La Sirenita
La Sirenita
La Sirenita
hermanas.
admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hom-
bres. Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían des-
gracias!
7
—¡Cuidado! ¡El mar...! —en vano la Sirenita gritó y gritó.
Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oí-
dos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave.
visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para so-
correrlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas