El Vendaval Amarillo - César Rengifo

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César Rengifo

El vendaval
amarillo

Alcaldía
d e C ara cas

Fondo Editorial Fundarte



Alcaldía
de Caracas

C ésa r R e n g if o
Nació en Caracas el 14 de mayo
de 1915. Escritor, artista plástico,
periodista. Estudió en la Academia
de Bellas Artes de Caracas entre 1930
y 1935. En 1937 vivió en México
y tuvo contacto directo con el
movimiento muralista mexicano.
De regreso a Venezuela en 1938,
se involucró en las luchas políticas,
afiliado al Partido Comunista.
Reportero, redactor y coordinador
de páginas culturales, formó parte del
equipo fundador del diario Últimas
Noticiasen 1941. En 1953 fue fundador
del grupo teatral «Máscaras»,
dedicándose por entero a la
dramaturgia y la puesta en escena.
Paralelamente, su actividad pictórica
le valió galardones en los salones de
arte de la época, y el Premio Nacional
de Pintura en 1954. Entre 1954 y 1955
ejecutó su famoso mural dedicado
al héroe mítico caribe Amalivaca en
el Centro Simón Bolívar. Fue Director
de Extensión Cultural
de la Universidad de Los Andes de
Mérida entre 1958 y 1960. Desde 1959
concurrió con sus obras al Festival
de Teatro Venezolano, obteniendo
varios premios. En 1980 se le otorgó
el Premio Nacional de Teatro, poco
antes de fallecer, el 2 de noviembre,
en Caracas.
César Rengifo

El vendaval amarillo
D ram a en tres actos

(1952)


Colección Biblioteca César Rengifo
2* Edición. Fundarte 2015

Colección Biblioteca César Rengifo - Ns 15


© Fundación para la Cultura y las Artes, FUNDARTE 2015

El vendaval am arillo
C é s a r R e n g if o

Imagen de portada
Título: El regreso
Autor: C é sa r R e n g if o
Técnica: Óleo s/tela
Dimensiones: 96 x 72 cm
Año: 1969
Tomado del libro: Rengifo. J o rg e N unes Ernesto A m ilano Editor. 19 8 1

Al c u i d a d o d e : H é c t o r A. G o n z á l e z V.
Diseño y concepto gráfico general: D a v id J. A rneaud G .

Hecho el Depósito de Ley


Depósito Legal: N° 2342014800584
ISBN: 978-980-253-602-3

FUNDARTE. Av. Lecuna, Edif. Tajamar, PH


Zona Postal 1010, Distrito Capital, Caracas-Venezuela
Telefax: (58-212) 5778343 - 5710320
Gerencia de Publicaciones y Ediciones
C O L E C C IÓ N B IB LIO TEC A C É SA R RE N G IFO

a permanente obsesión artística de César Ren-


L gifo (1915-1980) fue la de captar, representar
o expresar lo que él concebía como la esencia de
la venezolanidad. Integrante de una generación que
cobró conciencia en medio de las luchas contra el
gomecismo, Rengifo hizo suya la misión de resal­
tar o, en su defecto, encarnar, la manifestación de
un espíritu nacional.

Esa esencia o espíritu propiamente venezolano


aparecía a sus ojos impregnado del sufrimiento hu­
mano y de la injusticia social que caracterizaron la
Venezuela del siglo xx que le tocó presenciar, y de
los cuales quiso asumir una incansable denuncia
con los medios expresivos que le parecieron, en su
momento y en sus circunstancias, los más genuinos
y auténticos.
7
Fue quizás el primero en plantearse con total fi­
jeza la noción del arte como compromiso social,
tal como entró en vigencia en las discusiones de
los movimientos revolucionarios posteriores a la
Segunda Guerra Mundial, a la vez que se insertaba
en la tradición del nacionalismo histórico repre­
sentado, entre otros, por Mario Briceño Iragorry, a
quien Rengifo admiró, ahora replanteado desde el
materialismo histórico como postura anticapitalista
y antiimperialista.

Creador polifacético, formado durante años en la


Academia de Bellas Artes de Venezuela y en contac­
to con el movimiento muralista mexicano, su legado
más prolífico y consistente se halla en su obra teatral,
por la que ha sido considerado como el iniciador de
la dramaturgia contemporánea venezolana.

El teatro de César Rengifo, que comprende cer­


ca de cincuenta piezas, ha sido clasificado como
abarcando cuatro grandes ámbitos: el histórico (con
obras como Lo que dejó la tempestad y Oscéneba);
el político (con ¿Por qué canta el pueblo? o Muros
en la madrugada)-, el social (con La fiesta de los
moribundos, La esquina del miedo o La sonata del
alba) y el psicológico (con Yuma o cuando la tierra
esté verde o En mayo florecen los apamates).

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A la buena gente de Burbusay,
pueblo de páramos, junio a cuya
bondadosa hospitalidad cobraron
forma estos pensamientos.

Y los veneros de petróleo, el Diablo.


R a m ón L ó pez V klaroe
Personajes

C r is a n t o : Campesino agricultor. Cincuenta


y cinco años
A n t o n io : Campesino agricultor. Sesenta años
Z o il o : Agricultor y comerciante en pequeño,
luego obrero.
N a t iv id a d : Mujer de Crisanto, y maestra
de primeras letras.
C a m il a : Hija de Antonio. Veintitrés años
O brero I
O brero II

G entes

Acción

Transcurre en un lugar del estado Zulia, durante


los años 1938-1939.

El vendaval amarillo I 11
ACTO I
Al iniciarse la acción al escenario está comple­
tamente oscuro, únicamente cerca del proscenio
y en el lateral izquierdo hay un tronco de árbol
cortado casi a dos cuadras del suelo y levemen­
te iluminado por una luz violeta.
(Por el lateral derecho e iluminado por una luz
difusa de reflectores aparecen Zoilo y dos obre­
ros. La vestimenta de los tres se ve sucia y con
huella de humo y quemaduras. Zoilo camina
con dificultad, sostenido por sus acompañantes,
lleva un brazo en cabestrillo y se muestra ago­
biado por una gran fatiga. A medida que ellos
avanzan, el fondo se ilumina interm itentemente
con golpes de luz rojiza, mientras a lo lejos se
oyen explosiones y un rumor difuso)
Z o il o : ¿Sigue el incendio?
O brero I: ¡Sigue!
Z o il o : ¡Deben regresar!
O brero II: ¿Y tú?
Z o il o : Puedo seguir solo; el hospital ya no está le­
jos.
O brero 1: ¿Solo? ¿Y la pierna? ¿Y el brazo que­
brado?
Z o il o : E s verdad. Pero ustedes deben volver allá.
(Llegan junto al tronco) Los aguardaré aquí, es­
toy cansado.

El vendaval amarillo / 13
O brero II: (.Ayudando a Zoilo a sentarse en el tron­
co) Bueno, es mejor; vendremos pronto a bus­
carte. No te muevas.
(El obrero I saca un cigarrillo, lo enciende y se
lo da a Zoilo. Luego hace una seña al Obrero II
y se van, desapareciendo en la oscuridad. A lo
lejos se oyen nuevas explosiones sincronizadas
con los violentos golpes de luz rojiza. Zoilo se
seca el sudor de la frente con la manga del bra­
zo sano, y luego de una pausa, da una chupada
al cigarrillo)
Z o il o : Fuego, humo, cenizas. Si creyera en demo­
nios podría decir que ellos han caído aquí, para
vaciar sus palas llenas de tantas cosas malas.
Pero no han sido demonios lo que ha caído...
¡Cuántas calamidades en tan poco tiem po...!
¿Poco tiempo? Tengo la impresión de que fue
hace siglos que se soltaron por aquí, pero a ve­
ces, también me parece que todo comenzó ayer.
Con sólo cerrar los ojos vuelvo a encontrar el
pueblo viejo, con su río sembrado de pomarro-
sas, las casas de telas, la escuelita, y la pobreza
de todos arañando los pequeños conucos para
comer. Por doquier los alambre de púas de los
grandes latifundios corriéndose cada día y estre­
chando más al pueblo. ¿Qué se hizo todo? Las
alambras siguen... ( Vuelven a verse en el fondo
los resplandores rojizos) y sigue también el fue-

1 4 / C é sa r R e n g if o
go (Arroja el cigarrillo) y la angustia. Pueblo
Viejo estaba en ruinas, las alambradas de las
grandes haciendas se habían ido corriendo a tra­
vés de los años y sólo quedaban para sembrar
unas pequeñas vegas a la orilla del río. Muchos
se iban huyéndole al hambre, pero otros seguía­
mos allí con la esperanza de que los alambres
habían de ser quitados, de que la vida cambiaría
algún día. Pero los alambres dieron paso al dia­
blo... (Se pone Je pie) Un día en Pueblo Viejo,
ocurrió algo extraordinario... (Da unos pasos
con suma dificultad)
(La luz se apaga, segundos después se vuelve
a encender y aparece el interior de la casa de
Crisanto)
Es una sala con un pequeño corredor a la dere­
cha que hace de entrada. En el lateral izquierdo
hay una puerta que comunica con las dependen­
cias interiores. Al fondo una ventana con reja
permite ver un paisaje rural. La habitación pre­
senta un aspecto pobre, pero muy limpio. Hay
diversos muebles sencillos. Sillas de paja, mesa
de centro. Un mecedor, algunas repisas en las
paredes y varios retratos. En un ángulo se en­
cuentra un pequeño pizarrón colocado contra
la pared; junto a él hay un viejo mapa de Vene­
zuela. Frente al pizarrón y colocadas una junto
a otra, hay cinco sillas o banquitos.

El vendaval amarillo / 15
(La escena está sola, segundos después por el
corredor entra Antonio. Aparenta más edad de
la que tiene. Viste traje de dril con blusa y fra ­
nela; calza zapatos y lleva sombrero. A lo lejos
se oye una música venezolana, popular, alegre)
A n t o n io : (Llamando ) ¡Crisanto, Crisanto!
C r is a n t o : (Llamando por la puerta que da al inte­
rior, viste de dril y calza alpargatas) ¡Ah!, eres
tú, Antonio. ¿Qué te trae por aquí tan temprano?
¿Tienes alguna novedad en la casa?
A n t o n io : N o, en c asa n o h ay n o v e d a d , es en el p u e ­

b lo ...

C r is a n t o : En el pueblo... ¿qué ocurre?


A n t o n io : Pues, que eran ciertos los rumores. Los
dueños vendieron sus haciendas a las compa­
ñías, dicen que por un dineral...
C r is a n t o : Bueno, allá ellos. (Pausa) Para lo que
hacían con estas tierras. Daba lástima el aban­
dono en que estaban... ¡Y tan buenas tierras!
A n t o n io : Parece que por debajo son puro petróleo.
Por eso fue el negocio...
C r is a n t o : ¡Ah! Tenía que ser por es... Pero ¿será
verdad?
A n t o n io : ¡Claro que lo es! Se dice que también hay
en los terrenos ejidales y que ya algunas compa­
ñías están gestionando para conseguirlos, com­
prados o en arrendamiento.

