Libro Vallone

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 115

Los peligros del orden

El discurso positivista en la trama del control social

1
Introducción

Hacia el último cuarto del siglo XIX la Argentina se había organizado institucionalmente sobre la

base de una tradición jurídico liberal. Sin embargo, con el proceso de modernización del Estado

impulsado en ese tiempo, surge una serie heterogénea de prácticas y discursos anclados al paradigma

positivista, que tendrá por blanco la normalización y normativización de la población, poniendo en

entredicho los presupuestos básicos del derecho liberal: el principio de libertad, el principio de

responsabilidad y la idea de contrato social.

Este espacio de tensión, entre la tradición jurídica liberal del Estado y prácticas de control a partir

de las cuales se generalizan intervenciones directas sobre el cuerpo social, constituirá nuestro objeto de

estudio.

Nuestro análisis se situará entre dos puntos de inflexión respecto a una panorámica línea histórica:

el surgimiento y el agotamiento del modelo agroexportador: 1870-1930; y en torno a las

transformaciones que la complejización de la estructura productiva y la organización institucional del

país producen en la estructura social. Nos interesa indagar las determinaciones que la relación

Estado/sociedad civil adquirió en este tiempo, específicamente las políticas de control social operadas

desde el Estado en el período mencionado.

Este proceso de organización y modernización implicó una nueva racionalidad basada en los

principios de orden y progreso; principios a partir de los cuales se forja el proyecto de la Argentina

moderna. Pero esta racionalidad, puesta en marcha, evidencia una realidad que emerge desde los

márgenes que ella misma genera. Es lo que se dio en llamar “los males del cuerpo social”, “lo

peligroso”; es decir, todo aquello que atenta contra el orden establecido, contra las libertades

concedidas. Estos males, entendidos en términos de desajustes al proyecto hegemónico, y comprendidos

bajo el concepto de la CUESTIÓN SOCIAL, pondrán en la encrucijada los ideales de orden y progreso

sostenidos por los grupos dirigentes de la época. De aquí en más, el debate por la cuestión social y las

respuestas a ella, implicará —para esta generación de reformistas liberales— el debate sobre los límites

de la intervención estatal1.

1
Por reformismo liberal entenderemos, como describe Zimmermann, la actitud de las élites intelectuales y políticas, de
predisposición a introducir cambios en las instituciones vigentes, que en materia de política social se traducía en una decisión
2
En consecuencia, las reformas institucionales de aquellos tiempos tendrá como preocupación central

la CUESTIÓN SOCIAL2, manifiesta en tres facetas de importancia complementaria: la INMIGRACIÓN MASIVA, la

CUESTIÓN OBRERA, y la PROBLEMÁTICA URBANA, concebida esta última en el marco de un proyecto de

modernización y redefinición de los espacios públicos.

En este contexto, ante una tradición jurídica que sostiene una definición liberal garantista del

Estado, irrumpe el discurso positivista que a partir de una nueva concepción del hombre y de la

sociedad, inaugura una nueva forma de concebir “lo peligroso”. Esto, en el entendimiento que el

individuo es una combinación de determinaciones biológicas y sociales las cuales conviven en su medio

con factores potenciales de criminalidad. José Ingenieros en su obra Criminología, afirmaba:

Todo acto delictuoso es la resultante de causas, y el delincuente no puede eludir las causas

determinantes de su delito, pero ese criterio determinista no es la ley. Ningún hombre puede

sustraerse a las circunstancias biológicas y sociales que hacen de él un imbécil o un genio, un

filántropo o un homicida, un filósofo o un desvergonzado […] Si el fin práctico de la justicia es

asegurar la defensa social, el criterio de responsabilidad debe dar paso al de temibilidad, al de

peligrosidad…3

Es desde esta perspectiva que cobra importancia la noción de profilaxis y prevención con sus

prácticas complementarias de individualización, clasificación tipológica, observación, secuestración y

aislamiento.

A partir de la consideración del individuo en su condición de "diverso", atravesado por un complejo

de causas-efectos que determinaban su constitución; el positivismo y específicamente el positivismo

criminológico, introduce una nueva concepción del DELITO, de la PENA y del DELINCUENTE intentando dar

forma jurídica a estas concepciones con pretensiones científicas e instituyéndose como instancia crítica

de los postulados fundamentales del derecho penal clásico.

Sin embargo, el discurso positivista quedó desarticulado de la dogmática jurídica, aunque no tardó

en insertarse, en los debates políticos, en las cátedras universitarias, en la planificación escolar, en la

de abandonar los principios de laissez faire que habían caracterizado al liberalismo decimonónico… Cfr. E. ZIMMERMANN,
Los liberales reformistas, p.15. También N. BOTTANA y E. GALLO De la República posible a la República Verdadera,
p.79 y 121.
2
La expresión fue utilizada en Europa para explicar las tensiones y los conflictos de la sociedad industrial. En nuestro país, la
“cuestión social” fue la expresión acuñada por distintos autores de la época para denominar a los sectores obreros emergentes y
a los determinantes que hacían de ellos un factor problemático como las condiciones del trabajo urbano y las ideologías
extranjeras que portaban. Paulatinamente, esta denominación abarcará cuestiones de sanidad, de salud pública, de vivienda, de
criminalidad, de educación. Al respecto, puede verse la bibliografía utilizada.
3
J. INGENIEROS, Criminología, p.62.
3
prensa, en la práctica médica. Y desde el Estado, en el dispositivo penal, en la extensión del control

social a la vez que en la especialización del mismo.

La población aparece en ese momento como problema biológico pero con efectos políticos y

económicos. Es por ello que en materia de profilaxis y prevención, se impulsó desde el Estado un

intenso despliegue de controles tendientes al cuidado de la población4. El discurso positivista recorrió

capilarmente el cuerpo social materializándose en los distintos niveles de la sociedad civil y del Estado.

Así, la Argentina de principios de siglo está atravesada por una serie de problemas definidos a la luz

de las nuevas relaciones sociales de producción. En la configuración de aquello que comienza a

percibirse como LO PELIGROSO intervendrá un conjunto de prácticas de control y técnicas de saberes

emergentes, que, aunque no puedan ser remitidas a una instancia exterior a estas, la cual las proveería de

sentido, la inteligibilidad de las mismas estará dada por la posibilidad de ser articuladas al proyecto

hegemónico por entonces vigente.

En síntesis, nos proponemos indagar la modalidad específica que asumió, en el eje temporal

propuesto, la relación Estado/sociedad civil; particularmente, cómo este conjunto de políticas de control

social operadas desde el Estado, fundadas en principios disonantes a los liberales, contribuyeron al logro

de consenso en torno a un orden en el que el trabajo, la familia y la salud física y moral, se instituyeran

en los valores centrales de las nuevas condiciones de vida.

El espacio político, como campo de relaciones de fuerza, será pensado como un espacio de

articulación, y en este sentido, como espacio de posibilidad para pensar esta encrucijada desde una
5
noción de HEGEMONÍA en toda su amplitud, como capacidad de transformar, como construcción, como

algo que opera no sólo sobre la estructura económica y la organización política de la sociedad, sino

además, específicamente, sobre el modo de pensar, sobre las orientaciones teóricas, sobre el modo de

acceder al conocimiento.

Pensaremos este juego de políticas desde un planteo mucho más amplio —de estrategias de poder—

tal como es la construcción de hegemonía de la clase dirigente, a partir no sólo del poder efectivo y

4
Utilizamos el concepto “población” en el sentido que Michel Foucault lo recorre a lo largo de sus cursos. Del poder de
soberanía al poder sobre la vida, en: Genealogía del racismo (1976): un cuerpo múltiple… como problema biológico y como
problema de poder. La política de la salud en el siglo XVIII, en: Saber y verdad (1976): la población —con sus variables de
número, repartición espacial o cronológica, de longevidad y de salud— no sólo como problema teórico sino también como
objeto de vigilancia, de análisis, de intervenciones, de operaciones modificadoras. La gubernamentalidad, en: Espacios de
Poder (1978): como fin último de gobierno… Seguridad, territorio, población (1978): la población se presentará como una
realidad a la vez específica y relativa…
5
Tomamos la noción gramsciana de hegemonía a partir de una concepción ampliada del Estado, para indagar en los
mecanismos de la dominación y de su legitimación, en los de la coerción y producción de consenso. A. GRAMSCI, Notas
sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado Moderno.
4
material que ella detentaba, sino también de una base de consenso, activo o pasivo, de la mayoría de la

población nacional en la ejecución de transformaciones socio-institucionales.

Con respecto al marco teórico-conceptual a partir del cual se construye nuestra mirada, y al lugar

desde el cual hemos sido interpelados por la problemática, tiene como punto de partida la siguiente

pregunta: ¿CÓMO, A PARTIR DE UNA CONCEPCIÓN LIBERAL GARANTISTA DEL ESTADO, FUE POSIBLE LA PUESTA EN

PRÁCTICA DE INTERVENCIONES DIRECTAS SOBRE EL CUERPO SOCIAL QUE INVADÍAN ÁMBITOS DEL DERECHO

PRIVADO? Será este interrogante el que nos hará indagar en nuevas formas de ejercicio del poder, en

nuevas formas de saber y, por lo tanto, en nuevos discursos desde los cuales será posible articular las

instituciones de derecho liberal a prácticas efectivas de control y vigilancia. Nuestra hipótesis es que el

positivismo criminológico ofrece en sus formulaciones los ejes sobre los cuales el discurso hegemónico

operará la estrategia que hará posible la articulación y legitimación de los procesos de intervención,

control y vigilancia: EL ESTADO PELIGROSO Y LA DEFENSA SOCIAL.

Ahora bien, la pregunta por el “cómo”, cómo hace posible… cómo articula… cómo se produce…

cómo opera la estrategia… cómo se desplaza… cómo se construye… cómo se ejerce…; será en

definitiva la pregunta que atraviese la trama del control social. Y a su encuentro, el encuentro del orden

social. Esta preposición será lo que nos haga circular y desplazarnos en ese espacio de tensión. Será el

lente que posibilitará descentrarnos de lo escrito, de la ley, del derecho, y, como diría Foucault,…captar

el poder en sus extremidades, en sus terminaciones, ahí donde se hace capilar… para poder entrever los

mecanismos, las mediaciones que se juegan en la producción del orden social …los efectos de verdad

que el poder produce y transmite, y que a su vez reproducen el poder. Entonces, un triángulo: poder,

derecho, verdad6.

Por lo tanto, nuestro propósito es recorrer la trama del control social, su organización, sus

procedimientos, sus aristas represivas y excluyentes, su letra; pero también, fundamentalmente, lo que

produce, lo que promueve, lo que sostiene y hace posible su existencia y hasta su legitimidad.

Si bien el concepto de control social ha sido objeto de diversas consideraciones y su abordaje

siempre ha estado ligado a una determinada visión/imagen del orden social, resulta pertinente reconocer

la impronta que “las visiones” del control social de Juan Pegoraro han dejado en nuestra mirada sobre el

concepto y las formas que reviste; pues Pegoraro lo define como la estrategia tendiente a naturalizar y

6
M. FOUCAULT, Genealogía del racismo, p.23.
5
normalizar un determinado orden social construido por las fuerzas sociales dominantes 7. Es en este

sentido que creemos que acercarse al tema del control social, es una forma de conocer la sociedad, lo

que quiere decir el orden social8.

¿Qué implica abordar el análisis del orden social desde la perspectiva del control social y

específicamente a partir de una mirada sociológica? Y es que desde la sociología existe un conjunto de

temas y problemas, un repertorio de preguntas que constituyen nuestra mirada: las instituciones, las

ideologías, las relaciones de poder, cómo se construye socialmente la realidad y las subjetividades. Es

desde esta perspectiva que la temática del control social reviste cierta especificidad a la mirada

sociológica, en tanto preguntarnos por el control social de hecho es preguntarnos por el orden social. Un

orden que se construye socialmente y que constituye todo aquello que denominamos sociedad.

Cuando hablamos de control social, hablamos de prácticas, de tácticas, de gestiones, de discursos

operando al interior de una estrategia política que tiene como objetivo la construcción del orden social,

su producción y reproducción. Y si hablamos de estrategia política, es porque la posibilidad de crear y

mantener un “orden” no puede ser pensado sino en un campo de relaciones de fuerza, en un campo de

lucha por el poder. Es en este sentido, que planteamos como hipótesis la posibilidad de que el discurso

hegemónico haya operado la estrategia de articulación y legitimación de procesos de intervención,

control y vigilancia a partir de los ejes conceptuales del positivismo criminológico.

La dimensión efectiva del control social estará dada por las formas que lo revisten. Es decir, el

control social antes que nada es una POLÍTICA DE CONTROL SOCIAL, que reviste forma de represión (y

producción), de prevención, de asistencia o de garantías; que genera efectos de dominación, de

integración, de neutralización, de exclusión mediante procesos de normalización/normativización de la

población9. De este modo y siempre, una política de control social tiende a homogeneizar a la sociedad

de acuerdo a valores imperantes, ya sea a través de la exclusión (cómo puede ser el extremo de la

política penal, el encierro), como así también a través de la integración/cooptación (como pueden ser las

políticas asistenciales, sanitarias, de salud, tratamientos correctivos).

7
La referencia al sociólogo Juan Pegoraro obedece a que ha sido un referente local de la temática en el campo de la reflexión
sociológica. Sobre todo, su contribución es haber instalado en las ciencias sociales el debate en torno a las relaciones entre
delito y el orden social …El delito y el poder de castigar ocupando un lugar, no marginal, en la descripción del orden social.
Cfr. Revistas de ciencias sociales Delito y Sociedad.
8
J. PEGORARO, Teoría social, control social y seguridad: el nuevo escenario de los '90, en: Cuadernos de posgrado p. 5.
9
Las nociones de normalización y normatividad resultan fundamentales para pensar “lo normal” y “lo anormal”. Es sobre este
eje que se construye tal dicotomía. Establecida la norma —un modelo óptimo en términos de Foucault— lo normal se define
por la adecuación a esa norma. Cfr. M. FOUCAULT, Seguridad, territorio, población p. 75 y 76.
6
Así la política de control social, en su diversidad y en su adversidad, se nos presenta como instancia

reguladora, superadora/neutralizadora, de conflictos sociales. Una política de control social supone un

orden social y por lo tanto relaciones de poder que, aunque implican efectos de dominación —a través

de la apelación a la coerción— también y principalmente supone la construcción de hegemonía.

De tal manera —dice Pegoraro— el péndulo consenso-coerción estará ligado al éxito en la

naturalización del orden social, o sea en transformar situaciones sociales problemáticas o

conflictuales en no problemáticas, ya sea por medio de la cooptación, la desmoralización, la

exclusión, el encierro o el aniquilamiento10.

Y es que, si lo que se juega en una política de control social es la reproducción del orden social, su

ejercicio se inscribe en un campo de posibilidad cuya estructuración no puede ser pensada sin una dosis

suficiente de hegemonía y por lo tanto, de gobernabilidad.

Desde esta perspectiva, conjugar la idea de gobernabilidad, la noción de hegemonía como

concepción del mundo y el ejercicio del control social, será uno de los nudos teóricos que se deslizará

por el desarrollo de nuestro análisis.

El libro se ha organizado en cinco capítulos, a lo largo de los cuales, como telón de fondo, se pone

en resonancia el lugar que el discurso positivista ocupó en la configuración simbólica y material del

Estado Argentino.

En el primer capítulo, describimos las condiciones históricas que posibilitaron la emergencia del

positivismo en Argentina y cuya impronta trasciende en los estudios políticos y sociológicos de la época

determinando la importancia de este pensamiento en la configuración cultural de nuestro país. El

proceso de modernización del Estado, trajo aparejada la complejización de la estructura productiva y,

como correlato, transformaciones en la composición de la base social y en la organización del espacio

urbano. LA CUESTIÓN SOCIAL, EN TODAS SUS EXPRESIONES, SERÁ EL OBJETO ESPECULAR DE UNA NUEVA LECTURA

POLÍTICA SOBRE LO SOCIAL; LECTURA QUE SE DESPRENDE DE UN ORDEN LIBERAL-CONSERVADOR PERO QUE, EN SU

ENUNCIACIÓN, RECONOCE CIERTOS ANCLAJES EN EL PARADIGMA POSITIVISTA. Las transformaciones llevadas

adelante por la generación de los reformistas liberales, serán leídas en la intersección que supone el

mantenimiento de un orden liberal garantista y la efectivización de prácticas de control e intervención

sobre los conflictos sociales emergentes.

10
J. PEGORARO, op.cit. p.3 y 4.
7
En el segundo capítulo, analizamos el POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO. Recorremos las principales

sistematizaciones teóricas de la Escuela clásica de derecho penal italiana, Francisco Carrara y Cesare

Beccaria, cuya producción fue inspiración de la dogmática jurídica argentina; y de la Escuela

criminológica positivista italiana (Cesare Lombroso, Enrico Ferri y Raffaele Garófalo), exponiendo

consiguientemente las críticas puntuales que esta última formulara a la Escuela Clásica liberal. En

Argentina, tomamos como punto de referencia la obra de José Ingenieros, Criminología, por ser

considerado el máximo representante de esta disciplina y cuya obra nos introduce en la criminología

como práctica criminológica efectiva en el "universo peligroso".

A partir de aquí y con el fin de esclarecer los ejes temáticos y los nudos que los articulan, es que en

un tercer capitulo damos cuenta del recorrido transversal que nos permitió afirmar que el ESTADO

PELIGROSO y la DEFENSA SOCIAL SON DOS POLOS DE UNA MISMA GESTIÓN, dos extremos de desarrollos teóricos

diversos, dos dimensiones del abordaje de la Cuestión Social en sus puntas mas conflictivas. Y a la vez,

dar cuenta de cómo uno y otro paradigma sostienen el defensismo social como la racionalidad sobre la

cual son posibles las intervenciones para el control y la normalización de la población.

Siguiendo este propósito, en los dos últimos capítulos analizamos la articulación del discurso

criminológico positivista a las instituciones del Estado liberal, y mostramos esta confluencia de

objetivos y de intereses en determinadas políticas de control puestas en marcha en el período señalado.

Políticas que tendrán como escenario privilegiado para su despliegue el espacio urbano; y como objeto

de intervención, a los sectores obreros, a los inmigrantes y a las prostitutas. Particularmente, nos

proponemos analizar cómo funcionaron dos dispositivos de poder, de gran envergadura en la época y

que, a nuestro juicio, constituyeron los aparatos de control más eficaces en los procesos de

normalización y normativización de la población. La POLÍTICA HIGIENISTA, que se traduce en una amplia

política sanitaria basada en los principios del higienismo y cuyos campos de intervención se definen a

partir de lo que abarcaban los conceptos de la higiene pública, la higiene privada o individual y la

higiene de la raza, desarrollado en el capítulo cuatro. Y la POLÍTICA DE SEGURIDAD Y DE MANTENIMIENTO

DEL ORDEN PÚBLICO, que tuvo como institución específica a la Policía y como instrumentos primordiales a

los edictos y técnicas positivas de prevención, de registros, de información y localización de los

elementos peligrosos, que será desarrollado en el capítulo cinco.

8
11
Hablamos de DISPOSITIVO , dispositivos de poder, dispositivos de control, dispositivos de

normalización, porque en el despliegue de una política, cualquiera sea su naturaleza, se pone en juego

un complejo de cosas heterogéneas en principio, pero susceptibles de ser puestas en una trama con un

sentido y objetivos específicos. En el caso de la política sanitaria y en el de la política de seguridad, nos

interesa retratar justamente esta red, que implica discursos, instituciones, leyes, reglamentos,

instrumentos, enunciados científicos y morales, lo dicho y lo no dicho. Que en apariencia son distintos y

autónomos (la cárcel, el hospital, la policía, el medico higienista) pero que ejercen un mismo poder de

normalización y conforman ámbitos de sujeción.

En cuanto a la localización espacial/jurisdiccional de nuestro análisis, especialmente trabajamos con

fuentes documentales que dan cuenta de políticas públicas, debates parlamentarios, reglamentos, leyes y

proyectos a nivel nacional (salvo excepciones, reglamentos específicos para Buenos Aires Capital). Para

ello, recurrimos por un lado, a fuentes documentales que nos permitan rastrear prácticas institucionales:

Archivos de psiquiatría y criminología, Anales del Departamento Nacional de Higiene, Memorias del

Departamento Nacional de Higiene, Memorias Policiales, edictos Policiales, diarios de sesiones del

Congreso (DSCD- DSCS), Revista Criterio, periódicos de la época. Por el otro, utilizamos los discursos

y debates parlamentarios a partir de los cuales fueron legitimadas esas prácticas de control. En este

sentido, traemos los escritos de enunciadores relevantes: José Ingenieros, Francisco de Veyga, J.M.

Ramos Mejía, Miguel Cané, Ernesto Quesada, Eduardo Wilde, Lucas Ayarragaray, J.V.Gonzalez,

Alfredo Palacios, Luis Agote, entre otros.

11
En el sentido foucaultiano del término. Entre otros, cfr. El juego de Michel Foucault, en: M. FOUCAULT, Saber y verdad.

9
Capitulo I

La emergencia del positivismo. Modernización y conflictos sociales

1.1. El positivismo en la Argentina

La historiografía argentina atribuye a la generación del 80 la orientación cientificista y positivista

del pensamiento sociológico argentino12. Si bien el “pensamiento” sociológico, en tanto “pensamiento

social” puede ser rastreado desde mucho tiempo atrás, el pensamiento sociológico como intento de

aprehensión y comprensión de la realidad social, como teoría, como sistematización; en este sentido

puede decirse que es expresión de los intelectuales de fines del siglo XIX:

La sociedad argentina, sus círculos culturales más representativos, la enseñanza académica,

revelan todos cada vez más un fondo común de ideas que manifiestan una concepción del mundo

naturalista; desde 1.830 el vocablo ‘positivo’ se hace corriente en los escritos de los intelectuales

[…] Los pensadores argentinos comienzan a servirse de esta palabra para designar, por una parte,

lo que es objetivo, real, natural; y por otra, lo que es progresista en lo social y en lo político 13.

Es en la historiografía argentina donde primeramente se evidencia esta tendencia hacia la

interpretación biológica de los fenómenos políticos y sociales en la evolución de la historia nacional14.

Es decir, se avanza en un sentido “positivo” de la interpretación histórica profundizando la inmanencia

entre pensamiento y realidad, aunque aún no existía una sistematización teórica acabada; ya que el logro

de tal proyecto se lo adjudicará la generación del 80 en su intento por aprehender la realidad

científicamente. Se podría decir en general que la concepción biológica de la realidad como concepción

del mundo, la fe en la ciencia y en el triunfo de ésta sobre la religión, las mismas leyes naturales

rigiendo a los organismos vivos y al hombre, la adaptación al medio como causa del cambio, la estrecha

12
Algunas interpretaciones señalan las insuficiencias del método generacional para explicar y periodizar la vida argentina,
cuestionando la tendencia al encasillamiento de los movimientos intelectuales y políticos de la época. (Cfr. por ejemplo, a Hugo
Biagini: Cómo fue la generación del 80, (1980); La Generación del Ochenta, (1995). No desconocemos la discusión al
interior de la historiografía argentina acerca del origen de las ideas positivistas en nuestro país y las diferentes corrientes que
influyeron en los círculos intelectuales y políticos a lo largo del siglo XIX. Sin embargo, sostenemos esta afirmación en tanto el
positivismo representaba en ese momento la técnica, la ciencia y el progreso material con los cuales se identificaba la oligarquía
de los años 80. Sobre las variantes ideológicas del positivismo en nuestro país, puede verse Positivismo y Antipositivismo en
Argentina, de Berta Perelstein y El movimiento positivista argentino, AAVV, Hugo Biagini (compilador)
13
El concepto de pensamiento es tomado en el mismo sentido en que especifica Ricaurte Soler: el pensamiento como una
forma, como una modalidad particular del conocimiento, o si se quiere, una forma —desde el punto de vista sociológico—
especial del pensamiento. R. SOLER, El positivismo argentino, p 50.
14
Uno de los destacados en esta dirección fue Florentino Ameghino, quien en Filogenia (1882) se propuso hallar
demostraciones del transformismo o doctrina de la evolución de la especie a través del descubrimiento de animales fósiles y
vivientes, para reconstruir la serie animal. Más tarde, en la conferencia Mi credo (1906) expondría una serie de teorías
generales sobre toda la realidad, basándose en las leyes que él infiriera de sus estudios biológicos. José Ingenieros dirá sobre la
obra Filogenia: en la actualidad esta doctrina es la única explicación legítima del origen de las especie… Cfr. J.
INGENIEROS, Las Doctrinas de Ameghino, p. 20.
10
relación entre caracteres físicos y psíquicos, son algunos de los postulados fundamentales que

caracterizan los estudios sociológicos de los positivistas de fines de siglo XIX y principios del XX. El

pensamiento argentino se orientó en el sentido de una sociología biologista. Sin embargo, el debate

acerca del estatus epistemológico de las ciencias sociales —y de la sociología en particular— se

manifestó en forma heterogénea y, en ocasiones, careció de la sistematicidad y el rigor necesarios. Aún

así, el debate intelectual de la época discurrió bajo el signo del positivismo: la fe en la ciencia y la

posibilidad de aplicar sus métodos al estudio de la actividad social y humana15. Es en este sentido que la

sociología es instituida como “la disciplina científica”. Interpretada como la ciencia general de la

sociedad —dice Zimmerman— para el reformismo social, la sociología se constituyó en el instrumento

más idóneo para guiar a los gobiernos en el diseño de políticas sociales, fue proclamada como la clave

para el entendimiento y la dirección racional del desarrollo social16.

Para comprender la creciente influencia de las corrientes positivistas en el clima cultural de la

época, resulta conveniente considerar dos aspectos: por un lado, el enriquecimiento teórico que sufre el

cuerpo conceptual hacia fines del siglo XIX y principio del XX por la influencia y el estudio de las

escuelas positivistas europeas17. Por el otro, aquello que caracterizará la orientación cientificista y

positiva de la temática sociológica de este período será la formación cultural, académica y universitaria,

de los hombres de esta época18.

Más allá de los márgenes indefinidos que supone el espacio teórico en que se debate

positivismo/antipositivismo en Argentina, por sobre las distintas corrientes del positivismo —de cuño

autóctono, adaptado o adoptado, de normalistas, de universitarios, positivismo “de cátedra”, positivismo

“en acción”, de credo pragmático— en sus diversas expresiones y aprehensiones; el positivismo tuvo

una significación históricamente fundante en la configuración cultural de nuestro país. Renovación

doctrinaria que se proyectaría a todos los campos del saber, erigiéndose en "alcance definitivo de la

verdad", en ciencia, en técnica, en progreso, en el método científico.

15
Cfr. N. BOTANA Y E. GALLO. Las exposiciones más pertinentes al respecto son las de J. A. Ferreyra, Ernesto Quesada,
José Ingenieros, Miguel Cané, Paul Groussac y Juan B. Justo.
16
E. ZIMMERMANN, op.cit. p. 83-90. Así lo planteará, por ejemplo, Ernesto Quesada en su Primer curso de sociología
(1905): la solución de la cuestión social depende de la orientación sociológica y de las leyes que la nueva ciencia pueda
formular…, o José Ingenieros en Sociología argentina, cuando explica el método genético en sociología: la aplicación de
principios biológicos generales al estudio de la evolución social permitirá desentrañar sus leyes… (5ta ed. 1913).
17
En el ámbito de la filosofía y de la sociología del positivismo naturalista, hacemos referencia fundamentalmente a la escuela
positiva italiana en su desarrollo de un derecho penal positivo bajo un rígido determinismo biológico y una visión básicamente
antropológica: C. Lombroso, E. Ferri y R. Garófalo.
18
La generación post-independentista vinculada a la organización institucional-constitucional del país había determinado la
importancia social y política de los juristas. Tal es así, que hacia fines de siglo XIX los abogados eran el grupo de mayor
prestigio. Los hombres más sobresalientes de la generación del '80 eran egresados de la facultad de derecho y la mayoría
profesores o futuros profesores universitarios.
11
Aquel realismo social, aquella especie de positivismo histórico, aquellas sistematizaciones teóricas,

no se trataban solamente de la mera observación de "hechos sociales" y su condensación en una gran

filosofía, en una metodología teórica. Sino que devienen en un programa de acción, en prácticas

efectivas, en un meticuloso proyecto operativo que irá generando a la vez nuevos espacios de discusión

teórica que arrojarán a la escena política y social nuevas figuras, nuevos conceptos y en consecuencia,

nuevos puntos de ajuste al proyecto aspirado de país.

El positivismo en Argentina significó una nueva concepción del hombre y de la sociedad, un nuevo

lenguaje político de lo social. Desde la perspectiva que intentamos esbozar, cobra importancia la

resignificación conceptual que el discurso positivista opera sobre un conjunto de prácticas históricas

concretas. Nuevamente traemos aquí la posibilidad de pensar esta encrucijada desde una noción de

hegemonía en toda su amplitud, como capacidad de transformar, como construcción, como algo que

opera no sólo sobre la estructura económica y la organización política de la sociedad, sino además,

específicamente, sobre el modo de pensar, sobre las orientaciones teóricas, sobre el modo de acceder al

conocimiento.

1.1.1. La influencia del positivismo italiano en los estudios sociológicos en Argentina.

La influencia en los estudios sociológicos de la escuela antropológica italiana evidenció, en las tesis

sociológicas argentinas, un claro origen jurídico. La vinculación del positivismo penal y la temática

sociológica argentina es indiscutida, siendo el primero el que da paso a la sociología como disciplina

positiva en la universidad. En 1883 se enseña por primera vez el positivismo penal en la Universidad de

Buenos Aires19. La influencia que más se hizo sentir en Argentina fue el positivismo penal de Cesare

Lombroso.

Francisco Ramos Mejía (1847-1893) fue uno de los que difundió las teorías jurídicas del

positivismo criminológico italiano. En su obra El Federalismo (1.884), intentaba explicar toda la

evolución política argentina adoptando como tesis el carácter biológico de la herencia social y la

adaptación natural de cada grupo social a su ambiente.

También en los estudios de José Ramos Mejía (1849-1914) se encuentra la influencia de Lombroso.

Este médico psiquiatra orientó su actividad al desarrollo de estudios históricos, de este modo lo que

19
En 1897 Francisco de Veyga logró crear una cátedra de antropología y sociología criminal nueve años antes que en Italia. En
1902, De Veyga y José Ingenieros fundaron los Archivos de criminología, medicina legal y psiquiatría que determinaron
nuevas orientaciones en el campo disciplinar de las ciencias sociales argentinas.
12
intentaba era analizar las manifestaciones de la locura en la historia20. José Ingenieros respecto de su

obra comenta:

…se promiscuaban la medicina y la historia […] con él aparecían en nuestro medio los métodos
21
y las orientaciones que transformaron la frenología en psiquiatría y la historia en sociología .

Así desde entonces, se aplicó la terminología psicológica y psiquiátrica a las disciplinas

sociológicas de la época.

Los estudios de Octavio Bunge (1875-1918) representan de alguna manera la continuación de las

investigaciones psico-sociales de José María Ramos Mejía. Bunge fue uno de los teóricos más

importantes del biologismo sociológico y del ambiente intelectual argentino de fines del siglo XIX y

comienzos del siglo XX. Fundamenta sus teorías en la herencia, en el principio de transformación,

adaptación y selección de las especies. La importancia de sus escritos está dada por la incorporación de

una dimensión psicológica en su análisis sobre las sociedades americanas; el objeto de su obra es

escribir la política de los pueblos hispanoamericanos. Para comprenderla, debo antes

penetrarme de la psicología colectiva que la engendra […] la organización política de un pueblo es


22
producto de su psicología. Su psicología resulta de los factores étnicos y del ambiente físico y económico .

La psicología sociológica fue una disciplina que en Argentina se inicia con los estudios de José M.

Ramos Mejía y pretendía encontrar el origen de nuestras circunstancias políticas en la herencia

psicológica recibida de los españoles.

La última sistematización importante del cientificismo sociológico argentino fue realizada por José

Ingenieros (1877-1925). Para este también los "factores" psicológicos, éticos, jurídicos, sociales, están

determinados por leyes biológicas, determinantes estas últimas de toda conducta humana. Sin embargo

la vinculación entre lo biológico y lo social se fundamenta en un "determinismo económico"

comprendido en función de la evolución sociogenética de la especie humana; es decir, la suma de las

necesidades materiales del hombre será el móvil de toda acción individual o colectiva a la vez que

determinará la evolución de las sociedades humanas23.

20
J.M. RAMOS MEJÍA, La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina (1878-1882). Fue uno de los
académicos reformistas que articularon sus ideas con la realidad social del momento en la configuración de instituciones
estatales dedicadas a distintas áreas de la reforma social. Fundó el Círculo Médico, en 1882 promovió junto a Emilio Coni, la
creación de la Asistencia Pública de la Ciudad de Bs.As., y entre 1893 y 1898 fue presidente y reorganizó el Departamento
Nacional de Higiene.
21
J. INGENIEROS, La personalidad intelectual de José M. Ramos Mejía, p.14.
22
O. BUNGE, Nuestra América. Ensayo de psicología social (1903), p.49.
23
J. INGENIEROS, Sociología argentina, p.19-21. Resulta oportuno destacar que para Ingenieros, el factor económico será
importante siempre y cuando éste sea comprendido como una función de adaptación dentro del marco de la lucha por la vida.
Dice: ...los factores económicos representan necesidades puramente biológicas, semejantes en cualquier especie viviente […]
el fenómeno social que preside toda la evolución social es uno: las necesidades que los agregados humanos tienen que
13
El origen jurídico del pensamiento de Ingenieros resulta más que evidente, sobre todo si atendemos

a su interés por incursionar en el estudio de las instituciones jurídicas y su transformación. Plantea que

tal transformación sucede al interior de una renovación en la cultura filosófica en la que las ciencias de

la naturaleza serían la base de toda concepción sistemática del mundo. Esta "renovación de la cultura

filosófica" que advierte Ingenieros influye en las instituciones jurídicas y demuestra su ineficacia,

fundamentalmente las del Derecho liberal clásico. Por lo tanto, la crisis de la legislación penal debería

entenderse en el marco de las nuevas concepciones positivistas. Sus investigaciones como médico

psiquiatra y alienista, lo erigieron en padre de la disciplina criminológica argentina. Hablar del

surgimiento de la criminología como disciplina científica, nos remite necesariamente a la figura de José

Ingenieros.

También la historiografía va a reconocer a Ingenieros como el padre de la psicología biologista (hay

que tener en cuenta que “La simulación de la locura” fue una de las tesis que desarrolló en su

especialización en el campo de la alienación, y que será — junto con la elaboración de una rigurosa

teoría crítica del derecho penal vigente— uno de los núcleos más importantes de su planteo

criminológico). Aunque Ingenieros queda seducido con el positivismo penal de Lombroso y Ferri,

elaboró una compleja y minuciosa teoría que tenía en cuenta tanto factores sociales, jurídicos,

económicos y éticos como psicológicos; produciendo un discurso criminológico que excedía la relación

causal entre determinismo biológico y alienado/delincuente/criminal/patología social.

El pensamiento de Ingenieros puede ser rastreado en la puesta en funcionamiento —hacia

principios de siglo XX— de un conjunto de tecnologías destinadas al control social, tecnologías todas

que anclaban en prácticas de poder (las disciplinas) y técnicas de saber (las ciencias).

