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DE VILLA EL SALVADOR”
1.3.1 Antecedentes
Una mirada a la historia del patriarcado es una tarea digna de un trabajo mucho más extenso,
detallado y, sobre todo, realizado por expertas y expertos en materia. Motivo por el cual sólo me
detendré en anticipar que la historia de la violencia contra la mujer de manera deliberada está
arraigada en lo más profundo de la cultura occidental - por ser la remitida en esta introducción- y
en la historia de las sociedades. La historia siempre ha sido escrita por los hombres, con una
finalidad clara que no es otra que la de continuar con la narrativa social del patriarcado, la
misoginia y la inmanencia de la mujer como una otredad, un sujeto no válido para el poder y
tendente a generar el caos en todos los espacios en los que está presente. Estas narrativas de la
misoginia, el machismo y la violencia contra la mujer se pierden en el tiempo. Son imaginarios
sociales ancestrales, que principalmente encontramos en las primeras estructuras jurídicas que no
son otras que las religiosas.
En el año 400 a.C., las leyes de Bizancio establecían que el marido era un “dios” al que la mujer
debía adorar.
En la India si un esposo moría, su mujer era quemada viva junto al cadáver, siendo esto una de sus
obligaciones como esposa. Además, eran motivo de repudio las mujeres que no podían tener hijos
o la que parían sólo hijas.
En comunidades de Irán y Etiopía nacer mujer era una deshonra; incluso este vocablo era
sinónimo de bajeza, debilidad y desgracia.
En Grecia cuando la pareja era acusada de cometer un delito, la pena sólo se imponía a la mujer.
Según las normas islámicas, la mujer casada es propiedad privada del marido. El Corán
estipula como deber del hombre pegarle a la esposa rebelde, así como el encierro
perpetuo de las infieles en la casa. Se exonera de responsabilidad penal al esposo cuya
mujer falleciere como resultado de una golpiza con fines “educativos”.
En la Edad Media se afianzaron muchas de las ideas de desigualdad de las mujeres que
aún siguen vigentes. Los nobles golpeaban a sus esposas con la misma regularidad que a
sus sirvientes. En Inglaterra esta práctica se llamó “Regla del Dedo Pulgar “, pues el
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esposo tenía derecho a golpear a su pareja con una vara no más gruesa que el dedo
pulgar, para someterla a su obediencia.
A finales del siglo XIX es cuando desde las ciencias jurídicas, sociales y humanidades, se considera
a la familia como la institución social más significativa en la evolución de los pueblos. En este
instante la mujer es visibilizada tímidamente a través de la historia. A principios del siglo XX,
concretamente en 1929 nace en Francia la Escuela de los Annales, donde Lucien Febvre y Marc
Bloch (FERRER VALERO, 2017) analizan la historia social más allá de los hechos políticos. Esta visión
más amplia y sobre todo centrada en otros espacios, como son los privados, los domésticos y los
íntimos. La historia de la cotidianeidad y de lo íntimo permitió que la historia introdujera a la
mujer como sujeto del devenir social.
A pesar de estos intentos por hacer una historia de la mujer, pues después de la creación de la
citada escuela surgieron más investigaciones que, continuaban relatando una historia de las
mujeres. Pero continuando con el problema de fondo, pues las mujeres estaban ausentes en las
fuentes históricas. Únicamente estaban presentes en las crónicas y escritos que narraban hechos
excepcionales donde las mujeres habían tenido un papel fundamental.
La historia del patriarcado va unida a la historia de las mujeres, pues este sistema de poder -el
patriarcado- ha materializado la invisibilidad y exclusión de la mujer de las narrativas históricas,
pues ha sido el hombre quién ha escrito la historia, la ha narrado, dándole un sentido orientado
para el logro de sus intenciones. Las únicas mujeres que parece que tuvieron.
