Word Medio Ambiente
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FACULTAD DE JURISPRUDENCIA
salvadoreña.
Estudiantes:
equilibrado. El desarrollo económico y social debe ser compatible y equilibrado con el medio
ambiente
Es la aptitud natural y legal que las personas físicas tienen para poseer derechos y
ejercerlos por sí mismas, teniendo la libre administración de bienes y de sus personas. Aptitud
de los individuos para realizar actos jurídicos, ejercer derechos y contraer obligaciones. La
Un ambiente sano implica —entre otras cosas— respirar aire limpio, acceder a fuentes
de agua potable, disponer de alimentos de calidad y tener un lugar digno donde vivir.
Hasta hace poco, el derecho humano a un ambiente sano era reconocido solo en el
ámbito nacional, en la mayoría de los países del continente. El pasado 28 de julio —en una
resolución histórica—, la ONU reconoció al ambiente sano como derecho humano universal.
La triple crisis que el mundo enfrenta actualmente evidencia más que nunca la
importancia de garantizar el derecho de todas las personas a vivir en un ambiente limpio, sano
y sostenible.
El derecho a un ambiente sano es incluido cada vez más en Constituciones, leyes y sistemas de
general es que para hacerlo realidad se requieren elementos básicos de dos tipos:
Elementos sustantivos
● Aire limpio.
Elementos de procedimiento
● Acceso a información.
la degradación ambiental.
Según la Jurisprudencia Salvadoreña.
Tales directrices y lineamientos de la política ambiental del Estado salvadoreño que dispone el
art. 117, se plantean mediante la regulación de tres aspectos: A. La obligación del Estado de
crear los incentivos económicos y proporcionar la asistencia técnica necesaria para el
desarrollo de programas adecuados a la protección, restauración, desarrollo y aprovechamiento
de los recursos naturales, lo cual debe entenderse como un complemento a la obligación
prescrita en el art. 101 inc. 2º Cn. (…). Es claro que de los recursos naturales no sólo dispone
el Estado, sino principalmente los particulares; pero en este aspecto, el art. 117 Cn. obliga al
Estado a incentivar -mediante políticas fiscales, financieras, etc.- y dar asistencia técnica a
aquéllos, a fin de evitar la explotación irracional de esos recursos; más aún, la responsabilidad
del Estado incluye la planificación y ejecución de programas que tiendan a la protección de los
mismos -en los cuales participen el Estado y los particulares- e incluso el fomento y la
participación activa en formas asociativas -v. gr., sociedades o asociaciones de interés
públicoque tengan por objeto incrementar la riqueza nacional mediante un mejor
aprovechamiento de los recursos, tal como lo prescribe el art. 113 Cn. B. La remisión al
legislador secundario para que desarrolle, mediante leyes especiales, las actividades
relacionadas con los recursos naturales y el medio ambiente; es decir, la obligación de
establecer el marco normativo necesario e idóneo para facilitar la utilización racional de los
recursos naturales por los particulares y el Estado (…). C. Una declaración en el sentido que
las actividades relacionadas con los recursos naturales son de interés social (…). El sentido de
tal concepto en el art. 117 Cn. se puede aprehender más fácilmente si se tienen en cuenta otras
referencias que en la misma Constitución se hacen al interés social, en forma de declaraciones
(…); tales referencias aparecen en los arts. 59 y 119 de la Constitución (…). Como puede
advertirse, tales actividades, igual que la protección de los recursos naturales, son
consideradas por el constituyente como esenciales para la satisfacción de necesidades de
sectores mayoritarios del pueblo, por lo que es necesaria la intervención, coordinación y
esfuerzo conjunto de las instituciones estatales, de los grupos sociales y de todos los individuos
para su progresivo cumplimiento. Es precisamente el carácter prioritario de tales actividades lo
que da sentido a que las mismas se declaren de interés social; y ello conlleva la obligación de
involucrar y coordinar los esfuerzos -de los entes públicos principalmente, pero también de los
grupos sociales y los individuos-, en una política consistente y continuada para la realización de
tal interés. Especialmente, el principio de la prevalecencia del interés social desempeña un
papel teleológico para la interpretación de las normas que regulan la protección, restauración,