1.2. El proyecto de modernización.

La influencia del positivismo en la Argentina posee caracteres muy particulares —dice Berta

Perelstein— puede afirmarse que nuestro país es el lugar donde el positivismo fue más vaciado de

contenido y donde sus fórmulas fueron más libremente modificadas para adaptarlas a los intereses

históricos de quienes lo acogieron. 24

satisfacer para conservar la unidad del grupo en el espacio y su continuidad en el tiempo. La actividad económica es
simplemente su resultado […] la economía política es una aplicación a la especie humana de leyes biológicas que rigen la
lucha por la vida en todas las sociedades animales.
24
BERTA PERELSTEIN, Positivismo y antipositivismo en la Argentina, p.108.
14
Efectivamente. El positivismo no fue adoptado —más allá de los matices particulares que se fueron

imprimiendo en el país— sino que fue convenientemente adaptado a las necesidades de reorganización

de la sociedad. La transformación de los procesos materiales ocurrida en la Argentina entre 1880 y

principios del siglo XX, la significación cultural que el positivismo penal tuvo en las elites intelectuales

y políticas de la época, la emergencia de la cuestión social como consecuencia de la modernización pero

también como categoría sociológica; nos ofrecen algunos lineamientos para comprender la formación de

la mentalidad positivista de la época

El proceso de organización y modernización desarrollado en la Argentina entre 1880 y 1920 fue

provocando mutaciones significativas en la estructura social argentina, afectando sobre todo la

composición de la base social. Organización propulsada desde un estado liberal-conservador para

consolidar una posición dentro del sistema económico mundial de expansión capitalista, liderado por

entonces por Gran Bretaña y en el cual la Argentina ocupa el lugar de "granero del mundo" por su

importante actividad como proveedor de alimentos y materia prima. Argentina se convierte así en un

estado dependiente de intereses europeos, dando prioridad al sector agro-exportador al cual quedó

condicionado todo proyecto de industrialización nacional.

Como consecuencia y en función de ello, se realizan transformaciones estructurales que van

determinando paulatinamente la organización institucional del país a la vez que un acelerado proceso de

urbanización. El puerto, la red ferroviaria, el sistema bancario, la centralización de recursos naturales y

del ingreso, entre otros factores, contribuyeron a conformar un sistema territorial con centro en Buenos

Aires —reafirmado con su capitalización en 1884—, en el que surgirán poblados que se articulaban al

proceso de desarrollo económico imperante por sus ventajas comparativas. Pero este proceso también

dejó en el camino grandes extensiones territoriales y poblacionales que no pudieron adaptarse al nuevo

juego de relaciones existentes.

El proyecto ochocentista estuvo dirigido principalmente al logro de un conjunto de reformas

institucionales necesarias para el éxito del desarrollo económico, que abarcaba medidas como la

federalización de Buenos Aires, la organización de municipios y tribunales, la creación de un sistema

financiero, la promoción de la inmigración, la creación del Registro civil, el Código de procedimientos

civiles, la ley 1130 de la moneda, la ley de inconversión y de consolidación de la deuda pública, la

organización de los territorios nacionales, la ley de educación común (1420). No menos importante a los

fines de este proyecto fue la llamada campaña al desierto y la ley de premios militares en 1888 para

15
distribuir la tierra entre los expedicionarios según el grado y el mérito (ley relacionada con el origen de

los latifundios, fundamentalmente en el sur de nuestro país).

En principio nos interesa mostrar cómo en este proceso amplio de modernización, se encuentran

imbricados la inmigración, los nuevos sectores sociales urbanos (los sectores medios, la clase

trabajadora, fundamentalmente, la cuestión obrera) y la problemática urbana, en la organización

institucional del país. Organización que se va configurando en torno a un plan estratégico de desarrollo

económico, pero también a partir de la necesidad de poner en un marco de visibilidad los costados más

problemáticos de la cuestión social.

1.2.1. Mundo Urbano

Nuevos actores…

Una de las variables más importantes en los orígenes de la cuestión social y en el desarrollo del

marco político, económico, social e institucional de país, es la INMIGRACIÓN.

Si bien la política inmigratoria —que atraería alrededor de seis millones de inmigrantes en 70

años— se inicia aproximadamente en 1860, el mayor aluvión inmigratorio se produce entre 1880 y

1930. Con esta política, la élite dirigente no sólo se proponía poblar el país, sino también modernizarlo

tomando como modelo las pautas económicas y culturales europeas. La civilización consistía en la

adopción de formas constitucionales liberales y del libre comercio; por lo que si la organización

institucional del país fue posible, esta se hizo bajo modelos extranjeros.

Bajo este ideal se forja el mito de europeizar el país, y en pos de ello, el fomento de la inmigración

se canaliza a través de leyes y disposiciones que dieron seguridad al extranjero y lo radicaron según las

necesidades de la política económica imperante. Como antecedente de lo apuntado mencionamos a la

Comisión promotora de la inmigración en Rosario (1864); la Comisión central de inmigración que

nombró representantes en distintos países europeos (1869); la ley de inmigración y colonización (1876).

Pero las esperanzas puestas en aquellas flotas que arribaban al puerto, se fueron desvaneciendo. En

primer término, la oleada inmigratoria que desembarcó distaba mucho de lo que se esperaba. No eran ni

técnicos ni profesionales. Se trataba de exiliados y rezagados de sus países de origen, que no eran como

se pretendía, Francia e Inglaterra. En segundo lugar, a pesar de cierta flexibilidad que la legislación

otorgaba, estableciendo en alguna medida canales para el "ascenso social", existía una rígida estructura

tradicional en cuanto a la propiedad territorial; pues, la Argentina tuvo siempre una estructura

latifundista favorecida por los gobiernos conservadores. Ante una ineficiente política agraria de

16
colonización, la gran mayoría de los inmigrantes fueron arrojados por las circunstancias a las ciudades,

generando así, un desproporcionado proceso de urbanización. La poca absorción de mano de obra por la

estructura agropecuaria vigente, originó un desplazamiento hacia actividades poco eficientes y

marginales de las ramas secundarias y terciarias de la producción. (Hacia 1914, casi un tercio de la

población del país, el 29,8%, era extranjera). Paulatinamente se fue dando una ampliación del sector de

servicios y comercio como también del aparato administrativo del Estado, fenómeno que repercutió en

el proceso de urbanización y en la estructura ocupacional del país.

Una de las consecuencias de esta complejización en la estructura productiva, fue la posibilidad de

inserción de nuevos grupos en el proceso económico, grupos que conformaron los ESTRATOS MEDIOS y

que para 1914 representaban casi el 40% de la población activa del país. Muchos factores contribuyeron

a que surgieran estos estratos: auge de servicios, alfabetización, desarrollo de la industria, ferrocarriles,

inmigración. Aunque el poder formal del Estado era limitado por una estructura informal, compuesta por

grupos o familias que controlaban el aparato administrativo y el sistema de cooptación política; el poder

de la clase media argentino-extranjera se consolidaba como tal, en un ascendente proceso de movilidad

social e importancia numérica. No existían partidos políticos con una estructura institucional capaz de

canalizar las demandas de estos sectores; será en la revolución del 90 cuando aparecerá su potencial

político y los primeros signos preocupantes de quiebre del Régimen. Si bien la revolución fue

militarmente sofocada y, como señalan Gallo y Botana, la oposición no se dirigía a crear un ámbito

político público caracterizado por la presencia de ciudadanos activos en la defensa de sus derechos

civiles y políticos, sino más bien, las metas de la oposición en ese entonces fueron generar un clima

cívico y rechazar un modelo político que reivindicaba la desmovilización ciudadana. La revolución del

90 constituyó un punto de inflexión en la vida política e institucional del país25.

En efecto, con el cambio de siglo, los sectores medios conformados por grupos nativos y extranjeros

emergen poco a poco de los márgenes del sistema político-institucional. Grupos tradicionales

desplazados por el proceso económico, inmigrantes, grupos beneficiados que eran parte del sector

agropecuario, grupos que habían estado alineados al Régimen; todos ellos engrosan las filas de la

naciente "clase media argentina". Conformación heterogénea esta, así como la fuerza política que surge

de su seno: la Unión Cívica Radical, el primer partido político con una estructura formal que se erigirá

en custodio y representante de los intereses de los sectores medios. De lo que se trataba era de la

25
N. BOTANA Y E. GALLO, op. cit., p 38.
17
obtención de derechos políticos y civiles, en forma conjunta con la formación ciudadana y política,

necesarios para la defensa de intereses hasta entonces postergados por el sistema político vigente.

Aunque la mayor parte de los habitantes del país no participaba en la vida política, hacia finales de

siglo XIX eran numerosas las asociaciones y organizaciones integradas por sectores de la población

urbana. Así como los inmigrantes consolidaron formas de sociabilidad y solidaridad formando

asociaciones de “socorros mutuos de inmigrantes” que reunían a los extranjeros de una misma

nacionalidad o de determinada región del país de origen (gallegos, andaluces, calabreses, napolitanos);

los trabajadores, tendieron a organizarse por actividad en gremios y sindicatos. Y es que, la

complejización de la estructura productiva, determinó a principios de siglo, el surgimiento de una

incipiente industria que arrojará a escena a un nuevo actor social: el proletariado; que sumado a los

sectores medios serán determinantes en la conformación de un nuevo escenario político y social.

Bajo la denominación de CLASE OBRERA, se agrupaba la población trabajadora tanto de las

actividades agropecuarias, de la industria, de los servicios y aquellos sin ocupación fija que trabajaban

como jornaleros o peones estacionales. Sombrereros, zapateros, sastres, panaderos, carpinteros,

albañiles, estibadores portuarios, ferroviarios, obreros de los frigoríficos, formaron hacia fines de siglo

XIX, la naciente clase obrera. Estos “protagonistas anónimos”26, con una importante composición

extranjera, mostrarán gran capacidad organizativa para resolver en forma colectiva los problemas que

afectaban a sus condiciones de trabajo. Bajo el signo anarquista y socialista, la expresión institucional de

estas organizaciones obreras, se vio realizada en la conformación de la Federación Obrera Argentina

(FOA) en 1901 (de tendencia mayoritariamente anarquista y en la cual predominaban la huelga general,

el boicot, el sabotaje y la violencia como medios de lucha política), y que se convirtió después en la

Federación Obrera Regional Argentina (FORA) en 1904. Los conflictos ideológicos y metodológicos al

interior de estas organizaciones, hicieron que los gremios de tendencia socialista se retiraran y en 1902

conformaran la Unión General de Trabajadores (UGT); pues, desde su creación en 1894, el Partido

Socialista adhería a la lucha política dentro del marco institucional que la democracia liberal

posibilitaba: en la contienda electoral y en la acción parlamentaria27.

26
Se ha tomado la expresión “protagonistas anónimos” del trabajo de E. CARDENAS y C. PAYA, En camino a la
democracia política (1904-1910).
27
En el Primer Manifiesto Electoral (1896) publicado por La Vanguardia (periódico fundado por el PS), presenta su programa
de reformas políticas. El programa del PS se nutría del pensamiento de la social democracia europea, cuya máxima expresión
había sido el Congreso de la Internacional Socialista de Paris en 1899. De ello se desprende sus propuestas de avanzada en el
ámbito legislativo, como por ejemplo, igual salario para hombre y mujer, protección del trabajo de la mujer y prohibición
trabajo niños menores de 14 años, impuesto directo sobre la renta, etc. Cfr. BOTANA Y GALLO, op. cit. p. 315-317.
18
La crisis del 90 ayudó a la consolidación de diversas tendencias en el movimiento obrero que

poseían diferentes métodos de lucha y objetivos específicos en sus reivindicaciones. No existió en esos

tiempos una sola expresión política que aglutinara los intereses de los trabajadores u obreros. Será el

radicalismo quien a través de una estrategia política y discursiva, y en el marco de una expresión

político-institucional, sabrá articular las interpelaciones populares a las demandas obreras. Sin

desconocer en estas organizaciones las diferencias ideológicas, metodológicas y de composición en su

base social, la retórica radical apelaba al denominador común de vastos sectores de la sociedad, apelaba

a la recomposición del ámbito político como espacio público y ciudadano. A partir de esta invocación es

que los sectores urbanos, engrosarán la base electoral de la UCR28.

Nuevos conflictos…

Lo cierto es que en el contexto de surgimiento de los nuevos actores sociales en el mundo urbano,

los movimientos obreros constituyeron la principal amenaza para el gobierno conservador. Más allá de

sus diferencias, la huelga era el principal recurso para reclamar y protestar ante el Estado y los

patrones29. En 1901 y 1902 la dimensión del conflicto obrero adquiere dimensiones cuantitativa y

cualitativamente imprevisibles, coyuntura que se agrava hacia fines de 1902 cuando la FOA declara la

huelga general paralizando el transporte y la actividad portuaria, principales clivajes del sistema

agroexportador. La represión policial y el estado de sitio, fueron la reacción inmediata del gobierno,

pero a la larga, los gobiernos conservadores respondieron al conflicto obrero con una legislación que

tendía a la criminalización de los anarquistas, a la represión de los obreros y a la expulsión de los

extranjeros. La LEY DE RESIDENCIA de 1902 y la LEY DE DEFENSA SOCIAL de 1910, dejarán en claro la

correlación entre criminalidad e inmigración, y por efecto, la correlación entre criminalidad y obreros.

La ley de Residencia encuentra su antecedente en el proyecto del senador nacional Miguel Cané en

1899, sobre expulsión de extranjeros. Centrado más en reprimir al anarquismo que en propuestas

tendientes a descomprimir el conflicto obrero, aunque no lo menciona directamente, su texto hace

referencia a todo extranjero cuya conducta pueda comprometer la seguridad nacional, turbar el orden

28
Respecto a la composición de la base electoral de la UCR, y reafirmando lo mencionado sobre el apoyo de los sectores
urbanos al partido radical, se destaca la correlación entre el apoyo electoral al radicalismo y un índice de modernización que
medía niveles de alfabetización, urbanización y presencia de población extranjera. Cfr. E. ZIMMERMANN, op.cit. y E.
GALLO Y S. SIGAL La formación de los partidos políticos contemporáneos: la UCR (1880-1916).
29
De acuerdo al análisis de documentos sindicales entre 1891 y 1902, Ernesto Isuani muestra que, de las demandas obreras de
la época: salarios justos, disminución de la jornada de trabajo, abolición de trabajo nocturno, protección de trabajo de mujeres,
prohibición de ocupar menores, descanso semanal, seguro contra accidentes del trabajo; los salarios y jornada de 8 horas de
trabajo, fueron los motivos de más de ¾ partes del total de las huelgas. Cfr. E. ISUANI, Los orígenes de la seguridad social
argentina, p 42 y 43.
19
público o la tranquilidad social30. Los que apoyaban el proyecto, aducían que la ley no iba contra las

huelgas, sino mas bien dirigida a los “agitadores profesionales” o — en palabras de J.V. González — a

proteger esos gremios conmovidos, agitados […] arrastrados por la prédica subversiva del orden

jurídico y social…31 Para quienes se oponían al proyecto, esta ley era inconstitucional porque se

facultaba al Poder Ejecutivo para expulsar, deportar o prohibir la entrada al país de extranjeros, y esto,

implica dotarlo de poderes judiciales en tanto expulsar era una medida penal. Además, la ley no era más

que una respuesta acotada —a las huelgas— y efectista, ante un conflicto cuyo origen arraigaba en

cuestiones estructurales sobre las que el gobierno debía pronunciarse. Así, el diputado Belisario Roldán

(h), sostenía

…la ley ha sido dictada, en los países donde está en vigencia, después de haber fracasado una

prolija y copiosa legislación obrera; pero en un país como este, donde no se ha dictado una sola

palabra de legislación obrera […] me parece que es llegar al fin de camino sin haber recorrido una
32
sola de las jornadas indispensables para arribar a él .

El mismo Cané, refiriéndose a la responsabilidad de la política fiscal, destacaba el elevado costo de

vida de los trabajadores en los orígenes de la cuestión social. Mención que será utilizada por el diputado

socialista Alfredo Palacios en sus formulaciones para derogar la ley de Residencia33.

Los interrogantes que dejó planteado el tratamiento de la ley en diversos ámbitos sobre su

efectividad en la resolución de la cuestión obrera, sumado a la evidencia de que los conflictos obreros

—con ley y sin anarquistas— no declinaban, hicieron que el gobierno ensayara paralelamente otras

alternativas.

El proyecto González, luego Ley Nacional del Trabajo de 1904, será un intento parcial de lograr

una legislación adecuada a los intereses de los trabajadores, o al menos, será una forma moderada de

encauzar el conflicto en un marco previsible de tratamiento y contención. La ley, con sus 14 títulos y

466 artículos, era un verdadero Código Obrero dirá José Ingenieros, quién dedica un análisis de casi 40

páginas en su obra Sociología Argentina, mostrando que la ley contempla casi todas las reformas

30
DSCS, Bs. As. 1899, p 134-135, M Cané, Expulsión de extranjeros. (Buenos Aires, Imprenta de J. Sarrailh, 1899).
31
DSCD, Debate sobre la ley de Residencial (1902), en: BOTANA Y GALLO, op.cit., p.479- 483.
32
En mayo de 1902, Belisario Roldán había presentado un proyecto de ley referente a accidentes de trabajo con el fin de
prevenir y reducir conflictos laborales. Tal proyecto no fue considerado por las Cámaras. Cuestión que pone en énfasis en
oportunidad de su discurso sobre la Ley de Residencia. DSCD, citado por E. ISUANI, op.cit., p. 45-49.
33
Conferencia de M. Cané “la obra del Dr. Carlos Pellegrini”, publicada en el periódico Sarmiento, abril/1904, en Archivo
Miguel Cané, Legajo N°13, Archivo General de la Nación, Sala VII. El discurso de A. Palacios en DSCD, Vol.I, p 198, 1904.
20
formuladas en el programa mínimo del Partido Socialista. Opinión que es compartida por Juan B. Justo

y que Ingenieros cita textualmente34.

Mientras tanto, la conflictividad marcaba una curva ascendente, los reclamos obreros no eran

absorbidos por el Estado y además, el texto de la ley se concretaba en la acción: represión policial,

expulsión indiscriminada de inmigrantes, clausura de diarios y locales, cierre de imprentas, vigilancia y

registros de reuniones y participantes. Profundizando aún más la conflictividad social entre los gremios

y sindicatos, y entre éstos con el gobierno, la onda expansiva de la violencia pretende ser nuevamente

encauzada por las vías más duras del control y la regulación social.

La ley de Defensa Social es sancionada con explícita pretensión de reprimir el anarquismo y toda

manifestación, reunión de personas, propaganda y divulgación de ideas asociadas al anarquismo35. La

ley prohibía la entrada al país de los anarquistas y penaba con prisión y pena de muerte a quienes

hicieran uso de explosivos y protestas violentas. (la excepción de pena de muerte alcanzó a los menores

de 18 años, torciendo lo establecido por el Código Penal que establecía 22 años y a los diputados que

sugirieron que sólo alcanzara a menores de 15 años).

Desde diversos campos del conocimiento afirmaban una y otra vez los males que traía aparejada la

inmigración. Para Moyano Gacitúa, profesor de derecho penal y juez de la Suprema Corte,

…el industrialismo es uno de los buenos barómetros de la civilización más adelantada, y dentro

de él está la llamada clase obrera afectada por la cuestión social […] Esa cuestión social denuncia

y constata una forma especial de delincuencia […] y que viene agravada por el índice delincuente
36
que aquí aportan la nacionalidad de los propios gremios trabajadores .

Francisco de Veyga, en el “estudio de antropología criminal” (subtítulo del texto titulado

“Anarquismo y anarquistas”, publicado en Anales del Departamento Nacional de Higiene en 1897),

desligaba la acción anarquista de toda cuestión social, tanto en su origen como en sus objetivos

la delincuencia anarquista no es obra del malestar social sino de la fermentación de los detritus

sociales […] ésta es una cuestión de higiene social entregada exclusivamente al cuidado de la

policía37.

En efecto, las leyes de Residencia y de Defensa Social respectivamente, ampliaron las facultades

policiales. La criminalidad anarquista será una cuestión de ahora en más, de la División de Orden

34
J. INGENIEROS, op.cit. p. 158 a 194.
35
El Proyecto de ley, presentado por el diputado Meyer Pellegrini, fue tratado al día siguiente (27 junio) de la explosión de una
bomba en el teatro colon (26 junio) y aprobado al otro día de su tratamiento (28 junio).
36
CORNELIO MOYANO GACITÚA, La delincuencia en la Argentina. Ante algunas cifras y teorías (1905), p.33-34.
37
Citado por E. ZIMMERMANN, op.cit., p.134.
21
Público de la policía; pero también, en el ámbito de la Higiene pública, la inmigración y el anarquismo

serán cuestiones pertinentes a las policías sanitarias. En 1909, el Jefe de la Policía Federal, Ramón

Falcón, al proponer que la ley defensa social fuera complementaria con la de residencia, escribía:

Esa ley de salud pública debe ser complementada, para que surta mejores y más saludables

efectos. Ley de circunstancias, con un tinte político definido […] no constituye un instrumento de

defensa social, con capacidad suficiente como para depurar a este organismo…38

Elemento degenerativo en nuestras tierras, los inmigrantes traerían no sólo el virus en la sangre,

como afirmaba Moyano Gacitúa, sino también el resentimiento de las luchas que acosaban a Europa:

Aquí no ha dividido una historia de luchas, odios de clases de siglos […] En Argentina hay ricos

y pobres pero estos últimos recién despiertan jurídicamente, sin haberse producido lucha de clase

alguna […] es por ello necesario crear organismos defensivos contra la criminalidad del

inmigrante.39

Si bien la problemática obrera puede comprenderse a partir de un conflicto socioeconómico, LAS

RESPUESTAS A ESTA CUESTIÓN, EN UNO U OTRO SENTIDO, DEBEN COMPRENDERSE A PARTIR DE LA SIGNIFICACIÓN

CULTURAL QUE ADQUIEREN LAS COORDENADAS DE ORDEN Y PROGRESO PARA EL REFORMISMO SOCIAL DE LA ÉPOCA.

Los anarquistas, los inmigrantes, los obreros, constituyen una amenaza al orden del gobierno, esto es,

una amenaza al orden natural, al orden económico, al orden público y —por sobre todo y de acuerdo al

dogma liberal— constituyeron una cuestión de defensa social.

La definición del fenómeno criminal —del estado peligroso, del delito, de la amenaza— es siempre

una definición relativa, configurada a partir de criterios —convenciones, juicios, valores, principios—

también relativos; y que son establecidos en función de lo que está en peligro, de lo que hay que

defender, de lo que hay que preservar.

A la luz de los desarrollos conceptuales del positivismo criminológico, al amparo del derecho

liberal, y auspiciado por el reformismo social, este imperativo, la DEFENSA SOCIAL, era el fundamento que

habilitaba a los dispositivos represivos del Estado a operar en un marco de necesidad, de legitimidad, de

impunidad.

Nuevos escenarios…

La diversificación en las actividades económicas y las transformaciones en la estructura

ocupacional del país, tendrán implicancias en una problemática no menos preocupante en ese entonces:

38
Ramón Falcón, Memoria de la Policía de Buenos Aires, 1906 a 1909, en: J. SALESSI, op. cit. p.118.
39
C. MOYANO GACITUA, op.cit. p. 19.
22
LA URBANIZACIÓN, y en función de ella, la redefinición de los espacios públicos y el despliegue de

controles sociales sobre aquellos que los transitan.

Esta intención proyectada en aras del disfrute igualitario de los beneficios que ofrece la

modernización, se evidencia sobre todo en la organización del espacio urbano como correlato del

proyecto hegemónico. Como el lugar público por excelencia donde afloran las virtudes y garantías de

una ciudad moderna y ordenada. Pero en donde también confluyen los conflictos, los desamparos, lo

clandestino. Es en el espacio urbano, en tanto escenario visible de aquel progreso, que recae toda una

estrategia de diseminación de controles para preservar lo deseable y prevenir, ocultar y reprimir lo

indeseable

Todo elemento disgregador del organismo social debía ser individualizado y separado, con lo

cual inauguraba la categoría de la marginalidad como concepto sociológico que daba cuenta de

manifestaciones patológicas, que iban del anarquismo a la vagancia y de la ebriedad a la

delincuencia y a la locura40.

No sólo se tratará de la estructuración del espacio en su dimensión material, sino de normativizar su

uso, generar una nueva interpretación de lo real y de lo simbólico de acuerdo a los valores hegemónicos,

de redefinir los peligros que amenazan con la decadencia de la vida urbana.

1.2.2. Los males de la modernización: la "mala vida" ...de prostitutas, obreros e inmigrantes.

Si bien la Constitución Nacional de 1.853 otorgaba formalmente los mismos derechos a extranjeros

y a nativos, tanto unos como otros sufrieron indistintamente la política liberal. La desigualdad

económica entre las provincias hace del nativo un emigrante en su país, arrojándolo a la ciudad

cosmopolita que prometía un horizonte de igualdad de oportunidades para todos. En el campo el

inmigrante, se ve sometido por una estructura de tenencia de la tierra que aseguraba la dominación de

sus dueños. Si es obrero de la incipiente industria verá como se desvanece el sueño de "hacerse la

América" cuando la promiscuidad del conventillo conforma su condición de proletario.

Comienzan así, a configurarse los espacios marginales de contención de estos sectores. En las

bordes de la Argentina moderna aparece el arrabal, asociado al nativo; y el italiano y el español del

Hotel de Inmigrantes pasarán a convivir en el conventillo. El desplazamiento paulatino de pautas

culturales del criollo a las del inmigrante y viceversa, conformarán, no siempre en forma pacífica, una

serie de prácticas que delimitarán territorial y conceptualmente la llamada “población peligrosa”. La

miseria, el alcoholismo, las enfermedades, la prostitución, aparecen como condición cultural de estos

40
B. RUBIAL, op. cit., p. 34.
23
grupos sociales. El lunfardo, el compadrito, el tango, se instituyen como las figuras arquetípicas del

submundo urbano, como estética desafiante a la ciudad civilizada y europea, como contraseña, como

elementos identificatorios a partir de los cuales se reconocen y son reconocidos.

El impacto del aluvión inmigratorio produjo un desequilibrio demográfico que repercutió no sólo en

el mercado laboral, en el rendimiento productivo y en la utilización y distribución de los espacios, sino

también en el sistema de valores hegemónicos. Una vez más, los inmigrantes eran el sector al cual se

adjudicaba el surgimiento de la “mala vida” que avanzaba desde todos los rincones de la ciudad. Entre

los años 1860 y 1924, de acuerdo a lo publicado por la Dirección General de Inmigración ingresan al

país seis millones de extranjeros, siendo el porcentaje masculino del 70%41.

Este desequilibrio demográfico se traducía en una desproporción sexual que alteraba los hábitos

tradicionales del sexo. El prostíbulo prolifera como el espacio concedido para aquellas prácticas no

concedidas y no concebidas en el encuadre marital. El prostíbulo constituye también ese ámbito que

escinde la sexualidad de la mujer y que reproduce el mito del varón potente y sexualmente insaciable;

varón que "necesita" entonces de dos mujeres: aquella con la cual satisface sus instintos, y aquella a la

cual están destinados sus afectos y la tarea de reproducción de su prole.

Se establece toda una dinámica comercial alrededor del mercado del sexo, se importan prostitutas

de Europa (las francesas como las más cotizadas) marginando del mercado a la prostituta nacional. ¿Por

qué se prefería a la extranjera? Los positivistas aseguraban que las meretrices importadas (rusas,

polacas, húngaras, turcas, alemanas, francesas) eran las más aptas porque se las consideraba veteranas

prácticas en el oficio, acostumbradas al sistema de canje por dinero u otro objeto. A diferencia de la

prostituta criolla, tenían según los criminólogos una psicología distinta por más que existiera una lógica

afinidad derivada de la semejanza de profesión42.

El abogado jurista Eusebio Gómez, en La mala vida en Buenos Aires (1907), atribuía a la

prostituta criolla rasgos de nobleza que la extranjera era incapaz de tener, como también carecía de esa

obsesión de acumular dinero43. Pero esas cualidades dignificantes de la prostituta criolla —de acuerdo al

razonamiento positivista— deben ceder ante los rasgos que la condenan a ser inferior a la importada.

41
E. GOLDAR, La mala vida, p. 10-11. La tasa de masculinidad según el censo de 1895, para la ciudad de Buenos Aires, era
de 172,5% para extranjeros y 97% para nativos; y en 1914, 166,6% contra 99,6%. Diferencia que para 1914 daba 518.000 a
favor de varones sobre las mujeres.
42
Ibidem, p.18.
43
Eusebio Gómez fue también profesor universitario, juez, funcionario y ensayista. En su obra prevalece la
dimensión sociológica y antropológica sobre la jurídica. Sugestión, responsabilidad penal, multitud y gobierno,
ciudad son los temas que le inquietan. Autor de una prolífica producción textual, entre ellas: La multitud
delincuente; Pasión y delito; Sugestión y responsabilidad penal.
24
Este razonamiento devenía de los teóricos penalistas que, según Goldar, divisan una tendencia mayor

hacia el delito, hacia el alcohol, y cuando han ejercido el meretricio largo tiempo, sus modales se

tornan repugnantes. Contrariamente la extranjera, al ser sus movimientos vigilados por el empresario,

no podía permitirse conductas delictivas o viciosas. Ese mismo poder le obligaba a someterse a

"prácticas sexuales antinaturales" que la criolla sólo excepcionalmente aceptaba. Esto según Eusebio

Gómez, refiriéndose a la extranjera, era satisfacer a los deseos nacidos de las más repugnantes

aberraciones del instinto genésico.

Lo que intentamos describir es sólo una de las tantas caras de la "mala vida", a cuyos integrantes

Eusebio Gómez los definirá como sujetos que viven parasitariamente, llegando hasta las fronteras del

crimen para allí detenerse y ejercer todas las malas artes propias de las canallas…44 El arrabal en su

cotidianidad se constituía como una realidad desafiante al orden de la ciudad moderna y moral:

…el malevo orillero, la mendicidad, la infancia desamparada, los autores de delitos contra la

propiedad (chacadores, escruchantes, asaltantes, biabistas, rateros, punguistas, descuidistas,

cuenteros, contrabandistas y pequeros), los que prometen soluciones milagrosas (adivinos y

curanderas), los auxiliares de la delincuencia […] la mina, el cafishio, el giro […] Hablan una

jeringoza entrevesada y pintoresca, el 'lunfardo', idioma delictivo que se permite negar —desde el

lenguaje— las pautas juiciosas de los civilizados del centro45.

¿Dónde deben rastrearse las causas de la prostitución, del malevaje y de todo lo que esto genera?

En taras congénitas, en seducciones irresistibles, en la inveterada complicidad de instintos y de

perversiones que hace de cada conciencia una pústula, arrastrándola a malvivir del vicio, de la

mentira y del delito, como decía Ingenieros en Criminología.

O tal vez como planteaba Moyano Gacitúa, en Argentina convergen todos los factores que se

conocen como provocación del delito y de la vida malsana… Lo cierto es que esta vida considerada

relajada y perniciosa, no sólo desestabilizaba aquel orden moral, sino que ponía en juego la capacidad y

calidad de la fuerza de trabajo. Bajo la denominación de “enfermedades sociales", los higienistas

sociales consideraban el alcoholismo (comportamientos antisociales en lugares públicos, exhibiciones

obscenas, peleas callejeras, vagancia, mendicidad) y la prostitución (enfermedades venéreas,

procreación de indeseables, fantasías degeneradas, trata de blancas, comercio con menores, riñas

prostibularias).

En las Memorias policiales advertían indistintamente sobre los peligros y las enfermedades sociales:
44
E. GÓMEZ, La mala vida en Buenos Aires. p. 20.
45
E. GOLDAR, op.cit. p.14.
25
…nuestra masa obrera es la que principalmente contribuye en la suma total de esos enviciados

y por su misma deficiente constitución la que sufre con mayor vehemencia los azotes de temibles

consecuencias. Como se trata precisamente del elemento productivo por excelencia, el

debilitamiento de sus fuerzas físicas con la consiguiente pérdida de energía, aún más pronunciadas

en sus generaciones, acarrearía un grave problema que pondrá en peligro al sistema económico
46
nacional .

La retórica higienista fue un recurso convenientemente utilizado por la policía en la profilaxis

anarquista; a su vez, la policía constituyó un brazo eficaz en los procedimientos de intervención de la

profilaxis social de los higienistas.

Moyano Gacitúa, por ejemplo, en su análisis sobre la influencia de las profesiones en el delito,
refiriéndose específicamente al gremio obrero, describe cómo las condiciones higiénicas a las que está
sujeto el obrero, determinan que sea uno de los gremios con más probabilidades de criminalidad:
La consideración de que el industrial trabaja generalmente en talleres en donde a menudo falta
la luz y el aire necesario dado el número de personas que contiene, lleva aparejado los
inconvenientes antihigiénicos de todas las aglomeraciones, la posibilidad de los contagios y la
influencia misma de la posición en que trabaja su cuerpo, que no está exento de inconvenientes en
los delitos respecto de los zapateros por ejemplo […] El industrial está además sometido a otras
tentaciones y estímulos delincuentes, como ser el excesivo contacto entre obrero y obrero,
susceptible sin duda de excitar rivalidades y riñas, y además el frecuente roce bisexual producidos
por las costumbres modernas del trabajo mixto en los talleres, tan susceptibles de aumentar los
delitos de adulterio, violación y estupro, etc. El alcoholismo y la vida servil y semi-esclava,
concurren a hacer del obrero un ser violento a veces, fraudulento otras, pero siempre más bajo que
altivo habitante de los campos […] La circunstancia de tratarse de un gremio numeroso, ineducado,
urbano y dado al alcoholismo, ofrece al menos para el futuro un peligro grave y mayor que otros,
47
mediante esa solidaridad que los vincula .

En síntesis, para el 1900, algunos mitos se habían deshecho o comenzaban a hacerlo. El modelo

agroexportador mostraba los primeros signos de agotamiento; el mito del ascenso social se derrumbaba

y los que en él habían creído se atrincheraban bajo diversas banderas exigiendo reivindicaciones y

organizándose en función de intereses comunes. Los márgenes de la legalidad y el orden se veían

amenazados por nuevos problemas. Por un lado, un proceso de rápida urbanización que arrastraba con él

las nuevas miserias de los centros urbanos: marginalidad, conventillos, miserias, enfermedades,

46
Revista de Policía 6/6/1912, citado por B. RUBIAL, op. cit., p. 27.
47
MOYANO GACITÚA, op. cit., p. 288-289.
26
delincuencia. Por el otro, la emergencia de nuevos sectores sociales que luchaban por ingresar sus

demandas al sistema político-institucional.

Esto resultaba incompatible con las viejas estructuras y atentaba contra la continuidad de la

oligarquía misma. Por lo tanto, el sistema de dominación político imperante como el proyecto

económico necesitarían de un conjunto de proyectos complementarios capaces de mantener y reafirmar,

los principios forjadores de la Argentina moderna. Ello implicaba seguir dos direcciones que se

articularían a un mismo objetivo: primero, crear y reforzar aquellas instituciones que permitieran tal

control; segundo, legitimar discursivamente estos procedimientos. Como plantea Ruibal, sólo en este

marco es posible comprender el alcance del proyecto de nacionalización de las masas, pues de lo que se

trataba era de generalizar los valores de la producción y el progreso y sobre ellos, homogeneizar a la

sociedad. Esto implicaba reinstalar, aunque con distinto signo, la problemática de la civilización y la

barbarie48.

El pensamiento de Moyano Gacitúa —hombre de derecho, académico, juez— como el pensamiento

policial, nos permite mostrar, una vez más, ese juego de articulaciones del que intentamos dar cuenta. En

efecto, el discurso positivista, y más específicamente, el discurso criminológico, se presenta como ese

espacio capaz de articular las instituciones jurídicas del derecho liberal a un conjunto de prácticas

destinadas al control e intervención social. Serán las nociones de "peligrosidad", "factores potenciadores

del delito", "vulnerabilidad moral" —todas ellas vinculadas a la racionalidad de la defensa social— a

partir de las cuales será posible esta operación de articulación. Lo que desde el discurso jurídico liberal

no podía legitimarse, en tanto se apelaba a los principios de libertad y responsabilidad; el credo de la

defensa social lo hará posible.

El discurso sobre la ley de defensa social del diputado Lucas Ayarragaray, resulta categórico para

comprender las dimensiones políticas de la defensa social:

Yo sé, que el derecho de defensa de la sociedad deriva de un concepto superior de subsistencia y


de vida; pero en estos momentos no está en cuestión la existencia de la nación. Yo le doy al
monstruo anarquista toda la importancia y reconozco las aberraciones brutales que entraña […]
¡Nosotros somos un partido conservador, somos el partido burgués; el anarquismo, que es el
engendro monstruoso […] y que pretende atacar en este momento la organización fundamental de la
sociedad, desde la familia hasta la propiedad, no debe intimidarnos; nosotros, como partido
conservador y burgués, tenemos en nuestras manos el ejército, la fuerza moral, la tradición y el
poder, estamos perfectamente autorizados, por todos los artículos de la Constitución, desde la

48
B. RUIBAL, op.cit., p.33.
27
cláusula inicial hasta la última de sus disposiciones, para poner en ejercicio todos los poderes —
los explícitos, los implícitos, los virtuales— para defender lo que constituye nuestra vida, nuestro

honor, nuestro progreso y nuestra estabilidad futura como nación! 49.

