Capítulo Moisés Nava
Capítulo Moisés Nava
Capítulo Moisés Nava
Era una tarde de mucho movimiento. La Placita -el centro del pueblo- y las pequeñas calles
aledañas estaban llenas de personas. Hombres de sombrero, jóvenes de gorra y mujeres
apuestas parecían buscar diversión y relacionarse entre sí. Por cierto, yo llegué ahí por la
persuasión de mi primo al decirme: “vamos a ver que hay pa’ allá abajo”, después de haber
concluido ciertas actividades cotidianas que comúnmente hacen los jóvenes durante el día
como ir al campo,1 cuidar de la milpa y darle de comer a los animales de corral. 2 Como
todos los fines de semana, un afluente de personas invadía las angostas calles. 3 Esta era mi
primera tarde de trabajo de campo después de llegar a Corral de Piedra 4 -el lugar de mis
orígenes-,5 y mi interés se situaba en la manera en cómo se presentan y comportan los
hombres en este pueblo. Justamente mi primo Fernando* y su amigo Andrés, con quienes
andábamos mi sobrino y yo en carro, llevaban una vestimenta y actitud interesantes.
Ambos son jóvenes, solteros, están entre los 18 a 35 años.6 Se habían preparado
cuidadosamente para salir. Dejando atrás el campo y su ropa de trabajo, ahora se lucían por
el pueblo portando camisas con el botón desabrochado a la altura del pecho, de tal modo,
que resaltara la cadena de oro que llevaban puesta. Portaban pantalones ajustados, zapatos
bajos, y una gorra “estilo buchón”. 7 Mi sobrino y yo simplemente vestíamos con un
1
En referencia también a los campos de maíz o sembradíos de amapola.
2
O de ganadería como vacas/toros, chivos, burros, caballos y mulas.
3
Las angostas calles en Corral de Piedra aún conservan su trazo y diseño original de antaño. En años atrás, los
pobladores las pensaron para que el tránsito de mulas cargadas con hojas de maíz pudiera cursar sin problema
en ambos sentidos.
4
Estas experiencias de investigación sucedieron en trabajo de campo, en diciembre de 2019. Corral de Piedra
es un poblado del municipio de Leonardo Bravo, en la región Centro del estado de Guerrero. Se encuentra a
una altitud de 1594 m. Latitud: 17°39'42.86"N, Longitud: 99°56'43.59"O. Fuente: Google Earth 2015.
* Se han cambiado algunos nombres de los actores e informantes en esta investigación. Esto como parte de un
pocisionamiento metodológico necesario para la seguridad de los habitantes. El lugar en donde he realizado
este trabajo ha estado asechado por la violencia y el narcotráfico.
5
Es por ello que tengo noción del contexto histórico-social del pueblo de Corral de Piedra. Siendo hijo de
padres nativos de este lugar, durante mi formación como individuo he recibido valores bajo normas que
siguen un modelo propio de los pobladores de Corral de Piedra. A esto justifico que durante el desarrollo de
esta investigación, incluyo explicaciones y experiencias desde mis propias vivencias y perspectiva, y también
de las de mis padres. Estas, se matizan con las interesantes experiencias y percepciones de los habitantes que
residen en Corral de Piedra.
6
Se conceptuliza al joven en Corral de Piedra, si a pesar de la edad, aun no se ha casado. He notado que
cuando sobrepasan la edad de 30 años, se refieren a ellos como “muchachos viejos”. En otros casos, por
ejemplo, se denomina señores a hombres de 20 años que están casados y ya han procreado.
7
La palabra “buchón” ha tenido una mención constante en el estado mexicano de Sinaloa, utilizandose para
referirse a los campesinos que están involucrados en el negocio del tráfico de drogas. Esta expresión proviene
de la sierra sinaloense; del hecho de que los “sierreños” bajaban a la ciudad y se diferenciaban de los citadinos
por su aspecto ranchero y por su singular cuello o buche hinchado, pues el consumo de agua serrana con bajos
1
pantalón de mezclilla y playera básicos, tenis y una chamarra y suéter de reserva. Con la
música en alto, mientras Fernando conducía, Andrés derrochaba una serie de movimientos
y palabras diferentes a los que comúnmente hacía, con lo cual expresaba su empatía y
acuerdo en la letra de la canción, que decía:
2
Con un trago de champagne con gusto recuerda todo su pasado.
Luego con una sonrisa, mira alrededor… lo que logró el muchacho…10
Las muchachas nos miraban y enseguida se inhibían por un momento, luego dejaban de
sostener esa actitud y se reían abiertamente. A Fernando eso le causaba realce y parecía que
alimentaba su ego masculino.
El objetivo de este texto, haciendo un recorrido etnográfico, es conocer las formas en cómo
se construye la masculinidad en Corral de Piedra y cómo esta es puesta en escena en
diversos ámbitos cotidianos. En una dimensión social, la masculinidad, es un modelo que
en el pueblo se construye constantemente, teniendo en cuenta lo que se considera adecuado
para los pobladores. Igual sucede con la feminidad. Ambos modelos se convierten, en una
especie de requisitos para que hombres y mujeres se relacionen. Estas categorías, nos
remiten a una posición de poder, siempre disputable (Guevara, Elsa. 2008:71). Además, lo
masculino y lo femenino no solo son construcciones sociales, sino también filtro cultural,
constitución subjetiva e interpretación genérica del mundo (Martínez, Manuel. 2007:88).
Ser hombres en Corral de Piedra, tiene que ver con esa influencia social construida, que
conlleva una gran carga de normas, mandatos y valores que regulan el comportamiento de
los hombres y sin duda repercute en las relaciones sociales en este territorio, originando
incluso situaciones de desigualdad. A esto le denominamos masculinidad hegemónica. En
una dimensión individual, la masculinidad hegemónica se lee en el cuerpo; en toda “esa
decoración” que conlleva un ajuar de vestimenta, accesorios y carros último modelo. Esta
masculinidad es impulsada y ejecutada en cada individuo desde un proceso y una serie de
normativas, sembradas en la intimidad familiar. La masculinidad, se hace presente en la
vida cotidiana emanando desde el cuerpo toda una gama de prácticas y discursos corporales
y verbales. Poniendo así en escena esta interesante forma de ser hombres, producto de la
construcción cultural. Por lo tanto, ser hombre en Corral de Piedra es también referente
máximo de poder, control, gestión y administración de lo que rodea y poseen estos
peculiares sujetos. El espacio/territorio se vive con el cuerpo. El cuerpo, resulta ser el
concepto que ayuda a entender cómo a partir de la decoración del cuerpo (McDowell,
Linda. 2000) se jerarquiza a los hombres en el espacio social, pero también, cómo se
establecen las relaciones de género, y cómo a través de estas, los hombres se sitúan en
diversas subjetividades, y quizás hasta fuera de los márgenes de la centralidad masculina.
En el cuerpo, encontramos adscrita la masculinidad. Es decir, el conjunto de normas, reglas,
valores e inclinaciones que presentan e infunden un modelo en los cuerpos naturales
requeridos, en aquellos que -desde la perspectiva general local- por lo común cuenten con
un referente anatómico: un falo o pene. Esto cumple un aceptado deber ser, para así, ser
hombres constituidos.
