La Neurodiversidad
La Neurodiversidad
La Neurodiversidad
Tlalnepantla
Grupo: 422
Tema: La Neurodiversidad
La sociedad necesita un espacio neurodiverso y una mentalidad tolerante para ser capaces
de apreciar lo enriquecedoras que pueden llegar a ser dichas diferencias en lo querespecta a
las funciones mentales. Puede contribuir a la perspectiva de trastorno mental, cambiando
la visión actual de segmentos limitados e impedidos, permitiendo su desarrollo hasta
alcanzar su máximo potencial y ser capaces de vivir de forma plena y digna. Este fenómeno
nos plantea la cuestión de qué rasgos patológicos pueden equilibrarse con los rasgos
saludables y si las diferencias entre un individuo normotípicoy un individuo neurodiverso
pueden considerarse diferencias en vez de discapacidades (Glannon, 2007).
Por supuesto, el trastorno mental ocasiona limitaciones y dolor, tanto para la persona que
lo padece como en su entorno más inmediato. El método para mitigar el sufrimiento
consiste en resaltar las capacidades de las personas afectadas tratando de invertir la imagen
culturalmente inferiorizada. Esta filosofía es coherente con el movimiento académico
liderado por Martin Seligman llamado Psicología Positiva (Armstrong, 2012).
2.2. PRINCIPIOS DE LA NEURODIVERSIDAD
una opción eficaz para los TEA al trabajar con objetos y no con habilidades sociales. Así
como, generar una red estable de profesionales que se percaten de sus capacidades.
Este fenómeno sugiere que lo "normal" debe interpretarse de manera más amplia al evaluar
las propiedades neurológicas y psicológicas de una persona. La heterogeneidad
neurológica que acompaña a las personas con TEA, junto con una sólida comprensión de
la funcionalidad, valora las capacidades excepcionales y aprecia las limitaciones a la hora
de buscar la igualdad en términos de diversidad neurológica. No hay duda de que tanto los
TEA de mayor y de menor funcionamiento pueden ser funcionales en el sentido que
anteriormente se defiende, y esto debería tener un impacto en cómo los neurotípicos
perciben a los TEA (Fenton & Krahn, 2009).
3. TEA
3.1. DESCRIPCIÓN CLÍNICA ACTUAL
La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) publicó en 2103 una nueva versión del
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el DSM-V, donde se
recogen los tres niveles de gravedad de las personas con TEA.
El Trastorno del Espectro Autista se define, según López, Rivas y Taboada en 2009:
La Organización Mundial de la Salud en 2017 estableció que 1 de cada 160 niños padece
un Trastorno del Espectro Autista. La prevalencia actual se desconoce, aunque estudios
epidemiológicos parecen indicar cierto aumento.
Etimológicamente procede del griego “autos” que significa “uno mismo” y el sufijo “-
ismo” que significa “tendencia a” (Armstrong, 2012). En 1943, Leo Kanner publicó el
artículo “Autistic Disturbances of Affective Contact” convirtiéndose en el pionero del
estudio contemporáneo del Trastorno del Espectro Autista. La causa del trastorno se situó
en los progenitores rígidamente estructurados, siendo dicha frialdad en su comportamiento
la causa de las secuelas permanentes a nivel social de los TEA. Más adelante, se refutó en
los años setenta, considerándose un trastorno biológico, aunque actualmente se desconozca
la causa biológica definitiva explicativa del trastorno. Se ha considerado que la etiología
podría ser la genética, las infecciones víricas, las dificultades en el parto o las alteraciones
durante el embarazo (Barlow & Durand, 2003).
Los TEA conforman un continuo de trastornos con profundas diferencias, sin embargo,
existe un síntoma patognomónico: el fracaso para desarrollar relaciones sociales normales
(Baron-Cohen, Leslie & Frith, 1985). Aproximadamente el 75% de los TEA padece retraso
mental de leve a moderado (CI 35 – 50). La correlación entre padecer el Trastorno del
Espectro Autista y que exista retraso mental es significativa, pero no determinante, si bien
supone el diagnóstico tradicional. Existe un patrón dentro del continuo que, compartiendo
los criterios de los TEA, se diferencia en la particularidad a nivel cognitivo que presentan
y en una adecuada capacidad de adaptación. Dicho patrón es llamado Autismo de Alto
Funcionamiento (AAF). El AAF coexiste con el Síndrome de Asperger (SA) en la
discusión a nivel de diagnóstico diferencial, considerándose el SA como la alteración que
presenta una mayor capacidad funcional. Ambas son consideradas paradas en el continuo
del Trastorno del Espectro Autista (Pérez & Martínez, 2014).
