Escuelas Normales y La Normalización
Escuelas Normales y La Normalización
Escuelas Normales y La Normalización
INTRO
Las escuelas normales fueron creadas por el Estado como instituciones formadoras de maestros
y maestras, quienes serán piezas fundamentales en la conformación y desarrollo del Sistema
Educativo Argentino. A través de ellos, el Estado desplegó su acción educativa y contribuyeron en
la construcción de un nuevo orden social.
En las escuelas normales se configuró un discurso pedagógico que se difundió hacia el conjunto
del sistema educativo; este discurso no era sólo lo dicho y escrito, sino también un conjunto de
ideas y prácticas capaces de organizar un determinado sentido, una forma de entender y de
intervenir en el mundo. El Normalismo configuró un discurso moderno sobre qué es y cómo se
practica la educación.
Este discurso normalista compitió con otros, como el eclesiástico y los radicalizados de
anarquistas y socialistas, y aunque no produjo una pedagogía cerrada, sí estableció la educación
como herramienta de transformación social y la escuela como su institución central.
El normalismo tiene sus raíces en Europa, específicamente en Alemania a finales del siglo XVIII,
donde se establecieron los primeros seminarios para la formación de maestros. Estas
instituciones, conocidas como escuelas normales, se expandieron por varios países europeos
durante el siglo XIX. Surgieron como respuesta al proyecto de crear un "hombre nuevo" a través
de un sistema educativo radicalmente diferente al del antiguo régimen es decir, distinta de aquella
que había contribuido a sostener al absolutismo monárquico. Durante la Revolución Francesa, las
escuelas normales adquirieron un papel fundamental en la formación de ciudadanos para la
nueva sociedad republicana, promoviendo una educación universal y laica basada en la razón y la
ciencia.
El modelo de escuela normal se consolidó en 1811, sentando las bases de un enfoque educativo
que se difundiría más tarde en América. En Argentina, la introducción del normalismo coincidió
con un período crucial de modernización estatal y reforma educativa. Los maestros normalistas
argentinos fueron vistos como agentes clave del Estado nacional, responsables de difundir los
valores del orden conservador y contribuir a la construcción de una nación unificada. En este
contexto, las escuelas normales desempeñaron un papel central en la formación de maestros y
en la promoción de una educación homogeneizadora.
PARANÁ
La primera escuela Normal se crea a orillas del río Paraná en 1870,La elección de Paraná como
ubicación para la primera escuela normal estuvo influenciada por diversas razones. Sarmiento
creía que estas escuelas debían establecerse en ciudades pequeñas para evitar que los maestros
formados buscaran oportunidades más lucrativas o continuaran con estudios universitarios.
Paraná parecía un lugar propicio debido a su tradición pedagógica y su ubicación estratégica en
el Litoral, lo que también podría interpretarse como una estrategia para ganar apoyo político en la
región.
La Escuela Normal de Paraná fue creada en 1870, con un plan de estudios de cuatro años que
incluía la formación en conocimientos apropiados para la educación común en la República y el
arte de enseñar. Además, se estableció una Escuela de Aplicación para la práctica de los
métodos de enseñanza.
Los primeros años de la escuela estuvieron marcados por la inestabilidad política, incluyendo la
intervención del gobierno nacional en la provincia y el cierre temporal de la escuela durante la
sublevación de López Jordán y el asesinato del gobernador Urquiza.
La escuela otorgó 70 becas a estudiantes de colegios nacionales del interior y estableció
requisitos estrictos para los aspirantes, incluyendo una edad mínima de 16 años, buena salud y
aprobación de un examen de conocimientos básicos.
Los primeros directores de la escuela, incluyendo a George Stearns, José María Torres y Pedro
Scalabrini, junto con maestras estadounidenses influyentes, contribuyeron a dar forma al perfil del
normalismo en Paraná.
Aunque la Escuela Normal de Paraná transmitió una fuerte influencia pedagógica, no fue
homogénea. A pesar del predominio del positivismo, las corrientes krausistas y las tendencias
escolanovistas también dejaron su huella en la institución.
