Alicia Evaluación

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Edith se encontraba leyendo el libro de su pequeña hermanita; tantas historias magníficas


obtenidas de sus sueños eran, de una manera u otra, bastante entretenidas.

Contempló el bello ocaso que aparecía, cerró el libro y un bostezo fue la clave para regresar a su
hogar.

Negó a su madre la cena por la ocasión; ya que se encontraba muy agotada.

“Hija, debes dejar de anhelar aventura y conformarte con un libro. Ya no comes…”

“Juro que es sólo por hoy, madre. No sé preocupe”.

Acomodó respectivamente sus útiles escolares cerca a una mesita de roble en el costado izquierdo
de su habitación y habiéndose aseado, se durmió plácidamente en su tálamo.

O eso creía.

Al cabo de unos minutos, escuchó golpecitos en la ventana. Todavía adormilada, se acercó a ver
que ocurría, dándose con la sorpresa de encontrar a un perro en su ventana.

El perro era de colores brillantes y fosforescentes, sus orejas eran similares a las de un gato y su
cola era tan esponjosa como la de un zorro.

“¿Es posible que aún esté soñando?”- se preguntó a sí misma. Abrió la ventana para acariciar al
peculiar animal; este, sin embargo, reprochó los mimos y se alejó.

Edith se sorprendió al ver esta respuesta del canino, los perros que ella conocía continuamente
aceptaban sus mimos, pero esto no fue razón para insistirle al animalito.

Iba a dejarlo en paz cuando vio su colita y orejas brillar intensamente. Le llamó la atención y trató
de acercarse al perrito, provocando que se cayera del segundo piso de su vivienda. Aterrizó,
afortunadamente, en una cantidad aceptable de hojas.

El perro ahora agitaba la cola y tintineaba. En vez de ladrar, emitía un sonido parecido al de un
cascabel. El animalito se subió a un árbol y Edith hizo lo mismo.

Con cada rama que la pequeña avanzaba, el animal se subía a la otra. Continuaron así por un rato,
cuando Edith notó que ya estaba bastante lejos del suelo.

Miró hacia arriba y cayó hacia la dirección a la cual observó. ¡Fue tremendo el golpe que recibió su
cabeza! Ahora el árbol estaba boca arriba sobre ella, como todos los demás árboles.

Sacudió sus prendas y buscó con la mirada una explicación posible a este suceso. Realmente,
parecía un sueño lo que estaba viviendo.

Encontró una puerta en forma de estrella con los mismos colores del canino, aunque todas las
llaves de su alrededor eran de un tamaño desmesurado.

No había forma de entrar por ahí.

¿Deja vu?
Recordó en la historia de su hermana la manera peculiar de entrar al jardín que ella anhelaba. Si
bien ella lo logró, Edith no lograba ver que había detrás de la puerta.

A diferencia de su hermana, Edith se encontraba en un espacio totalmente abierto con vista al


cielo nocturno . Habían un sinfín de posibilidades y no tenía que optar por buscar la llave de la
puerta. Al fin y al cabo, ¿por qué querría realizar un esfuerzo y entrar a un lugar del cuál
desconocía absolutamente todo?

“Será mejor que busque la manera de volver a mi hogar” -dijo para sí- “Debe haber en este gran
lugar para aquello”.

Se puso a recorrer todo ese ámbito. Las llaves enormes obstaculizaban su trayecto pero no la
detuvieron. Llegó un momento en donde se cansó de caminar y se sentó a reposar cerca a una de
esas mismas llaves.

Le recordaban y se sentían como a un árbol del bosque.

Retomaba su respiración cuando se le apareció una luciérnaga.

“Muy buenos días jovencita. ¿A qué el sol brilla de manera gloriosa el día de hoy?”-revoloteó a su
alrededor.

“Muy buenas noches, mi estimada. Lamento que no puedo responder a su pregunta”.

“¿Se puede saber por qué?”

