Petite Box06

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 17

6.

Bestealismo o Zoofilia

Notas del capitulo:


Hay muchas cosas que podría decir de este capítulo, primero que nada
si está bien que lo publique o no, eh encontrado uno que otro, pero de
cualquier forma, lo medité muuucho, este especialmente al resto, por la
crítica que puede generar

Voy a tomar un poco de actitud y decir: No me importa que pueda


pensar una mente malinterpretada de esto, fue algo que hice por
interés, como alguien que busca cosas inusuales. Las personas que me
conocen saben que me gusta trabajar con cosas inusuales, más que
nada con un humor muy negro y al contrario de eso, todas estas
historias son rosa, muy romántica (no sé si eso es peor) y podría seguir,
pero con eso es suficiente

Contenido explicito, obvio, como el resto

No podría decir cuando empezó, sólo sé que lo que parecía ser un amor
meramente altruista y afectivo, fue degradándose en algo que me
avergüenza frente a las miradas de otros, sin embargo, no me importaba
que pasara tras puertas cerradas, fuera de las cuatro paredes no podía
pretender más que todo era normal, yo era normal.

El día de hoy, había regresado un poco tarde del trabajo a mi apartamento


del tercer piso, primero porque me tomó más tiempo del normal archivar
unos papeles y segundo, cuando salí el trafico estaba en su hora pico de
la tarde, esperaba llegar y descansar, no toparme con ella, mi hermana,
sentada en el sillón, mortificándome por así decirlo.

En cuanto me vio entrar levantó el paquete de cervezas de lata que trajo


con ella, eso significaba que tenía pensado quedarse para un rato,
después de cambiarme de ropa y tomar de la cocina unas botanas con
que acompañar la cerveza, me senté en un sofá individual para conversar,
mi vista se paseó por el sillón, el suelo detrás del sofá y superficialmente
al resto de la casa.

–No la traje conmigo– Se adelantó a que yo terminara.

–Qué bueno– Odiaba a esa perra chihuahua que siempre cargaba incluso
en su bolso, era una maldita rata de pelo café que me mordía y ruñía mis
muebles, no la soportaba, recordando momentos de odio remembré uno
dulce, cuando casi la doy en adopción a otra persona para así deshacerme
de ella –Deshazte de esa rata, por culpa de ella no tienes novio, te los
espanta todos– No pudo decir nada porque yo tenía la razón, celebré el
punto a mi favor abriendo una de las cervezas.

–Me cuida, es lo que hace– Vaya tontería –Y hablando de eso, vengo


porque mamá me está presionando para te ayude a conseguir una novia,
ya la ves, quiere ser abuela pronto–

–Hazme el favor– Me reí y me acompañó con su risa sarcástica –Espera–


Dejé mi cerveza –¿Dónde está Toby?– Estúpido nombre. Ella se lo puso
antes de legarme la responsabilidad que no quería a mí.

–Lo encerré en tu habitación cuando llegué, no paraba de querer sentarse


sobre mí–

–Te eh dicho que no hagas eso– Me puse de inmediato de pie –Se pone a
llorar cuando lo dejas encerrado solo en una habitación– La iba regañando
mientras me dirigía a mi cuarto, desde afuera podía escuchar los lamentos
que provenían del interior, que se calmaron cuando me escuchó pararme
frente a la puerta.

Tuve el recibimiento que esperaba desde un principio cuando saltó a mis


brazos, tratando de lamerme el rostro, aunque sólo alcanzaba mi barbilla
cuando se ponía sobre dos patas, era un Gran Danés de tres años casi tan
grande como yo y pesado, de un hermoso pelaje corto color negro, un
espécimen encantador.

Casi me tumba como siempre, pero para eso iba al gimnasio, para evitar
cosas como esa y ser capaz de cargarlo con más facilidad, eso y que no
me arrastrara cuando lo llevaba de paseo. Por fin pude hacer que se
sosegara un poco, mimándolo y acariciando su cabeza, pobrecillo,
¿cuánto tiempo había estado ahí aprisionado?, mi hermana era cruel.

–¿Acaso fue mala contigo?– Me arrodillé para hacerle cariños sosteniendo


su rostro a la vez que le limpiaba las lágrimas, que triste, se me partía el
corazón –Ya no llores– Se veía bastante mejor, no me resistí a darle un
beso cariñoso.