Nuevamente decimos, la definición del fenómeno criminal es a partir de la definición de lo que urge

defender. Comprender esto es importante para no perder de vista el CARÁCTER POLÍTICO DE LA POLÍTICA

CRIMINAL y del uso que hicieron las elites liberales del andamiaje conceptual positivista.

49
DSCD, junio de 1910, extraído de BOTANA Y GALLO, op. cit., p.530.

28
Capítulo II

El positivismo criminológico en la criminología argentina

"El Derecho Penal ascendió a una nueva vida, más intensa y


fecunda. La medicina había afirmado que no hay enfermedades, sino
enfermos, la criminología pudo afirmar que no hay delitos sino
delincuentes"
José Ingenieros

Cuando hablamos de la Criminología como disciplina científica hablamos de aquellas teorías

patológicas de la criminalidad fundamentadas en un rígido determinismo, y que a través de las

características biológicas y psicológicas de los individuos establece una tipología, permitiendo una

diferenciación entre sujetos "criminales" y "normales". Estas teorías de la CRIMINOLOGÍA POSITIVISTA,

predominaron entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. El surgimiento de esta nueva

disciplina (nueva en cuanto a la manera de abordar la criminalidad y la reacción penal a esta), poseedora

de un discurso propio (por el cual era posible clasificar a los individuos según señales antropológicas) y

de un objeto, el delincuente; debe ser comprendida en el marco de las prácticas judiciales y penales

vigentes de la Escuela liberal clásica de derecho, la cual se había constituido hegemónica en las

concepciones sobre el crimen, el delito y la pena50.

Por ESCUELA CLÁSICA hacemos referencia a las teorías desarrolladas en Europa entre el siglo XVIII y

principios del siglo XIX en el ámbito de la filosofía política liberal clásica. Frente a esta última, la

Escuela positivista criminológica se situaba como instancia crítica a sus concepciones teóricas y sus

consecuencias prácticas. Comprender en líneas generales los postulados de la Escuela clásica, nos

permitirá captar la dimensión crítica de la Escuela positivista, y hasta qué punto o en qué ámbito esta

última implicó una ruptura.

2.1. La Escuela Clásica de Derecho Penal: sus principales sistematizaciones.

Siguiendo a Alessandro Baratta en su Criminología crítica y crítica del derecho penal, respecto al

nacimiento de la moderna ciencia del Derecho Penal en Italia, podemos afirmar que la vasta producción

50
El desarrollo detallado del pensamiento de la Escuela liberal clásica y de la Criminología positivista tal como se dio en los
diversos países, sus tendencias y sus exponentes, excedería por demás nuestro objetivo. Nos limitaremos a presentar las
principales ideas de las respectivas escuelas en Italia; sin querer significar con esto, que el derecho penal italiano haya sido
fuente directa del derecho penal liberal argentino. Tal elección se justifica en que, como dice Baratta, ambas escuelas resultan
representativas de las posiciones teóricas, tanto positivistas como liberales. Hacemos referencia a Beccaria y Carrara como
exponentes principales de la Escuela Liberal Clásica, y a Lombroso, Garófalo y Ferri por la Escuela Criminológica Positivista.
La adopción de Alessandro Baratta se debe al valor crítico de sus posiciones. Cfr: A. BARATTA, Criminología crítica y
crítica del derecho penal.
29
de la Filosofía del derecho penal italiano, en sus diversas expresiones iluministas, racionalistas,

iusnaturalistas; desde Cesare Beccaria (señalado como el antecedente fundamental de la Escuela

clásica), logra su condensación en la obra de Francisco Carrara, Programa del Corso di diritto

criminale (primera edición 1859). Su legado consistió en haber sentado las bases lógicas para una

construcción jurídica coherente del sistema penal 51.

La premisa más importante es la concepción estrictamente jurídica que Carrara tiene del delito: el

delito no es considerado un “ente de hecho” sino un “ente jurídico”, porque su esencia consiste en la

violación de un derecho. El delito es un hecho jurídicamente calificado. En palabras de Baratta: cuando

Carrara habla de derecho, no se refiere a las mudables legislaciones positivas, sino, y ahora citando a

Carrara, a una ‘ley que es absoluta, porque es constitutiva del único orden posible para la humanidad,

según las previsiones y voluntad del creador’. Esta concepción absoluta del derecho le permite concebir

una parte teórica y una parte práctica del derecho penal. El fundamento de una está dado por la verdad,

por la naturaleza de las cosas; y el de la otra, por la autoridad de la ley positiva. Es la primera, según

Carrara, ‘la ciencia que debemos estudiar abstrayéndonos de lo dictado en los volubles códigos

humanos y rastreando la verdad en el código inmutable de la razón’52. Delimitando entonces la "esfera

jurídica" y la "esfera moral", la consideración del delito como codificado bajo la luz del derecho, debe

ser puramente objetiva, primando esta visión por sobre una consideración subjetiva del sujeto

delincuente: “consideración jurídica del delito” y “consideración ética del individuo”.

Por lo cual, siguiendo una actitud racionalista en la elaboración de la teoría de la pena, la función de

esta no es otra que la defensa social, concretamente la eliminación del peligro social dado por la

comisión de delito. El criterio para la medida y función de la pena es conforme a la calificación

estrictamente jurídica del delito.

Fundamentalmente el eje de esta Escuela estaba dado por tres principios esenciales en el marco de

la filosofía política del liberalismo clásico: el pacto social, la libertad y la responsabilidad. Por ello, su

concepción del delito, del delincuente y de la pena tendrá su fundamento último en aquellos principios

articulados al ámbito del derecho penal. Veamos brevemente como juegan estos principios en la

configuración teórica de tres figuras específicas: Delito. Delincuente. Pena.

51
Con Beccaria, Dei delitti e delle pene (1764), asistimos –dice Baratta- al proceso que va de una filosofía del derecho penal
a una fundamentación filosófica de la ciencia del derecho penal, es decir, de una concepción filosófica a una concepción
jurídica pero filosóficamente fundada, de los conceptos de delito, responsabilidad penal y pena. Los ejes argumentativos de su
obra están dados por el principio de la máxima utilidad para el mayor número, por la idea de contrato social en la base de la
autoridad del Estado, y por el criterio de medida de la pena deviniendo de la medida del delito que está en el daño social. Daño
social y defensa social, constituyen los elementos fundamentales de la teoría del delito y de la pena.
52
Francisco Carrara, citado por A. BARATTA, p. 29.
30
2.1.1. Delito, Pena y Delincuente en la Escuela clásica de Derecho

La Escuela liberal clásica no diferenciaba al delincuente de los demás individuos, tampoco suponía

un rígido determinismo para abordar el problema de la criminalidad. Su objeto no era el "delincuente",

sino que su punto de partida se centraba en la noción de delito entendido como concepto meramente

jurídico; es decir, trasgresión al derecho y quebrantamiento del pacto social constitutivo del Estado

liberal. El delito era un comportamiento entre otros, que surgía de la libre voluntad del individuo, por lo

que tal diferencia era suprimida bajo la supuesta idea que el hombre, dotado de conciencia, conocía el

bien y el mal y podía en consecuencia elegir libremente entre ellos.

Por lo tanto, el derecho penal y la pena eran considerados esencialmente un instrumento legal para

defender a la sociedad del crimen; la pena no tiene como fin modificar al delincuente, sino más bien

constituye una "contramotivación". De este modo, el pensamiento de la Escuela clásica imprime a la

moderna ciencia del derecho penal los principios de legalidad y de utilidad.

De manera sintética pero precisa, hemos dado cuenta de los elementos relevantes que nos permitirán

situarnos, de ahora en más, en esa instancia crítica que constituyó el positivismo criminológico frente a

los postulados de la Escuela clásica de derecho penal. Como ya hemos señalado, la criminología surge al

interior de la Escuela positivista, cuya producción teórica predominó entre fines del siglo XIX y

principios del siglo XX, en el ámbito de la filosofía y de la sociología del positivismo naturalista.

2.2. La Escuela criminológica positivista como instancia crítica

La filosofía racionalista e iusnaturalista de la Escuela clásica había configurado un sistema penal

basado en la "objetividad del delito". Con la obra de Cesare Lombroso L'uomo delinquente (1876), en

la que predomina una visión antropológica, de Raffaele Garófalo Criminología (1905), con

preeminencia de factores psicológicos, y de Enrico Ferri Sociología criminal (1900), con preeminencia

de factores sociológicos; la escuela positiva cuestionaba dicho sistema penal, principalmente, algunos

aspectos que hacían a la inoperancia del mismo en las prácticas penales53.

La consideración objetiva del delito, para los positivistas, significaba

53
Desde los comienzos de la criminología se señalaban en su literatura científica dos tendencias: una que atribuía toda la
etiología a los factores antropológicos; la otra casi exclusivamente a los sociales. La escuela antropológica italiana o
lombrosiana fue, para algunos, unilateral en sus comienzos, atribuyendo escasa importancia a los factores sociales. Para José
Ingenieros, su gran videncia fue que el delincuente desarrolla una actividad anormal, desde el doble punto de vista psicológico
y sociológico, y por ello, para demostrarlo, incurrió en minuciosidades morfológicas. Posteriormente, con Ferri se da paso a una
segunda etapa de la escuela positivista, consagrando la existencia de tres clases o factores en la etiología del delito:
antropológicos, físicos y sociales.
31
...abstraer el hecho del delito del contexto ontológico que lo liga, por una parte, a toda la

personalidad del delincuente y a su historia biológica y psicológica, y por otra, a la totalidad

natural y social en la que se inserta su existencia54.

Recordemos que el OBJETO DE ESTUDIO DE LA CRIMINOLOGÍA ES EL DELINCUENTE, pero como veremos

más adelante, específicamente su objeto se centraba en el individuo en su condición de "diverso",

atravesado por un complejo de causas-efectos que determinaban su constitución. Esta doble abstracción,

es lo que autorizaba a la Escuela criminológica positivista a erigirse como discurso científico —ya que

los datos concretos de la experiencia avalaban su posición— al interior de un paradigma epistemológico

en el cual la biología constituía una ciencia modélica. En efecto, la escuela positivista irrumpía con una

nueva forma de concebir el delito y consecuentemente una nueva concepción del delincuente y un nuevo

posicionamiento de la pena ante estos.

Para esta escuela, el delito también es un ente jurídico, pero de ninguna manera puede abstraerse la

acción del sujeto de su realidad natural y social. El contexto en el cual se produce tal acción no debería

ser tomado como mero dato ontológico, sino más bien, debe ser incorporado como parte constitutiva de

la acción y en este sentido, como parte en la consideración jurídica del delito.

Este planteo implicaba una reacción contra el concepto de individuo sostenido por la Escuela

clásica: un concepto abstracto e inaprensible. Este era el origen de todos los males que aquejaban al

sistema de derecho penal. Su ineficacia, los errores judiciales, su descontextualización, eran el resultado

de un derecho que por sus mismos fundamentos tornaba al sistema ineficaz y hasta peligroso. Todo ello

condujo a la Escuela positivista a un planteo que iba más allá de la comprensión del delito como el

resultado espontáneo de un acto de libre voluntad. Esto significaba: CONCEBIR AL DELITO COMO

DETERMINADO POR UN COMPLEJO DE CAUSAS QUE ARRAIGAN EN ESA TOTALIDAD BIOLÓGICA Y SOCIAL EN LA QUE EL

SUJETO ESTÁ INSERTO Y DETERMINADO, EN TANTO SU COMPORTAMIENTO ES PRODUCTO DE LA MISMA.

En l’uomo delinquente, en 1876, Cesare Lombroso caracteriza al delito como un fenómeno

necesario, como el nacimiento, la muerte, la concepción55, acontecido bajo el impulso de la naturaleza

biológica y hereditaria de quien ha delinquido. Así la Escuela positivista contraponía a la tesis de la

responsabilidad moral sostenida por la Escuela clásica, un rígido determinismo donde nociones como

"lo biológico", "la naturaleza", "lo hereditario" se imponían.

54
A. BARATTA, op.cit. p. 31.
55
Citado por BARATTA, op.cit. p. 32.
32
Desde esta perspectiva, el sistema penal se sustenta no sobre concepciones abstractas, sino sobre

una realidad concreta, observable y medible: EL SUJETO DELINCUENTE CLÍNICAMENTE OBSERVABLE. He aquí

la función específica de la criminología: estudiar, analizar las variables constitutivas del sujeto,

individualizar las causas que determinan el comportamiento criminal. Los nuevos métodos positivos —

observación, inducción, acumulación de datos— permitieron a la criminología operar bajo una nueva

modalidad: la clasificación tipológica de los individuos según su comportamiento, así como también de

las causas que lo determinan.

Hay tres ejes fundamentales de la crítica positivista a la escuela clásica: el derecho, el principio de

responsabilidad y el principio de la pena. Para abordar estos temas, y situándonos ya en la criminología

argentina, tomamos la obra del médico alienista José Ingenieros, Criminología. Ingenieros se erigió en

el enunciador privilegiado del discurso criminológico argentino y, como tal, su desarrollo teórico

plasmado en esta obra, va a constituir el núcleo argumentativo de la crítica positivista al derecho penal.

2.2.1 Crítica y fundamento del Derecho Penal

Cuando las leyes no cumplen su función, el derecho está en crisis; los hechos nos dicen que la
legislación penal vigente es ineficaz y peligrosa, por sus mismos fundamentos […] Su reforma
básica no se presenta como el resultado de premisas teóricas o filosóficas, sino como una necesidad
56
práctica bien probada .

Es decir, los juicios de valor —la moral— socialmente aceptados son incorporados como "hábitos

mentales colectivos", como costumbres socialmente aceptadas que más tarde, en un grado mayor de

evolución social, se traducen en instituciones y principios normativos, en derecho. La criminología

positivista afirmaba la existencia de un nuevo derecho que estaba en formación, que concebía a las

instituciones jurídicas como órganos de un organismo vivo, encargados de ejercer funciones evolutivas

en sociedades que también evolucionan. Estas instituciones son el resultado del conjunto de creencias y

hábitos mentales que el individuo adquiere en la experiencia social, y que socialmente consisten en

costumbres que tienden a socializar las funciones individuales de defensa y adaptación57.

Las normas jurídicas son un desarrollo necesario del proceso evolutivo, es la moral formalizada en

normas legales. Pero como Ingenieros no hace referencia a "una Moral”, sino que cada agregado

biológico constituye su moral, según su evolución, el derecho penal no podía ser considerado como un

56
J. INGENIEROS, Criminología, p. 9-10.
57
La moral es definida por Ingenieros como el conjunto de creencias colectivas, es la representación del bien y el mal en la
mentalidad del grupo. Siendo una función psíquica, sólo puede observarse en un agregado de seres vivos, como una de tantas
adquisiciones de su evolución. Son formas colectivas de experiencias, fundadas en juicios de valor más o menos empíricos...
Cfr. INGENIEROS, p. 16 a 22.
33
conjunto de principios éticos y jurídicos intangibles, eternos; ni tampoco considerar a la pena como

castigo de la libre elección entre el bien y el mal. “La ciencia” había arrojado claridad sobre estos

asuntos: se reconoce que el acto delictivo es el producto de factores antropológicos; de este modo el

derecho penal se presenta como sistematización, condensación de la defensa colectiva contra individuos

inadaptados socialmente, dejando así de lado las primitivas reacciones de la defensa individual. La

moral, dice Ingenieros, no es una entidad anterior a la experiencia, como no lo es la sociedad

abstractamente considerada. Por lo que entonces no existen principios inmutables y absolutos anteriores

a la experiencia.

En síntesis, el derecho penal como todas las instituciones, es una formación natural, es como puede

y debe ser en cada época y lugar conforme a la mentalidad del medio social en que se forma. Lo esencial

es que al derecho penal corresponde el ejercicio de todas las funciones de protección social frente al

delito

El derecho penal… en cada momento de su evolución tiende a reflejar el criterio ético

predominante en la sociedad. En él se coordinan bajo el amparo político del Estado, las funciones
58
defensivas contra los individuos antisociales...

Según Ingenieros no se puede ni se debe concebir el derecho sino como instrumento institucional

del sistema de defensa social, porque esta es su razón de ser, es —como veremos más adelante— su

sustento moral y simbólico. La negación del principio del libre albedrío que sustenta la criminología, no

es una premisa necesaria para enfrentarnos a la obviedad de los peligros y la ineficacia que entraña el

criterio de la "responsabilidad" como eje fundamental del derecho penal.

2.2.2. Responsabilidad-Libre albedrío.

Para comprender la concepción que Ingenieros tenía del delincuente, o más específicamente, la

negación que hace del criterio de responsabilidad, nada más claro que su conclusión sobre una anécdota

que extrae de Darwin:

Una familia fueguina se encuentra pescando para procurarse alimentos; uno de los hijos vuelca

el cesto con mariscos […] inmediatamente el padre tomó con brutalidad al niño y lo estrelló contra

las rocas, haciéndole trizas la cabeza. Ingenieros concluye con que no hubo raciocinio alguno, fue

una acción punitiva puramente refleja. El padre, al perder su medio de subsistencia, castigó al hijo

que de tal manera atentaba indirectamente contra su vida.

58
Con “criterio predominante" se refiere a la minoría dirigente que maneja a los grupos intrasociales, cada uno de los cuales
pretende representar los intereses de la sociedad. El que se adapta mejor a las condiciones de vida, en determinado momento,
impone su criterio en la organización jurídica de la sociedad entera. J. INGENIEROS, p. 41 a 44.
34
Haciendo un paralelismo biológico y zoológico, plantea que esta reacción es tan característica del

hombre como de los animales. Es decir, el hombre ataca las causas directas de su mal, reaccionando

instintivamente contra ellas, como el perro muerde al palo, o el niño golpea al escalón del cual cayó.

Aquí nacería la idea de responsabilidad, en atribuir el acto perjudicial a algún ser u objeto.

La CULPA fue considerada como el elemento esencial de la PENA, es decir que para ser castigado el

individuo-transgresor debía tener la intención, libertad, conciencia y voluntad de realizar el delito. Este

concepto moral —la culpa— que termina filtrándose en la ley penal y en la mentalidad de los juristas,

constituyó el eje principal de la teoría de la pena en el derecho penal vigente. Según Ingenieros esto

muestra como la fuerza institucional de las premisas morales y religiosas desvirtuaron la función misma

del derecho penal; en tanto este, en lugar de la defensa de la sociedad fue empleado para castigar la

voluntaria maldad del delincuente. Que el hombre nace con una conciencia dotada de dos facultades

esenciales: conocer el bien y el mal, y elegir libremente entre ellos; es el supuesto que adoptan todas las

legislaciones penales contemporáneas. Pero, para estos positivistas, en palabras de Eusebio Gómez: el

libre albedrío solo cabe en la imaginación como estado ideal59

La responsabilidad es —desde la crítica positiva— el fundamento del derecho de castigar; y el

castigo tendría entonces una función social. Es la piedra angular, la idea fundamental que preside a la

función punitiva: el delincuente debe ser castigado por tener libre albedrío y ser responsable de sus

actos. Toda la legislación se encuentra bajo esta concepción, pero la ciencia, plantea Ingenieros, en su

evolución haría caducar esta falacia sostenida durante mucho tiempo. La ciencia arrojaría premisas

menos inseguras que la fe en la razón.

Esta era la concepción básica de los ordenamientos punitivos, y este es el nudo más fuerte de la

crítica de Ingenieros en particular y del positivismo criminológico en general.

La teoría de Gabriel Tarde que explica la responsabilidad e irresponsabilidad, le permite a

Ingenieros dar una vuelta más en su desarrollo del concepto de responsabilidad. Para este sociólogo

francés, el estado social como el estado hipnótico no es más que una forma del sueño, un sueño de

mando y un sueño de acción, por lo que creer que las ideas que habitan en nosotros guían nuestra

acción, tal es la ilusión del sonámbulo y también la del hombre social60. Tarde postula que hay dos

59
EUSEBIO GÓMEZ, Sugestión y responsabilidad penal. (1902), p.34.
60
GABRIEL TARDE, Las leyes de la imitación: estudio sociológico (1890), exponente de la escuela sociológica positivista
francesa. plantea que la responsabilidad de una persona ante otra supone que existe un grado de semejanza social entre ambas y
que la causante del daño, haya continuado idéntica a sí misma. En este sentido el criterio de responsabilidad —según
Ingenieros— evoluciona restringiéndose, tiende a excluir a cuantos no reúnen esa doble condición de ‘semejanza’ e ‘identidad’.
Cfr. INGENIEROS, op.cit., p.52-54.
35
requisitos para la existencia de "responsabilidad" por parte de un sujeto: el primero, ya mencionado, es

la culpa. El segundo, consiste en que el sujeto que comete un ilícito conserve su identidad personal, es

decir que "quien no quería hacerlo no debía considerarse responsable". Aceptar este planteo tardó siglos,

dice Ingenieros, porque implicaba que los juristas aceptaran la locura y sus formas como figura legal.

Pero la extensión de la responsabilidad no podía limitarse a la locura. Ingenieros argumenta que

otros estados ponen al hombre en situación de no ser idéntico a sí mismo, haciéndole actuar en

disconformidad con las naturales tendencias de su carácter: la ebriedad, el hipnotismo, el acceso de

ira o de intenso dolor, etc. Además ciertas anomalías o enfermedades especiales, que implican,

deficiencia o perturbación del aparato psíquico, ha sido asimilado, a las insuficiencias mentales

congénitas o a las demencias adquiridas, usufructuando de una atenuación o supresión de


61
responsabilidad: sordomudez, afasia, neurosis, etc. .

Estos serán los argumentos de Ingenieros cuando critica al Código Tejedor62, al que considera

primitivo y defectuoso, por estar inspirado en criterios como los de libre albedrío y voluntad.

¿Qué peligros entraña para la defensa social el criterio vigente de ley?

En primer término, resulta imposible —desde la perspectiva criminológica— aplicar nociones

científicas dentro del derecho penal, y además la aplicación de tales nociones hasta resultaría peligrosa.

El criterio científico de la criminología es inconciliable con el criterio "metafísico" en que se fundan los

códigos penales. He ahí el por qué de la cantidad de errores judiciales que los criminólogos

evidenciaban en sus largas horas de estudio en las cárceles. El derecho penal se ha tornado ajeno a la

realidad, por su carácter abstracto, y no responde ya a las necesidades reales. Por ello Ingenieros dirá

que, cuando el fundamento de la pena se torna equívoco y discutido —como sucede— su eficacia

concluye, no puede haber justicia equitativa cuando la medida para distribuirla deja de ser exacta63.

Desde el paradigma científico en el cual se situaba la escuela criminológica, las conclusiones

obtenidas a través de la verificación empírica conducían a que, desde la psicología se negara el libre

albedrío y desde la psiquiatría se negara la responsabilidad criminal. Ingenieros, como perito alienista,

es terminante en este sentido: la responsabilidad penal no existe y conviene despojarse de esta premisa

sea cual fuere el sentido que se le diera. La “defensa social” debería concebirse desde otro lugar: desde

el terreno de la “temibilidad del delincuente”. Reafirma su crítica al Código Tejedor cuando afirma que,
61
INGENIEROS, p.56.
62
El Código Penal argentino fue sancionado por Ley del 7 de diciembre de 1886, en la que se establecía que desde el 1º de
marzo de 1887 se observará como Ley de la República el proyecto de Código Penal redactado por el Dr. Carlos Tejedor. Como
la nación no sancionó este código de fondo hasta 1921, la mayoría de las provincias adoptaron este proyecto de código penal
vigente en sus territorios.
63
INGENIEROS, p. 57 a 60.
36
bajo el enunciado causas que eximen de pena, no es punible […] el que ha cometido el hecho en estado

de locura, sonambulismo, imbecilidad absoluta o beodez completa o involuntaria. Ataca el concepto de

"estado de locura", ya que no era posible precisar dicho concepto por ser una expresión indeterminada y

poco científica. Las gradaciones de las anomalías y de las anormalidades psíquicas son innumerables y,

seguramente, quedan fuera del alcance de la ley una serie de cuadros clínicos observables, que para

Ingenieros, deberían tenerse en cuenta a la hora de deducir la temibilidad del sujeto.

De este modo, lo que se plantea es una contradicción entre la ley penal y la criminología de los

peritos alienistas, contradicción que, además de nociva, genera confusión al posibilitar la irrupción de un

espacio al que escapan los controles penales por una vía totalmente legal: la simulación de la locura.

Argumento este último que le permite a la criminología afirmar la existencia de delitos naturales y de

delitos penales: aquellos no contemplados en la ley —delitos naturales— que afectan a la moral, que

mal predisponen al “agregado social”, pero que no resultan sancionables; y los delitos codificados,

tipificados en los códigos penales. Pero a los fines de la defensa social, uno como otro, son igualmente

peligrosos, en tanto son focos degenerativos64.

A través de la crítica al derecho penal, por un lado, derecho desde el cual sólo era posible

preocuparse por la responsabilidad del delincuente, despejando así el camino a aquellos que

manifestaran "estado de locura" o algún otro "artilugio" al momento de cometer el hecho delictivo. Y

por el otro, mediante el minucioso estudio y clasificación de distintos estados patológicos, así como de

las causas bio-sociales que determinaban tales comportamientos; la criminología positivista arroja al

universo criminológico su premisa más importante: la noción de ESTADO PELIGROSO.

Por ello Ingenieros afirma:


Todo acto delictuoso es la resultante de causas, y el delincuente no puede eludir las causas
determinantes de su delito, pero ese criterio determinista no es el de la ley. Ningún hombre puede
substraerse a las circunstancias biológicas y sociales que hacen de él un imbécil o un genio, un
filántropo o un homicida, un filósofo o un desvergonzado; la ley no tiene por función analizar el
determinismo del acto delictuoso, sino defender a la sociedad reprimiendo el delito, o, lo que es
65
mejor, previniéndolo .

En suma, dentro de la ley penal vigente, para la criminología, no puede aplicarse el concepto

determinista, ya que

64
Ingenieros plantea que el desequilibrio entre las sanciones morales y las legales —entre la función que aparece (la ética), y el
órgano que se forma para ejercitarla (el derecho)— en su evolución, es la causa de la diferencia entre delito natural y delito
legal. Siendo el primero la mala acción que deviene de una mala vida, conducta antisocial respecto del criterio ético; el segundo
es el acto calificado especialmente en la ley. Cfr. Criminología, p. 27-28.
65
INGENIEROS, p.62.
37
…el fenómeno criminal era puesto como un dato ontológico preconstituido a la reacción social y

al derecho penal, la criminalidad podía, por tanto, devenir objeto de estudio en sus 'causas',
66
independientemente del estudio de las reacciones sociales y el derecho penal .

La negación del libre albedrío es posible para todos los delincuentes como para todos los honestos.

El hecho que la justicia se conduzca con criterios de responsabilidad produce que los delincuentes más

peligrosos sean considerados inimputables. Por ello, si el fin práctico de la justicia es asegurar la defensa

social, el criterio de la responsabilidad debe dar paso al de la temibilidad […] su mayor temibilidad

debería ser una agravante de pena.

Entonces, metodológicamente los pasos estaban dados: primero, estudiar y resolver la cuestión caso

por caso determinando si el sujeto está más cerca de la locura que de la cordura. En consecuencia, hay

que INDIVIDUALIZAR LA PENA, PROPORCIONAL NO AL DELITO SINO A LAS CARACTERÍSTICAS MENTALES DEL

DELINCUENTE. Es así que se evitarían los errores en que incurre el derecho vigente. Siendo el delincuente

un individuo clínicamente observable, cada uno estará donde debe estar: el loco en el manicomio y el

delincuente en la cárcel y no al revés como las estadísticas confirmaban.

Así como la ley biológica general dice que las transformaciones del medio modifican los caracteres

morfológicos y funcionales de los seres que viven en él adaptándolo a sus condiciones; el delincuente,

dice Ingenieros, estaría inserto y directamente influenciado por el medio ambiente jurídico, por lo que

sus medios de lucha —la simulación— van adaptándose a las transformaciones del sistema punitivo.

Todo lo que conforma este ambiente jurídico —policía, peritos, tribunal, juez— se presenta ante el

delincuente como figuras enemigas, ya que las instituciones jurídicas representan la "reacción social"

institucionalizada, legitimada, oficializada, consensuada. Así, afirma Ingenieros:

Jueces y peritos debieran marchar concordes para concebir una más alta finalidad de la

justicia: la defensa social y la secuestración de todos los delincuentes, sean o no responsables, en

cárceles o manicomios, ya como obreros de un taller penitenciario o como enfermos de una clínica.

Pero en ningún caso la irresponsabilidad de un delincuente peligroso debe servir para ponerlo en
67
libertad .

¿Qué es lo que intenta demostrar Ingenieros, y en su figura, la escuela criminológica? Primero, que

el individuo aprovecha los puntos débiles del medio ambiente y lo jurídico como tal, es campo propicio

para estas proezas. Segundo, la necesidad de aplicar nuevos criterios al problema.

66
A. BARATTA, op. cit., p.34.
67
Cfr. INGENIEROS, p. 64 y 70 a 74.
38
¿Cuál sería entonces el camino señalado por la escuela criminológica? Una reforma penal sustantiva

y no puramente formal. Una reforma que abarque desde los fundamentos rectores del derecho, hasta la

ley de procedimientos y la organización de los sistemas penitenciarios. Ingenieros escribe al comienzo

de Criminología, y este punto será remarcado a lo largo de toda su obra:

…no faltará que los ignorantes crean que el naciente derecho penal tiende a abrir las cárceles,

fundándose en que jueces semicultos, abogados astutos y médicos inexpertos aplican su doctrina a

destiempo. La fórmula del derecho en formación es otra, más sencilla: asegurar la máxima defensa

contra los individuos peligrosos, permitiendo la máxima rehabilitación de los readaptables a la vida

social.

2.2.3. La Pena

Despojado del valor científico y argumentativo del fundamento de la responsabilidad, la escuela

criminológica positivista arremete contra la concepción clásica de la pena, entendida como venganza

colectiva o como castigo. Esta concepción, considerada anacrónica e injusta por los positivistas, suponía

admitir en quien delinque la conciencia y libre voluntad. Por ello se imponía la necesidad de reemplazar

las bases "anticientíficas" que sustentan al sistema punitivo por otras que han sido reveladas por la

práctica, por la experiencia, por los datos reales. Se propone entonces, un criterio más seguro de defensa

social que el basado en la venganza o el castigo.

La pena es resignificada por la escuela criminológica. a)- Se la considera como una función de

defensa social o de reforma del individuo. Dejando atrás la arcaica concepción de la venganza social o

castigo del culpable y b)- Es indeterminada y proporcional a la temibilidad del delincuente, y no

proporcionada al delito. La fórmula será "a tanto peligro, tanta secuestración", y no más "a tanto delito,

tanta pena". Con esto, se intenta la enmienda del individuo la reparación del perjuicio causado, o bien se

limita a defender a la sociedad de esos elementos perturbadores.

Pero lo concluyente es que LA DEFENSA SOCIAL ES LA BASE RACIONAL DE UN SISTEMA PUNITIVO CIENTÍFICO,

EXCLUSIVAMENTE PROPORCIONAL A LA TEMIBILIDAD DEL DELINCUENTE. Esto significa que las consideraciones

estrictamente jurídicas deberían subsumirse en el estudio clínico-psicológico que Ingenieros establecía

para determinar cuan peligroso resultaba un sujeto y, además, si este último era digno de modificación.

De este modo, la criminología científica aconsejaba qué medios represivos eran convenientes para cada

categoría de delincuente; ya que el concepto de desigualdad de los delincuentes conducía hacia una

39
desigualdad de las penas, aspecto este último que se relaciona con el objetivo de la reforma

penitenciaria: una individualización progresiva de la pena68.

2.3. José Ingenieros. La Criminología como práctica criminológica en el "universo peligroso".

En este apartado nos adentramos en la criminología, no sólo como una formulación teórica, sino

específicamente como programa de acción, como práctica efectiva, como método científico aplicado al

estudio particular de los fenómenos de la patología humana y social.

Ingenieros encuentra en el jurista y filosofo italiano Giandomenico Romagnosi el origen del delito

como hecho concreto, estableciendo tres causas del mismo: defectos de educación, defectos de

subsistencia, defectos de justicia. Aunque un tanto unilateralmente para Ingenieros, este rescataba un

aspecto importante del problema: el ambiente social en la producción del delito69.

La consigna de Lombroso, “hay que estudiar al delincuente y no al delito" será tomada por

Ingenieros, adquiriendo primacía en sus estudios, lo biológico, lo antropométrico y lo hereditario.

Bajo la guía de las reglas del método científico —observación directa de los hechos, clasificación y

estudio de sus causas— la moderna criminología argentina, sentaría sus bases en el estudio del

delincuente. He aquí la importancia de una afirmación como la dada por Ingenieros: la medicina había

afirmado que no hay enfermedades, sino enfermos; la criminología pudo afirmar que no hay delitos,

sino delincuentes. De este modo la observación y la clasificación, serán las herramientas fundamentales

del criminólogo y, la cárcel y el manicomio, su laboratorio. Inspirado en esos criterios, se crea el

“Instituto de Criminología”, cuyos trabajos comprendían un amplio programa, abarcando en el estudio

del delito todo lo que se refiere a la sociología, meteorología, antropología, psicología, estadística,

sistemas penales y régimen penitenciario. (Ver Anexo; pag I)

El propósito de estos estudios era poner de relieve las condiciones del medio social y de la

población criminal, a fin de evidenciar sus características y atender eficazmente al problema preventivo

y represivo de la delincuencia. El criminólogo Eusebio Gómez, expresaba:

68
Cfr. INGENIEROS, p. 220 a 225.
69
Giandomenico Romagnosi, Genesi del diritto penale (1791) y Filosofia del diritto (1825). Aunque parte de la existencia
originaria de la sociedad y no de la hipótesis utilitarista del pacto social (como en Beccaria), el fin de la pena, para este, es la
defensa social. En tal sentido, la pena funciona como contraestímulo del impulso criminal y esta función determina su medida.
Pero la pena no es el único medio de defensa social, el mayor esfuerzo de la sociedad debe dirigirse a la prevención del delito, a
través del mejoramiento de las condiciones de la vida social. Cfr: A. BARATTA, op. cit., p.27-28.
40
El Instituto no tiene funciones jurídicas, sino puramente científicas. Es un laboratorio y una

clínica, sin invadir las funciones de la justicia […] Es una brillante conquista de las tendencias
70
médicas que han renovado los fundamentos últimos del derecho penal .

El denominado PROGRAMA DE LA CRIMINOLOGÍA, consideraba tres dimensiones analíticas: causas,

manifestaciones y tratamiento; que a su vez determinaban tres campos de estudio:

- Etiología Criminal: se rastrea el determinismo del acto antisocial en la constitución orgánica y el


las condiciones del ambiente. A esta sección le corresponde las investigaciones de mesología
criminal (sociología criminal y meteorología criminal) y los de antropología criminal (psicología
criminal y morfología criminal).
- Clínica Criminológica: estudio de las múltiples formas en que se manifiestan los actos delictuosos
y de los caracteres fisiopsíquicos de los delincuentes. Se intenta fijar el grado de temibilidad.
- Terapéutica Criminal: estudio de las medidas sociales o individualizadas de profilaxis o represión
del delito. Se procura la defensa social mediante instituciones preventivas y a través de la
segregación —de los diversos casos— en establecimientos apropiados.

La etiología criminal requería de la mayor precisión y de una especial dedicación, pues de la

evaluación que los especialistas hicieran se configurarían los demás eslabones del programa: la

clasificación y posterior destino de los delincuentes. Respecto a los factores determinantes enunciados

por Ingenieros, ninguno, por sí sólo, es suficiente para explicar la etiología del delito. La noción de

coexistencia es fundamental en este punto. (Ver Anexo; pag II)

Confluyen en lo planteado dos grandes corrientes de la nueva ciencia del delito: la escuela

lombrosiana y la de Romagnosi. Sin embargo, los estudios de la criminología argentina se realizaban

desde un campo de conocimiento específico: la psicología. Esto implicaba una relativización del factor

antropológico de Lombroso, ya que su determinismo apuntaba —según Ingenieros— a la búsqueda de

un “tipo” de delincuente, y esto no permitía ver que "el delincuente" formaba parte de una categoría más

amplia: la degeneración; ello se debía a que las características que Lombroso atribuía al delincuente,

eran comunes a todos los degenerados.