“Me temo que no puedo ver el sol; ya que es de noche”.

“¡TONTERÍAS!”- exclamó la luciérnaga un tanto ofendida- “El sol brilla hasta en la noche, señorita.
¿Es que usted no va a la escuela?”

“Yo sí voy a la escuela, mi estimada y, aunque el sol brille siempre, está a miles de kilómetros de
nosotras, no podríamos verlo como para decir que brilla esplendorosamente”.

“¡TONTERÍAS! Solo eso dices, ¡tonterías!”- revoloteó más cerca a su rostro en busca de molestarla-
“Sí el sol brilla siempre, es magnífico, por eso brilla gloriosamente”.

“Si usted sabe que siempre brilla de aquel modo, ¿cuál es el punto en pedirme mi opinión y
frustrase por aquella?”

“¡TONTERÍAS! Solo eso dices, ¡tonterías!”-su colita luminosa brilló fuertemente cerca a sus ojos.
Realmente era fastidioso, pero Edith no quería sonar molesta- “Si no compartes mi opinión, que es
la correcta, entonces la tuya es incorrecta. ¡Por supuesto que debo frustrarme por eso!”

“Mi estimada, cada opinión es distinta pero ninguna es errónea” -se levantó de un salto agitando la
mano- “Debo irme, un gusto hablar con usted. Realmente ha sido una conversación interesante” —
dicho esto se fue del lugar y continuó en su búsqueda de un escape.

*
No tuvo éxito. Todas las llaves eran iguales y parecía estar yendo en círculos, siempre regresaba a
la puerta en forma de estrella.

No le quedó otra que buscar la llave para esta misma. Primero debería investigar el tamaño de la
perilla.

Tocó esta y la puerta se deslizó hacia adentro, dejando ver una gran cantidad de escaleras hacia
arriba.

¿Realmente subían?

¿Había pasado aproximadamente media hora de su tiempo buscando una llave para una puerta
que ya estaba abierta?

No era tiempo para encontrar las respuestas, tomó aire y empezó a subir aquellos curiosos
escalones.

Apenas había comenzado cuando se quedó completamente a oscuras. No veía a donde iba ni
donde estaba.

¿Ya se encontraba en el escalón número 5 o en el número 190?

¿Acababa de subir un escalón o bajar uno?

Sentía que ya no tenía sentido avanzar…o retroceder. La oscuridad ha consumido el entorno y era
imposible ver algo ahí.

Pisó en busca de una solución, cuando no sintió nada en el suelo.

Cayó dentro de un gran agujero pero no parecía ir abajo.

“¡Oh, Dios mío! ¿En qué lío me he metido?” —su asustó al sentir que flotaba en vez de caer—
“¡Mañana llegaré tarde a mis lecciones!”

Pausó un momento al ver distintas estrellas de porcelana que colgaban de un hilo blanco a su
alrededor. Estas aumentaban conforme subía.

“Para ser honesta, las lecciones no importan mucho. He avanzado bastante y creo que puedo
disfrutar de este momento…eso creo”.

Su cabeza chocó con un balde con agua, se mojó todas las prendas pero al final aterrizó.

“Mojada pero jamás derrotada. Al igual que en la historia de mi hermana, al pasar por aquí debe
haber algo extraordinario”.

Solo había un gran lago. Uno muy grande.

“¿No habrá un animal parlante o comida mágica para mí?”—dijo en voz alta.

Observó a sus alrededores y buscó a las orillas del lago. Encontró una botella en un mensaje.

“¡De esto hablo! Toda clase de locuras”— desenvolvió la botella y leyó en voz alta.
“Quien encuentre este palabrerío deberá pasar el lago en río. Si pasa el lago en bote, jamás
llegará al islote. Pero si pasa el lago en pez, el mar se verá al revés”

No entendió casi nada, pero llegó a la conclusión de que debía pasar lago “en río”…lo que sea que
eso significase.

