informaciones: encuestas de naturalistas,
observaciones meteorológicas, oceanográficas, censos, estudios médicos y sociales.
Esa acumulación de datos contribuyó al desarrollo de las ciencias naturales y sociales,
y, al mismo tiempo, abrió notablemente el campo de las representaciones (asociadas a
la multiplicación de los indicadores del saber).
El siglo XIX fue el siglo del paradigma de la exactitud topográfica, y también fue el
siglo de la ‘divergencia de las vías’ entre los mapas topográficos y las cartas
temáticas17. La carta topográfica no podía responder a todas las curiosidades sin
perjuicio de su eficacia de comunicación. Es así que la comisión de topografía de
1828, encargada de adoptar los signos convencionales de la carta del Estado Mayor,
eliminó signos de mineralogía y geología, porque estimaba que sólo una carta especial
podía expresar correctamente la naturaleza del subsuelo. Dicho en otros términos:
establecer límites estrictos al inventario del mapa general es afirmar la separación
entre lo topográfico y lo temático.
Diversos mapas especiales venían siendo realizados desde el siglo XVII, pero -en el
cuadro de una geografía de posiciones, aplicada a localizar y cualificar los objetos
visibles- su lugar seguía siendo marginal. Existían cartas temáticas pioneras
elaboradas con anterioridad a 1800, en las que figuraban, por ejemplo, los vientos, las
corrientes y el magnetismo. Sin embargo, fue sólo en el siglo XIX cuando se definió lo
esencial del desarrollo de esta cartografía, en consonancia con la tendencia a la
estructuración de nuevos campos de conocimientos. Las ciencias naturales, en
particular, se apoyan en la suma de observaciones recolectadas en las exploraciones
y en las navegaciones científicas. Se despliegan sobre el mapa los datos climáticos,
oceanográficos, fito y zoográficos. En ese contexto, varios estados crearon servicios
oficiales encargados de la cartografía geológica, tales como el Geological Survey
(1835) en Gran Bretaña, uno de los primeros que se fundaron. El primer atlas temático
mundial, el Phisikalischer Altas de Heinrich Berghaus, fue publicado entre 1837 y
1848. Comprendía 93 mapas repartidos en seis secciones que cubrían el campo de la

16
C. Ritter, Introduction `la Géographie Générale Comprarée, Berlín, 1822 (reedición: París,
Les Belles Letras, 1974).
17
F. Joly, La cartographie, París, PUF, 1976, pp. 30-31.

12
geografía física18. Este atlas fue rápidamente reeditado y copiado en Alemania, y le
siguió una edición en Edimburgo en 1845. Varios mapas de Bergahaus fueron también
retomados en los atlas franceses de la segunda mitad del siglo XIX.
La cartografía registra entonces los resultados de las ciencias sociales nacientes; en
primer lugar, los datos cualitativos (mapas etonográficos, lingüísticos); luego, la
dimensión cuantitativa de los hechos sociales. Charles Dupin ilustró en 1826 el tema
de la instrucción en el primer mapa coroplético (o mapa de gradientes de valor). La
‘estadística gráfica’ aborda diversos fenómenos morales (criminalidad, pauperismo…),
demográficos (densidad, mortalidad…), económicos (producción, circulación de bienes
y de personas…). El ingeniero británico Harness (en 1836) y luego el francés Minard
(hacia 1843) popularizaron los mapas de flujos y las figuras geométricas
proporcionales19. En la segunda mitad del siglo, los temas se diversificaron más aún,
respondiendo a la evolución científica pero también a la demanda social: mapas de
redes, mapas urbanos, mapas turísticos, mapas de las actividades industriales…