–¡Qué asco!– Cuando creí que nadie me veía ella estaba parada a mis
espalas –¿Cómo puedes darle besos al perro?– Se alejó haciendo sonidos
que expresaban su desagrado y yo sonreí disgustado.

–Porque puedo, porque quiero y porque es mi perro– Le respondí


regresando a su lado junto con Toby, éste último no le guardaba rencor,
pero no esperaba que estuviera tan feliz como para sentarse sobre ella
otra vez, se sentó en el otro lado del sillón descansando el cuello sobre
el descansabrazos.
–Pero es tan sucio, ni creas que voy a dejar que te despidas de mí hasta
que te laves la boca– Le exhalé desde distancia el aire mugriento de mi
boca para que viera que no lo iba a hacer.

–Exagerada– Así era –La boca de un perro es más limpia que la de una
persona, incluso le cepillo los dientes– No iba a convencerla y no lo hice.

–Como sea, sobre lo de mamá, papá también está comenzando a apoyarla


y no sé por qué demonios me meten a mí en medio– Hablamos por lo que
fue aproximadamente una hora, mucho después de que se terminara toda
la cerveza que no era mucha y se tuviera que ir.

Me quedé solo con el perro cuando ella se fue y cerró la puerta con su
llave, nota, debía quitársela cuando tuviera oportunidad, podía sonar mal
lo primero, no obstante era afortunado, tenía suerte de que no hubiera
decidido quedarse a pasar la noche como de vez en cuando se le ocurría
y para colmo era yo quien tenía que quedarse en el sillón y ella en mi
cama.

–Vamos a cenar– Me puse de pie y Toby de inmediato supo a que me


refería, salió como un rayo a esperarme junto a la mesa.

No pude evitar soltar una suave risa al verlo, tan tonto, esperando ansioso
por algo tan simple, me hacía sentir feliz, desde mucho antes me producía
una dicha el pensamiento de tenerlo y que me cuidara como yo lo cuidaba.
Era un perro suertudo, no cualquiera comía de la comida que cocinaba su
dueño como si fuera a servirle a otra persona, aunque claro, sabía que
darle y que no darle, aun así comía en el suelo, era incómodo para el
comer en la mesa, aunque era suficientemente alto para robarse alguno
que otro bocadillo de encima, como sucedía en cenas y reuniones con
amigos a los que invitaba.

Terminó y me esperó a que yo también acabara, ahora podía cepillarle los


dientes y luego pasar un tiempo juntos en el sillón viendo televisión, era
agradable, aprecié el momento tranquilo, aunque no lo fuera tanto siendo
aplastado por su peso, era un perro grande con complejo de perro
pequeño, entendía porque mi hermana no lo quería encima, para alguien
de su tamaño debía ser asfixiante, pero yo no tenía por qué negarme, lo
abracé y lo apapaché dejándolo recargarse en mí, no faltó momento en
que no quisiera estirar el cuello y lamerme el rostro.

Tanto comportamiento acaramelado me llevó a pensar en eso, oh estaba


tan mal, tan pero tan mal, ya no podía considerarme alguien decente, el
beso que vio mi hermana darle, no se comparaba con el que quería tener
en ese momento, aproveché mientras me estaba dando besos a su manera
para yo darle besos de a mi manera, difícil por cierto, su lengua era
grande, muy húmeda y caliente, sentí una punzada en mi estómago
cuando use la mía, antes ni siquiera podía soportar la tensión que me
producían las ideas, el morbo, el nerviosismo, la moral desquebrajada,
pero ahora no podía quedarme satisfecho con dejarlo lamer mis labios.

Como me traía recuerdos, el primer beso, que tonto llamarlo así, tan
tímido e inseguro, sólo de mi parte, en donde no sabía qué clase de
persona si es que me podía llamar persona, me convertiría y no me
arrepentía, lo besé como lo haría con cualquier mujer con la que quisiera
intimar, sintiendo como en mi estómago crecía la emoción. Que podía
tratarse de un abuso a los animales, por favor, los perros no son
estúpidos, saben bien cómo se siente uno con ellos y saben cómo
reaccionar, ni siquiera fui yo quien comenzó todo, fue Toby, que en su
adolescencia y la testosterona de un macho joven, el muy infeliz se
frotaba en mi pierna cuando se hallaba necesitado, ¿por qué demonios en
mí?, ni siquiera en los muebles o en mi hermana cuando venía de visita,
en mí.