Cautelosamente, caminó sobre el lago hasta que el agua le llegara a la cintura y pensó en una
solución al acertijo.

“Un río es angosto y con bastantes curvaturas. El lago es ancho, plano y circular. Quizá la solución
sea nadar en zig-zag”

Asintió ante su propia idea y se arremangó el capote y nadó hasta la orilla cambiando de
direcciones constantemente. Al llegar a la orilla contraria, encontró otro lago frente suyo. Volteó a
ver el anterior lago y este ya no se encontraba.

“¡Estoy de vuelta donde inicié!”— se sacudió un poco para secarse—“Esto solo muestra que esa no
era la respuesta al acertijo”.

Edith se sentó y jugó un poco con el agua del lago. En eso, sintió como el agua se tornaba pesada.

“¿Y esto?”—se cuestionó.

Ahora se encontraba en el techo. El lago quedó encima de ella pero el agua no caía. Caminó en
dirección frontal y continuó su travesía.

Se encontró con un gran árbol, similar a donde se había trepado anteriormente.

“Lo treparé, seguro me guía a algo”.

Y así hizo, trepó el árbol y llegó a un extenso jardín de rosas rosadas.

“¿Hm? ¿Hay algo de peculiar en esto?”

Las rosas florecieron cuando enunció esto. Le hablaron continuamente, algunas gritaban, otras
susurraban y otras simplemente no florecieron.

“¡Jovencita, jovencita! ¡Nos has despertado!”

“¡No podremos volver a dormir!”

“¡No estaremos lindas para la primavera!”

Edith, un poco confundida, trató de disculparse:

“Me disculpo de antemano por despertarlas de su siesta. No era mi intención aquella, ¿podrían
darme direcciones a algún lugar de por aquí?”

“¡Descarada!”—respondieron con una voz muy chillona—“¡Quiere direcciones y no nos canta para
dormir!”

“En ese caso, ¿me pueden dar la dirección y yo les canto algo …lindo?”

“¡Perfecto!”—exclamaron al unísono.
Edith se aclaró la garganta y comenzó:

“Dulce y pequeña flor, que amanece en las praderas.

Dulce y pequeña flor, que brillas con el sol.

Dulce y pequeña flor, ¿a dónde te haz ido?

Dulce y pequeña flor, aún no es hora de descansar”

Se durmieron la mayoría de las rosas, excepto dos, que rodeaban a la niña.

“¡Gracias por la canción! La guiaremos a su destino”.

Dicho esto, una de las rosas se agrandó inmensamente y se trató a Edith. Cinco segundos después,
ella se encontraba en un puente.

“¿Hm?”—miró su reflejo en el agua y a su lado apareció un pez con corona. Se volteó pata darse
con la sorpresa de que el pez estaba parado sobre sus aletas a su lado.

“Oh, ojalá venga un pescador para pescarlo”.

Edith le siguió la corriente—“Sí, ojalá, venga un pescador”.

“Me gustaría pescarlo otra acabar con su miseria, sumergirnos en el agua y que respire oxígeno
por fin”.

“¿Eh? ¿Y cómo sería eso?”

“Este aire es tóxico niña. Solo irradia felicidad. ¿Y los que no son felices? Tienen que perdurar en
este mundo respirando males.”

Edith escuchó muy atenta. Anotaba estas palabras mentalmente.

“Los que no son felices, como un pescador, necesitan oxígeno, para librarse de tantos males. Por
eso hay que pescarlos, para sumergirlos en el mar y ayudarlos”.

“Oh, señor Don Mojarra, ojalá encuentre a su pescador.”

“Ojalá, pues no quiero perder la corona”—y con esto saltó al río, dejando a Edith sola.

Ella continuó su camino, de las cosas que había visto todas ellas le parecían interesantes. Tenía
curiosidad de ver más.

Se encontró con relojes tirados en un montón, todos con la misma hora.

