3.4.tavares - Belluzzo (2004) Desde Pág.12
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3.4.tavares - Belluzzo (2004) Desde Pág.12
Portugal y España tenían burguesías nacionales débiles y tuvieron que depender de los
banqueros mediterráneos para sus expansiones en el extranjero. Holanda forjó su Estado
Nacional a la defensiva frente al Imperio español, pero contó con una burguesía fuerte y muy
internacionalizada desde que el centro financiero europeo se trasladó a Amsterdam (la
expansión europea del imperio de Carlos V había costado la supervivencia de árabes, italianos
y alemanes). Podemos decir que la expansión mundial del capital tuvo, en la Dutch India
Company (Compañía Holandesa de las Indias Orientales), su primera gran multinacional. Sin
embargo Holanda, al no tener un fuerte proyecto de Estado Nacional detrás, no consiguió
1
Este documento corresponde al capítulo “À Mundialização do Capital e a Expansão do Poder
Americano”, Maria Conceição Tavares y Luiz Gonzaga Belluzzo, dentro del libro “O Poder Americano”
- J.L. Fiori (2004).
2
Traducción realizada por Camilo Hereñú, auxiliar estudiante de Estructura Económica
Argentina y Mundial, estudiante avanzado de la Licenciatura en Economía de la Universidad
Nacional de Moreno. Agosto de 2022. Se agradecen los comentarios y sugerencias de Iris
Barboza (Lic. en Economía, UNM).
3
Para acceder a la descarga del libro completo en su idioma original (portugues):
http://library.lol/main/D079A662584F25E0A70A5F25B1CF69A7
1
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Las únicas potencias capitalistas que lograron mantener la hegemonía política de sus Estados
Nacionales y expandir su capital sin límites territoriales a todos los continentes fueron las
anglosajonas: Inglaterra en el siglo XIX y EEUU en la segunda mitad del siglo XX, después de
la victoria en la segunda guerra mundial. La unión del poder político-militar y el capital
financiero les dio un aliento y una dimensión global que antes no existía. Su principal
instrumento fue la emisión de una moneda internacional dominante que expresaba su poder
político y la fortaleza de su capital financiero. Tanto su deuda pública interna como el
movimiento de bienes y capitales en el mercado internacional estaban denominados en su
moneda nacional.
Por otro lado, la expansión del poder de los Estados Nacionales con vocación de potencia
imperial está limitada por el poder internacional de su “dinero público” y por la rivalidad
imperialista. Ninguna potencia capitalista tuvo una expansión territorial ilimitada, ni su
hegemonía alcanzó la duración de los imperios antiguos. Los límites de la expansión imperial
son siempre “externos”, ya que ninguno fue derribado o bloqueado sin ser detenido por el
otro mediante el poder de las armas y el dinero. El vínculo entre la expansión geográfica del
capitalismo y la expansión de los imperios —decisiva para la historia del sistema— no puede
deducirse del movimiento inmanente del capital, ni de una teoría geopolítica abstracta. La
competencia de capitales y la rivalidad entre poderes dan a este sistema un dinamismo
4
No existe un modelo lógico de la “teoría objetiva” del valor que dé cuenta de las contradicciones del
capitalismo, así como tampoco existe una “filosofía” de la historia que determine su movimiento
directo.
2
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Tampoco existe un patrón monetario estable, como pretenden postular las teorías monetarias
desde los economistas clásicos ingleses, quienes siempre han estado en la búsqueda de una
“constante”, en la que se pudiera medir el valor de la riqueza universal. Independizar la
moneda del poder político de los Estados es una obsesión recurrente de los economistas,
como lo demuestra la propuesta del Plan Keynes en las reuniones preparatorias de Bretron
Woods y la actual doctrina neoliberal de los Bancos Centrales Independientes. El patrón
dólar-oro terminó hace más de treinta años, pasando al “patrón dólar flexible”, lo que aceleró
la globalización financiera y llevó a un paroxismo de la politización del valor de la moneda
estadounidense.
Para algunos economistas y sociólogos de derecha e izquierda, la ruptura del llamado “sistema
de Bretton Woods” y las periódicas devaluaciones del dólar están asociadas al declive de la
hegemonía estadounidense o la crisis definitiva del “orden capitalista”. Para otros, ahora que
los Imperios milenarios -India y China- se están incorporando a la economía capitalista
mundial como estados nacionales independientes y el Imperio Soviético se derrumbó, sería
una victoria definitiva del capitalismo liberal y el camino hacia un "orden unipolar".
En las últimas tres décadas del siglo XIX, la economía mundial vivió la Gran Depresión y las
profundas transformaciones de la 2ª Revolución Industrial. Entre 1873 y 1896, el acero, la
electricidad, el motor de combustión interna, la química del sodio y el cloro, el telégrafo y el
barco frigorífico alteraron radicalmente el panorama de la industria, el transporte y las
comunicaciones, hasta entonces marcado por el carbón, el hierro y la máquina de vapor. La
simple aplicación de la mecánica dio paso al uso sistemático y la integración de la ciencia en
los procesos de producción.