El ‘modelo temático’
¿Cómo expresar los nuevos objetos del inventario del mundo, las nuevas
curiosidades? Cuando esta pregunta quedó instalada, a partir del siglo XVIII, la
respuesta fue doble. La primera reacción fue el agregado de signos o de textos al
mapa general para incluir información acerca de los días de marcha, las minas, la
botánica, el comercio, las producciones, etc. “La adición temática ocasional”20 fue
adaptada a las observaciones, que a menudo eran puntales e incompletas. Se
ajustaba tanto los hábitos de percepción como una lógica de aglutinación: el mejor
mapa era aquel que más datos tenía. Sin embargo, las premisas de la demarcación
selectiva ya se venían aplicando desde el siglo XVII, cuando se habían dado a conocer
a través de los escritos de varios autores de tratados de geografía: el padre Antoine
Lubin desarrolló en 1678 la noción de ‘carta singular’ para designar a aquellos mapas
que presentan un solo objeto a la vez21. Este tipo de mapa introducía una nueva
racionalidad cartográfica, cuyas ventajas para facilitar la comprensión fueron
remarcadas por el abad de Dangeau en su tratado de 169722. Esas cartas especiales

18
Climatología y meteorología, hidrografía, geología, magnetismo, geografía de las plantas, y
finalmente zoografía , que comprendía antropología.
19
G. Palsky, Des chifres et des cartes. Naissance et développement de la cartographie
quantitative française au XIXe. siècle, París, CTHS, 1996.
20
A.H. Robinson, Early Thematich Mapping in the History of Cartography, Chicago-Londres,
University of Chicago Press, 1982, p. 17.
21
“La pasión que los hombres han tenido siempre por las riquezas haría pasar al geógrafo que
no marque exactamente todas las posiciones de las minas conocidas en sus mapas por
criminal. Me sorprende que esta misma pasión no haya hecho nacer la idea de hacer mapas
singulares en los que todas las minas, tanto de metales como de minerales, sean marcadas
con una palabra o una nota para dar a conocer de qué metal o de qué mineral es la mina. Esos
mapas serían prodigiosamente útiles” (A. Lubin, Mercure géographique, ou le duide des curieux
des cartes géographiques, París, C. Rémym 1678, p. 222). En cuanto a las fraguas, Lubin
estima que “la gran utilidad que tiene para el público obliga a los geógrafos a marcarlas
exactamente en sus mapas, y los mapas que no las marquen merecerán ser revisados” (ivi, p.
231).
22
“Supe por experiencia propia, y por la de otros, que lo que impide que se aprovechen tanto
como sería deseable los mapas y los libros que se han hecho hasta nuestros días para
enseñar Geografía, Historia y todas aquellas materias afines es la multitud de objetos que se
ven al mismo tiempo, y el mal orden en el que son presentados a la imaginación. Para
remediarlo, dispuse mi obra de modo tal que se viera por partes en varios mapas diferentes de
un mismo país todo aquello que se ve junto en uno solo de los mapas ordinarios” (L. de
Dangeau, Nouvelle méthode de géographie historique, París, A. Lambin, 1697, p. 111).
Dangeau presenta también el mapa de los “Grandes rivières qui se jettent dans la mer”,

13
eran, en un principio, excepcionales. El cartógrafo más bien seguía completando de
buen grado el inventario de manera sinóptica. La ganancia de precisión pasaba,
todavía, por el aumento de la escala, por ejemplo en los ‘mapas particulares’. La vía
analítica fue explorada sobre todo desde 1750, en un contexto de creciente
especialización científica y de observaciones más completas que requerían de síntesis
temáticas. El enriquecimiento mismo del inventario llevó al planteamiento selectivo, a
la descomposición en ‘capas de datos’, al estilo de lo que se practica en nuestros días
en los sistemas de información geográfica.