desarrollo y aprovechamiento de los recursos naturales; así como para valorar la conducta del
Estado en el desarrollo de su política ambiental. Ello conduce a afirmar que la legitimidad
constitucional de tal política dependerá de su orientación hacia la consecución del interés -es
decir, el provecho o conveniencia, entendido como la satisfacción de las necesidades- de la
mayoría de la población, interés que, según la misma Constitución, tiene primacía y por tanto
deberá hacerse prevalecer sobre el interés privado" (Sentencia de 2-VII 1998, Inc. 5-93,
Considerando IV 1). Más recientemente ha señalado que "el inc. 2º del art. 117 Cn. asegura la
protección estatal de los bienes ambientales, mediante la vinculación de los poderes públicos a
los principios ambientales y a la garantía de la utilización racional de los mismos. (a) El primero
de esos principios es el proteccionista, el cual tiene relación con las medidas preventivas que
impidan el deterioro de los bienes ambientales cuya conservación se pretende. Las medidas
protectoras son medios técnicos específicos que, generalmente, van asociados con
limitaciones de las actividades contaminantes o con otras más específicas, como la prohibición
de la caza y del comercio de especies animales protegidas o la evaluación del impacto
ambiental. Así, por ejemplo, la regulación de actividades clasificadas como contaminantes es
una política de protección ambiental; ahora bien, es cierto que, en general, las normas sobre
contaminación permiten un cierto grado de emisiones contaminantes pero éstas son menores o
se prohíben cuando pueden afectar a bienes ambientales especialmente catalogados o
conservados. Las medidas protectoras son, por lo tanto, más o menos intensas según sea la
calidad de los bienes ambientales objeto de las mismas. Por ello, la doctrina admite que estas
medidas tendrán que ser muy rigurosas cuando los posibles peligros acechan a los bienes
ambientales de una zona rural; y menos rigurosas serán, por supuesto, las medidas protectoras
del entorno urbano, donde es difícil conseguir un alto grado de protección de parajes naturales,
pues la existencia misma de la ciudad supone una disminución considerable de la fauna y flora
silvestres. Para la doctrina, la medida protectora de carácter preventivo más importante es la
evaluación del impacto ambiental, la cual introduce la variable ambiental en la ejecución de
proyectos tanto públicos como privados. El análisis del impacto ambiental se inserta en un
procedimiento que tramita la Administración Pública, cuya decisión concede o deniega la
autorización ambiental. (b) El segundo principio es el conservacionista que implica, en general,
la retirada del mercado de algunos bienes naturales cuya utilización racional prácticamente se
reduce al exclusivo ejercicio del derecho a disfrutar del medio. Son ilustrativos los casos de los
parques nacionales y de los espacios naturales protegidos, donde se pretende mantener
intactos los recursos de las zonas protegidas, proscribiendo o limitando cualquier explotación
de los mismos. (c) El tercer principio es el de restauración o sustitución de recursos, el cual es
un complemento de los dos anteriores. Este principio implica el fomento de las actuaciones
encaminadas a regenerar los deterioros y degradaciones producidos en el medio ambiente a
través de medidas represivas que sustituyan el uso irracional y contaminante de los recursos
naturales por el saneamiento y recuperación de dichos espacios. Esta tarea es a largo plazo y
algunos ejemplos de acciones son la sustitución de técnicas productivas e industriales
contaminantes por técnicas no contaminantes así como las políticas de reforestación y de
cambio de uso del suelo. (d) Finalmente, la garantía de la utilización racional de los recursos
naturales se encuentra de la mano con el desarrollo sostenible. El debate ecológico
contemporáneo se ciñe, en gran parte, a señalar los límites de un aprovechamiento económico
de los recursos que sea compatible con la adecuación del entorno para el goce de las
personas. A esos límites se refiere la Constitución al emplear la expresión ‘aprovechamiento
racional (...) de los recursos naturales’. Sin embargo, en cada caso concreto, serán los poderes
públicos competentes quienes determinen la racionalidad en la utilización de los recursos.