La creencia en una prehistoria matriarcal es más un mito que una realidad. Una leyenda o una
narración que encubre las deficiencias de las culturas orales. Los vestigios sobre los que se escribe
o relata la historia de todo ese periodo, hasta las civilizaciones de escritura –babilónicas, helénicas,
egipcias, orientales, etc.,-, todo son supuestos que giran sobre evidencias arqueológicas y
antropológicas, en ocasiones descritas con la mirada occidocentrica del patriarcado y, en otras con
las ilusiones puestas en unos supuestos estados matriarcales.
Una de las cosas que nunca debemos olvidar es que la historia no es lineal, ni acontece de manera
igual en diferentes contextos, además su fuente de información son los vestigios escritos,
artísticos reconocibles y arqueológicos, los cuales casi en su mayoría proceden de textos religiosos,
jurídicos, bélicos o políticos. En el caso que nos ocupa, la prehistoria, no existen esos tipos de
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vestigios hasta finales de ese inmenso y desigual periodo. –Decimos desigual pues no debemos
olvidar que los devenires sociohistóricos y económicos de la historia, no acontecen ni en todas las
partes a la vez ni de la misma manera, cada cultura tiene sus particularidades, así como la
migración de los sujetos humanos no fue homogénea en tiempo y forma.
Saliendo del debate del origen del patriarcado, pues para ello deberíamos de abrir varios frentes,
entre ellos el abierto por la teoría feminista y la definición misma de patriarcado, es preciso
centrar otros conceptos anteriores al mismo patriarcado como lo es el de la violencia. La violencia
es fruto de la voluntad y capacidad que los sujetos tienen sobre el control de otros sujetos.
Voluntad, libertad -sea ésta de pensamiento o movimiento-, producción / reproducción y
corporalidad son algunos de los espacios del sujeto humano que son usurpados y controlados
mediante la violencia. La vulnerabilidad que 180 Rev. Direito e Práx., Rio de Janeiro, Vol. 10, N. 1,
2019, p. 170-197 Artenira da Silva e Silva, Almudena García-Manso, Gabriella Sousa da Silva
Barbosa DOI: 10.1590/2179-8966/2018/30258| ISSN: 2179-8966 180 genera esa usurpación
conduce al sufrimiento y como no a la pérdida de la dignidad humana, reduciendo al sujeto a la
vida nuda (AGAMBEN, 1998) a la mera existencia, a la carnalidad deshumanizada, donde los
derechos dejaron de existir y donde el sujeto humano queda reducido a nada más que un cuerpo
sin capacidad y control sobre sí mismo.
La violencia contra las mujeres es ejercida por combinación de factores. Desde la coacción directa
y violencia fáctica hasta la simbólica y moral. Responde a una situación de dominación en todos los
órdenes sociales. Dominación que sólo tiene sentido desde el orden patriarcal al cual ya hemos
hecho referencia anteriormente pero que lo definiremos como el “sistema de organización social
en el que los puestos clave de poder -político, económico, religioso y militar- se encuentran,
exclusiva o mayoritariamente, en manos de varones” (PULEO, 2005). Un sistema de poder que ha
ido generando estrategias para dominar, controlar y someter la voluntad, los cuerpos y las vidas
de las mujeres desde diversas tecnologías de poder -haciendo mención a la biopolítica en
Foucault- y estrategias de usurpación y posesión. La violencia contra la mujer atraviesa como una
serie de factores herencias y reminiscencias activas de los orígenes de la distribución de poderes,
es decir de los orígenes mismos de las sociedades patriarcales, a considerar:
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Janeiro, Vol. 10, N. 1, 2019, p. 170-197 Artenira da Silva e Silva, Almudena García-Manso, Gabriella
Sousa da Silva Barbosa DOI: 10.1590/2179-8966/2018/30258| ISSN: 2179-8966 184 sujeto frente a
un género culturalmente creado bajo unos intereses determinados.
Nunca hemos negado que la violencia de género exista, pues existe y se da en ambos sentidos, eso
es lo que hay que resaltar: lo político es en doble dirección (tanto violencia de género contra lo
que es masculino como lo que es considerado femenino) y la violencia contra la mujer tiene una
implicación que traspasa lo político y se encamina más a la posesión o a la idea de objeto poseído.