En términos político-culturales
El normalismo argentino se consolidó como una respuesta activa a la tarea de la alfabetización
masiva y la construcción de la identidad nacional. Los maestros se vieron a sí mismos como
herederos del pensamiento de Sarmiento, adoptando aspectos de su ideario, como la ampliación
del acceso a la educación para grupos sociales subalternizados y la intervención normalista en
una sociedad en crecimiento.
La noción de "civilización y barbarie" de Sarmiento permeó el discurso normalista y ejerció una
fuerte influencia en su enfoque pedagógico. Esta dicotomía, que separaba a los elementos
civilizados de los bárbaros, continuó siendo relevante en la Argentina de finales del siglo XIX y
principios del XX. Frente a la llegada masiva de inmigrantes, la escuela normal se enfrentó a un
dilema: por un lado, quería mantener sus convicciones democráticas, pero por otro, también
adoptó posturas más disciplinarias y controladoras. Muchas veces, la escuela normal se convirtió
en un instrumento para someter a los inmigrantes al orden nacional y fomentar una
homogeneidad cultural necesaria para la construcción de la nación.
En este contexto, las prácticas pedagógicas de las escuelas normales se tornaron moralizadoras
y patrióticas, buscando erradicar conductas consideradas "bárbaras", como el ocio y la
ignorancia. Los maestros normales se convirtieron en agentes clave en la promoción de una
cultura letrada y en la difusión de valores cívicos y patrióticos. Su influencia trascendió las aulas,
contribuyendo a la configuración del espacio público y político de la Argentina de la época.
El malestar del Normalismo: El malestar dentro del Normalismo se origina en su propia tradición,
surgida sin un consenso previo, más bien como una herencia disputada y un campo de lucha constante.
Este malestar se convierte en un componente esencial de la tradición pedagógica normalizadora,
desafiando su núcleo central. Los maestros y maestras normalistas experimentaron esta incomodidad
como una forma de disidencia, cuestionando la representación unificada y sin fisuras que buscaba imponer
el sentido pedagógico dominante en ese momento. Estos disidentes evidenciaron las luchas que
atravesaron la formación del sistema educativo y las tensiones en torno a la tarea de enseñar, así como
las concepciones sobre los sujetos y la educación.
Dentro del Normalismo, surgieron diversas alternativas y enfoques en disputa. Algunos concebían la
escuela como una suerte de aduana cultural con barreras ideológicas, mientras que otros la veían como
un espacio con puertas abiertas, conectado fluidamente con la sociedad. Estos maestros expresaron
alternativas pedagógicas que desafiaron los paradigmas dominantes, los cuales tendían a centrarse en
concepciones adulto-céntricas y verticalistas.
Carlos Vergara, un pedagogo crítico dentro del Normalismo, representó una alternativa clara a las
concepciones pedagógicas hegemónicas. Él cuestionó la uniformidad y homogeneidad propias de la trama
normalista, abogando en su lugar por una enseñanza que se basara en el conocimiento y los intereses de
los alumnos, en oposición a un enfoque meramente verbal y teoricista. Además, su pedagogía estaba
explícitamente vinculada con lo político, proponiendo transformar las bases mismas de la organización
social como medio para superar el atraso educativo.
A pesar de que la postura de Vergara fue vencida por la posición normalizadora predominante en su
época, su malestar continuó expresándose dentro del Normalismo y se fue adaptando y resignificando a lo
largo de la historia del magisterio argentino. Esta resignificación se tradujo en la defensa de la escuela
estatal como un espacio de inclusión y democratización del conocimiento, así como en la promoción de
relaciones pedagógicas más horizontales y participativas. En medio de las tensiones y conflictos
inherentes a las tradiciones político-culturales, filosófico-pedagógicas e institucionales que constituyeron la
trama del Normalismo, surgieron nuevos sujetos y se amplió la circulación de nuevos saberes y
perspectivas.
Inspectores y Saberes:
Durante el periodo de expansión y consolidación de la educación, los inspectores nacionales
desempeñaron un papel fundamental como parte del sistema educativo, dependientes del Consejo
Nacional de Educación. A medida que la educación se extendía, el gobierno del sistema educativo se
volvía más complejo. Dos procesos simultáneos se produjeron: la formación de un campo del saber
pedagógico que prescribía la enseñanza, y la formación de un campo del saber burocrático desde el cual
los inspectores intervenían para regular la escolarización y el gobierno de la educación.