Desde lo observado en campo, en este caso etnográfico, vemos que el ser hombre no es un
“hecho natural”, sino más bien es una representación cultural que se construye mediante
una serie de normas que se dictan en la sociedad y a través de lo que muchos autores
conceptualizan como mandato cultural. La finalidad de esto es lograr una identidad
coherente que mantenga dentro de los límites establecidos este deber ser, según lo amerite
10
Corrido: El joven empresario, que interpreta el grupo musical Ases y Reyes. Enlace de acceso para ver en
Youtube: https://youtu.be/iwX5AyWqZ7s
3
el espacio y la temporalidad. A partir de aquí puede entenderse cómo la población parte
para construir los márgenes de su masculinidad. La esencia de la masculinidad construida
en Corral de Piedra, expresada por los hombres, se vincula con la valentía, competencia,
fuerza, resistencia y protección hacia las mujeres, los niños y los vulnerables. Por lo tanto,
lo débil, lo femenino, lo homosexual y hasta lo vulnerable no encaja dentro de los márgenes
establecidos para un hombre. Podemos decir que este es el enfoque o versión de
masculinidad hegemónica local presentada y representada por acciones y prácticas que
ejercen los hombres de Corral de Piedra.
Entre campos de amapola, por las calles dominadas por hombres armados, dentro de los
hogares e incluso al dar seguimiento fuera del pueblo vía redes sociales, me encontré con
llamativas representaciones de ser hombres. Durante mi estancia en Corral de Piedra, tuve
la oportunidad de convivir e inmiscuirme con grupos de hombres de esta comunidad. Mi
primo Fernando, de quien les hablé hace un momento, en el inicio de este texto, es un
hombre joven amapolero. Es soltero aún, y por lo tanto no ha alcanzado esa cúspide
masculina. Entre otras características, aunque aún está en el proceso, él se presenta como
un hombre pudiente y supremo. Además, valiente y dispuesto a darlo todo por la defensa de
su pueblo. En palabras locales “él siempre está al tiro”. Fernando nos invitaba a Andrés y a
mí a dar vueltas en coche. Los jóvenes así acostumbran en el pueblo por las tardes. El
objetivo es manifestar prominencia y pudencia económica, ostentar sus automóviles,
conquistar muchachas y dejar en claro su actitud de defensa, utilizando la violencia ante
cualquier peligro que pueda asechar a la comunidad o a su persona. Aquella tarde nos
quedamos de ver en el patio de la casa en donde Fernando guarda su “auto chocolate”
último modelo.
Desde aquel patio se mira una vista panorámica del pueblo. Al contemplar las calles, en
eso, quedé un tanto impactado cuando miré subir por la empinada calle principal del pueblo
a un convoy de al menos ocho camionetas tremendamente iluminadas con luces de neón y
repletas de hombres armados. “Son los comunitarios de Tlacotepec…, van para la salida al
Ojo de Agua”, -dijo Fernando- con una voz segura y además con una actitud de disposición
a todo, intentando demostrar que se equiparaba a cualquier sujeto comunitario armado. Nos
subimos al auto, enseguida encendió su estéreo y vía bluetooth enlazó su lista de canciones
desde su celular. Canciones del mismo estilo “ranchero-narcocorridos”, como las que a él le
gustan. Comenzamos a transitar por las angostas calles, Fernando elevó el volumen justo
cuando comenzó un corrido compuesto por el grupo musical Ases y Reyes, de tal modo que
pudiera ser escuchado por las personas desde sus casas. ¿No hay problema si los
comunitarios te ven en este carro y con la música a este volumen? -Le pregunté- luego me
contestó:
“¡Aquí todos me conocen, ¡no hay problema primo! Ya saben, muchos aquí tienen carros
de estos que vienen a vender de por allá… a Tlaco. Solo si vienen los guachos, avisan otros
por radio de otros pueblos, y ya se van a esconder los carros. Pero aquí si lo puedo cargar,
no pasa nada…, aquí, en Tlaco y hasta en Filo de Caballos. Nadie dice nada, más pa’ allá,
si ya no, porque están los guachos… De lo de la música andamos bien ahorita, es
temprano y no andamos recio. Después de las 11 (de la noche) ya la gente se enoja y
acusan, y ya si dan contigo te mandan traer a la comisaría y te multan. Pero estos que
4
pasaron por aquí no dicen nada, solo andan viendo que otra gente no se venga a meter
aquí…, gente que quiera venir a comprarse toda la goma”11
A transitar por las calles, Fernando expresaba a quiénes caminaban y se encontraban muy
cerca al paso del auto: “¡vamos pa’ abajo!”. La letra del corrido trataba sobre una historia
de vida de un hombre que de niño fue un campesino pobre. Ya de joven, tras la muerte de
su padre, pensó en tener dinero y sobresalir. Finalmente, ya adulto, era todo un triunfador
gracias a la siembra de amapola, al narcotráfico y a su actitud decisiva y defensora. El
corrido en parte menciona:
[…]
Fernando se quedaba pensativo mientras escuchaba la canción. Parecía sentir empatía con
la historia del corrido. Luego me contó sobre algunos de sus logros que ha tenido por ser
una persona que “piensa y administra bien las ganancias de su cosecha”. Aunque lamentó
que el costo del kilo de la goma de amapola ha bajado. También dijo: “la gente este año ya
no sembró porque ya no sale, y luego “el gobierno” viene y corta todo”. 13 Las
conversaciones que enseguida tuvimos Fernando, Andrés y yo, se enfocaron
particularmente en el tema de la siembra de amapola.
11
Entrevista al joven Fernando Maldonado. Corral de Piedra, Guerrero. 21 de diciembre de 2019.
12
Corrido: Los del Cerro, que interpreta el grupo musical Ases y Reyes. Enlace de acceso para ver en
Youtube: https://youtu.be/6SSH30xYPjg
13
Entrevista al joven Fernando Maldonado. Corral de Piedra, Guerrero. 21 de diciembre de 2019.
5
“Hombres al tiro”. La generación de masculinidades hegemónicas, el cultivo de
amapola, la economía del narcotráfico, la violencia y el Estado en el contexto cultural
de la Sierra de Guerrero
14
Aunque es cierto que ahora se habla de que el fentanilo, ha rebasado la producción de la planta de amapola
y desde hace un par de años, este ha llegado a ser el principal producto comerciado por el narcotráfico. Hasta
el año 2021, los pobladores de Corral de Piedra habían dependido y subsistido -desde la década de los 60’-,
valiéndose de la siembra de amapola como principal actividad agrícola. Debido a que la planta de amapola se
llegó a apegar al ámbito cotidiano, rebasando incluso la economía tradicional campesina de siembra y cosecha
de maíz y otras plantas, incluso de la producción de ganado como chivos o vacas, las cifras nacionales sobre
producción de goma de opio situaron a Guerrero entre los primeros lugares de producción. Ahora que la
planta de amapola carece de valor, otras alternativas como el programa gubernamental: “Sembrando Vida”,
que otorga recursos mensuales a los campesinos, se han convertido en la principal fuente de ingresos. Sin
embargo, la siembra de amapola aún llega a realizarse, con la esperanza de que algún día vuelva a su valor
que tenía hace unos años. Durante el desarrollo de este texto, consideraremos el caso etnográfico y la
percepción del cultivo de amapola que se tenía hasta el año 2021.