“Mucha de la violencia ejercida contra las mujeres tiene su explicación en el miedo o terror que
sientes algunos hombres a perder su identidad y posición de dominio en el sistema patriarcal”
(FISAS, 1998: 11). No podemos negar que existieron sociedades donde la mujer gozó de
situaciones de influencia pública, política y social, excepcionalidades históricas o bien situaciones
contextuales que hicieron que esas mujeres tuviesen el control político y social en un periodo
determinado. Al igual que no podemos negar la existencia de civilizaciones anteriores a las greco-
latinas donde la mujer llego a ostentar cargos de responsabilidad y poder, sean como consortes,
sean como emperadoras, faraonas o reinas. Lo que sí es cierto que la mayor influencia en la
sociedad contemporánea viene de la cultura grecolatina, la cual se instaló en el imaginario social
colectivo a través del continuismo de su derecho, costumbres y filosofía durante toda la edad
media hasta nuestros días. (DUBY; PERROT, 1991).
La violencia contra la mujer es un mecanismo de control de todas las mujeres , según Osborne
(2008) responde al principio de que cualquier mujer puede ser agredida siempre que haya una
sola mujer que lo es. Un control que genera dos de las estrategias fundamentales para el dominio
de los sujetos: el miedo y la vulnerabilidad.
La violencia contra las mujeres es continua y representa a un conjunto de conductas que han sido
normalizadas por la sociedad. La costumbre, la cultura, el folklore, las normas -sean éstas de la
naturaleza que sean- derivan de la raíz del sistema patriarcal, donde muchas de las conductas que
marginan, discriminan y denigran a la mujer queda invisibilizadas por haber sido normalizadas y
admitidas como cotidianas, normales o propias de unos estilos de vida admitidos por todos y por
todas.
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Esta normalización de conductas machistas y violentas crean en la sociedad una gran tolerancia
hacia la violencia contra la mujer. La socialización en culturas que no condenan ese tipo de
comportamientos, actitudes, normas, floklore o ideas, etc., es uno de los factores por los cuales la
violencia contra la mujer se 185 Rev. Direito e Práx., Rio de Janeiro, Vol. 10, N. 1, 2019, p. 170-197
Artenira da Silva e Silva, Almudena García-Manso, Gabriella Sousa da Silva Barbosa DOI:
10.1590/2179-8966/2018/30258| ISSN: 2179-8966 185 institucionaliza, normaliza, tolera y hasta
se llega a admitir por la víctima como algo que “debe y es así”.
Es invisible. No sólo porque está normalizada e incluso tolerada existen muchos otros factores por
los cuales la violencia contra la mujer se convierte en invisible. Las relaciones de poder hacen que
pese más la violencia ejercida sobre un sujeto considerado con más poder políticamente hablando
-nos referimos a las estructuras de los géneros- que otro, la violencia ejercida contra el género
femenino es válida siempre y cuando no dañe los intereses de las estructuras de poder,
haciéndose invisible para el espacio público y quedando relegada al espacio de lo privado, íntimo e
individual.