1 6 / C é sa r R e n g if o
C r is a n t o : Deben ser cuentos. La gente habla y exa­
gera mucho. ¿Acaso porque haya en las hacien­
das — lo que aún no creo— va a haber en todas
partes?
A n t o n io : Pues, compadre, como que no son cuen­
tos. Parece que sí hay mucho de cierto en eso de
que todo esto por debajo es petróleo...
C r is a n t o : Siempre tan crédulo, al pueblo tienen
que dejarle tierras. ¿Dónde vamos a sembrar en­
tonces? Ya apenas quedan las vegas.
A n t o n io : Será en la misma orilla del rio.
C r is a n t o : ¿En el pedregal? No me hagas reír...
(Entra Zoilo )
Z o il o : Buenas... ¿Cómo están por aquí?
C r is a n t o : Será bien, Zoilo, ¿y tu?
Z o il o : Risueño y alegre como un turpial... ¿Supie­
ron la noticia?
A n t o n io : ¿La de las haciendas?
Z o il o : ¡Claro! ¿Qué otra podría ser?
C r is a n t o : Hablábamos de eso
Z o il o : (Estrujándose las manos) Tenemos petró­
leo. Una gran fortuna para este lugar. Ahora sí
es verdad que salimos adelante.
A n t o n io : (A Crisanto) ¿Ves que es cierto?
Z o il o : (Continuando) Y parece que hoy mismo co­
mienzan los trabajos, hay apuro por sacarlo...

El vendaval amarillo / 17
A n t o n io : (A Crisanto) ¿Se da cuenta?
C r is a n t o : ¡Cónfiro! ¡Hoy mismo!
Z o il o : Ya están llegando a la loma de arriba las má­
quinas y los camiones, y mucho gringo... ¡Son
los que traen la plata!
A n t o n io : Entonces, la cuestión es un hecho... Se
compuso esto. Ahora sí es verdad que se acabó
la miseria, porque dicen que adonde llega el pe­
tróleo...
Z o il o : Todo cambia como por arte de brujería...
A n t o n io : Con los gringos no hay tontería. ¡Esa
gente trabaja y da a ganar!
Z o il o : A sí es. Conversé con uno que llegó con la s

máquinas. Me dijo mirando el paisaje que todo


esto cambiará, y que pronto habrá riqueza, civi­
lización, progreso...
A n t o n io : (A Zoilo) Tu pequeña pulpería se irá para
arriba. Ahora sí se convertirá en un verdadero
negocio y podrás dejar el conuco.
Z o il o : L o que es esa pequeña ratonera la convierto
en un gran almacén, con la ayuda de Dios, cla­
ro. (A Crisanto) ¡Ah, viejo!, esto es lo que se
llama una gran suerte para el pueblo. Ahora si le
ponen su luz, y su acueducto, y puede que hasta
arreglen la plaza y las calles...
C r is a n t o : Ojalá que así sea... Algo debemos ga­
nar...

18 / C é sa r R e n g if o
A n t o n io : ¿A lgo...? M ucho... ya verás... ¡Con el
dineral que va a correr!
Z o il o : El petróleo es plata... ¡Oro negro, como le
dicen, y del bueno!
C r is a n t o : Hay que esperar para ver.
Z o il o : N o seas tan descreído, compadre, si ya esta­
mos viendo.
(Entra Natividad, aspecto bondadoso, ademanes
suaves, trae una vasija de barro llena de agua)
N a t iv id a d : ¡Que bueno!, tenemos visitas temprane­
ras... ¿Cómo están ustedes?
A n t o n io : Bien, Natividad...
Z o il o : Y yo muy contento...
C r is a n t o : (A Natividad) Tendrás que apurarte, pues
ya es hora de que lleguen los niños.
N a t iv id a d : No creo que vengan, pues todo el pue­
blo es un alboroto con la llegada de esas má­
quinas y la noticia del petróleo. Parece como si
hubiera fiesta. Donde Margarita hasta han ador­
nado las ventanas y puesto la bandera.
C r is a n t o : ¡La gente es muy novelera!
Z o il o : Hoy tienen razón, compadre. Es el progreso
que ha llegado, una nueva vida para todos...
N a t iv id a d : Dicen que han bajado como cuarenta ca­
miones cargados de máquinas y de hierro, y so­
bre todo, mucha gente forastera... (Vaadentro)

El vendaval amarillo / 19
Z o il o : (A Crisanto) ¿Se fija? ¡La cosa es grande!
A n t o n io : ¡A sí es!

(Entra Camila, morena, sensual, viste con sen­


cillez)
C a m il a : Buenos días, todos...
C r is a n t o : Buenas, Camila, estás muy bonita y muy
m adrugadora...
Z o il o : Es la estrellita del pueblo...
C a m il a : (Sonriendo y a Antonio) ¡Te andaba bus­
cando...!
C r is a n t o : ¡Ajá! La hija detrás del padre... ¿Lo vas
a regañar, Camila?
C a m il a : Se v in o s in d e s a y u n o y e s o le h a c e d a ñ o

Z o il o : Y o t a m b i é n a n d o a s í , p e r o h o y e s u n d í a e x ­

tra o rd in a rio .

A n t o n io : (A Camila) ¿Tu hermano ya se fue para


la vega?
C a m il a : N o, d e jó la e s c a r d i l l a y s e m a r c h ó c o n

R a ú l h a c i a la l o m a d e a r r i b a a v e r l o s c a m i o n e s

q u e e s tá n lle g a n d o .

C r is a n t o : ¿Con el hijo mío? Lo hacía limpiando el


maíz n el conuco. ¿Y para qué irían a la loma?,
porque un camión no tiene nada de particular...
C a m il a : Oí decir a otros muchachos que los grin­
gos ya están ofreciendo empleos con buenos
sueldos y todos quieren aprovechar.

2 0 / C é sa r R e n g if o
C r is a n t o : ¿Pero Trino y Raúl están locos? ¿Pien­
san acaso meterse a trabajar con los musiús?
Z o il o : Son jóvenes y deben tener aspiraciones...
Toda la vida no pueden estar agarrados a una
escardilla.
A n to n io : Es cierto, piensan en otros horizontes...

C r is a n t o : Pero la escardilla nos ha dado la comida


hasta ahora.
Z o il o : A lo s m u c h a c h o s h a y q u e d e ja r lo s a n d a r s o ­

lo s a lg u n a v e z , c o m p a d r e , ¡y m á s a h o r a q u e e s

tie m p o d e p r o g re s o !

A n t o n io : ¡Naturalmente! Si Trino quiere dejar de


arañar la poquita tierra que queda para buscar
otra cosa, lo dejaré... Lo cierto es que ese conu­
co ya no produce ni para medio com er...
Z o ilo : A sí es. ¡Además, las tierras escasearán más!

C r is a n t o : Pues me gustaría que Raúl siguiera junto


a la tierrita_Y si quitan las vegas de arriba,
buscaremos otras, y si no hay, ahí queda El Pe­
dregal...
Z o il o : ¡Ah, caramba! Ya piensa en El Pedregal,
hace rato no le gustaba.
C r is a n t o : Digo, si no hay tierras... Aunque El Pe­
dregal es fresco y debe dar buena caraota; ade­
más el río lo riega bien...
C a m il a : E s o es ahora... Pero oí decir al señor co­
misario que al río lo van a desviar muy arriba

El vendaval amarillo / 21
para tirarlo hacia un canal que construyen las
compañías, no sé dónde...
C r is a n t o : ¡Cómo! ¿Van a desviar el río ...? Y en­
tonces, ¿qué agua va a tener esto?
C a m il a : A sí d ijo .

A n t o n io : ¡Debe ser un cuento!


C r is a n t o : Tiene que serlo. ¿De dónde sacaría el

agua para regar y beber...? Tendríamos que ir a


buscarla al lago y esa es salobre... Además está
muy lejos.
Z o il o : (A Crisanto) No te preocupes mucho por
eso. El comisario es muy hablador y le gusta in­
ventar cosas...
C r is a n t o : Tiene que ser así. Figúrate, desviar el rio .

¡Qué locura!
Z o il o : Esa gente hace sus trabajos muy bien y no
van a dejar este pueblo sin su río; por eso no
debemos ni preocupamos.
A n t o n io : Saben mucho, nunca hacen cosas malas
sino muy bien hechas...
C a m il a : Dicen por ahí que van a construir un pue­
blo nuevo aquí mismo, con cines y grandes edi­
ficios.
Z o il o : Son capaces de todo y pueden hacerlo...
C r is a n t o : Con tal que dejen quieto el río, que ha­
gan lo que quieran. (A Camila) Tengo hambre,

2 2 / C é sa r R e n g if o

\
anda y dile a Natividad que nos preparé café y
algunas cositas de masticar.
C a m il a : Bueno.
(Camila va al interior. Afuera se oyen voces y
gritos de júbilo)
Z o il o : Oigan cómo está la cosa afuera, por todas
partes hay alegría.
(Entra la Vecina, delgada, nerviosa, camina con
premura)
V e c in a : (Sin saludar) ¿Está Natividad?
C r is a n t o : Sí, vecina, está en la cocina, pase usted...
V e c in a : Con el permiso, pues, y perdonen que ni si­
quiera dé los buenos días, pero estoy apurada...
(Pasa al interior)
C r is a n t o : Margarita siempre anda así... ¡Como un
caballito de diablo!
Z o il o : El negocio de la posada la va a volver loca.
(Afitera se oyen nuevamente voces y gritos junto
con bocinazos y ruidos de motores de autos y
camiones)
A n t o n io : (Caminando hacia la puerta del come­
dor) Voy a curiosear, la cosa como que aumen­
ta... (Sale)
Z o il o : E s u n a v e r d a d e r a f i e s t a . . .

(Llegan del interior Natividad, Camila y la Veci­


na. Esta trae varios platos vacíos, tazas y cubier-

El vendaval amarillo / 23
tos. Natividad y Camila, por su parte, traen una
bandeja con tres tazas llenas de café y un mantel)
N a t iv id a d : (Poniendo el mantel en la mesa mien­
tras Camila coloca las tazas y los cubiertos)
Beberán antes el café, ya lo demás va a estar...
V e c in a : (A Natividad) ¿Y no le harán falta esos pla­
tos y cubiertos?
N a t iv id a d : N o, Margarita, no te preocupes.
V e c in a : (A Crisanto) Vine a hacerle un préstamo a
Natividad, pues tengo la posada llena de gente
forastera y todos quieren desayuno. No sé qué
voy a servirles.
Z o il o : Y eso va a ser diario, M argarita...
V e c in a : A sí d ic e n , e n e l fo n d o e s to y m u y c o n te n ta .

