RUNA WAYRA Boliviano
RUNA WAYRA Boliviano
RUNA WAYRA Boliviano
Bajo el influjo de una noche contemplativa, sentados alrededor del Padre Fuego y dentro del
microcosmos de la wasy o malóca, don Freddy Chikangana calentaba la palabra venida de la tierra
y de los abuelos sabedores quechuas, Y hablaba de esta forma:
--En el principio del tiempo, Yana era la noche, la oscuridad del tiempo y ella cubría el universo, no
existía nada sobre la tierra, el Dios Wayra (el Viento) no cesaba de bullir y sostener la tierra con
fuerte soplido que surgía de su boca, el Dios Inti (el Sol) conciliaba el sueño al caer el día.
Wayra inquieto por Yana (la noche) y por la quietud del tiempo, decidió soplar fuertemente sobre
los cabellos del Inti haciendo que se levantara y fijara su cuerpo sobre la tierra con lo que Ella se
iluminó y comenzó a calentarse, con este calor surgieron desde el fondo de la Tierra los Tapukus
que son hembra y macho, seres hechos de vapor; que echaron a andar sin lugar fijo a donde llegar.
Así se alimentaban del vapor de agua que emergía de lo subterráneo.
Un día un Tapuku hembra no quiso vagar más y se sentó a pensar en su propio ser, quería
encontrar otros seres con quien compartir y mientras pensaba y pensaba, el pensamiento se fue
calentando con el aliento del Inti y fue así como se encontró rodeado por el K`uishi (Arco Iris)
quien lo invito a recorrer los colores de su propio cuerpo, así fue como ayudado por Wayra el
Tapuku hembra subió a los colores del K`uishi, ahí se dio cuenta que algunos Tapukus hembras y
machos estaban cercados por muchos K’uishis y que el Dios Inti vigilaba sin descanso. Del amor
entre Tapukus y K`uishis y del aliento del Dios Inti surgieron los primeros hombres que se
alimentaban de vapor y a quienes gustaba la noche. Inti los denominó Yanakonas por que quiere
decir “gente que se sirve mutuamente en el tiempo de la oscuridad”. Otros Tapukus se negaron a
ser hombres y el Dios Inti los convirtió en pájaros, de ahí vino el kinde, el tukan, el gorrión de
monte.
El Dios Inti enseñó entonces al hombre Yanakona a trabajar la tierra, de uno de sus dientes le
entrego el maíz, de sus lagrimas le entrego la Quinua, K`uishi compartió con los Yanakonas el
cuidado de los Waikos y Yakus (que son los ríos y lagunas) y Wayra entrego la semilla de flauta y
de su cuerpo enseño los sonidos. A la mujer Yanakona el Dios Inti le enseño a tejer con los hilos del
K`uishi y a sembrar la tierra. De esta manera y por todos los tiempos sabemos que los Yanakonas
somos hombres de la oscuridad, del agua y del Arco Iris Solar”.
Así como el inquieto Wayra, nosotros, tres espíritus conscientes de nuestros roles como
estudiantes de educación pública, nacidos y nutridos en la cultura de los de abajo y propensos
hacia la literatura, hemos decido calentar con el fuego de la palabra nuestros pensamientos y
nuestros pasos. Queremos tejer caminos que nos lleven a recorrer la memoria de este pueblo a
través del diálogo de saberes entre lo epistémico, las diferentes voces que hacen parte de los
sectores sociales y la praxis como fundamentos de un saber interdisciplinario. Rechazando la
comercialización de la educación, el llamado mercado profesional, la masificación en las aulas y la
privatización de la misma. Nos oponemos directamente a la absurda draga de la guerra que nos
roba un 14.2% de PIB y expele migajas de un 0.4% para la educación pública colombiana.
El problema educacional no es sino una de las faces del problema social y por ello no puede ser
solucionado aisladamente. Vemos la necesidad social y política de la lucha universitaria como
proceso de cambio de las superestructuras de la nación, no alejada del contexto y articulada con
los movimientos sociales, en este caso la minga social y comunitaria que se alzó desde el 2004 y
toca puntos neurálgicos dentro del contexto nacional. Las organizaciones sociales y étnicas,
específicamente los pueblos indígenas, se levantan de sus territorios y ven en la palabra- no solo
sintaxis y discursos demagógicos-sino la acción que emana del tiempo y de la tierra, que se nutre
del lenguaje simbólico y la memoria oral, forma un discurso que crea dignidad y consciencia
individual de pueblo, y es engranada en el motor de la cultura y la lucha organizada. Así mismo, el
papel de la universidad y de su estudiante debe apuntar a resolver el ¿para qué? y ¿para quién? se
educa y promover la investigación desde diferentes perspectivas epistemológicas que generen un
saber inter-epistémico capaz de atender a las comunidades que entretejen la realidad Sur
Colombiana . Plantearnos una educación que forme profesionales críticos, que asuman desde su
rol un papel emancipador que promueva el fortalecimiento cultural de la región y construya un
diálogo de saberes que ayude a la creación de una educación holística y no una excluyente y
selectiva.
