Juan Camilo Lópe Llanos T07
Juan Camilo Lópe Llanos T07
Juan Camilo Lópe Llanos T07
1-2024
Taller 07
2. Señ ale 3 aspectos que le haya gustado del escrito. Escríbalos en 3 oraciones.
Desarrollo:
1
Por: Gabriel García Márquez / 3 de mayo de 1970, discurso en Caracas, Magazín Dominical. Discurso
pronunciado por Gabriel García Márquez en una de sus visitas a Venezuela y más tarde divulgado en el
periódico, en el que el futuro Premio Nobel expuso las razones que lo llevaron a convertirse en un escritor de
oficio. En 1947 Gabriel García Márquez publicó su primer cuento en El Espectador
2
Primero que todo, perdó nenme que hable sentado, pero la verdad es que si me
levanto corro el riesgo de caerme de miedo. De veras. Yo siempre creí que los cinco
minutos má s terribles de mi vida me tocaría pasarlos en un avió n y delante de 20 a
30 personas, no delante de 200 amigos como ahora.
A mí nunca se me había ocurrido que pudiera ser escritor, pero, en mis tiempos de
estudiante, Eduardo Zalamea Borda, director del suplemento literario de El
Espectador de Bogotá , publicó una nota donde decía que las nuevas generaciones
de escritores no ofrecían nada, que no se veía por ninguna parte un nuevo cuentista
ni un nuevo novelista. Y concluía afirmando que a él se le reprochaba porque en su
perió dico no publicaba sino firmas muy conocidas de escritores viejos, y nada de
jó venes en cambio, cuando la verdad —dijo— es que no hay jó venes que escriban.
Esta vez sí que me enfermé y me dije: ¡En qué lío me he metido!” ¿Y ahora qué hago
para no hacer quedar mal a Eduardo Zalamea Borda?” Seguir escribiendo, era la
respuesta. Siempre tenía frente a mí el problema de los temas: estaba obligado a
buscarme el cuento para poderlo escribir. Y esto me permite decirles una cosa que
compruebo ahora, después de haber publicado cinco libros: el oficio de escritor es
tal vez el ú nico que se hace má s difícil a medida que má s se practica. La facilidad
con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse con el
trabajo que me cuesta ahora escribir una pá gina.
3
En cuanto a mi método de trabajo, es bastante coherente con esto que les estoy
diciendo. Nunca sé cuá nto voy a poder escribir ni qué voy a escribir. Espero que se
me ocurra algo y, cuando se me ocurre una idea que juzgo buena para escribirla, me
pongo a darle vueltas en la cabeza y dejo que se vaya madurando. Cuando la tenga
terminada (y a veces pasan muchos añ os, como en el caso de Cien añ os de soledad
que pasé diez y nueve añ os pensá ndola), cuando la tengo terminada repito,
entonces me siento a escribirla y ahí empieza la parte má s difícil y la que má s me
aburre. Porque lo má s delicioso de la historia es concebirla, irla redondeando,
dá ndole vueltas y revueltas, de manera que a la hora de sentarse a escribirla ya no
le interesa a uno mucho, o al menos a mí no me interesa mucho.
Les voy a contar, por ejemplo, la idea que me está dando vueltas en la cabeza hace
ya varios añ os y sospecho que la tengo ya bastante redonda. Se las cuento ahora,
porque seguramente cuando la escriba, no sé cuá ndo, ustedes la van a encontrar
completamente distinta y podrá n observar en qué forma evolucionó . Imagínense
un pueblo muy pequeñ o donde hay una señ ora vieja que tiene dos hijos, uno de 17
y una hija menor de 14. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte
una expresió n muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde:
No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder
en este pueblo”.
Ellos se ríen de ella, dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan.
El hijo se va a jugar billar, y en el momento en que va a tirar una carambola
sencillísima, el adversario le dice: “Te apuesto un peso a que no la haces”. Todos se
ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Pago un peso y le pregunta: ¿Pero qué
pasó , si era una carambola tan sencilla? Dice: “Es cierto, pero me ha quedado la
preocupació n de una cosa que me dijo mi mamá esta mañ ana sobre algo grave que
va a suceder en este pueblo”. Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso
regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta, o, en fin, cualquier
parienta. Feliz con su peso dice: “Le gané este peso a Dá maso en la forma má s
sencilla, porque es un tonto”. “¿Y por qué es un tonto?”. Dice: “Hombre, porque no
pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupació n de que su
mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este
pueblo”.
Entonces la vieja responde: “Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras”. Se
lleva cuatro libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media
hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.
Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo.
Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como
siempre. Alguien dice: “Se han dado cuenta del calor que está haciendo?”. “Pero si
en este pueblo siempre ha hecho calor”. Tanto calor que es un pueblo donde todos
los mú sicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la
sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. “Sin embargo —dice uno—
nunca a esta hora ha hecho tanto calor”, “sí, pero no tanto calor como ahora”. Al
pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un parajito y se corre la voz:
“hay un pajarito en la plaza”. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.
“Pero, señ ores, siempre ha habido pajaritos que bajan”. “Sí, pero nunca a esta hora”.
Llega un momento de tal tensió n para los habitantes del pueblo que todos está n
desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. “Yo sí soy muy macho —grita
uno— yo me voy”. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una
carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el
momento en que dicen: “Si este se atreve a irse, pues nosotros también nos vamos”,
y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales,
todo. Y uno de los ú ltimos que abandona el pueblo dice: “Que no venga la desgracia
a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa” y entonces incendia la casa y otros
incendian otras casas. Huyen en un tremendo y verdadero pá nico, como en éxodo
de guerra, y en medio de ellos va la señ ora que tuvo el presagio clamando: “Yo lo
dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca”.