15
Generalmente estos mitos y percepciónes se divulgan entre la población civil mediante la propaganda
periodística y redes sociales. En donde una percepción sobre el narcotráfico se generaliza y aplica a todos los
casos.
16
Entrevista al señor Genaro Ocampo. Corral de Piedra, Guerrero. 13 de mayo de 2018.
17
Entrevista al señor Francisco Reyna. Corral de Piedra, Guerrero. 30 de septiembre de 2020.
6
quiere controlar aquí”.18 Queda claro que los pobladores dejan una brecha ancha entre el
cultivo de amapola, con el narcotráfico, lo ilícito, y el crimen organizado.
Hay que tener en cuenta que el narcotráfico se hace presente en la comunidad de Corral de
Piedra con el objetivo de extraer intereses. El narcotráfico no sólo comprende o sitúa sus
márgenes en las drogas, es decir, en el producto como tal “ya listo y procesado”. María
Celia Toro, explica que el narcotráfico “implica también la producción y distribución de
estupefacientes en todo el país, el tráfico internacional de éstos, su consumo, así como las
políticas de los Estados para su combate” (2009). Es por ello que el narcotráfico se hace
presente en lugares como la Sierra de Guerrero para impulsar el cultivo de amapola,
ocupando de esta manera el territorio. El narcotráfico como tal, desde la perspectiva social
y estatal, “representa un entramado de problemas y relaciones, debido a que provoca
fenómenos de gran alcance como la violencia en sus diferentes expresiones y escalas, desde
daño físico hasta la agresión social internacional” (Toro, María. 2009). El narcotráfico
opera de manera muy organizada. La oferta que trae -como lo hemos venido señalando-, es
una extraordinaria fuente alterna de acumulación de riquezas. Ya mencionábamos que
“para alcanzar plenamente sus fines y objetivos, requiere quebrantar el marco legal, social y
moral de las sociedades donde opera y se reproduce” (Santana, Adalberto. 2008:8). Por lo
tanto, este, de acuerdo con sus formas de operación, solicita a hombres con un perfil de
actitudes y comportamientos contrarios a “los buenos modales”. Y aquí viene lo
interesante: los pobladores de Corral de Piedra cuentan con un “perfil deseable” para el
narcotráfico, que se ha ido construyendo y generando culturalmente.
Por ello, en el imaginario del estado de Guerrero, Corral de Piedra y la Sierra, son
ilustrados y descritos como un lugar remoto y desconocido, donde los “peligrosos
pobladores” cuidan y cultivan sus repletos campos coloridos de flores de amapola. Esta
percepción se ha venido construyendo desde décadas pasadas y se vino a reafirmar
18
Entrevista al joven Agustín Parra. Corral de Piedra, Guerrero. 24 de agosto de 2019.
7
mediáticamente desde aquella declaración presidencial de combate al narcotráfico en el año
2006. Con esto, esta intensa actividad agrícola que se venía realizando como parte de la
economía doméstica local se criminalizó. Al tacharse como ilícita, y en esta coyuntura, se
aumentara aún más su penalización, esta actividad en la Sierra de Guerrero se convirtió en
una producción de alto riesgo. Como consecuencia se han desencadenado muchas otras
situaciones de disputa, control y violencia, entre hombres locales, narcotraficantes y
militares al servicio del Estado. Por esto, se ha percibido que, para cultivarla, se requiere de
toda una organización estructurada y un cuidadoso proceso, -pues sólo de esta manera se
logra su realización-. Al verse interrumpida por las restricciones que pone “el Gobierno”, a
la par de las situaciones de disputa que se generan desde diversos cárteles del narcotráfico
que pretenden regular y controlar su comercio, esta actividad agrícola se convierte en una
labor incómoda y peligrosa, pero necesaria para subsistir y obtener recursos. Por ello es por
lo que los hombres defienden este preciado recurso y en su vivir diario, manifiestan
mediante expresiones corporales que siguen estilos de prominencia y valentía performática,
actitudes de defensa y disposición de combate ante la amenaza de los campos de amapola.
19
Ver el artículo: Porrúa Cervantes Israel. 2017. El drama de Felipe Calderón en la guerra en contra del
narcotráfico. Revista Andamios, UNAM, México. vol. 14, núm. 34, pp. 305-328.
8
Así pues, Calderón, al declarar al país en estado de emergencia frente al narcotráfico,
consiguió motivos para desplegar millares de elementos del ejército mexicano hacia
Guerrero y Michoacán, dándole preminencia a estos sobre las fuerzas del orden civil en el
combate al crimen organizado. En cuanto al ejército, Salvador Maldonado menciona que:
Con la declaración de esta “guerra” los militares actuaron con una actitud enérgica,
considerando a todos los actores involucrados dentro de un “ámbito del narcotráfico” -y por
ende, a los sembradores de amapola-, como sujetos peligrosos que obstaculizaban el orden
y la estabilidad territorial. Achille Mbembe (2011), señala que esta idea de guerra necesita
ficcionalizar al enemigo, para entrar en escena. Además, otro detalle, Sayac Valencia
menciona que entre el Estado y su enemigo “no hay relación de fuerzas entre aquel poder
que debe construir discursos de verificación y aquellos enemigos creados” (2010:56). Otro
detalle más, en esta puesta en escena, el enemigo debe contar con un potencial
desproporcionadamente menor, pues la victoria tiene que estar asegurada de antemano
(Aloy, Jorge. 2017:499). Así pues, como hemos venido analizando en esta parte, podemos
afirmar que la política no solo administra las reglas y las estrategias de las guerras, sino que
administra las fuerzas de la racionalidad que hacen de la economía de la violencia una
economía de la muerte. En este sentido, Mbembe, menciona también que “los pueblos y
ciudades sitiados se ven cercados y amputados del mundo. Se militariza la vida cotidiana.
Se otorga a los comandantes militares locales libertad de matar a quien les parezca y donde
les parezca” (2011).
En México nos dimos cuenta por los diversos medios informativos de las múltiples
reacciones en las comunidades ante la presencia de militares. Contrario a lo que
aparentemente tenía previsto el gobierno, esta militarización originó tensiones y situaciones
de inestabilidad social. Como consecuencia, el mapa de violencia en México incrementó y
sus altos índices impactaron a todos. En Guerrero fuimos testigos del comienzo de
ejecuciones descaradas y ejecutadas a toda luz de los espectadores. Esta situación de
violencia se desató al fracturar cárteles y establecer disputas armadas entre las fuerzas del
Estado y los grupos del crimen organizado, lo que no tardó en tener consecuencias para la
población en general. En Corral de Piedra, donde los habitantes viven del cultivo de
amapola, esta acción del Estado que como consecuencia trajo la muerte de “El Rojo” y la
inestabilidad en la región, fue percibida como una declaratoria de guerra contra los hombres
de este lugar.