Esa división de espacios: otra razón por la cual la violencia contra la mujer no es tan visible, razón
igualmente heredera de la sociedad patriarcal, es la de la posesión-objeto de la mujer. Una idea
que se da demasiado en la vida real y sobre todo es un recurrente en los casos de violencia
machista donde el maltrato deriva de que “ella es mi mujer, mi hija, mi hermana, etc.,”. El “mí”
posesivo refuerza la tesis expuesta. La vergüenza es otra de las causas por las cuales la violencia
contra la mujer se convierte en invisible. Vergüenza que deriva de los preceptos religiosos, tanto
en las religiones antiguas como las del libro y las contemporáneas la violación, el abuso sexual y el
daño infringido por un superior es considerado un acto vergonzoso, cuya culpa recae sobre la
víctima (CASANOVA; LARUMBE, 2005). Además de la vergüenza esta la culpabilidad enfocada a la
víctima. Pues el derecho y las leyes no siempre han contemplado a la víctima como víctima, sobre
todo si esta se trataba de una mujer, en los casos de adulterio por ejemplo se condenaba con
mayor severidad a la mujer que al varón, de idéntica forma en casos de violación donde la mujer
aún hoy sigue estando bajo la sospecha de la justicia donde se han dado casos de sentencias
favorables al victimario - violador, maltratador, etc., por prejuicios personales misóginos
(FERNÁNDEZ VILLANUEVA et al, 2003)
La violencia contra la mujer se concentra en el control del cuerpo de la mujer. Ya sea como
cuerpo procreador o cuerpo para el deseo, tal y como se viene señalando anteriormente, el
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cuerpo de la mujer es territorio político. De ahí que desde los orígenes de los sistemas reglados y
normativos las leyes se enfocaban al control de los cuerpos de las mujeres, los cuales no sólo
poseen el poder de la reproducción sino 186 Rev. Direito e Práx., Rio de Janeiro, Vol. 10, N. 1,
2019, p. 170-197 Artenira da Silva e Silva, Almudena García-Manso, Gabriella Sousa da Silva
Barbosa DOI: 10.1590/2179-8966/2018/30258| ISSN: 2179-8966 186 que es otro más, una
alteridad que puede luchar por el poder en las esferas públicas. Qué mejor que establecer leyes,
normas, reglas y preceptos que limiten la capacidad de poder de la mujer. Su poder no sólo reside
en la procreación, también reside en el placer y en el valor de cambio que la mujer era en un
sistema social donde la exogamia era sinónimo de una progenie sana, era moneda de cambio en
las transacciones, en las guerras y en los pactos territoriales y políticos, siendo el matrimonio con
mujeres de los clanes contrarios un seguro de paz y una alianza (LAFONT, 1999; MOLAS FONT,
2002). El cuerpo es lo último que queda cuando la dignidad del sujeto es arrebatada por las leyes y
la barbarie (AGAMBEN,1998). La violencia deliberada contra las mujeres se ensaña con el cuerpo,
además de con la dignidad del sujeto. El cuerpo es mapa de violencia, lienzo de escritura sobre el
cual los mensajes de la barbarie son escritos, no es casualidad las formas en las que en los
feminicidios se trata el cuerpo, las heridas, las torturas infringidas y las marcas que quedan en los
cuerpos tienen un significado (SEGATO, 2013). Significado que puede leerse como poder,
posesión, odio, ira, desprecio y soberanía sobre un cuerpo colonizado o destruido.
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utilizadas en la historia de la humanidad. Era utilizada como gesto de victoria por parte de los
vencedores (NASH; TAVERA, 2003).
El amor romántico es una tecnología utilizada en los para moldear y sujetar a las mujeres en una
posición de clara dependencia, inferioridad, ancladas a unos estereotipos y roles sociales fundados
en la imagen de la mujer madre, amante, cuidadora, hija, esposa fiel, etc., roles y estereotipos que
van unidos a las ancestrales formas de posesión de los cuerpos de las mujeres: cuerpos
reproductores y cuerpos para el placer. El amor romántico, cuyos orígenes son fruto de las novelas
de caballerescas (UGARTE, 2014) donde se tenía que abandonar la idea de la permisividad del
homoerotismo entre caballeros para centrarse en el amor por “su dama”, se torna poco a poco en
una manera perfecta de aleccionar las conductas de las mujeres hacia la dependencia del amor
hacia su caballero, hacia su hombre, hacia su futuro esposo. Pero sin irnos de la idea del amor
romántico, que vemos que en la realidad no se practicaba, éste nace con una finalidad biopolítica
fundamental, crear una idealización del amor que sujete aún más si cabe a la mujer a los
estereotipos necesarios en el momento socio-político concreto. El amor romántico no siempre ha
tenido los mismos rasgos a lo largo de la historia de su existencia, el amor entre una esposa y su
marido era muy diferente en la antigua Grecia qué en el final del Imperio Romano, qué es lo que
cambia, ni más ni menos que los intereses políticos e ideológicos de las élites de poder, marcando
cómo debe ser la mujer en ese momento y cómo ha de ser tratada por su esposo. Además,
también se encamina a situar a la mujer en el orden de sus espacios sociales -los privados-, el
amor romántico se da en los espacios más íntimos, en la clandestinidad, en secreto o en el interior
del domicilio. Sólo es público cuando se institucionaliza políticamente en matrimonio o se penaliza
como algo fuera de la ley -en el caso del adulterio o los matrimonios socialmente no admitidos-.