No dudaba de que alguna que otra persona infortunada le hubiera tocado


algo así, es increíblemente vergonzoso, pero después de tres o cinco
veces, la pena y extrañeza se convirtió en resignación y el resto era
historia, qué importaba cómo había terminado así, lo que importaba era
que hacía en el presente y que haría en un futuro.

Mi cara terminó babosa y mi pecho agitado, excitarme por un perro, ¿qué


tan mal se veía eso?, ¿qué tanto podían juzgarme? Miré el reloj en una
pared.

–Hey, ¿tienes sueño?– Sostuve su rostro mirándolo de frente, ja, como si


me fuera a responder, de cualquier manera sonreí, era un amor silencioso.

Lo empujé suavemente y entendió muy bien que quería ponerme de pie,


me siguió hasta el cuarto y se metió en la cama antes que yo, todavía
tenía que ponerme la ropa para dormir, una vez hecho eso, tomé mi lugar
en una orilla y lo rodeé con un brazo abrazándolo como una almohada,
era tan caliente y suave, mis noches eran mucho mejores desde que le
permití dormir a mi lado, especialmente en invierno.

Lo pensé por unos minutos antes de cerrar los ojos y descansar, no era
un pensamiento repentino, sino uno que me asediaba por lo menos hacia
un mes, uno en que cada vez que pensaba mis tripas se retorcían e
incomodaban, que me hacía enrojecer y acalorarme, decepcionarme y
mortificarme, quizás era hora de intentar algo más, tal vez sí,
probablemente no, pero durante esa noche no, mañana era mi día libre,
era mejor decisión para intentarlo entonces, me quedé dormido,
acobijado por una presencia reconfortante.

Al despertar me pareció que Toby ya llevaba unos minutos esperando por


mí.

–Buenos días– Besé su cabeza, tan rápido me moví, salió corriendo de la


cama a su baño, quién se atrevía a decir que un perro no era una buena
compañía, para no molestarme esperó hasta que despertara.

Hice las rutinas del día y para las doce de la tarde, estaba libre, ¿qué hacer
con el tiempo?, quizás sacarlo de paseo, eso hice y se alegró por mi gentil
acto, prácticamente me arrastró por las calles, en un parque le solté para
que fuera a divertirse sin mí, como un niño sin vigilancia, mala idea,
cuando comenzó a molestar a unos adolescentes en medio de su picnic
por un trozo de pastel, ¿de quién era la culpa?

Fue divertido, pero ese día también se tenía que ir, de regresó a casa me
quedé pensando en mi dilema, había dicho que hoy, pero no podía,
simplemente no podía hacerlo, pasaron los días y seguí sin poder hacerlo,
seguía teniendo un sentimiento de culpa.

Mi hermana vino a visitarme, lucía deprimida y lo comprobé cuando habló


conmigo, llegó de improviso y la dejé pasar, muy tarde para darme cuenta
de la rata que comenzó a ladrar, quería amarrarla en una bolsa y tirarla al
río, hasta el ruido que producía era tan molesto.
No iba a dejar que habláramos, así que la dejó en el suelo para que se
alejara un poco, mi hermana me habló de cómo había terminado con su
ultimo novio, se desahogó conmigo como tantas otras veces lo había
hecho, más que ser culpa del perro, ella estaba salada, llena de mala
suerte. Estaba levantándole el ánimo cuando la rata vino llorando con su
dueña y seguida de ella iba Toby, froté mis ojos avergonzado al velo.

–Te eh dicho que no la traigas aquí cuando está en celo– Regañé a mi


hermana.

–¿Cómo demonios voy a saber cuándo está en celo?– Entró a la defensiva.

–Pregúntale al veterinario– Como si yo fuera a saber, no cuidaba perras.

–Quizás...– Miró al Gran Danés con recelo, preocupada más por su


bienestar que el de la rata –...Debería irme por ahora– Sabía cómo se
ponía de malhumorado el perro y claro, me lo dejaba todo a mí para que
me hiciera cargo.