Ingenieros define al delito desde la psicopatología:


el delito es un acto, todo acto es la resultante de un proceso psicológico de adaptación del
individuo a las excitaciones del medio que lo rodea. Cometer un delito es una forma de obrar. La

actividad anormal —antisocial— es producida por el funcionamiento anormal de la psiquis.

70
Por decreto del 6 de junio de 1907, se funda en la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires el Instituto de Criminología bajo la
dirección de José Ingenieros. Algunas de sus funciones eran: redactar un boletín médico-psicológico para cada uno de los
penados, examen y observación permanente de los presos que presenten síntomas de enajenación mental y de los que se
supongan epilépticos, alcoholistas o cualquier perturbación fisiopsicológica. Asesorar a la dirección de la penitenciaría en todo
lo que se refiere al tratamiento, educación moral e intelectual y trabajo de los penados. Cfr. EUSEBIO GÓMEZ, Criminología
argentina, p. 272 a 275.
41
Entonces, los caracteres morfológicos, si existen, son el marco exterior de las anormalidades del

funcionamiento psíquico. Para este médico y perito alienista, el estudio verdaderamente esencial y
específico de los delincuentes debía ser el de sus anomalías psicológicas:
La 'clínica psiquiátrica' y la 'clínica criminológica' permanecen distintas, aunque vinculadas
como ramas de un tronco común, cuyas raíces absorben sus savias nefastas en el mismo subsuelo de
71
la degeneración .

En función de todo esto, el PLAN DE DEFENSA SOCIAL de la Escuela criminológica positivista abarcaba

tres grandes campos de análisis, que a su vez constituyen tres campos de intervención para el trabajo

empírico por parte de los criminólogos y médicos alienistas:

a)- Profilaxia y prevención de la criminalidad.

b)- Reforma y secuestración de los delincuentes en establecimientos carcelarios.

c)- Readaptación social de los excarcelados. (Ver Anexo; pag III)

El primer campo es el más importante para cumplir el objetivo de la defensa social. La posibilidad

de reconocer el estado peligroso latente o la existencia de "causas predisponentes" al delito, permitiría

poner a la sociedad al resguardo de los elementos antisociales que viven en su seno.

2.3.1 Profilaxia y prevención de la criminalidad

La aplicación de esta función preventiva sólo puede ser eficaz si se dirige a las causas mismas de la

inadaptación moral de los individuos. Sus medios son cuatro, tal cual lo enuncia Ingenieros:

1- Legislación social: Hace referencia a las reformas sociales que tienden a mejorar la situación
material y moral de las "clases menesterosas". La miseria siempre fue un factor de la criminalidad
apunta Ingenieros. A esto se le suma la intensificación de la lucha por la vida en las grandes ciudades…
La base de la profilaxia sería un conjunto de leyes sociales reclamadas por la clase obrera, y que son ya
el eje fundamental de la política contemporánea. El planteo apuntaba a mejorar el medio ambiente del
obrero debido a la influencia que ejercía sobre el mismo; pero no situaba su argumento en el eje de las
coordenadas políticas y económicas, no se refiere en este punto, a reformas que atendieran a las
reivindicaciones del gremio obreros respecto a la jornada de trabajo, el salario, la participación política.
2- Profilaxia de la inmigración: Ingenieros no escapa a la regla. La inmigración es un peligro, y por ello
se hace necesaria su selección y la efectivización de una serie de controles rigurosos.
Se impone evitar que ciertos grupos sociales endosen a otros su población criminal, es
indiscutible que cada Estado debe preocuparse de sanear su ambiente mediante una defensa social
bien organizada, y no descargando sobre otros sus bajos fondos degenerativos y antisociales […]

71
INGENIEROS, p.110.
42
Este problema debería ser incorporado al derecho penal internacional, debería instituirse una
oficina internacional de informaciones sobre procesos judiciales e identificación de criminales.

3- Educación social del niño: La ociosidad y la vagancia eran consideradas el camino del desamparado

a la criminalidad. Decía Ingenieros:

Urge cuidar la planta desde la semilla, sin esperar que haya retoñado siniestramente […] La

infancia enfermiza, física o moralmente, es el lugar a donde deben converger los mayores esfuerzos

de protección social.

Sin duda que estos enunciados estaban en consonancia con el proyecto de ley que el médico, profesor

Luis Agote (diputado bonaerense por el partido conservador en ese entonces) presentara al parlamento

argentino para crear el Patronato de Menores. En el proyecto se asociaba la orfandad y el abandono con

la delincuencia, y preconizaba la reclusión de los menores de edad "en situación irregular" como método

de prevención de problemas sociales72. Transcribimos a continuación algunos de los ítems que fueron

tenidos en cuenta en el proyecto:

- Leyes que hagan responsables a los padres por los daños cometidos por sus hijos.
- Aumento de plazas y centros de sana recreación, gimnasios y campos atléticos.
- Lecturas y conferencias a los padres tendientes como medio más sabio de preservar a los hijos de una
vida de ociosidad y vagancia.
- Contribución eficaz de la prensa y de los moralistas para guiar el sentimiento público.
- Instituciones separadas para niños con enfermedades mentales y que acusan tendencias peligrosas

desde el punto de vista moral. Para ello es propicia una investigación —con especialistas en psicología

de niños anormales— que estableciera el número y proporción de niños afectados de inclinaciones

peligrosas desde lo moral, y afectados de enfermedades mentales. En función de ello, serán dirigidos a:
establecimientos para niños anormales, reformatorios, tratamientos especiales, patronatos, etc.

4- Readaptación social del malviviente: Eran los que vivían en las fronteras del delito sin caer bajo la
acción penal. Afirmaba Ingenieros que
…los malvivientes representan una etapa de transición entre la honestidad y el delito, la ley no
los alcanza pero es necesario que la sociedad se defienda de ellos, pues en ese bajo fondo fermentan
los auxiliares de la criminalidad y se desarrollan todos los elementos de contagio y degeneración
moral que preparan la delincuencia futura.

Por lo cual se recomendaba un sistema de clasificación y de identificación de los vagos y mendigos, para
que sean objeto de una cuidadosa observación y estudio, según fueran:
a) - indigentes, inválidos o enfermos: asistencia

72
Casi diez años más tarde, en 1919, se sanciona en el Senado de la Nación la ley 10903 de patronato del Estado y se
mantendrá vigente hasta el año 2005.
43
b) - mendigos o vagos accidentales: internación en establecimientos donde el trabajo fuera obligatorio.
c) - mendigos o vagos profesionales: ser objeto de una represión más severa para impedir la reincidencia.

Las casas de trabajo eran una propuesta útil a estos fines. Según Ingenieros, allí se debía clasificar a

los detenidos para separar a los que requerían una disciplina especial, y crear una clase de los más

industriosos y de mejor comportamiento mediante la enseñanza agrícola e industrial. El período debía

ser lo suficiente para producir un efecto de intimidación. Para la criminología, las instituciones

organizadas bajo estos criterios —profilaxia y prevención— serían más útiles a la defensa social que las

prisiones, cárceles y presidios.

Pero sea cual fuere el sistema de delitos y penas vigentes, todos los establecimientos —y esto

Ingenieros lo deja muy claro— destinados a la reforma y a la secuestración de los delincuentes deben

convertirse en verdaderas clínicas criminológicas, donde se estudie a los recluidos y no se omitan

esfuerzos para favorecer la readaptación social de los sujetos reformables73.

La crítica que desde la criminología se efectuara a las bases teóricas del derecho penal clásico, no

implicaba desconocer el legítimo derecho de la sociedad de prevenir o reprimir el comportamiento

"antisocial"; sino que las reformas que se intentaban introducir tenían por objetivo asegurar la eficacia

de la defensa social. La criminología científica era un saber fundado en la experiencia, en las

observaciones de los criminólogos en las cárceles, en manicomios, en hospitales, en la descripción de

modelos tipológicos de individuos y patologías, desde el cual se daba preeminencia a la práctica y se

rechazaba toda premisa teórica preconcebida. De este modo aparecen un conjunto de procedimientos

asociados a la prevención y la profilaxis como formas más efectivas que la represión y el encierro.

73
INGENIEROS, p. 267.
44
Capitulo III

Peligrosidad y defensa social: dos polos de una misma gestión sobre la población

Ahora bien, cuál es el recorrido que nos permitió afirmar que el ESTADO PELIGROSO y la DEFENSA

SOCIAL son dos polos de una misma gestión, dos desarrollos teóricos diversos, dos dimensiones del

abordaje de la cuestión social en sus puntas mas conflictivas; y sin embargo, uno y otro paradigma

sostienen la defensa social como la racionalidad sobre la cual es posible las intervenciones para el

control y la normalización de la población.

El discurso criminológico positivista atraviesa el andamiaje institucional del orden jurídico liberal y,

desde las instituciones del Estado liberal, se efectivizan políticas de control y de intervención sobre lo

que se denominó la cuestión social. Cuestión que pone en evidencia por un lado, una realidad marginal y

problemática para el proceso de modernización; y por otro, políticas de control social, que desde una

concepción positivista del hombre y de la sociedad, ponen de relieve a la población como problema

político pero también como problema biológico con efectos políticos y económicos.

Por lo tanto, la población problemática como los obreros, los inmigrantes, las prostitutas, los

mendigos, será objeto de intervenciones y controles que tienden a normalizar y normativizar a esta

población en particular y a la población en general.

Desplegado conceptualmente cada uno de los paradigmas criminológicos, podremos observar

esquemáticamente en qué momento del desarrollo argumentativo invocan a la defensa social como base

racional del sistema punitivo.

45
Concepción Intervenciones
liberal

Individuo Sociedad Positivismo


Criminológico

Responsabilidad Hombre determinado por


Libertad Pacto
social lo biológico, lo hereditario
y el medio ambiente

Derecho Penal

Pena Delincuente Delito Pena Delincuente


Delito

Consideración
objetiva Tipificado en Dotado de Producto del Indeterminada Clínicamente
Códigos conciencia y determinismo proporcional a la observable
libre albedrío temibilidad del
delincuente

Disuasivo /
contramotivación Objeto de
Violación del estudio
derecho y del
Pacto Social
Proporcional al delito
Eliminación/
neutralización
ESTADO
Castigo PELIGROSO
Eliminación del
delito

Instrumento legal

SISTEMA Profilaxis y
SITEMA PENAL prevención
PENAL

Prácticas de
DEFENSA control social
SOCIAL

Normalización de la
población

Base del sistema


punitivo

46
Dijimos que el espacio de tensión que para nosotros representa sostener una tradición jurídica

liberal del Estado y prácticas de control a partir de las cuales se generalizan intervenciones directas

sobre el cuerpo social, constituye nuestro objeto de estudio.

La hipótesis que presentamos es que el positivismo criminológico ofrece en sus formulaciones los

ejes sobre los cuales el discurso hegemónico operará la estrategia que hará posible la articulación y

legitimación de los procesos de intervención, control y vigilancia: la dicotomía NORMAL/ANORMAL

74
fundada sobre un determinismo biologista del cual se desprende el ESTADO PELIGROSO de la persona y

la necesidad entonces de DEFENDER A LA SOCIEDAD DE LA POBLACIÓN PELIGROSA.


75
Claro que, como vimos en el capitulo anterior, la DEFENSA SOCIAL es el fundamento del derecho

penal liberal. Para la Escuela clásica la función de la pena es esencialmente la defensa social, su objetivo

no es la retribución, ni la enmienda, ni la reeducación del condenado; sino el castigo y la eliminación del

delito por medio del sistema penal considerado un instrumento legal para la defensa de la sociedad.

Por otro camino distinto, la Escuela positivista afirmaba que el defensismo social es la razón de ser

del derecho penal, es la base sobre la que se sustenta todo sistema punitivo. Pero, como la criminología

era un saber fundado esencialmente en la experiencia, en los estudios empíricos realizados en cárceles y

en manicomios, en los datos cuantificables y clasificables extraídos por criminólogos y médicos

alienistas, se daba paso a procedimientos de profilaxia y prevención más eficaces y efectivos que la

represión del delito. La profilaxis se dirige a las causas mismas de la inadaptación social; el sistema

penal actúa sobre su consecuencia, su respuesta es reactiva, cuando ya se ha producido el daño social.

Sin embargo, las nociones de estado peligroso o población peligrosa (fundamento positivista) y de

defensa social (fundamento del derecho liberal), constituyeron dos polos de una misma gestión sobre la

población. Sea por caminos diversos, el punto de sutura de las intervenciones sobre la población es la

74
El “estado peligroso” es la condición inevitable que reviste un individuo cuyo determinismo biológico hace de él un ser con
tendencias delictivas o un inadaptado social. La noción de estado peligroso se desprende de la teoría positivista del criminal
nato o del atavismo biológico que supone un determinismo hereditario y niega el principio de la responsabilidad penal como
fundamento de la pena. Desde esta perspectiva, la defensa social debe organizarse a partir de la temibilidad del delincuente y no
del delito como acto meramente jurídico.
75 El concepto de “Defensa Social” remite directamente al gran relato del pacto social. La filosofía de la elección racional del
delito que sustenta la Escuela Clásica, se forjó a partir de las ideas de la Ilustración que motorizaron los grandes cambios
sociales y políticos producidos en Europa entre el siglo XVIII y XIX. Especialmente importante para la Escuela Clásica será el
concepto de contrato social, que es inherente al paradigma criminológico liberal en tanto supone la existencia del consenso
entre los ciudadanos expresado en las leyes. Este esquema de pensamiento inauguraba una nueva concepción del orden social y
por lo tanto una manera diferente de interpretar los delitos, los modos de prevenirlos y de castigar a los delincuentes. El delito
es un acto jurídico, daña a la sociedad en tanto viola el pacto social. La pena será medida entonces en términos del daño social,
su función será defender a la sociedad del crimen, eliminar el delito provocando una contramotivación de su comisión.
47
defensa social. Y, como contracara en ambos, la criminalización de lo que no es sano, de lo que no es

productivo, de lo que no es normal.

El desplazamiento de un paradigma a otro en la práctica, en la experiencia, o mejor dicho, adoptar

la tesis positivista desde las instituciones penales, es afirmar entonces que NO HAY DELITOS SINO

DELINCUENTES o NO HAY ENFERMEDAD, HAY ENFERMOS.

Pensar la defensa social como instancia legitimadora de la introducción de nuevas prácticas y

métodos positivos, nos permite pensarla como ese espacio de articulación de discursos heterógeneos —

científicos, legales, morales, literarios— y prácticas de control social.

Anclada al sistema jurídico, la defensa social se nos presenta no como un "fin" en sí mismo; sino

como "medio" en su función legitimante de la práctica punitiva, conforme a las exigencias de mantener

un proyecto político y económico. En su nombre, la defensa social, lleva el objetivo: hay una POBLACIÓN

EN PELIGRO sin conflictos, sana y normal que hay que proteger; hay una POBLACIÓN PELIGROSA que hay que

conocer, clasificar, reformar, encerrar.

¿Cuál fue entonces esa estrategia política que permitió articular una heterogeneidad de discursos a

prácticas específicas de control, vigilancia y castigo?. Estrategia no mecánicamente remitible a los

intereses de un sujeto (clase, grupo), aunque articulable a los mismos; no diseñada de manera consciente

e intencional, pero con objetivos específicos.

Ante ciertos conflictos sociales, se conservó un derecho liberal que auspiciaba prácticas de control e

intervención social que no se desprendían legítimamente de ese orden institucional, pero el fin declarado

seguía siendo la defensa de la sociedad. El discurso criminológico positivista ofrecía los elementos

adecuados a tales exigencias: las nociones de "estado peligroso" y en consecuencia la utilidad e

importancia de la profilaxia y la prevención con sus prácticas complementarias de individualización,

clasificación tipológica, observación, secuestración, aislamiento.

Esto, claro está, es una parte del control social operando en el terreno de la criminalidad, del

conflicto, del desorden ligado a la emergencia de la cuestión social. Si analizáramos el terreno de la

educación por ejemplo, esta racionalidad punitiva que pivotea sobre la dicotomía normal/anormal, la

encontraríamos seguramente vehiculizada en las prácticas disciplinarias escolares, en los programas

pedagógicos, en el diseño arquitectónico de los edificios escolares, etc.

Lo importante es no perder de vista que, aunque hablemos del Departamento Nacional de Higiene o

de la Penitenciaría, de la práctica médica-sanitaria o de la policial, de la prostitución o del movimiento

48
obrero, como objetos de intervención; hablamos de PRÁCTICAS SOCIALES Y DEL PODER QUE LAS ATRAVIESA A

TRAVÉS DE FORMACIONES DISCURSIVAS Y NO DISCURSIVAS. Y en este sentido, lo discursivo es lo que el

individuo aprende y es lo que lo obliga y lo sujeta.

Por eso afirmamos que aunque el discurso criminológico positivista no se insertó en el ámbito

jurídico como un “nuevo derecho penal”, sí pudo hacerse efectivo en la operatividad del sistema en su

conjunto: policías, peritos, juristas, penitenciarías, legisladores, médicos, códigos, reglamentos. Diversos

campos del conocimiento y de la práctica institucional se apropiaron de este saber técnico y

metodológico y de su corpus conceptual.

Es aquí entonces que nos preguntarnos: ¿El discurso criminológico positivista fue elaborado a partir

de la necesidad de justificar un sistema punitivo que recayera sobre ciertos sectores sociales? ¿Fue

utilizado para la contención de los efectos degenerativos e inevitables de la inmigración?

Si un sujeto está atravesado por una complejidad de causas y factores ajenos a su voluntad, ¿qué se

forja en la esperanza de su readaptación? ¿Con qué finalidad se predica tal posibilidad, cuando hay un

determinismo constitutivo que ni siquiera advierte quien lo porta? El positivismo criminológico buscaba

introducir reformas en el sistema penal que atendieran a los casos no contemplados en la ley; puesto que

eran los más proclives al delito y los más peligrosos por la impunidad que los amparaba. Estas reformas

debían privilegiar la "prevención" mediante una serie de prácticas: observación, clasificación,

distribución. Pero sabemos que el sistema penal es esencialmente reactivo, sólo interviene cuando se ha

cometido el acto delictivo o cuando se presume que hay delito. Entonces, ¿se puede hablar de

prevención desde el ámbito penal?

La generalización del discurso positivista en todos los espacios y niveles de la sociedad se

expresaba bajo formas diversas: asistencia, trabajo social, la política de salud, filantropía, higiene

ambiental, políticas sanitarias, protección de la infancia, legislación social, reglamentos y ordenanzas de

orden público, programas escolares. Y es que la producción de un orden social y su reproducción, no

puede sostenerse sólo a partir de la utilización de la respuesta estatal en su fase mas dura, la coerción

penal. Es por ello que, si bien nuestro análisis hace pie en el discurso penal, el recorrido por la

configuración del control social resulta necesariamente más abarcativo; en tanto el sustrato penal se

inserta en discursos o tramas discursivas más amplias que se explican en prácticas y lógicas

institucionales, ya sean legislativas, pedagógicas, jurídicas, clínicas, médicas.

Cuando decimos que el discurso positivista recorrió el conjunto de la sociedad civil a través de

“estrategias” específicas de control social, pensamos en términos de habilidades, de tácticas, de artes, de


49
maniobras… de gobierno. Pensamos en la ideología de la defensa social como ese discurso que legitima,

como ese espacio que articula, como ese fin que habilita; y sobre la cual fue posible la producción de un

orden social hegemónico. Pensamos en el ejercicio del poder, que en un mismo acto reprime y

promueve, excluye a la vez que incluye, que define y en el mismo acto crea su opuesto. Pensamos en la

PELIGROSIDAD y la DEFENSA SOCIAL, como dos polos de una misma gestión: el control y la normalización

sobre la población.

DEFENSA Fundamento ESTADO


SOCIAL sistema punitivo PELIGROSO

Defender a
la Sociedad
Daño Social de de Población peligrosa
(medida del delito) El hombre delincuente

Eliminar el Delito Eliminar el peligro

Implica Implica
Respuesta Reactiva intervenciones dirigidas
Actúa sobre consecuencia a causas de inadaptación
social

A través del
Sistema Penal A través de políticas de
profilaxis y prevención

Instituciones liberales

Control y normalización
sobre la población

De ahora en más, nos proponemos mostrar esta gestión sobre la población. Cómo bajo la forma

ideológica de la defensa social se construye a la población peligrosa y los dispositivos de control que la

contienen.

Por un lado, mostrar CÓMO SE VA CONFIGURANDO EL OBJETO POBLACIÓN COMO PELIGRO BIOLÓGICO y en

consecuencia, la preocupación por sus condiciones de vida materiales y morales. Esta gestión pasará en

gran parte por lo que hemos denominado el dispositivo higienista. El higienismo, brazo tentacular del

positivismo vitalista, sienta las bases teóricas y conceptuales sobre las cuales se pone en marcha un
50
minucioso proyecto sanitario cuya prioridad es el saneamiento físico y moral de la sociedad a través de

sus formas fundamentales: prevención y vigilancia. Los mecanismos que entretejen la profilaxis tienen

como objetivo formar y conservar la fuerza de trabajo de acuerdo a un modelo de fuerza productiva

estimado como normal = sano = moral. La salud y la enfermedad no serán más que el correlato de lo

definido como lo que es normal y lo que es anormal.

Por el otro lado, mostrar CÓMO SE VA CONFIGURANDO LA POBLACIÓN PELIGROSA EN TORNO A LOS

OBJETIVOS DE SEGURIDAD Y ORDEN PÚBLICO Y LOS DISPOSITIVOS QUE LOS SOSTIENEN. En este sentido,

destacamos los ejes sobre los cuales se construye esta imagen del peligro: la desafiliación social, la

actividad y ocupación laboral y un tercer eje dado por el vector pertenencia/ adherencia político-

ideológico. Respecto a los objetivos de seguridad y orden público, la gestión de control, normalización y

normativización recaerá específicamente en la institución policial, la cual tendrá a su disposición un

sistema contravencional del que hará uso de manera irrestricta. Y como sabemos que el estado peligroso

no es una figura legal, tipificada jurídicamente, el análisis del dispositivo policial nos encuentra con

formas de coerción penal que paradójicamente, nos obligan a descentrarnos de la ley y nos remiten

directamente a las preguntas por el orden y por las formas de producirlo.

Estas dos dimensiones del control social puestas sobre la matriz positivista de lo NORMAL/ANORMAL,

y en efecto el armado de un Estado médico-legal omnipresente y todopoderoso, dan cuenta de un

proceso institucional que pone la atención en la cuestión social creando dispositivos de control, castigo y

sujeción. Pero que también, al mismo tiempo, dan cuenta de cierta capacidad del Estado para absorber

demandas sociales, articularlas a las estrategias de control e intervención y generar los mecanismos de la

cohesión social.

51
Capítulo IV

El higienismo como dispositivo de control y normalización de la población

Un país vale lo que valen sus instituciones, nos decían los sociólogos y
juristas hasta hace poco; un país vale por lo que produce y construye, dicen
otros más recientes. Nosotros, médicos, decimos, por encima de jóvenes y
viejos: un pueblo vale lo que valen sus hombres, lo que vale su raza, lo que
hay en ella de fuerza, de salud y de virtud.
Francisco De Veyga

4.1. El higienismo, marco de referencia de las políticas sanitarias

El higienismo, tal como fue planteado en nuestro país, se inscribe para nosotros en aquel proceso

específico, que Foucault describiera y diera en llamar del poder de soberanía al poder sobre la vida76.

Es decir, la aparición de un nuevo modo de ejercicio del poder que se hace cargo de la vida.

Desde esta perspectiva teórica intentaremos dar cuenta del dispositivo higienista, entendiendo a este

como aquella instancia de control social en la Argentina de principios de siglo XX, capaz de articular los

dos modos de ejercicio del poder en torno a los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la

vida: una “anatomopolítica” del cuerpo, una tecnología disciplinaria del poder por la cual se aseguraba

la utilidad, la docilidad, la ubicación, la distribución de los cuerpos por procedimientos disciplinarios; y

una “bio-política” de la población que aparecerá no desplazando a aquella, sino incorporándola,

articulándola, intensificando la penetración de un poder no sólo centrado en el cuerpo, sino en la

totalidad de la vida y sus manifestaciones. Poder que recae sobre los procesos que dan vida, que

modifican la vida, que interrumpen la vida, que intervienen en la vida, que mejoran la vida, que alargan

la vida y que terminan con la vida.

La población emerge como objetivo específico del poder político. La noción de población —y las

variables ligadas a sus desplazamientos, a sus movimientos, a sus transformaciones— aparece, a la luz

de las nuevas relaciones de producción, como problema biológico con efectos políticos y económicos.

Los procesos como la natalidad, la mortalidad, las migraciones; las variables de medio ambiente, salud,

educación, edad, calidad de vida; las condiciones de fecundación, de gestación y de procreación; son

concebidos al interior de una lógica productivista la que en última instancia sustentaba las

transformaciones operadas de un nuevo modo de ejercicio del poder.

76
MICHEL FOUCAULT, Genealogía del racismo, 171 a 189.

52
El higienismo, como PUNTO DE ARTICULACIÓN DE UN SABER MÉDICO Y DE UN PODER POLÍTICO, se presenta

como instancia efectiva de control social. Efectiva porque el dispositivo higienista atraviesa todo el

cuerpo social, se erige como un dispositivo que involucra a diversos discursos e instituciones, aparatos

de poder; construye, organiza y jerarquiza datos, variables, diagnósticos; genera canales de inclusión y

exclusión; garantiza el bienestar físico y moral de "todos", se instituye en proyecto moralizador que

recomienda y aconseja, pero que también manda y obliga: NORMALIZA.

En nuestro país, el higienismo no sólo se tradujo en tratados de normas de conductas y

disciplinamiento de la vida urbana pública y privada, no sólo determinó los objetivos de las políticas

estatales sanitarias y de salud, sino que el discurso higienista recorrió todo el entramado del cuerpo

social inaugurando una nueva manera de concebir "lo peligroso" (peligro biológico), resignificando

objetivos de la defensa social (bajo una concepción biológica cobra fuerza un imperativo: el individuo

único custodio del plasma germinativo —higiene de la raza o Eugenia—).

Tal fue su universalidad: se propone nada menos que el saneamiento de la raza:

…la higiene no admite el principio de que un individuo sea dueño de disponer de su persona o

propiedades hasta el punto de causar con ello perjuicios a la salud pública, ni que los poderes
77
locales procedan en materia sanitaria con independencia del poder central .

4.2. El proyecto sanitario higienista en Argentina

La concentración de población en los centros urbanos, constituyó una de las consecuencias no

deseada de la política inmigratoria que la dirigencia política argentina llevara a cabo. Cada vez más

denso, más conflictivo y más permeable a los ilegalismos, el espacio urbano se configura como amenaza

a los presupuestos de seguridad interna y progreso.

La eficacia de una política higienista estaba dada por la posibilidad de intervención sobre lo

material, es decir, sobre las condiciones de habitación, la distribución espacial y la clasificación,

individualización y control de los cuerpos, así como también sobre las conductas; por su incumbencia en

la vida pública como en la vida privada. Al higienismo le era pertinente todo aquello que tuviera que ver

con la preservación de la raza, con la salud pública y la moral, con las generaciones actuales y futuras.

Pero además de la capacidad efectiva de intervención —que en parte nos remite al orden de lo

legal— LA EFICACIA DEL DISPOSITIVO HIGIENISTA DEBE SER ENTENDIDA A PARTIR DE LA PRODUCCIÓN DE SENTIDO

CON EL QUE LOS HIGIENISTAS DOTARON A LOS PROCEDIMIENTOS DE INTERVENCIÓN Y CONTROL. La apelación a

77
Anales Departamento Nacional de Higiene, Higiene Administrativa. Deberes y derechos de las autoridades sanitarias,
1.892, Vol. II, p 18-27.
53
una metáfora (el cuerpo-nación) a un fin supremo (la regeneración de la raza) a una amenaza (la

epidemia) a un objetivo patriótico (la defensa social) formó parte de la retórica higienista que habilitó y

legitimó estos procedimientos. Hay una dimensión simbólica y cultural que adquiere el hiegienismo

como visión del mundo, como paradigma político y producción de lo social.

En esta dirección, los Anales del Departamento Nacional de Higiene (fundados por Emilio Coni en

1891), luego, Anales de Higiene Pública y Medicina Legal, constituyeron la estrategia fundamental para

la promoción y avance de una política ‘nacional’ mediante una práctica prolífica de la escritura,

sofisticadas técnicas de publicación, traducción y edición…78

Así, el auge de los preceptos higienistas determinó la orientación de las políticas públicas. Algunas

definiciones formuladas en torno a este objetivo, resultan claras expresiones de lo señalado:

La salud de un individuo no es asunto que únicamente interese al individuo, ni la salubridad de


una casa, cuestión que exclusivamente afecte a las personas que la habiten, porque el individuo
como la casa pueden convertirse en un foco de irradiación epidémica y constituir una amenaza y un
peligro para la salud pública. (Anales higiene pública y medicina legal, Higiene Administrativa-
deberes y derechos, 1892)

La higiene es tan antigua como el hombre. Es, a nuestro juicio, un instinto animal como el
instinto al hambre, a la sed […] el instinto que se dice de conservación, y que podría denominarse,
instinto de la higiene […] El objeto de la higiene no es otro que el de prolongar con comodidad la
vida media de los hombres; y para nosotros, los habitantes de Buenos Aires, obtener lo que han
obtenido otras ciudades higiénicas: diez años más de vida. (Rawson, 1874)

La niñez y la juventud deben ser educadas celosamente en el 'culto de la salud', desde el hogar a
la escuela […] y a las diversas manifestaciones de la vida de trabajo, estudio y sociedad. (Sagarna,
1927)

Salvar al germen, aquí está la parte eficiente de la obra preventiva. (De Veyga, 1938)

Necesitamos ciertamente población numerosa, pero la necesitamos ante todo sana, vigorosa,
civilizada, progresista, laboriosa […] capaces para el trabajo y aptos para darnos generaciones
fuertes, con las cuales, mediante la cultura física y moral adecuarlas a nuestras necesidades y a
nuestro progreso […] Para formar hombres necesitamos tener ante todo, el organismo sano y fuerte.
(Araoz Alfaro, 1929)

La higiene individual implica altos ideales de salud, de fuerza, de resistencia, de simetría y de


belleza; aumenta en sumo grado nuestra capacidad de trabajo, de bienestar y de utilidad […] Deba

78
JORGE SALESSI, p.22 y subsig. El autor comenta que entre 1892 y 1898, cada volumen de los anales tenía alrededor de 700
páginas. Al final de cada suplemento mensual, había una sección de estadísticas que seguían en francés los movimientos de la
demografía y la aparición y desarrollo de distintas enfermedades en la población y el puerto de la ciudad. Luego, con la
expansión de la política higienista a nivel nacional incluye procedimientos y hechos públicos, sociales y legales, estudios de
casos, particularidades de cada provincia.
54
abrigar el anhelo de un desarrollo muscular perfecto y de una sana fibra mental y moral. (Fisher y
Lyman Fisk, 1927)

El proyecto sanitario higienista puede ser pensado a partir de un modo específico de entender y

practicar las relaciones de los hombres entre sí, con la naturaleza y con el conocimiento; cobra sentido al

interior de una lógica productivista que regula los proyectos de modernización puestos en vigencia en

nuestro país y como parte constitutiva de un proyecto moralizador desde el cual se trata de inculcar

valores sustentados por una moral que no era otra que "la moral" burguesa. Si "la moral" implicaba tanto

orden como trabajo, ahorro, familia y nación; lo "enfermo", lo "antihigiénico", lo "ilícito" subsistía en un

marco de prácticas anormales o inmorales79. Los mecanismos de la profilaxis social tendieron a

circunscribir tales prácticas bajo el imperativo del orden público y la moral pública. Emerge una

analítica de la población; la población se convierte en objeto de vigilancia, de intervención, de

operaciones específicas; en el marco de una política de gestión de la enfermedad y de la salud.

Cuando en 1892, el Departamento Nacional de Higiene alcanza jurisdicción nacional, bajo la

dirección de J.M. Ramos Mejía, se establece como prioridad la coordinación orgánica y funcional entre

todas las instituciones públicas, privadas y organismos municipales y nacionales, dedicados a la salud y

a la asistencia sanitaria. El objetivo era centralizar la administración del poder sanitario y así unificar,

jerarquizar y difundir los criterios de políticas higienistas en todo el territorio de la nación. Con este fin,

Ramos Mejía, solicita al Congreso Nacional, un margen de maniobrabilidad personal para la

administración del Departamento, así como la autonomía financiera respecto del Congreso Nacional: La

institución a mi cargo requiere para su funcionamiento regular la centralización ejecutiva, pues así lo

requieren los altos intereses que dirijo… Más adelante, Ramos Mejía declaraba que el presidente del

departamento se entenderá directamente con el P.E. en todos los asuntos de la institución80. El avance

jurisdiccional alcanzado por esta institución (jurisdicción territorial y funcional), y el poder personal que

va adquiriendo la figura del director o presidente del Departamento; es directamente proporcional a la

dimensión política que la disciplina de una higiene nacional tenía para los gobiernos de la época.

De hecho, aunque la legislación en materias de sanidad e higiene, entraba en conflicto con las
libertades individuales en algunos casos, y con el derecho de propiedad privada en otros; las
inspecciones y las intervenciones sanitarias eran reforzadas con la presencia policial para dirimir o
79
En este sentido, cobra importancia la vasta literatura higienista y la difusión de manuales -científicos y de alcance popular-
con fuerte impronta moral en todos sus contenidos. Desde la salud, la familia, pasando por la vivienda, hasta el alcoholismo y la
prostitución, eran temas corrientes en la bibliografía higienista. La educación moral y espiritual —decía Araoz Alfaro— debía
preceder a la educación técnica o a la mera instrucción: es en el hogar donde deben ponerse los cimientos inconmovibles de esa
educación. G. ARAOZ ALFARO, Educación y política, p.68.
80
Memoria del Departamento Nacional de Higiene, 1892-98, extraído de J. SALESSI, op.cit. p. 42-43.
55
neutralizar cualquier obstáculo en el procedimiento reglamentario. Aún así, el Departamento Nacional
de Higiene organizó sus propios dispositivos policiales como la policía sanitaria local, la policía
sanitaria del ganado, la policía de las aguas (observación y control de rutas marítimas, puertos y costas,
control del agua de consumo), la policía industrial, la policía mortuoria, la policía de los animales
domésticos, la policía sanitaria internacional.
Una muestra del alcance jurisdiccional, casi irrestricto de la disciplina de la higiene, es la acción de
la policía del ganado sobre los espacios de la clase ganadera/terrateniente argentina. Al respecto, Ramos
Mejía explicaba:
…la creación de esta policía ha servido para llenar este inmenso vacío tan perjudicial para
nuestra principal fuente de riqueza pública […] ligando así directamente la salud del pueblo con la
de los animales81.

Sin duda alguna, el higienismo y los higienistas, tuvieron un lugar privilegiado en la configuración

simbólica y material de la organización nacional. Algo de esto hemos esbozado. Y es que en este

entramado discursivo e institucional que fue el dispositivo higienista, en su amplitud y complejidad, con

sus aristas excluyentes, invasivas, xenófobas, burocráticas; EL PROYECTO HIGIENISTA FUE TAMBIÉN UNA

RESPUESTA ORGANIZADA QUE ARREMETIÓ CON LAS PUNTAS MÁS DELICADAS DE LA CUESTIÓN SOCIAL. En este

sentido, también IMPLICÓ EL INVOLUCRAMIENTO DEL ESTADO EN NUEVAS ÁREAS Y DISCIPLINAS DE LA MEDICINA

SOCIAL Y LA HIGIENE PÚBLICA, Y EN LA BÚSQUEDA DE NUEVOS MECANISMOS DE INTERVENCIÓN ESTATAL

TENDIENTES A OCUPARSE DE LOS PROBLEMAS SOCIALES VINCULADOS A LA CUESTIÓN SOCIAL.