Volviendo a su función como tecnología de poder, el amor romántico va moldeando a la mujer en
los valores que en ese momento le son útiles al sistema de poder social y capital. La
incondicionalidad y la búsqueda de la felicidad, el príncipe azul, la idea de los celos, la posesión, la
creencia en la fidelidad, la idea del “hombre de tu vida”, el deseo por fundar una familia, por tener
hijos –“darle hijos a tu esposo”-, y los intermitentes ideales eróticos y pasionales del amor
romántico, la pasión, el deseo y la 188 Rev. Direito e Práx., Rio de Janeiro, Vol. 10, N. 1, 2019, p.
170-197 Artenira da Silva e Silva, Almudena García-Manso, Gabriella Sousa da Silva Barbosa DOI:
10.1590/2179-8966/2018/30258| ISSN: 2179-8966 188 sexualidad, no son más que recursos
discursivos que crean una idea de la unión entre hombre y mujer encaminada a crear una mujer
útil para ese sistema (ESTEBAN, 2011). La mujer en el amor romántico del occidente
contemporáneo responderá a las necesidades de las estructuras de poder, estableciendo para ello
códigos que serán emitidos por las tecnologías de poder para moldear al sujeto viviente y hacerlo
a la imagen y semejanza de lo que se pretenda y se quiera. Los celos no son más que fruto de un
miedo a perder al ser querido, un sentimiento que hace que la mujer sea dócil, miedosa, inestable,
indecisa, vulnerable y sobre todo se someta a los gustos y preferencias del varón, la belleza, los
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sacrificios personales, profesionales y emocionales son fruto de esa “emoción” ligada al amor
romántico. En el varón los celos vienen a ser el mecanismo que aviva el pasado y antiguo estatus
de poseedor de la mujer. Ante este panorama, en el que las mujeres van dejando de estar
recluidas en los espacios sociales íntimos y privados, se inicia toda una estrategia en la que se ha
de establecer una ideología que devuelva a las mujeres a sus espacios domésticos, las vuelvan
vulnerables y sobre todo se vean atraídas por los estereotipos de procreadora, esposa, amante fiel
y madre. El amor que él le va a dar es un amor como cuidador, dominante, esposo y padre de sus
hijos. El sentimentalismo es pensar en un futuro feliz como familia (ESTEBAN, 2011).
Nace de la desigual distribución del poder, lo cual deriva en la falta de oportunidades en igualdad
de condiciones. Esta desigualdad e inaccesibilidad de oportunidades es uno de los motores de la
violencia contra la mujer más generalizada y menos tenida en cuenta al ser extremadamente
cotidiana y estar históricamente ligada a la evolución social. La desigual distribución del poder es
una herencia honda y profunda que no se ha ido limando, multifactorial pues no sólo puede ser
achacada al poder, también a la desigual distribución de tareas o la “división sexual del trabajo”
(ENGELS, 2008), que nos conduce a una desigualdad económica y de poder fáctico y simbólico,
junto con la falta de oportunidades hace que la mujer sea uno de los sujetos de alta vulnerabilidad
social, económica, laboral y política. La división de espacios por sexos desplazó a la mujer a la
esfera privada, íntima y doméstica, lo cual la deshereda de manera inexorable de los espacios de
poder públicos, donde se formalizan las leyes y las normas que rigen el colectivo social. Quitar a la
mujer la posibilidad de enunciar las normas, las leyes y darle la potestad de hacer 189 Rev. Direito
e Práx., Rio de Janeiro, Vol. 10, N. 1, 2019, p. 170-197 Artenira da Silva e Silva, Almudena García-
Manso, Gabriella Sousa da Silva Barbosa DOI: 10.1590/2179-8966/2018/30258| ISSN: 2179-8966
189 que se cumplan, para el sistema patriarcal es un riesgo que no puede permitirse. Ningún texto
jurídico antiguo incluye a la mujer como sujeto privilegiado, más bien son textos que normativizan
y regulan a la mujer e incluso la excluyen como ciudadana de primera. (MOLAS FONT, 2002).