Asimismo, es obvio que a menor uso económico o urbanístico de los recursos, mayor será el
disfrute que hagan las personas del medio ambiente. No obstante, también es cierto que el
empleo de los recursos resulta igualmente imprescindible para el bienestar material de los
seres humanos. No cabe duda que el desarrollo urbano o el trazado de las vías de circulación
inciden, casi siempre negativamente, en el entorno; pero no es menos cierto que tales
actividades son indispensables en las sociedades modernas. También es inevitable y
constitucionalmente auspiciada la construcción de viviendas y la utilización para ello de suelo y
materiales que proporciona la naturaleza. Lo mismo ocurre con la edificación de industrias y los
inevitables problemas de contaminación que todo lo anterior suscita; sin olvidar la producción,
también contaminante, de energía. Es la típica tensión entre desarrollo económico y medio
ambiente. Casi todas las actividades humanas, que han permitido el desarrollo económico y
social, son contaminantes y, por ende, nocivas para el disfrute del entorno. No pueden
invocarse, empero, los principios constitucionales ambientales para detener todas esas
actividades. Esos principios permiten, desde luego, ir limitando los efectos contaminantes del
desarrollo económico e impedir así la aniquilación definitiva de los recursos naturales. Se habla
con propiedad de desarrollo sostenible para referirse a aquél que, aprovechando los recursos,
no los esquilma y permite su aprovechamiento futuro. En consecuencia, la potencial oposición
entre protección del medio ambiente y desarrollo económico ha planteado la necesidad de
compaginar en los diversos ordenamientos, la protección de ambos bienes constitucionales.
Dicha compaginación se logra únicamente mediante la ponderación decidida, en último
término, por el legislador o bien por el mismo aplicador del derecho" (Sentencia de 26-VI-2003,
Amp. 242-2001, Considerando IV 2). 2. Sobre el sentido de la política estatal ambiental según
esta disposición: en el art. 117 Cn., "la política estatal ambiental es concebida como una política
integral que comprende la concurrencia de participación del Estado y los particulares en la
protección del medio ambiente, para lo cual el Estado tiene la obligación de incentivar a los
particulares y darles la asistencia técnica necesaria para el adecuado aprovechamiento de los
recursos naturales, así como fomentar y proteger las asociaciones económicas que tengan por
objeto incrementar la riqueza nacional mediante la racional utilización de los recursos naturales,
con posibilidad que el Estado intervenga activamente en la constitución y funcionamiento de
tales asociaciones; ello se ve complementado con un componente educativo, que implica la
obligatoria enseñanza de la conservación del medio en todos los centros docentes de la
República [art. 60 inc. 2° Cn.], y un componente de control de salubridad, mediante la actuación
del Estado en el control de la calidad de los productos alimenticios y de las condiciones
ambientales [art. 69 inc. 2° Cn.]; y, finalmente, un límite a la actividad que el Estado desarrolla
para cumplir con su obligación de promover el desarrollo económico y social del país: la
racional utilización de los recursos, para lo cual se dispone -como instrumentos idóneos que
deberá utilizar en el cumplimiento de tal obligación- la planificación y ejecución de planes
adecuados para la conservación del medio, en los que deberá privar el criterio teleológico del
interés social" (Sentencia de 2-VII-1998, Inc. 5-93, Considerando IV 1 D). 3. Sobre el racional
aprovechamiento de los recursos naturales: "para ser coherente con la filosofía constitucional,
el aprovechamiento de los recursos naturales debe responder a un criterio de racionalidad, que
significa la generación de riqueza -en el sentido de satisfacción de las necesidades económicas
de las personas-, mediante la utilización de los mismos, procurando su protección -que
comprende la conservación, restauración, mejoramiento y desarrollo-, a fin que tal
aprovechamiento beneficie no sólo a la presente sino también a las nuevas generaciones, asi
como al mayor número de habitantes" (Sentencia de 2-VII-1998, Inc. 5-93, Considerando IV 2).
