Leonard Kosichev La Guitarra y
Leonard Kosichev La Guitarra y
Leonard Kosichev La Guitarra y
Leonard Kósichev
La guitarra y el poncho
de
Víctor Jara
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Editorial Progreso
Moscú
Traducido del ruso por Isabel Pozo Sandoval
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A mi hijo Andréi,
joven comunista de los ochenta-
LA CANCIÓN FUSILADA
i
Se prohibe salir a la calle desde el anochecer: se ha
implantado el toque de queda. Para estar al tanto de lo
que ocurre, miro la televisión. Por todos los canales
-y todos están controlados por la junta militar— se
transmiten las "hazañas" de los putehistas con el fin ele
amedrentar a la gente. En la pantalla se ve una redada
en la calle, otra en la estación ferroviaria, otra en un
barrio obrero, a cual más brutal. Los soldados irrum-
pen a bayonetas caladas en una fábrica, obligan a los
obreros a tenderse en el suelo con manos en la nuca. Al
que se mueve le pegan un culatazo. Mozarrones en
uniforme verde olivo y casco, obedientes como autó-
matas, con el pulgar puesto en el disparador, meten
a los detenidos en las furgonetas. Se llevan a los desdi-
chados a no se sabe donde- Y alternando estas sinies-
tras escenas suena insoportable la clara melodía del
himno chileno:
Puro Chile es tu cielo azulado...
La junta ordenó transmitir el himno a cada rato
"para educar a la gente en el espíritu nacional". Una
disposición oficial prohibía la palabra "compañero".
Pinochet comenzó uno de sus discursos con las siguien-
tes palabras: "Señores obreros...".
...El noticiero iba a concluir cuando el locutor leyó
una breve información que hizo el efecto de una bom-
ba: "Murió el conocido cantante folclórico Víctor J a -
ra...". Era mentira. Los fascistas habían asesinado al
artista. En la foto que en este momento apareció en la
pantalla del televisor Víctor aparentaba ser más joven
de sus 35 años. Víctor miraba desde la pantalla, lleno
de vida: tupidos cabellos negros, rostro varonil, ojos
claros muy abiertos que irradiaban generosidad. Por-
taba un poncho gris bordeado de rayas oscura y blan-
ca. Y de nuevo con un dolor agudo atravesaron mi co-
razón las palabras del himno nacional, concluyendo el
programa:
Puro Chile es tu cielo azulado...
Era horrible imaginar que Víctor ya no existía.
Acudieron a mi memoria, una tras otra, escenas de mis
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encuentros con el cantante. ¿Cuándo lo vi por últi-
ma vez?
...Fue en la plaza Bulnes. Sobre el mar humano que
llenaba la plaza ondeaban banderas rojas y pancartas.
Por tradición, los mítines de la Unidad Popular empe-
zaban con actuaciones de populares cantantes y con-
juntos. Y casi en cada concierto participaba Jara, can-
tando para un auditorio inmenso. Así fue también
esta vez.
Víctor subió fácilmente al improvisado escenario:
una alta plataforma sobre ruedas al lado de la tribuna.
Se quitó el grueso y oscuro poncho, lo plegó y lo puso
al borde del escenario. Esbelto, en puiióver fino muy
ajustado a la figura, se acercó con paso lento al micró-
fono, afinando la guitarra.
Estaba tan cerca del escenario que veía el vivo bri-
llo de los radiantes ojos negros de Víctor. Una clara
sonrisa iluminaba su rostro moreno. Así sonríen los
hombres de alma generosa. Se movía con mucha natu-
ralidad anle miles de personas.
Víctor recorrió con la mirada la plaza y, sin esperar
a que cesara el rumor, empezó a cantar. La hermosa
voz se extendió sobre la enorme masa humana. Sus de-
dos rasgueaban ligeros las cuerdas. Cuando inclinaba
la cabeza sobre la guitarra, un mechón de pelo ondula-
do le caía en la frente. A veces dejaba de tocar y exten-
día los brazos hacia el público como invitándolo:
"¡Todos juntos! ¡Canten conmigo!". Y la plaza entera
cantaba con su favorito: los albañiles con sus cascos, los
jóvenes comunistas de uniforme carmesí, las mujeres
con los niños en brazos, los campesinos de los pueblos
aledaños con sus aludos sombreros...
De repente Víctor interrumpió la canción, alzó la
mano y en seguida la bajó pasando los dedos por las
cuerdas de la guitarra: saltaron al aire las notas del
himno de la Unidad Popular. Víctor empezó a cantar
Venceremos, volviéndose hacia donde la multitud se
abría, formando un corredor vivo. Por allí se acercaba
un hombre muy conocido de todos: las canas cubrían
6
generosamente su cabeza, pero su andar era ligero
y enérgico como el de un joven. Era Don Chicho, así
llamaban cariñosamente los chilenos al presidente Sal-
vador Allende. Por primera vez en la historia de Chile,
se dirigían al jefe del Estado diciéndole "compañero"
y no "señor". Allende repetía con orgullo: "Soy el
compañero presidente de los que viven de su trabajo".
Al ver a Allende la multitud entonó con unánime im-
pulso el himno de la Unidad Popular. Miles de voces se
fundieron en potente coro.
El operador de la radio tras el pupitre móvil, apre-
tando los auriculares, movía la cabeza al son de la can-
ción. El mitin se transmitía en directo por la cadena de
las emisoras progresistas del país.
Al subir a la tribuna, Salvador Allende alzó los bra-
zos saludando. En la plaza se hizo el silencio. El presi-
dente inició su discurso con las palabras que solía diri-
gir a las grandes concentraciones: "¡Trabajadores!
¡Pueblo de Chile!..".
Víctor ya estaba en la plaza, en medio del gentío,
escuchando al compañero presidente.
Cuando Salvador Allende concluyó su discurso, me
acerqué al cantante, a quien conocía desde hacía
tiempo.
Víctor, acaba de llegar de Moscú un camaró-
grafo para trabajar en Chile. Queremos filmar un pro-
grama especial dedicado a la Nueva Canción Chilena
para la Televisión Soviética. ¿Podemos contar con tu
ayuda?
— A fines de setiembre posiblemente me vaya al
Norte. Con un grupo folclórico. Ees invito a acompa-
ñarnos. Va a tener una posibilidad magnífica de escu-
char cómo canta el pueblo en la pampa salitrera, cuna
del movimiento obrero de nuestro país...
A fines de setiembre Víctor ya no vivía. Las cancio-
nes también tienen verdugos.
Pero ¿cómo y dónde asesinaron a Víctor Jara? Una
información escasa y fragmentaria me llegó justamente
antes de partir de Santiago; me lo contaron mis amigos
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que presenciaron funeral del gran chileno Pablo Neru-
da, cuyo corazón dejó de latir, destrozado por los sufri-
mientos que se abatieron sobre su Patria. Asistió tam-
bién Joan, viuda de Jara. Tenía los ojos enrojecidos
por el llanto y la voz trémula. Joan contó que le ayuda-
ron a rescatar a Víctor entre numerosos cuerpos en la
morgue de la ciudad. Tenía el pecho acribillado a ba-
lazos y las manos destrozadas. En el hombro un papel
pegado con esparachapo: "Cadáver de un desconoci-
do. Recogido en la calle". J o a n no tuvo tiempo y no
pudo anunciar ampliamente el funeral de Víctor.
Aquel mismo día lo enterró en el cementerio al lado de
la morgue. Sólo dos hombres siguieron con Joan el fé-
retro de Víctor: un viejo amigo de la familia y un nue-
vo conocido —joven comunista , el que le dijo que el
cuerpo de su esposo se encontraba en la morgue. En-
tonces ella no dijo a sus hijas Amanda y Manuela que
su padre había muerto. La información oficial sobre la
muerte d e j a r a la dieron por la televisión cuando ya es-
taba sepultado.
Pero la junta no pudo prohibir a los chilenos que
acudieran con su gran y solemne dolor a acompañar
a su última morada a Pablo Neruda. Aunque el san-
griento golpe tenía atemorizada a la gente, ya se les ha-
bía pasado el estupor y centenares de chilenos salieron
a la calle.
La escena que presencié entonces por la- televisión
de Santiago se me clavó para siempre en la retina: el
cortejo fúnebre se movía silenciosamente entre las filas
de bayonetas y metralletas aprestadas. La gente iba
hacia el Cementerio General, donde yacían los restos
mortales de Víctor Jara. Lo que mostraron por la tele-
visión fueron fragmentos de filmaciones sin sonido. Vi
los ojos arrasados de lágrimas de mujeres y hombres,
todos en silencio. Pero al día siguiente supe que la gen-
te no estuvo callada. La censura de la junta no podía
permitir que todo el país oyera desde la pantalla:
"Compañero Pablo Neruda: ¡ presen te! Compañero
Salvador Allende: ¡presente! Compañero Víctor Jara:
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¡presente!". Tampoco permitieron que se oyera por la
televisión los acordes atronadores de La Internacional,
coreada a voz en cuello por la multitud dolorida en los
momentos de su despedida del gran poeta. Más tarde,
cuando regresé de Chile, vi las secuencias del funeral
de Ncruda, pero ya con el sonido grabado, hechas por
los camarógrafos occidentales y volví a vivir momentos
de emoción, tal vez más grande que entonces en San-
tiago.
Poco después Matilde, la viuda del poeta, trasladó
el féretro con los restos de Pablo Ncruda a otro pabe-
llón, como en los cementerios chilenos llaman a una
maciza pared de nichos. El destino quiso que el poeta
de 69 años y el cantante de 35 fueran sepultados en el
mismo pabellón.
Pasará el tiempo y en México encontraré a un
hombre que pasó con J a r a los tres últimos días de la vi-
da del cantante. Lograré encontrar a otros chilenos
que vieron al artista preso. Pero eso fue más tarde y en-
tonces lo único que se supo fue que a Víctor lo fusilaron
en aquel mismo Estadio Nacional donde cuatro años
antes viviera su hora estelar: el triunfo en el Festival de
la Nueva Canción Chilena. En setiembre de 1973 la
junta convirtió el estadio en un campo de concentra-
ción.
Víctor tenía sólo 35 años. Ahora nos mira desde sus
retratos y fotos, eternamente joven.
Talento innato surgido del pueblo, en Víctor coin-
cidía felizmente el don de compositor, poeta y cantan-
te. Fue uno de los más brillantes exponentes del movi-
miento de la Nueva Canción Chilena, integrado por la
pléyade de magníficos cantantes y músicos, que convir-
tieron la canción de aguda temática social en instru-
mento de lucha política. Víctor J a r a y sus correligiona-
rios fueron portavoces de las aspiraciones del pueblo
chileno en uno de los más interesantes y dramáticos pe-
ríodos de su historia. El movimiento de la Nueva
Canción Chilena formaba parte de la lucha po-
pular.
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A Víctor J a r a lo llamaban "la voz cantante de la
revolución chilena". Hoy se conoce y se venera su
nombre en distintos países. Víctor no tuvo tiempo de
realizar muchos de sus planes. Pero sería más justo de-
cir: ¡cuánto hizo para el arte chileno durante su corta
vida! Porque el artista dejó a su pueblo no sólo hermo-
sas canciones: era un destacado director teatral. Los es-
pectáculos puestos en escena por J a r a enriquecieron el
repertorio del teatro chileno, contribuyeron a desarro-
llar el arte escénico del país.
Estoy profundamente agradecido al destino por ha-
berme brindado la feliz ocasión de conocer a este ex-
traordinario y magnífico cantante chileno.
Cuando hablaba amistosamente con Víctor y escu-
chaba sus canciones yo sabía que tarde o temprano es-
cribiría sobre "el cantor de las barricadas de Chile".
Pero no podía suponer que lo haría después de su
muerte...
No fue fácil el camino hacia este libro. Cuando re-
gresé de Chile a mi patria, volví a leer mis apuntes de
periodista, recortes de periódicos y revistas. Por enési-
ma vez escuché los discos y grabaciones de mis conver-
saciones con el cantante. ¡Cuántas cosas nos hacen re-
vivir la música, la canción, la voz emocionada!.. Pero
eso no bastaba: llegué a Chile después del triunfo del
poder democrático y conocí a Víctor sólo los dos últi-
mos años de su vida.
Entonces emprendí las búsquedas. Buscaba a los
testigos oculares, amigos y correligionarios del cantan-
te exiliados de Chile. El destino los diseminó por toda
la geografía mundial. Estuve en Argentina, en México,
en Cuba, donde viven no pocos chilenos, íntimos ami-
gos de Víctor. Además J a r a visitó esos países dando
conciertos. Allí lo recuerdan y lo aman.
Encontré a artistas chilenos emigrados en Francia,
Suecia, Checoslovaquia, RDA, Cuba y les escribí car-
tas. Me contestaron contando sus memorias sobre el
amigo.
Logré mantener correspondencia con Joan, viuda
l€
del cantante, que después del golpe en Chile emigró con
sus hijas Amanda y Manuela a Londres.
Muchas cosas interesantes me contaron quienes tu-
vieron la suerte de conocer a J a r a en la Unión So-
viética.
Pasaron años antes de reunir, grano a grano, copio-
so material sobre Víctor. Así nació este libro.
Naturalmente, no lorgé describir todas las páginas
de la vida y la obra d e j a r a con igual plenitud y no era
ese mi propósito. Simplemente quería hablarles de Víc-
tor tal como lo vi y conocí y cómo lo recuerdan sus
amigos y correligionarios.
ELIGIENDO EL CAMINO
Pablo Neruda
12
la familia se mudó a Lonquén, más cerca de Santiago.
Pero en cualquier parte al peón Manuel le acechaba el
mismo destino: trabajar de sol a sol por un pedazo de
tierra árida.
Al pequeño Víctor le gustaba mirar como su padre
araba, entonando largas y tristes canciones. Pero sus
"lecciones de música" se acabaron temprano. Manuel,
desesperado por la vida llena de privaciones, se fue en
busca de fortuna a otro lugar y abandonó a la familia.
Toda la carga de sacar adelante a los seis hijos cayó
sobre los frágiles hombros de la madre, que durante
años usaba el mismo vestido, remendándolo y zurcién-
dolo con tal de que sus hijos fuesen vestidos dignamen-
te. Amanda sabía leer y escribir. Soñaba con que Víc-
tor terminara una carrera. Listo y despierto, Víctor de-
mostraba ser muy capaz en sus estudios en la escuela
rural.
Por dura que fuera su vida de campesina, Amanda
nunca dejó de cantar y en su casa la guitarra siempre
estaba colgada en el sitio de honor. La madre cantaba
mientras cocinaba, lavaba o trabajaba en el campo.
Era lo que en Chile llaman una "cantora". En el pue-
blo la apreciaban por su voz cristalina y la invitaban
a todas las Gestas campesinas, lo mismo si se trataba de
una alegre boda que de Ja triste ceremonia de un velo-
rio para llorar con melancólicas canciones la muer-
te de algún "angelito": un recién nacido. En estas sali-
das la acompañaba siempre su hijo que parecía un gi-
lanillo, agarrado al halda vieja y desteñida por el sol
de la madre. Víctor escuchaba con atención como can-
taba su madre y trataba de imitarla. A veces Amanda
corregía a su pequeño, reprochándole por ser "poco
entonao".
Una gran diversión para Víctor era asistir a la "ra-
mada", lugar de congregaciones tradicionales en el
campo chileno, donde se celebran las Fiestas patrias '.
La " r a m a d a " se hace igual en todas partes: plantan
1
Fiestas patrias en honor del Día de la Independencia
que se celebra el 18 de setiembre.
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unos postes sobre los cuales tienden un cobertizo de ra-
maje que preserva del sol, y el "teatro verde" rural está
listo. La ramada se llenaba hasta los topes de mujeres
y hombres endomingados —la mitad lucían pon-
chos - que esperaban con impaciencia el comienzo de
la fiesta.
Las mejores cantoras iniciaban los festejos. Víctor
escuchaba emocionado, muchas canciones ya se las ha-
bía oído a su madre. Amanda se sorprendía siempre de
cómo corresponden al carácter del campesino chileno
prudente y cachazado y, al propio tiempo, apasionado,
capaz de estallar en cualquier momento como un vol-
cán. La madre le contó a Víctor una antigua tradición
chilena: en las fiestas campesinas cantan las mujeres,
o sea, las cantoras, y los hombres deben lucirse bailan-
do con su dama la cueca, "la reina de la ramada".
La cueca en Chile es tan popular como la samba en
Brasil o el tango en Argentina. La bailan en pareja
y parece que el tierno y apasionado poema de amor
nace en el torbellino fogoso de su melodía. En el campo
chileno todo el mundo baila la cueca, y en la ciudad es
un elemento imprescindible de las bodas y de otras fies-
tas. Por algo los chilenos dicen: "Bailemos cueca aun-
que tiemble".
La cueca es capaz de expresar los más finos matices
de los sentimientos humanos. Sus melodías y textos son
alegres o tristes, líricos o amargos y las variantes de la
letra que en la mayoría de los casos es de autores anó-
nimos son incontables. Porque con la cueca el chileno
expresa su actitud frente a todos los problemas coti-
dianos.
Víctor aprendió a bailar la cueca siendo niño toda-
vía, se sabía de memoria la letra de muchas de ellas.
Crecía en medio de la canción popular, como crece
una flor en medio del campo.
Siguió fiel a su afición a las canciones y danzas
campesinas cuando se trasladó con su familia a Santia-
go, donde a cada rato sonaban las canciones extranje-
ras en boga. En Santiago la familia vivía en una casa
li
de madera con el sucio de tierra en el arrabal obrero de
Los Nodales. Amanda, incansable, aceptaba cualquier
trabajo. Su mayor ilusión era que Víctor fuera conta-
ble y lo consiguió: Víctor ingresó en una escuela de co-
mercio. Pero extenuada por las privaciones y fatigas,
Amanda murió de un ataque al corazón y Víctor se vio
obligado a abandonar los estudios.
La madre era la única que lo defendía y sin ella el
mundo le pareció extraño y terrible. Educado en una
familia católica, Víctor buscó consuelo en la religión.
Empezó a frecuentar la iglesia. El sacerdote se fijó de él
y le aconsejó que ingresara en el seminario de San Ber-
nardo. Pero la vida entre los religiosos no agradó
a Víctor. Lo único que le interesaba allí y a lo que se
dedicaba con devoción era el canto coral.
Al cabo de dos años abandonó el seminario, con-
vencido de que había equivocado la carrera. Tenía
que ir al servicio militar y pasó un año en el regimiento
de San Bernardo. Pero el servicio castrense tampoco
era su vocación: se sintió feliz al abandonar el cuartel
donde reinaba el espíritu prusiano y donde a los solda-
dos los trataban como a seres de segunda.
Un día, deambulando por Santiago, Víctor leyó el
anuncio de que admitían en el coro de la Universidad
y decidió probar suerte. Por algo en el seminario ala-
baban su voz. Lo escucharon y dijeron: "Tiene buena
voz. Está admitido". El conjunto, al frente del cual es-
taba el conocido director Mario Baeza, interpretaba
oratorios de Hándel y corales de Bach. Allí Víctor se
inició en la docta música clásica.
Kl conjunto daba conciertos en el Teatro Munici-
pal y una vez Víctor vio allí una pantomima. El espec-
táculo le fascinó hasta tal punto que inesperadamente
para sí mismo ofreció sus servicios a la compañía. La
prueba fue un éxito y J a r a se convirtió en actor mimo.
Aunque su actuación en los espectáculos de pantomi-
ma no impidió que siguiera pasando hambre, se sentía
feliz.
El coro de la Universidad y el Teatro de pantomi-
15
ma abrieron ante el talentoso joven las puertas del De-
partamento de Teatro de la Universidad de Chile. 2
Pero además de alegría el estudiante y actor pasó
por penalidades. Después de hacer servicio militar,
Víctor fue a cobijarse a casa de su hermana mayor Ma-
ría, cuya familia vivía en mucha miseria. Pero el esposo
de María no podía perdonar a Víctor de que abando-
nara sus estudios en el seminario. Había rechazado la
carrera de sacerdote que le prometía un futuro acomo-
dado y ¿para qué? "Le escondíamos a mi cuñado
— q u e era obrero- que yo estaba estudiando teatro. Pe-
ro cuando lo supo armó un escándalo en la casa, así es
que yo me fui para que mi hermana no sufriera
— recordaba Víctor—. No tenía donde irme, pero me
fui. Al principio me escondía en la Escuela y dormía
ahí, pero al final estaba tan mal que hablé con el direc-
tor y me consiguieron una beca. Con eso yo podía pa-
gar una pieza. Y comía queso 'caritas' y pan. Cuando
a mi amigo Nelson Vinagra le llegaba una encomienda
del Sur, comíamos como locos."
Quedan pocos de los que compartieron con Víctor
sus años estudiantiles. Uno de ellos es el famoso actor
chileno Nelson Villagra.
La juventud nos regala con la amistad desinteresa-
da, nos da la alegría y la felicidad y deja colores bri-
llantes en el alma para toda la vida. Víctor y Nelson
supieron conservar su amistad a través de los años.
Los estudiantes de la Escuela de Teatro solían po-
ner atinados apodos unos a otros. Y nadie se ofendía.
Cada uno lo tomaba como algo normal. A Víctor Jara,
un muchacho moreno del arrabal obrero de Santiago,
sus compañeros de estudios lo llamaban el Negro.
A Nelson Villagra, que vino a estudiar de actor de un
pueblo de la provincia de Nuble, lo apodaron el Hua-
so. (Antaño los indígenas decían así a los colonos blan-
cos que araban la tierra con caballo. Con el tiempo los
s
Más larde el teatro de la Universidad de Chile junto con la
Escuela de Teatro recibió el nombre del Instituto de Teatro y luego
el Departamento de Teatro de la Universidad de Chile.
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colonos fueron mezclándose con los aborígenes. Daban
el nombre de "huaso" a los descendientes mestizos que
tenían su tierra y su caballo y más tarde empezaron
a llamar así al campesino chileno en general.) Hasta
los últimos días de la vida de Víctor los amigos se salu-
daban como en sus años estudiantiles:
— ¡Buenas, Huaso!
- ¡Hola, Negro!
No tuve ocasión de conocer a Nelson Villagra en
Chile. Recuerdo a ese actor como protagonista de la
famosa película El Chacal de .Nahuelloro, que vi por
televisión. Este filme del director de cine Miguel Litan
sobre el trágico destino del campesino chileno situó al
Huaso entre los mejores actores de Chile.
Después del golpe militar Nelson Villagra abando-
nó su patria y se fue a vivir a La Habana. Ahora traba-
ja en películas cubanas y mejicanas.
Lamentablemente, durante mi viaje a Cuba tam-
poco pude ver a Villagra, puesto que en aquel mo-
mento estaba filmando una película fuera de La Ha-
bana. Ya desde Moscú escribí una carta a Nelson Vi-
llagra y recibí la respuesta desde Montreal (Canadá).
Fue después de que a petición de Joan Turncr escribie-
ra y publicara sus memorias sobre los años estudianti-
les del Negro en la revista cubana Casa de las Américas.
Nelson Villagra hizo expresamente para mí varias
aclaraciones y comentarios de su publicación. " M e ale-
gro escribió — que mis recuerdos de Víctor le hayan
servido para su trabajo. .VIe alegro por Víctor, por lo
que él fue y hoy representa."
Ninguna descripción, por muy lograda que sea, po-
drá sustituir la memoria del corazón, especialmente si
se trata del corazón de un amigo íntimo. Por eso creo
que se me perdonará las largas citas de las memorias
del Huaso:
"En el año 1956 él (Víctor) ingresó a la Escuela de
Teatro. Yo estaba en el segundo año... Nos acercaron
tres cosas en el primer momento: la soledad, la guitarra
y la pobreza de estudiantes...
17
2-334
"Comenzamos a compartir con Víctor nuestros ra-
tos libres y lo poco que entre los dos podíamos reunir:
unos cuantos centavos para el bus y para el cine. Feliz-
mente, para el Teatro siempre nos conseguíamos en-
trada libre...
"Lo que desde un comienzo aprecié en Víctor y me
atrajo fue su modestia y una risa enorme que poseía...
"Yo vivía en una pensión muy modesta en un ba-
rrio popular de Santiago en donde también residían
obreros del calzado, del aseo municipal, a más de al-
guien sin profesión u oficio conocido, y entre otros un
pianista, hombre mayor y solterón, que tocaba en un
bar de mala muerte...
"La dueña de la pensión era una mujer suficiente-
mente generosa como para no anotar en mi cuenta el
plato de comida que de tarde en tarde compartíamos
allí con Víctor. Desgraciadamente la comida era muy
deficiente, y preferíamos con Víctor hacer uso de nues-
tros escasos fondos y comprar cualquier cosa en una ro-
tisería y comérnosla en algún parque público. Nuestro
'menú' preferido consistía en pan negro, un par de
quesillos y un íitro de leche. Nuestro 'restaurante al ai-
re libre' era, entre otros, el Cerro Santa Lucía, paseo
público ubicado en el corazón de Santiago...
"Así las cosas, acordamos que en las próximas va-
caciones nos iríamos en busca de 'la vitalidad perdida
en la ciudad', en busca de la 'autenticidad del hombre
agrario'.
"Víctor me propuso que mientras esperábamos las
vacaciones deberíamos conseguir prestadas un par de
guitarras y él me enseñaría a tocar (yo sólo sabía un
par de rasgueos), y aún podríamos darnos a la tarea de
formar un dúo musical que en los veranos haría inves-
tigación folclórica a la vez que observaciones para
nuestros intereses teatrales. La segunda idea la aprobé
con interés, sin embargo acepté también la primera
aunque sin mucho convencimiento. Conseguimos las
guitarras, una de las cuales recuerdo que pertenecía
a una amiga común de aquellos años, hoy mi compa-
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ñera. Tardes enteras de ensayo loca que toca, encerra-
dos en el cuarto de la pensión, Víctor con actitud disci-
plinada y acuciosa, yo simulando interés...
"Pero por sobre todo discusión, mucha discusión
apasionada, típica de gentes en plena formación.
"...Luego de unas diez o doce horas de viaje en un
carro de tercera clase arribamos a la ciudad de Chi-
llan, habiéndonos comido tan sólo los dos huevos duros
y el par de sandwiches que nos había regalado doña
Hortensia.
"Aquella misma noche 'el Negro' conoció a mis fa-
miliares, quienes quedaron encantados de la risa fácil
del santiaguino, y más aún de las canciones que éste in-
terpretó. Una de esas canciones llamó especialmente la
atención de mis padres: se titulaba El huacho José y era
una canción triste, melodramática, que contaba las
desdichas de un trabajador agrícola que no había co-
nocido a sus padres; no obstante, él se sentía hijo de las
aves, de los bosques, etc. Dicha canción se convertiría
en una especie de hit durante aquel verano, y puede de-
cirse que le sirvió a Víctor de 'carta de presentación' en
•iquclla comarca, y sin duda fue el 'ábrete sésamo' para
el corazón de las gentes sencillas que conocieron
a Víctor.
"Víctor... pronto aprendió a dominar el caballo,
y no faltaba el buen amigo que le prestara el suyo.
"Víctor había elegido conscientemente establecer
sus relaciones de amistad con los trabajadores de esa
comarca y no con los patrones.
"En fin, aquel año, terminadas las vacaciones, re-
gresamos a la Escuela de Teatro en Santiago. La co-
munidad de nuestro mundo se había ampliado, y por
ello mismo nuestras discusiones resultaban vehemen-
tes. Y luego la autenticidad folclórica de ésta o aquella
canción que había recopilado Víctor, en fin, y nuestros
amigos nos concedieron una autoridad desmedida en
torno al 'conocimiento' que Víctor y yo teníamos del
'alma popular'.
"Respecto de las nuevas canciones, efectivamente
19
2*
Víctor había recopilado varias con el propósito de uti-
lizarlas en nuestro dúo musical, pero franca y amiga-
blemente discutimos el problema del dúo y acordamos
que éste no continuaría, por la sencilla razón de que
a mí no me interesaba. De modo que Víctor continuó
ensayando como solista en el cuarto de mi pensión y yo
de vez en cuando, a manera de humorada, lo acompa-
ñaba en alguna canción."
Las siguientes vacaciones los amigos volvieron a El
Carmen. Entonces tuvo lugar aquella conversación tan
memorable para Nelson. Cuando la cosecha fue reco-
gida, Víctor ayudó a los hospitalarios dueños a llevar los
sacos de trigo a la ciudad. A mitad del camino, junto
a Ja carretera, había un pueblito llamado Quinquina.
Allí existía un bochinche donde los viajeros gustaban
parar para refrescarse con una jarra de cerveza o un
vaso de tinto.
Desde el año anterior los amigos habían pasado por
Quinquina un sinfín de veces, pero sólo ahora el Negro,
parándose en el umbral dijo:
¿Sabes, Huaso, que yo nací aquí? Mis padres
eran inquilinos en un fundo. Luego, cuando yo tenía
cinco años, mis viejos se trasladaron a otra hacienda
cerca de Santiago.
Nelson le preguntó extrañado:
— Pero, Negro, ¿cómo no lo habías dicho antes?
- Huaso, cuando uno es pobre de verdad, no le
gusta hablar de sus pobrezas. Me duele recordar a mi
madre durante estos años, trabajando como una
bestia.
Los ojos de Nelson entristecieron y agachó la cabe-
za. Víctor agregó molesto:
Ya, huevón, deja esa cara para el escenario.
Y los amigos continuaron el viaje.
En mi carta a Nelson le pregunté: "¿Encontró Víc-
tor la casa donde nació?". He aquí la respuesta: "El lu-
gar que Víctor me señalara como su hogar de infancia
sólo mostraba en aquel momento viejos álamos verdes
(árboles típicos de la zona), y un valle azul, sí, azul,
'JO
porque en el verano por aquellos parajes florece la 'yer-
ba azul', que invade los campos y por tanto el paisaje".
Fue una empresa difícil encontrar a quienes recor-
daran a su padre Manuel J a r a y su madre Amanda
Martínez. ¡Cuántos infelices inquilinos pasaron por es-
tos parajes!..
Al principio Víctor eludía contar su vida a sus con-
discípulos. Un dolor invisible ardía en su alma y no
quería compartirlo con nadie. Después de la muerte de
la madre la familia de Víctor se deshizo, y él quedó
solo y desamparado. No tenía hogar ni donde nació ni
dónele vivió después. Generalmente Víctor no era de los
que gustan hablar de sus penas. Pero de vez en cuando
desahogaba su alma en compañía de un amigo. Aque-
lla vez durante las vacaciones tuvo momentos de plena
sinceridad que se grabaron para siempre en el alma de
Nelson.
Quisiera completar los recuerdos de Nelson Viílagra
sobre los años de estudio conjunto con Víctor con rela-
tos de los profesores de la Escuela de Teatro. ¿Qué es-
tudiante era Jara?
Isidora Aguirre, conocida autora dramática chile-
na, laureada del premio nacional, me refirió cómo le
presentaron a Víctor la primera vez. Fue después de
que aceptara la invitación de impartir el curso "Teatro
de Chile". Un día en el pasillo la retuvo Pedro de la
Barra, fundador del teatro de la Universidad Chilena,
y le dijo en voz baja:
— ...Este joven con su carita sonriente es mi alum-
no Víctor Jara. Será también tu alumno. Tiene mucho
talento y es muy pobre. Este muchacho vive en un
cuarto de pensión y se incendió la casa donde él vive.
Se quemó la ropa, todo, hasta sus libros. Así que tene-
mos que ayudarlo...
Por regla general, para los exámenes Isidora Agui-
rre proponía a los estudiantes que preparasen los lemas
que más les gustasen. Cuando el año docente termina-
ba, se acercaron a ella, un tanto turbados, Víctor J a r a
y Nelson Viílagra. Isidora ya sabía que después del ve-
2J
raneo en la provincia de Nuble, los amigos se sentían
fuertemente impresionados por el campo. Hasta cuan-
do leían a Esquilo y Eurípedes, los muchachos con una
buena dosis de humor comparaban a los personajes de
las tragedias con los campesinos a quienes conocieron
durante las vacaciones. Estos paralelos eran muy gra-
ciosos y rebosaban de turbulenta fantasía. En las obras
de los autores antiguos los amigos sabían encontrar ré-
plicas que parafraseaban con arreglo a la vida de los
campesinos chilenos. Y cuando Víctor y Nelson leían
piezas dramáticas dedicadas al campo chileno, siempre
buscaban los prototipos de sus personajes entre los
campesinos conocidos de la provincia de Nuble.
Interrumpiéndose uno a otro y disculpándose, de-
cían a Isidora Aguirrc:
— Nosotros vamos a dar el examen con una obra
suya que nos gusta mucho... Los tres Pascuales. No crea
que nosotros queremos rendir el examen sobre esta
obra para que nos ponga buena nota. Es porque noso-
tros somos campesinos y nos gusta mucho la obra, cuyo
contenido es la vida real, si hacemos una compara-
ción...
Isidora Aguirre no se arrepintió de haberles dado
su permiso. El examen se convirtió en una enconada
discusión con los jóvenes en torno al tema chileno en el
arte y los problemas campesinos del país.
- ¿Qué nota les puso usted? —pregunté a Isi-
dora.
— No recuerdo exactamente. Yo ponía siete (má-
ximo) en pocas ocasiones. Pero en este caso sacaron
bien el examen. Estuvieron muy contentos, yo tam-
bién. Yo vi que ellos tenían realmente interés por el
teatro chileno.
Roberto Parada, célebre actor dramático chileno,
antiguo profesor de la Escuela de Teatro, me escribió
sobre Víctor-estudiante en una carta:
"Yo podría limitarme a hacer un recuerdo cordial
del joven que llegó a nuestra escuela... A mí, campesi-
no de pura cepa, no me fue difícil constatar que el re-
22
cien llegado era uno de los míos, hijo puro del campo
chileno. Moreno, no demasiado alto, pero ancho de es-
paldas y lleno de fuerzas y de gran simpatía... El mayor
recuerdo que tenemos de él es haberlo visto tomar la
guitarra en alguna fiesta interna de nuestro grupo
v oírlo cantar con su hermosa voz algunas de las viejas
canciones tradicionales de nuestra zona central de
Chile.
"Ese campesino que llegaba a una Escuela univer-
sitaria de Arte habría de recorrer todo el camino de co-
nocimiento partiendo casi dei cero; pero su afán de es-
tudio y su capacidad de trabajo lo hicieron superar to-
das sus deficiencias iniciales. Paso a paso cumplió las
múltiples exigencias de la Escuela y a poco andar se
distinguió en la especialidad que había de tomar: di-
rección teatral. Así empezó su carrera gloriosa de can-
tor y creador que hoy el mundo entero admira. Estuvi-
mos presentes en sus principios y lo recordamos con de-
voción y con cariño..."
Una grabación de magnetófono conserva el relato
de Víctor sobre cómo decidió ingresar en la Juventud
Comunista:
"Cuando yo estudiaba en el teatro fui a una con-
centración... una manifestación en la calle y escuché el
discurso. Era un dirigente trabajador. Hablaba de Lc-
nin y yo quedé con mucha inquietud. Unos días des-
pués pasé por un lugar donde decía 'La Juventud Co-
munista'. Vi una foto grande de un rostro y decía Le-
nin. Y yo hacía preguntas. Y me dijeron que si tenía un
interés, que ingresara a una célula e ingresé en la J u -
ventud Comunista de Chile."
J a r a se siente impulsado por los tempestuosos acon-
tecimientos que atravesaba el país. En aquel entonces
en el campo de concentración de Pisagua al norte de
Chile se encontraban presos destacados comunistas
y líderes sindicales. Como escribiera Pablo Neruda, vi-
vían en el "calcáreo infierno por defender la dignidad
del hombre". Este lugar, abandonado de Dios y de )os
hombres después del boom salitrero, era peor que un
23
presidio, Pisagua estaba enelavada entre montes in-
transitables, el árido desierto y el Pacífico infinito. So-
bre la cabeza brillaba el tórrido cielo sin una nubécula
y por la tierra soplaban abrasadores torbellinos de are-
na. Los presos se sentían enterrados en vida.
Ante la presión de los trabajadores el gobierno se
vio obligado a cerrar el campo de concentración de Pi-
sagua. Y en agosto de 1958 fue abolida la ley de defen-
sa de la democracia, que el pueblo llamaba "ley maldi-
ta". Después de diez años de persecuciones y represa-
lias el Partido Comunista conquistó el derecho a la ac-
tividad legal.
El Frente de Acción Popular — cuyo núcleo lo
componían comunistas y socialistas— proclamó a Sal-
vador Allende su candidato a la presidencia. La situa-
ción en el país cambió bruscamente. En las elecciones
de setiembre de 1958 Salvador Allende se convirtió en
un temible rival de los pretendientes burgueses. Estuvo
a punto do salir elegido. Jorge Alessandri, candidato
de la reacción, le sacó sólo 30.000 votos de ventaja. Los
resultados de estos comicios presagiaban el futuro
triunfo popular.
En el ambiente acalorado de las manifestaciones
y los mítines callejeros sonaba la canción popular. Víc-
tor J a r a se sentía cada vez más atraído por ella. La cé-
lebre folclorista Violeta Parra abría a la canción popu-
lar el camino hacia el gran auditorio. No cesaban dis-
cusiones en torno a su nombre. Víctor escuchaba em-
belesado las melodías de Violeta. Violeta Parra ejerció
gran influencia sobre el principiante cantor y pronto
llegaron a ser amigos. Víctor recordaba con ternura
a Violeta, su maestra espiritual en el arte. Cuando ras-
gueaba las cuerdas, repetía con frecuencia esta frase de
Violeta: "Mi guitarra trabajadora".
VIOLETA DEL FOLCLORE CHILENO
Víctor Jara
26
De cielo, en ciclo corre o nada o canta
la violeta terrestre:
la que fue, sigue siendo,
pero esta mujer sola
en su ascensión no sube solitaria:
la acompaña la luz del toronjil,
el oro ensortijado de la cebolla frita,
la acompañan los pájaros mejores,
la acompaña Chillan en movimiento.
Santa de greda pura,
Te alabo, amiga mía, compañera:
de cuerda en cuerda llegas
al firme firmamento,
Y, nocturna, en el cielo, tu fulgor
es la constelación de una guitarra
De cantar a lo humano y lo divino,
voluntariosa, hiciste tu silencio
sin otra enfermedad que la tristeza.
Pero antes, antes, antes,
ay, señora, qué amor a manos llenas
recogías por los caminos:
sacabas cantos de las humaredas,
luego de los velorios,
participabas en la misma tierra,
eras rural como los pajaritos
Y a veces atacabas con relámpagos.
Cuando naciste fuiste bautizada
como Violeta Parra:
el sacerdote levantó las uvas
sobre tu vida y dijo: "Parra eres
y en vino triste te convertirás".
En vino alegre, en picara alegría,
en barro popular, en canto llano
Santa Violeta, tú te convertiste,
en guitarra con hojas que relucen
al brillo de la luna,
en ciruela salvaje,
t.rausCorraa.d& « i pueblo verdadero,
en paloma del campo, en alcancía.
27
F,n la vida y la obra de la cantante hubo muchos
momentos difíciles y hasta dramáticos. Pero su destino
es un excepcional ejemplo de lealtad del artista a su de-
ber civil.
Los todopoderosos veían en Violeta sólo ''una ple-
beya en el arle". Para ellos "la música de verdad'" lle-
gaba de los EE.UU. y de Europa Occidental. Los in-
térpretes de música extranjera eran en aquel entonces
los ídolos del público. Fue la época del rock-n-roll.
Chile fue invadido por los discos de música comercial,
principalmente, norteamericana. Naturalmente, había
también hermosas melodías interpretadas por cantan-
tes populares. Pero, de todas formas, la música extran-
jera relegó al segundo plano la chilena. Violeta Parra
calificó de "crimen" el que los cantantes chilenos de ta-
lento grabasen exclusivamente melodías de otros
países.
Ella defendía la afirmación de los valores naciona-
les, la popularización de la canción folclórica chilena,
quería que la transmitieran ampliamente por radio
y televisión, que se propagara en discos y salas de con-
cierto.
Al propio tiempo la cantante tuvo que oponer resis-
tencia a la ola del llamado "neofolclore". Los conjun-
tos "neofolcloristas" se distinguían por la suntuosa
vistosidad de los trajes y accesorios escénicos. Su
repertorio consistía en canciones sentimentales
que poco tenían que ver con la auténtica canción
popular nacida como un grito de desesperación
y dolor.
Violeta no era una mujer "severa" ni mucho me-
nos. Componía canciones líricas y las interpretaba en
sus conciertos. Un sentimiento profundo y sincero res-
pira su canción Volver a los 17. El puro calor del cora-
zón femenino, abierto al amor y la felicidad, llena sus
ciclos La Tonada y La Cueca.
Sin embargo, Violeta creía que el cantante no
puede tener la conciencia tranquila si canta solamente
al amor, al sol y las estrellas y no ve las desgracias ni los
28
sufrimientos del pueblo. Por eso la indignaba profun-
damente el repertorio y el estilo exaltado de los "neo-
folcloristas", su completo aislamiento de la vida real
del pueblo. Se fijaban exclusivamente en las alegres
fiestas campesinas y pasaban por alto la vida cotidiana
de los campesinos y peones con su espantosa miseria
v analfabetismo. A los "ncofolcloristas" no les interesa-
ba en absoluto el destino de los obreros y de los nume-
rosos "rotos" que vagaban por Chile en busca de pan.
Estos artistas identificaban con lo nacional sólo vistosas
escenas de la vida rural, exóticas para el habitante de
la ciudad. Con frecuencia presentaban las burdas imi-
taciones como modelo de la obra musical y poética del
pueblo. Se trataba del "folclore comercial", destinado
a los ricos turistas extranjeros y al elegante público na-
tivo que frecuentaba los lujosos bares y restaurantes.