3
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El final del siglo XIX estuvo marcado por el desarrollo de cinco procesos interrelacionados: 1) la
consolidación del sistema monetario de pagos internacionales, a través de la adopción
generalizada del patrón oro; 2) la metamorfosis del sistema crediticio que ajusta sus funciones
y formas de operar a la nueva economía capitalista global; 3) la constitución de fuerzas
productivas específicamente capitalistas, consustanciadas en la creciente separación técnica y
económica entre el departamento de medios de consumo y el departamento de medios de
producción; 4) el desarrollo de la división internacional del trabajo entre un centro productor
de manufacturas y una periferia productora de materias primas y alimentos; 5) el surgimiento
de “nuevas” potencias industriales, construidas a la sombra de las relaciones comerciales y
financieras proporcionadas por la hegemonía liberal británica.
EE.UU., Alemania y Japón entraron en escena mundial, haciendo valer la modernidad de sus
respectivas estructuras capitalistas, en especial la agilidad de sus bancos y la presencia activa
de sus respectivos Estados nacionales. El surgimiento de nuevas potencias inauguró un
período de gran rivalidad internacional. La disputa por la preeminencia económica intensificó
la penetración del capital en las zonas proveedoras de materias primas y alimentos, alterando
la configuración de la llamada periferia del mundo capitalista.
En los capitalismos de fines del siglo XIX, el sistema bancario, que concentraba sus
operaciones en el financiamiento de la deuda pública y la reactivación de los negocios,
comenzó a adelantar recursos para nuevos emprendimientos y promover la fusión entre
empresas existentes. Poco a poco, todos los sectores industriales fueron dominados por
grandes empresas, bajo el mando del capital financiero. El movimiento de concentración del
capital productivo y centralización del mando capitalista tornó obsoleta la figura del
empresario frugal que confundía el destino de la empresa con su propia biografía. El magnate
de las finanzas es el héroe y villano del mundo que nace.
La porosidad del poder político a los intereses privados dio origen a un Estado plutocrático, en
la medida en que no solo los grupos económicos más poderosos se desarrollaron a su sombra
y bajo su patrocinio, sino que también se valieron de la permisividad de las instituciones
liberales. Charles Morris escribe en Money, Greed and Risk 5 que hasta finales del siglo XIX,
EE.UU. no contaba con una legislación comercial adecuada. Los británicos en Barings a
5
Ver Morris, 1999.
4
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menudo se quejaban de los riesgos que corrían si sus contrapartes estadounidenses entraban
en Default. "No estaba claro", dice Morris, "si podrían ejercer sus derechos contra los
morosos". El escritor Kevin Phillips, en Wealth and Democracy 6, sugiere que, desde la Guerra
Civil, esta precariedad institucional sostuvo el avance de sucesivas generaciones de “barones
ladrones” que transformarán la economía y comandarán la política estadounidense.
Estados Unidos, una economía en rápido ascenso, terminó el siglo XIX como la mayor
economía industrial del planeta, convirtiéndose en un poderoso competidor en los mercados
mundiales de alimentos, materias primas y productos manufacturados. Aun así, la economía
estadounidense fue protagonista de frecuentes y severas crisis financieras y cambiarias, dada
la posición subordinada del dólar, la organización “desregulada” de su sistema bancario a las
intervenciones arriesgadas y especulativas de los bancos de inversión en la promoción de
negocios. Colapsos en el precio de los bonos y corridas bancarias se sucedieron tras la Guerra
Civil.
En las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, las prácticas financieras especulativas
y los sucesivos episodios de deflación de precios — acompañados siempre de la liquidación de
deudores y la destrucción del patrimonio de lo “público” — dieron lugar a estallidos violentos
de centralización del capital y permitió la consolidación del llamado capitalismo fiduciario. Esta
forma “moderna” asumida por el capitalismo se desarrolló a partir de los cambios que
tuvieron lugar en la economía estadounidense después de la Guerra Civil. Los resultados de
las transformaciones observadas bien merecen la calificación de “capitalismo moderno”,
especialmente en el sentido de que el surgimiento y desarrollo de la gran corporación
estadounidense constituye el embrión nacional del posterior despliegue transnacional del
gran capital.
Hobson en su libro Modern Capitalism 7 muestra cómo los cambios radicales operados en la
organización industrial y en el avance tecnológico de la gran empresa acompañarán el
surgimiento de una “clase financiera”, y que tiende a concentrarse en manos de quienes
operan la máquina monetaria de las sociedades industriales desarrolladas, es decir, de los
grandes bancos, un poder creciente en el manejo estratégico de las relaciones intersticiales
(intersectoriales e internacionales) del sistema. Por extenso que sea el espacio nacional
monopolizado y protegido por el Estado nacional, como fue el caso de EE.UU., la continua
expansión de beneficios obliga a la búsqueda de mercados externos, tanto de bienes como de
inversiones directas y exportaciones “financieras” de capital.
6
Ver Phillips, 2002.
7
Ver Hobson, 1965.