Z o il o : Cómo no va a estarlo, ganará plata y su po­


sada podrá convertirla en un gran hotel...
V e c in a : ¡Qué cosas dice usted...!
N a t iv id a d : ¿Y por qué no, Margarita? Ojalá sea
así...
V e c in a : Los ángeles digan amén. Pero me voy,

pues allá deben estar esperándom e... (Sale)


(Entra Antonio)
A n t o n io : E so hay que ir a verlo. Primera vez que
hay en este pueblo tanta gente... Y no se habla
sino del petróleo y de la plata que correrá... Me­
jo r dicho, que ya empieza a correr...

2 4 / C é sa r R e n o if o
C r is a n t o : (A Antonio) ¿ No oíste hablar algo del
río?
A n t o n io : Nada, cuentos...
N a t iv id a d : ¿Qué hay con el río?
C a m il a : Que lo van a desviar... D icen...
N a t iv id a d : E s o t i e n e n q u e s e r m e n t i r a .

C r is a n t o : Claro, pero me preocupa que lo digan.


Z o il o : No sea tonto, compadre. No se van a meter
con el río, pero si lo hacen tenga la seguridad de
que será para el bien de todos, para el progreso
de este pueblo...
A n t o n io : Claro. Esos gringos saben lo que hacen.
C r is a n t o : ¿Y si lo desvían de verdad?
Z o il o : Quítese la idea de la cabeza... Pero si ocurre
no nos debe preocupar mucho, pues el petróleo
nos devolverá en cambio un río de oro.
A n t o n io : Eso es como dice Zoilo. Tendremos un
río de oro en vez de ese hilo de agua sucia, y
cuando haga viento salpicará hacia arriba mo­
nedas de oro... Ja, ja ... ¡Qué bueno debe ser un
río de oro!
N a t iv id a d : Están hablando mucho y el café se en­
fría. Beban que voy a traer lo otro. ( Va adentro)
{Afuera se oyen con más fuerza los gritos y vo­
ces; también el estallido de cohetes entre músi­
ca y camiones)

El vendaval amarillo / 25
C a m il a : (Corriendo hacia la puerta que da a la
calle y deteniéndose en el dintel) Ahí van los
camiones cargados de gente... También van los
m uchachos... ¡Adiós, adiós...! Ahí van Trino y
Raúl... (Grita) ¡Trino! ¡Raúl!
N a t iv id a d : (Entrando con los platos servidos que
pone sobre la mesa) ¿Raúl? ¿A donde va? (Co­
rre hacia la puerta, se asoma; luego regresa)
C r is a n t o : (Asomándose también para regresar al
instante donde Zoilo y Antonio) Es cierto, todo
el pueblo está en la calle... ¡Hay una verdadera
fiesta! ¡Como si fuera carnaval!
A n t o n io : Y nosotros aquí sin gozar nada... ¿Por
qué no salimos a ver?
Z o il o : N o s e ría m a lo ...

V e c in a : (Entrando alegre) Natividad, en la plaza


están los niños de tu escuelita cantando cancio­
nes...
N a t iv id a d : Y yo sin saberlo... ¡Gozan también la
fiesta!
V e c in a : Tam bién... Anda a verlos... (Sale)
Z o il o : (A Crisanto) Todo es júbilo... ¿Salimos en­
tonces?
C r is a n t o : Bueno, vam os... (Sale seguido de Zoilo
y Antonio)
N a t iv id a d : Pero, ¿y el desayuno...?

2 6 / C é sa r R e n g if o
C r is a n t o : (Desde la puerta) Volvemos ya, sólo ¡re­
mos hasta la plaza. Hay que ver de cerca el río
de oro que nos llega...
(Salen, mientras afuera crecen los gritos de
júbilo y un cuatro y un clarinete dejan oír una
alegre música venezolana, a tiempo que esta­
llan cohetes y petardos. La luz se apaga pausa­
damente... segundos después enciéndese la luz
violeta junto al tronco del proscenio y divisase
a Zoilo tal como estaba al iniciarse la acción)
Z o il o : Desde aquel día vinieron grandes cambios.
En las extensas tierras alambradas comenzaron
a nacer torres y tubos de acero. Llegó mucha
gente nueva al pueblo. Uno a uno, los jóvenes
primero y los viejos después, fueron enrolándo­
se en las compañías. Las manos no volvieron
a tocar más los terrones, y poco a poco se fue­
ron acostumbrando a las maquinarias, al aceite.
¡Todo, efectivamente, comenzó a cambiar!
(La luz se apaga)
A lo lejos comienza a oírse una música de jazz
que va aumentando hasta hacerse estrepitosa;
al llegar a un límite cesa y la escena se encien­
de totalmente, apareciendo la misma sala de la
casa de Crisanto. El paisaje de fondo se divisa
por la ventana; ya no es verde sino erosionado.
Natividad está en escena y se ocupa de limpiar
algunos muebles y en acomodar el pizarrón y

El vendaval amarillo / 27
las sil litas. Entra Trino, vestido de over-all, cal­
za alpargatas, lleva en la mano un palo y un
pequeño portaviandas.
T r in o : Buenos días, madrina, y ¿Raúl?
N a t iv id a d : Muy de mañana lo vino a buscar un
gringo en un camión. Se fue sin tomar café.
Cuando se estaba montando me dijo que te es­
peraba en el campamento.
T r in o : Ibamos a salir juntos, pero me quedé dormi­
do ... Ahora tendré que ir cam inando...
N a t iv id a d : Me ha dicho Antonio que ahora te trans-
nochas y bebes, por eso te levantas tarde... ¡Eso
está malo!
T r iñ o : N o c re a u s te d , p a p á e x a g e ra .

N a t iv id a d : Raúl también está regado, trasnocha y

frecuenta malos sitios. Toda esa gente forastera


ha traído para acá malos hábitos.
T r in o : Ya pasó el tiempo de acostarse a las siete de
la noche, m adrina... (Sonríe )
N a t iv id a d : Seré anticuada, pero no me agrada
cómo se está poniendo el pueblo. A Raúl le digo
a cada momento que tenga cuidado.
T r in o : N o s e p r e o c u p e . E s q u e la s c o s tu m b r e s v a n

s ie n d o o tra s .

N a t iv id a d : Pues no me gustan. ¿Acaso son buenas


tantas ventas de aguardiente, esos tales cabarets
y casas de juego y todo el mujerero malo que ha

2 8 / C é sa r R e n g if o
caído como una plaga? No sé qué me sucede,
pero no me siento tranquila.
T r in o : Usted está acostumbrada al pueblito de an­
taño, donde no se movía ni una hierba... Pero,
es el progreso...
N a t iv id a d : A sí s e r á ...

T r in o : Debo irm e... ¿Le dijo Raúl que nos pasan a


otro campamento?
N a t iv id a d : Sí, ojalá que no sea lejos...
T r in o : Queda donde hacen las nuevas perforacio­
nes... (Sale)
N a t iv id a d : ¡Q u e te v a y a b ie n !

(Natividad toma la escoba y va a la cocina. En­


tran Zoilo y Crisanto)
Z o il o : N o he abierto por eso. En ninguna parte en­
cuentro con qué surtir la pulpería. Parece que
por todos estos alrededores ya nadie siembra.
C r is a n t o : ¿Y dónde hacerlo? Cada día hay menos
tierra.
Z o il o : Tendré que cerrar y dedicarme a otra cosa,
si se puede.
C r is a n t o : ¿Por qué?
Z o il o : Como van las ventas, no puedo cumplir los
compromisos. Además, para seguir con la pul­
pería tendré que importar potes y otras cosas, ¿y
cómo competir con los almacenes gringos?

El vendaval amarillo / 29
C r is a n t o : ¡E s v e rd a d !

(Entra Antonio)
A n t o n io : (Quitándose el sombrero y limpiándose
el sudor de Iafrente) Compadres, la cosa del río
es un hecho...
C r is a n t o : ¿Qué co sa?

A n t o n io : Que lo desviarán. Desde esta tarde co­


mienzan los banqueos. Para arriba llevaron
como doscientos peones.
Z o il o : ¡Ah!, por eso vi tanto movimiento en las ofi­
cinas grandes.
C r is a n t o : ¿Quién dispuso eso? Las tierras se seca­
rán; todos perderemos las siembras.
A n t o n io : N o sé. Lo cierto es que ya el pequeño río
que nos quedaba se irá hacia otra parte, las com­
pañías necesitan el agua.
Z o il o : Quizás no lo desvíen todo...
A n t o n io : E so he supuesto yo; no pueden dejar esto
seco.
C r is a n t o : Lo que deberían hacer es dejar el río
quieto en su cauce... Ah, pero yo iré a recla­
m ar... ¿Acaso podemos permitir que dejen sin
agua a los pocos terrenos de los cuales come­
mos? Creo que tú y yo debemos hacer algo...
A n t o n io : ¡Por supuesto! Eso nos perjudica...
Z o il o : Y o los acompaño.

3 0 / C é sa r R e n g if o
C r is a n t o : Diré unas cuantas cosas bien claro...
¡Vamos!
(Crisanto sale seguido por Antonio y Zoilo. Se­
gundos después entra Camila; luce muy empe­
rifollada y su rostro está pintado con un poco de
exageración)
C a m il a : ( En voz alta y como llamando) ¿Cómo que
no hay nadie aquí? (Llama) ¡Natividad! ¡Nati­
vidad!
N a t iv id a d : (Desde adentro) ¡Ya voy! (Llegando)
¡Ah, qué arreglada vienes, y tan temprano!
C a m ila : ¡Es un estreno!

N a t iv id a d : Me debes el m edio...
C a m il a : (Viendo el pizarrón y las si IIitas) ¿Y los
niños?
N a t iv id a d : Ahora casi no vienen por la mañana,
pues la mayoría tiene que llevar la comida a
los padres a los campamentos. Pero ¿qué te trae
aquí?
C a m il a : Vengo a pedirle un favor.
N a t iv id a d : Pues, dilo.
C a m il a : Ocurre que esta tarde hay paseo para la
montañita. Lo han organizado las Andelmi junto
con míster Morris, Smith y el otro musiuíto de
la planta. Me han invitado, pero no me atrevo a
decirle a papá, pues a lo mejor me pone trabas. Si
usted me sacara el permiso, él no le dirá que no.

El vendaval amarillo / 31
N a t iv id a d : ¿Lo sabe Trino?
C a m ila : ¡N o ! A ese no le digo, pues quiere que sea
com o una monja.

N a t iv id a d : Hay que cuidarte... (Pausa) No creo


que tu papá acceda y menos tratándose de los
Andelm i...
C a m ila : N o tienen nada de particular.