Violeta no toleraba la falsedad en el arte y, después de
un concierto de "ncofolcloristas", exclamó con amar-
gura: "Estos impostores, estos huasitos del Club de
Colf, de tarjeta postal...".
Antes de que la canción popular ocupara el lugar
que merecía, Violeta Parra tuvo que poner a prueba su
voluntad y sacrificarse para refutar la noción divulga-
da sobre el folclore chileno. En aquel entonces acadé-
micos de muchas campanillas afirmaban que "era un
folclore pobre".
Esa frágil y diminuta mujercita, careciendo de re-
cursos, sin contar con apoyo oficial o particular, em-
prende la larga "odisea" de recolectar, investigar y ha-
cer renacer el folclore chileno.
Violeta empezó por los arrabales de Santiago, luego
visitó su provincia natal: Nuble. Allí, siendo niña, se
enamoró de la música popular. Violeta creció en una
familia "folclorista". Su padre era maestro en una es-
cuela primaria, donde enseñaba lengua española y lite-
ratura, y. según las reglas existentes, tenía que enseñar
a sus alumnos canto. Tocaba el violin, la mandolina, la
guitarra, el piano, dominaba con facilidad cualquier
instrumento musical, era gran conocedor del folclore
29
local. La madre, campesina de origen, era una virtuosa
guitarrista y cantora. A los siete años Violeta ya sabía
tocar guitarra y a los doce compuso sus primeras melo-
días. Desde sus años infantiles Violeta recordaba nu-
merosas canciones populares y jamás puso en duda la
riqueza del folclore chileno.
En los círculos académicos la cantante, que carecía
de preparación musical especial y universitaria, tenía
fama de ser una "mujer extravagante" y no la toma-
ban en serio. Todo eso hería profundamente a Violeta,
pero no la dcsalicntaba ni podía detenerla. A comien-
zos de su Jabor de investigación Violeta no tenía dinero
ni para comprar una grabadora. Con el bloc, el lápiz
y la guitarra viajaba por el país que, como dijera Pablo
Neruda, se extiende "de los trópicos a los pingüinos".
Estuvo en los rincones más recónditos de Chile, con fre-
cuencia iba a pie o se trasladaba en carretas, en mulos,
en lanchas. Violeta restableció numerosos textos casi
perdidos. A veces ocurría que todo el mundo conocía
la melodía, pero no recordaba la letra. Entonces en un
pueblo Violeta encontraba una estrofa, en otro — a
centenares y a veces miles de kilómetros el resto de
la canción. Contagió su entusiasmo a sus hijos Ángel
e Isabel, quienes también empiezan a recolectar can-
ciones folclóricas. Violeta se convenció de que todo lo
que crea el pueblo es eterno como es eterno el manan-
tial de la vida, e hizo renacer lo más hondo de la rica
vena popular.
Víctor J a r a denominaba "altruismo" la actividad
de Violeta. Escribió: "Lo entendió así después Violeta
Parra que vivió los mejores años de su vida junto a los
pescadores, junto a los mineros, junto a los campesinos,
junto a los artesanos, junto a los indígenas de la precor-
dillera nortina, junto al chilote en el más extremo sur.
Vivió con ellos, se hizo piel de ellos, se hizo sangre de
ellos. Así solamente pudo Violeta crear canciones como
Que dirá el Santo Padre, Al centro de la injusticia.
canciones que quedarán en la historia de nuestro
país con e] surgimiento de una canción nueva musi-
.¡ii
cal v poéticamente valiosa, auténticamente po-
pular..."-
La obra de Violeta Parra empezó a gozar del reco-
nocimiento que merecía, pero demasiado tarde para su
breve vida. Al principio la radio, la televisión y las ca-
sas de discos permanecían indiferentes ante su labor
orientada a cultivar y divulgar la canción popular. Pa-
blo Neruda valoró altamente y apoyó a la folclorista.
En 1953 el poeta la invitó a una velada en su casa y le
presentó a sus amigos literatos, periodistas, músicos
v artistas. Violeta cantó. El insólito concierto en casa
del poeta despertó el interés por la folclorista. Pablo
Neruda ayudó a organizar conciertos de Violeta ante
un vasto público. Poco después la emisora Radio Chi-
lena firmó un contrato con la artista y dos veces por se-
mana transmitía recitales de Violeta Parra. Entonces
Víctor J a r a escuchó por primera vez a la "Violeta" del
folclore chileno.
No puedo afirmar que Violeta tuviera una bella
voz, pero transmitía con excepcional expresividad la
peculiaridad y la sinceridad del canto popular, cauti-
vaba por su cordialidad. Con frecuencia Violeta
acompañaba sus canciones con reflexiones acerca de la
música y la poesía populares. A veces invitaba a obre-
ros de los arrabales de Santiago o algunos viejos de
los pueblos aledaños que le habían enseñado las cancio-
nes. Conversaba con ellos ante el micrófono, pedía
cantar tal o cual melodía y luego la interpretaba acom-
pañándola con la guitarra. Alguien dijo que "en la voz
de Violeta cantaban muchas voces". Eran voces de la
tierra natal: puras y prístinas.
El programa de Violeta en la Radio Chilena llegó
a ser un acontecimiento en la vida cultural del país. La
escuchaban, la esperaban... Violeta recibía numerosas
cartas. La gente la agradecía por haber resucitado "lo
eterno en Chile", la canción auténticamente popular.
En 1954 la artista fue distinguida con el premio Cau-
policán como la mejor folclorista del año.
Poro incluso después de ello no le fue fácil abrir las
31
puertas de las casas de discos y eso no sucedió pronto.
La canción folclórica parecía incompatible con los in-
tereses comerciales. El primer LP de Violeta no se gra-
bó en Chile, sino en París, adonde llegó después de par-
ticipar en el Festival mundial de la juventud y los estu-
diantes, celebrado en Varsovia. Eso ocurrió en 1955.
Sólo después de granjearse el reconocimiento en Fran-
cia, Parra graba en su patria sus LP La Cueca, La Tonu-
da, Composiciones de Viólela Parra, Toda Violeta Parra.
Pero con frecuencia las negociaciones con los jefes de la
casa grabadora Odeón se convertían en un suplicio.
Violeta amenazaba con romper el contrato, ya que no
quería tergiversar las canciones populares para com-
placer los intereses comerciales.
Víctor tenía muchas ganas de conocer a Violeta.
Según dice Isabel, por primera vez se vieron en 1957
en el café "San Paulo", en el centro de Santiago. A me-
diodía allí, tomando una taza de café se daban cita
artistas e intelectuales. AI regresar de Francia Violeta
frecuentaba este café. Tenía mucho que contar. Por
primera vez sucedió que la cantante chilena viajó a Pa-
rís no para conocer la última moda, sino para dejar cu
Francia la canción chilena. En la mesa de Violeta
siempre reinaba animación. La cantante contaba las
impresiones de sus conciertos en Francia, discutía aca-
loradamente. Víctor se unía a quienes rodeaban a la
cantante.
Víctor esperaba ver a una suntuosa "estrella", pero
ante él estaba una mujer sencilla y cariñosa. La natu-
raleza, que le donó generosamente talento, no la dotó
de belleza femenina. En su manera de vestir y en sus
modales no perseguía efectos exteriores, como muchas
"estrellas" de variedades. Pero cuando cantaba, irra-
diaba la belleza de la inspiración. Violeta vio en segui-
da en Víctor a "un alma afín". Víctor amaba y cono-
cía la canción popular. Encantó a Violeta, que incluso
quería que fundara con su hijo Ángel un dúo folclórico.
Pero la fecunda amistad de estos dos jóvenes cantantes
adquirió más tarde otra forma.
32
.Decidí escribir a Ángel Parra, quien había emigra-
do a Francia. ¿Qué podría contar de los primeros en-
cuentros con Víctor Jara? No tenía la dirección de Án-
gel y escribí a mi antiguo amigo chileno y conocido pu-
blicista Eduardo Labarca, que trabajaba en París. Le
pedí transmitir mis preguntas a Ángel. No pasó ni un
mes cuando leí la hoja escrita con letra conocida.
Eduardo refería que se había entrevistado en mi
nombre con Ángel y me mandaba su relato grabado en
dos casetas. Contenía no sólo respuestas a mis pregun-
tas. Labarca también hizo preguntas al cantante. Ade-
más Ángel proporcionó muchos detalles que, según
Eduardo, me podrían servir en mi trabajo.
Citaré más de una vez estas grabaciones, pero aho-
ra me limito a un pequeño fragmento:
"Conocí a Víctor en una fonda (la ramada —N.
del autor) del parque Cousiño que había organizado
Violeta Parra, mi madre, en ocasión de Fiestas pa-
trias. Isabel y yo ayudábamos a nuestra madre cantan-
do y bailando. En la fonda apareció un joven modesto,
estudiante de la Escuela de Teatro. Parece del primer
año. Era... Víctor Jara. El llegó atraído por el nombre
de Violeta para escucharla y charlar con ella. Su nom-
bre simboliza el renacimiento de la canción campesina.
Los padres de Víctor eran también campesinos, de la
misma región. Yo creo que esto fue lo primero que lo
atrajo. Y desde entonces hay una amistad con Violeta,
con Isabel y conmigo para muchos años. Cantamos
y bailamos en el Parque Cousiño una semana y Víctor
aparecía en la fonda cada día. El alquilaba una pieza
cerca del parque. Parece, en nuestra ramada conociera
a Rolando Alarcón y Alarcón después lo invitó a parti-
cipar en Cuncumén."
Así pues, Víctor empezó como cantante folclorista
en el conjunto de canto y danza Cuncumén (en la len-
gua de los indígenas quiere decir "riachuelo cantan-
). Coleccionaba antiguas canciones y danzas popu-
lares de la zona central de Chile. Violeta siempre apa-
recía rodeada de artistas de este conjunto que se formó
93
3-334
no sin su influencia. Víctor ofreció al conjunto las cue-
cas que conocía desde niño y las melodías folclóriras
que oyó durante las vacaciones en la provincia de Ñu-
ble. Una de las canciones interpretada por Víctor fue
incluida en el disco de Cuncumén.
A Víctor lo invitaron trabajar en el conjunto.
Cuando salió por primera vez al escenario vestido, al
igual que todos los integrantes de Cuncumén, con un
saco corto y estrecho, parecido más bien a un chaleco,
pero de manga larga, ceñido por ancho cinturón de co-
lor, estrecho pantalón negro y botas con espuelas tinti-
neando, se sintió incómodo en este vistoso traje de
huaso.
El primer triunfo dio alas a Víctor. Por cierto, en
Cuncumén creían que eran ellos los que habían tenido
suerte. Este muchacho de espontáneos modales campe-
sinos no era sólo "un hombre de la tierra", sino un ta-
lento innato, un verdadero hallazgo para el conjunto.
J a r a sentía intensamente, cual si se tratara de su propio
corazón, las cuerdas de la guitarra, bailaba muy bien
y con soltura, conocía muchas antiguas canciones cam-
pesinas. Y, además, tenía una voz pura y vibrante.
Parra compuso dos canciones al estilo de los villan-
cicos expresamente para que las cantara J a r a en el dis-
co de Cuncumén. Kl joven cantante se emocionó mu-
cho al saber que el disco del conjunto con la canción
interpretada por él, le había gustado a Violeta.
Parra sigue popularizando la música y la poesía fol-
clóricas. Su ilusión era crear una Gran Sinfonía Folcló-
rica. Violeta esperaba que la apoyasen y para ello en-
tregó 50 casetas con grabaciones musicales a la direc-
ción de la Universidad de Concepción. Allí no les pres-
taron atención y las grabaciones fueron borradas. Así
se perdió una parte del inapreciable tesoro y resultado
de muchos años de investigaciones. Sin embargo, Pa-
rra persiste en su empresa con creciente tenacidad.
"De cada enemigo saco yo mi fuerza. De cada burla
me nace el afán de hacer las cosas. De cada dolor. De
cada golpe", decía Violeta.
34
Pasará el tiempo y muchos entendidos en música
f lclore se verán obligados a cambiar su actitud res-
' rto a Violeta. Gastón Soublettc, destacado musicó-
r m reconoce: "El canto de Violeta, que tiene muchos
• Vos afines al de los trovadores, me hizo descubrir
€ e l l Chile existía esto, que el foiclore chileno tenía
-isas mucho más valiosas de lo que creía a primera vis-
Es que nosotros estábamos acostumbrados al foi-
clore tradicional, sentimental... estábamos acostum-
brados a la cursilería criolla, acartonada, a pensar que
el foiclore de Chile era nada más que eso, sin sospechar
siquiera que había todo ese mundo de los cantores po-
pulares...".
Violeta descubrió el mundo de cantores folclóricos
anónimos en toda su diversidad y originalidad, reu-
niendo más de tres mil canciones. El foiclore se con-
vierte en manantial vivificante que nutre su obra.
Compone el inspirado ciclo poético de las Décimas, que
vio la luz ya después de la muerte de la cantante. Parra
supo conjugar orgánicamente las puras entonaciones
de las melodías populares con el lenguaje transparente
y metafórico del folelore para expresar en sus poesías
y canciones lo que veía y sufría, lo que era la vida real
del pueblo:
3-
35
Nadie podía interpretar las canciones de Violeta
mejor que ella misma. Su guitarra sonaba triste
o alegre, enfurecida o ansiosa, pero nunca era
falsa.
En 1960 se celebró el 150 aniversario de la Inde-
pendencia de Chile, "siglo y medio de la nación chile-
na". La élite burguesa del país se preparaba para una
pomposa ceremonia. Se esforzaba por presentar a Chi-
le como un país nadando en la prosperidad, donde io-
dos son iguales y libres. Animaban las fiestas los "neo-
folcloristas", que cantaban "Chile lindo". En este am-
biente sonó como rebelde disonancia la "cueca amarga
nacional", famosa canción de Violeta sobre "el cente-
nario del dolor". Parra comprendía que no pueden te-
ner una fiesta en común los trabajadores y las "pira-
ñas", como llaman en Chile a los poderosos magnates.
Ni la podía haber mientras, como escribiera La Gaceta
progresista, ocho familias controlasen disimuladamen-
te la vida de los chilenos desde el momento de nacer
y hasta la muerte. Prácticamente poseen toda la indus-
tria alimentaria, todas las empresas que producen ro-
pa, manuales, libros, materiales de construcción, pro-
ductos químicos y farmacéuticos. Manejan los bienes de
instituciones como bancos, agencias de seguros, minas,
transporte, electricidad, prensa y radio.
Por mucho que se esforzara la prensa burguesa por
presentar a Jorge Alessandri como "amigo de la gente
humilde", era uno de los poderosos representantes de
estas familias gobernantes y expresaba sus intereses. El
capital de un sinfín de sociedades anónimas que él en-
cabezaba, superaba el presupuesto nacional de Chile.
Durante los festejos el jefe del Estado y los ministros ha-
blaban ampulosamente "del servicio en bien de toda la
nación chilena", el patriotismo y el deber... Pero Vio-
leta volvió la espalda al patrioterismo oficioso de la
burguesía. Con motivo de la fiesta nacional compuso
una canción antitradicional en la que recordaba que
"los niños andan con hambre" y el "descontento o'1
Chuqui" (mina Chuquicamata). Eue un reto osado.
36
• sólito- ¿Podían perdonárselo? En otra canción Viole-
la expone su credo:
Yo canto a la chillancja
si tengo que decir algo
y no tomo la guitarra
por conseguir un aplauso.
Yo canto la diferencia
que hay de lo cierto a lo falso,
de lo contrario no canto...
Violeta no sólo componía e interpretaba canciones.
Excepcional mente dotada, revela su talento en la pin-
tura la escultura, la cerámica y la tapicería, inspirán-
dose en temas del folelore chileno y latinoamericano.
En 1960 sus obras se exhiben en la feria de artes plásti-
cas en Santiago. Víctor J a r a dijo de su producción
plástica: "El canto lindo de Violeta se refleja en su otra
vocación". Sin embargo, muchos "entendidos" vieron
en ello sólo nuevos "caprichos" de Violeta. Aunque sus
obras fueron seleccionadas para exhibirlas en el pabe-
llón chileno de la Exposición Internacional de San
Paulo, los organizadores oficiales "no se atrevieron"
a mostrarlas al público. Con su sensibilidad de siem-
pre, Violeta sufrió mucho por este desaire. Más tarde
esos mismos "entendidos" se arrepentirán de su "frial-
dad" hacia la obra plástica de Violeta y empezarán
a buscarlas, dispuestos a pagar sumas fabulosas. Pero
eso sucederá ya después de la exposición de sus cua-
dros, esculturas y tapices en una sala del Louvrc. Fue
la primera exposición monográfica de un artista lati-
noamericano en el famoso museo francés. Entonces,
después de tomar parte en el Festival mundial de la ju-
ventud y los estudiantes en Finlandia (1962), Violeta
visita de nuevo París, esta vez con Ángel e Isabel. En
••rancia la cantante da recitales y canta en el trío fami-
liar Los Parra de Chile. En París se publica en español
y en francés su libro Poesía popular de los Andes. Los
rnticos afirman que "ella sola es un conjunto de arte
Popular".
37
En París la cantante recibe una carta por la que se
entera de que su hermano Roberto fue detenido por
haber participado en las manifesiaciones antiguberna-
mentales de los trabajadores. Impresionada por esta
triste noticia que le llega desde la patria, Violeta com-
pone la canción Los hambrientos piden pan, donde cuenta
lo que le pasó a su hermano y en este relato se trasluce
el destino del país. Hsta canción se conoce más con el tí-
tulo de La carta.
M e mandaron una carta
por el correo temprano,
en esa carta me dicen
que cayó preso mi hermano,
y sin lástima, con grillos,
por la calle lo arrastraron, sí.
Víctor Jara
id
• ndo Nelson Villagra. Había pasado un año desde
ie el Negro y el Huaso se separaron con una sonrisa
i e s p r eocupada como jóvenes que sabían que tenían to-
da la v ' ^ a P o r delante. Y ahora los amigos pasaron la
«oche entera recordando y discutiendo cómo el teatro
chileno tenía que desarrollarse y salir de la capital para
actuar en provincias.
Parecido a la felicidad lo vieron en Argentina, Uru-
guay, México, Costa Rica, Guatemala, Venezuela
v Colombia. La prensa local publicó reseñas benévolas
acerca del espectáculo de la Escuela de Teatro de la
Universidad chilena.
Cuando la compañía estuvo en Buenos Aires, la in-
vitaron a visitar Cuba, donde un año antes había sido
derrocado el dictador Batista. Los jóvenes actores aco-
gieron con entusiasmo la invitación, aunque al regreso
podrían tener disgustos en su patria. Me interesaba so-
bre todo el encuentro de los jóvenes actores chilenos
con el legendario Ernesto Che Guevara.
Escribí a Luis Alberto Mansilla, periodista chileno
exiliado en la RDA, puesto que desde los tiempos de es-
tudios en la Escuela de Teatro había sido amigo de
Víctor. Alberto me comunicó que al regresar de la Isla
de la Libertad Víctor se dirigió a la redacción de El
Siglo, periódico de los comunistas chilenos, para con-
tar lo que habían visto. Cuba quedó en el corazón de
Víctor como la primavera y la esperanza de los lati-
noamericanos. El Siglo publicó las impresiones cuba-
nas de Luis Alberto Mansilla, donde refería la inolvi-
dable entrevista con Che Guevara. Pero ¿dónde podría
yo encontrar ese ejemplar del periódico del año 1960?
Mansilla me aconsejó leer un artículo suyo, publicado
en 1977 en Boletín del Exterior del Partido Comunista
de Chile (N 25). Allí encontré la descripción del episo-
dio que me interesaba:
La entrevista se prolongó hasta la madrugada. El
he demostró un gran conocimiento de la poesía y el
catro. Les dijo que era necesario un arte popular y re-
volucionario de gran calidad en su contenido y en su
41
forma, que era indispensable luchar contra la coloniza-
ción cultural del imperialismo norteamericano, que los
escenarios y las canciones tenían que ser trincheras de
combate. Víctor tomó la guitarra y cantó algunas can-
ciones. Kl Che lo aplaudió y le dijo: 'Tú debes cantar
para tu pueblo.''
Las palabras del gran revolucionario resultaron ser
profé ticas.
El joven artista tenía que salir en otro viaje al ex-
tranjero. Esta vez iba con el conjunto Cuncumén al
Viejo Mundo. Víctor tenía no sólo que cantar y bailar.
Le propusieron el puesto de corcógraíb de Cuncumén
y puso en escena todas las danzas del programa para
una larga gira por la Unión Soviética y otros países so-
cialistas.
De nuevo me veo obligado a emprender las bús-
quedas.
¿Cómo, pasados cuatro lustros, encontrar las hue-
llas del primer viaje de Víctor J a r a a la URSS? Enton-
ces ei novel artista aún no era conocido. Durante los
conciertos salía al escenario como uno de tantos inte-
grantes del conjunto Cuncumén.
Escribí a Joan,viuda del cantante, que residía en
Londres. ¿No recordaba ella lo que Víctor le contara
acerca de su primer viaje a la Unión Soviética? He
aquí la respuesta:
"Víctor, personalmente, recordaba con alegría una
experiencia que le tocó vivir en un balneario del Mar
Negro. Se trataba de Yalta... En Yalta, Víctor se hizo
gran amigo de dos personas, a quienes invitó a la fun-
ción que daría el Cuncumén. Ellos, por supuesto, fue-
ron a oír cantar a estos artistas que venían de tan lejos.
Estos amigos de Víctor se llamaban Vladímir y Piorr.
Ambos eran obreros de la fábrica de tractores de Jar-
kov...
"Fundamen taimen fe, para Víctor, puede decirse
que de esta visita lo que más le impresionó fue descu-
brir una nueva forma de la organización de la socie-
dad, en la que el mundo se veía al revés, y en la que las
i2
elaciones humanas también son distintas, relaciones
ue carecen de la agresividad que domina en el mundo
capitalista... Concretamente Víctor refiriéndose a estas
cosas me escribió en una carta lo siguiente: 'Una vez
más compruebo con gran felicidad para mi alma que el
pueblo soviético es maravilloso. Sanos. Sinceros, bien
intencionados, objetivos y muy sentimentales tam-
bién... Me han mostrado su amistad abierta y sincera...
Estoy muy contento que me haya sucedido esto. Cono-
cer dos auténticos obreros de la Unión Soviética y ser
amigo de ellos.'"
Lamentablemente, Joan no tenía más que los nom-
bres de estos dos obreros. En setiembre de 1980 escribí
en Komsomólskaya pravda, periódico juvenil soviético,
expresando la esperanza de que me respondieran Piotr
v Vladimir, que en 1961 habían descansado en Yalta
v habían trabado allí amistad con el joven Víctor J a r a .
Pero era una empresa difícil, después de tantos años,
encontrar a un tal Piotr y un tal Vladimir, ignorando
sus apellidos.
Pero el artículo en Komsomólskaya pravda me ayudó
a encontrar a otra persona que se había entrevistado
con Víctor en Lcningrado. Solomón Epshtéin, pintor
de esta ciudad a orillas del río Neva, invitó a su taller al
joven artista chileno. ¿Qué llamó la atención del pintor
Irn i agrádense? Le pedí a Epshtéin que me enviara sus
apuntes acerca de su encuentro con Víctor Jara:
"Una clara noche estival de 1961 fuimos mi amigo,
el pintor Alexandr Pasternak y yo, al teatro del parque
de reposo donde, según decía el anuncio, daba un con-
cierto el conjunto de canto y danza Cuncumén.
"Decidimos arriesgarnos, compramos entradas
y no nos arrepentimos. El concierto nos produjo un
verdadero placer. Las sonrisas incitantes de las mucha-
chas en ondulantes vestidos. La acentuada discreción
le
los esbeltos muchachos en trajes típicos de campesi-
nos chilenos con sus invariables sombreros. Bailaban
cantaban con ardor y devoción...
Entre todos se destacaba un joven, no muy alto,
43
ágil y clástico como un resorte, la plasticidad de sus
movimientos era excepcionalmente elegante y natural.
Y la misma soltura se oía en su maravillosa voz. Admi-
ramos con ojos de pintores profesionales su hermosa ca-
beza de tupido y corto pelo negro tirando a azul. Tenia
ojos tristes y una deslumbrante sonrisa en el rostro mo-
reno.
"Sentí grandes deseos de pintar su retrato. En el
entreacto fuimos a los bastidores y pedimos llamar al
artista. Salió, sonriendo un poco turbado. Resultó ser
uno de los dirigentes del conjunto a pesar de su juven-
tud y de que estaba estudiando en la Escuela de Tea-
tro. Se llamaba Víctor Jara.
"A través de la intérprete pedimos al artista que
nos posara para el retrato. Eso lo turbó aún más. Ade-
más, la intérprete dijo que no podría acompañarlo
a nuestro taller. Entonces, viendo nuestra contrarie-
dad, el artista propuso ir sin la intérprete. "¿Cómo va-
mos a entendernos entonces?", le preguntamos. Sonrió
y nos enseñó sus manos diciendo que con los gestos.
"Al día siguiente fuimos a buscarlo. Llevaba pan-
talón negro y ancha camisa azul, además se puso un
poncho de lana casera y tomó la guitarra...
"Si no me equivoco Víctor estuvo en mi taller tres
veces. Apoyando un pie en la silla, cantaba canciones
chilenas a veces alegres, pero la mayoría tristes, se
acompañaba a la guitarra, mientras Pasternak y yo
trabajábamos sobre su retrato. El retrato que hice es
más bien un bosquejo; más tarde lo exhibí en una ex-
posición de la Sección lcningradense de la Unión de
Pintores y en el Museo Ruso."
Realmente, que encuentros tan asombrosos suce-
den a veces por casualidad.
Por Joan me enteré que Víctor le había hablado de
los pintores leningradcnses. Me pidió que hiciera foto-
copias de los retratos de Víctor para su archivo fami-
liar, cosa que hice de buena gana.
Después del asesinato de Víctor J a r a muchos pinto-
res de distintos países han dedicado cuadros al cantati-
I!
chileno. Pero, por lo que sé, los retratos de los pinto-
leningradcnses son los únicos hechos en vida de
Víctor.
En marzo de 1982 publiqué en Kumsumúlskaya
tiravda un artículo refiriendo la entrevista de los pinto-
res lcningradenses con Víctor J a r a y mencioné que no
había podido encontrar a Piotr y Vladímir.
De pronto, pasados unos días, me entregaron un tele-
grama recibido en la redacción: "En 1961 conocí
a Víctor Jara en Yalta. Actualmente resido en Kre-
menchug, calle Vatutin... Detalles por carta. Vladímir
Pianij". No tardé en enterarme del apellido de Piotr
Solodóvnik. Sigue viviendo en Jarkov, pero no trabaja
en la fábrica de tractores. Ambos amigos se jubila-
ron ya.
No vieron los artículos que publiqué en Komso-
málskaya pravda. Pero uno de sus viejos amigos que
también trabajaba en la fabrica, Sharshunov, leyó el
segundo artículo y supuso en seguida de qué Vladímir
y Piotr se trataba. Recordó que le habían contado su
encuentro con un cantante chileno en Yalta en 1961
y escribió a Vladímir Pianij: "Leí Komsomólskaya prav-
da y comprendí en seguida que se referían a ti y a Piotr
Solodóvnik. Telefoneé a Piotr y hablamos sobre el
artículo. Te lo envío. Léelo y recordarás aquel encuen-
tro...".
Me alegré de poder comunicar a Joan que, por fin,
había encontrado a los amigos de Víctor. Le mandé la
carta de Vladímir donde le deseaba buena suerte. La
respuesta de Joan llegó a mi nombre. El sobre contenía
una postal "para Vladímir, amigo de Víctor". Joan me
pedia que tradujera al ruso esta lacónica epístola y la
mandara al destinatario: "Estimado amigo Vladímir:
LiOri mucha emoción recibí su tarjeta recordando su
amistad con Víctor. Muchas gracias por ella. Reciba
mis saludos cariñosos y los de mis hijas. Víctor siempre
recordaba su encuentro con Ud.".
Junto con la postal para Vladímir recibí de Joan la
co
pia de una carta que Víctor le había mandado desde
la orilla del Mar Negro. Esa carta refleja el alma del
cantante y la reproduzco aquí un poco resumida:
"...Salí en la noche a las 9 a pasear y oí cerca del
paseo por la orilla del mar muchos aplausos. Me acer-
qué al lugar de donde venían y eran de un teatro al ai-
re libre, donde había una función de variedades. Traté
de sacar la entrada y no había. Me entró toda la curio-
sidad por ver los números y fui rodeando la muralla
que cubría el teatro... y al darme vuelta vi un árbol
y arriba de él algunas personas... Cuando empezó de
nuevo la función empece a subir junto con otros cinto
rusos... Arriba me hablaron como a un igual, en ruso,
y yo les dije que no comprendía. Primero creyeron que
era broma, pero después se convencieron y me pregun-
taron de donde era; les dije, en el poco ruso que sé, que
era de Chile, Sudamérica y que estaba allí con un con-
junto chileno de danzas y canciones. Y tanta fue ia sor-
presa de ellos que se reían y me felicitaron porque a pe-
sar de ser extranjero y artista estaba sentado arriba del
árbol iguai que ellos. Entonces me ofrecieron el mejor
asiento que había en el árbol... Cuando el espectáculo
terminó me ayudaron a bajar y ya abajo me abraza-
ban muertos de risa con mi actitud. Después me pre-
guntaron que cómo yo, siendo extranjero, no había ido
adentro para estar cómodo, e insistían que como yo era
un artista visitante tenía eí privilegio ele no tener obs-
táculos. Pero yo les dije que a mí me gustaba ser como to-
dos, que quería comprar mi entrada, y como no había
encontrado, me había subido al árbol para ver. Se mo-
rían de risa y me abrazaban diciendo: ¡Qué estupendo
camarada!
"...Y después todos Jos días seguí viendo a dos de
ellos, Vladímir y Piotr, y resultamos quedando grandes
amigos. Ambos tienen 35 años, son casados, uno con
dos y el otro con tres niños y son obreros de la fábrica
de tractores de Jarkov... Están aquí gozando de sus va-
caciones... La sensación de comunicarme con ellos, así
apenas, no ha sido ningún problema. Que maravilla de
hombres. Tan íntegros dentro de sí mismos, tan siro-
(6
I sanos, increíblemente sanos... Muchos se preocu-
• han de la situación latinoamericana y me pregunta-
cómo era la situación del obrero chileno..."
Pero ¿cómo recuerdan a Víctor los veteranos de Ja
fábrica de tractores de Jarkov? He aquí un fragmento
¿e Ja carta de Vladímir Pianij:
"...Nuestro encuentro con Víctor se produjo en una
forma original. En Yalta, en un teatro al aire libre, da-
ban concierto unos artistas de Moscú. Fue imposible
conseguir entradas para ese concierto en el que tomó
parte Guclena Velikánova '. Entonces decidimos su-
birnos a un árbol para ver desde allí el espectáculo.
Junto con nosotros subió al árbol otro "espectador",
que empezó a explicarnos algo con gestos y pronun-
ciando algunas palabras rusas con marcado acento ex-
ranjero. Así nos conocimos. Nos entendíamos como
liamos desde el primer encuentro y hasta su parti-
da, v nos comprendíamos perfectamente.
"En mi vida tuve de conocer a muchos compañeros
extranjeros. En nuestra fábrica trabajaron en distintos
períodos practicantes de otros países. De buena gana
les transmitíamos nuestra experiencia, descansábamos
untos. Pero el destino me preparaba un regalo: el cn-
•uentro con Víctor Jara. ¿Cómo podíamos pensar no-
jtros en aquel momento la suerte que lo esperaba?
Que sepa Joan — y así se lo escribí — que nunca olvi-
daremos a Víctor.
'Para nosotros siempre será un joven, lleno de vida
y comunicativo. Con él paseamos por Yalta, visitamos
cafés, nos bañamos juntos en el mar y tomamos el sol.
V íctor seducía por su cordialidad y sinceridad. Sentía
una extraordinaria curiosidad por todo lo que le ro-
deaba.
Pasamos junto con Víctor tres días y estuvimos
con él hasta que la motonave 'Rossía' zarpó de Yalta.
uc
stra despedida se prolongó un poco más de lo debi-
'• Llegamos al atracadero cuando los demás artistas
47
del conjunto ya estaban allí. Se sentía que les había
disgustado nuestra demora. Pero Víctor les dijo algo
muy rápido, señalándonos a nosotros y todos sonrie-
ron. Al despedirse dimos un fuerte abrazo a nuestro
amigo chileno.
" M e siento profundamente emocionado de saber
que Víctor se acordaba de nosotros, puesto que visitó
muchas ciudades soviéticas y además otros países, pero
recordaba a los amigos a quienes conoció en Yalta."
En setiembre de 1983, cuando se cumplieron diez
años de la muerte de Víctor Jara, pude, por fin, contar
a los lectores de Komsomólskaya pravda que mis largas
búsquedas habían terminado...
Pero ¿cuántos encuentros con soviéticos tuvo el no-
ve] cantor chileno? Porque durante la gira Jos artistas
del lejano país latinoamericano actuaron en Yalta,
Moscú, Odesa, I.cningrado, Sochi, Kíev, Minsk, Ash-
jabad, Tashkent y Dushanbé. Un mes y medio estuvo
el Cuncumén dando conciertos en la Unión Soviética.
¿Sería posible ponerme en relación con algún inte-
grante del Cuncumén que en 1961 estuvo junto con
Víctor en nuestro país? Después del golpe de Estado en
Chile el conjunto dejó de existir, ya que sus solistas fue-
ron perseguidos. Pero algunos artistas lograron salir de
Chile. Encontré a la cantante y bailarina Maricla Fe-
rreira, que desde la derrota del poder democrático en
Chile vive exífíada en Estocolmo. Tengo sobre mi mesa
una carta grabada en cásete donde cuenta los porme-
nores del viaje del conjunto por nuestro país.
"En la Unión Soviética le hacían a Víctor aplausos
por sus danzas, como bailarín era excelente y realmen-
te algo maravilloso como él cantaba, como captó la
atención del público. Yo recuerdo como lo hacían re-
petir dos, tres y hasta cuatro veces su canción que iba
inserta dentro de la primera parte del programa. Una
cosa que yo siempre recuerdo fue que en Moscú noso-
tros hicimos tres recitales y en el segundo recital cuan-
do Víctor terminó de cantar entre los aplausos le llegó
una rosa roja...
1ÍS
"La tiraron al escenario... Víctor ]a lomó y Je dio
beso v y° recuerdo que la guardó. Y en el tercer re-
• -1 otra vez una rosa roja. Nosotros viajamos después
j a noche a Leningrado (Víctor guardó esta flor en
i vaso en la ventana). Tenía la misma rosa roja.
\ nropósito, nunca en mi vida recibí tantas flores como
., |a Unión Soviética. Cuando terminamos los recita-
les fueron ramos que nos regalaban, arriba del escena-
no; siempre había gente que nos esperaba con flores.
"Cuando fuimos en el año 1961 a Moscú grabamos
un programa para Radio Moscú y fue la primera vez
que Víctor grabó Palomita, verte quiero, que fue una
canción que él compuso precisamente durante la gira
para Joan, su futura esposa. Es una canción muy her-
mosa y es la primera grabación que Víctor hizo de
día." '
Ya antes sabía yo que el amor a Joan inspiró a Víc-
tor su primera canción. Compuso la poesía y la inter-
pretaba acompañándose a la guitarra. Con Palomita
Víctor debutó como compositor. Pero no me podía
imaginar que Moscú marcó un hito en el destino crea-
dor de Víctor. ¡Qué hermoso es que la primera graba-
ción de su primera canción la hiciera en la capital so-
viética!
Entre las grabaciones de 1961 que se conservan en
los archivos de Radio Moscú, encontré esta canción...
Gira la cinta marrón de la grabadora. Escucho la voz
joven, llena de vida y de pasión:
M
sentirme viva de nuevo, a liberarme de una dolorosa
obsesión por el pasado.
"Había mucho de qué hablar... A través de nues-
tras discusiones y de las preguntas y comentarios de
Víctor, comencé a relacionar con mi vida y carácter
muchos de los conceptos que había utilizado como bai-
larina. Me comprendí mejor a mí misma y sentí mayor
confianza."
...Después de la gira por el extranjero la patria re-
cibió a Víctor ansiosa como los ojos de la amada y seve-
ra como la mirada de los mineros de I ¿ota, a quienes el
mismo año dedica una canción. ¡Qué paso tan rápido
y tan tajante del lirismo de Palomita a Canción del mi-
nero, desgarrada por la protesta social! En un concierto
antes de interpretar esta canción el cantante dijo: "Los
trabajadores más sufridos de mi patria, junto con los
mineros de la pampa salitrera, son caras negras, los
compañeros mineros del carbón. En Lota está la mayo-
ría de ellos".
Voy, vengo, subo, bajo,
todo para qué,
nada para mí,
minero soy,
a la mina voy,
a la muerte voy,
minero soy.
51
«<
minero soy,
a la mina voy,
a la muerte voy,
minero soy.
Víctor grabó Canción del minero junto con Palomita
para el disco dej Cuncumén. Por primera vez actuaba
como cantautor. Pero, después de regresar del Viejo
Mundo, tenía que disponer de tiempo para concluir los
estudios de dirección teatral en la Escuda de Teatro.
Víctor abandonó el conjunto, pero mantuvo siempre
su amistad con él.
'
DIRECTOR DE TEATRO
Victo» J a r a
53
él. Era un hombre de mediana estatura, de pelo y bi$;0_
tes negros y mirada atenta y rigurosa. Después del o-0U
pe de Estado de 1973 salió del país y residía en Vene,
zuela. Ya he mencionado que Víctor fue su discípulo
El veterano del teatro chileno apreciaba altamente el
talento de su joven colega. Escribí a Venezuela y pedí
a Pedro de la Barra que hablara del teatro de la Uni-
versidad de Chile y del trabajo de Víctor J a r a allí. >J0
recibí respuesta y sólo pasado algún tiempo comprendí
la causa del silencio. Pedro de la Barra murió en el exi-
lio de un ataque cardíaco al recibir la noticia de que los
fascistas chilenos habían fusilado a su hijo mayor.
Mas volvamos a los momentos en que surgió el tea-
tro. Era la época en que ante los ojos del mundo el fas-
cismo estaba representado por las siniestras figuras de
Mussolini en Italia, Hitler en Alemania y Franco en
España. Después de la guerra civil en España, un gru-
po de republicanos emigró a Chile. A muchos de ellos
les ayudó a salir vía París el joven cónsul chileno Pablo
Neruda. Eos republicanos españoles llevaban consigo
la pesada carga de las batallas perdidas y su propio
ejemplo. En Chile empezaron a levantar cabeza los fas-
cistas locales, pero les supieron hacer frente los obreros
en los combates callejeros y los Irabajadores en general
en las grandes manifestaciones.
En pleno auge de la lucha antifascista en 1938 en
Chile triunfó por primera vez el Frente Popular y su
candidato único —el radical Aguirre Cerda fue ele-
gido presidente. En el nuevo Gobierno el socialista Sal-
vador Allende, que tenía entonces 30 años, ocupó el
puesto de ministro de Salud Pública. La actividad del
Frente Popular, aunque se disolvió a comienzos de
1941, contribuyó a incorporar a la intelectualidad artís-
tica a la vida social activa, hizo reflexionar acerca de
las vías del desarrollo de la cultura, que estaba cobran-
do fuerzas y cuyas formas se multiplicaban. María Ma-
luenda, veterana artista de teatro, escribió posterior-
mente: "No hay que olvidar que eran los tiempos del
Frente Popular y de una u otra forma nosotros venía-
54
s e r voceros de este movimiento en el campo uni-
oíos
,-it;irio y cultural...".
En este torbellino de la vida nació el Teatro Expe-
• filial- Hasta entonces en las tablas chilenas predo-
' • iban los géneros de diversión, se ponían en escena
. - a s z a rzuclas españolas, comediíis y melodramas pri-
m o s v privados de una verdadera dirección. Pedro
• la Barra y un grupo de entusiastas aspiraban a reno-
ar el arte teatral chileno, elevar su nivel artístico y cí-
vico y actualizarlo. I,os jóvenes actores querían hacer
espectáculos del acervo clásico mundial y de autores
contemporáneos, querían organizar una escuela-
estudio teatral, desarrollar la dramaturgia nacional
v de este modo atraer a un público nuevo.
El Teatro Experimental se inauguró con entreme-
ses de los españoles Cervantes y Valle Inclán. En una
publicación chilena sobre el teatro leí una entrevista
con Roberto Parada, quien tomó parte en aquel estre-
no: "Llegamos al teatro llenos de nerviosidad por el te-
rrible estreno, llevando muchos de nosotros en nuestras
manos el diario en que se anunciaba la invasión de la
Unión Soviética por las tropas nazis".
Así, en el dramático 22 de junio de 1941, surgió el
nuevo teatro de Chile que desplegó su actividad en ple-
na medida sólo después de la Segunda Guerra Mun-
dial. Hombre multi/acéíico y emprendedor, Pedro de
la Barra estudió el sistema del famoso director soviético
Stanisiavskí y supo transmitir a los jóvenes actores su
entusiasmo por el gran maestro. ¡De cuántas cosas acu-
saban al director! Si hasta llegaron a decir que intenta-
ba fundar una célula comunista encubriéndose, con el
pretexto del teatro. Pero, al fin y al cabo, su compañía
conquistó las tablas de la universidad y la escuela-
estudio fue abierta. Así nació en Chile el teatro mo-
derno.