La limitación y privación de la libertad. La libertad es uno de los derechos fundamentales del ser
humano, su privación está sujeta a medidas legales y penales dentro de un marco jurídico
concreto. Lejos de esa medida la pérdida de la libertad es una de las formas de violencia más
utilizada en la sociedad, ya haya sido en el pasado como en la actualidad. La limitación de libertad
no sólo es concerniente a la libertad física, a la reclusión o secuestro sino que es incluye la libertad
de pensamiento, de acción y como no de decisión. Este punto incluye la libertad sexual de la
persona, uno de los mayores delitos denunciados y enjuiciados en el mundo, pero que también es
el más silenciado por motivos culturales, sociales y de poder, pues el miedo y la vergüenza -
volvemos a las herencias socio-religiosas- son motivos por los que la víctima calla ante una
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violación o la privación de su libertad sexual (ATENCIO, 2015). En todo ello también existe ese
trasfondo hereditario de los mitos clásicos. Los raptos, secuestros y violaciones no consentidas
estaban a la orden del día de las acciones de dioses y héroes, los cuales dominaban a la mujer de
esta manera respondiendo a su superioridad. Sí, también se dan mitos y diosas que secuestraban a
hombres, pero el sentido y la imagen que queda de ello en el imaginario social colectivo no es la
de valor, poder y dominación sino la de peligro -sirenas, medusa, arpías- maldad -Hera- o crueldad
-Démeter (ALVAR BLÁZQUEZ; WAGNER,1994).
Es económica. Sin redundar en la historia ni en los textos jurídicos antiguos, volvemos a retomar
esas herencias que nos quedan. La propiedad como bien hemos indicado en anteriores ocasiones
era del varón, esa propiedad no sólo se limitaba a la posesión de unos terrenos y unos bienes, que
en ocasiones eran fruto de la herencia parental y la dote por matrimonio, sino que entre los bienes
estaban la esposa y la progenie que ésta le aportaba. Esta distribución de estructura familiar en las
ciudades o polis se comenzó a dar de manera desigual, pero ubicándonos en una cultura que ha
influido en el derivar de las demás nos centramos en las sociedades pre babilónicas, babilónicas,
hebrea, mesopotámicas y greco-latinas, pudiendo incluir las estructuras 190 Rev. Direito e Práx.,
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familiares del medievo. Pero reiteramos que la historia no es lineal y que existieron sociedades y
contextos donde esta prohibición no se daba o era más laxa. La falta de recursos económicos y la
desigual distribución en la mujer hizo que muchas de las normas, leyes, reglas y preceptos
incluyeran una forma de mantener a la mujer en situación de repudio y/o viudedaz además de
orfandad, esta manera de dotar de un bien económico a la mujer consistía en que ella sólo tenía
derecho a las joyas que poseía o que llevaba encima (DUBY; PERROT, 1991). También el occidente
desarrollado sufre la violencia económica contra la mujer, la laboral, la discriminación salarial, la
inequidad en oportunidades a idéntica cualificación, el descrédito por pertenecer a un género u
otro, la falta de políticas de conciliación de vida laboral, entre otros aspectos. Muchas de esas
trabas son fruto de la maternidad que las “hace vulnerables” ante un mercado laboral competitivo
y a tiempo casi completo (VV.AA, 2004)
La violencia contra la mujer no entiende de clases sociales, económicas ni culturales. Todas las
mujeres, e incluso las más elevadas en la escala social, las diosas, eran de naturaleza inferior.