Las estrategias que el expresidente Calderón aplicó como “una máquina de guerra” contra
los sembradores de amapola, para de esta manera lograr “el combate del narcotráfico” en el
país, indudablemente dejaron en el olvido un factor primordial en el tema de la seguridad
nacional: la ciudadanía (Giménez, Gilberto y Jiménez, 2017:25). Ya diversos autores como
Valencia (2010), Reguillo (2006), Mbmbe (2011), Segato (2016), han expuesto como “las
máquinas de guerra”, que son compuestas por diversos grupos de ataque tanto formales
9
como informales: ejército, paramilitares, policías, guardias privados, narcotraficantes etc.
…, constituyen los actores protagónicos del sistema actual. Estas múltiples composiciones
guerreras se debaten en una necropolítica que hace desechables a las personas cuya
ciudadanía está en cuestión. En Corral de Piedra, el recurso ante esta situación fue sin duda
ejecutar una confrontación hacia todas estas políticas que atentaban contra su permanencia.
Esta acción de carácter performativa se aplicó en el determinado momento de amenaza por
parte del Estado -representado en los “guachos”- y se ejecutó mediante la puesta en escena
de la masculinidad, con acciones y conductas violentas, pero estéticamente marcadas -y
como lo hemos venido planteando-, previamente ensayados desde su trayecto etnohistórico.
Demostrando de esta manera su resistencia.
Vite, además, sigue mencionando que los territorios ilícitos se caracterizan por la violencia,
transformada en una cadena que relaciona las acciones de sus habitantes, autoridades y
organizaciones criminales, en un contexto de lucha económica por las rentas o beneficios,
originados por los negocios ilícitos, ahora vinculados con el tráfico de drogas. Esta
situación de ilegalidad que ha caracterizado el orden social, en esta coyuntura en la Sierra
de Guerrero, fue usada por el Estado mexicano, bajo mandato de Calderón, para intervenir
en los conflictos sociales y reproducir, bajo la ideología de la inseguridad pública,
mecanismos de control social punitivos contra los que han sido clasificados como
criminales y que viven la globalización desde abajo (Vite, Miguel. 2016:102). De este
modo ejecutaron acciones de combate hacia los “criminalizados” hombres sembradores de
amapola.
Al tener como recurso la confrontación, como una manera de resistir ante las políticas de
Calderón, los hombres de Corral de Piedra, se vieron implicados en esta trágica guerra entre
el gobierno y el narcotráfico. Los medios de comunicación en el estado de Guerrero
10
evidenciaron muchos casos de confrontación entre “sujetos del crimen organizado” -cuando
en realidad eran hombres campesinos, insertos en una cultura del narcotráfico, desde luego,
en respuesta a las restricciones del Estado- contra operativos militares en la Sierra de
Guerrero. Esta situación de confrontación también criminalizó a todos los hombres, y en
algunos casos a mujeres, que participaban y morían tras el combate. 20 Las cifras de
asesinato de personas aumentaron, sin embargo, el Estado se siguió justificando con el
argumento de que, de una manera u otra, estas personas tenían alguna relación con las
actividades criminales y el narcotráfico. Los efectos de esta situación catastrófica para las
comunidades de la Sierra de Guerrero alcanzaron situaciones violentas como: “levantones”,
desaparición forzada, asesinatos, desplazamiento forzoso, violación a los derechos
humanos, control de territorios…, y más. Así pues, aunque la violencia en el estado de
Guerrero y en la Sierra ya estaba presente, se intensificó tremendamente. Esta guerra del
Estado contra el narco profundizó una violencia sistémica motivando en este caso a los
hombres de Corral de Piedra a confrontarlos, haciendo uso de la violencia como forma de
resistencia, a pesar de que como consecuencia se alcanzaran estos niveles alarmantes que
estamos narrando en este texto.
También es llamativo como se han presentado los hombres dentro de este escenario, con
una interesante organización para la defensa de la Sierra de Guerrero. Han sido varios
momentos desde los años 2008 a 2021 que he presenciado de manera personal -desde mi
faceta como investigador y poblador local- todo el montaje estratégico de seguridad por
parte de estos hombres culturalmente valientes, frente a las estrategias de combate por parte
de las fuerzas militares del Estado y ante otras amenazas. En 2008 durante la persecución y
posterior muerte de “El Rojo”, Jesús Nava Romero, nativo de Corral de Piedra, la Sierra
entera se alarmó. Retenes por donde quiera y una actitud desconfiada y aterrorizante que
emanaban corporalmente los hombres armados desde su faceta performativa, se veía en las
carreteras y entradas de los pueblos. Esta impresión se tornaba aún más impresionante
cuando nos percatábamos vía los medios de comunicación, de los macabros asesinatos y
ejecuciones espeluznantes. Posteriormente durante los conflictos que surgieron a raíz de la
inestabilidad del Cártel de la Sierra y la amenaza del surgimiento de nuevos cárteles, los
hombres volvieron a actuar manejando impresiones violentas mediante acciones
sanguinarias hacia quienes representaban amenazas para la población. Extraños,
vendedores ambulantes, “halcones”, infiltrados, gente sospechosa, militares y policías, eran
detenidos, interrogados, torturados y hasta asesinados dependiendo del grado de amenaza
que los hombres de la Sierra consideraban que representaban estos otros. “Por eso es que se
dice que en la Sierra son bien matones”. 21 Y en estos últimos años, ante la espantosa
pandemia de COVID-19, que amenazó a la región, se implementaron medidas muy
rigurosas a tal grado de cerrar totalmente el acceso a la Sierra de Guerrero por sus distintas
entradas. El periódico El Sol de Acapulco mencionó en una nota publicada al respecto que
únicamente: “los vehículos distribuidores de productos solo pueden entrar con una persona
que es el conductor, si trae acompañante este tendrá que esperarlo en el módulo que se
20
En este caso me refiero a personas que impulsadas por esta idea de confrontación, aprendida culturalmente,
emergieron en la comunidad en defensa del cultivo de amapola. Claro, es verdad que conocian que esta
situación los ponía en un contexto ilícito por parte del Estado, pero desde la perspectiva comunal, se pretendia
defender el derecho a su subsistencia.
21
Entrevista al señor Mauro Pimentel. Corral de Piedra, Guerrero. 11 de diciembre de 2020.