Se fue y después de cerrar la puerta me giré para enfrentar el problema,


suspiré, que más remedio, me agaché, me calmé lo más posible y tomé
varias inhalaciones de aire, en vez de dejarlo que acabara con todos mis
pantalones hallé una solución más practica.

–Hey, lo siento– La puerta se abrió de repente y mi corazón se paralizó,


fue doloroso el espanto que recibí y me atravesó de cabeza a pies –Ya sé
que no debo de traerla...– Se calló abruptamente –¡Por qué estás
masturbando al perro!– Se quedó impactada mirando exactamente lo que
sus palabras describieron, tenía la mano en donde no debía.

No me asusté, sino que me enojé.

–¡Por qué no tocas antes de entrar!– Me puse de pie.

–¡Por que estabas masturbando al perro!– Me gritó y yo le grité más fuerte.

–¡Porque eso no se quita por arte de magia y es una mierda tener que
estar quitando semen de los sillones, de mi pantalón y otros mueble!, ¡por
eso!– Seguí escupiéndoselo en la cara –Y grita más fuerte, ¡se me hace
que no te oyeron en china!– ¡Gracias, gracias!

Apenas recapacitó que lo gritó para todos los vecinos, quiso disculparse,
pero yo ya le había quitado mis llaves y echado de mi apartamento.

Estaba tan enojado, el sobresalto recorría mi cuerpo y toda fibra de mi


ser, miré mi mano húmeda de lo poco que Toby la había manchado y...
No podía creer que lo fuera a hacer, estaba loco, demente, enfermo,
muy... excitado.

Lo llamé y me acompañó hasta la habitación, no pudo ser muy paciente


mientras acariciaba su cabeza contra mis piernas sin dejarme quitar la
ropa.
Tuve tiempo suficiente para pensarlo, ya nadie molestaría, las paredes
eran muy gruesas como para que alguien escuchara y cerré las cortinas
de la habitación junto con la puerta, para compensar la ausencia de
iluminación, encendí una de las lámparas de la mesita de noche, los
calambres de nerviosismo en mi estómago, me mataban cada vez que
volteaba a ver al perro que me ladraba.

¡Maldición, maldición, maldición, maldición...! Despeiné mi cabello y


mientras más me angustiaba más excitado me ponía ante la idea
morbosa, la excitación que se siente cuando uno comete algo que sabe
no debe hacer, la emoción de romper las reglas.

Busqué entre mis cajones una crema que había comprado desde hacia
mucho tiempo precisamente para este cometido y me subí en la cama,
quedando de rodillas con las piernas abiertas, también era la primera vez
que hacía algo como el sexo anal, como si fuera a dejar que otro hombre
me penetrara, no tenía atracción hacia ellos, no, era muy poco atractivo
el pensamiento, pero saber que lo hacía con la intención de dejar a Toby
estar dentro de mí, me emocionaba como nada podía hacerlo, mi erección
era una prueba, no debería dejarlo esperando, ni tampoco a mí.

Embarré mis dedos con el viscoso liquido del frasco y los acerqué a mi
ano, nada inusual, los sentía resbalándose en mi interior, pero me
interesaba más hacer el agujero grande, Toby no era algo para tomármelo
de broma, pase unos minutos haciendo eso hasta que dejé de sentir que
me molestara con unos tres dedos dentro, era caliente, se sentiría como
si lo hiciera con una perra de verdad, no tenía que preocuparse.
–Toby– Lo llamé golpeando la cama y el saltó arriba a mi señal, creí que
lo más difícil sería convencerlo, ni siquiera tenía una idea bien formada
de cómo lo iba a hacer, pero de eso se encargó mi hermana.

Antes había tratado de montarme, era un perro desvergonzado y esa vez


que iba a dejarlo hacerlo, solo necesité ponerle mi trasero enfrente para
que lo intentara, tuvo sus patas delanteras en mi espalda y me pareció
pesado, para el final no tuve idea de cómo lo aguanté.

Yo no era un perro, necesitaba un poco de ayuda, abriéndome bien de


piernas y tomando su polla con la mano corregí sus febriles intentos por
montarme.

–Aquí– Esperaba que lo recordara, sentí la punta presionando contra la


apertura y después una terrible punzada que me dejó sin aire, era Toby
entrando en mí y apenas era el comienzo.