Véanse las vejaciones y los sometimientos por los que pasan diosas tan importantes como
Démeter, Tetis, Hera, las mismas figuras mitológicas como las sirenas, las gorgonas, la esfinge, etc.,
todas sufrían de abusos físicos, psicológicos, simbólicos, etc., (VERMANT, 2001). La diosa Tetis es el
ejemplo por excelencia de la subyugación absoluta de la mujer al patriarcado,
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independientemente de su posición como diosa, ella tuvo que obedecer y ceder dominada por un
simple mortal, una denigración máxima para toda una diosa (MOSSÉ, 1995). Sí existen excepciones
en mujeres nobles, según época y contexto, que vivieron fuera de las normas y leyes impuestas al
común social, aun así los juicios y la violencia ejercida contra ellas son severas y
desproporcionadas en comparación con sus congéneres masculinos. Qué importa el dinero y la
posición social cuando a lo largo de miles de años sobre la imagen de la mujer ha estado el peso
de su debilidad, inferioridad, etc., el discurso patriarcal se ha permeado tanto que ninguna mujer
está exenta de ser víctima de violencia machista.
Efecto Matrioska. Una violencia incluye a otra y así sucesivamente. Las violencias que albergan
otras violencias sólo son notables en cuanto a su visibilidad, de ahí que hayamos utilizado la
metáfora de las muñecas Matrioskas y el concepto de su “tamaño”, pues la importancia en la
violencia no es lo visible, lo reconocible lo demostrable, pues lo importante es lo que realmente es
invisible, aquello que oculta el 191 Rev. Direito e Práx., Rio de Janeiro, Vol. 10, N. 1, 2019, p. 170-
197 Artenira da Silva e Silva, Almudena García-Manso, Gabriella Sousa da Silva Barbosa DOI:
10.1590/2179-8966/2018/30258| ISSN: 2179-8966 191 hecho, además de que un tipo de violencia
nunca va sola, sino que encubre otros tipos de violencias. Es un fenómeno multifactorial, sistémico
y estructural. Abarca todos los espacios sociales y un tipo de violencia encubre a otro, el problema
del efecto matrioska es el encubrimiento de muchos tipos de violencia bajo un tipo de violencia
visible y reconocible socialmente.
La violencia contra la mujer tiene víctimas colaterales. Basta decir que la primera víctima
colateral de la violencia contra la mujer es la misma sociedad, pero eso nos haría pecar de
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obviedad. En los casos de violencia contra la mujer la víctima sobrepasa a ella misma, son muchas
otras más personas las que padecen las consecuencias de esa violencia -sea del tipo que sea-. Esta
colateralidad obvia no sólo deriva de la modalidad de red social que conforma las relaciones
humanas, pues el que sufre es visto por los que le rodean, sus hijos, sus hermanos, sus padres, sus
amigos o demás miembros de su colectividad con afinidad emocional a esa persona. Esta violencia
se expande a los que rodean a la víctima tomada como una manera más de violencia contra ella,
pues la venganza de hacer daño a la persona querida es una de las maneras más de violencia
psicológica y emocional, que somatizada llega a ser física. La desprotección legal sobre las víctimas
colaterales de la violencia contra la mujer es un tema de debate que desde hace menos de una
década comienza a ser debatido en los espacios académicos, científicos y como no legales.
Ejemplo de ello podemos ver como leyes que han revolucionado un país como lo es la “Ley María
da 192 Rev. Direito e Práx., Rio de Janeiro, Vol. 10, N. 1, 2019, p. 170-197 Artenira da Silva e Silva,
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ISSN: 2179-8966 192 Penha” en Brasil, la cual fue un avance en la lucha contra la violencia contra
la mujer no incluye a los hijos/as ni a la familia o compañeros sentimentales como posibles
víctimas directas de la violencia infringida a la mujer con la que están relacionados (SAUAIA;
GARCÍA-MANSO, 2015).