“Será bueno tener uno, para ubicarme en este lugar…es probable que el reloj sea una brújula”—
pensó.

Tomó uno de los relojes, el blanco para ser precisos, cuando le crecieron orejas de conejo en su
cabeza.

“¡Supongo que ahora soy el consejo!”—exclamó—“En ese caso, debo ir a ver a la Reina”.

¿Qué reina?
Pausó un momento al ver al verdadero conejo blanco…solo que ahora era gris. Este tocaba con su
patita el suelo constantemente, tomó un reloj y se subió al hombro de la niña.

“¿Oh? ¿Me disculpo?”

“Aquí no hay ninguna reina, jovencita. No sé qué ideas tendrá en la cabeza”.

“Ay, Dios mío. En ese caso seguiré explorando, cabe la posibilidad de encontrar un cofre o algo”.

“Aquí no hay nada de eso, jovencita. Sólo flores que duermen o chillan”.

“¿Oh? ¿Usted exploró antes esto?”

“No es necesario, me han contado todo esto”.

“Tal vez es falso. No me creo ese cuento”.

“Apenas te crees este”.

“¿Disculpe?”

“Piensas que estás soñando, que esto no es real”.

“¿Eh?”

“Lo lamento por ti, niña. Si no quieres creer lo que te pasa y aún así persistes en quedarte en este
jardín, ¡tu mundo debe ser una tortura!”

“No, señor conejo. Mi mundo es bello a su manera, quiero seguir explorando antes de despertar”.

“Entonces es ¿un sueño?”

“Entonces es un sueño.”

“¡Sueño! ¡Debo dormir!”

“Sueño, debo despertar”.

“¡Despertar! ¡Debo dormir!”

“Dormir, debo despertar”.

El conejo salió corriendo del lugar gritando “¡Sueño! ¡Sueño!” y dejó a Edith muy confundida. Ella
misma había provocado tal conversación , cargaba en parte con culpa.

Decidió que lo mejor ya no era buscar un cofre, un tesoro, un extraño lugar, un extraño animal. No,
lo importante ahora era regresar a casa.

Extrañaba a su hermana y a su mamá. Extrañaba leer. Extrañaba las lecciones. Extrañaba…su vida.

Pero…

¿Qué acaso esa no era su vida?

Buscó a los alrededores y miró el reloj nuevamente.


2:47 de la mañana.

Tenía tiempo antes de las 7. Lo más lógico sería volver por donde vino.

Retrocedió en sus pasos pero no era lo suficiente. No recordaba dónde había estado.

“¿¡Y ahora qué haré!?”—pensó—“Así no podré volver a mi casa”

“¿Casa?”

Volteó la vista para observar que el cielo ya no era naranja, ahora era azul.

“¿Qué es una casa?”

“Un lugar dónde vives y tienes lecciones”

“¿Qué es lecciones?”

“Son sesiones para aprender”.

“¿Qué es aprender?”

“Obtener conocimientos del ago nuevo”.

“¿Qué es nuevo?”

“¿Quién eres tú?”

“Yo soy yo”.

“¿Quién eres tú?”

“Una nube.”

“¿Una nube?”

“Sí, ¿qué eres tú?”

“Una niña”.

“¿Una niña?”

“Sí, soy una niña. Me llamo Edith, ¿y tú?”

“¿Qué es tú?”

Edith comenzaba a perder la paciencia, necesitaba ir a casa y en ese momento, sólo perdía el
tiempo. Ignoró por completo a la nube y avanzó por el sendero. El cielo azul dejaba ver un sinfín de
árboles color menta , con pájaros triangulares volando.

Era un mundo de ensueño.

“Pssssssst. Psssssssst”—alguien le susurró.

“Psssst. Psssst.”—respondió ella.

Rió—“Sí que eres divertida. ¿Cómo te llamas?”


“Edith”.

“Qué bello nombre, yo soy Mr. Cheese”.