Es decir, sobre el supuesto indiscutido de todo lo que significó el orden público y el saneamiento de
la raza para el proyecto de modernización, el dispositivo higienista produjo mejoras sustanciales tanto en
la calidad de vida de la población como en las condiciones sanitarias y de infraestructura de las
ciudades. Por ejemplo, en Bs. As., la TASA DE MORTALIDAD c/1000hab. cayó del 22.98 en 89-98 a 16.6 en
99-08. La MORTALIDAD POR ENFERMEDADES INFECCIOSAS c/10.000hab. cayó de 44.8 en 69-78 a 41.6 en 88 y
24.8 en 98 y 10.7 al 1908. Demostrado para los higienistas la relación entre vivienda y salud, se tendió a
la promoción de CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDAS BARATAS por iniciativas públicas o privadas y con
financiamiento nacional o municipal. Hubo un gran impulso para la creación de INSTITUCIONES

HOSPITALARIAS y de un sistema de ASISTENCIA MÉDICA GRATUITA para pobres e indigentes.82 En HIGIENE

INDUSTRIAL, la reglamentación sanitaria permitió identificar los principales problemas de salud en los
obreros (tuberculosis, neumonías, saturnismo), así como detectar los establecimientos y actividades más

81
Sobre las leyes de las policías higiénicas creadas por el DNHP, J. SALESSI, p.102 y 404. El texto de Ramos Mejía en
Memoria del Departamento Nacional de Higiene, 1892-98, citado por J. SALESSI, op. cit., p.46.
82
Anuario Estadístico de Buenos Aires de 1908; sobre proyectos de ley para construcción vivienda obrera en Diario de
Sesiones Cámara Diputados, 1912; sobre sistema de transporte, Censo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, 1909.
Extraídos de E. ZIMMERMANN, op.cit., p. 101 a 106 y 118 a 120.
56
contaminantes del medio ambiente y sus efectos sobre la salud (por ejemplo, al principio de la epidemia
de 1871, una de las primeras medidas fue la suspensión de las faenas de los saladeros)83.
Respecto a la cuestión obrera, Dora Barrancos plantea:
En Argentina ese higienismo fue en cierta medida anticipatorio, pues solo para las vanguardias
organizadoras contaban los problemas de salud; para el conjunto de los trabajadores tales
problemas no estaban en el primer lugar de sus reivindicaciones […] Pero aún dentro de la masa
crítica del movimiento obrero, los aspectos sanitarios tenían como sujetos privilegiados a las
mujeres y los niños 84.

En este sentido, y a propósito de destacar esta dimensión de vanguardia, de previsión, que

caracterizó a la generación de los reformistas liberales; las leyes de educación pública y las de registro y

matrimonio civil, contribuyeron definitivamente a inscribir los procesos vitales de la población en la

lógica de la política estatal. Lógica promovida y abalada por los resultados que arrojaban los primeros

estudios demográficos, sobre los movimientos y desplazamientos de la población así como también

sobre las variables asociadas a la salud, a la enfermedad, a la mortalidad.

4.3. Los ámbitos de la Higiene pública

Por cierto que la definición de los ámbitos de la higiene pública se desprende de lo que se concibió

como salud pública; tan diversos, como la amplitud del concepto que los determina.

La salud pública, pareció convertirse en esa gran metáfora sobre la cual se monta el andamiaje

higienista a partir del cual, el discurso médico, queda incrustado en el aparato del Estado. La apreciación

que Hugo Vezzetti escribe al respecto, nos resulta clara y precisa para introducirnos a la temática:

Ese espacio de la higiene pública liga cierto imaginario destino médico al de los proyectos de

una reforma social radical, bajo la común ambición de reducir y controlar la totalidad de los

factores desfavorables al progreso humano. Desde la insalubridad ambiental hasta la miseria, la

inmoralidad y el vicio se traza una línea continua que justifica la búsqueda de soluciones

homogeneizadas por las referencias naturalizantes del discurso médico85.

Entre otras, las cuestiones que más preocupaban a los higienistas y por lo tanto, los ámbitos más

pertinentes a la higiene pública, lo constituían el ESPACIO URBANO (lugares públicos como las plazas, la

calle, las acequias, los cementerios, hasta los animales sueltos, los mendigos, los vagabundos formaban

parte de las inquietudes urbanas), la VIVIENDA OBRERA o vivienda popular (preocupaban cuestiones que

iban desde las condiciones materiales, de limpieza, hasta los hábitos y formas de convivencia de sus

83
Sobre las acciones de política sanitaria durante las epidemias, ver J. Salessi, op.cit., p. 29 a 56.
84
DORA BARRANCOS, Socialismo, higiene y profilaxis Social 1900-1930, en: Política Médicos y Enfermedades, Mirta
Zaida Lobato (editora), p. 122.
85
HUGO VEZZETTI, La locura en la Argentina, p.37.
57
habitantes), y la PROSTITUCIÓN (actividad que aglutina todo lo que era concebido como degeneración. Su

existencia constituye una amenaza para el vínculo familiar, para la productividad obrera y para la

descendencia genética; a la vez que pone en cuestión la eficacia de la regulación estatal sobre la delgada

línea que separa, en este caso, el ámbito de lo público y de lo privado).

El espacio urbano…

Como ya dijimos, la problemática urbana fue una de las caras de la cuestión social a principios de

siglo XX. Hubo toda una tentativa por organizar y regular el espacio urbano, desde la limpieza de calles,

acequias, desagües, instalación de redes hídricas, pavimentación; así como por establecer una serie de

normativas respecto de su uso y diagramación. Comenzó así una fiebre de limpieza y policía sanitaria,

ejercida por médicos, visitadores sociales e higienistas encargados de las inspecciones y relevamiento de

datos sobre las condiciones sanitarias de la ciudad. Medidas todas que tienden a especificar, en el

trazado urbano, los centros de efectivización de un poder médico-sanitario. Se dispone la intervención

sobre establecimientos públicos como puertos, mataderos, saladeros, mercados públicos, cementerios,

hospitales generales, prisiones; se inspeccionan y reglamentan las casas de tolerancia, los comercios,

bares, casinos, los conventillos, inquilinatos y casas de vecindad. Se promueve todo un andamiaje

burocrático municipal en torno a las regulaciones, inscripciones y registros, tanto del uso, de la

distribución espacial y condiciones edilicias del espacio urbano.

En el espacio urbano, “la calle” era el espacio público privilegiado, escenario visible y accesible

para todos, lugar de tránsito y de intercambio, de flujos de personas y de cosas. Espacio paradójico la

calle, para algunos era el lugar del disfrute mientras que para otros representaba aquello que vulneraba

los lazos sociales de sujeción del individuo.

Lugar de confluencia, la calle mostraba el progreso y mostraba la miseria. La miseria proliferó en

las orillas de la ciudad y al margen de toda política pública tendiente a mejorar las condiciones de vida.

Sin embargo, como cuestión de orden público, de seguridad y de salud general, “los miserables” serán el

blanco sobre el cual se despliega el dispositivo de control policial y médico-higienista. Francisco de

Veyga, decía: la miseria es un cáncer en el organismo social, un mal corrosivo, que tiende a disolverlo

[…] la miseria trae el vicio y el desorden86. Por lo cual atender a los sectores miserables es ya una

cuestión de seguridad pública:

86
F. de VEYGA, Degeneración y degenerados, p. 68.
58
Debe entender la clase dirigente: la única forma eficaz de asegurar fortuna y bienestar de los

que tienen, es asegurar el pan y bienestar de los que no tienen […] Mejorar las clases menesterosas

es asegurar las clases superiores. Este es el hecho utilitario y esto es obra de la defensa social.

Pero lo más importante y lo que más debiera preocupar según este médico, es que la miseria está

formada por la masa trabajadora, sobre la cual se asienta la nacionalidad hoy87.

No todas las políticas higiénicas orientadas al espacio urbano fueron constrictivas y excluyentes. El
diseño de parques públicos, de plazas, la forestación, las arboledas, formaron parte de esta campaña y se
los consideró tan necesarios como la tarea de eliminar al antihigiénico rancho. Esta iniciativa, a la vez
que respondía a cierta pretensión estética enmarcada en un proyecto europeizante de país, obedecía a
uno de los preceptos higienistas que los recomendaba por ser física y mentalmente saludables; y, por qué
no, realizaba una función social: La gente pobre que vive en habitaciones reducidas, que no tiene
jardines en sus casas, debe aprovechar los parques y jardines públicos para disfrutar sus beneficios 88.
En el marco de una acción preventiva centrada en el cuidado de la salud y en evitar la propagación

de enfermedades, las iniciativas públicas y privadas tendieron a la generación de un sistema de

asistencia médica para pobres, mendigos y vagabundos. Aquellos problemas asociados a la indigencia y

a la miseria, —generalmente relegados a la filantropía— comienzan a ser parte de las preocupaciones

del Estado.

Aún así, sin desconocer los logros y las transformaciones que produjeron las políticas sanitarias en

esta época; la tentativa de una mayor calidad de vida y más duradera que el proyecto higienista preveía,

no modificaron las condiciones de existencia de los grupos más pobres. En general, reforzaron la

delimitación conceptual y espacial de estos sectores a los espacios de la marginalidad y, salvo

excepciones, este proyecto se efectivizó más a partir de la noción de “estado peligroso” (en el refuerzo

de los dispositivos de control social) que a partir de las necesidades reales y soluciones concretas que

reclamaba esta población.

La vivienda obrera

En la nueva diagramación del espacio urbano (pensemos en las reformas realizadas por el

intendente Torcuato de Alvear, apodado el "Hausmann argentino", en la ciudad de Buenos Aires), el

sector obrero quedó sujeto a la precariedad de las condiciones materiales de vida que ofrecían los

márgenes de la ciudad. Así la cotidianidad, tanto del obrero como la del criollo, se fue construyendo en

87
Ibidem, p. 388 y 389
88
JULIO MENDEZ, Apuntes de Higiene médica, p.497.
59
lo que a principios de siglo XX se consideraba habitación o vivienda obrera: el conventillo, el

inquilinato y las casas de vecindad.

La percepción higienista sobre los sectores populares estuvo determinada, en parte, por los brotes
epidémicos que azotaban al país por esos años (principalmente, las epidemias de fiebre amarilla 1871 y
la de cólera en 1867/68 y 86/87), y que encontraban en las clases más pobres a sus víctimas.
En materia de higiene, la habitación era considerada una parte principal en el desarrollo de una vida
sana; es por ello que toda la literatura higienista aconsejaba, en forma insistente, sobre las condiciones
de habitabilidad de las casas en la vida moderna. La asociación directa de las enfermedades con la
vivienda era uno de los ejes sobre los que se montaría el proyecto de saneamiento de la población para
combatir las epidemias:
La habitación es tan importante en su rol de objeto contaminado, que para muchos autores la
tuberculosis es una enfermedad de habitación […] Para obtener la profilaxia es necesario la
89
construcción de casas higiénicas para obreros...

El prototipo de la vivienda obrera era el conventillo; y en los márgenes de la ciudad, el rancho, del
cual la prensa comentaba:
A pesar de los adelantos de la ciudad, todavía el rancho, primitivo, malsano y sucio afea la
estética edilicia y constituye un verdadero peligro social […] esta habitación antihigiénica y
primitiva, sólo es comparable a las chozas de los antiguos ilotas […] El rancho, a pesar de cuanto
90
quieran ennoblecerlo o idealizarlo los poetas populares, es una verdadera vergüenza nacional .

El rancho era considerado casi el último exponente de construcción de los antepasados respecto a la
tendencia moderna, representaba la casa del salvaje, habitación primitiva, construida sin reglas de
higiene, cuevas primitivas, representadas actualmente, entre nosotros, por los ranchos de los
paisanos91.
El conventillo, aunque era asociado a la figura del hombre civilizado, no por eso dejó de ser objeto
de expresiones degradantes, ya que representaba una verdadera "plaga", focos de infección constante por
la falta completa de higiene. Así, el médico higienista Julio Méndez en sus Apuntes de higiene médica
alertaba sobre estos peligros:
…podemos concretar los inconvenientes de los conventillos: la facilidad de la infección y del
contagio en las enfermedades infecciosas, difteria, tuberculosis, viruelas, etc., los grandes
92
inconvenientes de la vida en común, las peleas, los barullos, gritos, etc.

El histórico y prestigioso diario mendocino Los Andes, expresaba:

89
Ibidem, p. 498.
90
La vivienda obrera, en: Revista Criterio, Nº 3, 22 de marzo de 1928, p. 86.
91
J. MENDEZ, op.cit., p.76.
92
Ibidem, p.78.
60
... en mayor parte, están descuidados se vive en aglomeración y hay cuartos en que parecen que
viven cerdos y no cristianos, tal es la basura que se ve y de inercia sus moradores no quieren
limpiar… (Los Andes, 27/1/87)

La prensa contribuyó en gran medida a redefinir los espacios peligrosos de acuerdo al discurso

higienista:

De aquí resulta que las epidemias siempre se ceban en esa clase de personas, porque viven

entregadas a una vida relajada y llena de vicios […] Las autoridades deben preocuparse de

perseguir a esa clase de gente, obligándola a que se entregue al trabajo honrado y arrancarla de

esas pocilgas inmundas en que viven sin ser útiles para nadie. (Los Andes, 4/2/87)

Ocupando un lugar privilegiado, el logro principal de la prensa estuvo dado por el poder de modelar

y generar una "opinión pública" que se hiciera eco de los beneficios de los preceptos higienistas, y que

además, sus adeptos, supieran identificar los elementos amenazantes. En este sentido, el papel de la

prensa, fue controversial, ya que si bien daba lugar a una visión sesgada del problema, elitista y

oligárquica, e reclamaban mayor efectividad de la autoridad policial o municipal), fue el único medio a

través del cual, la situación de los sectores más pobres, era visibilizada y cobraba existencia —aunque

de manera problemática— para el resto de la población.

En efecto, las epidemias provocaron estragos entre los vecindarios más pobres, más hacinados y

más sucios; y, si algo dejó la experiencia de las pestes, fue la certeza de la asociación existente entre

vivienda y salud. Por lo que, traducido a la intervención profiláctica, para los higienistas, la certeza era

el vínculo VIVIENDA- SALUD, la ecuación era CONDICIONES DE VIDA OBRERA = ENFERMEDAD, el sujeto de

intervención será LA FAMILIA, lo invisibilizado: LA POBREZA.

La campaña de sanidad moral y de higiene pública, recaerá más sobre las conductas y modos de

vida que sobre las condiciones materiales de existencia de los sectores populares. Para ello, la familia se

constituye como el lugar privilegiado de efectivización de la estrategia moralizadora, como espacio de

contención y sujeción del varón y de los hijos; en ella se concentra la fuerza de trabajo productiva y su

reproducción. De este modo, como dice Donzelot, la familia moderna no es tanto una institución como

un mecanismo93.

Así, las preocupaciones higienistas por moralizar las formas de la vida obrera, tendrán como

objetivo llegar a la mujer, madre y esposa, sostén afectivo y responsable del vínculo doméstico.

La Prostitución, Casas de Tolerancia y Prostíbulos

93
JACQUES DONZELOT, La policía de las familias, p 95.
61
En el marco de las preocupaciones sociales de los sectores dirigentes, la prostituta, las casas de

tolerancia y el prostíbulo representaban la materialización de todo aquello que era degeneración: vicio,

enfermedad, delincuencia. La prostitución era uno de los factores más graves desde la perspectiva

médico-higienista, ya que sus efectos se hacían sentir no sólo en la población actual, sino que también

determinaban la calidad de la población futura.

- En primer término, una de las consecuencias era la difusión de enfermedades venéreas por el
contagio indiscriminado y consiguientemente, sus efectos en la descendencia genética (futuras
generaciones con taras y defectos físicos irrecuperables).
- En segundo término, la prostitución representaba una amenaza al vínculo familiar. En este sentido
—aunque paradójico— existía toda una prédica moral que resaltaba el papel de la mujer como soporte
principal de la institución familiar
…y no hay hogar si no hay en él una mujer en condiciones de darle lo mejor de sí misma […]
lanzada la mujer a la actividad pública, la vida del hogar se hace imposible por que se extingue la
llama sagrada […] que mantiene con delicadeza, su sencillez, su ternura, su sentido del orden, esa
94
intimidad recogida en que la vida recupera su ritmo natural y su profundidad…
Con nuestra era comenzó la redención de la mujer. Su condición de sierva quedó definitivamente
condenada, asegurando su puesto al lado del hombre (padre, esposo, hijo) en toda circunstancia de
95
la vida. Dejó de ser esclava para ser mujer .

A la mujer le era asignado el espacio doméstico como exclusivo, no por tradición sino por
verdadero, le era asignada la función de contener al varón y sustraerlo de las tentaciones callejeras,
asegurando de este modo la reproducción de la fuerza de trabajo sana y vigorosa:
La esfera de acción de la mujer es, esencialmente, la doméstica. En cambio el hombre se mueve
normalmente fuera de la familia; es el lazo de unión de este grupo humano con el social, más
amplio, a que el primero pertenece. Al distribuir el trabajo, a la mujer corresponde el del hogar, al
hombre, el de fuera del hogar, en el que consigue los medios necesarios para que aquel subsista
96
económicamente .

La mujer se convierte así, en el punto estratégico del control social en el complejo familiar.
- Por último y como tercera cuestión, se consideraba a la prostitución asociada al alcoholismo y
ambas prácticas asociadas decididamente a los sectores obreros, lo que implicaba un riesgo productivo
por malgastar sus ahorros, su tiempo y sus fuerzas. La policía consideraba que el alcohol era una de las
plagas más enraizadas en la clase obrera, y,

94
TOMÁS CASARES, La mujer y la vida pública, en: Revista Criterio, Nº 6, 12 de abril de 1928, p.175.
95
JOSÉ M. GARCIARENA, Emancipación de la mujer, en: Revista Criterio, Nº 8, 26 de abril de 1928, p.231.
96
J. M. GARCIARENA, La mujer obrera, en: Revista Criterio, Nº 14, 7 de junio de 1928, p.425.
62
…como se trata del elemento productivo por excelencia, el debilitamiento de sus fuerzas físicas
[…] aún más pronunciadas en sus generaciones […] pondrá en peligro al sistema económico
97
mundial .

En última instancia la prostitución era una cuestión político-económica; en la medida en que

afectaba por un lado, los procesos de reproducción de la fuerza de trabajo, por el otro, la "formación"

(moralización, normalización y disciplinamiento) y "conservación" (asistencia social, protección a la

infancia) de la población. Desde esta perspectiva, resulta necesario hacer efectivo un conjunto de

mecanismos específicos de control que permitan localizar y regular aquellas prácticas peligrosas. De lo

que se trata es de circunscribir estas prácticas a los espacios de una legalidad útil y vigilada.

Acerca del debate sobre el reglamento de la prostitución

En el Código Penal Argentino no se establecían disposiciones sobre el ejercicio simple de la

prostitución; aunque inmoral, la prostitución no es considerada una actividad delictiva. Sin embargo,

esto último puede ser relativizado. El régimen positivista había elaborado tres sistemas a partir de los

cuales se abría el debate. Jiménez de Asúa lo presenta sintéticamente así:

A - Declararla por sí mismo un delito, por sus caracteres inmorales; es decir, sistema de prohibición y castigo.
B - Estimarla como inmoralidad, imposible de suprimir, abandonándola a sus propios desenvolvimientos, sin
prejuicio de reprimir los delitos que puedan cometerse con ocasión de ella; es decir, sistema de libertad.

C - Considerarla como un mal necesario, que es preciso consentir y reglamentar, en bien de la salud y del orden
público; es decir, sistema de reglamentación.

El primero, en general, fue formalmente abandonado, ya que implicaba un atropello a las libertades
individuales y a la vida privada. Este procedimiento, a partir del cual se traza la ecuación prostitución =
delito, suponía la idea sostenida por Lombroso de ver en la prostitución el equivalente del delito en la
mujer: La prostitución —dice Jiménez de Asúa— es a las mujeres lo que el delito a los hombres,
porque las prostitutas tienen los mismos caracteres físicos y morales que el delincuente98.
En cuanto al sistema de libertad, denominado también sistema abolicionista, consideraba que la

prostitución no debía ser, de ningún modo, una actividad reglamentada. En nuestro país este sistema no

fue casi considerado, ni siquiera fue puesto en discusión.

El tercer sistema fue por el que se optó en nuestro país. Este permite encuadrar al ejercicio de la

prostitución en un marco de visibilidad y legalidad, de modo tal que, admitida oficialmente, el estado

interviene —ejerciendo en pleno su poder de policía— para controlar y regular con fines de higiene,

todo lo concerniente a prostíbulos, casas de tolerancia y prostitutas.


97
Revista de Policía, 6 de junio de 1912. Citado por B. RUBIAL, op. cit., p. 27.
98
LUIS JIMÉNEZ DE ASÚA, La lucha contra el delito de contagio venéreo, p. 45 a 48.
63
La eficacia del sistema reglamentario estaba dada, sobre todo, porque perseguía objetivos sanitarios.

Su efectividad residía en la posibilidad que este daba para intervenir sobre la población a través de un

conjunto de prácticas de control social como la inspección municipal, los controles médicos, la

determinación del área permitida para su ubicación, etc. Prácticas en las cuales anclaba la razón de la

defensa social y a las cuales se hallaba articulado el discurso higienista. Así, la reglamentación del

prostíbulo establecía:

- La inscripción de las prostitutas en el dispensario municipal.


- No podía inscribirse a las menores de 18 años.
- Se establecía el reconocimiento médico obligatorio.
- Se necesitaba de un permiso municipal para abrir y habilitar un prostíbulo.
- Se prohibía su establecimiento a menos de dos cuadras de escuelas, iglesias, teatros, plazas.
- Las casas de tolerancia (se consideraba "casa" a la de diversos pisos, aunque tuvieran entradas
separadas) no podían tener ningún tipo de signos exteriores que las distinguieran de las de familia.
- Cada casa de prostitución debía ser regenteada por una mujer que estaba obligada a llevar un
libro, dado por el dispensario, en el cual se inscribía el nombre, edad, nacionalidad de la prostituta,
si sabía leer y escribir, etc.
- La regente era responsable de las mujeres que habitaban la casa y debía informar al dispensario
99
municipal cualquier problema (enfermedades, abortos, embarazos, exámenes médicos) .

Además se prohibía el ejercicio de la prostitución o cualquier insinuación en la vía pública, la

repartición de tarjetas circulares o publicidad de prostíbulos. También se establecía el horario de

funcionamiento de estos últimos. Los prostíbulos clandestinos serían clausurados y las mujeres no

inscriptas (las prostitutas clandestinas) se las consideraría enfermas y por lo tanto, remitidas al hospital

por ocho días sin perjuicio que luego se las inscribiera en el libro del dispensario municipal.

Desde una visión predominantemente higienista —y en el caso específico de la prostitución— no

eran pocos los que argumentaban que el reglamento no provocaría un descenso de las infecciones
venéreas. Por el contrario, el reglamento no garantizaba la higiene de la vida sexual. Era sabido, que más
allá de las tentativas reglamentarias, detrás de la puerta de la casa la costumbre y la conveniencia
creaban su propia legalidad. Así por ejemplo, Benjamín Dupont en 1879 relataba como las regentes se
las ingeniaban para que las pupilas disimularan enfermedades venéreas en las visitas médicas
obligatorias, como por ejemplo,

99
Extractado de una recopilación de Ordenanzas de la Municipalidad de Buenos Aires del año 1898, citado por E. GOLDAR,
La mala vida, p. 28-30.
64
…ocultar bajo un pedacito de tafetán inglés engomado y coloreado con carmín los chancros
sifilíticos, o aquellas que sufrían de placas mucosas o ulceraciones bucales o faríngeas comían "por
100
descuido" chocolate antes de la visita .

Jiménez de Asúa planteaba:


El Estado se cree en la necesidad de intervenir en la prostitución para atenuar sus peligros,
principalmente los que derivan del contagio de enfermedades sexuales […] Higiénicamente no tiene
valor alguno. Los reconocimientos médicos, verificados en una masa enorme de prostitutas, no
pueden ser llevados con rigor científico, y en la mayoría de los casos quedan reducidos a un examen
superficial, que no garantiza la salud de las mujeres observadas. Además crea en los frecuentadores
de prostíbulos una confianza falsa: estimándose protegidos por los reconocimientos oficiales,
abandonan los hombres las prácticas de profilaxis, que tal vez adoptarían si la prostitución no se
hallase reglamentada.

Los que sostienen esta posición consideran que, desde un punto de vista moral (¿o legal?) este

sistema reglamentarista fomenta el tráfico de blancas y pervierte el sentido del Estado, haciendo creer

que todo lo que el Estado organiza y reconoce debe ser una necesidad pública.

Desde el mismo paradigma teórico, pero arribando a conclusiones más ajustadas a una hipótesis

represiva, Francisco de Veyga plantea la sinrazón del reglamento, no sólo en lo referente a la

prostitución sino a todo modo o forma de degeneración (recordemos que, según la tesis positivista, la

degeneración en su doble expresión de vicio y locura concluía en el delito). El punto de partida de su

planteo es el escepticismo en cuanto al éxito de los medios preventivos e incluso represivos —dulces o

rígidos, diría de Veyga— destinados a obtener la restauración del degenerado. Específicamente

respecto a la reglamentación dice: La reglamentación coloca al juego, al alcohol, a la prostitución, bajo

el control del Estado. Con la vigilancia del Estado, estos factores pierden su temibilidad. La filantropía,

la eugenesia, la esterilización, la reglamentación, la sustitución de juegos legales por los de mala ley,

obstaculizan el ritmo moral de la vida. Por lo cual la única medida eficaz sería la eliminación completa.

¿Cómo? La degeneración es un estado constitucional […] no hay remedio ni educativo ni disciplinario,

ni Dios, ni ley101.

De Veyga plantea que tanto las ordenanzas de policía en lo referente al expendio de bebidas, las
leyes y reglamentos sobre abuso de estupefacientes, los edictos policiales y leyes restrictivas del juego,
de la prostitución, constituyen algo ingenuo e irrisorio como medidas de prevención o de represión. La
solución entonces será: cerrar cafés y tabernas, suprimir loterías, cerrar casinos, hipódromos, perseguir

100
El trabajo de Benjamin Dupont, La pornografía en Buenos Aires, año 1879, citado por E. GOLDAR, op. cit., p.31 y 32.
101
F. de VEYGA, op.cit., p.275- 343.
65
reciamente a los agentes que lucran con el vicio. En sus palabras: de lo que se trata es de talar los
campos de amapola, ya que el Estado, a través de la recaudación de impuestos, se instituye en
empresario de esos vicios declarándolos monopolio oficial. De ahí que para de Veyga, el reglamento lo
desarma todo, es decir, todo plan integral necesario para combatir estos males sociales, ya que se debía
atacar simultáneamente y separadamente a todos los factores que entran en juego, en la medida en que la
medicina expone, vigila, aconseja, pero no actúa directamente, la autoridad ejecuta, constriñe, pero no
da reglas de vida, la escuela educa, enseña, encamina, sugiere, pero no obliga.
Para que la acción preventiva sea eficaz hay que cortar de raíz a aquellos factores potenciales, sobre
todo hoy que no existen o se han suprimido las vallas que separaban las diversas clases sociales; por lo
tanto, no sólo cerrar el cabaret, sino también encerrar al que lucra en él y con él. Sin embargo, de Veyga
también dice, y este es quizás el núcleo de la cuestión:
…el alcoholismo está en el cabaret […] agente provocador por excelencia del alcoholismo […]
pero restringir su producción con medidas que no comporten un atentado a la libertad personal, es
102
difícil .

Para finalizar, una tercera posición frente al reglamento de la prostitución, es la dada el Dr. Eduardo
Wilde en 1875, en relación con el estado público que adquirió la sanción del reglamento sobre las casas
públicas y el ejercicio de la prostitución103
Creemos que este asunto es un ramo de la higiene pública y que la autoridad debe influir en algo
sobre él, con el mismo derecho con que influye sobre todo lo que tiene conexiones con la salud del
pueblo. Las epidemias que germinan en un pueblo tienen un comienzo y un fin, según los designios

de la naturaleza; pero los males que genera el vicio de la prostitución tienen un principio pero no

un límite.

Esta es la cuestión en la que habría que reparar:


El veneno recogido en una casa pública, da vuelta al mundo […] infesta generaciones enteras
[…] se introduce en las casas y desde el organismo del libertino va hasta el seno de las nodrizas,
que alimentan con veneno a criaturas […] que son nuevos gérmenes de enfermedad, de sufrimientos,
de miseria…

Aunque Wilde reconoce que se ha legislado sobre lo que no podía legislarse, ya que ...su
reglamento es contrario a la moral en algunos artículos y a la constitución en otros...; está convencido
que algo debía hacerse para evitarlo, pues ...ciertas arbitrariedades inteligentes, debían ser toleradas, en
vista del fin que se propone la autoridad. Concluye su artículo diciendo:
La cuestión para nosotros es la siguiente: ¿Es o no posible impedir la prostitución con los
medios de represión de que las sociedades disponen? no, contestan la ciencia y la experiencia. Si no

102
F. de VEYGA, p. 270,293 y 331
103
EDUARDO WILDE, Obras completas, 1923.
66
es posible impedirla ¿debe hacérsela en lo posible inocua, no ya para el alma, sino para el cuerpo?
104
si, contesta el sentido común .

La problemática de la prostitución y su reglamentación nos sitúa ante una serie de cuestiones

centrales en las que quisiéramos detenernos. No obstante consideramos necesario hacer un par de

aclaraciones. Los argumentos esbozados acerca del reglamento de la prostitución no han sido elegidos

azarosamente, sino que intentan mostrar, aunque de manera esquemática, las tendencias en las opiniones

más representativas de la época.

Citamos a un hombre que viene del derecho, Luis Jiménez de Asúa; a Francisco de Veyga, persona

importante del ambiente médico y sobresaliente por sus incursiones en la criminología; y por último a

Eduardo Wilde que, aunque también fue un hombre de la medicina, fue funcionario de gobierno. Así, el

intento de Wilde por justificar el reglamento de la prostitución "a pesar de" lo ubica, por decirlo de

alguna manera, en una posición conciliadora entre las instituciones que él defiende —un estado de

derecho liberal— y lo que acontecía en su momento: un creciente proceso de normalización.

El otro punto que pretendemos aclarar es el por qué de nuestro interés en torno a la prostitución y su

reglamento.

Desde nuestra perspectiva, esta problemática condensa un conjunto de intervenciones efectivas

sobre los cuerpos y, a través de ellos sobre la población. Constituye un lugar privilegiado en el cual

anclan diferentes estrategias de poder, objetos de saber, modos de control y vigilancia. De manera

ejemplar, LA PROSTITUCIÓN SE CONSTITUYÓ EN UN PUNTO DE SUTURA ENTRE EL PODER DISCIPLINARIO Y EL PODER

REGULATORIO. Tal cual lo afirmáramos, todo aquello que bajo el derecho liberal no se podía legislar,

regular o controlar, el discurso positivista lo hacía posible. El objetivo propuesto no era otro que la

defensa social concepto que legitimaba discursivamente la intervención, los controles y la represión;

teniendo como contrapartida el estado peligroso.

Ahora bien, la pregunta que nos formulamos tiene que ver en parte con lo dicho por Francisco de

Veyga, ...pero restringir su producción con medidas que no comporten un atentado a la libertad

personal, es difícil, y reconocido por Wilde en cuanto a que se ha legislado sobre lo que no podía

legislarse.

¿Cómo intervienen los aparatos de control del estado en ciertos ámbitos que pertenecen al derecho

privado, sin que represente una amenaza o un atropello a las libertades individuales formalmente

104
Ibidem, p.143-145

67
garantizadas? Qué elemento o qué mecanismo puede ser tan efectivo que permite mantener el estatuto

soberano de la ley, una concepción liberal del estado y ejercer a la vez, una acción invasiva y

paternalista en ámbitos reservados, ya sea por procedimientos reguladores, disciplinarios, preventivos o

represivos. ¿Qué hace tolerable una intervención autoritaria sin que ello signifique poner en juego el

proyecto hegemónico vigente?

Estos interrogantes nos remiten a pensar el ejercicio de un poder que toma a la vida para

administrarla como objeto de poder. Hablamos de una BIO-POLÍTICA que regula, corrige, distribuye,

interviene, individualiza, clasifica y homogeniza a la población. Por lo tanto un poder que interviene

incansablemente sobre la vida debe hacerse cargo de la aleatoriedad de los procesos de la población, de

su continuidad, de lo que hay en ellos de variable y de constante, de particular y de general.

PARA COMPRENDER LA ESTRATEGIA DE ESTE PODER NO BASTA REPARAR EN LA LEY COMO MANIFESTACIÓN

CENTRAL DE ESE PODER. Es preciso dejar de lado una perspectiva que reduce el campo de ejercicio del

poder al modelo jurídico-político de soberanía. Ya que, el alcance estratégico de las tecnologías de

poder se develará en el juego de articulación, de cruces y entrecruces, de superposición, de oposición de

las relaciones de poder y modos de ejercicio de poder. Es en este juego que la NORMA se presenta como

ese elemento a través del cual el poder estatal intervendrá y atravesará la diversidad de los procesos de la

vida.

Desde esta perspectiva entendemos la relación LEY/NORMA, es decir, la relación entre lo

prohibido/no prohibido y lo permitido/no permitido. ES SOBRE EL EJE PERMITIDO/NO PERMITIDO (LO NORMAL),

QUE SE ORGANIZÓ LA MORAL QUE ATRAVIESA LOS CONCEPTOS DE DEFENSA SOCIAL Y ESTADO PELIGROSO.

Establecido lo permitido de acuerdo a los valores y principios de la moral hegemónica; lo inmoral, lo

anormal, lo no permitido se define por oposición. Establecer, expandir y reproducir esta dicotomía es el

juego al que juega la norma. Su eficacia reside en que es un elemento que circulará de lo disciplinario, a

lo regulador. Se aplicará al cuerpo y población, permitirá controlar el orden disciplinario del cuerpo y

los hechos aleatorios de una multiplicidad105.

Por lo tanto, si el reglamento contrariaba el ámbito de las libertades individuales y resultaba

incompatible con el derecho liberal; si, más aún, fue criticado, tal como lo señalara en su momento de

Veyga y Jiménez de Asúa, ¿cuál es el provecho que este brinda? Desde nuestra perspectiva, el éxito del

reglamento consiste en que este daba la posibilidad de intervención efectiva sobre la población y sobre

105
M. FOUCAULT, Genealogía del racismo, p.181. Las nociones de normación y normalización están explícita o
implícitamente en la mayoría de los cursos de Foucault. Al respecto, especialmente, puede verse Seguridad, territorio,
población, p. 73 a 76.
68
los cuerpos, de clasificación y distribución de individuos y actividades en el mapa de los ilegalismos,

que a través de este resultaban, ahora sí, útiles y posibles de ser regulados.

4.4. La Higiene privada o individual

Podemos circunscribir las problemáticas tratadas bajo la higiene pública en tanto, desde la

perspectiva de la época, los efectos que de ellas derivaban traerían consecuencias indeseables para la

población en general, afectarían al orden público, a la moral pública, a la salud pública. Pero estas

políticas higienistas, constituyen sólo una parte de lo que se dio a llamar "proyecto higienista".

El proyecto higienista estaba orientado fundamentalmente a cumplir una función educativa o mejor

dicho, una función moralizadora/normalizadora cuyo objetivo era encauzar o reencauzar las conductas,

formar un individuo sano y disciplinado, reformar y recuperar a aquél de comportamiento desviado;

moralizar/normalizar las costumbres, los hábitos, las prácticas, el pensamiento, los deseos. El objetivo

no es otro que el que persigue la técnica disciplinaria-educativa: hacer inconcientes las conductas

deseables. Esta parte del proyecto higienista es lo que se dio a llamar HIGIENE INDIVIDUAL y su forma

operativa consistía principalmente en el "buen consejo".

A través de las distintas formas de divulgación popular, se trataba de generalizar los preceptos

higienistas que recomendaban acerca de la vestimenta, de la correcta postura de asiento hasta la elección

del cónyuge genéticamente conveniente.