En la mitad de Siglo XX y sobre todo a finales se comienzan a tomar medidas contra los
hombres que maltratan a las mujeres, psicológica y físicamente, tanto dentro como
fuera del hogar.
Algunos hechos y promulgaciones son determinantes para respaldar los nuevos ideales
de igualdad que aún seguimos defendiendo:
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Desde los 80 hasta la actualidad, la mayoría de países del mundo han adoptado medidas
para eliminar cualquier tipo de discriminación o violencia contra las mujeres, aunque
todavía hay mucho por poner en práctica, pues la violencia machista sigue siendo una
lacra mundial que afecta a una de cada tres mujeres en el planeta.
Desde los años noventa muchos países han venido incorporado a su legislación leyes para
combatir la violencia contra la mujer. Estas leyes persiguen garantizar el enjuiciamiento y castigo
de aquellos que la ejercen, empoderar y dar apoyo a las víctimas y prevenirla.6
En 1994 fue adoptada la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer conocida también como la Convención Belem do Pará, que propone por primera
vez el desarrollo de mecanismos de protección y defensa de los derechos de las mujeres como
fundamentales para luchar contra el fenómeno de la violencia contra su integridad física, sexual y
psicológica, tanto en el ámbito público como en el privado y su reivindicación dentro de la
sociedad. Define la violencia contra la mujer, establece el derecho de las mujeres a vivir una vida
libre de violencia y la destaca como una violación de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales.
En Perú
En Perú en 2015 se aprobó la Ley n.º 30364 Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia
contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar101
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Según la publicación de RPP; Perú es el séptimo país en América Latina donde suceden más
feminicidios. Las mujeres violentadas presentan síntomas de estrés postraumático, depresión y
apatía. Si bien el incremento de la violencia contra la mujer impacta al país, no se puede caer en el
error de afirmar que todos los causantes de agresión tienen necesariamente algún problema de
salud mental.
La violencia contra mujeres y niñas sigue relativamente silenciada por un sistema que facilita la
impunidad de los perpetradores, la estigmatización social y la vergüenza que sufren las víctimas.
Para mayor clarificación, la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer emitida por
la Asamblea General de la ONU en 1993, define la violencia contra la mujer como “todo acto de
violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para
la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si
se producen en la vida pública como en la vida privada.”
Los efectos psicológicos adversos de la violencia contra las mujeres y niñas, al igual que las
consecuencias negativas para su salud sexual y reproductiva, afectan a las mujeres en toda etapa de sus
vidas. Por ejemplo, las desventajas tempranas en materia de educación no solo constituyen el obstáculo
principal para hacer cumplir el derecho a la educación de las niñas, sino que también restringe el acceso
a la educación superior a la mujer, limitando así sus oportunidades de empleo.
Aunque todas las mujeres, en todas partes del mundo, pueden sufrir violencia de género, algunas
mujeres y niñas son particularmente vulnerables, ejemplo de ellas son las niñas y las mujeres más
mayores, las mujeres que se identifican como lesbianas, bisexuales, transgénero o intersex, las
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migrantes y refugiadas, las de pueblos indígenas o minorías étnicas, o mujeres y niñas que viven con el
VIH y discapacidades, y aquellas en crisis humanitarias.
La violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo, paz, al igual
que el respeto de los derechos humanos de mujeres y niñas. Lo que es más, la promesa de los Objetivos
de Desarrollo Sostenible (ODS) de no dejar que nadie se quede atrás, no podrá cumplirse sin primero
poner fin a la violencia contra mujeres y niñas.
ÍNDICE
1. Neuroarquitectura
a. Equilibrio de Luminancias
b. Deslumbramiento
a. Continuidad visual
b. Continuidad física
2.5 Accesibilidad
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2.9 Estacionamientos
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