Los actores, enfrascados en búsquedas creadoras, se
apasionaban por las nuevas corrientes teatrales en el
niundo, perfeccionaban su nivel profesional en los tea-
tros europeos; invitaban a Chile a destacados maestros
extranjeros de teatro. Apareció un público nuevo, inte-
resado por las obras dramáticas de profundo contenido
y sentimientos sinceros. La compañía formada bajo la
dirección de Pedro de la Barra, influía en el desarrollo
del movimiento teatral en el país, impulsó la fundación
de compañías verdaderamente profesionales, tanto
universitarias como independientes.
En el teatro de la Universidad de Chile se presenta-
ban obras de Cervantes, Lope de Vega, Calderón,
Shakespeare, Gógol, Chéjov, Ibscn, Shaw, García Loi-
ca, Brechí, MiUer y muchos más dramaturgos extran-
jeros.
Después de la Segunda Guerra Mundial Pedro de
la Barra viajó por Europa. En las publicaciones de au-
tores chilenos sobre la historia del teatro de la Univer-
sidad, que aproveché para escribir este capítulo, en-
contré referencias sobre una notable rueda de prensa
que dio Pedro de la Barra al volver a Santiago. Los pe-
riodistas le preguntaron: "¿Qué fue lo que más le llamó
la atención en el extranjero?". El director reflexionó un
momento y dijo: "Comprendo. Vi el teatro inglés en
Inglaterra, el francés en Francia, el italiano en Italia.
Pero en Italia, Francia e Inglaterra vi también obras
clásicas y contemporáneas, que son el tesoro de la hu-
manidad. A nosotros nos falta eso que he dicho al prin-
cipio."
Pedro de la Barra tenía razón. En efecto, en el teatro
chileno faltaban obras chilenas. Tanto en el teatro, co-
mo en la escuela-estudio Pedro de la Barra era partida-
rio de promocionar la dramaturgia nacional. Desde los
años cincuenta en las carteleras teatrales son cada vez
más frecuentes los nombres de autores chilenos que tra-
taban de reflejar la vida de su país natal. Pedro de ia
Barra inculcaba a sus discípulos el amor no sólo al
tema nacional, sino también a la problemática
social.
La mayoría de las personalidades de la cultura chi-
lena eran hombres de convicciones progresistas. Víc-
tor, siendo estudiante y director escénico principiante.
56
se sentía influenciado por ellos. Admiraba a los popu-
lares actores dramáticos María Maluenda y Roberto
Parada. Ambos militaban en el Partido Comunista
y siempre tenían una actitud cívica en la vida y en el
arte. Parecía que la poesía de Neruda sonaba con nue-
va fuerza cuando la interpretaba este matrimonio de
dos magníficos actores. Eran admiradores apasionados
de la obra de su gran coterráneo. Viajaron por toda la
geografía chilena recitando poemas de Neruda, descu-
briendo para los chilenos sencillos la belleza y la fuerza
de su lira. Luego a María Maluenda la elegirán dipu-
tada al parlamento donde representará al Partido Co-
munista de Chile.
Víctor asimilaba la experiencia de los maestros del
teatro no sólo de Chile, sino también de otros países.
Fue ayudante del director norteamericano William
Olivcr, quien llevó a la escena del teatro de la Univer-
sidad de Chile la obra del escritor alemán Peter VVeiss
Marat-Sade. Dicho espectáculo está considerado como
uno de los mejores en la historia del arte escénico del
país. Pero en aquel entonces los artistas chilenos ya po-
nían sus miras no sólo en el teatro europeo o norteame-
ricano. También en América Latina aparecieron des-
tacados directores. Víctor J a r a decía que aprendió mu-
cho de Atahualpa del Cioppo, director del teatro uru-
guayo El Galpón.
E) Galpón es uno de interesantísimos teatros lati-
noamericanos que se granjeó fama con la interpreta-
ción escenográfica de las obras de Bertolt Brecht. Su re-
pertorio se destacaba por las tendencias progresistas,
por eso después del golpe militar en Uruguay en 1972,
la compañía teatral no pudo soportar las intolerables
condiciones y abandonó casi entera su patria, emigran-
do a México.
Una vez me encontré con Cioppo. Pero no fue en
México. Mientras estuve de corresponsal en este país,
fui aplazando mi visita al teatro uruguayo en el exilio,
pues tenía muchos quehaceres urgentes de periodista
y viajaba mucho a otros países. Además El Galpón sa-
57
lia ron frecuencia de gira por los países de América La-
tina.
Vi los espectáculos del teatro uruguayo en Moscú
en 1979. Entonces el teatro presentó en la capital sovié-
tica el espectáculo Prohibido Gardel, que presentaba al
Uruguay en el período de la dictadura militar. La obra
se basaba en sucesos reales. I,os ignorantes oficiales de
la junta militar, cuando llegaron al poder, prohibieron
transmitir por la radio muchas canciones, y entre ellas
las del "rey del tango", el cantante argentino Carlos
Gardel. Los uruguayos admiran a este magnífico artis-
ta del país vecino, quien murió en un accidente aéreo
en 1935, lo consideran como un gran compatriota su-
yo. Gardel llevó el tango de las ruidosas tabernas por-
tuarias y Jos cabarets baratos a los grandes escenarios
de Buenos Aires. El tango le debe a Carlos Gardel su
marcha triuníal por el mundo, como el vals a Strauss.
Decenios después de su muerte, la obra de Gardel, lle-
na de profundo democratismo, le pareció peligrosa
a alguien en Uruguay. Pero, naturalmente, no logra-
ron "prohibir" las melodías del "rey del tango".
Al día siguiente del espectáculo converse con Ata-
hualpa del Cioppo. Lamentablemente, en México y en
Moscú no sabía que Víctor J a r a había trabajado con
este director. Sólo en 1980 leí el libro de entrevistas,
discursos y canciones de Jara, editado en La Habana.
Entonces me enteré de que en 1964 Víctor J a r a trabajó
como ayudante de Atahualpa del Cioppo, invitado por
el Instituto del Teatro, en el montaje de El círculo de
tiza caucasiano, de Bertolt Brecht.
Me quedé perplejo. ¡Las sorpresas que nos depara
la vida! Durante muchos años voy buscando a la gente
que conocía a j a r a y perdí la ocasión verdaderamente
feliz de hablar con Cioppo sobre este asunto. No había
más remedio, tuve que recurrir otra vez al correo.
La respuesta no se hizo esperar. He aquí ese valiosí-
simo testimonio del destacado director uruguayo sobre
su joven colega chileno:
"No podíamos echar en olvido el excelente trabajo
58
con el cual Víctor terminara el curso de Dirección Es-
cénica en la Escuela del Instituto de Teatro de la Uni-
versiad de Chile. Este ponderado trabajo lo realizó J a r a
en base a un texto de Alejandro Sieveking, de la misma
generación escolar de Víctor. Su título era Parecido
a la felicidad. Nosotros estábamos dirigiendo una pro-
ducción en Buenos Aires en 1960, y fue allí que pudi-
mos apreciar el preindicado trabajo, en una gira que
estaba haciendo la Escuela de Teatro de la Universi-
dad de Chile. Nos causó una gran impresión el alto
grado de profesionalidad con que estaba encarada di-
cha obra... Víctor Jara, desde el inicio de lo que pudo
ser una exitosa carrera teatral, reveló una rara capaci-
dad para modelar personajes y situaciones, donde la
conceptuación del texto surgía diáfana sin dejar de ser
profunda...
"En el año 1963 fuimos invitados por el Teatro de
la Universidad de Chile para realizar con dicho elenco
el montaje de El círculo de tiza caucasiano, de Bertolt
Brecht. Solicitamos que Víctor J a r a hiciera la asisten-
cia de dicha dirección... Y si bien nosotros habíamos
visto actuar el elenco del Instituto de Teatro de la Uni-
versidad de Chile en varias producciones, necesitába-
mos apoyarnos en quien, como Víctor Jara, estaba im-
puesto íntimamente de las características psicológicas,
las reacciones temperamentales y la conducción huma-
na de cada uno de sus integrantes.
"Incluso hay un factor que puede ser determinante
del éxito o fracaso de una obra: el reparto. En efecto,
una asignación correcta de cada intérprete a cada uno
de los personajes del extenso reparto, requería una sa-
gacidad y un claro concepto del valor y las virtudes de
cada actor y cada actriz. Ahí Víctor Jara jugó un gran
papel: sopesábamos cada personaje, las exigencias his-
triónicas del mismo para establecer una simbiosis con
las excelencias del intérprete que debía encararlo. De
PSC modo fuimos comprobando, es decir, conociendo
y reconociendo la ponderada penetración y conoci-
miento que J a r a tenía de los integrantes del elenco,
59
además de su indudable honradez para superar cual-
quiera inclinación de simpatía personal. Además, Víc-
tor J a r a poseía un conocimiento integral de ese com-
plejo técnico y artístico... En general puede afirmarse
que si en este espectáculo se logró una alta integración
conceptual y sensible, debemos reconocer, honrada-
mente, que Víctor J a r a fue un factor imponderable en
el éxiío que la producción alcanzó...
"Hay asimismo que considerarla enorme importan-
cia del teatro de Brecht, auténtico creador revolucio-
nario tanto en lo conceptual como en los hallazgos for-
males para expresar el contenido... De ahí que la reac-
ción no iba a tolerar que el teatro más importante de la
nación, expusiera... una obra no sólo crítica, sino reve-
ladora de los signos de las nuevas sociedades... Hubo
diarios que nos atribuyeron parcialidad política en la
dirección de la obra. No podemos dejar de evocar la
memorable noche del estreno. Un sector del público
aspiraba a presenciar un desastre; otro, ansiando el
éxito. La culminación de la obra, de casi cuatro horas
de duración, pareció unificar los criterios, determinan-
do un aplauso sostenido, vibrante, que parecía no te-
ner fin. Era un triunfo del arte, de los artistas y de la
Universidad...
"No hay que olvidar el significado político e ideoló-
gico de ese año de 1963: vísperas de las elecciones de
1964, donde saliera triunfante el presidente Freí, tras
una lucha electoral abundante en insidias contra la
candidatura del doctor Salvador Allende..."
Aquí tengo que interrumpir a Atahualpa de) Ciop-
po para hacer una aclaración.
La campaña electoral de dos principales candida-
tos transcurría en condiciones desiguales. La campaña
de Salvador Allende la solventaban de los fondos bas-
tante escasos de los partidos y organizaciones democrá-
ticos, los sindicatos y las asociaciones campesinas. Te-
merosos por la creciente influencia del Frente de Ac-
ción Popular, los reaccionarios y liberales de toda ín-
dole apoyaron la candidatura de Eduardo Frei, líder
60
del Partido Demócrata Cristiano. Lo financiaba el
gran capital de Chile. Con ayuda de Eduardo Freí es-
peraban debilitar la creciente ola de la tormenta revo-
lucionaria. Para oponer algo a la fuerza de atracción
de las ideas del Frente de Acción Popular e impedir
transformaciones sociales radicales, el Partido Demó-
crata Cristiano anunció un programa de reformas mo-
deradas con un slogan atractivo, pero demagógico:
"Revolución en libertad". Salvador Allende dijo ati-
nadamente de su intríngulis hipócrita que hablan de
"revolución" y hacen guiños al pueblo, dicen "en li-
bertad" y hacen guiños a los explotadores.
El Partido Demócrata Cristiano logró sembrar ilu-
siones en vastas capas de la población. Y aunque Sal-
vador Allende reunió un número de votos como jamás
en América Latina obtuviera un candidato de izquier-
das, perdió por tercera vez la batalla por el sillón presi-
dencial en eí Palacio de la Moneda. Salió elegido
Eduardo Frei. Algunos grupos de izquierda cayeron en
la desesperación. Pero los líderes del Frente de Acción
Popular declararon que con la derrota en las elecciones
la lucha no terminaba, sino que empezaba una nueva
y complicada etapa. Llamaron a sus partidarios a co-
hesionar sus filas. Salvador Allende no se desanimó,
convencido de que el tiempo sabría disipar las ilusio-
nes, sembradas por los demócratas cristianos.
En muchas ocasiones Víctor estuvo junto con
Allende, escuchó sus discursos. Pero Víctor tuvo un en-
cuentro inesperado con Don Chicho en Uruguay. En
1964 allí se celebró un festival internacional de teatro.
Víctor conoció a destacados directores latinoamerica-
nos y vio sus espectáculos. J a r a representaba el arte
teatral de su país con el montaje renovado de Animas de
día claro, que en la temporada anterior había sido re-
conocido como la perla del repertorio del teatro de la
universidad de Chile.
Mas, volvamos a la carta de Alahualpa del Cioppo
para reproducir el fragmento que se refiere a la partici-
pación de Víctor J a r a en el festival:
61
"En la sala de El Galpón, en la ciudad de Montevi-
deo, se organizó una interesante temporada con otra
obra de Alejandro Sieveking, dirigida por nuestro que-
rido y recordado Víctor Jara. Se trataba de Animas de
día claro. Ya Víctor figuraba en la planta de directores
del teatro de la Universidad de Chile. Su oficio había
adquirido una espléndida madurez: un indudable de-
sarrollo de su capacidad técnica. Ahí se nos reveló un
conductor maduro, exigente, donde la realidad y la
poesía establecían un acertado connubio...
"Debemos consignar una feliz coincidencia más:
durante esa temporada del Teatro Chileno en Monte-
video, el doctor Allende estuvo de visita en Uruguay.
Presenció la función, rodeado de la gran atracción
y afecto que provocaba el gran conductor chileno en
los círculos políticos e intelectuales uruguayos. Alien-
de, al término de la función, felicitó al elenco universi-
tario por el éxito alcanzado, que era el triunfo de la in-
telectualidad y el arte de Chile. Y esa distinción la ex-
tendió a Víctor Jara, en quien reconocía a un represen-
tante de las nuevas generaciones que estaban integrán-
dose al ya rico proceso de la tradición artística chi-
lena."
Después de la muerte de Jara, en el extranjero es-
cribieron mucho de él como cantante, dejando de lado
su actividad de director teatral. Y esa actividad merece
una investigación seria, puesto que Víctor imprimió
una brillante y original huella en la historia del arte es-
cénico chileno. Se hizo famoso primero como director
teatral y sólo después como cantante.
Para Víctor fue muy notable ci año 1965. Aquel
año el diario capitalino Clarín y la Radio Pacífico hi-
cieron una encuesta entre los aficionados al teatro, pi-
diéndoles nombrar los mejores espectáculos teatrales.
La mayoría de los oyentes y lectores se pronunció por
las comedias dirigidas por Víctor J a r a ]JI remolienda.
de Alejandro Sieveking y La maña, de la autora inglesa
Ann Jellicoe. A Víctor se le otorga el Premio "Laurel
de O r o " como mejor director teatral del año. Además
62
La remolienda obtuvo el Premio Anual de la crítica por
la mejor dirección.
En La remolienda las escenas de la vida de los cam-
pesinos chilenos provocaban risa y llanto. Nelson Vi-
llagra, cuando visitó en 1965 Santiago, vio el espectácu-
lo en el teatro de la Universidad de Chile y describió
así sus impresiones: "Asistí a la puesta en escena de una
obra chilena dirigida por Víctor (ya director profesio-
nal), La remolienda, cuya realización aireó los escena-
rios santiaguinos en aquellos años: fresca, espontánea,
chispeante".
El nuevo encuentro de los amigos terminó con que
Víctor propuso a Nelson que tomara parte en el espec-
táculo La maña. "En dicha obra —escribió Nelson Vi-
llagra— yo hacía el papel de un ' d o n j u á n ' de barrio,
un poco ridículo, pero también un poco fascista."
Cuando Nelson se estableció definitivamente en San-
tiago, Víctor le ayudó a alquilar un apartamento. Los
amigos pasaban mucho tiempo juntos. Nelson conta-
ba: "Como actor trabajé dos veces bajo la dirección de
Víctor. En ambas obras él supo imprimir lo que ya era
su sello como director: sin descuidar la forma, la puesta
en escena estaba libre de artificios, sus versiones eran
siempre directas, resolviendo las cuestiones artísticas de
tal modo que éstas ganaban en fuerza y comunica-
ción.".
Al joven director no se le subieron los humos por el
éxito sensacional. Era muy exigente consigo mismo.
"No sé si soy un buen director de teatro — decía Víc-
tor— . Para serlo se necesitan mucha experiencia y una
gran madurez como ser humano." Por eso Víctor veía
en cada nuevo espectáculo un peldaño para ascender
a las cimas de la maestría de director.
Jara era muy trabajador. Su afición por las come-
dias no fue casual. Creía que este género, al igual que
los dramas de contenido social, son indispensables para
el teatro. Después de las comedias pone en escena la
obra Los invasores, del dramaturgo chileno Egon Wolf,
en la que se reflejan los recelos de las capas medias ante
63
la excitación revolucionaria en el país. La versión que
ofreció Víctor puso al desnudo con toda agudeza el as-
pecto poco arráyente de la moral burguesa. Luego Víc-
tor pone en escena la obra La casa vieja, del autor cuba-
no Abelardo Estorino.
Víctor J a r a tiene múltiples y amplios intereses tea-
trales. Una vez dijo: "Entre las obras que me gustaría
llevar a la escena están las de Shakespeare, Brecht
y Chéjov". Pero pensando en la realización de las me-
jores obras de la dramaturgia mundial, se pronunciaba
constantemente por un teatro que fuera exponente de
los anhelos del pueblo chileno: "No quiero montar un
espectáculo burgués para seudointelectuales... tenemos
que crear las obras que necesitamos, concorde con
nuestra realidad...".
Empezando por el debut, se revela un rasgo carac-
terístico de J a r a como director: la música forma parte
orgánica del espectáculo. Para algunas obras él mismo
compone la música. El joven director no se separa de
su guitarra. 'loma parte en conciertos, actúa en las fa-
bricas, en los clubes estudiantiles y sindicales, en los es-
tadios. En otros capítulos hablo de la actividad d e j a r a
como director teatral, pero la canción era su verdadera
vocación para toda la vida.
LA GUITARRA SUENA IRACUNDA
65
5-334
no a los cantantes rebeldes. La poderosa y un poco sor-
da voz de Ángel Parra no concordaba con su pequeña
estatura y su delgada figura. El dulce rostro de Isabel
estaba en plena armenia con su suave voz, que evoca-
ba el puro repique de la campanilla. Los hermanos de-
cidieron reunir en la peña un grupo de cantantes-
correligionarios, enamorados de la canción popular.
Escucho el relato de Ángel Parra, grabado para mí
y enviado de París:
"Después de regresar de Europa me dijeron que
había un joven que estaba cantando en otro lugar.
Canta bien. Y que lo fuera a escuchar. Este lugar fue
'La Chingana'. En tiempos antiguos llamaban chinga-
na a un lugar donde las mujeres cantaban con arpa
y guitarra y se bailaba cueca. Pero cerca del cerro San-
ta Lucía estaba la otra chingana. Era un museo del ar-
te popular de un señor, quien era un ex-bailarín. AI in-
terior del mismo local... se puede subir y ver artesanía
de distintos lugares del país y en la noche abajo había
un pequeño restaurante y se desarrollaba un espec-
táculo. Yo íui a verlo. Víctor cantó en 'La Chingana'. Lo
saludé, y por supuesto, lo felicité por los éxitos artísti-
cos e invite a participar con nosotros en la peña. Ha-
blamos mucho. Claro, él estaba muy ocupado en el
teatro, tenía compromiso con 'La Chingana'. Pero él
estuvo de acuerdo y luego se incorporó a la peña. Era
un equipo estable de la peña: Isabel, Víctor Jara, Ro-
lando Alarcón, Patricio Manns y yo..."
Aquí interrumpo a Ángel Parra para presentar al
lector a dos de esta constelación de talentos.
Rolando Alarcón, ex-maestro, se incorporó a la pe-
ña siendo ya famoso cantautor. Sus melodías gozaban
de popularidad. Encontró vivo eco en los corazones del
pueblo la canción Escuche, general, voy a decir tres pala-
bras, en que se expresa la ferviente protesta de una ma-
dre, preocupada por el destino de su hijo soldado. An-
teriormente Alarcón dirigió el conjunto Cuncumén. El
talento de Alarcón fue en la plenitud de sus energías,
pero lo minaba la enfermedad. Murió poco antes del
66
golpe militar fascista. La muerte, tal vez, lo salvó del
exilio.
Patricio Manns, después de que los fascistas se
adueñaran del poder, vive lejos de su patria: en Suiza.
En el extranjero sigue desarrollando su actividad artís-
tica, en cuyos orígenes estaba la peña de "Los Parra".
Manns empezó a ganarse el pan como artesano y obre-
ro, luego como músico y literato. En la peña apareció
ya después de publicada su primera novela. Casi al
mismo tiempo compone su famoso ciclo de canciones
El sueño latinoamericano, ardiente exhortación a la soli-
daridad y réplica indignada a la intervención de los
EE.UU. en la República Dominicana en 1965. Tam-
bién hacía guiones para el cine. Ya en 1976 una pelícu-
la con su participación dedicada al movimiento de la
nueva canción chilena obtuvo el primer premio en el
festival internacional de cine en Karlovi Vari.
En 1981 me encontré con Patricio Manns en el Fes-
tival internacional de cine "Por el humanismo del arte
cinematográfico, por la paz y amistad entre los pue-
blos", que se celebró en Moscú. Manns formó parte del
jurado.
...Hablamos de Chile. Naturalmente, yo estaba pro-
fundamente interesado en conversar sobre el período
en que Patricio Manns y Víctor J a r a cantaban en el
mismo escenario. Mi interlocutor se ponía pensativo
a veces, entornando los ojos inteligentes, tratando de
atravesar con la mirada el grosor del pasado:
"Conocí a Víctor en la peña. Me parecía... Víctor
era entonces bastante reservado. Tenía un estilo, una
forma de ser un poco ladina, un poco india. Pero en ge-
neral cuando se lograba pasar esa barrera, Víctor era
un gran compañero, un gran camarada.
"Conmigo tenía unas relaciones más o menos difí-
ciles en ciertas ocasiones. No quiero decir con ello que
discutiéramos, sino que había una reticencia suya res-
pecto a mi forma de ser y en ocasiones discutimos así
s
m llegar demasiado lejos.
'Me sorprendía la asombrosa modestia y lo exigen-
Í«
&)
te que era Víctor consigo mismo. Ya era un director re-
conocido. Había compuesto sus primeras canciones
y grabado discos con el Cuncumen, pero era el único
miembro de la peña que no había grabado un disco
solo.
"Yo le propuse llevarlo donde mi productor; du-
rante varios días Víctor se negó y me dijo: 'No. Yo no
estoy en condiciones de grabar. No tengo repertorio".
Pasó algún tiempo, pero Víctor no cambiaba de pare-
cer. Y le dije: 'Puedes grabar un pequeño disco con dos
canciones'. Y, finalmente, un día aceptó.
"Fuimos a donde mi productor Camilo y le presen-
té a Víctor: 'Es un nuevo integrante de la peña. Estaría
bien que lo escucharas porque tiene cosas buenas que
te van a convenir'.
"Víctor tomó su guitarra, cantó dos canciones e in-
mediatamente fue contratado como el quinto miembro
de la peña en el mismo sello. Fue así como Víctor em-
pezó a cantar también, o sea, en discos."
Inesperadamente para el joven cantante, el disco
con sus dos canciones fue destacado en el Festival de
Viña del Mar entre los mejores del año. La canción La
cocinerita era folclórica y para El cigarrito Víctor tomó
la letra de un autor anónimo.
En 1966 se edita otro disco d e j a r a . Ea canción fol-
clórica i.a beata de este disco alarmó a los círculos ecle-
siásticos, que vieron en esa canción una burla del rito
de la confesión y una ofensa de los sentimientos de los
creyentes. Hasta hubo intentos de poner en duda la
procedencia folclórica de la canción. Víctor rechazó
los ataques infundados. La beata, anotada por él en
la provincia de Concepción, tenía una historia
secular.
Víctor creía que en la creación de canciones, por
muy diversa que fuese su temática, debe estar presente
el sentido del humor propio de los chilenos. Decía: "Lo
beata... creo que representa un autentico sabor popular,
una manera de sentir y de decir auténticamente cam-
pesina. No creo que ofenda a nadie porque hemos ma-
(¡f!
durado en el conocimiento de nuestra propia literatu-
ra, de nuestra música, de nuestro folclore".
A pesar de que el disco fue prohibido oficialmente.
Jara siguió interpretando La beata. En la peña no ca-
bían todos los que deseaban escuchar la canción que
había armado "escándalo".
Violeta Parra, rigurosa en sus juicios sobre la músi-
ca y los intérpretes, reaccionó positivamente a La beata
y El eigamío, diciendo que se alegraba de que Víctor
cantara junto con sus hijos.
En la peña '"Los Parra" empieza el ascenso de Víc-
tor como cantante. ¡Qué unión artística tan hermosa
de aquellos cinco fundadores de la Nueva Canción
Chilena! Pasados muchos años Ángel Parra me con-
fesó:
"Realmente era un equipo que, yo creo, no se va
producir dos veces en este siglo. Porque éramos jóve-
nes, teníamos gran amistad, porque todo era de una
tranquilidad del trato; sin vanidades ni de un lado ni
del otro, sin envidia. Y si había un contrato (grabar
disco) para uno, este uno llevaba a lodo el resto de la
gente porque la situación humana, situación que está-
bamos viviendo era ideal.
"Otros cantantes chilenos pasaron por la peña
y tantos extranjeros, conocidos cantantes de América
Latina. Pero el equipo estable fuimos Rolando Alar-
cón, Isabel Parra, Víctor Jara, Patricio Manns y yo.
Cada uno se mantuvo con sus posiciones. Cada cual te-
ma su propia experiencia básica muy buena, la expe-
riencia de formación y el estilo propio de cada uno se
ve muy clarito, pero todos entendemos igual los objeti-
vos y tareas del arte. Si cada uno de nosotros componía
una canción nueva, la echábamos primero al público
en la peña a ver que pasaba... La peña funcionaba el
jueves, el viernes y el sábado: a la una o a las dos o más
tarde se cerraba. Y después nos quedábamos a discutir.
A veces hasta las siete de la mañana discutíamos, ha-
blando, conversando o cantando.
"Ayudábamos también a los jóvenes aficionados.
69
Por ejemplo, estaban los Curacas, que era un grupo
permanente de la peña. Llegaron una vez simplemente
como admiradores de nosotros y de ahí pasaron a ayu-
darnos y un día se convirtieron en conjunto y llegaron
a grabar seis long play en Chile."
En la peña, que se llenaba hasta el tope, el público
solía corear junto con los artistas la canción que le gus-
taba. Las canciones que se estrenaban allí, se podrían
escuchar luego durante las grandes concentraciones
y mítines. La prensa reaccionaria decía que la peña era
"un nido de agitadores rojos". Los pichones de este ni-
do serían los máximos exponentes del movimiento de
la Nueva Canción Chilena.
En el escenario Víctor J a r a canta en poncho, au-
téntica ropa de los campesinos latinoamericanos que
les parece a los europeos tan exótica. El pesado poncho
que lucían los abuelos y tatarabuelos sustituye al cam-
pesino la chaqueta, el abrigo y hasta la manta. Por
ejemplo, Víctor recordaba como cuando era niño su
madre los cubría a sus hermanos y a él con el ancho
poncho del padre. Por el color y la forma de tejer el
poncho el chileno puede decir sin temor a equivocarse
de donde procede su dueño. Si el poncho es largo como
un abrigo y hecho de gruesa lana negra, quiere decir
que el hombre vino del sur donde soplan vientos des-
templados y Hueve a cántaros; en la zona central llevan
ponchos con ornamento multicolor; en los montes del
norte de Chile los hacen con lana de llama de varios
colores. Los entendidos afirman que el colorido de los
ponchos recoge toda la paleta de la tierra natal: de los
ríos, montañas, valles, pampas y desiertos. Por ejem-
plo, los indígenas añaden colores vivos para que la vida
de quien lo porta sea más alegre. En una palabra, el
poncho de por sí es un poema folclórico. Los campesi-
nos chilenos cuando quieren saber en qué eslá pensan-
do el hombre, le preguntan: "¿Qué escondes bajo tu
poncho?".
Con su poncho viajaba J a r a por su tierra natal co-
mo integrante de la institución artística "Chile ríe
70
y canta", compuesto por destacados representantes de
la Nueva Canción Chilena. "Chile ríe y canta" se fun-
dó en 1963 "como un movimiento nacional de difusión
folclórica, como una tribuna para el naciente nuevo
canto chileno, como instrumento de lucha contra la
idiolización colectiva que imponían los medios de co-
municación". Dicha institución artística no tenía equi-
po permanente, sino reunía para cada concierto o gira
un grupo especial. Su fundador y director, Rene Largo
Farías, consiguió que en la Radio Minería se inaugura-
se el programa permanente "Chile ríe y canta" y lo
convirtió en el vocero de la canción folclórica. Pero
una vez el Banco de Estado suspendió el patrocinio
a "Chile ríe y canta" por tener "la insolencia de pre-
sentar a un gran actor marxista, Roberto Parada".
Bajo el Gobierno de los democristianos, la Corpo-
ración de la Reforma Agraria propuso costear los via-
jes de los artistas por el país para efectuar labor cultu-
ral entre, los campesinos. En esta institución estatal ha-
bía personas sinceramente interesadas en tal actividad.
Algunas de ellas, pese a su militancia en el Partido De-
mócrata Cristiano, criticaban el Gobierno de Frei, exi-
giendo acelerar y profundizar las transformaciones so-
cioeconómicas en el país.
Bajo la égida de "Chile ríe y canta" actuaban casi
todos los creadores del nuevo canto chileno. Con fre-
cuencia en sus viajes por la provincia eran agredidos
por bandidos a sueldo.
A Rene Largo Farías lo conocí en Chile. Gran cono-
cedor y popularizador incansable del folelore, fue uno
de mejores locutores de la radío chilena. Luego, des-
pués del golpe de Estado, lo encontré en México. Rene
me habló del período en que él desde el escenario
anunciaba a Víctor Jara, quien participaba en los con-
ciertos de "Chile ríe y canta".
En 1965 el grupo viajó por el norte del país. El sol
despiadado, como blanco globo candente, abrasaba.
Pero las noches eran frescas.
Víctor compuso una nueva canción El arado, pero
71
no la interpretó allí mismo en el concierto en la ciudad
tic Arica. Decidió enseñarla primero a quienes estaba
dedicada.
Cuando el grupo llegó a la cooperativa campesina
de la Quebrada de los Camarones tuvieron que dar el
concierto al aire libre y sin tablado. El sol se ponía y los
hombres escuchaban de pie, con los sombreros en las
manos. Las mujeres y los niños estaban sentados en el
sudo.
...Víctor demoraba en tocar el primer acorde, escu-
driñando con la mirada los rostros de los presentes:
Aprieto firme mi mano
y hundo el arado en la tierra.
Hace años que llevo en ella
como no estar agotado.
Vuelan mariposas,
Cantan grillos.
La piel se me pone negra
Y el sol brilla, brilla y brilla.
El sudor me hace surcos,
yo hago surcos en la tierra
sin parar.
n
Que no has abandonado la tierra.
Víctor no podía soñar con mayor alabanza.
El problema de "la tierra y sus dueños" era muy
grave en Chile. Por eso el tema campesino sonaba tan
combativo en la creación de los cantantes populares.
Ángel Parra compone una canción cuya letra se con-
vierte en divisa de los campesinos:
Al pueblo sólo le falta la tierra pa'trabajar:
El pueblo la está sembrando, él tiene que cosechar.
Cuando Rolando Alarcón en un concierto de "Chi-
le ríe y canta" interpretó la ferviente canción-
llamamiento Defiendo mi herra, las autoridades suspen-
dieron la gira del grupo por las provincias. Presionada
por los líderes de derecha, la Corporación de la Refor-
ma Agraria dejó de costear los viajes de los artistas por
el país. Surgieron dificultades para organizar los con-
ciertos. Entonces, en 1967 "Chile ríe y canta" fundó su
propia peña con el mismo nombre.
"El hombre cantó, y hasta hoy este canto persiste
en la tradición folclórica de los pueblos, para fortale-
cerlo frente al mal y las fuerzas contrarias que oprimen
su vida dijo Víctor en una de sus intervenciones .
Cantó para fructificar la cosecha, para estimular sus
energías en el trabajo, para beneficiar sus frutos en la
caza, para llamar a la lluvia y espantar las tormentas.
Los incas usaban el sonido de sus quenas para apaci-
guar y reunir su rebaño en las soledades andinas. En el
llano venezolano los indígenas cantaban en la cosecha
del maíz, cantos alusivos a su trabajo, y con la música
llevaban el ritmo del cuerpo y de las manos mientras
molían la mazorca. En Chile los araucanos reunían al
pueblo en el 'guillatún' donde todos cantaban por la
fertilidad de la tierra. En la actualidad la canción de
protesta surge con ímpetu poderoso, vitalizando los va-
lores esenciales del canto. Los pueblos oprimidos... con
su canto se rebelan, combaten y denuncian a los culpa-
bles de su opresión."
El joven poeta no podía callar cuando veía la injus-
ticia. Su corazón inquieto se hacía eco de los sufrimien-
73
tos del pueblo. EJ 11 de marzo de 1966 en la mina de
cobre E] Salvador abrieron fuego contra los huelguis-
tas. Ocho mineros cayeron asesinados. Los culpables
no se escondieron. Vestían el uniforme militar y cum-
plían órdenes. El dolor y la indignación que se apode-
raron de Jara lo impulsaron a dirigirse al soldado
a quien mandaron disparar contra los mineros. La or-
den la dieron los líderes democristianos que prometían
al pueblo "la revolución en libertad".
Soldado, no me dispares.
Soldado.
Yo sé que tu mano tiembla,
Soldado.
Quién te puso las medallas,
cuántas vidas te han costado.
Dimc si es justa, soldado,
con tanta sangre quién gana.
Si es tan injusto matar
¿por qué matar a tu hermano?
Para Víctor fue un duro golpe la desaparición física
de Violeta Parra. Después de que la cantante regresó
en 1965 de Europa, ¡a invitaron a dar conciertos en el
teatro capitalino Carióla, pero seguía sin tener escena-
rio permanente para sus recitales. Empeñó grandes es-
fuerzos en conseguir permiso para construir con sus
propios medios una sala con bóveda de circo en un
arrabal de Santiago: la famosa Carpa de la Reina. La
construcción supuso enormes gastos para la cantante,
quien después ele los conciertos se quedaba "con mu-
cha gloria, pero a veces sin un centavo".
Violeta Parra invita a jóvenes cantantes y conjun-
tos musicales, tratando de ayudarles, pero al propio
tiempo es muy exigente con los principiantes. Su ilu-
sión es convertir la Carpa en teatro de arte folelórico,
donde se den cita cantantes, bailarines y narradores de
zonas remotas de Chile. Pero todos sus planes se estre-
llan contra el muro de la indiferencia de las autorida-
des.
n
Los grandes diarios y semanarios no publican ni
una palabra sobre los conciertos de Violeta Parra ni los
anuncios de sus recitales. La cantante comprendía per-
fectamente que este barrio marginal no estaba unido
por transporte público con el centro de la ciudad y que
quienes acudían a sus conciertos lo hacían mayorita-
riamentc en carros propios. Pero cada vez que veía nu-
merosos asientos vacíos en la sala, se desesperaba.
La incomprensión que encontraba la cantante, el
silencio oficial y su drama personal hicieron que en fe-
brero de 1967, presa de una profunda crisis emocional,
Violeta se suicidase. Un mar humano llenó las calles de
Santiago acompañando a la cantante a su última mo-
rada. En el cortejo iba también el presidente del sena-
do chileno .Salvador Allende. Las palabras del "canto
del cisne" de Violeta, compuesto poco antes de su
muerte, se llenaron de trágico sentido:
Gracias a la vida, que me ha dado tanto...
El féretro de la "Violeta del folclore chileno" lo se-
guía una pléyade de jóvenes cantantes y músicos y con-
juntos folcióricos enteros. Entre ellos iba Víctor J a r a .
CANTAUTOR
Víctor J a r a
Nadie lo ve trabajar
debajo 'el suelo.
Cuando busca noche y día
su alimento.
Cuando busca noche y día
su alimento.
78
de lucha de la clase obrera son así... Esta muchacha
pierde al hombre, porque este obrero muere... Enton-
ces, el amor adquiere otras dimensiones, convirtiéndo-
se en drama social..."
Te recuerdo, Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica,
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha,
la lluvia en el pelo,
no importaba nada,
ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él.
T e recuerdo, Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha,
la lluvia en el pelo,
no importaba nada,
ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él,
que partió a la sierra,
que nunca hizo daño,
que partió a la sierra
y en cinco minutos
quedó destrozado.
71'
Suena la sirena
de vuelta al trabajo,
muchos no volvieron,
tampoco Manuel.
Te recuerdo, Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
80
La heroica muerte de Che Guevara, invicto héroe
y mártir de la revolución latinoamericana, impresionó
mucho a Víctor. Pero un grupo de revolucionarios,
compañeros de Che, logró atravesar la jungla y los
montes y entrar en Chile, donde los detuvieron los ca-
rabineros. Salvador Allende, presidente del Senado, lo-
gró la rápida excarcelación de. los compañeros de Che
Guevara y los despidió cuando salieron en avión del
país. La reacción se abalanzó contra Allende, acusán-
dolo de estar "en contra de la vía democrática". Kl
presidente del Senado respondió en la prensa que "la
violencia revolucionaria es a veces la única respues-
ta a la violencia de ustedes, la violencia reaccio-
naria".
Para Víctor Che Guevara, hombre de conciencia pu-
ra y cristalina, era ejemplo de revolucionario interna-
cionalista que tenía por su patria a toda la América
Latina oprimida. Murió con la frente alta y la concien-
cia impecable del comunista. Entre las últimas anota-
ciones que hizo Che en su diario hay las siguientes pa-
labras: " E n cualquier lugar que nos sorprenda la
muerte, bienvenida sea, siempre que ese nuestro grito
de guerra haya llegado hasta un oído receptivo, y otra
mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros
hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con
tableteo de ametralladoras y nuestros gritos de guerra
y de victoria".
Después de la muerte del "guerrillero heroico"
Víctor compone la canción A Cochabamba me voy. El
cantante pensaba en los compañeros de Guevara que
seguían luchando por la libertad en Cochabamba, en
Bolivia.
Víctor optó de una vez para siempre por el camino
del luchador y comunista. Antes había escrito: "Yo to-
maré el camino del comunismo... y mi ideal como co-
munista no tiene más altura cjue apoyar y reforzar a los
que creen que con un régimen del pueblo, el pueblo se-
rá Veliz". El héroe nacional más admirado por j a r a fue
Luis Emilio Recabarrcn, fundador del Partido Comu-
61
nista de Chile, primer diputado obrero al parlamento
en America Latina.
En 1924 el dirigente de los comunistas chilenos lu-
chó contra los diputados reaccionarios, oponiéndose
a la decisión del gobierno de cerrar la escuela en la mi-
na El Toldo acusada de servir a los intereses de los
"agitadores rojos". En la polémica desatada Recaba-
rren desenmascaró la acción inhumana de las autori-
dades. Confirmó que, en efecto, la escuela había sido
creada por los comunistas y con recursos de los obreros.
Siendo única escuela en este lugar remoto del norte de
Chile servía a la noble causa de la instrucción del pue-
blo. Pero si 450 de 500 mineros son comunistas, es lógi-
co que sus hijos canten La Internacional. En cuanto
Recabarren mencionó La Internacional, cierto di-
putado, tratando de poner en ridículo al orador,
exclamó:
¡Cántela, señor diputado!
Por un momento en la sala se produjo el silencio.
Con mucho gusto, estimado coiega
respondió inmutable Recabarren.
A los diputados se les cortó el aliento, cuando la po-
derosa voz entonó La Internacional. Recabarren aceptó
el desafio. Con pasión y dominio, muy propios de él,
Recabarren cantó desde la tribuna del parlamento to-
da La Internacional del comienzo hasta el fin, aprove-
chando la tradición según la cual no se podía inte-
rrumpir al diputado. Recabarren ganó la batalla en el
parlamento. La Cámara de Diputados obligó al minis-
tro de Instrucción Pública a reanudar las clases en la
escuela.
Víctor expone su credo en la canción A Luis Emilio
Recabarren:
82
Reeabarren, Luis Emilio Recabarren.
Simplemente, doy las gracias
por tu luz.
Con el viento, ron el viento
de la pampa
tu voz sopla por el centro
y por el sur.
84
el período de los comienzos. Teníamos un repertorio
muy escaso de canciones. Entonces se nos ocurrió la
idea de que a lo mejor podríamos trabajar juntos con
Víctor, que él podría aportarnos mucho, y allí mismo
se lo planteamos. Al final aceptó y comentamos a tra-
bajar juntos.
"Jara en seguida planteó el problema de la discipli-
na en el conjunto, de trabajar en los ensayos como si
tratara de los conciertos. Parecía que se portaba como
un profesor exigente en un colegio.
"Al principio estas cosas eran un poco extrañas
para nosotros, pero al tina) fueron las bases de todo
nuestro desarrollo: sin el orden y la disciplina no ha-
bríamos llegado a ninguna parte.
"En el aspecto musical el aporte de J a r a fue muy
importante: por un lado, porque empezamos a traba-
jar en serio y, por otro, porque fuimos forjando el estilo
de nuestro canto. También fue importante el aporte es-
cénico, como director teatral de gran experiencia. Pres-
taba gran atención a la presentación del conjunto, los
movimientos arriba del escenario, la plástica de los so-
listas. Quilapayún Je debe en sumo grado su expresivi-
dad y colorido escénico."