La dimensión instrumental
La carta temática aparece como una herramienta de análisis y de investigación. Según
Robinson, es ‘un ensayo geográfico-gráfico’23. Petchenik distingue las cartas generales
de las cartas temáticas con fundamentos que se apoyan en las teorías de Piaget
relativas a la construcción intelectual del espacio. La significación de la primera
categoría –carta general- residiría en la experiencia humana de ‘encontrarse en un
lugar’ y la significación de la segunda –carta temática- radicaría en el ‘conocimiento de
un lugar’24. Incluso si esta distinción no es enteramente satisfactoria, el vínculo entre
carta temática y saber científico y técnico está probado. La carta temática participa en
los procesos de decisión, pero también en los razonamientos y en los debates de
ideas. La carta temática generalmente es realizada por no-cartógrafos: los ingenieros
(al menos aquellos formados para desarrollar la expresión gráfica), los naturalistas, los
estadistas, los médicos, los cientistas sociales, los administradores, etc.
Para ilustrar este punto podemos desarrollar aquí el ejemplo del mapa médico. Se
trata de un tipo de mapa que puede tomar diversas formas: puede ser un mapa de
puntos o de manchas coloreadas que muestre la extensión de las enfermedades;
puede ser un mapa de itinerarios que indique, a pequeña escala, el desarrollo de una
epidemia. El primero apareció en los países anglosajones: el cirujano norteamericano
Seaman diseñó dos mapas de la fiebre amarilla en Nueva York a partir de 1798. La
intensificación de las crisis de fiebre amarilla y de cólera en países templados
generaba una abundante literatura médica que a menudo recurría a la ilustración
cartográfica. Citemos los mapas de los estadounidenses Pascalis-Ouvière (1820) y
Cartwright (1826), de los británicos Baker (1833) o Perry (1844), de los alemanes
Rothenburg (1836) y Petermann (1852). En Francia, la localización puntual de los
casos, por un procedimiento de clave numérica, apareció en los documentos sobre la
epidemia de fiebre amarilla de Gibraltar reunidos en 1830 por los doctores Chervin,
Louis y Trousseau.
Esta ‘espacialización’ de la patología fue un momento importante en el razonamiento
médico. La confrontación de los caracteres de un lugar y la extensión de una
enfermedad orientaba las hipótesis etiológicas. Chervin, Louis y Trousseau dibujaron
sobre su mapa el emplazamiento de las alcantarillas cubiertas y descubiertas que,

“Rivières qui se jettent dans les 6 grandes”, y varios mapas administativos, civiles y religiosos.
El trabajo es comparable al método de conocimiento cartesiano: Descartes considera primero
las cosas absolutas, es decir, iguales, parecidas e independientes, antes de elevarse a lo
múltiple y a lo compuesto. Propone comparar su método de pensamiento con la vista: “quien
quiere mirar de un solo golpe de vista muchos objetos a la vez, no ve ninguna distinción entre
ellos; de modo parecido, quien tiene la costumbre de dedicarse en un solo acto de
pensamiento a muchas cosas al mismo tiempo tiene el espíritu confuso” (R. Descartes, Régles
pour la direction de l’espirit, París, Gallimard, 1996, pp. 67-68. Les Régles, escritas en 1628,
fueron publicadas póstumamente en 1701, aunque varias copias circulaban en Francia desde
antes de 1650.
23
A.H. Robinson, “The Thematic Maps of Charles-Joseph Minard, Imago Mundi, XXI, 1967, p.
95.
24
Petchenik, op. cit., pp. 10-17.

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pensaban ellos, tenían un papel importante en la difusión de las fiebres. Boulay de la
Meurthe indicó sobre un mapa del cólera de París (1832) tres niveles de altitud, donde
señala que el más es el más insalubre. El ejemplo más célebre de este tipo de
cartografía inductiva fue el mapa del barrio londinense de Broad Street, de John Snow
(1855), quien relacionó la distribución de los casos de cólera con el emplazamiento de
las bombas de agua públicas.
Se trata de un contexto en el que el debate médico se inflama alrededor de la cuestión
de la contagiosidad de la fiebre amarilla y del cólera. Los mapas de manchas o de
puntos permiten las correlaciones entre la enfermedad y ciertos elementos del medio,
por lo que se vuelven muy apreciados entre los anticontagionistas. La doctrina
contagionista postulaba la existencia de un germen venenoso y transmisible. Ante la
falta de elementos probatorios sobre ese veneno comunicable, los efectos observables
de las epidemias ocupan el papel de pruebas: la fiebre amarilla o el cólera se
propagan por la marcha progresiva y regular, fuera de la esfera de acción local de un
hogar particular. La hipótesis contagionista se apoyaba sobre todo en mapas-
itinerarios, que muestran a pequeña escala el recorrido de la enfermedad. Mapas
como estos aparecieron en Francia a partir de 1824, cuando se difundió un informe de
Alexandre Moreau de Jonnès (un médico higienista partidario de la tesis de la
contagiosidad) que mostraba, sobre un fondo topográfico muy simplificado, el trayecto
de la epidemia con un trazo lineal. Sólo los poblados y las ciudades infectadas eran
reportados, combinados con una indicación cronológica. Moreau de Jonnès fue
imitado por varios autores: la difusión así representada, ¿no demostraba la
independencia entre la epidemia y ciertas circunstancias locales?
Asociada a la investigación y al discurso científico, la carta temática releva un
planteamiento nomotético: está destinada a producir leyes científicas, así como formas
y procedimientos de generalización conceptual. En cambio, se podría decir que la
topografía corresponde a un planteo ideográfico, que busca describir fenómenos
únicos y no repetibles.