N a t iv id a d : Dicen que andan muy regadas con esos


gringos.
C a m il a : Usted sabe cómo habla la gente, y más en
estos pueblos.
N a t iv id a d : Yo sólo oigo. Pero, bueno, como confio
en ti le diré a Antonio. A la hora del almuerzo
estaré allí.
C a m ila : N o lo olvide, mire que yo dije que iría.

(A lo lejos se oye una sinfonola tocando música


de jazz muy estridente)
N a t iv id a d : ¡Ah, ya comenzó el aparato ese, me tie­
ne sorda!
C a m il a : Es música de jazz, ¿no le gusta?
N a t iv id a d : N o me despierta nada... Tiene mucho
ruido.
C a m il a : A mí me encanta... y hasta lo bailo. (Se
pone a danzar al son de jazz)
N a t iv id a d : Estás modernizada, muchacha. ¡Sabes
mucho!

3 2 / C é sa r R e n g if o
C a m il a : (Sin dejar de bailar) ¡Ah!, debo irme, ni
me acordaba del almuerzo. Ya sabe, la espero.
(Sale bailando)
N a t iv id a d : Sin falta iré... (Para sí) ¡Qué cosas tie­
ne Cam ila...! (Mira el piso) buscaré la escoba.
(Natividad va a dentro, la música lejana cesa;
entra Crisanto, se muestra abatido. Con lenti­
tud se sienta en una silla. Regresa Natividad)
N a t iv id a d : Te hacia en el campo. (Se pone a ba­
rrer)
(Crisanto no habla y se toma la cabeza con las
manos como abatido)
N a t iv id a d : (Dejando de barrer) ¿Qué te ocurre?
¿Te sientes mal?
C r is a n t o : ¡ N o !

N a t iv id a d : ¿Por qué estás así entonces?


C r is a n t o : ¡Están desviando el río!
N a t iv id a d : ¿Cómo d ic e s ?

C r is a n t o : (Afirmando con la cabeza) Ni siquiera


un hilo de agua nos dejarán.
N a t iv id a d : Pero hay que hacer algo. Eso no debe
permitirse.
C r is a n t o : Intentamos hablar, pero ni se dignaron a
recibimos. Ahora a la zona cercada por la com­
pañía no pasa la gente de aquí...

El vendaval amarillo / 33
N a t iv id a d : ¿Y entonces? ¿Las siembras? ¿De qué

iremos a vivir?
C r is a n t o : ¿Quién lo sabe? Ya Raúl es peón petrole­
ro ... Quizás yo tenga que seguir el mismo cami­
no... (Pausa) ¡Me siento afligido!
N a t iv id a d : N o te preocupes, los tres sabemos traba­
jar. Me pondré a hacer comida, como Margarita.
C r is a n t o : (Incorporándose) He sido y soy agricul­
tor... ¡Y amo la tierra!
(Entra la Vecina)
V e c in a : Crisanto, ¿supo lo del río?
C r is a n t o : ¡Sí!
V e c in a : ¡Parece que hay algo m ás grave, además
de eso!
C r is a n t o : ¿Qué puede ser peor que eso?
V e c in a : Un tipo dijo hace poco en mi posada que

van a traer máquinas para perforar dentro del

pueblo.
C r is a n t o : ¿Dentro del pueblo? ¡No puede ser!
V e c in a : ¡Sí! Pronto comenzarán a citar, algunos
tendrán que m udarse...
C r is a n t o : ¿Mudarse?
V e c in a : E so d i jo e l h o m b r e . . . Y com o h a n lle g a d o

ú ltim a m e n te a b o g a d o s d e la s c o m p a ñ í a s ...

N a t iv id a d : Entonces sí deben traer algo entre m a­

nos; pero no creo que sea eso.

3 4 / C é sa r R e n g if o
C r is a n t o : ¡Quizás son rumores exagerados!
N a t iv id a d : De todos modos, sería bueno averi­
guar...
(.Afuera se oyen ruidos de máquinas y motores y
muchas voces confusas)
V e c in a : ¿Qué ocurrirá? (Se asoma a la puerta)
¡Ah!, están desmontando de unos camiones má­
quinas perforadoras...
(Natividad se mueve con premura hacia la puer­
ta y se asoma)
N a t iv id a d : (Alarmada) ¡Crisanto unos tractores
han comenzado a derribar las casas de la esqui­
na!
C r is a n t o : ¡María Santísima! ¡No! ¡No puede ser,
no pueden acabar con el pueblo...! ¡Estás equi­
vocada! (Se incorpora y camina hacia la puer­
ta, turbado)
(Oscuro)

T elón .

El vendaval amarillo / 35
A CTO II

(El mismo escenario del acto anterior, con la


sola diferencia de que algunos muebles se en­
cuentran revueltos y otros acomodados como
para mudanza.
En la escena se encuentra Crisanto, sentado en
una silla, se muestra abatido y preocupado, en
sus manos tiene un sobre y una hoja de papel
escrita, la cual relee con insistencia. De lejos
llega una música antillana estridente y confusa.
Entra Natividad, trae algunos potes de conser­
vas y una caja de cartón vacia. La música se va
apagando hasta extinguirse)
N a t iv id a d : Tu tardanza me tenía intranquila. ¿Qué
resultados tuviste?

C r is a n t o : (Moviendo la cabeza con desaliento)


N ada, ya las com pañías tienen autorización para
tum bar todo esto y proceder a m ontar sus má­
quinas e in stalaciones... ¡Tendremos irnos!

N a t iv id a d : Pero, nos pagarán algo por la casa,

¿verdad?

C r is a n t o : (Negando con la cabeza) A hora ha resul­


tado que los terrenos donde está el pueblo eran
de los antiguos dueños de las haciendas, y ellos
los traspasaron a las com pañías...

N a t iv id a d : ¿Y eso cóm o?

3 6 / C é sa r R e n g if o
C r is a n t o : N o sé. Pero ha sido así de acuerdo con
unos papeles sacados de no sé dónde. Luego las
com pañías arreglaron lo d em ás... ¡Eso que lla­
man concesiones!

N a t iv id a d : Aun así, la casa es de nosotros, mi abue­


lo la construyó...

C r is a n t o : O frecen cuatro centavos por las tejas...


¡Y quién sabe si los darán!

N a t iv id a d : N o entiendo eso. ¿C óm o pueden hacer


esas cosas con tanta gente? ¿Y el de la Junta C o­
munal qué dijo?

C r is a n t o : N o puede hacer nada. Todo está resuelto


desde muy arriba.

N a t iv id a d : ¿Y si nos negáram os a desocupar?

C r is a n t o : Es inútil. Nos sacarían a la fuerza. Así me


lo dejó entender un tipo de las oficinas con quien
hablé, citándom e no sé qué ley. ¡Qué tipo tan re­
pugnante! Trata de parecerse lo más posible a un
gringo de los que gritan y mandan. Fuma pipa y
usas trajes raros, a cada m om ento me decía pa­
labras en inglés y hasta tuvo la desvergüenza de
manifestarme que nosotros com o nativos de co­
lor deberíamos estar contentos porque los musiús
nos traigan trabajo y civilización...

N a t iv id a d : Existen m uchos que piensas a sí... Pero,


a fin de cuentas, ¿quiere decir entonces que ten­
dremos que irnos?

El vendaval amarillo / 37
C r is a n t o : (Afirmando con la cabeza) Ya Rodrigo
lo hizo; ahora m ism o lo hace la gente de El Pe­
dregal y Pueblo Abajo. M argarita tam bién está
com o loca, la vi llorando m ientras recogía los
corotos.

N a t iv id a d : ¿Y todos van para el sitio ese junto al


lago?

C r is a n t o : ¿Y para dónde m ás se puede ir? Ya están


levantando allí barracas y ranchos de zinc y ta­
blas. Hasta dentro del agua se están m etiendo.
Quizás allá no lleguen las torres y los m echu-
rrio s...

N a t iv id a d : ¿Q uién podría pensar que nuestro pue­


blo sería echado al lago? De todos m odos, siem ­
pre íbam os a tener que m udam os, pues sin agua
y con las tierras secas, ¿qué podías hacer tú?

C r is a n t o : ¡E s cierto! ¡Y qué duro va a ser para


mí salirm e de todo esto ...! Pero tam poco me
acostum braría a verlo cóm o se va poniendo, sin
árboles, sin p rad o s... Lleno de polvo y ruidos
de m áquinas, con gente extraña y codiciosa por
sacarle su ju g o y dándonos órdenes por doquier
com o a inferiores...

N a t iv id a d : Para mí, alejarm e de todo eso es el úni­


co consuelo.

C r is a n t o : Yo hasta me estoy sintiendo extraño por


aq u í... Y enferm o. ¡Vivo siem pre com o afiebra­

3 8 / C é sa r R e n g if o
do! (Incorpórasey se acerca a la ventana. Hace
una pausa) ¡Ah!, no quería decírtelo, pero ten­
go otra m ala noticia que d arte ... algo que nos
d u ele...

N a t iv id a d : ¿C uál?

C r is a n t o : P u es... que C am ila se fugó anoche con


ese tipo de cabellos rojos que se llam a no sé
cómo.

N a t iv id a d : ¿C óm o? ¡No puede ser posible! ¡Que


C am ila se salió con ese hombre!

C ris a n to : A sí ha sid o...

N a t iv id a d : Aquí estuvo Trino y nada me d ijo ... es


raro, estaba tran q u ilo ...

C ris a n to : N o sabe nada...

N a t iv id a d : ¿Y el viejo A ntonio?

C r is a n t o : Tampoco. Pasó la noche en las barracas


del lago, pues precisam ente hoy pensaba m u­
darse con to d o s...

N a t iv id a d : Esa m uch acha... H acer eso ah o ra...


Quién iba a creerlo.

C r is a n t o : El que va a sufrir es Trino, soñaba con


ver a C am ila bien casada (Pausa) ¡Ah!, sobre
todos aquí ha caído com o una plaga. Por doquier
hay un aturdim iento malo. Se me ocurre pensar
a veces que nos estam os volviendo buitres. Que
nos hacem os unos y otros voraces y cobardes.
¡Por las calles no se ven sino ojos am biciosos!

El vendaval amarillo / 39
N a t iv id a d : Por eso creo que es bueno m archam os.
Quizás en las barracas del lago estem os mejor.
A llá volveré a abrir mi escuela.

C r is a n t o : ¡Ojalá puedas!

(Se oyen a lo lejos explosiones)


N a t iv id a d : (Oyendo con atención) ¿Q ué será eso?
C r is a n t o : Barrenos. Ya los taladros y torres vienen
cerca siguiendo a los tractores que derriban las
casas...