4. Sobre el derecho a gozar de un medio ambiente sano: "vista la conformación constitucional
de la política estatal relativa a los recursos naturales y el medio ambiente desde sus
implicaciones materiales subjetivas que es el enfoque que más interesa para los efectos de
esta sentencia-, hay que decir que si bien nuestra Constitución no enuncia expresamente
dentro del catálogo de derechos fundamentales el derecho a un medio ambiente sano, es
imprescindible reconocer que las obligaciones prescritas en el art. 117 y otras disposiciones de
la Ley Suprema no importan un contenido prestacional en favor de los recursos naturales -lo
cual es jurídicamente imposible-, sino de las personas que conforman la colectividad, es decir,
de quienes satisfacen sus necesidades materiales mediante el aprovechamiento de tales
recursos. En consecuencia, la regulación de las obligaciones del Estado en relación con la
política ambiental, y los límites prescritos a esa actividad, son establecidos en favor de la
persona humana, lo que conlleva ineludiblemente al reconocimiento de que tal derecho a gozar
de un medio ambiente sano tiene rango constitucional, y consecuentemente es obligación del
Estado proteger a las personas en la conservación y defensa del mismo (…).Todo ello porque
el derecho a la vida, analizado en su ínsita relación con el principio de la dignidad de la persona
humana y la concepción personalista que inspira la Constitución salvadoreña, no significa una
simple existencia psico-biológica, sino que implica una existencia propia de su calidad humana,
en la que obviamente el entorno ambiental o ecológico desempeña una papel primordial"
(Sentencia de 2-VII 1998, Inc. 5-93, Considerando IV 3). 5. Para el tribunal, el derecho al medio
ambiente tiene en la Constitución un carácter implícito: "Uno de los obstáculos mayores a la
comprensión aguda y solución verdadera de los problemas jurídicos surge con frecuencia de la
falta de claridad en la utilización de los términos derecho subjetivo, privilegio, potestad e
inmunidad junto con los de deber, no-derecho, sujeción e incompetencia. Para esclarecer el
panorama, un sector de la doctrina ha propuesto un esquema de ‘opuestos’ y ‘correlativos’. Sin
embargo, para efectos de la presente sentencia, interesa destacar que en dicho esquema el
derecho subjetivo tiene como correlativo jurídico el ‘deber’, ya que ambos términos expresan el
mismo estado de cosas, visto desde ángulos diferentes: la posibilidad de un sujeto de reclamar
frente a otro una determinada actuación a su favor. A diferencia de otras disposiciones en las
cuales el constituyente hace referencia expresa a derechos de las personas –v.gr. arts. 2, 7, 18,
22, 53 Cn.–, el art. 117 Cn. pone de manifiesto un deber del Estado. En consecuencia, al existir
un deber del Estado de proteger los recursos naturales así como la diversidad e integridad del
medio ambiente, es posible entender que dicho artículo implícitamente contiene el correlativo
derecho de las personas a la protección de los mismos. De ahí que se deduzca un derecho
cuyas denominaciones varían desde derecho al medio ambiente sano, pasando por un derecho
a la protección del medio ambiente hasta un derecho a disfrutar del medio ambiente (...). Ahora
bien, es necesario aclarar que no toda obligación o deber constitucional deriva ineludiblemente
en un derecho fundamental. En el caso que nos ocupa, también hay que tomar en cuenta el
concepto derechos fundamentales enunciado en párrafos anteriores según el cual tales
derechos son consecuencia de exigencias ético-jurídicas derivadas de la dignidad, la libertad y
la igualdad inherentes a la persona humana. Así, tanto la doctrina como el derecho comparado
enlazan el derecho al medio ambiente con la dignidad de la persona en el sentido que el ser
humano tiene derecho a habitar y disfrutar su entorno vital en un régimen de armonía entre lo