5
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Las transformaciones ocurridas en el sistema capitalista a lo largo del siglo XX no pueden ser
comprendidas sin tener en cuenta tres factores: los efectos de las guerras mundiales, los
cambios en el patrón monetario internacional y los cambios en la división internacional del
trabajo. Todos ellos afectaron poderosamente los cambios en la sociabilidad burguesa con la
ruptura del orden liberal, el surgimiento de reacciones autoritarias nacionalistas
(nacionalsocialismo nazi y socialismo “nacional” soviético) o experiencias intervencionistas y
socialdemócratas que acompañaron la constitución de sociedades de masas en Europa y en
los EE.UU.
La Primera Guerra Mundial fue, de hecho, una guerra interimperialista asimétrica; por un lado,
los aliados Inglaterra, Francia y Rusia, potencias industrialmente débiles frente a Alemania (y
8
Ver Cashman, 1998.
6
EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense
EE.UU.) que se habían afirmado en la segunda revolución industrial. El eslabón más débil,
tanto desde el punto de vista económico como financiero y militar, Rusia, capitula en 1917,
firma la paz de Brest-Litovsky y entra en un proceso de desintegración imperial y
revolucionaria. En ese mismo año, EE. UU., que a pesar de su neutralidad había otorgado
ayuda financiera a los aliados, entró en conflicto y determinó la derrota definitiva de
Alemania.
La agitación entre las empresas y el Estado llegó a su punto máximo en la década de 1920. El
Banco Morgan se convirtió en el brazo financiero de la política de Washington. Los
funcionarios de Morgan comandaban los préstamos para asegurar reservas de divisas fuertes
para el plan de estabilización de Alemania en 1924 y para Francia en 1926. Una vez que se hizo
el préstamo de estabilización, Alemania volvió al patrón oro, lo que obligó a Gran Bretaña a
regresar en 1925, con la libra apreciada en relación al dólar, fijada en la paridad anterior a la
guerra. En este momento se desencadena un fuerte movimiento de capitales
7
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El orden liberal comienza a desmoronarse de arriba abajo, tanto desde el punto de vista
económico-financiero como desde el punto de vista social y político. La crisis de 1930 agravó
la desorganización del sistema mundial y condujo al surgimiento de experiencias nacionalistas
y estatistas de diversos matices. En el extremo democrático liberal, EE. UU. prueba la
experiencia del New Deal mientras que Inglaterra abandona el patrón oro y sigue una política
de tipos de interés bajos y gasto público compensatorio. En el continente europeo, la
severidad del desempleo, la desocupación y la contracción del comercio internacional
producto de las devaluaciones competitivas conducen a un alto grado de intervención del
Estado. La regimentación masiva sin precedentes conduce al surgimiento de nacionalismos
autoritarios que refuerzan el expansionismo bélico de las llamadas potencias del Eje y
conducen al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
La guerra de 1914/19 impulsó cambios radicales en la geopolítica de Europa, cuyos efectos aún
hoy se dejan sentir y marcó también la entrada en escena de una nueva potencia mundial:
EE.UU. Este último asistió a las negociaciones de la Paz de Versalles como árbitro, pero se
retiró unilateralmente. El proyecto wilsoniano de la Liga de las Naciones fue rechazado por el
Congreso norteamericano. El poder económico y financiero de los grandes trusts
estadounidenses volvió a la tradición de hacer negocios como siempre. EE.UU. renunció (o no
pudo) a establecer un nuevo “orden mundial”.
Para 1913, la capacidad industrial estadounidense había superado con creces la de sus
principales competidores europeos, Alemania e Inglaterra. Pero la constitución de la
hegemonía estadounidense no puede entenderse sin evaluar los resultados de las dos
grandes guerras, la de 1914-1918 y la de 1939-1945.
Los historiadores reconocen que la guerra del 14-18 fue innovadora en aspectos tecnológicos,
económicos, sociales y políticos en comparación con conflictos anteriores. La conflagración no
fue sólo mundial, por la cantidad de países involucrados, sino total: por primera vez el llamado
“esfuerzo bélico” comprometió casi la totalidad de los recursos materiales y humanos de las
9
Para la importancia de la Guerra Civil Estadounidense como primer paso hacia la “Marcha Corta” hacia
la Hegemonía, ver Texeira, 1999.
8
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En la Primera Guerra Mundial, bajo el mando del Consejo de Defensa Nacional, organismos
como el War Industrial Board, el United States Shipping Board y el General Director of
Railroads establecieron controles de precios generalizados, planificación de redes de
transporte, racionamiento de alimentos y calefacción de carbón, programación compras del
gobierno y mantuvieron un alto nivel de gasto público. Estas formas de control y coordinación
fueron compatibles con el aumento significativo de las ganancias del sector privado y con el
aumento de los salarios reales, a pesar de que el nivel general de precios se duplicó entre 1913
y 1918. Como también ocurriría después de la Segunda Guerra Mundial, la acumulación del
poder adquisitivo “reprimido” de las familias consumidoras tuvo un impacto significativo en el
desempeño de la economía estadounidense en el período inmediato de la posguerra.