(Entra Antonio)
A n t o n io : ¿N o habrá por aquí trago de c a fé ? ... Ven­
go de lejos, del lago, y aún no he ido a ca sa...

(Crisanto y Natividad intercambian una mirada)


N a t iv id a d : ¡Cómo no, Antonio! Siéntese, ya se lo
traigo.

( Va adentro)

C r is a n t o : ¿Y cóm o viste aquello por allá?

A n t o n io : (Sentándose) Parece una com ejenera.


Todo el m undo está arm ando ranchos con lo que
encuentran. Ya no es sólo gente de aquí la que se
ha ido para allá. La hay de m uchos sitios. Unas
que, com o a nosotros, las ha em pujado la bara-
húnda de m áquinas y torres, otras que buscan
hacer fo rtuna... Ya se habla de que m ontarán un
cabaret y una casa de juegos.

4 0 / C é sa r R e n g if o
C r is a n t o : Me da m iedo irme; es difícil m overse
sin tem or de una tierra donde se ha vivido por
añ o s...
A n t o n io : ¿Y Para dónde vam os a coger? Ya aparté
sitio, y la m udanza está resuelta. Zoilo tam bién
se m archa; por allá lo vi. Se vino un poco antes.

C r is a n t o : Está muy afligido... Y tantas esperanzas


que tenía é l...

(Regresa Natividad con el café para Antonio)


N a t iv id a d : (Tendiéndole la taza a Antonio) ¿De
m anera que aún no ha ido por su casa?

A n t o n io : ( Toma ¡a taza) Pues, no.

N a t iv id a d : ¿Y qué dicen sus m uchachos de la m u­


danza?

A n t o n io : Trino ni sabe, llega tarde y m adruga para


irse al cam pam ento... A veces hasta duerm e
afu era... La que no está muy contenta es C a­
m ila ... Pero yo la co n v en ceré... A yer... cuando
salí, le dije que arreglara todo.

(Se oyen a lo lejos explosiones)


A n t o n io : Siguen dinam itando ro cas... Es en El Cu-
jizal, por allá está T rino...

N a t iv id a d : Tam bién e s tá R aúl...

C r is a n t o : ¡Quién sabe que irá a decir Raúl cuando


sepa que nos echan!

El vendaval amarillo / 41
N a t iv id a d : ¡Qué podía decir! ¿Él m ism o no ha te­
nido que seguir siendo peón porque ya en todo
esto no hay m ás nada que hacer?

A n t o n io : ¡Todos tenem os que hacerlo com o obli­


gados!

(Entra Zoilo, se muestra como agitado)


Z o il o : (A Antonio ) ¡A h ! Te b u scab a... ¿Ya te lo di­
jeron?

A n t o n io : ¿D ecirm e qué? (Se muestra asombrado)

Z o il o : (Mira a Natividad y Crisanto. Estos están


turbados) Pues, p u es... lo de C am ila...
(Suenan otras explosiones lejos)
A n t o n io : ¿Q ué le ocurrió a C am ila? (Da la taza a
Natividad, quien la pone sobre la mesa)
Z o il o : D icen... Dicen por a h í...C reí que lo sa­
b ías...

A n t o n io : ¿Q ué dicen? ¿Q ué pasa? ¡No sé nada!

Z o il o : (Turbado) Pues que anoche se fue con ese


m íster Smith.

A n t o n io : (Alarmado e incrédulo) ¡No! ¡N o...!


¡Esto es em b u ste...! ¡Me estás diciendo un em ­
buste!

Z o il o : La vieron cuando iba con él en un auto por


la carretera de arrib a... Llevaba su ro p a...

A n t o n io : ¡No es posible! ¡No es posible! ¡Camila


no es capaz de hacerm e eso!

4 2 / C é sa r R e n g if o
(Mira a natividady a Cr¡santo, éstos le afirman
con la cabeza)
A n t o n io : Aún no lo creo.

(Antonio se pone el sombrero violentamente y


sale, Zoilo y Crisanto lo siguen. Natividad va
tras ellos hasta la puerta, luego regresa, recoge
la taza de la mesa y con tristeza va al interior.
La escena queda sola por segundos, luego entra
el Obrero I)
O brero I: (Llamando con nerviosidad) ¡Crisanto!
¡Crisanto!

N a t iv id a d : (Saliendo) ¡No está! ¿Para qué lo bus­


cas?

O brero I: Debe ir rápido a la lom a de arriba. ¡Ha


ocurrido un accidente serio!

N a t iv id a d : ¿Un accidente?

O brero I: S í... Y parece que a Trino y R aúl...

N a t iv id a d : ¿Q ué les ha p a sa d o ...? D im e...

O brero 1: Dicen que les reventó una dinam ita cer­


c a ...

N a t iv id a d : ¡No! ¡No! ¡N o puede ser! ¡Dios mío!

(Sale corriendo hacia la calle seguida p o r el


Obrero I. Segundos después entran Crisanto y
Zoilo)
C r is a n t o : ¡Qué golpe tan duro para Antonio! Y no
podrá hacer nada. Ya viste lo que dijo el secreta­

El vendaval amarillo / 43
rio de la jefatura, que en cuestiones de faldas y

m usiús ellos no se m eten...

Z o il o : Ese tiene plata m etida en lo del cabaret y la


sin fo n o la...

C r is a n t o : Seguram ente.

(Por la calle se oyen gritos y voces)


Z o il o : ¿A dónde irem os a parar?

C r is a n t o : Quién sab e... (Pausa) Me da lástima


Antonio.

(Las voces y gritos de gente corriendo se oyen


más fuertes)
Z o il o : (Extrañado y oyendo con cuidado) ¿Q ué pa­
sará en la c a lle ...? C uando entraba para acá noté
gente corriendo hacia a rrib a ...

C r is a n t o : Yo tam bién, pero será algún pleito...


Ahora no abundan sino los escándalos. (Va y
mira p o r la puerta que da al interior) Parece
que N atividad salió; m ejor será ir a ver que ocu­
rre ...

(Cuando van a salir, entra violentamente Nati­


vidad, está agitada y llorosa)
N a t iv id a d : ¡Crisanto! ¡Crisanto! (Lo abraza) ¡A
Raúl lo mató la dinam ita! ¡Lo mató! ¡Lo mató!

C r is a n t o : (Espantado y tomándola por los hom­


bros) ¿Q ué dices? ¿Estás loca? ¿Q ué le ocurrió
a Raúl?

4 4 / C é sa r R e n g if o
N a t iv id a d : ( Llorando ) ¡Está m u e r to ... m u e rto !

(Crisanto suelta a Natividad y queda como per­


plejo, mirando hacia la puerta)
Z o il o : (Presa de angustia y asombro) ¡No puede ser!
¡Seguramente es mentira! Iré a ver qué ha ocu­
rrid o ... (Cuando va a salir, llegan los obreros.
Natividad llora contra la pared y Crisanto sigue
mudo. A los obreros ) ¿Es cierta la desgracia...?
(Obrero I afirma con la cabeza y se muestra
abatido)
O brero II: Ya lograron sacarlos debajo de la roca

(Zoilo sale corriendo hacia la calle, los obreros


lo siguen)
C r is a n t o : (Como saliendo de un gran estupor y
mientras Natividad solloza sordamente) ¡He­
mos quedado solos! ¡Solos!

(Se deja caer pesadamente sobre una silla. En­


tra Antonio, se muestra como enloquecido)
A n t o n io : (Tomándole a Natividad las manos) ¿Tri­
no y Raúl? (Natividad afirma con la cabeza.
Antonio con gestos de dolor) N o puedo ni im a­
ginarlo, ni siquiera im aginarlo. (Hace un gesto
como para salir. En este momento entran Zoilo
y los obreros, junto con otras personas)
O brero I: Ahí los trae n ... (A Antonio) Raúl está
m uerto, pero su hijo Trino sólo tiene quem adu­
ras graves, quizás se salv e...

El vendaval amarillo / 45
(Zoilo callado, abraza a Natividad. Entra la Ve­
cina, semi-llorosa y agitada)
V e c in a : Ya los están bajando por la calle de arriba.

(.Afuera se oye ruido y muchas voces. Antonio,


Natividad, los dos obreros y la Vecina corren
hacia la calle. Crisanto permanece inmóvil,
mira a Zoilo, quien se ha quedado en la sala, y
luego, con mucha dificultad se incorpora y con
pasos tardos camina hacia la otra habitación.
Lo hace dificultosamente. Cuando llega al din­
tel de la puerta, se agarra del muro y comienza
a doblarse hasta caer con pesadez. Zoilo corre
hacia él y trata de sostenerlo y alzarlo)
Z o il o : ¡Crisanto! ¡Crisanto! ¿Q ué te pasa? ( Mo­
viéndolo) ¡Crisanto! ¡Crisanto!
(Las luces se apagan y cae el telón)

4 6 / C é sa r R e n g if o
ACTO III

(Se ilumina el proscenio con una luz violeta.


Zoilo trata de incorporarse mientras habla)
Z o il o : Después de esa desgracia, los tractores con­
tinuaron su obra de dem olición. Frente a sus
m etálicas palas fueron cayendo una a una de las
viejas y pequeñas casas de tierra y tejas. ¡Cuán­
tas cosas se derrum baban con ellas! Pronto Pue­
blo Viejo fue un m ontón de ruinas desoladas.
Todos nos m archam os a la orilla del lago, y allí
nació otro pueblo de latas, cartones y m iserias...
Y otra vida nos tom ó en sus m anos...

(Oscuro sobre Zoilo. Lentamente se ilumina el


escenario)
Aparece el interior de una barraca a orillas
del lago, construida sobre pilotes. En el lateral
derecho hay una puerta que hace de entrada.
Cuando se abre deja ver un puentecillo de ta­
blas y algo de las barracas vecinas. En el lateral
izquierdo otra pequeña puerta cubierta con una
cortina de tela comunica con otra pieza peque­
ña que hace de dormitorio. Al fondo, un medio
tabique separa la estancia de un corredorcillo
cuyo piso cae al lago. Entre el medio tabique
y la pared del lateral izquierdo hay una baran­
dilla que hace de división e impide el acceso al
corredorcillo. La barandilla es de listones del­
gados y endebles. La estancia está amueblada

El vendaval amarillo / 47
con excesiva pobreza y las paredes dejan ver la
construcción a base de tablas sin cepillar, latas
y cartones. Hay algunas sillas, un viejo alma­
naque, un espejo, una destartalada cocina de
kerosene, algunos cajones y una pequeña mesa
sobre la que está una tinaja de barro cocido.
(En escenas se encuentran Natividad, la Veci­
na y Crisanto. Las dos primeras hablan entre
si, mientras que Crisanto, sentado en una silla
de cuero, mira fijamente todo con ojos torpes.
De vez en cuando deja escapar una leve risa
blanda, propia de algunos enfermos mentales.
Natividad viste un camisón negro)
V e c in a : (Tiene en la mano un pequeño portavian­
das) Siem pre que com a, aunque sea poco, es un
buen síntoma. Lo noto con m ejor sem blante.