En este sentido, la palabra autorizada y jerarquizada del médico higienista se erige en el nexo
articulador entre el proyecto higiénico social y la observancia a las reglas de higiene en el medio
doméstico. Así, esta palabra llegaba al interior del hogar a través de literatura recomendada, de la
prensa, del niño en la escuela, del varón en el taller, y sobre todo de la mujer encargada de velar por la
salud de su familia. Allí donde no llegaba la eficacia del proceso de escolarización, la literatura o la
prensa, accedía la estrategia moralizadora/normalizadora en su forma filantrópica, médico-higienista o
asistencia social; militancia perseverante tendiente a gestionar los objetivos del proyecto higiénico
social.
De esta forma, el discurso higienista se introdujo en las instituciones, en los establecimientos
industriales, en lo más íntimo de la vida familiar. El objetivo era instruir al individuo respecto a lo que
debe hacer para conservar su salud personal, en parte por espíritu público, en parte por defensa propia;
por lo cual nada iguala a la eficiencia para la defensa de la salud a la divulgación popular por todos los
medios y especialmente por el libro y la prensa, de las adquisiciones de la higiene y de la moderna
profilaxis 106.

106
G. ARAOZ ALFARO, op.cit., p.13.
69
La higiene se instituye como el paradigma eficaz para desterrar las enfermedades crónicas y las

epidemias. El ejercicio de la medicina que, durante siglos fue considerado como el "arte de curar", daba

paso a la “medicina social”, orientación que se imponía decididamente en el campo de la salud pública y

la medicina sanitaria. Su máxima expresión, la higiene, permitiría combatir los males que las nuevas

condiciones de la vida urbana traerían aparejadas. A partir de los nuevos estudios inaugurados por la

medicina social, en base a estadísticas, clasificación de datos, estimaciones demográficas, la eficacia del

proyecto higienista está dada por la posibilidad de prevenir más que curar. HE AQUÍ LA ESPECIFICIDAD DEL

GRAN DISPOSITIVO HIGIÉNICO: LA FORMA PREVENTIVA.

Para los positivistas, la degeneración hereditaria es incurable, pero la degeneración adquirida, la que

viene del propio modo de ser, de vivir, de trabajar, puede reducirse, prevenirse por la profilaxis y la

represión. Si bien ambas degeneraciones son consideradas peligrosas, lo importante es que mediante la

cultura higiénica (cultura física y moral) podía pensarse en recuperar toda esa masa urbana considerada

"inútil y parasitaria". De allí la creencia que todo lo que importe disciplina, aplicación al trabajo,

adiestramiento, enseñanza técnica; combatiría la degeneración o reprimiría los deseos y tendencias

degenerativas. Se tenía una fe ciega en la obra educativa del Estado, en la obra moralizadora de la

escuela, en la labor médico-higienista, en la prédica moral. Todo formaba parte de una estrategia política

nacional: una distribución espacial regulada, una demografía prolija, una población sana y trabajadora.

Comienzan a tener sentido enunciados como "la vitalidad nacional", "un pueblo fuerte", "el poder físico

de una nación", "la buena fibra muscular", "los hombres de raza".

A la educación —en el más amplio concepto del término— se confiaba el perfeccionamiento del

individuo y el aumento de su rendimiento como valor social; es decir, tenía el deber de cuidar a la vez, la
cultura física, la cultura intelectual y moral del niño. Pero el éxito de la instancia educativa no será tal si
esta recae sobre un cuerpo enfermo, una personalidad moralmente débil y una mente insana. He ahí la
importancia de la acción preventiva, disponer estratégicamente a la familia como marco de contención
higiénico y moral para el futuro desarrollo del niño. El higienista Araoz Alfaro decía al respecto:
El niño viene a la vida con cualidades físicas y mentales, con instintos y tendencias de origen
hereditario. Los educadores, los padres en primer término, deben desarrollar y favorecer unos,
107
corregir o suprimir otros, crear nuevos, en fin, haciendo entrar lo conciente en lo inconciente .

El médico se consideraba indicado para colaborar en esta tarea mucho antes que el maestro, porque

se suponía que el médico introducía a la madre en los conocimientos de la crianza. El saber médico y el

poder doméstico de la mujer recaen sobre un cuerpo pequeño e indefenso para hacer de él el resorte de

107
Ibidem, p. 67.
70
toda una infraestructura preventiva, pues esta alianza viene a exorcizar los peligros y defectos futuros

que tanto preocupaba a los médicos higienistas. Francisco De Veyga lo menciona repetidamente en su

obra: cuantos más niños se salven, menos hombres habrá que castigar o corregir108.

Así se intensifica la acción social en el seno de los hogares. Los dispensarios de lactantes para guiar
a las madres en la crianza, como las maternidades y hogares para niños y madres, como los cuerpos de

enfermeras —visitadoras que llevan a los hogares pobres los consejos prácticos de la higiene—; todo

este bloque de "medidas salvadoras" respecto a la infancia, constituyó lo que se denominó “trabajo
social”.
Pero para gran parte de la población infantil, aquella sin filiación, existe todo un complejo
interdisciplinario tendiente a tutelar a la población "en riesgo", a atenuar los efectos de los hogares
inconvenientes. Este dispositivo tutelar (médicos, asistente social, psicólogos, leyes, reglamentos,
policía, juez, tribunales, patronato), constituye a la infancia en objeto de saberes especializados, en un
"cuerpo" modelado y cercado por el ejercicio del poder disciplinario. La acción social se encamina en
este caso por los laberintos de lo correccional y de lo penal:
…la política criminal ha dado nacimiento y organización a un conjunto de instituciones
inspirando un movimiento legislativo de carácter protector que corrige, capacita, educa al menor

que ha incurrido en delito o se encuentra en estado de abandono […] instituciones —los


reformatorios— creadas casi en beneficio exclusivo de los niños pobres que formarán en el futuro

las clases productoras […] sirven así a los ideales e intereses de un patriotismo inteligente y
109
previsor .

De este modo, entendemos EL TRABAJO SOCIAL COMO EXTENSIÓN DE LAS REDES DE CONTROL en sus

diversas formas, interviniendo en los ámbitos de la vida privada restringiendo las libertades individuales.

Pero tolerado a su vez, por la apelación a un objetivo superior: el saneamiento físico y moral de la

población.

Si bien el concepto de CORRECCIONALIDAD permitía pensar la posibilidad de corregir, reformar,

encauzar los cuerpos y las conductas a la vez que regular y organizar los procesos de población; el

discurso de la higiene se nos presenta como instancia anterior, en su especificidad de práctica

preventiva. La lógica que sustenta la obra preventiva -en el marco específico del proyecto higienista- es

atacar, reducir, desarmar los factores causales de una defectuosa futura población. De allí que los

preceptos y manuales higienistas, abarcaran temas aparentemente tan diversos pero que a la vez

concluyentes en un mismo objetivo.

108
F. de VEYGA, op. cit., p.380.
109
ARTEMIO MORENO, Niñez abandonada y delincuente, p. 31-32.
71
Así, por ejemplo, se recomendaba desde el tipo de calzado higiénico, el color higiénico de la

vestimenta, la alimentación popular, hábitos normales en el comer, hasta las condiciones saludables de

la habitación. Se enunciaban temas como la "enseñanza de la higiene sexual", "postura antihigiénica de

moda", "la moderación del deseo", "norma ideal de conducta". También eran infaltables en la literatura

higienista la advertencia y consiguiente descripción de los efectos de enfermedades venéreas,

epidémicas (tuberculosis, paludismo, cretinismo, viruela, bocio endémico) así como también de

toxicomanías (alcohol, tabaco); adjuntando respectivamente las reglas de higiene para prevenirlas o

evitar su propagación. Transcribimos algunos consejos comunes a los manuales de higiene110.

- Regla para la buena postura: la regla puede resumirse así: cabeza arriba, barba adentro, pecho
afuera y estómago adentro. Hay que empinarse […] la enseñanza de la postura adecuada de pie, de
marcha y de asiento, debería formar parte de toda disciplina escolar, como ocurre en los colegios
militares...

- La postura refleja el carácter: […] no sólo el respeto de sí mismo tiende naturalmente a enderezar los
hombros y la espalda del individuo, sino que, inversamente esa actitud tiende a producir cierto
enderezamiento moral. Los vagabundos y demás personas que han perdido el respeto de sí mismos,
adoptan casi invariablemente una postura abandonada, mientras que erguida acompaña habitualmente
a todo aquel que tiene conciencia de su responsabilidad.

- Infección sexual: Enseñanza de la higiene sexual: Estas enfermedades se evitarán mediante una vida
higiénica y limpia, no sólo de cuerpo sino también de mente y de corazón […] es indispensable que
llevemos una vida honesta para conservar la salud. La infección venérea es asunto especial
completamente desconocido por la mayoría […] prácticamente todas las prostitutas están enfermas
[…] Las pérdidas de vida que sufre el Estado por la influencia esterilizante de la gonorrea en la
energía prolífica y el efecto agotador y destructivo de la sífilis en la prole, plantean problemas
extremadamente serios de profilaxis.

- Evítese las representaciones y las lecturas morbosas: Las de buena ley, exentas de sugestiones
malsanas, son higiénicas si se gozan con moderación; pero en exceso pueden ahogar la expresión
personal. La comedia es en general más saludable que la tragedia, aún cuando ambas tienen lugar en
la educación de la mente y del carácter. Las lecturas adecuadas constituyen la mejor clase de recreo
[…] Convendrá mucho al individuo mediano evitar lecturas que traten de lo mórbido y lo patológico,
que describan y analicen condiciones psicológicas anormales. Esos estudios deben dejarse para los
alienistas. La literatura de sentimentalidad obscena, debe también prohibirse...

110
Estos "consejos" han sido tomados textuales de la obra de IRVING FISHER y LYMAN FISK, La vida sana y eficiente
(1927), ya que resultan ilustrativos de lo que generalmente puede encontrarse en la literatura higienista de la época. La obra,
valorada como referente científico y prologada por los higienistas argentinos Antonio Sagarna y G. Araoz Alfaro, es un
compendio de “normas de vida saludable” perteneciente al Instituto Pro-Longevidad de Nueva York.
72
- Higiene mental. El poder de la sugestión: El mejor modo de entender nuestro subconciente de modo
que consuene con nuestros supremos ideales concientes es la sugestión que exige poco o ningún
esfuerzo. Consiste en presentar a la subconciencia una imagen del rumbo que se quiere que siga. Por
ejemplo, la sugestión de ir a dormir puede inculcarse repitiendo perezosa, mecánica, suavemente las
palabras 'dormir, dormir, voy a dormir' una y otra vez […] La sugestión puede desarraigar todas las
desarmonías mentales, como el miedo, la excitación nerviosa, la preocupación […] El efecto
acumulativo de innumerosas sugestiones es lo que forja el hábito y el carácter […] la sugestión mental
es la clave de la higiene, porque sólo mediante ella podemos cambiar nuestros hábitos.

- El baile: Ciertas clases de baile asocian el ejercicio sano con los goces sociales y la adquisición de
gracia y de destreza, pero rara vez poseen alto valor higiénico, ya que tan a menudo se abusa de aquel
y se realiza comúnmente en locales mal ventilados y a costa de horas de sueño […] se han comprobado
los efectos nocivos del baile, como obstáculo principal para la eficiencia del trabajo. La mayoría de
los muchachos y mujeres de la fábrica, acostumbrados a bailar hasta muy entrada la noche, padecían
de fatiga crónica.

- Efectos remotos de las enfermedades: La prostitución puede combatirse no sólo directamente


atacando esta plaga y fomentando el dominio de sí y los ideales morales, sino también por vía
indirecta, reduciendo el consumo de alcohol y de otras drogas, pues el alcohol no sólo despierta el
deseo sexual anormal sino que amenaza el vigor de la voluntad, represora del deseo. No podrá
enfrenarse la prostitución sino cuando se prohíba el uso del alcohol como bebida.

Estos enunciados dan cuenta del alcance estratégico de este proyecto de normalización que recorre

la multiplicidad del cuerpo social. Normalización de las relaciones familiares, del vínculo marital, de la

relación madre-niño, normalización de las conductas, del placer, de la relación del individuo con su

cuerpo, con su sexualidad y con los demás individuos. La vida como blanco del poder. Así, en términos

de Foucault, una sociedad normalizadora fue el efecto histórico de una tecnología del poder centrado

en la vida 111.

4.5. Higiene de la raza o Eugenesia

La higiene de la raza, Eugenesia o Eugenia, fue considerada la rama más importante del higienismo.

Generalmente se la circunscribió a los intereses de la higiene pública ya que su principal objetivo fue

cuidar “el germen de la raza”, y el proyecto era puesto en marcha en provecho de los "ciudadanos

presentes y futuros". Pero por otra parte, el discurso eugénico constituía a los sujetos como únicos e

irrepetibles, como individuos guardianes de su "plasma germinativo".

111
M. FOUCAULT, Historia de la sexualidad. I. La voluntad de saber, p.175.
73
Desde esta perspectiva se la puede cicunscribir analíticamente, al campo de la higiene individual.

Podemos afirmar que esta posee una característica que nos permite distinguirla: la higiene de la raza es,

específicamente, la higiene de las generaciones futuras mediante el "esfuerzo" de las actuales.

La disciplina eugénica, como disciplina científica y positiva, procura establecer las leyes y los

principios de la perfecta generación, de la generación sin taras, ni defectos físicos o mentales, del

nacimiento y crianza de seres humanos sanos de cuerpo, equilibrados de alma, claros de inteligencia.

Procura dirigir el futuro de la generación empezando por la selección de los padres, por la exclusión de

los que tienen defectos transmisibles, por asegurar a las madres el bienestar para un nacimiento y los

medios de una crianza perfecta e higiénica del niño; ya que ...la infancia es la reserva de la nación, su

fuerza y su grandeza futura112.

Los higienistas creían fehacientemente que la salud individual dependía de dos factores principales:
el factor higiénico de vida social, del cuerpo social: MEDIO AMBIENTE y la HERENCIA o "naturaleza de la
progenie". Si bien ambos eran considerados fundamentales en la calidad constitutiva del individuo; era
esta última en definitiva la determinante: habrá personas que aunque practiquen lo que puede llamarse
el código normal del ser humano, podrán apenas evitar ciertas taras físicas y mentales. Por ello la
insistencia en la divulgación higienista sobre los reparos necesarios de la elección matrimonial ya que,
siguiendo esta lógica, de ella depende la afectación o no de la prole, dicho de otra forma de la clase de
combinaciones de caracteres germinales que se hacen en el matrimonio depende que reaparezca o no
en la prole, los favorables o los desfavorables113.
A partir de la posibilidad de descubrir las fuentes hereditarias conforme a las leyes que rigen a la

herencia de los rasgos, comienza a forjarse la idea que, mediante uniones adecuadas de individuos,

podría desterrarse por completo ciertos rasgos defectuosos en pocas generaciones. Se trataba entonces de

hacer posible que los defectos futuros fueran controlables. Así, se confeccionan una serie de reglas que

serán divulgadas a título de "buen consejo":

1- Aprenda a clasificar a las personas según sus rasgos hereditarios, físicos, mentales y morales
2- Distinga entre los rasgos socialmente nobles; entre el barniz social y educacional y la capacidad
genuina inherente al individuo
3- No espere hallar perfección física, mental ni moral en un individuo dado, sino busque
preponderancia de rasgos genuinos
4- Observe la presencia o ausencia de rasgos específicos en individuos de todas edades en la línea
recta y transversal en una estirpe familiar

112
ARAOZ ALFARO, op. Cit., p. 94.
113
FISHER y FISK, op.cit, p. 180- 181.
74
5- Aprenda a apreciar la heredabilidad de tales rasgos en una estirpe familiar, mediante cruzamiento
especial con otra estirpe
6- Al casarse, vincule la estirpe de su familia a otra que sea fuerte en los rasgos en que la propia es
débil.

A los fines de poner en práctica estos consejos, se detallaban a continuación las características que

obran en la herencia; una especie de "guía práctica" para el reconocimiento del ejemplar:

7- rasgos físicos: rasgos faciales, color de ojos, cabello y piel, estatura, peso, energía, resistencia,
viveza, defectos del sistema nervioso, sangre, sistema muscular, etc.
8- rasgos mentales: habilidad musical, artística, literatura, cálculo, memoria, ortografía, capacidad
de ganar dinero, talento militar, debilidad mental, epilepsia, etc.
9- rasgos morales: generosidad, industriosidad, fidelidad, etc.
114
10- rasgos inmorales: criminalidad, pauperismo, mentira, bohemia, provincianismo, etc.

Los preceptos eugénicos se incluyeron desde el principio en toda la obra médico-social de la

profilaxis. Para de Veyga, la Eugenesia es una medida de carácter higiénico para evitar la procreación

de seres indeseables, proles enfermizas y cuidar el porvenir de la raza115; así nos señala el objetivo a

partir del cual el sexo se constituye en el punto de anclaje de las operaciones de dispositivos

disciplinarios y de regulación. La valorización médica de la sexualidad tiene que ver con esto.

La higiene de la raza es posible de ser pensada entonces a partir de la higiene del sexo y de sus

prácticas, es decir, moralización/normalización de los deseos, del pensamiento, de las conductas,

moralización del pudor. Una sexualidad pervertida, desordenada y clandestina engendra el peligro

biológico, es atentar contra la progenie, es subestimar el poder de la sangre; una valorización médica de

la sexualidad es el resultado de una revalorización política de la sangre.

En este sentido, algunas medidas al respecto tuvieron una clara orientación eugénica: certificado

nupcial, inhabilitación para el matrimonio, los controles médicos de las prostitutas, la difusión de

técnicas anticonceptivas en los sectores populares, esterilizaciones; se impulsó una acción educativa en

pro de los ideales eugénicos, así como el fomento de una legislación sanitaria en lo referente a la

selectividad de la inmigración. Respecto a esto ultimo, el Departamento Nacional de Higiene en 1893,

aprobaba el Reglamento de Inspectores de Sanidad que creaba las figuras de los “inspectores sanitarios

de navíos” y la de los “médicos inspectores sanitarios”, cuya función era la de examinar y clasificar a los

114
Ibidem, p. 180 a 184 y 522 a 526.
115
F. de VEYGA, op. cit. p. 271.
75
viajeros (“pasajeros” o “inmigrantes”, “limpios”, “sucios”, “enfermos” o “sospechosos”) con el fin de

extender el certificado médico oficial de aptitud física 116.

En lo referente a incapaces, débiles mentales, defectuosos, la medida preventiva en cuanto a su


reproducción estaba dada por la esterilización, ya que
…previene la procreación sin atentar a la vida del degenerado ni a seres en gestación […] el
degenerado queda transformado en un eunuco, es decir, cambiada la condición sexual y nada más
117
[…] Sus perversiones, tendencias y obsesiones quedan intactas .
Sin embargo, a pesar de su prometedora eficacia, para algunos médicos higienistas,
...parece que la esterilización exacerbara el impulso sexual llevando a la satiriasis y el delito
contra el pudor, como si la naturaleza del individuo, en venganza, despertara furias obscuras y
118
terribles .

En principio, la esterilización fue pensada como una práctica con fines terapéuticos, como un

recurso eugenésico aplicado generalmente a locos y a delincuentes. No hay certezas sobre la aplicación

de la eugenesia en la práctica médica argentina, o de la existencia de disposiciones o reglamentos que en

sus propósitos eugénicos hayan permitido la esterilización o la flebotomía. Sin embargo, en los debates

académicos y políticos sobre el mejoramiento de la raza y sobre cómo prever la degeneración, la

eugenesia ocupó un lugar significativo; más aún por lo que había en ella de controversia moral.

En cuanto a evitar matrimonios inconvenientes, se dispuso la elaboración de una legislación


matrimonial en consonancia con los principios eugénicos. El proyecto de ley presentado al Consejo del
Departamento Nacional de Higiene por Emilio Coni en 1919, que exigía el certificado de sanidad para

cónyuges, tenía este sentido. Así mismo se creó una sección especial —dependiente de de la Oficina

Nacional de Higiene Pública— encargada de suministrar dichos certificados. Por la tanto, de ahí en más,

...no se podrá registrar ningún acta matrimonial sin que el cónyuge varón presente el certificado de no
padecer afecciones venéreas119.
Si bien la nueva disciplina de la eugenesia representaba la avanzada científica en cuanto al
pretendido perfeccionamiento de la raza; también representó, para algunos sectores, la expresión de un
concepto decididamente inmoral ya que atentaba contra la santidad del matrimonio y los fueros de la
moral natural. Crítica ligada a fuertes convicciones religiosas, limitada a cuestionar la licitud y la moral
de la contraconcepción pues, mientras algunos vaticinaban el "suicidio de la raza", en nuestro país la

116
Anales del Departamento Nacional de Higiene, 1893. Citado por J. SALESSI, op. cit., p. 93 a 98.
117
F. de VEYGA, op.cit., p. 271.
118
A. MORENO, op.cit., p.24-25.
119
FRANCISCO HARO GARCÍA, Eugenesia y matrimonio. El certificado médico prenupcial, p. 218-219.
76
contraconcepción, se convertía en un agente eugénico fomentador del mayor nacimiento de los capaces
y el menor nacimiento de los defectuosos. Los sectores más conservadores así lo expresaban:
La biología podrá indicarnos los procedimientos eficaces para producir un mejoramiento de la

raza humana; pero la biología —en razón de su método y objeto— no puede juzgar la licitud de
tales o cuales procedimientos en determinadas circunstancias. Ello incumbe a la moral.

Por lo cual, desde esta perspectiva, no se debía permitir que se prestigie con la autoridad de la
ciencia conceptos inmorales, ya que hablar de ‘moral científica’ es hablar de uno de los tantos
‘extravíos finiseculares’ de los hombres de ciencia120.
En síntesis, el debate sobre la eugenesia, alude a un contexto más amplio de discusión referido al

control y a la regulación de la sexualidad, de la natalidad, de la fecundidad, de la mortalidad.

Obviamente, el debate en torno a la degeneración y/o regeneración de la raza, pone en la encrucijada

razones morales, religiosas y a grupos ideológicamente diversos.

En definitiva, la cuestión de fondo es si el Estado debe regular o no el proceso de reproducción de la

población, y de ser así, cómo hacerlo políticamente correcto. Por lo que, el debate sobre las prácticas

eugenésicas excedía a los criterios estrictamente científicos; y es que, en esa encrucijada, se juega

también el orden jurídico liberal.

4.6. Repensar lo público y lo privado para pensar analíticamente los campos de la higiene.

Hablar de higiene pública e higiene privada supone la existencia de un ámbito público y un ámbito

privado previamente definidos, en los que intervendría el proyecto higienista en sus formas operativas.

Sin embargo adoptar una definición clásica de lo público y lo privado de acuerdo con el derecho liberal,

no nos permite pensar específicamente el tema de la higiene. Es decir, el punto sobre el cual se articulará

la relación público/privado desde el proyecto higienista no será la pertinencia del Estado en uno de los

ámbitos y la no-pertinencia en el otro; sino que, los campos de la higiene, tal como se nos presentan en

la literatura higienista de la época, nos permite pensar en otros elementos a partir de los cuales

podríamos delimitarlos.

La problematicidad para definir las esferas de lo público y de lo privado, se vincula con la

inauguración de un proceso en el que el Estado asumía la dirección de aquello que tradicionalmente le

era confiado o delegado a la filantropía o instituciones de carácter religioso, sobre todo aquello que era

pertinente a la higiene pública.

120
CESAR PICO, Los excesos eugénicos, en: Revista Criterio, Nº 18, 5 Julio 1928.
77
¿Cómo podemos pensar analíticamente los campos de la higiene? o a partir de qué parámetros se

puede formular enunciados como higiene pública e higiene privada o individual.

Para los higienistas, aquellos lugares, prácticas, comportamientos que engendren en su interior o

generen situaciones de riesgo o peligros concretos para la población serán considerados “asunto

público”. Argumento que permitió considerar por ejemplo, a las casas de tolerancia o a la vivienda

obrera y, con ella las condiciones materiales de existencia de la clase obrera, como una cuestión pública.

El imperativo de "defender a la sociedad" imprimía el carácter de "necesario" el tener que tolerar

atropellos a las libertades individuales.

Desde nuestra perspectiva, esta intervención autoritaria era tolerada y legitimada si era eficaz. Por

lo que el proyecto higienista, se comprende no sólo como revestido de un carácter esencialmente

normativo (visión por demás estrecha de lo significativo que fue en nuestro país), sino también en su

especificidad de obra preventiva y marcada orientación de servicio social, formando incluso parte

constitutiva de lo que fuera el trabajo social.

El proyecto higienista entonces, comprendido en un campo de relaciones de fuerza, implicaría

reconocer la existencia de demandas concretas por parte de la sociedad civil hacia el Estado; demandas

que serán articuladas al interior de una estrategia política, sirviendo estas necesidades como soporte a

procedimientos de intervención, a la vez que serán utilizadas para gestionar la cohesión de la sociedad

mediante procesos de formación y conservación de la población. Así, la ley de educación primaria

obligatoria, la institucionalización de la asistencia social, los servicios gratuitos de atención médica, por

ejemplo, implicaban la adquisición de ciertos derechos —o de un embrionario sistema de “seguridad

social” — por parte de la población.

En cuanto a la otra cuestión planteada, ¿es con referencia a la distinción entre lo público y lo

privado que se instituye la pertinencia de la higiene? Desde nuestra perspectiva, en tanto dispositivo, LOS

CAMPOS DE LA HIGIENE SE DEFINIRÍAN A PARTIR DE LOS MODOS DE INTERVENCIÓN. El objetivo de la higiene no

será sostener y preservar a una franja indigente de la población o, a ciertos sectores de la misma; sino

que su objetivo es la salud de todos, es la población en su totalidad. De este modo lo que va a definir sus

campos serán las formas en que la higiene accede a la población.

Por lo tanto pensar analíticamente los campos de la higiene nos remite a pensar el proyecto

higienista en sus distintas formas de intervención: la "norma" y el "consejo". Este último, desligado de

todo carácter normativo explícito —a diferencia de la norma— constituyó una forma operativa eficaz de

78
intervención, revestida esta última de un carácter fundamentalmente moralizador. El consejo ya no es

formulado desde la fuerza de "la institución", no es una orden ya que no manda ni obliga.

EL CONSEJO se presenta como instancia de poder efectivo que reproduce efectos de dominación; pero

también apela a la igualdad y a la libertad del sujeto de aceptarlo o no. El consejo es un elemento que

juega entre la manipulación y la filantropía; por un lado responde a quien quiere ejercer alguna

influencia sobre otro y, por el otro, se presenta como una actitud casi filantrópica. El consejo es la

palabra jerarquizada que señala lo más conveniente para el cuerpo y el alma, lo moral y lo inmoral.

(tengamos en cuenta lo señalado sobre la dimensión simbólica y cultural del higienismo).

Es a partir del modo de intervención que comienzan a dibujarse las esferas de lo público y lo

privado. De este modo, pensar por un lado en los distintos modos de intervención en el cuerpo social, en

las distintas formas de gestión de la salud y de la enfermedad, en los diversos mecanismos de

distribución y asignación de lugares, pensar en las diversas técnicas que producen datos, variables, y

objetos de saber, en los instrumentos a través de los cuales se organiza una estrategia política de

gobierno; es pensar por el otro, en una multiplicidad de objetivos —específicos y generales— de este

dispositivo, es pensar en la necesidad de mecanismos de poder constantes y efectivos. Es pensar en el

despliegue infinitesimal del poder, no en torno a la centralidad de la ley, de la prohibición, de la

imposición o el castigo; sino en torno a la diversidad de técnicas y saberes especializados, dispuestos

todos, al interior de una estrategia cuyo fin último y central es la población.

Aquí reside la eficacia de una gestión de gobierno sobre la población. Se trata de llegar allí donde

no llega la ley, con técnicas disciplinarias o de regulación, con la norma o el consejo. Manejar, controlar,

reprimir, utilizar, producir, circunscribir "lo peligroso", es parte constitutiva de una gestión cuyo

objetivo será formar y conservar a "la población". Cada objetivo específico y particular (como la familia,

la infancia) será instrumento, medio de operaciones a su vez específicas, las que hacen a la eficacia de la

gobernabilidad del Estado, entendiendo por esta la posibilidad de que el gobierno lleve adelante

eficazmente la gestión de procesos vitales de la población y para la población. Es decir, un gobierno

para gobernar de un modo “racional e inteligente”-como dice Foucault- debe dirigir procesos, disponer

medios que tengan como objetivo a la población121.

121
Foucault dice: La constitución de un saber de gobierno es absolutamente indisociable de un saber acerca de todos los
procesos que se refieren a la población en sentido lato, saber que llamamos precisamente ‘la economía’. M. FOUCAULT, La
gubernamentalidad, en Espacios de poder. p. 23.
79
En este sentido, y en el caso particular del proyecto higienista, pensar analíticamente lo público y lo

privado y, la legitimación de una intervención indiscriminada sobre ambos, es posible a partir de la

eficacia de la gobernabilidad de los distintos procesos de la población.

80
Capítulo V

La policía, brazo armado de la justicia y extensión del poder político

5.1. La construcción de la figura del estado peligroso.

La posibilidad de establecer las normas que regulan el comportamiento de los miembros de una

sociedad de acuerdo a las expectativas que se forjan en torno a un modelo aspirado, no ha estado

determinada por la idea de una integración armónica según el modelo de la sociedad contractual; sino

que en realidad, el establecimiento de toda una estructura normativa está inserta a la vez que regida por

las coordenadas de las luchas sociales.

El desarrollo de la criminología a principios de siglo XX, pretende dar los lineamientos generales

sobre el modo en que el comportamiento humano debe ser dirigido y encauzado por pautas que lo

encuadran en un determinado orden que, posteriormente y desde una perspectiva crítica, se ha revelado

como conveniente a los intereses sociales hegemónicos en la sociedad.

Nuestro objetivo en este capítulo es mostrar una serie de discursos anclados a prácticas específicas,

reguladas todas ellas por instituciones dedicadas al control social, tales como la policía, la justicia, el

sistema penal. Es lo que denominamos instancias oficiales de control, cuyo fin es regular el orden y

concretar la disciplina social. De lo que se trata es de dar cuenta de la lógica que recorre las distintas

esferas del control social penal puesto en marcha hacia fines de siglo XIX y principios del XX.

La defensa social era planteada como fin último y esencial del derecho, de las instituciones y de las

prácticas normativas y disciplinarias. Desde nuestra perspectiva, la ideología de la defensa social se nos

presenta como instancia legitimadora del control social que, ejercido desde instituciones liberales, era

sustentado por un discurso capaz de articular estas instituciones a prácticas efectivas de control,

vigilancia y disciplina.

Llegados a este punto, es conveniente dejar en claro algunos de los EJES EN TORNO A LOS CUALES SE

CONSTRUYE LA FIGURA DE ESTADO PELIGROSO. Nos interesa marcar sólo aquéllos sobre los cuales tendrá

injerencia la policía en tanto extensión del poder político y agente regulador del orden social.

Un primer eje será la DESAFILIACIÓN SOCIAL, situación que debe ser entendida en el marco de un

proceso de inmigración masiva y desplazamientos internos de la población. Según el discurso

hegemónico de la época, aquellos que se encuentran desligados de todo lazo social —como la familia, el

81
trabajo, la territorialidad, la nación— constituyen un peligro en tanto se los considera también

desligados de todo sentimiento moral. Un individuo sin sujeción alguna es un individuo sin

obligaciones, despreocupado de toda responsabilidad para con él y para con la sociedad. Situación esta

que lo arrastra al malvivir, desvinculándolo de todo bloque de dependencia necesario para una adecuada

ubicación / localización en el entramado social. Como una primera instancia se construye entonces una

figura peligrosa: el inmigrante y el criollo que arribaron a la ciudad (vagabundos).

Un segundo eje en torno a la figura de estado peligroso está dado por la ACTIVIDAD QUE REALIZAN U

OCUPACIÓN LABORAL. El trabajo constituyó uno de los valores principales de acuerdo a la moral burguesa.

El trabajo posibilitaba el ahorro, el sustento familiar y la reproducción de la fuerza de trabajo. Es en

torno al trabajo que se disponen las técnicas correctivas y disciplinarias en los establecimientos de

reclusión. La mayor cantidad de tiempo de los presos era dedicada al trabajo, visto como un agente de

“terapéutica moral” ya que el trabajo inculca la disciplina —base de la obediencia y principio de

adaptación— y proporciona una herramienta para el futuro del penado en su reinserción social.

Como contrapartida a esta valoración del trabajo, existe una gran masa de población que quedó

desarticulada de toda estrategia laboral inserta en los circuitos de producción. Las nuevas reglas

económicas generaron un desplazamiento de personas y actividades hacia los pliegues de la economía

informal y los espacios de la marginalidad: mercado negro, prostitución clandestina, vendedores

ambulantes. Para la Institución Policial, algunos se dedicarán a cultivar el ocio y la vida fácil

usufructuando a otros (el pederasta, el cafiolo, la prostituta); otros se dedicarán a falsear su indigencia

(como el vago) o a vivir de la caridad (como el mendigo). Así caracterizados, la analogía de conceptos

para la policía es axiomática entre "Pobre" (no propietario) y "peligroso" o, como bien dice Marí: ...las

dicotomías castigo/delito, moral/inmoral, normal/patológico son duplicados de otra dicotomía central:

productor/parásito122.

Serán sus condiciones de existencia y sus formas de vida las que constituyen a esta población en

clase peligrosa, "débiles morales" puestos a delinquir en cualquier momento. Es a partir de ellos que

para Paz Anchorena, cobra sentido la idea de defensa social, que vislumbra el estado peligroso de los

degenerados que aún no han cometido ningún delito pero que lo cometerían si se los abandonara a sí

mismos. Plantea que la noción de estado peligroso estaría contemplada en el proyecto de Código de

1917: La legislación penal puede tomar una serie de precauciones partiendo siempre del peligro que

122
ENRIQUE MARÍ, José Ingenieros. El alienista, su loco y el delito, en: Revista Todo es Historia, p. 173.
82
represente el sujeto para la sociedad. Paz Anchorena sintetiza así el pensamiento positivista de la época:

…sería un progreso para la legislación penal declarar punibles las maneras de ser y las maneras de

vivir123.

Así se va configurando la población peligrosa conceptual y territorialmente demarcada: ...la escoria


social, el bajo fondo como se le llamaba cuando había clases bien delimitadas, el hampa, la mala vida
como ahora se le llama 124.
El tercer eje sobre el cual se construye la figura peligrosa, es LA AFILIACIÓN O PERTENENCIA POLÍTICO-

IDEOLÓGICA, en tanto representa una amenaza a dos órdenes: el orden social y el ordenamiento jurídico-

político.

En torno al orden social, el peligro está dado por la organización de las agrupaciones obreras y

sindicales, las que a través de una serie de reclamos, ligados fundamentalmente al ámbito laboral,

vulneraban la disciplina y las jerarquías, poniendo en cuestión la propiedad privada como aquella

institución en torno de la cual se organizaba la vida social.

Por otra parte, existía un peligro aún mayor que amenazaba al ordenamiento jurídico-político:

aquellos que se arrogaban ideologías anarquistas y comunistas. Ya no se trataba de conseguir

determinados derechos, hoy llamados sociales, tampoco se intentaba ensanchar los límites del sistema

político; sino que el objetivo era terminar con las instituciones liberales —jurídicas, políticas,

económicas— que sustentaban el orden social vigente. Doble discurso recaía sobre estos grupos; por un

lado representaban ideas desestabilizadoras del orden social, comprometían la seguridad del estado y su

acción política ejercía e incitaba a la violencia. Por otro lado, su origen los había condenado de

antemano a engrosar las filas de una de las plagas sociales: la inmigración. El cosmopolitismo —decía

Moyano Gacitúa— implicaba la tolerancia, que no es más que el pasaporte del error comprobado y

sospechado125.

Es importante tener en cuenta que los escenarios en los que actuaba la policía, eran preconfigurados

también por el saber médico; médicos alienistas, higienistas, psiquiatras, concurrieron a la definición de

lo peligroso, de lo criminal y de lo terapéutico. El SERVICIO DE OBSERVACIÓN DE ALIENADOS, fundado por

Francisco de Veyga en la policía de la Capital, el INSTITUTO DE CRIMINOLOGÍA DE LA PENITENCIARÍA

NACIONAL creado por José Ingenieros, fueron dos de los principales centros de análisis científicos del

123
J.M. PAZ ANCHORENA, El Estado peligroso del delincuente, en: Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina
Legal, V, p.133, Buenos Aires, 1918.
124
F. de VEYGA, op.cit., p. 55.
125
MOYANO GACITÚA, op.cit., p.399.
83
delito, del delincuente, de sus causas y modalidades a partir del cual se traza el perfil de la fisonomía

moral del delincuente.

