Divorcio y Nuevo Matrimonio
Divorcio y Nuevo Matrimonio
Divorcio y Nuevo Matrimonio
"Los fariseos le preguntaron para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su mujer"
Los fariseos aparecieron nuevamente en la escena con las mismas intenciones de
siempre: buscar cómo atrapar al Señor en sus palabras con el fin de crearle problemas.
La cuestión que le plantearon en esta ocasión tocaba uno de los puntos más discutidos
en las escuelas rabínicas de aquellos días. Así que, cualquiera que fuera su postura, se
encontraría inmediatamente con la oposición de un buen sector del judaísmo.
Pero no sólo era cuestión de elegir entre dos escuelas rivales en el tema del divorcio (la
de Hillel o la de Shammai), sino que también estaba todavía en el aire el caso de
Herodes. Todos recordamos que Juan el Bautista había denunciado enérgicamente al rey
Herodes por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, del que se había
divorciado para casarse con Herodes. Juan el Bautista le recriminó por ello diciendo:
"No te es lícito tener la mujer de tu hermano" (Mr. 6:16-18). Y como sabemos, esto le
costó la vida ¿Hablaría Jesús con la misma osadía con que lo había hecho Juan? Los
fariseos sabían que sería así, y esperaban que esto condujera al fin de su vida sin que
ellos tuvieran que "mancharse las manos".
Todo esto hablaba muy mal acerca de los fariseos. Por un lado estaba su odio y
hostilidad hacia Jesús, pero por otro, la ridiculez con la que trataban un tema tan
importante como el del matrimonio y el divorcio, manifestaba un corazón duro e
insensible.
Para ellos el matrimonio no era un vínculo definitivo. Su propia pregunta revelaba que
pensaban en él como algo temporal. Y por otro lado, no podían ocultar tampoco su
machismo: "¿es lícito al marido repudiar a su mujer?". Para ellos la mujer no tenía
derechos legales, todos estaban a disposición del marido.
¿Qué es el matrimonio?
Aunque en todas las sociedades el matrimonio es una institución reconocida y
reglamentada, no fue el hombre quien la diseñó, sino que fue Dios mismo quien lo hizo
en el comienzo de la creación, antes incluso de que el pecado entrara en el mundo.
Puesto que fue Dios quien instituyó el matrimonio, nadie puede decirnos mejor que él
cuáles son sus características y su propósito.
El libro de Génesis nos da algunos detalles sobre esto:
a) Debía ser el cauce para la preservación de la raza:
"Fructificad y multiplicaos" (Gn. 1:28).
b) Serviría a los cónyuges de compañía, ayuda y apoyo mutuos:
"No es bueno que el hombre esté solo;
le haré ayuda idónea para él" (Gn. 2:18).
c) Implicaba un compromiso de amor y entrega:
"Serán una sola carne" (Gn. 2:24).
Podemos decir que el propósito de Dios en cuanto al matrimonio es que un hombre y
una mujer hallen dentro de él una hermosa relación en todos los campos: espiritual,
afectivo, sexual, social, etc.
La importancia del matrimonio como fundamento de la sociedad está fuera de toda
duda. La historia confirma de manera notable que cuanto más se acercan las leyes de un
país a lo que la Biblia enseña sobre el matrimonio, todas las estructuras sociales
funcionan mejor y la moralidad es más elevada.
El divorcio en la actualidad
La tendencia en nuestros días es una clara disminución del número de personas que se
casan, y un aumento constante de divorcios. Esto sin mencionar que cada vez hay más
países en los que se reconocen las uniones homosexuales como "matrimonio". No cabe
duda de que toda esta situación tiene que entristecer profundamente el corazón de Dios.
Cuidado pastoral
Somos conscientes de que lo que hemos expuesto en este estudio puede resultar
devastador para algunos, añadiendo más sufrimiento al dolor producido por algo que tal
vez no hubieran querido que ocurriera. ¿Qué actitudes positivas se deben tomar frente a
este tema?
Primeramente recordar el dicho: "más vale prevenir que curar". Las iglesias y sus
pastores deben dar una enseñanza bíblica profunda sobre la importancia del matrimonio,
en especial a aquellos que están pensando en casarse. Se debe explicar con claridad “el
carácter indisoluble del matrimonio”, y enseñar que el divorcio es una triste desviación
pecaminosa del ideal divino. Se debe comprender que el divorcio no es la solución a los
problemas, como demuestra el hecho de que un porcentaje muy elevado de divorciados
y vueltos a casar, se divorcian nuevamente. Se debe enseñar que el matrimonio sólo
puede funcionar correctamente sobre la base del esfuerzo y sacrificio de cada uno de los
cónyuges, y que en aquellas ocasiones en las que no se alcanza el ideal divino, la
solución está en el perdón y la reconciliación que sólo son posibles por la gracia de
Dios.