“¿Cheese no es queso en inglés?” —pensó ella—“A lo mejor tiene algo que ver con el queso”.

“De casualidad, ¿tiene un negocio de queso?”

“No, Edith”— recalcó su nombre como si lo analizara en su mente. Escupió saliva al hacer esto—
“Tengo un negocio de soque”.

“Me permite preguntar, ¿qué es soque?”

“¡Soque! ¡Rico! ¡En el pan y el vino!”

“Qué buena frase, Mr. Cheese. ¿Me permite probar un poco de soque si es que posee?”

“Sí, toma”—tomó su mano entre sus guantes, apareciendo en sus palmas el famoso soque.

El soque lucía como queso. Era queso. Edith trató de ocultar su decepción al ver esto. Tomó el
pedazo de soque y lo trató de un bocado. Sabía a…

A…

¿Leche?

“¿Qué opinas?”—preguntó Mr. Cheese saliendo de las sombras. Era un toro bien vestido, de traje y
sombrero blanco, pero muy pequeño, como un perro—“ Sabe a sueños”.

Edith trataba de no vomitar lo anteriormente consumido. Estaba feísimo. Logró tratar el soque y,
con esfuerzo, habló:

“S-Sí, buenísimo. ¿Me da agua para acompañarlo?”

“¡CÓMO SE ATREVE A DECIR ESO! El soque se disfruta sin agua”.

“Dijo que iba bien con…vino”.

“¡Con vino! No con agua. Váyase de mi establecimiento”—empezó a tirar las cosas al azar y por
todo el lugar. Edith, asustada, salió corriendo. Con la respiración agitada y la frente sudada, reposó
en el pie de una colina.

“Aparte de feo, gruñón. Debo salir de aquí cuánto antes”—exclamó en voz alta.

“¿Dices que quieres salir de aquí?”—preguntó una vocecita. Edith no se molestó en mirar, estaba
muy cansada para aquello.

4:37 de la mañana

¿Cómo pasaron dos horas si solo tuvo una conversación de 2 minutos?

“Sí, me gustaría irme de aquí. Ya me cansé de tantas conversaciones. Mi hermana pasó por mucho
más pero eso no significa que yo lo haga también”.
“Ya veo, en ese caso te puedo ayudar” —mencionó la extraña criatura que aún no se revelaba—
“Pero tendrás que cumplir me un favor”.

“Lo que sea.”

“Necesito tu felicidad”.

“¿Qué?”

“Supongo que sabes que esto es un sueño, eso lo hace más fácil. Verás…”—la criatura salió del
pasto verde, era una mariposa—“Todo este mundo, esta creado con tu corazón. Anhelabas tanto
una aventura que te dio una. Pero como tu corazón está dañado, te dieron este mundo sin magia y
sin sentido”.

“¿Por qué mi corazón estaría herido?”

“Porque anhela aventura”—se posó en su nariz—“”Tú vida es tan aburrida que lo rompió”.

Edith se quedó pensante. ¿La mariposa tenía razón? ¿Su vida era aburrida? ¿Anhelaba aventura?

Sí. Sí. Sí.

“Quiero irme a casa y cambiar las cosas, estimada mariposa. Este sueño ha sido extenuante”.

La mariposa asintió y empezó a revolotear por los aires. La colina se dividió en 2, dejando ver unas
escaleras hechas de pasto.

“Baja querida, gracias por dejarme existir y poder bailar así”.

Edith agradeció por todo lo hecho. Bajó las escaleras solo para encontrarse con su habitación. El
perro luminoso estaba sobre su cama.

“¿Y tú eres?”

“Tú corazón. ¿Aprendiste la lección?”

“Sí, la aventura me espera…en este mundo”.

“¡Perfecto!”—ladró—“¡Nos vemos luego Edith!”

Su madre tocó la puerta—“Veo que estás despierta. Baja a desayunar que ha llegado la institutriz”.

¿Qué?

¿Lo vivido…no fue un sueño?

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