Los TEA dotados de alta capacidad intelectual poseen una aptitud por la que destacan en
diversas tareas cognitivas. No obstante, el impacto que provoca en su vida no es
significativo porque, aunque posea dicha capacidad, sigue siendo una persona con
necesidades de apoyo. El beneficio que aporta su percepción atípica no crea el mismo
impacto positivo en su calidad de vida; las dificultades emocionales, conductuales, sociales
y relacionales siguen presentes (Foley-Nicpon & Assouline, 2010). Un ejemplo de ello es
el Síndrome de Savant. Hace referencia a la combinación de baja capacidad intelectual con
una o más habilidades extraordinarias. La prevalencia del Síndrome de Savant es mayor
en los TEA, siendo una de cada diez personas afectadas, pero no es una alteración exclusiva
de dicho trastorno (Tárraga & Fernández, 2007). Fernández y Tárraga en 2007 hipotetizan
sobre la alta correlación entre el Síndrome de Savant y el TEA. Las proezas de las personas
que lo padecen suelen relacionarse con habilidades cuya localización coincide con el
hemisferio derecho, entre las que cabe destacar competencias musicales, aptitudes
matemáticas o altas capacidades en arte. La afectación cerebral concuerda con el
hemisferio izquierdo, lo que puede significar que la limitación en un área puede provocar
la exaltación de la capacidad del otro hemisferio (Muñoz- Yunta, Ortiz-Alonso, Amo,
Fernández-Lucas, Maestú & Palau-Baduell, 2003).
5. Darle la ayuda profesional que necesita para desarrollarse de una forma adecuada.
6. Trabajar desde un enfoque multidisciplinar.
12. Controlar el control que se ejerce sobre el infante en los momentos de intervención
para evitar estallidos de frustración (síndrome de descontrol episódico).
4. CONCLUSIÓN:
Los niños con TEA son conscientes de los demás, son capaces de identificar las relaciones,
pero por algún motivo no son capaces de disfrutar de las relaciones significativas o
simplemente carecen de la capacidad para desarrollarlas a un nivel estadísticamente
normal. La idea de que los TEA parecen encontrar placer en el retraimiento social choca
con la idea comúnmente aceptada del alcance de la felicidad por medio de la relación con
los demás. Este hecho no significa que sean personas ajenas a la felicidad por no compartir
el concepto normotípico.
No se debe menospreciar la capacidad de las personas con TEA sólo por el hecho de que
no se comuniquen por medio del lenguaje típico. Se habla de déficit en el momento en el
que la comunicación de los TEA y de la sociedad normotípica no coinciden. Sería
favorable hacer el esfuerzo de comprender la forma en la que perciben el mundo. La visión
de la sociedad no es la única visión válida. Para fomentar una sociedad basada en el respeto
a este segmento social es fundamental la comprensión de las numerosas visiones
igualmente válidas de una misma realidad. Antes de tratar de introducir en la mente de
estas personas cómo funciona el mundo y cómo deberían observarlo, lo más adecuado sería
pararnos a pensar e intentar ver cómo es el mundo para estas personas.
Todos los estudios coinciden en la idea de la necesidad de una atención temprana y una
intervención individualizada debido a la heterogeneidad del TEA. Por medio de un
entrenamiento adecuado en tareas que impliquen Teoría de la Mente durante los primeros
años de vida, la interacción social puede mejorar, fomentando un aprendizaje basado en el
andamiaje de conocimientos y no en el entrenamiento en reglas sociales. La ausencia de la
Teoría de la Mente es un claro limitante de cara a la socialización y a la interacción con
otras personas, pero una intervención individualizada, pronta y adaptada permitirá la
adquisición de capacidades mentalistas. La complejidad de los conceptos relacionados
estará ceñida a las capacidades que posea el niño y sin un adecuado nivel intelectual no se
podrán trabajar de forma amplia las tareas relacionadas con la ToM.
Su alteración puede funcionar como una habilidad extraordinaria y ésta misma puede
convertirles en personas igualmente dependientes, es un arma de doble filo. Todo lleva a
pensar que la realidad es limitante pero no determinante. Por supuesto, la mejoría no llegará
a un nivel estadísticamente normal de cognición social, pero ampliar las competencias de
estas personas, permitirá cierto nivel de inclusión social desde la Neurodiversidad. Como
ya he comentado anteriormente, la inclusión social no es una tarea única y exclusiva de las
personas neurodiversas. El cambio no está en la educación de las personas que no
consiguen adaptarse. El cambio también se encuentra en los entornos óptimos que facilitan
la adaptación y en las personas que fomentan las capacidades de las personas con TEA y
no ven en ellos una discapacidad, sino una igualdad. Nos encontramos en un momento en
el que no sólo se trata de intervenir con las personas neurodiversas, también se intenta
curar a la sociedad, modificando la visión estigmatizante que poseen de los individuos
TEA.
5. REFERENCIAS:
• Baron-Cohen, S., Leslie, A. M. & Frith, U. (1985). Does the autistic child have a
“theory of mind?” Cognition, 21, 37–46.
• Calderón, L., Congote, C., Richard, S., Sierra, S. & Vélez, C. (2012). Aportes desde
la teoría de la mente y de la función ejecutiva a la comprensión de los trastornos del
espectro autista. Revista CES Psicología, 5(1), 77-90.
• Fenton, A. & Krahn, T. (2009). Autism, neurodiversity and equality beyond the
'normal'. Journal of Ethics in Mental Health, 2(2), 1-5.