Lenguajes
La carta temática reposa sobre un nuevo lenguaje gráfico, que se construye poco a
poco en la primera mitad del siglo XIX. Los primeros autores que se ocuparon de la
representación de fenómenos temáticos sugieren emplear palabras o notas. Los
mapas del siglo XVIII expresaban lo ‘no topográfico’ por la escritura. Por ejemplo, en
una ‘Francia comerciante’, primera forma de ‘carta económica’, el autor escribe sobre
las provincias: ‘país fértil en trigo’, ‘este terreno produce abundante vino, frutas y
buenas pasturas’, etc. Esta práctica subsiste a principios del siglo XIX, como
testimonian el atlas zoogeográfico de Louis-Francois Jauffret (1800) o los Sechs
Karten für Europa de Carl Ritter (1806)25. Los autores abogaban también en la
tradición topográfica o figurativa: algunos representan las corrientes marinas como ríos
en el mar. Esta era la solución que proponía en 1652 el padre Jean Francois, y que
retomó Benjamín Franklin para el primer mapa de la Corriente del Golfo, en 1768. En
las primeras cartas temáticas marinas los vientos todavía aparecían expresados por
flechas o bocas soplando y las corrientes por naves orientadas hacia el lugar al que se
dirigen, etc.
La carta temática adopta progresivamente un lenguaje autónomo, que expresa la
dimensión ontológica de los objetos: lo que se sabe, lo que se ha medido y clasificado.
Los signos gráficos, abstractos, corresponden a las categorías del saber, y no del ver.

25
Tafel des Wildwachsenden Baeume und Straeuche in Europa, en C. Ritter, Sechs Karten von
Europa, mit erklaerenden Texte, Schnepfenthal, 1806, hoja 5 (Bibliothèque du Centre de
Géohistoria, París).

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Tomemos el caso de las curvas isógonas trazadas por Edmond Halley en 1701 para el
Atlántico Norte, o de las líneas isotermas imaginadas por Alexandre von Humboldt en
1817. Ese código gráfico renovado incluye símbolos cuantitativos: figuras
proporcionales, gama de valores, líneas de flujo. Comprende también los principales
sistemas de colores, utilizados para la cartografía corocromática: mapas de climas,
mapas de vegetación, mapas geológicos, mapas etnográficos. La gama de color
corresponde a una síntesis intelectual: resume una suma de observaciones puntuales
de la que se infiere una unidad zonal (climática, vegetal, etc.). Las convenciones
restauran simbolismos antiguos (la asociación del rojo con el calor, el amarillo con la
sequedad o el azul con lo húmedo y frío…) pero la lectura ‘natural’ es imposible en
razón de su polisemia.
Los geógrafos se muestran muy críticos hacia la cartografía no-topográfica, en
particular hacia la del tipo estadístico. Involucrados en la descripción de lo particular y
del carácter original y único de cada parte del espacio terrestre, los geógrafos
rechazan un instrumento que permite visualizar semejanzas y hacer generalizaciones,
así como revelar organizaciones espaciales globales26. Esas frases de Auerbach a
propósito de los mapas de densidad resumen bien esta actitud: “A pesar de las
combinaciones y los trucos, la imaginación permanece inquieta ante un mapa de
densidad. ¿Qué revelan, en efecto, esas curvas y esos matices (que el ojo puede
seguir sólo en sus contornos)? Cifras y promedios cuya explicación debe ser buscada
en un comentario. Asimismo, varios geógrafos apropiándose de esa afirmación de
Ratzel que sostiene que ‘los mapas de población son los mapas de los lugares
habitados’, han abordado el problema desde otro ángulo. Para simplificarlo, ellos han
resuelto ‘tirar por la borda’ todo el sistema de coloreado y reemplazarlo con curvas y
trazos y representar todos los lugares habitados sobre su propio emplazamiento”27.
Para los geógrafos clásicos, la carta topográfica es el único mapa verdadero. El nuevo
lenguaje gráfico disuelve los lugares, las formas de los objetos, aunque conserva los
artificiales límites administrativos. La presencia de (un fondo con) elementos
topográficos es considerada apenas un señuelo. Los mapas estadísticos no son sino
“una especie de disfraz geográfico”28.
Esta desconfianza tiene varias explicaciones. Una de ellas deriva del hecho de que
algunas cartas temáticas subvierten la referencia topográfica universal. Más aún, la
representación de ciertos temas conduce directamente a una cartografía no-
euclideana. La subordinación del fondo al tema aparece de manera sorprendente con
la cartografía económica del ingeniero de puentes y caminos Charles Minard. El fondo
topográfico, muy desnudo, se extiende o se retrae en función del fenómeno
considerado. En una serie de mapas de movimiento de mercaderías para los años
1850, 1853, y 1855 a 1862 (8 mapas en total), el oeste armoricano toma forma según
la medida de la extensión de la red, en función de la disponibilidad de los datos
numéricos. Minard no indica nunca la escala, y hace sufrir espectaculares
deformaciones a sus mapas: “dado que el principal objetivo del mapa es hacer
apreciar al ojo los tonelajes a favor de la amplitud de las zonas, he tenido que
sacrificar la exactitud geográfica por el emplazamiento de esas zonas”29, o más