útil y lo grato y de acuerdo con sus características naturales y culturales. Además (...), es claro
que la finalidad de las medidas protectoras del medio ambiente persiguen el libre desarrollo de
la personalidad de los individuos así como el mejoramiento en la calidad de vida. Igualmente, la
jurisprudencia extranjera también se refiere a la solidaridad –entiéndase valor constitucional–
como fundamento de las políticas ambientales" (Sentencia de 26-VI-2003, Amp. 242-2001,
Considerando IV 1). 6. Respecto del contenido de este derecho: "A fin de lograr una mejor
comprensión del contenido del derecho en cuestión, es indispensable hacer referencia a su
naturaleza mixta: como derecho personalísimo y como derecho prestacional. (a) La primera
vertiente implica el disfrute esencialmente estético o no económico de los bienes ambientales,
como resultado de la limitación al aprovechamiento de los recursos naturales. Disfrutar de los
bienes ambientales entraña un acto de libertad que se ve amenazada por el uso abusivo de los
recursos naturales. Al mismo tiempo, el ejercicio de otros derechos, como el de propiedad o la
libertad económica, sólo puede concebirse colindando con el ejercicio del derecho a un
ambiente adecuado. Al suponer un acto de libertad, el disfrutar del entorno es por ello un
derecho subjetivo de libertad y se genera la pretensión de no ser molestado en ese disfrute. La
principal actividad del derecho involucra la decisión personalísima del titular de disfrutar tales o
cuales bienes ambientales y de cómo disfrutar de los mismos. (b) Por su parte, la segunda
manifestación, se refiere a la obligación de preservar el medio ambiente. Así, los titulares del
derecho pueden exigir del Estado medidas suficientes de protección, lo que indica que el
derecho en estudio presenta una vertiente prestacional y una estructura típica de los derechos
sociales. Asimismo, presupone la actividad del legislador y la acción protectora de los poderes
públicos. Los poderes públicos deben limitar el aprovechamiento de los recursos naturales para
asegurar su preservación, puesto que están obligados a poner a disposición de los titulares del
derecho los bienes ambientales en las condiciones adecuadas para su disfrute. Las personas
tienen, pues, el derecho de recibir de los poderes públicos un ‘medio ambiente adecuado’ para
su desarrollo. Tanto el acceso como el uso y la contemplación de los recursos naturales deben
realizarse en las condiciones fijadas por los poderes públicos que han de asegurar la
adecuación de esas actividades con la finalidad del ejercicio del derecho. La adecuación del
medio al desarrollo de la persona, la calidad de vida, el uso racional de los recursos naturales o
la intensidad en la protección del entorno han de ser calibrados por los poderes públicos; es
decir, que no es posible que cada titular del derecho interprete los términos constitucionales,
según sus personales apetencias, pues lo colectivo del objeto y de su disfrute exigen esa
intervención pública que pondere la adecuación de los bienes ambientales y el grado de
preservación y protección necesarios para que el entorno pueda seguir siendo disfrutado"
(Sentencia de 26-VI-2003, Amp. 242-2001, Considerando IV 2). 7. Respecto de la titularidad del
derecho al medio ambiente, ha dicho que, "tratándose de un derecho implícito, el art. 117 Cn.
tampoco hace referencia expresa a los titulares del derecho. En consecuencia, al no haber
determinación en cuanto a los sujetos activos, debe comprenderse como tales a todas las
personas, sean éstas físicas o jurídicas, nacionales o extranjeras. Ahora bien, es necesario
distinguir la titularidad en función de la naturaleza mixta del derecho ya mencionada
anteriormente. En cuanto a la vertiente personalísima, aún cuando el disfrute del medio
conlleva, además del goce meramente individual, una dimensión colectiva derivada de su
ejercicio universal, no es posible reconocer titularidad de este derecho a las personas jurídicas.