Pero también en vista del elevado número de personas divorciadas que vienen a las
iglesias evangélicas, se hace necesario tener un ministerio pastoral específico para
divorciados que ha de estar orientado principalmente hacia la reconciliación (1º Co
7:11). Como cristianos no debemos olvidar que el contexto amplio de toda la Biblia, y
del Sermón del Monte en particular, proclama un evangelio de reconciliación. ¿No
adquiere gran significado que el Amante Divino estuviera deseando reconquistar aun a
su esposa adúltera, que, bajo la figura del matrimonio, representa a Israel?
Dios mostró el camino del perdón y la reconciliación de una manera patente en el caso
del profeta Oseas, cuando le mandó casarse con una ramera y después rescatarla, luego
que ella se vendiera a sí misma a otro hombre (Os 1-3). Es la misma forma en que Dios
perdonó a Israel. "Dicen: si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a
otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues,
has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí!, dice Jehová" (Jer 3:1).
Y es también el espíritu y la disposición que Dios quiere que haya en nuestros
corazones, aun cuando la ofensa pueda ser tan grave como la infidelidad conyugal. De
ahí que el corazón de Dios añada esa cláusula: "O reconcíliese con su marido". Lo que
quiere decir que, aun en el peor de los casos, cabe el recurso del perdón y la
reconciliación.
Ciertos casos son tan complejos que escapan a toda solución definitiva. Cualquiera que
haya examinado un cierto número de situaciones sabe cuán delicados y difíciles son
algunas situaciones. ¿Qué hacer cuando el divorcio se ha consumado y no hay
posibilidades de reconciliación, sobre todo si uno de los cónyuges se ha casado de
nuevo y ha tenido otros hijos? ¿Debe una persona que se ha divorciado, y vuelto a casar,
ser aceptada en plena comunión en la iglesia cristiana? No nos atrevemos a dar una
respuesta definitiva a todos los casos que se puedan presentar, pero será necesario tomar
decisiones sin apartarnos en lo revelado en la Palabra de Dios.
Y por supuesto, nunca debemos olvidar que la iglesia debe ser “una comunidad de
perdón”, donde cada uno de nosotros podamos ser restaurados de nuestros fracasos y
encontremos el ánimo para seguir sirviendo al Señor.
Conclusiones
Tal vez nuestra tarea como iglesia sea recuperar la fuerza del matrimonio bíblico como
una institución divina indisoluble, en lugar de estar enfatizando las causas de divorcio.
Sólo de esta forma se podría invertir también las consecuencias de lo que vivimos. Esta
es la prioridad de la enseñanza de Jesús.
Sin embargo, al terminar este estudio, no podemos ocultar que tenemos la triste
impresión de que la iglesia cristiana ha sustituido las palabras de Cristo por las normas
de un mundo caído. Por ejemplo, incluso aquellos que entienden que cuando una
persona divorciada que se vuelve a casar está cometiendo adulterio, sólo le piden que
reconozca que el día que se casó cometió un pecado y se arrepienta de ello, aunque no
se le pide ningún otro tipo de cambio. No podemos dejar de asombrarnos ante esta
postura en la que el arrepentimiento se reduce a unas simples palabras pero no a un
abandono del pecado. Tendremos que revisar seriamente si este concepto del
arrepentimiento se corresponde con lo que la Palabra de Dios nos enseña:
"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento" (Mt 3:8).
En el ámbito del cristianismo moderno se hace necesario que surjan hombres de Dios
fieles que no tengan miedo de predicar lo que nuestro Señor Jesucristo enseñó, aunque
esto deje asombrados a los demás cristianos y al mundo entero.
¿Qué diría de nosotros aquel gran profeta que fue Juan el Bautista? El perdió su vida por
denunciar el divorcio y nuevo matrimonio de un hombre pagano, Herodes. Su
reprensión todavía resuena en las páginas de la Biblia:
"No te es lícito tener la mujer de tu hermano" (Mr 6:18).
Seguramente muchos le criticarían por ser demasiado estricto, y le recomendarían que
tuviera una mente más abierta, que no fuera tan radical... Sin embargo, él recibió la
aprobación de su Señor (Lc 7:28), ahora queda por verse si nosotros también la
recibiremos.
SERVICIO LIMITADO
Hay también una cuarta advertencia dada en algunas de las epístolas de Pablo. El
estado matrimonial de una persona puede limitar su servicio para el Señor.
Escribiendo a Timoteo, Pablo afirmó:
"Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el
obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso,
hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de
ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa,
que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar
su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?) (1ª Timoteo 3:1-5).
"Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses
ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de
una sola mujer, y que tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de
rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de
Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de
ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo,
dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que
también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen" (Tito
1:5-9)
"Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus
casas. Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y
mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús" (1ª Timoteo 3:12-13).
Esto no significa que Dios no usará a aquellos que han sido involucrados en el divorcio
y se han vuelto a casar, pero esto limita su esfera de liderazgo y su ejemplo para los
demás.
Si los mensajes de este libro se aplican a tu vida, permíteme solicitarte que leas con
un espíritu de oración los Salmos 51 y 32. El primero te enseñará cómo David aceptó
el perdón de Dios y el segundo expresa su gozo por la maravillosa misericordia.