Proveedores de material bélico, Estados Unidos salió de la Primera Guerra Mundial como país
acreedor, lo que afectó profundamente, como ya se ha dicho, las negociaciones de Versalles y
la gestión de los intentos frustrados de “normalización” económica a lo largo de la década de
1920.
En Europa, las deudas de guerra y las reparaciones requirieron un esfuerzo adicional para
obtener recursos fiscales que las poblaciones, especialmente las clases adineradas, no estaban
dispuestas a otorgar a los gobiernos. Los niveles de precios se multiplicaron por cuatro o
cinco, y los países sometidos al peso de las reparaciones, cargados con la reconstrucción del
aparato productivo, sufrieron el flagelo de la hiperinflación. La generalización del sufragio
universal y la percepción del carácter “imperialista” de la guerra —atribuido a la insensatez de
las élites económicas y políticas— dieron mayor peso a la opinión de las clases subalternas.
9
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En su resurrección, sin embargo, el patrón oro fue incapaz de reanimar las convenciones y
reproducir los procesos de ajuste y las formas de coordinación responsables de su anterior
éxito. El último país en declarar oficialmente su adhesión al patrón oro fue Francia en 1928.
Antes de eso, entre 1923 y 1925, regresaron Alemania y sus socios en la hiperinflación, Austria,
Hungría y Polonia. Inglaterra regresó en 1925. El establecimiento de la paridad entre la libra y
el oro al nivel anterior a la guerra fue la causa de muchos de los problemas de coordinación
que surgieron durante los turbulentos años veinte y treinta.
El régimen del Gold Exchange Standard (patrón de cambio de oro) permitió, ante la escasez de
oro, la acumulación de reservas en moneda “dura” (básicamente, el dólar y la libra). La
decisión de Inglaterra, tomada en 1925, de volver a la paridad de antes de la guerra era
claramente incompatible con el nuevo nivel de precios internos, y tampoco reconoció el
declive de su fortaleza económica y financiera.
El desastre que siguió fue consecuencia del cambio de signo de la política monetaria
estadounidense, a mediados de 1928. La Reserva Federal, preocupada por el calentamiento de
la economía y la fiebre de los mercados financieros, elevó la tasa de descuento, provocando el
“estallido” de la burbuja especulativa en octubre de 1929. Los “grilletes de oro” del régimen
monetario jugaron un gran papel en la inmovilización de las políticas económicas,
determinando una casi total incapacidad de respuesta y coordinación de los gobiernos de
Europa y, al menos hasta 1933, de los EE.UU.
Entre 1929 y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, las economías capitalistas se sumergieron
en una violenta caída de los precios de las materias primas, deflación de activos, sucesivas e
10
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A pesar de todo esto, la economía estadounidense siguió desacelerándose y sufrió una nueva
recesión en 1937: Roosevelt, atacado por la derecha, decidió “equilibrar el presupuesto”. Los
signos de una recuperación firme solo aparecieron después de que Gran Bretaña declarara la
guerra a Alemania en mayo de 1940 y comenzara a ordenar la compra de material bélico. En
1941, incluso antes de Pearl Harbor, la producción industrial estaba un 40% por encima del
nivel observado en 1929, antes de la depresión.
Estados Unidos entró en la guerra con considerables reservas de recursos no utilizados, tanto
de capacidad industrial instalada como de mano de obra. Pero la fuerte recuperación
promovida por la demanda militar requeriría muy rápidamente la “conversión” de la industria
civil. El papel de la movilización militar en el rápido crecimiento de la economía es inequívoco:
en 1940 —pese a la expansión observada durante el New Deal— el gasto público federal
representaba sólo el 8,2% del PIB. En 1944, el gasto del gobierno federal alcanzó el 52,3% del
producto interno bruto.
La participación estadounidense en ambas guerras fue, sin duda, peculiar y decisiva. No sólo
entró tarde en los dos conflictos -en 1917 y 1941- sino que, protegido por los océanos Atlántico
y Pacífico, Estados Unidos no sufrió daños en su territorio continental. Así, el
aprovechamiento de su enorme potencial económico se realizaba en condiciones ideales: el
“esfuerzo bélico” legitimaba la centralización de decisiones en instancias de coordinación
estatal, mientras que la “seguridad” del territorio garantizaba la seguridad de los aparatos
productivos y de transporte y redes de comunicaciones. Sin duda, esto estimuló el avance
tecnológico (especialmente en los campos de la electrónica, la química y la metalmecánica) y
la expansión de la capacidad en muchos sectores. Los sectores del transporte y las
telecomunicaciones vinculados a la guerra sufrieron verdaderas revoluciones estructurales10.
10
Para el sector de las telecomunicaciones, ver el artículo de Moraes “Telecomunicaciones con el poder
global de los EE.UU.”, en este mismo volumen.
11
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poder adquisitivo acumulado por los hogares durante el esfuerzo bélico, en forma de
instrumentos financieros emitidos por el gobierno para financiar el gasto militar.