N a tiv id a d : Parece que el aire que viene del lago


le ha prestado algo, pero no tengo esperanzas.
(Mueve la cabeza, afligida)
V e c in a : N o pienses así. Conozco muchos que es­
tuvieron peores que él y por allí andan con sus
cerebros buenos.

N a t iv id a d : Va a cum plir así m as de año y medio.

V e c in a : Hay que tener paciencia. A dem ás, él es ro­


busto, mal está Antonio. Esa tisis com o la que
sufre no perdona y m enos si la gente no c o m e ...
Y A ntonio cada día prueba m enos bocad o ...

4 8 / C é sa r R e n g if o
N a t iv id a d : Y m enos mal que tu herm ana lo cuida
con tanto cariño.

V e c in a : ¡El pobre! ¡Un hom bre tan bueno! (Pausa)


En fin, natividad, m e voy. A la tarde le traeré
otras cositas a ver si le gustan.

N a t iv id a d : Te lo agradeceré. (La Vecina sale, Nati­


vidad va a donde Crisanto y le acaricia el cabe­
llo) ¿Te sientes bien?
C r is a n t o : (La mira y sonríe sin contestar)
(De pronto la puerta de la calle que la Vecina
había entrejuntado al salir se abre con violen­
cia y entra corriendo Camila. Luce envejecida y
ajada. El maquillaje de la cara es chillón. Viste
como una mujer de cabaret barato: blusa sin
mangas y muy descolada, falda y medias bri­
llantes, zapatillas doradas)
N a t iv id a d : (Asombrada) ¡Camila! ¿Q ué vienes a
hacer aquí?

C a m il a : (Luego de cerrar con premura la puerta


y pasar la aldaba) El me persigue. Ha intenta­
do m atarm e... se m etió al cabaret y m e golpeó.
Llevaba un cu ch illo ...

N a t iv id a d : ¿Q uién te persigue? ¿Trino?

C a m il a : ¿Q ué otro podría ser? Usted debe llam arle


la atención, es la única persona a quien oye. ¡Dí­
gale que me deje quieta!

El vendaval amarillo / 49
N a t iv id a d : Avergonzaste a tu padre. El m ism o Tri­
no por poco se m uere cuando después de su des­
gracia y todo deform ado com o quedó supo lo
que tú habías hecho.

C a m il a : ¡Tenía que buscar mi vida!

N a t iv id a d : ¿Y esa era la m anera de encontrarla? Ya


ves lo que hizo el tal S m ith ... Pero a veces creo
que tú no tuviste la culpa sino eso que anda por
el aire y se m ete en las casas com o un olor malo,
y nos oprim e y ensucia los espíritus...

C a m il a : Usted se ha vuelto com o todos; no piensa


sino en criticar... en decir serm ones... (Cambia
la voz) «¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué hicis­
te aq u ello ?... Eres una cualquiera... E res...»
¿Q ué sabe sobre lo que aspira una m uchacha
m oderna? A dem ás me hastié de aquel pueblu-
cho, de ver siem pre lo m ismo. ¡Quise gozar!

N a t iv id a d : Y ahora, ¿por qué no dejas esa vida?


¿Por qué no te sales de eso donde estás?

C a m il a : ( Riendo, sarcástica) ¡Ja ja , ja ...! ¿Y acaso


no trabajo? ¿O usted cree que trabajar es única­
m ente lavar ropa o fregar platos, y enseñar a-b-c
a un m ontón de m uchachitos que pagan un real
sem anal? ¡Ah, si m is pies hablaran!

N a t iv id a d : ¡De todos m odos, podrías hacer otra


cosa!

5 0 / C é sa r R e n g if o
C a m il a : ¿Q ué otra cosa? Ya no m e acostum brada.
Me gusta estar a s í... ¡Libre! (Pausa) Adem ás,
le debo m ucho a la dueña del dancing. Una para
trabajar allí necesita ropa buena, m edias finas,
zapatos, pintura. Ella presta adelantado, antes
de pagar ya necesitam os otra vez cosas y la
cuenta nunca a c a b a ...

C r is a n t o : (Riendo blandamente) ¡Je j e j e , nunca se


acab a... ese río nunca se ac ab a... es un río de
o ro ... je j e j e ! . ..

N a t iv id a d : (Va hasta él, trata de calmarlo pasán­


dole la mano por el pelo. Cuando Crisanto ya
está tranquilo, Natividad habla nuevamente a
Camila con voz triste) Aún recuerdo cuando
ibas a mi escuelita, allá en el pueblo de tierra,
con tus crinejas tejidas alrededor de la frente,
faldita de cretona y alpargaticas limpias siem ­
pre. ¡Pero sobre todos nosotros se arrojó un ven­
daval y nos hem os vuelto piltrafas y basuras!

C a m il a : Usted piensa y habla así por sus añ o s...

N a t iv id a d : Tal vez sea com o dices. Estoy vieja, es


cierto, y si no fuera por él, (Señala a Crisanto)
me agradaría m orirm e, pues francam ente, no
me siento a gusto en este torbellino de cosas.
¡No las com prendo!

(En la puerta tocan fuerte con golpes seguidos y


violentos)

El vendaval amarillo / 51
C a m il a : (Dando muestras de miedo) ¡Ah, es él!
¡Tiene que ser él! ¡Carga un cuchillo! ¡Escón­
dame!

(Los golpes se repiten)


N a t iv id a d : (La toma por un brazo, la introduce en
el otro cuartucho, corriendo muy bien la cortina
de tela. Luego se dirige a la puerta, mientras
grita) ¡Allá voy! ¿Q uién es?
(Natividad abre, entra Trino. Está alistado por
las graves quemaduras sufridas. Camina con
dificultad, el rostro muestra huellas deformes,
cicatrices, su brazo izquierdo aparece semipa-
ralizado)
T r in o : (Agitado y mirando por todas partes) ¿Ella
no está aquí? ¡La vieron correr en esta dirección!

N a t iv id a d : ¿Q ué te pasa? ¿A quién andas buscan­


do?

T r in o : ¡A Cam ila! ¡A esa puta de mierda!

N a t iv id a d : ¿C óm o va a estar aquí? N unca ha pisa­


do esta casa desde que regresó...

T r in o : ¡La voy a matar!

N a t iv id a d : ¡Trino! ¡Es tu hermana! ¡Ni siquiera de­

bes pensar en eso ...!

T r in o : ¡No es nada mío! ¡Sólo es una vagabunda...!

N a t iv id a d : Debes dejarla quieta. Algún día se en­

m endará ¡Recuerda que tienes que sanarte para


velar por tu padre!

5 2 / C é sa r R e n g if o
T r in o : ¿Sanarm e? (Se mira y mueve la cabeza con
desaliento) Ya no serviré para n a d a ...
(Entra Zoilo. Viste como obrero del petróleo,
overol, botas, camisa. Afuera se oyen gritos y
voces)
Z o il o : (Viendo a Trino) ¡Me suponía que estaba
aquí! ¿Qué hiciste? Te busca la policía. Dicen
que armaste un escandalo en el cabaret y gol­
peaste a Cam ila ¿Es cierto? ¿N o te da vergüenza?

( Trino baja la cabeza y permanece callado)


N a t iv id a d : ¡ L o busca la policía! (A Trino) ¡Ahora
te van a arrestar e ¿Por qué haces esas cosas?

Z o il o : (A Trino) Debes ir a la Jefatura y arreglar


eso. Después si te agarran por allí pueden m al­
tratarte com o la vez p asad a...

T r in o : ¡ N o quiero estar preso! ¡Me pegan! ¡Me ba­


ñan!

Z o il o : Precisam ente. Si ahora vas tú m ism o y ex­


plicas lo ocurrido, quizás no te hagan daño.
Digo, si no faltaste...

N a t iv id a d : N o debes buscar que te m altraten. Es­


péram e... (Toma un paño y se lo pone p o r los
hombros) Iré contigo, diré que estás enferm o...
(A Zoilo) Vigílam e a C risanto un m om ento.
(Toma a Trino por un brazo y sin que éste haga
resistencia lo saca de Ia estancia)

El vendaval amarillo / 53
Z o il o : (Ya idos Natividad y Trino, se acerca a Cri­
santo y le palmoteo un hombro a tiempo que le
habla) ¡Ah, com padre! ¿C óm o se siente?
C r is a n t o : (Lo mira sin conocerlo y ríe) ¡Ja, ja , j a . ..
el río está crecido, seguro que llueve en sus ca­
b eceras... je , je ...! ¡Qué agua tan su cia...!

(Camila sale del cuarto y camina hacia la puerta)


Z o il o : (Sorprendido por la presencia allí de Cami­
la) ¿Tú? ¿Q ué haces en esta casa?
(Camila no le responde y sigue dispuesta a salir.
Zoilo se le cruza y la detiene)
Z o il o : ¿Por qué estabas allí dentro? ¡Di!

C a m il a : ¡Trino me perseguía!

Z o il o : E s u n l i s i a d o y tú c o n e s a v i d a q u e lle v a s

p r o v o c a s s u s ira s . E n v e z d e a n d a r a s í, (Le in­


dica su facha) p o d r ía s ir a v e r a tu p a d r e ; ¡e stá

m a lo !

C a m il a : ¿Para qué? (Hace un gesto despectivo)


¡Déjame q u ieta...! Y al patizam bo ese, sobra­
do de tum ba que no se siga m etiendo conm igo,
pues le va a pesar. Tengo am igos que pueden
hundirlo...

Z o il o : (Dejándolapasar) ¡Me das asco!


(Camila alza los hombros indiferentemente y
sale)
C r is a n t o : ¡Ja, ja ...! Raúl debe ver este río ... se está
poniendo d o rad o ... ¡Dorado! ¡Dorado!

54 / C é s a r R e n g ifo
(Entra Natividad, se quita el paño y lo pone so­
bre una silla)
N a t iv id a d : Lo dejaron, pues la m adam a del cabaret
lo acusó de querer pegarle a ella tam bién. ¡Qué
m ortificación esa! Ya le avisé a M argarita para
que le lleve una estera y com ida. (Vaadentro)

Z o il o : ¡Pobre Trino!

N a t iv id a d : (Saliendo) ¿Y C am ila? ¡Aquí la d e jé !

Z o il o : ¡Se fue!

N a t iv id a d : ¡M ejor así! (Pausa) ¿Y tú, por fin?

Z o il o : (Moviendo la cabeza afirmativamente) Me


despidieron, Parece que estoy ya en una especie
de lista negra; por dondequiera se me cierran
las puertas. (Pausa) Sin em bargo, ya veré qué
h ag o ... Lo im portante ahora es ocuparse de ese
asunto, pues sig u e...

