Andersen LaSirenita

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La sirenita

Hans Christian Andersen (1805-1875)


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La sirenita
Hans Christian Andersen (1805-1875)

La Sirenita, la ms joven, adems de ser la ms bella


posea una voz maravillosa; cuando cantaba
acompandose con el arpa, los peces acudan de todas
partes para escucharla, las conchas se abran,
mostrando sus perlas, y las medusas al orla dejaban de
flotar.
La pequea sirena casi siempre estaba cantando, y
cada vez que lo haca levantaba la vista buscando la
dbil luz del sol, que a duras penas se filtraba a travs de
las aguas profundas.

Hans Christian Andersen,


naci en Odense
(Dinamarca) el 2 de abril
de 1805. Es uno de los
ms conocidos autores y
poetas daneses, famoso
por sus cuentos. Entre
sus obras destacan

La sirenita

En el fondo del ms azul de los ocanos haba un


maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar,
un viejo y sabio tritn que tena una abundante barba
blanca. Viva en esta esplndida mansin de coral
multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas,
cinco bellsimas sirenas.

adems sus libros de


viaje y alguna que otra
novela.

-Oh! Cunto me gustara salir a la superficie para


ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y
escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las
flores!

-Todava eres demasiado joven -respondi la abuela. Dentro de unos aos, cuando tengas quince, el rey te
dar permiso para subir a la superficie, como a tus
hermanas.
La Sirenita soaba con el mundo de los hombres, el
cual conoca a travs de los relatos de sus hermanas, a
quienes interrogaba durante horas para satisfacer su
inagotable curiosidad cada vez que volvan de la superficie. En este

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tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se


ocupaba de su maravilloso jardn adornado con flores martimas. Los caballitos de mar le
hacan compaa y los delfines se le acercaban para jugar con ella; nicamente las estrellas
de mar, quisquillosas, no respondan a su llamada.
Por fin lleg el cumpleaos tan esperado y, durante toda la noche precedente, no
consigui dormir. A la maana siguiente el padre la llam y, al acariciarle sus largos y rubios
cabellos, vio esculpida en su hombro una hermossima flor.

La sirenita

-Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! Pero recuerda que el mundo de
arriba no es el nuestro, slo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma
como los hombres. S prudente y no te acerques a ellos. Slo te traeran desgracias!
Apenas su padre termin de hablar, La Sirenita le di un beso y se dirigi hacia la
superficie, deslizndose ligera. Se senta tan veloz que ni siquiera los peces conseguan
alcanzarla. De repente emergi del agua. Qu fascinante! Vea por primera vez el cielo azul
y las primeras estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se haba puesto en el
horizonte, haba dejado sobre las olas un reflejo dorado que se dilua lentamente. Las
gaviotas revoloteaban por encima de La Sirenita y dejaban or sus alegres graznidos de
bienvenida.
-Qu hermoso es todo! -exclam feliz, dando palmadas.
Pero su asombro y admiracin aumentaron todava: una nave se acercaba despacio al
escollo donde estaba La Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, as amarrada, se
balance sobre la superficie del mar en calma. La Sirenita escuchaba sus voces y
comentarios. "Cmo me gustara hablar con ellos!", pens. Pero al decirlo, mir su larga
cola cimbreante, que tena en lugar de piernas, y se sinti acongojada: "Jams ser como
ellos!"
A bordo pareca que todos estuviesen posedos por una extraa animacin y, al cabo de
poco, la noche se llen de vtores: "Viva nuestro capitn! Vivan sus veinte aos!" La
pequea sirena, atnita y extasiada, haba descubierto mientras tanto al joven al que iba
dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonrea feliz. La Sirenita no poda
dejar de mirarlo y una extraa sensacin de alegra y sufrimiento al mismo tiempo, que
nunca haba sentido con anterioridad, le oprimi el corazn.

La fiesta segua a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez ms. La Sirenita se dio
cuenta en seguida del peligro que corran aquellos hombres: un viento helado y repentino
agit las olas, el cielo entintado de negro se desgarr con relmpagos amenazantes y una
terrible borrasca sorprendi a la nave desprevenida.

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-Cuidado! El mar...! -en vano la Sirenita grit y grit. Pero sus gritos, silenciados por el
rumor del viento, no fueron odos, y las olas, cada vez ms altas, sacudieron con fuerza la
nave. Despus, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se
abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundi. La Sirenita, que
momentos antes haba visto cmo el joven capitn caa al mar, se puso a nadar para
socorrerlo. Lo busc intilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Haba casi
renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola
cercana y, de golpe, lo tuvo en sus brazos.

Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el


mar.
-Corran! Corran! -gritaba una dama de forma atolondrada- Hay un hombre en la
playa! Est vivo! Pobrecito...! Ha sido la tormenta...! Llevmoslo al castillo! No! No! Es
mejor pedir ayuda...

La sirenita

El joven estaba inconsciente, mientras la Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo
sostena para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amain.
Al alba, que despuntaba sobre un mar todava lvido, la Sirenita se sinti feliz al acercarse a
tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar,
permaneci mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del
joven y dndole calor con su cuerpo.

La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante
de la ms joven de las tres damas.
-Gracias por haberme salvado! -le susurr a la bella desconocida.
La Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que haba salvado se diriga hacia el
castillo, ignorante de que fuese ella, y no la otra, quien lo haba salvado.
Pausadamente nad hacia el mar abierto; saba que, en aquella playa, detrs suyo, haba
dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. Oh! Qu maravillosas haban sido
las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos!
Cuando lleg a la mansin paterna, la Sirenita empez su relato, pero de pronto sinti
un nudo en la garganta y, echndose a llorar, se refugi en su habitacin. Das y ms das
permaneci encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Saba
que su amor por el joven capitn era un amor sin esperanza, porque ella, la Sirenita, nunca
podra casarse con un hombre.