5.1.1. La población peligrosa y la calle: ámbitos de control de la policía

Podemos decir ahora quienes formaban parte de lo que la criminología dio a llamar "estado
peligroso" o población peligrosa: el mendigo, el vagabundo, la prostituta, el cafiolo, el vago, el que tiene
aspecto sospechoso126, el anarquista o como decía el Dr. Artemio Moreno, Jefe de instrucción en lo
criminal en Bs. As.
...allí donde había un prognatismo, unas cigomas abultadas, una frente deprimida, unas orejas
en asa, una sensibilidad retardada en sus reacciones, unos ojos vidriosos, allí existía un delincuente
127
nato .

Donde se los encuentra? En la calle. La calle los llama —escribe de Veyga—, es en donde éstos
pueden dar riendas libres a sus tendencias innatas. Para los criminólogos, cualquier estado de
degeneración aparece como extraño al medio (desafiliación social) ya sea el doméstico, el industrial o el
profesional; es un inadaptado o un desadaptado:
…no puede comprender las convenciones sociales o domésticas como el sano o el moral.
Tarde o temprano hay que mantenerlos, tutelarlos, suplirlos en el hogar y, para el Estado,
128
sostenerlos y vigilarlos .
La calle representa todo aquello que no es el trabajo, el hogar, el ahorro, la responsabilidad. Es, por

el contrario, centro de convergencia, de recursos y medio organizado. Y vaya si esto constituía un

problema para la clase dirigente! Esta población en la calle era nada menos que el problema del delito,

de la conducta, del orden, del bienestar, de la seguridad general, es decir, el problema entero de la raza
129
.

En 1898, las regulaciones que apuntaban a las manifestaciones públicas, sobre todo obreras,
establecían: debe prohibirse que recorran las calles del municipio a pie o en carruajes, grupos de
personas tocando músicas, cantando, dando gritos y alterando la tranquilidad del vecindario. En 1906,
un edicto policial establecía como Orden del día:
…debe ordenarse que no se permita el estacionamiento de grupos en las calles pues aparte de
obstaculizar el tránsito, se presta para cometer actos ofensivos a la moral […] esta recomendación

126
El estereotipo del sospechoso sigue siendo aún hoy diseñado en función del aspecto físico y de la vestimenta. En el Manual
de Policía editado por el Gobierno de Mendoza en 1990 uno de sus títulos es cómo reconocer a un adolescente delincuente o
infractor, y el primer indicio es: el aspecto sucio, combinado con ropas raídas… y la exhibición de cicatrices y contusiones que
pueden sugerir un temperamento irritable y agresivo… Editado por Talleres de Diario Los Andes, para el período 1988-991,
Diario Los Andes, Mendoza, 1990.
127
A. MORENO, op.cit., p.19.
128
F. de VEYGA, op.cit., p.228-191- 255. Recordemos que para la criminología positivista esta población formaría parte
de una categoría más amplia que es la degeneración —como el loco, el criminal o el deformado físicamente— en el sentido de
una desviación anómala en cualquier orden.
129
Ibidem, p. 195.
84
debe observarse en todas las secciones […] a fin de evitar las reuniones y bailes que suelen
organizarse en la vía pública…130

La precipitación de los conflictos obreros y la organización de trabajadores en sindicatos y

sociedades de resistencia, traerán como consecuencia el reforzamiento por parte de la policía de sus

prácticas represivas, así como también la creación de una sección especial —División Orden Público de

la Policía— destinada a actuar específicamente en todo lo relacionado con el anarquismo y los

conflictos obreros callejeros. Situación esta que viene a reforzar la Ley de Residencia (N° 4.144) de

1.902 y a complementar la Ley de Defensa Social (N° 7029) de 1910. A propósito de la primera, su

aplicación por parte de la policía dejaba al descubierto cierta arbitrariedad de la acción policial: según un

memorándum que el jefe de policía Francisco Beazley eleva al ministro del interior, consta que de una

lista de 42 personas, a las que se recomendaba la aplicación de la Ley de Residencia, en su mayoría, la

acusación presentada era no tener oficio y, en todo caso, vivir del sindicato como representantes o

secretarios de las sociedades obreras131. Respecto a la aplicación de la Ley de Defensa Social y según la

Memoria del Ministerio del Interior 1910-1911 y las Memorias de la policía del la Capital entre 1911 y

1916, de los cientos de arrestos efectuados por la sección Orden Social de la policía en huelgas y

manifestaciones callejeras, sólo 10 fueron procesados por infracciones a la ley de defensa social132.

Ahora bien, por qué la calle? A partir de 1880 los procesos de modernización de la ciudad (desde la

creación de espacios verdes y arboledas, el asfalto, la construcción de avenidas, la limpieza de calles,

hasta la disposición de negocios y mercados) se van concretando decididamente en torno a los principios

de orden y progreso. Son estos procesos los que otorgan a la calle un lugar central en la distribución

espacial. La calle ámbito de lo público por excelencia, es la que contacta, comunica, vincula y

homogeneiza los diferentes espacios. En la ciudad cosmopolita es donde se escuchan voces en distintos

idiomas, el lugar de exhibición de diferentes costumbres. La calle es el elemento articulante del espacio

urbano moderno.

Sin embargo, como afirmara Marshall Berman en Brindis por la Modernidad,

130
Ordenanzas Generales de la Policía de Buenos Aires —Leyes, Sentencias, decretos, Ordenanzas Municipales. Edictos y
Resoluciones en vigor— 1880-1907. Citado por J. SALESSI, op.cit., p. 153.
131
E. ZIMMERMANN, op.cit., p.165. El Memorando de Francisco Beazley al ministro del Interior, J.V.González, 18/1/1904,
Archivo General de la Nación, citado en p.162 y 163.
132
Memorias del Ministerio del Interior 1910-11, Policía División Orden Público, p 201. Memoria de la policía 1915/16,
p21 a 26.
85
…ser modernos es encontrarnos en un medio ambiente que nos promete aventura, poder,

alegría, crecimiento, transformación de nosotros mismos y del mundo y que al mismo tiempo

amenaza con destruir todo lo que tenemos, lo que sabemos y lo que somos133.

Medio contradictorio el moderno; así también la calle es el lugar del conflicto, del disenso, del

control y la represión. Lugar igualitario en cuanto al acceso y a su disfrute, el carácter público de la calle

está dado también por la posibilidad de intervención de la autoridad para asegurar el orden y la moral

pública. En la calle se persigue la mendicidad, la vagancia y la prostitución.

La calle se presenta como el complemento funcional para el ejercicio del poder disciplinario, como

lugar de vigilancia y castigo, el poder disciplinario tiene como función principal la de 'enderezar

conductas' […] 'encauza' las multitudes móviles, confusas, inútiles de cuerpo y de fuerzas...134; espacio

visible y de visibilidad, posibilita así, el ejercicio de dos formas principales del poder sobre la vida: las

disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población.

5.2. La Institución policial

La policía en su especificidad de agente de control social, tuvo un papel decisivo en la regulación

del orden público, posibilitado tanto por el ejercicio de sus múltiples funciones administrativas y

represivas, como por su pertenencia respecto del Estado. Es en este sentido que la práctica policial debe

ser entendida como extensión del control social por parte del poder político. Hablar entonces de

profilaxis social desde la policía, nos enfrenta a un complejo engranaje de discursos y procedimientos en

el que confluyen el saber del criminólogo, del médico, del higienista; y el poder que le es asignado como

desdoblamiento del poder central.

En las Memorias policiales, el Dr. Marcos Paz, jefe de policía e impulsor de la primera publicación

de la Revista policial en 1882, escribe respecto a las funciones del agente de seguridad: Nuestra policía

abarca innumerables funciones que pesan sobre el vigilante casi todas ellas; es política, es judicial, es

administrativa y es municipal… En la Revista de Policía de 1.888, la institución policial aparece como

un poder total específicamente público y gubernativo135. La policía se presenta como la autoridad

pública que hace cumplir las reglas y que también las crea; que investiga y localiza, que sanciona y

encierra, que expide documentos, protege e inculca sentimientos sociales. Su intervención en los

133
MARSHALL BERMAN, Brindis por la modernidad, p.67.
134
M. FOUCAULT, Vigilar y castigar, p.175.
135
Memorias Policiales, 1.880, p 7-8 y 24 -25. Revista de Policía, 07/1.888, n° 3, p 36. La Revista era específicamente
policial/profesional, sin avisos comerciales, contenía alguna que otra opinión, sugerencias, críticas, biografías de los
funcionarios de la época, estadísticas delictuales y contravencionales, leyes, decretos y resoluciones relacionadas con el
quehacer policial y colaboraciones del personal.
86
distintos ámbitos de la sociedad civil, puede entenderse a partir de sus atribuciones y funciones; el

agente de policía es la representación institucional de las garantías de la propiedad, de la integridad de

las personas y de la seguridad pública.

Las atribuciones de la policía cada vez más amplias, implicarán en determinados momentos la

superposición funcional y jurisdiccional con otros organismos; por ejemplo, con el poder judicial (en lo

referente al Recurso de Habeas Corpus, que limitaba legalmente a la policía en su accionar) o con la

municipalidad (en lo referente al control de la moral y las costumbres en los vecindarios)136. Los ámbitos

en los que la policía intervenía y en los cuales, bajo su exclusiva jurisdicción, se constituía en brazo

operativo y auxiliar de la justicia, tenían que ver claramente con su operatividad. La policía podía llegar

allí a donde no llegaba el juez, a donde no llegaba la ley. En virtud de esto, es que la policía reclamará, y

tendrá, jurisdicción exclusiva sobre ciertas situaciones (problemáticas) que por su naturaleza, —

“peligrosas” pero no criminal— no podían ser encuadradas en lo penal. La mendicidad, los juegos de

azar, la adivinación, los clubes, tabernas, fondas, hoteles, casas de prostitución, vendedores ambulantes,

la infancia desamparada, caerán bajo la órbita del control policial137. La competencia de juzgar en todos

los casos de contravenciones, vendrá a reforzar su función de auxiliar de la justicia en los

procedimientos de investigaciones criminales.

Las contravenciones o los espacios potencialmente degenerativos o delictivos, cobran existencia a

partir de la introducción de ciertas prácticas (observación, control y vigilancia) y discursos (una

concepción médico-criminológica del estado peligroso) en el cruce de procesos concretos (consolidación

de nuevas relaciones de producción, masiva inmigración, desplazamientos internos de la población,

urbanización).

Se ampliaba así el espectro delincuencial. Era necesario entonces conjurar el peligro que

desestabilizaría el orden público. Era necesario recorrer el mapa de la delincuencia, conocer sus calles,

sus lugares, sus movimientos; convertir a la población peligrosa en objeto de saber, en objetivo del

control pero también, hacerla funcionar como medio, como instrumento a través del cual se organiza

todo un campo de conocimiento y se especializan diversas técnicas y saberes.

5.2.1. Operatividad y eficacia de la acción policial.

La concepción del delito ligada a una serie de variables (sexo, edad, profesión, rasgos físicos), y el

auge de las técnicas positivas (estadística, demografía,) permitían cuantificar el delito y determinar el

136
Memorias Policiales 1.906-1.909. Cfr. B.Ruibal, op.cit., p. 49 50
137
Cfr. J. SALESSI, p.148 a 156 y a B. Rubial, p.50.
87
grado de criminalidad en los distintos sectores de la población. A su vez, permitían disponer de un

registro en detalle no sólo de la criminalidad, sino de la población vulnerable (jóvenes ociosos,

desempleados, pobres), de los ámbitos propensos a alterar el orden callejero y la moral pública (casinos,

tabernas, prostíbulos, vecindarios), de los que "conspiran" silenciosamente contra el sistema

(anarquistas) y de los mendigos e indigentes.

A partir de esta lógica, cobran importancia los dos resortes de la eficacia policial: la INFORMACIÓN

que era capaz de obtener y la REPRESENTACIÓN que la sociedad civil tenía de ella. La primera hace

referencia al alcance operativo de la policía como aparato específico de control y vigilancia; la segunda,

al principio de autoridad y legitimidad de la institución.

La información que la policía manejaba no tenía otro fin que la localización de los elementos

peligrosos. Las técnicas estadísticas ofrecían datos cuantitativos y cualitativos, a la vez que un

diagnóstico de los focos degenerativos del cuerpo social. Las principales fuentes de información con que

contaba la policía eran tres.

La primera era la información-formación que los criminólogos brindaban a la sección de la policía

encargada de identificar y organizar "científicamente" los campos de rastreo de los elementos

peligrosos. Esto solía estar a cargo de lo que se dio a llamar la policía científica.

La segunda fuente la proporciona el interrogatorio que se le aplicaba al detenido o sospechoso. Aquí

entraría en juego lo que para Foucault constituye "lo biográfico". Al comienzo del formulario contenido

en el “cuadernillo de información de procesados de la policía de la Capital Federal”, dice:

Esta información tiene por objeto dejar claramente establecida la conducta del procesado, sus

antecedentes judiciales, moralidad, hábitos y demás circunstancias […] a los efectos de

condenación condicional…

A través del conocimiento de las formas de ser y de vivir del sujeto, se intenta identificar todo un

entorno de elementos similares. El interrogatorio se nos presenta así como instancia constitutiva del

poder disciplinario ejercido por la policía. (Ver Anexo; pag IV)

La tercera fuente de información está dada por la delincuencia misma. Se trata de hacer útil a esta

población manteniéndola bajo una libertad vigilada a los fines de su permanente localización y control.

Esta quizás, es la estrategia de intervención/infiltración más eficaz que dispone la policía, mediada por

un juego —perverso— de información/negociación, relación que premia y castiga, que genera efectos

de dispersión y concentración incluyendo así, políticas disuasorias en los procesos de regulación de la

población.
88
La localización de los elementos peligrosos es la estrategia que permitirá el control efectivo de

aquellos sectores acusados estadísticamente de contener el mayor grado de peligrosidad social. Al

respecto transcribimos parte de las disposiciones para la confección de "fichas para la estadística", las

cuales contenían información en cuanto a antecedentes, conducta y concepto del detenido. Con el fin de

proporcionar un criterio uniforme para su adecuada utilización el texto de instrucción policial explica:

Cumpliendo fines de seguridad y previsión, la policía detiene a individuos maleantes, de dudosos


antecedentes, o mala conducta, por considerar que su libertad entraña un peligro para la seguridad
pública, justificándose su detención como contraventores. A los efectos de la estadística, cuyos datos
deben ser fiel expresión de la verdad, se recomienda muy especialmente al personal de la
repartición, que al confeccionar la ficha correspondiente...

Luego sigue:
La conducta se clasificará: buena, regular y mala, entendiéndose por la primera a la persona
asidua a su trabajo u ocupación que goza de buen concepto, por regular a los que sin desatender
sus obligaciones poseen algún vicio o no sean de hábitos normales, y mala los conocidos como
vagos, de malos antecedentes o sospechosos […] En la pregunta: ¿cuál fue su primer trabajo? debe
hacerse constar si ha sido vendedor de diarios, lustrador de botas, u otro trabajo ambulante de los
138
que se ejercen habitualmente en la vía pública .

El lugar que ocupa el individuo en el sistema de producción opera como variable determinante de su

distribución y clasificación; procesos estos últimos que posibilitan el diseño de una estrategia de

vigilancia efectiva y permanente. Sobre esta lógica se sostienen todos aquellos mecanismos tendientes a

separar los individuos útiles de los inútiles reformables, y a estos, de los irrecuperables. Desde esta

perspectiva podemos decir que estos procesos, estas estrategias y estos mecanismos recaen sobre los

individuos más por lo que son que por lo que hacen.

La otra cuestión importante que planteamos es la representación que la sociedad civil tiene de la

institución policial, esto entendido en el marco de una creciente conflictividad social y la agudización de

los enfrentamientos entre sectores dirigentes y la oposición. Una serie de intervenciones directas de la

policía con carácter violento y agresivo, sumadas a su accionar político (por cuanto intervenía

reprimiendo toda manifestación contraria al régimen) generaban más que respeto, el temor y la

desconfianza de la población, sobre todo de los sectores “populares-subalternos”. A su vez, la creciente

conflictividad que registraban las estadísticas y acusaba la prensa, motivaba el reclamo — por parte de

los sectores económica y políticamente más acomodados— de mayor presencia policial.

138
RAMÓN CORTÉS CONDE, Práctica policial. Texto de instrucción, 1927, p. 250- 251.
89
La apelación al principio de autoridad será uno de los ejes sobre el que reposará la relación entre la

sociedad civil y la policía. Esta preocupación por generalizar la idea de respeto hacia la autoridad

policial, se manifiesta en un proyecto que la misma policía elabora para incluir en los contenidos

escolares la enseñanza del principio de autoridad. Con el mismo fin, aparece la figura de "desacato a la

autoridad" como figura contravencional, cuyo objetivo era inculcar, a través de la sanción, el respeto y el

ejemplo. En este sentido, el uniforme como elemento simbólico, contribuiría a reforzar, para sí misma y

para la sociedad, la imagen de la policía asociada al orden, a la seguridad y a la jerarquía.

Así entonces,
...uno de los primordiales propósitos de la policía en su misión militaria, consiste en la
vinculación del pueblo con ella, especialmente de ese elemento que por el ambiente en que se
desarrolla, está más en contacto con la posibilidad de intervenciones y exige en consecuencia que
la acción institucional sea desenvuelta por quien con mayor autoridad y claro criterio, se halle en
condiciones de resolver los asuntos con la justicia y rapidez necesarias […] Es necesario persuadir
al público con los hechos, que deben considerar la casa de una Comisaría como casa amiga, que
guarda y vela constantemente por sus intereses y su tranquilidad […] También la intervención
oficiosa a que se hace referencia, es susceptible de encontrarla frecuentemente si los comisarios
recorriesen con asiduidad los lugares de sus respectivas jurisdicciones, donde se alberga la gente
más humilde de condición social, aparte de que sirve para conocer de visu, circunstancias
utilizables en cualquier momento para las investigaciones judiciales, pues en su seno se encontrarán
elementos que por la acción simpática de la policía, pueden cooperar expontáneamente a los fines
139
de la misión que les está encomendada .

El objetivo no es otro que encuadrar a la acción policial en su carácter institucional de custodio del

orden público. Este estatuto inscribe su accionar en un marco de legitimidad que le permitirá, a través de

su intervención, conformar un eficaz dispositivo de poder-saber que recorrerá capilarmente el cuerpo

social.

5.2.2. De contravenciones y contraventores, de orden y de edictos.

La policía en su carácter institucional de custodio público no sólo hará cumplir la regla sino que

creará nuevas reglas, lo que es decir nuevas figuras contravencionales. Esto hace directamente referencia

al marco formal en el que se encuadra la función y acción de la policía. Como ya sabemos, el estado

peligroso no era una figura jurídica contemplada en el derecho penal; entonces: ¿con qué instrumento

legal la policía podía aplicar sanciones sobre las contravenciones, es decir, sobre el comportamiento

139
Ibidem, p. 284 - 285.
90
desviado sin ser delictivo, sobre la conducta sospechosa sin ser criminal, sobre el vago o el mendigo que

no atentan contra la propiedad?

El código penal de 1.887 establecía la división entre delitos, contravenciones y crímenes

sosteniendo que las contravenciones pertenecían al dominio de la policía, por lo que no se legislaba

sobre ellas. Las reformas incorporadas al código penal en 1903 consideraban delito o falta a toda acción

penada por la ley140. Así, las contravenciones no estaban legisladas aunque la policía podía sancionar

aquel comportamiento contraventor mediante su propio instrumento legal: los EDICTOS.

Aunque no se define qué es una contravención, la mendicidad, la vagancia, la prostitución, los

comportamientos antisociales, los agitadores del orden, serán las figuras contravencionales que más

preocupen a la institución policial. Serán las maneras de ser y los modos de vivir —como diría Paz

Anchorena— condenadas por los edictos.

Si la problemática en torno a los edictos como los edictos mismos es una cuestión ya vieja en
nuestra historia, la vagancia y la mendicidad como problemas de orden lo son aún más. Siempre se trató
de la misma relación: orden/policía. En 1772 en un Bando Policial dictado por el virrey Vértiz
(organizador de los primeros servicios de policía a cargo de los alcaldes de barrio) se establecía la
represión del ejercicio de la mendicidad y de la vagancia:
…que todos los vagabundos y personas que no vivan de su trabajo ni tienen oficio ni señor,
salgan de esta ciudad dentro del tercer día y si pasado ese término se les aprehendiese se les
castigará con cuatro años de destierro en las Islas Malvinas y puestos antes públicamente a la
vergüenza, y por la segunda y tercera vez, aumentada esta pena según las leyes, incurriendo
141
también en ellas los que los abriguen o encubriesen sin dar cuenta a la justicia .

En 1823, Bernardino Rivadavia establecía por decreto la detención de todo aquel que ejerciera la

mendicidad sin previo certificado médico oficial que constatara la indigencia y la aptitud del detenido

para el trabajo. El certificado autorizado con la inscripción: “Policía, Mendigo Nº...” Debía ser portado

por el mendigo en forma fácilmente visible. Hacia fines de siglo XIX este decreto permanecía aún

vigente por las autoridades policiales. Las infracciones a estos decretos eran penadas con multas o con

trabajos públicos según el informe médico. En 1868 por reglamento de Policía, se le atribuye a la

autoridad policial la facultad de aplicar arrestos de hasta ocho días o multas de 500$ moneda corriente a

todo aquel que infringiera las ordenanzas policiales142.

140
Cfr. B. RUIBAL, op. cit, p. 26.
141
Historia de la policía de la ciudad de Buenos Aires, extraído de RAFAEL GENTILLI, ...Me va a tener que acompañar, p.
11.
142
Tomo de decretos del año 1823. Citado por R. GENTILLI, p.11-13.
91
Con la sanción del Código Obarrio de procedimientos penales en 1889, el juzgamiento de todas las
faltas o contravenciones a las ordenanzas municipales o policiales, pasa a ser competencia de cada una
de estas administraciones respectivamente. Este Código, en su proyecto original, fue un intento para la
creación de una justicia contravencional que entendiera en el juzgamiento de los edictos policiales; pero,

los conflictos que originó con la Jefatura de Policía —ya que restaba poder a la misma— terminaron por

excluir el capítulo referenciado. Ese mismo año el Jefe de policía Gral. Capdevila, a la vez que ampliaba
el alcance de los edictos sobre portación de armas, ebriedad, desórdenes y escándalos, aumentaba las
penas correspondientes143. En 1889, el Jefe de policía Francisco Beazley, modificó sustancialmente la
reglamentación que en 1823 dictara Rivadavia. El objetivo era
…perseguir y castigar la mendicidad practicada por individuos hábiles para el trabajo y
cooperar a los fines de pública asistencia y decoro social que realiza el gobierno municipal respecto
a los que creciendo de recursos y siendo válidos, se ven obligados a pedir la caridad, medio para su
144
subsistencia .

La pena fijada para los que son hábiles para el trabajo pero mendigan, era de 100$ nacionales o 30
días de arresto en el depósito de contraventores.
En definitiva, esta es sólo una de las caras del sistema contravencional o, mejor dicho, del poder

policial. Como sea, un recorrido minucioso por los edictos policiales nos mostraría el lugar que han

ocupado los peligros sociales a lo largo de la historia, en función de la significación y resignificación

que ciertas "problemáticas" han tenido para los proyectos político-económicos vigentes145. Pero también,

este recorrido daría cuenta de la complejidad del dispositivo policial, por el poder mismo que la

institución detenta. Es decir, distintos jefes de policía tuvieron la facultad para emitir edictos, modificar

los existentes, reformar los códigos de procedimientos, crear nuevas figuras contravencionales. El

sistema de edictos bajo el dominio de la institución policial, pone en relieve la dimensión de las

funciones y atribuciones de la policía, pues, la policía tiene intervención en primera instancia y el poder

judicial en general entiende en grado de apelación. La policía, durante más de un siglo ha reunido bajo

su jurisdicción los tres poderes fundantes del sistema republicano.

La discusión de fondo en torno a la legitimidad y constitucionalidad de los edictos policiales, nos

remite como ya lo hemos dicho a las preguntas por el orden, por las formas de producirlo, por los

resortes de la cohesión y coerción social, por la democracia y sus mecanismos de conjurar el desorden.
143
Ibidem, p. 12-13 y 43.
144
Orden del día 30 de mayo 1899. Citado por GENTILLI, p.14.
145
Por ejemplo, es sabido la gravitación que hoy tiene la prensa en la opinión pública, sobre todo en lo relativo a la seguridad o
al accionar policial. A propósito de ello, en el Manual de Policía de la Policía de Mendoza de 1990, en su capítulo octavo,
aconseja cómo actuar frente a “personas difíciles” y enumera acciones para: menores, adolescentes, mujeres, dementes, ebrios,
drogadictos y periodistas. Sobre estos últimos, el manual dedica un apartado sobre cómo actuar y de qué preservarse, similar a
la dedicada a un menor, a un drogadicto o a una mujer.
92
Podríamos decir que todo lo que escapa a la ley, cae bajo el dominio de la legislación

contravencional, decir esto, es decir que cae bajo la órbita policial. La constitucionalidad de los edictos

ha sido ampliamente discutida, y sin embargo, a más de un siglo, los edictos constituyen un instrumento

normativo efectivo y de importante alcance jurisdiccional, lo que pone al sistema de edictos en ventajas

prácticas con respecto al código penal. A pesar de los intentos de reformas de los códigos de

procedimientos, nunca —inclusive cuando se logró hacerlas— pudieron tocarse los puntos pertinentes a

las atribuciones de la policía.

Esto nos hace pensar al sistema de edictos, tal como plantea Eugenio Zaffaroni, como constituyendo

un derecho penal paralelo en función de la cantidad de casos que entran bajo su dominio como así

también por el tipo de conductas y personas que penaliza. Si bien la legislación contravencional es como

la hija menor o hermana desheredada de la coerción penal, su incidencia en la vida de los ciudadanos

comunes, su alcance a los ámbitos de la privacidad, hacen de ella un formidable instrumento de control

social que tiene incluso mas importancia practica que el código penal146. Además, como advierte

Zaffaroni, es importante tener en cuenta que el sistema contravencional puede gravitar de manera

negativa sobre los mecanismos de participación ciudadana tendientes a evitar la violencia y promover la

gestión comunitaria de base.

Respecto a esto último, sabemos que los edictos así como los distintos procedimientos de control

social penal, recaen sobre las personas “más por lo que son que por lo que hacen”; activando así, un

proceso selectivo cuyo disparador se ubica en la intersección de unos discursos (introducción de un

cuerpo conceptual sobre quienes son los peligrosos) y prácticas (mecanismos efectivos) que fomenta

canales de exclusión a la vez que refuerza los límites de contención de los sectores afectados. Así, como

la INCLUSIÓN / EXCLUSIÓN estaba dada sobre el eje NORMAL / PATOLÓGICO que introduce el positivismo

criminológico; este sistema tenía como correlato la relación PRODUCTIVO / IMPRODUCTIVO, por lo que no es

difícil deducir quienes caían —y quienes siguen cayendo— bajo el dominio de los edictos en su función

específica de controlar, sancionar y reprimir.

El carácter punitivo de los edictos contribuye también a diluir las diferencias entre los excluidos del

sistema y los que atentan contra el sistema. De este modo la cuestión se simplificaba: los individuos que

están fuera de la sociedad, también están en contra de ella:

146
Cfr. EUGENIO ZAFFARONI, Sistemas Penales y Derechos Humanos en Latinoamérica, p.81 a 87.
93
La nocividad es lo primero que salta a la vista en el estudio del degenerado y con la nocividad la

agresividad, la constante y activa conspiración contra los suyos, contra la sociedad en que vive,
147
contra la moral y el orden colectivo .

Situación paradójica esta pues, el Estado, aún reconociendo una diferencia entre conducta desviada

e infracción penal, responde principalmente ante las conductas desviadas. El mismo funcionamiento del

sistema penal da cuenta, aún hoy, de esta paradoja en tanto la mayor cantidad de casos que entran al

sistema, son de orden contravencional, que como ya sabemos, dicho fenómeno es esencialmente un

problema de “desviación” que ha pretendido ser "curado" por vía penal. Esta visión indiscriminada

sobre las conductas, posibilita que el concepto de defensa social se constituya en esa instancia

legitimadora —justificadora— de la represión y la violencia que ejerce la policía.

Podemos ahora retomar los ejes que enunciamos al comienzo de este apartado y observar como, en

torno a ellos y a partir de ellos, se han podido construir los sistemas de inclusión y exclusión social.

Quizás no sea tan contradictorio pensar en un sistema de edictos funcionando al interior de una

concepción neo-liberal del Estado. En definitiva estos son, entre otros, mecanismos que participan como

parte de una estrategia de gobierno; no hacen más que a la eficacia y a la posibilidad de una

gobernabilidad de los distintos procesos de la población. No hacen más que llegar allí donde "la

libertad" puede resultar una amenaza, donde "el orden" puede volverse su contrario.

De este modo las nociones de “prevención del delito” y “seguridad pública” —núcleo del sistema

de edictos— abrirían la posibilidad de articular los edictos al sistema de garantías constitucionales y, por

lo tanto operar en un marco de legitimidad: la imperiosa necesidad de defender a la sociedad. Así

pensados, los edictos se nos presentan no sólo como un sistema regulador de conflictos sino que

devienen en necesidad, en respuesta a reclamos de seguridad.

Hoy, a más de un siglo, este es el argumento declarado que aún sostiene su vigencia. Creemos que

plantear la discusión en estos términos es esquivar el debate sobre ¿por qué ciertas conductas o

comportamientos deben ser penadas?

El debate en torno a los edictos sólo ha cambiado de escenario, ya que la cuestión sigue siendo la

misma: quién debe tener la facultad de juzgar y/o crear edictos. No cabe duda que judicializar el sistema

sería un paso importante en lo que hace a las garantías del ciudadano, pero judicializar lo menos posible.

El sistema de legislación contravencional es parte importante del control social formal, aún cuando se

147
F. de VEYGA, op.cit. p 405.
94
quiera presentar como alternativa a la judicialización de casos o a la penalización. Esto no es así.

Cuando hablamos de una POLÍTICA CRIMINAL ALTERNATIVA pensada desde nuestras sociedades, NO

HABLAMOS DE UNA CRIMINALIZACIÓN ALTERNATIVA SINO DE DESCRIMINALIZACIÓN, descriminalizar las formas

de ser y de vivir.

Mantener la ficción de los edictos como herramienta esencial para la prevención del delito (aún

siendo dominio exclusivo del aparato judicial) es mantener —bajo distinto signo— el argumento

positivista del estado peligroso y la defensa social. Y, como ya hemos dicho, detrás de toda política de

control social subyace un modelo aspirado de sociedad.

95
Conclusiones

La pregunta por el orden social es indisociable de la pregunta por el poder. Cómo se produce y se

sostiene el orden social implica, necesariamente, la pregunta acerca de cómo se ejerce el poder y qué

produce ese modo de ejercicio de poder. Esta fue mi perspectiva teórica y también metodológica, por

cuanto preguntarme por el “cómo” más que por el “quién” ejerce el poder, preguntarme por lo que

produce más que por lo que niega y extingue, es una toma de posición para mirar el objeto y para entrar

en la trama de ese objeto. Quiero decir, que por sobre los datos que un archivo puede dar cuenta, el

objetivo ha sido determinar qué tipo de relaciones pueden ser establecidas entre las distintas formas de

clasificación social; qué pasajes determinaron por ejemplo, que ciertas patologías clínicas configuraran

ciertas figuras jurídicas, sobre qué relaciones de poder se monta la eficacia de un edicto cuando la lógica

del derecho penal no admite siquiera encuadrarlo en su sistema de garantías.

El marco interpretativo sobre el poder y las relaciones que determinan un campo de saber y de

validación de un discurso; y conjugar en él la noción de hegemonía, de relaciones de fuerza, de lucha

por la producción de sentido, es lo que me permitió entonces, atravesar esos pasajes.

Adelantándome en las conclusiones, y por sobre la multiplicidad de datos que hoy trazan el mapa de

la violencia y de la inseguridad en el país, mi mirada se dirige directamente a la pregunta por los resortes

que hoy sostienen un modelo de defensa social atado principalmente al sistema penal.

Ahora bien, delimitado a partir de una mirada fundamentalmente sociológica, el objeto se

constituyó mediante la indagación en ciertas cuestiones vinculadas al sistema penal, a sus fundamentos,

a sus expresiones y a los dispositivos que operan en su interior. Si bien, el análisis estuvo centrado en la

configuración del control social y, dentro de este específicamente, en el control penal; su recorrido

implicó analizar las formas que se prolongan con distintos revestimientos sobre el cuerpo social,

encontrándome así con una interacción entre prácticas y discursos, entre mecanismos de controles

formales e informales, que de una u otra manera operaban sobre la normalización de la población.

Entonces, porque la condición de verdad de un código es dada por la configuración de un

conocimiento y un discurso sobre las cosas, porque un saber y un discurso se constituyen y se validan

como tal desde diversos campos, es que tomé la perspectiva foucaultiana del poder para mirar los

96
revestimientos del control penal, lo que se ha escrito, lo que se ha dicho y lo que se ha hecho sobre la

cuestión social en un determinado momento.

Es por esto también, que he tomado a la historia, no como fuente infinita de datos, no como una

sucesión de acontecimientos que guarda sentido en su descripción, sino en las relaciones que pueden ser

establecidas entre categorizaciones sociales. Por lo tanto, mi esfuerzo no estuvo particularmente dirigido

a profundizar en las variantes ideológicas que el positivismo adquirió en nuestro país, sino más bien a

repasar los núcleos duros sobre los que se posa el surgimiento de una ciencia criminológica argentina, y

cómo esta se incrusta en el andamiaje institucional del orden jurídico liberal.

Asimismo, no me propuse problematizar las diferentes teorías existentes acerca de lo penal (aunque

en el capítulo dos doy cuenta de ellas de manera sucinta). Mi atención estuvo dirigida a dar cuenta de los

modos específicos de articulación entre Estado y sociedad civil —en referencia a las políticas sanitarias

y de seguridad— en una coyuntura histórica precisa, en la cual, la población aparece como problema

biológico con efectos políticos y económicos. Y la organización institucional del Estado, se daba paso

entre un orden liberal garantista y discursos adversos, pero en definitiva, funcionales a ese orden.

Sumergirme en ese espacio de tensión entre un orden jurídico liberal y prácticas de control y lógicas

institucionales adversas a ese orden, entre lo que EL DERECHO PENAL DICE y lo que EL SISTEMA FINALMENTE

HACE; significó bucear en la genealogía de ese retrato de control social que se configuraba a partir de

políticas y tecnologías mas abarcativas que lo penal. Aunque, sin embargo, lo que intenté mostrar, es ese

sustrato penal que está inserto en tramas discursivas más amplias, como por ejemplo, en los debates en

torno a la cuestión social, en las políticas sanitarias, en las políticas de salud, en las políticas de

seguridad, en las estrategias para la prevención del delito y la consecución del orden público.

De esta manera, el espacio que emergía resultó ser un campo de relaciones de fuerza, y por lo tanto,

de articulación y de posibilidad; espacio político en el cual la producción del orden social —sus

fundamentos y mecanismos que lo sostienen— se representa siempre como inacabado, en un

movimiento constante de oscilación entre el consenso y la coerción.

Digo campo de relaciones de fuerza, de articulación y de posibilidad, porque contrariamente a una

visión abstracta de los procesos de dominación, contrariamente al funcionamiento de dispositivos como

meras máquinas sin rastros personales, sin sujetos que conduzcan, que se sometan o que resistan; se

constituyeron espacios de resistencia y de autonomía respecto a esa red de instituciones de control y

sujeción. Es decir, que la definición de un campo problemático, la constitución de una esfera de atención

97
sobre cuestiones de la población por parte de los reformistas liberales, no sólo fue producto de la

preocupación de los hombres de gobierno; sino y principalmente fue el resultado del grado de visibilidad

que logran ciertos grupos sociales en su organización para obtener mejores condiciones de vida,

atención a la salud o la inclusión en las políticas públicas de la época.