En tres años de trabajo con Víctor Quilapayún
adquirió una nueva calidad. Los conciertos que ofrecía
al público incluían foklore y canciones revolucionarias
chilenas y de otros países latinoamericanos que le gran-
jearon fama mundial.
Surgen nuevos magníficos conjuntos juveniles co-
mo, por ejemplo, Apareoa ' e Inti-Illimani 2 . Al princi-
pio los nombres indígenas, difíciles de pronunciar, pa-
recían demasiado exóticos para aprenderlos. Pero el
reconocimiento del público hizo populares los nombres
de Apareoa e Inti-Illimani.
1
Apareoa, ave cantora, muy respetada por los indígenas arau-
canos.
7
Inti-Illimani. del '"¡mi". Dios del Sol de los indígenas que-
ehua. e ''Hnmam", nombre del monte sagrado de los indígenas boli-
vianos.
8/)
Los jóvenes entusiastas divulgan las tradiciones del
canto del pueblo chileno y el folclore de otros países la-
tinoamericanos, contraponiéndolos al pop-art nortea-
mericano que invadía los escenarios locales. Sirviéndo-
se del folclore, crean nuevas canciones sociales y po-
líticas.
Además de la tradicional guitarra española los in-
tegrantes de los conjuntos dominaban con virtuosismo
los instrumentos andinos. Usan variedades de flauta —
quena y zampona—, hechas de bambú, el tambor
"bombo" y el charango, de sonido peculiar. El cuerpo
de este pequeño instrumento de cuerda, parecido a la
mandolina, está hecho de coraza de armadillo, que
habita en la pampa y en los Andes. Dicen que el
charango puede imitar el son del viento en los
montes.
El estudio del folclore y de los instrumentos musica-
les de los países andinos ayudó a los conjuntos a com-
prender la música del norte de Chile y su vinculación
con la cultura indígena de Perú y Bolivia. Encontraron
la clave no sólo del sonido primitivo de la quena, la
zampona y el charango: los antiguos instrumentos del
folclore latinoamericano empezaron a hablar en el len-
guaje de hoy día.
Eos instrumentos de por sí y el estilo musical asesta-
ban un golpe al tradicional desprecio de la burguesía
por el folclore, por el arte popular. Ea obra de Violeta
Parra y sus continuadores puso al desnudo el seudopo-
pulismo de los neofolcloristas.
En 1968 la Unión de Juventudes Comunistas de
Chile funda la Discoteca del Canto Popular (DICAP)
para difundir el arte nuevo, que se dedicó a publicar
y divulgar discos. La DICAP se convirtió en un pode-
roso portavoz de la cultura democrática. Aunque la
Unión de Juventudes Comunistas fue el alma del movi-
miento de la Nueva Canción Chilena, eso no quería
decir que entre sus miembros no hubiera aficionados
a otra música. Luis Corvalán recordaba: "También ha
tenido importancia en el desarrollo de nuestras Juven-
86
ludes Comunistas la amplitud con que el Partido ha
enfocado los problemas, las inquietudes, las modas
y los gustos de los jóvenes. Para el Partido, lo más im-
portante no era ni es el origen de la música en boga.
Promovía y alentaba, como nadie, la propia, autócto-
na y las danzas nacionales. Pero no prohibía ni prohibe
la música o los bailes de otras procedencias, si estos son
de agrado de los jóvenes".
La DICAP fomentaba en Chile un arle de cantar
nuevo por principio. Dicho arte, relacionado directa-
mente con la lucha revolucionaria, estaba llamado
a confirmar la identidad del pueblo, planteaba las rei-
vindicaciones del movimiento trabajador y hacía pro-
paganda de sus objetivos y tareas.
Cuardo desde hace muchos años el disco de Jara
Pongo en tus manos abiertas, que traje de Chile. Fue edita-
do en 1969. Es el primer aporte de Víctor a la DICAP.
En la portada del disco está la foto en perfil del cantan-
te y el mensaje de la Unión de las Juventudes Comu-
nistas de Chile a los jóvenes: "En el nuevo cantar de
Víctor J a r a se hermanan desde su condición de mili-
tante de la causa popular, el espíritu de la joven gene-
ración de nuestra patria, la larga tradición de lucha de
sus trabajadores, la conciencia despierta del artista
identificado más que comprometido con su pueblo. Po-
nemos en las manos también abiertas, de todos los jó-
venes chilenos estas canciones que nos hablan de nues-
tras convicciones, de nuestras esperanzas, de nosotros
mismos".
Aunque un año más tarde Víctor obtuvo el premio
Disco de Plata, sello üdeón, dijo: "Todavía no estoy
del todo contento con mi trabajo, pero creo que Pongo
en tus manos abiertas es lo mejor que he hecho en materia
musical grabada. Este disco significa para mí una satis-
facción muy grande, porque sale en un momento muy
significativo para la juventud, cual es este VI Congreso
de los Jóvenes Comunistas".
...El gran disco negro gira, se suceden las melodías.
Cada canción forma parte de la vida del cantante, es
87
una página de lucha de los trabajadores de Chile y de
otros países latinoamericanos.
Suenan las ya conocidas canciones A Luis Emilio
Recabarren, Te recuerdo, Amanda, A Cochabamba me voy...
Su autor es Víctor Jara..
Además, el disco contiene ¿jamba del Che, de Rubén
(Miz. y Juan sin tierra, de Jorge Saldaña, integrantes
del conjunto mexicano Los Folcloristas. He aquí la his-
toria de su aparición en el disco. En 1968 la bailarina
mexicana Rosa Bracho visitó Chile y entregó las gra-
baciones de estas canciones a Víctor J a r a . El cantante
chileno decidió apoyar a sus colegas mexicanos y grabó
sus canciones para el nuevo disco. Cuando Rubén Or-
tiz recibió el disco, envió a Víctor" una carta agrade-
ciéndole "el que se fijara en nuestro trabajo y en la im-
portancia que para nosotros representaba el estímulo
de que se diera a conocer algo de lo que hacíamos en
México". Desde entonces Víctor Jara y Rubén Ortiz
empezaron a cartearse y pronto se hicieron amigos.
Una de las mejores canciones del disco es Ya parte
del galgo terrible. Víctor la interpretaba en el poema
dramático Fulgor y muerte de Joaquín Múñela, de Pablo
Neruda, puesta en escena del teatro de la Universidad
chilena por el veterano director Pedro Orthous. F.sta
canción está dedicada a los sangrientos sucesos provo-
cados por los racistas norteamericanos en el siglo pasa-
do, la masacre de chilenos desemplcados atraídos a Ca-
lifornia por la fiebre del oro. Sin embargo, su patetismo
denunciador sigue siendo actual también hoy día.
En el disco figura una canción que marcó una hue-
lla peculiar en la obra y el destino de Víctor Jara. Se
trata de los cruentos sucesos que tuvieron lugar en
1969 en Puerto Montt. Escucho la canción y me parece
que la voz inconfundible me devuelve el rostro audaz
e inspirado del cantante. Con qué fuerza emocional re-
pite Víctor las palabras que en aquellos años esta-
ban en boca de todos: "Puerto Montt, oh, Puerto
Montt...".
LA FUERZA DE CANCIÓN
Pablo Nernda
89
ta Julieta Campuzano, también miembro del Senado,
salieron urgentemente para el lugar de los trágicos su-
cesos. Al regresar, ambos intervinieron en la sesión ex-
traordinaria del Senado, censurando al Gobierno de-
moeristiano y al principal culpable de la masacre, el
ministro del interior Pérez Zujovic. Aunque J a r a no
presenció los sucesos en el lejano puerto, tenía una no-
ción muy exacta de lo ocurrido allí.
Cerca de cien familias sin hogar, desesperadas por-
que la municipalidad se había negado a concederles
parcelas para construir casas, ocuparon un solar de los
arrabales de Puerto Montt que pertenecía a la acauda-
lada familia de los Irigoin. De la noche a la mañana en
el solar aparecieron casuchas hechas de tablas y chapas
de madera y hojalata. Al siguiente día se presentaron
patrullas de policía, vieron un "poblado callampa"
y se fueron sin decir una palabra. Los pobres habitan-
tes los despidieron en tenso silencio presintiendo
algo malo. Entonces tornaron la decisión: "No nos
moveremos de aquí, aunque nos echen por la
fuerza".
El 9 de marzo, cuando la fría luz del alba iluminó
los montes, en la población callampa irrumpieron los
carabineros haciendo sonar las improvisadas señales de
alarma, puestas por los habitantes de las casuchas. Las
latas sujetas de alambres resonaron estruendosamente.
La gente, despertada por el ruido, salió de sus chozas,
que los carabineros empezaron a derribar a culatazos.
Parte de los hombres, formando cadena, intentó dete-
ner a los carabineros. Restallaron las sordas detonacio-
nes de las granadas de gas lacrimógeno. Ahogándose
en las nubes de gas venenosa, la gente respondió a pe-
dradas. Pero, ¿que podían hacer hombres inermes con-
tra la soldadesca embrutecida? Los oficiales dieron or-
den de abrir fuego de metralleta. Al abrigo del fuego,
los carabineros avanzaban lentamente hacia el centro
del poblado, rociando las chozas con gasolina y pren-
diéndoles fuego. La gente enloquecida se agitaba entre
las llamas, se oía llanto de niños, gritos de las mujeres
011
y gemidos de los heridos. "Era un infierno"...
— contaban los testigos del suceso en la prensa.
...Como toque a rebato nació la melodía dramática
y tensa y la letra enérgica e incisiva de la canción Puerto
Montt. oh, Puerto Montt. El cantante se dirigía al princi-
pal culpable de la tragedia, al señor Pérez Zujovic:
Muy bien, voy a preguntar,
por tí, por tí, por aquél,
por tí, que quedaste sólo
y el que murió sin saber,
murió sin saber por qué
le acribillaban el pecho
luchando por el derecho
de un suelo para vivir.
95
rebelaron muchos dirigentes y activistas de la organi-
zación juvenil del Partido Demócrata Cristiano gober-
nante. La efervescencia cundió hasta en el colegio eli-
tario de Saint Georgc, donde estudiaba el hijo de Pérez
Zujovíc. A Víctor lo invitaron a actuar allí, advirtién-
dole: "Debe estar preparado para cualquier cosa. Allí
tiene no pocos enemigos.••"• La víspera esos "enemi-
gos" trataron de amedrentar a Víctor, amenazándole
claramente que "no respondían de las consecuencias, si
se osaba trasponer el umbral del colegio".
El cantante aceptó el desafío y decidió librar el
combate con su canción en la sala donde habría tam-
bién señoritos, hijos de los culpables de la sangrienta
masacre en Puerto Montt.
...Jara subió al escenario. Afinando la guitarra, ob-
servaba tranquilamente las caras de los jóvenes que lle-
naron a tope la espaciosa sala. Los ojos de unos refleja-
ban franca hostilidad, los de otros curiosidad o simpa-
tía. La sala escuchó tranquilamente las canciones fol-
clóricas. Pero en cuanto se puso a interpretar canciones
de protesta se caldeó el ambiente. Empezaron los mur-
mullos, el pataleo y los gritos iracundos. Entonces Víc-
tor decidió dar un paso arriesgado. Alzó la cabeza, ras-
gueó la guitarra y empezó a cantar: "Puerto Montt.
oh, Puerto Montt...".
La sala prorrumpió en gritos, ruidos y silbidos.
Alguien gritó con rabia: "¡Basta de sembrar odio!" y al
instante unos jovenzuelos enfurecidos empezaron
a arrojar a j a r a monedas, plumas, piedras... Algunos
intentaron subir al escenario. Los jóvenes admiradores
del cántame lo rodearon y acompañaron hasta la sali-
da, mientras que en la sala proseguía el alboroto.
Varios días después el periódico El Mercurio infor-
mó acerca de la reacción de la Asociación de Padres
del St. George's College que había arremetido contra
los profesores del colegio por tolerar la presencia de un
"agitador comunista" que había ido al colegio "lavar
el cerebro" a sus hijos.
Al cantante lo amenazaban con represalias.
92
El incidente no le asustó recordaba J o a n — ,
enfrentó resueltamente a sus agresores. La violencia de
los reaccionarios le produjo una reacción de firmeza,
de conciencia de lo que la canción podía hacer.
...La canción social y política evoluciona como una
poderosa corriente nacional en la música. Gomo una
líente de agua fresca, se abrió paso entre las melodías
"neofolcloristas" y extranjeras que invadían el país.
Los continuadores de Violeta Parra formaban ya
un grupo bastante numeroso, lo que permitió celebrar
en 1969 el primer festival de la nueva canción chilena.
En vísperas del festival apareció el nombre de la Nueva
Canción Chilena. Como lo anunciaban los cantantes
y compositores, esta corriente se basa en ritmos folcló-
ricos y para el acompañamiento musical utilizan ante
todo instrumentos populares como el queno, el charan-
go, el bombo y la guitarra... El contenido de las cancio-
nes debe ser claro, preciso y reflejar la vida real del
país, la lucha contra la injusticia social y la coloniza-
ción espiritual. J a r a decía que la Nueva Canción, co-
mo la llamaron, surgió como una necesidad de los
campesinos, de la clase obrera y del estudiantado. No
era una creación de intelectuales ni fruto de discusiones
de los artistas. Debía aparecer, porque el pueblo la ne-
cesitaba y estalló como un trueno...
Al igual que el frondoso árbol en el que crecen nue-
vas y nuevas ramas, la tendencia democrática en la
música iba vigorizándose a medida que cundía el auge
revolucionario en el país. Según Rene Largo Farías,
"las condiciones políticas exigían banderas cantadas".
En el movimiento de la Nueva Canción Chilena se
destacan los compositores profesionales, "gente del
Conservatorio" como Sergio Ortega, Gustavo Becerra
y Luis Advis. Célebres autores de obras sinfónicas y de
cámara, de piezas para piano ponen sus miras en los
instrumentos populares, introducen elementos del fol-
clore en sus composiciones originales. Su participación
enriqueció el contenido musical del movimiento de la
Nueva Canción Chilena.
93
Sin embargo, la médula de este movimiento la com-
ponían los cantores populares que, gracias a su talento
innato, pudieron alcanzar un alto nivel de maestría.
En la mayoría de los casos profesaban el principio
"triúnico", siendo autores de la letra y de la música
e intérpretes de sus canciones.
Los conjuntos folclóricos que se inscribían en el
cauce del movimiento de la Nueva Canción Chilena,
no se oponían a la música docta. Las obras más popu-
lares del repertorio de Quilapayúrt eran canciones-
panfletos y cantatas que el propio conjunto considera-
ba como un peculiar puente entre la música culta y la
popular.
El movimiento de la Nueva Canción Chilena no es-
taba aislado de América Latina y del resto del mundo.
Desde Cuba llegaba la voz de Carlos Puebla, bardo de
la isla revolucionaria, desde Argentina y Uruguay, la
de Daniel Viglietti y Atahualpa Yupanqui, cultivado-
res del tema social. Según afirma Sergio Ortega, en su
obra ejercieron gran influencia las canciones de Hans
Eislct" y Ernst JBush y las creaciones de autores soviéti-
cos. En el repertorio del grupo Quilapayún encontra-
mos canciones cubanas y soviéticas, la música de la re-
volución mexicana y canciones de los combatientes de
la resistencia italiana.
Un grupo de colaboradores demócratas del Depar-
tamento de Cultura e Información de la Universidad
Católica de Santiago promovió la iniciativa del primer
Festival de la Nueva Canción Chilena. Los estudiantes
que se pronunciaban por la democratización de este
centro docente, apoyaron su idea. La administración
de la Universidad, que coqueteaba con los jóvenes, no
puso obstáculos a la celebración del festival. El jurado
lo componían destacadas personalidades, pocas de las
cuales eran de izquierda. Para participar en este insóli-
to concurso fueron seleccionados los doce mejores can-
tautores, y entre ellos, Víctor Jara, Premio Disco de
Plata sello Odeón.
Además el jurado invitó a esa fiesta musical a inter-
di
aretes "tradicionales". J a r a consiguió que en el festival
acompañara el grupo Quilapayún. Víctor cifraba
randes esperanzas en su participación; ante todo, se
rataba de "romper el muro del silencio" levantado en
torno al conjunto por la radio y la televisión.
Cada uno de los doce cantautores debía presentar
el festival una obra nueva y estrenarla. Víctor com-
puso una canción de título un tanto extraño para él,
;ro que convenía muy bien para el concurso patrod-
ido por la Universidad Católica: Plegaria a un la-
brador.
Al principio Víctor pensaba que el mejor acompa-
ñamiento de su canción serían las quenas. Pero después
ic discutir con los integrantes de Quilapayún, decidió
jue lo acompañaría la guitarra. La quena es un instru-
mento de los indígenas quechua y aymara que viven en
los montes del norte de Chile, mientras que los labra-
dores habitan principalmente en los valles y desde an-
taño prefieren la guitarra.
Los integrantes del grupo Quilapayún recuerdan:
"Víctor y Joan tenían en su casa un montón de ins-
trumentos colgados en las paredes, procedentes de dis-
tintos puntos: de la India, de África, de América Lati-
na, de Europa, de Chile... Cada vez que pasábamos
por un momento de tensión... por ejemplo, cuando te-
níamos que enfrentar un gran programa importante,
nos juntábamos y empezábamos a locar esos instru-
mentos para darnos seguridad. Entonces llamamos es-
ta ceremonia ya después se convirtió en una especie
de ceremonia— Invocación a los Dioses. Tocábamos es-
tos tambores, maracas, montones de instrumentos muy
sonoros, muy rítmicos y a veces, cuando nos entusias-
mábamos mucho, salíamos al patio, organizábamos
bailes con Joan, salíamos incluso a la calle tocando
y los vecinos nos miraban extrañados. Y recordamos
muy bien que justamente una de las más memorables
'invocaciones a los Dioses' fue antes del festival, o sea,
la tarde en que íbamos a presentarnos en el festival — el
Primer Festival de la Nueva Canción Chilena - orga-
95
nizamos una tremenda invocación a los Dioses. Enton-
ces Íbamos al Estadio Chile protegidos por las divini-
dades musicales guardadas en esos instrumentos musi-
cales, pero al festival nos dirigimos con guitarras... 1 '
Yo tenía muchos deseos de entrevistar a alguien
que hubiera estado en el festival. El Estadio Chile,
donde se celebró aquella fiesta musical, da cabida
a cinco mil espectadores. Habría sido un milagro al ca-
bo de tantos años y además fuera de Chile encontrar
por lo menos a uno de los afortunados que asistieron al
festival. Pero tuve suerte.
A Moscú llegaron mis viejos amigos, los periodistas
Guillermo Ravest y Ligeia Valladares, que salieron de
Chile por una embajada extranjera. Asistieron al festi-
val y escucharon como Víctor J a r a interpretó por pri-
mera vez su Plegaria a un labrador.
Completando y corrigiendo uno a otro, contaron
sus impresiones del festival que recordaban muy bien
entre otras cosas porque asistieron a él junto con la vie-
ja Victoria, madre de Guillermo, que en aquel enton-
ces estaba de visita en casa de su hijo. Desde que enviu-
dó Victoria vivía sola en el pueblo de Llolleo, en el lito-
ral del Pacífico. Por nada del m undo quería separarse
de su jardincito acariciado por la brisa del mar. Pero
no podía estar tranquila, porque sabía que Guillermo
y Ligeia eran comunistas. Cuando rezaba en la iglesia,
pedía que Dios los protegiera. De joven a Victoria le
gustaba mucho cantar y Guillermo y Ligeia le propu-
sieron ir juntos al festival.
- - No — respondió ella -. ¡Qué canciones nuevas!
Son cosas políticas...
Pero Ligeia supo convencer a Victoria, diciendo
que el festival lo había organizado la Universidad Ca-
tólica.
Por primera vez en su vida la anciana estuvo en
una sala tan grande. Los focos del techo y las paredes
la deslumhraban. El público llenaba el patio de buta-
cas, las graderías laterales e interiores, los pasillos. Vic-
toria se fijó que en la sala había muchos jóvenes. Cuan-
96
do empezó el concierto, se apagaron las luces dejando
iluminado solamente el escenario donde sonaban me-
lodías, a cual más hermosa.
Guillermo y Ligeia se volvían de cuando en cuando
a mirar a su madre. Al principio se sentía emocionada,
miraba el escenario o la sala, pero luego escuchaba sin
moverse.
Víctor salió al escenario luciendo un poncho oscu-
ro. Lo siguieron con paso enérgico los jóvenes barbu-
dos del grupo Quilapayún, también en ponchos ne-
gros. La voz de Víctor sonaba leve, inspirada y con
pasión. Las recias voces de los barbudos lo acompaña-
ban en dúo, en trío o el conjunto entero. Víctor no se
equivocó: él grupo Quilapayún acentuó la fuerza de
expresión de la Plegaria a un labrador. La melodía era
sincera, profunda y llena de sentimiento.
La letra de la Plegaria a un labrador plantea pro-
blemas terrenales. No es casual que Víctor se dirija al
campesino. Era un período de tensa lucha por darle la
tierra. Pero, al propio tiempo, la Plegaria a un labrador
era un mensaje del cantante a todos los trabajadores,
a todos los católicos honestos en vísperas de las eleccio-
nes presidenciales de 1970, cuando en el pueblo au-
mentaba la seguridad en sus fuerzas, cuando nacía la
esperanza de un futuro mejor.
Levántate
y mira la montaña
de donde viene
el viento, el sol y el agua.
Tú que manejas el curso de los ríos,
Tú que sembraste el vuelo de tu alma.
Levántate
y mírate las manos,
para crecer estréchala a tu hermano,
juntos iremos
unidos en la sangre.
Hoy es el tiempo que puede ser mañana.
r
>7
Líbranos de aquel que nos domina
en la miseria.
Tráenos tu reino de justicia
e igualdad.
Sopla como el viento
la flor de la quebrada.
Limpia como el fuego
el cañón de mi fusil.
Hágase por fin tu voluntad aquí en la tierra,
tráenos tu fuerza y tu valor al combatir.
Sopla como el viento
la flor de la quebrada.
Limpia como el fuego
el cañón de mi fusil.
.. 99
Víctor sonreía desde el escenario, respondiendo con
leve reverencia a ios aplausos, sacó las manos del pon-
cho levantando el diploma de ganador que le acaba-
ban de entregar. A su lado estaba Richard Rojas que
también alzó los brazos, Saludando al público sin disi-
mular su alegría. Los ganadores Se dieron un apretón
de manos. Los dos buscaban temas para sus canciones
en la vida del pueblo trabajador y se inspiraban en la
música folclóriea. Los dos eran correligionarios en la
vida y en el arte.
Víctor tenía razón. Gracias a él Quüapayún obtu-
vo la posibilidad de aparecer en la pantalla de T V .
Carlos Quesada, integrante del grupo Quilapayún, de-
cía que la magnífica canción de Víctor era tan alta en
el plano artístico que el jurado, aunque formado prin-
cipalmente por gente de derechas, se vio obligado
a otorgarle el primer premio y eso daba derecho a in-
tervenir en el concierto final que se transmitía por T V
desde el estadio de Santiago. La canción tuvo un éxito
insólito. Fue un verdadero triunfo de Víctor.
Cierta vez, anticipando la interpretación de la
Plegaria a un labrador, Víctor J a r a dijo'. "El Primer
Festival de la Nueva Canción Chilena fue un impacto
dentro de nuestra lucha contra la música comercial y el
silencio. El festival tuvo un gran éxito y a los señores de
la prensa, de la radio y de la T V no les quedó otro re-
medio que hablar de él. Además era noticia, porque es-
tábamos dentro de la Universidad Católica. A veces,
por mostrar su máscara de libertad y democracia, a la
reacción le sale el tiro por la culata".
Sin embargo, al cabo de tres años de trabajo con-
junto, las relaciones entre Jara y Qtúlapayún empeora-
ron. En este tiempo Víctor hizo mucho para el grupo,
para su formación, pero últimamente las discusiones
entre ellos no daban los frutos apetecidos. Con frecuen-
cia J a r a regresaba a casa enojado. Surgían enconados
conflictos. Eduardo Carrasco, fundador y director de
Quilapayún, insistía en q u e j a r a cantara a coro con el
conjunto y pasara a integrarlo. Víctor admiraba la
100
obra y el magnífico canto coral de Quilapavún. Pero
nadie podía obligarlo a vivir y trabajar como no le gus-
taba. Víctor rechazó esa nueva forma de colaboración
y abandonó el grupo. Sabía que su verdadera vocación
era ser cantautor.
CONTRA VIENTO Y MAREA
Víctor Jara
102
acogió con entusiasmo La remolienda, viejo espectáculo
d e j a r a . Y su nuevo trabajo — la escenificación de En-
treteniendo a Mr. Sloane, de Joc Orton obtuvo el pre-
mio de la crítica por la mejor dirección.
Aunque Víctor dedicaba cada vez más tiempo a la
composición de canciones, pensaba también en la posi-
bilidad de montar algún espectáculo sobre un tema in-
ternacional de actualidad, sobre la agresión del impe-
rialismo norteamericano a Vietnam. Lo creía su deber,
al igual que la participación en las manifestaciones de
protesta contra la guerra de rapiña que libraban los
EE.UU. en Indochina. Víctor no olvidó como con la
guitarra en las manos fue de Valparaíso a Santiago en
la marcha juvenil de solidaridad con el pueblo vietna-
mita. Los jóvenes comunistas chilenos recorrieron 90
kilómetros en varios días. Junto con ellos iban Luis
Corvalán y Gladys Marín.
En 1969 en el centro de Santiago apareció un afi-
che teatral en el que las letras de gran trazo, como es-
critas con sangre, anunciaban el nuevo espectáculo
Viel Rock. En el afiche se veía las caras alarmadas de
una familia vietnamita, la madre tenía en brazos a un
niño llorando. "Teatro Antonio Varas...' diariamente.
Director Víctor J a r a . "
La obra escogida por Jara, era de ia dramaturga
norteamericana Megan Terry. Según Víctor, esta pie-
za no rebasaba el marco del pacifismo vulgar, pero vio
en ella la posibilidad de una libre interpretación y un
peculiar "desafio a la imaginación de un director", ya
que la autora "no ve el imperialismo de su país como lo
vemos nosotros, chilenos y latinoamericanos..." "En
muchas escenas tuve que invertir prácticamente la in-
terpretación ideológica de Megan Terry — explicó
Víctor—. Nosotros no somos norteamericanos y no te-
nemos por qué incurrir en las distorsiones de la auto-
ra... Todo eso fue desterrado y puesto en su lugar."
Para el trabajo en el espectáculo Víctor reunió a jó-
1
La sala teatral de la Universidad chilena llevaba el nombre
de Antonio Varas, eminente político chileno del siglo XIX.
103
venes actores de talento, entre los que se encontraba
Nelson Villagra, viejo amigo de Víctor que en aquel
entonces ya era un célebre actor de cine.
En el afiche de Viet Rock junto al nombre del direc-
tor figura-. "Coreografía". Joan Turner". La esposa de
Víctor montó las escenas de ballet que, combinadas
con los episodios dramáticos, introducen una profunda
vena emocional y le dan una forma insólita para el tea-
tro chileno de la época.
J a r a animó a la compañía a crear un espectáculo
antibélico apasionante. Viet Rock era una acusación
a la guerra del imperialismo norteamericano y una ex-
presión de solidaridad con el pueblo de Vietnam en lu-
cha. Constituyó un acontecimiento en la vida teatral.
En el proceso del trabajo en el espectáculo, Víctor
compuso una de. sus mejores canciones, que dedicó a la
larga lucha del pueblo vietnamita por una vida libre:
El derecho de vivir en paz. Más tarde la grabó en disco.
El derecho de vivir
poeta Ho Chi Minh,
que golpea de Vietnam
a toda la humanidad
ningún cañón borrará
el surco de tu arrozal
el derecho de vivir en paz.
Indochina es el lugar
más allá del ancho mar,
donde revientan la flor
con genocidio y napalm;
la luna es una explosión
que funde todo el clamor,
el derecho de vivir en paz.
104
es el canto universal
cadena que hará triunfar,
el derecho de vivir en paz.
108
el estreno de la composición en el Teatro Municipal, al
cual asistió Pablo Neruda.
¿Y Sergio Ortega, ideólogo de la Nueva Canción
Chilena? Compuso el Canto al Programa, dedicado al
programa de la Unidad Popular. El grupo Inti-
Illimani lo interpretó en muchas ciudades y pueblos
del país. En el fragor de las batallas electorales Sergio
Ortega compuso una canción que se convirtió en sím-
bolo de la lucha y esperanza de millones de chilenos: el
himno de la Unidad Popular Venceremos.
Ya en 1975 leí una entrevista de Sergio Ortega con-
cedida a la revista soviética juvenil Rovésnik, donde ex-
plicaba que el proyecto del himno fue resultado de
charlas y discusiones — m u y productivas y amisto-
sas— con "Víctor Jura. La música es de Ortega y la le-
tra se compuso en colectivo, aconsejándose con los
compañeros del partido y eligiendo la mejor variante.
Cuando la Unidad Popular llegó al poder el texto defi-
nitivo de Venceremos lo redactó el poeta Claudio I turra,
tomando en cuenta todas las observaciones.
¿De qué discutieron Víctor J a r a y Sergio Ortega?
La entrevista no lo aclaraba. Escribí a París, esta vez
a Sergio Ortega, a quien había conocido en Chile.
Mi memoria grabó como una foto su imagen. Orte-
ga se destacaba por su viril apostura: alto, barba oscu-
ra y pelo largo peinado hacia atrás, ojos de mirada pe-
netrante y cálida, ojos del artista. Como músico no
buscaba caminos fáciles y trillados. A Sergio Ortega lo
expulsaron del Conservatorio por librepensamiento,
pero regresó a ese centro docente en calidad de profe-
sor, siendo ya compositor famoso. Sus obras sinfónicas
y de cámara obtienen premios nacionales e internacio-
nales, pero él une su destino a las canciones populares
y revolucionarias. Después del golpe fascista de Pino-
chet, el compositor logró emigrar a Francia. Por los
amigos que veían a Ortega, me enteré de que vive con
su esposa y su hijito en Nanterre, un arrabal de París.
Los comunistas de la municipalidad local le ayudaron
a alquilar una casita con un patinillo diminuto, donde
109
planta el famoso chile y verduras que le recuerdan su
palria.
Más tarde supe que el compositor sigue compo-
niendo música c integra jurados de festivales musicales
internacionales, además lo invitaron a encabezar un
centro docente musical de París.
Ortega respondió a mi carta. Tiene una letra suelta
que se asemeja a las notas del pentagrama:
"Con Víctor mantuvimos un continuo diálogo du-
rante el período en que compuse el Venceremos. El actuó
como coordinador del proyecto, con él discutimos el
texto inicial, concebido como un texto en relación a la
campaña presidencial, nuestro candidato Salvador
Allende (ese texto fue reemplazado por el de Claudio
I turra guardándose la estructura general del estribi-
llo).
"Lo que puede ser más interesante es la discusión
no en torno al Venceremos en concreto, sino más bien
a las lincas generales de lo que debía ser, para él, para
mí, la música central de ese momento. El pensaba que
debía hacerse una 'canción', no una 'marcha*. Víctor
apuntaba justamente a que las masas hicieran suyo el
himno. Yo estaba de acuerdo con él.
"Cuando vimos que gente en la calle formaba coros
espontáneos cantando Venceremos, comprendimos que
el objetivo fue alcanzado."
Venceremos, venceremos,
mil cadenas habrá que romper.
110
Venceremos, venceremos,
la miseria sabremos vencer.
Venceremos, venceremos,
mil cadenas habrá que romper.
Venceremos, venceremos.
la miseria sabremos vencer.
i i!
cantantes el estribillo de Venceremos: "Mil cadenas ha-
brá que romper...". Diriase que su voluntad — l a vo-
luntad de los mineros de Lota y Ghuquicamata, de los
portuarios de Valparaíso y de los pescadores de Puerto
Montt - había encarnado en la poderosa fuerza del
himno de la Unidad Popular.
Ángel e Isabel Parra, Rolando Alarcón, Patricio
Manns, Richard Rojas y otros artistas y grupos folclóri-
cos se hicieron incansables propagandistas.
Víctor J a r a viajó por toda la geografía del país, lla-
mando con sus canciones a apoyar a Salvador Allende,
candidato del pueblo:
Sigue abriendo en los caminos
el surco de tu desuno.
La alegría de sembrar
no te la pueden quitar,
la alegría de sembrar
es tuya, de nadie más.
El compositor italiano Luigi Nono contó su visita
a la Lota minera junto con un grupo de propaganda de
la Unidad Popular, del que formaba parte también
Víctor J a r a . Estuvieron todo el día hablando con los
mineros y sus líderes sindicales de cómo mejorar las
condiciones de trabajo y de vida. Analizaban datos es-
tadísticos y económicos. Pero al ver en el grupo a j a r a ,
los mineros no quisieron esperar el concierto de la no-
che, y a petición de los mineros, Víctor tomó la guita-
rra y cantó. La discusión de los problemas peliagudos
parecía continuar en las canciones de Víctor.
La esposa del cantante no le iba a la zaga. Antes de
conocer a Víctor Joan no se interesaba por la política.
Había nacido en una familia modesta y tenía su propia
noción de lo que es la pobreza según las normas ingle-
sas. Sólo en Chile ella vio una miseria que la dejó pas-
mada: multitudes de niños harapientos, viejos vaga-
bundos durmiendo en la calle, campesinos hambrien-
tos... Víctor le ayudó a comprender las causas de la
grave situación del pueblo trabajador.
112
Joan se enamoró de Chile, de su cultura y costum-
bres, aprendió a hablar español con soltura. Joan veía
que su esposo soñaba con que su patria fuera libre y el
pueblo feliz, y compartía los ideales de Víctor. Al igual
que Víctor, J o a n participaba en ios conciertos de pro-
paganda. La bailarina se sentía feliz por actuar en un
tablado improvisado en la calle ante los habitantes de
los barrios obreros. Participaba en la organización de
la ayuda a los hijos de los pobres. En una palabra, ella
era amiga y compañera del cantante comunista.
En el país, puesto al rojo vivo por la campaña elec-
toral, intentaban amedrentar a los artistas. Eran blan-
co de la campaña de "terror sicológico", desatada por
la reacción contra la Unidad Popular. Del "terror sico-
lógico" se pasó a las represalias físicas. El joven comu-
nista Miguel Ángel Aguiler, de 18 años, cayó víctima
de la reacción. Era integrante de las Brigadas Ramona
Parra 2 , que "hacían hablar los muros".
...En Santiago se hizo habitual la siguiente escena:
de pronto aparecían jóvenes con brochas y cubos de
pintura ante la pared de una fábrica, el granito del
malecón o una larga tapia, cubriéndolos en pocos mi-
nutos de líneas negras, blancas, rojas, azules. Y apare-
cían en los murales improvisados los contornos en relie-
ve de la paloma, la hoz y el martillo o una simpática
muchacha invitando a votar por Allende y reivindi-
cando tierra y trabajo.
Los reaccionarios perseguían a los miembros de las
Brigadas Ramona Parra. A Miguel Ángel Aguiler lo
sorprendieron en una manifestación en la plaza Trope-
zón. El asesino huyó, mezclándose entre la multitud.
El entierro del joven comunista se convirtió en una
manifestación de protesta y decisión en la lucha por el
triunfo de la Unidad Popular. La canción El alma
llena de banderas de Víctor Jara, dedicada a Aguiler,
suena como juramento de fidelidad al compañero:
113
Ahí
Debajo de la tierra
No estás dormido, hermano, compañero.
Tu corazón oye brotar la primavera
Que como tú
Soplando irá en los vientos.
Ahí
Enterrado cara al sol
La nueva tierra cubre tu semilla.
La raíz profunda se hundirá
Y nacerá la flor del nuevo día.
A tus pies heridos llegarán
Las manos del humilde llegarán
sembrando.
Tu muerte muchas vidas traerá
Que hacia donde tú ibas marcharán
Cantando.
Allí,
Donde se oculta el criminal
Tu nombre brinda al rico muchos nombres.
El que quemó tus alas al volar
No apagará el luego de los pobres
Aquí.
114
una grandiosa fiesta popular sin procedente en la histo-
ria de Chile.
Salvador Allende salió al balcón del antiguo edifi-
cio de dos plantas de la Federación de Estudiantes de
Chile. Esta vez el dominio y la calma le flaquearon
a Don Chicho.
Le debo este triunfo al pueblo de Chile que en-
trará conmigo a 1.a Moneda el 4 de noviembre
— exclamó Allende.
Aquellos días Víctor J a r a escribió al cantante me-
xicano Rubén Ortiz:
"...¿Qué habrías hecho tú la noche del triunfo de
Allende? Estoy seguro que lo mismo que hicimos todos,
llorar, saltar, correr, cantar, gritar, jugar a la ronda de
la alegría más grande que nunca antes Santiago había
visto. Hermanito, son tantos los años de postergación,
miseria y engaño. La noche dcJ triunfo estuve al lado
de algunas capas de la Unidad Popular y no podía
creer que fuera verdad haber vencido la fabulosa cam-
paña de la reacción y los americanos.
"...Queridos amigos Folcloristas y tú, Rubén, reci-
ban mis mejores saludos y esta alegría que te ofrezco: el
triunfo de los trabajadores chilenos. Te prometo que
de a poco nuestras canciones se irán uniendo en un solo
canto."
Allende ganó las elecciones, pero no la presidencia,
pues obtuvo una mayoría relativa y no absoluta de vo-
tos. A favor de Allende votaron un 36,3% de los electo-
res; por Jorge Allcsandri, candidato del reaccionario
Partido Nacional, un 34,9%; por el demócrata cristia-
no Radomíro Tomíc, un 27,8%. Puesto que ninguno
de los pretendentes reunió más de la mitad de votos, la
decisión definitiva debía tomarla el Congreso Nacio-
nal. En aquel momento de 200 diputados de ambas cá-
maras 80 eran de la Unidad Popular; 78 demócratas
cristianos y 42 del Partido Nacional y otros grupos de
extrema derecha.
Los líderes de los demócratas cristianos, temiendo
la "efervescencia" en las organizaciones de base y la
115
posible escisión del partido, se pronunciaron a favor de
la candidatura de Salvador Allende, pero con muchas
reservas. Condicionaron su apoyo a que el Congreso
Nacional promulgase el llamado Estatuto de Garantías
Constitucionales, que restringía los derechos del Jefe
del Estado en la adopción de muchas decisiones impor-
tantes. Así los demócratas cristianos junto con otros
miembros de. la oposición podrían bloquear cualquier
iniciativa de la Unidad Popular, que no contaba con la
mayoría en el Congreso Nacional. Mas, a pesar de to-
do, la perspectiva de un gobierno democrático en el
poder, incluso con posibilidades sumamente restringi-
das, provocó alarma en el campo de la reacción.
Los reaccionarios, apoyados por los fascistas, deci-
dieron eliminar al comandante en jefe del ejército, ge-
neral Rene Schneider, firme partidario de la legalidad,
e implantar en el país una dictadura militar.
El 22 de octubre, dos días antes de la sesión conjun-
ta del Senado y la Cámara de Diputados, en una calle
de Santiago se tendió una emboscada. Schneider cayó
mortalmentc herido, falleciendo al cabo de tres días.
Pero lo sustituyó en el mando el jefe del Estado Mayor
Carlos Prats, amigo y partidario de Schneider. Prats
confirmó su lealtad al orden constitucional. Respon-
diendo al llamado de la Central Única de Trabajado-
res, se declaró la huelga general en apoyo a la Unidad
Popular. De esc modo los planes de la reacción fueron
desbaratados. El 24 de octubre los diputados de la
Unidad Popular y del Partido Demócrata Cristiano
eligieron presidente de la República a Salvador Allen-
de.
Su "maratón electoral" duró 18 años; Don Chicho
era un hombre de acción que no se desanimaba frente
a los reveses y fracasos. Pocos poseen una voluntad
y una firmeza tan envidiables como Allende, quien
presentó su candidatura en cuatro campañas electora-
les 1952, 1958 y 1964 - ganando por fin en 1970.
DESPUÉS DE LA VICTORIA,
LA LUCHA CONTINUA
Pablo Neruda
117
Lola... Víctor reconoció en seguida a Isidoro Carrillo,
enérgico líder sindical de los mineros. Carrillo estrechó
fuertemente la mano del artista y dijo: "Por esa can-
ción mereces que te hagamos miembro honorario de
nuestro sindicato".
Isidoro Carrillo dirigió una huelga sin precedente
en la historia de Lota, que duró 96 días. Entonces los
mineros organizaron la marcha a Concepción, reco-
rriendo a pie 40 kilómetros. A la cabeza de la columna
iban Isidoro Carrillo y Luis Corvalán, llegado expresa-
mente de Santiago. Muchos mineros iban con sus mu-
jeres c hijos. Parecía que toda la Lota minera camina-
ba a Concepción. Las autoridades tuvieron que dar
marcha atrás y aceptaron negociar con los huelguis-
tas... Ahora el presidente Salvador Allende nombró
a Isidoro Carrillo gccente general de las minas de Lota.
El cantante se emocionó también cuando, ya en
enero de 1971, Carlos Cortés, ministro de la Construc-
ción, entregó casas nuevas a las viudas de los obreros
ametrallados en Puerto Montt bajo el Gobierno ante-
rior. Víctor no podía imaginarse que sus antiguos ene-
migos volverían a acosarlo por su canción Puerto Montl.
...En junio de aquel mismo año en pleno día, en el
aristocrático barrio Alto, de la capital, tabletearon
unas ráfagas de metralleta que mataron en el acto al
señor que iba en un lujoso automóvil. Así terminó sus
días el ex-ministro del Interior del Gobierno demócra-
ta cristiano Pérez Zujovic. Cierto grupo, que se dio el
provocador nombre de "Vanguardia Organizada del
Pueblo", se responsabilizó del crimen.