Lo estábamos haciendo, joder, sentí el gran pene del perro deslizándose


en mí, antes que el placer estaba la euforia, casi tan buena como la oleada
de electricidad en mis piernas y vientre, si mi hermana me viera en ese
momento seguramente tendría un infarto, pero al demonio el resto del
mundo, había algo ahí entre sus potentes penetraciones que me estaba
excitando más y más, me conducía a una fuerte satisfacción, la rica
sensación que presionaba en la parte baja de mi estómago.

Por Dios, estaba teniendo sexo con un perro y se sentía tan bien, bien se
quedaba corto, era increíble, no sé qué tan fuerte gritaba, pero no tenía
tiempo de pensar en los sonidos que salían de mi boca.
Era grande y si le añadía que no se contenía en lo absoluto cuando
embestía contra mi trasero, sin miedo de lastimarme o dañarme, en ese
aspecto Toby era egoísta, sin ser consciente del placer o dolor, lo hacía
insuperable. Alcé la cadera porque estaba impactando directamente con
el lugar donde mejor se sentía y use una mano procurando no perder el
equilibrio para masturbarme, no fui tan exitoso con eso, caí de bruces y
en su lugar me aferré a una almohada, dejándolo seguir golpeándolo de
esa forma tan deliciosa.

Algo era diferente y me di cuenta desde el primer minuto, que yo no tenía


el control sobre nada, mis manos eran adornos y mis deseos, susurros no
escuchados, completamente diferente pues quien dominaba y mandaba
era Toby haciendo lo que quería, también me gustó, por una vez dejé de
preocuparme por todo y le permití a mi mente vagar despreocupada.

Tuve el primer orgasmo sintiendo como lentamente sus vehementes


penetraciones fueron haciéndose más cortas y como su pene se hacía
cada vez más y más grande, aumentando el placer, ¿no pensaba en...?,
Oh, sí pensaba en abotonarse.

Pareció mi primera vez, no pude controlarme ni hacer nada, el éxtasis me


conquistó con tanta facilidad que asustaba, llenando la almohada y la
cama de los resultados de mi clímax, pero no terminaba ahí, era tan
grande que se quedó atorado y a mí comenzó a dolerme su tamaño, pero
estaba nuevamente duro pensando en que acaba de hacer y como se
había pegado a mí, me envolvía un placer suave relacionado al morbo y
el sedante luego del placer, pero entonces comenzó a eyacular dentro de
mí.
–¡Ah!..., ya no...– Como si me fuera a escuchar.

Sentí bañándolo mi interior de su semilla caliente, lentamente pero de


forma agradable, no resistí, estaba tratando de ser preñado y me corrí
una segunda vez tan fuerte como la primera, dos orgasmos seguidos, ¿era
un sueño?, estaba agotado, no aguante por más tiempo el peso de Toby
que se dejó caer en mi espalda mientras terminaba de llenarme y
esperaba que el botón se quitara, más bien no le veía ganas de querer
moverse hasta mañana.

Estaba sudando como puerco y no me extrañaba había sido tan caliente


y exigente follar, que lo tenía contemplado como una actividad ocasional,
nah, no me engañaba ni a mí mismo, lo más probable era que lo hiciera
cada vez que tuviera la oportunidad, ya me lo imaginaba y mi vientre
afirmaba esa emoción, se había sentido tan bien, no podría olvidar esa
sensación ni aunque quisiera y si Toby no se hubiera quedado dormido
sobre mí, me hubiera encantado intentarlo otra vez.

Opté por imitarlo y cerré mis ojos, embozando la tonta risa que quería
invadirme, pero no pude hacer lo mismo con la sonrisa alegre que tiró de
las comisuras de mis labios, ¿era lo qué quería?, probablemente, pero por
el momento no había nada mejor, me burlé del miedo que tuve en un
principio, no estaba nada mal, lamí mis labios resecos, quizás si tuviera
otro perro, no, Toby era suficiente, sólo lo necesitaba a él.

Desperté a la mañana siguiente a causa de que mi amante también


despertó, para hacer lo que no hizo durante la noche, ahora era cuando
necesitaba un par de pastillas para el dolor y un buen descanso, no tener
que arrastrarme por la cama para alcanzar el teléfono y decir que me
ausentaría por ese día, podían rebajarme el sueldo de ese día no
importaba, salté el desayuno para irme a bañar primero y bañarlo a él
también, compartir una ducha, mejor que ser él que se quedara afuera,
pero igualmente se remojara.