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Slo la Hechicera de los Abismos poda socorrerla. Pero, a qu precio? A pesar de todo
decidi consultarla.
-...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrs dos
piernas. De acuerdo! Pero debers sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el
suelo sentirs un terrible dolor.
-No me importa -respondi la Sirenita con lgrimas en los ojos- a condicin de que
pueda volver con l!

La sirenita

No he terminado todava! -dijo la vieja-. Debers darme tu hermosa voz y te quedars


muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo
desaparecer en el agua como la espuma de una ola.
-Acepto! -dijo por ltimo la Sirenita y, sin dudar un instante, le pidi el frasco que
contena la pocin prodigiosa. Se dirigi a la playa y, en las proximidades de su mansin,
emergi a la superficie; se arrastr a duras penas por la orilla y se bebi la pcima de la
hechicera.
Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvi en s,
vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonrindole. El prncipe all
la encontr y, recordando que tambin l fue un nufrago, cubri tiernamente con su capa
aquel cuerpo que el mar haba trado. -No temas -le dijo de repente-. Ests a salvo. De
dnde vienes?
Pero la Sirenita, a la que la bruja dej muda, no pudo responderle.
-Te llevar al castillo y te curar.
Durante los das siguientes, para la Sirenita empez una nueva vida: llevaba maravillosos
vestidos y acompaaba al prncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba
la corte, pero tal y como haba predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas
le produca atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no
pudiese responder con palabras a las atenciones del prncipe, ste le tena afecto y la
colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tena en su corazn a la desconocida dama que
haba visto cuando fue rescatado despus del naufragio.

Desde entonces no la haba visto ms porque, despus de ser salvado, la desconocida


dama tuvo que partir de inmediato a su pas. Cuando estaba con la Sirenita, el prncipe le
profesaba a sta un sincero afecto, pero no desapareca la otra de su pensamiento. Y la
pequea sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufra an
ms. Por las noches, la Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.

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Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un da, desde lo alto del torren del castillo,
fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el prncipe decidi ir a recibirla
acompaado de la Sirenita.
La desconocida que el prncipe llevaba en el corazn baj del barco y, al verla, el joven
corri feliz a su encuentro. La Sirenita, petrificada, sinti un agudo dolor en el corazn. En
aquel momento supo que perdera a su prncipe para siempre. La desconocida dama fue
pedida en matrimonio por el prncipe enamorado, y la dama lo acept con agrado, puesto
que ella tambin estaba enamorada. Al cabo de unos das de celebrarse la boda, los esposos
fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todava en el
puerto. La Sirenita tambin subi a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.

-Sirenita! Sirenita! Somos nosotras, tus hermanas! Mira! Ves este pual? Es un
pual mgico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. Tmalo y,
antes de que amanezca, mata al prncipe! Si lo haces, podrs volver a ser una sirenita como
antes y olvidars todas tus penas.

La sirenita

Al caer la noche, la Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado,
subi a cubierta. Recordando la profeca de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su
vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuch la llamada de sus hermanas:

Como en un sueo, la Sirenita, sujetando el pual, se dirigi hacia el camarote de los


esposos. Mas cuando vio el semblante del prncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subi
de nuevo a cubierta. Cuando ya amaneca, arroj el arma al mar, dirigi una ltima mirada al
mundo que dejaba y se lanz entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma.
Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanz un rayo amarillento sobre el mar y, la
Sirenita, desde las aguas heladas, se volvi para ver la luz por ltima vez. Pero de improviso,
como por encanto, una fuerza misteriosa la arranc del agua y la transport hacia lo ms
alto del cielo. Las nubes se tean de rosa y el mar ruga con la primera brisa de la maana,
cuando la pequea sirena oy cuchichear en medio de un sonido de campanillas:
-Sirenita! Sirenita! Ven con nosotras!
-Quines son? -murmur la muchacha, dndose cuenta de que haba recobrado la voz-.
Dnde estn?
-Ests con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los
hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia
ellos.

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La Sirenita, conmovida, mir hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del
prncipe, y not que los ojos se le llenaban de lgrimas, mientras las hadas le susurraban:
-Fjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lgrimas se transformen en roco de
la maana. Ven con nosotras! Volemos hacia los pases clidos, donde el aire mata a los
hombres, para llevar ah un viento fresco. Por donde pasemos llevaremos socorros y
consuelos, y cuando hayamos hecho el bien durante trescientos aos, recibiremos un alma
inmortal y podremos participar de la eterna felicidad de los hombres -le decan.
-T has hecho con tu corazn los mismos esfuerzos que nosotras, has sufrido y salido
victoriosa de tus pruebas y te has elevado hasta el mundo de los espritus del aire, donde no
depende ms que de ti conquistar un alma inmortal por tus buenas acciones! -le dijeron.

La sirenita

Y la Sirenita, levantando los brazos al cielo, llor por primera vez.


Oyronse de nuevo en el buque los cantos de alegra: vio al Prncipe y a su linda esposa
mirar con melancola la espuma juguetona de las olas. La Sirenita, en estado invisible,
abraz a la esposa del Prncipe, envi una sonrisa al esposo, y en seguida subi con las
dems hijas del viento envuelta en una nube color de rosa que se elev hasta el cielo.

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