De esta forma, viajamos por los cauces del río del Guacacallo hoy mal llamado Magdalena como
RUNA WAYRA- hijos del espíritu del viento- llegando a la comunidad indígena Yanacona del
territorio ancestral Ullumbe hoy nombrado San Agustín, nombres dados por los colonizadores,
donde tendimos nuestra colcha de retazos, de sueños y utopías al calor del taita Nina y la mama
Quilla. Construimos lazos con la comunidad que nos permitió sentirnos parte de ellos para conocer
su cosmovisión del mundo. Comprendimos que la educación no es simplemente la que se imparte
en un recinto sino que ellos educan para la vida, en cada hecho cotidiano, en las mingas, en la
tulpa, en la Wasi, en la chagra, con un conocimiento dinámico sembrado en el contexto, la historia
y el territorio. Así pues, vimos cómo la educación, el territorio y la oralidad, tres bases
fundamentales de los pueblos indígenas se articulan armónicamente en el uso y en el caminar de
la palabra en construcción social, reflexionada al calor de las actividades habituales, espirituales, y
escritas en el territorio, convirtiéndose en una voz colectiva de identidad y descolonización, que
como aborigenes construyen una educación soberana asociada a la tierra, al rito y a la cultura
oral.
wiracocha
pronto Wiracocha, el dios de los dioses, sintió pena por esa soledad y
creó dos soles: Inti y Pajsi. Cuenta la historia que ambos eran bellos y
fuertes. La única diferencia era que Pajsi brillaba más que su hermano.
Esto puso celoso a Inti, quien descuidó a su hermano y lanzando un puñado
de ceniza sobre la cara, la oscureció para siempre. Desde entonces la luz
de Pajsi es tenue y sólo sale de noche.
Wiracocha no dio importancia a
lo ocurrido. Se concentró en crear al hombre, lo esculpió en piedra
granito de Comanche. Cada noche hacía centenares, en todas las
actividades
que te puedas imaginar. Cuando creyó que eran los suficientes los dejó en
la Tierra y con un soplo les dio vida.
Sin atreverse a beber ni sobrevolar sus aguas, las contempló y voló hacia la cumbre del
Waitapallana. Se posó exhausto en la cima helada por el viento; con su último aliento suplicó
ternura y piedad al padre Waitapallana, salvación para la sequía. Murió el colibrí.
Waitapallana se sintió acongojado por la tierra estéril y devastada, sentía el aroma de la flor de
qantu que solía engalanar su atuendo y su fiesta. Tanto fue su dolor, que dos lágrimas de dura
roca resbalaron hasta la superficie de Wacracocha y las aguas se abrieron haciendo retumbar al
mundo.
El estruendo y las lágrimas de Waitapallana llegaron al fondo del lago despertando al Amarú que
dormita enroscado a lo largo de la cordillera con la cabeza justo en el lecho del lago. Se
desperezaba, la tierra se movía con violencia; la laguna, agitada, dejó ver entre la espuma la
cabeza del Amarú: serpiente alada con cabeza de llama y cola de pez, de ojos cristalinos y hocico
rojizo.
El Amarú se elevó en el aire eclipsando el sol de ojos flameantes que estallan en ira. Diez mil
guerreros con corazas y espuelas se lanzan a combatirlo. La lucha es feroz... Del hocico del Amarú
surge la niebla que va a parar a los cerros, del movimiento de sus alas se cae la lluvia en torrentes,
de su cola de pez se desprende el granizo y de los reflejos dorados de las bellas escamas nace el
arcoíris. Así renace la vida cuando ya parecía extinguida, reverdece la tierra y se llenan de agua
clara los puquiales.
Los indios Quechuas creían que todo estaba escrito en las escamas del Amarú, las vidas, las cosas,
las historias, las realidades y los sueños.