Así, en primer lugar, EE.UU. se alió con la Unión Soviética para desmantelar el sistema colonial
que había servido de base de apoyo al Imperio Británico. En segundo lugar, EE. UU. estableció
un sistema de instituciones internacionales de control político-militar (OTAN) y
económico-financiero (Gatt, FMI, Banco Mundial) y una instancia legal global capaz de
incorporar a la Asamblea a los sucesivos países descolonizados, pero manteniendo el poder de
decisión en el seno de las potencias vencedoras (Consejo de Seguridad).
11
Véase Medeiros "Desarrollo tecnológico estadounidense de la posguerra como empresa militar" en
este volumen.
12
Hudson, 2003.
12
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El poder soviético, a su vez, se había expandido durante la guerra a Berlín (con el acuerdo de
Roosevelt y la oposición de Churchill), lo que pronto condujo a la Guerra Fría. Alemania
Occidental se reconstruyó rápidamente con el apoyo estadounidense, convirtiéndose en el
primer milagro económico europeo. Lo mismo sucedió en Asia como Japón, Taiwán y Corea del
Sur tras la victoria de la revolución china. La geopolítica en Europa estuvo prácticamente
congelada hasta la implosión de la Unión Soviética y Yugoslavia, se mantuvo activa en Asia
hasta la derrota en Vietnam y en un juego de intervenciones americanas en Oriente Medio,
que sigue en un callejón sin salida.
Los movimientos hegemónicos para asegurar el control del sistema capitalista incluyen: 1) la
instalación de bases militares en las fronteras del sistema socialista rival; 2) apoyo decisivo a la
recuperación económica de las antiguas potencias del Eje derrotadas y desarmadas; 3) el
reemplazo en el Medio Oriente del tablero establecido por las antiguas potencias imperiales,
Francia e Inglaterra; 4) el intento de extender la gendarmería a escala mundial. Al llegar al
Lejano Oriente, culminó con la adopción de una estrategia de contención en relación con
China, lo que llevó al desarrollo por invitación de Japón, Corea del Sur y Taiwán.
Con la nueva división internacional del trabajo, facilitada por la deslocalización de filiales
multi-sourcing, la economía nacional estadounidense se ve obligada a expandir su grado de
apertura comercial y a generar un déficit comercial creciente para acomodar la expansión
13
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comercial asimétrica de los países asiáticos producida en gran parte por la expansión global
del gran capital estadounidense. Este movimiento está en la raíz de la ruptura definitiva del
sistema de Bretton Woods y de la creciente liberalización financiera impuesta por la potencia
hegemónica a otros países a partir de los años ochenta.
El gesto del presidente Richard Nixon en 1971 al declarar la inconvertibilidad del dólar frente al
oro tuvo consecuencias que los protagonistas y observadores de la época no supieron evaluar.
Después de la desvinculación del oro en 1971 y la introducción de tasas de cambio fluctuantes
en 1973, la demanda de moneda estadounidense para transacciones y como reserva
prácticamente colapsó, dando lugar a un sistema inestable y problemático de fluctuaciones
monetarias. El dólar “flotaba” continuamente a la baja. Por lo tanto, no fue de extrañar que el
papel de la moneda estadounidense en las transacciones comerciales y financieras comenzara
a decaer, así como su participación en la formación de las reservas de divisas de los bancos
centrales. La continua devaluación del dólar, que provocará una caída de los ingresos y del
valor de las “reservas de petróleo” denominadas en moneda estadounidense, también está en
el origen de los dos shocks petroleros que estallaron en 1973 y 1979. Esta “crisis del dólar”
condujo, a fines de la década de 1970, a intentos de reemplazarlo por Derechos Especiales de
Giro, es decir, activos líquidos emitidos por el Fondo Monetario Internacional y respaldados
por una “canasta de monedas”.
Así, mientras los conflictos geopolíticos reales y potenciales siguen concentrados en las
fronteras movedizas de Eurasia, la geoeconomía global, bajo la égida del capital financiero
estadounidense y el nuevo estándar monetario, ha tomado una dirección diferente,
moviéndose hacia el Lejano Oriente. A partir de la década de 1970, especialmente después del
desastre de Vietnam y la política de contención militar de China, la diplomacia estadounidense
13
Ver Tavares 1985 en Fiori, 1997.
14
Ver Hudson, M., op. cit.
14
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Las clases altas y medias comenzaron a vender importantes carteras de bonos y acciones,
directamente, pero sobre todo a través de cuotas en fondos de inversión, fondos de
pensiones y de seguros. La riqueza típica de una familia de ingresos medios pasó a incluir
activos financieros en proporción creciente, además de bienes raíces y bienes duraderos, lo
que altera sustancialmente la distribución del ingreso entre salarios e ingresos por activos
financieros.
La Reserva Federal informó en Flow of Funds Accounts 15 que en el primer trimestre de 2004
(después del estallido de la burbuja de la década de 1990), el valor de los activos financieros
en poder de los hogares estadounidenses: acciones, cuotas de fondos, títulos de deuda
pública y privada fue de USD 34,8 billones contra USD 20,1 billones en activos tangibles
(vivienda propia, bienes duraderos).