Pero los reaccionarios no tardaron en atribuir el
asesinato del líder demócrata cristiano a la Unidad Po-
pular que, según ellos, apoyaba a los terroristas de las
organizaciones de extrema izquierda. Afirmaban que
había sido una venganza de los terroristas por los suce-
sos de Puerto Montt. La prensa de derecha reprodujo
en sus páginas ataques contra Pérez Zujovic, cuando és-
te fungía como ministro del Interior. Por supuesto, se
mencionaba la canción de Víctor Jara. Llegaron a exi-
118
gir el procesamiento de Víctor Jara, cuya canción Puer-
to Montl, según afirmaban los reaccionarios, inspiró
a los terroristas. Naturalmente, Víctor no lo creía, pero
sufría por lo que pasaba. Afortunadamente, poco des-
pués Eduardo Paredes, director del Servicio de investi-
gaciones políticas, disipó todas las dudas: "Se ha com-
probado que este grupo de terroristas actúa con delin-
cuentes comunes, y que no tiene ningún contacto con
la masa ni con los estudiantes. Se tiene la certeza, por
Jos documentos encontrados y el resultado de las pes-
quisas, de que es un grupo entrenado y dirigido pa-
ra crearle problemas al Gobierno de la Unidad Po-
pular".
Desde los primeros días el Gobierno de la Unidad
Popular enfrentó graves problemas de la vida del país.
Pero los trabajadores que por primera vez obtuvieron
acceso a todos los eslabones de la administración esta-
tal, a la dirección de las empresas, o sea, a la resolución
de problemas directamente relacionados con sus pro-
pios intereses, apoyaban fervientemente al poder de-
mocrático.
Jamás en la historia de Chile hubo tal entusiasmo,
ni manifestaciones tan poderosas de los trabajadores.
En Santiago se manifestaban centenares de miles de
personas, iban como a una fiesta, con las familias y los
hijos. Muchos trabajadores no comprendían a fondo su
nueva situación. En la canción Abre la ventana Víctor
se dirige a la humilde mujer obrera, ante la cual se
abre un mundo nuevo:
María...
Abre la ventana
Y deja que el sol alumbre
por todos los rincones de tu casa.
María...
Mire hacia fuera
Nuestra vida no ha sido hecha
Para rodearla de sombras y tristeza.
119
María, ya ves,
No basta nacer,
crecer,
amar,
para encontrar la felicidad.
Pasó lo más cruel,
Ahora tus ojos se llenan de luz
Y tus manos de miel.
Víctor incluye en el disco El derecho de vivir en paz
nuevas canciones, escritas en el primer año del poder
popular. En la grabación de este disco participaron asi-
mismo Ángel Parra, el grupo Inti-lllimani y el compo-
sitor y profesor de música Celso Garrido Lecca. Por
primera vez Víctor decidió introducir un acompaña-
miento musical nuevo para él. Invitó el famoso conjun-
to de instrumentos electromusicales Los Blops, que le
acompañó en la grabación de dos canciones. El experi-
mento resultó un acierto.
Pero el instrumento preferido de Jara era la guita-
rra acústica, que lo acompañó durante toda su vida.
Su expresividad y popularidad ayudaban a Víctor
a establecer estrecho contacto con el público. Víctor la
dominaba a la perfección.
En aquellos años Víctor se inspiraba en la edifica-
ción de la nueva vida. Las melodías de Víctor acompa-
ñan a los chilenos no sólo en la lucha, sino también en
el trabajo. El tiempo exigía nuevas canciones. En mayo
de 1971 el Gobierno proclamó el día de trabajo volun-
tario. En el primer día nacional de trabajo voluntario
participaron alrededor de un millón de chilenos. Víc-
tor dedica su canción Los trabajos voluntarios a este
acontecimiento.
Los compañeros de Víctor en el nuevo arte com-
parten las ideas y los sentimientos del pueblo de Chile.
En el mitin del primero de mayo Salvador Allende lla-
mó a los trabajadores a "ganar la batalla de la produc-
ción". Sergio Ortega compuso la Marcha de la produc-
ción y Ángel Parra, la canción Miles de manos.
120
El 11 de julio de 1971 se proelama Día de la Digni-
dad Nacional para conmemorar ia nacionalización de
las minas de cobre que hasta entonces habían pertene-
cido a las compañías estadounidenses. Este hecho ins-
piró al joven compositor Eduardo Yáñez a componer
la canción Nuestro cobre.
La guitarra de Víctor sonaba por doquier. Reanu-
da sus viajes por el país: un día canta a la sombra de los
eucaliptos en un pueblo del sur para los campesinos
que acaban de recibir certificados de posesión de la tie-
rra. Otro día actúa en el taller de una fábrica textil
de Santiago de la que los obreros pasaron a ser
dueños.
Cuando a Víctor lo invitaron al Festival folclórico
de la importante fábrica "Textil Progreso", compuso
la canción Cómo cambian los tiempos, compadre. J a r a ac-
tuó junto con cantantes aficionados. Luego recordaba:
"Quedé muy emocionado porque participaron compa-
ñeros con canciones originales que llamaban a la soli-
daridad con problemas que tienen que ver con su má-
quina, con sus compañeros de trabajo".
Fue una fiesta de hombres que por fin respiraban
a pleno pulmón.
La mayoría oposicionista en el Congreso Nacional
no se atrevió a intervenir en contra del proyecto de la
ley de la nacionalización del cobre, principal riqueza
del subsuelo de Chile. No obstante, ponía todo tipo de
obstáculos a la creación del sector estatal en otras ra-
mas de la economía. El Gobierno no tenía toda la ple-
nitud del poder y tomaba bajo su control las empresas,
cuyos dueños se dedicaban al sabotaje e infringían las
leyes laborales. Aunque esas medidas tenían funda-
mento jurídico, la mayoría parlamentaria opinaba que
no debían realizarse por decreto presidencial, sino por
decisión del Congreso Nacional. Y el Congreso seguía
una política obstruccionista. No es casual que las dis-
posiciones del Gobierno, referentes a la esfera de la cul-
tura, ia prensa, la televisión y ia radio, no se cumplie-
ran.
121
Así, Rene Largo Parías, director de la peña "Chile
ríe y canta", fue nombrado jefe de sección de la radio
en el palacio presidencial. Por su iniciativa se aprobó la
circular número uno, que prescribía a todas las emiso-
ras del país transmitir un 15% de música folclórica chi-
lena y un 2 5 % de música de autores nacionales de
otros géneros. De este modo el poder democrático que-
ría hacer frente a la americanización del éter chileno
y oponerse a la penetración de los sucedáneos de la
"cultura masiva". Pero ninguna emisora cumplió esa
disposición del Gobierno. Rene Largo Farías confiesa
con amargura: "Y nunca fuimos capaces de aplicar
sanciones".
En el éter y en la pantalla de T V se desplegó una
enconada lucha entre el Gobierno y la oposición.
Víctor participa en esa lucha con su intransigen-
cia de siempre. Compone c interpreta por radio
y televisión canciones de profundo contenido po-
lítico.
Víctor J a r a se convierte en el cantante más popular
de las emisoras de izquierda. Pero a una de ellas - - l a
emisora Magallanes, del Partido Comunista de Chi-
le — lo unían lazos especialmente fuertes. Guillermo
Ravest, director de la emisora, me contaba que Víctor
iba a la Magallanes como a su casa. Consideraba su
deber de comunista trabajar en la emisora del partido.
Con frecuencia esa emisora estrenaba nuevas cancio-
nes de J a r a . Cuando regresaba de giras, exponía sus
impresiones ante el micrófono de Radio Magallanes.
Sus charlas sobre la música popular chilena y la nueva
canción eran muy interesantes. En una palabra, era el
primer cantor de esa emisora.
Víctor tomaba parte en los programas televisados
dedicados a la edificación de la nueva vida. Con fre-
cuencia se transmitían en directo desde las empresas
expropiadas a los capitalistas. Víctor hablaba a los
obreros sobre la nueva actitud hacia el trabajo, de la
lucha contra el sabotaje económico, de la actitud de los
trabajadores hacia el arte.
122
Víctor compuso una hermosa pieza instrumental
que pasó a ser señales de sintonía de la Televisión Na-
cional. Desde 1970 sonaba varias veces al día. La melo-
día se hizo popular, pero pocos sabían que su autor era
Víctor J a r a .
AJ igual que muchos otros cantantes y músicos,
Víctor jamás trabajó con tal inspiración. Las vastas
masas populares obtuvieron acceso a la cultura. El Es-
tado asumió el control de ia edición de libros que en
poco tiempo aumentó en un mil por ciento. Por prime-
ra vez se publicaron en grandes tiradas obras de auto-
res progresistas extranjeros, literatura sobre Chile, ma-
nuales baratos para las escuelas. Fue muy fructífera la
labor de los Estudios "Chile Films" que, después de su
nacionalización, encabezó el joven director de cine Mi-
guel Littín. En tres años del Gobierno de la Unidad
Popular se rodaron doce largometrajes de argu-
mento.
La DICAP editó en grandes tiradas discos. La peña
"Chile ríe y canta" se amplió al doble. "Los Parra"
se convirtió en el centro cultural y político del
barrio.
La Universidad Técnica (del Estado) era por tradi-
ción un baluarte de las tuerzas de izquierda. Ahora,
gracias al apoyo del Gobierno, su labor de ilustración
se extendió a todo el país. El célebre director de or-
questa Mario Baeza, uno de primeros maestros de mú-
sica y canto d e j a r a , se incorporó a la labor de la Secre-
taría de Extensión y Comunicaciones de la Universi-
dad. Baeza dirigía el gran coro central de Santiago; se
formaron ocho coros en otras ciudades.
J a r a resolvió no volver a su trabajo de director tea-
tral, sino quedarse como solista en la Secretaría de Ex-
tensión y Comunicaciones de la Universidad Técnica,
donde invitaron a trabajar también a Isabel Parra
y los grupos Quilapayún, Inti-Illimani y Cuncumén.
¿Por largo tiempo abandonaría J a r a el teatro?
¿Cuál era su vocación: el montaje de piezas teatrales
o el canto? Los últimos años el canto lo absorbió por
123
entero. Pero... En una palabra, J a r a creía que la vida
le sugeriría lo que debía hacer.
En 1971 cantantes, músicos, compañías de teatro
y de ballet, y pintores hicieron un viaje excepcional en
el tren popular de la cultura, con ellos iba Víctor Jara.
Santiago se encuentra a gran distancia de Puerto
Montt. El ferrocarril pasa por verdes valles, entre mon-
tes y volcanes, atraviesa ríos torrenciales y tupidos bos-
ques. Antes nunca había recorrido estos parajes un
tren tan exótico, adornado con banderas, pancartas
y dibujos. Corrían los vagoncitos y las plataformas ha-
bilitadas para escenarios.
El tren paraba en ciudades y pueblos y lo desvia-
ban a un apartadero. En la plaza, frente a la estación
ferroviaria, montaban exposiciones de pintura y escul-
tura, se proyectaban nuevas películas, se presentaban
espectáculos teatrales y de ballet, y se daban concier-
tos. El público acogía con agrado a los artistas que ha-
bían hecho suya la bandera del pueblo.
Aquel mismo año, por iniciativa de Salvador
Allende, los grupos y cantantes folclóricos salen en gi-
ras artísticas por el extranjero. Van a contar la verdad
de su patria victoriosa, porque demasiadas mentiras se
divulgaban allá para desacreditar el poder popular en
Chile.
Víctor J a r a viajó mucho por América Latina. "En
estos momentos cantarles a los pueblos latinoamerica-
nos es como cantarle al resto de Chile — idüo Víctor—.
No interesa que a Víctor J a r a lo llenen de aplausos, si-
no interesa que conozcan a su pueblo y cantando pue-
da ayudar a que sepan quienes somos y por qué esta-
mos llevando adelante este proceso."
En noviembre y diciembre de 1971 Víctor visitó
Costa Rica. Colombia, Venezuela, Perú, Argentina
y México. Cantó en salas de concierto, universidades
y clubes sindicales, tuvo encuentros con obreros, parti-
cipó en asambleas y actos de solidaridad con Chile, con
frecuencia mantenía diálogos con los espectadores y les
hablaba de lo que sucedía en Chile. A veces los enemi-
121
gos lo interrumpían con gritos furiosos, pero los amigos
que eran la inmensa mayoría apoyaban entusiás-
ticamente al cantante.
A comienzos de 1971, después de varios años de car-
learse e intercambiar grabaciones musicales con Víc-
tor, llegó a Chile Rubén Ortiz. Por primera vez vio
a j a r a en persona, pero se encontraron como si fueran
viejos amigos. El cantante mexicano visitó la peña
"Los Parra", escuchó a Víctor y a Ángel Parra. El gru-
po Inti-lllimani le enseñó cómo se locan los instrumen-
tos andinos. Charlaron mucho y discutieron acalora-
damente. Como dice Rubén Ortiz, estos encuentros
marcaron el comienzo de los contactos amistosos del
conjunto mexicano Los Folclorislas con destacados re-
presentantes de' la Nueva Canción Chilena. Y ahora ci-
taré un fragmento de los recuerdos de Rubén Ortiz,
publicados en 1981 en la revista cubana Música:
"Al poco tiempo de esa reunión vendría a México
Víctor J a r a por única vez, desafortunadamente pocos
días. Todo se realizó con el apresuramiento c improvi-
sación que nos caracteriza a los latinoamericanos: una
carta y una llamada telefónica, a ian sólo quince días
de su arribo, no permitieron organizar las cosas como
hubiese sido descable...
"Fueron cuatro presentaciones: en la sala Manuel
M. Ponce de Bellas Artes, peña de los Folclorislas, Au-
ditorio de la Facultad de Medicina en la UNAM, y el
foro abierto de la Casa del Lago; a estas actuaciones
habría que añadir un video-tape en blanco y negro pa-
ra el Canal II del Politécnico.
"El lazo, Preguntas por Puerto Montt, Te recuerdo,
Amanda, Plegaria a un labrador, todas enmarcadas den-
tro del optimismo que le producía ser el vocero de la es-
peranza chilena y que transmitía al público con su iró-
nica versión tomada de Little houses, de Pete Secger,
o a su propia manera, Las casitas del Barrio Alto,
o bien cuando todos coreábamos JV¿ chicha ni limoná,
canción para alentar a timoratos y dudosos del cam-
bio.
125
"Esto sucedía en el plano de las presentaciones; fue-
ra de ellas, dentro de la escena familiar, pude conocer
al hombre en sus momentos felices, con sus preocupa-
ciones, sus nostalgias, su gran ternura hacia los niños.
A la memoria vienen un sinnúmero de recuerdos que,
acentuados por la irremediable ausencia del amigo, se
hacen presentes en lodo momento; algunos, anecdóti-
cos quizás, pero que contribuyen a formar una idea de
su personalidad; otros, en el marco de nuestra relación
amistosa, y aquellos, cargados de un carácter premoni-
torio tan sorprendente, que se advertían en varias de
sus canciones.
"El recuerdo de un viaje a Tcotihuacán me trae
una imagen feliz a la memoria, lo encuentro comiendo
con mi familia bajo un frondoso pirul, luego el rato de
'futbolito' jugando con los niños y con Hernán Briones,
amigo que lo acompañó desde Chile, y del que no he-
mos vuelto a saber nada después; la obligada ascensión
a la Pirámide del Sol - y a cuando la tarde caía y el
viento calaba los huesos -, lo cual le permitió contem-
plar extasiado la magnificencia del conjunto teotihua-
cano, símbolo y orgullo de nuestra cultura, mientras yo
pasaba frío y apuros tratando de controlar a varios ni-
ños. Por fin, desciende, y a la pregunta obligada de
'¿Qué te pareció? ¿Cómo te quedó el ojo?' me contes-
ta: "...después de ver esta maravilla desde lo alto, y lue-
go observarlos a ustedes pienso que están en decaden-
cia', lo que me puso serio y a reflexionar en que si los
mexicanos actuales hemos hecho algo o bien seremos
capaces de lograr realizaciones que se equiparen a las
que nos legaron nuestras culturas, antes de su destruc-
ción, o al menos estar a la altura de salvaguardar nues-
tro patrimonio cultural...
"También recuerdo su gran alegría en el concierto
que dio en la Casa del Lago en un memorable domin-
go, que luego de un mal principio por parte de él repi-
tiendo sin cesar en casa: 'Yo no puedo cantar tan tem-
prano, qué quieres, no me siento bien cantando tan
temprano...', fue mejorándose con la cálida bienvenida
126
que le brindara el bello escenario, frente al Lago de
Chapultepec, pictórico de gente del pueblo, estudian-
tes y amigos que asistíamos a su última presentación,
esto, con el preámbulo de haber podido presenciar un
espectáculo del bello folclore cazaqueño, danzas de la
Guclaguetza, con todo el colorido de las tchuanas, que
un momento dado aventaban 'pinas' al público. El an-
daba feliz, '...a mí, a mí...' les gritaba como un niño,
a las muchachas que bailaban, hasta que alcanzó su pi-
na, que al rato paladeó gustoso. Luego, un gran con-
cierto, de real proyección, sabiendo manejar hábil-
mente su relación con el público, logrando 'meterlo en
la bolsa' como solemos decir en México. Así lo recuer-
do siempre que vuelvo a ver las fotografías que lom¿:
aquel día.;.
"Después vino la despedida, donde narró un co-
mentario que no tendría mayor valor que el de coinci-
dencias premonitorias y que pasarían inadvertidas
normalmente, en la generalidad de los casos:
"Justo al salir hacia el aeropuerto llega Rene Villa-
nueva l a despedirse y le dice: '¡Qué bueno que te al-
canzo, aquí te dejo una réplica de lo que tanto te gus-
tó!' (refiriéndose a una reproducción de un cráneo en
cristal cortado, como los que tenían los collares prehis-
pánicos), a lo que Víctor contesta: '¿Por qué me rega-
las la muerte?' (con la debida aclaración de Rene, en el
sentido de que en México es normal regalar calaveras,
cráneos de dulce que nos chupamos y todas esas formas
alusivas a la muerte que aparecen en el arte popular de
nuestro país) y, añadiendo que dado el interés que él
había demostrado al conocer otra pieza similar, le dijo:
'Pensaba que te iría a gustar'. 'Claro, ya entiendo, mu-
chas gracias' —respondió Víctor. Nos despedimos de
Rene y marchamos rápido a tomar el avión. Durante
el trayecto hizo varios comentarios sobre esa costum-
bre del mexicano, respecto a su relación con la mucr-
127
t e s . En el aeropuerto Benito Juárez nos despedimos
con amistoso abrazo y reiterados propósitos de volver
a encontrarnos en Chile, en México o en cualquier lu-
gar. Como ocurre entre los amigos, sin pensar qué va
a pasar luego..."
Cuando Víctor regresó a su patria, se. le destacó con
un premio más: el Laurel de Oro como el mejor com-
positor de 1971.
2
La tradición del arte popular mexicano de hacer objetos en
forma de calavera se remonta a las antiguas creencias de los aztecas
que consideraban que la muerte es inseparable de la tierra, promete
la vida cierna y por eso no valía la pena llorarla. Por regla general,
las figurillas de esqueletos y calaveras en el arte popular son muy in-
geniosas.
¡HOLA, VÍCTOR!
129
mis encuentros con el cantante. Los completé ya des-
pués de la muerte d e j a r a en Santiago y luego, al re-
gresar a Moscú. Me esforcé por recordar los detalles
más nimios y mi memoria no callaba. Mis recuerdos de
cómo dialogaba amistosamente con Víctor y lo oía
cantar, eran todavía recientes. Desde entonces pasaron
semanas, meses... No se había formado aún el denso
telón del tiempo que nos separa del pasado, aun-
que no tan lejano, e impide verlo con claridad. Mu-
chas cosas que en vida del cantante parecían ordina-
rias, después de su muerte adquirieron un profundo
sentido.
En 1972 y 1973 trabajé en Chile como corresponsal
de la Televisión y la Radio Soviéticas. Por supuesto,
mis recuerdos de los encuentros con el cantante no bas-
tan para ofrecer un relato exhaustivo sobre este perío-
do de su vida. Por eso, al igual que en otros capítulos,
citaré cartas y recuerdos de amigos y conocidos de Víc-
tor, documentos y testimonios del propio cantante, pe-
ro esta vez se alternarán con mis propias observaciones
c impresiones.
Conocí a J a r a y visité la peña "Los Parra" algún
tiempo después de mi llegada a Santiago. Tenía mu-
chos asuntos urgentes, relacionados con mi trabajo de
corresponsal. Según nuestras nociones, había llegado
al país que se encuentra "en el fin del mundo" y que
resultó estar en la primera línea de la lucha por la li-
bertad y la independencia, por el derecho del pueblo
a ser dueño de su destino.
Los acontecimientos de Chile suscitaban profundo
interés en el mundo entero. En 1972 los momios —
como llamaban en Chile a los reaccionarios--, con-
tando con el apoyo extranjero, pasaron a los actos in-
tensos de sabotaje contra el Gobierno democrático.
A veces transmitía diariamente mis crónicas por teléfo-
no para las "Ultimas noticias" de Radio Moscú. El in-
tenso ritmo de trabajo se agravaba por la ausencia de
un camarógrafo en nuestro equipo y había que hacer
reportajes para la "pantalla chica" de Moscú. Tuve
130
que recurrir a los servicios de la Televisión Nacional de
Chile, lo que requería no pocos esfuerzos adicionales.
Vi por la televisión a Víctor Jara, escuché sus can-
ciones por la radio y compré sus discos, pero no lo co-
nocía personalmente. Por fin, en un rato libre fui a la
peña "Los Parra". Me proponía hacer un programa
sobre la Nueva Canción Chilena. En el poco tiempo
que Nevaba trabajando en Santiago, me había conven-
cido de que la Nueva Canción acompañaba a los chile-
nos en su diario quehacer. No había ni un solo mitin
o manifestación de la Unidad Popular sin la actuación
de cantantes y conjuntos folclóricos.
Decidí empezar ei reportaje por la peña "Los Pa-
rra", principal "taller" de la Nueva Canción Chilena.
Mis amigos chilenos y yo nos sentamos cerca del di-
minuto escenario y batíamos palmas al compás de la
música. Primero cantaron Ángel e Isabel, quienes in-
terpretaron creaciones propias, de su madre y de otros
autores latinoamericanos. Por su físico los hermanos
Parra eran típicos chilenos. Su actuación carecía de
efectos rebombantes. Las melodías de Ángel e Isabel
cautivan por la pureza de las entonaciones y su estilo,
por la sinceridad y espontaneidad. Los textos de las
canciones se nutren de la realidad cotidiana, nacen del
dolor, de Ja protesta y la esperanza.
Cierro los ojos y veo la peña: la suave luz de las ve-
las ilumina las paredes, llenas de dibujos decorativos
y autógrafos de clientes, y las bajas mesitas de madera;
el público, olvidándose de su vaso de tinto, canta con
los artistas. Por las ventanas entreabiertas de la vieja
casa penetra el tonificante aroma primaveral del jardín
en flor.
En el entreacto, a la salida de la sala, me topo con
un hombre, de rostro moreno y varonil que me es fami-
liar: Víctor Jara. Tenía que actuar después del en-
treacto. No pude contenerme, lo saludé y, excusándo-
me, me identifiqué.
Víctor esbozó una cálida sonrisa y me tendió la ma-
no con cierta timidez. Le expliqué que me proponía
131
hacer un programa para Radio Moscú sobre la Nueva
Canción Chilena y que allí, en la peña "Los Parra",
estaba respirando su aire.
¿Ha visitado ya la peña "Chile ríe y canta"?
— me preguntó en voz baja.
Todavía no.
— Por allá también hay cosas interesantes.
Confio en visitarla.
Víctor siguió hablando en tono suave:
A veces en el extranjero escriben sobre los re-
presentantes de la Nueva Canción Chilena dando a en-
tender que en nuestras canciones no hay amor, no hay
alegría humana. No es así. Como iodos los seres huma-
nos, amamos, componemos canciones de buen humor,
humorísticas. Pero su letra tiene base folclórica. Ese
optimismo, ese amor a la vida tiene raíces en el pueblo,
en el folclorc.
Continuamos hablando t involuntariamente empe-
cé a tutear a Víctor. Tal vez porque los chilenos trata-
ban de tú al cantante a quien tanto admiraban. O qui-
zá se debiera a que los dos éramos jóvenes casi de la
misma edad. Iba a disculparme, pero Víctor me inte-
rrumpió. Y así, desde entonces, empezamos a tutear-
nos.
A los pocos momentos debía reanudarse el concier-
to. Víctor tenía prisa, puesto que debía concentrarse,
preparándose para la actuación.
Por fin, Víctor apareció sonriente en el escenario. Es-
cuchó el rumor de la sala, observó los rostros. En la pe-
ña "Los Parra" se reunían sus correligionarios. Allí
nunca se produjeron incidentes enemistosos como en
otros sitios. El público reaccionaba con aplausos a cada
canción y Víctor, sin esperar a que cesara la ovación,
continuaba cantando. Su profunda voz llenaba la pe-
ña. Víctor se movía con soltura por el escenario, vol-
viéndose con la guitarra a uno u otro lado del audito-
rio. Jamás recurría a efectos espectaculares. En eso se
distinguía de los famosos cantantes de ritmos moder-
nos. Víctor no se separaba de su guitarra y veía en ella
132
a su coautor. A veces, anticipaba la canción relatando
alguna historia. Por ejemplo, Víctor contó cómo en el
sur del país se había encontrado con una vieja indígena
llamada Angelita Hucnumán y luego interpretó una
canción dedicada a esa incomparable tejedora de tapi-
ces y ponchos:
En el valle de Pocano
donde rebota el viento del mar
donde la lluvia cría los musgos
vive Angelita Huenumán.
Entre el mañío y los huallcs,
el avellano y el pitrán,
entre el aroma de las chiclas
vive Angelita Huenumán.
Cuidada por cinco perros,
un hijo que dejó el amor,
sencilla como su chacrita
el mundo gira alrededor.
La sangre roja del copihue
corre en sus venas, Huenumán,
junio a la luz de una ventana
teje Angelita su vida.
Sus manos bailan en la hierba
como alitas de chincol
es un milagro como teje
hasta el aroma de la flor.
En tus telares, Angelita,
hay tiempo, lágrimas y sudor,
están las manos ignoradas
de éste, mi pueblo creador.
Después de meses de trabajo
el chamal busca comprador
y como pájaro enjaulado
canta por el mejor postor.
Entre el mañío y los huallcs
el avellano y el pitrán,
entre el aroma de las chiclas
vive Angelita Huenumán.
133
Luego Víctor entonó la canción sobre la Cuba re-
volucionaria a la que tanto admiraba. Sabía que en la
peña «Jaba un grupo de cubanos y cantó para ellos la
canción que dedicó a su Patria. La compuso en 1970,
defendiendo a Cuba de los ataques de los reaccionarios
chilenos.
Si yo a Cuba le cantara,
le cantara una canción,
tendría que ser un son,
un son revolucionario,
pie con pie, mano con mano,
corazón a corazón, corazón a corazón.
Pie con pie, mano con mano,
como se le habla a un hermano.
Si me quieres, aquí estoy,
que más te puedo ofrecer,
sino continuar tu ejemplo,
comandante compañero,
viva tu revolución.
135
Por segunda voz J a r a estuvo en Cuba a invitación
de la Casa de Las Américas para participar en un en-
cuentro de música latinoamericana junto con destaca-
dos músicos y cantantes de América Latina y Europa.
El cantante chileno vuelve a dar un gran concierto en
la Casa de las Américas.
Los músicos y cantantes intercambiaron opiniones
acerca de la música actual del continente y la necesi-
dad de oponerse a la penetración del "pop-art" narco-
tizante en las culturas nacionales, discutieron acerca
del lugar de la música en la lucha por la emanci-
pación.
Algunas ideas que Víctor J a r a expresó en la "mesa
redonda", representan gran interés:
"...A mí me parece que la industria de la música
extranjerizante, de la música con idioma extranjero, es
una de las más grandes del mundo. Tengo entendido
que es uno de los diez monopolios mayores del mundo,
manejado por los norteamericanos.
Nuestro deber es luchar segundo a segundo por
darle a nuestro pueblo las armas para luchar contra es-
to; por darle a nuestro pueblo su propia identidad, su
identificación con el folclore, que es el lenguaje más au-
téntico que cada pueblo posee. Nuestro deber es, a tra-
vés de la canción revolucionaria, ayudar al pueblo
a entender su realidad, la de sus amigos y la de sus ene-
migos, y a través de la música —sin esquema popular
o culta ayudar a nuestro pueblo a desenmascararlo
todo, a transformarlo todo, no con profecías paternalis-
tas, sino junto a ellos."
Todos esos años Víctor soñaba con visitar la Unión
Soviética. Hace once años el artista novel estuvo por
primera vez en nuestro país. Se cumple su sueño. En
1972, ya siendo famoso cantante, Premio Disco de Pla-
ta y Premio Laurel de Oro, Víctor vuelve a visitar el
País de los Soviets. Pero sucede algo inesperado: tiene
que interrumpir la gira en su inicio a causa de la enfer-
medad.
En La Habana, en la Casa de las Américas, encon-
13G
tré una información donde Víctor recuerda los días pa-
sados en la Unión Soviética:
"Debía cumplir un inmenso programa. Desgracia-
damente no se pudo cumplir más que en parte a causa
de mi operación de la garganta... Pero, aunque parez-
ca extraño, los nueve días que permanecí en el hospital
resultaron una experiencia importantísima para mí.
Kstuve en una sala común donde mi cama se transfor-
mó en centro de reunión de todos los enfermos. El idio-
ma no nos significó ningún obstáculo y en la sala se for-
maban tales achoclonamientos que las médicas y las
enfermeras llegaban de inmediato a ver qué pasaba...
Recibía constantemente regalos anónimos, como man-
zanas, galletas o libros, que encontraba misteriosamen-
te en mi cama."
Antes de la intervención quirúrgica el cantante es-
tuvo en Radio Moscú. Cuando regresé de Chile, mis
colegas me hablaron mucho de esa visita del artista
chileno y ahora cuando paso frente al estudio 75 del
séptimo piso me viene a la mente: "Aquí cantó Víctor
Jara".
Vino a la radio en pantalones vaqueros y pullóver
rojo. Esperando el comienzo de grabación, Víctor afi-
nó la guitarra y se puso a cantar. Los locutores y opera-
dores de sonido acudieron al oír su hermosa voz, pre-
guntándose: "¿Quién es?". Los fascinaba su carisma
humano y artístico, su virtuoso dominio de la guitarra.
En la breve entrevista que le pidieron, Víctor dijo:
Estos días me llenan de alegría. Me siento feliz de
andar por las calles de Moscú, respirar su aire, encon-
trarme con los moscovitas y ver las sonrisas de los ni-
ños...
Después de grabarlo en el estudio, a Víctor le ofre-
cieron los honorarios, pero él los rehusó explicando:
Estoy aquí como representante de la Unión de
Jóvenes Comunistas chilenos, como un invitado de la
juventud soviética.
Intentaron convencerlo durante mucho rato
y aceptó el dinero sólo cuando le sugirieron la idea de
137
comprar regalos e insignias soviéticas para los jóvenes
comunistas chilenos.
Los cirujanos de Moscú practicaron una operación
a Víctor que no fue muy complicada, pero de ella de-
pendía poder seguir cantando. Para Víctor perder la
voz equivaldría lal vez a perder la vida. Pero todo salió
bien. Víctor regresó a su patria y poco después volvía
a actuar en mítines y manifestaciones, en teatros y clu-
bes. Siempre con su "guitarra trabajadora".
LA CANCIÓN, EL TRABAJO Y EL COMBATE
Pablo Neruda
ni
puchas que sería güeño
haber tenía instrucción
porque de todo elemento
el hombre es un creador.
Aprendí el vocabulario
del amo, dueño y patrón,
me mataron tantas veces
por levantarles la voz,
pero del suelo me paro,
porque me prestan las manos,
porque ahora no estoy solo,
porque ahora somos tantos.
la
ríos expresaron su deseo de sustituir a los camioneros.
La C U T formó grupos de defensa para proteger de los
asaltantes las empresas y las brigadas voluntarias de
cargadores.
El Gobierno implantó el estado de emergencia en
la mayoría de las provincias del país. Fueron designa-
dos delegados militares que cooperaban con la admi-
nistración civil. Los carabineros y las unidades del ejér-
cito controlaban los puntos clave en las carreteras
y vías férreas. El comandante en jefe, general Carlos
Prats, proclamó su apoyo incondicional al poder cons-
titucional. Su nombramiento como ministro del Inte-
rior contribuyó a poner fin a la huelga.
Sin embargo, en las fuerzas armadas la situación no
era fácil. No todos los generales y oficiales compartían
las ideas de Carlos Prats. En el ejército empezó a ac-
tuar una organización contrarrevolucionaria clandes-
tina, la organización fascista "Patria y libertad" reclu-
taba partidarios militares. Más tarde se supo que con
dicha organización estaba vinculado el grupo de cons-
piradores del gene.ral Alfredo Canales, quien, a reque-
rimiento de Prats, fue pasado a la reserva en vísperas
de la huelga de los camioneros.
Durante la huelga algunos censores militares se
mostraron muy agresivos. Así, en las condiciones del
estado de emergencia las 155 emisoras de radio del país
—sólo 40 de ellas pertenecían a las fuerzas de izquier-
d a — pasaron a formar una red única, que de un modo
centralizado transmitía los comunicados oficiales del
Gobierno sobre la situación en el país, las informacio-
nes que permitía divulgar el mando militar y los pro-
gramas de música. Pero con los programas musicales
surgían problemas.
Rene Largo Farías, que a la sazón estaba al frente
de la sección de radio del palacio presidencial, escribió:
"Pienso en la larga cadena de radios para el paro
de octubre, y recuerdo a los 'interventores militares'
encabezados por el coronel Domic, mutilando nuestra
programación musical: 'Fuera los Parra, saquen a Pa-
143
tricio Manns, a Víctor J a r a . No pongan a Rolando
Alarcón ni a Héctor Pávez'."
J a r a no sólo compone e interpreta canciones. Con
motivo de la concesión del Premio Nobel a Pablo Ne-
ruda J a r a montó un espectáculo teatral en el Estadio
Nacional. El gran poeta acababa de regresar de Fran-
cia donde fue embajador de Chile. El pintoresco espec-
táculo musical, en el cual J a r a puso toda su alma, con-
movió a Ncruda. El poeta, profundamente emociona-
do, aplaudió a los niños que bailaron una danza alegre
y original. El autor de la música de esa danza titulada
Homenaje a Pablo .Neruda era Víctor Jara.
Para saludar a Pablo Ncruda vino el comandante
en jefe del ejército chileno, general Carlos Prats. La
gente miraba con respeto a este hombre, ferviente par-
tidario del Gobierno constitucional. La víspera la Uni-
dad Popular y las fuerzas armadas al mando de Carlos
Prats frustraron la amplia ofensiva de la reacción con-
tra el poder democrático.
El general era un hombre de mediana estatura,
ojos expresivos y mirada afable, parco en movimientos
y palabras. Pablo Ncruda escuchaba al general sin po-
der contener su emoción. Dirigiéndose a Jos miles de
personas que llenaban las graderías del estadio, Carlos
Prats dijo: "Neruda es un exponente ilustre del pueblo
y de la nación... Personifica el genio latente en lo hon-
do de la chilenidad. Durante más de medio siglo ha im-
preso su sello en la literatura patria, americana y mun-
dial. No hay poesía más múltiple, versátil y abundante
en nuestras letras que la contenida en la obra colosal
del poeta Neruda. Por eso el país recibe hoy con los
brazos abiertos a su hijo preclaro...".
Salvador Allende no asistió al homenaje de su ami-
go Neruda por encontrarse de viaje en el extranjero.
... El año 1972 aportó a Víctor una rica experiencia
de puesta en escena de grandes espectáculos teatrales
al aire libre ante decenas de miles de personas. Antes
deí homenaje a Pablo Neruda ayudó a montar en el
Estadio Nacional dos magníficos espectáculos, uno
144
con motivo del 50 aniversario del Partido Comunista
de Chile y otro, con motivo del 40 aniversario de la
Unión de Jóvenes Comunistas de Chile.
1972 fue un año memorable para el artista, entre
otras cosas, porque en el VII Congreso de la Unión de
Jóvenes Comunistas a J a r a lo eligieron miembro del
Comité Central.
Muchos años después tuve una conversación con
Gladys Marín, secretaria general de la Unión de Jóve-
nes Comunistas de Chile, y le pregunté:
— ¿Qué puede decir de Víctor como militante de
la Unión?
- Víctor fue un gran militante de las Juventudes
Comunistas de Chile. Tanto así que luego, en 1972, en
el VII Congreso, fue elegido miembro del Comité Cen-
tral. Con Víctor recorrimos una parte muy importante
de la vida de las Juventudes Comunistas. El estuvo
presente en todas las tareas que se le entregaban como
militante común, y también en las actividades más des-
tacadas. Por ejemplo, yo recuerdo a Víctor marchando
desde Valparaíso a Santiago por Vietnam y por Cuba,
acostándose en el suelo, en la casa de cualquier campe-
sino que nos ofrecían en el camino y, además, alegrán-
donos durante los distintos mítines que dábamos en
distintos pueblos con sus canciones. Víctor nos acom-
pañó en tantas cosas... Y tuve la alegría de que él me
acompañara en las campañas parlamentarias cuando
el partido me designó como candidato a diputado. Con
la guitarra y la canción Víctor realizaba una inmensa
labor propagandística. Entendía perfectamente que su
mayor contribución a nuestra causa y a nuestra orga-
nización era su papel como artista, su creación. Y cada
una de las tareas que él cumplía le servía para su crea-
ción. El sacaba las canciones de la realidad, de lo que
iba viviendo, de lo que iba palpando, inspirándose an-
te todo en la lucha del pueblo, de nuestra juventud.
10-334
LA VIDA Y LA MUSA DEL CANTANTE
Víctor J a r a
146 '
de su vida y de su pan.
Cuanto tiempo hay en sus manos
y en su apagado mirar
y nadie ha dicho: "Está bueno.
ya no debes trabajar".
Por la mañana Víctor salía en su pequeño Citroen
a la avenida Colón y cruzaba casi toda la ciudad. La
Universidad Técnica, donde trabajaba, se encontraba
en el extremo opuesto de Santiago.
El trayecto pasaba por el Barrio Alto con sus sun-
tuosas palmeras, remansos de flores, piscinas y surtido-
res. El barrio parecía formar parte del verde pie de los
Andes, cuyas cimas, envueltas en neblina dorada, pa-
recen rozar el ciclo. Allí, en lo alto tienen sus nidos los
dueños de esos montes: los poderosos cóndores. Como
planeadores se remontan hasta las nubes, suben tan al-
to que desde la tierra se ven como una manchita negra
en el puro cielo azul.
El cóndor... ¿Por qué está en el escudo chileno? Tal
vez porque los luchadores por la independencia de
Chile del yugo de la corona española admiraban su
fuerza y su vuelo incontenible y libre. Pero es simbólico
que en el escudo el cóndor se apoye en la divisa del Es-
tado chileno que reza: "Por la razón o la fuerza". En la
historia de Chile hay no pocas páginas en que triunfó
la razón y la más brillante de ellas es la victoria de la
Unidad Popular en las elecciones presidenciales. Pero
abundan también los ejemplos en que prevaleció la
fuerza bruta y tenebrosa...
En el Barrio Alto residían los antiguos amos de
Chile. Por tradición, en esta parte, que domina Santia-
go, se construían lujosos chalets, casas y villas y sus
dueños eran grandes negociantes, pequeños y media-
nos empresarios, ricos comerciantes, propietarios de
casas, abogados, gente acaudalada de toda laya.
Mientras atravesaba el Barrio Alto, distintas ideas
acudían a la mente de Víctor. Una vez, por asociación,
se le ocurrió una idea espléndida. Víctor oyó la canción
147
Little Boxes, de Malvina Reynolds ', interpretada por
Pete Sceger.
Víctor escribe una poesía inspirada en la canción
Little Boxes, pero puramente chilena por su contenido,
rimas y metáforas. En esa canción Víctor acusa a los
habitantes del Barrio Alto de saquear desvergonzada-
mente al pueblo y de estar dispuestos a asestarle un
golpe traidor por la espalda.
En el recital que tuvo lugar en la Casa de las Ama-
neas en La Habana, antes de interpretar la canción
Las casitas del Barrio Alto, Víctor dijo: "En la canción
se trata de un lugar que hay en Santiago. Recorriendo
Latinoamérica me di cuenta que esc lugar se repite en
otras ciudades, barrios que generalmente están puestos
en colinas muy suaves, donde el aire es más limpio,
donde no hay contaminación atmosférica, donde las
áreas verdes son más hermosas. Claro, para estar de
acuerdo con el lugar, las casas que se construyen son
más lindas, más espaciosas, con ventanales maravillo-
sos, desde donde se domina la ciudad, y a veces más
allá de la ciudad.
"En la canción se dice una palabra 'resipol* —
que en Chile es un líquido que pega cualquier cosa,
hasta las ideas las pega. Y hay una tela que se llama
'prolen'. Según la televisión, 'prolen viste para triun-
far'. Es decir, uno viste un traje prolen y triunfa en la
vida, y si tiene un auto marca Peugeot, que es una
marca francesa, y un temo de este 'prolen', bueno, so-
lucionó el problema de su vida y logró los objetivos
fundamentales. Así como estos señores dicen que hay
que vestir con 'prolen' y tener un Peugeot, así también
manejan las universidades como lugar para los más
privilegiados o para sus hijos. Esta canción se llama Las
casitas del Barrio Alto, y está inspirada en la canción
Little Boxes, de Pete Seeger".