N a t iv id a d : ¿Sigue?

Z o il o : ¡Sí! A hablarte de eso v in e...

N a t iv id a d : Lo suponía, pues anoche visitaron todo


esto unos señores; parecían ingenieros... M ira­
ron m ucho y hasta tiraron sondas en el ag u a...

Z o il o : ¿Eran de las com pañías?

N a t iv id a d : Fingieron ser particulares; algo así


com o com erciantes de arena para vidrio. H abla­
ron de com pram os para poner aquí no sé q u é...

El vendaval amarillo / 55
Z o il o : Igual han dicho en casi todo el pueblo; por
eso es que no hay que descuidarse.

N a t iv id a d : Pues, será cierto entonces...

Z o il o : Sí, parece que hay un enorm e pozo bajo este


lugar y en el lag o ... Su capacidad ya está cal­
culada y desean perforar pronto, pero todo esto
estorba. ( Señala la barraca) N ecesitan petróleo,
m ucho petróleo para m over el m undo, llenar sus
bancos, hacer sus g u erras...

N a t iv id a d : E s p o r e s o q u e q u ie re n a v e n ta m o s a n o ­

s o tro s c o m o b a s u ra s , c o m o c á s c a ra s d e n a ra n ja s

a la s c u a le s s e le s h a e x tr a íd o e l j u g o . ..

Z o il o : Sólo le interesan las cifras de ganancias. Oye


esto: (Saca un recorte de periódico y lee) «Las
em presas aceiteras que operan en Venezuela han
obtenido durante los últim os tres m eses ganan­
cias que m ontan a la cantidad d e ... no sé cuan­
tos m illones ponen aquí. Este rico y m aravilloso
país vive sus días de m ayor prosperidad, civili­
zación y p ro g reso ...»

N a t iv id a d : ¡D a n g a n a s d e r e ír ... y d e llo ra r al m is ­

m o tie m p o !

Z o il o : ¡ A s í e s !

N a t iv id a d : Ya vez, si nos sacan de aquí nuevamente,


¿para dónde vamos a coger ahora? ¿Yo que hago
con él? ( Mientras señala a Crisanto) ¿En qué si­
tio me meteré? Y com o yo, tantos y tantos...

5 6 / C é sa r R e n g if o
Z o il o : ¡Valemos m enos que el petróleo!

N a t iv id a d : ¡Petróleo! ¡Petróleo! ¡El petróleo sobre


todos! ¡Ya no encuentro qué ver, qué com er, qué
tocar, que no esté lleno de petró leo ...! H asta el
lago y los espíritus están im pregnados de él. ¡Yo
lo odio! ¡Lo odio! ¡Q uisiera que se acabara todo
de una vez, que se fundiera, que se evaporara!

Z o il o : ¡El petróleo es bueno, Natividad!

N a tiv id a d : ¡Lo será para otros, para quienes se lo


llevan a esos barcos de hierro, pues a los pobres
nos ha puesto el corazón negro y malo!

Z o il o : ¡Pero es bueno! ¡Sólo que no es de todos!

N a t iv id a d : Será com o tú dices, pero por él tam bién


quieren sacam os de aquí, de estos cuchitriles
donde nos han arro jad o ... ¿Y qué podem os ha­
cer?

Z o il o : ¡Resistir! ¡No mudarse!

N a t iv id a d : ¿C óm o se puede hacer eso? ¿C on qué


fuerza? ¡Me da asco!

Zo il o : ¡Unidos! Casi todos en el pueblo están dis­


puestos a hacerlo. N adie se m overá, hagan lo
que h ag an ...

N a tiv id a d : A sí quizás resulte...

Z o il o : Si vuelve esa gente dices que no te m overás


de aquí y m ás nada, ¿sabes?

N a t iv id a d : Eso les d iré

El vendaval amarillo / 57
Z o il o : L o s obreros, por nuestra parte, tam bién ha­
rem os a lg o ... ¡Ah! ¡Si estuviésem os unidos!

N a t iv id a d : ¿Y por qué no lo están?

Z o il o : ¡Hay gente que engaña y nos separa!

N a t iv id a d : ¡Pues son ustedes unos tontos, unos


grandes tontos!

Z o il o : (Niega con la cabeza) Q uizás no. ¡Sólo ne­


cesitam os m ás conocim ientos!

N a t iv id a d : ¡Y golpes!

Z o il o : ¡Quizás! (Pausa) Es tarde, debo m archar­


m e ... ¿H oy irás a la escuelita?

N a t iv id a d : No, M aría sigue enferm a y no vendrá a


quedarse con Crisanto. M añana sí iré.

Z o il o : ¿Quién está con los niños?

N a t iv id a d : C arm en. C uando no voy los pone a leer


cuentos.

Z o il o : ¡Si se pudiera instalar aquí la escuelita...!

N a t iv id a d : Sería muy bueno, pero a C risanto le


m olesta la bulla.

Z o il o : Es cierto. De todos m odos hay que m udar­


la de allá. Aquello es una pocilga de tablas y
m uy peligrosa. C uando quitan el lanchón queda
com o una isla.

N a t iv id a d : O jalá encontrem os otro sitio ...

Z o il o : E s difícil, pero te ayudaré en e so ... Los


m uchachos deben estar donde no haya tantos

5 8 / C é sa r R e n g if o
p elig ro s... Me m archo... Ya lo sabes, nada de
ceder; hay que resistir...

N a t iv id a d : ¡N o te preocupes!

Z o il o : ( Mientas sale y a Crisanto) ¡Adiós, com pa­


d re ...! (Sale)

C r is a n t o : ¡Cóm o crece el rio ...! ¡Je, je ...! ¡Cómo


crece...!

(Crisanto se incorpora en la silla y da algunos


pasos. Natividad va hasta él, lo sienta y le hace
cariños y trata de calmarlo. A lo lejos suena
una sinfonolá)
N a t iv id a d : ¡Quédate quieto! A hora te daré tu pasti­
lla y un poco de g u arap o ...

C r is a n t o : (La toma de una mano y se reincorpora


de nuevo) ¡Ah! M añana nos bañam os en el río
Raúl, tú y y o ... El agua estará fresca y dorada.

N a t iv id a d : Sí, nos bañarem os los tres, pero quédate


quieto ahora, ¿quieres?

C r is a n t o : Raúl se nos volverá un niño de o ro ...


¡Tendrem os un niño de oro, je , je¡

N a t iv id a d : Sí, mi am or, será un niño de oro.

(De la tinaja saca agua, la vierte en un pocilio y


da a Crisanto. Este bebe, sonriendo entre sorbo
y sorbo. Entra la Vecina, nerviosa; trae en las
manos una estera y un termo)
V e c in a : Trino se escapó de la jefatura y ha vuelto
a arm arse con un hierro. Lo supe cuando fui a

El vendaval amarillo / 59
llevarle esto. (Muestra a Natividad los objetos
que porta)
N a t iv id a d : ¡Que locura la de ese m uchacho! ¿Y
para dónde irá?

V e c in a : No sé. Antes que todo quise avisarte, pues


ya lo buscan.

N a t iv id a d : Si lo agarran ahora lo golpearán... C uí­


dam e aquí un m om ento a C risanto; veré si lo en­
cuentro. ( Toma el paño y sale apresuradamente)

C r is a n t o : ( Incorporándose nuevamente) La tierra


se está agrietando, ya el m aizal se re seca ... Hay
que reg arlo ... Busquen el agua, ¡el agua dorada!

V e c in a : ( Sentándolo nuevamente) ¡Cálm ate, C ri­


santo, cálmate!

(Por la puerta se asoma Camila, presa de azo-


ramiento, al verla)
V e c in a : (Al verla) ¿Q ué buscas tú aquí?
C a m il a : (A la vecina) ¡Me han dicho que Trino se
fugó! ¡Le tengo miedo!

V e c in a : ¡Debes cuidarte! N atividad salió a buscar­


lo ...

C a m il a : ¡Entonces m e voy! Puede venir é l...


(Huye)
C r is a n t o : ( Señalando hacia el lago) ¡Je, je, el río
está creciendo... qué aguas tan negras trae ...!
¡Raúl, no te acerques! ¡No te acerques!

6 0 / C é sa r R e n o if o
N a t iv id a d : ( Entrando muy preocupada) N o lo vi
por ninguna parte ¿Q uién sabe por donde co­
gería?

(A lo lejos se oyen voces y ruidos de gente que


corren)
V e c in a : Por ahí pasó Cam ila, asustada.

N a t iv id a d : Esa es mi angustia. Es capaz ese m u­


chacho de perseguirla de n u ev o ... ¿Por qué no
me haces el favor y lo buscas?

V e c in a : Sí, iré a eso. (Se oyen afuera voces y gri­


tos) ¡Ah! ¿Pero que ocurrirá?
(Cuando la vecina se asoma a la puerta entran
corriendo una mujer y un hombre)
M u je r : (Gritando) ¡Hay fuego en la parte alta del
pueblo! ¡Algo se quema!

V e c in a : ¿Fuego? ¿Será en mi calle?

M u je r : ¡Por allá es!

N a t iv id a d : ¡Corre a ver, M argarita!

(La vecina sale seguida p o r la mujer y el hom­


bre)
C r is a n t o : ¡Qué fiesta! ¡Todos están de fiesta!

N a t iv id a d : (Yendo hacia él) ¿Q uieres com er galle­


ta s ... o m ejor que te cante algo?

(Crisanto la mira y sonríe. Por la puerta se aso­


ma Trino, se muestra turbado. Porta un hierro,
Silencioso, mira p o r todas partes)

El vendaval amarillo / 61
N a t iv id a d : (Al verlo) ¿Q ué te pasa m uchacho? ¿Por
qué te fugaste? ¡Ahora será peor!
(Trino sin contestar, sale rápido)
N a t iv id a d : (Gritando desde la puerta) ¡No seas
loco, Trino! ¡Ten cuidado!
(Cuando Natividad regresa hacia Crisanto, lle­
ga el Obrero I con actitud nerviosa)
O brero I: ¿Está Zoilo?

N a t iv id a d : N o. ¿Q ué p asa?

O brero I: Todas las barracas de arriba están ardien­


do. ¡Le pegaron fuego al pueblo!

N a t iv id a d : ¡Ay, Dios m ío, pero es horrible eso ...!


Todo esto es m adera y cartón.

(A lo lejos se oyen gritos confusos y carreras.


En medio de todo, la sinfonía toca una can­
ción estridente. Oyese, claramente las voces de
¡Fuego! ¡Fuego! Sobre las aguas del lago, en el
fondo, comienzan a verse resplandores rojizos)
O brero I: (Asomándose a la barandilla) ¡Ya la can­
dela cogió el aceite derram ado sobre el lago y
hay m ucho viento!