Vistos desde el punto de vista de las instituciones y los instrumentos financieros, estos
cambios en la riqueza reflejan la mayor importancia de las finanzas directas y “titulizadas” en
relación con el crédito bancario. La desregulación financiera rompió los diques impuestos tras
15
La Reserva Federal publica las Cuentas de Flujo de Fondos (Flow of Funds Accounts) de los Estados
Unidos. En este reporte trimestral se registran las entradas generadas por las diferentes instituciones
proveedoras de crédito y los principales acreditados, el estudio también presenta datos sobre el stock
de deuda acumulado al cierre de cada período, así como la situación del patrimonio neto de los
tomados de crédito.
15
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La competencia entre las instituciones financieras fue un factor decisivo para atraer clientes y
acelerar las innovaciones en el sector. Los administradores de cartera, deseosos de generar
más dinero en sus fondos mutuos y de pensiones, y deseosos de vencer a los competidores,
buscan mostrar sus mejores performances. Tanto es así que hizo hueco en sus carteras a
productos y activos de mayor riesgo. La expectativa de variación de los precios de los activos
financieros juega así un papel muy importante en las decisiones de empresas y bancos16.
El profesor José Carlos Braga, en su tesis doctoral, ya había advertido claramente sobre la
tendencia a la “financiarización” y la nueva búsqueda de rentas en las economías capitalistas,
proceso que no se circunscribía a las fronteras nacionales17. Si bien la mayor parte de los
activos financieros de cada país es propiedad de sus residentes, la participación cruzada de
inversionistas extranjeros ha aumentado significativamente con la liberalización de los
mercados de divisas y la desregulación de los controles sobre los flujos de capital. El valor de
la masa de activos financieros negociables en los mercados de capitales del mundo saltó de
alrededor de 5 billones de dólares a principios de los 80 a más de 100 billones de dólares a
finales de los 90, según estimaciones del BIS (Banco de Pagos Internacionales, por sus siglas
en inglés).
16
Ver Belluzo, L. G., op. cit.
17
Ver Braga, 1997.
18
Bernanke & Gertler, 1999.
16
EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense
y ejecución de contratos son omnipresentes. Debido a esto, el crédito puede extenderse más
libremente y a menor costo a los deudores que tienen una posición financiera sólida”.
La investigación sugiere, según Bernanke y Gerter, que los efectos de las variaciones en los
precios de los activos en la economía “se transmiten a través de cambios en el balance de los
hogares, las empresas y los intermediarios financieros”. Los dos autores construyen un
modelo de crecimiento con expansión del crédito, expansión de la inversión e inflación de
activos, en el que existe una “prima de financiamiento externo” (recursos de terceros). Esta
prima varía inversamente con las condiciones financieras del prestatario, es decir, disminuirá
para los prestatarios que pueden ofrecer mejores garantías.
A medida que los precios de los activos aumentan rápidamente e “inflan” la deuda de
empresas y familias, se vuelve irresistible utilizar el endeudamiento como una forma de
apalancar inversiones productivas o posiciones que prometen ganancias significativas de
capital.
En las economías periféricas, con moneda no convertible, es decir, con demanda nula de
agentes de terceros países, la nueva interdependencia financiera introdujo importantes
restricciones: las tasas de interés y de cambio se volvieron más sensibles a cambios
repentinos en las expectativas de los poseedores de riqueza. Para estos países, la nueva
integración financiera ha venido acompañada de frecuentes problemas de liquidez externa,
con amplias fluctuaciones en los precios de activos y divisas. De ahí las severas limitaciones
impuestas a las políticas monetaria y fiscal, que sin duda han sido más rígidas y duraderas en
el caso de países que abrieron sus cuentas de capital, surfearon ciclos de crédito externo y se
convirtieron en gran parte deudores en moneda extranjera.
En la fase de salida neta de capitales, las reservas se reducen, pero las tasas de interés
aumentan, lo que aumenta el stock de deuda y promueve la dolarización de los pasivos
internos del gobierno. Esta situación, por cierto, se presenta tanto en los regímenes de tipo de
cambio fijo como flotante, en ambos casos el Banco Central se ve obligado a comprar y vender
dólares en un intento de calmar el tipo de cambio y evitar un crecimiento indeseable de la
relación de deuda / PIB.
17
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El monto relativamente elevado de reservas que los bancos centrales deben mantener para
aparentar estar en situación de solvencia es uno de los síntomas de la imposibilidad de
adoptar la fluctuación pura del tipo de cambio. Como los bonos de la riqueza en moneda
nacional y los denominados en dólares son sustitutos muy imperfectos, el mercado financiero
continúa arbitrando entre intereses internos y externos —consciente del riesgo cambiario, de
liquidez y de solvencia—, lo que impide la convergencia de tasas de interés y exige la
administración cambiaria.