Las casitas del Barrio Alto
1
Malvina Reynolds, poetisa, compositora e intérprete de sus
propias canciones, amiga y coautora de Pele Seeger.
148
con rejas y antejardín,
una preciosa entrada de autos
esperando un Peugeot.
Hay rosadas, verdecitas,
blanquitas y celestítas,
las casitas del Barrio Alto,
todas hechas con resipol.
Y las gentes de las casitas
se sonríen y se visitan.
Van juntitos al supermarket
y todos tienen un televisor.
Hay dentistas, comerciantes,
latifundistas y traficantes,
abogados y rentistas.
Y todos, visten policrón,
juegan bridge, toman martini-dry.
Y los niños son rubiecitos
y con otros rubiecitos
van juntitos al colegio high.
Y el hijito de su papi
luego va a la universidad
comen/ando su problemática
y la intríngulis social.
Fuma pitillos en Austin mini,
juega con bombas y con políticos,
asesina a generales,
y es un gángster de la sedición.
Y las gentes de las casitas
se sonríen y se visitan.
Van juntitos al supermarket
y todos tienen un televisor.
Hay rosadas, verdecitas,
blanquitas y celestitas,
las casitas del Barrio Alto,
todas hechas con resipol.
150
truían vías de acceso y se urbanizaban las calles. Jamás
en el país se dedicaron tantos recursos estatales a seme-
jantes trabajos.
En ayuda del Gobierno acudieron miles de volun-
tarios: estudiantes, intelectuales, obreros, artistas. Para
los pobladores recogían no sólo ropa de invierno, ali-
mentos y dinero. A muchos niños que estaban en con-
diciones insoportables, se los llevaron a los locales de la
Facultad de ciencias y artes musicales y escénicas de la
Universidad Chilena 2 para que pasaran allí el frío
y lluvioso invierno. Joan y Víctor cuidaron durante va-
rias semanas en su casa a un niño enfermo llamado Lu-
chín. El destino del niño impresionó a Víctor hasta tal
punto que le dedicó su nueva canción titulada Luchín.
Todo en esa canción es verdad. Incluso el caballo que
se menciona en la canción, pertenecía a los padres de
Luchín, que, por lo visto, se habían mudado del campo
al arrabal capitalino. Esa pobre y numerosa familia es-
peraba ganarse el pan con el caballo.
151
El caballo era otro juego
en aquel pequeño espacio
y al animal parecía
le gustaba este trabajo
con la pelota de trapo,
con el gato y con el perro
y con Luchito mojado.
152
nada de la toma de Herminda y me convidaron con
agua dulce. Sonaba la radio y en la calle jugaban ale-
gres los niños.
" M e describieron con todo detalle los momentos de
angustia que vivieron. La señora Amelia, cuando me
relató la muerte de la guagüita de Herminda, en cuyo
recuerdo lleva el nombre esa población, fue tan emo-
cionante que a los dos se nos cayeron las lágrimas."
Víctor expresó en la canción sobre la pequeña Her-
minda lo que había visto en esa población. Herminda
murió de una bala de la policía en brazos de su madre
cuando los carabineros intentaron desalojar las fami-
lias pobres del solar que ocuparon, pero la gente defen-
dió sus viviendas y bajo el Gobierno de la Unidad Po-
pular recibió ayuda y apoyo.
Herminda de la Victoria
murió sin haber luchado.
Derecho se fue a la gloria,
con el pecho atravesado.
Las balas de los mandados
mataron la inocente.
Lloraban padres y hermanos
en el medio de la gente.
Hermanos se hicieron todos,
hermanos en la desgracia,
peleando contra los lobos,
peleando por una casa.
Herminda de la Victoria
nació en medio del barro,
creció como mariposa
en un terreno tomado.
Hicimos la Población,
ya han llovido tres inviernos.
Herminda, en el corazón
guardaremos tu recuerdo.
153
"Yo diría que la mayoría de los pobladores cuen-
tan sus experiencias con facilidad, pero a veces son re-
servados. En la población Los Nogales, por ejemplo,
hasta tuve que jugar un partido de fútbol para que con
la amistad la historia fuese más espontánea y en con-
fianza.
" M e tuve que documentar bastante sobre la lucha
de los pobladores. Resulta muy admirable el nivel de
responsabilidad y organización que había allí y el
enorme papel que desempeñó el Partido Comunista.
Cada toma era una creación de estrategia e imagina-
ción. Además, el papel que las mujeres han jugado en
todo esto es maravilloso. Aunque los maridos las fue-
ran a sacar a patadas, ellas no se movían con sus hijos
del lugar que se había tomado. Así resistían cuando
querían ser desplazadas por la fuerza pública. Tales
son el poder y la desesperación por tener un pedacito
de terreno donde construir el hogar.
"Lo único que anhelo es haber sido en mis composi-
ciones tan sincero como todos esos pobladores que
abrieron su alma para entregármela.
"Este disco deja como experiencia que la mejor es-
cuela para el cantor es la vida..."
El disco La población contiene nueve canciones de
Jara. Compuso la letra en colaboración con el drama-
turgo Alejandro Sieveking, amigo suyo desde los tiem-
pos de estudiante. El disco reproduce el cuadro de la
lucha y la vida de los habitantes de las poblaciones ca-
llampas. Las canciones se alternan con grabaciones do-
cumentales o, como decía Víctor, "están penetradas
con las voces de los pobladores". "Cracias a nuestro
triunfo, ahora vivimos como gente, tenemos nuestra
casa" - dice una mujer de Herminda de la Victoria.
Le hace eco otra voz femenina: "Cuando ya tengamos
la casa, porque uno siempre sueña tener una casa para
los niños...". El disco tiene un final optimista: La marcha
de los pobladores.
A Víctor le gustó mucho ese contacto creador con
los trabajadores. Cada canción en La población se basa
154
en un hecho real, en un destino real. J a r a tenía la ilu-
sión de repetir una incursión semejante en lo más pro-
fundo de la vida, hacer un nuevo disco sobre la base
documental. Y pronto tuvo esa ocasión.
La Confederación campesina e indígena "Ran-
quil" invitó a Víctor a la región sureña de Lonquimay,
que pasó a la historia de la lucha de los chilenos por la
tierra. Allí, a orilla del río Bío-Bío y su afluente Ran-
quil, en 1934 estalló una insurrección armada de los
campesinos a quienes los latifundistas les habían quita-
do las parcelas de tierra esquilmada. Fue una explo-
sión de ira acumulada a lo largo de los siglos. Los cara-
bineros reprimieron con saña a los sublevados, no tu-
vieron piedad con los viejos ni con las mujeres y niños.
Los historiadores burgueses hacían caso omiso de
esos acontecimientos. La Confederación le pidió a Víc-
tor que creara una obra literaria y musical al estilo de
La población.
A fines de 1972 Víctor salió para Lonquimay, fue
a caballo hasta las zonas más remotas, conversó con
viejos campesinos, testigos de la tragedia, grabó en
magnetófono sus relatos. Estuvo en el abrupto despe-
ñadero del río donde fueron fusilados los líderes de la
insurrección.
J a r a encontró valiosos documentos sobre la funda-
ción en esta zona del primer sindicato de campesinos
chilenos. Aquí tenía su origen la Confederación
"Ranquil", poderosa hoy día.
Entre los campesinos de Lonquimay había muchos
araucanos. Orgullosos y callados, decían llamarse
"mapuches". Sus padres y abuelos se levantaron con
las armas en las manos defendiendo la tierra, su única
fuente de subsistencia, y perecieron.
Ahora llegaron otros tiempos. A los araucanos les
devolvieron las tierras, que les quitaran los latifundis-
tas. Entre la población indígena se desplegó una cam-
paña de alfabetización.
Aunque un poco tarde, los cambios llegaban a los
remotos montes de Lonquimay. Pero había que hacer
155
mucho todavía para poner fin al atraso secular que allí
se descubría con demasiada evidencia.
Kl alma de Víctor se llenó de impresiones directas,
de paisajes vírgenes de montes y ríos, de las hermosas
leyendas indígenas. Pensaba utilizar en su nueva com-
posición melodías e instrumentos musicales originales
de los araucanos, aborígenes de Chile.
Lamentablemente J a r a no pudo terminar su nueva
obra, que prometía ser muy interesante y origina].
Quedó inconcluso el texto literario de la composición
Ranquil. El año 1973 fue muy intenso para el artista.
Grabó el disco de canciones populares y coplas Canto
por travesura, junto con el compositor Celso Garrido-
Lecca y el coreógrafo Patricio Bunster puso en escena
el ballet Los siete estados.
Después de su viaje al sur, J a r a no pudo dedicarse
de lleno a realizar su nueva composición. El 4 de mar-
zo tenían que celebrarse elecciones al Congreso Nacio-
nal. La campaña electoral empezaba en una situación
política complicadísima y Víctor tomó una parte muy
activa en ella. Raro era el día que no se celebraba un
concierto de propaganda. Volvía a casa ya muy entra-
da la noche. Actuaba con ei grupo Inti-ÍIlimani. iban
en un viejo autobús a los barrios obreros y suburbios de
Santiago. Con frecuencia daban conciertos al aire
libre.
Los partidarios de la Unidad Popular compren-
dían que las elecciones de marzo tenían un significado
singular y que de ellas dependía mucho. La oposición
esperaba conseguir dos tercios de los escaños en el Con-
greso Nacional que, según la Constitución, le darían
derecho a destituir al presidente antes de que vencie-
ran sus poderes. Los derechistas pensaban que las difi-
cultades económicas que atravesaba el país, les propor-
cionarían la ventaja en la lucha electoral y podrían ga-
narse los votos de muchos electores.
Es verdad que la Unidad Popular combatía el
"mercado negro" y el sabotaje de la reacción. El abas-
tecimiento irregular, la escasez de víveres y artículos de
156
amplio consumo en las tiendas repercutían, ante todo,
e n las familias trabajadoras.
Pero los resultados de las elecciones del domingo,
4 de marzo de 1973, pasmaron a muchos. Por la Uni-
dad Popular votaron el 44% de los electores, o sea, un
7% más que en las elecciones presidenciales de 1970.
La coalición democrática aumentó el número de sus
representantes en el órgano legislativo de la República.
Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comu-
nista de Chile, dijo que los resultados de las elecciones
eran la expresión de la alta conciencia de clase de los
trabajadores chilenos. En un mitin con motivo del
triunfo de las fuerzas de izquierda, exclamó:
— El pueblo de. Chile merece un monumento más
alto que la Cordillera.
Las elecciones de marzo desbarataron los planes de
la oposición de dar un golpe de Estado "legal", a tra-
vés del parlamento. La oposición no logró dos tercios
de los escaños en la Cámara de diputados y el Senado
y, además, perdió varias actas.
La reacción vio que no podía esperar más, que el
tiempo estaba a favor de la Unidad Popular y había
que eliminarla a toda costa y cuanto antes. La prensa
de derecha, así como las emisoras y canales de telcvi-
sión incitaban a las acciones decisivas contra el gobier-
no marxista. Las paredes de los edificios públicos de
Santiago se llenaron de pintadas: "¡SACO va!". SA-
CO quiere decir Sistema de Acción Civil Organizada.
Se trataba de una operación íntegra, urdida por los
fascistas de "Patria y libertad", que suponía la forma-
ción de grupos de autodefensa, la confección de "listas
negras" de activistas de la Unidad Popular, la parali-
zación del suministro de empresas estatales, el estímulo
de la especulación, la organización de sabotajes y actos
terroristas. En definitivas cuentas, tras todo esto se
ocultaba el deseo de provocar disturbios en el ejército
e inclinar la balanza a favor de los partidarios de "po-
ner orden con mano férrea".
"Patria y libertad" recibía dinero no sólo del gran
157
capital de Chile, sino también del extranjero. Más tar-
de, en el informe de la comisión especial del Senado de
los EE.UU. que investigó la actitud de la CÍA, se reco-
noció que dicha organización norteamericana de es-
pionaje enviaba dólares a "ese grupo paramilitar dere-
chista, que es el más importante" 4 , así como a los par-
tidos políticos de la oposición.
Después de las elecciones de marzo, "Patria y liber-
tad", coordinando sus acciones con la oposición de de-
recha, fomentó en el país el ambiente de anarquía y te-
rror.
4
Véase la revista América Latina N 3, 1977, pág. 106.
LOS FASCISTAS PASAN A LA OFENSIVA:
SANGRE EN LAS CALLES
159
sus ojos negros se formaban leves arrugas. Después de
enchufar el micrófono le dije en broma:
— Puedes hablar, puedes cantar.
Nos echamos a reír.
...Víctor habló de la amenaza del fascismo que se
cernía sobre el país, de la responsabilidad de los artis-
tas en esa situación, de] brillanle ejemplo de fidelidad
al deber cívico que les daba Pablo Neruda.
— Neruda hizo un llamamiento a los artistas e in-
telectuales. Les pide desenmascarar a los que empujan
el país a la sangre, a la guerra civil. Advierte, alerta
a todos sobre este peligro. U n poeta, un artista, un pin-
tor no puede guardar silencio, si entiende bien su de-
ber. [ Y cómo respondió a la llamada de Neruda todo el
movimiento cultural!..
Cuando desconecté el micrófono, Víctor añadió:
— Conversamos sobre los planes de organización
de un nuevo canal televisivo de la Universidad Técni-
ca. Sería bueno recibir antes del inicio sus programas
documentales televisivos sobre la Unión Soviética.
Creo que se van a dirigir a ti con este motivo y yo utili-
zo ahora esta ocasión. Nuestra radio universitaria tiene
programas musicales de Radio Moscú. Son canciones
maravillosas...
— ¿Y qué canciones soviéticas te gustan?
Marcando con los dedos el ritmo de la canción,
Víctor entonó a mediavoz y en español Por montañas
y praderas.
¿Has escuchado cómo la canta Quilapayún?
— me preguntó.
Súbitamente se levantó de la silla, se acercó a la es-
tantería y empezó a repasar los discos. Sacó un disco de
Quilapayún y me lo tendió diciendo:
— Esa canción está en este disco. Escúchala.
Los documentales televisivos sobre las repúblicas
soviéticas fueron entregados al departamento de cultu-
ra e información de la Universidad Técnica, pero el
golpe fascista impidió estrenar el nuevo canal de TV.
A comienzos de junio de 1973 llegó por fin a San-
160
tiago el camarógrafo do la televisión soviética Vladímir
Gúscv para trabajar de una forma permanente en
nuestra corresponsalía. ¿Podíamos suponer que ten-
dríamos por delante tan sólo tres meses de estancia
conjunta en Chile?
Antes de llegar a Santiago, Vladímir había traba-
jado en Vietnam que, por aquel entonces, estaba lu-
chando. Apenas llegado a Chile, quería entrar en ac-
ción. Gúsev estaba dispuesto a empezar a filmar repor-
tajes para los programas "Tiempo" y "Panorama in-
ternacional", de. la T V soviética. Pero su labor empezó
no por la filmación, sino por un largo pleito para que le
devolvieran el equipo retenido en la aduana por fun-
cionarios reaccionarios. Vladímir llegó un domingo
y no tenía a quién dirigirse para que le ayudasen. En la
aduana estaba de guardia un señor soberbio, un "mo-
mio" cien por cien. No quería saber nada de que el ca-
marógrafo soviético traía instrumentos para su labor
profesional y nada más. Las cámaras de cine y la graba-
dora sincronizada con ellas fueron registradas como
aparatos electrónicos que para entrar en el país necesi-
taban un permiso especial y además habría que pagar
un impuesto que superaba con creces el valor del equi-
po de filmación.
l.os trámites burocráticos duraron casi tres sema-
nas. Por fin, gracias a la ayuda del cónsul soviético en
Santiago, obtuvimos el permiso.
El 29 de junio, por la mañana temprano, Vladímir
y yo nos fuimos al aeropuerto Pudahuel para rescatar
las cámaras, pero tuvimos que volver urgentemente
a Santiago. El aeropuerto estaba cerrado a causa del
motín que había estallado en la capital. La organiza-
ción íáscista "Patria y libertad" y el II regimiento de
carros blindados se sublevaron contra el poder popular
y rodearon el palacio presidencial.
Cuando, al regreso, pasábamos cerca del palacio,
del tableteo de las ametralladoras pesadas retembla-
ban los cristales de las ventanas en las casas vecinas. De
los callejones que conducían a La Moneda se oía un
161
11-334
fuerte tiroteo. Pero las tropas fieles al Gobierno, al
mando del general Carlos Prats, rodearon a los amoli-
nados. El comandante en jefe, igual que en octubre del
año anterior, se mostró firme defensor del poder consti-
tucional. Pero quería evitar el derramamiento de san-
gre. Acompañado por dos oficiales, eon una metralleta
en las manos, el general Prats se dirigió a La Moneda
bloqueada y consiguió que una parte de las dotaciones
de los tanques se rindiera. En la represión del motín las
víctimas fueron mínimas, gracias a las acciones resuel-
tas y audaces de Prals, quien arriesgó la vida para con-
vencer a los amotinados de que depusieran la resis-
tencia.
Los líderes de "Patria y libertad", refugiados en la
embajada de Ecuador, declararon: "No tuvimos éxito
porque no recibimos más ayuda de supuestas unidades
que previamente nos habían manifestado su respaldo"'.
En aquel entonces la correlación de fuerzas en el man-
do del ejército no favorecía a los pulchistas, aunque la
situación en las fuerzas armadas era complicada.
Al mediodía, cuando aún no habían cesado los dis-
paros en los accesos a La Moneda, el comandante en
jefe ya recibía al presidente Allende, quien llegó al pa-
lacio de su residencia particular.
Una avalancha incontenible de gente se precipitó
hacia La Moneda. Llevaban banderas, gritaban
"Allende, Allende, el pueblo te defiende", repartían
octavillas. Recogí una impresa en multicopista. Era
una poesía de Pablo Neruda de su nuevo libro Aquí me
quedo:
162
siempre los ricos fueron extranjeros.
¡Que se vayan a Miami con sus tías!
Yo me quedo a canlar con los obreros
en esta nueva historia y geografía.
A esa letra del gran poeta Víctor J a r a le puso músi-
ca e interpretó por doquier la nueva canción. Pero el
día del tancazo - 2 9 de junio de 1973— el artista no
se encontraba en Santiago. Estaba de gira en Perú.
Víctor había visitado ese país vecino en otras ocasio-
nes, pero su última gira por invitación del Instituto
Nacional de. Cultura resultó ser más prolongada
y emocionante. Los encuentros en la antigua tierra im-
presionaron a Víctor hasta tal punto que se aprendió
e interpretó una canción en quechua, idioma de los in-
dígenas peruanos, descendientes de los legendarios in-
cas.
La prensa peruana y chilena publicaba reseñas de
los recitales de Víctor. Pero, al regresar a Santiago, el
cantante decidió escribir un artículo sobre su viaje
a Perú.
No sé si apareció en la prensa chilena antes del gol-
pe del 11 de setiembre de 1973. Por lo menos, yo no lo
vi. Después del derrocamiento del Gobierno de la Uni-
dad Popular lo publicó el semanario italiano Rinascita.
En español leí ese artículo mucho más tarde...
"Fue un viaje inolvidable. Canté en Lima, Chicla-
yo. Cuzco, Trujillo y Arequipa. Canté para obreros
y estudiantes, di cerca de 20 conciertos en teatros o
a la intemperie, participé en una concentración de soli-
daridad con Chile. Conocí a literatos y músicos, a nue-
vos compositores que ven su vocación en la canción
que se nutre de la realidad actual. Conocí en Cuzco
al arqueólogo Marino Macedo, quien me hizo des-
cubrir la grandiosa historia de la civilización de los
incas.
" M e conmovió profundamente el interés que mos-
traban los peruanos por Chile y la canción chilena. La-
mentablemente, no tenía tiempo para ir a todas partes
y responder a todas las preguntas, pero quisiera hablar
163
de dos encuentros que reflejan del mejor modo el con-
tando de ese viaje.
"Salazar, un obrero limeño, me vio cantar. Después
del concierto se acercó a mí y dijo: 'Me gustaría que us-
ted conociera donde vivo, mi casa, a mi mujer, a mis
hijos, en fin, a la gente que vive con nosotros'.
"Su invitación era tan directa y sincera cjue acepté.
"Fuimos en una micro a las afueras de Lima. La
micro llena. Un día gris (igualito que el vals). Llega-
mos a Coimas, un pueblo joven, como dicen aquí, la po-
blación José María Caro. Muchos niños jugando a la
pelota. Eran las cuatro de la tarde. Comenzamos a ca-
minar y me fue explicando lo de los trabajos comunita-
rios (trabajos voluntarios, el agua potable, el alumbra-
do, lugares para que jueguen los niños) y subíamos ca-
lles estrechas. De pronto me volví y a la distancia se di-
visaban los edificios del centro de la ciudad y a mi alre-
dedor los cerros cubiertos de casitas que forman una
comunidad de pueblos jóvenes en esc sector. Pasamos
a un almacén y Salazar compró pan y huevos. Yo com-
pré chocolate para sus hijos. Continuamos subiendo.
No paraba de contarme cosas. Parecía que siempre nos
hubiéramos conocido. Al llegar a su casa, me presentó
a su mujer, morena, simpática, se puso muy nerviosa.
Daba la coincidencia de que me oyó ayer por la radio
y le parecía demasiado sorpresivo que este chileno apa-
reciera en su casa. Nos entendimos rápidamente y to-
mamos once con huevos fritos. Mientras los niños juga-
ban y me mostraban sus tareas, conversamos de todo:
casas, hijos, Perú, Chile, revolución, cambios, etcétera.
"Salazar me confesó que él siempre pensó que yo
¡ría a su casa. Que no había tenido vergüenza al invi-
tarme: 'Porque yo cantaba para ellos y él sintió que yo
era para ellos...'. Les contaré que no es la primera vez
que me ocurre. Esto me estimula muy profundamente.
Me hace sentir que es válido lo que hago y cómo
lo hago.
"Salazar salió a acompañarme. Esta vez estuvimos
descendiendo. Fue conmigo hasta el centro de Lima.
164
"En Cuzco, en una Liga Campesina, canlé para un
grupo de campesinos. Algunos de ellos con sus pon-
chos, chullos, ojotas. Me miraban como sorprendidos.
Yo también estaba sorprendido. Tantos años de histo-
ria se me venían encima al estar junto a ellos. Las can-
ciones comenzaron a brotar una tras otra. Les hablé de
Chile, del Sur araucano, de Angclita Hucnumán, de
nuestros campos, de la Reforma Agraria. Les conté
adivinanzas. Algunos de ellos sonreían tímidamente.
El sol era diáfano y cerca se oía el rumor del Apurímac.
Había contención. Como esas lágrimas que se quieren
escapar y no las dejamos fluir. Cuando terminé de can-
tar, se acercó uno de ellos, me habló en quechua
y cantó.
"Yo sentí que nos habíamos dado un apretón de
manos. Con este estado de exaltación y nostalgia, de
amargura y júbilo, escuché el canlo quechua. Cunto
con sentido antiguo de cumbres y lírico como los ríos.
El canto es una soga que puede unir los sentimientos
o puede ahorcar. No hay otra alternativa."
Los cantantes que ambicionan sólo la fama, que
aprovechan con fines egoístas la sinceridad y la pureza-
no comprenderán nunca que la canción es como el
agua que lava las piedras, como el aire puro, como el
luego que nos une y se queda en lo más hondo de nues-
tras almas para hacernos mejores.
Violeta dijo: "La canción que pertenece a lodos es
mi canción". Sus palabras son eternas como los mon-
tes, como las piedras de Machu Picchu.
A lo que contó Víctor quisiera añadir lo que leí en
la prensa de su viaje a Perú. Su último recital en la ciu-
dad de Trujillo suscitó especial atención de la Confede-
ración General de Trabajadores de Perú. Terminado
el concierto, el público, como ya había ocurrido en va-
rias ocasiones, desfiló por las calles coreando el slogan
chileno: '"Allende, Allende, el pueblo te defiende". La
organización obrera proclamó al cantante chileno
miembro honorario.
Víctor regresó del Perú a mediados de julio y en sc-
165
guida si mió que el ambiente en el país se había caldea-
do al extremo. Los dirigentes derechistas del Partido
Demócrata Cristiano junto con el Partido Nacional
desplegaron una campaña política por devolución de
las empresas privadas ocupadas por los obreros después
del "tancazo" del 29 de junio. El Gobierno de la Uni-
dad Popular decidió dejar bajo su control las fábricas
y empresas cuyos dueños estaban implicados en activi-
dades subversivas.
Después de rescatar nuestro equipo de filmación en
la aduana, hicimos nuestro primer reportaje para la te-
levisión en una de esas empresas.
Filmamos no sólo el solemne acto de la entrega de
la fábrica "Textil Arica" a los obreros. También los te-
lares parados —más de la mitad—, aunque en el país
había muchos dcscmpleados. Vimos los sótanos con-
vertidos en almacenes ilegales, llenos de telas de lana,
seda y algodón, y de ropa que no estaba registrada en
ninguna parte. Todo ello se destinaba al mercado ne-
gro y a sacarlo de contrabando a países vecinos. Con
esas maquinaciones los capitalistas y grandes comer-
ciantes intentaban desorganizar la economía chilena.
Era muy difícil proceder contra esos negociantes.
La oposición en el Congreso Nacional dcsmeduló el
proyecto de ley contra "delitos económicos", propues-
ta por el Gobierno. En esta ley no quedó ninguna me-
dida práctica seria contra los saboteadores.
Las Juntas de Abastecimiento y Precios (JAPj lu-
chaban contra la especulación y el mercado negro. Las
JAP, formadas por la población, contaban con el apo-
yo del Gobierno. Realizaban una labor difícil y necesa-
ria, pero la oposición en el parlamento exigía su disolu-
ción.
Artistas y personalidades de la cultura tomaban
parte en la labor de esas organizaciones. La peña "Los
Parra" se convirtió en el centro de las actividades de
las Juntas de Abastecimiento y Precios. Este hecho pro-
vocó gran odio hacia los creadores de la Nueva Can-
ción Chilena entre los comerciantes reaccionarios de
166
los barrios aledaños. En la peña funcionarios de minis-
terios y de otras entidades gubernamentales, represen-
tantes de los partidos de izquierda explicaban la situa-
ción y los problemas del país.
Pero tres veces a la semana allí, como siempre, in-
terpretaban canciones dedicadas al trabajador y lu-
chador. Esas canciones inspiraban a la gente para la
noble causa en aras de la patria renovada.
La conocida escritora chilena Virginia Vidal,
cuando visitó Moscú, me habló de su último encuentro
con Víctor J a r a en la peña, a su regreso del Perú:
"En un intermedio nos fuimos al patio. Allí estaba
Víctor. Le conté que mi hija quería conocerlo. La salu-
dó con esa cordialidad tan suya, luminosa. Cuando
cantaba se notaba su fuerza, su pasión. En el lrato di-
recto era más bien tímido, modesto, amable. Ella le
ponto que lo había escuchado y visto en Antoí'agusia.
"— ¿Y qué estabas haciendo allá? ¿Veraneando?
— preguntó Víctor.
**— No —contestó mi hija—. Fuimos al trabajo
voluntario. Reconstruimos una escuela abandonada,
allá en Tocopilla. Era peor que mediagua. Ya se caía.
La dejamos como nueva. Lista para funcionar. Tam-
bién le pintamos un mural.
Víctor exclamó:
"— ¡Compañera! ¡Qué trabajo más lindo: hacer
una escuela! Me la ganaste. Yo he hecho muchas cosas,
pero eso, no."
Sólo una persona con ideas muy puras podía com-
poner canciones tan honradas y hermosas, canciones
del valor y del bien.
NO PUEDO SER DE OTRO MODO
168
Víctor se transfiguraba por completo cuando can-
taba para la multitud en las plazas y calles de Santia-
go. En este hombre, aparentemente tranquilo y un po-
co tímido, ardía la llama interna que en aquellos mo-
mentos brotaba de su alma en ímpetu apasionado
y audaz.
Es verdaderamente sorprendente, Víctor se turba-
ba cuando escuchaba con alguien algún nuevo disco
suyo. Se ponía muy nervioso cuando por la radio trans-
mitían sus canciones. En estos momentos, confesaba
Jara, todo se le confundía en la cabeza y perdía el hilo
de lo que hacía.
El cantante no perdió la sinceridad y la espontanei-
dad de sentimientos, propia de un ser humilde, cuando
alcanzó la fama. I-c'pedí a Joan J a r a mencionar los
rasgos más característicos de Víctor y me respondió
pensativa: "Su extraordinaria constancia y su habili-
dad para amar y querer a la gente". J a r a siempre tra-
taba de comprender a su interlocutor, incluso cuando
sus puntos de vista eran diametralmentc opuestos. Pero
en sus canciones Víctor no respetaba a quienes querían
quedarse al margen de los sucesos en Chile:
Usted no es na'
No es chicha ni limoná'
se Jo pasa manoseando,
caramba, salve
su dignidad.
Tal vez el sentido de responsabilidad dominaba en
su carácter: "Creo que tengo un compromiso con todo
lo que hago. De otro modo mi posición sería muy du-
dosa".
Su casa siempre estaba llena de calor, de felicidad
familiar, de amor. Trataba con igual ternura a ambas
hijas, tanto a Amanda como a Manuela, hija de Joan
del primer matrimonio.
El destacado documentalista soviético Román
Karmén, que visitó al cantante en su hogar, escribió:
"Jamás podré olvidar la noche después de filmar —
169
filmamos la actuación de Víctor J a r a en el barrio obre-
ro de Santiago (para el documental El continente en
llamas — .Nota del autor) — cuando nosotros, los do-
cumentalistas soviéticos, llegamos a su casa y, por una
costumbre de nuestros tiempos estudiantiles, pusimos
sobre la mesa todo lo que teníamos: dos botellas de vi-
no tinto, un pan que trajimos de Moscú, varias latas de
conservas y algo más... Nos recibió Joan. Se veía que
estaba acostumbrada a esas visitas inesperadas a su
tranquila casa. En seguida se fue guisar a la cocina y de
Víctor se apoderaron dos hijitas cariñosas. El jugaba
con ellas, se reía alegremente y charlaba con ellas en
español y en inglés. Hasta muy entrada la noche estuvo
cantando acompañándose a la guitarra. Las niñas se
acostaron, deseándonos "buenas noches", pero noso-
tros seguíamos escuchando a Víctor. Me quedé profun-
damente impresionado por el ambiente de ternura,
amor y verdadero respeto que reinaba en esta casa."
...Un día Víctor actuó en un concierto al que asis-
tió una delegación de la Federación Democrática In-
ternacional de Mujeres. El concierto se celebró en la
sala teatral Antonio Varas. Fuimos allá con nuestro to-
mavistas. Víctor interpretó varias canciones y bajó del
escenario. Cuando pasaba a mi lado, me levanté para
saludarlo y dije:
— Te filmamos para la Televisión Soviética.
Gracias.
Yo sabía que Víctor tenía a veces hasta tres actua-
ciones por día, lo invitaban los sindicatos, los comités
campesinos, los estudiantes, y le pregunté:
¿Cantas hoy en otro lugar?
— No. Voy corriendo a casa. Hoy mis hijas tienen
fiesta. Cantaremos toda la familia —y sonrió.
Recordé esta conversación cuando vi en Moscú
a Virginia Vidal, que me contó como una vez — poco
antes del golpe — el cantante le había revelado un de-
seo recóndito:
— Es algo loco. Quisiera componer canciones para
niños. Soy tan feliz las pocas veces que me puedo dedi-
170
car por entero a los míos. Les improviso canciones. Po-
emos pasar horas en eso... Sería lindo hacer canciones
ra todos los niños.
Víctor incluía en su repertorio populares nanas
y las cantaba con gran ternura. En aquel mismo con-
cierto de la sala Antonio Vidal, interpretó Canción para
dormir a un negrito (del íblclore caribe):
Duerme, duerme, negrito,
que tu mamá está en el campo,
negrito.
Te va a traer codornices para li,
te va a traer rica fruta para ti,
te va a traer mucha cosa para ti.
Y si el negro no duerme
Viene el diablo blanco
Y ¡zas! le come la patita.
Víctor componía también originales canciones so-
ire los niños, pero para los adultos {Canción de cuna para
un niño vago, Luchín). Era un imperativo de la época, del
drama social que atravesaba el país.
Estas canciones no interesaban a la industria co-
mercial de discos, pero granjearon a Víctor el amor del
pueblo.
En mayo de 1980 tuve una entrevista con Horten-
sia Bussi de Allende, viuda del presidente asesinado,
hallándose de paso en Moscú. Le dije que durante to-
dos estos años me estaba documentando sobre Víctor
Jara y que cuando recordaba las manifestaciones y los
mítines de la Unidad Popular, me parecía ver hablar
Salvador Allende y cantar a Víctor J a r a .
— ¿Qué pensaba su esposo sobre Víctor Jara?
Salvador Allende admiraba las canciones, las
imposiciones de Víctor Jara, especialmente Plega-
a un labrador, premiada en un festival en Santiago,
Te recuerdo, Amanda, sobre un obrero perecido. Veía
sus canciones la expresión del espíritu y las aspira-
es del pueblo que impulsaba el proceso chileno.
— ¿Qué rasgo destacaba en Víctor?
171
— Su desinterés. En tres años del Gobierno Popu-
lar, nunca le vi acercarse a pedir nada.
Natural mente, Víctor podía haberse hecho rico fácil-
mente. Le había bastado cambiar de repertorio y em-
pezar a trabajar para la industria comercial de discos.
Pero unió su destino a la Discoteca del Cantar Popu-
lar, que publicaba y distribuía discos a precios bajos,
accesibles para el pueblo trabajador, con grabaciones
de canciones folclóricas y la Nueva Canción Chilena.
El trabajo en la DICAP, al igual que los recitales de
propaganda en las calles y plazas, eran una forma de
participación personal del cantante comunista en la lu-
cha común del pueblo. Víctor era firme y consecuente:
"No hacemos negocio con la canción revolucionaria.
Porque, si lo hiciéramos, tendríamos auto último mo-
delo, casa, piscina y llegaríamos a cantar en el festival
de San Remo. Pero no somos ídolos. Nuestra actitud es
totalmente opuesta... El compromiso es cuestión de
principios, y no tiene compromiso si no adopta una po-
sición ideológica en la v i d a .
Víctor expresa su compromiso con el arte, su credo
en una de sus últimas canciones, titulada Manifiesto:
172
para alcanzar las estrellas,
que el canto tiene sentido,
cuando palpita en las venas,
del que morirá cantando
las verdades verdaderas,
no las lisonjas fugaces,
ni las famas extranjeras,
sino el canto de una lonja
hasta el fondo de la tierra.
173
chórcres patriólas del M O F A R E y los camioneros de
las empresas estatales trabajaban día y noche. Y esta
vez, al igual que en octubre de 1972, miles de volunta-
rios les ayudaban a cargar y descargar mercancías.
J u n t o con jóvenes obreros y estudiantes trabajaban an-
cianos, mujeres y quienes antes no se dedicaban a tra-
bajos físicos: profesores, artistas, empleados.
Con frecuencia por el camino a los chóferes patrio-
tas los agredían los fascistas. Muchos chóferes fueron
heridos. Osear Balboa, uno de los líderes del MOPA-
RE, cayó asesinado por los mercenarios.
Los dirigentes de la Confederación de camioneros
presentaron demandas políticas aún más indignantes
que el año anterior y entre ellas, la disolución del M O -
PARE.
Muchos se preguntaban: ¿De dónde, sacaba la Con-
federación los recursos que permitían a sus miembros
estar parados tanto tiempo? Se daba un detalle curio-
so. En cuanto empezaba la huelga en el transporte, en
el mercado negro bajaba bruscamente el precio del dó-
lar. Los círculos imperialistas inundaban de dólares el
país para financiar estas "huelgas".
Se fraguaba un complot. Eso se notaba por la cre-
ciente oleada de terrorismo y alentados. Los fascistas
asaltaban los locales de los partidos y organizaciones
populares. De una ráfaga de metralleta mataron a Ar-
turo Araya, capitán de navio, ayudante del presidente,
conocido por su fidelidad al poder constitucional.
Los destacamentos de asalto de la reacción inutili-
zaban depósitos de gasolina y puentes. En Curico vola-
ron el oleoducto, provocando un gran incendio. En
Santiago se agotaban las reservas de harina. Pero el fe-
rrocarril que unía la capital con el puerto de San Anto-
nio fue destruido por una explosión, para impedir que
trajeran trigo. El Partido Nacional y el Partido Demó-
crata Cristiano estimularon el sabotaje entre comer-
ciantes, asociaciones derechistas de técnicos, médicos,
abogados y empleados.
La reacción comprendía que el golpe de Estado se-
174
ría posible sólo en caso de sustituir el mando de las
fuerzas armadas. El general Carlos Prats era el princi-
pal obstáculo para que sus planes se realizaran. Para
atraer a su lado a los oficiales vacilantes y amedrentar
,a las capas medias de la población ios reaccionarios
empezaron a gritar que en las empresas estatales exis-
tía "un ejército paralelo". La prensa derechista reforzó
el acoso a Carlos Prats que, como ellos afirmaban, "ha-
cía la vista gorda".
En las fuerzas armadas se luchaba, se intensificaba
la presión sobre los militares constitucionalistas. Los
reaccionarios y fascistas que hacían labor subversiva en
el ejército, lograron inculcar a muchos el mito de la
existencia de un supuesto plan con el fin de eliminar
a los generales y oficiales que no contaban con la con-
fianza de las fuerzas de izquierda. Cada vez se estre-
chaba más el cerco alrededor de Prats y sus correligio-
narios. El comandante en jefe llegó a ser acusado de
que el 29 de junio de 1973, día del "tancazo", "levantó
la mano contra sus compañeros de armas". Los gene-
rales derechistas exigían abiertamente la dimisión de
Prats, que fuera durante tres años un firme apoyo del
Gobierno democrático.
Mientras tanto, entre el Gobierno y la mayoría
oposicionista del Congreso Nacional surgió un conflic-
to difícilmente soluble en torno a la ley sobre los tres
sectores de la economía: estatal, mixto y privado. La
reacción aprovechó hábilmente ese conflicto para in-
disponer contra Prats a los militares que anteriormente
ocupaban una posición neutral. El 22 de agosto en la
Cámara de Diputados los representantes de la Demo-
cracia Cristiana y el Partido Nacional aprobaron una
resolución provocadora que acusaba al presidente de
"violar la Constitución" y exhortaba a las Fuerzas Ar-
madas a no obedecer al Gobierno.
Los círculos reaccionarios del generalato lograron
destituir a Carlos Prats de su puesto de comandante en
jefe y ministro de Defensa. Los generales constituciona-
listas Mario Sepúlveda y Guillermo Pickeriug, rorrdi-
175
gionarios de Prats que tuvieron una participación deci-
siva en el aplastamiento del "tancazo" del 29 de junio,
se vieron obligados a dimitir. Se confeccionaban listas
detalladas de oficiales, conocidos por su lealtad al po-
der constitucional. Todos ellos debían ser detenidos.
Las unidades del ejército organizaban asaltos a las em-
presas del sector social de la economía, escudándose
con la ley sobre el control de armas, y el Gobierno no
podía impedirlo.
Víctor Jara, Patricio Manns, Ángel e Isabel Parra
decidieron expresar su solidaridad con Carlos Prats.
Invitaron al general patriota a la peña "Los Parra".
Los cantantes expresaron su apoyo y respeto al hombre
cuyas cualidades personales permitían llamarlo "la
conciencia del ejercito chileno".
Ángel Parra me relató lo que pasó en la peña:
"Se hablaba poco de esto, porque, en realidad fue
una fiesta particular, un homenaje para mostrarle
nuestra simpatía y nuestro apoyo a este, tremendo
hombre que es el general Prats. Y fue muy emocionan-
te para nosotros encontrarnos con un tipo que empeza-
ba a descubrir este mundo de la gente de izquierda,
que no éramos monstruos, ni tenemos nada de co-
mún con todos los 'cuentos' sobre nosotros que cir-
culaban.
"Prats estuvo con sus dos hijas y la mujer. Tuvimos
una especie de cóctel,con empanadas, típico de la pe-
ña, un poco de vino y después, música. Víctor saludó al
general con sus canciones. Cantamos todos, todo el
mundo. Esto fue una fiesta especial para amigos. Estu-
vieron los ministros Letelier y Flores, varios diputados,
gente del equipo joven de la Unidad Popular. Nosotros
de alguna manera queríamos que él estuviera contento
y pudiera sentir un poco nuestro respeto hacia él, que
compartíamos sus sentimientos.
"Para nosotros, artistas, fue muy emocionante en-
contrarnos con Prats. Y el general al mismo tiempo es-
tuvo emocionado también."
Pero la suerte del general patriota había sido echa-
176
da y era la misma que debían correr Salvador Allende
* y Víctor Jara.
Víctor siempre sabía que el camino que había ele-
gido estaba lleno de peligros. Lo sabía desde que com-
puso su famosa canción Puerto Montt. Desde entonces
los gamberros de "Patria y libertad" y del Partido Na-
cional lo amenazaban con cuchillo y pistola. Perse-
guían a este "maldito cantante" para pegarle en la ca-
lle. Al documentarme sobre Víctor Jara, encontré el si-
guiente testimonio en una de las publicaciones extran-
jeras de la Unión de Jóvenes Comunistas de Chile: "Lo
amenazaron varias veces. Incluso lo trataron de atro-
pellar, le echaron un auto encima. Y él tuvo que sallar
y luego salir corriendo. O sea, esto de la agresividad
contra Víctor, del odio, no se produjo con el golpe, sino
que venía de antes. Pero en lo personal era muy valien-
te. Un tipo que nunca escapó ante una situación de
riesgo. Jamás huyó. Siempre se la jugó".