26
Como testimonia el primer mapa coroplético, publicado en 1826 por Charles Dupin, revela el
corte social y económico entre la Francia del norte y la Francia del sur, a un lado y a otro de la
línea Saint-Malo-Ginebra.
27
B. Auerbach, “La répartition de la population sur le sol allemand”, Annales de Géographie, V,
1896, pp. 481-482.
28
J. Brunhes, “Différences entre la conception géographique et la conception statistique de la
géographie économique”, Études Géographiques, I, 4, 1900, p. 68.
29
C. Minard, Carte […] du mouvement des combustibles minéraux sur les voies d’eau et de fer
de l’Empire français pendant l’anée 1856, 16 de marzo de 1858, observaciones en la leyenda
(mapa sin lugar ni editor).

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todavía: “para poder ubicar las zonas sin agrandar demasiado el mapa –lo que
impediría abarcarlo con una sola mirada, algo que constituye una de las ventajas
notables del sistema de los mapas figurativos- he debido alterar las proporciones
geográfica y omitir Irlanda y Escocia”30. Cuando el grosor de un flujo es superior al
espacio geográfico disponible, éste es arbitrariamente expandido: los estrechos se
descartan, los estuarios se ensanchan, los territorios se distienden. Sobre los mapas
de las importaciones europeas de algodón en 1858 y 1862, los Estados Unidos son
reducidos a un flanco marítimo casi rectilíneo, Inglaterra es sobredimensionada y
África es comprimida en latitud tanto que Gibraltar o el Sund se abren para dejar pasar
el flujo de algodón! El exceso mismo de esas deformaciones es el indicador de su
espíritu irreducible a los principios de la cartografía clásica.
El cuestionamiento de la referencia topográfica es particularmente evidente en la
cartografía del tiempo. En el contexto de la revolución de los transportes se toma
conciencia de la relatividad de los espacios y del estrechamiento del mundo. El
hombre puede vencer los obstáculos naturales más grandes y liberarse de las
distancias. La consideración de la distancia-tiempo es el objetivo de la publicación de
varios mapas de isocronos realizados a fines del siglo XIX. El más célebre es el de
Francis Galton, publicado en 1881 en los Proceedings of the Royal Geographical
Society, en el que muestra la duración de los trayectos entre Europa y el resto del
mundo. Hubo otros mapas similares realizados a escalas más grandes, como el de
Émile Martin, construido según las distancias-tiempos entre París y las principales
ciudades francesas (1883).
Este tipo de cartografía se enfrenta con ciertas anomalías de naturaleza topológica:
sobre un diagrama se expresa un largo intervalo de tiempo con un largo segmento; y
uno breve, con un segmento corto. Sobre un mapa, en cambio, las distancias no son
proporcionales a las duraciones. Dicho en otras palabras, en tanto el sistema de
transporte puede permitir alcanzar más rápidamente un lugar lejano que un lugar
cercano, las isocronas no se disponen de manera concéntrica y regular, sino todo lo
contrario, es decir, presentado las irregularidades. A propósito de su mapa, Emile
Martin subraya: “si se tuvieran en cuenta todas las estaciones sin excepción, los
accidentes habrían sido mucho más frecuentes, y en lugar de haber sido excepciones
habrían sido la regla; toda continuidad habría desaparecido, y el mapa […] habría
resultado casi ilegible”31. Las dificultades para expresar una discontinuidad tan variable
radican, probablemente, en el origen de la invención de las primeras anamorfosis
cartográficas, a fines del siglo XIX. Esas anamorfosis corresponden a la aplicación de
la lógica del diagrama al mapa, es decir, la expresión de la distancia-tiempo en
segmentos proporcionales. El mapa se deforma así en función de la duración del
desplazamiento, traduciendo muy directamente la metáfora del mundo que se estrecha
y se reduce. El método introduce un nuevo modo de localización, no-euclideano, que
ya no conserva las posiciones relativas de los lugares32.
Al modelar la mirada, los mapas a gran escala aportan una ayuda decisiva para el
razonamiento geográfico. Gracias a su nivel de precisión y a la visión sinóptica que
hacen posible, juegan un papel privilegiado en el análisis y la comparación de los
paisajes, naturales o humanos,. Para Petermann son la base más sólida para todo tipo
de conocimientos. Friedrich Ratzel, y tras él muchos geógrafos franceses, afirmó que