En países con alto endeudamiento externo —aún cuando logran reducir significativamente el
déficit en cuenta corriente— la flotación del tipo de cambio no elimina el riesgo cambiario y el
Banco Central siempre está obligado a “ensuciar” las fluctuaciones. Las tendencias de
apreciación o depreciación dependen, en el corto plazo, de las condiciones de apertura
financiera, del estado de flujo de capitales y del mayor o menor “desajuste” entre los activos y
pasivos en dólares de bancos, empresas y familias rentistas con sede en el país periférico.
La vulnerabilidad del dólar como moneda internacional fue eludida por la "diplomacia del dólar
fuerte" de la administración Reagan (Volker), ejecutada sin piedad a principios de la década de
198019. El fortalecimiento del dólar, como moneda de reserva y denominación de las
transacciones comerciales y financieras, promovió profundos cambios en la estructura y
dinámica de la economía mundial. Las transformaciones involucraron la redistribución de la
capacidad productiva en la economía mundial, sobre todo en la industria manufacturera, la
aparición de desequilibrios duraderos en la balanza de pagos entre EE.UU., Asia y Europa y el
avance de la llamada globalización financiera.
19
Ver Tavares, op. cit.
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Importante para la revitalización de las finanzas de mercado fue el papel que jugó, a principios
de la década de 1980, la expansión del endeudamiento público estadounidense de mayor
calidad, un fenómeno crucial para rescatar carteras y contener el colapso de los bancos
involucrados en la crisis de la deuda externa de los países del Tercer Mundo. La deuda pública
estadounidense y europea creció rápidamente en la década de 1980, impulsada por las altas
tasas de interés. El crecimiento “endógeno” de la deuda pública estuvo acompañado de una
mayor dependencia de los gobiernos de los mercados financieros internacionalizados. A partir
de entonces, de una manera sin precedentes en la historia de la internacionalización
capitalista, Estados Unidos pasó de ser un gran acreedor a ser el mayor deudor del mundo,
tanto desde el punto de vista interno como externo.
Sin embargo, cuando a mediados de la década de 1980 EE.UU. decidió revertir la brutal
apreciación del dólar, que ya había causado daños casi irreparables a su industria, se dio una
señal clara de que al menos “esta parte de la fiesta” estaba a punto de terminar. Los
japoneses se vieron obligados a tragarse la apreciación del yen que, por un lado, afectó sus
exportaciones a la zona de predominio de la moneda estadounidense y, por otro lado, provocó
graves pérdidas para los bancos, corredores y empresas de seguros que tenían activos en sus
carteras en dólares. La famosa “endaka” impulsará el movimiento de “descentralización” de la
industria japonesa hacia los países de la región, apoyada en la capacidad de financiamiento de
20
Ver Tavares & Belluzzo, 1986.
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“Chuva criadeira" en portugues, se estima hace referencia a una analogía semejante a “viento de cola”
o similares.
19
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sus bancos, que intentaron compensar las pérdidas sufridas en activos denominados en
dólares.
Corea, Taiwán y los Tigres de segunda generación, como Tailandia, Malasia e Indonesia,
habían vinculado sus monedas al dólar, lo que hizo que cambiar la inversión japonesa fuera
atractivo. Por otro lado, las tasas de interés en yenes fueron extremadamente atractivas y al
menos compensaron parcialmente el riesgo de una mayor apreciación adicional de la moneda
japonesa.
China, con su yuan ya devaluado, completaría su primera década de rápido crecimiento. Este
nuevo y gigantesco protagonista del “milagro astático” venía llevando a cabo sus programas
de reforma económica con gran eficacia. Estas reformas buscaron una combinación de una
estrategia exportadora agresiva, atracción de inversión extranjera directa en las áreas
liberadas y una fuerte intervención del Estado. La acción estatal se centró en incentivar la
agricultura familiar, las inversiones masivas en infraestructura y la utilización de las empresas
públicas como “ancla” para la constitución de grandes conglomerados industriales. Todo esto
estuvo acompañado por una cuidadosa transición del sistema de precios de la antigua
economía dirigida a la “nueva” economía de mercado.
22
Medeiros, 1997.
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La posición de China en la economía mundial ha mejorado rápidamente debido a una alta tasa
de crecimiento interno, absorción de IED y crecimiento de las exportaciones que se ha
mantenido más estable y vigoroso desde 1970 que el resto del mundo, incluso antes de las
reformas liberales. Es el segundo mayor absorbente de inversión directa tras EE.UU. y
mantiene una especial relación de competencia y complementariedad con este país. A
diferencia de Japón, que no tuvo una absorción externa significativa de capital y sigue siendo,
hasta el día de hoy, un país acreedor de EE. UU., China es simultáneamente deudor (debido a
la IED) y acreedor (debido a la acumulación de enormes reservas de dólares invertidas en
bonos del Tesoro de EE.UU.).