Su intrínseca naturaleza lo hace indisponible, salvo para las personas físicas pues éstas son
las únicas que pueden protagonizar un goce espiritual y material de los bienes ambientales. No
obstante, en cuanto a la manifestación de derecho prestacional, sí podría admitirse titularidad
respecto de ciertas personas jurídicas. Tal es el caso de las entidades ecologistas cuya
actividad se encauza precisamente hacia la protección y preservación del entorno. En tales
supuestos, no debe entenderse que dichas entidades pretenden una concreta defensa del
derecho de determinados sujetos; es decir que el grupo ecologista no se está subrogando
ninguna acción individual ni defendiendo un derecho colectivo que como asociación pueda
disfrutar. Lo que se pretende, en último término, con tales acciones es que los poderes públicos
mejoren la protección dispensada a los bienes ambientales. Finalmente, en relación con los
extranjeros, resulta claro que el ejercicio de este derecho por parte de los mismos estará
razonablemente supeditado a las limitaciones de entrada y permanencia en el territorio
nacional" (Sentencia de 26-VI-2003, Amp. 242 2001, Considerando IV 3). 8. Sobre los límites a
este derecho, ha afirmado que, "aun cuando el derecho al medio ambiente goce del carácter de
un derecho fundamental, no cabe colegir de ello –como tampoco se hace respecto a los demás
derechos fundamentales– que éste sea absoluto, carente de limitaciones. Sin embargo, lo que
sí debe destacarse es que, dado su carácter de derecho fundamental, las limitaciones a su
ejercicio sólo pueden realizarse por Constitución o por ley formal (...). En relación con los
límites internos del derecho al medio ambiente es posible manifestar que el reconocimiento
constitucional del art. 117 Cn. no ampara cualquier goce y uso del entorno sino sólo aquel
disfrute con vistas a la finalidad concreta de asegurar el desarrollo de la persona. En
consecuencia, no todo uso –sino sólo aquél dirigido al desarrollo de la persona– está amparado
por el art. 117 Cn. El ejercicio del derecho queda condicionado por su función social, porque es
evidente que la adecuación del objeto del derecho y su finalidad se predican de todas las
personas y no de unas pocas. Todo ejercicio del derecho tiene, en definitiva, que ser compatible
con el mantenimiento del objeto y con su goce, incluso simultáneamente, por parte de todos los
titulares del mismo. Cualquier ejercicio excluyente constituiría abuso del derecho pues se
desbordarían los límites constitucionalmente trazados. También pueden encontrarse límites
externos. Desde el momento que los poderes públicos actúan desplegando una política
ambiental, el resultado de dicha política condiciona, decisivamente, el ejercicio del derecho que
siempre debe ser compatible con la preservación y la mejora de los bienes ambientales. Ahora
bien, cabe recordar en términos generales que los límites externos formulados mediante ley
formal pueden ser establecidos libremente por la Asamblea Legislativa, siempre que se cumpla
con las siguientes condiciones: que sean establecidas atendiendo a un criterio constitucional
que autorice limitar derechos fundamentales; que no altere el derecho al medio ambiente –art.