Naturalmente, nada más fácil que presentar a un
hombre que desconoce el miedo y no tiene dudas. Pero
en la vida no es así. Si no recuerdo mal, Saint Exu-
pery hizo la siguiente pregunta retórica: ¿Acaso existe
en el mundo un ser humano que jamás haya sentido
miedo? Creo que incluso a la gente de recio carácter le
es difícil conservar el dominio de sí misma y el equili-
brio espiritual en un ambiente de constantes amena-
zas. Pero el deber y la convicción son más fuertes cpie el
temor, y lo vencen. El cantante siempre fue sincero:
"Estamos (Víctor y Joan —Mota del autor) tan llenos
de temores y angustias. Nos han hecho así, listos para
defendernos y para creer que siempre tenemos la ra-
zón".
Víctor sabía que los fascistas no le perdonarían sus
"canciones rojas". No es casual que en los últimos me-
ses de su vida releyera obras del poeta antifascista espa-
ñol Miguel Hernández, masacrado en los calabozos
franquistas. Le gustaba su poesía, puesto que compar-
tía sus ideas y sentimientos. En el alma del cantante
chileno se grabó la poesía de Miguel Hernández Vientos
177
del pueblo me llaman, la cual termina con un verso
que suena como profecía del destino del propio Víctor:
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Ven, amigo,
lucha conmigo...
Pablo Neruda
181
convenciéndolos en ia necesidad de oponerse a la ame-
naza de exterminio de los cuadros de mando que, co-
mo ellos afirmaban, tramaba la Unidad Popular.
El nuevo comandante en jefe, general Pinochei.
que en vísperas había jurado fidelidad al presidente
Allende, encabezó el golpe. Fascista encubierto con la
máscara de constitucionalista, Pinochct dio orden de
asediar el palacio de La Moneda.
En estas condiciones Allende no se creyó con dere-
cho a llamar al pueblo inerme a la lucha. Quería evitar
un derramamiento inútil de sangre, pero decidió acep-
tar desigual combate en La Moneda. Sabía que con un
puñado de los defensores del palacio no podría alcan-
zar la victoria militar. Pero el presidente estaba con-
vencido de que el combate que libraría defendiendo el
mandato del pueblo, sería una vicloria moral y política
de la Unidad Popular. No quería ver derrotada la ban-
dera de la revolución, sino dejarla bien alta. El manda-
tario del pueblo prefirió morir arma en mano antes que
capitular frente a los putehistas, estaba seguro que su
muerte no sería estéril.
Jamás olvidaré la firmeza con que hablaba Allende
por los micrófonos de la emisora comunista Magalla-
nes. Su voz sonaba sobre el estruendo de las explosio-
nes:
Ante los hechos sólo me cabe decir a los trabaja-
dores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito
histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo-
Hice girar la manecilla de la radio portátil. Des-
pués de los ataques aéreos las emisoras democráticas
fueron callando una tras otra. Pero Magallanes seguía
resistiendo. Los putehistas no pudieron interrumpir el
último discurso de Salvador Allende. Luego escuché la
voz familiar del locutor, que dijo: "En cualquier mo-
mento nos pueden interrumpir, pero seguiremos aquí
hasta el final". En medio de los cañonazos salió al aire
la canción de Sergio Ortega El pueblo unido, interpre-
tada por Quilapayún. Los que se encontraban en la
emisora corearon el estribillo:
182
Y ahora el pueblo
que se alza en la lucha
con voz de gigante
gritando: ¡adelante!
¡El pueblo unido
jamás será vencido!
183
Como si fuera ahora veo el rostro de Víctor: llama
por teléfono de mi oficina a su esposa Joan.
— Debo quedarme aquí un tiempo. No os preocu-
péis. Esperad. Volveré sin falta.
Víctor siempre fue un hombre del deber. Y lo si-
guió siendo en esta peligrosa situación.
Después sufrí mucho por su muerte. Me sentí de al-
gún modo culpable ante él. No podía perdonarme el
no haberlo mandado entonces a su casa. Debí hacerlo.
Aunque más tarde los soldados ya emplazaban ame-
tralladoras pesadas en los techos de los edificios cerca
de la Universidad, pero hasta el toque de queda toda-
vía era posible salir. Sin embargo, yo pensaba: en la
calle lo pueden identificar y matar..."
Por la noche la Universidad fue rodeada por solda-
dos en carros blindados. Toda la noche estuvieron pre-
parándose para el ataque como si tuvieran delante una
fortaleza militar. Después del intenso cañoneo, los sol-
dados irrumpieron en el edificio y emprendieron a cu-
latazos con los estudiantes. El camarógrafo Hugo Ara-
ya, que había venido a filmar la inauguración de la ex-
posición, se situó con su cámara frente a los "vencedo-
res" triunfantes. Y casi al instante un balazo lo mató.
A Víctor junto con otros estudiantes lo obligaron a ten-
derse en el suelo boca abajo.
AI que se mueva ic vuelo la cabeza —gritaban
los oficiales.
Durante varias horas los soldados pisoteaban con
sus botas a la gente tendida, sin dejar que se levantasen
hasta que llegó la orden ele trasladar a los "prisione-
ros" de la Universidad Técnica al Estadio Chile que,
al igual que el Nacional, recibía a los primeros
cautivos.
...Poco después del golpe contrarrevolucionario
fascista en Chile la prensa del mundo entero publicó la
última foto de Salvador Allende. En esta secuencia his-
tórica el "compañero presidente" en el palacio cercado
por los putehistas parece un soldado ante el combate,
la cabeza tocada con un casco y empuñando la metra-
181
lleta en la diestra. El rostro del presidente, al igual que
los de los valientes defensores de La Moneda que lo
acompañan, tiene una grave expresión. Salvador
Allende murió en su puesto, con las armas en la
mano.
Me interesé por el hombre que aparecía en la foto al
lado de Allende. Conversando con los chilenos me en-
teré que se trataba del médico particular de Salvador
Allende, un tal Danilo Bartulín (nieto de emigrados
yugoslavos, de donde proviene su nombre y apellido
eslavos). El 11 de setiembre de 1973 Bartulín fue testi-
go de las últimas horas de vida del presidente en el edi-
ficio de La Moneda, presa de las llamas.
Por inverosímil que parezca, Danilo se salvó por
milagro y emigró de Chile. Me entrevisté con él en Mé-
xico, donde estuve en 1976 por artes del periodismo.
Danilo Bartulín me habló del último combale del
"compañero presidente". La conversación ya concluía
cuando supe una noticia inesperada. Danilo Bartulín
pasó junto con Víctor J a r a los últimos días de vida del
cantante en el Estadio Chile.
La entrevista u-rmirió ya entrada la noche. Danilo
hablaba pausadamente, con esfuerzo. Lo escuchaba
sintiendo que un dolor inextinguible me oprimía el co-
razón. Reproduzco el relato de Danilo Bartulín grabado
en magnetófono.
"Cuando me detuvieron, me llevaron al Estadio
Chile. Fue por la larde del 12 de setiembre. Allí ya ha-
bía muchos prisioneros. J u n t o con otros presos nos or-
denaron ponernos en íila con las manos en la nuca. De
repente un oficial me reconoció:
— Es el médico de Salvador Allende.
El comandante Manrique, un fascista empederni-
do, se acercó a mí, desabrochó la funda, sacó la pistola
y apuntándome a la cabeza, dijo:
— Ha llegado tu hora.
Y dirigiéndose a los soldados, ordenó:
- Sepárenlo de los demás y déjenmelo a mí.
Me apartaron del grupo y me dieron un empujón
185
que me tiró por tierra. Vi a un grupo de jóvenes que los
soldados iban arreando, apuntándolos con metralletas.
Al comandante le dijeron:
— Son de la Universidad Técnica.
Los pusieron en fila también. Manrique recorrió la
fila y señaló con el dedo a un preso:
— A esc me lo dejan a mí también.
No quería dar crédito a mis ojos. Se trataba de Víc-
tor Jara. Varios soldados se animaron: "Aquí está el
cantante Jara...". Pero el oficial les cortó:
— Este señor quiere pasar por otro. Es un líder ex-
tremista.
Esa calificación era suficiente para justificar el ase-
sinato.
Poco después a Víctor y a mí nos separaron de otros
prisioneros y nos metieron en un pasillo frío. Estuvie-
ron pegándonos desde las siete de la tarde hasta las
tres de la madrugada. Nos encontrábamos tumba-
dos en el suelo sin poder movernos. Estábamos aislados
de otros presos políticos. A eso de las tres de la madru-
gada vino un teniente que me invitó a sentarme. Em-
pezó a preguntarme sobre Allende y me tendió un ci-
garrillo. Fumé. Mientras tanto, Víctor seguía tendido
en el suelo. Le entregué la mitad del cigarrillo, puesto
que el teniente no quiso dar otro a Víctor.
Casi tres días estuvimos juntos Víctor y yo en el Es-
tadio Chile. A nosotros casi no nos daban de comer.
Engañábamos el hambre con agua. Víctor tenía la ca-
ra llena de cardenales y un ojo cerrado por la hin-
chazón.
Conversamos mucho en ese tiempo, Víctor me ha-
bló de su familia, de su mujer y sus hijas a quienes
quería mucho, de sus espectáculos en el teatro y de las
nuevas canciones que soñaba hacer... En el mismo es-
tadio donde nos tenían presos, a Víctor le habían
aplaudido cuando ganó el concurso de la Nueva Can-
ción Chilena en el festival.
Víctor se mostraba pesimista respecto a su destino.
Pensaba que no saldría de allí. Traté de animarlo.
186
Aunque presentía su próxima muerte, seguía siendo el
de siempre. Se portaba con valor, con dignidad, no pe-
día gracia a sus torturadores..."
Aquí interrumpo la grabación de mi conversación
con Danilo Bartulín para completarla con los testimo-
nios de otros ex-prisioneros del Estadio Chile, a quie-
nes también entrevisté.
Rolando Carrasco, ex-director de la radio sindical
Luis Emilio Rccabarren:
"Dos veces vi a Victor en el Estadio Chile. Fueron
unos encuentros breves. El 13 ó 14 de setiembre, por lo
visto, por la mañana, pasé cerca del pasillo donde te-
nían a prisioneros aislados. Allí estaba Víctor Jara,
sentado en una silla de madera, extenuado, con rastros
de azotes en la frente y las mejillas. Se sonrió al verme.
Nos saludamos. Al día siguiente pasé de nuevo por allí
y otra vez nuestras miradas se cruzaron. Nos saluda-
mos. Al igual que el día anterior, su rostro se iluminó
con una sonrisa que me reconfortó el alma. ¡Llevaba
ya tanto tiempo en este maldito pasillo! De vez en
cuando ios guardias venían por él y se lo llevaban a no
sé donde.
Ahora era difícil imaginar que todavía el 10 de se-
tiembre estuviéramos bromeando alegremente en la
emisora. En los estudios Víctor y yo escuchamos la gra-
bación de su nueva canción Marcha de los constructores.
El disco tenía que salir pronto. Jara quería que la emi-
sora de la Central Única de Trabajadores fuera la pri-
mera en transmitir esta marcha, compuesta a petición
de los obreros de la construcción. El 11 de setiembre
nuestra emisora fue saqueada por los golpistas por ne-
garse a obedecer a la junta fascista. Al ver a j a r a en el
estadio, pensé con amargura que seguramente aquella
última grabación de Víctor habría sido destruida y el
disco no saldría... Víctor estaba reservado y callado,
mientras que en mi memoria sonaba la voz del cantan-
te..."
A veces los verdugos dejaban en paz a Víctor J a r a
y Danilo Bartulín, porque tenían demasiado "trabajo"
187
en el estadio. Después de torturarlo, parecía que se ha-
bían olvidado del artista. Fue el propio Víctor que pa-
só o casualmente lo enviaron con otros prisioneros. He
aquí lo que me contó Carlos Orellana, ex-colaborador
del Departamento de cultura e información de la Uni-
versidad Técnica, que fue detenido junto con Jara:
"Por dentro el Estadio cubierto Chile esiaba ilumi-
nado constantemente por los reflectores y no tardamos
en perder la noción del día y la noche. Víctor estuvo al-
gún tiempo con nosotros, pero no recuerdo cuando lo
sacaron de nuestro grupo. No sé si fue al día siguiente
o al tercero de nuestra estancia allí.
"Normalmente en el estadio anunciaban por los al-
tavoces el apellido del prisionero ordenándole presen-
tarse en tal o cual lugar. Pero a J a r a lo vino a buscar
un soldado. En este momento Víctor estaba sentado en-
tre Borís Navia, jurista de la Universidad, y yo. El sol-
dado se acercó silenciosamente y sin pronunciar una
palabra tocó el hombre de Víctor haciéndole señas pa-
ra que lo siguiera. Tanto yo, como otros prisioneros te-
níamos la impresión de que los militares no querían de-
cir en voz alta que a j a r a se lo llevaban a alguna par-
te... Cuando el cantante se levantó seguramente, no
pensaba volver sano y salvo tuvo tiempo de sacar
del bolsillo una hoja arrugada de papel y se la dio furti-
vamente a Borís Navia. Era el poema Estadio Chile,
compuesto por Víctor.
"Más tarde, ya en el Estadio Nacional durante los
primeros interrogatorios, entre las cosas de Borís Na-
via, encontraron este papel con el poema. Lo escondía
en un calcetín. El poema denunciaba el fascismo y la
dictadura. Los militares creyeron que su autor era Bo-
rís y lo apalearon sin piedad. Le quitaron el poema.
Pero con ayuda de los compañeros Borís pudo hacer
varias copias a mano del poema. Una de las copias fue
a parar a manos de Ernesto Araneda, destacado comu-
nista y cx-senador, que también estaba preso. No sé có-
mo logró salvar el poema y enviarlo fuera. Después de
la muerte del cantante el partido editó en la clandesti-
188
nidad este poema, que fue rápidamente divulgado y se
hizo famoso...
"Por última vez vi a Víctor en el Estadio Chile
unas horas después de que se lo llevara el soldado. Hu-
bo momento cuando se podía moverse más o menos li-
bre por las graderías. Se me acercó un estudiante de
la Universidad. Había visto a Víctor en un pasillo y en
algún momento Víctor le insinuó que quería hablar
conmigo. Cuando me acerqué al pasillo, J a r a pidió al
guardia que lo acompañara al baño. Me dirigí allá
también. Allí pudimos intercambiar varias frases. Por
el rostro ensangrentado de Víctor comprendí que lo
torturaban cruelmente. Pero no me llamó para quejar-
se o pedir algo pava él personalmente. A Víctor le pare-
ció sospechoso un "prisionero", también de la Univer-
sidad Técnica que deambulaba por el estadio sin te-
mor, charlaba y hasta bromeaba con los militares. To-
do eso parecía muy extraño. Víctor pensó — y tenía ra-
zón— que se trataba de un soplón, infiltrado expresa-
mente. J a r a creía su deber advertirnos a nosotros, pro-
fesores, colaboradores y estudiantes de la Universidad
Técnica. En aquellos terribles condiciones Víctor pen-
saba en sus compañeros. Después de este encuentro no
lo volví a ver..."
Mas volvamos a la grabación de mi entrevista con
Danilo Barlulín.
"El estadio, que daba cabida a cinco mil personas,
estaba repleto. Para dominar a los prisioneros, por la
noche los cegaban con potentes reflectores. Ametralla-
doras pesadas sobre trípodes apuntaban a las graderías
llenas de gente para amedrentar a los prisioneros.
"Pronto empezaron a trasladar urgentemente a los
prisioneros al Estadio Nacional donde a los militares
les era más fácil controlar la situación. En el último
grupo formado para ir al Nacional estábamos Víctor
y yo. En total éramos unas cincuenta personas. De
pronto apareció el comandante Manrique, recorrió la
fila y ordenó a salir a Víctor Jara, Eitre Quiroga, cono-
cido jurista y comunista, y a mí.
189
"— Llévenlos abajo —dijo.
"Yo sabía que 'abajo' nos esperaba la muerte. Allí
tenían habilitada una cámara, en lo que había sido
guardarropía y varios baños. Muchos de nuestros com-
pañeros fueron llevados allí, pero nadie volvió. Una
vez me condujeron al interrogatorio y, al pasar, vi un
montón de cadáveres, de cuerpos masacrados y des-
membrados. Luego sacaban los cadáveres en camiones
y los dejaban tirados en la calle.
" 'Abajo' nos metieron a Víctor y a mí en un mismo
baño. En el baño vecino estaba Litre Quiroga. Víctor
y yo comprendimos que no teníamos salvación: éramos
los últimos prisioneros del Estadio Chile. Pero inespe-
radamente se dio la orden que yo saliera. Víctor y yo
nos despedimos en silencio, con una sola mirada. Me
llevaron a un camión blindado con el motor en mar-
cha, me metieron dentro y cerraron la puerta. Ei ca-
mión estaba lleno de prisioneros. Así fui a parar al Esta-
dio Nacional. Sólo estando allí comprendí porque no
me habían dejado con Víctor en la cámara de conde-
nados a muerte. Al verme entre los recién llegados, un
coronel de carabineros dijo:
" — Es él. Tiene que decirnos todo lo que sepa de
Allende.
"Empezaron constantes interrogatorios y torturas.
Quierían que hiciera ciertas "confesiones" para desa-
creditar la vida y la personalidad del presidente popu-
lar. Tres veces me hicieron pasar por simulacros de fu-
silamiento...
"Luego supe que el cuerpo de Víctor había sido
descubierto cerca del cementerio Metropolitano y el
cadáver de Litre Quiroga, en una calle de Santiago.
Naturalmente, los militares mataron aquella misma
noche a los dos prisioneros que quedaban en el Estadio
Chile y luego arrojaron sus cuerpos en la ciudad para
que pareciera que habían muerto en un tiroteo calleje-
ro..."
Danilo Bártulín concluyó su relato y recordé que
estando todavía yo en Santiago los secuaces de la junta
190
divulgaron la versión de que el cantante había atacado
con metralleta a una patrulla militar y ésta, defendién-
dose, lo mató.
Pero la única arma de Víctor era la guitarra. A Da-
nilo Bartulín lo torturaron para sonsacarle los datos se-
cretos que podía saber el médico particular del presi-
dente. Pero ¿qué "secretos" podía saber el cantante?..
A Víctor lo torturaron y asesinaron porque odiaban
sus canciones. ¿Fue una orden que partió desde arriba
o una decisión de los militares que juzgaban y masa-
craban en el Estadio Chile?
Tal vez el tiempo responda a estas preguntas
y mencione por sus nombres a los asesinos.
Los primeros meses que siguieron al golpe, en Chile
y en el extranjero circularon distintas versiones acerca
de las circunstancias de la muerte del cantante. La más
divulgada fue la siguiente: Víctor, extenuado por las
torturas y el hambre, juntó sus últimas fuerzas y lanzó
un desafío a sus verdugos, cuando comprendió que la
muerte era inevitable. Cantó ante los prisioneros que
llenaban las graderías del estadio. Según una versión,
cantó el himno de la Unidad Popular Venceremos, según
otra, fue su propia canción El hombre es un creador, la
tercera dice que se trataba de La Internacional.
La trágica muerte del artista a los 35 años, en las
mazmorras íáscistas, no sólo estremeció el mundo, sino
engendró leyendas. La gente quería saber más detalles
sobre el cantante de las "barricadas rojas de Chile",
quería conocer cómo murió. Pero los primeros meses
y hasta años después del golpe no había fuentes fide-
dignas en que apoyarse. No había testigos oculares de
la muerte del cantante. Mientras tanto, la junta borra-
ba las huellas de sus crímenes. Y quienes lograron salir
de Chile, basaban sus relatos acerca de los últimos días
y horas d e j a r a en los rumores populares. Era muy difí-
cil distinguir dónde terminaba la verdad y empezaba
la leyenda. El nombre de Víctor lo envolvían mitos su-
perfluos. Ya de por si, sin esas leyendas, la breve vida
de Víctor J a r a dejó una estela inconfundible en el arte
191
chileno, en la historia de la lucha de los chilenos por
una vida nueva. Con su muerte el cantante confirmó
su profunda fidelidad a la causa del pueblo.
Pasaron los años, muchos presos políticos salieron
en libertad y emigraron. No recuerdan que Víctor J a r a
cantara ante los prisioneros en las graderías. Tampoco
confirmaron este episodio Danilo Bartulín, Rolando
Carrasco y Carlos Orellana, quienes pasaron por el in-
fierno del estadio convertido en campo de concentra-
ción. Rolando Carrasco me dijo: ''El ambiente en el
Estadio Chile impedía el canto. Tal desafio habría pro-
vocado a los militares a una masacre como si se hubie-
ra tratado de un motín".
Según cuentan los testigos, la actitud de Víctor Ja-
ra en el Estadio Chile fue moderada, serena y, al pro-
pio tiempo, valiente. Así, de los hechos y sucesos reales
surge la verdad, sencilla, pero no menos fuerte que la
leyenda.
Mientras trabajé en el libro, establecí contacto con
el cantante chileno Osvaldo Rodríguez, que vivía en
Checoslovaquia. Cuando Víctor J a r a salía de gira al
extranjero, Osvaldo Rodríguez lo sustituía en la peña
"Los Parra". Es interesante el fragmento de una carta
que me envió Osvaldo:
"En París, en 1974, me llamó Helvio Solo, cineasta
chileno, quería que yo hiciese el papel de Víctor J a r a
en una película que preparaba y que se llamaría más
tarde Hueve sobre Santiago. No pude cumplir con su pe-
dido, en aquellos primeros años de exilio costaba mu-
chísimo trasladarse de un país a otro. Pasó un año y en
una de mis pasadas por París volví a encontrar a Hel-
vio, se trataba entonces de doblar la voz de Víctor en el
filme, no había chileno que lo hiciera. Entonces sí que
pude ayudarle y allí quedó grabada mi voz cantando
Venceremos en esa escena en que Víctor es sacado del es-
tadio.
""Fue extraño sentir mi voz saliendo de la garganta
de ese actor que representaba a Víctor. Hoy sabemos
que la historia no es como se cuenta en el filme... Pero
192
la leyenda es la leyenda, y por lo demás, el cineasta
puede y debe permitirse licencias que están completa-
mente Cuera de la realidad, a veces, pero que contribu-
yen a formar el cuerpo dramático de la obra."
Como vemos, Osvaldo Rodríguez trató también de
restablecer el verdadero cuadro de la muerte de Víctor
Jara, que no coincidía con la versión cinematográfica.
Mas, a pesar de todo, creo que la leyenda puede te-
ner orígenes reales. ¿Acaso podemos excluir la posibili-
dad de que Víctor cantara a la cara de sus verdugos
que le apuntaban con metralletas cuando quedaron
a solas con el cantante en el sótano del estadio?.. Tal
vez algún soldado oyera la canción revolucionaria rota
por la descarga. Por ahora no se conoce ni un solo testi-
go de la muerte d e j a r a .
Víctor nunca humilló la frente ante los todopode-
rosos, la inclinaba sólo sobre su guitarra. Vivió, amó
y trabajó cantando. Y murió cantando dejándonos el
dramático y elevado testimonio de lo que sufrió: el
poema Estadio Chile. Un hombre que salió en libertad
logró sacar una copia del poema. Las hojas de un cua-
derno escolar contienen los versos llenos de valor
y lealtad.
194
fueron expulsados del Conservatorio, del teatro y de la
Escuela de Teatro de la Universidad.
Por milagro, la junta no tocó al cantante Héctor
Pávez, compañero de Víctor Jara. Héctor no pudo
contener las lágrimas al enterarse de la muerte de Víc-
tor. Estaba profundamente preocupado por la deten-
ción de Ángel Parra. Entonces Héctor se decidió a un
acto de desesperación: encabezó la delegación de artis-
tas que intentó aclarar ante las autoridades militares
sus perspectivas y el destino de sus colegas detenidos.
Rene Largo Farias, dirigente de la peña "Chile ríe
y canta" que después del golpe se exilió en México, me
enseñó las cartas que Héctor Pávez le envió más tarde
de París. En una de ellas Héctor habla de aquella mi-
sión suya:
"Nos recibió el coronel Ewing con un séquito de
oficial i tos jóvenes, suboficiales armados hasta los dien-
tes, escribanos, grabadoras... Estábamos frente a frente
a los asesinos. Era una tarea dura, pero había que
cumplirla. Nos dijeron que si Ángel era inocente como
blanca paloma volaría. Y a mí se me revolvía el estó-
mago, porque ya conocíamos las torturas que había su-
frido Ángel en el Estadio Nacional. Nos advirtieron
que iban a ser muy duros, que revisarían con lupa
nuestras actitudes, nuestras canciones, que nada de
flauta ni quena, ni charango porque eran instrumentos
con la canción social..."
Poco después los fascistas recluyeron a Ángel Parra
en el campo de concentración Chacabuco en medio del
desierto del norte, atravesado por canteras salitreras
abandonadas. Los amigos del partido aconsejaron
a Héctor Pávez que emigrara.
LA ANTORCHA DE LA CANCIÓN
196
fundía la esperanza de que salieran victoriosos de esta
batalla a muerte.
La junta fascista, presionada por la opinión pública
mundial, se vio obligada a liberar a Ángel Parra del
campo de concentración y lo deportó del país. Isabel
Parra y Héctor Pávez, al igual que Sergio Ortega, lo-
graron emigrar de Chile. Todos ellos se encontraron en
París.
En el extranjero Héctor Pávez tuvo que .someterse
a otra operación del corazón. Los médicos le advirtie-
ron: "Cuídese. El canto le perjudica 1 '.
Pero en el exilio Héctor no prestaba oído a la inler-
cadencia de su corazón enfermo, sino a la ferviente lla-
mada que lo guiara durante toda su agitada vida. Con
su canción y su guitarra Pávez se incorporó a la impe-
tuosa actividad del movimiento de solidaridad interna-
cional con la lucha del pueblo chileno.
En Héctor Pávez había algo de Danko, personaje
de un cuento de Máximo Gorki, que sacrificó su cora-
zón en aras del amor al género humano. A fines de
1975, hallándose lejos de la patria a la que amaba con
tanto fervor, el corazón de Héctor Pávez dejó de latir.
Sobre la mesa en el apartamento donde Héctor vivía
en París, quedó una hoja de papel en la que Héctor es-
cribió de su puño y letra la Cueca de la resistencia. Fue-
ron sus palabras de despedida. La Cueca de la resistencia
es una de las últimas canciones que nacieron en la pura
fuente de su corazón.
Las cartas escritas el último año de su vida a Rene
Largo Farías, antiguo dirigente de la peña "Chile ríe
y canta", residente en México, contienen un impresio-
nante diario de lucha en aras de los ideales de libertad,
humanismo e igualdad.
"Nuestro trabajo es recordar con canciones lo que
es el fascismo desatado. La solidaridad es tan grande
que dan ganas de llorar a gritos de alegría y esperanza.
Con mi hermana Raquel y otros compañeros hemos
recorrido casi toda Europa, y hemos actuado en cada
teatro, en cada plaza, en cada sindicato, en cada lugar
197
donde hay un hombre que nos escuche... Canté en
Austria en un impresionante acto de solidaridad con el
pueblo chileno, allí habló la compañera Tencha (así
llamaba el pueblo cariñosamente a Hortensia Bussi de
Allende, viuda de Salvador Allende — jVoía del autor)
que desplegó una actividad increíble, de inmenso va-
lor. Luego iré a Italia y Bélgica, y tengo pendiente una
invitación para ir a cantar a Portugal. Te mando mi
cueca Alerta pueblos del mundo... Debe tener la triste-
za y la venganza, el llanto y la alegría, como el espíritu
de nuestra raza...
"Tenemos un trabajo tremendamente agotador,
pero estamos felices. Integro el grupo llamado Canto
General, dirigido por Sergio Ortega. Hacemos una
obra sinfónica fblclórica, un coral teatral sobre textos
de Neruda... Son 17 canciones difíciles... También es-
toy haciendo un disco que incluye 14 danzas chilenas.
Siento que mi voz y la de Chile irán por toda Europa
en danzas bailadas por el pueblo..."
La Nueva Canción Chilena se hizo popular en toda
Europa y otros continentes. En Italia trabajaba el gru-
po Inti-Illimani, en Francia, el Quilapayún. Uno
a uno salieron de Chile los integrantes del grupo Apar-
coa para unirse en la RDA. Los cantantes y grupos chi-
lenos en el exilio viajan con sus conciertos por el mun-
do entero y su repertorio contiene siempre canciones de
Víctor Jara. Es verdad, "la canción fusilada" resultó
tener alas.
Es muy amplia la geografía de los festivales musica-
les internacionales en memoria de Víctor Jara: Moscú,
Sochi, Togliatli, Sofía, La Habana, Helsinki, Roma,
Atenas, Londres... Era cantante y para recordarlo na-
da mejor que interpretar sus canciones. Y esas cancio-
nes suenan en distintos idiomas. En muchos países se
publican discos de Víctor Jara.
Hay filmes sobre Víctor Jara, célebres poetas
y compositores le dedican sus poesías y canciones, des-
tacados pintores, sus cuadros. Surcan los mares moto-
naves soviéticas que llevan los nombres de ilustres hijos
198
del pueblo chileno: "Salvador Allende", "Pablo Neru-
da", "Víctor J a r a " .
En agosto de 1977 en México se publicó una decla-
ración dando cuenta de que el Comité Central del Par-
tido Comunista de Chile había celebrado un pleno, el
primero después del golpe fascista. No se comunicó
donde se había reunido. Más tarde se hicieron públicos
los documentos del pleno. Leí el informe de Luis Cor-
valán. Al inaugurar el pleno, Corvalán rindió homena-
je al valor y la memoria de los luchadores comunistas
caídos y entre ellos mencionó a Víctor J a r a .
Al pleno fue invitado el compositor Sergio Ortega,
quien dijo:
— El fascismo asesinó al camarada Víctor Jara,
héroe del pueblo chileno, miembro del Comité Central
de las Juventudes Comunistas, y a muchos otros hom-
bres de la cultura chilena. Sin embargo, el fascismo no
nos pudo hacer callar.
La junta no consiguió borrar de la memoria de los
chilenos la Nueva Canción Chilena, que sobrevivió
y sigue luchando.
En 1979 me encontré con el comunista Alberto,
que actuó en la clandestinidad y tuvo que abandonar
Chile, porque la policía de Pinochet le seguía la pista.
— Poco antes de mi partida — me contó - fuimos
un amigo y yo a la peña "Doña Javiera", de la calle
San Diego en Santiago, para tomar un vaso del timo
y escuchar canciones. Había unas 80 personas. En el
diminuto escenario unos cantantes sustituían a otros.
Había mucho ruido en la sala. Y de pronto se hizo el si-
lencio. Nosotros también interrumpimos nuestra char-
la al oír los primeros acordes de una melodía que nos
era tan familiar y entrañable. Y aunque los cantantes
— un d ú o — no anunciaron el título ni el nombre del
autor, el público en seguida comprendió que se trataba
de la canción Te recuerdo, Amanda, de Víctor Jara.
— Alberto, ¿puedo mencionar en mi artículo para
Komsomólskqya pravda el nombre de la peña?
— Hombre, pero sí no es un secreto. Actualmente
199
las canciones de Víctor J a r a se cantan en las peñas y
no sólo en las peñas— y los militares lo saben. Son im-
potentes para silenciar las melodías de Víctor J a r a . Se
puede matar a un cantante, pero no sus canciones. Los
programas culturales de nuestros jóvenes y obreros no
pueden prescindir de las canciones de Jara. Son parte
del patrimonio nacional de los chilenos. Naturalmente,
los militares impiden su transmisión por radio, televi-
sión o casas diseográíicas. En el país hay miles de case-
tes con grabaciones de su voz. Los jóvenes comunistas
chilenos llevan en su corazón el nombre y las canciones
de Víctor Jara...
Los chilenos que residen en Moscú me prestaron un
ejemplar de la revista Basta, de marzo de 1986, publi-
cación clandestina de la Unión de jóvenes Comunistas
de Chile. Allí leí que del 31 de enero al 2 de febrero de
1986 en Santiago, en la sala del Instituto Miguel León
Prado ', se celebró el primer Festival Víctor Jara, con-
vocado por las asociaciones de escritores, artistas, pin-
tores y escultores, y las organizaciones estudiantiles,
con el lema "Por el Derecho a Vivir en Paz" (palabras
de una canción de Víctor J a r a ) . Precedieron al festival
conciertos y programas culturales en memoria de Víc-
tor J a r a en las provincias y las ciudades del país, en el
curso de los cuales se seleccionó a los solistas para el fes-
tival de Santiago. 60 destacadas personalidades de la
cultura de Chile y el extranjero enviaron sus saludos
a este evento.
Una profunda emoción se apoderó de los artistas
y del público cuando subió al escenario Joan Turncr,
viuda del cantante (a diez años después del golpe Joan
pudo volver a Chile). Tenía en sus manos el poncho en
que Víctor J a r a actuaba ante los chilenos. Entregó esta
valiosa reliquia familiar a los continuadores de la causa
de su marido.
¿Cuál era la meta del festival? —pregunta el
1
Miguel León Prado, famoso sacerdote chileno.
200
autor del artículo de la publicación clandestina y res-
ponde:
"Agrupar en torno a la figura de Víctor (ejemplo
de compromiso asumido como hombre, como luchador
de la justicia y de la paz, corno artista y forjador de fu-
turas generaciones) a todos aquellos que de una u otra
manera luchan en el campo de la cultura popular,
y convertir la jornada en otra trinchera para recuperar
la libertad y la libre creación que eleva y dignifica al
hombre."
¿Se cumplió la meta del festival? vuelve
a preguntar el articulista— y explica:
"Para nuestro pueblo el solo hecho de haber reali-
zado el festival es una victoria sobre la dictadura. Fue
un desafio más de nuestra juventud a la anticultura del
régimen y una ardiente propuesta en este terreno.
Nuestro pueblo a través del festival se puso de pie para
defender la verdadera cultura, la que hacen las masas,
heredada desde antes de la llegada de los conquistado-
res españoles.
' 'Por el Derecho a Vivir en Paz', este lema del fes-
tival fervorosamente acogido por cada asistente al
evento, recalcó que las armas del pueblo, obligado
a defender sus derechos a la vida y a la paz, son todos
los que estén a su alcance para conquistar la ansiada li-
bertad.
"Víctor J a r a es algo más que un hombre. Lo que
representan estas diez, letras es más complejo. Víctor es
un arma de resistencia que miles de vigorosos brazos
van recogiendo, una reafirmación, esperanza y fe en la
victoria y en el futuro, que es nuestro y lo conquistare-
mos."
La canción de Víctor J a r a sigue siendo la voz del
pueblo indómito de Chile, con él lucha y triunfa. La
cantan nuevas generaciones de chilenos.
El nombre de Víctor J a r a es entrañable para todos
los hombres honrados del mundo. No disminuye el in-
terés por la personalidad del "Cantor de las barricadas
rojas de Chile" en distintas regiones del país de los So-
201
14-334
victs. Después de mis publicaciones sobre, el cantante
antifascista chileno recibí cartas del Altai, de la región
del Volga, de Ucrania, de Sibcria, de Kazajstán... Las
cartas de los jóvenes soviéticos, socios de los clubes de
amistad internacional ''Víctor J a r a " , causan profunda
impresión.
A veces los lectores, especialmente los soviéticos,
creen que soy un antiguo compañero de Víctor. No me
puedo considerar un amigo de Víctor Jara, No tengo
derecho a pretender a este título tan alto. Creo que al
leer este libro, comprenderán que tengo razón.
Tampoco puedo omitir aquí la definición que da
a la amistad el cantante chileno Osvaldo Rodríguez.
Me dirigí a él como "amigo de Víctor". Me conmovió
la respuesta que me envió de Praga:
"Cuando digo conocer a Víctor Jara, estoy muy le-
jos de decir 'ser amigo' de Víctor. Este es un asunto de-
licado y a mí me gusta tratarlo de esta forma por varias
razones. Desde un comienzo, después del golpe de Es-
tado en Chile, aparecieron un montón de 'amigos' de
Víctor. Yo siempre me he negado a entrar en ese juego.
"Si bien es cierto que con Víctor muchas veces nos
tomamos una copa, tanto en las mesas de la peña de
'Los Farra', tanto en alguna boite de Viña del Mar,
en los camarines de estadios en donde debíamos can-
tar, en mi propia peña del Mar. Y aunque cierta vez
me haya escuchado pacientemente cantarle todo mi
repertorio (a pedido de él) y otra vez me haya dado
consejos muy hermosos y aún cuando cierta vez me re-
galó un sombrero para mi colección (si no me equivo-
co era un gorro ruso de aquellos de piel de caracul), to-
do esto no indica que fuimos amigos. Entre otras cosas,
hablando de lo que era una amistad en Chile, yo no me
sentiría amigo de alguien en Chile sin haber jamás visi-
tado su casa, por ejemplo. Yo nunca estuve en casa de
Víctor J a r a en Santiago y tanto era mi desconocimien-
to de su familia..."
La carta de Osvaldo Rodríguez me hizo hacer
comparaciones. Tampoco estuve en casa de Víctor, co-
202
mo el en la mía. No tuve la suerte de conocer en Chile
a su esposa Joan. Nos conocimos por carta después de
que se estableció en Inglaterra, cuando salió de Chile.
Podría decir que J a r a y yo fuimos buenos conoci-
dos. Tal vez nuestras relaciones se hubieran convertido
en amistad de no habeT sido por el golpe militar.
A pesar de todo, creo que comprendí a Víctor,
hombre y artista, y traté de comunicar al lector esa
sensación mía. lodos estos años, mientras me docu-
mentaba para el libro, me parecía hablar con el can-
tante. Gracias a estos testimonios y documentos seguí
de cerca la formación de su carácter y de su talento
artístico. Pero además veía otra cosa: Víctor creció co-
mo personalidad, como hombre público en estrecho
contacto con las masas y ejercía creciente influencia so-
bre la juventud. Su prestigio entre los jóvenes y no muy
jóvenes comunistas chilenos era inmenso. En vísperas
del golpe militar se hacían preparativos para el congre-
so del Partido Comunista de Chile y sólo muchos años
después me enteré por casualidad que a j a r a lo promo-
vieron candidato a miembro del Comité Central.
¡Qué suerte tan grande para un periodista haber
tratado con Víctor Jara, haber dialogar amistosamente
con él, haber escuchado su canto!..
Víctor dijo en una ocasión que "el camo es como el
fuego que nos une y que queda ahí, en el fondo de no-
sotros para mejorarnos".
La llama de las canciones de Víctor J a r a sigue ar-
diendo en las almas humanas.
1974-1986
Víctor J a r a en el obrador de S. Epshtéin. T.eningrado, 1961.
V. l'ianij. amigo de Víctor Jara, con sus nietos, casi 25 años después
de su encuentro con Víctor,
La motonave ''Víctor J a r a " .
El grupo Inti-lllimani.
La canción.
Isabel Parra.
Ángel Parra.
CARTAS
1984
Estimado Leonard:
Nosotros, miembros del club internacional' "Víc-
tor J a r a " , de la ciudad de Sosnovka, región de Lvov, le
estamos muy agradecidos por los materiales sobre Víc-
tor Jara, que Usted publicó en Komsomólskaya pravda
y en las revistas Krugozor y Krestianka. Nos ayudaron
mucho en nuestra labor de recoger materiales sobre-
Víctor J a r a . Gracias a sus artículos hemos conocido
a Vladímir Pianij y Solomón Epshtéin, que vieron
a Víctor J a r a en nuestro país en 1961.
Actualmente, en las sesiones de nuestro club damos
lectura a las memorias de Joan Turner Víctor Jara: Un
canto truncado, que publica la revista Rovésnik y com-
prendemos mejor la vida del magnífico cantante chile-:
no y patriota.
Usted mantiene correspondencia con Joan Turner
y sabe su dirección en Londres. Le quedaríamos muy
agradecidos si nos la comunicase. Queremos escribirle
una carta que la anime.
Sabemos que el destacado cantante norteamerica-
no Dean Rced estuvo hace poco en Chile y que, des-
pués de dar dos conciertos, la policía pinochetista lo
echó del país. Hace varios años en la RDA se publicó
un libro suyo. Quisiéramos saber algo más de este libro
y conocer mejor a su autor, tanto más porque él cono-
1
Los clubes de amistad internacional, fundados por los mucha-
chos soviéticos, les ayudan a establecer contactos con sus amigos en el
extranjero.
223
ció personalmente a Víctor Jara. ¿Cómo hacerlo?
Aconséjenos.
Y, para terminar, quisiéramos decir unas palabras
sobre la ciudad donde vivimos. Nuestra Sosnovka es
una pequeña villa minera, situada en un pinar a 60 ki-
lómetros de Lvov.
Nos carteamos también con muchachos del club in-
ternacional "Víctor J a r a " de Slávgorod, región del
Altai.
1984
Estimado Leonard:
Nuestro club de amistad internacional de la escuela
profesional y técnica N 39, de la ciudad de Slávgorod,
región del Altai, lleva el nombre de Víctor Jara. Este
nombre se le otorgó en un ambiente muy solemne. Ac-
tualmente estamos organizando el musco de Víctor J a -
ra, así que el juego de afiches en colores sobre Chile,
que Usted nos mandó, vino muy oportunamente.