30
C. Minard, Carte […] du mouvement des voyageurs sure les principaux chemins de fer de
l’Europe en 1862, 16 de octubre de 1865, observaciones en la leyenda (mapa sin lugar ni
editor).
31
E. Martin, “À combien de Paris en chemin de fer? Etude de géographie cinématique”, Revue
de Géographie, 1883, p. 274.
32
“Accélération des traverées maritimes entre les côtes de France et divers pays” en Ministére
des Travaux Publics, Album de statistique graphique de 1888, París, Imprimerie Nationale,
1889, hoja 19 (extracto) (colección particular).

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los fenómenos humanos extraen/sacan su sentido principal de su emplazamiento, es
decir, de su carácter material y visible. En este sentido, el estudio geográfico demanda
no perder nunca el contacto con la realidad concreta. Los mapas topográficos
mantienen ese lazo, y por tanto son irremplazables (Brunhes sugiere utilizarlos en la
enseñanza de la geografía económica; Vidal de la Blache los yuxtapone en varias
hojas de su Atlas general del 1984).
Pero por otra parte, la cartografía temática viene a enriquecer la reflexión sobre las
interrelaciones. Confrontando los fenómenos humanos, las poblaciones o las
producciones agrícolas con las condiciones naturales, la geografía extrae cierta ‘leyes’
a partir de las cartas temáticas. El concepto mismo de región, noción clave en la
geografía vidaliana, se inspira en las divisiones geológicas y agronómicas del territorio
francés. Las críticas de los geógrafos siguen, sin embargo, vivas, frente a una
cartografía juzgada como simplificadora y demasiado abstracta. No obstante ello, esta
reticencia es poco compartida: la cartografía temática se difunde ampliamente fuera de
los círculos de especialistas. A fines del siglo XIX, los mapas temáticos aparecen en la
prensa, en los manuales y los atlas escolares, en los diccionarios geográficos. Se
utilizan cartas especiales tanto en encuestas y debates parlamentarios como en la
representación estadística del alcoholismo o la natalidad elaborada por diversos
organismos públicos. Diversos mapas temáticos son presentados en las exposiciones
universales. Los medios gráficos devienen un leguaje usual para varias disciplinas
científicas, así como un objeto de reflexión teórica. La lectura de la carta topográfica
forma parte, sin duda, de una cultura geográfica común, pero el mapa temático es,
además, un proceso innovador que se está difundiendo rápidamente. Este nuevo tipo
de mapa construye nuevas reflexiones perceptivas y permite expandir los límites de la
modernidad cartográfica.

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