–No debiste haberte quedado ahí toda la noche– Le dije cuando comencé
con los labores de higiene, no me tomó ni un segundo excitarme al pensar
en lo que sucedió por la noche, seguía bastante dilatado, unos dos o tres
dedos podían caber fácilmente, no lo dudé, pensé que había tenido
suficiente anoche, pero tal parecía estaba equivocado y como si no fuera
todo, sus ojos cafés estaban mirándome, estaba tan mal, a escalas
insospechadas y aun así mi cuerpo se movió por sí solo, me masturbé en
el baño con el peor tipo de pensamientos en la cabeza, qué pensaría mi
hermana de mí, por un lado sentía culpa, sería una vergüenza para todos
los que me conocieran, mientras que por otro lado, estaba bien, siempre
y cuando no me descubrieran.

Para esa tarde, mi hermana volvió a visitarme trayendo un poco de paz


con ella al sobornarme con la cena que llevaba en bolsas, de todos modos
tuve que cocinarle algo a Toby para que comiera.

–Sobre lo de ayer...– Se había tomado su tiempo en tocar el tema –Lo


siento, fui muy irrespetuosa contigo–

–No te preocupes– Ya no estaba enojado –Admito que también fue mi


culpa– Por no haberle quitado la llave antes.

–En verdad lo lamento, ya hablé con uno de tus vecinos– No debería haber
hecho eso y yo debería de mudarme pronto –Es que... cuando entre y te
vi... De por sí ya pensaba que eras rarito–
–¿Eh?– Exclamé.

–Por ejemplo– Miró debajo de la mesa –¿Por qué no le das croquetas al


perro?, te mantienes haciéndole comida como si fuera humano– La
respuesta era increíblemente sencilla.

–Porque me da la gana–

–No seas grosero–

–No seas metiche–

–Yo te lo digo por tu bien– No le creía a su mentira.

–Pero tú debes entender que si le doy de comer buena comida, lo dejo


dormir en la cama conmigo o subirse a los muebles, es porque no me
importa, no tiene nada malo– Hasta ese punto no tenía nada de malo.

–Pásame la sal– Resopló inconforme y malhumorada, no era que se


hubiera rendido, únicamente esperaría otra oportunidad –Volví a hablar
con mamá–

–No quiero novia– Rectifiqué, no quería perjudicar la vida de alguien más.


–Solamente te estoy avisando– También debería arreglar eso, pero un
problema a la vez –Te tengo una buena noticia– Cantó alegre golpeando
las palmas de sus manos –Ya conseguí un novio–

–¿Me los vas a presentar?– Por favor no.

–Sí– Maldición –¿Mañana por la noche estás libre?, bueno, no es como si


te la pasaras muy ocupado– Sonreí sin alegría, más irritado que nada.

–Quien sabe– Bromeé –Puede que tenga planeado ir a pasear al perro– Los
podíamos jugar a lo mismo.

–No estés de fastidioso, yo sé que no vas a hacer eso–

–Bien– Me resigné, así la mantuve contenta durante la cena y por el tiempo


que pasamos juntos hasta que se fue y a mí me dejó limpiando y
recogiendo lo que ella no levantó, sería bueno que tirara tan siquiera la
servilleta de los platos. No era tan tarde, ¿qué debería hacer?

En cuanto terminé de lavar los platos y secar mis manos, miré a Toby que
seguía en la cocina esperándome, sonreí, quizás ya sabía que iba a hacer
por el resto de la noche.

FIN
Notas finales:

Me acuerdo que hasta intenté hacer un juego a ver quién se fijaba, en


esta historia el vecino es el mismo que el protagonista en los tacones,
que escucha a su vecino teniendo sexo y que casualidad que fue la
misma noche en que escuchó al protagonista y a su hermana
discutiendo y pensó que eran una pareja, para ser visitado después por
una mujer pidiéndole disculpas por el alboroto, osea la hermana

Y no recuerdo si borré esa parte en la historia del incesto, donde el


padre habla de un amigo que le regalaba tacones a su madre y luego
está el novio de la hermana que iba a formar parte de una historia que
después descarte porque no me gusto y ahí se acabó mi juego T-T

También podría gustarte