11
instaló en la entrada del pueblo”.22 Las medidas fueron muy estrictas, y los hombres estaban
totalmente convencidos de que: “el coronavirus jamás atacará a la Sierra de Guerrero”. 23 En
los retenes se veía a hombres comunitarios armados, muy decididos a defender al pueblo de
la pandemia. Así mismo, quién entraba o salía estaba debidamente identificado y pasaba
por procesos de cuidadosa inspección ante posibles síntomas que amenazaran a la
población. A pesar de la necesidad de productos básicos en el inicio de la pandemia, el
cierre fue muy estricto. Por eso “nadie quería ir para allá… ni el del Bimbo, ni el carro del
gas, ni los de la fruta, porque no dejaban pasar”.24 “Con esto, capaz y que les quiten sus
cosas y hasta los maten por allá”.25
En este sentido, para lograr tener un control comunal y un acceso claro a la información,
sobre quién entra y sale de la Sierra de Guerrero, los radios han sido muy eficaces. Los
radios, son un aparato móvil que se consigue fácilmente en tiendas departamentales. Estos,
como un medio práctico de comunicación, sirve para sostener conversaciones, enviar
mensajes, noticias o hasta “saber chismes”, entre personas de la comunidad, como de otras
que estén dentro de una cubertura de hasta 10 kilómetros a la redonda. Los radios han sido
el instrumento táctico de aquellos hombres que siembran amapola, de los “sicarios”,
narcotraficantes y de las autoridades del pueblo: comisario, comisario ejidal y soldados del
pueblo. Estos radios sirven para comunicarse entre ellos e incluso para conocer y rastrear el
movimiento de los militares que pretendan subir a buscar y cortar los plantíos de amapola:
“cuando ya vienen los guachos cerca, luego los detecta el radio y se escucha como ellos van
hablando desde sus radios”.26 En el pueblo de Corral de Piedra, cada familia también tiene
aparatos móviles de este tipo. Estos siempre se mantienen encendidos y desde ahí escuchan
y se enteran de todo lo que acontece en el pueblo y alrededores, de las conversaciones entre
militares del ejército así como de los narcotraficantes y personas en general. En ese tiempo,
en que la Sierra pasaba por momentos tensos debido a las disputas, se recomendaba que
quién pretendiera viajar a la Sierra, avisara a sus familiares para que de este modo se
“corriera la voz” y se supiera quién llegaría al pueblo. Así, el viaje sería seguro de un
posible atentado a balazos y los hombres que cuidaban de las entradas y salidas estarían
enterados.
Así pues, en Corral de Piedra es común ver a jóvenes varones con sus “radios”. Lo
interesante es que estos, al portar los aparatos, ostentan prominencia, control y supremacía.
“Estos nomás quieren dar a entender que son los meros meros que aquí mandan… ¡pero
no!”.27 Es verdad que ciertos hombres adultos -de acuerdo a su rango- así se comunican y
mantienen un control de lo que pasa en la comunidad, sin embargo, los jóvenes intentan
ensayarse de esta manera hacia actitudes que los hombres supremos demuestran. Además,
los hombres jóvenes con sus radios, mantienen conversaciones con las muchachas que
pretenden y así “sienten que tienen el control de ellas”. 28 Por lo tanto, el uso de radios es
22
El Sol de Acapulco. Ver en: https://www.elsoldeacapulco.com.mx/local/estado/tlacotepec-cierra-acceso-a-
su-cabecera-municipal-por-covid-19-guerrero-salud-estado-acapulco-estado-amlo-5016037.html
23
Entrevista al señor Agustín Salgado. Corral de Piedra, Guerrero. 20 de junio de 2020.
24
Entrevista al señor Juan Adame. Corral de Piedra, Guerrero. 24 de diciembre de 2021.
25
Entrevista al señor Carlos Catalán. Chilpancingo, Guerrero. 28 de julio de 2020.
26
Entrevista al señor Bernabé Maldonado. Corral de Piedra, Guerrero. 11 de agosto de 2017.
27
Entrevista al señor Fernando Salgado. Corral de Piedra, Guerrero. 20 de abril de 2019.
28
Entrevista a la señora Herminia Cuenca. Corral de Piedra, Guerrero. 25 de mayo de 2020.
12
muy común durante todo el día y es una herramienta de control que permite manejar las
situaciones en la comunidad.
Ahora bien, hablar sobre la violencia en la Sierra de Guerrero no es lo mismo que vivirla y
percibirla desde sus pobladores. Esta situación creciente de violencia en la Sierra vinculada
al narcotráfico ha adquirido fuerza y poder, y ha trasgredido a tal punto de llegar a la
dimensión nacional. Esta violencia se ha caracterizado por agresiones y daños físicos y
materiales por parte de las fuerzas policiales de combate, por parte de narcotraficantes y de
“sujetos contrarios” hacia otros sujetos que consideran como amenaza. Esto incluye
agresiones a la personalidad, dignidad y a los valores de sus contrarios. El Estado ha
catalogado esta violencia dentro de los márgenes de una violencia criminal. Desde esta
perspectiva institucional, “este tipo de violencia lo usan como un mecanismo de presión
política y social que usan los grupos del crimen organizado para asegurar el desarrollo de
sus actividades ilegales” (Solano Gabino y Jiménez, 2016:92). Sin embargo, ya hemos
señalado que los pobladores locales, hacen uso del recurso de la violencia como una forma
de resistir y pervivir ante las amenazas y obstáculos que ponen el narcotráfico, el Estado y
otros hombres contrarios.
Dentro de esta realidad, en Corral de Piedra, los padres ensayan a sus pequeños hijos para
enfrentarse a situaciones de esta índole. Los padres no ocultan sus armas, más bien las
exponen y hablan de estos temas en la presencia de niños o jóvenes. En la cotidianidad de
este pueblo, es común que el padre, mientras ejecuta un arma, les recite a sus hijos alguna
frase como: “pónganse abusados…, al tiro”. Esto tiene el objetivo de canalizar al joven a
ejecutar su rol, usando el recurso de la violencia -mediante la portación de armas-, tal como
lo designa el desiderátum masculino local para la defensa del territorio. El padre, tiene el
deber de “normar, designar, asignar, valorar, dirigir, vigilar, juzgar, castigar o premiar”
(Cazés, Daniel; 2001:12) a los hijos con la finalidad de encaminarlos en el curso de este
proceso, que requiere de masculinidades con actitudes fuertes, que aseguraren la
pervivencia en la sociedad. Es interesante observar la reacción de los hombres de Corral de
Piedra cuando se llega a desatar alguna balacera entre sujetos del crimen organizado, o
entre bandas de cárteles diferentes, porqué, aunque ellos no tienen que ver y no tienen
participación alguna en la confrontación, se preparan con sus armas y se ponen en alerta,
pero dentro de sus hogares o de la comunidad, donde nadie los ve. Finalmente, cuando la
confrontación termina, todos los implicados desaparecen de la escena. Enseguida, los
hombres de la comunidad salen a relucirse con sus armas para llevarse ellos el crédito de lo
que esta escena ha generado. Ellos aprovechan el resultado de una situación terrorífica con
el objetivo de recolectar percepciones de terror, miedo, fama y respeto ante los
espectadores que puedan presenciarlos. De igual modo las fachadas de casas, carros y otros
objetos que hayan sido afectados por las balaceras, se conservan y tienen el objetivo de qué,
cuando los espectadores del exterior los observen, reconozcan la fama de cuidado que
caracteriza a la comunidad.