Ya hemos encontrado 27 clubes de amistad inter-
nacional de nuestro país que llevan el nombre de Víc-
tor J ara y otros patriotas chilenos. Por las cartas sabe-
mos que ceiebran sus reuniones en distintas ciudades.
Después de su artículo en Komsomólskaya pravda, dedi-
cado a ese magnífico artista, que Usted escribió acce-
diendo a nuestra petición, hemos recibido cartas de
muchos nuevos amigos que se interesan por la persona-
lidad de Víctor J a r a .
...Una delegación de nuestro club viajó a Academ-
gorodok, de Novosibirsk. Con esa excursión gratuita
luimos premiados por nuestra labor. En Novosibirsk
224
conocimos a una excelente mujer - I d a Savínskaya—
y visitamos su casa. Savínskaya reunió materiales su-
mamente interesantes sobre Víctor Jara. Tiene varios
álbumes de muy buena presentación, muchos libros,
fotos, discos y grabaciones. Además dispone de obras
muy valiosas dedicadas a Víctor J a r a y editadas en La
Habana y Londres.
...Gracias por comunicarnos la pronta publicación
de las memorias de Joan sobre Víctor. Nos gustaría
mucho tener este libro. No dormiremos tranquilos has-
ta conseguirlo.
En nuestro club ingresan nuevos y nuevos socios.
En los tres años de estudios son mis buenos ayudantes.
Tratamos de inculcar a los muchachos el sentimiento
de coparticipación en la desgracia y el dolor de otras
personas y pueblos, alegando siempre el ejemplo de
hombres que dieron sus vidas en aras de la felicidad
y la libertad de sus países. Y siempre tenernos presente
el ejemplo de Víctor Jara. Ya hemos reunido copioso
material sobre él. No obstante, escribimos a todas par-
tes tratando de encontrar algo nuevo. Los muchachos
preparan conciertos, charlas, veladas, hacemos álbu-
mes y tableros.
Organizamos mítines de solidaridad y concursos de
poesía política y afiches y, por supuesto, en primer pla-
no están Chile y Víctor J a r a .
Puedo afirmar que en la región del Altai conocen
nuestro club de amistad internacional "Víctor J a r a " ,
nos dedican publicaciones los periódicos locales, nos vi-
sitan delegaciones de clubes de otras ciudades.
1985
...Trabamos amistad con la tripulación de la moto-
nave "Víctor J a r a " , que navega en los mares Azov,
Negro y Mediterráneo. Esa amistad empezó el día en
que en la motonave se izó la bandera, o sea, el 30 de
noviembre de 1981. Los contactos con la tripulación de
la motonave "Víctor J a r a " son un gran estímulo para
nosotros. Nos congratulamos de la amistad con ese
fuerte y cohesionado colectivo de marineros. Cuando
225
recibimos cartas y telegramas de felicitación de la mo-
tonave, siempre los ponemos en el tablero a la entrada
de la escuela. Los muchachos se alegran: "Hemos reci-
bido un telegrama de la motonave 'Víctor J a r a ' ". Nos
enorgullecemos de tener entre nuestros amigos a los
marineros. En sus cartas nos cuentan sus éxitos en el
trabajo y la vida en la motonave. Y nosotros, miem-
bros del club, tratamos de trabajar y estudiar mejor
para que no reavergüencen de sus jóvenes amigos.
En julio de 1984 visitamos la motonave. Los mu-
chachos que tuvieron la suerte de estar allí, guardarán
para siempre este bello recuerdo. Nos acogieron con
mucho cariño. Aquel día la motonave ancló en el puer-
to de Berdiansk, en el mar de Azov, y nosotros llega-
mos del Altai. Vivimos en la motonave. Después del
desembarco ía motonave se dirigió a la ciudad de
/ h d á n o v . Nosotros nos quedamos a bordo. El encuentro
con la tripulación fue muy interesente. Les dimos un
concierto y les hablamos de nuestra labor. Nikolái Se-
miónov, capitán de la motonave, es el alma del colecti-
vo. Con un hombre así, uno se siente protegido y segu-
ro. ¡Y el calor y las atenciones de que rodearon a los
muchachos! Sí, a los muchachos del club de la amistad
internacional de la ciudad de Slávgorod, región del Al-
tai, y los marineros del Azov los unió el nombre de Víc-
tor J a r a .
La actividad de nuestro club es sumamente inten-
sa. Los muchachos sienten vivo interés por esta labor.
Participamos regularmente en la jornada internacio-
nal en Academgorodok de Novosibirsk. Allí se reúnen
personas muy interesantes y conjuntos de canción de
protesta. La jornada internacional de la Universidad
suscita gran interés.
226
1980-1984
Estimado Lconard:
He leído muchos de sus ensayos sobre Chile, hace
tiempo pensaba escribirle y, por fin, después de leer su
artículo Es juramento y bandera, dedicado a Víctor Jara,
me decidí. Desde hace mucho estoy reuniendo poesías
y canciones de Víctor J a r a y publicaciones sobre él.
Tengo dos grandes álbumes, dedicados a Víctor J a r a
y ahora estoy haciendo el tercero.
Vivo en Novosibirsk, trabajo en un instituto de in-
vestigaciones científicas. En mis obligaciones entran la
búsqueda y selección de artículos de ediciones extran-
jeras sobre la temática de la sección y su traducción al
ruso. Traduzco - publicaciones científico-técnicas,
principalmente del inglés y a veces del francés y
del checo.
Para leer la poesía d e j a r a en el original y traducir-
la al ruso, llevo estudiando español varios años. Soy
miembro del club español de la biblioteca regional.
Tradu7.co del español. Así, traduje varías poesías de
Jara. Ahora estoy trabajando en su Manifiesto. Me gus-
ta como traduce las poesías de J a r a el poeta Pável
Grushkó, especialmente su traducción de la canción Te
recuerdo, Amanda.
Cierta vez escribí al club de amistad internacional
de una escuela de la ciudad de Dnicpropetrovsk. Con
motivo del festival de la juventud y los estudiantes en
La Habana la prensa publicó numerosas cartas y tele-
gramas de nuestros jóvenes. Entre ellos vi un telegrama
de los socios de ese club, en el cual decían que estaban
luchando por el derecho a llevar el nombre de Víctor
J a r a (tienen buenas notas en los estudios, despliegan
actividad social, etc.). Les propuse mi ayuda. Así em-
pezó nuestra correspondencia. Les envié materiales so-
bre Víctor, un disco con sus canciones, las direcciones
que les podían interesar, les ayude a establecer contac-
to con el comité del Komsomol de la Universidad de
Novosibirsk, que anualmente organiza una jornada de
227
solidaridad y otros actos. Los muchachos de Dniepro-
petrovsk participaron en el concurso de afiches políti-
cos y periódicos murales que se celebró en el marco de
esa jornada. Más tarde este club obtuvo el derecho
a llevar el nombre de Víctor Jara. Actualmente los mu-
chachos siguen recogiendo documentos sobre el can-
tante chileno.
...Me gustaría tener la dirección de Joan Turner.
¿Podría mandármela? Quisiera agradecerla su regalo.
No sé cómo ella se enteró de "mi trabajo chileno", sólo
puedo hacer conjeturas. En todo caso, no le escribí na-
da. De pronto recibí de ella el libro en inglés Víctor Ja-
ra: vida y canción, con una dedicatoria. El libro lo recibí
a través del Comité Soviético de Defensa de la Paz.
...En Acadcmgorodok se celebró una velada en me-
moria de Víctor J a r a . Me invitaron a dar una confe-
rencia sobre él. Por supuesto, acepté con gran alegría,
aunque me puse muy nerviosa. En vísperas volví a leer
las publicaciones más interesantes sobre él. Traté de
destacar su dimensión personal. Me escucharon con
atención. Hablé durante una hora, cosa que me asom-
bró a mí misma. La velada fue organizada de tal modo
como si transcurriera en una peña chilena. Le escri-
bí a Joan sobre esta velada en memoria de Víc-
tor Jara.
Además le escribí cómo conocí a dos muchachas dé-
la brigada internacional "Víctor J a r a " . Son estudian-
tes del Instituto de finanzas y economía, de Lcningra-
do. Su Instituto fue el iniciador de la organización de
esta brigada. Está integrada por numerosos chilenos y,
entre ellos, el conjunto de jóvenes chilenos Lautaro
y los muchachos de la escuela-internado internacional
de Ivánovo. Las estudiantes llegaron a Novosibirsk pa-
ra participar en la Jornada de solidaridad en Acadcm-
gorodok. Vinieron a mi casa, anotaron toda la infor-
mación de mis álbumes para conseguir estos materiales
para la brigada. Se alegraron mucho de mis traduccio-
nes al ruso de las canciones de Víctor Jara. Durante las
vacaciones de verano su brigada sale trabajar en dis-
228
tintas regiones de nuestro país y organiza conciertos
y veladas para los vecinos de estas zonas.
Recibí la carta de la ciudad de Zhdánov que me
mandó la tripulación de la motonave "Víctor J a r a " .
Me alegré mucho, puesto que estoy muy interesada en
establecer contacto con la tripulación del barco que
lleva este nombre... M e enviaron fotos', en una, la proa
con el nombre de la motonave; en otra, la cubierta con
cuatro grúas y en la tercera, el pequeño museo de Víc-
tor J a r a que tienen en el barco. Así que les vino muy
a propósito mi propuesta de ayudarles con materiales.
Les envié mis traducciones de las canciones de Víctor
y la traducción del poeta Pável Grushkó de la canción
Te recuerdo, Amanda. Además les mandé recortes de pe-
riódicos y revistas y el libro Habla y canta Víctor Jara.
Espero que les guste. El solo hecho de que la gente vea
el barco con el nombre de Víctor Jara, es muy impor-
tante. Para el 8 de marzo le envié a Joan una foto de la
motonave.
...Me visitaron varios socios del club de amistad in-
ternacional "Víctor J a r a " , de la ciudad de Slávgorod,
del Altai, el mismo club que le pidió que escribiera el
artículo para Komsomólskaya pravda. Después de leer su
artículo, les escribí y les envié lo que puede para el mu-
sco de Víctor Jara, pero, a decir verdad, mis materiales
ya escasean, pues envío a muchos. Llegaron a Novosi-
birsk por tres días. Por supuesto, viven lejos de nosotros
y el viaje les llevó mucho tiempo. Vinieron nueve mu-
chachas y la profesora, dirigente del club. Fue motivo
de gran alegría para mí. Las muchachas son muy bue-
nas. Llegaron con una grabadora y una cámara foto-
gráfica. Escuchamos un disco de Víctor Jara, hojeamos
los álbumes y libros y les conté un poco de lo leído en li-
bros editados en español. Grabaron en su magnetófono
el disco d e j a r a . Les deseé grandes éxitos en su labor
y las acompañé al tren...
...En Moscú se celebró una exposición del pintor
ecuatoriano Osvaldo Guayasamín. Siento no haberla
visto. Por la prensa me enteré de que liene un retrato
229
de Víctor J a r a . A través de la Unión de Pintores de la
URSS le escribí pidiéndole que me enviara una foto de
este retrato. Espero que me la mande. Quiero reunir
una pequeña galería de retratos de Víctor. Me interesa
cómo lo ven distintos pintores.
Estoy muy agradecida a los periodistas y cineastas
de Bielorrusia que me ayudaron a encontrar al joven
escultor bielorruso Vladímir Terebún, quien hizo un
hermoso retrato escultórico de Víctor J a r a . Me enteré
de ello casualmente por una información en el periódi-
co sobre un festival internacional de cinc aficionado,
donde comunicaron que uno de los premios fue otorga-
do a la película de cineastas aficionados bielorrusos,
dedicada al autor de la escultura La canción fusilada.
Finalmente, recibí una carta de Vladímir Terebún,
que me escribió sobre su trabajo, sobre el filme y me
envió una foto del busto de Víctor Jara. Es una obra
muy fuerte.
También recibí una tarjeta de B. Katkov. Es un
pintor de la ciudad de Vorónezh, autor de un magnífi-
co retrato de Víctor Jara, que donó al Instituto de
América Latina de la Academia de Ciencias de la
URSS. Me gusta el retrato ¿y a usted?
¿Qué podría decirme sobre la obra del pintor I. Lu-
bénnikov Muerte del poeta. En memoria de Víctor Jara?
Me parece que en cuanto a la forma y el color (por lo
menos tal como lo vi en la reproducción) se asemeja
a los antiguos ¡conos rusos. Esta impresión mía la re-
fuerza la solución que el autor dio a la figura del can-
tante, que parece volar. ¿No le parece? ¡Siento grandes
deseos de ver esta obra en el original y no en reproduc-
ción! ¿Podría escribirme sus impresiones de esta
obra?
Estos días me regalaron una foto del retrato d e j a -
ra, hecho por el pintor F. Sídorov. La recibí gracias
a la dirigente del club de amistad internacional "Víc-
tor J a r a " , de la escuela JMe 10, de Novosibirsk, que ha-
ce tiempo trataba de conseguir esta foto para el club.
Estuvo en Moscú y allí vio a F. Sídorov, quien le regaló
230
dos fotos: una, más grande, para el club, y otra, más
pequeña, para mí.
Hace poco el pintor Solomón Epshtéin me envió el
catálogo de su exposición que tuvo lugar en Leningra-
do. En el catálogo hay una foto del retrato de Víctor
Jara, hecho por Epshtéin. El pintor me escribió que re-
cibió cartas de varios clubes de amistad internacional,
y, a petición suya, les mandó las fotos de Víctor Jara,
hechas en su taller de Leningrado en 1961. Por lo visto,
estos clubes lo supieron gracias a sus publicaciones,
Leonard. Así se tiende el hilo de una persona a otra, va
uniéndolas con intereses comunes y, por último, las
convierte en amigos.
...Leonard: Temo que por mis cartas me tome por
una persona exaltada, un poco "tocada" con la idea fi-
ja de Víctor Jara, como suele suceder con cierta parte
del público cuando se trata de todo tipo de vedettes.
Pero no es así. Primero, porque Víctor, es una persona
anliestatuaría y, segundo, porque no lo miro de abajo
arriba. Yo, al igual que muchas personas de nuestro
país y del extranjero, le tengo mucho aprecio. Han pa-
sado tantos años, pero Usted mismo, Leonard, no pue-
de olvidarlo. Y sigue escribiendo sobre él y busca a las
personas que lo conocieron. Y, a mi modo de ver, hace
muy bien.
...Muchas gracias por avisarme sobre, el programa
televisivo "Campanas de Chile". Fue muy interesante.
Naturalmente, me causó gran impresión Víctor Jara.
¡Qué secuencias más hermosas! Las reconocí en segui-
da. Son de la película de Román Karmén El continente
en llamas, además las vi en gran pantalla en las pelí-
culas Acusación y Soy guitarra. Volví a verlas con gran
placer.
...No sólo los ojos, sino todo el rostro de Víctor es
espejo de su hermosa alma. Recuerdo lo que dijo nues-
tra conocida actriz Iya Sávina, después de ver otro
programa de T V en el que cantó Víctor: "¡Qué rostro
más hermoso! ¡Cómo pudieron matarlo!".
Ida Savínskaya, Novosibirsk.
EPÍLOGO
232
Recabarrcn, emisora de la Central Única de Trabaja-
dores de la cual era yo su Director. Pero esa cita no se
efectuó. La mañana anotada en las libretas de ambos,
amaneció conmocionada por el vuelo rasante de los
aviones de guerra sobre los edificios del centro de San-
tiago, con la marina de guerra desembarcando en el
puerto de Valparaíso, con las industrias repletas de
obreros dispuestos a defender lo conquistado. Humo,
incendios, cohetes sobre el palacio de La Moneda aba-
tiendo al Gobierno Popular y la democracia en Chile.
Era el 11 de septiembre de 1973. Como otros corres-
ponsales extranjeros y ciudadanos de los países socialis-
tas pasó por la prisión antes de poder evacuarse con la
riqueza de los materiales captados y la urgencia de ac-
tivar la máxima solidaridad internacional para el pue-
blo chileno que estaba siendo masacrado en los esta-
dios convertidos en campos de concentración. Nos vol-
vimos a encontrar algunos años después, nuevamente
en la capital soviética, otra vez en los estudios de Radio
Moscú en sus emisiones para América Latina. Como
antes pudimos comentar el detalle de aquel gran acon-
tecimiento del cono sur del continente. Pero, la conver-
sación acordada, para el 11 de setiembre de 1973 y en
la cual trazaríamos planes de colaboración informativa'
y cultural entre Radio Moscú y la Radio Luis Emilio
Recabarren, sigue pendiente. La emisora de los traba-
jadores chilenos fue también bombardeada, todos sus
trabajadores detenidos...
Un día me pidió detalles sobre el último encuentro
sostenido con Víctor Jara. El artista había estado en la
Radio Recabarren el sábado 8 con la grabación recién
hecha del Himno de los Trabajadores de la Construc-
ción. Pronto saldría el disco. Pero mientras tanto, no-
sotros podríamos difundir esa grabación en cinta mag-
nética que nos había dejado. Luego, con Víctor, nos
encontramos en el Estadio Chile. Este encuentro le in-
teresaba mucho a Leonardo. Porque sobre lo sucedido
en los horrendos días aquellos, había confusión, dife-
rentes versiones sobre un mismo acontecimiento; y del
233
Estadio Chile con los cadáveres, los prisioneros trasla-
dados al Estadio Nacional y después a campos de con-
centración surgieron también los fantasmas y las leyen-
das. Circularon relatos partidos de no se sabe la boca
de quién y decían: ¡Víctor tomó la guitarra y ante to-
dos los prisioneros cantó! Allí mismo cayó acribillado
a balazos. ¿Y qué cantó? También la lista de canciones
era inacabable. ¡Tantas como compuso, o tantas como
conocía! Sí, el valor de Víctor Jara, proyectó su imagen
y su persona. El cariño que el pueblo sentía por él di-
fundió agigantadas sus hazañas. Que las hubo, e in-
mensas. Antes y después del golpe. Antes y durante el
Gobierno del presidente Allende. Como militante y co-
mo miembro del Comité Central de las Juventudes Co-
munistas de Chile. Cada uno de los siete mil prisione-
ros del Estadio Chile partió de allí con la pena de no ha-
ber podido hacer algo para ayudar a Víctor — y los
que cayeron con él— y se llevó su propia versión del
encuentro con el cantor. Un preso sacó del recinto es-
condida en sus ropas una hojita de papel de cuaderno
en la cual J a r a escribió su último poema. La música se
fue con él y quedó en sus manos ensangrentadas. En el
Estadio Chile compartieron el terror y sufrieron golpes
y obscenidades de los fascistas miles de trabajadores,
funcionarios estatales, maestros, todos los pedagogos
y estudiantes de la Universidad Técnica del Estado.
Entre ellos venía Víctor.
Leonardo Kósichev conversó con muchos chilenos
sobre el mismo tema. Y luego sobre otro tema relacio-
nado con Víctor. Asistí a algunas de esas entrevistas.
Supe de la correspondencia sostenida con otros exilia-
dos chilenos de América Latina, Europa, de otras ciu-
dades de la URSS, de su búsqueda de unos trabajado-
res soviéticos quienes, en 1961, encaramados en las ra-
mas de un árbol en Yalta, viendo un concierto para el
que no pudieron conseguir entradas, tendieron sus ma-
nos a un muchacho chileno que tampoco pudo conse-
guir entrada y le dieron espacio junto a ellos entre las
hojas. ¿Quienes eran esos trabajadores? ¿Dónde esta-
234
ban? Fascinante investigación de un detalle de la gira
realizada por muchas ciudades soviéticas, por varios
países europeos y muchas semanas, por un conjunto
foclórico chileno, Cuncumén, en el cual cantaba y bai-
laba Víctor Jara.
Siguió la huella del cantor por otros países y sobre
todo por la extensa y delgada geografía chilena. Había
alcanzado a conocerlo en Santiago y quedó pendiente
un viaje de ambos al norte grande. Lo entrevistó en la
"peña de los Parra" donde cantaba canciones picares-
cas, temas de amor, y, por supuesto, sus agudos ritmos
políticos. Asistió a sus conciertos y a aquellos magnífi-
cos recitales al aire libre, bajo antorchas, reflectores
y estribillos antimpcrialistas coreados por cientos de
miles de gargantas en las concentraciones populares.
Eran grandes espacios donde su personalidad resalta-
ba, parecía crecer su figura, estirarse hacia arriba, en-
sanchar los hombros y aumentar el volumen de su voz
para dominar multitudes. No se trataba del público
preparado para oír determinado reperlorio en una sala
de conciertos con fin y principio, techo y luces. .No. Kra
bajo los árboles donde cantaba para los campesinos,
ahora dueños de la tierra y aprendiendo a administrar,
de los obreros aprendiendo también a administrar la
gran minería del cobre nacionalizado, los bancos y la
industria textil y metalúrgica también nacionalizada.
Lo que a muchos de nosotros nos parecía indispen-
sable y bella crónica agitaliva de ese estupendo juglar,
era algo de raíces más profundas, de tan seria estructu-
ra y contenido como en el momento de su creación
y estreno ante esas muchedumbres esperanzadas de po-
der lograr la consolidación de su revolución.
No todos apreciaron desde el primer momento la
trascendencia artística de Víctor Jara, incluidos sus
enemigos de la extrema derecha chilena atacándolo fu-
riosos, incluso tísicamente. Actuaba en un momento de
efervescencia y entre muchos otros: Violeta Parra, Pa-
tricio Manns, Isabel y Ángel Parra, etc. Integró varios
conjuntos. Actuó y dirigió teatro. Estallaban huelgas
235
tremendas en las fábricas, salvajemente reprimidas por
la policía y el ejército. Kl Che escribía con sangre su
gesta en Bolivia, y Fidel se enfrentaba encabezando
a su pueblo con el imperialismo norteamericano, nada
menos. Las fuerzas de izquierda avanzaban en el conti-
nente y los vietnamitas derrotaban al poderoso ejérci-
to de los restados Unidos en Indochina. En Puerto
Montt, una toma de terrenos de gente sin casa, termi-
naba en una masacre. ¿Cómo no verlo? ¿Cómo no de-
nunciarlo? ¡Nacían conjuntos musicales y nuevos crea-
dores! Teatros obreros y estudiantiles, de campesinos.
Era posible en Chile conquistar la presidencia por la
vía electoral. Era posible, conteniendo el presagio del
golpe de Estado. Víctor, su guitarra, la gente de su po-
blación, eran la misma inquietud y esperanza. Cuando
ganó la izquierda el 4 de setiembre de 1970, se produjo
un espectáculo irrepetible en Chile. De norte a sur, en
las grandes y pequeñas ciudades, las casas más pobres,
los barrios miserables, se embanderaron. Nadie lo or-
denó, ni lo propuso. Los más pobres se sintieron plena-
mente interpretados por el Cobicrno recién conquista-
do, y su manera de rendirle homenaje, de festejarlo
y defenderlo, fue clavando un palo en el tejado y en su
punta una bandera. El Chile de los pobres mayoría
en el país— amaneció embanderado el 5 de setiembre.
Esos pobres componían el público de las concentracio-
nes, de las marchas, de quienes quedaron atrapados en
las fábricas el día del golpe y quienes después llenaron
el Estadio Chile, el Estadio Nacional, los campos de
concentración.
Y durante el Cobierno de Allende, para todos hubo
más actividades que durante la campaña presidencial.
Había que cantar y había que cargar sacos de trigo en
las estaciones ferroviarias, quedarse a la defensiva en
los edificios de la Universidad Técnica del Estado
cuando la situación era amenazante, como esa noche
del 10 de setiembre de 1973.
Cuando Leonardo llegó a Chile parecía haber lle-
vado ya previsto el conocimiento directo de la obra de
236
•
Víctor Jara, de la nueva canción chilena, las discusio-
nes en su torno, las teorizaciones. Y al romperse el iti-
nerario de la toma de contacto en un ambiente tenso
y revuelto, al producirse el corte brusco del ritmo de vi-
da del país, al salir de Chile no abandonó el objetivo.
Parece haberlo definido con mayor nitidez y, sacándo-
le incluso partido a la nueva situación, le dio la forma
y el carácter alcanzado. Entonces, durante diez años,
dedicó gran parte de sus energías a recomponer el per-
sonaje. El ser humano físico destruido por cuchillos
y balas de la dictadura. Se trataba además de configu-
rar su mundo espiritual interno, completar su visión
con la de otras personas, creadores también, amigos,
familiares, conocidos. Quienes de una u otra manera
aportaran "detalles", detalles complementarios y posi-
bles de encajar al lado del otro detalle aportado por
otro antes. Ea única manera era recurrir a los recuer-
dos, estimularlos, fijarlos, concentrarlos. Sumar mati-
ces y compararlos con los propios recuerdos. Volver
otra vez al mismo momento con la misma persona:
¿Puede precisar más? Así fueron naciendo los distintos
bocetos configuradores del perfil final, de chilenos y de
soviéticos. Descubrió las únicas pinturas hechas en la
URSS cuando Víctor J a r a vino de joven cantando
y bailando en un conjunto folclórico, y en Siberia
a una abnegada investigadora del mismo personaje.
Esa traductora de Novosibirsk, Ida Savínskaya, refina-
da por su profesión, compartió sus riquezas con Leo-
nardo, porque para eso las reunió. Para compartirlas.
Tuve la suerte de conocerla, fina y suave, de voz
dulce. Integraba una delegación de chilenos llegados
a Novosibirsk para tomar parte en una semana de soli-
daridad internacional. La solidaridad con Chile no es-
taba ajena. Hubo una concentración en Akademgórod
que duró muchas horas y en la cual miles y miles de es-
tudiantes soviéticos cantaban, aplaudían, repudiaban
a los opresores de pueblos como el chileno y quemaban
ahorcado un muñeco representando a Pinochet. Al día
siguiente, visitamos la redacción del diario del Komso-
237
mol cuya oficina principal, la del redactor jefe, estaba
repleta de gente, habían traído sillas y las colocaron en
los espacios vacíos. Luego de una exposición sobre la si-
tuación chilena, respondimos preguntas. Del fondo de
la sala una figura menuda preguntó sobre Víctor Jara.
"Ud. compañero me dijo lo vio poco antes de
morir. Cuéntenos, por favor de Víctor J a r a . " Era ella:
Ida.
La recomposición del hombre queda destinada, en
este libro, al propio lector. Leonardo no nos entrega la
receta acabada, sino todos los elementos necesarios pa-
ra que cada uno lo geste en su mente. Ahí tenemos los
elementos. El cantante agitador enarbolando afilados
versos de condena a los "indefinidos", seres necesarios,
indispensables, pero cuando actúen. Tendiendo la ma-
no estremecida de cariño a los amigos de todo el terri-
torio, de todo el continente, de todo el mundo. Los que
nos ayudan. Y pidiendo ayuda para quienes la necesi-
taban más que nosotros en ese momento: ¡Vielnam!
¡Cuba! Compone y canta tiernos poemas de amor. Di-
rige teatro. Aprende canciones de otros compositores.
Se familiariza con las de Carlos Puebla, crónicas de la
Sierra Maestra y el Escambray. Viaja a pie y en auto-
bús por pueblos perdidos y miserables. Cuando campe-
sinos sedientos de tierra se apoderan del latifundio,
Víctor llega con las canciones tan necesarias como el
chuzo y la pala. Toda esa campaña de movilización
popular previa al triunfo de Allende, es una partícula
entre cientos de miles de creadores populares. Son más
de cien mil los pintores murales de las Brigadas Ramo-
na Farra, Elmo Catalán y otras. Decenas de teatros
con sus dramaturgos y sus escenógrafos actúan desde
camiones. Difícil contabilizar la cantidad de conjuntos,
orquestas, guitarristas, y grupos de baile. Pero muchas
veces, participando como locutor en una concentra-
ción, en un (estival, anuncié a Víctor Jara, a Héctor
Pávcz, el conjunto Millaray, Gabriela Pizarro. Otras
veces, en alguna radio donde trabajé o los entrevisté,
o los anuncié. O debí escribir sobre ellos en el diario.
238
Era el auge del movimiento popular y revolucionario.
Renacían las canciones de Atahualpa Yupanqui y era
ya una figura respetada y admirada en Chile Violeta
Parra. El movimiento popular chileno combatía
abriéndose paso por un camino bien definido hacia la
presidencia, para, una vez conquistada esa parte del
poder, extenderse a las demás. Era preciso crecer más
para lograrlo. Pero, frustrado el objetivo, viviendo el
paréntesis del fascismo, hay que volver a trazar otra
vez el camino al poder. De los que cayeron con nuestra
revolución, nos queda su obra. Tal es el caso de Víctor.
El año 1970 nunca estuvieron tan cerca del pueblo
los artistas chilenos. Eran indispensables. Una guitarra
ponía música a la noche en vela de los obreros contro-
lando la industria en huelga, y con una guitarra es fácil
viajar de un punto a otro. En tales ocasiones nos topa-
mos, viajamos, volvimos, conversamos, nos reímos.
Grabamos propaganda. Y si antes del triunfo los artis-
tas todos— eran indispensables, después del triunfo,
eran imprescindibles. Por eso coincidimos más veces.
En dos actos, por ejemplo, para Pablo Neruda. Uno en
1969 cuando Neruda cumplía 65 años y hubo un es-
pectáculo artístico de masas en el teatro Cappolicán de
Santiago. Me tocó anunciar a Víctor J a r a que dedicó
unas décimas a Neruda. En 1972, al regresar Neruda
de Europa nos correspondió coincidir en un trabajo co-
mún. El poeta había sido embajador de Chile en Fran-
cia y había recibido el premio Nobel de Literatura.
Víctor J a r a y el director del ballet de la Universidad de
Chile, Patricio Bunster, crearon y montaron la coreo-
grafía para un espectáculo sobre la vida y obra de Ne-
ruda. Se hizo en el Estadio Nacional.
El terremoto síquico provocado por el golpe, los
carcelazos, destierro, nos hacen volver una y otra vez
al reexamen de acontecimientos vividos en ese momen-
to cumbre de la historia chilena, el de los mil días de
Allende. Pasan bajo observación crítica grandes acon-
tecimientos y también sus detalles. El tiempo, sin em-
bargo, no lo deja lodo en pie, sólo lo más grande y níti-
239
do, lo de más fuertes cimientos. Víctor figura entre los
hombres que crecen. Su obra, filtrada del momento
convulso en que fue creada, ante multitudes enfervori-
zadas como cartel indispensable y legítimo para gol-
pear al enemigo con el ánimo entregado al amigo, pa-
sado el tiempo, se h a puesto a caminar sola. Y como
llevando tras sí al hombre.
Por el carácter de las entrevistas y la personalidad de
los entrevistados, Leonardo, nos devuelve al hombre
que ha sido desfigurado a veces por la leyenda. Esta no
es malo que exista. Al contrario. Pero es mejor que jun-
to a ella pueda disponerse del elemento histórico re-
construido con la mayor precisión posible. Mantene-
mos el símbolo. Pero lo vemos de cerca, pudiendo con-
templarlo desde muchos ángulos diferentes. Esto es, la
profundidad de la imagen. Los chilenos, disponen de
este capital valioso para soñar y trabajar por el
futuro.
Existe la creencia, sobre todo en el campo chileno,
de que si prendes una velita en el lugar donde perdió la
vida una persona en forma violenta, y le agregas unas
flores, el alma del "finado", el "animita" te concede-
rá protección y favores, bienaventuranza. Los jóvenes
enamorados dejan cientos de hojas de cuaderno con re-
cados en la tumba de Pablo Ncruda en Santiago y en
las vallas de su casa en Isla Negra. Porque Neruda can-
tó al amor. ¡Por eso su "animita" protege amores pu-
ros, los de los adolescentes! Eso lo saben las muchachas
y los jóvenes. Por eso acuden a él cuando lo necesitan.
Lo mismo sucede con la tumba de Víctor J a r a en el ce-
menterio general de Santiago, y en el Estadio Chile
donde todo indica fue asesinado. Igual que cada pared
donde hubo fusilamientos, puede ser el lugar donde ca-
yó Víctor. Por eso hay velitas encendidas para que su
"animita" ayude a almas jóvenes en apuros. En Lon-
quén, donde nació, dicen haber oído su guitarra de no-
che, en la soledad y el silencio. ¿O su guitarra es con-
suelo para los campesinos enterrados vivos en los hor-
nos apagados de la vieja mina de cal del mismo Lon-
240
quén? ¡Para toda esa gente Víctor cantó en el Estadio
Chile!
Los testigos cuentan cómo y en qué condiciones lo
vieron. Pero nadie vio el todo. Ahí se afirma la leyen-
da. Hay incluso una película filmada en Francia donde
se reconstruyó así el final de Víctor. Pero, los fríos he-
chos, están aquí. Y así, como está aquí, es como lo va-
mos a necesitar más adelante, al avanzar otra vez el
pueblo de Chile a ocupar el lugar que le corresponde
en la vida política, social y económica del país. Nos lo
dibujan detalle a detalle conocidos y amigos suyos reu-
nidos pacientemente por Leonardo para modelar sus
rasgos fundamentales. Una persona complementa an-
tecedentes de los que carece la anterior, otro, testigo en
un lugar y un día determinado aclara confusiones. La
prensa escribió y escribe mucho sobre Víctor Jara. La
de derecha lo atacó violentamente, calumnió y falseó
antecedentes de su vida. Y ahora más que antes. Esto
es grave, pues en Chile no hay prensa libre que pueda
levantar la voz de la verdad. He aquí otro mérito de es-
te libro que si no ahora mismo, muy pronto podrá in-
gresar a las manos del lector chileno, que va a necesitar
su objetividad.
Por otra parte no lo podemos leer como una obra
aislada en el medio artístico y cultural soviético. Es re-
sultado de un movimiento inmensamente grande, cuya
magnitud hemos podido vislumbrar conmovidos du-
rante nuestra estancia de varios años en la URSS. La
traductora de Novosibirsk, empezó a estudiar y recopi-
lar la obra de Víctor J a r a después del golpe de 1973.
Primero estudió el idioma castellano que no era su es-
pecialidad y luego inició el establecimiento de vínculos
postales con medio mundo. Además, los chilenos que
mejor material le proporcionaron son aquellos del exi-
lio, desparramados por 40 países. Es tarea inmensa, es-
cribir, intercambiar informaciones, partituras, fotogra-
fías, reunir tal cantidad y calidad de material como se-
guramente no hay en otra parte. He oído conjuntos
con el nombre de Víctor J a r a en muchos de los idiomas
241
de los pueblos de la URSS. Festivales de proyección in-
ternacional con su nombre como el que año a año tiene
lugar en Moscú y otras ciudades. Brigadas de Trabajo
Voluntario, como la de los estudiantes de Leningrado.
Está formada por jóvenes de muchos países y todos los
años, desde la caída del Gobierno Popular parte cada
verano a trabajar a la agricultura o la industria. F.l fru-
to de su trabajo lo dedica a la solidaridad con Chile.
He dejado recuerdos en decenas de libros para visitas
en los Clubes de la Amistad Internacional que lo re-
cuerdan en Tashkent, Volgogrado, Leningrado, Kíev,
Moscú y he contado de su vida en muchos encuentros
con la juventud en distintas ciudades. He escrito en
muchos diarios artículos sobre él. Pero cada vez descu-
bro que debo investigar más de su vida, porque los pú-
blicos ante los cuales he hablado de Víctor Jara, ya sa-
ben mucho de él. Incluso cantan sus canciones, cosa
que yo no hago. Por eso se reactualizan en mí los mo-
mentos más duros en la vida de Víctor. Los de su infan-
cia sin juguetes, ni casa fija, ni conocidos siquiera a ve-
ces. Y haberse proyectado desde allí, venciendo dificul-
tades cada vez más grandes para realizarse en la vida
como creador y revolucionario, orgulloso de su vida
y su pueblo, firme en. sus convicciones, leal a su
origen.
Para el muchacho pobre en Chile es muy difícil ac-
ceder a la cultura, más aún si el pobre vive en el cam-
po. En ambos casos, es preciso primero conseguir el
pan y después el techo. Lo elemental. Buscando lo pri-
mero y lo segundo, Víctor llegó muy niño con su mamá
a la capital. En Santiago, se instalaron juntos en uno
de esos barrios de grandes casas de adobes, muy viejas,
oscuras, con muchas piezas y una o varias familias en
cada cuarto. Muchas de esas construcciones se cayeron
de viejas, y otras fueron demolidas. Sus miles de habi-
tantes se organizaron y con los chiquillos, los perros
y el gato, se apoderaron de terrenos cercanos a la capi-
tal, y levantaron improvisados ranchos en una madru-
gada. Muchas veces fueron sacados por la policía, otras
242
veces resistieron con tanto vigor que conquistaron la
tierra y el lugar para el rancho. A una de esas "pobla-
ciones", hileras de cubos de tablas con techo de cartón
alquitranado, sin agua, ni alcantarillado, ni luz eléctri-
ca, llegaron Víctor y su madre. Esas poblaciones con-
solidadas, fueron obteniendo conquistas. Y obtuvieron
pavimento para las calles, cemento para el policlínico
y a veces, hasta una escuela. Pero si al muchacho aquel
la guitarra le resultó fácil y las cuerdas parecían hablar
con sus dedos, el mismo camino indicado por sus con-
diciones, les planteaba problemas muy agudos y de di-
fícil solución. Porque no se puede perder jamás de vista
el pan y el techo que al muchacho es difícil ganar y en
cantidades siempre insuficientes. Sin embargo, se hace
tiempo para los libros, para relaciones enriquecedoras
en lo artístico y lo político, entender el mundo y elevar-
se para mirarlo c interpretarlo para cambiarlo. Siendo
un director teatral conocido y respetado, del que habla
la prensa, un compositor y cantante escuchado por la
radio y la T V , con discos y fotografías en los diarios, un
joven al que le solicitan autógrafos las muchachas li-
ceanas, vuelve a menudo a su población, al origen,
acompañado en muchas ocasiones por su esposa — la
bailarina inglesa de ballet y sus hijas para entonar
canciones junto a los viejos amigos y los jóvenes
que, como él, un día quieren seguir su mismo
camino.
Leonardo conoció también esa parte de Chile, ha-
bitualmente no visitada por el extranjero quién se con-
forma con los paisajes bellos, las extensas playas, las ex-
cursiones a la cordillera y las grandes ciudades en su
cara exportable. Entró a esos cinturones de miseria, ca-
racterísticos — por otra parte— para todo el continen-
te. Las "poblaciones callampa" de Chile, "villas mise-
ria" de Argentina, "favellas" de Brasil. En su medio,
era más claro el lenguaje de Víctor y más largo el cami-
no recorrido hasta la fama.
Con su mundo a cuestas aparece Víctor en el libro de
Leonardo, su población, y su Lonquén. Y algo mucho
243
más vasto. Un buen trozo de la historia de Chile, 'iodo
el momento previo al triunfó de la Unidad Popular y,
sobre todo, los mil días de Allende: la revolución chile-
na, que, como toda revolución auténtica, trae sus pro-
pias expresiones artísticas. Frustrada y cortada en su
desarrollo por la contrarrevolución, ese pasado, se con-
virtió en meta para el pueblo chileno. El triunfo del año
1970 demostró a los trabajadores que era posible el ac-
ceso al poder. Lo podemos advertir en los mil detalles
integrantes de los testimonios y los diversos aspectos
o ángulos desde los cuales miramos la riquísima perso-
nalidad de Víctor Jara.
Muchos chilenos encontraron su segundo hogar en
la URSS después del golpe militar de 1973: huérfanos
y viudas en primer lugar, también hombres y mujeres
salidos de los campos de concentración y cárceles de la
dictadura. A cada uno se le ayudó a reencontrar su ca-
mino trabajando, estudiando, adquiriendo un oficio
o profesión. Gente de la ciudad y del campo. A medida
que pueden regresar, lo hacen enriquecidos con los co-
nocimientos y las amistades adquiridas, con los paisajes
y forma de organización de la vida en la Unión Sovié-
tica. Tal es una de las expresiones concretas de la soli-
daridad soviética hacia el pueblo chileno. Pero hay
muchas más. Están las novedosas y variadas versiones
escénicas de Fulgor y muerte de Joaquín M uñeta de Pablo
Neruda y la reedición de sus obras en diversos idiomas
de la URSS, las películas de ficción y documentales en
torno a Chile, los programas de T V y de radio, la mú-
sica chilena, la edición de obras de escritores y poetas
chilenos en tiradas muy altas, los festivales artísticos, el
contingente permanente de jóvenes chilenos cursando
estudios superiores en universidades soviéticas para
ayudar a la edificación del futuro Chile. El libro de
Leonardo Kósichev se integra a este movimiento enri-
queciéndolo con su propio argumento a la lucha del
pueblo chileno un momento historio importante, los
hombres y mujeres que allí participaron, y la manera
que lo cantaron. Tal vez allí tengamos parte de los ci-
244
micntos de ese Chile por el cual se combate hoy y hacia
el cual encendemos solidaridad fraterna.
R O L A N D O CARRASCO
M.,
Medalla de Oro Julius Fucile
de la Organización Interna-
cional de Periodistas, Premio
V. Vorovski de la Unión de
. Periodistas de la URSS.
ÍNDICE
La canción fusilada 4
Eligiendo el camino 12
Violeta dpi Folclore chileno 25
El ansia de viajar 40
Director cíe teatro 53
T.a guitarra suena iracunda 65
Cantautor 76
La fuerza de canción 89
Contra viento y marea 102
Después de la victoria, la lucha continúa 117
¡Hola, Víctor! 129
La canción, el trabajo y el combate 139
La vida y la musa del cantante 146
Los fascistas pasan a la ofensiva: sangre en las calles . . 159
No puedo ser de otro modo 168
Sus últimos días 181
La antorcha de la canción 196
Cartas 221
Epílogo 232
AL l.KCTOR