Los inspectores se convirtieron en un cuerpo especializado que combinaba la regulación normativa con la
intervención pedagógica. Preocupados por los procesos de escolarización, especialmente por la falta de
maestros calificados, consideraron necesario promover métodos pedagógicos científicamente legitimados
mientras las escuelas no contaran con docentes formados en ciencias pedagógicas. Su objetivo era
potenciar o subsanar lo generado en el contexto de la "educación posible" hasta establecer lo que
consideraban "educación verdadera".
Además de controlar, los inspectores tenían un rol vinculado a la capacitación. Implementaron ciclos de
conferencias pedagógicas en cada provincia como instancias de formación para maestros que ya estaban
en las escuelas. Estas conferencias se centraban en cuestiones metodológicas, disciplinares y en el
carácter y condiciones morales que debía reunir un maestro.
Los inspectores complementaron la organización de conferencias con la publicación gratuita de material
pedagógico. Algunos incluso editaron versiones locales de la revista del Consejo Nacional de Educación.
Esta tarea prescriptiva fue, en muchos casos, consecuencia de la desconfianza hacia la autonomía de la
docencia que no se había formado dentro de la ciencia pedagógica normalista.
Los inspectores también ocuparon un lugar privilegiado como intelectuales del Estado y simbólicamente
prestigiados dentro del escalafón docente. Muchos de ellos contribuyeron a la formación político-
pedagógica de principios del siglo XX.
Los saberes pedagógicos también encontraron canales efectivos de reproducción y circulación a través de
la publicación de revistas especializadas. La prensa educativa argentina fue vital y favoreció la constitución
de diversos públicos lectores que contribuyeron a la consolidación de la profesión docente, impulsaron la
vida asociativa de los maestros y enriquecieron la esfera pública a partir de la transmisión e intercambio de
temas y debates pedagógicos.
Durante el proceso de expansión y consolidación del sistema educativo en Argentina, los inspectores
nacionales desempeñaron un rol de vital importancia. Dependientes del Consejo Nacional de Educación,
estos inspectores se convirtieron en figuras clave en la regulación y supervisión de las escuelas a lo largo
del país. Su labor no se limitaba únicamente a la aplicación de normativas, sino que también implicaba una
intervención pedagógica directa en las instituciones educativas.
Esta intervención combinaba dos tipos de saberes: el pedagógico y el burocrático. Por un lado, los
inspectores estaban capacitados en cuestiones pedagógicas, lo que les permitía evaluar la calidad de la
enseñanza y brindar orientación a los maestros. Por otro lado, también tenían conocimientos
administrativos y legales que les permitían regular el sistema educativo de manera eficaz.
En su función combinada, los inspectores se convertían en articuladores entre el Estado central y las
escuelas, actuando como pasadores culturales del saber pedagógico. Se preocupaban por los procesos
de escolarización y por la formación de los maestros, especialmente en áreas donde había escasez de
docentes cualificados.
Una de las estrategias empleadas por los inspectores para abordar la escasez de maestros fue la
organización de conferencias pedagógicas. Estas conferencias, destinadas a los maestros que ya estaban
al frente de las escuelas, se centraban en cuestiones relacionadas con la metodología de enseñanza, la
disciplina y las cualidades morales que debía reunir un maestro. Este enfoque reflejaba la preocupación
por mejorar la calidad de la educación y la formación del personal docente.
Además de las conferencias, los inspectores también se encargaban de la publicación gratuita de material
pedagógico, buscando difundir los conocimientos y métodos pedagógicos considerados más efectivos.
Algunos incluso llegaron a editar versiones locales de revistas educativas reconocidas a nivel nacional.
El prestigio e influencia de los inspectores como intelectuales del Estado era notable dentro del ámbito
educativo. Varios de ellos tuvieron una labor destacada y contribuyeron significativamente a la formación
político-pedagógica del país. Su posición les otorgaba autoridad y les permitía influir en las políticas
educativas y en la formación de los maestros.