13
La manera expresada de ser hombre en Corral de Piedra, que estamos analizando a lo largo
de este texto, tiene que ver con lo que McDowell señala como “actos performativos”
(2000:86). Estos no solo sirven para legitimar y justificar su presencia, tiene que ver
también con establecer las estructuras locales de poder, además, confirmar la cohesión
social y “aumentar” la identidad colectiva en torno a este constructo social que es la
masculinidad. El performance en si conforma una manera de revindicar, recalcar y
permanecer el proceso mismo del ser hombre. Anne Johnson dice que “el performance es
una es una especie de discurso corporal o corporalidad discursiva que involucra tanto la
comunicación como la acción”. En sus trabajos, Johnson y McDowell recuperan a Judith
Butler (véase Johnson, Anne. 2016:112 y McDowell. 2000:86), cuando ella expone que
“las identidades de género son performances, no estables, pero si consistentes en la
repetición estilizada de unos determinados actos”. En las diferentes escenas del caso
etnográfico que nutre a esta investigación, hemos visto diferentes jerarquías y matices del
ser hombre, pero eso sí, al parecer todos -mediante actos performativos que tienen que ver
con conductas, acciones, expresiones verbales, portes, manifestaciones corporales-,
conllevan el mismo objetivo de revindicar esta construcción (masculinidad hegemónica)
dominante. Por lo tanto, el concepto de performance es fundamental para entender estos
planteamientos.
Recapitulando de Johnson, vemos como a través del performance, los participantes (en este
caso los hombres) comentan acerca de sus propias experiencias, pero también acerca del
propio proceso de comunicación:
Los performances son pues “formas sociales acerca de la sociedad, formas culturales
acerca de la cultura y formas comunicativas acerca de la comunicación”. En sí, son
historias acerca del deber ser, que las personas cuentan de sí mismas. Se entiende pues el
performance, como una forma de comunicación enmarcada y marcada estéticamente que
está interrelacionada de forma integral con otros aspectos de la vida social. El
performance pues, es el sitio en el cual los actores construyen su sociedad, haciendo uso de
acontecimientos y experiencias pasadas, pero siempre desde los intereses del presente y
con miras al futuro (Johnson, Anne. 2016:35).
Los performances son las mismas acciones verbales y gestuales muy sugerentes, que se
recuperan del proceso social e histórico local. Una serie de expresiones verbales y
corporales (conductas-palabras), acompañadas de interesantes “colgajos” (cinturón, ropa,
gorra, sombreros, cadenas, radios, armas) que decoran el cuerpo masculino y que
establecen una norma estética, conllevan una fuerte carga simbólica con lo cual se
revindica, manifiesta y expresa la masculinidad local que resulta ser la forma de ser
hombre en Corral de Piedra.
En esta dimensión performativa, en el contexto afectado por una cultura del narcotráfico y
violencia en la Sierra de Guerrero, los hombres tienden a desarrollar con todos los recursos
que ya hemos señalado -a la hora de la puesta en escena de su masculinidad en defensa de
los campos de amapola-, diversas subjetividades, con una actitud enérgica y violenta,
impulsada por una idea -también desarrollada local-culturalmente- de confrontación. Todo
esto impulsa a generar masculinidades, cuyas acciones busquen como objetivo la
permanencia del modelo masculino y, por ende, la permanencia y estabilidad
socioterritorial de la comunidad y sus dominios. Veamos en siguiente caso etnográfico:
14
¡No me topa ni el diablo!
“¡Ahí vienen!... ¡ahí vienen ya los otros… los de Izote y Jaleaca!”, 29 se escucha en son de
alerta la voz de un joven desde “un radio” 30 que se encuentra sobre el refrigerador, en una
vivienda donde mora cierta familia en el pueblo. “¡Hay que ponernos abusados!… ¡al
tiro!”, le dice “el señor de la casa” a sus jóvenes hijos de entre apenas 17 y 22 años,
mientras se dirige hacia el ropero de su habitación, para “sacar su arma y cargarla”. A sus
hijas les dice: “ustedes quédense aquí, con su madre, ¡no salgan!”. El pequeño radio
enseguida se distorsiona por el palabrerío de algunos hombres del pueblo, cuyo mensaje
despectivo -en un tono de supremacía-, sale a los oyentes: “¡están haciéndose zorras 31 en El
Río!”.32 “¡Esos nomás andan tirando..., quieren espantarnos nomás”! “¡Nos tienen miedo…
no llegan acá! ¡No se meten con los de Corral!”. Otras expresiones verbales más se
alcanzan a escuchar de jóvenes, adultos y ancianos que quizás se encuentran en varios
puntos del pueblo y de las afueras de este, haciendo sus actividades cotidianas…, opinando
cada uno desde sus respectivos radios.
Después de que “el colectivo local de hombres” 33 diagnostica que “los otros” hombres -sus
contrarios-, no tienen el valor para subir a atacarlos, la tensión se torna relajada, pero en
alerta. Ya es tarde, ha pasado la hora de la comida, las mujeres se ocupan en relajarse
confiadas de la protección que otorgan los hombres al pueblo entero y se encaminan a
visitar a sus familias (abuelas, madre, tías, hermanas), para platicar sobre el tema. Por lo
tanto, la mayoría de ellas, junto a sus hijas y pequeños hijos, permanece –aunque fuera de
su hogar-, dentro de algún otro. Los hombres adultos salen a las calles “a relucirse”, a
manifestar su hombría y disposición de combate, a dejar en claro su valentía al no
permanecer dentro de su hogar. Algunos se visten con sus prendas “más imponentes”: de
sombrero vaquero, cinturón piteado34 o de cuero de víbora o cocodrilo, botas de piel “de la
mera buena”, se atraviesan “su pistola” en su cintura y emiten una penetrante mirada. Los
jóvenes manifiestan un “porte de superioridad amenazante” llevando atuendos “estilo
narquillos” (cadenas con figuras de cuerno de chivo, gorras “estilo el chapo” y ropa de
marca), que resaltan junto a actitudes y expresiones que infunden temor y subordinación a
ellos.
29
Jaleaca es un poblado que se sitúa en la zona serrana del municipio de Chilpancingo, Guerrero. Izote,
denominado así por los habitantes de Corral de Piedra, es un poblado cuyo nombre real es Izotepec, el cual
forma parte del municipio serrano de Heliodoro Castillo.
30
Aparato móvil que utilizan los pobladores para comunicarse dentro de una distancia de 10 kilómetros a la
redonda.
31
En el caló de la Sierra de Guerrero, “hacerse zorra” denota el que una persona sólo provoque algún
argüende sin que de la cara. Así como cuando las zorras provocan el cacaraqueo de las gallinas y cuando el
dueño sale a su defensa, estos animales se esconden en su timidez.
32
Lugar geográfico que “delimita el territorio” de Corral de Piedra con el de Izotepec. Tal río también funge
como división municipal entre Leonardo Bravo y Heliodoro Castillo.
33
No me refiero a una agrupación consolidada de hombres como tal, mas bien hago referencia a un consenso
colectivo de voces de diversos hombres que determinan que acciones se tomarán ante tal situación.
34
Estilo artesanal que se caracteriza por llevar adornos y figuras en la cintilla del cinturón. Por lo regular se
elaboran con hilo de algún tipo de maguey.
