Lectura Estudio 1 (Inicios Cultura Helénica) .
Lectura Estudio 1 (Inicios Cultura Helénica) .
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La Creta minoica
Creta es una isla mediterránea situada 560 km al noroeste del delta del Nilo. En el
tercer milenio a.C. florece en ella una notable civilización conocida por el nombre de
minoica (de Minos, nombre de uno de sus reyes) y que tiene su capital en Cnosos. Sus
orígenes son oscuros, e igualmente difícil de determinar es el grado de contactos que la
cultura minoica mantuvo con las demás culturas del Mediterráneo oriental: no se ha
descubierto puerto alguno de importancia. Tales contactos existieron, sin embargo, e
incluso con los hititas del Asia Menor a comienzos del segundo milenio; de ellos
aprendieron posiblemente los cretenses el arte de escribir, puesto que los hititas poseían,
en efecto, una escritura silábica cuneiforme. La escritura minoica, de la que únicamente se
conservan unas cuantas tablillas de barro, se conoce por la designación de escritura
«linear A»; a diferencia de las impresiones firmes de todos los demás tipos de escritura
sobre barro, en la linear A los símbolos se representan a base de perfilar su contorno. La
linear A todavía no ha podido ser interpretada; parece ser que lo que ha llegado hasta
nosotros son simplemente cuentas y anotaciones de tipo comercial. No pone de
manifiesto, en todo caso, la existencia de una situación de conocimiento generalizado
de la escritura en la Creta del tercer milenio. Sin embargo, el hecho de que las tablillas
estén escritas a base de símbolos rudamente trazados parece indicar que no era el barro
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Contenido derivado, sintetizado y modificado a partir del capítulo de J. Bowen, “La primitiva civilización
helénica” (en Historia de la Educación occidental, Barcelona, 1985 [ed. orig. Inglesa, 1972], t. 1, pp.
76-84).
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la superficie normalmente empleada para escribir, sino que los textos importantes
debieron escribirse sobre otro material más adecuado, papiro por ejemplo, que en el
húmedo clima cretense no ha podido preservarse.
Los minoicos extendieron sus dominios hasta el Peloponeso, fundando algunas
ciudades importantes: de entre todas ellas, Pilos y Micenas llegaron a ser las más
importantes después de Cnosos. A comienzos del segundo milenio Micenas, situada en
una colina que domina toda la llanura de la región de Argos, era una ciudad de
considerable riqueza y de notable refinamiento artístico; pero se produjo en esta
época, según los indicios que proporcionan los restos arqueológicos, una ruptura
cultural, provocada por la llegada a la península de una oleada de invasores
procedentes de la cuenca del Danubio. Egipcios e hititas designaron a esos invasores con
el nombre de aqueos: fueron los primeros griegos.
La Grecia micénico-minoica
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La Grecia feudal
Los datos que poseemos son escasos y fragmentarios. Hacia 1200 a.C. la civilización
micénica comenzó a hundirse, y la propia ciudad de Micenas quedó destruida en torno
al año 1130 a.C. En la actualidad se tiende a atribuir su destrucción a una catástrofe
natural, acaso una plaga, o incluso la erupción del volcán Santorin. Fuere cual fuere la
tradición literaria de Micenas, lo único que subsiste son las tablillas de barro de la
linear A (no descifradas, que corresponden a la cultura minoica anterior y las
propiamente micénicas de la escritura linear B). Algunas de las grandes tribus indo-
europeas del neolítico y de la primera edad del bronce, radicadas al norte de Grecia,
en la cuenca del Danubio, y al norte del antiguo Oriente, en las regiones
transcaucásicas, se desplazaron hacia el sur.
A los aqueos del segundo milenio, que invadieron Micenas y Pilos, les siguieron seis
siglos más tarde otros indoeuropeos: los tracofrigios penetraron en el Asia Menor y
desplazaron a los hititas, mientras los griegos dorios descendían por la península
helénica hasta la isla de Creta. En este período los propios aqueos estaban
diferenciados en varias tribus, entre las que destacaban las de los jonios y los eolios.
Ignoramos si la penetración doria provocó la caída del reino micénico o si fue posterior
a ella. No existen pruebas. De las tablillas de la linear B, fechadas en torno a 1400 a.C.,
pasamos directamente a algunas inscripciones en vasos del siglo VIII a.C.; entre ambos
períodos, el vacío es absoluto. Por cierto que esos escritos del siglo VIII corresponden
a una escritura alfabética de la lengua griega, que no tiene conexión alguna con el al-
fabeto silábico de la escritura linear B, correspondiente a la cultura de Micenas, 600
años anterior a ella.
La época micénica coincidió en el tiempo con un período en el que existían varios
reinos potentes; el período siguiente en cambio — que abarca aproximadamente del
siglo XII al IX a.C.— fue aparentemente de tipo feudal. La soberanía quedó reducida a
un nivel tribal, o incluso familiar. La contextura montañosa de la Grecia continental
favorecía la persistencia de entidades aisladas unas de otras, y la Grecia de esta época
feudal atravesó por conflictos, pugnas y esfuerzos por desarrollar unos sistemas de
organización social y de gobierno más duraderos. Pero a pesar de la inestabilidad
política característica de este período feudal, los griegos conservaron una ho-
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Cuando se excavó por primera vez el palacio de Knossos se creyó que una sala del ala norte era un aula de enseñanza,
en razón de la presencia de una doble hilera de pilares de piedra que podía hacer pensar en unos asientos. Asimismo,
ciertas cavidades en los pilares fueron en seguida consideradas como receptáculos para las tablillas. Posteriores
investigaciones demostraron, no obstante, que el «aula» — como se la llama todavía — era sencillamente una parte del
sistema de entrada del palacio. (Cf. A. EVANS, The Palace of Minos at Knossos, Macmillan, Londres 1921-1936, vol. I, p.
365-6, y vol. III, p. 265).
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Hesíodo fue probablemente posterior a Homero, y parece que vivió durante el siglo
VIII a.C. Sus dos poemas didácticos, la Teogonía y Los trabajos y los días, conocieron
tanta difusión como la Iliada y la Odisea. La Teogonía de Hesíodo es, de hecho, la
primera obra que de forma sistemática da cuenta de las distintas divinidades griegas,
motivo por el cual adquirió una importancia y una significación fundamentales para el
espíritu griego. Tanto la poesía de Homero como la de Hesíodo contribuyeron a la
edificación de una conciencia común; por primera vez se expone en esos poemas la
creencia según la cual los griegos descendían de un antepasado común, Heleno, hijo
de Deucalión. A partir de entonces comenzaron los griegos a denominarse a sí mismos
«helenos», y a su civilización la civilización helénica, de la Hélade, si bien conservaron
aun durante cierto tiempo las otras designaciones homéricas: dánaos y aqueos.
La aparición de la «polis»
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