(Los gritos lejanos se intensifican)


N a t iv id a d : (Abrazando a Crisanto) ¡Estoy angustiada!
(Entra Zoilo precipitadamente)
Z o il o : (Con premura) ¡Com adre, hay que sacar los
corotos y a Crisanto! ¡Las barracas son un in­
fierno en llam as...!

62 / C é sa r R e n g if o
(Cerca, p o r ¡a puerta, pasa gente gritando)
O brero I: (A Zoilo) Te buscaba para avisarte.

(Natividad saca trajes y objetos del otro cuarto


y los apilona sobre la mesa. Zoilo recoge coro­
tos a su vez)
O brero I: (Entrando) ¡El fuego se extiende por to­
das partes; ya arriba hay algunos quem ados!

Z o il o : ¡Hay que auxiliarlos...! ¡Vamos a llá...!


(A Natividad) Sigue recogiendo que ya volve­
m o s... (Sale con rapidez; los obreros lo siguen)

C r is a n t o : (Con una inquietud violenta y repentina al


oir los gritos y mirar a lo lejos los resplandores ro­
jos) ¡Alum bren, que hoy estamos de fiesta! ¡Ya lle­
garon los cam iones...! El rio se volverá de oro...
Es el progreso que nos in u n d a... ¡Un rio de oro!
(Se pone de pie y da algunos pasos. Natividad
corre hacia él. En esos momentos p o r la puerta
asoma la mujer y grita para adentro)
M u je r : (Gritando con alarma) ¡Natividad! ¡N ativi­
dad! ¡Trino m alogró a la m uchacha! ¡Allá abajo
está ten d id a...!

N a t iv id a d : ¿Q ué m uchacha?

M u je r : ¡A la Cam ila! (La mujer sale)


N a t iv id a d : ¡Dios m ío, que horror! ¡Qué horror!
(Sale corriendo en pos de la mujer)
C r is a n t o : (Solo y de pie) ¡Ja, ja ...! El viento está
arreciando y todo está de fiesta... (C am inay se

El vendaval amarillo / 63
coloca junto a la rejilla que separa a la habita­ to al no ver a Crisanto y advertir el espanto de
ción donde él está del corredor que cae al lago. Natividad se alarma y va hacia el corredor. Allí
En el fondo siguen los resplandores y el fuego se detiene, vuélvase y pregunta a gritos nativi-
más intenso, mientras en la calle aumentan los dad) ¿Y C risanto? ¿D ónde está C risanto?
gritos y el tumulto. Agitado) ¡Ah, está lloviendo N a t iv id a d : (Absorta por su espanto le responde
sobre el río ...! ¡Ja, ja ...! ¡Todo se está poniendo mecánicamente señalándole las aguas encendi­
am arillo ...! ¡Es un vendaval lo que c a e ...! ¡Un das del lago) ¡Allá! ¡Allá!
vendaval de oro! ¡Y el rio crece ... crece! ( Vuel­
Z o il o : (Espantado también) ¿Q ué d ic e s ...? ¿Q ué
ve la cabeza como buscando a alguien) Raúl,
dices, N ativ id ad ...? ¿C ayó allí? ¿C risanto? ¡Ah!
Raúl, ¿dónde estas? ¡Ven co n m ig o ...! (Rompe
(Zoilo enmudece de la impresión y queda estáti­
con el cuerpo la barandilla y avanza p o r el co­
co mirando hacia el fondo. Entran presurosos los
rredor) ¡Ven, aprovechem os el vendaval am ari­
Obreros I y II. A lo lejos se oyen explosiones)
llo para bañam os de o ro ...! ¡Mira com o está ca­
O brero I: ¡La gasolina está explotando!
y en d o ...! ¡Mira! (Camina con rapidez y cae al
lago. Segundos después, entra Natividad, presa O brero II: ¡Y los tanques de petróleo arden!
de angustia y turbación) (Entra la Vecina, llorando)
N a t iv id a d : (Al no ver a Crisanto en su silla se an­ V e c in a : ¡Natividad, la candela llegó a la isla de tu
gustia más y grita) ¡Crisanto! ¡Crisanto! (Va al escuela! ¡Aquello se está quem ando!
otro cuarto y regresa alarmada) ¡Ay, Virgen Z o il o : (Con inquietud violenta) ¿A la isla? ¡Allá
bendita! ¡Crisanto! ¡C risanto...! ¿D ónde estás? están los niños!
(De pronto fija la vista en la barandilla rota y, N a t iv id a d : (Presta de una crisis de dolor) ¡Crisan­
presintiendo lo que ha ocurrido, enmudece, se to! ¡Crisanto! ¡Mi amor!
lleva las manos a las mejillas y retrocede espan­
Z o il o : (A los obreros) ¡Corran a la isla! ¡Hay que
tada. Entra Zoilo. En el fondo los resplandores
salvar a los niños!
rojos crecen y en la escena las luces se van de­
(Los obreros parten con rapidez)
bilitando, a tiempo que de afuera llegan gritos y
voces de alarma) V e c in a : (A Natividad) ¡A presúrate, N atividad...
ven! (De pronto toma conciencia de que algo
Z o il o : ¡Tienen que salir de aquí pronto! ¡Ya el fue­
grave ocurre y grita) ¿Y C risanto? ¡No veo a
go alcanzó los tanques de g aso lin a...! (D epron­

64 / C é sa r R e n g if o El vendaval amarillo / 65
Crisanto! (Se acerca a Natividad, quien no la
mira, absorta en el fuego que se extiende en el
lago) ¿D ónde está C risanto?
N a t iv id a d : (Tendiendo los brazos hacia las aguas)
¡Allí está, ardiendo! ¡Ardiendo!
V e c in a : (Perpleja y horrorizada) ¡No puede ser,
Natividad, no!

(Por la puerta pasa gente corriendo y gritando)


V o ces: (Afuera) ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Ya esto arde
tam b ién ...! ¡Huyamos!

Z o il o : (A la Vecina) Salvém osle a lg o ...


(Comienza a reunir algunos objetos y a envol­
verlos en una cobija. La Vecina con rapidez, lo
imita acumulando unos cuantos trastos. Pero
las voces afuera crecen y se oyen explosiones.
Alguien se asoma por la puerta y les grita:)
Voz: ¡Ya arden estas barracas, salgan!

Z o il o : (A la Vecina y señalando a Natividad) ¡De­


bem os sacarla cuanto antes!

V e c in a : ¡Sí! (Va hasta Natividad y la tira por un


brazo) ¡Esto tam bién se incendia...! ¡Huyam os,
N atividad...! (Natividad se resiste y se inclina
hacia las aguas, la Vecina la agarra: en el fon ­
do alumbra un relámpago) ¡Un relám pago...!
¡Ojalá llueva y se apague el incendio...!

Z o il o : (Golpeando con fuerza la mesa) No lo apa­


gará una sim ple lluvia, ni siquiera una fuerte

6 6 / C é sa r R e n g if o
lluvia. (Con ira) Será necesario una gran tem ­
pestad, con truenos, centellas, ray o s... ¡Y me
gustaría tener fuerzas para hacerla caer ahora
m ism o ...!

N a t iv id a d : (Mientras la vecina trata de arrastrar­


la) ¡Quiero ir allá! ¡Donde está Crisanto! ¡Don­
de cayó Crisanto! (Zoilo se acerca a ellas) ¡Dé­
jam e! ¡Crisanto! ¡Crisanto! ¡Ven! ¡Ven! (Zoilo
la toma en brazos mientras la Vecina recoge el
bojote que Zoilo hizo con la cobija) ¡Crisanto,
ven, que nos está devorando el petróleo! ¡Nos
devora! ¡Todos estam os ardiendo! ¡Todos!
¡M ira com o crece el fuego! ¡M íralo, mi amor!

(Zoilo, luchando con ella, la saca de escena,


!a Vecina los sigue. Los gritos de Natividad se
oyen alejándose. Oscuro. Cae una cenital so­
bre el Obrero I, quien se acerca al tronco donde
aguarda Zoilo, lesionado)
Z o il o : (Al Obrero í) ¿Sigue el incendio?
O brero I: ¡Sigue!

(Los ayuda a incorporarse y a caminar. A lo


lejos se oyen fuertes explosiones y aumenta el
resplandor rojizo. Oscuro)

T elón.

F in d e l a o b r a

El vendaval amarillo / 67
Este libro se terminó de imprimir
en los Talleres laográficos
Instituto Municipal de Publicaciones
durante el mes febrero de 2015
500 ejemplares
Caracas-Venezuela
Alcaldía
de Caracas

Jorge Rodríguez
Alcalde

F red d y Ñ á ñ e z
Presidente de Fundarte

Consejo Directivo
Gustavo Pereira
Alberto Rodríguez Carucci
Zuleiva Vivas
Nelson Guzmán
Carlos Tovar
Saúl Rivas Rivas
Xavier Sarabia

Secretaria General (E)


Yusbely Ramírez

Gerente de Publicaciones
Kclvin Malavé

Otros títulos
1.-Lo que dejó ¡a tempestad
2.- Oscéneba
3.- I m fiesta de los moribundos
4.- Im esquina de! miedo / L a sonata del alba
5.- Apacuanay Cuaricurián
6.- Un ta l E^equie! Zamora
7.- Los hombres de tos cantos amargos
8.- Esa espiga sembrada en Carabobo
9.- Curayú o E l Vencedor
10. Buenaventura chatarra
11.- Joaquina Sanche^
12.- María Rosario Nava / Manuelote
13.- ¿Porqué canta elpueblo? / Harapos de esta noc/je
14.- Las mariposas de la oscuridtul
15.- E ! vendaval amarillo
E l vendaval amarillo, drama que se desarrolla «en un
lugar del Estado Zulia, durante los años 1938-1939».
H echo real, el incendio accidental de las aguas conta­
minadas por petróleo en Lagunillas, le sirve de base
para mostrar el m undo agotado de los campesinos
que deben iniciar un periplo por los cam pos petrole­
ros para sobrevivir. La absorción de las tierras por
las compañías petroleras de diferentes nacionalida­
des, pero ambiciones comunes; la falsa ilusión de la
riqueza negra y donde gran parte de los habitantes
encuentra la muerte en la tragedia. En esta obra
César Rengifo dibuja con un tratamiento casi
cinematográfico cóm o «la cultura del petróleo»
transformó el esfuerzo y la constancia en el facilis-
mo. La avidez por los bienes materiales, la búsqueda
del estatus a cualquier precio reemplazo la modestia,
la sencillez y la conducta de los habitantes de las
provincias petroleras en esas décadas iniciales.

Colección Biblioteca César Rengifo - N - 1 5

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