15
La noche llega, La Placita35 del pueblo está repleta de hombres, jóvenes, adultos y ancianos
que conversan, gritan y emiten sonidos junto a expresiones verbales muy agitadoras… “al
estilo de recios”. Muchos consumen cerveza, y otros “se retan a mezcalazos”. Otros más se
van a “los extremos” –por así decirlo- y consumen cocaína o marihuana “para aguantar”. El
ambiente de hombres se matiza, parece que festejan su superioridad. Vemos hombres de
diferentes jerarquías y cargos en el pueblo: el comisario, los topiles, los soldados; el jefe,
los que se dicen ser “sicarios”, los mandaderos; “el o los tíos de respeto”, los jóvenes
campeones de basquetbol regional y los hombres honrados 36. Todos ellos pareciera que
están con el mismo objetivo de -mediante acciones, actitudes y conductas poco fuera de lo
cotidiano- manifestar una supremacía entre ellos y ante los demás hombres de los otros
pueblos (los cuales se enteran de la situación o respuesta de los pobladores ante las
amenazas, a través de los radios). Se escuchan “los frenones” de los conductores de
“camionetas chocolatas”,37 que intentan bajar la velocidad al doblar una esquina de las
angostas calles del pueblo, y el elevado volumen de la música que llevan puesta. Luego se
escucha la voz desde dentro de un hogar, proveniente de una anciana que grita a su hijo o
nieto: “¡ya metete, van a llegar aquellos… y hasta te van a matar!”. Aquel joven contesta
delante de otros hombres en un tono valiente, decidido y profundo: “¡nooo!, ¡a mí no me
topa ni el diablo!38
Durante la lectura de este caso etnográfico, pudimos percatarnos de una alarmante situación
de amenaza en el pueblo, y sobre esto, percibimos un interesante performance masculino.
Esta situación nos interesa, pues las manifestaciones performativas de los hombres nos
permiten identificar diversas representaciones y subjetividades del ser hombre,
reaccionando e interactuando en escena, dentro de un contexto en donde convergen con el
cultivo de amapola, el narcotráfico y la violencia. Por eso, este texto se centra en la
descripción y posible análisis de los discursos, simbolismos y narrativas corporales que las
masculinidades hegemónicas en el pueblo emanan, presentan y comunican ante los demás.
A esto le llamamos performatividad (actos performativos) o puesta en escena de la
masculinidad. Desde aquí nos acercaremos a vislumbrar como el ser hombre en Corral de
Piedra se relaciona con el deseo de poder y dominación, transcendiendo el riesgo, lo ilegal
y hasta la muerte. De este modo, se sitúan dentro del escenario social actual -local, estatal y
nacional- en una posición superior, defensiva, “creando una fama de cuidado” con la cual
se logra una interacción con el narcotráfico y la violencia, y un control en lo social,
económico y territorial.
16
de actos”, una citación de las normas sociales cuya reiteración continua permite a los
miembros de una sociedad internalizar sus identidades de género -claro, además de raza,
etnicidad, clase, sexualidad, etc.- (Butler, Judith. 1998). En este sentido entonces -dentro de
la comunidad de Corral de Piedra y en específico de los hombres y sus subjetividades que
habitan este pueblo-, “el performance es marcado por una especie muy particular de acción
espacio-temporal: es corpórea, repetitiva, mnemónico, mimético, estético y poético. Crea
lugares, historias y sujetos, y produce emociones y reflexiones (Johnson, Anne, 2015: 87)”.
De este modo, en el performance, la historia es revelada como algo vivo, uno de los
recursos simbólicos disponibles para la construcción y expresión del ser de los hombres de
Corral de Piedra. Así pues, por medio del performance, “las ausencias de la historia
escrita/oficial ‘se encarnan’ cuando cuerpos performantes recrean y resignifican
acontecimientos históricos, donde los lugares locales se transforman en nodos de
importancia nacional (Johnson, Anne, 2015:76)”.
39
Entrevista al señor Arnulfo Catalán. Corral de Piedra, Guerrero. 18 de agosto de 2019.
17
hombres que se ponen su mascara de “valientes defensores”, “sicarios”, “prominentes” o
“diablos”; con sus movimientos corporales que emiten mensajes, sus expresiones, su
indumentaria de armas, camionetas y carros de lujo, conllevan un impactante performance
masculino.
Ahora bien, quiero enfatizar en esta situación: en el performance de los hombres de Corral
de Piedra -como ya señalamos-, los actores requieren de un espacio para desarrollar su
actuación performativa, pero, además, requieren los medios que aseguren la transmisión
hacia su público y esta escena quede documentada en las narrativas sobre los hombres, -que
enseguida se difundirán- y en la historia, lo cual crea un efecto de “mala fama” y con esto
un control social. Hablamos de estos medios refiriéndonos por ejemplo, a los corridos
musicales que narran una situación similar a la que se está presentando y por ende la
respaldan, o a una serie de objetos que decoren al cuerpo e impacten, como: una playera o
camisa “de marca”, armas u objetos que generan violencia, portación de drogas y todo lo
que se requiere para su producción y hasta una iluminación específica: debido a que suelen
operar de noche hasta la luz de los focos de las casas entre la obscuridad sirven para darles
un efecto presencial, como pudiera suceder en un escenario teatral. De este modo, las
actuaciones cotidianas de los hombres en Corral de Piedra implican espacios físicos o
escenarios para la presentación pública, pero también espacios para su preparación, que no
son visibles para el público. Así, un hombre sicario con su arma de uso exclusivo del
ejército, ejecutándola con una serie de movimientos corporales intimidantes, toma de
escenario aquellos puntos estratégicos en donde la comunidad pueda observarlos.
Entre estos puntos estratégicos geográficos donde las tradiciones orales dicen que se
aparece el diablo fantástico, agregaremos uno de carácter virtual: las redes sociales. He
observado que ciertos jóvenes participantes del performance masculino en un contexto de
violencia cuelgan a sus perfiles imágenes del momento en donde muestran a sus
espectadores virtuales su actuación. El objetivo también es el mismo, manifestar su
extraordinaria masculinidad y su decoración corporal. Sin embargo, previo a su pesada
aparición, el sicario se ha formado en espacios y dimensiones ocultos -desde la localidad y
desde donde pueda acceder a información, modelos y herramientas externos-, para
desarrollarse y alcanzar su faceta performativa. Así, los miembros de este pueblo dan
seguimiento a guiones internalizados que les permiten “manejar la impresión” que
proyectan hacia distintos públicos. Para Goffman, cada uno de los “papeles” que un hombre
adopta y que en conjunto forman actuaciones sociales, son exactamente eso: roles teatrales
(2006). Por tanto, esta puesta en escena de la masculinidad de los hombres, “permite
articular los distintos medios en una situación y en momento determinado. Gracias a la
participación de los actores, asumiendo estos el arreglo y ejecución de determinados
movimientos, el tono de su voz, la dirección e intensidad de la luz” (Vite, Miguel, Arteaga
y Arzuaga 2019:940), todo lo cual permite poner el texto y sus códigos simbólicos de pie y
hacer que caminen en el tiempo y el espacio, cumpliendo el determinado objetivo de:
infundir temor y subordinación, para qué, como resultado, se tenga un control y dominación
de situaciones y ámbitos que garanticen la estabilidad en la comunidad de Corral de Piedra.