Si bien he señalado la eficacia de los dispositivos para normalizar a la población y lo innegable del

avance de las instituciones del Estado sobre la población —en especial las de control, de reforma y de

castigo—, cierto es también que no hubo una voluntad ideológica unívoca en el diseño y la

implementación de las políticas de control y normalización de la población al interior de las élites

liberales. Este campo problemático, y por tal, de posibilidad, es en el entendimiento de una concepción

del poder que determina, manda, obliga, reprime, domina, pero que también crea, despliega y produce

capacidades reactivas, hacia el consenso o bien hacia el disenso y la coerción. Esta es la perspectiva

asumida.

Quisiera detenerme en dos cuestiones tratadas en este recorrido, que pueden ser pensadas hoy como

nudo teórico y político del sistema penal planteado como modelo de defensa social.

El punto de partida de la primera cuestión, está dado por el interrogante formulado acerca de la idea

de PREVENCIÓN COMO PRÁCTICA DEL SECTOR PENAL. En las reformas penales que la criminología positivista

pretendía asentar jurídicamente, la prevención ocupó un lugar privilegiado en el orden de prioridades. La

posibilidad que abría la criminología de predecir, de prevenir las conductas delictivas fue ampliamente

receptada por aquellas instancias de control que tenían a su cargo la criminalidad (desde el psiquiatra

pasando por el policía y el juez y desde la cárcel, el manicomio, el asilo de menores). Mi inquietud

estaba dada por establecer la relación —confusa en principio— entre la idea de prevención y la práctica

del sistema penal, en tanto se supone que este interviene sólo reactivamente. Por lo que la pregunta fue

formulada en estos términos: ¿Se puede hablar de prevención desde el ámbito de lo penal?

Toda política de carácter preventivo lleva explícita o implícitamente un signo punitivo. En última

instancia y siempre, las agencias de control social que operan en el universo peligroso o criminal están

ordenadas judicialmente, desde la acción del asistente social hasta la acción de la policía en las calles. Al

respecto Donzelot es claro:

98
Cómo continuar pretendiendo que la prevención no tiene nada que ver con el ejercicio de un

poder represivo cuando está judicialmente ordenada para penetrar en el santuario familiar, cuando

puede movilizar si es preciso para hacerlo a la fuerza policial?148

De hecho, existe la figura de “privación preventiva de la libertad” o “prisión preventiva”, los edictos

son definidos como herramientas esenciales para la prevención del delito, el complejo tutelar en el caso

de la minoridad, la aprehensión policial por averiguación de antecedentes, entre otras. Por lo tanto

efectivamente se habla y se opera a partir de la idea de prevención desde el sistema penal.

Así entonces, entre las distintas formas de pensar el sistema penal, me pregunto si este busca

castigar o disciplinar a la sociedad. Como ya dije, toda política de control social tiene como objetivo

mantener y reproducir un determinado orden social y todo orden social está sujeto a un sistema de

premios y castigos. Preguntarnos si el sistema penal busca castigar o disciplinar a la sociedad, nos sitúa

ante la dimensión de un poder represivo que crea, que reproduce, que opera desplazamientos; es decir, la

política de control penal produce y reproduce al mismo tiempo individuos, normas, reacciones,

conductas, discursos, organismos, disciplina; normaliza y normativiza la sociedad.

Pensar al sistema penal como un modelo de defensa social, implica construir subjetividades, crear

un campo de necesidades a través del cual legitimar la acción penal; volver necesario al sistema penal

implica reproducir aquello que haga necesaria la defensa social. Sostener esta perspectiva implica por

sobre todas las cosas, transitar los laberintos de un poder que más que castigar procura disciplinar a la

sociedad; un poder que inflige dolor pero fundamentalmente amenaza, que incapacita a los sectores que

toca, que aunque no toque está, un poder que produce miedo, que ejemplifica, que configura, que

interviene sobre la vida. En definitiva, la pregunta por la prevención desde el ámbito penal, reviste cierta

opacidad a nuestra mirada. Creo que en la trama de esta pregunta se juega gran parte de la ficción del

sistema penal como modelo de resolución de conflictos.

La segunda cuestión, es aquello que he denominado la CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA "POBLACIÓN

CRIMINAL", cuestión esta que remite necesariamente a la acción de un conjunto de instancias oficiales

como elementos constitutivos de la criminalidad; específicamente, al sector penal como instancia

productora y reproductora de desigualdades por excelencia. La ley, el aparato judicial, las instituciones

penales constituyen un sistema para la “gestión diferencial de la ilegalidad” (en términos de Foucault),

que implica la represión sobre ciertos sectores pero que tiene como contracara la tolerancia sobre otros.

148
J. DONZELOT, La policía de las familias, p.101.
99
De este modo, pensar una alternativa a la política de control penal tiene como primer obstáculo el mito

del derecho penal como derecho igualitario, es decir, el mito que está en la base de la ideología de la

defensa social.

En su nombre, la defensa social, lleva inscrito su objetivo: por un lado, defender y preservar a una

población en peligro; por el otro, una población peligrosa que hay que conocer, reformar o encerrar. Por

lo que si la defensa social fue concebida como "fin", en este análisis fue abordada como "medio" en su

función legitimante de una práctica diferencial del sistema penal. Digo entonces que no sólo las normas

del derecho penal se forman y aplican selectivamente, reflejando las relaciones de desigualdad

existentes; sino que el derecho penal ejerce de hecho una función activa de producción y reproducción

de las relaciones de desigualdad.

Por lo tanto nos encontramos frente a un proceso —la producción del delincuente— de gran

complejidad y de difícil sistematización, por cuanto la instancia de lo penal opera sobre un espacio de

poder preconfigurado por otras instancias del sistema; ya que se ponen en juego no sólo los valores

formalmente expresados en la norma penal, sino que confluye todo un conjunto de saberes, de discursos,

de prácticas que intervienen en la configuración de lo peligroso. El juez no es la única instancia

decisional en el ingreso al sistema penal, como tampoco la violación a un código es la determinante de

la entrada al mismo.

Claro que realizar un análisis desde esta perspectiva, significa adentrarse en los mecanismos de

funcionamiento del poder. Esto es, descentralizar la ley en el análisis del proceso de producción del

delincuente y reconstruir la estrategia política por la cual ciertos individuos o grupos sociales, desde

ciertas instituciones, ejercen un poder que clasifica, define y distribuye los hechos que deben ser

penados y los individuos que deben ser vigilados, sospechados y juzgados; ejerciendo de este modo el

poder de crear, establecer y aplicar normas penales.

Y en este análisis no puede ignorarse la lógica que atraviesa el ejercicio del poder de definición y de

distribución de los individuos en el entramado social. Lógica que está directamente relacionada con el

lugar que ocupa cada individuo en el sistema productivo. Establecida la moral burguesa, todo distinto se

define por oposición. De hecho, la regulación y el mantenimiento del orden burgués están codificados en

un código civil y la defensa de ese orden está codificado en el código penal. Mientras el primero cumple

una función de arbitraje para preservar los derechos personales en las relaciones civiles, las garantías en

las relaciones comerciales, la movilidad de bienes en la familia; el segundo contempla las conductas que

100
ponen en peligro los valores y garantías contenidos en el primero (los delitos contra la propiedad, contra

la seguridad y el orden y contra las personas). La norma penal no tiene otra función que preservar el

contrato social. Será sobre aquellos que se aparten del contrato, que recaerá el estigma del sistema penal.

Así, la gestión diferencial de la ilegalidad, tiene como correlato la gestión diferencial de la pena:

para unos la negociación, la multa, la fianza; para "otros" la privación de la libertad. De este modo, el

ciclo de construcción del delincuente no se cierra ni termina, sino que por el contrario, comienza149.

* *

He hablado hasta ahora de una modalidad específica de la política de control social ejercida desde el

sector penal. Afirmé que una política de control social tiende a la homogeneización de la sociedad de

acuerdo a valores y que esto es posible a través de procesos de exclusión, marginación, normalización o

neutralización. Entonces, el sistema penal se presenta como un camino a la exclusión cuyo punto

extremo es la cárcel. Creo efectivamente que la política penal actúa en este sentido.

Pero —como ya se ha mostrado— una política de control social operando al interior de una

estrategia política que trama un orden social, no puede ser pensada sino como operando políticamente,

esto es, generando los resortes de su legitimidad; y esto dependerá de la eficacia de la política de control.

Una intervención que limite o suponga un atropello a las libertades individuales, será tolerada y por

consiguiente efectiva, si esta ofrece una moneda de cambio que implique neutralizar o naturalizar el

conflicto. La eficacia entonces estará dada por un lado, por la CAPACIDAD DE ABSORCIÓN POR PARTE DEL

ESTADO DE DEMANDAS DE LA SOCIEDAD CIVIL. En este sentido las demandas serán articuladas a la estrategia

política que hará posible los procedimientos de intervención a la vez que, utilizando estas demandas

asegurará la cohesión de la sociedad. Por otro lado, estará dada por el GRADO DE INSTITUCIONALIZACIÓN DE

LAS NECESIDADES SOCIALES, esto es la incorporación a la dinámica del Estado de aquellos reclamos que,

puestos en un campo de relaciones de fuerza, implicaría la adquisición de derechos por parte de la

población (como por ejemplo, los reclamos obreros, reconocidos en parte en la Ley Nacional del

Trabajo; los reclamos de seguridad de los sectores medios y altos y los reclamos de servicios, de salud,

de asistencia pública, de los sectores populares).

Sin duda, que las políticas estatales de la época tendieron a la consolidación de la hegemonía de las

elites gobernantes y de su proyecto de modernización. Aún cuando es posible afirmar que hacia fines de

149
Cfr. VITTORIO COTESTA, Michel Foucault: de la arqueología de saber a la genealogía del poder (1976), en: Disparen
sobre Foucault, p. 60 a 64.
101
siglo XIX, el Estado fue más un instrumento de la oligarquía que un campo de relaciones de distintas

fuerzas sociales y políticas; este Estado, sea por liberal o sea por conservador, constituyó una

herramienta de negociación para afianzar el orden, para neutralizar conflictos y para conseguir el

consenso (sobre todo, en el marco de las perspectivas que se abrían a partir de la reforma electoral).

En efecto, si el Estado es todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales los

grupos dirigentes sostienen su dominio, logran el consenso y por consiguiente legitiman sus acciones,150

la comprensión de la dinámica estatal, de sus mecanismos de intervención, de los ámbitos de

competencia y de las formas de asegurar el orden social, se desliza por la trama que establece el Estado

con la sociedad civil. En esa trama se inscribe el control social y los modos que reviste. En esa trama se

definen los lugares de pertenencia (la población objeto/población sujeto), se instituyen los modelos de

defensa social y el umbral de tolerancia a la violencia.

Este fue el propósito enunciado, RECORRER LA TRAMA DEL CONTROL SOCIAL, SU ORGANIZACIÓN, SUS

PROCEDIMIENTOS, SUS ARISTAS REPRESIVAS Y EXCLUYENTES, SU LETRA; PERO TAMBIÉN, FUNDAMENTALMENTE, LO

QUE PRODUCE, LO QUE PROMUEVE, LO QUE SOSTIENE Y HACE POSIBLE SU EXISTENCIA Y HASTA SU LEGITIMIDAD.

Por lo tanto, la hegemonía de un proyecto político se juega en la oscilación de aquel péndulo

consenso-coerción del que hablara al comienzo; en la disposición de una estrategia política de gobierno

tendiente a la integración/cohesión de la sociedad, es decir, en tanto gestione eficazmente los procesos

de formación y conservación de la población.

Por ello resultó interesante incorporar el concepto de hegemonía y hacerlo jugar en el modelo

interpretativo de Foucault. Paradójicamente, el marco interpretativo de Foucault respecto a la

productividad del poder, a su despliegue infinitesimal y fundamentalmente respecto a la biopolítica

(paradójicamente si se adopta la crítica a Foucault de ignorar la estructura de dominación estatal), es lo

que nos permite encontrarnos con la noción de hegemonía para comprender el éxito de las

intervenciones estatales sobre la población.

Sabemos que el concepto de hegemonía no admite un Estado como actor neutral, pero tampoco nos

sugiere una concepción del Estado sólo como instrumento opresivo de las clases dominantes, al menos

consiente la posibilidad del consenso y de la legitimidad. Las relaciones de fuerza se dan en la arena del

Estado, incluso las relaciones de fuerza de las clases dominadas se dan en los diversos aparatos del

150
ANTONIO GRAMSCI, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado Moderno, p. 95-96. Haciendo
referencia al segundo momento que caracterizaría una “relación de fuerza”, Gramsci dice: el Estado es concebido como
organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo; pero
este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un
desarrollo de todas las energías ‘nacionales’, p. 58.
102
Estado151; entonces hay que construir consensos, ocupar lugares, validar discursos, ganar legitimidad,

incorporar los conflictos a un marco de visibilidad para así ser regulados. En este sentido es que pienso

que la construcción de hegemonía no se da desde “un lugar”, aún cuando hablamos de “el Estado”, no

hay un centro irradiador de voluntades políticas ni de generación de consensos; sino que hay

multiplicidades, de lugares, de formas de validación, de frentes abiertos para dar la discusión.

* * *

Por último, ¿Por qué elegir la política de control social penal como lugar para mirar la cuestión

social?

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la CUESTIÓN SOCIAL en nuestro país fue tematizada a

partir de dos polos de gestión sobre la población: la PELIGROSIDAD y la DEFENSA SOCIAL. A más de un siglo

de aquellos desarrollos conceptuales, y ante una reconfiguración social que supone un nuevo repertorio

de conflictos152, el discurso de la peligrosidad y de la defensa social no ha dejado de estar subyascente a

las políticas de control social penal.

Elegir la política de control penal como lugar para mirar la cuestión social — y las intervenciones

estatales que esta supone— obedece al lugar particularmente relevante que dicha política ha tenido

históricamente, y que hoy adquiere en función de:

a) la visualización del sistema penal como única barrera de contención ante la creciente

conflictividad social y la inseguridad ciudadana. Una amalgama de situaciones y contextos anuncian el

diagnóstico acerca de una sociedad que crea inseguridad y que pretende neutralizarla por medio del

control penal.

151
En esta afirmación dejo traslucir parte de las nociones planteadas por el teórico griego-francés Nicos Poulantzas, referentes
al Estado como el lugar de la condensación material de relaciones de fuerzas, como un terreno de lucha asimétrico,
desarrolladas en Estado, Poder y Socialismo: Las Luchas Políticas: El Estado, Condensación de una Relación de Fuerzas.
152
La crisis del Estado social en sus capacidades técnicas y jurídicas, y la transformaciones de las condiciones de trabajo,
implicaron nuevas formas de organización de la vida social y nuevos conflictos: desigualdades sociales, ofensiva sobre la
estabilidad laboral, desempleo, nuevas modalidades de consumo, formas emergentes de la violencia, cambios en la familia,
disolución de los espacios de referencia a lo colectivo, nuevas formas de exclusión social. Susana Torrado, registraba para la
Argentina de los años ’90 una disminución relativa del volumen de la clase media y su progresiva desalarización, una
disminución del peso relativo de la clase obrera estable y un acentuamiento de su desalarización y un aumento absoluto y
relativo del estrato marginal no asalariado. Todo ello en un contexto de empobrecimiento absoluto. Cfr. TORRADO, SUSANA
Notas sobre la estructura social argentina al comenzar los ’90. la dimensión de la pobreza, en: Política Social: la cuenta
pendiente.
103
Un ejemplo claro en este sentido es el debate en torno a la imputabilidad de niños y jóvenes. La

discusión de fondo no es sobre cómo generar políticas públicas inclusivas, sino sobre qué artilugios

encontrar para retener por más tiempo a los menores de edad en instituciones totales. Debemos

reconocer que existe una deuda pendiente con los jóvenes y adolescentes respecto a su involucramiento

en las políticas públicas en general, A menudo, los jóvenes constituyen el objeto de la preocupación,

cuando no del peligro, pero como población objeto, destinatarios, y no como sujeto activo de derechos.

La provincia de Mendoza avanza de manera sostenida en esta dirección. Al debate público en torno

a la edad mínima de imputabilidad, a la proyección de un tercer edificio carcelario, a la flexibilización

de las exigencias para incorporar nuevos policías a la fuerza; se suman los proyectos de ley presentados

por el poder ejecutivo provincial que vienen a ensanchar el alcance del control formal: uno propone

ampliar las posibilidades de los allanamientos otorgándole a los fiscales el poder de dictar una orden de

allanamiento con posterior comunicación al juez de turno; otro pretende ampliar las facultades de los

Juzgados de Faltas para que también se desempeñen en lo Correccional; y por ultimo, la reciente ley que

endurece el régimen de excarcelaciones y avala a los jueces a dictar la prisión preventiva a aquellos

imputados reincidentes. A sabiendas que la legitimidad del Estado para disponer el encarcelamiento

preventivo antes de un fallo condenatorio es excepcional, y que esta norma es claramente violatoria de la

C.N. (Art. 18) y de la normativa internacional de DDHH, la misma fue aprobada por la gran mayoría de

legisladores de ambas cámaras (sólo dos votos en contra)153.

Así entonces, analizar el sistema punitivo, como un fenómeno social que excede la sola

normatividad jurídica o sus fundamentaciones éticas, en la coyuntura actual, no es una tarea carente de

productividad; en la medida en que, de lo que se trata es de pensar las opciones para la

desinstitucionalización de los conflictos sociales hacia posibilidades menos formales (alternativa a la

acción de los mecanismos penales y contravencionales), y/o repensar las condiciones de posibilidad que

hoy sustentan un modelo de resolución de conflictos anclado en la ideología de la defensa social154.

153
La CIDH ha destacado que “La privación preventiva de la libertad, como medida cautelar y no punitiva, deberá además
obedecer a los principios de legalidad, presunción de inocencia, necesidad y proporcionalidad, en la medida estrictamente
necesaria en una sociedad democrática, que sólo podrá proceder de acuerdo con los límites estrictamente necesarios para
asegurar que no se impedirá el desarrollo eficiente de las investigaciones ni se eludirá la acción de la justicia, siempre que la
autoridad competente fundamente y acredite la existencia, en el caso concreto, de los referidos requisitos...” CIDH, Principios
y buenas prácticas sobre la protección de las personas privadas de libertad en las Américas, Resolución Nº1/08)
154
Respecto de la ley de excarcelaciones anteriormente comentada, el vicegobernador de la provincia de Mendoza señaló: era
lo que estaba esperando la ciudadanía de nosotros…Cumplimos con nuestra función que era darle la herramienta al poder
judicial contra la inseguridad porque los mendocinos no damos más con este problema, indicó en rueda de prensa. Además,
sostuvo que con estas medidas vamos a ser los garantes del principal derecho humano que es el derecho a la vida. Diarios de
la provincia, setiembre de 2008.
104
Cabe preguntarnos entonces si las políticas de control, de “mano dura”, de “ley y orden”, de

penalización, contribuyen o no, y hasta que punto, a la construcción de hegemonía por parte de los

sectores dirigentes; y en este sentido, preguntarnos por los modos bajo los cuales se generan consensos

en una sociedad democrática.

b) en función de la reducción de la política de seguridad a política criminal, emergiendo de este

modo una concepción estrecha y selectiva de seguridad que acota también a la política social; pues,

cuando la seguridad es entendida como seguridad de los derechos de las personas físicas, los límites

entre política de seguridad y política social se desdibujan155.

He aquí un punto difícil de zanjar en este asunto: asunto que podemos pensarlo desde la coyuntura

histórica aquí analizada, o desde la actualidad, en lo referente al hoy en boga paradigma de la seguridad

comunitaria.

Y es que, aunque dinámicas estatales diferentes, en uno u otro, el conflicto social se dirime, en

general, en ese filo entre política social y política de seguridad. Incluir en el corazón de las políticas

sociales — antes que en un marco de justicia penal— las políticas de seguridad pública (comunitaria en

este caso) puede evitar la estigmatización penal de los grupos más vulnerados. Pero si la política de

seguridad es reducida a política criminal, el riesgo es la criminalización de la política social, en la

medida en que, son los sujetos vulnerables/vulnerados156 — población-objeto de las políticas sociales—

aquellos que reencuentra la política criminal ya no preocupada por su seguridad y sus derechos

(económicos, sociales), sino por los de sus potenciales víctimas, transformándose de este modo la

política social en prevención social de la criminalidad157.

Entonces, ¿Qué se juega en este modo de intervenir sobre lo social? ¿Cuáles son sus riesgos?

Así como las tesis lombrosianas abrieron un debate científico en términos específicos, que permitió

tanto a sus seguidores como a sus detractores interesarse en nuevos modelos explicativos, y fue esta

metodología positivista la que dio paso al interés por el estudio científico de los factores sociales; la

criminología crítica y el nuevo paradigma de seguridad ciudadana, vienen a traer una mirada compleja y

abarcativa sobre las causas de la delincuencia, de la violencia y de la inseguridad. En cierta forma, es

155
Cfr. ALESSANDRO BARATTA, Política criminal: entre la política de seguridad y la política social, en: Delito y
seguridad de los habitantes, p.84.
156
Entendemos que la vulnerabilidad no es una condición ontológica de los sujetos, sino que se define como posición, esto es,
como proceso por el cual un sujeto se posiciona o es posicionado en la estructura social. En este sentido, para nosotros:
vulnerable pero vulnerado. Sobre el tema, cfr. ROBERT CASTEL, La metamorfosis de la cuestión social, p. 160-170.
157
Pero, dice Baratta, la política criminal los reencuentra como objetos, pero no sujetos, porque también esta vez, la finalidad
de los programas (subjetiva) de acción no es la seguridad de sus derechos, sino la seguridad de sus potenciales víctimas. Op.
cit. p.84
105
asimilar una concepción de la seguridad/inseguridad como fenómeno complejo y multidimensional, y

que lo que denominamos técnicamente delitos, es un epifenómeno de conflictos sociales y políticos más

profundos.

No hay dudas que este posicionamiento reivindica una posición política mas comprometida en el

abordaje de las problemáticas que afectan a nuestras sociedades como la marginación, la desigualdad y

las injusticias por una desigual distribución en la administración de justicia.

Sin embargo, aquellos que estamos comprometidos con los procesos de reformas de los sistemas de

control y de las fuerzas de seguridad hacia un paradigma de Seguridad Humana, observamos,

inquietamente, los riesgos que implican ciertas prácticas que la gestión extra penal puede llegar a

justificar. Sobre todo si tenemos en cuenta que el sistema contravencional, nos ha sido presentado

siempre, y aún hoy, como “la opción” a la penalización. El sistema de contravenciones es una parte

funcional y efectiva del control formal, pero de ninguna manera puede entenderse como opción. (Más

aún cuando los comportamientos socialmente dañosos, no incluidos en clasificaciones legales, forman

parte del objeto de la política criminal, considerada en su definición más amplia). Asumir esta opción,

no es más que abandonar el pensamiento crítico de la política criminal; por el contrario, es abrazar la

consigna desesperada de una criminalización alternativa. Este es, para mí, el riesgo mayor.

Una mirada compleja sobre la problemática de la inseguridad, es deseable en tanto sirve para

trabajar intersectorialmente sobre las causas estructurales de la violencia y de la delincuencia; pero

también advierto que extiende las posibilidades de intervención. Entonces, los ámbitos de la educación,

del deporte, de la cultura, de la vivienda o de la familia, se constituyen como indicadores en la

explicación causal del delito, cuando no, indicadores de peligrosidad. Así construidos, estos espacios

componen el recuadro de intervenciones con un fin explícito de seguridad pública.

Cuando las intervenciones estatales, bajo las formas de la política social, no persiguen generar las

condiciones necesarias para la promoción y apropiación de derechos ciudadanos, sino que se justifican

en un objetivo de seguridad o de “prevención social”, a esta dimensión es a la que me refiero cuando

hablo de PREVENCIÓN SOCIAL DE LA CRIMINALIDAD, o en todo caso, en su extensión defectuosa, que la

convierte en CRIMINALIZACIÓN DE LA POLÍTICA SOCIAL.

106
Así, la política de seguridad parece pivotear entre una no diferenciación de problemas por un

lado158, y por intervenciones estatales diferenciadas por el otro: política criminal, política social.

Siguiendo la lógica, sabemos que la criminalización de la política social tendrá como correlato la

criminalización de la cuestión social. Pareciera ser que, tanto hoy como ayer, la criminalización de la

pobreza fuera el complemento indispensable de la precarización de las relaciones laborales o, como ha

señalado Loïc Wacquant, a la atrofia deliberada del Estado social correspondiera la hipertrofia del

Estado penal159.

Definitivamente creo que pensar una alternativa a la política de control penal, implica el desafío de

trabajar sobre el relato que organiza la ideología de la defensa social, es decir, desarticular el mito del

derecho penal como derecho igualitario. En este sentido, ahondar en este último punto es fundamental.

Sobre el final, quizás deberíamos pensar acerca de la doble cara y el significado histórico de las

disciplinas. Aunque, clasificatorias, individualizantes y estigmatizantes, fueron al mismo tiempo una

respuesta integradora de demandas de sectores hasta entonces excluidos de la vida social y política del

país. La descentralización y desinstitucionalización de las nuevas prácticas de control social inauguradas

por la tecnología de la electrónica y el marketing, nos exigen pensar los efectos de este desplazamiento

desde el Estado hacia otros lugares. De las respuestas que demos a estos interrogantes dependerá la

distancia que media entre el mero mantenimiento del orden y un proceso específico de integración

social.

158
Por ejemplo, cuando la sensación de inseguridad de la población se superpone a la cuestión delictiva, la criminalización de
los jóvenes, el consumo de drogas ¿como cuestión penal o de salud?, el debate sobre la edad de imputabilidad a partir de una
mayor participación de niños y jóvenes en el delito, la asociación indiscriminada entre tiempo libre/vagancia/ delincuencia, la
doble escolarización y la educación informal como parte de un plan estratégico de seguridad, etc.
159
LOÏC WACQUANT, Las cárceles de la miseria, p.88.
107
Anexo
Cuadros murales publicados por el instituto de criminología - 1909

Cuadernillo de información sobre antecedentes, conducta y concepto de procesado

108
109
110
111
112
Bibliografía

BARATTA, ALESSANDRO: Criminología crítica y crítica del derecho penal. México, S.XXI, 1986.
------------------------------- Política criminal: entre la política de seguridad y la política social, en: Delito y
seguridad de los habitantes, Elías Carranza (coord), Mexico, SXXI, 1997.
BARRANCOS, DORA: Socialismo, higiene y profilaxis social, 1900-1930, en: Política, médicos y
enfermedades, Mirta Zaida Lobato (editora), Bs. As., Ed. Biblos, 1996.
BERMAN, MARSHALL: Brindis por la Modernidad, en: El debate modernidad – posmodernidad. Nicolás
Casullo (comp), Bs. As, Punto Sur, 1989.
BIAGINI, HUGO: El movimiento positivista argentino. Bs. As., Editorial de Belgrano, 1985.
BOTANA, NATALIO Y GALLO, EZEQUIEL: De la República Posible a la República Verdadera. Argentina,
Ariel Historia, 1997.
CARDENAS, EDUARDO Y PAYA, CARLOS: En camino a la democracia política (1904-1910), Bs. As., Ed.
Astrea, 1980.
CASTEL, ROBERT: La metamorfosis de la cuestión social, Bs. As., Paidós, 1997.
CORTEZ CONDE, ROBERTO Y GALLO, EZEQUIEL: La formación de la Argentina moderna. Bs. As., Paidós,
1957.
COTESTA, VITTORIO: Michel Foucault: de la arqueología de saber a la genealogía del poder, en: Disparen
sobre Foucault. Horacio Tarcus (comp), Bs. As., Ed. El Cielo por Asalto, 1993.
DONZELOT, JACQUES: La policía de las familias, Valencia, Ed. Pre-Textos, 1979.
FOUCAULT, MICHEL: La política de la salud en el siglo XVIII, en: Saber y verdad. Madrid, La Piqueta, 1981.
--------------------------- Genealogía del racismo. Bs. As., Ed. Altamira, 1992.
--------------------------- La Gubernamentalidad, en: Espacios de poder. Madrid, La Piqueta, 1981.
--------------------------- Historia de la sexualidad I - La voluntad de saber (1976), Bs. As., S.XXI, 1992.
--------------------------- Vigilar y castigar. México, S.XXI, 1975.
--------------------------- El poder: cuatro conferencias. México, U.A.M., 1989.
--------------------------- Seguridad, territorio, población. Bs. As., Fondo de Cultura Económica, 2006.
GENTILLI, RAFAEL: ...Me va a tener que acompañar. Bs. As., Ediciones el Naranjo, 1995.
GOLDAR, ERNESTO: La mala vida. Bs. As., Centro Editor de América Latina, 1971.
GRAMSCI, ANTONIO: Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Bs. As., Ed
Nueva Visión, 1972.
LEVENE, RICARDO: Historia de las ideas sociales argentinas. Bs. As., Esapasa-Calpe S.A., 1947.
MARÍ, ENRIQUE: José Ingenieros. El alienista, su loco y el delito, en: Todo es Historia, nº 173, Oct/1981.
PEGORARO, JUAN: Teoría social, control social y seguridad: el nuevo escenario de los '90, en: Cuadernos de
posgrado. Paraná, octubre 1994.
------------------------ La violencia, el orden social y el control social penal, publicado en: Revista Brasilera de
Ciencias Criminais, Nº 45, Octubre 2003.
------------------------- El síndrome de Aladino y la inseguridad ciudadana, en: Revista Delito y Sociedad. Año
9, nº 14, 2000.
PERELSTEIN, BERTA Positivismo y antipositivismo en la Argentina. Bs. As., porción, 1952.
RUIBAL, BEATRIZ: La ideología del control social. Buenos Aires 1880-1920. Bs. As., Centro Editor América
Latina, 1993.
SOLER, RICAURTE: El positivismo argentino. Bs. As., Paidós, 1968.
TORRADO SUSANA: Notas sobre la estructura social argentina al comenzar los años 90. La dimensión de la
pobreza, en: Beliz, Gustavo (comp.) Política social: la cuenta pendiente. Bs.As., Editorial Sudamericana,
1995.
VEZZETTI HUGO: La locura en la Argentina. Bs. As., Folios Ediciones, 1983.
WACQUANT, LOIC: Las cárceles de la miseria. Bs. As., Manantial, 2000.

113
ZAFFARONI, EUGENIO: Sistemas penales y derechos humanos en América Latina. Bs. As., Depalma, 1984.

Bibliografía de la época
ARAOZ ALFARO, GREGORIO: Educación y política. Bs. As., El Ateneo, 1929.
BUNGE, OCTAVIO: Nuestra América. Ensayo de psicología social. Bs. As., Administración General: Casa
Vaccaro, 1918 (6ta ed).
CORTES CONDE, RAMÓN: Práctica policial. Bs. As., Ed. Verbum, 1927.
FISHER, IRVING Y FISK, EUGENIO LYMAN: La vida sana y eficiente. Normas de vida saludable fundadas
en principios científicos. Bs.As-Montevideo, Ed.Mundo Nuevo, 1927.
GAMBARA, LUIS: Policía científica. Barcelona, F.Granada y C.ª, 1910.
GÓMEZ, EUSEBIO: Criminología Argentina. Bs. As., Librería Europea, 1912.
--------------------- La mala vida en Buenos Aires. Buenos Aires, Juan Roldán, 1908.
--------------------- Sugestión y responsabilidad penal. Universidad de Buenos Aires, Facultad de derecho y
ciencias sociales, 1902.
HARO GARCIA, FRANCISCO: Eugenesia y matrimonio. El certificado médico prenupcial. Madrid, J.Morata-
Editor, 1932.
INGENIEROS, JOSÉ: Criminología. Bs.As., Talleres gráficos de Rosso y Cia., 1916.
------------------------- Ciencia y filosofía. Vol. III. La personalidad intelectual de José María Ramos Mejía.
Bs.As., Elmer Editor, 1957.
------------------------ Sociología argentina. Bs. As., Elmer Editor, 1957. (5ta Edición, Madrid, 1913).
------------------------- La locura en la Argentina. Bs. As., Elmer Editor, 1957.
------------------------- Las doctrinas de Ameghino. Bs.As., Elmer Editor, 1957.
JIMENEZ DE ASÚA, LUIS: La lucha contra el delito de contagio venéreo. Madrid, Ed. Caro Raggio, 1925.
------------------------------- Tratado de Derecho Penal. T. I. Concepto del derecho penal y de la criminología.
Bs. As., Ed. Losada S.A., 1950.
MEDINA, JOSÉ: La centralización de los servicios sociales en la República Argentina. Bs. As., Ed. Mayo,
1945.
MENDEZ, JULIO: Apuntes de higiene médica. Bs. As., A.G.Buffarini Editor, 1904.
MORENO, ARTEMIO: Niñez abandonada y delincuente. Bs. As., Valerio Abeledo Editor, 1924.
MOYANO GACITÚA, CORNELIO: La delincuencia en la Argentina. Ante algunas cifras y teorías. Córdoba,
Casa editora-F.Domenici, 1905.
RAMOS MEJIA, JOSÉ MARÍA: La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina. Bs. As.,
Ediciones Anaconda, 1936.
TARDE, GABRIEL, Las leyes de la imitación: un estudio sociológico. Madrid, Jorro, 1907.
VEYGA, FRANCISCO DE: Degeneración y degenerados. Miseria, vicio y delito. Bs. As., El Ateneo, 1938.
WILDE, EDUARDO: Obras Completas. Vol. II. Bs.As., Talleres Peuser, 1923.

114
Indice

Introducción .................................................................................................................................................... 2
Capítulo 1: La emergencia del positivismo en Argentina. Modernización y conflictos sociales.................... 10
1.1. El positivismo en la Argentina
1.1.1 La influencia del positivismo italiano en los estudios sociológicos en Argentina
1.2. El proyecto de modernización.
1.2.1. Mundo Urbano
- Nuevos actores…
- Nuevos conflictos…
- Nuevos escenarios…
1.2.2. Los males de la modernización: la mala vida... de prostitutas, de obreros e inmigrantes
Capítulo I: El positivismo criminológico en la criminología argentina ……………………………………… 29
2.1. La Escuela Clásica de Derecho Penal. Sus principales sistematizaciones
2.1.1. Delito, pena y delincuente en la Escuela Clásica
2.2. La Escuela Criminológica Positivista, instancia crítica de las formulaciones de la Escuela Clásica..
2.2.1. Crítica y fundamento del derecho penal
2.2.2. Responsabilidad penal y libre albedrío
2.2.3. La pena
2.3. José Ingenieros. La criminología como práctica criminológica en el “universo peligroso”
2.3.1. Profilaxia y prevención
Capítulo III: Peligrosidad y Defensa Social: dos polos de una misma gestión sobre la población ……...…. 45
3.1. Esquema general del trabajo
3.2. Esquema de la pregunta que recorre la investigación
Capitulo IV. El higienismo como dispositivo de control y normalización sobre la población…….……..… 52
4.1. El higienismo, marco de referencia de las políticas sanitarias
4.2. El proyecto sanitario higienista en la Argentina
4.3. Los ámbitos de la higiene pública
- El espacio urbano
- La vivienda obrera
- La Prostitución, casas de tolerancia y prostíbulos
- Acerca del debate sobre el reglamento de la prostitución
4.4. Higiene individual
4.5. Higiene de la raza o Eugenia
4.6. Repensar lo público y lo privado. Una forma de pensar analíticamente los campos de la higiene
Capítulo V. La Policía, brazo armado de la justicia y extensión del poder político…………….….………. 81
5.1. La construcción de la figura de estado peligroso/población peligrosa
5.1.1. La población peligrosa y la "calle": ámbito de control de la policía
5.2. La Institución Policial
5.2.1. Operatividad y eficacia de la acción policial
5.2.2. De contravenciones y contraventores. De orden y de edictos.
Conclusiones ………………………………………………………………………………………………. 96
Anexo ..…………………………………………………………………….…… I – II – III - IV ………. 108
Bibliográfía ..........………………………………………………………………………………………… 113

115

También podría gustarte