246 inc. 1° Cn.–; y que respete el principio de proporcionalidad. Finalmente, en cuanto a los
límites externos implícitos debe señalarse que el derecho al medio ambiente colinda con el
ejercicio de otros muchos derechos y con intereses y bienes protegidos. Sin embargo, aun
cuando la protección del entorno sea un interés de rango constitucional, su posición en el
universo de bienes jurídicos no puede considerarse de rango superior, y ha de compaginarse,
en la inevitable ponderación con los demás. El reconocimiento del derecho al medio ambiente
plantea dos problemas fundamentales. El primero es el de las relaciones recíprocas entre el
derecho al medio ambiente y otros derechos constitucionales –en especial el de propiedad y el
de libertad económica– y el segundo –derivado del anterior– es la necesaria ponderación entre
derechos que habrá de hacerse en los casos concretos por el aplicador del derecho
(entiéndase autoridades jurisdiccionales y no-jurisdiccionales). Asimismo, cabe resaltar también
que corresponde al legislador llevar a cabo una previa y general ponderación que asegure la
fuerza expansiva de los bienes jurídicos en tensión" (Sentencia de 26-VI-2003, Amp. 242-2001,
Considerando IV 4). 9. Finalmente, respecto de la resolución de colisiones entre el derecho al
medio ambiente y otros derechos, ha señalado que "el derecho al medio ambiente se relaciona
con otros también protegidos por el ordenamiento constitucional, pero esa relación no siempre
es de complementariedad sino que presenta en ocasiones carácter conflictivo. Así, algunos
contenidos del derecho al medio ambiente coinciden con el contenido de otros derechos
regulados con mayor precisión por el orden jurídico. Por ello, existe la tendencia –aún en el
derecho comparado– a encubrir frecuentemente el derecho ambiental con el contenido de otros
derechos y en consecuencia, se plantean ante los tribunales constitucionales pretensiones
ambientalistas fundadas en otros derechos tales como la vida, la integridad física y moral, la
protección de la salud y hasta el derecho a la intimidad personal y familiar. Ahora bien, en
ocasiones se producen recíprocas limitaciones entre el derecho ambiental y otros derechos.
Específicamente, con el derecho de propiedad y el de libertad económica, la relación se
produce de manera ambivalente y compleja. Por un lado, puede haber un encubrimiento
cuando el titular del derecho de propiedad hace uso de bienes ambientales que le pertenecen
para la tutela de intereses ambientalistas. Es necesario advertir que aun cuando no todos los
bienes ambientales caen en el radio posible del dominio privado, muchos de ellos, aunque
sometidos a la legislación y administración ambiental de los poderes públicos, son con
frecuencia propiedad privada. Por otro lado, puede presentarse una tensión cuando el ejercicio
del derecho de propiedad y de la libertad económica deterioran el ambiente. Este conflicto
refleja, en una escala menor, la tensión entre desarrollo económico y preservación del entorno,
ambos bienes jurídicos de rango constitucional. Se precisa entonces, para la realización de
ambos derechos, una ponderación que habrán de llevar a cabo los poderes públicos. En un
primer momento, el equilibrio entre propiedad y protección del ambiente, habrá de decidirse por
el legislador, quien deberá fijar las relaciones entres tales derechos y establecer, en definitiva,
qué vínculos concretos pesan sobre uno y otro. En segundo término, los aplicadores del
derecho también tendrán que ponderar entre ambos intereses en cada caso concreto,
basándose en la normativa correspondiente. La ponderación es una técnica constitucional para
resolver la colisión entre bienes o intereses jurídicos del mismo rango. Esto significa que, en
caso de conflicto, uno de los bienes debe ceder ante el otro pero no implica declarar inválido al
interés desplazado ni que se le introduzca una cláusula de excepción. Más bien, la doctrina
señala que bajo ciertas circunstancias uno de los bienes jurídicos tutelados precede al otro;
mientras que bajo otras circunstancias la cuestión de la precedencia puede ser solucionada de
manera inversa. Esto significa que en los casos concretos los intereses jurídicos,
abstractamente del mismo rango, tienen diferente peso; por lo que para la resolución del caso
particular prima el bien jurídico de mayor peso. La solución de la colisión consiste pues, en que,
teniendo en cuenta las circunstancias del caso, se establece entre los intereses jurídicos una
relación de precedencia condicionada. La determinación de la relación de precedencia
condicionada consiste en que, tomando en cuenta el caso, se indican las condiciones bajo las
cuales un bien tutelado precede al otro. Bajo otras condiciones, la cuestión de la precedencia
puede ser solucionada inversamente" (Sentencia de 26-VI-2003, Amp. 242-2001, Considerando
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o#:~:text=Un%20ambiente%20sano%20implica%20%E2%80%94entre,un%20lugar%20digno%
20donde%20vivir.
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