El performance, por lo tanto, nos remite a “actores”, hombres que desempeñan un papel
determinado y que se apegan a un guion preestablecido, que aprenden desde su memoria
colectiva, su historia, su formación en la familia y comunidad y desde otros aportes
18
masculinos externos, tratándose entonces de una “representación”, que está sujeta a la
indeterminación, la ambigüedad y la incertidumbre. Quiero mencionar también que, para
llevar a cabo la actuación, los sujetos en Corral de Piedra disponen de una dotación
expresiva a la que Goffman llama fachada, que contribuye a fijar la definición de la
situación que intentan presentar. La fachada abarca fundamentalmente dos elementos: el
medio, lo que está al margen de la persona; y la fachada personal, compuesta por “insignias
del cargo o rango, el vestido, el sexo, la edad y las características raciales, el tamaño y el
aspecto, el porte, las pausas del lenguaje, las expresiones faciales, los gestos corporales y
otras características semejantes” (Goffman, 1970: 35). En todos los casos, dice Goffman, el
objetivo del actuante es proponer una definición de la situación que presente cierta
estabilidad, que no introduzca una ruptura en la interacción. Así, el actor busca una relación
frontal con el mundo, busca una vía radical de experimentación de sus recursos personales
de resistencia, fuerza y coraje. Con todo, los niveles de performance, la capacidad de llegar
hasta el final de la dificultad que él mismo se ha infligido, vienen a sustituir a las otras
referencias para probarse una legitimidad masculina en su existencia, aunque este -desde
una perspectiva exterior- esté infligido en situaciones y contextos ilícitos. Así pues, cuando
una actuación es lograda, los participantes y la comunidad tenderán a considerar que los
actuantes (valientes, sicarios, amapoleros, narcos, matones, pistoleros) son válidos,
aceptables y cumplidos, así como también su actividad y su público.
De esta manera es como encontramos a los habitantes de Corral de Piedra dentro de este tan
complejo contexto social. Vemos que se aferran a un modelo masculino basado en la
valentía cultural que han tenido, valorando la construcción histórica que se ha venido dando
en la Sierra de Guerrero. En este sentido, observamos que estos pobladores mantienen un
sentir de pertenencia muy fundamentado hacia este lugar amapolero. Por lo tanto, ante la
situación actual que vivimos, estos pobladores emergen como una minoría étnica que se
sitúa al frente del escenario estatal con gran fuerza y violencia, encabezando, matizando y
presentando un impactante performance social que nos evidencia el interesante modelo de
masculinidad hegemónica, con un gran apego al peculiar cultivo de amapola y al
narcotráfico que se vive en Guerrero. De esta forma podemos definir y comprender la
construcción cultural de masculinidades en Corral de Piedra y la Sierra de Guerrero.
Reflexiones finales
La Sierra de Guerrero es un territorio con una trayectoria histórica y formativa que poco se
ha abordado desde el enfoque académico. Por mucho tiempo este lugar había sido ignorado
y desconocido en los mapas geográficos y geopolíticos del estado de Guerrero. Fue hasta
hace unas décadas, en los años sesenta, que los pobladores de este lugar subieron
decididamente al escenario social mexicano. Esto sucedió cuando “ante el olvido” del
Estado, el fenómeno del narcotráfico los incitó con una tentadora oferta a la puesta en
escena, dentro de un escenario tornado para esos momentos ya, de inestabilidad y violencia.
Siguiendo entonces una serie de normativas y modelos que culturalmente los ha ido
formando, y ante el impulso económico del narcotráfico, sus hombres emergieron de una
forma prominente y suprema, con mucha peligrosidad. Otorgando así una “fama de
cuidado” que hoy en día se ha consolidado y ha caracterizado socialmente a esta marginada
19
y remota región de Guerrero. Fue para ese entonces que el Estado “se percató” de la Sierra
de Guerrero como una región emancipada desde el narcotráfico y el cultivo de amapola. El
fenómeno del narcotráfico, desde luego, afecta a todo tipo de sociedades y organizaciones,
inclusive al Estado. En la Sierra de Guerrero estas afectaciones, como consecuencia, se han
venido conjugando en el trayecto etnohistórico de sus pobladores y generan conflictos de
naturaleza histórica y contemporánea que -en estos últimos años-, se han manifestado
performaticamente en violencia física, social e institucional. Una violencia que se ejecuta
desde el Estado para combatir al narcotráfico; desde el narcotráfico para proteger sus
intereses empresariales; y desde los pobladores locales, quiénes utilizan la violencia como
una forma de resistencia y defensa del cultivo de amapola, dejando en claro así el derecho a
su cultura y forma de vida.
Este texto ha pretendido dar cuenta de una realidad social que acontece en el estado de
Guerrero. Una realidad que no podemos abordar desde las narrativas hegemónicas que
estigmatizan a esta región y la sitúan dentro del escenario de violencia generalizada en el
ámbito nacional. Al ir profundizando en esta problemática desde la antropología, pudimos
viajar en el curso social de los pobladores de Corral de Piedra, lo cual nos permitió conocer
su enigmática y peculiar realidad. Así, al lograr sumergirnos en esta comunidad, fue posible
dar cuenta de un interesante constructo de símbolos, ideas, conductas y comportamientos en
los hombres, que están meramente establecidos dentro de la estructura social local, con un
evidente fin hacia la estabilidad comunal. Estas manifestaciones presentes en Corral de
Piedra, que podemos observar desde el modelo masculino, desde luego -desde la
perspectiva local- son fundamentales para lograr un orden y así ir perviviendo en el paso
del tiempo. Así pues, ser hombres en este pueblo, significa ser sujetos dotados de una
capacidad de poder ejercer y defender sus intereses personales, familiares y sociales.
Siendo específicos, ser hombres significa la defensa del cultivo de amapola inclusive ante
las duras políticas de combate que el Estado implementa y a la pesada presencia del
narcotráfico. Ser hombres se ejerce y se expresa mediante una serie de accesorios e
indumentaria que decoran el cuerpo. Ser hombres se rige por toda una normativa y códigos
de comportamiento que fija el modelo masculino local. Ser hombres se pone en escena
mediante todo un discurso corporal que implica peculiares acciones, expresiones y palabras
con una fuerte carga simbólica. Con esto, el modelo cultural de ser hombres de esta manera
tan peligrosa, violenta y suprema, intenta cumplir una función vital en la comunidad.
Así, al analizar estos aspectos particulares junto a algunas complejidades simbólicas que
van implícitas en la construcción de la masculinidad, esta investigación espera producir
nuevas fuentes guiadas y pensadas para aumentar el conocimiento cultural de esta endémica
región del estado de Guerrero. Soy consciente de que muchos datos quedaron fuera, pues
una sociedad siempre está en constante movimiento, es impredecible y cambia de un
momento a otro. Pero estoy seguro de que este texto ayudará a conocer esta problemática o
cuestión social en esta coyuntura y al mismo tiempo servirá como paso para futuros
trabajos que abarquen este y otros temas sobre Corral de Piedra y la Sierra de Guerrero.
20
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