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Conclusiones
Estados Unidos, a pesar de su monumental déficit de cuenta corriente, no necesita
preocuparse por el riesgo de una fuga del dólar. La demanda de la moneda estadounidense
surge hoy del papel de EE. UU. como economía dominante en el comercio internacional y en
los mercados financieros, donde continúa la atracción de los bonos públicos como activos
líquidos de último recurso en la economía global. Enorme ventaja para aquellos con un déficit
de cuenta corriente de alrededor de USD 550 mil millones. Con un déficit de esta magnitud,
cualquier otro país habría sufrido un ataque a su moneda. Sin embargo, a pesar de los
presagios, una caída del dólar no parece probable. La demanda de bonos del gobierno
estadounidense por parte de no residentes, especialmente la derivada de las balanzas
comerciales y las enormes reservas de los países asiáticos, ha permitido la expansión del
crédito y el soporte de los precios de los activos en el mercado financiero estadounidense.
Mientras tanto, las familias se endeudan cada vez más para comprar productos baratos de los
“productivistas” en Asia.
Las relaciones entre Estado y Mercado (manera imperfecta de expresar las relaciones entre
política y economía) no son “externas”, de mero intervencionismo. Son orgánicas y
constitutivas. En los tiempos de la “economía global”, estas formas socializadas de poder
privado permiten diversificar la riqueza de cada grupo, distribuirla en varios mercados y
asegurar la máxima ganancia patrimonial, si es posible en el corto plazo. Los agentes de estas
operaciones son las instituciones financieras privadas. Son ellas las que definen los precios de
venta, las modalidades de financiación, la participación accionaria de los grupos y las
estrategias de valorización de las acciones. La garantía final -pero ciertamente no definitiva-
del proceso de valoración de activos es la existencia de un stock de activos líquidos y seguros
emitidos por el gobierno del país hegemónico. Este es el mercado “competitivo” del
capitalismo formado por empresas gigantes en la cuna de la desregulación y la liberalización.
En los dos “mercados flexibles”, el dólar y el petróleo, EE.UU. dejó de soportar internamente el
peso de la desregulación que caracterizó el período de transición de 1973/85 y pasó a una
economía dirigida en la que la política de EE.UU. realiza unilateralmente las intervenciones
preventivas o correctivas, dependiendo de la situación. Sin reglas generales autoaplicables y
sin tener en cuenta las reglas de las organizaciones internacionales que ellos mismos
ayudaron a crear, el intervencionismo preventivo estadounidense expandió su poder global
como nunca antes.
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La política exterior estadounidense, tras el paso diplomático de Nixon (Kissinger) hacia China,
había dejado de centrarse únicamente en los conflictos Este-Oeste, congelados por la
distensión de la Guerra Fría, y se centró en Oriente Medio. Las pretensiones “arbitrarias” de la
vieja Inglaterra en Oriente Medio quedaron definitivamente socavadas desde la crisis del
Canal de Suez y obligaron a pasar el relevo a EE.UU. en un periodo de turbulencias. En cuanto
a la regulación y geopolítica del petróleo, el condominio estadounidense-saudí-iraní
reafirmado por el acuerdo de Teherán de 1971 duró poco, gracias a la inestabilidad del Sistema
Monetario Internacional y a los crecientes conflictos en los países árabes que se agudizaron
con el derrocamiento del Sha de Irán23.
23
Sobre petróleo, ver Torres Filho “El Papel del Petróleo en la Geopolítica Estadounidense” en este
volumen.
24
Sobre la geopolítica de las bases ver Johnson, 2004.
23
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A principios del siglo XXI se configura una nueva anatomía de la geoeconomía capitalista. El
cerebro es el poder de contención y control geopolítico de la superpotencia hegemónica y el
corazón de la economía mundial sigue siendo su gigantesca economía continental,
particularmente China. India, a pesar de su fuerte tasa de crecimiento y de ser una potencia
atómica, no es un actor financiero relevante en la globalización del capitalismo, ya que, a
diferencia del suroeste asiático, no cuenta con centros financieros internacionales relevantes
para el movimiento de capitales. La vieja Europa continental, hasta hace poco una fortaleza
mercantil que incluía sólo 12 países, sigue creciendo lentamente. La Unión Europea aparece
hoy como un enorme estómago luchando por digerir los problemas acumulados desde la paz
de 1919 en su “frontera oriental” y retomados con el desmantelamiento de la Unión Soviética
autónoma tras la descolonización. América Latina sigue siendo un área endeudada de bajo
crecimiento. Rusia, tras el desmantelamiento del Imperio, quedó aislada y empobrecida
económicamente, aunque sigue siendo una gran potencia militar. La mayor zona de
inestabilidad económica (petróleo) y política (guerras sucesivas) sigue siendo Oriente Medio,
donde el sueño wilsoniano de paz universal y autodeterminación de los pueblos se ha
convertido en una pesadilla.
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Referencias Bibliográficas
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(The American Empire Project). Metropolitan Books, New York,
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TEIXEIRA, A. (1999) Estados Unidos: a “curta marcha” para a hegemonia, In: FIORI, J. L.
Estados e Moedas no Desenvolvimento das Noções. Ed. Vozes, Petrópolis.
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